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1.

Miguel Morán Fernando Checa


Director de la colección:
Antonio Bo net Correa

El coleccionismo en España
De la cámara de maravillas
a la galería de pinturas

.,

CATEDRA
ENSAYOS ARTE
Cubierta de Margarita Suárez Carreño
Índice

PRÓLOGO... .. ................................................... ..................... ............................... 11

CAPÍTULO l
Los orígenes medievales... ...... .......... ... .. ................ .. ....... ... ...... .............. ........ 15

CAPÍTULO ll
El siglo xv: colecciones, tesoros, riquezas............... ..................... ................. 29

CA PÍTU LO lII
Los tesoros en la primera mitad de l siglo XVI y los bienes de Carlos V.. ..... 41

CA PÍTULO IV
Carlos V y el planteamiento de un nuevo sentido de la colección: los bienes
de Yuste y el origen de la colección regia de pinturas.... .............................. 55

CAPÍTULO V
El contexto europeo de Felipe 11........... .................. ... .. .................... ............ 63

CAPÍTULO VI
Colecciones y organización del saber. La biblioteca de Felipe II ......... ........ 87

CAPÍTULO Vil
Las coleccio nes de Felipe 11....... ....... ... ....... .. .............. .. .......... ...... .......... ...... 107

CAPÍTULO VIII
La fascinación de América................. ........................................................... 129

CAPÍTULO IX
Eruditos y arqueólogos: el jard ín como marco de la colección...... .. ...... ...... . 139

CAPÍTULO X
·( '
Coleccionistas del siglo xv1... ....... ............ ................. ..... ........ .. ..................... 153

:!] José Miguel Morán/Fernando Checa CAPÍTU LO XI


Ediciones Cátedra, S. A., L985 Relicarios y camari nes: la Contrarreforma y el coleccionismo fan tástico 173
Don Ramón de la Cruz, 67. 28001 Madrid
Depósito legal: M. 693.-1985 CAPíTuLo xn
ISBN: 84-376-0501-6 Entre la cámara de maravillas y la galería de pinturas.... .... ......................... 179
Printed in Spai11
Artes Gráficas Benzal, S. A. · Virtudes , 7 · 28010 Madrid CAPÍTULO Xlll
Papel: Torras Hostench , S. A. El culto al objeto y las coleccio nes a principios del siglo xv11 213

7
CAPITULO XIV
Las colecciones de Felipe lII ....................... ........... ..... ... .............. ................ 223

CAPITULO XV
El gusto por la pintura en la primera mitad del siglo XVII........................... 231

CAPITULO XVI
Las colecciones de Felipe IV... ..... ........ .......... .. ............................................. 251

CAPITULO XV II A Fernando Bouza


Las colecciones de la nobleza.............................. .......... ............................... 283

( .

8
Prólogo

Los extraños mecanismos mentales por los que una persona pueda senti r
la necesidad imperiosa de acaparar, y aun de atesorar, todo tipo de objetos
de manera que el conjunto de los mismos llegue a ser una verdadera imagen
del mundo y se constituyan en confesado microcosmos, es el tema que Sch los-
ser nos descubrió en su pionero libro de 1908, y cuyo interés llega hasta nues-
tros días , como lo demuestran recientes estud ios como el de A. Lugli sobre
Naturalia et mirabilia. JI collezionismo enciclopedico ne/le Wunderkammern
d'Europa, publicado en 1983.
Habrá que vo lver a repeti r, aunque sea algo obvio, que cada obra es hija
de su tiempo y, sin duda, Schlosser, al presentar a comienzos de siglo seme-
jante tema a la investigación académica obedecía a puras razones eruditas de-
rivadas de sus trabajos como conservador de ciertas colecciones de los Mu-
seos Imperiales de Viena. Pero si ellos so n la causa inmediata de su interés
por el problema, no cabe duda que un momento culturalmente tan en tensión
entre lo viejo y lo nuevo como era el prod igioso fin de siglo vienés, una época
que mezclaba tan eclécticamente los más arcaicos resabios del pasado con las
manifestaciones de la más avanzada vanguardia, es el más propicio para que
estudiosos y eruditos volvieran sus ojos a una mentalidad como la que se de-
sarrolló en el Spiitrenaissance, tan similar en ciertos aspectos a laque fl orece
en la Viena'de principios del siglo XX.
Lo curioso es que estos estudios acerca del problema permanecen hiber-
nados desde este momento hasta prácticamente nuestros días. Sólo señalare-
mos el carácter pionero también, e ind ependiente del libro de Schlosser, de
Las curiosidades antiguas sevillanas de Ges toso y Pérez, que en 19 1O, pone
a la luz determinados aspectos del coleccionismo sevillano de maravillas du-
rante el siglo XV I.
En realidad, la conciencia de estar viviendo una época de transición y el
convencimiento de que la g ran utopía de l arte del siglo XX - la Vanguar-
dia- ha fracasado, están entre las causas remotas del nuevo descubrimiento
y estudio de las manifestaciones coleccionísticas de una época dominada por
el eclecticismo y el sentido manierista de la forma. Ya hemos dicho que cada
época redescubre lo que qu iere y le conviene, y en un momento en que nues-
tras casas y ciudades se ven invadidas por el pretend ido buen gusto y refina-
miento del exquisito «posmoderno», no nos ha de extrañar que los historia-
dores nos sintamos fascinados por el gusto artístico del momento, que, como
hoy día, confunde la sofisticación con el «kitsch». Las colecciones de mara-
vi llas del Manierismo, al igual que ciertas pinturas del momento, y no diga-
mos algu nas manifestaciones literarias, participan de una cultura del objeto

11
tos (a la vez que se recoge lo fundamental de lo publicado) de los Archivos
de Simancas, Histórico Nacional, Palacio, Protocolos de Madrid y Bibliote-
ca Nacional, que amplían, de manera considerable el panorama.
El capítulo de agradecimientos es, afortunadamente, amplio y podríamos
citar a José Manuel Pita Andrade por habernos facilitado la consulta de los
inventarios de la Casa de Alba; Beatriz Blasco, por los microfilms del Ma- CAPÍTULO PRIMERO
nuscrito Barberini de la Biblioteca Vaticana; Alfredo Alvar, por documentos
del Archivo de Simancas; Trinidad de Antonio y, sobre todo, Fernando Bou-
za, que ha seguido paso a paso este libro como si fuera suyo y ha sido nues- Los orígenes medievales
tro guía en determinadas secciones del Archivo de Simancas y en el compli-
cado mundo del de Protocolos de Madrid. A todos ellos, nuestro re- Los orígenes históricos del coleccionismo artístico hemos de buscarlos le-
conocimiento . jos de España. Schlosser reconoce unos inicios fuera del mundo occidental,
al referirse a los ajuares funerarios como un antecedente primitivo de la co-
Madrid, noviembre de 1984 lección; aunque, de todas maneras, el origen más directo de lo que podría-
mos considerar coleccionismo artístico habría que ligarlo a los tesoros que
custodiaban los templos griegos, en los que, junto a la imagen de la divini-
dad, se depositaban verdaderas colecciones de obras artísticas, con un carác-
ter esencialmente público y accesible, ·rasgo que desaparecerá en los tesoros
medievales. Como veremos, el tema de la privacidad o publicidad de la co-
lección incide en ella misma desde muy diversos puntos de vista: desde la pro-
pia manera en que el conjunto de objetos se percibe, a su disposición en un
contexto arquitectónico y museal, por no hablar de los distintos grados de
fruición que su observación y posesión producen.
Es en Roma donde las colecciones adquieren caracteres particulares e in-
dividualistas - rasgo de gran modernidad y que en Occidente no se recupera
plenamente hasta el siglo xv-, aunque son los templos los lugares favoritos
de depósito de un tipo de objetos que más tarde proliferarán en las Wunder-
kammern europeas. Schlosser los describe así: «Se dice que César había de-
positado en el templo de Venus Genitrix seis colecciones completas de pie-
dras talladas. Plinio menciona toda una serie de objetos de inventario perte-
necientes a santuarios griegos, clasificables dentro de la categoría de las cu-
riosa artificialia que, más tarde, encontraremos en las Wunderkammern: es-
pejos mágicos, extraños instrumentos musicales o quirúrgicos y, especialmen-
te, manufacturas, cuyo valor se determinaba por su particular artificiosidad
y por sus cualidades artísticas» 1•
El camino hacia la cámara de maravillas manierista pasa igualmente por
Oriente: el gusto bizantino por las joyas prolijas y la ostentación está en el
origen de uno de los rasgos más peculiares de los objetos que van a ser tema
de estudio en estas páginas: su carácter simbólico y mágico. Se ha llegado a
comparar la pasión coleccionística de Constantino con la de Napoleón 2 y se
ha recordado que en los momentos de mayor esplendor de su reinado las igle-
sias y los foros albergaban cantidades ingentes de estatuas y obras de arte pro-

1 J. V., Schlosser, Die Kunst-und Wunderkammern der Spiitrenaissance. Ein Beitrag zur Ges-

chichte des Sammelwesens, 2.ª ed ., Braunschweig, 1978, pág. 8.


l lbíd., pág. 10.

14 15
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cedentes del e~polio de ciudades enteras. Escritores como Miguel Crisoloras
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recordaban, en la tardía fecha de 14 11, los fabulosos tesoros que la ciudad
había poseído, y que en su mayor parte habían sido destruidos por los cru-
1lfcin bJn.Na JtnM1 flrouf . jn oincm zados en 12043.
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Las colecciones medievales que se instala ban en las iglesias, lo eran a me-
nudo de trofeos y objetos simbólicos que expresaban ideas de victoria sobre
"onn Ott 1"t0 ~lln mu fttnf 8110 Clll ' pueblos y ciudades enemigas; la iglesia ve neciana de San Marcos constituye
~onno Col· ("flOJmb i'll ftA(f)f. un verdadero museo nacional de historia patria según una idea que pronto
mene. e>.agncfm se adoptará en las iglesias medievales de Occidente. Tales objetos, fruto nor-
malmente de botines de guerra y de donacio nes no se coleccionaban, sino
que, más exactamente, se atesoraban, ya que el tránsito de la idea de tesoro
11 b tr in eint'ttl a la de colección es un proceso que se produce con lentitud a lo largo de la
'Yn oinl 6t11tr· ~<nintñ fttt1uf Edad Media y culmina en el siglo xv, cuando se empieza a considerar el va-
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lor de las piezas en fu nción de otros nuevos conceptos.
La costumbre era una práctica usual también en España. A ella se deben
bQ't'bt0anno 0ano IJrmH'l lrnn 1:1rn m11r-
lcooo~trl nno ~o~h11 trcr v11 von ?> ~ la presencia de una bandera portuguesa conquistada en Ja batalla de Toro en
b1fcl>oftl vn~ farlb larninaht ro~ll '2>11n" en· • la Capilla de Reyes Nuevos de la catedral de Toledo, la de las riendas de Ba-
hldrrrcr. vñ~.i~lu<nn . tb~nl. bieca en la catedral de Sevilla, o Ja del cofre del Cid en la de Burgos. Pero
estos tres ejemplos -que son casi las únicas referencias a nuestro país que
hace Schlosser- no son. ni mucho menos, excepcionales.
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Cofre de El Cid. Catedral de Burgos.

Objetos sagrados, Wiener Heiltum-Buches, 1502. l Citado po r Joaquín Yarza. y ot ros en Arre Medieval l. Barcelona. 1982. págs. 315-317.

16 17
Así, todavía hoy, encontramos conservadas en la catedral de Sevilla el es- pinas de la Pasión de Cristo, un denario , un pedazo de la vara de Moisés, la
tandarte y la espad a de Fernando 111 el Santo y la vara del primer alcaide de piel de San Ba'r tolomé, una sandalia de San Pedro ... ; aungue sobre todo ello
la ciudad; en la colegiata de Roncesvalles una maza colosal, que perteneció destacaban las célebres cruces, especialmente la de Los A ngeles, la denomi-
a Sancho el Fuerte de Navarra, pero que la tradición atribuye a Roldán, dis- nada por Morales «Cruz de Roble que el Rey don Pelayo traía por vandera
tintos recuerd os del arzobispo Turpín y la esmeralda q ue llevaba Mirama- en sus batallas» y otros objetos como la Caja del Santo Sudario y las arque-
molín en la batalla de las Navas de T olosa; en la catedral de Burgos cuelga tas, entre ellas la célebre de Las Ágatas, <<joya harto rica -según Morales-
un estandar te procedente de aquella batalla. La costumbre siguió siendo ha- ( que) tiene dentro muchas reliquias menudas» 6 •
bitual en tiempos más recientes: en la catedral de Valencia - que guard a
también el S anto Grial- cuelgan las cade nas a rrancad as del puerto de Mar-
sella en 1423 por los aragoneses, de la nave centra l de la catedral de Tarra-
go na p~ n de la bandera pontificia! de la cruzada de 1456 contra el turco, en
la de S1güenza hay otras dos banderas conquistadas a los ingleses en el sitio
de Lisboa de 1599, y en la de Barcelona se encuentra el crucifijo fijado en la
popa de la galera por don Juan de Austria en la batalla de Lepanto. Los ejem-
plos citados sirven para testimoniar la amplitud de una práctica ancestral de
ofrecer trofeos a los templos, y en muchas ocasiones era llevad a a los límites
de lo grotesco, como el caso de Martín Alonso de Montemayor, satirizado
violentame nte por Gó ngora en uno de sus sonetos4.
Schlosser recuerda cómo en la Edad Media las iglesias se convierten en
museos de antigüedades, en una práctica a la que no era ajeno el ánimo exor-
cista. A veces se recogían ídolos del paganismo, au nque lo más habitual es
que se conviertan en depósito de objetos preciosos, piedras talladas y relica-
rios a los que se dotará de un carácter mágico, sagrado, simbólico y
representativo .
El hecho, ha bitual en Europa, lo es también en España. El poeta roma-
ni zado Aurelio Prudencio Clemente (348-410) evoca en su Cathemerinon las
riquezas de las iglesias y sus ornamentos destacando, sobre cualquier otra cua-
lidad, la del brillo y el fulgor. Por otra parte, los más antiguos testimonios
literarios nos hablan del cuidado con que los reyes procuraban ofrecer ricos
ornamentos a las iglesias, y cómo en determinadas fechas donaban cruces de
oro con reliquias que, muchas veces, se guardaban en un lugar especialmente
destinado a ello denominado Thesaurus 5 • Así tenemos las primeras muestras
de un culto a los objetos, a los que se dotaba de un carácter mágico y sagra-
do por destacar sobre los demás a causa de lo precioso y raro de su material,
y q ue se conservaban en lugares determinados a los que sólo unos privilegia-
dos tenían acceso. A ello habría que añadir los tesoros de las tumbas que,
como el encontrado en Guarrazar, convertían los antros funerarios en mu-
seos de objetos preciosos.
El conjunto de reliquias y objetos preciosos más importante y de mayor
valor simbólico de la España medieval era, sin duda, el de la Cámara Santa Cruz de Los Ángeles. Oviedo, Cáma ra Santa de la Cated ral.
d.e la catedral de Oviedo. Según la descripción de Ambrosio de Morales, en-
cima del Arca Santa aparecían algunas de las reliquias más preciadas: dos es- 6 Viage ... a los reynos de León y Galicia y Principado de A sturias... , ed. 1765, fac símil, Ovie-
do , 1977, pág. 77 . H ., Schlun k, «The C rosses of Oviedo. A contribution to the H istory of Jew-
• Sonetos completos, ed. B. Ciplij auskaite, Madrid , 1969, pág. 248. ellery in Northern Spain in the IX th . and X th . Centuries», Th e Art Bulletin, XXXII (1 950),
s Cfr. R., P uertas T ricas, Iglesias hispánicas (s iglos val v111). Testim onios literarios, M adrid , págs. 93- 114; Percy E. Schramm, Las insignias de la realeza en la Edad media Española, Ma-
1975 , págs. 203, 96, 175, 105, 288, 289. drid, 1960, págs. 17-22.

18 19
Nos encontramos ante un lugar del mayor valor simbólico y ritual. Las de inaceesibilidad, al que más arriba nos hemos referido. Por otra parte, los
reliq~ias se mostraban a los fieles «con gran reverencia y solemnidad», y és- objetos poseían las cualidades necesarias para despertar los sentimientos de
tos solo tenían acceso hasta una reja, dotando así al ambiente del carácter adoración requerid os: el valor de los materiales preciosos, su origen mágico
- la tradición quería que fueran ángeles los artífices de la Cruz del mismo
nombre- , el prestigio de la ant_igüedad por medio de los camafeos incrusta-
dos en esta obra, el valor religioso-político de la inscripción que portaba 7, y
el sentido sagrado de las abundantes reliquias.
El otro conjunto de reliquias cuyo significado sobrepasa el carácter reli-
gioso para alcanzar, junto con él, un sentido político, es el reunido en la igle-
sia de San Isidoro de León. Presidía la colección.el arca que contenía los res-
tos del santo titular, y a su lado había otras dos de menor tamaño, una de
ellas de marfil con la mejilla de San Juan Bautista y las reliquias de San Pe-
layo «que se trujeron de nuevo de Oviedo»s . Además aparecían obras de arte
cualificadas por sus materiales, como el crucifijo regalado por doña Sancha,
relicarios, armarios con arquillas de los más variados materiales «de plata y
de calcedonia, y marfil y taraceas» y, aún considerados como reliquias, tro-
feos militares como el Pendón de don Alonso, usado todavía por Carlos V.
De esta manera, el conjunto de San Isid oro, panteón de la familia real, se
convertía en museo conmemorativo de la dinastía.
Como ya hemos señalado, las donaciones a las iglesias podían ser igual-
mente de objetos profa nos. En la Edad Media hay ya una valoración del ob-
jeto en función de su valor intrínseco y que se concreta en el aprecio a las
costosas telas, las joyas y piedras preciosas, cuya importancia aumenta debi-
do a sus propiedades maravillosas, al oro y la plata en monedas o en piezas
exquisitas. Sabemos que entre los tesoros más preciados de Carlomagno ha-
bía tres mesas de metales preciosos, dos de las cuales regaló a las iglesias de
San Pedro de Roma y a la de Ravena, mientras que la tercera, «que excede
en mucho a las demás ... y que presenta una figuración del mundo entero en
forma de tres órbitas con trazos sutiles y pequeños», repartidas entre sus he-
rederos y la Iglesia 9 .
El alto valor material y la preciosidad de estos objetos ayudaba a resaltar
su valor simbólico. Tesoros de las iglesias como la de San Marcos en Venecia
refulgían con multitud de destellos, signos claros de la divinidad; así lo re-
cuerda, refiriéndose a Saint-Denis, el abad Suger en un célebre texto, con-
cepto que aun queda más claro si recordamos las palabras, menos conocidas,
de H onorius Augustodonensis: «Las lámparas encendidas (simbolizan) las
buenas obras: el oro son los mártires; la plata, las vírgenes; el cobre, los que
refrenan las pasiones; el hierro, los que se someten a sus cónyuges. Las gemas
que brillan en la corona son aquéllos que destacan por sus virtudes ... La ca-

7 Cfr. Schlunk, 1950: La inscripción recue rda como la Cruz fue ofrecida por el rey Alfonso

y termina alud iendo al lema constantiniano «Con este signo se a mpara al pío, con este signo se
vence al enemigo».
s Ambrosio de Morales, op. cil., págs. 47-48.
Cáli1 de Doña Urraca. León. Real Colegiata de San Isidoro.
9 J ., Yarza, y otros, op. cit., págs. 182-183.

20
21
Aguamanil, Venecia , Tesoro de San Marcos (siglo x).

dena de la que se cuelga la corona es la es peranza, mediante la cual la Iglesia


es sostenida desde los cielos por encima de las cosas terrenas ... » 1º
•!

Cruz de Lo tario. Colo nia. (fines siglo x). 'º lbíd.. t. 11 , pág. 27.
22
23
Relicarios, urnas y custodias adquirían las más variadas formas, en una
idea que se prolongará hasta los siglos XVI y XV II. Éste será uno de los as-
pectos de las iglesias más vinculados a la idea de lujo y esplendor y reapare-
cerá, ya con un contenido profano, a finales de la Edad Media y en el Re-
nacimiento. Así sucede en el curioso caso de una joya perteneciente a Pe-
dro IV de Aragón en forma de «castillo de plata d orado y esmaltado, llama-
do castillo de amor», con su pie esmaltado de verde con tres figuras de hom-
bres de plata, «y en lo alto de la torre se encuentra un pie en el que está una
taza o caja con tres simios con alas»; se trata de una joya fabulosa que no
agotaba aquí sus curiosidades, ya que «el mencionado castillo tiene un sur-
tidor de agua de plata dorada, con tres figuras de hombres de plata dorada
que sostenían el pie del citado surtidor, y que es dorado de verde, y en el mis-
mo pie hay un lavadero dorado y esmaltado, por de dentro y por de fuera,
con cuatro figuras de plata de personas que se están bañando» 11.
La maravilla, lo curioso y lo extraordinario tenían también su lugar junto
a las joyas, relicarios y trofeos de caza o de empresas militares. Don Álvaro
de Luna había hecho fijar en las puertas de su castillo de Escalona, junto a
gran cantidad de cabezas de oso, jabalí y otros animales salvajes, una gran
piel de león, que había recibido como prese nte de un rey moro «de allende el
man>. Hemos de tener en cuenta que entre la riquísima copa que describe con
morosidad la Crónica de don Álvaro de Luna, las arcas con los «guadame-
cíes rojos y los clavos bien dorados» entregados por el Cid a los judíos Ra-
quel y Vidas, la tienda de campaña con cortinas de «magnitud y bellezas ad-
mirables», el reloj ((de latón maravillosamente compuesto en el arte mecáni-
ca» que los embajadores persas presentan a Carlomagno, y los tres cofres en
que don Álvaro de Luna guardaba su mítico tesoro de Escalona, existe una
identid ad formal y de concepto que los une por encima de los siglos 12.
Dentro del mundo de las Wunderkammern, los objetos de la naturaleza
- los naturalia- cumplirán un papel primordial; pero ahora hemos de recor-
dar que éstos eran habituales en algunas iglesias. En España el más célebre
es, sin duda, el cocodrilo disecado de la catedral de Sevilla, pero tenemos no-
ticias de varios naturalia más, sobre todo en Portugal 13; Münzer, ya en Es-
paña, nos informa de la existencia en Guadalupe de la piel de un enorme co-
codrilo, de un (<gigantesco espaldar de tortuga, en donde se podía lavar una
persona», de dos barbas de ballena y un colmillo de elefante 14• Eri Sevilla,
junto al cocodrilo de madera - que vino a sustituir al disecado, regalo del
sultán de Egipto a Alfonso X en 1260- hay un colmillo de elefante, y en igle-
sias como la del Viso del Marqués o la de San Ginés de Madrid todavía hoy
se conservan algunos de estos animales. Su presencia en lugares sagrados te-

11Jbfd., págs. 359-36 1.


12Crónica de don Á lvaro de Luna. Condestable de Castilla, maestre de Santiago, Madrid,
1940, págs. 311 , 395-6, 399, 410. También se refiere a los tesoros de don Álvaro, el marqués de
Santillana en Doc1rinal de privados (1 y V).
13 J ., M ünzer, Viaj e por España y Portugal ( 1494-95), ed . Madrid, 1952, págs. 66, 70, 71 , 93. t
14 lbíd. 96 a 98. «El lagarto», iglesia de El Viso del Marqués (C iudad Rea l).

24 25
nía el valor de exorcismo permanente, que aterrorizaba y expulsaba de la igle- tilla. Lalaing y Münzer vieron convivir pacíficamente, cuidados P.ºr un es~la­
sia a otros monstruos, en virtud del principio de que la maldad es enemiga vo negro, nueve leones, varios leopardos, un lobo y otras bestias salV~JeS.
de la maldad 15 . Y de igual manera eran frecuentes en las iglesias los huevos También tuvo el conde, en dos ocasiones distintas, elefantes, y los colmillos
de avestruz, en los que, además de la referencia exótica, hemos de ver un va- de uno de ellos los vio Lalaing formando el arco de la puerta de una de las
lor simbólico: al igual que el avestruz es ave olvidadiza y sólo se acuerda de habitaciones de palacio; el otro fue el que hizo llevar a Valladolid en 151 8
sus huevos abandonados cuando ve una estrella, «se cuelgan, pues, huevos de para mostrarlo al recién llegado Carlos V •9. ..
avestruz en la iglesia para expresar que, si el hombre a causa de su pecado El gusto por los animales exóticos moviéndose en un estado de sem1h be~­
ha sido abandonado por Dios, al final, por la súbita claridad de la luz divina, tad por palacios tan suntuosos como el del cond.e de Benav~nte, con sus n -
recordará sus faltas y se arrepentirá volviendo a él...» 16 . quísimos artesonados de oro, o como el del condestable don Alvaro de Luna,
Rudolf Wittkower, en un ensayo sobre la historia de la imagen de los cuyas estancias se encontra ban «dando de sí suabes olores» 2º, eran un ele-
monstruos 11 ha puesto de manifiesto el fuerte impacto que sobr e la mentali- mento casi imprescindible de aquel brillo externo que definía Huizinga co.mo
dad del hombre occidental han ejercido las «maravillas». Presentes ya en los configurador de la «bella imagen» de la vida, desarrollada en todos los mve-
orígenes de nuestra civilización, su poder fascinador se ha mantenido siempre les en fo rma estética, característica de la sociedad aristocrática de finales de
vivo desde la época griega hasta los albores del mundo moder no, en el que la Edad Media. Como tal, era una afición compartida de la que encontramos
aquellos prodigios de la naturaleza, que durante mucho tiempo se considera- múltiples testimonios en viajes y crónicas. En el castillo de F~ñana, Münzer
ban base de pronósticos y presagios, se reúnen, ordenan e interp retan de for- vio un avestruz de abundante plumaje grisáceo, y en el palac10 del cardenal
ma científica para acabar siendo sometidos a una crítica rigurosa. Y este pro- Mendoza en Guadalajara, había una gran pajarera con aves españolas y afri-
ceso es uno de los pilares en que se apoyan los museos y cámaras de mara- canas21. El marqués de M oya, por ejemplo, tenía también cerca de Chinchón
villas del siglo XVI , al concebirse como microcosmos y lugares idóneos para otro maravilloso jardín con «volátiles de varias clases de colores» 22 ; y en el
la comprensión y conocimiento del universo. palacio real de Guadalupe, la Reina Católica poseía mucho~ papagayos, «uno
Con anterioridad a la aparición de tal tipo de gabinetes son muchos los de ellos - el que más llamó la atención de Münzer- de cmco colores, por-
testimonios del interés suscitado por esta clase de curiosidades naturales. Pe- que era gris su cabeza, el cuello verde, la pechuga negra.' la cola encarnada
dro de Mexía, en su Silva de varia lección dedica uno de los capítulos a «al- y las alas de un azul que iba convirtiéndose en verde hacia el extremo de las
gunas cosas extrañas, que se hallan en montes y piedras, que parece aver que- plumas» 23 .
dado desde el diluvio general, o a lo menos su causa es muy oscura e incog-
nita», y que, desde luego, «respugna al comun ser y orden de las cosas». En
él describe piedras en cuyo interior se encontraron diferentes sustancias - ma-
deras, diamantes, aceite- y animales, entre las que destaca una dentro de la
cual se descubrió una culebra viva y que fue regalada como objeto de gran
curiosidad y valor al papa Martín V. De la misma forma sabemos que el con-
de Benavente, don Rodrigo Alonso Pimentel, había mandado colocar una pie-
dra en el jardín de su palacio «para que todos la viesen por cosa de maravilla,
que con ser harto dura y maciza, tiene en medio de sí un hueso grande que
parece canilla de algún animal, que, estando debajo de la tierra, la abrazó con-
sigo, y creciendo la dejó en medio, adonde fue hallada al tiempo que la pie-
dra se labraba» is; sabemos que el conde coleccionaba animales exóticos en
su castillo, que, según Münzer, era de los más nobles y bellos de toda Cas-

i s Véase, p or ej emplo, un testimonio tardío en Paolo Maccio, Emblemata, Bolonia, 1628,


pág. 153, cuyo emblema 37 representa un cocodrilo p endiendo de una cadena en e l interior de
la nave de una iglesia y cuya leyenda dice: «L'empio fa pau ra all'emp io. Si a pprend i, dicesi, un 19 A., Lala ing, Relación del primer viaje de Felipe el Hermoso a España en 1501; en García
cocodrillo alle volte de lle c hiese perché at terisca e scacci gli altri mostri feroci. L a malvagitá e M ercad al, Viajes de extranjeros por España y Portugal, Madrid , 1952, págs. 452-453, y Laurent
nemica dei malvagi.» Vital, Relación del prim_er viaje de Carlos V a España, ibíd., pág. 752.
16 J ., Yarza, op. cit .. tomo 11, pág. 230 . 20 Crónica de don Alvaro de Luna .... pág. 2 19.
17
«Maravillas de Oriente: estudio sobre Ja historia de los mo nstruos», en Sobre la arquitec- 21 Münzer, op. cit .. págs. 33, 110. T a mb ién, Lalaing, op. cit., pág. 48 1.
tura en la Edad del Humanism o, Barcelona, 1979, p ágs. 265-31 l. 22 Lalaing, op. cit .. pág. 481.
18
A. de T o rq uemada, Jardfn de Flores Curiosas. Madrid, 1982, pág. 204. 23 M ü nzer, op. cit., pág. 96.

26 27
CAPÍTULO II

El siglo XV: colecciones, tesoros, riquezas


Todo anunciaba en el siglo x v el resurgir coleccionístico de la centuria si-
guiente, aunque, en lo que se refiere al caso español, nos encontramos toda-
vía con el concepto de tesoro como acumulación de riquezas. Con todo, y
desde el campo religioso, hay ya ejemplos en los que la colocación de los ob-
jetos se realiza conforme a criterios de cierto orden. Es el caso de la sacristía
de Guadalupe, cuya descripción conocemos por Münzer, y que, al igual que
las posteriores cámaras de maravillas se ordenaba por medio de armarios,
cada uno con objetos determinados por su fu nción o cualidad 1; aunque, so-
bre todo, destaca el caso de la Capilla R eal de Granada, donde los Reyes Ca-
tólicos concentran parte de sus riquezas y obras de arte, concibiéndola como
museo dinástico i .
El siglo XV, durante el cual comienzan a disolverse la mentalidad medie-
val y a aparecer síntomas de una cultura humanista, contempla, de igual ma-
nera, el resurgimiento de un nuevo interés por coleccionar objetos suntuarios
al margen de su contenido religioso; en este proceso las cortes p rincip escas
juegan un papel de primer orden.
Aparecen ahora los primeros conjuntos de objetos en poder de los prín-
cipes que merecen el calificativo de colección, y que participan ya de rasgos
plenamente modernos, como son el contenido profano y el carácter estricta-
mente privado del recinto donde se exponen, al que sólo pueden acceder unos
privilegiados . El paso decisivo se dio en el norte de Europa, en la corte de
Borgoña, donde se vivía una vida cultural y artística muy intensa: Juan el Bue-
no poseía ya un refinado gusto artístico, que se exacerbó en su hijo el duque
de Berry, al que Schlosser califica de primer coleccionista m oderno.
Aunqlle entre sus obj etos aún hay muchos, como por ejemplo la gran can-
tidad de joyas, que se relacionan con el concepto medievalizante de cámara
del tesoro, ésta tiende a concebirse como una colección moderna. Como ras-
gos arcaizantes Schlosser ha destacado su gusto por los materiales preciosos
y los asuntos extraños, pero su valoración del objeto a causa de sus conten i-
dos formales y artísticos y su interés histórico por los mismos son ya elemen-
tos de gran modernidad. Apasionado por las antigüedades, era famosa suco-
lección de camafeos, entre los que se encontraba la Gemma A ugustea, la de
medallas, la de estatuillas y, sobre todo, su biblioteca. Su interés por el ob-

1 J. Münzer, op. cit., págs. 96-98.


2 A., Gallego Burín, La Capilla Real de Granada, Granad a, 1931, 1952.

29
jeto le llevaba hasta admitir falsificaciones e incluir entre sus posesiones ra-
rezas de la naturaleza, curiosa y los típicos elementos de las Wunderkam-
mern, con perfumes, musgos, ámbares, corales, caracolas ... 3.
En España el caso más parecido al del duque de Berry, al que supera des-
de algunos puntos de vista, es el de la colección de antigüedades y otros ob-
jetos modernos que reunió el cardenal Mendoza a fines del siglo 4 . Además
de su ingente labor como promotor de obras arquitectónicas no se ha desta-

Pisanello, Medall a de Juan Paleólogo, Londres, British Museu m ( 1438-39).

3 Schlosser, op. cit., págs 29-41. .


4 J. M. , Azcárate, «El cardenal Mendoza y el origen del Renacimiento en España», Revista
Hans Holbein el Jo ven , Retrato del Duque de Berry, Gabinete de Estampas, Museo de Basilea. Santa Cruz, XVI I, 22 ( 1962).

30 31
cado suficientemente su personalidad como coleccionista, que Azcárate ha
comparado - en el caso específico de las joyas y pequeños objetos- con Lo-
renzo el Magnífico, señalando cómo llega a superarlo.
La colección de monedas del Cardenal comprende nada menos que 2.703
piezas, de las que había 565 de oro y 997 de plata, con todo tipo de proce-
dencias; muy impresionante era su colección de 1.141 medallas, gran parte de
ellas antiguas, con temas muy variados, que iban desde retratos de empera-
dores romanos a filósofos, asuntos alegóricos o mitológicos, y la famosa Me-
dalla de Constantino, que también poseía el duque de Berry. Y entre las mo-
dernas había obras de Pisanello, Matteo de Pasti, Laurana, obras ferraresas,
venecianas, etc. Junto a ello aparecen los camafeos, también con temas muy
variados de tipo mitológico o alegórico, a los que habría que añadir las pe-
queñas estatuas de bronce con representaciones de Hércules o La Fortuna.
De igual manera los natura/ia y los objetos exóticos estaban ampliamente re-
presentados: piezas de corvina, calcedonias, jaspes, amatistas; tres huesos de
lobo, dos caracoles pequeños, una concha de caracol porcellano, una piedra
bezar, corales, vidrios, ámbar, piedras medicinales, etc. De esta manera, a los
intereses estéticos y eruditos (monetario, antigüedades) se unía una abundan-
te reunión de naturalia que plantean, como con el duque de Berry, uno de
los ejes en torno a los que girarán, pocos años más tarde, las cámaras de
maravillas.
El cardenal Mendoza comenzaba a superar el concepto de tesoro que aún
estaba presente en reuniones de objetos de la segunda mitad del siglo XV,
como, por ejemplo, los de doña Mencía de la Vega, todavía valorados exclu-
sivamente a causa de la riqueza de su material5. Pero en fechas anteriores, y
en el entorno regio, comienzan a apreciarse las obras de arte por sus conte-
nidos de exotismo y rareza.
Ya en 1428 Juan 11 manda secuestrar, con destino a su tesoro, una copa
de tres pies que tenía «en derredor esmaltes indios», otra con una sobrecopa
que tenía «unas flores yndias y ern;:ima de la sobre copa una manirana yndia
e ern;:ima de la man9ana un aguila dorada» y un cubilete de madera «con unas
labores moriscas». Lo precioso, lo exótico y lo raro, bases estéticas del co-
leccionismo del manierismo, aparecen ya en este documento de los primeros
años del siglo xv6.
En otro documento posterior, de 1443, junto a objetos de complicadas de-
coraciones, aparece ya el gusto por objetos naturalistas, de los que no debían
estar ausentes los contenidos mágicos: lenguas de escorpión, huevos de aves-
truz o perlas de alj6far 7 , al lado de la ya mencionada moda de los animales
vivos; el infante don Enrique, hermano del Rey Católico, tenía en su palacio
de Barcelona una gacela, animal que produce almizcle - uno de los elemen-

5A. H . ., Osuna, leg. 1837-6.


6
Cédula de Juan 11 mandando secuestrar las alhajas, dinero y efectos.... en J . Ferrandis. Da-
ros documentales para la Historia del Arre Español JI/ {In ventarios reales). Juan 11 a Juana la
Loca, Madrid, MCMXLlll, págs. 3-7. Hermanos Limburgo, Encuentro de los Reyes Magos, Muy Ricas Horas
1 lbíd.. págs. 14 a 17. del Duque de Berry, Chantilly, Museo Candé.

32 33
tos más recurridos en las colecciones eclécticas-, al lado de papagayos y tor-
dos de color azul celestes.
En realidad, estamos aún ante tesoros y no todavía ante colecciones de
sentido orgánico. De esta manera, los lugares donde se custodiaban estas ri-
quezas eran las denominadas «cámaras del tesoro», como Ja que existía en el
Alcázar de Segovia en la que, según R osmithal, «se guardan los principales
tesoros del rey» en un «elegantísimo palacio adornado de oro, plata y de co-
lor celeste que llaman azul y con el suelo de alabastro». El mismo viajero des-
cribe las estatuas de oro puro de todos los reyes de España desde Alfonso X
el Sabio, «sentados en sillas regias con el cetro y el globo en las manos» y la
colección de alhajas instalada en el tesoro segoviano 9 •
En 1503 se confecciona un libro con las «cosas que están en el Alcázar»,
en el que se vuelve a denominar tesoro al conjunto 10. En él, los objetos pre-
ciosos adornados de elementos naturalistas, las piedras duras y las curiosida-
des de la naturaleza alcanzan una importancia hasta ahora inusitada. El tema
de los cuernos de unicornio aparece ahora por primera vez, cuando se rela-
cionan d os sortijas de oro con un pedazo de unicornio . Junto a ellos, objetos
de nácar, zafiros, turquesas, piezas adornadas con granos de aljófar, cama-
feos , ad ornos hechos «a manera de una rueda de relox ... con un signo de Sa~
lomón en medio», piedras cornerinas, de jaspe, varias lenguas de escorpión,
relicarios, etc., son los objetos más representados 11 • El mismo tipo de objetos
aparecen en las <tjoyas de oro y otros efectos» que Isabel la Católica envió a
su hij a doña María, reina de P ortugaJ1 2, y se prolonga en los documentos
de la testamentaría de la soberana. Allí, en alguno de sus cofres, abiertos
en 1504, aparecieron cuentas de azabache, almizcle, cajas de cuerno de alga-
lia, ámbar, pedazos de cuerno de unicornio, corales, conchas de nácar, peda-
zos de palos de linaloe, unidos a objetos de origen americano, entre los que
aparecen representaciones figuradas , piedras imanes, relojes, piezas de cris-
tal. .. configurando un universo sorprendende en el que la proliferación de pie-
dras preciosas de exótica procedencia nos habla de un mundo dominado por
la mentalidad mágica 13.

s Münzer, op. cil., págs 5-6.


9 Viaje del noble bohemio León de llosmilhal de Blatna por España y Portugal (1465-1467),
en García Mercadal, ob. cit., pág. 267. <ffodos los reyes de España están sujetos a esta ley: que
desde que ciñen la corona y bajo su reinado j unten tanto oro como pesa su cuerpo, para que
puedan ocupar en muriendo, su lugar entre los otros reyes en el palacio de Segovia», ibíd., pági-
na 267.
10 J. Ferrandis, op. cit., págs. 69 y ss.
JI Ibíd. pág. 75.
12 Cfr. Testamentaría de Isabel la católica, ed. de Antonio de la Torre, Valladolid , 1968.
n Con ello no se hacía sino seguir una idea de raigambre medieval: San Isidoro de Sevilla
ya se ocupaba en .sus Etimologías acerca del valor y simbolismo de las piedras, y Alfonso X com-
puso su famoso Lapidario teniendo en cuenta las ideas clásicas acerca de las correspondencias.
Ya a comienzos del siglo xv1 Diego de Valera en su Crónica General de España (1527) se refiere
igualmente a las propiedades curativas del coral, la cornerina, el carbunclo, refiriéndose en con-
creto a las Indias; cfr. fol. IV. Dentro del tema de lo exótico la importancia de América es, como
veremos a lo largo del libro, decisiva, si bien en un primer momento son los territorios ultrama-
rinos de Portugal los que más llaman Ja atención. La reina Católica estaba muy interesada en Copa de Borgoña, Viena, Schatzkammer (siglo xv).

34 35
Como estudiaremos más adelante la cultura del Manierismo tiene en lo
lúdico uno de sµs componentes estéticos fundamentales. Desde este punto de
vista es muy significativo que ya aparezcan en las colecciones de fines de la
Edad Media objetos dedicados al juego y al placer. En el inventario que co-
mentamos aparecen hasta 16 tableros de ajedrez, realizados en las materias
más diversas Uaspe, cristal, etc.) y guarnecidos a veces de plata en donde se
esmaltaban imágenes coloreadas y los escudos reales. En este apartado ha-
bría que incluir los instrumentos musicales, laúdes, vihuelas, chirimías, «Ór-
ganos de hoja de Flandes, flautas y un arpa de madera amarilla», con una
«imagen de bulto metida en unos casamientos» con sus teclas de hueso, ador-
nada con las armas de castillos y leones ' 4 .

Corona de Isabel la Católica, Granada, Capilla Real.

el conocimiento científico de América y ya en una carta de 1494 exhortaba a Colón a proseguir


c?n .sus intereses naturalistas y coleccionar especies ornitológicas. Cfr. N. Dacos, «Présents amé-
ncams a la Renaissance. L'assimilation de l'exotisme», Gazet1e de Beaux Arts (1969), págs. 57-64 . .
En Guadalupe Ja reina «tenía muchos papagayos», Münzer, ob. cit., pág. 96. La costumbre de
poseer papagayos estaba muy extendida en las cortes principescas, cfr. H . Diener, «Die Kamera
Papagalli im Palast del Papstes. Papageien als Hausgenossen der Plipste, Konige und Fürsten
des Mittelalters und der Renaissance», Archiv für Kuns1geschich1e, 49, 1, 1967, pági-
nas 43-97.
14
Ciborio con huevo de avestruz, Munich, Schatzkammer de la Residencia (h. 1410-20). Ferrandis, op. cit., pág. 49.

37
36
Las rarezas ocupaban una parte no despreciable en la colección de la rei-
na Isabel, junto a estatuillas de tema profano («una dama vestida a la fran-
cesa con un tocado esmaltado y con un perrillo en la mano»), joyeles de las
más variadas y caprichosas formas y los símbolos de la monarquía.
Aunque en el caso español - con la notable excepción del tesoro imperial
de Carlos V- los emblemas del poder real no tienen la importancia que en
otros estados 15, contamos con documentos que nos describen algunos de es-
tos objetos tan cargados de significación simbólica: así aparecen dos cetros
de cristal, una corona adornada con águilas de piedras preciosas y un collar
con 18 manojos de flechas con destino al casamiento de la princesa de Ga-
les ... 16; de nuevo, lo más destacable de las piezas es Ja abundancia de piedras
preciosas, como igualmente sucede con Ja importante corona que en 1477 or-
denó labrar en Valencia Ja reina, y que fue sucesivamente enriquecida con jo-
yas de la colección real 11.
Pero, desde nuestro punto de vista, lo que más nos gustaría destacar es
el nuevo valor museístico que los reyes dieron a ciertas piezas de su colec-
ción, como joyas, una corona y un cetro real y cofres, al donarlas a su muer-
te a un lugar de tan alto valor simbólico como era la Capilla Real de Gra-
nada; mientras que determinados reyes medievales, como Sancho IV, se en-
terraban con algunos de sus más relevantes símbolos, los Reyes Católicos do-
naron algunos de éstos a la capilla funeraria granadina acentuando su carác-
ter de museo que sirviera de memoria a las grandezas de la dinastía.
Pero Ja colección regia no puede interpretarse únicamente desde el punto
de vista del tesoro medieval. Los rasgos de modernidad son muy abundantes
y se centran en la existencia de una biblioteca y una colección de pinturas.
Sánchez Cantón is ha publicado ambos conjuntos y ha dividido el prime-
ro de ellos en libros clásicos latinos y traducidos al castellano, italianos, fran-
ceses y españoles de tema profano, libros de caballerías, religiosos (los más
numerosos), de formación de príncipes, tratados político-morales, libros de
leyes y de historias, de música, etc., que nos acaban de configurar el perfil
cultural de una Corte en los albores del humanismo, pero de la que no se han
eliminado aún determinados residuos medievalizantes.
Los tapices, elemento esencial en las colecciones y decoraciones palacie-
gas españolas durante el siglo XV I, eran también parte importante de la co-
lección real. En ellos, junto a temas religiosos, aparecen los meramente de-
corativos y los mitológicos, históricos y alegóricos, reunidos en ciclos que
transformaban con rapidez Jos austeros interiores españoles en un mundo co-
lorista y pintoresco, no ajeno de resona ncias heroicas. Pero quizá lo más in-
dicativo, junto a la biblioteca, de un gusto que camina hacia la modernidad

is P. E. Schramm, op. cit., en las págs. 63 a 82 describe las insignias reales de los Reyes
Católicos.
16 A. de la Torre: op. cit., pág. 3 16.
11 l bíd.. págs. 427-429.
is F. J . Sánchez Cantón, Libros, tapices y cuadros que coleccionó Isabel la Cat ólica, Ma-
drid, 1950; D. Angulo, Isabel la Católica, sus re1ra1os, sus vestidos y sus j oy as, Santande r, 1951. Dierick Bo uts, El Descendi miento, Granada, Capilla Real.

38 39
sea la colección de cuadros que la reina Isabel repartía por sus palacios y que
en gran parte donó a la capilla real de Granada al final de su vida.
Iniciando un tema que, como veremos, tendrá amplia sucesión durante va-
rios siglos, el Alcázar madrileño guardaba una inicial galería de retratos de
personas reales y del entorno regio, algunos atribuidos al flamenco Miguel
Shitium y otros a Juan de Flandes. Junto a ellos se inventarían varios ma- CAP[TULO III
pamundis e incluso obras del Bosco y otros cuadros de rarezas iconográficas
que la reina custodiaba en la fortaleza de Arévalo.
Con todo, la mayor parte de la colección la ocupan obras de carácter re·- Los tesoros en la primera mitad del siglo XVI
ligioso, y aunque entre los cuadros conservados haya algunos de Botticelli o
Perugino, el grueso de las obras son de artistas flamencos a los que la reina y los bienes de Carlos V
parecía especialmente afecta: Bouts, David, van der Weyden ... están entre los
autores representados. La opción por el mundo flamen co es sumamente re- Hasta la segunda mitad del siglo XVI no s~ puede ha?Iar en España de la
presentativa de los intereses eminentemente piadosos que presidían Ja colec- existencia de una idea de colección que adquiera el sentido de Wunderkam-
ción de la reina, más inclinada a ver en el objeto artístico un elemento de re- mer, pues sólo ante los bienes que el emperador Carlos V se reserv~ para su
flexión religiosa que de contemplación estética; pero la mera existencia de un etiro de Yuste podemos afirmar que nos encontramos ante el embnón de lo
conjunto de pinturas, en un momento en que el resto de la nobleza no era ~ue será desarrollado en plenitud por Felip7 ~l. .
muy dado todavía a este género de coleccionismo, es un rasgo que nos mues- A través del anónimo testimonio de un viajero sabemos que Felipe el He~­
tra cómo, desde los inicios de la Edad Moderna, Ja Corte está a la cabeza moso poseía una cámara con joyas, vajillas y pieles preciosas 1, ~e forma. si-
de la renovación de los gustos artísticos. milar a lo que sucedía con Juana la Loca en su retiro de Tordes1llas. Alh la

'aveta de ,Juana la Loca, Tesoro de la Catedra l, T oledo.

1
Anónimo, Segundo viaje de Felipe el Hermoso, en Garcia Mercada!, op. cir., pág. 584.
40
41
reina poseía gran cantidad de joyeles de complicadas formas que recibían
nombres concretos: el joyel del «Emperador», el de los «compases y casta-
fias», el «lhus», el «estrella»1 _el «avestruw ... , cuyas solas denominaciones son
expresivas del mundo en que nos encontramos. Entre estas joyas abundaban
las de formas exóticas, como un joyel de oro en forma de dama alemana, o
aquel otro «que es un camafeo figura de una mujer desnuda que tiene en las
manos un espejo e una culibra», aunque también eran frecuentes los objetos
religiosos hechos de materiales exóticos, como , por ejemplo, cruces y un
San Sebastián de coral, a lo que habría que añadir medallas, copas de oro
con pedazos de unicornio, relicarios y piedras preciosas de propiedades má-
gicas y curativas ... 2.
La «cámara de maravillas» manierista tiene un doble origen. Si sus con-
tenidos, esencialmente profanos, pueden rastrearse en el mundo de los teso-
ros de fines de la Edad Media y principios de la Moderna, la disposición de
los objetos, su clasificación en armarios y anaqueles, y su presentación en es-
tudios, joyeros y pequeños recintos, poblados de esculturillas que mezclan ob-
jetos naturales con sofisticadas obras del artificio humano, procede, sin em-
bargo, del ambiente sagrado de los relicarios y su disposición en capillas y
sacristías. Y ello no debe resultamos extraño dado el carácter salutífero y má-
1
gico que se atribuía a las reliquias que se retoma, desde un punto de vista
1
profano, por determinados objetos de las Wunderkammern. Como dijimos,
la sacristía del monasterio de Guadalupe agrupaba y dividía sus objetos por
medio de armarios y la colección de objetos y cuadros de la Capilla Real de
Granada constituía un verdadero museo; sin olvidar nunca que, en los inven-
tarios reales, el apartado capilla, con su abundancia de objetos, relicarios, or-
namentos e imágenes sagradas, está siempre entre los más destacados.
Buen ejemplo de ello es la tasación que, en una fecha tan tardía como
1545, se hace de «las pie9as de oro y plata y piedras y perlas y otras cosas
que fueron de la capilla del catholico rrey», y que estaban en depósito en el
monasterio de la Sisla, en Toledo. Allí aparecen estatuillas de santos hechas
de oro y plata, portapaces, navetas de nácar y de plata, objetos de culto de
todas clases y los inevitables relicarios, en un mundo abigarrado y prolijo,
cuya única diferencia con la cámara de maravillas es el carácter exclusiva-
mente sagrado de sus contenidos3.
A lo largo del siglo, la corte continuaba atesorando y comprando objetos
en los que cada vez se hacían más habituales los temas exóticos propiciados
por la pujpnte estética manierista y en los inventarios, junto a los relicarios,
nos aparecen joyas con formas naturalistas, figuraciones de salvajes, etc. 4,

2
Inventario de Juana la Loca, en Ferrandis, op . cit., págs. 175 y ss.
3
A. G. S., Patronato Real, leg. 9-17. Véase también A . G. S., Casa y sitios reales, 72, fol. 9
<<La plata de la reyna doña Juana» y los <dibros q. se hallaron en el dicho cofre de la rreyna
doña Juana con las sobre dichas cosas», fols. 9-13.
4
A . G. S., C. y S. R., leg. 379, Mem orial de la p lata de su ma1• librada.. . en barcelona a ires
de mayo de 1527; A. G. S., P. R . 30-19 nos da la relación de bienes de la emperatriz con innu-
Copa, según diseño de Durero, Nürenberg, National-German isches Museum. merables joyas y relicarios. Y, años más tarde, en las cuentas de J erónimo González, «platero»
(A. G. S .. C. y S. R . 382, fol. 6 1), en el año 1564, se habla de joyas como «una lagartija de dia-
42
43
n:uy habi~~ales ya en el reinado de la emperatriz Isabel. Particular importan- ciosas; junto ~ ellos aparecen relojes adornados de oro esmaltado, perfuma-
cia a~quman, desde este punto de vista, las relaciones comerciales con dores, un libro de oro con esculturas de San Jaime y San Jerónimo, «un ba-
Venecia s. rrilet esmaltat de crestall», etc., y piezas naturalistas como un «os de olicorn»,
No sólo era_ la corte imper~al la 9ue, ya desde la primera mitad del si- bellotas de coral, preciosidades como copas de complicadas formas y piedras
gl? XVI, se dedicaba con apas10namiento a la cultura y el coleccionismo. de carácter salutífero como una «como calcedonia a manera de una pequeña
Miembros de la nobleza como don Alonso Pimentel, conde de Benavente al castaña... , esta reliquia prestaba la Reyna para las mujeres de parto y para
que ya nos hemos. referido _con anteriorida?, poseía una colección en la que lo mismo se pide en este tiempo».
destacab~n los objetos realizados en materiales exóticos -un reloj de marfil Más importancia tuvo, sin embargo, la donación del duque de Calabria,
con la Virgen, un pedazo de cuerno de unicornio, mortericos y espejuelos de personaje que, como afirma el códice que comentamos, «fue muy aficionado
coral, una herradura de azabache ... -, junto a medallas de oro -una meda- a las sciencias y theologo, muy aficionado a libros maxime antiguos... ». En
lla de oro co~ un San Juan de nácar, por ejemplo-, una calabaza de plata, efecto, su biblioteca, que comprendía casi 1.000 volúmenes, se basaba fu nda-
tabl~ros de ajedrez, etc.; el conde decoraba su casa con tapicerías, al modo mentalmente en autores clásicos y en los humanistas modernos, y a ella se
habitual del momento, tal y como lo hacía don Diego López de Mendoza unía una importante armería y una prodigiosa colección de objetos preciosos s.
entr~ cuyos bienes nos aparece una nube de oro, una «Y» de oro, un tabler~ El lugar elegido como depósito de estas riquezas fue el convento valen-
de ª)edrez, dos rodelas de Italia, una cruz de plata, un orinal de lo mismo, ciano de San Miguel de los Reyes, para el que, pocos años antes de la muerte
relojes, copas, una poma de ámbar, etc. 6. Ambos inventarios son de comien- del duque, Alonso de Covarrubias, el arquitecto del rey, proyectó una traza
~os de los años 30 y nos sirven de indicadores perfectos de un gusto todavía con sustanciales reformas 9 • Pero donde se trasluce la magnificencia de la cor-
hgado al concepto de tesoro medieval. te valenciana es en el inventario de los bienes del duque; como buen príncipe
Uno d~ los centros que más activos se mostraron en el momento de for- del humanismo italiano - se había educado en el Nápoles de fines del si-
mular un i?eal cultural cortesano fue Valencia, donde Germana de Foix y su glo X V- poseía en su palacio valenciano un estudio en el que, junto a una
tercer mando, Fernando ?e Aragón, duque de Calabria y nieto de Alfon- galería de retratos de sus antepasados, se colocaban instrumentos científicos
so V d~ Nápoles, mantuvieron una pequeña corte de carácter abiertamente como globus mundi, dos esferas labradas de verde y amarillo, varias cartas
humamsta. Allí, Lui~ de Milán, el famoso compositor, formuló en su diálogo de navegar, «papeles de tiros de artillería» y un «quadrantillo de marfil»; es-
El cortesan,o y su Libro de motes de damas y caballeros los ideales estéticos tos objetos y los retratos de sus antepasados, entre los que destacaba el sa-
en q~e babia de basarse el model~ humano del clasicismo, en un sentido que cado al natural «del rey Alfonso de Aragón que pasó a Nápoles de bulto de
podna prolongars_e en el Coloquzo de las damas valencianas, de Juan Fer- marmol...», nos dan perfecta idea del carácter científico del studiolo que per-
nánd~z ?e Heredia, cortesano, militar, poeta y amigo de Luis de Milán. teneció al duque de Calabria, abierto a las ideas del humanismo italianizante.
S1gmendo una costumbre del momento, tanto la reina doña Germana a A todo ello habría que unir la presencia de un abundante gabinete de me-
su muerte, en 15?6, como el mi~mo duque, que falleció en 1550, regalaron al dallas, con arcas «con muchas medallas antiguas», piezas con retratos como
con~ento valenciano ~e ~~n Miguel de los Reyes su tesoro, biblioteca y co- el «de la Reyna de Ungria tia de su excelencia», o con temas religiosos, mi-
l~cción ; lo realmente sigmf1cativo es que mientras los bienes de la reina cons- tológicos - Hércules- o históricos como «una medalla de coral guarnecida
tituyen todavía un conjunto de objetos que participa en mucho de los carac- de oro entallada de relieve (con) una testa de Julio Cesarn 1u.
teres del tesoro medieval, ante los del duque nos encontramos ya con una ver- Que nos encontramos ante un verdadero príncipe humanista que conce-
dadera colección. bía su biblioteca como lugar de estudio y recogimiento, aparece claro cuando
Conocemos tre~ inventarios de las pert~nencias de doña Germana legadas sabemos que ciertas joyas se colocaban «en el retraymiento de la libreria que
al conve~t? valenciano 7 en _donde predomman sobre todo los objetos de ca- su excellencia tenia en el Real Palacio de Valencia», en el cual, continúa el
rácter rehg10so, como rosarios, salterios ... , hechos con piedras y materias pre- manuscrito, «mas continuamente residia»; allí se situaban las más preciadas
piezas de la colección, como los joyeles de la «espinella» (que era de doña Ger-
mana) o el balax, «llamado el joyel de la tortuga del tamaño y mayor que
m~ ntes». Para. los bienes del emperador, A . G. S., C. y S. R ., leg. 80 , en cuyo abecedario inicial
se incluyen: alj ófar, algalia, al.mizcle, ámbar, un arpa, un camafeo, una copa de o ro, una cabeza
de marta d.e oro , un cla v1cord1.o, una culebra d e plata, erizos, gajos de coral, una corona de oro, 8 Ibídem, 493 B. Véas.e s ~ publicación, muy incorrecta, po r T oribio del Campillo, R. A. B.
unos leonc11los de cristal, menJ uy, una poma y u nas piñas de ámbar.
5
E ., S a rrablo Argueles, «La cultura y el arte venecianos en las relaciones con Es paña a tra- M.'. 1 ~74, y, ya co.n un cnteno moderno, en T ammaro de Marinis, La Biblioteca napoletana de
vés de la correspondencia diplomática de los siglos XVI y XVII», Revista de Archivos, Bibliotecas Re 'd Aragona, M1lan, 1952 y ss., t. Il , págs. 207-224. La relación de la a rmería fue publicada
y Museos, LXII (1956), págs. 639-684. en R. A. B. M. , 1871, con las mismas características que Ja biblioteca.
9
6
A . H. N. , Osuna, leg. 423-17 (Vallad olid 16 julio 1530), 423-16 (septiembre, 1530). A . H. N., ibíd., fo ls. 109-1 12.
10
7
A . H. N., Códices. 526 B, 485 B, 493 B. ' Ibídem. fol. 61.

44 45
1/

una gran castaña, está engastado en una tortuga de oro de martillo esmalta-
da de negro», junto a libros enjoyados, cruces, un pomo de olores engastado
en oro y rarezas como una «cola de animal engastado en dos evangelistas de
oro». También poseía joyas de las más variadas materias y en cuyas figura-
ciones predominaban, de manera casi exclusiva, los temas mitológicos 1 1 y una
completa serie de lusus naturae, como <<Una lágrima de unicornio guarnecida
de oro», un «pedazo de cuerno de unicornio», un «Chiflete de unicornio guar-
necido en oro», «treze lenguas de sierpes», menjuí y «un vasillo de plomo con
almizcle». Por fin, y bajo la rúbrica de «menudencias» aparecían objetos exó-
ticos, como «un hueso de color de brasil con figuras relevadas», un «have ma-
rina», «unos ramilletes», <mn junco guarnecido de plata» y «siete máscaras» 12 .
Con ello se configura un mundo en el que, si bien el predominio de la men-
talidad humanista es claro - las partes más importantes de la colección eran
la biblioteca, la armería y el studiolo- se dan importantes pasos hacia un
universo en el que lo raro y lo extraño de la naturaleza cada vez tiene un aco·
modo más claro.
Como veremos más adelante, los bienes que Carlos V llevó consigo a Yus-
te son una depuración de la inmensa Cantidad de objetos que había poseído
a lo largo de su vida. Éstos fueron depositados en el castillo de Simancas, y
sus relaciones nos ayudan a una comprensión cabal del mundo que rodeó al
emperador; éste constituye un paso decisivo hacia el planteamiento de una
verdadera Wunderkammer, que sólo aparecerá planteada como tal en tiem-
pos de Felipe 11.
Es bien sabido que la armería era una de las partes esenciales en toda co-
lección del siglo XVI que se preciase y venía a representar el componente he-
roico que cualquier figura política había de tener en su imagen exterior. No
es, pues, extraño que armas y trofeos ocupen un papel muy señalado en las
colecciones de Carlos V; de todas maneras, y como más adelante veremos, la
armería regia sólo alcanza carácter expositivo en tiempos de Felipe 11, su hijo
y sucesor.
Junto al Inventario Iluminado de las armas del Emperador, al que más
adelante nos referiremos, otros documentos nos hablan de los trofeos de Car-
los V; las «cosas de vestidos de Tunew, o los «bienes del Rey de Tunez», cons-
tituyen uno de los apartados más significativos de la colección imperial. No
se trata ya de una armería, aunq ue la primera pieza descrita sea «una guar-
ni~ión de espada de oro morisca», sino de un botín de guerra formado por
Objetos y piedras preciosas: sortijas, sartas de corales, de perlas, aljófar, bra-
zaletes, perlas berruecas, cinturones, collares de oro, joyeles, campanillas de
oro, borlas de seda, ámbar, una cuchara de cristal guarnecida de plata con
un grano de aljófar, tahalíes, espadas, etc. La no inserción del botín dentro
~e ~as partidas generales de los objetos que pertenecieron al emperador nos
md1ca que existía una voluntad diferenciadora del mismo, acorde con los sen-

11 Ibídem, .
12
Barco. Arte alemán del siglo xv1. üremberg, ational-Germanisches Museum. b Ibídem, f?ls . 98 ~ 98v. Añádase también una colección de porcelanas y entre las cosas de
arro un «leonz1llo de tierra azuh>.
46
47
timientos heroicos típicos del Renacimiento; junto a ello no hemos de olvidar
que el origen exótico del botín debía fascinar a un mundo en el que la ideo-
logía manierista empezaba a ser predominante; y si bien algunas de las piezas
del rey de Túnez se describen como «de ningún valor», Jos inventarios no de-
jan de relacionar objetos de enorme exotismo, que nos ayudan a perfilar un
aspecto de la colección imperial hasta el momento no tenido Jo suficiente-
mente en cuental3.
De todas maneras, durante el siglo X VI el mundo donde los europeos pro-
yectaban sus ansias de exotismo, y aun su idea de utopía eran las Indias. Se
ha señalado 14 que la cantidad de objetos americanos que invadían el conti-
nente europeo fueron contemplados sólo como curiosidades, pero que nunca
fueron modelos a imitar, «simplemente - señala Elliot- eran colocadas en
los estantes de los coleccionistas - mudos testimonios de las costumbres ex-
trañas del hombre no europeo».
Aunque en sus rasgos generales podemos aceptar esta idea, no hemos de
dejar de señalar que los objetos americanos ejercieron influencia en determi-
nados géneros artísticos muy propios del manierismo, y que jugaban un pa-
pel muy importante en los tesoros y colecciones. La sofisticación y el refina-
miento que se alcanzó en este moménto en joyas y pequeños objetos suntua-
rios tuvo en las piedras y objetos procedentes de las Indias un estímulo po-
deroso, que se hace más evidente en las piezas que representaban animales
procedentes del Nuevo Mundo o en aquellas que se engastaban en materiales
«naturales» por medio de complicadas formas manieristas 15.
Desde este punto de vista, el acontecimiento más espectacular lo consti-
tuye el presente que Hernán Cortés hizo al emperador Carlos V del tesoro
de Moctezuma en 1519, y que paseó en triunfo por varios lugares de Europa.
Aunque se conservan inventarios del mismo (en Sevilla y en Viena), la más Penacho de Moctezuma, Viena, Museo für Volkerkunde.
célebre descripción es la que hizo Durero en su Diario, donde muestra su ad-
1i Sobre las armas de Carlos V: W. Boeheim, «Die Mailander Negroli und der Augsburguer miración por el exotismo y rareza de Jos objetos 16 . Por su parte, fray Ber-
D esiderius Colman, die Waffenkünste Karls Vl>, Repertoriumfür Kunstwissenschaft, VIII ( 1885), nardino de Sahagún en su Historia General de las cosas de la Nueva España
págs. 185 y ss.; V. Grancsay, «The illustrated inventory of the arms and armar of Emperor Char- _, .,--en cuyo manuscrito florentino abundan dibujos de artífices indios fabri-
les V», en Homenaje a Rodríguez Moñino, 1, Madrid, 1966; B. Tho mas, «Die Waffen Kaiser
Karls V in Wien», A/te und Modern e Kunst, Bd. 3, Heft 11, 1958, págs. 20-24; conde de Valen- cando objetos suntuarios- se detiene con gran pormenor en los regalos: una
cia de don Ju an. Car álo~o histórico descriptivo de la Real Armería de Madrid. Madrid. 1898. y máscara labrada de mosaico de turquesas con una corona llena de plumas,
«Bildinventar der Waffen, Rüstungen und Standarte n Karl V in der Armeria Real zu Madrid », una rodela bordada de piedras preciosas, los ornamentos del dios Tezcatli-
Jahrbuch Kunstsammlungen allerhachsten Kaiserhauses Wien, 1890 y Armas y tapices de la Co- poca, Tlalocateculi, Quetzalcoaltl, un rostro de oro hecho a «manera de ca-
rona de España. El Inventario Ilum inado se conserva en la Armería Real de Madrid. El inven-
tario «de Valladolid», en A . G. S., «Desca rgos del Emperador Carlos V», núm. 13, núm. 16. He- racol marino», etc. Y lo mismo hacen Berna! Díaz del Castillo, Torquemada,
mos trabajado sobre la reproducción fotográfica conserva da en la biblioteca de la Real Armería Fray Bartolomé de las Casas... 11. Aunque la relación más interesante desde
del Palacio de Oriente. El In ventario de los bienes que f ueron del rey de Túnez.. ., en A . G. S., un punto de vista estético sea la de Pedro Mártir de Anglería, quien en sus
C. y S. R. , leg. 72.
14 .. Dacos, op. ci1., J . H. Ell iott, El viejo mundo y el nuevo, 1492- 1650, Madrid, 1972,
16
pág. 46; D., Heikamp, F., Anders, Mexico and 1he Medici, Florencia, 1972, y «Les Med icis et le Cfr. las palabras de D urero en su Journa/ do voyage dans les Pays-Bas, ed . Bruse-
Nouveau Monde», L'oeil. 144, 1966, págs. 16-22 y 50; Nowotny, M exikanische Kostbarkeiten las, 1937, págs. 12-13. Citado po r E. de la Torre Villar, «Los presentes de Moctezuma. D urero
aus Kuns1kammer der Renaissance, Viena, 1960. Y otros testimonios», Revista de América y Argen1ina, 1, 2, 156-57, págs. 55-84. Si. a ello u nimos
1
~ F ranz Ad rian Dreser, «Die Weltallsachale Kaiser Rud o lfs 11>>,págs. 111-1 20, y Stefan Gold- que el mismo Durero compró en este viaje basto nes de bambú, peces raros, pencos, . tortugas,
ma nnm, «Der Kasten des Alt-Vater Noah», págs. 155-160, en Miuen der neuen We/1, Berlín, c.u ernos de búfalo .. ., nos d are mos idea del creciente gusto del europeo culto por los objetos exó-
1983. D., Heikamp, op. ci1'., 1972. P. Hüller, Jewels in Spain, 1500-1800, Nueva York, 1972, ltcos, que tan in¡iportante papel jugaron en las Wunderkammern.
17
págs. 27-38. Nowotny, op. ci1.. E. de la Torre Villar, op. cil.

48 49
Décadas del Nuevo Mundo, al indicar que estos objetos mejicanos han de lle-
varse la palma en cuanto alabanzas, no han de ensalzarse sólo por su riqueza
material, sino por cómo «la industria y el arte ... aventaja a la materia» 1s.
Pues bien, los bienes de Carlos V depositados en Simancas contaban en-
tre sus piezas un sinfín de obras de procedencia americana y de otras cuyas
representaciones están influidas por los temas procedentes del Nuevo Mun-
do. De esta manera aparecen objetos como una caja de oro y plata con una
pareja de indios portadores de una alabarda, una caña de oro «de la muestra
del trigo de las yndias», dos zapatos de las indias del Perú, una corona de
algodón verde con plumas coloradas, un pabellón de la India, collares, plu-
mas multicolores, piedras preciosas, joyas de la india y una rúbrica de «espa-
das de las yndias», en la que se incluyen una enorme cantidad de piedras ver-
des engastadas en oro 19.
Forman estas últimas una de las más coherentes secciones de la colección
y en su abundancia quizá tengamos que ver una muestra más de la supersti-
ción de Carlos V por las turquesas 20; en el tesoro de Simancas las «piedras
verdes» adquieren una gran cantidad de.formas: de cabeza, -«cabeza de una
muerte», «de una parte una cabeza de honbre y de la otra una cabe9a a ma-
nera de pescado»-, de castaña, de rosas, estrellas, tigres, culebras ... J unto
a ellas se relacionan joyas en forma de mariposas de piedra colorada, una ca-
beza de rana «que parece de bestia», tortugas de oro, rosas de lo mismo, gra-
nadas, flores blancas, etc., en un mundo cuya riqueza y exotismo no necesita
ponderarse, pero del que, en rigor, ignoramos el uso que se hizo.
Lo exótico no es el único capítulo digno de ser notado en los 'tesoros im-
periales. También hacen su aparición los objetos científicos, aunque la pre-
sencia de estos en un depósito nos indica un fin eminentemente práctico. Con
todo su abundancia, y sobre todo la de instrumentos cartográficos nos ayuda
a comprender los nuevos intereses que configuran la mentalidad del príncipe
que pronto dejará de tener ese carácter práctico para convertirse en algo es-
peculativo y propiamente científico. La evolución de lo práctico a lo teórico
que llevará a dotar a estos objetos de un carácter expositivo, es de suma im-
portancia en el desarrollo de la mentalidad coleccionista del Manierismo .
. _De esta manera no nos ha de extrañar que un monarca para el que los
viajes tuvieron una importancia tan grande, concediera papel primordial a
los instrumentos científicos y a la cartografía. Bajo la rúbrica «Cartas de ma-
rear Y otros lien9os y papeles de pinturas diferentes», aparecen ciertas de es-
tas cartas con figuraciones de los cuatro vientos, otra «que es mapamundi»,
dos pergaminos «que fueron globus» etc., junto a pinturas de mapas y planos
de ciudades y países de los lugares más apartados: Francia, Roma, México,
Alemania, Siracusa, «cartas de yndias», de Moscú, de Hungría y Bohemia,

he ~ Y ~ontinúa: «... he visto mil figuras y mil caras q ue no puedo describir; me parece que no
1

b visto Jamás cosa alguna, que por ser hermosa, pueda atraer tanto las miradas de los hom-
res», E. de la Torre Villar, op. cit. ·
19
A • G• S., Conraduna· Mayor de Cuentas, (1 Epoca).
• leg. l.145.
Anónimo, retrato de Moctezuma, Florencia, Museo de Etnología. 20
N., Horcajo, «Carlos 1 y los amuletos de turquesas», Goya, 138 (1977), págs. 350-353.

50 51
muestra las oras al modo de flandes y de ytalia», y uno grande cuyo destino
conocemos pues se especifica «que ha servido en la cámara de su M agestad» 22 .
T odo ello nos configura un mundo coleccionístico que no se reducía a las
pinturas y obras de arte, entre las que predominaban los retratos y las piezas
y retablos de devoción, sino que se abría a los intereses de la cultura huma-
nística y aun a Jos rasgos del coleccionismo ecléctico manierista; así se rela-
cionan elementos naturalistas, como los «dos dientes de pescado de R osm>,
junto a objetos de carácter lúdico o musical y una significativa partida de mo-
nedas antiguas23, germen de Jos futuros monetarios. Todo ello sin olvidar el
enorme valor simbólico que adquirían Jos símbolos de la dignidad imperial y
que t ambién se hitllaban depositados en Simancas 24, así como una significa-
tiva colección de libros25.

22 Ibídem, C. M. C. (1 Época), 1145. Véase, también, R., Beer, «Acten, Regesten und In-
Fray Bernardino de Sahagún, Historia General de las cosas de la Nueva España, Florencia, Bi-
blioteca Laurenziana. ventaren aus dem Archivo General zu Simancas», en Jarh buch Kunstsammlungen... Wien, 12,
1891, donde se relacionan parte de los bienes ya descritos.
23 A. G. S., C. M. C. (1 Época), leg. 1.1 45.
Zelanda, Nápoles, Viena ... y a instrume ntos como compases o una aguja de 24 Ibídem.
2 s Ibídem. También se conservaban en Simancas toda una serie de tesoros importantes por
marear 2 1 ·
su valor artístico y material. Aparte de la capilla del emperador y la mencionada plata de la rei-
A su lado. aparece n .los relojes a los que tan aficionado era Carlos V y n~ doña Jua na, se relaciona n algunos de los regalos recibidos por Carlos V, como la plata «que
que tan gran importancia tendrán en Yuste: un reloj de oro con figuras alre- d1zen, que dio el papa a su magestad», consistente en dos candelabros de alta r guarnecidos de
dedor, otro ochavado con sus ochavas de plata, otro de cobre dorado «que plata dorada y un portapaz de lo mismo. Con respecto a los libros, junto a un gran número de
ob~as de tipo religioso, como libros de horas y de piedad, se especifican obras de carácter his-
tórico, como los Comentarios de Julio César, Las crónicas de Francia, La descendencia de los
r~yes de Aragón o El catálogo de los reyes de Castilla, militar, e incluso científico, como la lon-
21 A. G. S .. C. y S. R., leg. 72; C. M. C. (/ Época), leg. 1.1 45. g11udo terra o La tabla de los eclises.

52 53
CAPÍTULO IV

Carlos V y el planteamiento de un nuevo sentido


de la colección: los bienes de Yuste
y el origen de la colección regia de pinturas
El último y sorprendente acto de la vida pública de Carlos V fue su re-
nuncia al poder político y su retiro al apartado monasterio de Yuste, donde
fallecía en 1558. En repetidas ocasiones 1 se ha hecho hincapié en el tema de
la colección artística que el emperador llevó consigo al monasterio; pero, que
sepamos, nunca se ha llamado la atención acerca de otros objetos no menos
importantes para el entorno imperial y que configuran, a nuestro parecer, el
retiro de Yuste como el más claro precedente del mundo del coleccionismo
ecléctico a que tan afecto será Felipe 11. Y aunque no podamos afirmar que
Carlos V ordenase sus objetos de una manera orgánica q ue permita hablar
de una Wunderkammer imperial, sí podemos decir que los inventarios ya es-
tudiados y los bienes que conservó en Yuste configuran un mundo definiti-
vamente alejado de cualquier contenido medieval y ligado a la mentalidad
manierista.
Así, como expresión del interés científico de Carlos V, los inve ntarios re-
flejan la existencia de objetos y aparatos científicos impensables en los teso-
ros de los reyes del siglo xv; aunque, como es sabido, la ciencia de las cortes
manieristas del Cinquecento aparece teñida de saberes ocultistas, de conteni-
dos mágicos y aun de resonancias alquímicas. Por ello no nos ha de extrañar
que el primer objeto que describe el inventario de Yuste sea «Una piedra phi-
losophal guarnecida de plata», que entre los elementos cuya presencia más se
repite aparezcan los cuadrantes o los astrolabios (en número de 17), que en-
tre los escasos libros que el emperador llevó a Yuste aparezca el Astronomi-
cum Caesareum de Pedro Apiano, un manuscrito de Santa Cruz, el cosmó-
grafo e historiador imperial, así como un ejemplar de las obras de Ptolomeo
con cubiertas de cuero dorado y que, más adelante, se encuentren compases,
reglas e instrumentos de geometría. A ello habría que añadir la presencia de
mapas y cartas de marear y libros de interés naturalista, como «dos libros

1 W., Stirling-Maxwell, The Cloister Lije ofthe Emperor Charles V. Londrés, 1853; G. , Ga-

chard , Re1rai1e et mort de Charles-Quin/ au monastére de Yus1e. Le1res inédites. Bruse-


las, 1854-55; A., Pinchar!, «Tableaux et sculptures de Charles V», Revue Universelle des Arts,
lll~ 1856, págs. 225-239; J . J ., Martín González, «E l palacio de Carlos V en Yuste», Archivo Es-
panol de Arte, 1950-5 1.

55
t'
grandes de papel en que están pintados diferentes árboles y yerbas, hombres
y otras cosas de las yndias» y otro también referido a plantas de América 2•
Lo significativo de estos bienes es el contexto en el que aparecen: ya no
se trata de un almacén, como sucedía en Simancas, sino de un entorno muy
reducido, casi íntimo; su presencia en Yuste es una opción volunti,u ia y de-
seada por el emperador, el cual mostraba así con nitidez sus gustos e incli-
naciones científicas.
A los instrumentos científicos había que añadir la pasión de Carlos por
los relojes y que le indujo a tener entre sus servidores a Juanelo Turriano,
uno de los principales artífices relojeros, de autómatas e ingenieros del si-
glo xv1 J. Sabemos que ya en 1514 el emperador andaba en tratos con Jua-
nelo a causa de un reloj 4 y que en Yuste poseía un «relox de ebano y de are-
na», otro «grande que hizo maestre Joanelo», «otro relox de cristal», también
de Juanelo, otros denominados «El portal» y «El espejo» y dos más redondos
y pequeños «para tocar en los pechos»s.
Las investigaciones históricas han demostrado que, si bien el contenido
religioso de la vida de Carlos V era muy importante, lo que en realidad le
ocupaba era la lectura de sus obras favoritas , la pesca y el cuidado de suco-
lección de relojes: «La vida que allí tuvo - dice un testimonio del momen-
to- fue que a la mañana en despertando entre las VI y las VII todo el año
concertaba por su mano sus reloxes en lo qua! gastava casi una hora, obser-
vando un quadrante o relox de sol que el avja mandado hacer ... »6.
Que lo científico y lo simplemente mágico eran conceptos estrechamente
unidos en este momento nos lo demuestra que el palacio de Yuste aparezca
en un lugar destacado «una redomilla de bidrio, con su caxa y dentro en
ella balsamo que dicen que es apropiado contra beneno ... », llevado allí por
don Luis de Quijada por mandato de la princesa; y, como es habitual en es-
tos conjuntos, se relacionan cajas con piedras beza.res, algunas de ellas engas-
tadas en oro, piedras negras de propiedades curativas, redomas con bálsamo,
sortijas y piedras para restañar sangre, tratar las hemorroides, la gota o «la
calambre de ynglaterra» 1.
Lo que aleja la colección de Yuste del concepto de cámara de maravillas
es, sobre todo, su carencia de organización expositiva como microcosmos or-
gánico, resumen de todos los saberes; pero, como hemos dicho, su carácter
J uanelo Turriano (atrib.), reloj de Carlos V con fig ura a utómata
2
del Emperador, (h. 1546) , 9olección Fremesdorf, Lucerna.
A. G. S.. C. M.C.(/. Época), leg. 1.145, fol. 21. Inventario de los bienes q. quedaron de
su mag. al tiempo de su fallecimiento.
3 Sobre T urriano véase: V., García Rey, «J uanelo Turriano. Mate mático y relojero», A rte

Español, 1929, págs. 524-526; C. M., River, «Nuevos documentos de Juanelo T urriano», Revista estaba ya muy alejado de los tesoros medievales, pues en Yuste se dan lama-
Española de Arte, 1936, págs. 17-21; F. J ., Sánchez Cantón, «Juanelo Turriano en España», Bo- yo~ parte de los requisitos de las Wunderk ammern manieristas: biblioteca, ga-
letín de la S ociedad Española de Excursiones, 1993, págs. 225 y ss.; J. A., García d e D iego. Los lena de retratos. y reunión de objetos naturales y artificiales, como «Un pe-
relojes y autómatas de Juanelo Turriano, Valencia, 1982.
• A. G. S .. Estado 1205, núm. 139. da90 de cuerno de ulicornio con un agujero en medio que la pasa, esta asse-
s A . G. S., C. M. C. (/ . Época), leg. 1145, fo l. 2, 15v y 16. rrada del grande y primero ulicornio que tiene su magestad en bruselas», o
6
Biblioteca del Escorial , X-11 1-23, fols. 229 a 230v, Relación del retiramiento del emperador un anillo astronómico y un «anillo de cobre con que se mira que ora es y se
a Sant Juste en España. toma el sol». ·
7
A. G. S., C. M. C. (J. Época), 1145, fols. I a 4.

56 57
Junto a libros de contenido científico, Carlos V poseía en Yuste otros de yores pintores del momento , como Ticiano o Antonio Moro 10, sin olvidar
tipo religioso o filosófico (Boecio, Titel~an, San Agustín, fray Luis de Gra- que algunos de los objetos religiosos poseían, junto a escenificaciones sagra-
nada o fray Pedro de Soto), histórico (Avila y Zúñiga, Florián de Ocampo) das, camafeos e inscrustaciones con las imágenes de los miembros de la fa-
o literario, como el libro, que él había mandado traducir del francés, del Ca- milia real 11 .
ballero Determinado, de Oliver de la Marche, perfecto exponente de los idea- Los cuadros de Yuste y las pinturas y esculturas encargadas por Carlos V
les caballerescos a los que siempre había sido muy afecto y que tanta impor- a lo largo de su vida plantean una dicotomía de gusto que va a ser la común
tancia adquiere en su iconografía funerarias. entre sus sucesores de la Casa de Austria. Se trata de una combinación entre
Las preocupaciones artísticas también ocuparon algunos de los momen- la pintura del Norte, de obras de Flandes, y pinturas de los venecianos, es-
tos de su retiro. Sabemos que antes de morir, «comeniro a hablar con sus tes- pecialmente Ticiano. Si en Yuste Carlos V instala obras tan importantes como
tamentos, que dezia que no qÚeria aguardar al arzobispo ... hizo sacar los re- La Gloria, un Cristo atado a la Columna, el Ecce- Homo o las Dolorosas de
tratos de su mujer y suyos para dar a unos pintores flamencos, que alli apo- Ticiano, con anterioridad había entrado en posesión de otras obras del vene-
sentaron, y les mando hazer otros .. .»9. En efecto, la galería de retratos era ciano, como el Retrato de Alfonso 1 d'Este, duque de Pescara, regalo del mis-
uno de los elementos fundamentales de su colección de pinturas; y si aún no mo en 1533, o la Venus y Cupido organista, pintada directamente para él,
nos encontramos ante una galería de hombres ilustres, sí que resulta muy sig- por no referirnos a la célebre Anunciación, hoy perdida, que se colocó en el
nificativo que los retratos sean uno de los componentes esenciales de la co- palacio de Aranjuez y a los fundamentales encargos de Augsburgo en 1548,
lección: se trata fundamentalmente de las imágenes de Carlos V, de su mujer en los que quizá hayamos de ver la mano del príncipe Felipe.
y de algunos miembros de la familia, algu nos de ellos realizados por los ma- En la fortaleza de Simancas quedaron varios retablos y figuras de oro y
plata y otros de marfil - algunos procedentes de las colecciones de su ma-
dre- y, por lo que respecta a las pinturas se relacionan sobre todo obras de
carácter religioso, de las que normalmente no se especifica el autor, aunque
a veces se citan obras como una «Salutación», obra de Ticiano, «con la divisa
del plus ultra en lo alto» 12 • Lo que resulta indudable es que con Carlos V co-
mienza a formarse el embrión de lo que será posteriormente la galería de pin-
turas de la corte española, y que culmina con Felipe IV. Se trata, como de-
cimos, de un gusto complejo, a medio camino entre Flandes y Venecia, y que
en 1556 recibe una aportación fundamental con la recepción por la familia
real española de parte de las pinturas de María de Hungría, hermana del
emperador.
María, una de las principales protectoras del arte en el norte de Euro-
pa 13, trae a España 42 cuadros de su colección, que pendía de los palacios
de Bruselas, Binche, Mariemont y Turhout. Se trata ante todo de una colee-

º
1 A. G. S., C. M. C. l.ª ep. leg. 11 45, fo l. 11 : «.. . un retrato del Emperador quando era

mo<;o e~gas tado en oro .. . tres rretratos de la Empera triz nra. señora en pergamino que rrecyibie-
ron conjuntamente con dos presentaciones de laminas d el j uci<;io ... un rretrato de la duquesa de
parma en una tablilla de madera endida... dos rretratos el uno del rrei de francia y el otro del
Enp~rador qua_n?o era mozo... otra pintura en tela que son los Retratos del Enperador y la em-
pret1z .. . por T1c1ano ... Retrato del Emperador en tela armado de mano de Ti<;iano ... otra pin-
tura en tela de mano de T i<;iano ... otro rretrato en madera hecho por Tomas Moro de la rreyna
de Yngalterra ... otro rretablo e n tabla con qtto. figu ras que son los fijo s e ijas de la rreina de
boem1a... un rretrato de la Enperatriz guarnecido de plata y el borde oro esmaltado.»
11 A . G. S., ibíde.m. Así sucedía con un tablero que junto a temas religiosos, se rodeaba de

camafe?s con retratos de Carlos V, el príncipe Felipe, la emperatriz, la reina de Inglaterra, la de


Rubens (copia de Tizia no), Carlos V e Isabel de Portugal, Madrid Col. Alba. Bohemia, la pnncesa de Portugal y «por el enbés están grabadas diferentes cosas de antiguallas».
12 A . G. S., ibídem.
13 J., Duberger, «Marie de Hongrie, Gouvernante des Pays-Bas, et la Renaissance>>, en Actes
de XXII Congrés lnternationa/ d 'Historie de l'Art, Budapest, 1969; Pinchar!, «Tableaux et sculp-
K Ibídem . Ferna nd o Checa. «El caballero y la muerte» (en prensa). tures de Marie d 'Autriche, reina douariére de Hungrie», Revue Universelle des arts, 111, 1856,
9 B. Escorial, citado sup ra nota 6. págs. 127-146. . ·

58 59
ción de retratos, que en gran parte será colocada años más tarde en El Par-
do, con obras de Ticiano y Antonio Moro; de ahora son también la entrada
en las colecciones regias del Noli me tangere, Venus y Cupido y el fxión y
Tántalo , de Ticiano,junto a obras de Van Eyck y Miguel Coxcie, del que Car-
los V poseía alguna obra en Yuste y uno de los pintores favoritos de Feli-
pe II; de este último se mencionan un Tántalo, una Oración en el huerto y
un David y Goliat, que Felipe 11 destinará a El Escorial.
De igual manera, María de Hungría poseía una importante biblioteca,
una amplia colección de medallas antiguas y otra de antigüedades, con bus-
tos de mármol, bronce, «dos cabezas de niños chicas de mármol muy bue-
nas», objetos de plata, mesas de nácar y taracea ... Y, so bre todo , una impre-
sionante colección de tapices, algunas de cuyas series - La historia de Esci-
pión, Los siete pecados capitales ... - pasaron a formar parte de la colección
real española por medio de su testamentaría 14 •

" Aspectos estos últimos no señalados por Pinchart. A . G. S., C. M. C (J. Época), leg. 1.093.
El .hecho de que los Países Bajos fueran parte de la Corona española durante el siglo xv1 explica
la importancia de la colección de tapices de la Corona eapañola, una de las más importantes del
mu!1do: Carlos V, Felipe 11, Margarita de Austria y María de Hungria encargaron series a los
~pice.ros belgas más importantes. Cfr. Valencia de Don Juan, Tapices de la Corona de España,
_ adnd, 1903; E., Tormo, y F. J ., Sánchez Cantón, Los tapices de la casa del Rey Nuestro Se-
Miguel Coxcie, David y Goliat, Monasterio de El Escorial. nor, Madrid , 1919.

60 61
CAPITULO V

El contexto europeo de Felipe II


En J 590 publica G. Paolo Lomazzo su Idea del Tempio della Pittura,
uno de los principales tratados del manierismo tardío; y cuando en su últi-
mo capítulo trata brevemente sobre Jos más importantes museos principes-
cos de la Europa de su tiempo , lo encabeza con el de Felipe II en El Esco-
rial. Junto con el del rey de España, Lomazzo destaca los de Rodolfo II
y Maximiliano II en el imperio y los del Gran Duque de Florencia, Cosme
de Medici. «Ha dunque - dice refiriéndose a Felipe 11- questo gran re,
oltre il suo museo celebratissimo per · l'opere di pittura e scultura, gioie,
libri et arme in tanta copia, che solamente a mirarli la mente nostra si con-
fonde» 1•
No en vano Lomazzo escoge los centros de Viena, Praga y Florencia
-junto a Madrid- como los puntos de referencia esenciales de un cierto
tipo de coleccionismo. Maximiliano II trajo al extraño pintor milanés Ar-
chimboldo con el fin de «engrandecer y ennoblecen> su museo; el artista con-
tinuó trabajando para Rodolfo II, mientras que los grandes duques de Tos-
cana enriquecen su museo «ogni giorno - dice Lomazzo- di nuovi ornamen-
ti con l'ingegno et il valore di Giacomo Ligozzi veronese, grandissimo pittore
e miniatore». Si Archimboldo es uno de los artistas que mejor definen el gus-
to manierista en lo que éste tiene de raro, extravagante y exótico, Ligozzi,
vinculado al mundo de las colecciones granducales por su cargo de conser-
vador del «guardaroba», es pintor especializado en temas naturalistas: ambos
son ejemplos perfectos del universo que . gira en torno al coleccionismo
ecléctico.
Con todo, los ejemplos más cabales de este tipo de coleccionismo, las
Kunst und Wunderkammern más perfectas habríamos de ir a buscarlas a Cen-
troeuropa; no en vano Schlosser centró su libro en torno a las colecciones de
Fernando 1 del Tiro!, Rodolfo II de Praga y el archiduque Alberto V de
Baviera.
Fernando del Tiro! (1520-1595), hijo del emperador Fernando 1, era por
tanto primo y estricto contemporáneo de Felipe 11 de España (1527-1599); per-
t~necían ambos a la generación cuya vida transcurre en la segunda mitad del
siglo XVI, aquella cuyos gustos coleccionistas y pasión artística mejor definía

1
• Lomazzo, Idea del Tempio della Pirrura, Milán, 159 1, ed. de Paolo Ciardi, Floren·
cia, 1974, t. J, págs. 359-360.

63
n
lo qu' " ha vonido '" d'nomina< 'º''ccionismo 'déctioo '. Instaladas sus <:-O-
lecciones en el castillo de Ambras, en las proximidades de Innsbruck, el con-
junto consistía en biblioteca, armería y Kunstkammer. Según Schlosser, «la
armería era la criatura predilecta de Fernando» y constituye la base de la co-
lección de Ambras. aunque la biblioteca era de una importancia excepcional.
Recordemos ahora que éstas fueron también d os de las preocupaciones esen-
ciales de Felipe 11 en el campo artístico y cultural, al construir una armería
en un edificio independiente enfrente del alcázar madrileño y procurando que
la biblioteca de El Escorial fuera, junto con la Vaticana, la más importante
de Europa. Al referirse a la armería de Ambras, Schlosser destaca su «incom-
parable valor histórico, que la hace descollar - incluso si la comparamos con
la armería de Madrid , su colección gemela-, por encima de cualquier otra».
Y de igual modo que Fernando mandó imprimir un inventario de su armería
- publicado póstumamente en Innsbruck por Johannes Agrícola- , Felipe 11
ordenó confeccionar un Inventario Iluminado con las armas de su posesión
con destino a la armería real, donde todavía hoy se conserva.
La tercera parte del Ferdinandeum, denominada Grosse Kunstkammer es
la sección que más nos interesa. Constaba de 18 armarios de madera, cuyas
piezas se ordenaban fundamenta/mente a través de los materiales. Schlosser
describe morosamente cada uno de los armarios en una ordenación que re-
sulta así: vasos de cristal y de piedras duras en el primer armario, donde es-
taba el célebre salero de Benvenuto Cellini, regalo del rey de Francia; objetos
/ 1 de orfebrería; piedras tirolesas trabajadas con escenas religiosas y profanas;
instrumentos musicales; relojes mecánicos e instrumentos matemáticos; obje-
tos en piedra: mosaicos, alabastros, belemnites, meteoritos, piedras de Méji-
co; instrumentos de hierro, de tortura y útiles de escultor; manuscritos mi-
niados; objetos de pluma, donde se encontraban las del tesoro de Moctezu-
ma; labores de marfil, como cuernos u olifantes; curiosa como trozos de la
cuerda de Judas o piñas de los cedros del Líbano; objetos de vidrio y alabas-
tro; trabajos en coral; pequeños bronces; cerámicas, lacas y terra sigillata; una
colección numismática; piezas medievales, raras y de las Indias; rarezas et-
nográficas orientales y occidentales; trabajos en madera. Y por si este cúmulo
de objetos heteróclitos no fuera suficiente, de las paredes de los muros col-
gaban cuadros con figuraciones monstruosas y del techo, serpientes, cocodri-
los, pájaros, cuernos extraños y huesos de animales prehistóricos J.
La sola enumeración de objetos justifica la denominación de «eclécticas»
que damos a estas colecciones, y que encuentra su momento culminante en
estos príncipes centroeuropeos. Y si la colección más impresionante es la de
Fernando 1, el personaje más fascinante del momento es el emperador Ro-
dolfo 11, cuya colección, «fiel cuadro de las tendencias de la época», com-
prendía «lo raro, lo maravilloso, lo excéntrico .. ., exagerándose allí los capri-
chos alquimistas, astrológicos y espiritistas de Rodolfo hasta lo patológico ...

El mis~o Schlosser Ua~a la atención sobre los vínculos de parentesco que le unía n con
2
los
grandes pn nc1pes colecc10mstas de su uempo, op. cit .. págs. 45-47.
3
Dodecaed ro. Alemania o Países Baj os (3.•r tercio s. xv1), Ambras. lnnsbruck. Ibídem. pá gs. 59 y ss.

64 65
Autómata en fo rma de gónd ola, Augsburgo (h. 1600), Ambras, lnnsbruck. Crucifijo (s. xv1), Ambras , Innsbruck.

66 67
Trabajo en coral (s. xv), Ambras, Innsbruck.
Reloj automático, Augsburgo (fines s. xv1), Ambras, l nnsbruck.

68 69
Vaso en cuerno de rinoceronte, Nüremberg (mitad s. xv11), Ambras Jnns bruck. Reloj con autómatas, Augsburgo {final s. xv1), Ambras, lnnsbruck.

70 71

1 1
Una campanilla -dice Schlosser- de bronce dorado de las colecciones im-
periales, adornada con confusas escrituras y figuras cabalísticas se atribuye a
las prácticas nigromantes de Rodolfo ... Aquí encuentran lugar todas las po-
sibles rarezas y maravillas de la naturaleza, tanto las verdaderas como las ima-
ginables, incluso los lusus naturae y los monstruos; se encuentran represen-
tados todos los instrumentos extraños, desde algunos ensamblados para ob-
tener el movimiento perpetuo, hasta mandrágora, varitas de radomántico, fi-
guritas mágicas y gorros de gnomo. Junto a estos objetos, se sitúan los tes-
timonios de las modernas ciencias naturales que progresivamente se van afir-
mando: instrumentos mecánicos y físicos, todo tipo de aparatos, como an-
teojos, globos, cuadrantes, ennoblecidos por adornos desarrollados generosa-
mente por un arte decorativo muy evolucionado; Ja aristocracia del ornamen-
to frente al sensato empirismo de los instrumentos de trabajo de la ciencia
moderna, cuya belleza consiste en la funcionalidad y la precisióm> 4 .

Instrumentos musicales, Am bras, Innsbruck.

72
Trabajo e n coral, arte alem án (s. xv1), Ambras, Innsb ruck.
-- 4 Ibídem, págs. 120 y ss .

73
expedición mejicana de Francisco Hern~11dez. Por otra parte, Leonardo Rec-
Los intercambios con España eran muy frecuentes: y si Ce!lini esculpió chi, médico de Salerno y autor de una Nova Plantarum animalium et mine-
para Felipe II - por encargo de la corte grand~cal- piezas tan i~portantes ralium mexicanorum storia, encargada por Felipe 11 y basada en los dibujos
como el crucifijo de El Escorial, uno de sus artistas de corte favontos -Ja- de Hernández y Ulisse Aldovrandi, escribe a Francisco 1 de Medici propo-
como da Trezzo 1_ hacía obras en piedras duras que se enviaban a Floren- niénd ole «arrichire et ornare queste mie composizione con qualchuna figure
cia: en realidad el trabajo de orfebre de Da Trezzo cumple un papel similar, de peregrini (ucelli), e tra quelle che accenó al dottore Mercuriale che tiene
en este campo, al de Buontalenti en Florencia. De igual manera, sabem?s por in que! suo ricchissimo libro si Apagna» 13 , refiriéndose a la H istoria de las
Borghini que en la Kunstkammer de Bianca Capello, amante de Frai:cisco 1, cosas de la Nueva España, de Bernardino de Sahagún, que se conserva en la
junto a objetos como una taza de madreperla, regalo del papa Gregono XIII, Biblioteca Nacional de Florencia.
existía un «specchio raro, del valore de sei mille ducati, di Filipo II re di Spag- Desde este punto de vista, los Medici, al igual que Felipe II, tenían, junto
na» ª; el propio Francisco 1 había realizado un viaje a nuestro país en su ju- al jardín botánico, un serrallo con animales de todas clases: plantas y anima-
ventud, muy importante en su formación de príncipe a la europ,ea: les eran también objeto de intercambio entre los príncipes europeos, y así Ga-
De igual manera existe un paralelismo en los programas artlstlcos, cultu- llucci nos cuenta cómo la reina de Francia o el emperad or Maximiliano pe-
rales y coleccionísticos; la farmacia de Felipe II en El E~corial, con ~us apa- dían al duque de Toscana plantas y elementos de jardín, y que Felipe II, cu-
ratos de destilación, puede relacionarse con el laboratono farmacéutico. y~!­ yos jardineros eran en gran parte de procedencia nórdica, «ne! 1564, edifican-
químico de Francisco I, que en 1600 se describe con palabras no muy distm- do il suo giardino di Aranjuez, domandó a Cosimo per mezzo di Chiapino
tas a las que emplean Jean l'Hermite, el padre Sigüenza o Almela en el caso Vitelli una quantitá di piante, e di frutti ... » 14 •
español9. Producto del laboratorio florentino, Francisco regaló piezas de por- Ya desde su periodo de príncipe de España, el impulso que Felipe dio a
celana medicea a Felipe II 10 y el duque Cosme, ya en un terreno más ~rác­ la arquitectura y al mecenazgo de las artes puede considerarse decisivo; los
tico, había propuesto a los reyes de España el uso de granadas explosivas, bienes que desde entonces fue atesorando cobran una gran importancia, pues
producto de estas investigaciones científicas. . forman la base de las posteriores colecciones de El Escorial y el Alcázar y
De esta manera no nos ha de extrañar que Rodolfo 11, por med10 de su nos muestran un gusto que sólo puede ser calificado ya de manierista. Sabe-
embajada el Barón Juan de Rhevenhüller encargara diamantes en Lisboa y mos que ya en 1541 había ordenado fundir ciertas piezas de oro y transfor-
se preocupara por sus compras de obras, diamantes, etc ... que culminaron mar varias piedras preciosas que pertenecían a su cámara, para, seguramente
con la adquisición de los célebres cuadros de Correggio hoy en el museo de adaptarlas al nuevo gusto 1s, que en su caso personal era de una gran exigen-
Viena y de un libro con 200 dibujos de Durero de la herencia del Cardenal cia, ya que, por ejemplo, se «hizo un tuson y porque no contentó se le bolvió
Granvela 11 • y mandó su alteza que hiziere otro». Las joyas realizadas adquirían las for-
Felipe 11 planteó en El Escorial una galería de mapas al gust? europeo mas caprichosas del manierismo y eran cucharas de oro, botones en forma
del momento; estas galerías existían no sólo en el Palazzo Vecchio de Flo- de rosas con madroños, botones turcos, etc. 16.
rencia, sino en Roma, Venecia, Caprarola o Sabbioneta. De todas maneras, Son éstos los años de la formación del gusto artístico del futuro Feli-
mayor importancia específica tenía el interés europeo por las ciencias natu- pe 11, los de sus viajes a Italia, Flandes y Alemania, dond e entra en contacto
rales. Sabemos que en ciertos libros como el Atlante de Historia Natural, re- con la avanzada cultura artística de la Europa mediterránea y central. Desde
galado por Felipe 11 a Honorato Pom.ar, ei:itre .sus ilustraciones a.color, hay ahora se nos aparece ya con su carácter minucioso : en 1545, fecha de la muer-
algunas influidas por la manera de L1gozz1, mientras que otras tienen unas te de su primera mujer, María de Portugal, se ocupa de detalles como de que
características específicamente americanas 12, que estarían en relación con la una reliquia que era «una cabeza de las onze mili vírgenes ... con otra reliquia
de un santo se lleve a la yglesia o monasterio donde se o viere de enterrar» 17 ,
1 J . Babelon, Jacopo da Trezzo et la Construction de l'Escurial. Essai sur les arts á la Cour a la vez que dispone lo que ha de hacerse con los bienes de la princesa, entre
de Phillippe //, 1519-1589, P arís, 1922. los que existían un reloj de cristal, una porcelana de cristal guarnecida en
s L. Berti, op. cit. . . . . . ba
Y «Lo stanzino che d1 nuovo s1 favn ca, per q uello mtendo ha da serv1re pre una guardaro.
oro, copas de oro .. . 'ª; igualmente sabemos que en 1551 compra objetos tales
di cose rare et pretÍose, et per valuta et per arte, come sarebbe á dire gioie, med.aglie, pietre 1 ~:
tagliate, cristali lavorati et vasi, ingegni ... et simil cose, non di troppa grandeza, nposte ne propu 13
Ibídem. 214.
14
armadii, ciascuna nel suo genere», cit. en Berti, op. cit., pág. 63. L. Berti, op. cit.
15
10 Ibídem, pág. 55. . B u
16
A. G. s.. C. y S. R .. Ieg. 33, fol. 15, Cuenta del plarero de oro Juan de Soto ...
11 Haus- Hofund Staatarchiv, Viena, AB, 108- 16, Spanien, fase. 2-5. Citado en P. Voltes 0 '
Ibídem, fol. 16. Partidas de objetos realizados a veces en Bruselas o Augsburgo.
17
documentos de tema españo l, existentes en el Arch ivo del Estad o de Viena, 2 vols., Barcelona, A. G. S.. C. y S. R., leg. 73.
18
1964-65. f' Ibídem. También aparecen libros, algunos en griego y en latín, objetos sagrados en plata,
12 Cfr. La corte, il mare i mercanti. La Rinascita della Scienza ... , cat. de la exposición r- etcétera.
renza e la Toscana dei Medici nell'Europa del Cinquecento, pág. 2 13.
77
76
!

Adriaen de Vries, Rodolfo 11 , Londres, Victoria and Albert Museum ( 1609). G. Archimboldo, Rodolfo Il como Vertumno , Estocolmo, N ationalmuscum .

78 79
?º~º un calderillo de cristal de roca con una sortija con dos culebras 0 un mal de cualqui~r príncipe de la époc_a , y que ~n el caso de Felipe, como re-
Jarnllo con un cobertor _d~ cristal , d: roca con una rana encima 19. Aunque, cuerda el propio documento, h ab1a sido ca mbiado c?n anteno:1d_ad al ~od o
de todas maneras, la actividad art1st1ca más relevante de estos años es la se- de Borgoña. Destac~n toda una s~rie de piez~s _o frecidas por ~ 1stmtas ~mda­
guramente coo~di~ada por ~l en Augsburgo y que tuvo como protagonistas des de los Países Bajos y Alemama, cuyas exotlcas formas e iconograf1a nos
a dos de los p_nnc1pales artistas europeos: Ticiano y Leon Leoni. De ahora onen en contacto con el gu sto europeo del momento del que plenamente par-
son obras tan 1mportan~es como e~ Carlos V en Mühlberg - que entró a fo r- f¡cipaba el heredero de la corona española: un brocal de plata <<sembrado en
mar parte de las colecciones espanolas a través de María de Hungría- y el el muchas sabandijas», otro con un serafín que lo cubre, una copa asentada
(;_arios V y el furor, de Leoni, que, al igual que gran parte de sus obras, vi- sobre tres ninfas, una doble copa «que tiene un aguila con_ una cabe9a e!'l me-
nieron de Bruselas a España. dio del escudo» ... a Jo que hay que unir objetos, comphcados y prec10sos,
Pero d.el gusto d_e Felip~ , 11 por la pint~ra hablaremos más adelante, ya como un modelo en plata d e la ciudad de Plasenci~, o un _órga~o de plata
que preferimos segulf detemendonos en ~u mterés por los pequeños objetos, regalo del rey de Romanos con complicadas decoraciones; sm olvidar la pre-
tan de moda en esto~ mon;ientos. _Los bienes de su cámara principesca sólo sencia de armas preciosas, como una espada de oro <~labrada toda de tro_ncos
pue~en. ser comprendidos s1 recurnmos a una categoría estética tan típica del y culebras» a veces regalos de importantes personajes, como el marques de
mamensmo como es la de preciosidad, ya que, por lo gen eral, nos encontra- Villena o ei p apa Paulo III, o procedentes de los propios tesoros d~ la Casa
~os ant~ pequeñas obras cuyo fin presenta la característica dualidad de ser- Real española: es el caso de <mna espada anch~ que su Alteza saco del. ~he­
vir al lujo Y re~resen~ación propios de uno de los magnates más poderosos soro de Segovia», precisamente recamada de piedras y ?e alt_o valor m1t1co,
d~l !11omento, sm. olvidar por ello la finalidad lúdica, típica del arte del ma- ya que «dizen que fue de Roldan y tiene un papel que d1ze as1 esta espada se
n1e n s n:i o . A lo p~1mero , _y ya re~iriéndose a un inventario de 1539, respond en llama la joyosa del bel cortar que fue d e Roldan». . .
los objetos suscritos bajo el ep1grafe «Plata de la Capilla», «Plata de la Cá- Frente al carácter un tanto caótico de los inventanos anahzados hasta el
mara» o _«Plat~ d~ apa_rado; y _servicio de mesa»_, y a lo segundo los que apa- momento, en estos dos importantes documentos, come nzamos a atisbar un
recen bajo la s1gmficat1va rubrica de «Plata de p1e9as pequeñas y bujerías con comienzo de orden en la descripción de objetos y obras de arte, aunque no
que huelga su alteza>>. alcalce todavía el sentido d e universo orgánico que vamos a ver en El E sco-
Estas últimas joyas, de las que se especifica que se encontraban en la cá- rial. Junto a la orfebrería aparece ya con enorme claridad el tema de la ar-
mara del ~ríncipe, ,form~n. un armoni?so ~onjunto representativo de los gus- mería uno de los elementos esenciales de toda Wunderkammer, a lo que ha-
tos d~, F ehpe; hab1a alh, Junto a un j arnco de plata flam~nco, un armario bría que añadir, como _s'.lbemos, la g~lería de retrat.~s. Pues ?ien, la relac~ón
tamb1en de plata de pequeño t~maño, una estatuilla de caballero de plata con que comentamos esp ec1f1ca la presencia en la ~olecc10n d el pnnc1p~ ~e un im-
su cab~llo Y su lanza y una sene d e m edallas con efigies de la familia real. A portante número de pinturas, algunas de artistas de la talla de Tic1ano. Un
e~ ~as piezas del ~~binete habría que añadir los objetos de oro - cuya ubica- retrato del infante don Carlos, otro del príncipe con un sayo de raso negro
c10n no se espec1f1ca- y que nos remiten al mismo entorno cultural: armas forrado de lobos blancos, la ·princesa doña Juan a de Portugal, Maximiliano
de los más precioso s material.e s, co!llo oro, coral y per las de a ljófar, estatui- de Bohemia, la reina María, Carlos V, el rey de Romanos y «Un retrapto de
llas Y med.allas ,c?n temas m1tológ1cos o referencias anticuarias, objetos de ticiano que tiene delante de si en las manos un retrapto p equeño d e su Alteza
pr? cede_nc1a .exot1ca, como i:na copa d e coco de las Indias con un pedazo de armado con una banda roja», se unen a otros miembros de la alta nobleza Y
u_mcorn10, piedras con propiedades curativas o re ligiosas, instrumentos mu - a cuadros de tema mitológico y religioso, que configuran una importante co-
s1ca1_:s, com~ un laúd de oro esmaltad o de negro con granos de aljófar en las lección, precedente de lo s fabu lo sos tesoros pictóricos que Felipe 11 reun irá
cl a~1j as Y Objetos con propiedades naturales y de efectos considerados ((m a- en sus palacios22. Y todo ello sin o lvid a r que los libros - otro de los ele me n-
rav11l ~s?~» , como (mna co lumna d e vidrio grueso de tres esquinas coa una tos esenciales de cualquier colección manie rista- alcanzaban una no despre-
gua rmc1o n de plata que so n d os anillej os, un o d e cada p a rte que es para mi- ciable cantidad para la época , ya que había «ochocientos y doze volúmenes
ra r con e l_la el ca~po , po rque haze much as dife re nci as de co lores a la vista» 20. de libros de todas facultad es y lenguas entre grandes y p equeños y algunos
Ot,ro _mvent~no d e 1554 nos complet a el panorama d el gusto manierista en blanco».
de! p:mc1~e Felipe de manera definiti va 21; e n la relación aparecen como d el Si el inte rés de Felipe II por rodearse de objetos bellos y útiles, aparece
pnn_c1pe bie nes _que ya hemo s visto perte nece r al emperador, al lado de las desde los inicios de su actuación política es, sobre todo, a partir de los co-
ha bituales relacio nes d e tesoros de oro y plata q ue configuran el servicio nor- mie nzos de su reinado - 1555- cuando su s colecciones se harán más nume-

;: A. G. S.. Contaduría M ayor de Cue111as (3. época), leg. 53, nú m. 39. 22 Ib ídem. los retrat os en 23 v. a 24 v. Las pi nturas rest antes eran: un Ecce- Ho mo, Venu~ Y
~- G. S.. C. y S. R. leg. 36; fol. 7. Cupid o, Dá nae, Venus y Marte, M uj e r des nuda co n una piel de ma rt as, u na S anta M argarita
21
A . G. S .. C. M. C.. J.a época, leg. 53 , núm. 39. de Ticiano «q . imbio a mon~on e n 1552 est and o alli s u altª,,_

80 81
f

Co pa de Rodolfo 11. Mad rid. M useo Lázaro Galdiano.

rosas y ordenadas. A ello contribuían ciertas piezas de los bienes del empe-
rador que él mismo había procurado pasaran a su propiedad 23 y su propia
voluntad 24 • De igual manera personas como el cosmógrafo Santa Cruz tu-
viero n cuidado de que ciertos instrumentos como «los libros e instrumentos de
metal de astrología y cartas de geografía y otras cosas anexas a éstas», dadas
en su mayor parte por el propio Santa Cruz a Carlos V, 'no se vendieran a
su muerte, pues «era cosa de recamara de reyes y grandes señores»25.
Y a ello habría que añadir los regalos de los embajadores, algunos de ellos
teñidos de exotismo. Conocemos, por ejemplo, los presentes que el embaja-
dor de Etili Solimán, «señor de la casa otomana» hizo al rey y entre los que
se encontraban cuatro «leones reales con sus collares de oro», armas como
«doce alfanjes damasquinos» o cuatro cajas de cuchillos «de guarniciones de

2i Cfr. Testamento de Carlos V, ed. Madrid, 1982, pág. 9. Se trata de «piedras preciosas,
j oyas de valor y tapi'(eria rica ... en especial alg unas joyas y cosas a ncianas».
4
2 A. G. S .. C. y S. R .. leg. 73. «De lo que quedo de su M agd' ... no dexeis vender nada ni
d isponer dello asi de lo q ue tenia consiguo como de lo que estava en Simancas y por otras par-
tes. Hasta que avisado yo de lo que es visto lo que dello me embiarais yo responda de lo que
quiero en todo. Y avisame tambien de los reloxes del reloxero juanello de Milan ... », Copia de
lo que su mafl. escrive a Jo . Vazquez.... 1558.
is /hídem. leg. 247, Carta de Alonso de Santa Cruz a Felipe JI. 1559. La propuesta se ex-
tiend e a «las pinturas y rretratos y medallas grandes de oro y plata y otras cosas curiosas y dig-
nas de estar en la rrecamara de vrta. magt.>>. Gerhard Emmoser , Globo astronómico , Nueva York. Metropolitan Museum of Art ( 1579).

82 83
oro ... con Jos c_abos de pied ras preciosas», «doce cuernos de unicornio de diez
y siete palmos cada uno, guarnecidos de oro, y a los cabos esculpidos las Ar-
rnas de S. M .», cajas de oro con «plumas de diferentes colores y veinte al-
fombrillas de oro y seda para aderezo de un aposento, y en ellos tejidas las
victorias que sus Ejercitos y Armadas han tenido despues que heredo el Im-
perio», una caja de cristal y piedras preciosas, que guardaba cuarenta piedras
bezoares, siete adargas y dos hacaneas. Y todo ello con «seis turcos que traían
26
los leones y hacaneas», que completaban la pintoresca embajada .
De igu al manera los encargos de sofisticados objetos al exterior continua-
ron du rante todo el reinado, y en 1578 se concierta con artífices alemanes la
construcción de relojes, algunos con sonerías, y otros simplemente de lujo,
como «el que se llama relox de M aestro hecho a manera de columnas y es-
maltado», junto a un «escriptorio de Alemaña de marquetería por de dentro
y por defuera con la historia de Ja nativid ad del señor y con Jos doze meses
y la histo ria de Sanson>}21.

. 26 Bib lioteca Na ciona l de Madrid , Mss. 5.938, Papeles varios. Copia de un Códice del Esco-
na/ que f ue de Ambrosio de Morales. Carta de E1ili S oliman a Felipe ll. fols. 245 r.-246 v.
27 A. G. S., Estado Kl546. Concierto de Juan de Vargas con el relojero alemán Pietro Pan-

Ottavio M iseroni. Busto de mujer, Viena, Kunsthisto risches Museum . zer, sobre los tres relojes de lujo que había de condu cir a España para S. M., 14 de octubre
de 1578.
84
85
CAPÍTULO VI

Colecciones y organización del saber. La biblioteca


de Felipe II
Hemos visto que el sentido coleccionista de Carlos V sólo alcanza un sig-
nificado orgánico en los escasos objetos que trasladó a su último retiro de
Yuste, pero, como señalábamos que nunca puede atribuirse, ni siquiera a este
reducido número de posesiones, el carácter de microcosmos y compendio del
saber científico que ha de tener una auténtica cámara de maravillas; tampoco
puede calificarse en sentido estricto de'studiolo. Habrá de ser Felipe II el lla-
mado a plantear en España un sentido coleccionista moderno acorde con lo
que se realizaba en Europa por parte de los más avanzados príncipes del ma-
nierismo. Desde este punto de vista, el hecho más destacable de la actividad
cultural de Felipe II sea su interés por dotar al saber y la ciencia de un ca-
rácter orgánico y coherente y de articular en el microcosmos de la biblioteca
y la Wunderkammer las ciencias de más arraigo en la mentalidad de fines del
siglo XVI.
Porque en el siglo XV, cuando renace el interés por la colección y los prín-
cipes reúnen cantidades de objetos con criterio coleccionístico, todavía éstos
no se organizan con una metod ología científica que convierta la colección
en un museo con caracteres de microcosmos cultural. Y así por ejemplo, Lo-
renzo el Magnífico, que colecciona cuadros, piedras preciosas y antigüeda-
des, las reúne sin un orden preestablecido en su palacio y en el jardín 1•
El más claro antecedente de las cámaras de maravillas fue el studiolo, lu-
gar íntimo por excelencia, siempre pequeño, apartado y recoleto en el que
sólo entra su dueño y donde se depositaban los libros e instrumentos cientí-
ficos en estanterías y en pequeños armarios 2 • El studiolo es el refugio del in-
telectual del Renacimiento, del humanista, cuya imagen se nos ha conservado
en multitud de estampas -recordemos los retratos de Erasmo por Durero-
y cuadros como la representación de San Agustín en su celda, entre las que
destacaríamos las de Botticelli o Carpaccio.
Aunque el tema del studiolo había tenido realizaciones anteriores, es en
Drbino donde alcanza uno de sus ejemplos culminantes. En este recinto del
palacio, Federico de M ontefeltro reunió en un pequeño espacio los tópicos

1
Cfr. A. Chastel, Arte y humanismo en Florencia en tiempos de Lorenzo el Magnifico, Ma-
drid, Cátedra, 1982.
2
Cfr. W. Liebenwein, Studiolo, Berlín, 1977.

87
I' esenciales necesarios para ello: una galería de hombres ilustres pintados por
Pedro de Berruguete y Justo de Gante, y una decoración, a base de taraceas,
donde se representan objetos tales como libros e instrumentos astronómicos,
científicos y musicales ... , al lado de imágenes de las tres virtudes cristianas.
Los sabios representaban ya toda una historia del saber desde los filósofos y
científicos griegos y los literatos de la época clásica, a personajes de la Edad
Media, sin olvidar los padres de la Iglesia, ciertos sabios de la Biblia, pontí-
fices y personajes contemporáneos 3. Toda una historia del saber intelectual
concentrada en 28 personajes.
Pero el studiolo de Federico de Montefeltro todavía proporcionaba una
imagen del saber humanista: en él las ciencias están apenas representadas, y
las naturales brillan por su ausencia. No sucederá lo mismo en el posterior
studiolo de Isabella d'Este en Mantua; Isabella (1479-1 539) era una de las prin-
cipales y más apasionadas coleccionistas de su tiempo, y ya poseía, junto a
una impresionante galería de obras de arte, objetos corno corales, ámbares,
cristales, porcelanas, instrumentos musicales, etc. Lo natural y lo artificial, lo
artístico y lo meramente artesanal eran recolectados por la princesa en una
colección que ya se p uede definir como ecléctica. Y los objetos, como ciertas
piedras preciosas y los cuernos de unicornio, se teñían ya de contenidos
simbólicos 4 •
Los lugares de organización de estas colecciones constituyen un paso de-
cisivo hacia el sentido manierista de la colección. El studiolo de Mantua, se
ha dicho, constituye el embrión de las futuras colecciones de los Gonzaga s,
ya que es, según Battisti, «una invitación decisiva para salir de la biblioteca,
para una meditación al aire libre, para pasar de la lectura a la observación
de la realidad» 6; el studiolo daba a un jardín cerrado, el «giardino secreto»,
recalcando este interés por la naturaleza que culmina en la gruta artificial, ins-
talada en una de las torres del palacio y que conservaba las piezas naturalis-
tas de la colección.
Fue Federico 11, hijo de Isabel, quien mandó remozar las colecciones de
su madre y acondicionarlas en nuevos lugares, el que protegió a pintores como
Giulio Romano y Correggio y quien coleccionó, junto a pinturas y obras de
arte, objetos tales como el órgano de alabastro que tanto llamó la atención
a Carlos V, natura/ia como corales rojos y blancos, calcedonias, conchas ma-
rinas, cuernos de unicornio o dientes de peces (todos los cuales habían veni-
do de la gruta de su madre), retratos de personajes corno Martín Lutero y
animales disecados, que encontraban acomodo en los camerinos y salas del
palacio ducal, decorados con pinturas de temas naturalistas.

3 A. Chastel, op. cit.


4
E. Battisti , L'Anlirinascimemo, Milán, 1962, págs. 186- 189; C. M. Bro wn, A. M. Loren-
~oni , «The grotta of lsabella d'Este», Gazette des Beaux Arts, 1977, págs. 15 1-171; G/i studioli
di fsabellad 'Este. Documenti, vicende, restauri, Catálogo exposición, Mantua, 1977; V. V. A. A.,
La S cienza a Corte. Collezionismo ecle11ico, natura e imagine a Mam ova f ra Rinascimento e
tnanierismo, Roma, 1979.
s V. V. A. A., La Scienza a corte... , págs. 87-90.
V. Carpaccio, San Agustín en su celda (fragmento), Venecia Scuola 6 E. Bau isti, op. cit .. pág. 186.
di San Giorgio degli Schiavoni.
89
88
Igualmente el eclecticismo hacía su aparición en ciertas colecciones vene-
cianas del momento, donde Odoni y Michel Contarini reunían obras de arte
junto a productos de la natur~le~a 7 • El primero de ellos pos.eía t~mbién an-
tigüedades, colocadas en el portlco de la casa; y en el stud1olo, Junto a los
objetos naturalistas, aparecían una taza de pórfido, otra de cristal, otra de
raíz de árbol petrificada... Y a su lado, y repartidos por los diversos cuartos,
cuadros y esculturas de artistas de la escuela veneciana: Palma, Lotto, Ticia-
no, Catena, Giorgione ... s.
Las colecciones paduanas y venecianas participaban del gusto por la an-
tigüedad, que era uno de los elementos esenciales del coleccionismo ecléctico.
y ello no nos debe extrañar en un ambiente tan preocupado por el arqueo-
logismo como era el del norte de Italia, que había producido figuras como
Mantegna o Bellini; el filó sofo Leonico Torneo, Alexandro Capello, Pietro
Bembo .. ., poseían obras antiguas en una enorme cantidad, sobre todo el pri-
mero de ellos, cuya colección sólo se componía de obras clásicas 9 .
Estas colecciones se situaban en las habitaciones y patios de las casas y
palacios, pero su disposición total nunca llegaba a formar un programa de
carácter orgánico. A lo sumo nos encontramos con un coleccionismo quepo-
demos denominar de «Studiolo», y que constituye un paso previo hacia las
grandes cámaras de maravillas de los siglos XVI y XVII. Por ello cobra una
extraordinaria importancia en la historia de la concepción del museo el que
el humanista Paulo Giovio instaló en Como, ya que, por primera vez, se in-
tenta organizar una imagen plástica del cosmos a través de criterios co-
/eccionísticos 10.
El museo Ioviano se instalaba en una villa a orillas del lago Como, en el
lugar donde Plinio había tenido la suya, cuyos restos todavía eran visibles en
tiempos de Giovio y que fueron utilizados como un elemento más de la de-
coración. La villa se adornaba principalmente con una enorme galería de re-
tratos, agrupados por Giovio por medio de cuatro criterios: personajes ya fa-
llecidos, los que todavía viven, los que han destacado en la pintura y la es-
cultura y por fin, Sumos Pontífices, reyes y duques, «que han conseguido glo-
ria immortal en la guerra y en la paw.
Así se plantea un tema tan importante en la historia del coleccionismo
como es la galería de retratos, cuya rigurosa elección implicaba, de por sí,
una concepción de la historia y de la cultura. No olvidemos que de la colec-
ción ioviana partió Vasari en su propósito de historiar el arte italiano a tra-
vés de biografías 11 • Cobra por ello singular importancia la tercera serie de re-
tratos, aquélla dedicada a los artistas, pues implicaba una valoración moder-

7
Cfr. P. Barocchi, S critti d'arte del Cinquecento, Milán, Nápoles, 1977, t. III, págs. 2.867
Y siguientes.
8 Ibídem, págs. 2. 878-2.882.
9 Ibídem, págs. 2.867 y ss. R. Weiss, The Renaissance discovery of classical antiquity, Ox-

fo rd, 1969, págs. 180-202.


10
Véase la descripción de su colección en P. Barocchi, op. cit., págs. 2.904 y ss .
11
. P. Barocchi, Storiografia e collezionismo da/ Vasari al Lanzi, en Storia del/'arte italiana,
Diente de Gigante, U. Aldobrandi, Mosrrorwn his!Oria. Bolonia, 1642. Milán, Einaudi , 1979, págs. 5-81, t. 11.

90 91

L
1
na y renacentista de la actividad artística, a la vez que superaba la idea de en un escritorio, con cinco estantes de distinta altura, se colocab.an estatuillas
dividir el saber -al modo medieval y universitario- a través del Trivium y de mármol, .bronce, tierra o cer~, pied.ras finas, porcelan,as, cnstal de roe~,
el Quadrivium, al recurrir al tema moderno de los studia humanitatis. conchas marinas, pirámides de piedra, Joyas, medallas, mascaras, frutas, ~m­
La colección ioviana tiene todavía algo de studiolo: junto a la sala dedi- males congelados en piedras finí.simas_, «e tante cose. nouve, erar~ venute d Ii:i-
cada a Minerva, adornada con los retratos de Plinio y otros ilustres conciu- d" a e di Turchia che fanno stuplíe chmnque le remire». En la misma estancia
dadanos, aparece una selecta biblioteca bajo el patrocinio de Mercurio, que o~r~ escritorio se adornaba con pinturas, estampas y.vasos de oro_ y plata, Y
da paso todavía a otra pequeña habitación retirada, denominada de «Las Si- de allí se descendía a un sótano, luga~ de retiro prefendo de~ Vecch1etto, don-
renas»; toda la casa se dedica al saber y al estudio, ya que está presidida por de había estancias con estatuas de Giambologna, otra con mstrumentos ma-
Apolo y las Musas, que se colocan a la entrada, y en ella el tema de la guerra temáticos, otra con objetos de marfil, éb~n~, madreperla~, huesos de peces ...
es aludido, no sólo por medio de las empresas militares que aparecían en las Es, sin embargo, en la Florencia manierista de Francisco l donde e~ ,tema
paredes, sino a través de la armería, colocada bajo la protección de Car- de la colección, de la cámara de arte y maravillas, alcanza una expre~i,on de
los V. Con ello se hacía referencia a un tema tan humanista como era el del perfecto orden, de lugar donde el arte y la n~t~rale~a, la repr~sentac10n ar-
equilibrio entre las armas y las letras. tística y los objetos, se funden en una sí~tes1s ~~mejorabl~._ Si antes ~emos
La idea de una organización del saber a través de las colecciones aparece estudiado el tema del studiolo como mamfesta~10n del esp.m~u humamsta, Y
también en libros dedicados al tema. Desde este punto de vista el Theatrum la Wunderkammer como expresión de un sentido ya mamensta. del mun?o,
Sapientiae publicado por Samuel Quicheberg en Munich en 1565, cobra sin- el studiolo que Francisco I manda construir en el. Palaz~o y~cc~i,o florent!no
gular importancia 12; la obra tuvo interés para la clasificación de las coleccio- supone la síntesis de ambos mundos en .un espacio de sigmf1cacion y sentido
nes de los duques de Baviera, Alberto V y Guillermo V, a los que más ade- nuevos.
lante nos referiremos. En su teatro, Quicheberg dividía el saber en cinco cla- La pequeña estancia que Francisco 1 se construye para albergar los pro-
ses, que eran a la vez cinco secciones de un verdadero museo. Schlosser lo ductos del laboratorio, junto a objetos de la naturaleza y el arte, e.s un lugar
resumió indicando cómo la primera parte, de carácter puramente histórico, en el que, como se ha dicho,.e/ cientifi~"!º se liga a la id;a de caprz<;_ho Y fan-
comprende retratos de la familia, árboles genealógicos, mapas, etc .. . ; la se- tasía y el arte juega un papel 1mportant1S1mo, que_ no habia ~esempenad? nun-
gunda contiene los objetos de la Kunstkammer, como estatuillas, monedas, ca en las colecciones centroeuropeas; en el studwlo los ?bJetos no estan ~a­
medallas, objetos de diversos materiales y de procedencia exótica ... ; la terce- tentes a la vista, sino representados a trav~s de un com~l~~~do programa pic-
ra corresponde al gabinete de curiosidades naturales, en el que se comprende tórico, cuya idea se debe, sobre t_odo, a Vicenzo Borghmt . . . ,
la anatomía del hombre, representaciones de plantas y animales, productos Las pinturas habían de refenrse al tema de l.a contra~os1c1on Y comple-
de la naturaleza, etc.; la cuarta se refiere a los productos de la tecnología y mento de la Naturaleza y el Arte, al de los prop10s matenales de la N atu.ra-
mecánica, y la quinta, la de criterio más moderno, corresponde a la galería leza y al de la mezcla de los cuatro elementos fundamentales como oper~c1ón
de cuadros y objetos de arte. básica de la alquimia. Las estatuas de los lados represent~n a cuatro d_i ~ses
La sistematización de Quicheberg supone, no sólo el abandono definitivo mitológicos, símbolos de los element~s; con lo que se. alud1a a la persomfica-
de la primitiva categoría de tesoro, sino la integración de todo un mundo ción de los mismos y por ello a la umon que entre dioses, hombres,_el~me n­
- el de la ciencia y la técnica-, que difícilmente podía encontrar acomodo tos y materiales se produce en el mundo. Se recoge así en clave mamenst~ la
en una colección artística y que no habíamos visto en la colección de C o mo. idea clásica de la analogía entre todos los elemento.s del cos?1os y el stud1olo
Faltaba, tan sólo, dar expresión plástica a este nuevo mundo del coleccionis- se convierte en una reducción y representación plástica del mismo . Po~ su par-
mo ecléctico. te, las pinturas que adornan las paredes aluden desde el punto de vista, por
En ello, Italia cumple un papel decisivo. Cuando en 1584 Rafael o Bor- lo general, de la mitología, al tema de los cuatro elemen~os y, sobre to~o, al
ghini publica su obra ll Riposo describe ampliamente las colecciones de uno de la industria transformadora y manipuladora de los mismos por medio. d_el
de los protagonistas de la obra, B. Vecchietto, situadas en su villa cer cana a arte y del artificio. Como ha indicado Berti, las Metamorfosis de Ov1d10
Florencia 13. Allí, junto a pinturas de los más célebres pintores flore ntinos, ~ebieron de ser muy consultadas por los artistas e inspiradores del con-
como Miguel Ángel, con el célebre cartón de la Leda y el de la Bat alla del JUnto. . .,
Palazzo Vecchio, Leonardo, Benvenuto Cellini, Salviati, Botticelli, Antone- El rey español Felipe II no era ajeno a estos problemas y siempre s.muo
llo, Giambologna, etc. , aparecen los objetos habituales de las Kuns tkammern: el deseo de dotar a sus colecciones de un marco adecuado, represen~ati~o Y

12 Sam uel Quicheberg, Thetrum Sapientiae, Munich, 1565; J. Schlosser, op. c il. , pági-
nas 11 8-120.

92
13 Borghini, // Riposo. Florencia, 1584.
-- Ordenado. De esta manera, y abandonando la idea específicamente 1taltana

"' " . ~.. Berti , op. ci1.; Dezz.i Bardeschi, ob. cit.; J. Schaefcr, 711e studiolo of Francesco f de
edic1 in the Palazzo Vecchio in Firenze, Bryn Marw College, 1979.

93
de studio/o, su interés se centra en crear una biblioteca que fuera expresiva
de sus aficiones. culturales y científicas.
Por ello resulta del más alto interés el proyecto de biblioteca que Juan
p áez de Castro presenta a Felipe 11 a los comienzos de su reinado para ser
construida en Valladolid 15, pues en él o, más bien, en su ordenación y en Jos
objetos y decoraciones que propone vamos a encontrar algunas de las claves
del sistema científico tal como Jo concebía el rey español.
El tema de la organización y creación de una biblioteca era uno de Jos
tópicos de la cultura humanista. Recordemos que años antes de Páez de Cas-
tro, Pedro de Mexía ya había indicado el sentido innovador y la profunda
tradición clásica que el tema llevaba consigo. S i para Mexía, «los primeros
libros y bibliotecas que uvo en el mundo», fuero n los de los judíos, en Grecia
destacaban la de Pisístrato y en Egipto la de Alejandría, «la más ilustre de
todas las del mundo». Sin embargo, y desde nuestro punto de vista, lo que
más nos interesa destacar es aquella costumbre «muy notable (que) tuvieron
los antiguos, que tenían en ellas· ymagines y estatuas, de los que avían sido
en letras clarissimos».
Páez de Castro comienza realizando la habitual alabanza a las bibliote-
cas, aunque nosotros queremos destacar el p apel que la decoración y los ob-
jetos jugaban en estos edificios. «En las librerías tenían antiguamente - dice-
otras cosas muy preciadas, como estatuas de diversos metales, y pinturas an-
tiguas». Cicerón no se ocupaba sólo de la compra de libros, sino, también,
de los «aderezos y ornamentos», de los que el más destacado no es otro que
el de la galería de retratos: «Los principales vultos y retratos que se ponían
siempre era de hombres muy excelentes en letras, cuyos libros allí estaban.»
Pero si éste era el aspecto público y exterior de las bibliotecas, a nosotros nos
resultan del mayor interés ciertas estancias, denominadas «lararios», que son
recordadas por Páez de Castro a Felipe 11. Allí parecían imágenes de perso-
nas que habían sido buenos príncipes, como la de Alexandro Severo, donde
junto a Plató n, Virgilio y Cicerón estaban las efigies de Abraham y J esucris-
to ... ; y la biblioteca de Augusto era ya u na verdadera Wunderkammer, ya
que este personaje «holga ba mucho de tener en su librería secreta algunas co-
sas muy raras, y antiguas, como cabezas de fieras extrañas, y huesos grandes,
que llaman de gigantes, celadas y otras piezas de armas, que decían de los
héroes».
La idea de P áez de Castro consta de una división de la biblioteca en tres
~a~as, donde los libros habrían de clasificarse por materias. En la primera ha-
~ian de colocarse los libros sagrados, ju nto a los de Derecho, Medicina y
Filosofía; «el ornamento de esta primera sala serán retratos de santos docto-
re~ theólogos, sacados a l propio de retablos antiguos de Roma, y de pinturas

---
gri~gas, y juntamente de los otros sabios principales, conforme a las estatuas
antiguas, y medallas, y a lo que de ellos y de sus faccio nes se escribe en sus
IS J
Piad uan Páez de Castro, Memorial a Felipe 11 sobre ordenamiento de una librería real, co~
bliotº por don Bias Antonio de Nasarre, 26 de agosto de 1749, del manuscrito existente en la bi-
Studiolo de Francisco 1 Medici, Florencia, Pa lazzo Vecchio. eca de El Escorial.

94 95
vidas», junto a ello propone para cada sala una pintura principal, q ue en ést án Cortés, Cristóbal Colón y Magallanes, «con el descubrimiento y cosas
concretamente había de ser «la enseñanza de Nuestro Señor J esucristo niñ
0
ª el Nuevo Mundo». , . . . .
a los doctores del templo». Por fin la tercera sala habna de dedicarse a archivo de los pnnc1pales do-
En la segunda sala los objetos de carácter científico aparecen junto a 1 mentos del Estado, y se habría de decorar con los retratos de Julio César,
naturalia en la significativa mezcla típica del manierismo. Los instrument~s ugusto y Vespasiano, con la pintura de la parábola de Los Ta~e~tos y, co-
y aparatos geográficos, como «los globos de diversas grandezas, con sus apa~ ronándolo todo, la renuncia al trono de Carlos V y la repart1c10n de sus
rej os, así para el. cielo, como para la Tierra», se unían a las cartas geográfi- reinos. . .'
cas, los mapas, mgenios de carácter matemático y astrológico, «reloxes de La idea fue deshechada por el rey, que pronto dec1d10 como centro de su
gran invención» y a «espejos de extraños efectos». Todo ello formaba un blo- biblioteca el monasterio de El Escorial; pero el. proyecto r~s}11ta intere~ante
que fre nte a los naturalia descritos así: «Cosas naturales maravillosas; como para darnos idea de las intenciones d.e ~oherenc1a que pres1?ian las acciones
partes de animales extraños, y peces, y árboles hechos piedra... vasos y urnas de Felipe II , y que culminan en la b1bhoteca del monasteno y en las colec-
antiguos de griegos y romanos, que también se pueden contar como antigua. ciones en él reunidas.
llas. Árboles y yerbas, y frutas hechas de metal, y dadas sus colores al pro- Por su parte, el doctor Cardona en el programa que propone. a Felipe 11
pio. De cosas muy peregrinas, que no causaban menor admiración, que to- para una biblioteca regia incide de manera aún más clara en l~ .1~ea de un.a
dos los otros.» concepción de la misma como biblioteca-museo; para que el ed1~1c1? y sus n :
quezas sean completo~, el primero ha de albergar mapas y descnp~1ones «as1
universales como particulares», retratos de sa ntos y de doctores antiguos, glo-
bos celestes y terrestres, instrumentos matemáticos, esferas .Y relojes extraños,
medallas, monedas y piedras antiguas, siendo muy convemente «que se reco-
jan las que hay» y se instalen en arma rios adecu ~do~; a ello habrán de aña-
dirse por fin «las piedras grandes y pedazos de ep1taf10s, que hay muchos es-
parcidos por España, como dize Ambrosio de M orales, podrían recogerse y
ponerse y asentarse por la paredes... y serían admirable ornamento de las
piezas» 16.
Pero, como decimos, Felipe 11 rechaza todos estos proyectos previos e ins-
tala, aun inspirándose en algunos de sus aspectos, su biblioteca en el monas-
terio de El Escorial. El valor simbólico e iconológico de la misma comienza
ya por su colocación en el complejo del edificio; ubicada sobre el zaguán de
entrada, ocupa, tras la iglesia, el segundo lugar de importancia en el monu-
mento. Ambas partes se colocan en el eje del edificio, una enfrente de otra,
en perfecta oposición y, a la vez, unión, preludio de otras oposiciones y unio-
nes similares que tendrán lugar en los frescos de la biblioteca, donde la ale-
goría de la Filosofía, opuesta a la de la Teología, nos revela el carácter d ual
del edificio, cuyo programa es una contraposición entre la idea de lo humano
Y lo divino, del saber profano y religioso, de la razón y la fe.
Al igual que la iglesia, la biblioteca es un lugar común, donde todo el mun-
i 1 • i 1 111 11; 1i 1,1 n m i rn 1n,rh1 1n n 1lt} 11 11 [1 .· do, religiosos y laicos, se unen, donde «concurren todos los habitantes y se
comunican» 11 . Por ello se coloca en un lugar central, comunicada con el con-
P. Tibaldi. Alegoría de la Filosofía, Biblioteca de El Escorial. vento y el colegio, uniendo así los mundos de la oración y el estudio, idea
que se subraya mediante la colocación de las a legorías de la Filosofía y la Teo-
La impresión de entrar en una cámara de maravillas se ratifica si consi-
deramos la idea de las pinturas propuestas por el bibliotecario: la pintura prin-
cipal había de ser la de la Creación del Mundo, y la galería de retratos ten-
dría, además de los antecesores de Felipe 11, el de Arq uímedes, «con muchas
máquinas y espej os de fuego», el de Ptolomeo, el de Aristóteles, los de Her-
---
logía en la parte del colegio y del convento, respectivamente.

Vis1'6 loan ., ~apt. Cardona, De regia S. Laurentia Bibliotheca, Ta rragona, MDXXCV !l, cfr. Re-
~1 de Archivos, Bibliotecas y M useos, 1883.
Po Fray, J . Sigüenza Historia de la Orden de San Jerónimo..., Madrid, 1600- 1605. Se cita
r la edición - no críti~a- de Madrid. 1963.
. ·

96 97
Las pinturas que decoran la sala son obra de Peregrino Tibaldi y Cardu.
cho is y se ejecutaron entre 1590 y 1593: se trata de las alegorías de las Siete
Artes Liberales, que cubren la bóveda, y unen «las dos cabezas y principios
de que el hombre trata: la Teología y la Filosofía». El punto de partida del
programa, según la lectura propuesta por Sigüenza, es la alegoría de la Filo-
sofía, principio y cabeza de las verdades no reveladas, o ciencias naturales, y
se representa como matrona acompañada de las figuras más descollantes de
esta rama del saber: Sócrates, Platón, Aristóteles y Séneca. Enfrente de ella
y en la zona lindante al convento, se coloca la alegoría de la Teología, per~
fección suma de los saberes. Dentro de un templo, símbolo del reino que ejer-
ce sobre la Iglesia, surgen de su cabeza resplandores divinos, para señalar
que se sostiene por el solo fuego de su luz 19 • La acompañan Jerónimo, Agus-
tín y Gregorio, doctores de la Iglesia latina.
Para el estudio de las figuras históricas y mitológicas que aparecen en el
programa de la biblioteca de El Escorial, es procedente realizar una primera
división. Una parte de ellas se coloca en el mismo espacio compartimentado
de las alegorías a las Siete Artes Liberales, en relación directa con las mis-
mas: se trata de los varones que más han destacado en la práctica de la cien-
cia respectiva. Sin embargo, hay otro grupo que parece desligarse del sistema
iconográfico total; son figuras que aparecen en los arcos de la división en las
bandas decoradas con grutescos, de estilo y composición algo diferentes, ca-
racterizadas por una mayor voluntad de tridimensionalidad y relieve. La ma-
yoría de ellas no tiene una relació n muy clara con la práctica de las Siete Ar-
tes Liberales, y representan determinados estudios florecientes en el Renaci-
miento, descuidados en la época medieval. Ni la historia natural o moral -re-
presentadas aquí por Plinio y Tito Livio-, ni la épica - Homero, Virgilio-,
o la lírica - Píndaro, Horacio- , ni la geografía - Dicearco-, fueron culti-
vados en los siglos medievales como lo fueron las disciplinas dependientes de
las artes liberales; y, sin embargo, son estudios y artes fundamentales de los
studia humanitatis de la nueva cultura renacentista. Y similares consideracio-
nes podríamos hacer de las figuras de la fábula pagana - hasta seis- que apa-
recen en esta serie, y que se refieren esencialmente al tema de la música.
De todas las ciencias que se representan en el programa total, es la mú-
sica, junto a la teología que preside el conjunto, a la que se da más impor-
tancia. El predominio de lo musical hay que atribuirlo a la influencia en la
inspiració n del programa del arq uitecto Juan de Herrera y a sus obsesiones
por las ideas de la proporción perfecta y la armonía musical, tópico de la teo-
ría arq uitectónica del Renacimiento.
Dentro de las figuras históricas que corresponden ya a las Siete Artes Li-
berales, adquiere enorme importancia la referencia a dos saberes muy típicos
del Renacimiento: la Astronomía y la Literatura.

18 El programa de los frescos se describe en Sigüenza, op. ci1 .. págs. 278-300; se trata del
texto fundame ntal para cualquier interpretación. La documentación de las obras en Zarco Cue-
vas. Pintores italianos en San Lorenzo el Real de El Escorial, Madrid, 1932.
19 Sigüenza . op. cit .. pág. 29. P. Tibaldi, Apolo, Biblioteca de El Escorial.

98 99
El saber astronómico y astrol ógico había preocupad o a la humanid ad d viano d€ Como o el Ferdinandeum de Innsbruck, había de poseer retratos de
de los cald~os h~sta la Ed a? M~dia, ~ en la biblioteca escurialense se mues~:~ personajes y «conjuntos de grabados, astrolabios, instrumentos matemáticos
to da una h1stona de esta ciencia. As1 aparecen Ptolomeo paradigma del s y científicos, monetario, reproducciones de fauna y flora, etc .. » 21 • Se fundía
ber astr?n? mico de la .antigüe~a.d; Aristarco de S~m?s, duyas teorías acer~ así tal como lo requería la mentalidad del momento, el concepto de biblio-
d el mov1mient~ de la T1err~ ant1c1p_aro n los d escubnm1entos renacentistas; Al- tec~ con el de museo y laboratorio, y el ciclo de pinturas d e Tibaldi y Car-
fonso X el Sabio; Abdel_aziz, estudioso árabe que floreció trescientos años an- ducho se conv!erte ei: el .e~ponente pl_á stico d e l~s colecciones de libros, obras
tes que el monarca medieval, pero que había pasado al patrimonio occidental artísticas y objetos c1entif1cos que alh se custodiaban.
d e bi~o a 1~ la.bor de la _Escuela de Traductores de Toledo, que el rey Sabio No es el objeto de estas páginas trazar la historia d e la formación de esta
fundo y ammo ... ; la se n e de astrónomos termina con las figuras d e Ju an Sa- importantísima b~bliot~ca22, per~ sí de señalar cómo en ell.a concurriero_n los
cro bosco y la d e Monterreggio, del que Juan de Herrera poseía en su biblio- más importantes mgemos y eruditos del momento. Las pnmeras donac10nes
teca el Primun mobile y sus comentarios al Almagesto y Astrolabium de fueron de procedencia regia, añadiéndose más tarde las bibliotecas de hom-
Pto lomeo. bres como Honorato Juan, Gonzalo Pérez, Pedro Ponce d e León, la de Die-
Cercanos a_ l,a Astro?omía, los cien~íficos y matemáticos se ad ecúan al pro- go Hurtado de Mend oza en 1576, y en 1591 la célebre de Antonio Agustín,
grama en func10n d e P1tágoras, que vie ne a ser el eje de esta sección. Perso- a las que habría que añadir la del bibliotecario de El Escorial, famoso autor
naje b~sico para la cu lt~ra renac~ntista, tan atraída por la perfección y con- y coleccionista, Benito Arias Montano, la de la testamentaría de Felipe II, y
so na ncia d e las proporc10nes musicales y su aplicación a la activid ad artística las obras confiscadas a Ramírez de Prado.Tod o ello bajo la custodia de bi-
Y arq~itectónica? fue fundamental en la cultura de H errera. Aparecen ahora bliotecarios como Juan Páez d e Castro, Arias Montano y el padre Sigüenza,
~rqmtas Tarentmo, Xe~ócrates, Arquímedes y Euclides, es decir, una histo- que ordenaron y clasificaron, con varios criterios, el ingente materiaJ2 3•
ria de la Escuela de Alej andría, fundamental en la creación del saber cientí- Aunque el padre Sigüenza, desde su perspectiva humanista, afirmaba que
fico en la antigüedad y no menos impo rtante para la formación de un arqui- «lo principal y lo que en librerías es el fin y la sustancia son los libros y el
tecto como Herrera. asiento y orden de ellos»24 , la biblioteca escurialense se concebía también
. Junto a este p~ogram a científico, el ciclo cuenta también con figuras e his- como museo y como gabinete científico. Sabemos que en 1579 Felipe II com-
torias correspondientes al Trivium o parte propiamente humanista. Entre Jos pró, probablemente con destino al monasterio, gran cantidad de objetos cien-
fi~ósofos están Me!iso de Saf!lº~·- Protágoras, Sócrates, Platón, Aristóteles y tíficos de la almoneda del marqués de los Vélez: un globo terrestre, varios as-
Seneca? entre l?s hter~tos: Virgiho, Homero, Píndaro, Horacio, Quintiliano, trolabios, relojes, instrumentos para encontrar la meridi ana, etc. 2s. E ntre los
T erenc10, V_arr~~ · Aeho Donato,_Jordán de Sajonia y Nebrija. objetos donad os por el rey en 1584 aparecen cuatro globos (tres celestes y
La_exphcac1on de la presencia de este programa humanista en Ja corte uno terrestre) y un astrolabio, y en 1593 una «esfera grande con sus planetas
d e Fehpe II, no puede ser o tra que la pervivencia d e las d octrinas erasmistas Ysignos y estrellas co n un pie grande de madera», que estaba hasta este mo -
en ~l ~scoria_l , rep:esentada por los «biblistas» del monasterio, dirigidas po r mento en el aposento grande d e su Majestad . Pero es en 1597 cuando se pro-
el b1b.h~tecano Anas Montano y · continuadas por su mejor discípulo, el pa- duce el traslado de las piezas científicas más importantes para el «servicio de
dre_ S1guenza. ~or otra parte, la reciente investigación de Ben Rekers 20 sobre la librería», que se sacaron de «u n cubillo de palacio»: se trata d e instrumen-
la figura de Anas Montano, demuestra su vincul ación con grupos erasmistas tos para medir las longitudes y latitudes, piezas de latón «cuyos d esignios es-
de Flandes y, concretamente, con el grupo d enominado «Familia de Amor», tán en un libro de los quatro que hizo Pedro Apiano», los cuatro libros d e ·
o secta familista, que prolongaba, en estas tardías fechas, las d octrinas dicho Pedro Apiano, el órgano cosmográfico del mismo, un astrolabio d e la-
erasmistas. tón, otros aparatos similares moriscos o que pertenecieron a don Juan de Ro-
Co ~ t?d o, la razó n fundamental d e la presencia de las figuras en el ciclo
de la b1bhoteca es la voluntad de sus inspiradores de incorporar al programa
21
lo_s saberes típicos del R enacimiento en su doble vertiente, científica y huma- G. Andrés, Real biblioteca de El Escorial, Madrid, 1970, pág. 10.
22
G Véase para ello: P. Guillermo Antolín, La real biblioteca de El Escorial, El Escorial, 1921;
nista; de esta maner a, el saber científico, en su versión ocultista e irracio na- Gr~gono de Andrés, La biblioteca Laurentina. en El Escorial /, M adrid, 1963; ídem, op. cit.;
lista, y el h~manismo, en su versión erasmiana, son los q ue dotan al progra- (l~illermo Antolín, «La librería de Felipe 11», Boletín de la Real A cademia de la Historia, 90
ma ~e ~u . aue, d.e modernidad y ordenan una idea del saber y un sentido co- G 27), págs. 335-426; Ch. Graux, Essai sur les origins du fonds grecs de /'Escuria/, París, 1880;
lecc1omst1co tipico del Renacimiento. ri ·1de Andrés, «Historia de las procedencias de los códices hebreos de Ja biblioteca de El Esco-
Felipe II plantea su biblioteca a la mod a del manierismo y no lo consi- E: », .Sepharad, XXX (1970); 1 . Morate, «Un catálogo de Jos fondos árabes primitivos de El
c~riab>, ;1~-Andalus, II, 1934.
dera un a mera recopilació n de libros, sino que también, como el museo io- P. S1guenza, op. cit., págs. 305 y ss.
2
: lbíde'!', pág. 300.
20 2
B. Rekers, Arias Montano. Madrid. 1974. Archivo Histórico de Protocolos de Madrid (A. H. P. M .), protocolo 992.

100 101
jas y a don Diego de Mendoza, un planisferio de este último y una sortija
grande para tomar el sol; de fuera del cubillo se sacó un astrolabio que «por
un lado es planisferio de Gema Fugio y por la otra tiene su rred con ocho
láminas», dado al rey por Moflon, «su capellan y estava en poder de l oan de
Herrera»26.
Junto a los aparatos científicos estaban las antigüedades; la colección pro-
cedía de la de Antonio Agustín, y en ella destacaban tanto las pequeñas fi-
gurillas de bronce de tema mitológico - Hércules, Apolo, Pomona, Minerva
Venus (hasta tres veces), Vesta, Cupido-, histórico alegórico, junto a otra~
figuraciones, numerosas estatuillas de mármol y «un Orpheo de medio rel ieve
de barro, tañiendo» 21.
Es en la biblioteca donde aparece, en su segunda estancia, la galería de
hombres ilustres, cuyas representaciones fueron enviadas por el dominico Al-
fo nso Chacón a Felipe 11desde1587 en sucesivas entregas 2s . Con ello se daba
deseo ampliamente a la intención regia de poseer esta galería 29 y a las ya co-
mentadas recomendaciones de Páez de Castro. En la galería regia aparecían
retratos de los papas desde San Pedro, de santos, beatos, varones doctos
(como Duns Scoto, Ficino, Boccaccio, Sannazaro, Alpizcueta, Alciato, Are-
tino, Ariosto, D ante, Aristóteles, Homero ... ), cardenales, reyes, capitanes fa-
mosos y pintores, que configuraban, junto a los frescos de la biblioteca, toda
una concepción del saber y de la realidad acorde con los ideales humanistas
vigentes en el Renacimiento y la Contrarreforma: desde la exaltación del po-
der papal y el predominio de los valores religiosos, al cultivo de las artes, las
más modernas ciencias y las armas, con explícitas referencias al pasado clá-
sico que actuaba una vez más como factor de legitimación y prestigio J0 .
Junto a ellos se colocaban los instrumentos científicos antes citados, en-
tre los que destacaríamos, en el último de los aposentos, la «esfera del empe-
rador Carlos V, la mayor y mejor y mas vistosa que se puede pensar, toda

26 Cfr. Zarco Cuevas, «In ventario de las ;ilhajas, cuadros ... , donadas por Felipe JI a ... El Es·
caria/ (1571-1598)>>, Boletín de la Real Academia de la Historia, 1930; G. de Andrés, «G. B. Ge-
sio, cosmógrafo de Fe lipe 11 y portador d e documentos geográficos desde Lisboa para la bi bl io-
teca de El Escorial en 1573», Publicaciones de la Real Sociedad de Geografía ( 1967), págs. 3- 12.
7
2 Cfr. Zarco Cuevas, op. cit., págs. 122- 129.
2s Cfr. Sigüenza, op . cit. , pág. 301. Juan A lo nso de A Imela, en su escrito de hacia 1594, nos
describe esta sala con sus retratos, 15 mapas y 161 cuadros que no especifica. Sobre los instru-
mentos científicos d ice: «En su med io, cosa de gran curiosidad , hay también en esta pieza seis
globos, dos muy grandes y cuatro medianos muy vistosos y curiosos. Los globos de madera Y
escritos y pintados y los extremos y círculos de bronce y tres astrolabios de bronce y dos escri-
torios curiosísimos de varias maderas y a rtificio maravilloso y de muchas y varias historias y fá-
bulas y pinturas de d ibujo y escultura que falta lengua y habilidad para poderse bien declarar
su valor y hermosura», Descripción de la Octava Mara villa del Mundo... , ed. preparad a por
G. de Andrés en Documentos para la historia del monasterio de San Lorenzo el Real del Esca·
ria/, IV, 1962, pág. 6 1. .¡
29 G. De Andrés, Relación de las pinturas enviadas a Felipe 11 desde Roma para El Escona
en 1587, en Documentos para la historia del monasterio de San Lorenzo el Real de El Escorial.
págs. 127 y SS.
Jo Entre los artistas aparecían: Miguel Ángel, Rafael de Urbino, Leonardo da Vinci, Tician° ·
Durero, Zuccaro, Bra mante, Sofonisba, Lavinia Fontana. P. Tibald i. Pan , Biblioteca de El Escorial.

102 103
de madera muy dorada y escrita y notad a ?e sus signif,icaciones de círculos
de zo nas y clemas»3 1• La tercera sala se destmaba, ademas, a monetario, don- De todas maneras, y aunque podamos hacer hincapié en el carácter pro-
de se custodiaba la colección de Pedro Ponce de León y la de Antonio Agus- fano ~e los programas científicos de El Escorial, los aspectos religiosos del
tín, «con muchas diferencias de monedas y medallas, figuras del metal anti- edific10 se acaban, naturalmente, imponiendo: ello aparece claro, como vere-
guas», entre las que Sigüenza destacaba un ábaco antiguo, el Congio, «medi- mos, en el tema de la colección de pinturas. Pero también en el propio ciclo
da antigua romana», la moneda llamada Siclo, «tan repetida en el Testamen- de frescos de la biblioteca en los que a Ja temática de carácter profano se su-
to Viejo, y de cuya verdad y noticia se coligen y averiguan mil verdades en perp~ne una icon?grafía de tipo tradicional y medievalizante: las alegorías de
cosas de monedas y pesos»32, que procedía de las colecciones de Arias M on- las Siete Artes Liberales. Se plantea entonces el problema de la inspiración
t a no. Por su parte, en el siglo siguiente, el padre Santos nos habla de la exis- de estos frescos como tema clave para entender aspectos esenciales del sen-
tencia de otros objetos y de de los distintos papeles que se usaron en la an- tido del monasterio y sus colecciones.
tigüedad: hojas de árboles, papiros y libros impresos en China 33; por fin, Por un lado el padre Sigüenza se atribuye, al menos, cierta participa-
d est acaba n ciertos trofeos militares, procedentes de la batalla de Le- ción 37 ; por ?tra parte, un dibujo existente en el Museo Británico, que com-
pa nto. prende la mitad de uno de los tramos o capillas del techo de la librería con-
Como algunos príncipes de la segunda mitad del siglo XVI, los intereses tiene tres breves notas de mano de Juan de Herrera, y otras breves fra~es en
del rey se extendían también al campo de Ja alquimia. Si recordamos el caso italiano, atribuidas a Tibaldi, su autor 38.
de. Francisco 1 de Medici, no nos puede extrañar entonces que Jean L 'Her- La polémica que puede establecerse es atribuir la invención de los frescos
m1te, cuando viaja al monasterio, a principios del siglo XVII, describa el si- de l~ bibli~teca, bien al padre Sigüenza, como se deduciría del primer testi-
g_uien~e instrumento, principal aparato del laboratorio escurialense: «Le prin- m~mo, o b~en_a Juan de Herrera, según ·se desprendería de un análisis super-
cipal mstrument pour distiller les eaux de touttes sortes, et en abondance est fic~al del_d1bujo de Londres. Normalmente viene atribuyéndose al jerónimo
fort grand et hault et faict de laton, en forme d'une tour, et se distille par la la ~nv~nc1ó~ del tema de los frescos, si bien René Taylor, basándose en el di-
charleur de la vapeur. 11 contient un grand nombre de vases ou alambiques, bujo t1bald1ano y sus reseñas, en determinadas obras existentes en la biblio-
touttes de voirre, et en 24 heures on en tire plus 200 libres de poix d 'eau dis- tec_a de Juan de He_rrera, y en la enorme importancia que en el programa ad-
tillé de telle sorte d'herber que l'on y met , car chaque vase se peult mettre qu1e_ren los contemdos herméticos y astrológicos, atribuye a Herrera la pa-
telle difference d'herves que l'on veult. C'est instrument est appellée la Tour ternidad de los frescos 39.
Philosophale» 34. . Es cier_to que Sigüenza critica levemente el contenido de algunas histo-
La T_orre filosofal no era el único instrumento del laboratorio; aunque el nas, por. ejemplo, la de Orfeo y Eurídice, como Taylor reseña, y que, mien-
padre S1güenza confiesa entender poco del tema se detiene un momento . en tras ex~hca profusamente lo que se refiere a la Religión, la literatura y la len-
la descripción de la botica, «donde se ven extrañas maneras de destilatorios, gua, deja los contenidos científicos y ocultistas de lado.
nuevos modos de alambiques ... con que se hacen mil pruebas de la Natura- En el ~ibujo de ~ibaldi, principal punto de apoyo documental de las tesis
leza, .Y con la fuerza del arte y del fuego y de otros medios e instrumentos pro~err.enanas, ~e dice por dos veces «Se pintará lo que paresciere mejorn, lo
describen sus entrañas y secretos y se ven a los ojos pruebas de cosas mara- que mdi~a un~ cierta la;Xit~d en la determinación del programa. Por otra par-
villosas» 35. Nos encontramos ante un gabinete alquímico donde se experimen- te_, la existencia en la bibhoteca de Juan de Herrera de libros sobre las Artes
taba_ace rca de la transmutación de las sustancias y trabajaban gran cantidad Liberales, no prueba un especial interés por esta clasificación del saber que
de ~1entíficos españoles y extranjeros, y del que surgieron numerosas publi-
caciones sobre el problema 36.
~a ;s la de Almela, op. cit.. págs. 67 a 69, no recogida por López Piñero. Véanse las alusiones del
d:,:.e De los S_anto.s. Cfr. Feo. R odríguez Marín, «Felipe II y la alquimia», Boletín Real Aca-
31
Almela, op. ci1., pág. 61. Esia~ de la Hmona 90 ( 1927), págs. 427-444. Por nuestra parte añadimos como en A. G. s.,
32 S igüenza, op. ci1., pág. 302. Sobre el Monetario, cfr. García de la Fuente, Ca1álogo de lada o Kl505, y en los d ocumentos de la negociación con Francia de 1566, aparece, traspape-
las monedas y medallas de la biblio1eca de San Lorenzo el Real de El Escorial, Madrid, 1935; sola • una anónima Memoria sobre la piedra fllo~of.al._ q ue ~xtra~tamos: «... pues des ta natura
Pedro. Manuel Villegas, El medallero y el mone1ario de San Lorenzo el Real, El Escorial, t. IL ta que ~e otra manera la llaman Salamandra ch1m1su ca CUJUS ahmentum est ignis et in eo vivit
M adnd , 1963, págs. 63 1-643. Sobre el siclo hebreo, cfr. Antonio Agustín, Diálogo de Medallas, d n1quem mfectissimamente Ja imperfection de todos los metales (que es accedental) convirtien-
Diálogo 11, fol. 17 r. deo os en fim1ss1mo
· · oro, o plata mas excellente que natura los cria... la segunda virtud es q ue a
33 P. de los Santos, Descripción breve del monas1erio de San Lorenzo el Real del Escorial.... ~~ra~ al cuerpo humano de todas las enfermedades ... »
Madrid, 1957; Sigüenza, op. cit., pág. 310, opina que sus figuras son «groserísimas». S1güenza, op. cit., pág. 278.
38
3' Jean L'Hermite, Les passetemps de.... ed . Amberes, 1896, t. 11 , pág. 74. Dib . A. L. ~ayer, Dibl!jos originales de maestros espafioles, Leipzig, 1920; Sánchez Cantón,
31 Sigüenza, op. cit., págs. 400-401 . !fºs espanoles, Madnd, 1930. ·
36
Cfr. J . López Piñero, Ciencia y técnica en la sociedad española de los siglos XVI J 19 . : · Taylor, A rchitecture and Magic, Londres, 1967, traducción española en Traza y Baza,
XV//,Barcelona, 1979, págs. 274-278. La más amplia referencia a estas dependencias hecha en la épo- 77
lecad · J . Sánchez Cantón, La librería de Juan de Herrera, 1941 ; L. Cervera Vera, La biblio-
e Juan de Herrera, 1977.
104
105
aún se practicaba en las universidades y que en el Renacimiento aparecí
bastantes Jugares. a en
La oposición que Taylor realiza entre saber misticista y racionalist
es tan clara en el ambiente del monasterio, como nos muestran los pr a, _no
. , . L . ., opios
programas colecc10mst1cos. a adscnpc10n de Montano a la Fami/"1 d
· ·
A mor, secta m sp1_ra a. en ten encias pietistas y m1st1cas, nos ilumina sob el
d d · · · , · ª CAPÍTULO VII
un aspecto no rac10nahsta de su actividad... re
Específico de Sigüenza sería, pues, la idea de las Siete Artes Líber 1
como camu~o ·
- me' t od ~- para ¡¡eg~r de la F1losof1
· a es
,a a la Teología, verdade- Las colecciones de Felipe 11
ra protagonista del conjunto. T ambién de él y de su círculo preocupado
· ·
1~s 1enguas y l a mvest1gac1on · ' b' ·
, 1bhca, '
seria la inclusión de literatos por
y gramá- Junto a la colección de objetos científicos distribuida en las piezas de Ja
ticos; de Juan de Herrera, sena, probablemente la idea de la insistencia biblioteca, los intereses de Felipe 11 se centraban en el estudio de la natura-
los saberes científicos, herméticos y ocultistas. en leza. Ya hemos visto cómo, desde los tiempos de los Reyes Católicos, y aun
Recie~temente G. Kubler_ ha discutido igualmente las opiniones de Tay- con anterioridad , los animales formaban parte de l ambiente de algunos pa-
lor4º y ha mte rpretad o el sentido general de El Escorial desde el punto de vis- lacios; pero Jo que a fi nales del siglo xv podía considerarse como un elemen-
ta de la filos,of~a de s,an A~us~ín. Como decimos, desd e nuestro punto de vis- to de lujo y exotismo se convierte, cien años después, en motivo de reflexión
ta, lo más log1co sena atnbmr a Juan de Herrera sólo parte del programa· científica y en interés por las curiosidrides cien tíficas de la naturaleza.
se forma así uno_ de los más armoniosos conjuntos de las dos ramas del sabe; Sabemos que a El Escorial llegaron en 1575 unos huesos de ballena y que,
renacentista: la literatura humanística y la ciencia hermenéutica. Erasmo y Lu- años más tarde ( 1582-83) aparecieron un elefante y un rinoceronte; igualmen-
Iio serían Jos últimos inspiradores del programa. te, entre las cosas curiosas de la donación reg ia de 1587 aparece un «pellejo
Es obvio que en un programa medievalizante, han cuajado las contami- de animal que llaman armadillo, cubie rto tod o de conchas, que dizen ser ani-
nacio nes clásicas propias del Renacimiento y que, mientras del núcleo siste- mal de mar y tierra y que los ay en el Pirú» 1 • Pero lo que más nos interesa
rr_iatizad~r d~ las ci~ncias en el siglo XVI español no se han extirpado resqui- es llamar la atención so bre la importancia que Jos elementos naturalistas te-
c10_s _de c1enc1a medieval, los avances del nuevo ideal humanista ya se han ad- nían en la decoración del monasterio: ahora la importancia de A mérica es de-
qumdo. Con to?º•, ~ay que r esaltar que de las colecciones de El Escorial, y cisiva. U no de los libros más apreciados de la biblioteca laurentina es el rea-
los p rogra~as p~cto~1~os que la~ ~xpresan, no adquieren en ningún momento lizado por el d octor Francisco Hernández por encargo expreso de Felipe Il .
la coherencia «c1ent1f1ca» y «mag1ca» del studiolo de Francisco I de Medici En él se recogía «la histo ria de tod os los animales y plantas que se han po-
ni, obviamente, su sentido naturalista y alquímico. ' dido ver en las Indias Occidentales» 2 , explicados y dibuj ados en 15 tomos en
que se incluían «las mismas tallas, colores y vestidos de los homb res y los or-
natos de sus galas», así como «de qu antos diferencias de yervas avia, arboles
ortenses y mo ntanos, de las aves, culebras, sabandij as de generación y putre-
~acción conocidas, animales bravos, mansos, terrestres, marinos, monstruos,
1 de cosas admirables de la naturaleza, i ordinarias en aquellas regiones» J;
todo ello como producto de la exped ición re alizada por Hernández des-
de 1574 a 1577, y que constituye uno de los ex perimentos más avanzados en
el campo científico en el siglo XV I 4.
1
d ~igüenza, op. cit; Zarco, op. cit, pág. 310. Interesante al respecto la correspondencia ent re
d º"Cristóbal de Moura y Zayas, secretario de Felipe 11 sobre un rinoceronte llegado a Portugal
esie. la Ind ia: «el má s notable vicho y animal que jamás se ha visto», y que Rheven holler, e l
~~I aJador de Rod olfo 11 quería a toda costa para su señor. Este tipo de rarezas y exotismos se
c 1 izaban como medio d iplomático, pues Felipe 11 decide por fin regalarselo al Papa: «El Rino-
se~onte yrá a R oma porque a Ja verdad hemos mucho menester a su Sant idad como v. m. bien
ª e » A . G.S. Estado. 402, fols . 11 , 13, 23 y 27.
2
Po d Comprend ía, además de los 15 to mos, otros dos con el índ ice de las plantas y su corres-
" enc1a con las europeas, y otro de los ritos y costumbres de Jos ind ios .
3
4
Cfr. ~1güenza, op. cit., pág. 310
•o G. Kubler, La construcción del Escorial, Madrid , 1983. Perdida esta obra sólo nos q uedaría hoy. como pál id o reílejo, Ja Enciclopedia de His1oria

106 107
Lo~ temas ~e tipo naturalista o ge?gráfico no aparecían. sólo en los li-
bros, smo que mvaden las partes más importantes del palac10 escurialense
Así lo narra Cabrera de Córdoba al afirmar cómo de las láminas d e Hernán~
dez «se hizieron retratos i copias, i se pusieron en libros curiosos y preciosos
que oi conserva la librería de San Lorenzo, donde aun estan las mismas ye r~
vas so brepuestas en hojas de libros. I de los borradores i rasguños, o por me-
jor d ezir originales, en que se pintaron en los campos, se adornaron lienzos
de pintura, que estan en la galería i aposento de su Magestad en San Loren-
zo»5, para pasar a darnos la lista de animales de las r egiones orientales y me-
ridionales que se custodiaban en el batán de El Escorial entre los que había
rinocerontes, elefantes, adives, leones, onzas, guepardos, camellos, avestru-
ce~, zaidas y martinetes airones.
Felipe Il, rindiendo tributo a la moda de la época, plantea la Galería del
Rey como una auténtica galería de mapas, realizados por los mejores cos mó-
grafos y geógrafos del siglo XVI. En 1571 se reciben en el monasterio varios
libros importantes, entre ellos uno «De Cartas de muchas provincias», pero
no se rá hasta 1577 cuando empiece a realizarse la galería de los m apas: en
este año se entregan al monasterio una gran cantidad de cartas que compren-
dían la mayor parte de las provincias conocidas. Desde una carta general de
marear hasta mapas del P erú que comprendía «hasta el estrecho de Magalla-
nes y de otra parte toda la navegación de los Portugueses», y otros <~en forma
de águila, de estampa colorido», cuyo au tor fue Baptista Gicchardi no. Abraham Ortelius. P lanisferio del 711ea1ru111 orbis terrarum.
El alemán Christobal Pyramois era el autor de «una carta de Alemania
dirigida a la Rey na Maria», el matemático Gaspar Bopelio Medibach lo era
de una d e Europa con las armas imperiales y otra con parte de Alemania y en todo el mundo y se conseguía «excelente .entret.enimient? para caballer~s
otras provincias «con muchas armas de diversos estados», Nicolao Sophici- y príncipes de provecho, para que no padeciesen 1gnoranc1a de lo que ca a
nio de una descripció n de Grecia, J acobo Odebeyn de uno del país de Güel- día se trata en ellos» 7 . . . hemos
dres y otra de Frislandia, Arnaldo Nicolai de una parte de Inglaterra y los En 1574 es cuando se recibieron los paisajes flamencos a los q~e l l
confi nes de otras provincias, sin faltar algunas cartas de Mercator. .. 6. J u nto hecho referencia. Se trata de una primera entrega en la qu~ ~re~omi~:nezoe ~~
a los mapas, las vistas de ciudades ocupan un lugar no d espreciable, Y mento naturalista, aunque, en su m~yoría, so~ de tema btbhco. un uand o
en 1593 se reciben en El Escorial estampas coloreadas y sin colorear de Am- la historia de E lías y paisaje, «otro henzo ~e p~nturas de paysages _de.q . t
beres, Gante, M alin as, Brujas y d e «diferen tes regiones». la magdalena ungio a C hristo», seis con histonas de P!ofetas Y paisajes, sie e
Era en la Galería Real, y debajo de cuadros de paisajes flamencos, do nde lienzos «de pinturas de pays ages de historias de la vida humana», .~'tr~~b~~
se situaban estos mapas d e las provincias conocidas en número mayor a se- los que ya sólo se reseña el paisaje, etc. Estamos ante una .escenogra; za i ., In
senta; con ello se reforzaba la imagen de un rey co n importantes d ominios ca de tono predominantemente naturalista y ante una pnI!1~~a f~rmula~i~
de un tema tan del gusto del Barroco como es el de la rehg10~ s1lves~r~, e
Natural. de la biblioteca de la Universidad de Val encia, q ue Felipe Il regaló a Honorato P omar, todas maneras a veces aparecen obras que escapan al contenido rel~f10so,
botánico valenciano, manuscrito con 213 ilustraciones. Cfr. M., Gutiérrez del Caño, Man uscfl· como un «lien~o de paysage al olio en qu~ esta un ret~ato de un agui a na-
tos existentes en la biblioteca de la Universidad de Valencia. 2 vols .. Valencia. 1913. El mismo
Hernández e ntregó al rey semillas, plantas vivas y secas procedentes de su expedición. Cfr.
tural y estanislao enano a cavallo Y dos cnados su yos» · , d el
G., Somoli nos del Arco, Vida y obras de Francisco Hernández, México, 1960; recordemos tam· Con todo el mayor interés naturalista se centraba en la antecan:araf
bién que F elipe 11 encargó a Andrés Laguna la traducción del naturalista clásico Dioscóride 5 rey, donde se 'colocaron cuadros co n to da serie de ani males de las Indias, un-
Pedac io , obra impresa por Plantino e ilustrad a en un ejemplar para el rey; por otra parte. Arias
Montano fue uno de los promotores de los grupos naturalistas zevillanos, en los que introduJ0 - - · el mund o por s us parte~ Y
1 s· .. 't pa' g. 275. P ara Almela la galería «describe
la obra y la figura de C lusio. Cfr. López Piñero. op. cit. 1guenza, op. et ..
5 L. , Cabrera de Córdoba, Don Felipe Segundo, Rey de España, pág. 925. Provincias», op. cit., pág. 78.
8
6 Libros de entregas reales al monastero de El Escorial. Archivo de Palacio (A . P.). Cfr. zar· Libros de entregas ...
co, op. cit.
109
108
damentalmente aves y reptiles, al lado de dibujos y perspectivas de jardine otros animales al natural de Alberto Durero», junto a «Otra tablilla pequ~­
Y. «gran variedad ?e plantas y hierbas con ~aíces, hojas, frutos, flores, colo~ ~a donde está retratada media ala de una ave». Recordemos que el i:ad~e Si-
ndas al natural», junto a otras obras del mismo tema hechas, al decir de Si- üenza describe, ya en la propia cámara re~l, cómo el m~narca poseia, junto
güen~a, con ~rti~icio y aún engaño de la vista 9; a ello habrían de añadirse, y
debajo, los dibujos de Juan de Herrera con el proyecto del propio edificio
!naves»
dos bufetes de mármol hecho en las Indias, un pequeno cua_5'ro «de una~
En la entrega de 1572 todavía aparece una «tabla pequena donde esta
1 1.
Almela nos precisa el número de estas obras, ya que nos habla de «23 cua~ retratado un lirio en papel», aunque es e~ la entreg~ sexta, de 1593, en la que
dros de topologías y diferencias de aves y animales y hierbas frutales de las los temas de la naturaleza alcanzan un~ importancia mayor.
Indias, cosa peregrina y curiosamente procurada por su magestas» lo. En 1572 Se trata de una serie de cartones, pmtados por los dos lados, c?n asuntos
aparecen ya cuatro tablas con temas de paisajes y animales: la primera re- animalísticos: un ¡eón muerto, otro con una ave por una parte. Y. la otra unos
presenta «una ribera con boscajes y peñascos» y las tres siguientes son ya ple- turcos de blanco y negro, otro con un papagayo y dos catahmcas verdes y
namente naturalistas, pues figuraban «una ala de un abe», «un lirio al natu- oloradas, y en el resto imágenes de cabezas de leones al natural, de ternera,
ral», y «una zigarra». Un año antes el nombre de Durero aparece ya citado ~e lobo, camaleones, aves de las Indias, pájaros ver~es, cuatro cabezas de
en los documentos en unas «tablicas en que estan pintadas pescados y aves águila una abada retratada al natural. .. ; entre estos mismos cartones aparece
uno c~n «el Rey don Fernando y el Principe don Joan su hijo», Y.~entro ya
del mundo de las curiosidades, se relaciona un cartón con una <mma con un
lunar en el hojo» por un lado y S~n Antón .~n el otro 12 .
Los temas naturalistas aparecian tamb1en en los ornament~s usados en
las ceremonias religiosas: todavía hoy se conserva en El Esconal un~ capa
para administrar el viático mandada al rey .desde Go~, decora?a con figuras
de aves y temas vegetales, así como una mitra de obispo real~zada c.on plu-
mas de las Indias, fruto del gusto por el exotismo tan extendido a fm~~ del
siglo XVI 13, ya que, como afirmaba el padre Acost~, la.s, plumas de los pajaros
de la Nueva España «son estimadas y causan. admiracion» y ~on ellas pueden
hacerse incluso retratos, «que ninguna ventaja ha~en a los .pmtores de Espa-
ña... ; al Príncipe de España don Philippe - contmua- dio su maestro tres
estampas pequeñitas, como para .r~gistros de diu:no, hechas de pl~~a, Y su
alteza las mostró al Rey don Phihpe nuestro Senor su padre, y mirandolas
su Magestad dixo, que no avía visto en figuras tan pequeñas cosa de mayor
primor» 14 .
El Escorial también albergaba, como si de una Wunderkammer se trata-
ra, multitud de objetos extraños, curiosidades de la na~uraleza y ~rodu~tos
de origen ultramarino: algunas veces se trataba de donac10nes de obj e~o~ sim-
bólicos que se decoraban a la moda complicada y sofisticada del marnens~o,
como en el caso del cetro rico de la princesa de Portugal, «adornado de n eas
labores grabadas con buril» y que tenía «alrededor muchas cule?rillas_, ranas
Ylagartijas, galápagos y veneras sacadas al natural con otros amm~lejOS que
están entre unos ramilletes de diversas flores y colores ... », y que entro en 1570.
En obras como ésta se unía lo curioso natural con su alteración artificio-
sa, tal y como lo requería la mentalidd del momento, no dispuesta a di.stin-
guir con claridad lo natural de lo artificial. Y lo mismo sucedía con objetos
A. Du rero, Murciélago, Monaster io de El Escorial.
11
Op. cit., pág. 277.
12
13
Libros de entregas... . .
Cfr. D. , Heikamp, op. cit.; P., Junquera, «Ornamentos sagrados y rehcanos del Real Mo-
9 S igüenza , op. ci1., pág. 276. nasterio de San Lorenzo», Goya (1963), 56-57, págs. 180- 190.
'º Op. cil ., pág. 78. 14
J. , Acosta Gómez, Historia natural y moral de las Indias.

110 111
religiosos hechos con corales y otros productos de la naturaleza que más ade- . . d los Reyes la Santa Margarita o el Juicio.
lante estudiaremos. de la com~nidad~~~~~~~~:~an <lee la verdad~ra pasión ticianesca del rey ~e-
Otras veces la rareza y preciosidad del material se unía a una figuración ~u~t~~o~s~sS~nchez Coello había realizado copias de pinturas del venec1a-
de una naturaleza más o menos fantaseada. En 1575 se entrega a las colec- bp ' orno la Magdalena o el Noli me tangere. .
ciones del monasterio un basilisco hecho de cristal de roca con cuatro tur- no, ~· ·ano era el pintor más representado en la entrega, pero J~nto a él~ Y
quesas en el pie, cinco huevos de avestruz grandes, una sarta con 46 cuentas . ic~uestra de la diversidad de gustos del rey, aparecen las pnmeras. pm-
de ámbar, y una montaña «hecha de alcoob> con seis cucharas de plata blan- como del Bosco· el Nacimiento de Cristo, varias versio~es de Las Tentacion~s
ca, seis cuchillos labr?dos en or<? y un tenedor pequeño con u? g'.lncho talla-
do de coral, que habia pertenecido a Felipe II cuando era pnnc1pe. Y entre
~r~an Antón, .el Carro del Heno, al. «que tornan - dd1ce el do~ume~~f ben~
ue d n ue denota la vamdad tras que an a, Y encima
las curiosidades de la entrega de 1576 destacan una caja y un platillo reali-
zados en caparazón de tortuga, un caracol de hueso natural dorado y pinta-
~~~o;i;~:ae~~~ a~~el de la guarda», y la Tabla de los Siete Pecados Capitales.
do, un coco de la India asentado sobre ébano vasos de coco y de madera
torneada, un báculo cubierto de nácar, una mo~taña de Monsterrat de coral,
un ramo de cera verde con frutas «y un Calvario de lo mismo», un reloj con
signos y planetas, etc... ; y al año siguiente aparecen otros tres caracoles do-
rados, las inevitables piedras bezares e infinidad de vasos, copas, búcaros de
porcelana... a los que hay que añadir objetos americanos, multitud de escri-
torios e instrumentos musicales preciosos y otros de difícil clasificación, como
la «columna de mármol puesta en una caxa con el piedestal de piedra negra
con un titulo en -ella y encima del chapitel una calavera de marfil».
Aunque Carlos V había atesorado una importante cantidad de pintura~,
sus intereses y psicología no son todavía los del coleccionista y verdadero «afi-
cionado» que será su hijo Felipe. El gusto de este rey por la pintura señala
una verdadera inflexión en la historia del coleccionismo en España: estamos
ya ante el planteamiento del tema de la galería de pintura que sustituirá a la
idea de la cámara de maravillas.
En El Escorial, el rey reunió las principales piezas de carácter religioso
de su.colección. Ya en 15?6, sólo tres años después del comienzo de las .obras
escurialenses, aparecen pinturas en las entregas de bienes al monasteno; en
esta primera donación aparece ya la dicotomía de gustos entre los que se va
a debatir Felipe 11. Si por una parte el modelo clásico y manierista del R~­
nacimiento, representado. por la pintura italiana, adquiere una importan.c1a
capital, no hemos de olvidar que Flandes había ejercido una profunda im-
presión en el príncipe Felipe, que se refleja ba en todos los campos, y no sólo
en el de la pintura, de su mecenazgo artístico. y así, en 1566, junto a imág~­
nes de devoción, denominadas «de don Julio», aparecen un cuadro de David
y Goliat - seguramente el de ~iguel d e Coxcie, que procedía de las colec-
ciones de María de Hungría- , Junto a «otro quadrito de palo de evano.c?n
un Crucifijo ... en el qua! esta pintado San Juan Baptista de mano de Tu;:ia-
no». La donación de obras es mínima y había de ser para la sacristía de pres-
tado de las edificaciones que comenzaban. .
El Bosco, Mesa de los Siete Pecados Capitales, Madrid, Museo del Prado.
En J 571 vuelven a aparecer cuadros religiosos «para servicio de la Iglesia

---
la afición de Felipe por el Bosco es lo suficientemente conocida para qu~ ;e-
y Sacristía», junto a un retrato en pergamino de Tomás Moro y las ta blas
con temas naturalistas a las que ya nos hemos referido. La primera entr~ga cesite ser comentada 15, aunque, desde el punto de vista de formular una 1 ea
de verdadera importancia se produce e n 1574, cuando entran en la colecc1~n
obras maestras de Ticiano, como el Martirio de San Lorenzo, para la iglesia IS l., Mateo Gómez, El Bosco en España, Madrid , 1965; X. de, Salas, El Bosco en la lite-
112
113
del gusto artístico del monarca, habría que reflexionar la importancia que e
él tenían los primitivos jlamencos. Si del Bosco se realiza en El Escorial un11
lectura moralizante 16, y su mundo de seres extraños, extravagantes y mons~
truosos entra de lleno en el gusto de los príncipes del manierismo (recorde-
mos la importancia de los cuadros de Brueghel en la colección imperial de
Rodolfo II en Praga), la presencia de los flamencos en el monasterio de El
Escorial se basa en razones de tipo devocional, en las que una estética como
la del norte gozaba de mayores ventajas a los ojos de los españoles del si-
glo XVI. Los cuadros de la entrega de 1574, además de los paisajes fla mencos
de los que ya hemos hablado, comprendía obras de Coxcie - Descendimien-
to, Santa Cecilia-, el Cristo con la Virgen y San Juan de Van der Weyden
«que estava en el Bosque de Segovia» y procedía de la Cartuja de Bruselas'
un San Jerónimo de Patinir, las Tentaciones de San Antón -«las figu ras d~
mano de maestre Coyntin y el paisaje de maestre Joachim (Patinir)»- , otra
obra de Van der Weyden - La Quinta Angustia- , que perteneció a la reina
María, y una Última Cena de Vicente de Malinas.
En la entrega de 1575 domina más la cantidad que la calidad: era nece-
saria la decoración de un edificio de enormes proporciones y, naturalmente,
no era posible hacerlo sólo con obras de los mejores maestros. Felipe II dona
en estos momentos una gran cantidad de pinturas so bre hojas de cobre, los
lienzos c:on paisajes e historias de la Biblia, Nuevo Testamento y Hechos de
los Apóstoles que ya hemos mencionado y un enorme número de «imágenes
de estampa sobre tafetanes» de tema religioso. El mismo criterio parece pre-
sidir las entregas del año siguiente, donde, junto a pinturas de Navarrete el
Mudo, «que sirven en los altares del colegio», aparecen una gran cantidad de
estampas religiosas y multitud de pinturas al óleo y sobre tabla, difíciles de
identificar, pues no se especifica autor. De todas maneras sí podemos señalar
la presencia de obras maestras como el Cristo de Cellini, el cual «ymbio a su
Magestad el Duque de Florencia y a de servir a la piec;:a que se hiziese Ca-
pitulo ... » y de retratos de personajes como don Juan de Austria, de Pío V,
del cardenal Espinosa o del mismo Felipe II en medio relieve. Recordemos
que en 1584 se envía un retrato de cuerpo entero de Carlos V y 24 de los úl-
timos papas, y que en 1586 se envían los de fra y Luis Beltrán, Lulio, fray
Nicolás Factor, el filósofo Luis Boca de Hierro, Aristóteles, etc., todo ello
como precedente a los 390 retratos que desde Roma mandó Chacón con des-
tino a la biblioteca, a los que ya· nos hemos referido y que entraron en 1593 .
Los últimos años de la decoración escurialense, además de importantes
campañas y ciclos de pintura al fresco hechos por artistas del manierismo ita-
liano, contemplan la entrada de abundantes cuadros que acentúan el peso de
la estética de los Países Bajos en el gusto del rey. Continúan apareciendo Jos
cuadros de paisajes con escenas religiosas - que sirvieron para decorar, ade-
más de lo ya señalado, la celda del prior- y en 1584, junto a obras de esté-

ra/ura española, Barcelona, 1943; R. del, Arco, «Estimación española del Sosco en los siglos x v1
y XV II » , Revista de Ideas EstéJicas ( 1952), págs. 417-43 1. Armad ura de Carlos V, Madrid, Real Armería.
•• Sigüenza. op. cit., pág. 387.
115
114
años del siglo ~V I : un bodegón, «colgado en él d iversos m anxares, pintura
de flandes con paisaxes», o una cocina «co n alacenas pintura de fland eSll. De
igual manera, y ahora vía Lisboa, llegaba pintura flamenca antigua, como un
cuadro del Diluvio o la Coronación de espinas, de El Bosco, con diversos dis-
parates; a ello habría que añadir, en la misma línea de gusto prebarroco an-
tes indicada, la aparición de escenas de género, como aquella pintura de Flan-
des «con un hombre y una muger que esta comiendo en un bodegon y otra
muger que puso Ja comida y muchas cosas y aderezos de comer pintadas al
natural».
Todo ello es bie-n expresivo, no sólo del indudable gusto por Ja pintura
del rey, sino , sobre todo, de la complejidad y modernidad del mismo. Como
Rodo lfo 11 se rodeaba de figuraciones de láminas naturalistas; como él gus-
taba de Ja pintura de disparates - los libros de entregas nos hablan, además
de lo ya mencionado, de una pintura con un «frayle y un perro con un asno
que representan algunos dichosl>-, y, al igual que en la corte de Praga, d o n-
de Spranger pintaba alegorías de tipo científico, entre las pinturas de 1576
aparecen siete lienzos de Las Virtudes1 con paisajes, y otros siete, también
con paisajes, de Los Planetas. Además de la pluralidad de tendencias y géne-
ros que revela la colección escurialense surgen una serie de líneas estilísticas
y de gusto que son las que recorrerá la pintura española a lo largo de los pri-
meros años del siglo XVII.
Otros grandes personajes de la Corte poseían importantes colecciones que
incidían en el gusto manierista por rarezas y exotismos. Desde este punto de
Van der Weyden. El Descend imie nto, Madrid , M useo del P rad o . vista la que poseyó el heredero don Carlos puede constituir un excelente pa-
radigma de estos gustos: pinturas, antiguallas, joyas y rarezas, son sus capí-
tulos esenciales 11 .
tica litaAlianiza~te!,como el San L orenzo de Luqueto, el San Mauricio del Gre- Las pinturas constituyen el apartado más numeroso y en ellas predomi-
co,l av· nunc1ac10n S de Veronés ' e I N acimzento
· · d e los pastores de Tintoretto nan los retratos. No se trata únicamente de retratos de personajes reales, sino
0 ª trgen con a:zta ~4.n~ Y el Niño de Rafael de U rbino, predominan las de hombres sabios, corno Tomás Moro o Aristóteles, o de curiosidades como
~b~as d~ proc;denc_ia nord1ca: Cristo con la cruz a cuestas, de Guillermo Go- el «de un pajaro con una aleta que dice vogel heyne», el de una mujer bar-
r~~ ;;ir~ntor rances; ob ras de ~odrig? Flamenco, y gran cantidad de pintu- buda, el de un mico con una caña en la mano o el del enano del duque de
r gwsas .ª 1.as que se apostilla, «pintura flamenca». De 1593 son los 145 Alba, cuyo autor, la mayor parte de las veces, era el pintor Ortiz y el mismo
1.enzos de pai~aJes de Flandes que debieron enco ntrar acomodo en Ja men- Sánchez Coello. Junto a ello, era importante la colección de antiguallas, la
ci o~i~d :n g~le n a rea_~ aunque todavía entonces aparecen obras de Ticiano mayor parte bustos de mármol con figuraciones de emperadores o estatuas
g . ond el ~zno Y San Jorge, Cristo coronado de espinas- Palma de bronce enviadas al príncipe por el P apa; estas últimas eran figuraciones
- Bautismo e Cristo _ - , B assano - cnsto · y los peregrinos de Emaús- ' etc. de mujeres desnudas, aunque junto a ellas se relacionan una cabeza de mons-
P~r ° de este ano son gran parte de las o bras del Bosco de Ja cole~ción
1
escuna ense. Se trata de las pinturas compradas en la almoneda del rior
truo, un cabrón de bronce y 14 retratos de mármol de emperadores romanos,
de Carlos V y de F elipe II, o bra de Bonassone.
~ion Fer~ando e~presivas
de !oledo,. no sólo del gusto de la Corte pof este No sólo éste, sino otros artistas de la Corte trabajaron para el príncipe,
poEde pmtur~s, smo de similares preferencias en el mundo de la alta noble- due en s~ colección poseía relojes de extrañas formas - «un rrelox de facion
z~ '. n esta m1sm~ almoneda se compraro n o tros cuadros de autor no espe- e torrecilla con un mico encima»- , j uegos de ajedrez de nácar, alabastro o
cificado, pero de indudable procedencia nórdica: una Huida a E i 10 «con ~madera de colores que hizo Joan de Juni», y Jos consabidos objetos de Wun-
~~~~h:~oledas Y p~ysaxes», 9ui.zá la de Patinir del Prado, un s~:rifi~io de

--
á erkammer: bolas de jaspe, vasos y piezas de unicornio, camafeos, piedras
Y ~tra Huida ... , de s1m!lares características a la anterior y J·u nto a gatas, tallas de devoción de pluma, pomas de ámbar, de bálsamo, de men-
el'd
11 o,d re ferenc1as
h a bodegones ' c uyo na t ura ¡·1smo Y sentido
· inmediato
· · · de la rea-
17
1 a nos ablan de un nuevo gusto barroco que ya se plantea en los últimos A. G· S., C. M. C., l. ep. leg. 1050.

116 11 7
juí, piedras bezares, «una luna de cristal a manera de espejo que servía para
ver a su luz con más luz que la ordinaria», una «piedra grisolítica, con una
cosa que parece mosquito», huesos de gigante ... , etc.
Los palacios de Madrid y en to rn o a la Corte eran los lugares donde se
albergaba el resto de la colección regia que se configuraba como un cosmos
orgánico en el que se articulaban las ramas del saber que más interesaban a
fines del siglo XVI y las principales tendencias estéticas que definían el gusto
del momento.
Ya hemos señalado la importante colección de armas que poseyó Carlos y
y cómo el príncipe Felipe atesoraba un conjunto similar de los más variados
y costosos materiales. Pero las intenciones de Felipe 11 con ellas iban mucho
más allá que Ja idea de una mera recopilación: «Hase hazer - dice el rey en
un documento de 1562- una muy buena armería sobre las cavallerizas que
agora estan hechas para que se puedan traer a ella las armas que estan en
Valladolid, y poner las demas que aquí tiene su magestad» 1s. Es bien claro
que la organización de la armería en museo se debe a la preocupación de Fe-
lipe II, quien construyó, enfrente del Alcázar, un pabellón especial destinado
a caballerizas y armería. En este recinto no sólo fueron colocadas las piezas
de Carlos V y de su sucesor, sino que se trajeron otras de enorme valor his-
tórico, sentimental y simbólico que hasta el momento se encontraban en el
tesoro del alcázar de Segovia: las espadas del Cid -Colada y Tizona- y la
de San Fernando - Lobera-; igualmente se conservaban las armaduras de
Felipe el Hermoso, el estoque de ceremonia de los Reyes Católicos. el im pe-
rial de Carlos V y la magnífica espada de Felipe II, que fue realizada en 1552
por Desiderio Colman, \con las imágenes del Juicio de Paris, Hércules y
Yertumno.
Este era el museo de glorias militares de la dinastía: Carlos V dejó has-
ta 35 enseñas de todas clases, y allí aparecen los trofeos de Pavía, Tú nez,
Mühlberg y Lepanto. Y todavía hoy se conservan, calcinadas tras el incendio
que sufrió el conjunto en el siglo xvm, los rostros de unas armaduras japo-
nesas regaladas a Felipe II. Del interés con que el rey velaba por esta parte
de su colección es muy expresivo el codicilo de 1597 a su testamento, donde
se declara «que la Armería se entiende con todo lo que en ella se hallare, de
la misma manera que está puesto en su sala de Madrid y con los aderec;:os de
los caballos, tanto jaezas de la jineta, como guarniciones de la brida, cubier-
tas y lo demás que a entrambas sillas tocare que esté en el guardarnés» 19•
Conocemos .el inventario de la cámara del tesoro de Felipe 11, que se al-
bergaba en el Alcázar, y en el que junto a o bjetos de gran valor simbólico,
y que serán vinculados al patrimonio de la Corona, como la flor de lis con San Jerónimo. Plumeria siglo xv1, Viena, Museu m für Yolkerkunde.
el lignum crucis, la «cruz de oro en que están quatro piezas de la madera de
la vera cruz», o los unicornios, hacen su aparición los objetos científicos, como
las cartas de marear, los relojes, astrolabios, cuad rantes «y otros instrumen- tos de mathematicas». y si los primeros se situaban en un camarín ad ho~,
estos últimos se situaban en lugares determinados del Alcázar, como~\ cubi-
llo y la torre dorada, encargándose de su. cus.t.odia a J ean L'H erm~tte: . de
1s A. G. S., C. y S. R. , leg. 247, fol. 38. e.sta manera se conseguía la requerida orgamzac1on acorde con el peculiar sen-
19 Testamento de Felipe ll, ed . M adrid, 1982, págs. 87-89. tido coleccionístico del momento.
118 11 9
La colección de aparatos científicos del Alcázar es, sin duda, una de . F !" ll ra un apasionado coleccionista de
las más importantes del conjunto, ya que el inventario de la misma rela- . Pero, como1 · yaal hemos
que el dicho, e_1pde e Eel Escorial ' los conjuntos
monasterio . del Alcá-
pmturas, y a igu b 1 , 1 o de lo que había de convertirse a lo 1argo
ciona nada menos que 104 piezas, entre las que se encontraban relojes de zar y El Pardo alberga an_e nuc ~ . de los reyes de España.
del siglo XVII en _las col~cc1~::~ ~~:~~~~:~an algunos de los principales teso-
formas muy variadas, como aquél que era <mn elefante que parece de latón
En el guardajoyas, on b el más importante conju~to de pmturas del
dorado con un castillo dorado encima, esmaltado de verde, azul y rojo, y
por remate un Cupido y la diosa Venus y dentro del un reloj con sus mues- ros de la Corona, se al,berga a una enorme galería de retratos. No nos
Alcázar, que comprend1~¡ s~bre r~~~ºcon la típica galería de hombre~ il~stres,
tras por defuera», a los que habría que añadir los de Juanelo, que se co-
e?contramos, com~ e~, d s~~ di~astía y de la familia real, cuyas ¡~~genes
locaron en la Torre Dorada y quedaron a cargo de Pedro del Hierro, la
aparición de autómatas unidos a estos mecanismos de relojería 20, y la de smo ante _u na exa tacwn e_ . artistas del momento, como T1ciano y
sofisticadísimos
ca lúdica 21. instrumentos vinculados a lo que se ha denominado mecáni- estaban pmtadas por los prm~1pale~antes o no es pecificad os. La galería con-
Antonio Moro, y ot~os menos impor 1 Carlos V con un perro, de Ticiano,
Esta cámara del tesoro de Felipe 11 era una verdadera Wunderkammer taba con piezas tan importanvtes ~o~olede Portugal, que conocemos a través
en la que aparecían también antigüedades, medallas, camafeos, instrumentos o el retrato doble 1e Carlos e sa e
de música y curiosidades del tipo de ((Un gallo de las Indias de cristal... la-
brad o todo de hombres y animales al brutesco», o una figura pequeña de hom- de una copia de Rubenbs. . ortante colección de pintura mitológica que,
Junto a ellos caiga a una imp día a la perfección con las obras
bre <<de piedra de mina con una espada en la mano ... ». Nos encontramos ante junto a la que existía ~n El P_ardo, co:respon ieza del guardajoyas sólo se nos
religi_osas de El Escorial. y s~ e~:s p~:.1e:~e1'gunda se desplegaba un tratado
la culminación de un sentido coleccionístico que hemos denominado eclécti-
relac10na ~n R~p~o de Gamme '
co: las piedras precisas, los objetos exóticos, como escritorios chinos, los de
ú iter, de Correggio, Marte, Marte y
laca roja y negra, las cajas de este mismo material, las sillas de la India, las
piezas de pasta verde, las cucharas y tenedores de oro, ágata y c·ristal, las pie-
J,
de mitologia: Jupzter Y V~nus, Leda J 'P Baca Hércules y Cupido, Venus
Venus, Proserpina y Pluton, Baco,ó enus y adro 'atribuido al Bosco y otros
y Cupido, et~., jun o l d Unfilósofo o el de Cuatro mujeres ve;zec~a­
dras negras, bezares, de vicuña, de taruga, de venado, cuernos de rinoceron- . · t a un bodeg n un cu .
te, como el que le regaló el marqués de Denia, cuernos de bada, ramos de
más mdetermmados, como .e . e . t as de devoción 22 donde habia p1e-
coral, uñas de tigre, cuernos pardos, negros, dientes de pescado, cabezas y co- nas. A ello habría que añadir c1ert~s_p~~ u~e Van der Weyden erróneamente
zas tan importantes com~ La c~ucif¡~;un;as más atribuidas al Bosco, un Des-
las de lo mismo, pedazos de terra sigillata o de «palo de culebra, contra pon90-
atribuida a Dure~o, reta os y os p1e dis arates ... que significan los s~ete pe-
ña», colmillos de jabalíes, de caballo marino, los bálsamos de Ja India, el men-
cendimiento al Limbo y und\~ª?Ia «df egcfs»" todo lo cual sin olvidar pinturas
juí... forman el complejo apartado de los <<naturalia» exóticos, de los «lusus
naturae»
glo X VI.
habituales a la mentalidad científica y esotérica de fines del si- cados capitales con unos e 1 ic10D sy u , aturalista - Un gallo- o sim-
de tema exótico, como una de os tu~co~, n
plemente geográ ico, como ~1s
Junto a ello los inventarios realizados en tiempo de Felipe III nos hablan f. · tas de paisajes y mapas.
de millares de objetos suntuarios realizados en plata, muchas veces elementos
t" ba con la colección de retratos, aun-
La pieza de la contaduna con mua oral como Las alegorías de la vida,
que también a~are,cí~n obras d~J~~a/i~o d; Tántalo 0 el Juicio de Paris, o
de vajillas, pero que adquirían, por lo general, formas exóticas -<mna pieza
de Baldung, m1tolo~1co, com~ ~ . de los 66 cuadros que colgaban de
de plata de hechura de caracol, que tiene una bola redonda prolongada y un
caño largo con cinco roscas de todo tipo»-, o simplemente caprichosas descriptivo. y lo mismo podna1!1os ec~~za junto a vistas y descripciones de
la cámara del tesoro, en cuya pnmera p1 ~ ralistas exóticos, tan del gusto
- «león de plata en pie puesto sobre un pie y basa .. . la cola vuelve hacia lo
alto y es una cañuto que sirve de bebedero»; y los inevitables objetos venidos ciudades y batallas, aparecen los tem;s ~~c~l al ollio de dos animales que
de las Indias como un ((animal a manera de gato» de piedra jaspeada donde del rey, como aqu~llos «dos retratos t e/~os» , De tod~s maneras en la pieza
Jos indios molían sus agrios y salsas, vasijas rituales, ramos de plumas de pa- vinieron de la Ynd1a, con c,u ernos re 0 ~ 1. . · n sobre todo, retratos
segunda predomina ya el gener~ rttr~t1st~~~~:~~r~es~n' Luis de Hungría, de
pagayos, vestidos de los indios, y zapatos de mujer chinos, figurillas de marfil
de la misma procedencia, seis caracolas de nácar, un caracol grande de la In-
dia, etc. de nobles -aunqu~ h.ay que sena ar a
Ticiano- y de cunos1dades como una anza,
b
del Bosco retratos de un pá-
, -
jaro de Malinas o los dos del mico del comendador de Ocana.
zo R. , Beer, «Invent aren aus dem Archivo del Palacio Zu Madrid», Jahrbuch Kunsrsamm lun-
gen ...
21 , Viena, 14 (1 893), págs. 1-LXXX, 19 ( 1898), págs. CX VJJ-CLXXVJJ. . . ar11sllco
. . d e tres s1g
. Ios p or
22 Cfr p de Madrazo, Vta¡e d las ncolecciones
el Archivodedelos
Pa reyes de Es-
lacio fueron
Del cuid ad o con que Felipe JI cuid aba su colecció n de relojes es bien expresivo el d ocu- · · ' · · d Felipe 11 conserva os e .
Pafia, Barcelona
publicados , 1884;
por F. los inventan
J .. S ánchez. ? eln venran.os Reales. bienes muebles que perrenec1eron a
Canton,
mento por el que Patricio Cajés es ordenado de ir al Pardo a ver la pint ura que de unos relojes
hizo el flamenco Ranier. La tasa en 1586 fue hecha por Herrera, A. P., leg. 43-11. Felipe 1/, Mad rid . 1956-1959, 2 vols.
1 20
1 21
Las ·curiosidades y pintura de rarezas aparecían en la pieza tercéra, don-
de predominaban las obras del Bosco: San Martín (hasta tres versiones), Un
elefante y San Antonio, todos «Con muchos disparates», al lado de retratos
de «Una baquilla negra, que vino de la India», una avutarda, retratos de dos
niños, «que nacieron juntos, trabados por las barrigas. de dos en dos», y los
consabidos retratos. Similar programa aparecía en las dos últimas piezas: en
la cuarta había otro Bosco, «en que esta pintada una bruja desenvolviendo
una criatura» y «tres lienzos de pintura al temple, sobre lienzo muy delgado,
puesto sobre papel, de aves, al natural, de la China y algu nos árboles». Re-
tratos, mitología -Neptuno-, curiosidades y exotismos volvían a aparecer
en la sala quinta, y junto al Retrato ecuestre de Carlos V y la Alegoría de la
batalla de Lepanto, obras de Ticiano, se colgaban cuadros alegóricos como
el de Justo Tilems . el de la Alegoría de la Iglesia romana, Jos escudos de los
caballeros que intervinieron en la batalla de San Quintín, retratos de anima-
les, «Un lienzo de brujas reunidas», y varios cuadros, hasta número de 17 con
pinturas de los incas «y otras cosas del Perú», que trajo el vi rrey don Fran-
cisco de Toledo, al lado de cuatro lienzos de las genealogías de los reyes in-
caicos. Recordemos que además el inventario describe, sin mención de lugar,
una enorme colección de mapas y cartas de marear.
T an abigarrada mezcla de temas, géneros, procedencias y estilos no nos
debe sorprender después de lo que llP".'..•
' 110s dicho acerca del coleccionismo
ecléctico. Pues éste no se denomina así sólo a causa de una mezcla de objetos
heteróclitos, de carácter más o menos artístico, con libros, armas y pinturas,
sino por el distinto, y aun opuesto contenido de las mismas. Ya Madrazo ha-
bía resaltado lo complejo de los gustos del rey cuando afirmaba que éste «no
profesaba un mezquino exclusivismo: lo mismo celebraba el ingenuo y fogo-
so naturalismo de Ticiano, que el detenido de las obras de Miguel Coxcie»,
pero hemos de indicar nosotros que con ello Felipe no hacía sino seguir la
moda predominante en la Europa de fines del siglo XVI. De esta manera no
nos ha de extrañar la protección que el rey otorga a un pintor como Coxcie,
maestro en contrahacer obras célebres de los pintores flamencos y él mismo
definidor de un peculiar manierismo nórdico 23, ni que, al igual que hemos se-
ñalado en el campo de los objetos, los principales príncipes de Europa le ob-
sequiaran con pinturas. Así resulta de la abundante correspondencia diplo-
mática existente en Simancas y que en parte recogió el mismo Madrazo; éste
nos indica cómo Francisco de Medici fue el que probablemente le envió la
Virgen con el Niño Jesús, de Vasari, Giovanni Riccio, cardenal de Monte-
pulciano, junto a un a serie de bustos de emperadores, le envió la pintura del
Milagro de la resurrección de la hija del Archisinagogo. Jerónimo Lippoma-
no «Se vio políticamente constreñido a regalar a Felipe ll un buen cuadro de
San Jerónimo penitente, del Ticiano» 24 , en una acció n que preludia las simi-
lares de su sucesor Felipe IV en el siglo siguiente.

23
J ., Ollero, «Miguel Coxcie y su obra en España», Archivo Espa1iol de Arle (1975), pági-
Ha ns Baldung, Las tres edades y la muerte. Madnd. Museo del Prado. nas 165 y ss.
24
P . de, Madrazo, op. cit., pág. 70.
122
123
Los demás palacios del rey apenas albergaban objetos de interés artístico
en apreciable cantidad, aunque de la capilla de Aranjuez colgaba La Anun-
ciación - hoy perdida- , de Ticiano; igualmente sabemos que, procedente de
Malinas, estuvo en el bosque de Segovia la Crucifixión, de Van der Weyden
que acabaría, como vimos, en El Escorial. '
Con todo, en el palacio de El Pardo se albergaban algunas de las obras
maestras de la colección real. Son las «poesías» de Ticiano, hechas para Fe-
lipe 11. La Dánae, Venus y Adonis, Diana y Acteón, Diana y Calixto y El
rapto de Europa, cuya temática, de carácter predominantemente naturalista,
es la más adecuada para el lugar donde se destinan. Inspiradas en Las meta-
morfosis, de Ovidio, son una buena prueba del grado de cultura y sentido pro-
fano de la vida a que se había llegado en la corte del rey Felipe, y constitu-
yen, como ha señalado Wethey, la principal ocupación del pintor en los úl-
timos años de su vida, cuando flaquean los encargos retratísticos de la Casa
Real española y predominan los de temas religiosos y profanos.
Ya en 1564 el palacio de El Pardo albergaba objetos y pinturas de cierto
interés: del inventario realizado aquel año, destaca, además de la copia de
Coxcie del Descendimiento, de Van der Weyden, una galería de retratos que
formaban la base de la colección, junto a un conjunto de vidrios de Venecia
y de Barcelona. La mezcla de géneros y de artistas es la acostumbrada en los
palacios filipinos, ya que, junto a los retratos, aparecen las vistas de ciudades
y edificios, las imágenes de curiosidades de la naturaleza - muchacha crespa, Ticiano, Danae, Madrid . Museo del Prado.
muchacha barbuda-, alegorías, los temas mitológicos - ya estaba La Dánae
ticianesca-, los históricos y ciertas obras del Bosco 25.
Casi veinte años después, en 1582, Argote de Molina precisa el contenido .
1
1 ITªde~:~ , ·unto a los retratos del Enano Es-
de la colección26. En Ja primera sala del palacio presidía el magnífico Ticiano roi~o, ya que por d~baJodde;: y,~adrid, Londres y Nápoles, están
Júpiter y Antíope, al que acompañaban los cuadros de las muchachas ya men- tamslao y cuatro vistas e a .ª ' dor Carlos V nues-
cionados, obras de Antonio Moro, a las que «sigue otra tabla del mismo «ocho tablas . de pintura de ~as Jdornadas q~~ ;~:~p;;ª1a Barbalonga, fla-
Moro, Retrato de un Folletero de Flandes, que con gran barriga, estraño ros- tro señor, hizo en Alemama, e mano
tro y villanisimo vestido, haze un maravilloso personaje, con los instrumen- meneo». F l' e ll deJ·ó a su muerte un importante conjunto, no
tos de su oficio, y una vieja y una hermosa que le llevan aderec;:ar sus ... ». Del De esta manera, e ip M d 'd una impresionante
Bosco había en esta primera sala ocho tablas, una «de un estraño muchacho sólo de palacios y residencias dreales en. tornt~~bié~ ~n iesoro de instrumen-
que nascio en Alemania», y las otras con el tema de Las tentaciones de San colección de pinturas Y obras e _arte, smo, , ' ente or anizada
Antonio; completaban la decoración una vista de Fontainebleau y los cua-
tos científicos, de piezas naturalistas, una armena plerfepctam R;ma Por
. . d' angonarse a la de os apas en ·
dros de las fiestas de Binche. y una biblioteca, que po ia P~~ . . nes testamentarias tiendan a facilitar
El corredor, decorado con las vistas de Zelanda de Antonio de las Viñas ello no es de extranar. q~e sus isposbi~io herederos e inclusive a vin-
(Antonio van Vingaerde), daba paso a una habitación con una pintura de al máximo la transmision de estos ienes a sus ' d .
caza del duque Carlos de Borgoña y a otras de estuco con pinturas de pers- cular inalienablemente .ª la Coro!1a la.s pie~as ;~ndqa~ee~~~~:;e~~cri:rdeª1~~
1 Fl r de l.,is 0 los seis umcormos , o
pectivas, desde donde se acudía a la sala real, en la que se situaba el núcleo
de la colección: 45 , realizados por Ticiano ( 18), Antonio Moro ( 15), Sánche7 ~:~, ;e~~eºy ~rasl~dadas a Valladolid a su m¡.erte apare~~~~ J'!e;;:tsa h;~~:Jae~
Coello (10) y Maestre Luca (2). Nos encontramos, pues, ante otra galería de la India, sartas de ámbar, «cocos de l~ In. ta g~arneci . « ara la sa-
personajes reg ios y notables, situados ahora en un contexto claramente he- blanca», piedras bezares, piedras del ª1~duila, dt~er:nyt~~f~~~~~~sd/la Ind ia o
lud» cuernos de abada «labrados Y pu 1 os», se a
'
25 F. J ., Sánchez Cantón , «El primer inventario del palacio del P ardo, 1564», A. E. A. A ..
X (1934), págs. 69-75. 27 Testam ento de Felipe //, ed . cit., cláusulas 16, 41 , 43, 44.
26 G .. Argot e de M olina. Discurso sobre el libro de la montería. 1582. fols . 15 a 22 v.

125
124
diferentes «brincos de porcelana, caxas, bandejas y otros barros de la
yndia»2s; y, ya en el codicilo, dispone la correcta transmisión de varios de
sus relicarios, de las pinturas de su alcoba en El Escorial y de las trazas y
' Plodelos de los edificios de las Casa Reales29. De esta manera se habían sen-
tado las bases para el desarrollo de las colecciones artísticas de la Corona de
España.

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Unicor~ ios del Duque d e Mantua y de Scgismundo


de Polonia, A ldobrandi, De quadripedibus solipedihus.
Bolon ia. 1639.
----
M 28 Relación de joyas dejadas por Felipe 11 a su muerte que fueron a Valladolid, B. N. M ..

ss., 9373, fols. 2 17-218.


29
Codicilo.. ., cláusulas 6, 8, 9, 12, 13.

127
126
C APÍTULO VIII

La fascinación de América
El impacto producido en el siglo XVI por el descubrimiento de América
se traduce en un interés renovado por los animales exóticos. Y esto hay que

Encuent ro de Cortés con M octezuma, en Ba rtolomé de las Casas, Brevísima relación de la des-
trucción dP la India.

129
enmarcarlo dentro de la curiosidad general que despertaba tod o lo relacio-
nado con las nuevas tierras, más que en la voluntad de crear u~ marco sun- ~EL ARMADILLO.
tuoso para el desarrollo de la vida, propio del otoño medieval. Este era el in-
terés que despertaban los papagayos y loros de las Indias que poseía el in-
quisidor sevillano Gaseó 1, la «cervicabra» que había en casa del Arcediano
de Niebla, cuya muerte esperaba ansioso Monardes para comprobar si se tra-
taba del animal que producía la piedra bezar 2 , el armadillo que poseía en su
museo Argote de MolinaJ, o la iguana que Fernández de Oviedo quiso en-
viar viva a Europa y que falleció durante la navegación 4 .
Los papagayos y los monos fueron las es pecies más populares de las pro-
cedentes del Nuevo Mundo; volvían acompañando a todo indiano, y en
España podían encontrarse prácticamente en cualquier casa: su presencia
era tan frecuente que incluso Rubens, cuando efectúa en Madrid la copia
del Adán y Eva, de Ticiano , incluye en el cuadro uno de estos papa-
gayos.
El mismo interés despiertan las plantas y hombres del Nuevo Mundo, que
eran exhibidos como curiosidades. Navagero, que vio en Sevilla «algunos jó-
venes de aquellas tierras vestidos a su usanza, medio desnudos y sólo con una
especie de j uboncillo o enagüetas», nos informa de la existencia de un «criado
negro con pintas blancas» que ha bía en la casa de la duquesa de Medina
Sidonia.
El interés por la novedad como categoría y la concepción de la curiosidad
como deseo de conocer cosas nunca sabidas están en el origen de esta fasci-
nación por el mundo americano, y que tan gran impacto había de causar en
el mundo de las coleccio nes. América constituía la gran aventura intelectual
para el ho mbre del siglo XVI, ante la que éste sentía esa fascinación por lo
maravilloso que los europeos habían situado siempre en los confines del mun-
do conocido. Pero la propia realidad del proceso colonizador, con sus pro-
blemas inmediatos de tipo práctico hicieron senti;· pronto a misioneros y fun-
cio narios que era necesario comprender las tradiciones y las costumbres de
aquellas gentes de una forma precisa; esta necesidad dio origen a muchas y
distintas clases de investigaciones. Unas indiscriminadas, como las de Fer-

1 K., Wagner, «Letras y otras aficiones del inquisidor Andrés GascóJ>, B. R. A. H .. CLXXVI
( 1979), págs. 154 y SS.
2 N., Monardes, Dos libros, el uno que trata de todas las cosas que traen de Nuestas Indias
Occidentales, que sirven al uso de la Medicina, y, el otro, que trata de la piedra bezoar.... Sevi-
lla, 1569, pág. 97.
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-:•

3 Reproducido por M onardes en su edición de Sevilla , 1584, fol. 8 1.


4 Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, Madrid, 1959, pág. 35.

Otros testimonios muy significativos de la importancia que adquirió el comercio de animales vi-
vos americanos nos lo proporciona el navegante veneciano A lvise da Mosto, al referirse al alto
precio que alcanzaban en Madrid estos animales, y la reglamentación d e los aranceles para co-
brar alcabalas en Madrid en 1598, sobre la venta de «paxaros en jaula y fuera de ellas, monas
e gatos d e Yndias». Cfr. A., Alvar, La llegada de la corte a Madrid en 1561 (Memoria de Licen-
ciatura inédita). Alfredo Alvar nos facilitó otro interesante documento (A . G. S.) en el q ue se
detalla pormenorizadamente el origen de las mercaderías que llegaban a Ja Corte; aunque en él
no se especifica el origen americano de los productos, sí da interesantes noticias de cómo se im- Armadillo, . Monardes, Libro d.e Jas cosas c¡ue se traen
portaban los objetos curiosos existentes en las colecciones y gabinetes de maravillas. de nuestras Indias occidentales, Sevilla, 1569.

130 131
nández de O viedo , que reclama expresamente el modelo de Plinio, y otras mu.
cho más rigurosas y científicas, como las del jesuita José Acosta, las del mé-
dico sevillano Nicolás Monardes, o la llevada a cabo por el doctor Francisco
Hernánd ez. Sin embargo, la mayo r parte de estos trabajos tuvieron un papel
muy limitado en la configuración de la imagen del Nuevo Mundo en niveles
generales, porque casi en su totalidad permanecieron inéditos hasta fechas
muy tardías por distintos motivos, q ue iban desde la política editorial, hasta
una concepción muy rigurosa de los secretos de estado.
La curiosidad generalizada por el tema americano originó un doble afán
co leccionista: un coleccionismo de «hechos», que se alineaban en los estantes
de las bibliotecas, encerrados en cosmografías y libros de relatos y descrip-
ciones del Nuevo Mundo, y un coleccionismo de objetos exóticos, tanto na-
turales como artificiales -animales, cocos, ídolos, piedras más o menos pre-
ciosas ... - que se acumulaban en los museos, e incluso entre los objetos de
uso común. Así sucedía con los cocos guarnecidos de plata utilizados como
jícaras para chocolate, las ollicas de totuma, los rosarios de cocos; se trataba
de objetos que no faltaban j amás en ningú n inve ntario durante los dos siglos
posteriores al descubrimiento 5 • Y eso sin contar los productos ya europeizan-
tes hechos en la pro pia América, entre los que merecen consideración aparte
los cuadros, ornamentos sagrados, etc., hechos con la técnica del arte pluma-
ria, también frecuentes en las colecciones particulares, como la de doña Ma-
ría de Aragón, que poseía «una imagen de nuestra señora hecha de pluma de
la India» o la del almirante de Castilla, que tenía en su inventario varios ob-
jetos denominados como «plumajes» 6. Record emos cómo en el Museo de
América de Madrid se conserva un tríptico de plumería con la adoración de
los Magos, y que en distintos museos de Europa quedan ornamentos litúrgi-
cos con las armas de don Pedro de la Gasea, regalo probablemente de su ami-
go Vasco de Quiroga7.
El interés que despertaba el Nuevo Mundo y la sed de imágenes del mis-
mo que sentía n los españo les no podía saciarse co n tan poca cosa. En los in-
ve ntarios de los siglos XV I y XVII no es infrecuente encontrar cuadros, tap ices
y figurillas de oro y plata represe ntando paisajes, hombres y animales de las
Indias. El conde Alba de Liste p_o seía en 1562 una tapicería con «cuatr<? pa-
ños de indios», y don Pedro Gó mez de Quevedo en 15 86 «un lienzo con in-
dios». También aparecen representados habitantes del Nuevo Mundo en obras
menores y de orfebrería, como la cuchara de las Indias con una mujer indí-

l Juan Luis Vives, en El Con vile. se refiere a este tipo de objetos, Obras Completas, Ma-
drid , 1948, L. JI, pág. 934. Todavía en 1677 don Fernando de Valenzuela poseía en su colección
infi nidad de objetos americanos, C. O.D.0 .1.N. De igua l manera eran muy frecuent es los ma-
pas y descri pciones de A mérica que colgaban de las colecciones particulares: Francisco de Mora.
A . H. P. M ., prot. 24.846; Francisco Hurtado de Mend oza, prot. 1.238; duque de Med inacell.
pro t. 939; marquesa de Velada, pro L. 1.8 1O; García Álvarez de Toledo, pro t. 1.238; marqué> de
los Vélez, prot. 992.
6 A . H. P. M .. prot. 1578; A . H. N .. Consejos 7022.
1 Cfr . F., Esteve Barba, Cultura Virreinal, Barcelona, 1965, pág. 262; R., Landa, Vasco de
Quiroga, México-Barcelona, 1965, pág. 287. Máscara de jade, Florencia, Museo degli Argenti.

132 133
na y"su hija, que poseía el conde de Priego, o el indio en un toro esmal-
tado propiedad de don Antonio de Padilla s. Por su parte Bennassar docu-
inenta la existencia en las colecciones vallisoletanas de varios cuadros con pai-
sajes de las Indias 9 •
Más numerosas son las representaciones de animales exóticos'º · Don D ie-
go Hurtado d ~ Mendoza tení~ en su poder «un papel en que es~án pintados
al olio dos paJa ros de las Indias», Juan Ferná ndez, que fue regidor en Ma-
drid, poseía «doce tablicas de Paxaros de la Yndia» y el conde de Ficallo, te-
nía otro cuadro con monos y papagayos 11 • De igual manera, el inquisidor Gas-
eó, que poseía numerosos pájaros del Nuevo Mundo en sus jaulas, tenía un
pájaro y un ánade americanos de madera. Y este tipo de representaciones era
111uy frecuente en joyas y obras de orfebrería, en las que el componente exó-
tico se diluye en el valor material de la obra 12 .
De igual manera, y entre los objetos que se reseñan en la testamentaría
real de Felipe 11, los procedentes de América ocupan un no desdeñable lugar.
Dejando aparte la multitud de piedras preciosas y perlas de las que no se es-
pecifica su origen, los documentos nos. hablan, por ejemplo, de «un estribo
de oro, engastado en diamantes y hecho en la India», de <<Una piedra de jaspe
pequeña en redondo» con un papagayo «de bulto sobre un ramo hecho de la
misma piedra», o «cinco verenjenas de madera de las Indias» 13. Recordemos
también que en el inventario de las cosas de oro y plata del todavía príncipe
Felipe, realizado en 1541 entre las «cosas extraord inarias» aparecía un espej o
de las Indias en fo rma de cabeza de perrillo, una «redecilla pequeña de las
Indias que rreluzía como plumas de pavo» y un «caxcabel de las Indias, que
haze un sonido suave» 14, con lo que se configura, también en la Corte, un
gusto por los temas naturalistas y exóticos muy unidos a la fascinación
americana.
Habría que señalar también el interés de los coleccionistas de este mo-
mento por los productos y objetos orientales. Y si el príncipe de Esquilache

8 A. H. P. M., prot. 157, 1.408, 759 y 227-1. Los primeros cuadros en los q ue se narra la
epopeya americana no aparecen hasta finales del siglo xv11; entre las más antiguas se encuentran
la serie de 24 tablas de la Conquista de Méjico, de Miguel González, de 1698. Co n a nteriori-
dad a estas fechas aparecen retratos de Cortés en la colección de Isabel Nevares (1598,
A. H. P. M., p ro t. 181 O), en la de Antonio Pérez (prot. 989) y en la de don J uan de Borj a
(vide infra).
9
B., Bennassar, Valladolid au siecle d 'or. París. 1967. pág. 108.
°
1
Cfr. N., D acos, op. cit.; D., Heikamp, «Les Medicis et le Nouveau Monde», L'oeiJ, 144
0966), págs. 16-50; L., Berti, op. cit.
11 A. H. P. M ., prot. 494. 2.678, 933.
12
Por no hacer interminable la lista, señalaremos, sólo a modo de ej emplo, las dos arraca-
das de oro con pelícanos de doña María de Mendoza (prot. 305), los papagayos de plata y o ro
del duque del Infantado (prot. 1. 185), la s joyas con papagayos de doña Felipa Grimald o
(prot. 1.371), los pelícanos de oro del doctor Vera (prot. 505), el brinco de oro co n un papagayo
del d octor F rancisco Díaz (prot. 972), el papagayo esmaltado en oro con una esmeralda y un
rubí y el pelícano de oro con perlas de doña J usepa Villarnor (prot. 1628) o los dos papagayos
de oro del marqués de los Vélez (prot. 992).
Copa de coco, plata y esmaltes (siglo xv1). Viena. l3 Libros de entregas ...
14
Kunst historisches M useu m. A . G. S.. C. y S. R .. leg. 36.
13 4
135
tenía una imp_ortante colección de objetos americanos, sus escaparates in-
cluían varios «indios bonzos» en figurillas de porcelana, un palanquín de la
China, una porcelana de Bengala, jade chino y varias cajitas, algunas en «for-
JJlª de león», procedentes de la India 1s; distintos miembros de la aristocracia
J]ladrileña de los siglos XVI y XVII guarda ban en sus colecciones objetos muy
similares 16 •
Una situación de ambigüedad, semejante a la que señalábamos antes en-
tre el valor material del objeto y su interés exótico, se produce respecto a la
valoración de los ídolos precolombinos. En este sentido son clarificadores los
inventarios de don Diego Hurtado de Mendoza 17; tanto en el inventario de
los bienes encontrados en su casa a su muerte, como entre los que se encon-
traban depositados en casa de Jacometrezo, aparecen, junto a otras piezas de
oro y camafeos, numerosos ídolos de oro precolombinos. Más ídolos encon-
tramos entre las antigüedades del conde de Guimerá is y en las colecciones
del príncipe de Esquilache y de Vincencio J uan de Lastanosa, ya a mediados
del siglo XVII.
Varias eran las razones que despertaban el interés acerca de este tipo de
objetos. P or su parte, el siglo XVI había comenzado a estudiar las religiones
exóticas y los mitógrafos habían comenzado a incluir, como en el caso de Car-
tari, divinidades ajenas al mundo clásico en sus repertorios; por otra, estos
ídolos representaban una inapreciable muestra de las fases naturales más pri-
mitivas de la humanidad, y como señala Heik amp, las teorías evolucionistas
expuestas por Vitruvio en su segundo libro, justificaban la inclusión de más-
caras e ídolos primitivos en los jardines de tipo «rústico»: se formaba así un
tipo iconográfico definido y complementario al de las divinidades naturales
del mundo clásico, que encarnaban los primitivos estadios a los que nos
referimos.
A ello habría que añadir el interés antropológico por Ja misma realidad
humana del indio; y si el jesuita Acosta en su Historia natural y moral de las
Indias, que según Elliot culminó el proceso de integración· de América en el
pensamiento europeo, dedica varios capítulos de su libro al estudio de los ído-

is A. H . P. M., prot. 7.847.


16
Entre los o bjetos orientales presentes en coleciones mad rileñas del siglo xv1 se encuentran
las numerosas p orcelana s finas de la C hina de d oña María de Aragón (A . H. P. M. P .. l. 578),
la mesa de China de Alonso de E rcilla (prot. 626), las 48 porcela nas de la Ind ia de la marq uesa
de Pozas (prot. 1.8 1O), Jos cuat ro libros de las Indias de Portuga l del conde de Alba de Liste
(prot. 157), las calabazas de la China d el duque del Infantado (prot. 2.674), las tazas y cofrecitos
chinos de Martín fñiguez de Arnedo (p rot. 11.132) y las bandejas y vasos c hinos y turcos d e don
Juan de Borja (prot. 933). Igu almente aparecían esporádicamente figurillas y representacines de
turcos (Antonio P érez, prot. 989, marqués de los Vélez, 992) y de negros (marqués de Jos Vélez,
Juan A lonso de Castilla, prot. 590, o María de Mendoza, prot. 305).
17
R ., Foulche-Delbosch , «Un p o int contesté de la vie de don Diego H u rt ado d e Mendoza»,
Revue Hispanique, II ( 1895), págs. 290-303; P érez Pasto r, Memorias de la Real A cademia de la
Historia, t. X, pág. 166 y ss.
1
~ B. N. M., Mss ., Relación de las antil(üedades que poseía el conde de Guimerá. De la fre-
cuencia de este tipo de estatuillas es indicativa la referencia q ue a una de ellas hace Góngora en
J . Ligozzi, Ave, Florencia , Gabinete de D ibuj os de los Uffili. su so neto: «El ídolo her moso fue a veros, / íd olo de cristal y de safiro, / presentad le en la s alas
un suspiro / temores vanos, pero no ligeros.», Sonetos Completos. Madrid , 1968.
136
137
CAPÍTULO IX

Eruditos y arqueólogos: el jardín como marco


de la colección
Las colecciones del siglo XVI de carácter científico y ecléctico podían te-
1I ner en su formulación dos puntos de partida distintos, aunque no opuestos,
.l [ y que podían llegar a complementarse. Por una parte nos encontramos con
/as colecciones reunidas por científicos para llevar a cabo sus investigaciones
médicas o naturalistas, como el caso de Monardes o Tovar; por otra, las for-
madas por hombres curiosos y eruditos, como don Fernando Enríquez de Ri-
bera - elogiado por Lope de Vega en El laurel de Apolo-, que se dedicaban
a una investigación científica sobre sus colecciones de monedas, curiosidades
o antigüedades, pero que las abrían a quien quisiera aprovecharlas para tal '
fin. Igual que Argote de Molina en el siglo XVI, Juan de Espina y Vicencio
Juan de Lastanosa años más tarde, también tendrán abiertas sus puertas a
estudiosos y eruditos ya que, en definitiva, uno de los elementos que distin-
guen a este fenómeno es que se trata siempre de un coleccio!Jismo culto, en
el que a la curiosidad y la ejemplaridad se suma una aproximación erudita
al objeto. A ella se refiere Antonio Agustín al decir que «el ver las medallas
y antiguallas sin quererlas entender es cosa de hombres curiosos y vanos. Aun-
que muchas cosas hay que comienzan con un fin que después resulta dellas
otra cosa, como del alquimia sale el provecho del saber destilar agua. Yo he
visto muchas personas deleitarse de tener muchas antiguallas y gastar en com-
prarlas muchos reales y entender muy poco dellas, pero seguíase cierto pro-
vecho de su curiosidad, que los hombres dolos hallaban en aquellas casas re-
cogidas muchas medallas y antiguallas las qua/es ellos no pudieran juntar por
su pobreza>> 1•
El paso de los diletantes de la antigüedad a los arqueólogos se efectúa en 1
España a lo largo de Ja segunda mitad del siglo XVI. Los arqueólogos de esta
segunda generación ven en Ja antigüedad no un mero objeto de contempla-
ción estética - aunque las antiguallas sigan produciendo en ellos fuertes re-
~onancias artísticas 2- , ni una enseñanza a seguir, sino un tema de estudio e
investigación. La nueva actitud se acompaña de una postura profundamente
Ídolo d e Guatemala. Florencia. Musco de Etn ología.
crítica ante el objeto, que rechaza de plano Ja doctrina renacentista de la imi-

los y templos precolombinos, no debemos olvidar Ja presencia de tales obras 1 A. Agustín, Diálogos de las medallas, inscripciones y otras antigüedades, Tarragona, J 587,
en las colecciones e.uropeas Y españolas que se convirtieron en uno de los do- Discurso 1, pág. 1.
cumentos más preciados para científicos y antropólogos. 2 Particularmente evidente en la Canción a las ruinas de Itálica, de Rodrigo Caro.

138 139
tación perfecta de obras antiguas como logro artístico notable pues co clásicas que don Martín había reunido a lo largo de su vida y que tenían las
señala Maravall, «no es el aspecto de la belleza o perfección de '1a ob;a e rn~ JJláS diversas procedencias: algunas venían de Italia, otras fueron regalo del
lo que cuenta; es una cuestión de autenticidad»J. n si cardenal Granvela, y la gran mayoría se trataba de hallazgos en diversos lu-
Este rigor le viene a la arqueología de sus auténticos mentores Ambro · gares de España, como un sátiro aparecido en Soria, un caballo de Gerona,
de Moral,es y ~n~onio Agustín, que se había~ movido en los círc~los intel!~~ un Adriano de Tarragona, un vaso de La Coruña o un toro de bronce que
tuales mas sofisticados del momento. El pnmero - cuyas Antigüedades d había aparecido en sus propias posesiones de Villah~~mo~a., . .
las ciudades de España, habían servido de modelo para la mayoría de libr e De todas maneras, la búsqueda de documentacion histonca en las anti-
que .le .siguieron- era. sobrino de Fernán Pérez de Oliva, había frecuenta~~ güedades, tuvo sus consecuencias más importantes en el desarrollo_ de _las co-
la bibh.o!eca de F~ancisco Argote y formaba ~ arte de los eruditos de la corte lecciones numismáticas, al ser las monedas y medallas mucho mas neas en
al servic10 de Felipe II. Por su parte, Antomo Agustín, había conocido e información que otros productos artísticos y al mismo tiempo resultar mu-
Rom~ a Pirro Ligorio, Hu.berto Golzio y Jacopo Stradanus. Por su parte, po~ cho más asequibles.
cos anos más tarde, Rodngo Caro da prueba de la seriedad y rigor de nues- Antonio Agustín, el obispo de Tarragona, autor entre otras obras de unos
tros a~que~l?gos ~l confesar e~ el prólogo de sus. A_ntigüedades y Principado Diálogos de medallas, inscripciones y otras antigüedades, es un punto de re-
de la 1lustrzs1ma ciudad de S evilla, que «para escribir este tratado ... visité per- ferencia unánime para todos los numismáticos posteriores. Sin embargo, él
s?nalment~ los luga~es ~e que escrivo, ~onfiriendo en cada uno lo que los an- reconoce su deuda con respecto a Diego Hurtado de Mendoza, que le regaló
tiguos es7n~ores ass~ grn~go~ como !~tinos nos dejaron escrito, aprovechán- toda su colección de medallas antiguas con los nombres de las ciudades de
dome ass1m1smo de mscnpc10nes antiguas y medallas, que con estudioso afán España, y a Felipe de Guevara, en los_que habría que señalar los verdaderos
he juntado)). precedentes de este gusto. , .
_ Se hacen viajes arque~lógicos y catálogos de las antigüedades de Espa- Don Diego Hurtado de Mendoza, de cuyos idolos americanos ya hemos
na 4, que en algunos casos mcl~yen restos y monumentos medievales 5, y don- tenido ocasión de ocuparnos, formó una colección notable de objetos, cuyas
de quiera que aparez~a una rum~ .romana .º un nuevo vestigio de la antigüe- partidas más importantes, junto a joyas de formas caprichosas, la forman las
dad no falta un erudito que la ~isite, la mida y la dibuje, ni un coleccionista antigüedades: poseía más de cuarenta bustos y retratos enteros de empera-
que la compre para la decoración de su casa o jardín6, formándose de esta dores y cónsules romanos, además de los de Platón, Aristó~el.es. y Homero,
manera imp?rtaD:tísimas colecc.i ones de antigüedades, ya que pronto el inte- una espléndida serie de camafeos romanos y estatuas con divinidades de la
rés por reumr objetos de la antigüedad sobrepasó el círculo de eruditos y ar- antigüedad clásica y varios cuadros modernos de tema mitológico, y, final-
queólogos para entrar en otro, de más amplias posibilidades económicas, mente, y es lo que nos interesa destacar ahora, una colección de monedas y
como era el de la nobleza. medallas perfectamente ordenada y clasificada en escritorios y cajas confec-
El mejor ejemplo que de ello tenemos es el que nos proporciona don M ar- cionadas exprofeso para albergarlas.
tín Gurrea y Aragón, duque de Villahermosa, dueño de una importante co- Felipe de Guevara era uno de los coleccionistas más importa~tes de su
lección de estatuas clásicas y autor de un eruditísimo tratado acerca de la re- tiempo, aunque, por desgracia, poco es lo que se sabe del contenido de su
ligión romana, al que sus propia~ antigüedades servían de ilustración y do- colección s, salvo el que poseía cuadros importantes del Bosco y El matrimo-
cumento 7. Se trataba de una relativamente amplia colección de antigüedades nio Arnolfini, de Van Eyck. E n cuanto a la importancia de su colección de
monedas sabemos de su interés por los testimonios de Ambrosio de Mo rales
y de Antonio Agustín, quien dice de ellas «que son las más escogidas y di-
J J . A. Maravall, Antiguos y modernos, Madrid, 1966, pág. 419.
' Un caiálogo de estos viajes en M., Menéndez y Pelayo, La ciencia española, ed ., Santan-
versas que creo en España se han juntado. Por que entendía mucho dellas
der, 1954. 1. lll , pág. 194. aquel cavallero, como lo manifestara lo que dellas dexo escrito» 9•
5
.cfr., por ejemplo, Viaje de Amt:rosio de Morales... , cit., o en el viaje aragonés de J uan El monasterio de El Escorial fue, para gran parte de estas colecciones, el
\-f rancisco Andrés de Uztarroz (apénd ice VI de Arco y Garay), La erudición española en el si- destino final de las mismas, y su monetario el más importante reunido nunca
glo X VII (ci!.).
en nuestro país. Allí se depositaron las colecciones de monedas y medallas
• 6. Escribe,Uztarroz a Lastanosa en 1638: « ~legamos a Zuera ... y hallé muchos vestigios de
an1ig ~ed ad ; digo algun ~s fig uras, algunas demolidas, otras algo conservadas, todas colocadas en de Antonio Agustín, Arias Montano y otros muchos que, como Pedro Ponce
sus nichos... y pregunte s1 se. hallaban medallas, .Y me dixeron q ue no, y me holgué mucho de de León, poseían importantes conjuntos de restos de la antigüedad clásica.
hallar un buen ped a~? de antigüedad para poder ilustrar Zuera ... », Arco y Garay, op. cit., pági- De este último, como de tantos otros, no sólo pasó a integrar las colecciones
na 135. J usepe M a~tmez dibujó por enca rgo del co nde de Guimerá el sarcófago romano con
los restos de Ramiro II, Arco y Garay, La erudición aragonesa en torno a Lasianosa,
pág. 52. a J. Allende-Salazar, «Don Felipe de Guevara coleccionista y escritor de arte del siglo xvrn,
1 J. R. Mélida, Discurso de medallas y aniigüedades de Don Martín Gurrea y Aragón d u- A. E. A . A., I, 1925, págs. 189-192.
que de Villahermosa, Madrid , 1902. ' 9 A. Agustín, op. cit., fol. 7.

140 141
escurialenses su importante biblioteca, sino su monetario y medallero de «monumen~a» y una inmensa utilidad práctica: sirven para hacer his-
c?mprendía 194 monedas de cónsules, entre las que había «muchas ra~aq ue
bien co nservadas», 68 de emperadores, unagñega de Ampurias dos esp ~ Y
· · , b. r, ' ano.
tori~i en un principio los ideales renacentistas habían llevado al estudio de
1as an t1guas,d~e1s la antigüedad clásica con la intención ?e hallar unos ~odelos cu.lturales que
1 a~a igas Y.~urquesas, etci-. 1_º, de las que no sólo se apreciaba
su va or eru 1to, .smo tamb1en, y como antes decíamos, estético: pues de las udieran ser aplicados a las artes plást1c~ y a la arquitectura, a~1 como el .de
2.20 monedas antigua~ de emperadores - que fo rmaban otra parte de la par- :roporcionar unas normas de comp? r.tam1ento, el cumulo de objetos y d~ ~n­
tida- «se pueden estimar a real por la antiguedad, y buena escultura, bien formación sobre el pasado fue l.o s.u~1c1enteID;ente grande como para propiciar
conservada, y por el mucho y buen metal». una «moda de lo antiguo» a pnnc1p10s del ~1glo XVI. .
_ Los col~cc~onistas de. numismática y de antigüedades formaban en Espa- Aunque existen ejemplos antenores de 1mportanc1a, fue enton.ces cuando
na una autentica comumdad erudita que se prolongaba, como hemos vist se generalizaron las colecciones de anti~üeda?es, con i? q~e multitud de r~s­
t , d 1 . . o,
a raves e as generaciones, en contmua comunicación e intercambio ent · tos de relieves, esculturas y medallones mvad1eron los Jardines y l~s e~tancias
sí. Son muy frecuentes las citas y remisiones de unos a otros, pudiéndose e:~ de las principales villas y palacios. Surgió así ~na dem.anda tan. ~1fíc~l de sa-
t~blecer la .~xiste.ncia de dos centros distintos, pero, como decimos, en con- tisfacer que, con frecuencia, se hubo de recurnr a copias y fals1fi~ac1?nes o,
tmua relac1on. S1, por un lado, la corona de Aragón parece concentrarse en simplemente, a reproducciones más o menos.kitsch de las obras mas celebres,
torno a la activi~ad de Agustín y de la Casa Ducal de Villahermosa -culmi- como las que hacía un escultor como L'Ant1co. La anécdota que cuenta ":la-
nando ya en el siglo XVII en la colección de Lastanosa-, el otro centro pue- sari del «falso» Cupido realizado por Miguel Ángel «de manera que pareciera
de localizarse_en Sevilla alrededor de la Casa de los duques de Alcalá, con antiguo» y, como tal, vendido al cardenal San Giorgio por do~cientos duca-
hombres tan importantes como el erudito Rodrigo Caro, en cuyas obras tan dos, para agregar, un poco más adelante, que «este hecho le d10 tanta repu-
plag~das .de erudici,ón clásica, cita continuamente las obras de la antigü~dad tación a Miguel Ángel que fue enseguida conducido a Roma» es doblel!lente
que el mismo pose1a en sus colecciones 11• De esta verdadera comunidad de significativa, por una parte, de los fraudes a los que acabamo~ ~e refenrnos,
intelectuales y eruditos, son buena prueba algunas palabras de Luis Cabrera y, por otra, de la alta consideración hacia la escultura claszca entre los
de Córdoba 12. coleccionistas 14 •
Pero frente al carácter artístico de colecciones de medallas como las de Además la mentalidad del manierismo, con su gusto por todo lo que fue-
Pedro González de Mendoza o del duque de Calabria, ahora lo que interesa ra exótico ; raro, hizo surgir, por un lado, un interés por los elementos fa n-
es fundamentalmente la antigüedad como f uente histórica; si repasamos la lis- tásticos - grutescos- y herméticos - jeroglíficos- , que los restos arque~ló­
ta de los principales coleccionistas de monedas y medallas nos encontramos gicos ofrecían, y por otro, una arqueología fantástica; es de~ir, la recolección
con .que práctic_amente su totalidad tienen publicaciones históricas y numis- de objetos de otras culturas, más o menos ajenas a la d~l siglo xv.1. Comer-
máticas: Antonio Agustín, el marqués de Mondéjar, el duque de Villahermo- ciantes anticuarios como Ciriaco Pizzicoli, habían recorndo a med1dados del
sa, Rodrigo Caro, el doctor Strany, Uztarroz, Ximénez de Urrea, Lasta- siglo xv todo el Mediterráneo en busca de curiosidades, acumula.ndo ~esti­
nosa, el duque de Arcos ... 13. Las colecciones numismáticas tienen el valor monios arqueológicos de los más diversos países y llevando a Italia objetos
hasta entonces nunca vistos is .

Memoria de los libros que parece se deben tomar... de los que tenía el obispo de Plasencia Estas colecciones de antigüedades encontraban su mejor acomodo en los
Don Pedro Ponce de León ... , B. N. M. , Mss. 5734. fo ls. 357 v y ss .
11
jardines de las villas aristocráticas de los magnates italianos. Sin lugar a du-
. S. Montoto, Rodrigo Caro. Estudio b iográfico y crítico, Sevilla, 19 15; Menéndez Pelayo, das el ejemplo más espectacular lo consituía el jardín del. Belvedere, donde
Vida Y escmos de Rodrigo Caro, en Estudios y discursos de crítica histórica y literaria, Santan-
der, 1941 , t. 11, págs. 161 -1 96; A. García Bellido, «Rodrigo Caro. Sem blanza de un arqueólogo
los Papas instalaron las piezas más célebres de su colección, como el Lao-
re n ~~entlsta», Ar~hivo español de arqueología, XX IV (1951), pág. 1-22. coonte, el Apolo y el Torso Belve(iere 16. No era ésta la única colección de
I' . «A los escritores dellas llam~n comú~mente Antiquarios de veseles mucho, pues nos las antigüedades instalada en un jardín: ciertos dibujos de Heemskerck nos ~ues­
dieron como vivas, y a nuestros OJOS resucitados los muros celebrados, mauseolos pirámides, tran el estado en el siglo xvr de villas como los jardines de Casa Galh o el
c~losos, torres .... mas que _sa bían escrivir para sat isfacer al deseo de la venerable an;igüedad. de Patio del Palazzo della Valle, que eran verdaderos museos de escultura al
T1raquelo, Ciprio, ~on D1e~o de Me_ndoza, don Pedro Ponce de León obispo, ta n aficionados
ª. ella, como A~tomo Agustan Arzobispo de Tarrago na, y el doctor Benedicto por nombre, san-
tidad Yletra Arias Montano.» Cabrera de Córdoba, De Historia, para entenderla y escrivirla. Ma-
drid, 16 11, fol. 39 V.
S_trany, cono~id ~ y citado P?r Luis Vives,_ Beuter, Mariner y Kircher, perteneció al círculo
13
14 A. Aracil, F. Checa, uMirabiliae Romae. Arqueología renacentista», Revisla de Arqueo-
d_e eruditos Y colecc1omstas valencianos, Igual Ubeda, Historiografía del arte valenciano, Valen- logía, 5 ( 1981). págs. 38-44. . . . ·
cia, _1961; F. Martínez, Una leyenda destruida. La colección de medallas del doctor Stran v. Va- 15 P . Castell i, l Geroglifici e il mito dell'Egitto ne/ Rmasc1mento, Florencia, 1979.
lencia, 1925 . Ustarroz da noticias de su colección de antigüedades en algunas cartas a Last ano~a. 16 Henrik Brumer, H.: The Statue Court in the Vatican Belvedere, Estocolmo, 1970; N. H as-
R. Arco Y Garay, La erudición aragonesa ... , pág. 100, y La erudición española.... pág. 4 15. ken, F . Penny, Toste and the Antique. Vale, 1982.

142 143
la Mayor y grupos tan importantes como Los luchadores, las niobides, la
Thusnelda y, en i 584, la colección Capranica della Valle 17 •
La disposición de los restos arqueológicos en un conjunto naturalista
como el del jardín, parece desarrollar un gusto pintoresco, q ue hacía colocar 1
las esculturas según criterios decorativos, antes que rigurosamente científicos.
La antigüedad se convertía, desde este nuevo punto de vista, en un decorado
para la vida, y no en objeto de estudio, muy de acuerdo con ciertos rasgos
de la mentalidad manierista.

Manen van Heemskerck, Patio del Palazzo della Valle, Roma, Berlín, Kupfers tichkabinett.

En España el gusto por la arqueología tendrá amplias repercusiones en


L'Antico, Apolo de Belvedere. la mentalidad coleccionística. En el campo de la jardinería tendríamos que
r~ferirnos a determinados conjuntos de Tarragona, en los que, según el cro-
n1s~a B. Yoly, había <rjardins particuliers, embellis de statues, inscriptions ro-
aire libre, co~~ el que !os Medici poseían en su villa romana. Cuando mams et medaillons, trouvés sur Je lieu au plus grand nombre qu'autre d'Es-
en 1_~60 la fan:11ha florentina adqui rió el edificio ya habían comprado la co- pagne». El mismo Yoly señala que en Tarragona se había revestido toda una
lecc10n de ai:it1gü~dades del cardenal de Pavía, aunque será el cardenal Fer-
~ando, pr?¡;>Ietano desde 1576, el que amplíe la colección de manera defi ni- G 11 Cagiano derAzevedo, M ., Le Antichitil di Villa Medici, Roma, M CM LI ; M. L. Gothein,
tiva, adqumendo en 1583 siete esculturas colosales recogidas en Santa María eschichre des Gartenkunst. 1926, t. l , págs. 31 1 y ss.

144 1 45
c_alle co~ estas piedras antiguas al tiempo que, al describir Barcelo ado sus dueños muchas efigies de marmol de Príncipes, y varones insignes
f1er~ a ciertas fuente~ colocadas en la ciudad, «ou sont de belles ins~~¡ s~ re- ntiguos, y dos grandes colosos de la diosa Palas, y otra multitud de esta-
an~1ques, ausquelles Je ne voulu~ toucher parce qu 'elles sont difficiles a P_ho ns uas, y de despojos de la antigüedad»20. .J
qu elles s_e trouvent dans Antonms Augustinus au IX Chapitre qu'il f 1_1re et
les meda1lles» is. ª an sur Las relaciones con Italia, y especialmente con Nápoles, son de importan-
ia capital para el desarrollo coleccionístico español desde principios del si-
Ademá~ de las estatuas clásicas, o copias de ellas que adornaban lo XVII. Ya hemos visto cómo el duque de Alcalá había importado del sur
de los Jardmes reales - recordemos el J·ardín de lo~ d algunos
J·uez. - , e1 o t ro centro español importante que partici aempera ores de Ara
ba de esta n-
e Italia una significativa colección de esculturas; pero será el conde de Be-
antiguo era Sev~lla. Allí Perafán de Ribera, que habí: sido Virre ;eº~~ de lo
avente quien en 1612 instale en su jardín benaventino un importante con-
durante trece anos - de 1559 hasta 1572 t . d I l" .y apeles unto de estatuas, en su mayor parte mármoles, alabastros, jaspes y bro nces
cua t · d . . -, raJo e ta 1a (<tremta y cinco e origen clásico21.
h re; ª
~ªJª; e piedras Jaspes y antiguallas .. . para llevar a su casa>> 19 M 0 Ya en el pórtico de la puerta principal que da al jardín ap arecían una es-
~af:ci~, esi~~ t~%~?é~e~~ ~1 ~~r~~~ ~Zst~~i~~lo~~;~e~o~~~ºoe~ el _int~r_i~r d~~
1
atua de Hércules, una Venus que sale del baño y toda una colección de bus-
os de emperadores. Y, entrando ya propiamente en el jardín y alrededor de
siglo XVII , seg~rame~te por razones exposiÚvas. No es por ell~r~~c¿;~:gel na mesa de mármol blanco y una tabla de jaspe y una (<fuente artificial de
que en_ este m1~mo siglo Rodrigo Caro, al hablar de las grandes mansio ar ~a de lata», se encontraba toda una prodigiosa colección de estatuaria clá-
d_e la cmdad, diga que (<entre las quales casas es insigne la de los Excele ~.es sica que comprendía bustos de hombres célebres, emperadores y dioses de la
1
l simos Duques de Alcalá: porque además de su raro edificio, en ella han Ju ~~ mitología (como un Cupido de bronce encima de la puerta y el dios Pan dor-
mido), junto a elementos decorativos como pirámides y bolas de mármol. En
as paredes del palacio que daban al jardín, óculos y nichos, encima y a los
lados de las ventanas, se adornaban también de bustos clásicos con figura-
ciones, otra vez, de emperadores romanos. Este era el tema recurrente del jar-
dín, pero, en sus distintas partes, hacían su aparición los dioses de la mito-
logía en un programa de gran amplitud: J ano, Venus y Júpiter, Hércules, Nep-
tuno, Baco, las Ninfas, etc., en figuraciones a veces repetidas.
Nos encontramos ante un vasto programa decorativo que cubría las dife-
rentes partes del jardín y en cuyo análisis pormenorizado no podemos entrar
ahora. Y aunque más adelante se haga hincapié en las importantes coleccio-
nes de la familia Benavente, no podemos dejar de señalar el hecho que ahora
nos interesa: la renovación y puesta al día de las élites sociales españolas en
el terreno del gusto artístico comprendía igualmente el tema del jardín ar-
queológico como parte esencial de la colección, en el que, como en Italia, un
marco clásico se unía al mundo naturalista del jardín. Se trata de un fenó-
meno no ajeno al gusto manierista por la naturaleza y a la peculiar imagen
de ésta que sustenta el manierismo. Todo lo cual sucedía no sólo en los re-
cintos reales de Madrid, Aranjuez o Sevilla, sino que amplias capas de la no-
bleza - recordemos los jardines de Abadía del duque de Alba, en Cáceres-,
a imitación de la monarquía, participaban de esta moda de lo antiguo en un
gusto que se prolongará durante todo el siglo X VII.
Si los jardines anticuarios cumplían un papel eminentemente decorativo,
Y en ellos las estatuas y restos arq ueológicos se situaban de manera dispersa
Galería de A ntigiiedades en el jardín. Sevilla. Casa de Pilatos.
Y pintoresca, hay otros jardines, de gran y aun mayor importancia para el
tema del coleccionismo, que se conciben como universos cerrados, verdade-
ras metáforas del orden cósmico de la realidad natural.
:: ~- ~l~ «VCoyagSe e n Espagnen, Revue Hispanique, 1909, págs. 482 y 503 2
º R. Caro, Antigüedades y principado de... Sevilla, Sevilla, 1638, fo l. 63 v.
· · ·· ·Y · R .. leg. 275. fol. 127. ·
21 A. H. N.. Osuna, leg. 429.
146
147
Nos referimos a los jardines botánicos, cuyo origen habría que buscar! licistas continuaban utilizando los jardines regios como lugares favoritos de
p . .
e~ el hortu~ medieval y ~n los h~~rtos de los hospitales, donde, con preferen~ sus expenmentos. . . .
c1a, se cult1~a~an especies med1cmales. Se trata de unos jardines en los que Desde este punto de vista, las co/ecc1ones d~ cunos1~ades naturales r~u-
e!1. el Renac1m1ento se ?pera una rápida evolución al convertirse en «dispo- nidas por científicos, fueron frecuentes en la ~evilla del s1~lo X VI. La reunida
s1t1vos para la producc10n de saber sobre la naturaleza» e «incuna bles de la or el doctor Monardes21 fue famosa en su tiempo fue ra de nuestras fronte-
ciencia botánica»22. pas pues en 1544 Beckman habla de ella considerándola una de las más an-
Cic: rtos aspectos de las cámaras de arte y maravillas tienen aquí su ori- ~ig~as de su género y, desd~ luego, una ~e las más importantes. El mus~o de
~e n .. s1 durante la Edad Media habíamos visto aparecer en los tesoros de las Monardes contenía más objetos naturalistas qu.e los de sus contemporaneos
1gles1.a s y aun en los de algunos príncipes una gran cantidad de objetos na- Argote de Malina y Rodrigo Zamorano, y era importante sobr~ todo por la
turalistas, hemos de tener en cuenta que éstos se coleccionaban de manera in- rareza y singularidad de los ejemplares de la flora .Y fa~ma a~~nc ana que ª.1-
dis~ri~rlinada, sin un. orden pr~establecido. En la Edad Media una colección bergaba y que encontraban su complemento en el jardm botanico que pose1a
eclect1ca era un refleJO de una imagen enciclopédica del saber, casi una Sum- en su huerto de la calle de las Sierpes. Pensemos que fue b~sándose sobre
ma. Sin embargo, los progresos de la actividad científica durante los si- todo en las piezas de su colección'. y en las dC: otro~ museos sevillanos del. mo-
glos XV y XV!, el impacto del descubrimiento de América y unas nuevas me- mento como el de Argote de Mohna, como mvestigó acerca de .las propie?a-
tod?log!as cla~if!catorias influy~ron de manera determinante en la concepción des medicinales de la flora americana y escribió algunos de los hbros más im-
del Jardm botamco como «archivo», que se confunde con ciertas colecciones portantes sobre el tema, como la Historia medicinal de las cosas que se traen
en las que la función clasificatoria y ordenad ora es esencial. de nuestras Indias Occidentales. En esta obra Monardes destaca el va.lo~ de
Los jardines botánicos más importantes se encontraban en Italia. En Man- /a rareza que tenían los objetos venidos ·de América; «(Tras el descubnmien-
tua el botánico Ulisse Aldovrandi poseía el que sin duda era el más célebre to) se han hallado cosas que jamas en estas partes, m en otras del mundo han
de t? dos, aunqu~ ~ambién eran muy conocidos los de Pisa y Florencia, bajo sido vistas, ni hasta oy sabidas .. .», para pasar más adelante a destacar la ca~­
el d irecto patrocm10 de los Medici. La figura de Aldovrandi es esencial para tidad de piedras preciosas -oro, plata, turquesas, esmeraldas, perlas ...- , pa-
el mundo del coleccionismo naturalista 23: desde nuestro punto de vista he- jaros exóticos y maderas finas que de allí proceden . . . , .
n;ios de recordar que estuvo muy relacionado con España, donde la influen- En otras ciudades españolas también aparecen ahora jardmes bota~1c?s,
cia del descubrimiento de América fue esencial para el desarrollo de este tipo como el que Juan Plaza2s funda en Valencia ar ocupar su. cáted.ra de bo~anica
de jardines y colecciones. médica; pero, sin duda, era Sevilla el lugar donde su ex1stenc1a .er.a ma~ h,a-
Felipe II concebía sus jardines no sólo como esparcimiento lúdico o am- bitual. En este sentido habría que destacar el fon.dad o por ~l m~?1co S~mon
biente decorativo, sino como centros de estudio naturalista y de aclimatación Tovar que respondía a criterios rigurosa y exclusivamente cientificos, ajenos
de plantas y animales. Sabemos que en Aranjuez, cuando lo visitó a finales a tod~ lo que fuera mera curiosidad . Tovar publicaba cat~l?gos anuales de
de siglo J ean L'Hermite, había 40 camellos, cinco o seis avestruces, 1.400 las plantas y especies existentes en su jardín que eran codiciad o~ por todos
pavos, una yajarera y 222.695 árboles de distintas especies 24. La existencia los naturalistas de Europa, con quienes mantenía corres~onde~cia frecuent~
de estos animales obedecía a criterios científicos, muy distintos a los mera- e intercambiaba semillas y plantas. A su muerte, el prop10 Felipe 11 ordeno
mente decorativos que habían presidido este hecho a finales de la Edad Me- que aquel jardín se conservara intacto 29. También .el doctor .Francisco Fra~­
dia. Sabemos que ta mbién había animales en el Alcázar de Madrid 2s y que co en su libro acerca de las enfermedades contag10sas (Sevilla, 1569) habia
el interé.s científico es~a?a presente en Sevilla, donde en 1578 se pagan diver- expuesto al cabildo la conveniencia de hacer en Sevilla un jardín botáni~o a
sas cantidades por rec1p1entes hechos para «sembrar en ellos las simientes que imitación del de Aranjuez. Y, por su parte, Benito Arias Montano se ded~ca­
se truxeron de las Yndias por mand ad o de Su Magestad», y que el mismo ba en su alquería de El Campo de las Flores, cercana a Sevilla, a las prácticas
año se paga al pintor Juan Campaña por pintar y sacar al natural las hierbas botánicas para preparar su Naturae Historia.
y ár boles que se trajeron en simientes de América por expreso deseo de Fe-
lipe 11 26 . Por otra parte, y continu ando la tradición medieval, los médicos siro- 11 Sobre Monardes y su colecció n véase J . Gestoso, Curiosidades antigu~s sévil~nas. Se_-
villa, 1910; J . Olmedilla y Puig, Estudio histórico 1e la vida !' escritos del sab1~ espa~ol del s1:
22 A. Rinaldi, La costruzione di una citadella del sapere: L 'orto bo tanico di Firenze. en La glo XVI Nicolás Monardes, Madrid, 1897; F. Rodnguez Man n, La verdadera b1og:af1a del doc
ciuá eff imera, Roma, 1980, págs. 193-202. lor Nicolás M onardes, M adrid, 1925; F. Guerra, Nicolás BautisJa Monardes. Su vida Y su obra,
23 Cfr. La Scienza a Corle.... ci t. México. 196 l. .
2 ' J ean L'Hermite: Les passeJemps, t. l, p. 289. 21 F. Martín G rajales, El d octor Juan Plaza. Estudio biográfico, Valenc1a, 1893; ~ · Peset,
21
En 1583 Fe lipe 1I compra unas casas cerca del Alcázar para albe rgar a un elefa nte. Noricia histórica del catedrático valenciano de ma1eria médica doctor Ju an Plaza, Vale.nc1a, 1895 .
A. P.. leg. 549. 29 Actas Capitula res de Sevilla. Escribanía l.ª Cabildo de 9 de ma yo de 1597, cit. por Ro-
26 dríguez M arín en su ed ición de Rinconete y Cortadillo. Sevilla, 1905 , pág. 26.
J . Gestoso. Sevilla monumenJa/ y pinroresra. t. l. pág. 596.

148 149
. , 1 de Acosta, Tratado de las drogas y m edicinas de las Indias
Nuez moscada, Cnstoba orientales. Burgos. 1578.
d'as Occidentales, S evilla, 1569.
, Libro de las e osas que se traen de nuestras In '
Nicola s Mo nardes, 151
150
El catedrático de cosmografía y piloto m d
., R . z ayor e 1a Casa de 1 C
c10,n~ odngo a~oran o, culti vaba también un ·ardín . a ontrata-
exotrcas que describe en una carta de 1603 al f J b botá!11co con espec¡
a u~ museo de curiosidades naturales con conc~~sº~~ otámco <";lusio, unide~
Indias, que llenaban las paredes de los portal d peces y ammales de las
,
J unto a e11 os, otro cosmografo .es e su casa Jo
y materna't' , . ·
.
ba en su casa un importante ico, 1erommo Cha l CAPÍT ULO X
museo En e'l ., ves a berga
. . ·
bros e Instrumentos de m1 arte y otras muchas coreumo «muchos e b -
. m1:1y . uenos li-
ello ((puesto por buen ord en de manera que est ~as curiosas e v1dn os». todo
curó evitar su dispersión regalándolo al mona : ª. o~n~do». A su muerte pro- Coleccionistas del siglo XVI
ca condición de q ue «todo lo pongan en un s eno e ads !Cu~vas, con la úni-
aposento e dicho . La segunda mitad del siglo XVI contempla el nacimiento de una mentali-
po_r h o¡;¡;/en como y o lo tengo para recreación de 1 monasterio
ad coleccionística cuyos estímulos no sólo hemos de ver en el interés por los
pno~ Y frailes del dicho monasterio, pero de tal m~~e~uf rever_:nd os padres
consientan que se saq ue ninguna cosa or . ª 0 ensenaren que no exotismos americanos o en un renovado interés erudito y arqueológico. U n
vender ni dar a ninguna persona sinopquequ~ es m1 voluntad que no se pueda rogresivo gusto por la pintura se unirá al desarro llo pleno y coherente del
. . .
C on estas d1spos1c10nes siempre este en el mo t . coleccionismo ecléctico: en los años finales del siglo XVI y los primeros
testamentarias a . nas eno»J1
ya hemos planteado, recurrentes en el mund/dª;~cen ~an~s d.e los temas qu~ del XVII las cámaras de maravillas hacen su aparición en Es paña.
con enumerarlos: la preocupación por la co os .~º ec~10ms~as . Baste aquí La ciudad de Sevilla, lo acabamos de ver, era uno de los lugares donde
lecciones, consecuencia de su car ácter orde ns~vacw'! e m:egr!dad de las co- mayor número de museos y colecciones era posible contemplar. El doctor
trucción en ambientes adecuados y similare~ª ~ Y mi.c~ocosm1co, su recons- Juan Torres poseía coleccio nes de antigüedades y un verdadero tesoro de li-
dad y función•social. ª
os ongmales, Y su accesibili- bros y curiosidades, Francisco Medina poseía un «riq uísimo museo» de es-
tampas, pinturas or iginales y monedas antiguas, así como Luciano Negró n,
Gonzalo Marte!, Francisco Esquive!, el duque de Medina S idonia y el mar-
qués de Zahara 1• Aunque sobre todas ellas destacaban la li brería de Herna n-
do Colón, colocada en su villa suburbana, «verdadero Monte Parnaso» al de-
cir de Juan de Mal Lara, la de Argote de Molina y la de los duques de Alcalá.
El museo de don Gonzalo Argote de Molina, que mereció la honra de ser
visitado por Felipe II durante su estancia en Sevilla en 1570, se dividía en ar-
mería y librería, y su contenid o - libros de todas ciencias, armas, curiosida-
des naturales, monedas y antigüedades- era el típico de cualquier colección
de arte y maravillas de su tiempo. La menció n más importante es la de P a-
checo, y dice así: «Después destos exercicios de las Armas se d io al estud io
de las letras ;<¡ hizo en sus casas de la calle Francos ... un fam oso museo, jun-
tand o raros i peregrinos libros de istoria impresa y de mano, luzid os caballos
de luzida rac;:a y var io pelo y una gran copia de armas antiguas y modernas,
que entre d iferentes cabe9as de animales i famosas pinturas de Fabula i re-
tratos de insignes ombres de mano de Alonso Sánchez Coello hazian m ara-
villosa correspondencia»2; similares noticias nos proporciona Monar des,
30
La carta a Clusio está incluida en el C C H. . .
1793). S u colección está atestiguada por la corr~sp~ dispme~sum Epist olae de Asso (Zaragoza, 1 El coleccionismo sevillano ha sido plantead o bajo una nueva luz, y dentro del contexto

op. cit.), donde afirma q ue se entretenía experimen~ edncia el d octor Juan de <;:astañeda (Asso, del humanismo sevillano, por V., Lleó , Nueva Roma: mitología y humanismo en el Renacimien-
°
doctor Castañeda poseía también otro jardín bo tá . n co n las pla ntas de su Jardín. El propio
rrespondencia de 1604. meo en su casa según se desprende de su co-
to sevillano, Sevilla , 197 I . Cfr. también el clásico, G. Gestoso, Curiosidades antiguas sevillanas,
Sevilla, 19 1O, y, como fuentes de d atos, Espinosa de los Mont: ros, Historia, antigüedades y gran-
31 Cit. por Gestoso, Curiosidades... pág 272 s d · dezas de Sevilla, Sevilla, 1627, y, so bre todo, F. Pacheco, libro de descripción de verdaderos
científicos y matemáticos q ue como Zamor~ · ¿ hpo nan pre.sentar muchos más ejemplos de retratos de lllustres y Memorables varones, Sevilla, 1599.
la naturaleza y a coleccionar curiosidades A~f
0 2 Pacheco, op. cit.; A. Millares Cario, «La biblioteca de Gonzalo Argote de Molina•>, Re-
aves se dedicaron por afició n al estudio de .
milares en Ba ltasar del Alcázar. · ' por eiemplo, Pacheco habla de inclinaciones si· vista de Filología Española, X ( 1923), págs. 137-1 52; Comte de Puymagre, «Un savant espagnol
du xv1 siecle, Argote de. Molina» Revue Hispanique, 11 ( 1895).
152
153
priman ·m uchas veces sobre las de estricto gusto artístico y la aparición de
¡os productos de la naturaleza, la biblioteca y los instrumentos científicos pa-
recen ser los objetos reunidos con mayor fruición, al lad o de las armerías.
Así sucedía con las ya mencionadas colecciones de los duques de Alcalá
en las que, sin embargo, y en un inventario tardío, las pinturas ocupaban un
importante lugar; en el documento aparecen cuadros atribuidos a Ticiano,
purero, Palma el J oven, Artemisa Gentileschi, Roelas, Pacheco', Pabl o de
Céspedes y Yargas3, aunque quizá Jo más destacable de su colección fuera la
gran biblioteca, «que compite con las mas insignes del mund o», según Ro-
drigo Caro, y de la que fueron núcleos esenciales las de Ambrosio de Mora-
les y la de Luciano Negrón. Se encontraba instalada en una gran estancia abo-
vedada, cuyas trazas quizá fueran de Juan de Oviedo, y que, entre otras pin-
turas, se decoraba con ocho lienzos de Las Artes Liberales, obra de Juan Váz-
quez; y en ella, además de los libros y cuadros, aparecían inscripciones, me-
dallas, anillos, cuadros, estatuas, monedas, esferas armilares, reliquias -como
la urna con las cenizas de Trajano y la cabeza de barro de don Pedro- y la
habitual galería de retratos de hombres ilustres 4 .
Menos conocida, pero no menos significativa era la colección de don Gar-
cía de Loaysa Girón, que reunió en Madrid una importantísima biblioteca 5 .
Ante los objetos de Loaysa nos encontramos con una típica manifestación de
lo que podría ser el gusto intelectual y artístico de una persona a medio ca-
mino entre los intereses culturales del humanismo y los más estrictamente re-
ligiosos de la Contrarreforma. En las habitaciones de la galería el. arzobispo
poseía un gran número de cuadros religiosos que alternaban, sin embargo,
con objetos científicos, como «Un globo pequeño», varios mapas y lienzos pro-
fanos con temas de caza de procedencia flamenca. Similar mezcla aparece en
el aposento destinado a librería, del que colgaban tapices de tema mitológico,
imágenes religiosas ahora en no excesiva cantid ad y la galería de retratos, don-
de aparecían personajes tan variados como el marqués de Santa Cruz, el ar-
zobispo Gutierre de Carvajal, el Gran Capitán, el doctor Martín Navarro, Co-
lón, el marqués de Ferrara, Pico de la Mirándola .. ., etc.
Pero junto a ello, y como expresión de un cambio de gusto hacia conte-
nidos más naturalistas en la pintura destacan, como sucedía en las coleccio-
nes del rey, los bodegones («Otro cuadro en que ay fruta pintada de melon,
membrillo, granada, zanahoria y cardo»), los llamados cuadros de «cosas de
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cocina y frutas» y los lienzos de Flandes. Por su parte, la librería se decoraba
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a la moda del momento y así «a lo alto detras de la librería», aparecían un
estuche de astrolabio, piezas de hierro, cuadros de tema religioso, un tablero
de ajedrez, frascos de vidrio, cerámica de Talavera y seis huevos de avestru z.
Pacheco, Gonzalo Argote de Molina, Libro de rerratos. Los otros apartamentos de la casa de Loaysa, como, por ejemplo, el de-
nominado «oratorio secreto», lo cubría el resto de la importante colección de
quie!l reproduce en una de sus obras un armadillo del museo de Argote de 3 Rodrigo Caro , op cit., fol. 63 v.; Ortiz de Zúñiga, Anales eclesiásticos y seculares .. ., Ma-
Molma. drid, 1795; J . Gestoso, op cit, reproduce el inventario tardío dt: sus colecciones.
Uno de los sentidos últimos de los coleccionistas del siglo xvr era con- • El monetario constaba de 5 1 meda llas de plomo, 2. 12 1 monedas y medallas de bronce
Y 65 de lató n, Lleó, op. cit, pág. 65 .
vertir el museo en academia y centro de saber. Las razones de interés cultu ral l A . H. P. M. , prot. 1.81 1, fol s. 1.494 y SS. ( 1.599).

154
155
pinturas re.ligi?sas, las reliquias y, ya sin especificación de lugar, los objetos radores romanos, otro de la historia de Hércules y varios más, flamencos, de
de los escntonos donde aparecen los naturalia (conchas de galápago ra . 1110 nos y boscajes; la de ?on Jua.n Alonso de Castilla, que,, frente a ull:a escala
!los de ~ora_I.. cucharas de ná~ar), las piedras de propiedades curativas, l~s a~~ de Jacob y un Niño Jesus dormido sobre la muerte,, ofrec.1a dos capnchos_de
:atos c1ent1f1cos -as.trolab10s. d<; bronce, plata y oro-, las monedas, las ¡\rchimboldo, un cuadro de «rroma quando se a~d1a», d1~z tablas pequenas
joyas, las bolas de cnstal, las 1magenes sagradas de metales preciosos 0
. 1 , un de «billanos y billanas», otro de «encantos de brujas», y seis re.tr~tos de reyes
San M . 1gue de pluma, que nos vuelve a recordar, una vez más, la influenc· y empera~ores; la d~ d?n Pedro Gó~ez de Quevedo, CU_YOS umcos cuad~os
amencana. ia eran «Un lienzo con md10s» y unos «lienzos de los meses», la del doctor Ona-
~l s,eD;tido de r_::finamien~o cultural que se respiraba en los ambientes co- te, que frente a cinco lienzos de tema sacro tenía un cuadro con Los amo~es
leccwmstJcos espanoles del siglo XVI hacia que un género como la pintura rn ·. de Júpiter y Leda, un lienzo grande de turcos y los ret~atos de Andrea Don~,
tológica fuera mucho más fre~uen~e que lo que hoy en día, con los escas~s el duque de Alba, el cardenal Granvela y Gonzalo Perez; la de don Andres
r~~tos conservados, poda~os 1magmar. Desde este punto de vista, la instala- de Écija, que frente a siete imágenes de santos, poseía otr~s ta~tas de turcos,
c10n de la C?rte en ~a?nd en 1561, con la proyección en los círculos corte- además de doce cuadros al temple con los Tril;'nfos de Julzo Cesar; o, por no
sa~os de las ~d~as art1st1cas d~l rey, actuó como factor decisivo para que Ma- hacer interminable Ja lista, la de don García Alvarez de Toledo, que , junto a
d:1d se convirtiese, ya en el siglo XVI, en una de las capitales europeas de la dos obras de tema religioso, tenía cinco con Los sentidos, tres retratos fla-
pmtura. Por ello no resulta sorprendente encontrar en la capital desde fechas mencos y un lienzo de verduras 10 • •
mu~ ~e mprana~ un tipo de co/eccioni.smo que potencia un arte profano y rni- Pero de entre todos los coleccionistas madrileños de esta segunda mitad
to/og1co, de ra1z netamente renacentista, semejante, y aun superior, al seña- del siglo '. destacan especialmente algunos como el y~ mencionado Loaysa, o
lado en Valladolid por Bennassar y en Sevilla por Lleó. personajes como Antonio Pérez, don Juan de Borj a o don Alonso de Es-
, Buena prueba de ello .es el inventario de don Enrique Enríquez de Guz- paña. . .
man, c?nde de .Alba de Liste, que en 1562, un año después del traslado de la El inventario realizado en 1585 de los bienes y hacienda que quedaron en
Cort~, mcluía, junto a un número casi irrelevante de pinturas de tipo religio- las casas de campo de Antonio Pérez 11 sorprende por su cantidad , calidad Y
~o, cmco paños de tapicería con la historia de Troya, nueve con la de Tra- temática. Supera ampliamente el centenar de pinturas y entre ellas aparecen
jano, once representando los triunfos de Petrarca, cuatro de «figuras que lla- únicamente nueve cuadros de tema religioso frente a 47 retratos y 56 de tema
~an del Sol», dos de la Fama, uno d6 las artes, cuatro con temas de las In- profano, mitológico en su casi totalidad, aunque también ~e incluyen ale_go-
dias y trece más de verduras 6 ; por su parte, don Remando Ruiz de Castro, rías de corte netamente humanista, como un cuadro del Tiempo descubrien-
conde Lemos y marqués de Sarriá, junto a tapices con las historias de Abra- do la verdad y otro de la Fama levantado a la Ciencia. Junto a ellos había
ham Y de la reina Esther, tenía las series de los triunfos de Petrarca tres lien- obras de tema histórico, como la serie de seis enormes cuadros que narraban
zos representando «las fuerzas de Hércules», y otro con los elemento~ 1. y aun- el desarrollo de la batalla de Lepanto, y algunas de género. Por lo que se re-
que este gusto lo encontramos sobre todo entre los miembros de la aristo- fiere a la calidad, recordemos que poseía la serie de Cupido, Dán.ae, Leda Y
cracia, llega a manifestarse incluso entre algunos propietarios de modestísi- Ganimedes. de Correggio, y varias obras de Tician o. El inventano de 1585
mas coleccio~es -9ue difíc~l~ente podrían merecer el nombre de tales- y nos da una información precisa de la distribución de los cuadros y nos de-
que en su casi totalidad se limitaban a cuadros baratos de temas religiosos s; muestra que no configuraban espacios netamente definidos por su decora-
así, ~sa?~l de Nevares, mujer de un criado de Su Magestad, sobre un total ción. Y ni siquiera su magnífica colección de re~rat~s , que incluía empe.rado-
de, ~1ec1s1ete cuadros, tenía cuatro lienzos de retratos y seis «de poesías y res romanos (la serie de Ticiano en copia de Gh1rom), reyes, papas, capitanes
mus1ca»9.
Similar val.oración de la pintura mitológica y profana podemos encontrar 10 E l inventario de Rodrigo A rce (p rot. 932) incluye, además, pied ras bezares, cue rnos de aba-
e.n otras co lecc10n~s pequeñ~s, como la de don Rodrigo Vázquez de Arce, pre- da y joyas imitand o distintos animales y obje~os. El de Alo nso d e Ercilla (p rot. 626) incluye bas-
sidente del. Consejo de Castilla, que poseía una tapicería con ocho paños de tantes obj etos de j aspe y ámbar, una mesa china, caracoles grandes d_: la Ind ia m ont a~ os e~ p la-
«las maravillas», otra de «las guerras de los ro manos», y un cuadro de Diana, ta y algunos relojes. El de Juan Alo nso de Casulla (p ro~ . 590), una una de la gran. bestia, p iedras
del águ ila, higas d e azabache, objetos t urcos, u n rosario y tres esferas d,e la In?1a. El ~e Pedro
s!n ningún .acompañamiento de pintura de tema religioso; la de Alonso de Er- Gó mez de Q uevedo (prot. 1.408) o bjetos turquescos, un h u es~ de corazon de ciervo, dientes de
c11la, que, junto a pocos cuad ros piadosos, tenía doce lienzos con los empe- lobo y una caja de alquimia. Andrés de Écija y García Alvarez de Toledo (prot. 1.238).
11 A . H. P. M ., prot. 989; A . d e Ja Force, «The Collection of Antonio Pérew, The Burling-
6 ton Magazine ( 1982), págs. 744-752; G. Marañón, A ntonio Pérez. el hom bre. el drama, la époc~.
Ibídem, prot. 157. Madrid , 1947, pág. 57, sobre los visitantes de s u .colecció n; S. Bermúdez d~ Cast ro, Antomo. Pe-
7
Ibídem, prot. 74 J. rez. Secretario de Estado del rey Felipe 11, Madrid , 1841 , describe la co le~c1 ón . Con ante rioridad
8
Por ejemplo, los doctores Vera y Francisco Díaz, Ibídem, prot. 505 y 506. a la fecha del inventario vende 96 cu ad ros al genovés Baltasar Cata no y q ue, a su vez, compra
9
Ibídem. prot. 1.8 1O. la princesa de É bol i (prot. l .095).

156 157
. arte don Alonso de España, gentilhombre de Su Majes.tad pos:ía
y héroes, cardenales y poetas, estaba organizada formando una galería de re. Po~eS:Ci~n de.pinturas y objetos, muy típicos del gusto que vemmos sen~­
tratos de hombres ilustres.
Ésta, sin embargo, se encontraba perfectamente configurad a dentro de la
r::d~~ joyas, máscaras, cigüeñas y papagayos de barro, un elefante y un um-
colección de do n Juan de Borja, primer conde de Ficallo, como ve remos de
inmediato. El resto de su colección manifiesta un g usto opuesto al de Anto-
nio Pérez; no contiene un solo cuadro de tema mitológico y, salvo la serie de
emperadores romanos, sólo hay un cuadro que nos resulta especialmente in-
teresante, descrito como «un muchacho que so pla un tizón», que inmediata-
mente nos hace pensar que se trate de una ecfrasis del cuadro de Antifilo de
Alejandría. En el resto de la colección predominan de manera absoluta los
cuadros de tema religioso, que decoran casi exclusivamente el propio estudio
del conde. El resto de las pinturas, ya en un número bastante reducido, com-
prende paisajes y cuadros de género flamencos en su casi totalidad, au nq ue
también aparece una «carnicerí a» del norte de Italia, otros con empresas de
do n Juan de Bo rj a, y dos más con animales exóticos, un rinoceronte, monos
y papagayos 12 •
El in ventario de 1600 nos resulta también especialmente interesante para
nuestro estudio, pues nos introduce en el tema de la cámara de maravillas, al
revelarnos la existencia de varios camarines que agrupan ordenadamente dis-
tintas clases de objetos exóticos, raros y curiosos. Así, encontramos un «Ca-
marín de los vid ri os y porcelanas», en el que había mesas de jaspe, remates
de coral, vidrios guarnecidos en plata y oro, objetos de vidrio de Venecia y
Barcelona, bandejas chinas de madreperlas, de las Indias americanas, objetos
chinos y turcos; calabazas de porcelana, etc. , junto a un «camarín de las ar-
mas», en el que su m ayo rí a eran de procedencia exótica: rodelas chinas, ar-
mas y estribos húngaros, alfanjes y odres turcos, etc.
Otra colección mad rileña muy importante de fines del siglo XVI es Ja del
marqués de Pozas 13 , cuyo inventario se dividió en 1605 en dos grandes a par-
tados, por lo que se refiere a las pinturas: imágenes y pinturas profanas y re-
tratos, siendo numéricamente m ás importante el segundo que el primero, q ue
sólo consta de 29 pinturas y otras tantas imágenes de bulto, frente a más
de 90 retratos y un centenar largo de pinturas profanas, colocad as en su ma-
yor parte en la misma galería. Después de los retratos, la partida m ás imp o r-
tante de la colección corresponde a la pintura mitológica: Dánae, Venus,
Baco, Ganimedes ... , entre los que destaca una Leda, de Correggio, y un Baño
de Diana, atribuid o a Ticiano. De igual manera aparecen en su colección las
series que ya se están empezando a convertir en tópicas: 36 emperado res r~­
manos y sus esposas, 24 Sibilas, alegorías de continentes y de los meses, on-
ginales y copias de Bassano, vistas de ciudades, etc. , que, junto con sus series
de tapices con la historia de Mucio Scevola y decoraciones de centau ros, nos
revelan con claridad su adscripción a ese coleccionism o culto que a parece e?
determinadas capas de la aristocracia española de la segund a mitad d el si-
glo XV I. Colgante en fo rma de Salamandra (siglo xv1 ) Ma~rid . l n~tituto
de Valencia de Don J uan (ofre cida p or Hernan Cortes
12 A . H. P. M., prot. 933. al Monasterio de Guadalupe).
JJ Ibídem . prot. 2. 176.
1 'i9
158
co rn io de madera, un mo no, un león, un cabrón y un camello de barro u
mo no, dos abadas y dos elefantes de bronce .. ., j unto a pintura alegórica _'._ L~
j usticia y la paz- , histórica , retratos de emperado res, de filósofos (Heráclito
y Demócrito) y de género, co mo «un retrato de la risa», «un lienzo de la mu-
jer barbud a», «un regañón y un soplón» o «lienzos de Flandes de los cinco
sentidos» 14 ,
El ambiente sevillano era, a este respecto, muy ilustrativo: Pedro Yillegas
M armolej o don ó a Ar ias M o ntano su colecció n de pinturas 1s, donde se en-
contraban o bras como un Apolo, una D iana, un Ganimedes o «una Venus
so bre las armas y su hij o dormid o», realizadas po r el mismo Villegas. Argote
de M olina encargó a Sánchez Coello una serie de retratos y «fábulas», y Fran-
cisco Pacheco y Miguel Vázquez recibieron otro del caballero Remando Díaz
de Medina para realizar una serie de pinturas mitológicas, contratos que po-
drí an culminar con el que Miguel Vázquez firma con el toledano Gonzalo de
la P alma Hurtado, para realizar mil retratos de pinturas profanas, o con Jos
encargos del duque de Villahermosa al fla menco P ablo Schephers, para q ue
le copiara pinturas de Ticiano de tem a mitológico y o tras de su invención den-
tro de la misma mod alidad 16 •
Compo nentes esenciales de las colecciones y biblio tecas eran las galerías
de retratos. y a unq ue ya hem os señalado algunas de las más importantes, el
tema necesita una reflexión aparte. Queremos volver a insistir en la que Ar-
gote de Molina tenía en su museo de la calle F rancos, ya que, si bie n contaba
con precedentes en la misma Sevilla - es el caso del árbol genealógico que
cincuenta años antes había encargado el marqués de Tarifa- , presentaba al-
gu nos detalles nuevos.
Mientras el ciclo encargado por el marqués estaba formado por grandes
cuadros y se situa ba en la zo na más accesible del palacio, para así manifestar
públicamente sus vínculos y relaciones con aquellos personajes, el de Argote
de Mo lina se formaba de pequeñas tablas q ue, según Lleó, «denuncian una
voluntad de intimidad, de posesió n estrictamente personal, propia del mundo
cerrado del gabinete» 17 • La segund a diferencia estriba en la selección de los
personajes, ya que mientras los del marq ués de Tarifa pertenecían al mundo
de la antigüedad mítica e histórica, los de Argote de Molina habían sido es-
cogidos entre la intelectualidad sevilla na de su tiempo, de Ja q ue él mismo
formaba parte. Lo cual no es en absoluto excepcional, ya que el Libro de ver-
daderos retratos, de Francisco P acheco, de 1599, resulta en todo semej ante:
una galería de contemporáneos y paisanos ilustres por distintos conceptos
- santidad, ciencia , artes o valor militar; y lo mismo cabe decir de otra obra
prácticamente contemporánea, como era Los varones insignes en letras natu-
rales de la ilustrísima ciudad de Sevilla, de Rodrigo Caro.

14 Galería de Hombre Ilustres. Sevil la Casa de Pilatos.


Ibídem.
15
J . M. Serrera , Pedro Vi/legas Marmolejo , Sevi lla, 1976; V. Lleó, op. cit., pág. 57.
6
' Más ejemplos de este tipo de coleccionismo en J. C. López Martínez, Desde Martínez Mon- Galerías de personajes ilustres y bi~grafías de ~ 1 ?,mbres famoso.s. son ~ os ·
tañés hasta Pedro R oldán. recordados por Lleó, pág. 58. ltlanifestaciones de una misma tendencia: la exaltac10n de una !1ac10n ? cm -
" Lleó. V., op. cit.
dad medi ante la imagen o la histo ria de sus hijos m ás escla recidos. Pintura
160 161
e historia van ahora como nunca parejas, y ello llega a convertirse en mé- gros de África_y ª! hijo del Bajá, y algunos p~rsonajes históricos famosos ,
todo historiográfico a partir del éxito de las Vidas de artistas, de Vasari; por como el Cid, don Alvaro de Luna, el Gran Capitán, Hernán Cortés, el Gran
ello no nos ha de extrañar que el cronista e historiógrafo Esteban de Garibay Almirante y Tomás Moro. . .
contara entre sus bienes «treinta retablos que yo tengo de emperadores, reyes y lo mismo podríamos afirmar de la de don Juan d~ Bor~~· pnmer conde
y príncipes» 18 o que entre las pinturas de Alvia, secretario del Consejo de Gue- de Ficallo. El inventario redactado en 1600 detalla la s1tuaci~n dentro de la
rra, destaquen, junto a imágenes religiosas, mapas y un Cupidc_>,, una impor- casa de cada uno de los objetos y así sabemos que su colección de retratos
tante galería de personajes históricos, desde papas y reyes a m1htares, como formaba un conjunto orgánico en una galería dispuesta al efecto, que agru-
don Juan de Austria, el Gran Capitán, el Cid, Fernán González o Bernardo pa 121 obras de las 143 que constituían el conjunto .. La galería compr~ndía,
del Carpio 19. al modo habitual, reyes de España, de Europa y onentales, como Solimán,
Ya hemos mencionado a Garibay, por lo que no nos puede extrañar que Saladino el Gran Tamerlán y un rey de Marruecos, santos, papas, padres de
muchos coleccionistas de retratos de hombres ilustres hayan sido también his- la Iglesia'. miembros de su familia, humanistas como Pico de la Mirándol~ y
toriadores. Don Pedro de Salazar Mendoza 19 ª reúne por los mismos años Alberti, literatos como Boccaccio, artistas como Durero, Jacometrezo, Jov10,
que Argote de Molina una galería de retratos similar, donde, al lado de los juristas como Bartolo, navegantes y descubridores (Magallanes, Colón y H:r-
grandes personajes habituales en este tipo de ciclos, aparece una amplia serie nán Cortés), generales (Antonio de Leiva y Fernando de Toledo), cond otie-
de los reyes de España y del extranjero, personajes como Colón o Tomás ros como Gattamelata, y así un largo etcétera de obras, una de las cuales, por
Moro y hombres relevantes de la intelectualidad toledana, entre la que se mue- lo menos, es atribuida a Durero 21 • • •
ve don Pedro: el cardenal Pedro González de Mendoza, Alonso de Mend oza, La galería del conde de Ficallo es, con la de Fehpe 11_, e~ El ~sconal, una
Busto de Villegas, Juan de Tavera - cuya crónica escribió, junto a la del Gran de las más importantes del siglo XVI y una de las más s1gmficatlvas del sen-
Cardenal- y los magníficos retratos del Greco de Antonio y Diego Cova- tido heroico y cultural que el tema de los retratos pretendía dar a toda co-
rrubias. Pero el sentido de la colección cobra mayor significación si recorda- lección. A este tono habría que añadir el de la exaltación de la historia de
mos que Salazar Mendoza poseía también las dos vistas de Toledo, del Gre- España, que aparecía en el hecho de la muy frecuente presencia en las colec-
co, y que sus trabajos históricos se inscribían en _la lí.nea de la reivi~dicaci?n ciones de los siglos XVI y XVII de los retratos de los monarcas de la Casa de
de T oledo a través, entre otras cosas, de la pubhcac1ón de una sene de bio- Austria.
grafías de famosos prelados toledanos. Si es relativamente abundante la aparición de retratos de los reyes aisla-
Otro tanto sucede en Valencia con don Diego de Vich, guardajoyas de Fe- dos, tampoco son infrecuentes casos como el de d?~ª Catali_na de_ Gaztelu y
lipe 111, traductor de Vasari e historiador de la ciudad, que encargó a !uan Eza, en cuya colección, al lado de sus cuadros rehg10sos, m1tol?~1cos -Eu-
Ribalta una galería de valencianos ilustres para su retiro en el monasteno de ropa, Lucrecia, Ceres- o exóticos -doce cuadros de mo~os, viejos-, y ~n­
la Muerta en Alcira. La serie, inacabada, constaba de 31 retratos, entre los tre los objetos típicos del momento - un salero de tres piezas, un barquillo
que apare~ían santos - San Luis Beltrán, San Vicent~ Ferrer, San Fr~ncisco y una copa de plata, que fueron comprados en la almoneda por el rey, piedras
de Borja-, los dos papas valencianos, poetas y escntores, como Gu1llén de bezares o una uña de la gran bestia ... - destacaban los mapas y, sobre tod o,
Castro y Ausias March; filósofos, como Vives, músicos, políticos, doctores, una gran colección de retratos de reyes, emperadores, siete lienzos con los
botánicos, etc. 20 . .
triunfos del emperador, el retrato del príncipe don Carlos, el del Cid, el del
Mientras en algunas colecciones la galería de retratos no adopta un s1_s- cardenal Cisneros y uno de Felipe 11 de mano de Alonso Sánchez Coello 22 •
tema de ordenación coherente, como sucede en la ya mencionada de Antom_o Doña Catalina de Gaztelu fue la primera mujer de González de Heredia,
Pérez, que es buena muestra de un gusto más evolucionado, en otras, l~ sene quien, al morir en 1611, había ampliado la colección de obras de arte con nue-
de personajes, sirve como uno de los elementos articuladores del conjunto. vos temas mitológicos y, ante todo, la galería de retratos hasta 85 cuadros,
Así sucedía con la ya mencionada del marqués de Pozas: su colección de re- que, como el caso de don Franpisco de Borja, comprendían todas las ramas
tratos incluía a personajes de su familia, un gran número de reyes y prínci- de interés para un hombre culto del Renacimiento 23 • •
pes, que se remontan a monarcas medievales y comprendía algunos reyes ne- Junto a las colecciones de pinturas comienza en esta época a mamfestarse
un gusto por las cámaras de maravillas, que se prolongará a lo largo de las
1s A. H. P. M ., prot. 2.605, fol. 521.
19 Ibídem, prot. 507, fo ls. 871 y ss.
19a R . L. Kagan: «Pedro Salazar de Mendoza as collector, Scholar and Patron of El Greco». 21
Ibídem, prot. 933.
Studies in the History o/ A rt, vol. IJI , Washington, 1984. .. 22
Ibídem, prot. 3.569. .
20 J unto con la galería de retratos llevó otros muchos cuadros y libros de su colecc1on. 23
Ibídem. He aqul algunos: Felipe 111, el duque de Alba_, el de ~erma, Andrea Dona, Sc~n­
cfr. J . A. Ceán, op. cit., IV, págs. 180-1 ; Sarthou, Monasterios valencianos, Valencia, 1943, pág. derberg, Bartulo, Guicciardini, Ticiano, el rey David, Aretino, Solimán, Carlos V, Boccacc10,
137, y M. Igual Úbeda, Historiografía del arte valenciano, Valencia, 1961 , págs. 52 Y ss. CarJomagno, Laura, Aníbal, Petrarca, Carlos de Borbón, Erisoto, Hércules ...

162 163
primeras décadas del siglo XVII. Conocemos la colección de don Hernancto con formas de animales y algunos o.bjet~s exóticos o curiosos, com~ una fi-
Carrillo y Mendoza, conde Priego, no sólo porque el inventario de sus bie- gurilla de turco con cuchillos en su mtenor, arrr~as polacas, ~1.1 alfanje y una
nes, come)lzado el 28 de marzo de 1579, es extraordinariamente prolijo, sino bolsa de cuero de Turquía y las piedras de propiedades med1cmales.
porque el documento, cosa no muy habitual, nos permite distinguir hasta cier- Como sucede en los casos hasta ahora revisados, durante la segunda mi-
to punto un principio ordenador de la colección 24 • Parte de las piezas se ar- tad del siglo XVI los coleccionistas atesoraban un saldo muy alto de objetos
ticulaban alrededor de tres lugares: el camarín de los vidrios, el escritorio del que entran de lleno en el gusto manierista por las cámaras de maravillas, aun-
conde y «una pieza que llaman el camarín de los despojos de la batalla de /a que muy probablemente no se encontraran ta? orgá~icamente estruc~urados
Liga>>. como en los ejemplos que acabamos de estudiar. As1, y a modo de ejemplo,
Este camarín contenía los tesoros más preciados de su dueño, que parti- doña María de Aragón 26 poseía bolsas de nácar y de ámb~r, piedras de pro-
cipó en Ja batalla de Lepanto. Sobre sus paredes se alineaban «una carta de piedades maravillosas, uñas de la gran bestia, cu.ernos de rinoceronte, P?rce-
todo el mapa donde se ve el lugar donde fue la batalla», varios cuadros re- lanas de la China y de la India, cocos de las Indias, un mono, bolas de Jaspe
presentando diferentes episodios del combate y los retratos de los protago- y de cristal, caracoles ~e madreperla, ca~afeo~, j?yas de forma~ caprichosas,
nistas de la contienda: el Papa Pío V, don Juan de Austria, Andrea Doria objetos de coral, una imagen de ¡:>_lumena, rehq_mas ... ; don Ennque de Tole-
y el general turco derrotado, Selim, acompañado de otros «doce retratos de do, presidente del Consejo de las Ordenes 27 , tema cientos de Objetos de coral,
Ja sucesión de los emperadores turcos» de su dinastía y del retrato de Barba- porcelanas, reliquias, ámbar, menjuí y algalia, joyas c~prich?sas , ricas copas
rroja. Distribuidos por los estantes y mesas del camarín había distintas reli- y saleros antiguos y modernos ... Y, por su parte, Bemto Anas Montano re-
quias suyas y trofeos de guerra. Entre las primeras aparece «una corona o guir- gresaba en 1578 de Lisboa «Cargado ?e conch.as. de caracol~s», de «gran ~osa
nalda que se presentó al sejior don Juan, puesta en papel de versos en loo r de juguetes», a Ja vez que Juan de Silva, escnb1a a Zayas informand o como
del señor don Juan» y una amplísima serie de objetos pertenecientes a P ío V: el mismo Montano «no ha podido ir por la pasta de menjuí y estoraque»,
su túnica, un bonete rojo y otro de raso blanco, sus zapatos de terciopelo car- pero sí viene con una tabla de los príncipes otomanos «por tener un poco de
mesí, un libro de horas en que rezaba el rosario y un agnus dei grande con curiosidad varia»2s.
sus armas; y entre los trofeos, numerosas armas turquescas y distintos obje-
tos tomados al enemigo.
Las distintas partidas del inventario del conde de Priego nos ponen de ma-
nifiesto que sus gustos e intereses entraban de lleno en el variopinto mundo
de las cámaras de maravillas. Y, sobre todo, en su escritorio, encontramos
agrupada una grandísima colección de mapas y descripciones del mundo, ob-
jetos exóticos procedentes del Nuevo Mundo y del lejano Oriente, curiosida-
des naturales, recuerdos de fenómenos de la naturaleza, sustancias medicina-
les y de propiedades maravillosas, junto con varios cajones de instrumentos
mecánicos y técnicos y una buena colección de aparatos científicos, matemá-
ticos y astro nómicos, que indican cómo las aficiones del conde se repartían
entre los naturalia y los artiflcialia.
Otra importante colección de instrumentos astronómicos que, como in-
dicamos, pasó a poder del rey, fue la del marqués de los Vélez2s. En ella los
objetos científicos forman la partida más interesante, mientras que la colec-
ción de pinturas es de escasa relevancia: una docena escasa de cuadros fla-
mencos, en su mayoría de gé nero, y unos pocos retratos, a los que había que
añadir tres series de tapices de temas mitológicos y de la antigüedad. El resto
de sus bienes no st aparta mucho de la tónica habitual: varios relojes e ins-
trumentos de relojero, un centenar de camafeos y medallas antiguas, j oyas
Piedra bezar del Duq ue de Alba. Viena, Kunst hriskrisches Museum.
24 Ibídem. prot. 759, fols. 384 r-486 v.
2s Ibídem. prot. 992. So bre su biblioteca, A. Alvar, F. Bouza, «Tasación y almoneda de una 26 A. H. P. M .. prot. 1.578.
gran biblioteca nobiliaria d el siglo xv1: la del lll marqués de los Vélew, Cuadernos Bibliográfi· 27 A. H. P. M., prot. 1.472.
cos (en prensa). 28 C. O. D. O. !. N.. XXXI X. págs. 503 y ss.

164 165
Con todo, lo más habitual era la mezcla de distintos géneros de pintura conjunto de cu;idros, objetos y relicarios que el duque de Béjar, don Alonso
junto a los objetos naturalistas en una misma colección. Don Andrés de Ál- Diego López de Zúñiga y Sotomayor, regala en 1602 a las monjas de la Vir-
via poseía en 1591 pintura religiosa, un «Cupido grande», cartas y mapas jun- gen del Vado, en Gibraleón, y que comprende un enorme número de pintura
to a la habitual galería de hombres ilustres y «cinco cuadritos de alabastro religiosa: retratos de santos, vida de Cristo, apostolados, estatuillas y pirá-
de bulto de los cinco sentidos», lo que no le impedía poseer una pequeña ar- mides relicarios forman el conjunto en el que hemos de ver una manifesta-
mería y objetos de coral, una vasija y un escritorio de la China o un cuerno ción típica de la piedad contrarreformista Js.
de unicornio 29. Por su parte, los pequeños coleccionistas podían articular sus De entre las grandes familias de la nobleza, aquellas que por sus servicios
conjuntos en torno a una biblioteca o pequeñas salas y oratorios, donde apa- a la monarquía alcanzaron las mayores prebendas y el más alto rango, vamos
recían las galerías de pinturas religiosas, como Francisco Páez que poseía a destacar dos, cuyo mecenazgo y coleccionsimo artístico nos ha de servir de
un «San Jerónimo de Dominico Greco» Jo, y las abundantes colecciones de jo- ejemplo en la evolución de los gustos de las élites es pañolas. Nos referimos
yas, etc. 31 . La pasión por el objeto a la que más adelante nos referiremos, tie- a los Mendoza-lnfantado y a los Benavente.
ne en estas últimas sus mejores muestras y no es extraño que en los inventa- Ya conocemos a los primeros, pues desde fines del siglo xv habían plan-
rios de joyeros madrileños de fin de siglo aparezcan piezas en forma de la- teado un tipo de coleccionismo basado fundamentalmente en la idea de teso-
garto o papagayos de esmeraldas, corales, agnus dei de oro, jun.to a descrip- ro. Pero a partir de la segunda mitad del siglo, la evolución de sus coleccio-
ciones de joyas y referencias a contratos para hacerlas 32. Y lo mismo podría- nes se convierte en paradigma de la evolución general de las preferencias ar-
mos decir de las piedras duras, en las que un orfebre como Jacopo da Trezzo tísticas españolas.
adquiere en estos momentos una importancia fundamental; conocemos el in- Ya en 1555 se inventaría en la Calahorra un conjunto de armas y artille-
ventario de una venta de piedras preciosas que se le hace 33, que es un reper- ría, posesión del marqués de Zenete, que nos muestra el temprano interés por
torio de formas, temas y materiales típicos del gusto manierista, desde «cien- el tema de la armería 36. De igual manera don Diego Hurtado de Mendoza,
to y sesenta piedras de bujerías, con vidrios, nachar, cristal y otras cosas», a conde de Saldaña y marqués del Zenete, en 1560, tenía en Guadalajara una
«una culebra de mármol de carrara» o «Un rostro de una concha de más y armería, una biblioteca, una colección de oro, plata y joyas, objetos como un
una verónica y otras conchillas». arpa de oro o una cabeza de marta del mismo metal, calcedonias o la piedra
La gran nobleza constituye otro de los puntos esenciales en el desarrollo del águila, junto a pinturas de tema fundamentalmente mitológico (Dánae,
del coleccionismo artístico del siglo XVI. Ya nos hemos referido a los duques Marte, Venus y Medusa, el Juicio de París, el Rapto de Europa, Venus ... )3 7 •
de Alcalá o a los de Villahermosa como coleccionistas y anticuarios. El du- Por su parte, Iñigo López de Mendoza y su mujer doña Isabel de Aragón,
que de Arcos poseía hacia 1580 una cantidad inmensa de objetos, med ~llas duques del Infantado en 1564, centraban su colección en torno a una cada
de oro, camafeos que representaban temas mitológicos y un pequeño conj un- vez más importante armería, los tapices, y una enorme cantidad de objetos
to de cuadros muy del gusto del momento:Las cuatro partes del Mundo, Los preciosos, naturalistas y maravillosos, sin apenas referencia a la existencia de
siete planetas, Las Artes Liberales, El día y la noche, Vistas de ciudades: Ve- pinturas 38; otro miembro de la familia, doña Catalina de Silva, princesa de
nus y Cupido y La escala de Jacob 34. Aunque no tengamos constancia de Mélito, poseía por estas fechas - el inventario es de 1568- una importante
ello, parece que nos hallamos ante un conjunto programático de carácter. cos- galería de retratos, fundamentalmente reyes y hombres ilustres, al lado de ob-
mológico, comprensivo de las realidades naturales y culturales, que articula jetos preciosos o, simplemente, curiosos, como «dos cocos de Portugal y otro
un microcosmos plástico, habitual del coleccionismo del momento. Otras ve- coco entero» 39. Doña Catalina fallecía en Madrid en 1576 y sus bienes, joyas,
ces las colecciones alcanzan un carácter monotemático, como es el caso del corales, rarezas y naturalia nos remiten al mundo del coleccionismo ecléc-
tico4o.
29 A. H. P. M ., prot. 507, fols. 87 1 y ss. <'.:onforme avanza el siglo va creciendo el interés por la pintura, aunque
30 Ibídem. todavía es grande el predominio de los temas religiosos. Entre las pinturas
31 Doña Magdalena de la Serra lleva al matrimonio sólo joyas (prot. 2.201 , 1.593); en la par- de Juana Mendoza y Fonseca, marquesa de Zenete en 1580, sólo las hay de
tición de bienes entre J erónimo y Andrés de Cartagena, en 1594, aparecen, entre otros: sartas
de á mbar un rosario de ámbar, una «muerte y vida de azabache guarnecido de oro», una nave
de a zabadhe de Cristo y San Pedro ... junto a gran cantidad de cuadros religiosos (prot. 628); 10
mismo en los bienes de J uan de Matallana (prot. 628), en los bienes de don Diego Vázquez de Js Ibídem.
Arce Caballero de Santiago; los de J uan Ruiz de Belasco, y Luisa de Velas, tod os_ en 36 Ibídem. leg. 1.888-4 1-2.
prot.' 1.8 11 . Sin embargo, la marquesa de Oñate centra su pequeña colección en pintura religiosa 31
Ibídem, leg. 1. 835~ 1-2.
(prot. 1.8 10)... 38
Ibídem, leg. 1.834' y 1834 2.
39
n Es el caso de Jua n Vázquez de Salazar, ibídem, prot. 166, fols. 8 16 y ss. Ibídem, leg. 1.8322•
33 Ibídem, prot . 787, fols. 295 r.-296 v. •o Ibídem, leg. 1.838-32. Parecidas consideraciones podría mos hacer con respecto a la impor-
34 A . H. N .. Osuna Cartas 583-2. tante colección de joyas y objetos del duque de Fra ncavilla, leg. 1.839-16 2.

166 167
iema piadoso y lo mismo podríamos decir de doña María de Mendoza, duque-
sa de Medina de Rioseco 41 , cuyos bienes se inventarían en 1581 en Guada-
lajara, y de la marquesa de Mondéjar 42. Pero la colección de esta última ofre-
ce mayor interés, ya que junto a a las pinturas religiosas del oratorio, conta-
ba con un conjunto de escritorios que servían de cobijo a una verdadera Wun-
derkammer. Y así, y por sólo citar una parte ínfima de sus objetos, en un es-
critorio alemán aparecían, entre otros, una caja blanca con un Niño Jesús de
coral, una piedra de restañar sangre, un pedazo de uña guarnecido de oro,
cuentas de alquimia, una muerte de coral, cornerinas con figuras esculpidas,
una higa de coral... 43 •
Don Femando de Silva, conde de Cifuentes, participa de similares carac-
terísticas, pero éste, en 1590, poseía ya una galería de pinturas 44 , con Jos te-
mas de moda y que iban desde los emperadores antiguos a retablos de la
Casa otomana, La Fortuna, Cleopatra, retratos de familia y temas reli-
giosos. .
El coleccionismo de los Mendoza culmina en el siglo XVI con la figura de
fiiigo López de Mendoza de la Vega y Luna, quinto duque del Infantado.
Ante él nos encontramos con un verdadero mecenas, que amplía y reforma
su palacio, lo cubre con frescos de Rómulo Cincinato, cuida con esmero su
biblioteca y su prodigiosa armería, una de las más célebres de España, y co-
lecciona joyas, «cosas de oro»45 y cuadros. Nos detendremos en estos últimos
por ser la parte más importante de su colección que no por ello dejaba de
ser una auténtica Wunderkammer.
Aparte de una serie de 30 retratos de santos «que el señor duque de Feria
envió desde Roma al duque», el resto de la colección se componía de retra-
tos, bodegones y pinturas mitológicas. Los santos y los retratos parecen ar-
ticular el conjunto en el que son muy importantes las pinturas mitológicas (Cé-
falo y Procris, Cupido, Orfeo, Venus y Adonis ... ); muchas de las obras son
de Francisco de Cleves, pintor, al parecer, al servicio de los duques y que de-
bla cumplir el mismo papel que Scheppers con los Villahermosa: Ja de sumi-
nistrar pinturas prácticamente en serie para las galerías ducales. La ausencia
de firmas importantes en la colección así nos lo confirma y también el hecho
de que la primera partida que aparece sea la de «ciento y tres lienzos de pin-
turas de diversas istorias ... que trajeron de Flandes pintadas al temple». En
general, las referencias a pinturas de procedencia nórdica son mayores que
las de cualquier otro lugar; Flandes y sus imágenes directas y naturalistas,
sus bodegones y escenas de género («una tabla figura de una flamenca des-
nuda con una cesta en un brazo», escenas de villanos, hombres bailando, «mo-
nos barberos», ciegos ...) es la escuela favorita a la que se recurre, sin olvidar

41
Ibídem. leg. 1.8347 y leg. 1.835- 14 13 •
42
Ibídem.
43
Ibídem, leg. 29224 •
d 44 Simila res objetos aparece n en el inventario de los bienes que poseía en Guadalajara
on Rodrigo de Mendoza, gentilhom1're de Felipe 11, en 1598, ibídem, leg. 1.836-1.
a utilus (siglo xv1), Madrid , Museo Lázaro Galdiano. • i Ibídem, leg. 2.056 4 .

168 169
1 1
el mundo de los héroes - Los nueve de la fama- o la sugestión ruinista de
1
Roma - «unas ruinas de Roma», Roma triunfante y Roma triunfada .. . 46
Por su parte, los condes de Benavente, además de una importante arme~
ría, poseían, según inventarios de 1572 y 1574 47 , grandes cantidades de obje.
tos exóticos y típicas joyas manieristas -por ejemplo, una «Ydria de plata
con la boca de sierpe y asas con un cuerpo de salvaje», copas de Alemania'
un «mochuelo de plata dorado ... sentado sobre un tonco», etc.-; junto a ello'
y como veremos más adelante, comenzaban a plantear, ya a comienzos dei
siglo XVII, una significativa galería y colección de pinturas. En un papel suel-
to sin fecha 4s se dice que las pinturas que el conde de Benavente tiene en su
casa de Valladolid, que son «de más opinión» eran un Martirio de San A n-
drés y San Felipe, «quadro grande de mano de Micael Angel Caravacho»,
una Cena de Cristo, de Luqueto, un Nacimiento, de Federico Baroccio y un
«Cuadro largo echado de muchas figuras a modo de una procesión del Tin-
toreto», «Estas son - dice el documento- las que dize Borja tiene noticia su
Magestad son buenas».

46 Ibídem, leg. 1.9483.


4
' lb ídem, leg. 427-85 1-426. Gabriel Sagui, d ibujo de joya (1596). Llibre _d e ~assanties. Barcelona . Instituto Municipa l de
48 Ibídem, 427-872. H1st ona.

170 171
CAPfTULO XI

Relicarios y camarines: la Contrarreforma


y el coleccionismo fantástico
Aunque una de las características esenciales del coleccionismo ecléctico es
la del carácter profano de los objetos recogidos no podemos dejar de hacer
una breve mención a las colecciones de objetos sagrados que, tanto por su
disposición como por el sentido que adquieren, pueden parangonarse con cier-
tos aspectos del mundo de las Wunderkammern.
Ya hemos indicado cómo las disposiciones de algunas sacristías, como su-
cedía en la de Guadalupe a fines del siglo XV, recordaban la colocación de
los posteriores camarines de objetos fantás ticos; por otra parte, no hemos de
olvidar que las reliquias se disponían en obras de cristalería, orfebrería y pla-
tería de gran complicación, como si de j oyeles se tratase; y si a ello unimos
el hecho de que tanto a ciertos objetos naturalistas como a los propios restos
de santos y personajes sagrados, se les atribuían virtudes cur ativas, salutífe-
ras y maravillosas, el paralelismo entre un tipo y otro de coleccionismo no
ha de plantear ningún tipo de problemas.
No nos podemos detener en todos y cada uno de los inventarios exami-
nados hasta el momento, pero sí indicaremos cómo en su mayor parte se en-
cabezan con la descripció n de los bienes de la capilla, en donde los relicarios
y objetos preciosos de carácter sagrado adquieren una importancia capital.
Volvamos a recordar cómo la Capilla Real de Granada fue un museo perfec-
to, no sólo de cuadros, retablos y esculturas, sino de objetos sagrados proce-
dentes de la colección de los Reyes Católicos, que Fernando había deposita-
do parte de su colección de este tipo en el monasterio de la Sisla de Toledo,
que fuero n tasados en tiempos de Carlos V, y que don Pedro González de
Mendoza regaló a la diócesis toledana su colección de joyas ' · Y entre las co-
lecciones de Carlos V los pequeños objetos y estatuillas sagradas cumplían
una no desdeñable funció n 2.
Pero es a fines d~l siglo XVII, cuando se inicia la importancia y el influj o
de la mentalidad contrarreformista, el momento en que el tema de las reli-
quias, los relicarios y los camarines para depositarlas y expo nerlas, alcanza
una progresiva valoració n que culminará en época ya barroca. Ahora se re-
cuperan varias de las más preciadas reliquias españolas dispersas por Europa

1 E. García Rodríguez, «Las joyas del cardenal Mendoza», Toledo, 1942, págs. 31 -46.
2 A . G. S., C. M. C. (l . Época), leg. 1.145, fol. 18 (fortaleza de Simancas) y 11 (Yuste) .

173
y entran en nuestro país con solemnes procesiones: recordemos los casos d
los Santos Justo y Pastor en Alcalá de Henares, o los de San Eugenio y Sane
ta Leocadia en Toledo 3, por citar sólo los más conocidos. -
Desde este punto de vista querríamos detenernos en una relación no de-
masiado conocida, pero que, sin duda, es uno de los mejores ejemplos deJ
tema a qu:, nos veni,m os re~iriendo. Se ~rata d~ la recepci? n en la iglesia de
la Compama de Jesus de Lisboa de un impres10nante conjunto de reliquias
procedentes del Imperio y traídas por don Juan de Borja 4 ; éstas entraron ins~
taladas en 12 andas en las que predominaban las reliquias de santos y santas
centroeuropeos, muchos de ellos relacionados con las vicisitudes políticas y
religiosas del lmperio 5 , y casi todos instalados en preciosos relicarios que
ahora desde el campo religioso, nos vuelven a sumergir en el mundo de J~
preciosidad manierista: y, así, por ejemplo, la cabeza de San Gregorio venía
en «un medio cuerpo de plata con el rostro encarnado de un venerable obis-
po, con una riquísima Mitra en la caberya, cubierta toda de perlas, rubíes y
diamantes» 6, el Lignum Crucis dentro de un relicario en forma de sepulcro
colocado sobre cuatro bolas de cristal, encima del cual estaban dos estatuillas
de ángeles 1, etc.
11 Pero será también Felipe ll quien dotará de un sentido coherente al fe-
nómeno; uno de los fines de carácter religioso de El Escorial será servir de
albergue a una ingente colección de reliquias, que encontrarán su mejor aco-
modo en los lugares privilegiados del monasterio, como los altares de los tes-
teros de las naves laterales de la basílica.
«No es maravilla que se haya juntado aquí tan incomparable tesoro - dice
Sigüenza- porque, si miramos al poder de un príncipe tan grande como el
de Felipe 11 y la gran devoción que a las reliquias de los santos tenía, Ja co-
dicia con que las mandaba buscar por todo el mundo, Ja avaricia santa con
que las guardaba ... Ja voluntad y el deseo con que los Papas y otros muchos
príncipes eclesiásticos y seculares acudieron a servirle en esto, será fácil creer
lo que hemos dicho así a bulto y atropellado» 8. Estas palabras son lo sufi-
cientemente expresivas del interés regio por dotar a su monasterio de una pro-
digiosa colección de relicarios, en cuya recolecta, conservación y tasación in-
tervenían los principales artífices del momento, como Juan de Arfe, que rea-

3 Cfr. Vida, Ma rtyrio y traslacion de la gloriosa virgen y martir Santa Leocadia. Que escri·
be el padre Miguel Hernandez de la Compañia de Jesus, con la relacion de lo que passo en la
traslacion que se hizo de las Santas reliquias de Flandes a Toledo, Toledo, 159 1; Ambrosio de
Morales, La vida, el martyrio, la invencion, las grandezas y las translaciones de los gloriosos ni·
ños martires Santos Justos y Pastor. Y el solemne triunfo con que f ueron recibidas sus santas
reliquias en A/cala de Henares en su postrera traslacion, Alcalá, 1568.
4 Relacion del solemne recibimiento que se hizo en Lisboa a las santas Reliquias que se lle·
va ron a la yglesia de San Roque de la Compañia de jesus a veinte y cinco de Enero, 1588, Alcala
de Henares, 1589 (traducción de Alvaro de Veancos de una Relai;ao... aparecida en Lisboa en
1588 y escrita por el licenciado Manuel de Campos).
s Cfr. ibídem, págs. 34-35.
6 Cfr. ibídem, págs. 48-49.
' Cfr. ibídem, págs. 50-51.
s Sigilenza. op. cit., pág. 375. Armario de relicarios, monasterio de El Escorial.

175
174
1.

!izó una serie de. bustos-relica:fo hoy perdid.a 9, o Juan Pantoja de la Cruz, real, de. las que poseemos abundantes noticias 17, a la vez que infinidad de re-
que en 1598 reahza una tasac10n de una sene de obras de este tipo 10 . y to- ferencias en las· obras publicad~s en este m.omento. , . .
davía más expresivos son los i~mensos inven~ar!os de los relicarios con que Sabemos que doña Margarita de Austna, que hab1a destmado un prec.1~­
~l rey ~ue dotando al monasterio y que const1tu1an una de sus riquezas más sísimo escritorio de cristal regalado a su madre «para custodiar al Sant1s1-
1mpres1o~antes 11, en donde se especifican aquéllas «diferencias de hechuras» rno Sacramento en la compañía de J esús» 18, te nía un enorme celo por las
y «mate~1a de los vasos», de las que nos habla Sigüenza, y que era de «oro reliquias y por dotar de ornamentos, vasos y joyas a las iglesias 19,_ n;iientras
pla~a, piedras y cristales y otros materiales dorados», si bien lo más sign ifi~ r
que «dexó muchas preciosísimas joyas de ?ro plata, para el serv.ic10 de la
catlvo del gusto manierista es la variedad de formas que adquieren, ya que iglesia de las Descalzas, y ornamentos de mestimable valor y precio Y otras
uno.s eran «como templetes; otros en forma de iglesia, de naves, otros cim- rnuchas cosas; tantas y tales, que se parece bien la grandeza de ánimo de
b.onos y cúpulas, cálices, navetas, bujetas, c~ja~, cofre.s, linternas, pirámides, donde procedían. Pero, sobre todo, las reliquias de los santos que dexó,
s ~n (conta.r) las cabezas y brazos, y otras mil d1ferenc1as que es como impo- son tales y tantas, que con aver en esta i~signe casa, ~uchas co.sas de gran-
sible referirlas» 12 y que comprendían toda clase de reliquias. de estimación y precio, ninguna es tan digna de ser vista y estimada como
No nos podemos detener ahora ni siquiera a realizar una breve relación ellas» 20 .
de la multitud de iglesias españolas en las que los camarines y relicarios ad- Se formaron así relicarios y camarines tan importantes como los del con-
quieren una importancia capital: Guadalupe 13, Roncesvalles, Medina del vento de la Encarnación y el de las Descalzas Reales en Madrid, que, como
Campo, Gerona 14, etc., forman conjuntos muy expresivos de la piedad tan algunos de los nombrados anteriormente, todavía hoy conservan su anti~u.a
cargada de magia de la .cultura de la Contrarreforma y el Barroco; sólo nos disposición, tan cercana a los camarines de las Wunderkammer~ y eran v1.s1-
detendremos, para termmar, en el patrocinio de la familia real a este tipo de tados por los mismos reyes: «Hanse salido sus Magestades - dice un escnto
actividades, a medio camino entre la piedad y la superstición. del momento (1611)- esta mañana al Pardo y han vuelto esta tarde, con oca-
No solamente los encargos de objetos devotos se hacen hacia finales del sion de pasar mañana a la tarde a casa de la Duque~a de Uced~ por el pa-
siglo XV I más frecuentes 15, sino que, ya en el reinado de Felipe III, arquitec- sadizo que hay desde palacio a ella, para ver el camann y oratono de la Du-
tos como Juan Góm.ez de Mora se encargan de la disposición y cuidado de quesa, que dicen hay en él muchas cu~iosidades de cosas ricas y e~quisitas, y
las «cosas del or~tono .del Rey Nro. Sr.», en donde, junto a pinturas religio- su Excelencia ha puesto su gusto en Juntarlos, de las quales dara alguna a
s~s , aparecen objetos piad?sos dentro de un gusto aún manierista, como, por sus Magestades ... »21 •
eJei:np_lo, ~n «rostro de Cnsto camafeo blanco, con engastes de ágata, fondo
lap1slazuh con molduras de jaspe leonado», al lad o de retablos de ébano con 11 Ibídem. Allí a parecen numerosas donaciones de objetos, preciosidades, reliquias, etc., de
óvalos para reliquias o pinturas sobre lapislázuli 16. los reyes al monasterio de la Encarnación. En .el libro de Sa ncho Dávila, De la. ~eneracion que
Pero lo más significativo es, sin duda, la proliferación de donaciones de se deve a los cuerpos y a sus reliquias, Madnd , 1611 , se nos narra la venerac1on de los reyes
reliquias y objetos preciosos y raros a monasterios y conventos de fundación españoles hacia las reliquias, centrándose en Felipe JI y III, de quien se dice: «Y vuestra mages-
tad respla ndeciente rayo del rostro de su padre, desde niño nos fue alumbrado con su como exem-
plo en la veneracion que devemos a las reliquias sagradas. Pues siendo de doze años ... descu-
9
M. J . Sanz Se rrano, Juan de Arfe y Vil/afañe y la custodia de Sevilla, Sevilla, 1978, pági- bierta la cabeza y las rod illas puesto delante de los relicarios del Escurial los limpiaba Y quitaba
nas 43-44. el polvo», pág. 241. El libro es un completo tratado sobre el tema de las .reliquias desde el punto
10 A. P., leg. 43, carpeta 11. de vista de la piedad contrarreformista. De todas maneras poseemos not1C1as de un diferente tra-
11 Cfr. las impre$ionantes listas de los Libros de entregas... to, que podríamos calificar de desvergonzado con el tema de las reliquias. Cristóbal de Moura
12 Sigüenza, op. cit., pág. 376. propone, e n la negociación de Portugal, comprar a Miguel de Mora por medio de reliquias para
13 H. Za mora, «La capilla de las reliquias en el Monasterio de Guadalupe», A.E.A .. 1972. lo que sugiere a Felipe 11 «hurtar (sic) algo de S. Lorenzo» y si esto no fu era posible «yo me de-
págs. 43-54. termino de componer y tocar calaveras de muertos y dezir que son de virgenes». La respuesta
14
Roig, f!esumen .Historial de las Grandezas de Gerona. Barcelona, 1678, págs. 216 y ss. hológrafa de Felipe II al margen no tiene desperdicio: «... y aparte se le diga que aunq ue no. sé
Jean L'Hermlt ~, op . ci/., t. 11, págs. 279-284, describe las reliquias y joyas de la catedral de To- si se puede n sacar las reliquias ya de Sanct Lore nc;o pero q ue de a llí o de otra parte no le fal-
ledo en la q ue incluye (p._284) «Un vaso grande de unicornio guarnecid o de oro». Conocemos el tarán reliq uias y cabec;as de ma nera que no se a componer las que dice q ue me ha caydo muy en
t ~so ro de la catedral de Avila por su libro cabreo, A. H. N.. Códices. 926 B, en donde se rela- gra~ia, aunque yo creo q ue las q ue traen de Alemania o muchas dellas son así». A . G. S. Estado
c.1onan los pagos a Juan de Arfe por la custodia, las di feren tes j oyas del teso ro (cruces, relica- 405, Cristóbal de Moura a S u Majestad, Almeiria, 25-Xl- 1579. .
rios, cetros ... ) Y los pagos a Juan de Alvíz por hacer los cetros nuevos en 1573. J unto a ellos. is Diego de Guz mán, Vida y Muer/e de D. Margarita de Austria, Reyna de España, Madnd,
o bje tos naturalistas como 24 piedras cristalinas, «una piedra calcedonia con cinco corales a lre- MDCXVII , fo l. 20v.
dedor» y «otras doze piedras engastadas en plomo» (fols. XXXV y ss.). 19 Ibídem, fo l. 11 4 r.
15
Véanse, por ejemJ?lo, los Gastos de Contado P.º.r qt. de camara del príncipe Nro. sr. en 20 Fr. Juan Carrillo, Relacion Historica de la Real fundacion del Monasterio de las Descal-
1591, do~de se paga a R1balta por un cuadro del martm o de San Lorenzo y a Fra ncisco Sánche1 zas de S. Clara de la villa de Madrid. fo l. 46.
por trescientas estampitas de historias de devoción, A . P., leg. 902. 21 Luis Cabrera de Córdoba, Relación de las cosas sucedidas en la corte de España des-
16 A . P .. leg. 902. de 1599 hasta 16 14. ed. Madrid , 1857, pág. 429.

176 177
Una relación de estos años es mu . .
que se quería dotar a estos conjuntos/ a~7p~~~~:ªc~~i~m1d? misteri~so con
na se preocupó directamente de la elab,ora~ión del Sa ª. pnnces~ don a 1ua.
Descalzas «muy curiosamente», pues «el techo dél seg:~~~~óo tehca~io de las
que con las luces surtiesse mas y pareciese me'orn e espejos, Por-
ra del mayor realce posible 22; 'allí instaló tod1s s~ pr~~ur~ndo que tod o fue-
CAPÍTULO XII
Centroeurop.a y enviadas por su hermana la empe:a~;i~qmas, procedentes de
El Esconal no podía dejar de preocupar desde est~
1

.
monarcas de la dinastía austriaca Por ref, . d punto de vista a los
1
s~cesivas entregas de relicarios al ~onaster~~~n~t~~d~ec~~~~t;lest sabemos de Entre la cámara de maravillas y la galería de pinturas
1 11 ~~~~=;~~~l~~~~:i~;~~~ ~~~~~~::~~e~:~l~: ~~~ coleccion~s 2.3, ~:~~~~i~:~ El valor científico que asumían las cámaras de maravillas como lugar de
qm~s del monaste~io - la Sagrada Forma de Gori:~~mas importan.tes reli- encuentro de los naturalia y los artificialia, y, por tanto, el compendio del uni-
verso entero, era el nuevo rasgo que introducía el siglo XVI en el terreno del
r 1 mann y el soberb10 cuadro de Claudio Coello 24 t , ~~n un ~rec10so ca-
y como protección contra todo ti o de .' y ras e mcend10 de 1671, coleccionismo. Pero la distinta concepción de la ciencia y de la forma de ac-
1
tro de las bolas de las torres de l~ igles%~lse~ se .ms~;la ~ada m~nos que den- ceder a ella que se formuló en el siglo XVII dio al traste con los supuestos
quias «para que esté (la casa del Monasteri ) n s1g~ ~atlvo con1unto de reli- teóricos sobre los que se cimentaban aquellos gabinetes y originó un ~uevo
1
a.men~an la.s tempes~ades del verano». Se c~l~i~a:b: a~íd~nl~~~~~~s scon q~e tipo de coleccionismo.
Dos personajes claves para el siglo XVII, Francis Bacon y René Descartes,
1
~~:r~c;. ongen medieval y ampliamente desarrollado en el manieris;¿'oe~t~l coinciden en su concepción de la sabiduría como un asunto puramente cien-
tífico del que hay que separar la específica actividad artística. La Casa de Sa-
lomón propuesta por el primero de ellos en la Nueva Atlántida 1, cuyo fin es
el «estudio de las obras y criaturas de Dios», y su objeto «el conocimiento de
las causas y secretas nociones de las cosas», se encuentra animada por un ver-
dadero espíritu científico positivo y es ya el embrión de un moderno gabinete
de ciencias que nada tiene que ver con los príncipes alquimistas del siglo an-
terior. Sin embargo todavía comparte con ellos su carácter oscuro y miste-
rioso, que hace precisa una iniciación antes de acceder a él, y cuyos secretos
juran conservar celosamente los restringidos miembros de la hermandad
salomónica.
La Casa de Salomón es un enorme y complejo organismo en el que se
suceden grutas alejadas del Sol y el aire para la imitación de las minas natu-
rales y la producción de minerales artificiales, altas torres para el estudio de
los fenómenos atmosféricos, huertos y jardines botánicos, parques zoológi-
cos, dactilotecas, farmacias, fábricas de perfumes y sabores, salas-perspecti-
vas para experimentos ópticos, casas donde se exponen aparatos científicos,
talleres para la fabricación de máquinas, etc., a lo largo de los cuales apare-
cen muchos elementos y curiosidades, naturales y artificiales, recogidas en ex-
22
Vida de la Princesa Doña J r: d .. pediciones científicas que se suceden cada doce años: piedras preciosas y de
2J El 27de1'ul1'0 d 1614 uana y su ;un ac10n de las Descal9as fols 48v-49
e se entregan reJ'c · 1 · · ' · ·
El padre Santos, op. cit., ed. 1689 fol 47 I ano;. para a iglesia .del Real Sitio, A . P., leg. 902.
rara virtud, imanes, cristales, fósiles, animales y plantas exóticas, autómatas,
2• F. de los Santos Historia de I; Sor/ se re iere a las donac10nes de Felipe III y Felipe IV. relojes, espejos, instrumentos astronómicos .. . En una de las galerías descritas
nasterio de El Escoria/ y de su tras/oció n; For¡a quJ ~e venera en la Sacristía del Real M o-

P. B. Med1av1lla, en Documentos Vl 1962 . E E • b


r
terio de San. Lorenzo, única maravillandel u;~n;oca~~~a real c~lebrada en el Real M onas-
690, ed1c16n, prólogo y notas del
aparecía un museo histórico en el que se podían ver las efigies de los inven-
tores célebres, variando el material de que estaban hechas, desde el oro a la
piedra, según la calidad e importancia de sus descubrimientos respectivos.
drid, 19 11 ; A. Álvarez Ca bañas 'L:i S ' d ' p; · ste an, La Sagrada Forma del Escorial, Ma-
Madrid, 1935. ' agra ª arma. cuadro de Claudia Coe//o en El Escoria{,
25 F. de los Santos, Descripción.. ., ed. 1689, fol. 47 v.
1 En Utopías del Renacimiento, México, 1973, ver esencialmente pág. 252 y ss.
178
179
Estos elementos, su carácter expositivo y Ja existencia de una galería de
hombres ilustres los encontramos ta mbién en el mundo de las cámaras de ma-
ravillas, aunque entre ellas y la moderna Casa de Salomón hay unas diferen-
cias cualitativas lo suficientemente importantes para impedir llevar más lejos
el paralelismo. En primer lugar está el carácter utilitario, científico y experi-
mental, que prima sobre el de curiosidad típico de las Wunderkammern; de
la misma forma, y a diferencia de ellas, ni la Casa de Salomón se concibe
como un microcosmos, ni en ella tienen cabida las obras de arte, antigüeda-
des, monedas, joyas primorosas, rarezas antropológicas y etnográficas, ni en
su galería de hombres ilustres hay lugar para los artistas, poetas, filósofos,
reyes, héroes y aventureros, porque unos y otros pertenecen a dominios de
la actividad y de la historia humana diferentes al terreno específico de Ja
Ciencia.
Sin embargo, el tema renacentista de Ja confusión entre imagen científica
y artística de la realidad, seguía estando vigente en determinados lugares de
Europa hasta bien entrado el siglo XVII. Hombres como Salomón de Caus o
11
Robert Fludd siguen en gran manera aferrados a concepciones herméticas del
saber y el segundo en la portada de su De Nature Simia ( 1618) propone un
1 esquema de la división de las ciencias ajeno a las nuevas directrices de la cien-
cia moderna.
Estas ideas todavía seguían vigentes en el mundo del coleccionismo. Es
el caso del jesuita Atanasius Kircher, para el que las fronteras entre el mu nd o
exterior y el interior, la ciencia y el misticismo eran sumamente tenues; Her-
mes Trimegis to estaba entre sus fuentes de conocimiento, y su Ars M agna
Sciendi, es una reela boración del Arte de Lulio y de su lógica simbólica. Kir-
cher sigue siendo un hombre universal que en J 625 compra un telescopio para
escudriñar el firmamento, construye instrumentos científicos, linternas mági-
cas, órganos hidráulicos, juguetes y aparatos mecánicos, se interesa por el
magnetismo y el vulcanismo, por la música, los jeroglíficos egipcios y la ge-
neración espontánea de los insectos.
T odas estas preocupaciones científicas cristalizan en torno a su museo ro-
ma no, resumen y compendio de sus actividades intelectuales y creencias. El
\ 1
Museum Kircherianum 2 es una cámara de maravillas instalada en la Ro ma
1
de la segunda mitad del siglo XVII, que reunía todo tipo de curiosidades na-
turales, obras de arte, prodigios de la técnica, aparatos científicos, libros, au-
tómatas, relojes, máquinas de movimiento perpetuo, instrumentos musicales,
elementos cabalísticos y hermenéuticos, inscripciones antiguas y obeliscos
egipcios, curiosidades antropológicas y etnográficas, animales disecados... or-
denados en estantes a lo largo de una gran galería cuyo techo estaba deco-
rado con pinturas astrológicas y sus paredes adornadas con una galería de
hombres ilustres. Museum Kircherianum.
La Casa de Salomón y el Museum Kircherianum representan alternativas
opuestas de entender la ciencia y el tema de la colección. En el caso de Kir- tras ue en el de Francis Bacon, la nítida separación ~fec~~ada entre ci~ncia
cher éste sigue manteniendo los supuestos de las cámaras de maravillas, mien- y art~, consuma la definitiva división entre gabinetes c1ent1f1cos Y colecc10nes
2 El catálogo apareció impreso en Amsterdam en 1678. artísticas.
181
180
La separación no es, de todas maneras, algo absolutamente nuevo del si- plificaciÓn del m,aterial natural o a la ilus~ración de ~roblemas anticuarios y
glo ~VII. Schlosser la encue~tra siempre latente en las colecciones italianas etnográficos», mientras que en otra galena del palacio, perfe~tamente sepa-
de! s1~lo XVI , como las descntas en el Anónimo Morelliano, de Marcantonio rada espacial y conceptualmente, aparece una verdadera galena de cuadros y
M1~h1~l , o en el Riposo, de. Borghini3, ya que, aunque en muchos casos las esculturas, que forman su verdadera colección artística. . .
cunos1dades naturales coexisten con obras de arte, éstas, si son obras maes-
Esta especialización, que constituye el origen del colecc10msmo moderno
tras, o~upan un lugar preferente y destacado; difícilmente se reducen a un pla-
de obras de arte, y que, como tal, sólo se interesa por ellas, es la que se va
~º. de igualdad absoluta e? tanto que prodigios de la Naturaleza y del arti- a ir imponiendo con carácter definitivo a lo largo del siglo xvn en las cortes
fic10 humano, como sucedia en el mundo nórdico.
europeas. En este desarrollo son paradigmáticos personajes ~orno Carlos 1 de
Así, en el siglo. XVII el Mus~o Cospiano, reunido y donado a Bolonia por Inglaterra, Cristina de Suecia, el archiduque Leopo~do o Fehpe IV, ~n lasco-
su fundador, Ferdmando Cosp1, es una verdadera colección de maravillas que lecciones reales, o lord Arundel, el duque de Buckmgham o Mazanno entre
las de la alta aristocracia. Pero, aunque su interés se dirige sobre todo hacia
las obras de arte y las antigüedades, en sus colecciones sigue perviviendo de
alguna manera algo del coleccionismo eclé~t,ico del siglo. ~nterior. .
Cristina de Suecia, que a su muerte dejo una colecc10n fabulosa de pm-
turas, 122 esculturas clásicas, varios miles de dibujos y más de 6.000 medallas
y monedas, llegó a ser propietaria de gran parte de. los .tesoros ~e Rodolfo
11, y el catálogo de su colección incluía, junto a med10 mill~r de pmt~ras,. un
centenar de estatuillas y libros valiosos, un gran número de joyas, relojes, ms-
trumentos de precisión y científicos e, incluso, un «león viviente».
Por su parte, la colección del archiduque Leopoldo, sobrino de Fer~an?o
del Tiro! que constaba en 1659 de 1.397 pinturas, fundamentalmente itaha-
nas y fla~encas, y 542 esculturas, además de tapices, incluía un número im-
portante de joyas y objetos como esferas armilares, corales, etc., que apare-
cían expuestos sobre las mesas y bufetes de su galería de pinturas, reprodu-
cida tantas veces en los cuadros de Teniers. La colección acabó fundiéndose
a su muerte con las de Maximiliano 11 y los restos de la de Rodolfo 11, para
engrosar los tesoros del Hojburg. _ . ,
Una evolución parecida podemos encontrar en Espana. En 1638 es.cnbia
Sir Arthur Hopton que los españoles «se han vuelto ahora más entendidos y
más aficionados al arte de la pintura que antes, en grado inimaginable. Y el
rey en estos doce meses ha conseguido un número increíble de obras de los
mejores autores, tanto antiguos como modernos, y e~ ~onde de ~on~errey se
Museum Ca/ce o/arian um. 1622. trajo de Italia lo mejor, en especial la Bacanal de Ticiano ... ; y siguiendo su
ejemplo, el Almirante de Castilla, don Luis de Haro y muchos otros también
se han lanzado a coleccionarn 4 •
mantiene rígidamente la diyisión tradicional entre naturalia y artificialia, y en La nobleza española, asentada básicamente en Madrid, valoraba el colec-
l~ que aparecen los consabidos monstruos de la naturaleza, los prodigios téc- cionismo de obras de arte como algo esencial y juntó en sus bien nutridas ga-
nicos de los eborarios alemanes o los vid rieros venecianos, los instrumentos lerías {la del marqués de Leganés contenía alrededor de 1.300 cuadros, y la
matem~ticos, ópticos y náuticos y las curiosidades etnográficas, como urnas del conde Monterrey superaba los 2.000), un conjunto deslumbrante de pin-
funeranas etruscas y romanas, ídolos egipcios y americanos y bronces clási- tura del que son reflej o las descripciones de Vicencio Carducho y las de Cas-
cos. Pero, como dice Schlosser, en el Museo Cospiano «la obra de arte en siano del Pozzo 5 .
cuanto tal, incluso considerándola desde el punto de vista de Ja mera curio- El gusto de los coleccionistas se va decantando hacia lo específicamente
sidad técnica, ocupa un lugar secundario. Ante todo, está destinada a la ejem-
4
C it, por J . Brown y J . H. Elliott, op. ci1 .., pág. 120. . . . . . .
3
J . von Schlosser, op. ci1.. págs. 102 y ss. s Se conserva el manuscrito d e Cassiano del P ozzo en la biblioteca vaticana, J . S 1mon D1az
ha publicado extractos en «El arte en las mansiones nobiliarias de Madrid », en Goya, 1980.
182
183
artístico: incluso en algunas ocasiones las colecciones se guardaban en luga-
res especialmente construidos para aquel fin; es el caso de la galería levanta-
da por Juan Gómez de Mora para el conde Monterrey en su palacio de los
Prados, dividida en tres salas distintas y con ocho nichos dispuestos en su in-
terior para cobijar estatuas 6, con lo que nos encontramos dentro de las mo-
dernas corrientes del gusto que desvinculan las produccio nes a rtísticas de las
curiosidades de la naturaleza y de los prodigios de la técnica.
Pero es igualmente indudable que ello constituyó un proceso muy largo
ylento, ya que pese a todo, ni las pinturas y objetos artísticos constituían el
único foco de atención, ni el gusto por las colecciones de ma ravillas hab ía
desaparecido por comple to. Despertaban ta mbién un enorme interés las jo-
yas, los objetos cincelados en materiales preciosos, como el «barco d e oro
con nove nta y nueve diamantes esmaltados de blanco y colores que tiene e n
medio una cruz y un cordero», por el que el príncipe de Esquilache pagó se-
tecientos noventa ducados de a once reales 7 , los relojes, y todo un plantel de
objetos raros y curiosos que, como los exotismos de Indias, los talismanes,
las piedras de propiedades extraordinarias y las mismas reliquias expuestas
enescaparatess constituyen un foco importante de atención y se conectan con
las formas de coleccionismo típicas del siglo anterior.
Es curioso señalar cómo en 1645 todavía personas como Martín Íñiguez
deArnedo poseían objetos procedentes de la China, piedras bezares, pirámi-
des de marfil y ébano o cocos de la India, junto a una galería de pinturas de
tema religioso, paisajes, retratos, escenas históricas y aun cuadros mitológi-
cos, como Venus y Cupido, Baco, Orfeo, etc. 9 • De esta manera es difícil es-
tablecer una secuencia lineal en la evolución de la cámara de maravillas hacia
la galería de pinturas, ya que ejemplos y fechas se entrecruzan. Y si en 1623
Hipólito Resta plantea su colección como una serie de cuadros de tema reli-
gioso, retratos y escenas de género -<mna labradora con frutas en el hald a»,
«cinco figurones de risa»- y escultura 10, un año más tarde, en el inventario
de los bienes de doña Juana de Córdoba y Aragón, duquesa de Frías, ap a-
recen, junto a más de 100 imágenes religiosas, algunas tan curiosas como la
denominada « tra. Sra. vestida de gitana», retratos de místicos o de fa milia-
res. los consabidos objetos de Wunderkammer e n una enorme cantidad. Allí
podemos señalar más de 1.000 asientos, y entre los vasos de jaspe, porcelanas
y joyas, deberíamos destacar las cosas de la India, que eran 50 objetos: tor-
tugas, barbas de ballena, cuernos de abada, ámb a r, un vaso d e cuerno en for-
ma de nariz de papagayo, objetos d e éba no, azabache y marfil 11•
Aunque quizá el caso más impresionante en lo q ue se refiere a la mezcla

A. H. P. M .. prot. 3520, fols. 457r-466v, P. Sagues Azcona, La Real Congregación de San


Ftndn de los Navarrlls, Madrid, 1963, pág. 11 9-20 .
. A. H. P. M .. prot. l.611.
1 Tales muebles, conteniendo Lodo tipo de vasos, cristales y alhajas, aparecen en los inven-
tarioi. Véase, por ejemplo, el de la condesa de Oñate (A. H . P. M .. prot. l l.1 62, fols 39 y ss.).
' A. H. P.M .. prot. 11. 132. Gómez Alonso. Salero ( 1556) Llibres de _Pass_anties. Barcelona, Instituto
11 A.H.P. prot. 4.057. Municipal de Historia.
1 Juana de Córdoba, duquesa de Frías.

185
184
~e dos conceptos coleccionísticos lo encontraremos en la figura de don J tíficos, pequeñas esculturas mitológicas cu alificadas por lo rico y lo extraño
b 'urtad~ de Mendoza~ _duque del Infantado, fallecido en 1624. Don Juan ~an de su material, una enorme partida de objetos procedentes de la China, más
ia contmu~d o la pa~10n coleccionística que había caracterizado a su · ~-
~ur~?tedel s1g_lo anten_or, y a su muerte había logrado reunir una fabul~~~1ha de 100 bolas de jaspe, pirámides, columnas, papagayos, mochuelos, loros, mu-
las, perros ... de plata, relicarios, convertían a su palacio en una auténtica
ecc10n e Objetos y pmturas, a caballo entre el gusto manierista y el ba co-
Wunderkammer.
ch D~ enf[e s~s ~bjetos pare~ió dar particular importancia a los reloje;r: º · Al lado de estas riquezas aparecía la galería de pinturas, todavía con ca-
l ~s e e os e ormas caprichosas y exóticas -«un reloj grande sob;e u-
racterísticas muy cinquecentistas. La base de la misma era una enorme gale-
~:aªRt:~~n unos hombres a modo de soldados a su alrededorn, otro «c~~ ría de retratos, unos 250, en los que predominan las mujeres; pero ya la ga-
g de mono ... con un negro detrás» otro «con la diosa P alla
lería no se concibe como una sucesión de hombres ilustres y de héroes, sino
~emate ... »- y alg~nos provistos de autómatas, como aquél «que es u~~omo
ama que está tamendo un laúd y vaila sobre u , rna- como una exaltación de la nobleza y la monarquía españolas: todo ello sin
mero cercano a 80 y · t na ~esa» .. . , as1 hasta un nú- olvidar la presencia en la misma de 17 retratos de turcos y de 12 reyes ex-
. · JUn o a e11 o, una de las más importantes cámaras d tranjeros. Frente a la habitual temática histórica y mitológica de los tapices,
maravillas de la España del siglo XVII: astrolabios, plomadas y aparatos cien~
que en gran número poseía el duque del Infantado, el resto de la galería de
pinturas se basa en escenas religiosas, unas 170, frente a un número menor
de paisajes, vistas de ciudades, las Siete Maravillas del Mundo, las horas, los
meses y u na exigua cantidad, no más de 30, de pint ura mito lógica. F rente al
carácter eminentemente profano de la galería del quinto duque, inventariada,
como vimos, en 1600, don Juan Hurtado de Mendoza, a tono con las ten-
dencias contrarreformistas del momento, enfatiza los aspectos piadosos del
conj unto, pero los equilibra, de una manera todavía manierista, con la pro-
digiosa colección de relojes y otros objetos que poseyó 12 •
Estos objetos siguen apareciendo en gran cantidad en los inventarios de
bienes a lo largo del siglo XVII. Pero los que se encuentran con mayor fre-
cuencia, y por igual en las diferentes clases sociales, son aquellos que, como
las piedras bezares tJ, las uñas de la gran bestia o los cuernos de rinoceronte
y abada - que aparecen incluso entre los bienes de Yelázquez- seguían man-
teniendo intactas para la opinión general sus propiedades mágicas y curati-
vas 14: Covarrubias las recoge puntualmente en su Tesoro de la Lengua Cas-
12 Juan Hurtado de Mendoza, L. A. H. N. Osuna. 1836.
13 N. M onardes, Dos libros, el uno que trata de todas las cosas que traen de nuestras Indias
Occidentales, y el o tro que trata de la piedra bezar. y de la yerba escurconera, Sevilla, 1569, fo-
lios 96-99.
14 Véase, por ejemplo, G. López, Tesoro de medicina, México, 1972. Un inventa rio muy re-

presentativo de la cantidad de pied ras y sustancias de este tipo que era habitual poseer es el ya
citad o del conde de Priego. Del mismo modo, la ma rquesa de Velada poseía varias piedras de
sangre, u na copa de «alicorn i0>>, unas piedras bec;ares, u na pied ra «bec;ar del tamaño de un güe-
bo de gansa)), una piedra de mal de h ij ada, otra piedra bezar y ungüento de corazón (A. H . P.M. ,
prot. 1.8 10); el duque del Infantado tenía una caja de piedras beza res, otra de piedras de
la hijada y un pedacito de unicornio (A. H. P. M .. prot. 2.674); doña Mariana de Mend oza entre
los d emás o bjetos de su dote a porta también una piedra bezar (A. H . P. M., prot. 305); el prín-
cipe de Esqui lache tenía dos pied ras de águila, dos pied ras bezares de la India de Casti lla, una
media uña de la gran bestia, dos papeles de raspas de un icornio, un vaso de unicornio, una uña
de la gran bestia (A . H. P. M ., prot. 7.847); doña María de Aragón poseía un «Vaso de cuerno
de bada, con un pie de oro esmaltado, que costó trescientos ducados de hechura, sin e l peso»,
«una quent a de piedra verde de hijada guarnecido de plata>>, «Una pied ra ve9ar gra nde con una
JO ma9ana grande•>, «una piedra ve9argrande como un güebo•>, o tra grande como una naranja y va-
n.as otras más pequeñas, «un pelo del a nimal que da la piedra ve9arn, u n papo de buitre, una
Joyas, tesoro del Pilar de Zaragoza (h. 1550-75). piedra que restaña sangre, un rosario para la melancolía, una piedra verde para la hijada, un
pedazo de uña de la gran bestia (A. H. P. M. , prot. 1.578); y así u n largo etcétera.
186
187
tellana, remitiéndose a autoridades como el padre Acosta y Monardes. Cer-
vantes en La española inglesa, recuerda las propiedades medicinales del uni-
cornio, y Góngora elige como tema de uno de sus sonetos el hecho de haberle
regalado una piedra bezar a la marquesa de Ayamonte en determinada
ocasión.
D e la misma forma, siguen plename nte vigentes las creencias en propie-
dades semejantes respecto a las piedras preciosas y otros animales. Gaspar de
Morales en su Libro de las virtudes y propiedades maravillosas de las piedras
preciosas las enumera detenidamente, poniéndolas en relación con concep-
ciones astrológicas; y parecidas ideas se siguen sosteniendo, en los umbrales
del siglo XVII por Arfe en su Qui/atador de la plata, oro y piedras, y Juan de
Pineda en sus Diálogos familiares de la agricultura cristiana. Ahora, el tema
puede alcanzar ribetes claramente contrarreformistas, como sucede en Antón
Navarro, Abecedario virginal de excelencias del Santísimo nombre de María,
y propiedades naturales de piedras preciosas, aves, animales, fuentes, árboles
y otros secretos de la naturaleza, publicado en Madrid en 1604, y se prolonga
durante todo el siglo en los escritos del padre Nieremberg y Alonso Barba,
quien en su Arte de los metales dedica un capítulo entero a exponer las dis-
tintas influencias que sobre el cuerpo humano ejerce cada uno de los
minerales.
Ya hemos indicado la existencia de creencias por las que las virtudes de
las piedras pueden convertirse en metáforas de contenido m oral. En este sen-
tido resulta particularmente interesante una que emplea Gracián en la pri-
mera parte de El Criticón, en que presenta al VIII duque de Villahermosa,
don Fernando Gurrea y Borja, en la joyería de un lapidario buscando una
piedra de rara virtud para vincularla a su casa 15, porque revela hasta qué pun-
to llegaba la pasión coleccionista por tales objetos, que con frecuencia se ins-
talaban en camarines especiales 16.
Por otra parte, los relicarios y camarines religiosos, hacia los que en gran
medida se había ido polarizando el gusto por lo raro, exótico y maravillo-
so 11, siguieron perpetuando durante mucho tiempo aquel tipo de organiza-

is Ed. Santos Alonso, Madrid, 1980, págs. 272-3.


16 Por ejemplo, señalamos q ue el duque del Infantado tenía uno especial para sus jaspes (62
bolas, 12 pirámides, numerosas mesas, columnas y figurillas) y otro ca marín especial para «Bi-
drios grandes y pequeños» (A. H. P. M., prot. 2.674) y también el príncipe de Esquilache tenía
su camarín «de bidrios y porcelanas» (A. H. P. M., prot. 935). J uan de Piñ a en su novela Casos
p rodigiosos y cueva encamada, Madrid, 1928 , describe morosamente uno. Por su parte Lope de
Vega deja también constancia de la frec uencia de los «camar ines de barros y vidrios» en las Ri-
mas de Tomé Burguillos, Barcelona, 1976, «A don Juan Infante de Olivares» vv. 6 1-4.
11 Así, don Martín fñiguez de Arnedo tenía colgada en el techo de su oratorio una colcha
de la China (A . H. P. M ., prot. 11.132) y catorce huevos de avestruz en el suyo (A. H. P. M.). Piedra bezar de Rodo lfo 11.
Lo mismo cabe decir de la utilización de materiales exóticos, como los cocos y otras madera> Y
piedras procedentes de América, para fabricar rosarios. D e la misma forma como hemos d icho
la devoción por las reliquias había derivad o en un puro coleccionismo, al mismo nivel casi que ción en pequeñas estancias de fo r mas variadas y caprichosas, siempre disp~es­
el de pinturas u objetos artísticos, y de esta forma Góngora, por ej emplo, dedica un soneto.a «las tas de una fo rma un tanto laberíntica, propia de las cámaras de maravillas
pinturas y relicarios de una galería del cardenal don Fernando Niño de Guevara» (op. cit., pág.
69), y otro a la colección de relicarios de don Sancho Dávila (op. cit., pág. 70).
Profanas, cuya imagen no deja de venirnos a la memoria, por ejemplo, al leer
189
188
. d al con figuras de muerte de med i?
la descripción que hace Cosme de Medici del relicario del camarín de la y· sala baja apa~eced 'un .«~rm:~~zase d~º:nimales en los nichos, bolas con p1-
gen de Atocha, «Constituido por dos estancias ... : una de ellas adornada p~r­ liebe» y en el Jªr m s1e e c d de mármol 24
rilmente con armarios y cajitas de cristal de Barcelona con flores de tela fr~­ jnlides y una f .igura de un empera
. or, d del siglo · XVII se sigue mov1en
· do
tos de cera y otras bagatelas; la otra está llena de reliquias dispuestas ;n al: El coleccionismo de las primeras deca ªt~do los testimonios literarios son
dos y en este sen l · f
gunos armarios pequeños pintados y dorados que dan la vuelta alrededor de caballo entre d os mun ,. . 'be la armería del Alcázar como s1 ~e-
las paredes» 1s. ontundentes: Cosme de M¿d1~1 des~r\ Pozzo enumera la colección de obje-
Los camarines que contenían una mayor o menor variedad de objetos ra- a una Wunderkamm~r ~ ass1a~o uifache durante su estancia en Perú y ex-
ros y curiosos 19 eran componentes habituales de la disposición de los Pala- os americanos del pnnc1pe de E q . drileño Pero son sobre todo, los
cios y grandes casas españolas del siglo XVII , lo cual es un hecho que se en- 'bid a en los esc~parates d~ sulª~c1~o~~ue revi~ten mayo~ interés, porque
cuentra refrendado por la naturalidad con que aparecen referencias a ellos en iálogos de la ~mtur~, de ar ucbt~' dirección de forma inequívoca.
la literatura española del Siglo de Oro. Así, aparte de las de Gracián o Juan atestiguan la ex1stenc1a de esta do_ d la Corte Carducho se interesa so-
de Piña a las que más adelante nos referiremos, Quevedo habla de unas mu- En su recorrid~ por las colecc1~~~: t:mbién ot;os objetos que llan:ian ~u
jeres que «iban en figuras de camarines» 2º, para indicar el carácter extrema- bre todo por las pmturas, pero se l . el nombre de cuyo prop1etano
damente profuso de sus adornos, y en otro lugar, al criticar la nociva política atenc1.ón. En la primera de estas co ecc1ones,
de los arbitristas, cuenta cómo uno de ellos, para salvar los objetos de valor
de un palacio incendiado, «agarraron cuanto había (en su interior) ... y arro-
jaron por la ventana los camarines y las recámaras, haciendo pedazos cuan-
tas cosas tenía de precio»21 .
Sabemos que el conde de Guimerá poseía un camarín de antigüedades,
naturales y artificiales, lleno de ídolos y armas, que el duque del Infantado
tenía un camarín de los vidrios, y Juan de Borja otro de las armas, con una
galería de retratos y armas de todo el mundo, al lado de uno de los vidrios,
con objetos de la China y otros lugares22. Don Alvaro de Benavides, conse-
jero del rey, poseía igualmente una amplísima cámara de maravillas, con ocho
cuadros de Bassano, 62 cabezas de turcos y hombres insignes, 22 de empera-
dores, 12 sibilas, 55 de moras y otras mujeres, otros 25 emperadores, 12 ama-
zonas, cuadros de caza, relojes, cuadros de mitología, pirámides y bolas de
jaspe, caracoles de nácar y un sin fin de objetos naturales y artificiales 23.
Y hasta en el clero encontramos este tipo de aficiones; es el caso del licencia-
do Martín de Villarroel, cura de la iglesia de Santiago, en el que, junto a pin-
turas religiosas, aparecen siete cuadros de frutas, seis «de los padres del yer-
mo», cuadros de animales (cisnes, elefante, búho, abada, pavo real, águilal>,
los doce meses, las sibilas, una rodela de la India, pirámides de alabastro Y
más cuadros de todos géneros en la biblioteca. Y por si esto fuera poco en . d la vista , Madrid , Museo del Prad o.
P. P . Rubens y J . Brueghel de Velours, Alegona e

is C. Medici, op. cit .. pág. 29. Incluso la palabra camarín, hoy propia y casi exclusiva de . 1 Corre io Ticiano y Tintoretto, encuentra
este tipo de construcciones religiosas, se empezó a aplicar a él por semejanza al de Jos coleccio- omite, junto a llenzos de Rafae , _gg bl~s cristales de roca de mil mane-
nistas; véase la voz correspondiente del Diccionario de Autoridades. una copiosa armería y «broquele~:~~~ra fin~za... , pirámides, bolas de jaspe,
19 Por lo que permiten adivinar los inventarios, en la mayor parte de las casas nobiliarias
del siglo xv11 seguían existiendo todavía numerosos objetos propios de las cámaras de marav1•
ras, tallados y gravados_ co_n gran ~torios estudios y camarineSll, y se-
llas, pero lo q ue suele faltar es la o rganización expositiva de los mismos y el carácter totalizador y de vidrio, u o~ras cunos1d~de_s para::rín ar~ el que su propietario acaba
propio de ellas. Los objetos suelen aparecer, pues, salvo en los casos de los camarines perfecta· ñala la existencia de un autent1co ca p dro de Ticiano seis de Moro,
· t variadas como un cua ' ·
mente organizados, difusos portada la casa y más como o bjetos puramente raros o curiosos que de comprar p1ezas an 1 b . a todas ellas pertenecientes al a 1m1-
cualquier otra cosa más profunda. varias estatuas de bronce Y una cu e nn '
20 Op. cit .. pág. 88.
21 Op. cir.. pág. 98.
22 Juán de Borja. (A. H.P.M., prot. 3.824).
1• A.H.P., prot. 2.332 fo l. 1.016 Y ss.
23 Álvaro de Benavides. (A . H. P. M .. pro t. 8.23 1).
191
190
rante de Castilla 2s. En la casa del marqués de Leganés, uno de los colee .
10
nistas de pintura más importantes del siglo XV II y al que más tarde Vo lv~ -
mos , Carducho encuentra «relojes estraordinarios, espejos singulares ... g~e­
bos, esferas'. ~uerpos r~gul~res y _otro~ instrumentos matemáticos y geomét~~
cos», que ut1hzaba Juho Cesar F1rrufmo para sus clases de matemáticas, ad _
más de una copiosa armería 26. e
Hasta ahora nos hemos encontrado con colecciones que en muchos caso
respondían a intereses eruditos o científicos, organizadas como museos, per~
tenecientes a una esfera individual. Sin embargo, las colecciones de este tipo
alcanzan, ya desde fines del siglo x vr, un valor social - digámoslo así- mu-
cho más alto en algunas ocasiones, y en otras acabaron convirtiéndose en un
retiro espiritual de sus poseedores. Algo de lo primero se podía atisbar en la
donación que hace Jerónimo de Chaves de su colección al monasterio de las
Cuevas, «para recreación de los muy reverendos padres y prior de dicho mo-
nasterio»; pero, en este sentido, p oseemos un testimonio mucho más signifi-
cativo en el proyecto de hospital elaborado por Giginta, canónigo de Elna,
que, en la temprana fecha de 1579, propone la inclusión de una auténtica cá-
mara de maravillas como parte destacada de un edificio hospitalario21.
Tal aparición resulta interesante ya que es uno de los escasos testimonios
que nos han llegado de la disposición intern a de estos gabinetes, organizados
en diversas salas de diferentes form as y tamaños. Giginta propone la cons-
trucción de cuatro habitaciones, circulares y cuadradas, para contener «cosas
curiosas, raras y maravillosas de ver ... pinturas, instrumentos, joyas y pie-
dras, galanterías y brincos», y en las que debía haber distintas especies de pá-
jaros, papagayos, micos, monas y gatos de Indias e, incluso «algunos ciegos
habiles» que tañesen y cantasen. Las ventanas de estos aposentos debían abrir-
se sobre patios en los que hubiese animales y plantas extrañas, en su mayoría
exóticas, «aunque no aproveche por mas de curiosidad».
Es también sorprendente el procedimiento de que se piensa valer para ob-
tener todas estas piezas: préstamos temporales de «h ombres ricos y curiosos»,
con lo cual lo variado del museo se acentuaría con el carácter rotativo de Jos
objetos, y «donativos de los ricos» para ayuda «de las misericordias que dello
resultaren», hecho que veremos repetirse cincuenta años más tarde en las dis-
posiciones testa mentarias de Juan de Espina. F inalmente no deja de resultar
chocante la existencia de ta l tipo de objetos en un edificio para el que se re-
clama expresamente - en cont ra de la práctica habitual en muchos de estos
edificios- la austeridad y la racionalidad del gasto, huyendo de ostentacio-
nes inútiles.

2s V. Card ucho, op. cit., 41 7. . .


26 Ibídem, 4 18. J . C. F irrufi no fue matemático, artillero, d irecto r de Ja Escuela de Aru llena
d e Burgos y catedrático de la Acade mia de Matemáticas. En Ja almoned a del marqués d e los
Vélez salieron siete ca jo nes de instrume ntos matemáticos y u na esfe ra q ue tenía en su biblioteca
(A. H. P. M ., P. 9.893), también el marq ués de Mo ntealegre ten ía otra importante colección ~e
inst rumentos de matemáticas (A. H . P. M .. prot. 9.866). Sobre la de Lastanosa véase mas Colgante en for ma de loro (principios del siglo xv11), Guada lu pe . Arch ivo
adelante . del Real Mo nasten o .
21 Giginta, Tractado de remedio de pobres... , Coim bra, 1579, fols. 55-57.
19 3
192
La idea de la colección como marco de retiro espiritual la hemos visto
aparecer con la reclusión de Carlos V en Yuste; y, aunque éste fue el e/ª
más espectacular, no fue un hecho aislado. Don Diego de Vich, paje de Fe~?
pe 11 y guardajoyas de Felipe 111, gobernador de Alcira y señor de la baront
de Llauri, en un determinado momento de su vida decide huir del mundo ª
retirarse al monasterio valenciano de La Murta rodeado de sus coleccione;'
de su galería de valencianos ilustres y sus cuadros de Ribalta. También el du~
que de Villahermosa, don Martín Gurrea y Aragón, cuando al fin de su vida
se retiró a un monasterio se llevó con él su galería de retratos familiares pin-
tada por Roland de Mois, los cuadros de los episodios de la vida del primer
duque de Villahermosa, obra probable de Pedro Escuet, junto a otros de tema
religioso 2s. Este fue el caso del maestro Francisco Medina, cuya temprana
muerte «fue al prudente varón causa de retirarse (dexando la Catedra de San
Miguel y la pompa de palacio) en lo más apartado de los arravales desta ciu-
dad a vida quieta, donde dispuso un riquissimo museo de rara librería, i co-
sas nunca vistas de la antigüedad, i de nuestros tiempos»29.
Los ejemplos que acabamos de exponer constituyen los casos extremos
del ideal de vida quieta y de otium cum litteras que afectó a amplias capas
de la sociedad española de la Contrarreforma, y fue uno de los factores de-
terminantes en la formación de academias. Rodrigo Caro, dueño de un mu-
seo y una selecta biblioteca, expresaba estos ideales en sus Días geniales o
lúdricos que, siguiendo la tradición de los diálogos renacentistas, tiene como
eje conductor de su discurso la conversación erudita de tres caballeros «aman-
tes de la antigüedad» en el marco de un villa suburbana, «amena por el sitio
de la naturaleza y agradable por la curiosa disposición del artificio», en Ja
que pueden dedicar su tiempo «a las musas y al genio»Jo. Con ello no sólo
traspone al mundo de ficción su propio retiro de la finca Maya, sino que, al
tratar del origen de los juegos, expresa indirectamente su rechazo de la vida
y el mundo que le había tocado vivir y su ansia por retornar a la pureza pri-
migenia al volver su mirada a los dos estados puros de la humanidad: Ja in-
fancia y la antigüedad.
El rechazo moral de la sociedad y las formas de vida contemporáneas es
uno de los tópicos favoritos del Barroco y encuentra en la obra literaria de
Gracián uno de sus más perfectos exponentes. A través de diferentes citas es-
pigadas a lo largo de Ja obra gracianesca es factible reconstruir cuál debe ser
el pensamiento del jesuita acerca del ambiente adecuado para la aparición del
l. Roscll , Vicencio J uan de Lastanosa.
Discreto, que se nos ofrece como modelo a imitar. Comprobamos que este
modelo se concreta en Vincencio Juan de Lastanosa y en la pequeña acade-
mia literaria que formó en su casa de Huesca, al margen de las preocupacio- rones sabios se hallan entre el cortesano bullicio, ni los cuerdos en el áulidco
nes de la Corte, «pues no anidan bien los grajos entre las musas, ni los va- entretenimiento» 3t. Tan sele_cta compama- · se prep ara un marco
. . adecua
r Gra-o
como escenografía para su vida erudita: el Museo, que es definido po
2s Linajes de Aragón, 1910, t. 1, pág. 88.
29 F. Pacheco, Libro de descripción de verdaderos retratos, Sevilla, 1599. i1 El Discreto, Madrid , 1938, pág. 47. Sobre la Academia literaria d~ L;st;n~~~:C~~~co6 §
io Días geniales o /údricos, ed. Bibliófilos And aluces, Sevilla, 1884, págs. 3 y 69. Sobre este Gara La erudición aragonesa del siglo XVII en tornoª Lastanosa .. , .ª n ' ' intura,
tema véase A. del Campo, «Ocios literarios y vida retirada en Rodrigo Caro», en Studia Philo- y y;
ss V Carderera en su prólogo a los Discursos prac11cables 1e1 nob1/1s;mo ~rt~ de '~ftentes a
logica. Homenaje ofrecido a Dámaso Alonso, Madrid, 1960, t. 1, págs. 269-275. de j'. Ma.rtínez, Madrid. 1866, págs. 31 y ss., donde fi gura la lista competa e os as ·
195
194
cián diciendo: «Qué convite más delicioso para el gusto de un discreto co y no· ve casa de Lastanosa dej a de ver cuanto tiene el mundo» 34 • P or su
. . . , rno
un cu1to museo, d ond e se recrea e 1 entend 1m1ento, se ennq uece la me mo( c~rte Lastanosa, que ed~tó él mism o el cat álo.go de su co~ec~ión, interca~­
se alimenta la voluntad , se dilata el corazón y el espíritu se satisface»J2 Lia,
' casa y academia . d e L astanosa eran su refugio y el lugar donde encontrar . a Ciaba piezas y mantenía mtensa correspondencia con los pn~c1pales co~~cc10-
nistas españoles_y europeos y tenía agentes que, como el m1sm? Gra~1an, le
a sí mismos, adqui~~endo así el coleccionismo unos valores éticos, que reb~~ ¡nformab.an en sus viajes de las cosas notables con las que pod1a ennquecer
saban la acumulac1o n de obras de arte y curiosidades de la naturaleza y d su colección 35 • , . .
ta técnica, para formar una a uténtica colección de sentencias y hechos hero ·~ A pesar de sus protestas de que su museo era un lugar publico, la reali-
co~ que pueden s:r .de utilidad. ~n, la pr.opia vida. Estos valor~s son los que
1
dad no era exactamente así. Su colección es un retiro muy privado ~uya pue~­
agigantan en las pagmas del <:rzt1con la figura de Salastano, parafrasis de Las- ta sólo se franquea a aquellos que en cie~ta man.era ya han cumplido lo~ n -
tanosa! ,Y los que hace~ posible q~e el museo pueda llegar a convertirse en tos de una iniciación, con una actitud anstocrát1ca que se opone a los fmes
expres1on cabal de los ideales de vida quieta. de Ja nueva ciencia que ya se está gestando e.n esto.s mo~ent~s. . , .
Lastanosa fue uno de los máximos exponentes, si no el mayor, del co/ec- Nos encontramos ante un hombre que tiene ciertas mqmetudes c1ent1fI-
cionismo ético que venimos comentando. Su colección se encuentra citada en- cas: ha traducido un libro de química, Los elementos, de Beguin, y en su co-
tre las más impo.rt.antes de Europa por Pierre Borel, Brunei y Samuel Chap- lección ocupan un lugar importante los instrumentos científicos, matemáticos
puzeau 33 y fue VISltada, además de por Felipe IV, por importantes persona- y geométricos. Lo mismo podemos decir de su jardín, .cu~a colecció~ de plan-
lidades españolas y extranjeras, como el duque de Orleans y Jua n de Medici· tas y animales está pensada más en función de la cunos1dad y ~a d1vers1d~d,
su fama dentro de España queda atestiguada por un refrán que se acuñó e~ que del progreso de las ciencias, en un momento en que .Yª hab1an aparecido
su ho nor: «el que va a Huesca y no ve casa de Lastanosa, no ve cosa», frase en España los primeros jardines botánicos con un sentido moderno . E? s~
que el condestable de Castilla mejora de la siguiente forma, «quien va a Hues- biblioteca aparecen infinidad de libros científicos, aunque resulta muy s1~m­
ficativo de su posición con respecto a la ciencia el comprobar el lugar tan im-
portante que ocupan los escritos de Kircher y el olvido sistemático de los au-
dla. o era ésta la única academia oscense: el conde d e Guimerá en 1608 fundó en su casa la
academia «Pítima contra la ociosidad », Uztarroz menciona o tra que había establecid o en 1595 tores que están llevando a cabo la revolución cientí~ica. . ,
ydesde 16 10 hasta 1612 estuvo activa la Academia de Huesca, en la que participaba, entre otros'. Finalmente hay que señalar que en su casa se reahzaban experimentos qm-
d padre de Lastan~sa. So bre ello véase también R. del Arco y Garay, La erudición española micos, cuyos resultados mantienen el mismo carácter de prodigio~os ~ cuya
dtl siglo XVII, Madnd , 1955. realización se lleva a cabo en el mismo ambiente de secreto y m1steno que
Sobr.e la~ acad.emias .espa~olas de _este tiempo véase J. Pé rez de Guzmán, ((Bajo los Austrias.
Academias hteranas de mgemos y senores», La España moderna, VI, 1894; F. King, Prosa no- las experiencias alquímicas 36.
i?/útica y academias literarias en el siglo XVII, Madrid, 1963; J. H azañas y la Rúa Noticia de La colección de Lastanosa, manteniendo un esquema fundamental del co-
los arodemias literarias, artísticas y científicas de los siglos XVII y xv111, Sevilla, 1888;,J. Sánchez, leccionismo del siglo anterior, se cimentaba sobre dos elementos fundamen-
Academias literarias del siglo xn1, Madrid , 1961 ; J. Gállego, Visión y simbo/os en fa pintura
npañola del si¡¡lo de oro, Madrid , 1972, pág. 55 y ss.; J . Brown, Imágenes e ideas en la pintura
npoñol11 del siglo de oro, Madrid, 1980, págs. 79 y ss.; V. Lleó, Nueva Roma, Sevi lla, 1979; 34 Carta de 8 de abril 1636, cit. por Lastanosa e n su de sc~ipci ón de su casa d.e 1639.
F. Calvo Serraller, en N. Pevsner, Las A cademias de Arte, Madrid , 1982. 3l Pide a l conde Vicencio Mariscotti que le envíe d esde Boloma una rosa de la Ch ma, tan
JJ El Criticón, Madrid , 1975, pág. 167.
rara que sólo la poseían otros dos prínc~p~s italianos. El ~uq ue de <?rleans le envió, entre otras
JJ Borel, en el Roo/le des principaux cabinets curieux et autres choses remarquables qui se cosas varios animales «acecinados» y sohc1ta en 163 1 d 1b1:1JOS de vanas estatuas de su ~olecc1ón.
W1yenr ez principales Vil/es de L'.Europe, París, 1868; Brunei, en su «Voyage d'Espagne», publi- En 1665 J u an Bautista D rú herbolario del rey de Francia, le envía desde Lyon el catalogo im-
cadocn la Revue Htspamque, XXX, 1914, pág. 322, y Chappuzeau, en L 'Europe vivante, Pa- preso de' sus flores. En 1640 ~ecibe los catálogos de tulipanes, a némona.s y ranúncul~s que le en-
ns, 1667, págs. 370-l. vía desde París el padre M orin. En 1636 recibe del condestable de Castilla gran cantidad de mo-
.La colec~ión de ~astanosa es perfectamente conocida, y sus ambientes pueden ser recons- nedas y medallas. D e la misma forma mantiene correspondencia con Filhol en Tol?sa, el catá-
iroídos gracias a un indice manuscrito de su b1bhoteca , realizado por él mismo en 1673, cono- logo de cuya colección encarga a Uztarroz, con M. La Faye en Tolosa y con la totahdad de eru-
alo por un extracto de Latassa, y otras descripciones también de su mano: Las tres cosas sin- ditos y numismáticos de su tiempo. .
pJam que tiene la casa de Lastanosa este año de 1639 y la Narración de lo que fe pasó a En el Cri ticón se alude a este tipo de agentes (págs. 148 y 154) y también Latassa en sus Me-
D. Vicencio Lastanosa a 15 de octubre del año 1662 con un religioso docto y grave, manuscritos morias Literarias de Aragón, al extractar la correspondencia de Lastanosa con Gracián Y ~l con-
uibos en la Biblioteca Nacional. La p rimera y la última están rep roducid as en Arco y Garay, de de Guimerá, recoge informes de éstos acerca de distintas piezas interesantes, como la h brería
• · cif., y la segunda por Coster, en la Revue Hispanique, XXVI. También hay descripciones de del marqués de las Torres, puestas a la venta. ,.
lnarroz, publicada en la Revista de Archivos de 1876 y reproducida por Arco, y de su hijo: 36 Véase la Narración de lo que le pasó ... y El Criticón, págs. 175. Sobre .las cnucas a las
Htbitar1ón de las Musas. recreo de los doctos, asilo de los virtuosos, manuscrito en la Bi blioteca prácticas alquímicas véase, por ejemplo, las de Quev~d o en La hor(l de tod~s, .cit., pág. 138 Y en
l\xional, publicado en la Revista de Archivos de 1877 y fragmentariamente por Arco. También Las zahurdas de Plutón. Véase también las referencias a las prácticas alqmm1cas alentadas por
Cnrián en tres crisis distintas del Criticón describe poéticamente su colección. Sobre éstas véase el conde duque de Olivares en las ermitas del Buen Retiro, en Las cartas de algunos padres de
dtibro citado de Arco Y Garay Y J . M. Morán, «Los prodigios de Lastan osa y la habitación de la Compañfa de Jesús sobre los sucesos de la monarquía entre los años 1642 y 1648, en Memo-
las musas», en Separata, Sevilla, n. 5-6, 198 1.
rial histórico español, t. XIII, pág. 11 7, aludidas también en La hora de todos.

196 197
tales: la librería y la armería; sus piezas, de igual manera, se ordenaban e
armarios y se agrupaban en razón de su material, su procedencia o su sign~
ficado dentro del conjunto, dispuesto todo en habitaciones de formas vari~­
das. En la principal, Jos armarios se encontraban separados por personifica-
cione~ de las Nueve Musas, que, «dispuestas en forma de termes, empezaban
sus pies en ramos, frutos y monstruosidades, poco a poco iban cobrando fi-
gura humana; llegando a los pechos y la cara resultaban de una hermosura
perfecta, coronadas las frentes con flores y frutas, denotando así, según Las-
tanosa, lo que pasa en el ejercicio de las letras, que, por ásperos que sean sus
principios y el medio, cuando se llega a tener algún conocimiento de ellos ha-
lagan y al fin coronan con flores y frutas el esfuerzo, que son las noticias que
por medio han comunicado a sus profesores»37.
En 1639 la librería ocupaba cinco habitaciones grandes. Los libros seor-
denaban en 80 estanterías, protegidas «del polvo y de algunos curiosos» por
puertas, decoradas con fábulas mitológicas. Sobre ellas se encontraban esta-
tuas de sabios, príncipes y hombres famosos 38, vistas de las principales ciu-
dades de Europa e instrumentos de matemáticas y astrología, salvo en la pri-
mera pieza, cuyos cuadros y estatuas eran todos religiosos, y cuyos estantes
estaban cerrados por puertas con pinturas de tema sagrado.
La segunda pieza se decoraba con los «trabajos de Hércules» ocupando
el lugar principal, y numerosas estatu.illas mitológicas de menor tamaño. Aquí
guardaba varios espejos deformantes, 4.895 monedas de oro, griegas y roma-
nas, y seis ídolos dispuestos en sus correspondientes escritorios. La parte in-
ferior de los muros, de los escritorios al suelo, tanto en esta pieza como en
las siguientes, «de cosas curiosísimas naturales y artificiales, criadas y hechas
en las cuatro partes del mundo, que si se ubieran de relatar por menud o, ha-
via mucho que escrivir y asi solo digo de guevos de avestruz, otras aves y pes- Gabinete de Historia Natural, Ferrante l mperato, Historia Natura/e, 1599.
cados, Jos ay tantos que pasan de doscientos, y (en) el mas pequeño caven
zinco libras de agua».
En la tercera pieza había una colección de animales - serpientes, d rago- maño natural. Además, 422 medallas de oro y 603 de plata con retratos de
nes, leones, leopardos, grifos, elefantes, rinocerontes, camellos, cocodrilos.. .- todos los emperadores romanos.
todos de charol que, mediante ciertos artificios, producían cada uno su soni- Finalmente, en la quinta pieza, había 116 zafiros con efigies de empera-
do característico. Había, además, cosas preciosas del mar, caracolas y con- dores, 22 diamantes de época romana, d os esmeraldas de Tiberio, tres jacin-
chas, ostras con sus perlas, muchas de ellas engastadas en monturas precio- tos de Calígula, cuatro rubíes de Nerón, 22 topacios de distintos emperado-
sas. A ello había que añadir enormes racimos de coral, 5.700 monedas de pla- res, más de 100 zafiros, 2.000 camafeos, cuatro gavetas repletas de pedazos
ta anteriores a los romanos y dos ídolos procedentes de Ja Florida. de minerales, varias más «llenas de curiosidades hechas de o ro, de plata, de
La cuarta habitación se dedicaba casi en su totalidad a Carlos V; se guar- piedras, caracolitos de mar, conchitas, y cosas raras del Océano y del Medi-
daban dos servicios completos de mesa - uno de ellos de la China- regalos terráneo, ya natu rales, ya artificiales», tres trozos de piedra imán, y un cristal
del Emperador a un an tepasado de Lastanosa y una estatua ecuestre de Car- congelado dentro del cual había una lagartija. Y junto a ello las correspon-
los V de tamaño natural, rodeada de las alegorías de las cuatro partes del dientes mitologías en lienzos y estatuas.
Mund o y otras doce estatuas de perso najes fabulosos, todas de charol y a ta- De este conjunto se pasaba a otro, una pieza redonda y con cúpula, de-
nominada de los emperadores, por estar rodeada de las efigies de muchos de
ellos. Aquí se conservaba el archivo de la familia, junto a curiosidades del
37 Narración ... mar y de las Indias y, colgando de una cadena un «basi lisco acezinado».
38 Q ue poseen un indud able valor moral, pues «véase que son hombres y no son imposibles A la derecha de esta habitación se abría una galería para tomar el sol, «mui
sus ejemplos» (El Criticón, pág. 148). bien pintada y labrada con ágatas y otras exquisitas piedras y espexos», con

198 199
dos capillitas en los extremos formadas de conchas de madreperlas
¡ección tenía up volumen desaforado, ésta creció hasta límites difícilmente
ta fo rmada por peñascos de todas clases en la que se ven todo f Yuna gru.
males Y cu~renta y seis ermitaños en sus cuevas. ipo de an¡. ilJl.aginables durante los casi cincuenta años que quedaban de vida a su due-
fto durante los que siguió recolectando todo tipo de objetos. Además, el con-
A contmuación de la librería se encontraba la armería fo r mad
· d. e piezas
· ª
' h abía 1tamb·é1 n ju~to no era algo estático que creciera pasivamente, sino que en vida de Las-
por una sene comunicadas entre sí. En la primera ianosa fue remodelado por lo menos dos veces39, encontrándose en obras
00
cabuces, 400 picas, 100 partesanas, dos leones, dos tigres un leopard. O ar-
1
, 0 Y tres en 1662, cuando se construye una pieza «para lograr en ella los primores de
la Pintura y las maravillas de la Perspectiva».
1
Con ello llegamos a un punto crucial: el de la estima y papel que ocupaba
en el museo la colección de pinturas. Don Vincencio poseía una fabulosa co-
lección de cuadros que en su momento se atribuían a Durero , Ticiano, Ca-
rracci, Caravaggio y Rubens; se mencionan expresamente 57 obras, y además
afirma tener muchos más cuadros de santos, de hombres y mujeres ilustres,
muchos de batallas, historias y fábulas . Aunque es de suponer que muchas
de éstas se habían adquirido posteriormente a los inventarios de 1635 y 1639,
en aquellas fechas ya debía ser considerable su colección, y lo interesante es
comparar, si no el contenido de ambos escritos con el de 1662, la forma de
describir los objetos en uno y otro.
En los primeros s~ interés se centra preferentemente en sus curiosidades,
mientras que de los cuad ros sólo dice que tenía, «muchas pinturas de exce-
lentes pintores antiguos y modernos, y entre ellas algunos originales de los
más famosos que ha celebrado el mundo». Esto en 1635, mientras que en 1639
no figuran entre «las tres cosas importantes» que hay en su casa. Hasta aquí
los cuadros se consideraban como objetos de decoración 40 y mobiliario, y no
eran dignos de una exposición autónoma. En 1662, sin embargo , los cuadros
son objeto de atención preferente junto a los libros, aunque su autonomía de-
bía de seguir siendo relativa, pues la pieza que se refo rma continúa siendo
patte del variopinto museo.
P. P. Rubens Y J . Brueghel de Velours, Alegoría del tacto, Madrid, Museo del Prado.

39 Su primera descripción de 1639 no coincide con la de Uztarroz ni con la de 1662, ni en


panteras disecadas, un puerco espín y, colgando del techo diez banderas de el número de habitaciones, ni e n su decoración, ni e n la distribución de los objetos. Neickel en
los moros. ~n la ~egunda había otros tantos arcabuces y picas, 20 banderas su Museographia (1727, págs. 422 y ss.) esboza el entorno ideal de una Wunderkammer: «Cuan-
moras Y vanos ammales más disecados; y en la tercera, 200 ballestas, 100 mos- do se reúne en un lugar una enorme cantidad de curiosidades de todo tipo, se debe escoger para
su ordenación un lu gar que por lo favorable de los vientos esté situado al sud este, que no tenga
quetes, 50 armadura~ completas, 12 banderas, dos cocodrilos, ocho galápa- humedades en sus mu ros, que las paredes y el techo no tengan otra decoración que un luminoso
gos, dos cabezas de nnoceronte y otra de elefante. color blanco. Este museo de curiosidades que yo he ideado es d os veces más largo que ancho,
. En la cuarta pieza, además de una considerable cantidad de armas y otras Yestá expuesto a plena luz para que se puedan observar hasta sus más p equeños detalles.» Des-
cmcuent~ armaduras, se guardaban las «armas antiguas y raras»: de Jaime I pués de la d escripción de 1639 desaparece la morosidad en la enumeración y descripción de sus
el Conq~1stador, Carlos V, Pedro el Cruel, el conde de Trastamara y Enrique curiosidades, que apenas aparecen ya mencionadas en la de 1662, aunque si bien no ocupan ya
el puesto de honor están muy lejos aú n de haber desaparecido, habiéndose desviado únicamente
de Valois; l,a flecha con que los moros mataron al rey Sancho, el puñal con hacia otros lugares de la colección el foco de interés . Un caso parecido lo constituye el museo
que se. corto los dedos ?on Pedro de Aragón, un alfanje de oro y diamantes ~e Neickel, quien al describir las piezas y la organización de su museo no hace mención a este
de F~hpe 111, más alfan~es de procedencia oriental y los consiguientes anima- tipo de objetos salvo al final, cuando de pasada y sin darles importancia da a entender que los
tiene a centenares.
les disecados. En la quinta y sexta piezas, y en cantidades desmesuradas se • 0 En el Ricardo cerca gli orgamenti della casa (publicad o po r Barocchi en Scritti d 'arte
encontraban pertrechos sufientes p~ra armar a todo un ejército. ' ~el cinquecenro, Milán, 1977, pág. 2919) Saba Castiglione d ispone las pinturas como u na op-
~ste breve ~epa~o a las colecciones lastanosianas nos permite hacernos ción más entre muchas par a decorar un aposento. f l recomienda los instrumentos musicales (Ja
u_n a idea aprox_1mada ?e lo que eran los interiores de las cámaras de mara- Primera estancia del museo del Discreto de Gracián está dedicada a ellos), las antigüedades, me-
d~Uas, cuadros - e n cuarto Jugar- , grabados de cobre, tapices, o «cose nuove, fantastiche, e
villas de estos siglos. Sm embargo, hay que recordar que, si ya en 1639 la co- b1zarre, ma ingegnose, venute de d i Levante o d 'Alemagna, sottile inventrice de molte cose belle
200 201
La valoración por motivos no estéticos de la obra de arte se hace e t~ lúdico tanto en las decoraciones mitológicas que aparecen en42 las
siva al campo de las antigüedades; éstas se encontraban inmersas en elXten. ele~:sn como en la gruta con estatuas imitando ermitaños en sus cu~vas: , en
remágnum de la colección y en 1639 aparecen revueltas 4.895 monedas ~a­ ta~en~dor formado por árbo les, 0 en las figuras grotescas de sus Jardineras
g~s y romanas con seis ídolos americanos, «tan feos como las almas qu~r:e­ el n feas que uno-s los tenían por micos y otros por.monos que se van reem-
tnbutan adoración» en una arquimesa cuya parte inferior estaba llena de es t~azando, a medida que mueren, por nuevos seres igualmente defo~mes, cu-
sas curiosísimas naturales y artificiales», entre las que señala más de 200 h«co. ~as pobres figuras «jorovadas, llenas de varrugas y arrugas» se repiten a ta-
. Ue-
VOS de avestruz. S in embargo, cuando Uztarroz describe la casa, las moned rnaño natural. . . .
aparecen ya .~isladas y agrupadas en un escritorio especial, aunque siga h~~ Como en las Wunderkammern de los príncipes alemanes, Juego.' c1enc1a
ciendo i:ienc10n de una alac~n~ atestada de esculturas y restos clásicos, un ído- maravilla invitan a abandonar el pensamiento. Aquí son necesanas º!ras
lo americano, un hel.echo fostl, caracoles, un cuerno de unicornio, conchas Yacultades y la razón debe dejar su puesto a la so rpresa, ya que como senala
pescados y corales e incluso un hueso del gigante Caco. ' ~ztarroz al describir la puerta del museo de. La~tanosa, «donde ha de ser todo
En cuanto a la importancia que concede a sus joyas y camafeos es reve- sus ensiones a la entrada ha de haber adm1rac1ones». .
lador el ~echo de que ~espués de publicar sus obras numismáticas, Lastanosa PLibrería y armería eran los dos polos a través de lo~ que se articula la
e~pre?diera la redacción de una dactiloteca; y es también enormemente sig- colección de Lastanosa, pero eran también una p~olongac1ón .coherente de s~
nificativo el que se encontrasen asimilados este tipo de objetos con trozos de ropia personalidad, escritor erudito y hombre discreto, ~raciai;i~sco Y hero i-
piedras preciosas y fragmentos de mineral en bruto4I. ~o capitán de la guerra de Cataluña. T al ,esq':1ema de articu:ac10n ha de po-
La comparación de sus escritos nos manifiesta que su concepción del mu- nerse en contacto con la polémica, todav1a VlVa en la Espana de~ momento,
seo estuvo sometida a una evolución, pero que nunca llegó a aband onar la acerca de la preeminencia y relación entre armas y letras? que hacia exclamar
idea del coleccionismo maravilloso y franquear el umbral del coleccionismo a Saavedra y Fajardo: que «no menos defienden a la cmdades l~s hombres
moderno. Por eso Gracián, cuando describe el museo de Salastano, «donde doctos que los soldados ... habiéndose vuelto los museos en armenas, l~s gar-
parecía haber desembarcado el arca de Noé», hace referencia precisa a Plinio nechas en petos y espaldares y las plumas en espadas» 43 . En e~te sentido re-
y también a Gesner y Aldovrandi. ' sulta muy instructivo el hecho de q ue el condestable de Castilla, don. Juan
Las bibliotecas eran los catalizadores habituales de estas colecciones don- Fernández de Velasco de cuya colección hablaremos más adelante, vincula
de confluyen las curiosidades y testimonios de la Naturaleza con los de I~ His- al mayorazgo de su c~sa, su armería y su biblioteca, «porque ~os. sucesores
toria, y en las que la estructura y decoración pictórica refuerzan el carácter de mi casa tengan memoria y se acuerden que las d os cosas pnnc1pales con
que se adquiere la nobleza son las armas y las ~etras» .
44
· de i:iic.rocosmos que asumen estas cámaras de maravillas. La primera sala de .
la biblioteca de Lastanosa estaba presidida por la imagen de Cristo, mientras Por estos y otros motivos, las armas y los libros'. serán. O~Jeto de los ?~s­
que las demás albergaban una galería de hombres ilustres y sabios continuan- velos de los coleccionistas del siglo XVII, y las armenas y ~1bbotecas se~u1ran
do una tradición fuertemente asentada a la que ahora se atribu'ye un valor siendo en muchos casos los catalizadores de. m':1chos conJ~n!os de. o.bJ.etos Y
n:ioral, pues, «vease - dice- que fueran hombres y no son imposibles sus pinturas4s. Carducho en su visión del colecc10~1smo ~~dnlen~ de m1c1~s del
ejemplos». siglo XV II señala muchos casos en que el interes se dmge por 1gu~l hacia l~s
Su jardín también constituía una verdadera cámara de maravillas al aire galerías de cuadros, que hacia las armerías; es el caso de aquel pnmer Y ano-
libre que completaba las colecciones del interior. Y si en éste es un mundo
fósil y mineral el que se recrea, en el jardín se compendia la propia natura-
leza viva en las plantas y animales que lo pueblan: un león, un tigre, un oso 42 «... ay t res con sus Mugeres, q ue los que menos hace zicuenta y och~ ~ño~ q ue están .. . ~
y dos avestruces habitaban en cuevas especialmente dispuestas para ellos. Los ni han aprend ido una palabra de Español, sino una de las Mugeres d ize vino , las demás m
j~rd~nes de Lasta.nosa siguen respo ndiendo en su arquitectura al jardín ma- aun eso ... [pero] en los lardines hazen su papel sus malas figuras». Lastan osa, «Las tres cosas»,
mensta, compartimentado y so rprendente, en el que también tiene sitio el op. cit.
4J Idea de un príncipe político cristiano, 1640, empresa 66. . ,
44 A. H . P. M ., prot. 1.830. Por su parte estas preocupaciones estaban vigentes en el circulo
de Lastanosa como se deduce de su correspondencia con Uztarroz: «... los ~avalleros d~ Fla(ndes
e artificiose», para añadir a continuación que «tutti questi ornamenti ancora commengo e laudo viven ocupad'os con las Armas y Letras, no como en España, entre las delicias Y el ocio» c~a­
perché aruiscono ingegno, politezza, civilta e cortegiania». do por Arco La erudición aragonesa ... , pág. 246), y en otro lugar Lastanosa expone que:.« a-
41
El propio Lastanosa confiesa tener dos alfanjes de Solimán, cuyos puños son de «varias zón será tengan lugar las Armas, después de las letras, porque sin ellas el baliente no sera más
piedras preciosas y medicinales, tanto que tomándolos en la mano instantáneamente se siente que un León; co n ellas será dos» (Las tres cosas... ). . . . . . . . . . .
en el brazo mucho más que doblada la fuerza». Es, en definitiva, una confianza semejante a la 45 «Si per aventura voi mi demandare quali orma menu d1 piu di tutt~ h ª !tn desid.erarei un

que expresa Cervantes sobre el valor de las reliquias en un pasaje del Quijote» (Obras Comp le- casa mia, vi risponderó senza n:iolto pensarsi: Ar~i e libri ... e questo acc10che ad ogm tempo e
tas, Madrid, 1946, pág. l.398). di guerra e di pace», Saba Casughone, op. cu., pag. 293 1.

203
202
Himo gran coleccionista, la belleza de cuyas espadas alaba el del marq u ·
· a quien· ve «en un pat10. entre culebrinas
. • de todos loes de drid, ~egún el _testimonio de Uztarroz, era la de don Lorenzo Ramírez de Pra-
Leganes, y cañones . do5º, en cuya colección figuraban la mayor parte de las antigüedad;s del c~:rn­
ne~~s», o el de Gerónimo Fures, quien, junto a «muchos cuadros de pinst~:~ de de Guimerá, con las que había logrado hacerse en 1642, y u_n ?umero im-
ongmales de grandes hombres», poseía una colección de armas «de lo m · portante de pinturas entre las que se encontraban un «Prend1m1ento» y un
· .. •
que 1a brnron 1os m ás pnmorosos art1f1ces destas armas, así en España co
eJor
<cEcce Horno» del Greco, otro de Navarrete el Mudo, un Ticiano, un lienzo
fuera della». Era este también el caso del conde de Villamediana 0 el del mmo de Giulio Romano y tres tablas del Bosco. Estas pinturas y antigüedades, lo
' d e p ozas, cuya armena
ques_ · era al menos tan importante como su colecció ar-
mismo que el resto de sus curiosidades, no eran objeto de exposición en ~na
de p1nturas46. n galería independiente, como sucedía en casa del conde de Monterrey, smo
L~ a~me~a de los ?uques d~l Infantado, .en Guadalajara, es un ejemplo que su punto de articulación seguía si~~d? la librería. _Una librer~a decorad.a
muy s1gn~cat1vo d: la 1mpo~anc1a_ de estos edificios en el siglo XVII. Celebrada por la inefable galería de retratos y d1V1d1da en tres piezas, la pnmera dedi-
Y'.1 en el siglo antenor, es ennquec1?a y reorganizada en 1644 en cuatro piezas cada a los miembros de la familia real, mientras que las otras dos daban co-
diferentes. u.na de ~llas, la ~enommada Sala dorada, encerraba los ejempla- bijo a una serie de hombres ilustres, entre los que aparecía Juan de Jaúregui,
res más prec10sos: Junto a piezas de gran valor artístico varias de ellas pro- Lope de Vega, Bricio Buteano y Antonio Pérez.
c~dentes de Milán, había numerosas armas y armadur~s moras y de las In- Don Lorenzo Ramírez de Prado, reacio siempre a franquear las puertas
dias. Y_entre las reliqui~.s históricas se encontraba una espada de Recaredo, de sus colecciones por miedo a las rapiñas de otros coleccionistas tan ávidos
el c~c~1llo y una lanza Jmeta de Boabdil, dos espadas y una daga del Gran como él, incluye entre las cláusulas de su testamento el ruego de que al me-
Cap1tan, el arnés de don Juan de Austria y numerosos recuerdos del almi- nos sus manuscritos, que él consideraba entre las piezas más valiosas de su
rante de Castilla 47. colección, no se desperdigaran a su muerte. Preocupación compartida por mu-
. Otro_ tanto cabe decir respecto a la formación de bibliotecas, tarea favo- chos coleccionistas que, como el conde duque de Olivares, R emando Colón
nta de c1e~tas ~apas ?e
la nobleza, aunque no siempre como respuesta a una o el condestable de Castilla, incluyen disposiciones semejantes en su testa-
verdadera mqu1etud mtelectual, sino como simple moda coleccionista. y aun- mento, o que, como Juan de Espina, regala íntegra su colección a Felipe _IV
que el conde de B~navente perteneciera a esta última clase, y sufriera por ello para evitar su dispersión y que a su muerte fuera a parar a manos de qmen
las burlas de L. Pmedo 48, una gran mayoría de los colectores de libros lo ha- no supiera apreciarla.
cía por ~nterés erud~toi tal es el caso de don Fernando Enríquez de R ibera, Don Juan de Espina, poseedor de los manuscritos de Leonardo 51 y que
que se h1z? con la biblioteca de Luciano Negrón, y también el del conde du- dejó Madrid «lleno de curiosidades», según consta en la correspondencia de
q~e de Ob~ares , que aprovechando las ventajas de su cargo, saqueó las bi- jesuitas, tenía una de las colecciones más sorprendentes de la corte 52 , en la
bliotecas a1enas en provecho de la propia, el del duque de Medina de las To-
rres, el del conde de Gondomar o el del conde de Villaumbrosa 49.
. Otra. i_mportantísima librería en la que se habían reunido «muchas cosas M. ChevaJier, Lectura y lec1ores en fa España del siglo XVII, Madrid , 1976; P érez P astor, Bi-
smgulans1mas», hasta el punto de que sólo por verla merecía la pena ir a Ma- bliografía madrileña, Madrid 1891-1907; A. Rodríguez Moñino, Historia de los ca1álogos de li-
brerías españolas ( 1661- 1840), Madrid, 1966; marqués de Saltillo, «Bibliotecas, libreros e impre-
sores madrileños del siglo XVII», en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LIV, 1948. Ade-
~ · H; P. M .. pro t. .2. 176. Aparte de cientos de espadas, arcabuces y armaduras de todas
46
más de los recientes estudios que sobre este tema vienen publicando Alfredo Alvar y Fernando
clases rnclu1a 33 arneses ncamente trabajados de Alemania y Milán. Bouza, que están arrojando nueva luz sobre las bibliotecas españolas de este momento.
47
. Enriqu.e Cock ya la describe admirativamente a finales del siglo xv1 (García Mercada!, Via- 50 Sobre él véase J . Enlrambasaguas, Una familia de ingenios, los Ramírez de Prado, Ma-
1es d~ extran~eros por Es_paña y Portugal, op. cit., t. 1, págs. 1.299-300). El inventario a que nos drid, 1943. Su testamento, en A. H. P. M., prot. 6.280.
refenmos es ta en Colección de documentos inéditos para la historia de España vol LXXIX Ma- 5 1 La tesis sostenida por Sánchez Cantón («Los manuscritos que poseía don Juan de Esp i-
drid, 1882. ' · '
na», en Archivo Español de Arte, 1940-1 , págs. 39-42) es absolutamente errónea, como demues-
El . J?iccionario de Autoridades, hablando de las armerías, dice que éstas «suelen ser por os- tra A . Corbeau («Les manuscrits de Leonarde de Vinci. Contribution historique a leu r historie»,
tentac1on, memona y grandeza del Príncipe».
48 en Raccolta Vinciana, Milán, XX , 1964).
Libro de Chistes, Madrid, B. A. E., pág. 10 l. Las crít icas y tales prácticas fueron muy s2 Sobre él véase E. Cotarelo y Morí, Don Juan de Espina, M adrid , 1908. Los testimonios
frecuentes y, sob.r~ todo, en. Quevedo, La hora de todos y la Fortuna con seso, cit., p ági- contemporáneos sobre él y su colección se pueden encontrar en V. Carducho, op . cit. , 438
na 104, Obras poe11cas, Madnd, ed. Blecua, 1969-71 , t. II, pág. 51; La visita de los chistes. Obras, yss.: F. Quevedo. Los anafes de quince días; la correspondencia entre Se bastián González y Rafael
B. A. E., XLVIII, pág. 340.
49 Pereyra en el tomo lV de las <<Cartas de Jesuitas», en Mem orial Histórico, t. XVI, pág. 492; Ata-
. Sobre la biblioteca del Conde Duque véase G . Marañón, El Conde Duque de Olivares, nasio Pantaleón Ribera, Obras, Madrid, 1635, fo l. 69; A lonso Castillo Solórzano, «A don J uan
Madnd: 1965, págs. 163 y ss. y 431 y ss., y su tasación en A. H . P. M., prot. 6.239. fol. 264 y de Espina, deseando ver su casa», en Donayres del Parnaso, Madrid, 1625, fol. 62, y el Memo-
ss.; segun Antonio Grammont y Francisco Bertaut se encontraba entre las más ricas de Europa . rial redactado por él mismo con motivo de su proceso inquisitorial, cuyo manuscrito se conserva
El catál.ogo de la del conde de_V11laum~rosa apareció impreso en 1677; su contenido, en el q ue en Lis boa habiendo u na copia en la Biblioteca 'acional de M ad rid, q ue transcribió Cotarelo ,
no pod1a faltar la correspondiente partida de mapas e instrumentos matemáticos se valoró en en op. cit.' P or otra parte Juan de Piña, en Casos prodigiosos y Cueva encantada. edición Co-
1683 en 176.589 reales. Sobre el tema de las bibliotecas en general véanse especialmente tarelo, Mad rid , 1928, ofrece una descripción novelada, pero fiel , de la colección.

204
205
tas construidos por él mismo Y que, antes de morir, desmontó perso.
nalmente 55 .
Autómatas de este tipo no e r an e~cepciona~es, sin embargo, en la Españ
del xvu, y ya Juanelo Turriano babia construido su «hombre de palo» q ª
recorría diariamente las calles d e Toled~, siendo famo.so por sus pequeño's a~~
tómatas, de los que se conservan todav1a ~lgunos atnbu1dos a él56. Cristób 1
de Villalón también, al presentar la capacidad del hombre moderno para
bricar autómatas como un argurnento e~ favor de la superioridad con respec-
r:.
to a Jos antiguos, testimonia la presencia de estos objetos como algo normal
en su momento s1, presencia que es c?ns~atada en inventarios como el del mar-
qués de Tavara, que incluye una bailanna muy semejante a la de Turriano5B
o el del duque del Infantado 59, que ~ntre sus numerosos relojes incluye vario~
con autómatas en su mecanismo. S1,n .embargo,, máquinas y artificios de ma-
yor empeño que estos juguetes rnecamcos, seguian despertando todo tipo de
recelos y suscipacias: la cabeza en.c antada que. ve don Quijote en Barcelona60
réplica de otra existente en Madnd, es destrmda por la Inquisición doce día~
después de haberse construido y los autómatas de don Juan de Espina, que
se paseaban disfrazados de damas Y ?ªJanes con atavíos costosísimos por las
corredores altos de su mansión le valieron una acusación ante el Santo Oficio
por brujo y nigromante, practicar magia negra en su. casa y fingir «tempes-
tades de agua, truenos y relámpagos espantosos» y «fiestas de músicas y vo-
ces diversas ... no vistas, solo oídas» donde se producirían orgías inconfesa-
bles - por otra parte muy poco prob~ble~ dado el carácter retraído de
don Juan- y apariciones infernales Y m1stenosas 61.
En dos ocasiones distintas Carducho enjuicia globalmente esta colección
y su opinión es muy elocuente 62 • Ante el .conjunto se queda «admirado» y «sus-
pendido el juicio»; pero muestra ~a su ~ncomprensión frente a determinadas
piezas. Así, después de señalar van?s objetos de marfil tan diminutos que ape-
nas podían ser percibidos por la vista, como un Calvario encajado en el ojo
de una aguja, escribe a continuació~: «No sé que esto tenga más que dispo-
sición de instrumentos, y un lago, o valsa de flema para hazerlos, yo no sé
para que sirva». Carducho entiende que tales prodigios de la microtécnica
- que eran por su cualidad de curiosa artificialia uno de los elementos fun-
damentales de las cámaras de maravillas- son índice de un gran «ingenio»

55 Las aficiones mecánicas de Espina eran notori~s Y también las empleó en el perfecciona-
miento de los trastes de la guitarra. Aficiones mecá~1c:is semejantes eran compartidas también
por otros coleccionistas, como don Gerón1mo de Y11Jafuerte, que hacía «con sus manos cosas
científicas, y superiores, particularmente reJoxes», Carducho, op. cit., pág. 423.
56 J . A. García Diego, Los relojes Y autómaras de Juanelo Turriano, Valencia, 1982;
E. v. Basserman-Jo rdán , A/te Uhren und ihre Meister. Leipzig, 1926, págs. 66 y ss.
57 Ingeniosa comparación entre lo antiguo Y lo presente, 1539.
58 J. Cavestany, «Autómatas curiosos», en Arte Español, 1944, págs. 3-8.
59 Ver nota 12.
60 Op. cit., págs. 1613 y ss.
61 Tirso de Molina y Juan de Piña lo reputan por mago y nigromante.
62 Aparte de Jos Diálogos ..., en et Memorial cit. en la nota 51, donde habla más por extenso . K h' risches Museum.
Atr. a J uanelo T urriano, autómata musical (2.• mitad s. x v1), Viena. unst 1sto ·
de la colección.
209
208
(entendiendo P.ºr tal habilidad y destreza), pero también de un pérfido apro-
vechamiento de tales cualidades, y no merece la pena que sean tenidas en
estimación 63 .
Sin embargo, la postura de Carduch o, como exponente de un nuevo sen-
tido del coleccionismo y avanzada en este sentido, distaba de ser la única en
Ja Corte, do nde se seguían manteniendo opiniones diametralmente opuestas.
y si todo lo que llevamos dicho es prueba de la importancia y la vigencia del
coleccionismo de maravillas, más significativo es el hecho mismo de que se
mantuviera vigente durante casi todo el siglo este tipo de mentalidad que apre-
cia la curiosidad como un valor básico. Y el Diccionario de Autoridades, ya
en el siglo xvu1, junto a la acepción de la voz museo como el «lugar desti-
nado para el estudio de las ciencias, letras humanas y artes liberales» todavía
mantiene otra, segÚ"'• la cual museo es «el lugar en que ese guardan varias cu-
riosidades pertenecientes a las ciencias, como algunos artificios mathemáti-
cos, pinturas extraordinarias, medallas antiguas, & c». Y esta mentalid ad fue ,
en definitiva, la que impulsó por dos veces distintas a Felipe IV, paradigma
del coleccionista moderno, a visitar de incógnito el museo de maravillas de
Vicencio Juan de Lastanosa.

. EMBLEMA ro.
Muchos de !os qm.:1.da ~ f f1n mad~dos
Execut~'fndo !VOÍrintAa avena
·~ , t-
De rJJ_t-'g.et es,amégoss"I criado!, . ~
:Por f~r de condtciotr4table,y b;u114: · : ~,.
Son ttteres por rtJedtts gouernttdas, ·-
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~. fob~e me [a h~'i'{f 11/i'. mt~diflnf~,
d !!/'ndo toe~ el maeflro curta dan¡i:t.
V :i. D er 1

63 En apoyo de su opinión cuenta q ue el emperador Carlos V respondió a un artífice q ue le


presentaba una obra semejante: «llevaos vuestro gusto, que yo no lo he de tener en cosa, que no
Sebastián de Covarrubias. Emhlemas Morales, Madrid, 16 10. sepa para que pueda ser buena» (op. cit., pág. 439).
211
210
ll

C APÍTULO XIII

El culto al objeto y las colecciones a principios


del siglo XVII
Uno de los aspectos culturales que mejor caracterizan el gusto artístico
· de la época manierista y que influyen decisivamente en el carácter de las co-
lecciones artísticas es el culto al objeto precioso, veneración que en sus as-
pectos más exagerados llega incluso a la idea de fetichismo. La idea de pre-
ciosidad no puede únicamente considerarse como una categoría estética de ca-
rácter literario, sino que puede extenderse igualmente a bastantes aspectos de
las artes plásticas; en éstas la valoración de lo minucioso, lo diminuto y lo
precioso, se une a la exaltación de las joyas de fo rmas extrañas, de las perlas
y las piedras preciosas de todas clases. El éxito de artistas como Cellini, Ber-
nardo Buontalenti, Palissy o, en España, Jacopo da Trezzo, así como la apa-
rición de escuelas y talleres de piedras duras y j oyerías en toda Europa res-
ponde a este fenómeno.
A él obedece toda una estética pictórica que tiene en el retrato su mejor
campo de expansión. Los ret ratos de fines del siglo XVI y principios del XVII
responden a unas formas de hacer que, propuestas por artistas como Bron-
zino, fueron recogidas por otros como Antonio Moro y desarrolladas en nues-
tro país por Alonso Sánchez Coello y Juan Pantoj a de la Cruz. En sus retra-
tos la exaltación de una moda que había hecho de las joyas y materiales pre-
ciosos un objeto de culto llega a un verdadero paroxismo, hasta el punto de
convertir al personaje retratado en un puro emblema, en un frío signo que se
esconde tras una apariencia lujosa. Y lo mismo sucedía, como veremos, en el
mundo de las colecciones.
Pero no sólo en éste; la colección era únicamente el momento expositivo
de las riquezas atesoradas que tenían un uso social amplio y variado. Como
elemento de prestigio, las riquezas eran usadas como medio de regalo e in-
tercambio en fiestas y reuniones sociales. Un ejemplo inmejorable de ello lo
tenemos, dentro del mundo de la literatura, en la fiesta que Lope de Vega
nos describe en el libro tercero de La Arcadia, en el mómento que dos per-
sonajes de Ja novela, Belisario y Tirsi, dan permiso a las pastoras para rega-
lar algunas prendas a sus amantes. «Agrad ó - dice Lope- a todos general-
mente el favor y la satisfacción y así dio la primera Isabella a Menalca un
reloj con brújula; Leonisa a Alcina unas memorias de oro esmaltadas de az.ul;
Anarda a Anfriso, una gargantilla de leones de azabache; Julia a Enareto, un
cuchillo de su estuche; Lucina a D oriano, unos zarcillos con dos candados;
213
Clavelia a Celso, un-peine de marfil dorado; Marfisa al Rústico un prenct
dero de plata; Amarilis a Gaseno unos corales con unas muertes por ex.t e-
mos; Diana a Melibeo, unos antojos; Clórida a Silvio, un lazo de cabellre~
Cardenia a Frondoso, un retrato en una caja; Lelia a Belardo, una higa ~s,
cristal guarnecida de oro; Jacinta a Leriano, un instrumento de ébano)) 1 E e
realidad una pe.queña cámara de maravillas, que Lope canta en agrad~blen
versos inmediatamente después de la descripción. s
Éste era un mundo de lujo y sofisticación del que participaban las capas
aristocráticas y principescas de toda Europa, sin excluir, naturalmente, la Es-
paña de Felipe III. Un cronista portugués, Pinheiro da Veiga, describe en su
libro el ambiente festivo de Valladolid durante la permanencia en este lugar
de la Corte; más adelante nos referiremos a la colección de pinturas del rey
en esta ciudad, pero ahora queremos resaltar cómo el aprecio al objeto iba
unido a un desmedido afán de lujo y ostentación decididamente prebarroco.
Da Veiga afirmaba que <mna de las más notables cosas y que más holgaba
de ver en la Corte eran las almonedas», ya que «ver aquí las riauezas, la bru-
talidad de los vestidos, es cosa que no se puede comprender, porque en esto,
o sea muebles de casa, son todos príncipes». Con ello daba con una de las
claves interpretativas del sentido ostentatorio del momento y que quizá en Va-
lladolid como en ningún lugar de España se daba más a las claras. Mientras
que la arquitectura y los bienes inmuebles en general pasaban por uno de Jos
momentos de mayor pobreza y decadencia, el lujo invadía los vestidos, la de-
coración e interior de la casa, las colecciones y las fiestas. En la almo ned a de
la marquesa de Mondéjar se podían ver hasta doce sayas largas de tela bor-
dada «y algunas con aljófarn, mientras que en la de la marquesa del Valle,
una vez que la reina había escogido ya todo lo bueno, «sin embargo - dice
Pinheiro da Veiga- vi de su oratorio tres cruces de vidrio ... vasos del mismo
oratorio de mucho precio, que es vergüenza decirlo. Seis Retablos de ébano
con puertas de reliquias ... las imágenes de oro y con piedras, y las incrusta-
ciones de plata». Aunque lo mejor para el cronista eran las tiendas «de guan-
tes, brincos, aderezos de mujeres, cadenas, plumas ... )), ya que «con toda esta
buhonería sale cada una el día de fiesta, que son para ellas trescientos sesenta
y cinco»2.
El afán ostentatorio era, pues, evidente, y no es de extrañar que algunos
de los más altos cargos de la Corte se vieran envueltos en escándalos Y sus
bienes fueran ejecutados. Así sucedió con don Pedro de Franqueza, conde de
Villalonga y secretario de Estado de Su Magestad , el año 1607. De él, sólo
unos años antes, Pinheiro había afirmado que «es hombre de 55 años, gordo
mas gentilhombre, cortés y agradable, gran trabajaddor (con) inteligencia Y
expedición en los negocios, prudente y sufrido»; lo cual no fue suficiente para
impedir que fuera embargado y acusado de varios delitos. En el secuestro de .d M ·seo Lázaro Gald iano.
Higa en cristal de roca (siglo x v 1). Mad n . u -
sus bie nes aparecen las típicas riquezas de los inventarios del momento: va-
. h h de esmeraldas Y
jillas de oro y plata, 180 escritorios, entre ellos uno de porcelana de la China, . d ' Pan semicapro» ec 0 . ·
ámbar, almizcle, tapices, un « ws. nio igualmente guarnecido de oro, va-
guarnecido de oro, un cuerno de umcor. tres cajas de piedras bezares y un
1 Lo pe de Vega, La A rcadia. ed. Madrid , 1975, pág. 289.
2 Pinheiro da Ve iga , Fasrig inia. Ed . Narc iso Alonso Co rtés, Va llado lid .
sos de terra sigillata, carbunclos, topacios,
21 5
21 4
1 1

<i'San Jorge de oro y diamantes», entre otras riquezas. La procedencia era de


lo más variado y siempre de personas de la más alta categoría: el rey de F ran-
cia le había enviado «los doce signos del año, de grandeza de un palmo ... de
diamantes finos», mientras que el dios Pan procedía de un regalo del empe-
rador, el ll,nicornio de Venecia, los vasos de terra sigillata del Gran Duque
de F lorencia y el San Jorge del rey de Inglaterra 3.
Como decimos, este gusto por los objetos no era exclusivo de España
sino común a todas las cámaras de maravillas europeas del momento desd~
Florencia a Munich y Praga. En Munich, los duques de Baviera, Guillermo
y Alberto V, habían reunido una Kunst und Wunderkammer parangonable a
las de Innsbruck o Praga, donde se coleccionaban preciosos objetos, cajas,
altares y esculturas como el San Jorge de Munich al que tanto nos recuerda
el descrito en los bienes de Franqueza. Alberto V había construido un edifi-
cio de tres plantas para albergar sus colecciones, parecido, según Schlosser
al Stallburg de Viena 4, y, junto a él, el famoso Antiquarium, sede de sus co-
lecciones de antiguedades: artífices de la importancia de Har..~ Reimer y Wen-
zel Jammitzer trabajaban para la corte ducal en objetos del sofisticado gusto
manierista al que nos venimos refiriendo.
España es igualmente prolija en ejemplos de este tipo y no hace falta re-
currir a grandes personajes para darse cuenta de ello; el caballero de Santia-
go don Diego Vázquez de Arce poseía, junto a varias joyas e imágenes reli-
giosas, un caballo marino de oro con 24 esmeraldas, un rubí y una perla por
pinjante y un Santiago de oro con 28 diamantes, Luisa de Velasco, una ca-
becilla de negrillo con una guirnalda de oro; don Álvaro de Mendoza y Alar-
cón, «una tortuga que es una caxa de cuero colorado y dentro un barquillo
con quatro ovalos dorados» ... En realidad, ya desde la segunda mitad del si-
glo XVI podemos señalar un progresivo interés por los objetos curiosos y pre-
ciosos cualificados por el valor de su material y que aparecen con enorme fre-
cuencia en los inventarios del momento; y así, en 1560, Francisco Marqués
poseía, entre otras preciosidades, un alacrán de perlas, una cornetilla de co-
ral, un calabacín de oro y un ángel de oro y granates; de igual manera, la
marquesa de Pozas, en 1598, tenía, junto a un número no demasiado elevado
de pinturas religiosas, joyas como una cuna de alabastro, los Santos Juanes
en marfil y alabastro, cruces de caracol, una muerte dorada, gran cantidad
de porcelanas, una de ellas en forma de caracol, varios «Agnus dei», rosa~ios
de nácar, piedras bezares ... 5• Es curioso señalar a l respecto cómo en 1549 cier-
tos plateros de Madrid poseían «Agnus dei» de oro, un lagarto y un papaga-
yo de esmerald as, arracadas de papagayos y un coco guarnecido de plata, bue-
na muestra de los exóticos gustos de su clientes 6 .

J Miguel Herrero García, «La poesía satírica contra los p olíticos del reinad o de Felipe llh>,
H ispania VI, XX III , ( 1946), págs. 267-297.
• Schlosser, op. cit .. pág. 143.
s A . H. P. M .. pro l. 1.8 11 ( 1599), f ols. 694 y ss., y 1. 2 12 y ss.; 2.67 1 ( 1623), fo ls. 1 J 69 Y ss.;
1.81O, fols. 1.572 y ss. A. Athemstt 0 A. Lotter, estatua de San Jorge, Mu nich, Schatzkammer
6 A . H . P. M .. prot. 2. 17 1. de la Residencia ( 1586-1597).

216 21 7
Caja de cristal de Alberto V (A. Fontana, H . Krieger, V. Eberl) (1560-70), Munich, Schatzkam-
mer de la Residencia.

Los temas animalísticos - papagayos, lagartijas y caracoles- junto con


los religiosos eran los más frecuentes. Francisco de Alfaro poseía en 1600 jo-
yas corno un Jesús de oro y 39 diamantes, un papagayo de esrnaraldas es-
maltado y un joyel del Triunfo de Escipión; Catalina Calleja, en 1620, con-
taba con un leoncillo de marfil, «ygas» de cristal y un barquillo de plata; J uan
López de Zárate, con un niño de marfil, otro papagayo de oro con seis dia-
mantes, etc. 7 • Los ejemplos podrían multiplicarse ad infinitum y son buena
muestra de los gustos de una socied ad a medio camino entre la sofisticación
manierista y la influencia de sentimientos contrarreformistas, que ya se te-
ñían, en la abundancia y prolijidad de las joyas religiosas, del nuevo gusto ba-
rroco; si bien la persistencia de un gusto manierista puede detectarse en tas
colecciones madrileñas hasta bien entrado el siglo XV II en multitud de oca-
A. Loffer y v . Eberl alt ar partátil (S ur de Al7mania h . 1580-90), Munich,
Schatzkammer de la Residencia.
1 Ibídem. prot. 2. 794, fo l. 707; 2.465.
219
218
siones. Es el caso de Jusepe Bolero, administrador del conde de Casarrubios
y que en 1619 poseía joyas como una estrella con 11 diamantes, un niño de
oro y esmeraldas, un lagarto de lo mismo, un barquillo de plata, un rosario
de coral y una poma de ámbar, junto a una colección de 33 lienzos de em-
peradores y mujeres romanas, varios retratos y cuadros religiosos, algunos de
ellos copia del Bassano s.
Es difícil saber si estas joyas se conservaban con criterio coleccionístico 0
meramente ornamental. Normalmente hemos de inclinarnos a pensar que se
trata de lo segundo, aunque el gusto por lo prolijo y lo minucioso no podía
dejar de influir en colecciones y cámaras de maravillas que se basaban en es-
tas categorías estéticas y en una afición muy desarrollada por los productos
naturalistas manipulados.
Un ejemplo de lo que venimos diciendo nos lo proporcionan los objetos
de la marquesa de Velada, que a fines del siglo XVI poseía una importante
colección de lienzos, con claro predominio de la pintura religiosa. Si bien no
hemos de dejar de señalar que poseía un mapamundi, varir.~ ¿inturas de Flan-
des, retratos y «once lienzos de los tiempos y elementos», desde el punto de
vista de nuestro interés por el tema de los objetos preciosos resaltaremos que
la marquesa los conservaba, de una manera por lo demás habitual, en escri-
torios: santos de alabastro, copas de ágata, porcelanas, una Verónica de co-
ral, un cascabel de cristal, dos torillos de aguamarinas guarnecidos de oro,
un San Pedro y un San Antonio de oro, etc., son las piezas más curiosas de
su abundante colección9. Y parecidas consideraciones podríamos hacer de
doña Brianda de la Cerda, duquesa de Béjar, que poseía un perrillo de mar-
fil, dos gallitos de oro, un mono de plata, piedras bezares, una lengua de es-
corpión, leoncitos de cristal, etc., todo ello con independencia de los bienes
inventariados en el camarín donde piezas de barro en gran cantidad, porce-
lanas, un caracol grande marino ... se unían a estampas que representaban dos
perros, un mico y un negro, aguamaniles de la India, una perdiz de madera,
vidrios, etc ... , ordenados y clasificados por estantes 10; nos encontramos ante
un típico camarín de los vidrios, que, junto a bufetes y escritorios, eran los
lugares favoritos de exposición y ordenación de tan ingentes cantidades de
objetos. ·
Pero desde este punto de vista el ejemplo más impresionante del que he-
mos tenido noticia es el del camarín del conde de Benavente, de cuya pasión
coleccionística ya hemos tenido ocasión de hablar. El inventario de 161 111
nos habla de un camarín repleto de pequeñas estatuillas en bronce, nácar, ala-
bastro de los más variados temas: cabezas de emperadores, figuraciones m!·
tológicas - Hércules, Cupido ... - , animalísticas -tres ranas de bronce, seis
caracoles de nácar- y exóticas -se relacionan más de 150 «ídolos» grandes
y pequeños. Junto a ello habría que citar las curiosidades y rarezas -«una
Pendiente de cristal (l.ª m itad s. x v11) , Zaragoza, teso ro del P ilar.

s Tasación realizada por Eugenio Caxés, prot. 4.909, fols. 18 y ss. copia de cera de la piedra que le sacaron al duque de Feria»- junto a infi-
9 Ibídem, p. 1.8 10, fols. 1.297 y ss. nidad de pirámides, bolas y otros objetos en jaspe y, también un número su-
10 Ibídem, prot. 2. 185.
11 A. H. N. Osuna. leg. 429.
perior a 150 de «piedrecicas de diferentes colores y hechuras»; todo ello pre-
221
220
sidido por algunos cuadros, como uno «de fru tas» procedente de Nápoles y
cuatro leones grandes de madera, que rodeaban a un gran número de bufetes
de jaspe, alabastro y otros materiales preciosos, que albergaban medallas de
bronce, cucharas de nácar, etc. Se trata de una de las Wunderkammer más
completas de las que tenemos noticias, que nos completa la imagen del conde
de Benavente como coleccionista. A su pasión por las estatuas clásicas, cua- CAPÍTULO XIV
dros, objetos de platá y reliquias, añadimos ahora la de su afición por los ob-
jetos y su disposición en los pequeños cubículos de los camarines.
Con todo, camarines, escritorios y bufetes, aunque pervivieron, como ve- Las colecciones de Felipe Ill
mos, a lo largo del siglo xvn como lugares de exposición de objetos, pronto
han de entrar en crisis ya que los nuevos intereses del barroco iban más por A la muerte de Felipe 11 el conjunto de palacios y ~esidencias real~s en
el camino de la ostentación que del gusto por la privacidad. Conforme avan- torno a Madrid - con los dos núcleos centrales del Alcazar y El Esconal-
za el siglo, cada vez más a menudo, los aparadores, los grandes armarios y había quedado estructurado y las colecciones reales adquieren un cará~t.er
l~s. mesas de .servicio de los banquetes se constituyen en los lugares de expo- estable. Felipe 111 inicia un cambio de ~usto que supone una ,mayor a,t e~c1on
s1c1ón de o bjetos suntu osos que, estrictamente, ya no pueden considerarse a la pintura y, sobre todo, un progresivo abandono del caracter ecle~t1co Y
como móviles de coleccionismo. Pinheiro da Veiga nos habla del banquete enciclopédico que había tenido la cultura de su padre. Pero ~ste camb.10, que
que el duq ue de Lerma dio a los ingleses en Valladolid en ::: 'Ilpos de la per- se plasma sobre todo en .sus coleccione.s del Pardo y Valladolid, no quiere de-
manencia de la corte de Felipe 111, en el que se construyeron tres aparado res cir que los objetos exóticos y naturalistas vayan a desaparecer de sus. pala-
en habitaciones diferentes «uno que cogía toda la pared de alto a bajo con cios, ya que, al contrario, ocupan una par:e no despre~iable de lo~ mismos,
peldaños de la misma fo rma y pared frontera para la plata, en que hab ía aunque sin el carácter orgánico y operativo q~e teman un?s anos antes.
c?mo 400 vasos, todos de invención hermosísima, a mas de la plata ordina- Entre las o bras maestras que adornaban la finca de La Ribera de V~lla­
n~» 12, y los otr~s ?os, de similares características, para el oro, los vidrios y dolid, destacaríamos, desde este punto d~ vista, los ~bjetos del camarín: Jun-
cnstales, estos ult1mos engastados en oro y colores «cosa notabilísima». to a figura piadosas como un S an Francisco, una Vlfgen y una Sant~ Cata-
En o tro convite del duque de Lerma al almirante de Inglaterra tam bién lina, todavía aparecen «ocho figurillas, siete de hombres y una de mujer con
se nos habla de aparadores para fuentes ~untuosas, para vidrios de Venecia diferentes ystrumentos y señales», «una tortll:ga con su tapador y una paxara
y Barcelona~ barros finos de Portugal y botellería; pero, aunque los objetos encima y tres paxaros y un conexo», «un c1erbo», «dos perros sabu~sos~>, Y
que se descnben corresponden en gran parte a los de camarines y colecciones «un gato , un león y dos monos pequeños~> 1• De igual manera, la fa~ncac1~n
de maravillas, su sentido expositivo ha cambiado. Se ha pasado de la fasci- de relojes en los talleres cortesanos continuaba a la m~er~~ de Fehp~ 11 Y
nación por el objeto, típica del coleccionismo manierista, a una idea de la os- Juan Bautista Lavanha dedica a su sucesor su Descnpcion del Universo,
3
tentación y amor al lujo que nos coloca en los umbrales del Barroco. adornada de preciosas dtiniaturas de temas astronómicos .
Lo cierto es que cuando González D ávila. describe en su Teatr~ de las
Grandezas de Madrid el Alcázar y sus decoraciones en 1623 - dos anos des-
pués de la muerte de Felipe 111 y cuando su hijo apenas ~omenzaba l~s pro-
fundas remodelaciones a las que más adelante nos referirem os- casi no se
detiene en las magníficas colecciones de pinturas que ya p ~seí~ por aq,ue~los
años, prestando una mayor atención ? l?s temas del .coleccionzsmo eclecttco.
Así del salón destinado a comedor publico de su majestad destaca la presen-
cia 'en él de «mapas de muchas ciudades de España, Italia y Flandes», o bra
de J orge de las Viñas; y de la galería de poniente recuerda que estaba
compuesta de pintur as, pero tambié':1, de «mesas de jaspe, y cosas extra-
ordinarias». Otro punto de su atenc10n son las «quadras» que formaban

1 A . P.. Ieg. 902, Camarin que esta sobre una puerta del corredor de medio día en que ay

los barros de jlorencia. ·


2 J ean L'Hermite, op. cit., t. 11, págs. 174 y 242-243.
12 Pinehiro da Veiga, op. cit., pág. 64. 3 B. N. M., M ss.

223
222
el jardí~ de los Emperadores, en do~~e pasando P?r alto «pinturas de dife- de la reina M~rgarita, mujer de Felipe 111 , y que consta que. fue.ron traíd~s
r~ntes fab ulas, ?e mano del gran '.1c1ano», se detiene a describir una re de Alemania por Jorge Restamer: ahora n?s e~cont~amos f1gunllas de tn-
c10sa mesa de Jaspe, regalo a Felipe II del cardenal Bonelo sobrin 0 Pd- neos, de hombres con arcabu~e~, otros que. hmp1an ~h1me~eas, .º de lab.rad.o-
Pío V 4 . ' e además de una serie amphs1ma de parejas de animales . El mventano tte-
En Ja galería del Cierzo aparecía una serie de retratos de Jos reyes de p ne fecha de 1621 y en él volvemos a encontrar los consa b'd
res, 1 os arte f actos d e
tu?al? )unto a «mapas y pinturas varias»; pero lo más destacable de la d~;~ este tipo de colecciones, de~de «una plum.a de oro es~altado de colores con
cnpc10n es el hecho de que el apartamento al que mayor atención dedica diferentes diamantes que vmo de florencia», a ro~a~10~, pom~s o calabazas
el del guardajoyas, donde se custodiaba «lo raro de la naturaleza del orbees de ámbar, pasando por diversas piedras bezare~, p1ramides de.Jaspe, carros Y
Allí se encontraban, como en un camarín, tanto joyas y objetos simbólic~· barquillos de cristal, varios relojes, jaspes, ob~etos .de la India ?e P ortugal,
de la monarquía, c?m~ «cabeyas y notabl.es reliquias de santos, compuesta! un bote con algalia, pedazos de cuerno de un.1~ormo, d_?S colmillos de «pez
y ~dereyadas en rehcanos de metales prec10sos», como «escritorios, vasos de mugen>, un pedazo de piedra imán, o dos guijarros penascos nat~rales «de
cnstal y de la China, olores de la India», piedras preciosas, vasos de plata la- nacimiento de amatista». Dentro de este contexto no es de e~tranar, pues,
brada ~ los aderezos de la reina. y las infantas. Los objetos más importantes que todavía en 1638, Felipe IV se interesara por la compra y cmdado de unas
eran, sm embargo, la Flor de Lis de oro con un pedazo del Lignum Crucis estatuas de negros que habían sido de Fernando de Valen~uela, o po~ la de
qu~ Fra.ncisco 1 hubo ~e p~gar como precio de su libertad, y los cuernos d~ pedazos de cuerno de unicornio s, y que en 1617,_cuando Diego Gi:_zman pu-
unicornio «de extraordmana grandeza», como sabemos, ambas joyas inalie- blica su Vida y muerte de D. Margarita de Austria, Reyna de.Espana, recuer-
nables 5; el conjunto se complicaba con pinturas de devoción y una galería de de las fiestas hechas en Toledo a su llegada, en las que los disfraces ~e tema
retratos de personas reales. indiano - se representó la grandeza de Moctezuma- fueran el motivo do-
Como ya hemos dicho, el gusto por los elementos exóticos no había de- minante de Ja ceremonia 9 . . .
saparecido en los primeros años del siglo XVII y el repaso de algunos inven- Pero durante el reinado de Felipe III las colecc10nes reales expenmentan
tarios nos confirma esta idea. En 1603 se realiza el de los bienes de la recién un progresivo interés por la pintura. Son abundantes las noticias de ~omp~as
fallecida .e~~eratriz María de Austria, hija de Carlos V y mujer del empera- de cuadros y de traslados de pinturas de un luga.r a otro de las residencias
dor Max1mihano II, en el que aparecen los habituales objetos de complicadas reales. Sabemos que en 1603 se entregan a Francisco de Mora un Ecce-Ho-
decoraciones manieristas con temas animalísticos, una buena colección de va- mo y una Piedad, de Ticiano, q~e estaban .en la gale~ía de ver~no, para tr~s­
sos de vidrio de colores, a veces en forma de barco y otras hechos de mate- ladarlos de lugar; en 1612 Francisco de Bnzuela «recibe una pintura de Cns-
riales preciosos, un cáliz de ágata, joyas de procedencia exótica como <cuna to en carnes» con destino a la capilla de los pajes de Su Magestad , Y en .1615
calderica de porcelana de la India» y productos medicinales 6. J~nto a éstos se entrega a Francisco de Silva <mna pin~ura de Ven.us y Neptuno»; de 1g~al
la emperatriz poseía los típicos objetos en los que la naturaleza se unía al ar- manera tenemos conocimiento que la rema Marganta poseia una colección
tificio ~ los de proced~ncia, una vez más, americana: «Una taya con unos ra- de pinturas de tema.religioso 10 y de que entre l?s objetos y re~icarios d~l ora-
mos y figuras a lo yndtm>, «un coco de la Yndia con cinco botoncillos de mar- torio del rey que Juan Gómez de Mora entrego a los guardaj oyas habia una
fil a manera de tortuga» o «quatro castañas de Ja India de oro»; a tod o Jo gran cantidad de lienzos de tema piadoso. .,
cual habría que añadir una colección de pequeñas imágenes de los más pre- Pero los lugares en los que Felipe III puso m~yor atenc1?n en su ad~rno
cia~os metales, cornerinas, objetos adornados de aljófar y una gran cantidad pictórico, aun por encima del Alcázar y El. Esco:ial - las cna~uras pred1le~­
de joyas de las formas más extrañas y variad as, realizadas en piedras duras tas de Felipe JI y Felipe IV- fueron su res1denc1a en Valladolid y el palacio
como calcedonias, jaspes, etc. de El Pardo.
. Hemos de suponer que gran parte de estas obras, procedían de su estan- El traslado de la Corte a Valladolid supuso el que esta ciudad, como ya
cia en Austria, donde a Maximiliano había sucedido Rodolfo 11, personaje hemos visto se convirtiera por breves años en el centro artístico de España.
en el que culmina la pasión cinquecentista por el coleccionismo de rarezas Y Allí fue do~de acud ió Rubens en su primer viaje a España, siendo aga~a­
objetos extraños y sofisticados. No es de extrañar, por tanto, que en España, jado por el rey y su favorito el duque de Lerma, gran aficio nado a la pin-
que ta.n tos lazos mantenía con la Casa de Austria, abundaran este tipo de tura.
obras importadas directamente de los talleres centroeuropeos.
Es el caso de diversas piezas de plata que se relacionan en el inventario 1 A. P., teg. 902. Entre los animales aparecen: grifos, gatos, elefantes, camellos, acémilas,
camellos, leones, galgos, cigüeñas, cte.; y también hasta 13 figuras humanas.
4 Páginas 309-3 12, libro tercero, De la Casa Real y sus oficios. s A. P., leg. 41.
s Ibídem, pág. 3 1O. 9 Página 110.
6 A. G. S.. Patronatos Reales, leg. 3 1. 10 A. P.. leg. 902.

225
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El episodio de este viaje es muy ilustrativo del cambio de gusto que se
operaba en estos momentos. Como embajador del duque de Mantua, R ubens
fue portador de numerosos regalos para el rey - una carroza, caballos, un
vaso de cristal de roca lleno de perfumes- , para la condesa de Lemas
y el secretario Franqueza; para Lerma fueron, sin embargo, doce pintu ras
reproducciones de obras maestras realizadas en Roma por Pedro Fa~
chetti.
Cuando Rubens llega a España tiene ocasión de constatar varios hechos
del mayor interés para nuestro estudio: la existencia de unas admirables co-
lecciones reales, q ue eran un estímulo para un progresivo conocimiento de la
pintura por parte de los aficionados y el bajo nivel de Ja escuela española de
pintura 1 1. Esto último le hace rechazar la ayuda de pintores españoles para
la restauración de Jos cuadros que había traído y que habían resultad o muy
dañados por el viaje, y que se dedique con pasión al estudio y análisis de las
magnificas colecciones reales.
La visita de Rubens supuso el primer contacto de pintores y coleccionis-
tas españoles con el arte barroco internacional; los testimonios de .a época
son muy expresivos al respecto. Rubens pinta ahora obras como el Retrato
del duque de Lerma, el Heráclito y el Demócrito, varios retratos, etc. Algu-
nos de ellos, una vez terminados y restauradas las copias, fueron expuestos
y colocados por él mismo, «situando cada uno de ellos a su luz y en sitio a
propósito para poderlos ven>. La admiración que causaron fue muy grande
y el duque, que afirmó que «se le había mandado un gran tessoro que cua-
draba mucho con su gusto y deseo», los tuvo casi todos por originales y afir-
mó que el rey los había de ver aquella misma tarde 12 •
Como decimos, distintos personajes fueron también retratados por R u-
bens, que así comenzaba a convertirse en el pintor favorito de la corte espa-
ñola, un favor que no perdió, antes al contrario, en tiempos de Felipe IV. El
gusto español caminaba hacia el Barroco y el duque de Lerma, como más tar-
de Olivares, se convertía en un factotum absoluto, cuya actividad no se re-
ducía al campo de lo político. Desde ahora, y durante muchos años, política
y coleccionismo, iban a caminar unidos de la mano.
Lerma no se contentó con vender su palacio de Valladolid al rey, sino
que aderezó para él su magnífica quinta La R ibera y Ja adornó con una co-
lección de pinturas de gran importancia. En su galería baja, y junto a 101 re-
tratos de emperadores obra de Vicencio Carducho, colgaban el Retrato del
duque de Mantua, obra de Rubens, el ecuestre del duque de Lerma y otros
atribuidos a Ticiano; y en el resto de los aposentos retratos, pintura mitoló-
gica, histórica y alegórica formaban un amplio conjunto con obras de Bassa-

11 En una carta de 24 de mayo de 1603, dice: «El duque de Lerma, que no es del todo ig-
norante de las cosas buenas, por cuya razón se deleita en la costumbre que tiene todos los dias
cuadros admirables en palacio y en El Escorial, ya de Tiziano, ya de Rafael, ya de otros. Estoy,
sorprendido de la calidad y de la cantidad de estos cuadros, pero modernos no hay nada que
valga...», cit. por Cruzada Villaamil, Rubens diplomático español, pág. 83.
12 Ibídem. págs. 83-84. P. P. Rubens, Retrato del Duque de Lerma, Madrid , Museo del Prado.

227
226
CAPfTULO XV

El gusto por la pintura en la primera mitad


del siglo XVII
Com o ya hemos indicado, durante los pr imeros años del siglo XVII se pro-
duce una import ante inflexión del gusto artístico, que camina decididamente
hacia un progresivo interés por la pintu ra. Nos encontramos ahora ante un
nuevo tipo de coleccionista que podemos defi nir como barroco. De estos pri-
meros años data el planteamiento de un nuevo personaje que pronto será co-
nocido c omo «aficionado al arte de la pintura», y que sienta las bases para
el desarrollo de las grandes galerías de pintura que ya comienzan a proliferar.
Desd e pr inci pios del siglo x vu , y con las excepciones que conocemos, el
predominio en las colecciones de las curiosidades y rarezas deja de ser abso-
luto; a la vez, los objetos comienzan a perder su valor mágico, para conver-
tirse en espejos de la riq ueza y el poderío de su posesor. Lo más caracterís-
· • de la piedra
·
tico de estos momentos, j unto a las manifestaciones de un gusto vacilante en-
Van Hcmcssen. Extracc1011 de 1a 1o cura · Madrid · M useo del P rado. tre la cámara de maravillas y la galería de pinturas, es la tendencia a crearse
una colección de pinturas de tema eminentemente religioso. H abía personas
que, junto a las típicas joyas manieristas, poseía n una colección de 20 ó 30
gión socorrida por España, una mitología Y un retrato de Carlos V con la
cuadros - y a veces menos- de asuntos devocionales, muchas veces instala-
espada, de T iciano; un díptico del Bosco y pintui; íla~e~c;; en l~ de\.Sar~~ dos en los oratorios 1• Y si ante ellos no podemos decir que nos encontramos
de la reina aparecen la mayor parte de los cua ros . e osco, os tenz
ante auté nticos coleccionistas, sí que hay que resaltar que en el siglo anterior
de las fiestas de Binche y un cuadro de la descendencia del duque de Mans-
no existía ta n generalizado interés por adornar con láminas y pinturas esta
field 17 . par te de la casa. Así, por ejemplo, en 1613, Melchor Guerrero y T orres, abo-
gado de los tres Consej os, poseía, j unto a una j oya en fo r ma de papagayo de
oro, cuadros de tipo religioso, varias esculturas de la Virgen y el Niño J esús,
tapices y «Siete lienzos de las guerras de F landes» 2 ; pero este caso, como tan-
tos otros, difícilmente puede calificarse de coleccionista.
Sobre esta cantidad de pequeños poseedores de cuad ros destacaban los

1 Por ejemplo, don Pedro Fernández de Alarcón poseía en 1613 doce cuadros de empera-
dores, retratos de su familia, cuadros «grandes» de tema religioso, un Cristo de la Humildad de
Morales ... que formaban parte de su galería, mientras que en el oratorio se instalaban la Virgen
de Guadalupe, estat uas piadosas, cuadros grandes (Asunción, Degollació n de San Juan, Cristo
con la cruz. a cuestas, La Magdalena, Santa Catalina .. . ) y ot ros peq ueños de temas similares;
A. H. P. M. prot. 20 13, fo ls. 286 y ss. Cfr., también , las pinturas de don J erónimo Sánchez en
el oratorio, prol. 6.753, fols. 497 y ss., lo más curioso del inventario sería n «dos cuadros peque-
ños de San J uan y San Sebastián de pluma de la India».
11 A. P.. leg. 768. 2 A . H. P. M., prot. 1.830.

230 231
~erdaderos aficionados. Don Mateo de la Cana y Margarita de Ávila, su mu- de 1626, sólq se le registran pinturas de tipo religioso 11; y lo mismo sucedía
Jer 3, tenían una enorme colección de pintura religiosa - unos 150 cuadros- con R ui Gómez de Silva, marqués de Liseda, quien en 1616 dejó una relati-
compuesta de santos, representaciones de la Virgen con el Niño, 14 lienzo vamente amplia galería de pinturas de tema religioso y unos pocos retratos 12 •
de vírgenes y nada me~os que ~9 ~inturas «de la generación de la Virgen»~ D e todas maneras, la figura más interesante a estos efectos es la del con-
De todas maneras habna que anadJr dos cuadros de frutas, dos láminas «de de de Benavente, del que ya hemos destacado su jardín mitológico y su im-
las de Roma», dos «de las fuerzas de hércules», doce Sibilas, doce cuadros portante cámara de maravillas. Por lo que respecta a su pinacoteca habría
de I?ontería, !os tiempos del año, dos pinturas de bal.lester?s, Ganimedes, un que decir que junto a 56 cabezas de varones, 24 lienzos de músicos y otros
~ufon, «una f1gona» y 33 retratos de la Casa de Austna. El mventario fue rea- tantos «de las villanías de Napoles», destaca una amplísima colección de pin-
h~ad o en 1631 , pero ya en 1615 otro madrileño, don Cristóbal Medrana, mé- turas religiosas, muchas de ellas «originales» (una, atribuida a Caravaggio),
dico del rey, al lado de las habituales imágenes de la Virgen de la Leche la que hemos de suponer, en gran parte, de origen italiano. El conde poseía una
del Populo, Cristo crucificado y trece láminas de la Pasión, poseía 40 pidtu- espléndida colección de reliquias que, con la mencionada galería de pintura
ras de diferentes trajes, un lienzo de Venus, un «pícaro desnudo» y el «retrato religiosa, nos da una de las pautas, la contrarreformista, por las que discurría
de un medico y otro que hace dos caras»4, mientras que en 1619 el alcalde el gusto español a inicios del siglo XVI I. Imágenes de santos, escenas evangé-
Esteban Mato tenía retratos, estampas religiosas, los tiempos del año <mna licas, representacio nes de la Virgen y cuadros con imágenes alegóricas de tipo
rrisa», lienzos de las cuatro naciones moriscas y «una imagen de la plu~a de religioso - tan del gusto del barroco- , componían esta significativa e im-
las Indias con sus puertecillas»s. portante galería 13.
Y si del mundo de los profesionales pasamos al de la noble rn nos encon- La colección de los condes de Benavente fue ampliándose a lo largo de
traremos con un esquema· parecido. Si en algunas colecciones dominan los t odo el siglo y ya en 1633 , cuando se realiza el inventario de los bienes libres
temas religiosos, en otras los retratos y asuntos profanos hacen su ostentosa que tenía don Juan Alonso de Pimentel y d oña Mencía Fajard o de Reque-
aparición. Así, la marquesa de los Gelbes poseía en la primera década del si- sens, su segunda mujer 14 , nos parece una galería de pinturas mucho más di-
glo obras de tema bíblico - Adán y Eva, Caín y Abe!, el convite del rey Bal- versificada de contenido; si todavía predomina la pintura religiosa sobre cual-
tasar, un faraón- , mitológico - Diana, Adonis «con una ninfa con una fle- quier otro género y las reliquias y relicarios ocupan un importante lugar, no
cha por el pecho», Hércules-, los consabidos retratos de personajes reales, hemos de olvidar las amplísimas series de retratos - de la familia, reales, de
t~ece cabezas de hombres ilustres, dieciséis de amazonas, nobles, profetas, personajes históricos y hombres ilustres-, las inevitables de emperadores
diez turcos y turcas, once de reyes, veinticuatro de emperadores y emperatri- -51 cabezas de emperadores, 15 retratos de emperadores romanos- , unas
ces, cuadros de monterías, batallas, etc. 6. Y, sin embargo, el marqués de Ce- curiosas «damas milanesas», al lado de obras de tema heroico y militar -ba-
lada, junto a varios retratos, dos mapamundis y lienzos «de pájaros diferen- talla naval, la ciudad de Rodas, la Armada de Malta, la Armada turca, los
tes», poseía una abundante colección de cuadros con temas de santos y esce- turcos en Malta, el socorro de Burgos-, e incluso mitológico -Cupido en
nas religiosas 7 . Lo mismo podríamos decir de otros miembros de la nobleza carnes, Venus y Adonis, Venus y Cupido, Apolo y Dafne, «Una mujer co n
en los que el pre Jominio de los asuntos religiosos en sus galerías parece ser una lira en la mano y la muerte detrás» y exótico, como una «mujer indiana»
total: es el caso de los bienes de que disponía en Palermo la marquesa de Ta- y una amplísima colección de ídolos, cuyo asunto no se especifica. Es curioso
rifa, doña Ana de Sandoval en 1634 8 . La galería se componía de unos pocos señalar al respecto cómo los objetos típicos de una Wunderk ammer, que tam-
retratos, algunos de santos, y de gran cantidad de pintura piadosa - sólo se bién aparecen en la relación, dej an de tener la importancia que adquirían sólo
menciona un autor, y es copia, «La Magdalena copia de Ant. Valdique» (Van unos años antes. Ahora la pintura, sobre tod o la re ligiosa y los retratos, pa-
Dyck)- y relicarios 9 . Y si el marqués de Zahara poseía en 1608 doce cua- recen querer acaparar la atención del coleccionista.
dros de los doce meses, una armería y aparatos como un astrolabio de azo- Un panorama muy parecido al que hemos señalado en Madrid encontra-
far 10, a doña Victoria de Toledo, marquesa del mismo título, en inve ntarios mos en la Sevilla de principios del siglo XVII . El tercer duque de Alcalá,
don Fernando Enríquez de Cabrera, comienza en 1603 la decoración de su
Ib ídem, prot. 3.806, fols. 1.053 y ss.
J camarín con temas mitológicos, como Dédalo e Ícaro, encargando su pintura
4
Ibídem, prot. 3. 168, fols. 1.426 y ss. a Pacheco, quien por su parte nos info rma de la existencia en el mismo de
s Ibídem, prot. 5.679, fols. 45 1 y ss. pinturas como un San Francisco en un país y otra de un papagayo entre ce-
6 Ibídem, prot. 3.976, fols. 172 y ss.
7
Así, por ej~mplo, Santa Inés, San Francisco, Santo Dom ingo, C risto con San J uan y la
Magdalena, etc., ibídem, prot. 2.029, fols. 163 y ss. 11 Ibídem, 1.61741 4 2•
s A. H. N., Osuna, leg. 1.837-10. 12 Ibídem, 2.053-24.
9 Ibídem.
1i lbldem, leg. 429.
10 Ibídem, 1.639 1 2•
º
14 Ibídem, leg. 39 16.

23 2 23 3
rezas y flores; el mismo autor nos habla del interés del duque por l a Pintura: lagro de los cinc;o panes y los cinco peces ... - , junto a obras anónimas, como
en 1605 compra una Crucifix ión, de Pedro de Campaña, que estaba en poder 48 retratos de pontífices, otras de tema religioso, vistas de ciudades, etc.; todo
de Pedro de Yébenes, .«mer.cader curioso y ri.co» con «mucha co.s,ta y ruegos ... ello sin olvidar una enorme colección de joyas, medallas, relicarios y piedras,
porque hacía gran estimac10n de ella»; el mismo duque adqumo d e la colec- alguna tan exótica como «una piedra grande con u~a caracol y una fig,ura. de
ción de Francisco de Medina una lámina con el Descendimiento d e la Cruz dos rostros» •s. De igual manera Juan de Soto pose1a en 1611 una esplendida
obra de un fraile agustino ... Pacheco se detiene a relatar el interés de la so~ colección de cuadros de Bassano - el Arca de Noé, Vulcano, el Diluvio, el
ciedad sevillana por este tipo de imágenes pictóricas: de esta manera sabemos Nacimiento, la batalla de los elefantes, el Prendimiento ... - junto a abundan-
que Francisco de Texada tenía «en un cuadro de media vara, un Gani medes te pintura de paisaj es, bodegones, escenas ~e género, retratos, pintura r:iit~­
arrebatado de Jupiter en forma de aguila, con un lindo pais en q u e estaba lógica - Orfeo, Lucrecia-, escenas de música ... t9; y, entre las obras atnbu1-
un perro grande y otras menudencias, excelente iluminacion hecha p or un de- das a pintores españoles, a veces aparecen menciones a pinturas de Morales
buxo de mano de Micael Angel, cuyo original yo tengo, que fue d e l Dr. Be- - el secretario Viella poseía de él un Ecce-Homo en su galería de pinturas
nito Arias Montano» 1s. Y por Palomino sabemos que A. Vázquez, que «hizo religiosas20_ y, esporádicamente, a pintores como Ribalta: en 1617 un in-
tambien frutas con excelencias», pintó para el duque de Alcalá el c u adro del ventario 21 describe un «salvador grande de mano de Ribalta copia de Rafael
rico avariento, «donde entre otras cosas comestibles, pintó varias f rutas con de Urbino» y una «imagen de populo de mano de Ribalta».
superior eminencia» 16. A principios del siglo XVII los polos entre los que parecía dividirse el g.~s­
Con el duque de Alcalá o el conde de Benavente estamos ya an te el grupo to de Jos aficionados eran la pintura italiana, la flamenca y una producc1on
de grandes coleccionistas de principios del siglo XV II a los que lueg o nos re- local que satisfacía la enorme demanda con una abundantísima producción
fe riremos. Su presencia no nos debe hacer olvidar la existencia de u n cúmulo
de pequeños aficionados sobre los que resaltaban sus galerías y, so bre todas,
la del rey. El conjunto presenta un brillante panorama que hacía c'e España,
sobre todo en ciudad es como Madrid, Valladolid o Sevilla, uno o~ los cen-
tros internacionales de la pintura europea. Y esto no tanto por la existencia
de una escuela de alta calidad - que, sin embargo, se estaba gestando y dan-
do sus frutos iniciales-, sino por la verdadera pasión por este arte que ahora
se manifestaba.
La pintura era uno de los temas esenciales en la conversación y discusión
entre los hombres del siglo XVI I. Ahora se comenzaban a recoger los fru tos
de Ja educación humanística planteada en el siglo anterior: proliferan las aca-
demias que siguen los modelos manieristas, surgen Jos tratadistas de pintura
e incluso la referencia a pintores comienza a ser habitual en escritores como
Lope de Vega, Góngora y Quevedo. Sin duda, este .ambiente estaba provo-
cado por la continua comptemplación de pinturas en las casas de los parti-
culares, pues ya se comenzaba a relegar a un segund o plano los omnipresen-
tes tapices 11. Así debía suceder en colecciones como Ja del regente Montoya,
en la que se reseñan cierto número de cuadros atribuidos al mismo Ticiano
- Venus y C up ido, E uropa con la lluvia de oro- , a Lucas de Génova (Cam-
biaso) - Venus y Adonis- , a Cornelio (Cornelis Vos?) - Las batallas de Da-
vid, el triunfo de David, la Magdalena con la serpiente, San Jerónimo, el mi-

is El mismo Pacheco restauró la obra de Pedro Campaña. Cfr. Pacheco, Arie de la Pintura.
ed. Madrid , 1956, t. 11, págs. 22 y ss., 1, 57-58, y 11, 35. Otras notic ias sobre colecciones parti- F. Barrera, Primavera. Sevilla, colección panicular.
culares sevillanas, ibíd., 11, 35.
16 Palomino . Museo Pictórico .... ed. Madrid, pág. 868.
" Pedro Fernández de Navarrete en Conservación de M onarquía, Madrid 1626, tras referir- 1R A. H. P. M. , prot. 2.029, fols. 468 y ss.
se a la progresiva desaparic ión de los tapices d ice «Y para piezas en que no se ponen colgaderas 19 Ibídem. prot. 2. 109.
se hacen extraordinarias pinturas, valorándola por sola la fama de sus autores», pág. 246. Agra- 10 Ibídem.
decemos a Alicia Cámara el habernos llamado la atención sobre esta cita. 11 Ibídem, prot. 1345. Carta dotal de la mujer de Francisco Cobo.

234 235
en serie. De todas maneras no es normal que sepamos la procedencia de 1 ahora no tenido lo suficientemente en cuenta. Nos referimos al ya mencio na-
cuadros, y aun cuando ésta se especifica, se refiere habitualmente a Fland~~ do Juan de Velasco, condestable de Castilla, cuya colección debía contarse,
o Roma. De entre los cuadros religiosos que poseía don Gabriel Lasso de l· a principios del siglo XV II entre .las princi ~a~es de M~d rid y se encontraba en
V.ega destacaban Las cinco tablas de los sentidos, junto a «cuatro tablas d: sus casas del A rroyo del Abrofügal. Los viajes y las JOrnadas de don Juan de
pintura de Flandes de verduras» y «seis tablas de pintura bieja de Flandes» 22. Velasco en Nápoles, Milán e Inglater ra al servicio d.el rey le pus~er?n en con-
de igual manera entre los escasos cuadros inventariados a Ana de Vito ri~ tacto con el mundo del coleccionismo europeo de fmes del mamensmo y co-
~n .1609 aparecen 16 de Flandes 23 , mientras que, a los ejemplos de pintura mienzo del barroco, cuyas contradicciones se reflejan en su co l~cción. De Ita-
italiana ya señalados podríamos añadir los atribuidos a Ticiano del pintor An- lia vinieron «diversas cosas de pasta de Nápoles», como dos sierpes guarne-
gelo Nardi, que también poseía copias del mismo artista, un Carducho un cidas de bronce dorado, vasos de pasta a manera de barco~, .un vaso de ág~­
Correggio y dos originales de Bassano 24. ' ta, su prodigiosa colección de objeto~ de plata ~e~ha ~? Milan y .una a~pha
El arte italiano constituía en el siglo XVII el punto de referencia esencial serie de piezas escultóricas de la antigüedad o 1m1tac1on de la misma. E~tas
de co!eccionistas y aficionados; los grandes nobles, que eran y habían sido llegaron de Milán en 1613 y comprendían una Venus, un Baco, u.n Cupido,
embaJ~dores del rey en Italia, llenaron sus galerías de pintura comprada en cabezas de emperadores, figuras y relieves que adornaban un pat10 o se c~­
este pa1s. El duq ue de Alcalá trajo de Roma varias pinturas de Artemisa Gen- locaban en los nichos de una sala. En ésta aparecían Venus y Marte, d os fi-
t! leschi, mandó copiar una pintura romana «cuando fue por embajada de Fe- guras no identificadas, cuatro retratos de m~dio. reliev~, unos .sátiros. de már-
lipe IV» y protegió a Diego Rómulo Cincinato25, y el duque de Pastrana, en mol negro y una copia de Laocoonte; en el Jardm habia también vanas fuen-
su etapa romana entre 1623 y 1626, se hizo con una importante colección de tes de procedencia milanesa. .
cuadros, objetos de arte y tapicerías, algunas de cuyas piezas fueron compra- La modernidad de la colección no terminaba aquí, pues sabemos que de
das en la ~!moneda del c~rdenal M.ontalto. El duque encargó a un tal Segis- Milán también procedían cuadros de tema naturalista, co~o 12 lienzo.s ~e los
mundo, pmtor, gran cantidad de pinturas de devoción, algunas de ellas gra- meses, cuatro paisajes grandes, nueve cuadros de pesca, diez cuadros sm iden-
badas en piedras y enviadas a Madrid , y lo m ismo hizo con Juliv Vicomani, tificar, ocho de caza y montería, varios retratos y una serie de 24 e~perado­
J acomo de Hesse, J acome Duquesnoy y el escultor Oracio Pacifice, al que res y emperatrices. Los temas, tópicos del momento , ~on todos, aqu~ lo sabe-
pagó tres cabezas de mármol (Cicerón, Mario y Trajano), un retrato pintado mos con seguridad, de procedencia italiana, y de una crndad como Milán, cen-
en tabla y una piña de mármol. De esta manera el duque de Pastrana podía tro de una región que estaba planteando en estos momen~os una nueva.~~­
contar, a su llegada a Madrid, con una importante colección de pinturas pro- nera de ver la realidad con ojos naturalistas, que conmocionaba la sens1b1h-
fanas y religiosas de procedencia italiana: Las doce Sibilas, dos Piedades ro- dad europea y la llevaba hacia el mundo del barroco. Y si esto po?emo~ decir
manas, dos Venus con Cupido, otra Venus, 28 cuadros de pájaros, varios de con respecto a Italia, hemos de recordar que el condestabl~ ?ab1a traido de
países ~on ermitaños, retratos, entre ellos, los de Urbano VIII y el cardenal F landes hasta 98 lienzos, cuyos temas y autores no se espec1f1can.
Barbenno, «un globo con un cerco dorado con una fábula del Robo de una No podemos entrar a estudiar con detalle la colección de Juan de Velas-
Ninfa»,.una imagen de una gitana y otra del Concilio de Venecia, son las q ue co, pero sí diremos que junto a sus pinturas, todavía conservaba ~asgos del
se relac10n~n como pinturas profanas, más 28 temas de religión, entre los que coleccionismo ecléctico: objetos naturalistas (huevos de avestruz, piedras be-
aparecen, sm embargo, cuatro cuadros de jaspe negro con pájaros esculpid os; zares caracoles de nácar, vasillos de madreperlas) algu nos de los cuales ~a­
todos ellos, y muchos otros, se colocaron en la recámara y aposentos del bem~s que se colocaban en la recámara y el cam arín, j~nto a una impres1~­
duque 26. nante galería de retratos y una gran armería. Y a su lado Joyas de for~as exo-
La colección del duque de Pastrana, si bien casi toda formada en R oma, ticas, algunas regalos de los reyes de Francia e Inglaterra y una cunosa co-
contaba, ya lo hemos visto, con obras realizadas por artistas nórdicos. Se lección de relojes autómatas: uno en forma de torre con una escena de caza
plantea de esta manera la dualidad entre Italia y F landes, una dicotomía de giratoria cuando daba las horas, un «rreloj grande que corre por una sala c?n
gustos, que y~ había aparecido en tiempos de Felipe 11 y que, como veremos, una figura de medio hombre y medio caballo con una mano en la cola Y dis-
resulta operativa a lo largo de todo el siglo xvn. para una flecha y menea la cabeza al tiempo de tirarla», otro en forma. de
Lo mismo sucederá con otro gran coleccionista de estos momentos, hasta elefante q ue andaba por la mesa y movía los ojos, otro reloj en. un per:ill o
de plata y una «sortija de oro que tie ne un relox1to extrahordmano Y cunoso
que pica en el dedo cuando da las horas» 27 . ••
22 Ibídem, prot. 2.620. Donde el predominio de la pintura es ya absoluto es en la col~cc10n .de
23 Ibídem, prot. 2.635. A. Manrique de Lara, en cuya almoneda, celebrada en 1611, se dieron cita
24 Ibídem.
25 Pacheco, op. ci1 .. t. 1, 59, 148 y 150-151.
26 A . H. N. Osuna, legs. 582 y 1.838-5 1. 2• 21 A. H. P. M .. prot. 24.85 1.

237
236
los más vari.ados coleccionistas. Don D.iego de ~imiciano compró cuatro paí- bilas 32. Como se ve, el primado de la cantidad sobre la calidad resultaba ine-
ses, un Gammedes, una plaza de Venecia, un pajaro y un lienzo de disparates vitable ante las apremiantes exigencias de los coleccionistas.
del Bosco; el duque del Infantado compraba en ella objetos como un caballo De esta manera no es extraño que aparezcan pintores como Diego de
de bronce, tres. :1guras. de lo mismo y dos bolas de jaspe con su figura enci- Arroyo, artista de Felipe II, especialista en miniaturas y en pintar porcelanas
ma, pero tamb1en, vanos retratos; Carlos de Arellano adquirió, entre otras y «retratos pequeños muy primorosos», fray Juan de la Miseria, Sá?chez ~oe­
c~sas, un Carlos V, un Orfeo y una batalla de Persia, atribuida a Ticiano llo, Pantoja de la Cruz, Felipe de Liaño, el Ticiano Pequeño, «hab1l en pmtar
mientras que Pedro Ponce de León se sintió atraído por varios países de Flan~ retratos pequeños», fray Agustín Leonardo , Diego de Lucena, Francisco .Pa-
des. y el aposent~dor Diego López de Angulo por ocho retratos de hombre lacios, discípulo de Velázquez, cuyas obras abundaban «en casa de particu-
antiguos, tres paises y una Venus con Cupido2s. lares , sobre todo retratos», o don Eugenio de las Cuevas, maestro de..don
C:on el progresiyo interés por la pintura que se experimenta a principios Juan de Austria, que pintaba cosas de muy buen gusto: como son lam1mtas
~el siglo XVII , comienza a decantarse un interés muy específico por los dis- para joyas y retratos pequeños, «en que gastaba los ratos ociosos», todos ellos
tmt?s géneros pictóricos, que caracterizan el momento barroco. Se inicia el centrados en el género retratístico 33.
fenomeno de la pintura en serie, que ya había aparecido en las últimas déca- Semejantes consideraciones podríamos hacer de los pintores especializa-
das del sig!o XVI 29 , pero que sólo ahora alcanza su plena expansión. dos en/rutas y bodegones, como Bias de Prado, Collantes, que tambié n pin-
En los pmtores como Juan de Juanes, Luis de Morales y El Greco había taba paisajes, Van der Hamen, que pintó «fru tas, flores, paisajes ... (y) en las
e~pezado a plantearse el tema de la repetición obsesiva de motivos -casi flores fue tan eminente, que por tal lo celebró Pacheco», Agüero, Sebastián
siempre de carácter religioso- (Virgen con el Niño, Piedad, Crucifixión Martínez, Antonio del Castillo, Antonio García Reinoso, Alonso del Barco,
Ap?stolados, S~n Francisco, Lágrimas de San Pedro) para satisfacer las ne~ o Ignacio de Iriarte, del que «Murillo dijo que ... hacía los paises por inspi-
c~s1~a?es devoc10nales de ~na clientela cada vez más interesada en Ja imagen ración divina» 34, todo ello sin contar con los excelentes pai~ajes de Ribera o
p1ctonca: momento~ culmmantes. de esta tendencia podían ser los Apostola- del mismo Murillo, o floreristas , como Arellano 35 , bodegomstas, como Fran-
dos del Greco, de Ribera o la sene de santos emparejados ¡.ara los altares de cisco de Herrera, el Viejo y el M ozo, que también pintaba flores, como Ga-
El Escorial. briel de la Corte, o especialistas en batallas, como E. Marc, Juan de Toledo ,
Por otra parte 1 ya a finales del siglo XVI y a lo largo del XVII comenza- Juan de la Corte en marinas, y naves, como Enrique de las Marinas 36 .
mos a ver aparecer el fenómeno de pintores especializados en paisajes, bode- Lo que nos interesa resaltar de ellos es, como Palomino, nuestra mejor
gones, retratos o floreros, con lo que se satisfacía la creciente demanda de fuente informativa, señala, que sus obras solían encontrarse en «casas de par-
una cliente!~ con afanes. colec~ionistas . Ya en 1588 el pintor Jerónimo de ticulares» o de «aficionados». Así lo señala con las pinturas de Pedro Orren-
1':f ora se obhga con Bautista Spmola a terminar «todos los cuadros que ... hu- te, Francisco de Varela, Pedro de Obregón o Francisco Caro .. .37, y de mu-
v1ere menester para el adorno de los corredores de sus casas»: los temas son chos de los mencionados anteriormente. Es ésta la mejor indicación de un gus-
los cuat~o tiempos del año y cuatro retratos de emperadores 30; y, años más to por la colección de pinturas que se satisfacía a través de esta pintura con-
tarde, Diego de Matallana, había contratado la realización «con pluma, tinta siderada menor, pero cuya gran abundancia es imprescindible señalar para
Y papel, las ~osas que la naturaleza cría», personas, aves y animales 3t. Si bien comprender el panorama de las pequeñas y grandes colecciones españolas del
un~ _d e los ejemplos más claros a este respecto, ya en el siglo xvu, es Ja obli- siglo XVII.
gac10n de Pedro Duarte de pintar a Andrés Carreño de Miranda y a Juan Buen testimonio de la diversidad de una demanda decantada hacia unos
Crespo, nada menos que 50 cuadros: ocho frailes dominicos, ocho Vírge- pocos géneros es el examen de los inventarios de algunos pintores. El esque-
nes con el .Niño ?ormido y San Juan, cuatro Vírgenes de la Leche, cuatro ma, en el caso de las pinturas que quedaron en casa del pintor P edro Ximé-
San Anton10s, seis Nuestra Señora del Populo .. ., y todo en el tiempo récord nez de Zaldívar en 1611 , es muy revelador: ocho lienzos imprimados para paí-
que va del 7 de mayo al 15 de agosto; los mismos, y en fecha distinta, con- ses, 13 para apóstoles, 12 para Sibilas, muchas pinturas de santos y nueve re-
~ratan con Diego de la Fuente, la hechura de 24 emperadores romanos y dos tratos de personajes reales y de la nobleza, dos cabezas de leones y tres ~as­
juegos de los Nueve de la Fama, y con Pedro Esteban, 190 lienzos de cabe- carones 38. Lo mismo podríamos decir de las obras del pi ntor Juan Bautista
zas, una historia de los apóstoles y otras tantas cabezas de Vírgenes y de Si-
n Ibíd em, prot. 3.819.
J J Palomino, op. cil., págs. 838, 776, 833, 855, 867, 776, 984, 946-947.
28
Ibídem, prot. 1.877. Sólo se citan de esta amplia colección los ejemplos más relevantes. 1 4 Ibídem, págs. 777, 882-883, 887, 966, 948, 996, 1.019 .
29
. Cfr. Fernando Checa, Pintura y escultura del Renacimiento en España 1450-1600, Ma- JS Ibídem, 963-964.
drid , 1983.
36 Ibídem, 881 , 1.020, 1.069, 890, 940, 890, 1.005.
10 A . H. P. M ., prot. 590, fol. 562.
11 Ibídem, págs. 864, 882-883.
1 1 Ibídem , prot. 875.
38 A. H. P. M., prot. 4.908, fols. 397 y ss.

238 239
Santolus en 1646_- d onde se mez~lan obras de su autoría y de su propie- Infante, que ponía láminas religiosas y otras con escenas bélicas, junto a las
dad -, en el que, j~ nto a santos, ap~~t oles y escenas de la vida de Cristo, apa- de tema mitofógico 44 . . ,
rece_n escenas de genero, como un nmo desnudo «con los pies sobre un pilarn Pero los sentimentos religiosos no eran los únicos que se satisfacian me-
galhnas «ydotras, cosas al natural», un frutero , obra de Juan de Espinosa , d os' diante la colección de pinturas; según los testim~mios del n:omento se des-
r . prende un gusto por una nueva image.1:1 de la reahd ~d.' esenciali;ie.nte sens~al
1mones y os ~aj a ros, ~n cuadro «Con un pobre que ~iene un frasco de bidro
afo rra? o en paja», copiado del Españoleto. «me Jo hizo copiar - dice el in- y directa, que abandonaba. las compleJid~d es y eru~ic10nes del ~ltim,o mame-
ventari o- un caballero», y un país hecho en Italia «de los mas fam oso rismo. Es un tópico repetir que, desde fmes del siglo XVI, el 1~t~res por lo
que ay»J9. s exótico y lo raro cede paso frente a un.a maner~ me~os problematica de con-
De todas maneras, y como indicábamos al principio, el predominio ab- templar la realidad; de ello tenemos ejemplos inmeJora~le~ en el mun?~ ? el
soluto corresponde a la pintura religiosa. En 1608 el conde de Puñonrostro coleccionismo privado. De estos momentos es el surg1m1ento y definitivo
guard a ba en sus casas láminas religiosas, imágenes de San Francisco San An- afianzarse de géneros como el paisaje, el bode~ón y l~ escena de batallas o
drés y S an Sebastián, del Cristo de la Humildad o de Nuestra Seño;a del Po- de género, de enorme predicamento en ~a Espana del siglo xvn . .
pulo ... P~ro, a su lad o, aparecía ~na pequeña galería de retratos de reyes y En la ya anteriormente citada colección de Mendoza Mo~a, aparecen lien-
hombres ilustres, 81 cuadros de cmdades de Flandes, dos filósofos y 4 I cua- zos como uno que representaba un frutero con un mono, pint~ras de g~aca­
dros de Ron:a 40 . Añ?s más tarde, en 1637, Fernández Serrano poseía 20 lien- mayos, ocho paisajes, cinco Sibilas. que represe~taban a los cinco sentidos,
zos de fabuhllas, van os de países con santos y pintura religiosa; por su parte un retrato de una viej a, el de un viejo con un Jarro , escenas «de po ~res» Y
Baltasar de Santa Cruz, e,n cuya ~olección pr~d ominaba la pintura religiosa: una de «una b oda de villanos»; Juan . Hurtado de Mendoza, secretar~o real,
sobre todo los santos, tema _también nueve paises, dos lienzos de frutas y sie- al lado d e retratos y escenas religiosas, poseía una escena de ~ontena, una
te de batallas 41 • Hay colecc10nes en las que el predominio de lo religioso al- poesía, doce cuadros con los meses del año y siete de las .Maravillas del Mu~­
canza un carácter a bsoluto 42_, p~ro en ello hemos de ver un rasgo de gusto do 45, y Juan Gómez de M ora, trazador .mayor d~l rey, JUnto ~ un San J ero-
tan barroco como era la pos1b1hdad de hacer visibles los misterios de la re- nimo obra de Peregrino Tibaldi, coleccionaba pinturas de paises, ent~e ellos
l~gió n y la vida y mue_rte ejemI?lares de los santos a través ,le una imagen plás- «och~ países de fábulas» y «cuatro países italianos», retratos, mapas, imáge-
tica 9ue ya no se aloja exclusivamente en las iglesias y en Jos oratorios sino nes de Roma y dos lienzos chinos 46. .
q_u e !nvade la _decoración de las viviendas, Y en esto el nuevo sentido ~olec­ La p intura de países fue <\Cosa muy u~ad~ e~ este tiempo Y en ello los fla-
c10n,1sta a_dqm7r~, una enorme .importancia, ya que el interés por la pintura mencos han sido muy inclinados»; estas ind1cac1ones de Pacheco resultan de
P.º ~~a a d1spos1c10n de los particulares, y en sus más íntimos reductos, lapo-
gran significación para comprender el interés de est~ género .entre lo.s colec-
s1b1hdad de contemplar este tipo de imágenes. :1
cionistas españoles de comienzos del siglo. El tratadista e~phca 0:1gen del
Es curioso observar al respecto que, si bien no desaparecen en su totali- género y algunos ejemplos españo~es: el flan:enco P aul, Bnll, lo.s 1tahanos Je-
dad , conforme avanza el siglo XVII los relicarios y camarines se van haciendo ró nimo Muciano y Cesare Arbas1a, «de quien lo tomo Antonio M ohedano,
menos numerosos, para dar paso a la galería de pinturas. En ello hemos de y es parte de la pintura que nos~ debe desprecia~» 47 . Por otra pa: te, sab~mos
ver quizá también una manifestación de la decadencia económica del si- por P alomino que este tipo de pintura era ap~e~1ado por ~os particulares, por
gl? XVII : eran m~s ~aratos los cuadros que los complicados relicarios, y aún ejemplo, las obras de ~uan de la .corte, espec1ahsta en P.a1ses, batallas y pers-
mas lo eran. las laminas que aparecen profusamente en las colecciones. Es el pectivas «están repartidas p? r d1feren~es casas, y pala~10s dentro, Y fue ra de
caso, Pº'. ejemplo, d ~ ~~ mingo M~nave, secretario de la Religión de San esta corte», y lo mismo podnamos decir d.e Co~l,antes, pintor de p a1se~, «como
J u~n '. q u1en e~ 1635 d1~1d1a su colección de imágenes religiosas entre pinturas se ve en muchos, que están con gran est1mac1on en esta corte, en diferentes
. 48
y laminas, casi a parte 1guales 43 o el de Mendoza Mo ra, criado del Cardenal casas particulares, y algunos en e1 Ret1ro» . , . .
Si d el testimonio de los tratadistas pasamos al mas directo de los inven-
tarios encontraremos confirmación de lo extendido del gé nero, ya que apenas
hay coleccionista que no posea varios cuadros ~e P.i ntura ~e pa,isaje. Ya he-
J9 Ibídem, prot. 3.239. mos citado bastantes de ellos, pero podríamos anad1r los seis paises de Fran-
•0 Ibídem. prot. 2.638- 1. fo l5. 777 y 55., y 841 y ss.
4 1 Ambos en ibídem, prot. 5.5 IO.
42
Así, p o ~ eje~p l ?, en la c.ol.ección d,e la marq uesa del Va lle, doña Me ncía de la Cerda y
Bobad1lla hab1a 42 1magene5 rehg105as, ib1dem, prot. 1.8 18, fo ls. 573 y ss. (año J 602); el marq ués " Ibídem. prot. 8.70 1 (Neptuno, Baco, R ómulo y Remo).
de Celada, prot. 2.021, fo ls. 573 y ss. (16 17); Ana del Castillo (sólo dos ta blas de frutas un or- 45 Ibídem, prot. 3. 976.
feo, un Ballestero y el resto pintura religiosa), prot. 6.753 ( 1638); Agustín Valverde, Ju~na Co- 46 Ibídem , prot. 3.976, 973 y ss.
rra l, Inés, Dav1la, prot. 6.0 10 ( 1645); María Teresa Fe rnández, prot. 6.433 ( 1636), etc. 47 Pacheco, 11, 127.
4 J lb1dem, prot. 6.433. 48 Palomino. 890. 882-883.

241
240
Este· último caso nos indica cómo muchas veces los países solían servir
de so porte de escenas, muy a menudo, religiosas. El caso ya lo hemos visto
'1 aparecer en las colecciones de Felipe II en El Escorial y es muy frecuente en
las pa rticulares. El contador Juan de Aguiar en 1634 poseía «un pais con unos
1 viejos y Ja historia de Xacob» so, mientras que dos años más tarde en el in-
ventario de doña Ana Rosales aparecen «ocho paisitos ordinarios», dos «pin-
turas de países», otro de jaspe y cuatro paisajes «grandes de los quatro tiem-
1
pos del año» y «seis pinturas iguales de J ob y del incendio de Troya y otras
ystorias a modo de paises»s 1; mientras que Fernández Serrano tenía en 1637
una importante colección de cuadros, procedentes algunos de Roma, con una
Encarnación atribuida a Ribalta y varios paisajes con las historias de los pe-
regrin os d e Emaús, un San Juan Bautista, que se atribuye a Orrente, un San
Pablo Ermitaño, cuatro países con Santo Tomás de Aquino y otros con mon-
terías y pesq ueríass2.
Los ejemplos podrían multiplicarse sJ, pero Jos expuestos son suficientes
para indicar cómo el interés por el paisajismo solía ir unido al de Ja narra-
ción de ciertas historias, so bre todo religiosas, planteando así algo tan barro-
co como un sentimiento de una piedad bucólica, una verdadera religión cam-
pestre, que tan excelentes frutos iba a dar en pintores como Claud io de Lo-
rena en sus ciclos para el Buen Retiro5 4 .
Parecida aceptación tenían entre Jos coleccionistas los bodegones, los flo -
reros y la pintura de género, de los que la pintura española dio tan buenos
ejemplos.
Desde el punto de vista del coleccionista el género ofrece un especial in-
terés; Arellano, el más célebre pintor de floreros español del siglo, que «pin-
taba para las casas de señores y aficionados» y, sobre todo, para el conde Oña-
te, se especializará en el gé nero «porque en esto trabajo menos y gano más»,
explicand o así, con desvergüenza, la crasa razón económica de su producción
en serie ss. P or otra parte, la pintura de bodegones era uno de los mejores gé-
neros para desarrollar la teoría de la mimesis que tanto preocupaba a los pin-
tores del Barroco; el mismo Palomino nos informa de cómo Francisco de He-
rrera el Viejo, «tuvo también singular gusto en pintar bodegoncillos con di-
ferentes baratijas de cocina hechas por el natural, con tal propiedad, que en-
gañan» y el Mozo , conocido en Roma como «el spagnuolo de gli pexe», se
especializó en flo res «que las hizo con tal frescu ra , travesura y ligereza, que

ejemplo, los seis países de Flandes, de Fe lipe Sedeño, ibídem. prot. 7.406. Cfr. Mercedes Agulló
y Cobo, 1, pág. 66.
A. Loarle, La gallinera. Madrid. colecció n pa nicular. 50 A. H. P. M .. prot. 5.875.
5 1 Ibídem, pro!. 6.433.
cia, de Beatriz Hidalgo de la Peña en 1621 · los 16 d ¡ , d 52 Ibídem, prot. 5.5 1O.
J626· ¡ ' ' e marques e Caracena
;~la Cl;viJ~, ~~at{6º4~,e e~~.~~. Cevallos, en 1645; los seis con ermitaños de Úr~ 53 Por ejemplo, los países con Sa ntos (como San Pablo ermitaño) y Jos lienzos de montería
de Francisco Serrano, pro t. 5.5 JO, o los 18 países «de diferentes figuras», de Carlos Leva, mer-
cader milanés, pro!. 5.944.
54 Cfr. Juan José Luna, Claudia de Lorena y el ideal del paisaje en el siglo XVII. Madrid , 1984.
•9 A. H. P. M .. P. 2.029. 2.679, 8.701 . Algunas veces hay indicación de su procedencia. po r
55 Palomino, 963-964.
242
24 3
dros como «una labradora con frutas en el halda» y «cabezas de ciervos y lo-
bos» como ya indicamos; don Francisco de Carrillo, en 16,22, «tres lienzos
de bodegones» ss, y la ya citada Ana del Castillo, dos tablas de fruta, aunque
Jas colecciones con este tipo de pintura podrían multiplicarse ad infinitum 59 •
Pero, quizá, aún podamos aducir otra razón más profund a que explique
este general interés por el bodegón, ya que éste adquiría a menudo el sentido
de alegoría, tanto de los ciclos de la Naturaleza o ciertas propiedades del hom-
bre, como, sobre todo, ya bien avanzado el Barroco, el de la futilidad y va-
nidad del mundo: todo ello adoptand o un típico método del coleccionista,
como era la reunión y disposición de los más variados objetos. D oña Ma-
nuela Vázquez poseía «seis tablas de pinturas, de frutas, pescados, carnes y
aves y otras cosas del discurso de los doce meses del año»6º; Juan Díez de
Villegas, cuadros de los «Cuatro tiempos del año»; Juan Hurtado de Mendo-
za, ya lo vimos, los doce meses del año; Hipólito Resta, las cuatro estaciones;
Jerónimo Torres, pintor, tenía bosquejados tres lienzos con los elementos; Ga-
briel Lasso de la Vega, <dos cinco sentidos en cinco tablas», y Manrique de
Lara, los «doce meses, de frutas y aves»6'..
El sentido enumerativo de la pintura de la naturaleza muerta podía, pues,
adquirir un simbolismo alegórico - como nos lo muestran los cuadros famo-
sos de Van der Hamen o de Brueghel de Velours-, estrechamente ligados a
las preocupaciones del coleccionista 62. Por ello, muchas veces, este género de
pinturas, y los ejemplos flamencos conservados de las «Alegorías de los sen-
tidos» son una buena muestra, constituyen la mejor imagen del abigarrado y
sensual mundo del coleccionista barroco, que sustituía los objetos por la re-
presentació n pictórica e ilusoria de los mismos como medio de apropiación
de la realidad. A ello responde tanto la exasperada recurrencia a la teoría de
la mimesis, como el sentido tan frecuentemente alegórico y alusivo de la pin-
tura de naturalezas muertas. Nada mejor para comprender el cambio de men-
talidad al respecto durante el siglo xvu que aludir a Ja distinta valoración
que ahora recibe un pintor como el Bosco, quien de ser apreciado en gran
medida por Felipe II, Pacheco ya pensaba de él que el padre Sigüenza «hón-
ralo demasiado». Y la razón no es otra que su estética, basada en «ingeniosos
caprichos», ya no interesaba a unos aficionados que buscaban en la pintura
algo más directo y hond amente naturalista; por eso, los coleccionistas se vuel-
can ahora más bien hacia pinturas grotescas o «de risa», que son las que ala-
baban los comentaristas63.
Otra inflexión del gusto que también tenía sus reflejos en el ambiente co-
J . Arellan o, Florero, La Coruña Museo M . . 1
• , unic1pa
leccionista es la progresiva desaparición de las galerías de retratos, que a fi-
paree~, que si se soplan, se han de movern 56 . . nales del siglo XV I aparecían como imprescindibles en cualq uier colección que
las afirmaciones contemporáneas del t t d , ~lo m1sn:o se puede deducir de
Pintura económica y acere . ra al 0 e Francisco Pacheco 57 SS A. H. P. M ., prot. 4.057, 2.03 1 6.753.
. · amiento a a rea/id d ·
a son 1a clave del éxito de
59 Cfr. Mercedes Agulló, ob. cit. , y los ejemplos citados anteriormente por nosotros.
estos generos entre Jos coleccionistas H. , ¡· 60 A. H. P. M ., prot. 8. 701 (Mercedes Agulló, ob. cit. , pág. 135).
56 • ipo ito Resta, en 1623, poseía cua- 61 A. H. P. M ., prot. 3.976, 4.057, 4.324, 2.620 y 5.679.
57 slbídem, 88 1 1.020 y ss
' .
obre este género cfr Pacheco
62 Gissela Luthe r, Stilleben als Bilder der Sammelleidenschaft en Stilleben, catálogo de la ·
' . , 11 • 133 Y SS. exposición, M ünster-Baden-Baden, 198 1.
6J Pacheco, 11, 135 y ss .
2 44
245
Si paisajes, bodegones, retratos y pintura de género hacían referencia al
se preciase.
contra De todascomo
que aparecen maneras
per'v·aún ~ue dden citarse
. .
importantes elementos e mundo de la realidad inmediata y la pintura religiosa remitía a la esfera de
. 1venc1as e una ment r d d h · n los sentimientos piadosos, la pintura mitológica, que transportaba a sus con-
p1a de la centuria anterior. González d H d. a .1 a ero1ca más pro-
consabidos 12 emperadores romano e ere ia p~s~1a en 1611 , junto a los templadores a la región de lo fabuloso y lo mítico, no estaba ausente de las
1
bres ilustres con militares como A
Vast? o el Gran Capitán;
J'
un~ c~mplet1S1ma galería de 85 hom
literatosnc~~o
ona, Scand~rberg,
el marqués dei
colecciones españolas de la primera mitad del XVII . Los dioses antiguos apa-
recían, y ya desde el siglo XVI, en las amplias series de tapices, pero también,
ye~; mte!ectuales como Aretino Moro b~tr~rca, ~nosto o Bocca~cio; re-
1
aunque en menor escala, en las pinturas que adornaban casas y palacios.
1 M1guel Angel 64· una misma ,. . y 10~10, y pintores como T1ciano o Y ello en mayor medida que lo que una sociedad impregnada de sentimientos
1
ción de Manriq~e de Lara !~~~~é~ i~~areci~ demostrar la ya citada colec- contrarreformistas podía hacernos esperar; a veces se fo rmaban galerías con
1 recen retratos de hombres anti u . enta~iada en 1611-, en la que apa- gran cantidad de pintura mitológica, como el caso de la marquesa de las Gel-
glo XV I - Colón, Felipe I, Carfosºt.~~nto a heroes y personas ilustres del si- bes, que en 1645 poseía 16 cuadros de amazonas, uno de Hércules, cuatro Si-
1 bilas, Diana y Adonis con una Ninfa 10, o el de Fernández Serrano, que tenía
Pero, como decimos las grande 1 , .
cionistas que aún miran 'hacia el pas~~a enas t1~nden .ª desaparecer y colec- «veinte ovalillos que son veinte fabulillas», o los ya citados de Méndez Mora
(16 1~), criado del rey, junto a obras de ~~~~~~i .ntomo Muñoz de la Calera y su relativa cantidad de láminas mitológicas, Manrique de Lara o González
del siglo XV I como mapas o árb 1 l ' . g10so y c~adros tan del gusto de Heredia. Méndez Mora poseía, además de las ya comentadas cinco Sibi-
hombres ilustres que se compon o ;s genea og1cos, poseia una colección de las, alegorías de los sentidos, un cuadro de Neptuno, ot ro de Baco, el Juicio
familia casi en exclusividad 65 Ae. e ;eyes, papas, santos y miembros de la de Argos y Rómulo y Remo 1 1, aunque lo más habitual es poseer una serie
Lorenzo del Campo, arquero. des~ s~emos que Estefanía Carrillo, mujer de de Sibilas n y dos o tres cuadros de tenia mitológico.
turas religiosas, los retratos de ell~ . conse.rvaba en 1637, ~demás de pin- Un caso típico de pequeño coleccionista de principios del siglo XVII, y del
y sus mujeres en perfecto estado, mi~;t~a~and~ y los de Felipe II , IILy l V que conocemos la dis posición interior de sus pinturas es el del zaragozano Pe-
se encontraban raídos 66· y la mism ·fue .?s 30 emperadores romanos dro Ximénez de Murillo, del Consejo del reyn, que nos puede servir como
ya de 1645, de don Juar{ de Ceval10~6~sp;c1 i~ac~on ~parece en el inventario, ejemplo de la ordenación de los géneros artísticos a los que nos hemos veni-
trat~s no ocupen, en lo que res ecta . ero o -ab1tu 11 e~ q~e ahora los re- do refiriendo. Mientras en el entresuelo aparecen sus retratos, los de sus fa-
tanc1a que tenían anteriorment~y a lo~ pequenos col~cc1omstas, la impor- miliares (don J aime Ximeno, obispo de Teruel, o don Urbano Ximénez, Jus-
que un reflejo de la vida de lo hque, so ~e todo, cambie su significad o: más ticia de Aragón), los de Felipe III y tres pinturas de floreros, en el cuarto nue-
milicia, se exaltan los cóntenid;s ~m~res ~lustres en saber y valerosos en la vo y galería aparecía la verdadera colección, compuesta esencialmente por pin-
timientos piadosos con los retratos odn lrqmcos, de la propia familia o los sen- tura religiosa, escasos retratos, sólo un cuadro mitológico (Orfeo), 13 paisa-
. e os santos jes y «Un florero con una araña y una mariposa». Los objetos ya no son muy
o on Diego González de Sala
libros, a la que todavía acom añ~~~~ ~n
1621 · .
te~ia ~~a biblioteca con 272 numerosos, y aparecen concentrados en un exiguo, pero tod avía existente , ca-
~lo XV I, poseía una galería de gintura ese~~[~tos c1ent1~1~os a la moda del si- marín, mientras que en la biblioteca sólo hay libros, y en la capilla, presidi-
1mágenes de santos o retratos de C 1 V aFm~nte rehg10s.a; las obras o eran das por la tan frecuente Virgen del Pópulo, se concentran las pinturas
Papa Pío . V, y sólo 17 retratos de ear os d,ores
mpera eh68pe Por
II, la
surema
pa t doña
d Ana
F o .el religiosas.
Si de la colección de un consejero del rey nos trasladamos a las de miem-
co C arn11o, articulaba su colecció . . r e, on ranc1s-
tratos, todavía? de hombres ilustre~ e~6torno a la pintura religi?s~ y los re- bros de la alta nobleza, el panorama cambia, pero sólo con respecto a la can-
Casa de Austna: había 16 sin es ecJici/ero sobre t~do de pnnc1pes de la tidad y calidad de las obras. Ya hemos estudiado el camarín que en 1602 po-
mujer, el duque de Lerma, el de bceda... 6/ los de Felipe II, Felipe III y su seía doña Brianda de la Cerda, duquesa de Béjar, que nos habla tod avía del
mundo cinquece ntista; pero ya en las primeras décadas del siglo x vn la co-
lección ducal de Béjar está integrada fundamentalmente por pinturas de las
64 A. H . P. M .. prot. 3.569. Naturalme t
importancia.
. n e, 1 ga 1ena ª
· se asociaba
. a una biblioteca de cierta que también conocemos su disposición interior. Mientras en el oratorio, la
65 Ibídem , prot. 5.297, fols. 668-670 sala del estrado antigua y la de las bayetas antiguas, las pinturas que apare-
prot. 5.200 fol ¡ 87
eIbídem, ·
66
. 67
arios V, Bernard o· del· Carpio
. conde Osorio .
hpe Il y !'"ernán González aparecen si'n esta es if y .<ó<otros ,quadros viejos de reyes», sólo Fe-
68 l b1dem, prot 4 909 fols 558 p pee icaci n, 1b1dem, prot. 6.010 10 Ibídem, prot. 6.010.
e. 111 Y e I d e 1a rema
: · d oña
' Ana,
· Y ss.4 32
prot or su( ! parte
). Jerónimo
. d e T orres tema
· ·el retrato de feli- Ibídem, 8.70,l.Pedro Xi ménez de Zaldívar, prot. 4.908 (161 7); Mateo de la Cana, prot. 3.606
¡io
P V, prot.. 5.944, y Carlos Leva, un ·e ~perador
ant: Y la rema de Hungría, prot. 5. 944.
4 623 1
'
I~ r~i~~uda de T.helamo_n, al rey de Polonia y
M arganta, Fehpe I11, el cardenal ln-
11
12 Por eje mplo
( 1631); la viuda de Thelamon, prot. 5.944, el marqués de Celada, prot. 2 .029 ( 1621), etc.
ii B. N. M .. Mss., 456.
9 Prot. 2.03 1, fols. I.025 y ss. (1622).
247
246
ceo son de tema religioso, en otras salas a ar . .
degones. En la primera antesala ·unto .P ec~n ya retratos, pa1sa1es o bo Infantado en Guad alaj ara, todavía destacan la gra n cantidad de relicarios de
«~inco retratos de cuerpo entero' á e dife~~~~co pmturas de b~tallas, aparece~ su oratorio, j urito al predo minio de la pintura religiosa q ue se extend ía no
cmco escenas de cacerías mientras . es reyes de Aragon y Portugal>> sólo en esta última pieza, sino en gran parte de la casa so. En Guadalajara se
quesa predominaba la pi~tura re!" . que, sm embargo, en el cuarto de la duy rendía tributo a la moda del momento y las imágenes de los santos prolife-
mezcla de los géneros: paisajes :~~~sa y ~? ~l del duque volvía a aparecer I~ raban entre los lienzos piad osos, junto a una inmensa galería de retratos, de
bao j unto a vistas del castillo d~ ~ela/~ re 1g10sa, fruteros, bodegones, caiga. reyes, fa miliares y no bles 81 . La no bleza española, q ue había perdid o tod a fun-
ya, o doce pintu_ras «de diferentes paí~::ar,/scenas de la destrucción de Tro- ción militar y cuya crisis era evidente 82 en los a ños del reinad o de Felipe IV,
neras. las o bras importa ntes co lgaba d f
if~ras flam~ncas». De todas ma-
_Marf1l, un relicario y una Vir en de ln e sa on don?e JUnt_o ~ un Cristo de
parecía contem plarse a sí m isma en sus palacios, fuera ya del contexto cul-

iguales de mano del Español; to d t


L~~he, aparecian «vemt10cho pinturas
esta manera los intereses fundame~taf v1 ~ de Santa Teresa», indicando de
tural y heroico que había presid id o las galerías de retratos del siglo anterior.
Similares características, y aun los mism os cuad ros, posee la colección
en 1649, cuando el duque pa rte a R oma en embajada. Con ocasión de ello
las colecciones ducales 74.' meo e contrarreformistas, que guiaban se hace almo neda de la colección, que de esta manera q ued a prácticamente
Ello se confirma si analizam os otr d destruida. Francisco de Mexía y el pintor Cornelio Beer tasan el conjunto,
desc_ri be los cuadros de los d uques sit o documento, fe~had o en 1?20, y que donde sólo aparecen ya cuadros: co pias de Ticiano y Bassano son los únicos
mano de doña Brianda a la gale : duaFos e~ la galena del palac10. Del ca- nom bres que se mencionan. La pintura de devoción, las inmensas series de
S t · . ' na e ranc1sco Diego L ' d ,~.
o or~ayor, el en tena expositivo y la misma entid d d opez e Zu01ga y retratos, una muy escasa representació n de pintura profana y una gran can-
tes Objetos, ahora pinturas ha b. d a e las obras de ar te - an- tidad de «paisajes con ermitaños», so n las o bras que aparecen, algu nas de las
P?º~ de retratos familiares~ ese~~~~=n~e ~or completo. La g~lería se com- cuales no se llegan a vender y retornan a Guadalajara83. Lo curi oso es que,
e imagenes de santos y pontífices, con sól e cuadros de la Vid a de Cristo, co n los d ocumentos analizados en la m ano, el d uq ue sólo adqui rió en Roma
cuad ros de boscaj e, tres de los meses- o u.nos pocos de tema profano -diez colgaduras de tapices (las series de Decio, de D ido y Eneas, de los triunfos
so~ ya un mero acompañamiento deco;a~~~~~as que los muebles Y o bjetos de Petrar ca, la historia de T ánger y la de J osé) , otra de brocateles que hizo
la_ importancia de los tapices para la d . , ' a unque no debamos olvidar traer de Venecia por o rden del marqués de la F uente, una mesa de lapislázuli
seta un a buena colecció n al d eco rac1o_n de l, s casas - el duque po- y bufetes y escrito rios preciosos 84.
la _almoneda de do n Rod;igog~:~~e ~ c~¡as s~nes ha bían sido co mpradas en
101es, ~elicarios y otros objetos sunt~ºa~· -
ventano en 1636 n. y lo mis
J
ifcluso toda~ía de las joyas, re-
d , ws, e ?S q ue se hizo almo neda e in-
tardío inventario de 17 12 resmalºtapo na_mo~ dec!f de la armería, de la que un
• - su cnteno exposit" ..
q ue 11enzo de pared se coloca cad a g d IV?, ya que espec1f1ca en
lor del exotism o: el primer o b.eto ~upo e ~rmas, e Incluso, todavía, el va-
armad ura de charol de la Ch . ~ q e descn?e es «un cuerp o entero con la
el morrión» 78. m a con su mo rrió n, orejas Y diad em as, dorado
El c~iteri o coleccionista del sex to D
portancia que daba a o bjetos 1 uque del I_nfa ntad o, con la enorme im-
p~ginas atrás 79. Cuand o, año~ ~~f~:r~os marav11losos, ya ha sido destacado
bienes de d o n R odrigo de Viva r M de, en 1633, ~e hace m ventario de los
y en oza, m arq ues de Zenete y duque del

7• A~ H. N., Osuna, leg. 3.668. Don Alonso Ló ez . -·


y pequen.os,
75
de santos, retratos e histo rias p de Zumga poseía 340 c uadros, grandes
lb1dem, 234-1 2'. · 80 Parecid os criterios y preocupaciones religiosas parecen presidir la colección de don Fran-
76 Ibídem , leg. 241-3.
77 cisco de M endoza, del Consejo d e S. M., obispo de Sigüenza y almirante de A ragón , q ue poseía
A llí aparecieron piedras de cr' 1 una im portante biblioteca, ibídem, 293-231y 24 . P or su parte, d on Diego de Bo rja, duq ue de Gan-
das 7~e c~ral. .. , ibí1f.r:/· 246-65, "· " . ista , un co razón de piedra de ámbar, higas negras, arraca- día poseía en 16 15 únicamente cuad ros religiosos, ibídem, 569.
lb1dem, 258 . Cfr. del mismo lega·o los n ú 81 Ibídem , 288- 1 y 42s. En 1836, 6-8 , se inventarían los bienes de su mujer doña Ana de Men-
mas1! armaduras .ª principios del siglo xv1~1. ms. 22-24-25-26, donde aparecen alhajas, ar- doza, d uquesa del Infantado.
Entre los bienes muebles inventa riados en 16 j . 82 D omí nguez Ortiz, las clases p rivi/iegiadas en el antiguo régimen, Mad rid, 1973.
este duque del 1nfantado, só lo aparecen o bieto. 2. de d on Alvaro de Mendoza sobrino de 83 8. N. M ., Mss. 11.1 23.
, s Y tapices. 1hídem, 1838•. '
8• A. H. N., Osuna, Cartas, 44 1.
248
249
CAPfTULO XVI

Las colecciones de Felipe IV


Desde los primeros años del reinado de Felipe IV las tendencias hacia el
coleccionismo de pinturas que estaban latentes en la Corte cobran propor-
ciones tales que difícilmente podrían esperarse unos años antes: los 2.000 cua-
dros que añade el rey a los más de 1.000 con que ya contaba la colección si-
túa a su figura, una vez desaparecido Carlos J Estuardo, a la cabeza de los
coleccionistas del siglo XV II. La colección de Felipe IV, como la de Carlos 1,
el archiduque Leopoldo Guillermo o el mismo cardenal Mazarino, es una
obra personal, reunida con mi nuciosidad, en la que junto a un papel p olítico
y representativo, están siempre presentes las preocupaciones estéticas del rey.
Su sensibilidad y gusto artístico fueron celebrados por Carducho, Pacheco o
Calderón e, incluso, por el mismo Rubens, quien entre sus impresiones de la
corte española saca la de tratarse de un lugar culto regido por un mecenas
cultivado; una opinión compartida por otro visitante ilustre como es Cassia-
no del Pozzo.
Los dos se hacen eco del papel rector que desempeña Felipe IV, situado
a la cabeza de la protección de las artes por decisión del conde-duque de Oli-
vares, que favorece la inclinación natural del rey hacia las artes para explo-
tarla políticamente; por ello Olivares le sitúa en el centro de una corte mag-
nífica, a la que había importad o la tradición del gran mecenazgo sevillano en
su época de máximo esplendor, en la que él mismo se ha bía fo rmado. Elliot
y Brown han señalado que este mecenazgo real aparece como necesidad po-
lítica y se debía a la necesidad de poner a la nobleza en su lugar, no permi-
tiendo que su lujo y esplendor estuviera más alto que el del propio rey.
Mu y importante resulta el hecho de que sea el gusto personal del rey
- que tanto debe a Mayno y Crescenzi en un primer momento, y a Rubens
más tarde- el que siente las pautas para el desarrollo del coleccion ismo de
la nobleza.
Las colecciones de Felipe IV se co ncentraban en cuatro edificios que cons-
tituían cuat ro magníficas pinacotecas complementarias entre sí. Si en el Al-
cázar y el Buen R etiro los temas religiosos se mezclaban con los profanos Y
en la Torre de la Parada los retratos de la Familia Real se unían a los ciclos
mitológicos del ta ller de Rubens, los cuadros de El Escorial so n exclusiva-
mente de tema religioso, a to no con el carácter del edificio. Por otra parte,
mie ntras que en la torre y el Retiro existe una idea de programa coherente
y unitaria y, en menor grado podemos decir esto de El Escorial, ésta falta en
el Alcázar , concebido como galería de pinturas y museo de la monarquía, don-

251
de coexisten las obras d e arte heredad as d e sus predecesores con las talad o en· El Pardo: se trata de piezas de Ticiano, como el Carlos V en Mühl-
· · · p . . nuevas
a d qu1s1c1ones. or fin, mientras que las dos resid encias d e placer son pal · berg, la Religión ·socorrida por España y el Ofrecimiento de Felipe !!, a lg.u-
.
d e n ueva p 1anta, d ecorados por p nmera vez y co n obras realizadas e ac1os nas de las cuales, fueron ampliadas po r Vicencio Carducho para su nueva d.is-
/eso, el Alcázar y El Esco rial presentan un problema radicalmente di:/ro- posición 4. Allí se colocó también el primer retrato ecuestre que Velázq uez pin-
ya que se trata de un ~ re.modelación y ampliación de colecciones preexi~~~~ tó al rey, que pronto fue sustituido por el realizado por Rubens en su segun-
tes de acuerd o con cntenos de un nuevo gusto artístico. E l conjunto d e · d o viaj e a Italia y o tras pinturas del mismo Ticiano, .q.ue ~o lgaban d e otras
turas del Alcázar alcanza una rotund a significación coleccionística y Pin- habitaciones d e palacio: el Adán y Eva, Pro meteo y S1sif.o, JUnto a la Extrac-
¡ . f . ' a que
as s~~es1vas re orm as decorativas que sufre durante el rei nad o de Felipe IV ción de la piedra de la locura, de Van H emessen, que vino del P ardo, otros
no h1c1ero.n otra cosa que realzar su claro carácter de galería. anónimos, como La entrada de Felipe lll en Lisboa y el Cambio de princesas
Es cunoso señalar que cuand o González Dávila descri be el Alcázar en en !rún, y Aquiles descubierto por Ulises, de Rubens 5. '
Teatro. de las grandezas de Madrid, en 1623 - dos años des pués d e la muer~~ Esta es la disposició n que vio Cassiano del P ozzo en 1626 y en la que es
de Felipe II! y cuando su suces~r comenzaba las profundas remodelaciones difícil o bservar la existencia de un program a iconográfico concreto, como no
a las q~e mas ~delante nos refenremos-, apenas se detiene en la espléndid sea el de una exaltación de la monarquía española en relació n con su defensa
colecc1o n de. pinturas que ya ~~seía el edificio durante aquellos añ os, pres~ de la religión católica. Lo que, sin embargo, sí aparece ~l~ro son las prefe-
t~ndo to~av1a una mayor atenc1on a los temas típicos d el coleccionism o ecléc- rencias y los gustos pictóricos del rey a ntes .d el segund_o vi,l}Je de Rubens a l.a
tico. Y, sm embar~o, la descripción que de las colecciones españolas hace el corte en J628: a un interés ya en decad encia po r Ja pintura flamenca del si-
l~gado papal Cassiano d el Pozzo en 1626 1, con especial detención en las re- g lo x'v1 (el cuadro de Van Hemessen) se une una c~ar~,determinación p~r l.a
g~as~ hace casi única referencia al tema de la pintura, com o el único que po- pintura veneciana , con Ticiano a la cabez~. Este p1q.to r ~ Rubens cons~~tu~­
d1 a in~er~sar a una mentalidad modern a. Por su parte, Ja fracasada estancia rán los ejes del gusto real sobre los que Felipe IV va. a articular s~ colecc1on .
d.el .pnncipe de Gales en Ma.drid en 1623 se salda, desd e el punto de vista ar- En efecto sólo dos años más tard e (1628) comienza una pnmera remo-
ustico con el regalo que Felipe IV le hace de Ja Venus y Antíope, de Ticiano, delació n del Salón Nuevo d el Alcázar, en Ja que Rubens ocupa un importan-
que hasta ahora colgaba en el. palacio del P~rdo y con el intento de regalo te lugar; el flamenco en su segundo viaje a Esp añ~ «traxo a la Magesta~ d e
- no consumado- de otras 1ml?ortantes pmturas de la colección regia2. nuestro cat olico Rey Felipe IV ocho cuadros d e diferentes cosas y tamanos,
. Por su parte, Carducho d escribe el Alcazar en 1633, situand o sus colec- .
que estan colocados en el Salon Nuevo, entre otras pinturas f amosas» 7 , y su
c10nes en el contexto más apropiado: se trata d~ la más amplia reunión de retrato de Felipe I V ecuestre sustituyó al del mismo tema que allí ~abía pi~­
cuadros de un.a Corte que se ~aracteriza precisa.:nente por la existencia de tado Velázquez. El cambio de la sala, tal como resulta en el mventano
el~os. La galena ?el rey .no es smo una más d entro del rico panorama madri- de 1636 fue total; se acentúa el carácter profano del conj unto y d esa parecen
len?, pero, eso s1, la mas abundante y Ja de más alta calidad. Carducho se el Adán' y Eva y la R eligión socorrida por España. d e T_iciano, a 1.a vez q_ue
detiene sobre t?do ante las novedades constructivas cuya finalidad esencial pinturas d e infe rior calidad (La entrada de Felipe 111 y El intercamb io de prtn-
parece se; el digno a_com odo de las pinturas, «en particular con aquel her- cesas), o flamencas del siglo XVI (Van H eme~en) ceden su ~uesto a los cua-
moso salon, que se hizo de nuevo, que cae so bre Ja puerta principal, tan opu- dros d e Rubens, q ue se Gonvierten en los d ominantes del conjunto. A ello ha-
lento Y es paci.oso», y las nuevas bóvedas d el Cierzo, que «están aderezadas bría que añadir la presencia de obras de Carducho, la Expuls~ón de l?s mo-
con muchas pinturas» J.
riscos, de Yelázquez, el Moisés salvado de fas aguas, de Orac10 Gent1lesch1,
Las remodelaciones a que se refiere Carducho databan de los primeros que vino de Inglaterra por encargo d e Felipe IV, y otras pinturas de Ribera,
años del reina~o de Feli~e IV (entre 1622 y 1625) y para ellas, concretamente Guido Reni y el retrato del infante do n Fernando por Van Dyck, el cual y
para ~¡ d enominado Sal.on Nuev? (posterior Salón d e los Espejos), el rey co- otro cuadro de Ja batalla de Nordlingen fuero n traídos al rey por el marqués
menzo a traer algunas piezas capitales de Ja colección que su pad re había ins- de Leganés, dentro d e una política de importaciones muy habitual a lo largo
del reinado s.
. .' Cfr. Cassiano da! Pouo, Ler!atione del Signore Cardinal Barberino in Francia, 1625,
Biblioteca Vaticana, Ms. Barberí~i latino 5688. Simón Díaz, «Dos privados frente a frente: el 4
Cfr. M oreno Villa, «Cómo son y cómo eran unos T izianos del Prado», A . E. A . A. (1933),
cardenal legado Francesco Ba rbenno y el conde-duque de O livares», R. A. B. M.; «La estancia pág. 11 3; P. Beroqui, Tiziano en el Museo del Prado, Madrid , 1946; J. M. Azcárate, « otas so-
de~ c~rdenal legado Francesco Barberino en Madrid el año 1626», Anales Instituto &tudios Ma- bre Velázquez en la corte», A . E. A .. ( 1960), p:ags. 357-385.
dnlenos, XVII ( 1980), págs. 159-213.
2 5 También colgaban obras de Vicencio Carduc ho, Eugenio Caxés y Bartolomé Gonzále.z.
G. de Andrés, «La despedida de Carlos Estuardo, Príncipe de Gales, en El Escorial, 1623 6 Cfr. Mary C rawford Vol k, «Rubens in Madrid and the decorauon of the Salon nuevo m
Y la colu!Tlna trofeo que se levantó para perpetuar su memoria», Anales del Instituto de &tudios the Palace», Burlington Magazine ( 1980), págs. 168-175.
Madnlenos, t. X. ( 1974).
3 7 Pacheco, op. cit., t. 1, pág. 153.
Carducho, Diálogos de la pintura, ed. Madrid, 1979. s El inventario de 1636 (A. P.. leg. 768) describe así los perdidos cuadros de Velázquez Y
252
253
· cos que ·adquirió do n Luis de Haro para el rey, y que se instalaron en el ga-
binete de lectura «con ventana al jardín de la Priora»: pintura de paisajes,
obras de tema religioso, un Aqueronte, «pintura antigua», una «Troya incen-
dida», de Brueghel, d os cuadros de Paul Brill (San Antonio Abad y Orfeo) .. .,
alternaban con un Baco, de T iciano, el Adán y Eva, de Durero, y los Cinco
sentidos, de Brueghel, que el duque de Naumburg regaló al Cardenal Infante
y éste al duque de Medina de las Torres de q uién pasó, finalmente, al rey.
Pero no olvidemos que Carducho en 1633 había escrito que entre las pin-
turas al óleo que «Son muchas, las más estimadas de todos, siempre fueron
las de Ticiano, en quien el colorido logra su fuerza y hermosura»'º · En efec-
to, el pintor de Venecia estaba, junto con Rubens, entre las preferencias más
claras de Felipe IV, que se remitía así a la tradición colorista y sensual en-
troncada en los gustos familiares desde los tiempos de Isabel de Hungría en
el siglo anter ior. En los apartamentos de verano del rey, situados en el piso
inferior al principal, en las piezas denominadas las Bóvedas -y más tarde Bó-
vedas de Ticiano-, aparecía una fabulosa colección de pintura mitológica de
mano de Ticiano 11 . En 1626, según la descripción de Cassiano del Pozzo, los
cuadros colgaban por pares de estas bóvedas, a despecho de la pacatería de
Ja reina, ya que según el mismo testimonio «ogni volta, che Ja Regina cala
16
in d. appartam ., fa ricoprire inanzi, che arrivi tutti i quadri, dove sono nu-
ditá». Se refiere aquí Cassiano del Pozzo a la sala que daba so bre un jardin-
P. P. Rubens, Dia na y Calixto, Madrid. M useo del Prado. cillo secreto de la que, a título de ejemplo, especificamos sus cuadros: Tar-
quina y Lucrecia, Venus y Cupido, Carlos V e Isabel de Portugal, Venus en
R~bens Y los pintores flamencos se convierten de esta el espejo, d e Ticiano, y, sin especificar autor, Fábula de Psique y Retrato de
tagonistas destacados de la decoración del Salón Nuevo :::i~ri;~al~~¿os pro- Carlos V. Si como decimos, en 1626 las poesías colgaban por pares en las bó-
~e, como .vemos,. to.ta}mente renovado. En J 623 doña Is~bel de Borbó:p:~~ vedas, tras las remodelaciones posteriores y, según el inventario de 1636, ya
~e;bdae t~:!;~~ ~l~~~idia e~ es~os mdismos aspecto> de la política artística y ~an- colgaban todas, junto al Adán y Eva ticianesco, anteriormente en el Salón
es mas o ras e Rubens, Snyders, Brueghel el Joven etc Nuevo, en la «pie9a ultima que tiene ventana al lebante en que su Magd. se
q:~ edn 1636 estaban ya en la «pieza grande an tes del dormitorio de su' M~~ retira después de comen> ' 2 • Se respetaba de esta manera el sentido unitario
g s a que es donde cena en el quarto vajo de verano»; allí aparecían bode- de una colección de pintura veneciana única en Europa.
~ones de Snyd~rs, los cuadros d~ Los cinco sentidos, de Brueghel Ja Diosa En este tiempo, y a la par que se decoraba el Buen Retiro, Felipe IV ad-
d:;~: una Diana,, de Rubens, henzos de la Vida del hombre, pais'ajes y bo- quiría cuadros y recibía «donaciones» de los más conspicuos «aficionados» de
mencas .. ., as1 hasta 25 cuadros que «se trajeron de Flandes a la Reyna su Corte. Ya hemos hablado de la importante gestión de don Luis de R aro,
... Y estavan colgados. en la Torre Nueva de su quarto alto, y fueron cambia- pero a ella habría que añadir varias más. El conde de Chinchón había ingre-
d~s lº~ 0 .rden de Fehpe IV»9. Desde este punto de vista tam bién habría que sado en la colección regia la p intura de El gigante Juan Núñez, instalada en
ana ir a importante colecció n de obras de Brueghel y otros pintores flamen- la quinta pieza del pasadizo sobre el Consejo de las órdenes; en tiempos del
marqués de Malpica se mandaron copiar los doce lienzos con las batallas de
Rubens: «Otro lienzo al olio de tamaño de Jos d d · ·
que esta el Sr. Rey Phelipe terr;:ero armado b t'~s de ~~nba de la expuls1on de los moriscos en Carlos V; el marqués de Miravel regaló a Felipe IV un San Luis, rey de Fran-
1 0
España asentad a con triumphos de u es e aneo Y a su lado derecho u na figura de
g erra y una tropa de mo·iscos y m · · d
cia, mie ntras que el de Leganés, uno de los grandes coleccionistas del siglo,
con un letrero avaxo en latin tiene moldura dorada . . . onscas que van sahen o le prop orcionó el retrato del Duque de Sajonia, copia de Ticiano, el del Land-
go Belazquez ... Otro lienzo al olio en q t Y negra Y el dic.110 lienr;:o es de mano de Die-
1
mano de rubenes esta armado a c·~~allo ~~s~~~ e .retra~o del, Rey n ~estro Sr. Phelipe 4 ... es de
grave de Hesse, de Ticiano, y un Sitio de Breda, los tres para la pieza do nde
brero negro y plumas blancas en lo alto 1 ~ tiene anda carmes1, baston en la mano som- el rey «negocia en el cuarto bajo de verano», a los que habría que añadir una
que tiene enr;:ima una Cruz y offre e u~g 0 0 terrestre que le sustentan los angeles y la fee
justicia q ue fulmina rayos contra l~s ~;~ . agesta1 una corona de laurel y a su lado la divina 10 Carducho, op. cir.
<;elada.» ª
migos Y otro lado en el suelo un indio q ue lleva Ja 11 Mary Crawford Volk , «Rubens in Madrid and the decoration of the King's Summer apart-
9
A. P.. leg. 768. ments», Burlinglon Magazine, CXXlll, 942, (198 1), págs. 513-529.
12 A. P.. leg. 768.

254 255
Inmaculada Concepción, de Rubens, y una Caza de ánades. Un cuadro tan
importante como la Adoración de los Reyes, de Rubens, fue comprado en Ja
almoneda de don Rodrigo Calderón, mientras que la Creación del Mundo,
de Bassano, había sido traído de Sicilia cuando murió el príncipe Filiberto,
todo ello sin olvidar los regalos del duque de Alba o los Bassanos del duq ue
de Medina de las Torres. Aunque quizá la gestión más importante realizada
para el rey fuera la de don Alonso de Cárdenas en Londres, donde adquiere
algunas de las piezas fundamentales de la colección de Carlos 1 de Inglaterra,
y que Felipe IV distribuyó entre el Alcázar y el monasterio de El Escorial:
entran ahora en las colecciones españolas obras fundamentales de Tintoretto,
Rafael, Mantegna, Andrea del Sarto, Durero, etc.
Con todo, la colección real a fines de los años 30 no se reducía a obras
de los principales maestros, ya que su mayor parte estaba formada por pin-
turas anónimas que comprendían los mismos géneros que aparecían en lasco-
lecciones particulares. Retratos, paisajes, bodegones, vistas de ciudades, ma-
pas y pintura mitológica formaban el grueso del conjunto, que muchas veces
nos habla de la pervivencia de gustos tradicionales que, sin embargo, y como
veremos irá desapareciendo poco a poco. Todavía se citan en el inventario
de 1636 obras del Bosco, aunque se vayan arrinconando a los lugares menos
significativos. Así sucede con un San Martín colocado en un pasadizo o los
instalados en el pasadizo sobre el Consejo de las Órdenes, donde encontraron
acomodo cuadros colocados antes en el lugar más preferente de la galería del
Cierzo. De aquí y del Salón Grande se trajeron obras ajenas a la sensibilidad
del Harroco, como unas alegorías de la «prudencia» y la «esperanza», repre-
sentaciones de las fiestas de Carlos V en Benavente y Puebla de Sanabria,
una Caza de avestruces, la serie de «quince reyes de P ortugal» (que ahora se
amplía con los cinco últimos hasta Felipe IV); ie igual manera se instalan
una serie de vistas de ciudades y otra de varias escenas de guerra y se com-
pran obras menores, como 21 paisajes con boscajes y monterías, siete vistas
de casas de campo y 87 mapas sacados del atlas de Ortelio.
De igual manera la biblioteca de Felipe IV aún poseía por este tiempo
una espléndida colección de instrumentos científicos y rarezas al gusto del si-
glo anterior, junto a dos cuadros de Ticiano, un Ecce-Homo y una Virgen;
por su parte, el denominado «Salón Grande de las Fiestas públicas» se ador-
naba todavía con 24 lienzos de vistas de ciudades de España, Italia y Flan-
des, una Perspectiva del Escorial, de Félix Castello, 12 lienzos de batallas de
Carlos V y otros que narraban fiestas como la Entrada de Felipe I en La Co-
ruña, las de Valladolid y los ocho cuadros de las Fiestas del Papagayo de 1615.
Por otra parte, los retratos ocupaban un no despreciable Jugar en Ja co-
lección y en una pieza de las Bóved as, todavía se instalaba una verdadera ga-
lería de hombres ilustres de todas las épocas y países (El Gran Capitán, el A. del San o, Asunto Místico, Madrid, Museo del Prado.
rey de Dinamarca, un Sforza, el sultán Mahomet o Alquitrof, rey de Etio-
pía). Los escasos cuadros de tipo religioso se instalaban en los oratorios por f '6 d ¡ 'nventario de 1636 fallecía Ru-
lo general, aunq ue había excepciones, como sucedía con ciertos cuadros de Cuatro años después de la con ecc1 n e 1 radores de obras en la testa-
Rubens (La Inmaculada o La adoración de los pastores), del Bosco o Roelas bens y .Felipe IV'. es uAnho de lost maye~epso~~:f6n del rey pinturas tan impor-
(Inmaculada), que aparecen aislados en distintas dependencias. mentana del artista. ora en ran
257
256
tantes como el San Jorge y el dragón, mencionado en 1674 en El Pardo , Nin-
fas y sátiros, Las tres gracias, el retrato de María de M edici, el del Cardenal
Infante, la Danza de aldeanos o el Rapto de Europa, copia de Ticiano, des-
tacand o sobre todas E/jardín del amor, una de las piezas favoritas de Felipe
que instala en su dormitorio. E inclusive una obra tan importante como ei
Autorretrato de Ticiano, es probable que procediera de la colección de Ru-
bens; en 1666 la vemos colgando en el pasillo del Mediodía del Alcázar.

P. P. Rubens, El jardín del amor, Madrid , Museo del Prado.

Recordemos también que en 1638 el conde de Monterrey enviaba vía Ná-


poles espléndidas obras del cardenal Ludovisi a Felipe IV, ahora en forma
de cuádros de Ticiano: se trata, nada menos, que de la Bacanal y la Ofrenda
a Venus, pintados para el Studiolo, de Ferrara, a principios del siglo XVI , a
los que habría que añadir, también procedentes de la colección Ludovisi, La
Virgen con el Niño y San Juan, también de Ticiano, y hoy en la National
Gallery de Londres, el Noli me tangere, de Correggio, la Presentación en el
templo, de Veronés, y dos obras de Guercino, que veremos instalar en El Es- Correggio, Noli me tangere, Madrid, Museo del Prado.
corial, Lot y sus hijas y Susana y los viejos 13.
De manera que, a comienzos de los años 40, Felipe IV había re?1odelado
l l K. Garas, «The Ludovisi Collection of Pictures in 1633», Burlington Magazine, CIX (1967),
y ampliado en profundidad la colección de sus antepasados y hab1a comen-
págs. 287-289, 339-348. zado a convertir el Alcázar madrileño en una galería de pintura que compe-
259
258
tía, y aun superaba, a las de muchos de sus contemporáneos europeos. y al en El Escorial una amplísima galería de hombres ilustres y en El Pardo una
igual que hemos hablado de un contexto internacional de Felipe II, lo mismo de personajes reales, de la que no se excluían a los miembros de la alta no-
podríamos hacer con su nieto, para el que la política artística, a través de sus bleza, Felipe IV, igual que estaban haciendo los coleccionistas privados, re-
agentes en Flandes y en Italia, adquiere unos caracteres de mayor firmeza y lega la serie de personajes ilustres a lugares menos importantes y destaca en
decisión, ya que toda ocasión era buena para aumentar la colección regia. Ya una ubicación significativa una galería de retratos fundada en la exaltación
hemos dicho cómo en 1630 se pinta en Inglaterra, por encargo del rey, el Moi- dinástica. Se trataba de concentrar y resumir esta idea en un único lugar, ya
sés salvado de las aguas, de Artemisa Gentileschi, que en 1636 aparece en la que, todavía en 1636 los retratos reales andaban desperdigados en distintos
Pieza Nueva; don Fernando Fonseca, conde de Ayala, consigue para el rey Jugares 15, sin un contenido programático concreto.
el Pasmo de Sicilia, de Rafael, que estaba en el convento de los Olivetanos Aunque la afición por las artes de Felipe IV puede ser considerada como
de Palermo; el duque de Medina de las Torres, le copia la Transfiguración la lógica culminación de un proceso iniciado por sus abuelos, en su caso el
del mismo artista y el conde de Monterrey gestiona la compra de 12 cuadros papel de mecenas y coleccionista fue tanto el fin lógico de sus deseos, como
en Italia hacia 1630, entre ellos quizá, el Sacrificio de Baca, de Massimo Stan- una calculada decisión de carácter político. El conde-duque de Olivares, que
zione; el marqués de Leganés, además de las obras ya mencionadas, regala a había sido plenamente consciente de la necesidad de dotar a su señor de una
Felipe varias más de Tintoretto, y el almirante de Castilla, el Martirio de San sólida cultura 16, había intuido también lo imprescindible de colocarle al~ ca-
Marcos, de Veronés. beza de la protección a las artes, por encima de una nobleza de progresivos
Y si de la pintura italiana pasamos a las escuelas del norte, nos encontra- hábitos coleccionistas, que pretendían compararse con las similares tenden-
mos con un esquema similar. Además de las transmisiones ya indicadas, el cias regias. A la necesidad de atajar es~a situación y poner en su sitio a los
marqués de Leganés regala al rey obras de Brueghel, como La visión de San miembros mayores de la nobleza mientras se buscaba la atracción hacia la
Huberto, y de Van Dyck, como el mencionado retrato del Cardenal Infante, persona del rey de los componentes más jóvenes de la aristocracia, .se ?ebió,
o, del mismo pintor, el retrato de otro gran coleccionista, El conde Arundel, entre otras razones, la creación del palacio del Buen Retiro, teatro md1spen-
regalo de don Luis Méndez de Haro; todo ello sin olvidar que en la almone- sable para el desarrollo del brillo y la magnificencia reales, y con él, la apa-
da de Carlos I se compró el Autorretrato de Durero, y que la reina Cristina rición del coleccionismo a gran escala promovido por Felipe IV.
de Suecia - de cuya importancia como coleccionista no vamos a hablar aho- Estos años 30 suponen uno de los momentos culminantes en la configu-
ra- le regaló nada menos que el Adán y Eva de este mismo pintor. ración de las colecciones pictóricas reales. Si las compras para el Buen Retiro
Con todo, Felipe IV no olvidaba a los pintores españoles, que fueron lla- alcanzan más de 800 obras escalonadas desde 1633 a 1641, por esas mismas
mados a realizar algunos de los más importan' es conjuntos de sus palacios. fechas Ja colección real se incrementa también con los 171 lienzos encargados
En el Salón de Reinos del Buen Retiro sólo co,gaban obras de españoles, y para la Torre de la Parada y los 96, en su mayoría paisajes y escenas de caza,
lo mismo podríamos decir de la más importante remodelación de la colección del taller de Rubens, adquiridos para la decoración de la Casa de la Zarzue-
palaciega a comienzos de los años 40. Nos referimos al Salón Dorado o Sala la, empezada a construir en 1634; todo ello sin olvidar que en el ya mencio-
de las Comedias, lugar que Felipe IV reservó para instalar una significativa nado inventario de 1636 aparecen nada menos que 580 cuadros nuevos.
galería de retratos de sus antepasados. Felipe IV, al contrario de lo que en alguna ocasión se ha pretendido, no
Recordemos que en 1635 se había encargado para el Buen Retiro una se- tenía ningún inconveniente en continuar la práctica tradicional de decorar sus
rie de reyes godos que no se terminó y en la que pintaron Carducho, Caste- palacios a costa de obras de arte procedentes de otros edificios de su pose-
llo, López, Jusepe Leonardo y Ronda; cuatro años más tarde Felipe IV en- sión, y si para el Buen Retiro opta por una grandiosa política de compras y
carga otra serie de reyes medievales y modernos con destino a la Sala de Co- encargos, es porque, en realidad, después de la nueva decoración de~ Alcázar,
medias del Alcázar. En ella sólo intervienen, igualmente, pintores españoles, era ya po·co lo que de mérito se podía obtener de las otras residencias reales,
como Francisco Fernández, Félix Castello, Antonio Arias, Francisco Ricci, una vez fracasadas las gestiones de Olivares de entrar a saco en las coleccio-
José Leonardo y Alonso Cano, que realizaron 16 obras con 31 ó 32 retra- nes de El Escorial, que todavía seguían intactas. De todas formas Valladolid
tos 14, que comprendían desde el rey Bermudo III de León y Fernando I de y Aranjuez son objeto de varios expolias; del primer lugar se solicita un in-
Castilla, hasta la pareja de Felipe III y IV, que cerraría la serie. ventario de las pinturas para hacer una selección de cuadros con destino al
Con ella nos encontramos ante una manifestación más del cambio de gus- Buen Retiro, que se devuelve con la indicación de que además de las marca-
to que se produce a principios del siglo XV II y que afecta también a la dis- das se envíen también todas aquellas otras que tuvieran algún valor 17 • Tres
tinta función que cumple el género retratístico. Si Felipe 11 había instalad o
1s Cfr. A. P., leg. 768.
14 M. L. Caturla. «Los retratos de reyes del "Salón Dorado" en el antiguo Alcázar de Ma- 16 Cfr. Elliott, J. J .-Brown, Un palacio para el Rey, Madrid , 198 1.
d rid», en A. E. A. ( 1947). págs. 1-10. 11 Ibídem, pág. 125, A. G. /. S.. contaduría, legajo 70.

260 261
meses después se recibe un primer lote de 63 lienzos, en su mayoría series me-
diocres del siglo anterior, a los que siguieron envíos esporádicos de menor
cuantía. Por su parte Aranjuez contribuye con dos series de esculturas, for-
madas por personajes mitológicos, retratos de emperadores y retratos di-
násticos 18 •
Del Alcázar se envió también un pequeño lote de esculturas 19, pero se tra-
ta de un traslado excepcional, ya que no era pensable detraer del verdadero
palacio de Felipe IV, las grandes piezas de la colección, ya fuera por su alto
valor artístico, como por su significación simbólica y dinástica.
Este agotamiento de los almacenes tradicionales de cuadros obliga a la
búsqueda de nuevas fórmulas de aprovisionamiento ~compras en el merca-
do, encargos y donaciones forzosas de la nobleza. Tanto los encargos a ar-
tistas, como la misma oferta disponible en el mercado artístico, inclinaba ne-
cesariamente a que las colecciones reales del Buen Retiro, La Zarzuela y la
Torre de la Parada, edificios de nueva planta, lo fueran básicamente de arte
moderno, lo que constituye una de sus características más señaladas, sobre
todo en relación con los fondos del Alcázar y El Escorial. Y ello no sólo por
el interés de Felipe IV por el arte moderno, sino porque, además, únicamente
a base de obras de arte contemporáneo era posible reunir en un plazo de tiem-
po tan breve el inmenso volumen de cuadros que se precisaba.
Estas operaciones resultaron especialmente complicadas y espectaculares
en el caso del Buen Retiro, dada la magnitud de la empresa y la necesidad
de compensar con la calidad de su decoración el cúmulo de críticas que ha-
bían levantado el hecho mismo de su construcción y la pobreza de su arqui-
tectura. No es ésta la ocasión de entrar en el tema de cómo se llevó a cabo
la recolección de las obras, la génesis de los e; •cargos o la personalidad de su
verdadero responsable, probablemente el marqués de Castel Rodrigo 20; úni-
camente tratar algunos aspectos que resultan especialmente interesantes para
el tema de nuestro libro.
Lo que suponían las compras y encargos del Buen Retiro era un autén-
tico triunfo de la modernidad; entre los italianos los encargos más importan-
tes recaen sobre Claudia de Lorena, Poussin, Domenichino, Lanfranco y Mas-
simo Stanzione, y, entre los españoles, Zurbarán y Velázquez. Este triunfo
de lo moderno no era sólo el resultado de una política determinada de ad-
quisiciones, sino que respondía a inclinaciones del gusto de la Corte española
que habían comenzado a manifestarse ya en los años iniciales del reinad o de
Felipe IV, merced al papel representado en la configuración de un nuevo gus-
to por hombres como Mayno y Crescenzi, muy buenos conocedores del arte
italiano contemporáneo. Ellos mismos fueron los que protegieron a Veláz-
quez desde un primer momento; el segundo viaje de Rubens en 1628 acaba
de delineamos el panorama.
De todas formas no hay que olvidar que para el Buen Retiro Olivares Y

J8 Ibídem, pág. 115, A. P.. Obras y Bosques, t. 26, fol. 2 y Buen Retiro, leg. 2.
19 Ibídem, pág. 116, A. P.. Buen Retiro, leg. 2.
20 Ibídem. Luna, J. J., op. cit. C. de Lorena, Moisés salvado de las aguas, Madrid, Museo del Prado.

263
262
el rey se sirvieron de gran número de pintores españoles (además de la vein- Lo contrario sucede con respecto a las colecciones de tapices que, aparte
tena de cuadros de Velázquez, había diez de Zurbarán, 33 de Orrente, 22 de de motivos fuñcionales de tipo térmico, seguían siendo uno de los exponentes
Collantes, varias se~ies de Juan de la Corte ... ). Pero, de todas maneras, y si más significativos de lujo y riqueza 22 , constituyendo su adquisición uno de
exceptuamos el conjunto central del Salón de Reinos, los encargos más im- los objetivos prioritarios en los momentos iniciales de la deco.ración del Buen
portantes recayeron sobre pintores italianos: los paisajes con ermitaños las Retiro. Se adquieren series enteras al conde de Ricia, al duque de Alburquer-
series con los episodios de las «Vidas de los emperadores romanos» o ¡~ de que, al marqués de Villena, al tapicero Briquemans ... y, sobre todo, se sele-
«San Juan Bautista»; de igual forma, una gran cantidad de las obras ofreci- cionan con destino al Buen Retiro las piezas más importantes de la colección
das por el mercado o donadas al rey, entre las que destacan las mitologías bruselesa de la infanta Isabel, recientemente fallecida. Se consigue finalmente
de Ribera, eran también de origen italiano, lo que había de resultar extraño una colección espléndida, que causó el asombro de Robert Bargrave, que nos
ya que las grande~ colecciones madrileñas del momento -Monterrey o Ja dei proporcionó uno de los escasos testimonios literarios del aspecto interior del
almirante de Castilla- ofrecían ricos panoramas del arte italiano contempo- palacio en vida de Felipe IV 23 .
r~neo . Las estrechas relaciones entre los dos países y las misiones diplomá- Finalmente también nos interesaría pasar revista a los temas desarrolla-
ticas llevadas a cabo allí, habían proporcionado la ocasión de obtener suco- dos en las obras de arte que colgaban de las galerías que, como señala Brown,
nocimiento y familiaridad y la posibilidad de adquirir sus realizaciones. por una feliz casualidad, y a causa de su disposición en enfilada, resultaban
Por ot~a parte, aunque la formación artística del propio rey, guiado en sumamente apropiados para convertirse en galerías de pinturas, que en mu-
estas cuest10nes por Mayno y Crescenzi, era italianizante, la pasión que sen- chos casos - como en la galería de paisajes- recibían su nombre de los cua-
tía por Ticiano, junto con la influencia ejercida por Rubens habían inclinado dros de su decoración colgados en series y unificados por la igualdad de sus
definitivamente sus gustos más que hacia la pintura italiana moderna hacia marcos. En ellos, salvo las excepciones de los programas políticos y dinásti-
la de los pintores más venecianistas de su siglo: primero Rubens y má~ tarde cos del Salón de Reinos, de las esculturas del jardín, de la serie de los reyes
Velázquez. Y este gusto ya se había manifestado plenamente, sobre todo en godos y las de escenas del mundo romano, se trata, más que de la realización
el encargo ?e la Tc:rre de la Parada, contemporáneo del Buen Retiro, y que de programas unitarios, de crear un conjunto de temas apropiados para la
es obra casi exclusiva de Rubens y su taller, y donde Velázquez pintó 11 lien- decoración de una casa de placer en el campo, dentro del amplio elenco de
zos. Por ello, Y. ~esde la ?Pt.ica de los gustos del rey, no puede dejar de sor- temas propuestos por Carducho : alegorías naturales de las estaciones,
prender el dominio de lo 1tahano en el Buen Retiro - y que no se vuelve a re- de los meses o de los planetas, bodegones, floreros, cacerías, fábulas de
petir- sobre los pintores flamencos . Con todo, no debemos olvidar que allí Esopo ... , y, sobre todo, paisajes, de los que los inventarios incluyen más
colgaban obras maestras de Rubens, al menos una serie de los Doce Meses, de 230 24.
obra de su taller, paisajes, cacerías y «Fábulas de Esopo», de Snyders, Paul La Torre de la Parada, un pequeño pabellón en las cercanías del palacio
de Vos. o ~ an Wildens. ~as razones que se han aducido para este predominio del Pardo, fue el único de los lugares de caza de Felipe IV que recibió una
de los ttahanos son vanas: desde el vacío de poder político en los Países Ba- decoración especial. Las primeras referencias al encargo de ciclos pictóricos
jos tras la muerte de la infanta Isabel en 1633 y la toma del poder por el Car- aparecen a finales de 163625, y su posible fecha de terminación habría que
denal Infante dieciocho meses más tarde 21 , a la precaria salud de Rubens, ocu- situarla antes de octubre de 1638, fecha en la que el duque de M ódena visita
pado, P?r otra parte, e.n la Torre de la Parada, o al hecho de que el conjunto, el lugar y lo consigna «entre las cosas memorables que había visto en Italia
P!Omoc10nado por Ohvares y gestionado por Castel Rodrigo, no fue super- y en las otras partes de Europa». En el plazo de estos dos años se realizan
visado personalmente por el rey, m ás atento al problema de la Torre de la exprofeso para el lugar más de un centenar y medio de pinturas, siguiendo
Para.da, de cuyo programa llegó a re.alizar una memoria de las pinturas, ho y
perdida, y sobre la que sostuvo una mtensa correspondencia. 22 Para los precios respectivos alcanzados en las tasaciones de tapices y cuadros. cfr. J .. Fayard.
Otro elemento significativo, de cara a la evolución del sentido coleccio- Los miem bros del Consejo de Castilla. (1621-1 746), Madrid, 1982.
nístico del siglo XVII, es la preferencia otorgada a la pintura sobre la escul- 23 Cfr . A relation o/ sundry Voyages and Journeys Made by Robert Bargrave, págs. 139-9,
tura, de la que casi únicamente se pueden señalar como piezas importantes cit. por Brown-Elliott, págs. 112-114.
2• Sobre los inventarios reales, cfr. Testamentaria de Carlos 11; Steven N. Orso, in the pre-
los ~ronces de Leoni Y. Ta~ca con las efigies de Carlos I, Felipe JI y Felipe sence of the Planet King: studies in Art and Decoration at the Court o/ Philip I V of Spain, tesis
IV, mstalados en los Jardmes, los Siete p lanetas, enviados desde Flandes doctoral, P rinceton University, 1978; B. von Bargahan, The Pictorial Decoration of the Buen
por el cardenal Infante, y los leones de plata, que adornaban el Salón de Retiro Palace and Patronage during the Reign o/ Philip IV, tesis doctoral, Universidad de Nue-
reinos. va York, 1979.
2s Seguimos el a nálisis de S. Alpers, Tñe decoration o/ the Torre de la Parada, Corpus Ru-
benianum, Londres, 197 1. Las referencias a la correspondencia sobre el encargo se recoge por
M. Rooses, Correspondence de Rubens et documents ep istolaires concernant sa vie et ses veu v-
21 Brown-Elliott, op. cit.. pág. 137. res publiés, craduits et annotés par..., VI , págs. 170 y ss.

264 265
¡

las instrucciones sumamente precisas que debían figurar en la Memoria re- cho i6, y qu<.<, como en el Buen Retiro, constituían el entorno adecuado para
dactada por el rey, a quien se dirige Rubens en 1636 para preguntarle lo el ocio del rey, considerado ahora como cazador.
q~e habí ~ decidido so bre los paisajes. Con ello, la Torre, al igual que ha-
Los profundos cambios experimentados en l~s colecciones r~ales del Al-
bia sucedido con el Buen Retiro, se convierte en una importante galería de cázar en las primeras décadas del reinado de Felipe IV no son , sin embargo,
arte moderno , consagrada esta vez a la pintura flamenca en su casi tota- más que una introd ucción a las grandes obras de reforma interior del edifi-
lid ad. cio. Una vez terminado el aderezo del Buen Retiro, los esfuerzos parecen cen-
El carácter de retiro privado del edificio explica de alguna manera el ca- trarse en el viejo caserón, en sus colecciones, decoraciones al fresco y su ar-
rácter del encargo . Pues a pesar del interés regio por la marcha de las obras quitectura. La figura de Velázquez aparece ahora como decisiva. .
de su correspondencia al respecto con su hermano el Cardenal Infante, de lo~ En 1647, una vez derribada la Torre Vieja del Alcázar de Madnd, para
elogios del. d.uque de Módena, lo cierto es que aquellas pinturas, a diferencia construir allí la Pieza Ochavada, Velázquez es nombrado veedor y contador
de las suministradas por Rubens para la decoración del Alcázar fueron obras de las obras 21 . La pieza «fue de traza y composición de Velázquez, como tam-
relativamente baratas, obra casi exclusiva de su taller, a excep~ión de media bién el ornato del Salón Grande y la escalera del Rubinejo, por donde sus
docena de lienzos de su mano. De alguna forma puede decirse que el ciclo majestades bajan a to mar los coches, que fue de su elecci?n como de. su in-
de la ~arada tiene un cierto carácter de obra menor en donde ni siquiera Ru- genio»; el pintor también intervino en el Salón de los Espejos, donde hizo «la
bens fuma y hace pasar por suyas - como hiciera en otras ocasiones- las planta del techo con las divisiones y formas de las pinturas y un cuadro es-
~b~as ~~sus ayud~ntes . Y este carácter resulta interesante para valorar la par-
crita la historia que se habia de ejecutarn 2 s. Aunque desde nuestro punto de
t1c~pac10n de los pintores españoles: Carducho, un pintor ya en decadencia a
vista no nos interesa ahora estudiar. la actividad de Velázquez como arqui-
quien se le encargan 26 cuadros para la capilla, y Velázquez, el mejor de Ja tecto - realizada por Antonio Bonet-, sí queremos resaltar su importancia
Corte, ~ero que todavía distaba mucho de alcanzar Ja posición a que llegaría como muestra de los nuevos criterios expositivos del rey. Pues la reforma tan-
en la decada de los 50, y cuyo talento no había inconveniente en dedicarlo to parece obedecer a razones de estética arquitectónica y, como señal~ ~ot­
aún masivamente a un ciclo decorativo en el que Ja calidad media de sus au- tineau , a la adaptación al ceremonial de la Corte, como a razones muse1st1cas
tores distaba de ser excepcional. y expositivas de la cada vez más importante colecció,n de pin~u.ras real~s. Lo
~unque de~rás de las decoraciones de la Torre de la Parada hay un plan cierto es que, una vez completadas las reformas, Velazquez v1a1a a !taha con
prev10 establecido por el rey - la Mem oria a la que las fuentes hacen conti- la encomienda de comprar cuadros, esculturas y objetos artísticos con desti-
nuas referencias- no hay en realidad un verdadero planteamiento general no a los nuevos aposentos palaciegos.
del conjunto: las escenas y las cacerías de la Corte no están en relación con Ha sido E. Harris quien basándose en el texto de Palomin.o y en nuevos
las vistas de los sitios reales; los bufones cuelgan separados de los reyes; los aportes documentales, estudió la misión de Velázquez en Itaha 29 • Y~ Palo-
cuadros de animales no hacen referencia ni a un catálogo de animales de caza mino indicó cómo la embajada extraordinaria consistía en «comprar pinturas
ni a diferentes técnicas cinegéticas, ni a célebres cacerías del pasado; de la mis~ originales, y estatuas antiguas, y vaciar algunas de las más ce.I;brad a~, que
ma fo rma, los cuac!_ros mitológicos, salvo los tres de los episodios de Hércu- en diversos lugares de Roma se hallan»3º. En efecto, la ocupac1on oficial del
les y las caídas de Icaro y Faetón, se cuelgan independientemente de las his- pintor en Roma fue la de realizar vaciados de estas esculturas y, como señala
torias particulares de cada uno de los di oses y del discurso ovidiano, con un E. Harris tratadistas italianos como Passeri, Bellori y M alvasía, mencionan
descuido que contrasta con la precisión y minuciosidad en la colocación ge- esta actividad del artista en la Roma de 1650 y se refieren también a sus ad-
neral que caracteriza a otras series de Rubens. quisiciones de cornucopias y leones de bronce que pasarí an a la decoración
Por otra parte, la aparente falta de programa que existe en la colocación del Alcázar. Lázaro Díaz del Valle habla de estos últimos al referirse a los
se produce también de cara a la elección de los temas, ya que los mitos no «bufetes de pórfido so bre leo nes de bronce d orado al fuego, espejos ricos guar-
s~ ~an escogido, como sería de esperar en un pabellón de caza, por las posi- necidos con águilas imperiales de bronce asimismo dorado» 31 , que se coloca-
bilidades que ofrecen de introducir en el contexto escenas de caza animales
26 Carducho, op. cit. pág. 330.
o alegorías naturales. Por el contrario, de todos Jos mitos representados, sal- 21 Cfr. Cruzada Villamil , A nales de la vida y de las obras de Diego de Silva Velázquez. Es-
vo Jos dos en que aparece Diana, ninguno hace referencia a Ja caza e, incluso, criros con ayudas de nuevos documentos, Madrid, 1885; J. M. Azcárate, «Noticias sobre ':'eláz-
no aparecen los episodios de caza de Ovidio ni hay referencia a los di oses ca- quez en Ja Corte», A . E. A., 33 (1960), págs. 375-385. A. Bonet Correa, «Velázquez, a rquitecto
zadores de la antigüedad. y decorad orn, A. E. A., (1960), pág. 2 15-249.
2s Palomino, págs. 917, 923. ,
Estamos, pues, ante un ciclo mitológico en el que, más que Ja existencia 29 E. Harris, << La misión de Velázquez en Italia», A. E. A., (1960), págs. 109-136; 1dem, Ve-
de un verdadero programa unitario se despliega una combinación libre de te- lázquez, Londres, 1983.
mas apropiados para una casa de placer en el campo, puestos «debaxo de al- JO P . Palomino.
J 1 Cfr. Sánchez Cantón, Fuentes Literarias, II, 1933, pág. 348, nota l.
guna ingeniosa fábula, metáfora o historia», como había propuesto Cardu-
267
266
ron en el Salón de los Espejos, tal como vemos en algunos de los más céle- portancia. Se t_rata del Gu~rdajoyas _del Rey, que c.o nocemos por un inven-
b_res retratos de Carreño. De igual manera, merece la pena reseñar que Ma- ta rio de 1657 cuando lo recibe Francisco Tamayo V11lata, a la muerte del an-
nana en. ~u Sup~emento a la Historia de España, indica cómo el conde de Oña- terior guardajoyas don Jerónimo de Villafuerte z ,apata 35 . 1:-ª
c1:1riosa Y am-
te, «env10 ta mbién 300 estatuas de mármol, bronce y otros metales para los plísima relación nos remite a un gusto que ~a cre1amos ~xtmgmdo en la se-
del Rey» 32 , _lo que nos indica que no eran sólo la Pieza Ochavada~ el Salón gunda mitad del siglo xvn. Objetos naturalistas como p1e~r~s bezares, un_a
de los Esp e1os los temas que centraban la preocupación del monarca. De ello «a mod o de peñasco», otra «prolongada, grande con guarmc10nes de oro li-
son buena prueb~ ta~bién las importantes pinturas que ahora se adquieren, sas», otra «grande como una cabeza que lla~an caballar, guarnec!da de or~ .. .
Y a~nque Palomm~ solo nos habla d~ las compradas en Venecia33 y de las con una corona y un águila imperial y tres bichas que h~cen de p~e», una pie-
g~st10nes velazquenas para hacer vemr a E spaña a fresquistas de la talla de d r a de puerco espín, porcelana de la India y en su mtenor otra piedra b7zar,
P1e,tro da <;ortona,_ nos consta que ahora llegaron a la corte pinturas de Roma, una serpiente de tres cabezas petrificad a cubierta de chapas de oro, o~je~os
tra1~as quizá grac1a_s a los desvelos de Velázquez. El marqués de la Fuente de oro, coral, ágata, lapislázuli, vasos· de cuerno de bada, caraco_les, reliqm_as
escnbe de sde Venecia el 24 de abril de 1649 y dice al resp ecto: «Diego Veláz- y relicarios, objetos sagrados y preci?sos de n~car y alabastro, piezas de c:~s­
q_uez llegó aquí a los 21 y sin perder tiempo he procurado que vea todas las tal en formas caprichosas ... compoman el conjunto, al lado de una colecc10n
~mturas que le permitiere el estar en mi casa, que el recato de aquí es de ca- de pinturas que fue tasada por Juan Bautista del Mazo. . . .
hd ad , que muchos tendrán escrúpulo,_si bien procuraremos con maña que no Se trata de pinturas de tema predommantemente rehg10s?, ~lgunas at_n-
le amba rzca es to, y desseando encammarse a Módena por haber tenido noti- buidas al Bosco - Los Siete Pecados Capitales.- , retratos, pa~saJ~~ Y ~escnp­
cia_de que p_odría hallar cosa muy a propósito, le daré cartas para facilitarle ciones de ciudades, «papeles de la China» o ma pas. Resulta s1g01f1c~t~vo que
la mtroducc1ón, y en todo le asistiré como en despacho del 22 de noviembre algunas de ellas, como «seis papeles de la India coloridos» se especif1c~ que
me lo manda V. M ... » 34. estaban «maltratados y rotos», que nueve mapas ya no se tasan. y que ,ciertas
,Yelázquez, que ya había tenido una intervención importante en la deco- pinturas de animales no se valoran «por no s7r cosas ?7
valorn; igual smtoma
rac10n de~ Buen Retiro ve afianzar su posición tras su segundo viaje a Italia, revelador del cambio de gusto a que nos vemmos refmendo es el hecho _de la
Y se con".'1erte :n el «con~e:~adorn de las colecciones regias. Su aparición en escasa relevancia y el abandono que sufren cuadros del Bosco y otras r1ezas,
e~te _sentido senala el defm1tivo abandono de cualquier resabio de gusto ma- en una relación de obras que recibe el duque del Infantado como cmdador
mensta y el planteamiento de las maneras barrocas. d e las mismas 36 •
. Desd e este. punto d~ vista, r~sultan de extraordinario interés algunas ano- D e todas maneras tenemos noticias de compras d e j oy as, envíos de po~­
tac10nes margmales al mventano de 1636. Allí se dice có mo en 1652 se orde- celanas y aumento de las piezas del guardajoyas. ~n 1656 el duque de ~ed1-
na entregar al ~into~. to?as las obras situadas en la pieza alta sobre el pasa- n ace li en vía piezas de porcelana al rey y, en la misma fecha, el marques ~e
dizo en que es ta el ejercito, que era, como anteriormente h emos mencionado Liche e nvía una p ersona con tres docenas d e porcelanas «que han de serb1r
~n o de lo~ lugares d el Al~ázar con una mayor influencia de los gustos artís- a S u Magestad en el Pardo y La Zarzuela».. . 37 . Y por las mismas fechas en
tico~ del siglo XVI. ~o mismo podríamos decir de la retirada de objetos por una rel ación de las joyas y «otras cosas de oro de su .Alteza el ~nfante Don
Ve!azq_uez, en la misma fecha, de la Biblioteca del Rey; desaparecen ahora Fernando» a parecen higas de azabache y oro, una raiz de peoma con guar-
r elicarios, globos, frascos d e ag_ua de olor, reloj es, un cuadra nte, estatuas nición una mano d e tejón con guarnición, etc. Pero se trata ya de un gusto
como la d e un negro sobre _u n ciervo. d e bronce d el que tiraban unos papa- residu~l y muchas veces ligado al senti?o oste n~ a~orio ? el Ba~roco, que nada
gayos, un ve nado c? n. una d10sa debajo de un p erro, etc., es decir, objetos de tie ne que ver con el uso que estos objetos rec1bian solo tremta o cuarenta
acu: ad o sa_b or ma mensta y que convertirían tod avía a la Biblioteca en un pe- años a ntes. .
que no gabmete de maravillas cinquecentesco. La colección de armas, fundada la arme ría por Felipe 11, fue ampliada
. Pero todaví~ quedab_a un reducto de gusto arcaizante que no aparece men- con preciosos ej emplares por sus sucesores Felipe 111 y Felipe IV; a princi-
c10nad o en los mve nta n os ge nerales, pero que tenía una extraordinaria im- pios del siglo XV II se paga a plateros y orfe bres contrat~dos al efecto po r la
factura d e vari as a rmas preciosas, como rodelas co n «diferentes es maltes de
32 E H .
. · arn s, que rastreó la fue nte, encuentra razonable relacionar esta entrega co n la acti-
vidad de Velázquez, op. cit., págs. 122-1 23.
Est~s son de T intoretto, Historias del Antigu o Testamento, «La conversión de S an Pablo
33
35 A . P., leg. 904. . . · ·
Y La Gloria~>; Veronés, «Venus y Adonis» y va rios retratos; Pita Andrade añade precisiones so- 36 En 167 1 se quitan del guardajoyas de pala cio porq ue, _«no son de ninguna 1mportanc1a m
bre La Gl_o n a en .un documento del palacio de Liria, d onde se mencio n a la existencia de un me- va lo r ... y só lo sirve d e emba razo sin que no pueda ser de nmgun provechos», una tabla d e los
mon al dejad o alh por Velázquez sobre el tema de la adquisición de pintu ras. Cfr. Pita And rade Siete pecados y otra d.e Infierno, ambas del Bosco, junto a ma pas, cartas de navegar. . ., A. H. N..
J . M., «Dos recuerdos del segundo viaje a Italia», A. E. A ., 1960, n. 130, 13 1 288.' Osna, Cartas, 442.
34
A. G. S., Estado (Venecia), leg. 3.548, fo l. 114. y 37 A . P., leg. 904.

26 8 269
plata esmaltados de diferentes colores», morriones con figuraciones de las cua- y corales menudos, según un gusto todavía manierista. Y a pesar de que Cer-
tro partes del año, mascarones, arcabuces con escenas de la historia de San- vantes en la segunda parte del Quijote había ridiculizado y desenmascarad o
tiago, espadas con relieves del mismo santo y de San Jorge, etc.; otras veces la falacia de las «cabezas parlantes», todavía el escenógra~o y jardi?ero S:o-
las armas servían como donación a embajadores o a lugares cualificados como simo Lotti, que «ha logrado con pasmo general sus admirabl~s ~ maud1tas
la catedral de Toledo, que en 1616 recibe parte de los trofeos de Pío V con trasformaciones», inventó una cabeza de sátiro «que con mov1m1en to fero.z
motivo de la batalla de LepantoJs. ' mueve los oj os, orejas, y cabellos, y abre la boca con tanta fuerza Y. ronqm-
4
. El aspecto heroico de las colecciones, centrado en Ja armería, no era ol- do, que espanta y asombra a qualquiera que no esté sobre av1so» º.
vidado en unos tiempos en que este sentido empezaba a declinar de manera Pero, como decimos, es hacia la década de Jos 50 cua~do el rey, ayuda?o
fatal para la monarquía española, antes bien, se trataba de revalorizarlo ya y asesorado po r Velázquez, inicia Ja definitiva remodelac1ón de las colecc10-
co~ un sentido eminentemente decorativo. Y si desde el punto de vista pic- nes encaminándolas hacia un gusto plenamente barroco.
tórico los momentos culminantes de la glorificación monárquica se enco ntra- La terminación definitiva de las obras de El Escorial, señala el punto de
ban en el Salón de Reinos del Buen Retiro, la armería real centraba d interés partida de un interés renovado de Fel~pe IV p_or el I?onasterio, «conociénd ole
desde el campo de los objetos suntuarios y maravillosos. Las armaduras del por la mejor prenda de su Monarq~1a>> , segun refiere el padre Santos .. Con
siglo XVII son de un gusto barroco y recargado y, en tiempo de Felipe IV, la ello el rey pretende sacarle del relativo estado de abando?º a qu.e h ab1a .e s-
colección adquiere un sentido claramente orgánico, como evocación de las tado sometido en tiempos de Felipe III, durante cuyo remado rn se hab1.an
glorias dinásticas, que llamaba la atención de viajeros como Cosme cle Medici. enriquecido las colecciones artísticas, q uedando algunas de sus dep~ndenc1~s
P .e esta m aner~ es como le aparecen, ya bien avanzado el siglo (1668-69) más importantes - la sacristía entre ella_s- «pobres _en cuadr?s», m se. hab1a
al v1s1tante florentmo. Tal como se situaba en estos momentos, la galería de incrementado su biblioteca, entre cuyos hbros, a mediados de siglo, hab1a «po-
armas se ordenaba por medio de armarios donde se custodiaban las armas cos modernos» 41.
ligeras, encima de las cuales se situaban las armaduras de los caballos, a un A este estado de cosas - recordemos que la descripción de Cassiano del
lado l~s de Carlos V, Fernando el Católico y el Gran Capitán, y al otro, las Pozzo en 1626 no recoge sustanciales novedades respecto a noticias anterio-
de Fehpe 11, Ill y IV. En medio de los armarios aparecían las espadas: la de res de Sigüenza y Almela- pone fin Felipe I V. Para ello da a la librería un_a
R?ldán, la del Cid, otras del Gran Capitán y algunas bendecidas por el Papa, generosa renta de 400 ducados para incrementar y conservar los fondos bi-
mientras que del te~ho colgaban los estandartes de Carlos V y el usado por bliográficos y procede, a instancias de don Luis Méndez de H.aro, a ~na com-
don Juan de Austria en la batalla de Lepanto. Si ésta era la sala principal pleta remodelación de las colecciones artísticas del monasteno, debida tanto
do.nde se exponían como en un museo las armas que recordaban los perso- a razo nes de orden estético como representativo, «porque aunque en San Lo-
najes y hechos heroicos de la Historia de España, en una pequeña estancia renzo el Real hay tantas cosas grandes del Tiziano, hay otro mucho pedazo
contigua aparecían las armas y objetos exóticos y rar os. «La estancia está lle- de pintura muy malo, indigna de estar en aquel lugar y entre las otras; y como
na - dice Cosme de Medici- de armas europeas y turcas, o curiosas por la aquel es un teatro adonde continuamente van a parar todo el año tantos _ex-
factura o raras por el temple»; así, había ocho o diez trineos y dos carrozas tranjeros, y lo admiran por maravilla tan gr ande, holgaría yo que se pudiese
grandes de materiales preciosos, una de plata y otra recamada de coral, re- ir quitando todo Jo malm>42. .
galada la primera al príncipe don Baltasar por el Consejo de Hacienda, y la Así, en 1656, el rey encarga a Velázquez el traslado a El Escorial de 41
otra a Fehpe IV por el duque de Terranova, una litera de Carlos V, seis ca- cuadros de primera categoría sacados de sus palacios madrileños, haciendo
ballos de madera, un yelmo a la usanza de los reyes de Granada y una rareza así algo que no había querido hacer con motivo de la decoración de la Torre
naturalista que vuelve a introducirnos de nuevo en el mundo típico de la cá- de la Parada o del Buen R etiro. Con ello no se satisfacían los sentimientos
mara de maravillas: «Muestran -dice- como cosa rar a de la naturaleza una piadosos del monarca, ni, como quiere Justi, se prentendía quitar de su vista
espada que por haber permanecido casualmente sepultada durante mucho cuadros que, por h aber pertenecido al desdich ado Carlos 1 de Inglaterra, de-
tiempo el agua le ha formado alrededor de la cruz de la guarda un adorno
de piedrecitas naturalmente aj ustadas» 39. 'º Carducho, op. cit., pág. 429.
Es ui:i gusto que se resiente a desaparecer. Sabemos que Felipe IV visitó " P. de los Santos, Descripción breve del monasterio del Escorial... , Madrid , 16~7. 1666,
la colección oscense de Lastanosa, que en inventarios palaciegos todavía apa- 1681 y 1698, ed. 1698, fol. 103 r. S obre la disposición de los cuadros d~l monasterio, ~;ªt
P. de Andrés, «Relación anónima del siglo XVII sobre los cuadros del Escorial», A . E. A . (1 ),
recen residuos de objetos naturalistas, y que su despacho se decoraba con oro págs. 49-64; G. de Andrés y E. Harris, .«Descripción del Escoria~ por <::assi~no del f~:;~:¡
A. E. A . ( 1972) , anejo; J . M . Mo rá n T unna-F . Checa, «Las colecciones p1ctóncas del
· Ja A. P., Armería, C. 308/ 3, 4 y 5. y el gusto barroco», Goya, 179 ( 1984), págs. 252-261. d · d 198 t
39 Viaje de Cosme II por España (1668-1669), ed. de Ángel Sánchez de R ivero que compren- • 2 Duque de Berwick y de A lba, Documentos escogidos de la Casa de Alba, Ma n ' '
de Madrid y su provincia , Madrid, 1927, pág. 33. página 492.
271
270
bían recordarle la fugacidad de las cosas mundanas; se trataba de algo d is-
tinto: renovar y poner al día la colección escurialense un largo proceso que
no vio terminado el rey, quien, poco antes de morir, había decidido un nuevo
traslado para continuar la decoración de los Capítulos, encargándose Maria-
na de Austria de cumplir sus deseos póstumos.
Tras la intervención de Felipe IV, en la que no q uedó pieza que no viera
mejorado su adorno, según cuenta el padre de los Santos, no só lo se enri-
queció la colección con un aporte importante de obras, sino q ue se remodeló
la preexistente, según los criterios del nuevo gusto artístico del Barroco, re-
valorizándose algunos de los cuadros que estaban allí desde tiempos de Fe-
lipe 11 al colocarse en lugares de mayor honor, como fue el caso del Martirio
de San Mauricio. de El Greco.
Si en las pinturas del Alcázar y Buen Retiro, Felipe IV había mezclado
los temas religiosos con los profa nos, en El Escorial los cuadros donados por
él van a ser en su totalidad, y de acuerdo con el carácter del edificio, de tema . · M d ·d Museo del Prado.
Tintoretto, Lavatono de los pies, a n ,
religioso. En realidad, los dos lugares que recibieron la máxima atención por
parte del rey y Yelázquez, la sacristía y las salas capitulares, se concibieron
como verdaderos museos de lo mejor que en el terreno de la imagen sagrada . c ava io fue donado por el almirante
poseía la colección real. moneda de Carlos l , mie ntras que el ar _ggla Huida a Egipto, de Ticiano,
Hay dos criterios que parecen presidir las decisiones con respecto a la sus- de Castilla, Y el Noli me ta~g~re de Cor~egri~gen del Pez de Rafael, expuesta
titución de los cuad ros que, dispuestos en tiempos de Felipe II, desaparecen y la Purificación de Ver?nes, JUnt~ ~on a d Medina de las Torres y el San
en otra sala fueron tra1dos por e uque e
en 1656. Pues, si para el traslado de la sacristía de los tres cuadros de M. Cox- ' . . 1 condes de Benavente.
Sebastián de T1c1ano por os d l . , n es más tardía que la de la sa-
cie que se encontraban en ella - d os de los cuales se instalan en el lugar se-
cundario de la capilla del colegio- se podrían invocar razo nes de calidad, ªf
Las salas capitulares, c~ya remob e i~ue interviene Felipe IV y su apo-
son ya sentimientos de estricto gusto artístico los que debieron inclinar a Ve- cristía, son el otro gran ~on~unto ~f re e Presididos ambos capítulos por dos
lázquez a retirar ciertas obras del Bosco, la Crucifixión, de Van der Weyden, sentad or, sien_i.~re con cnteno; a~~i~~s~n el del vicario y una Oración en ~l
y las demás tablas flamencas que, según Sigüenza, colgaban de las paredes. cuadros de T1c1an~, un San. ~r? decoración constaba de cuadros de Jero-
Se sustituyen por un conjunto que, presidido por La Perla, de Rafael, con- huerto en el del p~10r, su pnm1~1v(?) y Lavinia Fontana en este último, y de
serva las tres obras que ya se encontraban de Ticiano, a las que añade otras nimo Sosco, Muc1ano, Masacc10 . ·o J acopo da Parma en el del
de este mismo artista, de Tintoretto, Andrea del Sarto, Veronés, Luca Cam- obras de Navarrete, Carlos Vero~éi5, ~orr~;g~el1zquez el capítulo del prior
biaso, Caravaggio, Carracci, Sebastiano del Piombo, Guido Reni y Correg- vicario. Pues bien, tras la re~o ..J' ac1~n Rafael Rub;ns, Van D yck, Guido
gio. La conocida opción estética ita/ianizante del rey aparece muy clara y se aparece adornado con obras e er~~esl vicario' con obras de Ticiano, como
abando na el gusto de Felipe II, oscilante entre el clasicismo italiano y el ma- Reni, Ribera y Jac.opo da Parm:, Y..J' ~ ck C~mpi Stanzione, Tibaldi, Ri-
nierismo flamenco. Y aunque el criterio del tamaño de los cuad ros adapta- La religión socorrida por Espana, b an y La túnic~ de José, que se encon-
bera Giorgione, el Greco, y una o '.ªsuya,
bles a los huecos preexistentes fue uno de los fundamentales a la hora de su
colocación, es indudable que en la sacristía escurialense se prentendió crear trab~ anteriormente en el Buen Retz{º· . tura flamenca se produce en la con-
un museo muy escogid o de la pintura italiana que podía ser del agrado de Pero el verdadero desastre para 1ª piln ter1·or albergaba algunas de las
. . d p · que desde e s1g o an , ,
un monarca barroco: Rafael, manieristas toscanos y parmesanos, venecianos ugua Celda e1 n or' , l , la colección real. Alh estaban to-
del siglo XVI , naturalistas caravaggiescos, y clasicistas como Carracci y Gui- obras principales que de esta escue a p~se~~ La adoración de los R eyes y el .
do Reni. Los mismos criterios se aplican a la reorganizació n de la antesacris- davía en 1657 Las tentaciones de San .n otn,blas de Patinir entre las que se
co J·unto a vanas a ' ,
tía, en donde los cuadros flamencos se sustituyen por obras de T iciano, Ve- Carro del heno, d e1 Bos ' l y el San Jerónimo y el lean; pues
ronés, Ribera, Rubens y Van Dyck; es decir, otra vez pintores venecianos y contaba El milagro del pan ~ os peces adras de H errera Barnuevo. Nos
modernos flamencos de estirpe tan venecianista como Rubens y Van Dyck. bien, en este momento se sustituyen I?ºr cu ntra obras que nada decían a la
Conocemos la procedencia de algunas de estas obras, y ello nos vuelve a encontramos ante un verdadero «c~st1~~» ~?vo que cuadros del Bosco, yvey-
confirmar la importancia que Felipe IV quiso dar a la pieza: La Perla, de Ra- sensibilidad barro~a pues es muy .s1~nt.1 ica :mplazamientos, aparezcan, JUnto
den Patinir. .. , retirados de sus pnm1 ivos
fael , El lavatorio de Tintoretto, y la tabla del Sarto, se compraron en la al-
' V3
272
a simples copias de Rafael y Ticiano . .
tan retirados como la sala anterior al y Pl?tores de segund ~ fila, en lugares la Pieza Ochavada constituye un salón de planta octogonal, con sus muros
del colegio que, según el padre de losP;t10 de los Ev~ngehstas o la capilla articulados por ·medio de nichos, pilastras, columnas y un doble friso de ven-
obras. que ya habían dejado de interesar. antos, se destinaron a almacén de tanas. La inspiración más evidente, muchas veces recordada, la encontramos
Finalmente, otros dos lugares im en la Tribuna de los Ufizzi, tanto por su planta, como por su colocación en
iglesia de los monjes. En la primera ~ort~ntes son el aula d~ la escritura y la el palacio y, sobre todo, por su destino museístico. Aquí encontraron acomo-
r~a, de Ticiano, junto a otras obras ~u~~ ; ~a ~-t~ba en el siglo XV I La Glo- do varias de las estatuas y vaciados traídos por Velázquez de Italia y otros
b1aso, Felipe IV incor ora nueva . e m oretto, Navarrete y Cam- encargos escultóricos regios: los siete planetas de bronce, que vinieron de
ade~ás de la Virgen Pez, de ~~~:e~s ~m~¡rt~nt~s, de Ticiano y Veronés,
Íe1 Flandes, traídos por el Cardenal Infante, y que primero adornaron el Buen
Medrna de las Torres. En la se und . ' ra1 a e apoles por el duque de Retiro, doce medallas de mármol, tres figuras de bronce de tamaño natural,
taciones de cuadros en el reinalo d ªF- s{n que ll~gue a haber excesivas apor- cuatro bustos de bronce y, en el medio de la sala, un Espinario, que procedía
nificativas remodelaciones Sab e e ipe IV, s~ se producen en cambio sig- de las colecciones de Felipe II.
de Ticiano - El martirio d~ Sanerzos que en el s1glo _~v1 poseía tres cuadros Y si la arquitectura y escultura nos remitía a un mundo clásico e italia-
tierra de Cristo-, pero el to no eº::~~od I~ Ad_oraczon de los R eyes y el En-
que comienza a cambiar en l 65! e a _pieza era de austeridad. Tono
nizante, las pinturas, todas ellas de Rubens y su escuela, nos hablan de los
aspectos barrocos del gusto del rey. Sólo en el techo había - según los in-
º.b~as, entre las que destacan tres gr~~~ne~~i!~z1~c~rp~ran ~¡ lugar más de 30 ventarios de 1686 y 1700- una obra de Tintoretto, Tres ninfas y un Cupi-
nczo, del Greco, procedentes de otras de s ~ ambiaso ~el San Mau- do, ya que el resto, hasta 21 pinturas, lo ocupaban escenas mitológicas
«donde no se gozaban tan bien como ~enden~ias del prop10 monasterio y de caza de la escuela flamenca, con obras de Snyders, Van Dyck, Ru-
dedor de cada uno de ellos se 1 aqu1, que tienen buena luw43. y aire- bens ...
los que los temas religiosos se u:a~caron otros cuatro cuadros menores, en Por su parte, el Salón de los Espejos, es decir, el anterior Salón Nuevo,
de Carlos V Y Felipe II con sus resp:c~~ros 1e t~(na heráldico Y los retratos era, según nos lo revela el inventario de 1686, el centro neurálgico de las co-
Cruz. El interés de la pieza reside ivas ami i~s, obra de Pantoja de la lecciones pictóricas y el que con mayor amplitud recogía el sentido represen-
obras de exaltación dinástica sino' .foº;r!~n~o, no sf lo en la recuperación de tativo de la monarquía española en el Alcázar. Todavía pendían de él obras
re - lejos, desde luego, de c~nstit~ir una o .º~e ~ e ~~evo valor que adquie- como los retratos de Carlos V en Mühlberg, de Ticiano, el ecuestre de Feli-
d~I Greco que Felipe Il había relegad ~ei~ndi.ca~wn- el célebre cuadro pe IV, de Rubens, y el Ofrecimiento de Felipe ll de Tiziano, junto a la Ex-
viene a coincidir con la nueva exposici~ a a ac~1stia de las Capas 44, y que pulsión de los moriscos, de Velázquez. Pero, al lado de estas obras alusivas
tor, como son un San Pedro y un S ; qu~ se acede otras obras del pin- a la grandeza y la historia de la dinastía, colgaban otras de tema mitológico,
Como ya hemos dicho la remo:~ '.~nc1sco en_los Capítulos. obra de Rubens, Velázquez y Ticiano; bíblico, de Tintoretto, Veronés y Ri-
zar dirigida por Veláz ue~ centr , ac10n. ?e la pinacoteca regia del Alcá- bera, que han de entenderse no tanto con un sentido programático de tipo
los Espejos y la Pieza Óchavad ~.su¡ at~nc10n en dos esp~cios: el Salón de histórico o heroico, sino como un manifiesto de los gustos pictóricos reales,
como Salón Nuevo y como vi~·os i ~ b~1m_ero er~ el conocido anteriormente siempre oscilantes, como tantas veces hemos dicho, entre la pintura venecia-
sita por parte de Feli,pe IV desd , ª. ia sido Objeto de una atención exqui- na y el neovenecianismo de Pedro Pablo Rubens: las Furias, de Ticiano,
. e comienzos de su · d ¡
tituye una obra de nueva construcción di - d rema º: e segundo cons- Jael y Sísara, Sansón y Dalila, de Ribera, Venus y Adonis, Psiquis y Cup ido,
exponente de los gustos reales a med ' , s~na o por Vela~q~ez, y perfecto de Yelázquez y obras de Tintoretto, que se colocaban encima de los espejos,
el barroquismo de Rubens Y su ese 110 ~armo entre el clas1c1smo italiano Y alternaban con una espléndida colección de pintura de Rubens en un suntuo-
vés sobre tod o de un corte atri bui~e a.Ca ¡?orno los c?nocemos hoy - a tra- so marco de mesas de pórfido y espejos con marcos en forma de águila, cuya
o a ar ier, y publicado por Bottineau 45.
imagen ha llegado a nosotros a través de los fondos de algunos cuadros de
:: Padre de los S~nlos, ed. 1657, fol. 55 v. Carreño de Miranda.
y ~o como quiere Cossío e n las Salas Ca itul Ambos conjuntos - Pieza Ochavada y Salón de los Espejos- constitu-
por <;:amon. Aznar, en El Greco y Felipe 1/ El ares, do nde él_ lo vio. El er ror se perpetúa
~oSSJo, a S1güenza intercalando un parérttes~; «(en~co~a[ 1!,CM~dnd, 1963, al citar, como hace yen el verdadero paradigma de los intereses estéticos del rey y del gusto ar-
e texto del jerónimo. Trevor-Roper p · d as ªas ap1tulares)», q ue nunca existi ó en tístico en España a mediados del siglo XVII. Bonet Correa 46 ha visto con cla-
f 1 · -· . - nncesan Arri 1 L d
a sa v1s10n de Felipe 11 continúa situando el c d s s. on res, 1976- en su acie nt ífi ca y ridad el decisivo papel que Velázquez jugó desde este punto de vista con la
4s Y. ~ottineau, «L'Alcazar de Madrid e t l'ua ro en las Salas Capitulares.
au xv11 s1écle», Bul!etin Hispanique, 58, 1 956mv~nta1~~ de 16.86. Aspects de la Cour d'Espagne traída a España de fresq uistas barrocos como Mitelli y Colonna, que arrasa-
28?-326,_ 450-483, donde publica el inventario J/1!;6 /-452, 60, 1958, págs_ 30-6 1, 145-179, ron las últimas manifestaciones de un gusto arcaizante en el campo de la pin-
re erencias al de 1666; ídem «Les inventaires ro y'º. comenta con amplitud y abundantes tura al fresco, a l plantear ya un auténtico «barroco decorativo>) con sus nue-
1666-1686», L'in_formation de l'histoire de l'arr. f~~~9~19'. h1ston e de l'art, J'exemple del 'Espagne
•6 A. Bonet Correa. «Velázquez. arquitecto y decorador», A . E. A. , 1960, págs. 2 15-249.
274
275
. el Joven. varios Ribera y nada menos q~e el Jardín del amor, de Rubens, bue-
vas concepciones espaciales; lo mismo podríamos decir de Velázquez en el te- ' · ·é el pintor favonto del rey· .
rreno de la arquitectura y decoración arquitectónicas, donde también planteó na muestra de qui n era l . r . detallado de las enormes cantida-
un sentido avanzado decididamente hacia el Barroco. N o nos podemos dete?er en e an~~~~as ue caían sobre el jardín de la
En la misma fachada sur del palacio, donde se situaban las dos salas a des de cuadros que pen~1~n ~e ~asp~ntura flainenca era impresionante, aun-
las que acabamos de referirnos, existía otro de los grandes conjuntos pictó- Priora, donde el predom1~1ol e a la veneciana española entre ellas algunas
ricos del edificio. Nos referimos a la Galería del Mediodía, también llamada que también había obras e a es~ue . das Bóvedas d;l Tiziano, donde se
Galería de Retratos, pues éste era el género pictórico que predominaba en un de Velázquez, y tampoco .de las enorruna los si uientes cuadros de Ticiano:
espacio remodelado por Juan Gómez de Mora. El conjunto más llamativo albergaban Las tres gracias, de R~bens, \ a Of;enda a la diosa de los amo-
era nad a menos que la serie de Doce emperadores romanos que Ticiano pin- Venus recreándose con el amor Y a mus1 ,
tó para el duque de Mantua, Federico Gonzaga, y que Felipe IV había ad-
quirido en la almoned a de Carlos l. El concepto de galer.ía de retratos que se
desarrolla en la Galería del Mediodía parece retrotraernos a las clásicas series
de hombres ilustres del siglo anterior: a la fundamental - y perdida en el in-
cendio de 1734- serie de Ticiano habría que añadir otra, ésta con imágenes
de pintores, probablemente comprado por Velázquez en Italia, que los inven-
tarios antiguos atribuían a Ticiano y que hoy se adjudica a Bord one, Jacopo
da Ponte, Bassano y Tintoretto. Al lado de estas dos series aparecen retratos
de Ticiano, Veronés, Rafael, Sánchez Coello, Bartolomé González y Durero,
junto a cuadros con escenas profanas y religiosas de Velázquez (Apolo, Mer-
curio y Argos, Venus y Adonis, Psiquis y Cupido), Tintoretto, Veronés, Ri-
bera y, naturalmente, Rubens.
En otra ala del palacio, en la Galería del Cierzo, objeto de cuidados des-
de tiempos de Felipe II, cuando estaba decorada con frescos de Rómulo Cin-
cinatto, se albergaban ahora pinturas de Rubens, El Greco, Van D yck, Los
borrachos, de Velázquez, Teniers y Caravaggio, con una significativa remo-
delación respecto a su estado de 1636, cuando todavía colga ban escenas de
monterías, jeroglíficos de Carlos V y, entre otros, seis cuadros del Bosco ,
como La mesa de los siete pecados capitales 47.
Estos son los principales conjuntos, expuestos muy sucintamente y no to-
dos, del piso principal del Alcázar, donde, como hemos visto, se agrupaban
con un criterio museístico y expositivo, una cantidad casi inabarcable de obras Ticiano, Venus con el Amor y la Música, Madrid, Museo del Prado.
maestras. Era aquí donde se desarrollaba el verdadero ceremonial de la Corte
y donde el rey de España recibía legados y embajadas en un marco que no
dudamos en calificar de suntuoso. Pero no acababan aquí las riquezas pictó- . El de Europa Diana y Acteón, La Baca-
ricas del edificio: en la planta inferior aún nos quedan por analizar algunos res, Orfeo, Diana y Calzxto, . rapto . L~crecia Adán y Eva, Venus
i;!e los conj untos más significativos de los refinados gustos del rey. nal, Dánae, Venus con ~l, espko, T~rq~:~r~ y obras de Veronés, Tintoret-
Es el caso, por ejemplo, de l Dormitorio de Felipe I V, donde en 1636 col- dormida, entre otros; A an y va, te ue 'Velázquez realizó en Italia4s.
gaban retratos reales, Venus y Cupido, de T iciano, los Borrachos, de Veláz- to, etc., junto a parte dde la¡ s .escu~bul~ª!c~mulación de obras de Ticiano, en
Todavía hoy sorpren e a mcre1 . . 1 . . l
quez, la R eligión socorrida por España, de Ticiano, el Comienzo de la gran- d d l. dio del siglo xvm, y que constitma e prmc1pa
deza de La Casa de Austria, de Rubens, obras de Bassano y bodegones y flo- gran p arte salva as . e i.n~en veneciano ue se podía ver en Europa. Al-
reros de Van der H amen y Rubens. Pues bien, tras las remodelaciones de los conjunto de obras m1tolog1cas de~ d ·ridas por Felipe IV, otras forma-
años centrales de siglo sólo el cuadro de Rubens y los bodegones y flo reros gunas de ellas, como ya hhemos ~1s~o, s~s ci:~tepasados Carlos V y Felipe 11, y
ban parte de Ja fabulosa erenc1a e .
continua ron en su sitio. Los Borrachos ya los hemos visto aparecer en la Ga-
lería del Cierzo, y se incorporan obras de Rafael , Leonardo da Vinci, Palma . M drid and the decoration of the Kings summer appart-
• B Cfr. Cr~wford Volk, <~Rubce~~fr1 t42 1981, págs. 513-529; Bottineau, op. cit.
47 Y. Cfr. Botlineau, «L'Alcazar .. . ». aments», Burlmgton Magazine, • •
277
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constituían el otro polo de los gustos reales. Rubens y Ticiano, es decir, la
mejor pintura sensual y hedonista del arte de la Edad Moderna, formaban
los ejes en torno a los que giraba la colección de la monarquía española.
Como sucede en la política exterior hispánica, Italia y Flandes eran la piedra
de toque de los gustos artísticos.
Pero la colección no se agotaba con los conjuntos a los que nos acaba-
mos de referir: en lugares menos importantes colgaban infinidad de cuadros
que multiplican hasta el exceso los géneros y modos pictóricos que hemos vis-
to aparecer en pequeña escala en los coleccionistas particulares. Los retratos,
paisajes, bodegones, vistas de ciudades, mapas, escenas de género, cacerías,
se amontonaban literalmente en pasadizos, salas y saletas. Se trata muchas
veces de obras que el rey había recibido por herencia y que los nuevos gustos
habían arrinconado, pues no se consideraban dignas de aparecer al lad o de
las obras maestras. Aunque, a veces, los inventarios sorprenden con citas
como las siguientes: «Quatro cuadros... de quatro cavallos, pintados al natu-
ral, los dos originales de mano de Diego Velázquez .. . y los otros ru9ios de
mano de Joseph de Rivera», que estaban entre las pinturas colgadas en los
tránsitos frente al Consejo de Hacienda49.
Otras obras que en el siglo XVI servían para demostrar el poderío y la ex-
tensión de los dominios del rey - en el caso de las galerías de mapas- , la
importancia de su progenie - las interminables series genealógicas- o su in-
terés por las ciencias naturales -las representaciones animalísticas y natura-
listas- se arrinconan ahora, pues sólo los intereses de prestigio, unidos in-
disolublemente a consideraciones pictóricas y estéticas, son los que parecen
llamar la atención.
Todo ello unido a un nuevo gusto que hombres como Rubens, Velázquez
y Felipe IV encaminaban hacia la sensualidad del Barroco. Nada más ins-
tructivo al respecto que estudiar la evolución decorativa de un conjunto como
la capilla real. Adornada con la serie de tapices de los Hechos de los após-
toles, de Rafael, en el altar mayor aparecía hasta 1663 la copia de Coxcie de
la célebre Adoración del cordero místico, de Van Eyck, cuya estética no po-
día ser del gusto de Felipe IV, que, sin embargo, la mantuvo hasta la fecha
indicada, cuando se instaló La subida al Calvario, de Rafael -El pasmo de
Sicilia- , enviada al rey, como dijimos, por don Fernando Fonseca. Pero el
conjunto, cuya arquitectura no había modificado Felipe IV y que resultaba
demasiado austero para los gustos barrocos, fue enteramente remozado por
Carlos 11 y Lucas Jordán, que se encargó de su pintura al fresco, planteando
una imagen plenamente decorativa a la que nos referiremos más adelante.
El reinado del último Austria contempla de esta manera la definitiva adop-
ción de los gustos barrocos tanto en lo que respecta a la colección real, como
en el sentido decorativo que progresivamente van alcanzand o los palacios y
residencias regias. La presencia en España de un pintor como Lucas J ordán
tiene, desde este doble punto de vista, una importancia decisiva, pues no sólo
decoró con amplios ciclos al fresco conjuntos tan significativos como partes
Rafael, Caída del Calvario. Madrid. Museo del Prado.
49 Bottineau, op. cit.
279
278
de El Escorial o el Buen Retiro, sino que dejó aquí una amplísima muestra
de obras al lienzo.
Pero la colección real no experimentó, ni mucho menos, un movimiento
similar al de tiempos de Felipe IV; y, aunque no podemos decir que Car-
los 11 no estuviere interesado de manera absoluta en el tema de la pintura
- ahí está su interés comprobado en el desarrollo de los ciclos jordanescos de
El Escorial o Ja instalación en la sacristía del mismo de un cuadro tan im-
portante como La adoración de la Sagrada Forma, de Coello 50-, en su épo-
ca desaparece el refinado mecenazgo de su padre.
Felipe I V había ordenado por vía testamentaria vincular a la Corona, jun-
to a objetos de carácter religioso y simbólico, toda su colección de obras de
arte. Si con lo primero no se hacía sino continuar una tradición anclada en
una mentalidad antigua, la siguiente disposición es buen ejemplo de la reno-
vada importancia que el Barroco otorgaba a las colecciones pictóricas: «Assí
mismo mando, que anden unidas y incorporadas a la corona de estos reynos
todas las pinturas, bufetes y vasos de pórfido y de diferentes piedras, que el
día de mi muerte quedaren colgadas y puestas en mis cuartos de este Real
Palacio de Madrid, sin que se puedan ni separar de ellas, ni en la más míni-
ma y pequeña parte»51.
Sin embargo, y durante el reinado de Carlos 11, hechos aislados nos de-
muestran la persistencia de una tradición coleccionista. Ahora se compran
cuadros en la almoneda del marqués del Carpio y entran en la colección re-
gia 19 obras de Aníbal Carracci, Rubens, Van Dyck, Bassano, Ticiano, Ribera,
Massimo Stanzione, Veronés .. ., algunas de la importancia de los «ocho ta-
D. Teniers. Escuela de Mo nos, Madrid, Museo del Prado.
bleros ... de los triunfos de la Yglesia, de la tapiceria de Rubens»52. Lo mismo
podríamos decir de los cuadros comprados en la almoneda del marqués de
Liche y que comprendía cuadros de Ticiano, Ribera, Van D yck y Veronés53, 'f
y la presencia en palacio de pinturas de artistas españoles de Ja generación otros cuyo autor n.o se espec1 ica, p h
ero ue nos remiten al mundo flamenco
la barba a unos gatoSll, «mo-
posterior a Velázquez54. de Teniers - por eJe~plo, <mnos mozdos ~:~on Juan de Austria, más q':e
De igual manera habría que tener en cuenta la importante y significativa nos jugando a los naipes»... ~.os cu~ ros onen un punto de inflexión hacia
colección de don Juan de Austria, paradigma de la evolución del gusto en Ja un aporte esencial a la colecc1on regia, sup la escuela flamenca que repre-
, · d s y en contacto con ·
segunda mitad del siglo XVII. Aquí 55 aparecen varias obras de Rubens (bo- gustos mas evo 1uc1ona o l tadas por Rubens como Temers,
dego nes, paisajes, el dios Baco, Saúl y Jacob, La caridad ... ), pero también, y sentaba alternativas diferentes a as represen 56 '
. f d · ' pulo y mecenas>l .
esto no Jo hemos visto aparecer hasta ahora, pinturas de Teniers (ocho pin- de quien don Jua.n ue « 1sc1 II ues la colección no experimenta cam-
turas de batallas, San Liborio, paisajes, una figura de Cristo, el misterio del Durante el remado ,de, Carlos , p de' inturas de un lugar a otro del.os
Santo Sacramento .. .), más 40 estampas de Callot, otras de Tempesta, pintu- bios espectaculares y s1 solo trasla~os ~ás criterios ocasionales y func10-
ras de Ribera (una Virgen, La incredulidad de Santo Tomás ... ), Jusepe Mar- palacios reales, en los, q.ue hemos a~av:r rey la pintura tenía un valor estético
tínez, Navarrete el Mudo, Guido Reni (San Bruno), etc., junto a muchos nales que de gusto art1st1co. P ero p, d adre· por encima de con-
0
y de prestigio simil~r al que le ~abia~torY!s ~~ ~emp;e saldría ganando el
sideraciones numén cas y de ca}1~~dM ~~azo~ la diferencia entre las colec-
S-O Cfr. J . M. Morán T urina-F. Checa, op. cit. ~onarca español, como. y~~~:r~ el ~istinto ~precio que uno y otro sent!an
s1 Testamento de Felipe I V, cláusula 67, ed . Madrid, 1982, pág. 79. Nada se dice, sin em- c10nes d e Carlos 11 y ~u1s 1f , no era más que un adorno de tipo
bargo, de los otros conjuntos pictóricos del rey. por la pintura. Pues esta para e canees
s2 A. P., Ieg. 768.
S3 Ibídem.
s4 Ibídem, cfr. el inventario de Carlos ll . S6 Madrazo, P ., op. cit .. pág. 148.
ss A. G. S.. C. y S. R .. Iegs. 222, 229 y 230. La tasación es hecha por Rizzi y Carreño.
281
280
político y no una cuestión de u t . b
º;
la colección del cardenal Maza~i:o t~~~e:t ~; ~11~ e~ que se negó a aceptar
con ella, la de Fouquet y la colección de raba~ o e co':11prar para el rey;
como base, recogió el proyecto de Richelie~ de os de M1chel de Marolles
soros reales que constituiría una mag 'f f~rmar un museo con los te-
tistas de academia, inaugurándose en 7~81c4alaesgcaulee ~ pdaral Lla formación de ar-
p d ' .. · na e ouvre CAPfTULO XVII
ara OJICamente iba a ser un nieto de L . XIV .
tesoro pictórico español abriendo un u1s el .he~edero del fabuloso
va a ser objeto aquí d~ estudio Co~u~to nuevo, el d1ec1?chesco, que ya no

e.nt~~7~;~~i~~~l~~ 1::e~~~~~sd~~~~~~~~if~t1~~~1~ºaj~~r:e~!e~~:~e1~elft~ Las colecciones de la nobleza


ndad neoclásica- y las destine al gabinete d y g~ un. gusto opuesto a la seve- En 1638 el desarrollo del coleccionismo entre la nobleza española había
gar más adecuado. Los saberes a se , e ~encias. Naturales como su lu- alcanzado ya una difusión tal que aparece mencionado, como una novedad
segunda mitad del siglo xvm y ¡ .
~a.bian d1~erenc1ado plenamente en la digna de destacar, en la correspondencia de Sir Arthur Hopton. Para el em-
un valo.r público que decidió,' en l f~~n~~10s,d~l siglo XIX, la pint11;ra_ adquiría bajador inglés la nueva situación se debía personalmente al ejemplo de Feli-
en la historia de la colección regia· ;nt ose onap~rte a dar un ultimo paso- pe IV, cuyas prácticas coleccionistas habían servido de acicate a las clases aris-
ción del Museo Josefino . . once~ se emite el Decreto de Funda- tocráticas, que habían seguido también los gustos artísticos del rey.
«multitud de cuadros qu;~;1~~~:~~ poi8ter~or Museo del Prado- para que Indudablemente es cierto el enorme impacto de las colecciones reales; y
como de primeros modelo~ Y ~uías a l~s :a1~1~~~s~;1_los conocedores ... sirvan la llegada masiva de paisajes, floreros y bodegones para el Buen Retiro en la
década de los 30 tuvo unas repercusiones importantísimas en el desarrollo del
género. También es indudable el destacado papel que como animador cultu-
ral desempeñó el rey; su posisición, sus recursos, sus agentes en el extranjero
y la finura de su gusto artístico le capacitaban para ello como a nadie. Pero
esto no debe hacernos olvidar el papel que tuvo en este lanzamiento un de-
terminado sector de la nobleza.
En gran parte la gloria de haber dirigido a Felipe IV por la senda delco-
leccionismo a gran escala y el mecenazgo artístico - un camino al que, por
otra parte estaba ya abocado por temperamento y tradición familiar- co-
rresponde al conde duque de Olivares, quien supo ver muy pronto la impor-
tancia política de tales prácticas. Y, vinculado al conde duque, que había im-
portado a la Corte la tradición del pujante mecenazgo sevillano, surge un nú-
cleo de nobles que se van a contar entre los coleccionistas más importantes
del siglo en nuestro país y fuera de él: el conde de Monterrey, el marqués de
Leganés, el almirante de Castilla, don Luis de Haro y el marqués del Carpio,
cuya muerte fue sentid a como una verdadera desgracia por las colonias ar-
tísticas de N ápoles y Roma. Todos ellos tuvieron la oportunidad de reunir
magníficas colecciones gracias al apoyo de su pariente, el conde duque, que
les facilitó los medios de enriquecerse, y al desempeño de misiones diplomá-
ticas en Flandes e Italia, que les permitieron seguir de cerca el desarrollo del
arte moderno en dos de sus focos más importantes y hacerse con sus colec-
ciones en origen, aprovechando las prerrogativas de su cargo . Tal es la fama
del marqués de Peñaranda, virrey de Nápoles en 1664, célebre por sus sa- ·
queos a las galerías locales; fama ésta a la que tampoco fue completamente
57 La disposición sobre el tesoro del de lfín está en
ajeno el conde de Monterrey.
Museo del Prado, cfr. M. de Mad razo H ' . d A . P.. leg. 756. Sobre la fu ndación de l Los Diálogos de la pintura, de Carducho, reflejan la intensidad de los in-
1
drid, 1945, págs. 53-54. El Museo del P·r~do tnso1osre1ah e" Musl.edo del Prado 1818-1868. ed. Ma- tercambios y la riqueza de las colecciones madrileñas, de las que cita más de
ana rea 1 ad hasta l 8 l 8.
una veintena a comienzos de la década de los 30. Colecciones éstas que ya
282
283
están sólidamente constituidas en 1633 - . .
Carducho y de la inauguración del B ' a~o ~e la publicación de la obra de Los gastos suntuarios de estos personajes, en los que chapaleaban alegre-
rona está empezando a realizar de fo~en .etiro,, e.n las fechas en que la Co- . mente en medio de una época de crisis, eran fabulosos y apenas se vieron afec-
mos coleccionistas - piénsese en el ma~~ ~1s~e~t1ca y a tr~vés de esos mis- tados por ella. Y si gastaban tal cantidad de dinero en joyas, cuadros y ta-
de Monterrey- los grandes encar o q es e . astel Rodngo o en el conde pices era tanto por afirmar su posición y seguir los dictados de la moda ema-
residencia madrileña que en muchg s y el acop10 de cuadros para su nueva nados del propio palacio, como porque la falta de alicientes para la inversión
· . ' os casos se nutrió con los t d de la economía castellana y las continuas fluctuaciones de la moneda hacían
prop10s particulares, que fueron invitados ad esoros e los
aposentos. ecorar a su costa algunos de sus aconsejable, como señala Elliott 7 , gastar en este tipo de productos los exce-
Estas demandas del rey que 1 ., . dentes de capital para asegurarlos contra la continua depreciación de la
un chantaje encubierto era~ uno~ plerm1t1an ennq~ecer sus colecciones bajo moneda.
de la Corte; y el marqués de Le :né~s grandes peligros de los .coleccionistas Así, el aspecto de sus palacios era tal que al duque de Arschot, alojado
para tres o cuatro salas una g , ' que, tuvo qu: p~oporc10nar cuadros en casa del marqués de Leganés, le parecía estar «como en el paraíso» 8; y los
en 40.000 ducados para~alvarg~~e~~~· aade.i::ias ~el un nqu1s1mo tapiz valorado testimonios literarios hablan continuamente de palacios en los que «todo es
su casa i, satisfizo las peticiones del r pinas e re~ p~rte del mobiliario de salas y aposentos, / dorados los pavimentos / y los techos de cristal; / con
embargo, las donaciones de obras de ~~t~arca co~ lagnmas en los ojos. Sin pintura celestial / en paredes y cimientos» 9.
s: agradecían o se solicitaban mercedes de pa'.ti~ulares ~l rey, con l~s que Y si los interiores de los palacios son de una decoración fabulosa, no lo
bia dentro de una política normal de i 't eran t~act1ca habitual que se inscri- son menos ni su mobiliario ni sus pinturas, cuidadosamente dispuestas en apo-
nobleza y de la nobleza entre sí n erca!1'. JOS y regalo~ entre el rey y la sentos y galerías, como la de don Alonso de Sotomayor en su casa del Espi-
obras artísticas As1' el m1·sm , que, pedrm1tia una gran circulación de las nar, decorada a imitación del Alcázar con oros en paredes y techos 10, o la
· • o marques e L ' ·b ·
dos espléndidos retratos de Tic· eganes rec1 e en cierta ocasión del marqués de Villanueva del Fresno, ante cuya colección Carducho no sabe
. iano como regalo de su maJ·e t d 2 ·
qué admirar más, si la «grandeza y singularidad de sus muchas pinturas» o
su vez deja nuevas mandas en su testame s a ' a quien a
de lo que a su Mgd deuo ( ) nto, y entre.ellas «en reconocimiento «la hermosa compostura y aseo con que están repartidas» 11. Disposición ésta
· · · ·· Y porque son muy dign d
s~rua de ellas», seis bodegones de figuras de Al . d as .e que su Mgd. se que empieza a hacerse con nuevos criterios expositivos: son fund amentalmen-
c1dentalmente nos habla de la v 1 ., eJan ro Adne?sen 3, lo que in- te obras de arte -pinturas y esculturas- colocadas en ambientes grandes y
dos del siglo. También el testam:~~aci~~· de este ~énero de p~nturas a media- despejados, las galerías, que favorecen la contemplación de las obras. P or
das y las indicaciones de los cuadro/ 17ventano de Leganes, con sus man- otra parte, en estas nuevas galerías de pintura, ante la ostentación, ha desa-
corno un claro exponente de la circul:e.~a addos.por él durante su vida sirven parecid o ya el antiguo concepto de privacidad e intimidad 12 que caracteri-
la nobleza 4. c10n e pinturas entre los miembros de zaba a las colecciones de maravillas del siglo anterior y que en éste se siguen
Estos coleccionistas interca~bi aban d, manteniendo, de manera significativa, en aquellas en las que todavía pervive
- Carducho 5 nos habla de unas fe . ~ ven ian obras de arte entre sí aquel tipo de coleccionismo y que fueron examinadas en un capítulo ante-
rante de Castilla de un Ticiano sei:1~~t:eahz~das entre. uno de ellos y el almi- rior: la de Lastanosa, la de Juan de Espina, la de Lorenzo Ramírez de Pra-
y algunas culebrinas- y acudí~n puntu~tos e Antonio Moro, doce estatuas do ..., en las que, por su concepción iniciática de coleccionismo, continúa ha-
~elebraban -en la Corte y no sólo a llmente a todas las almonedas que se biendo reticencias a franquear sus puertas a cualquiera. Nada más opuesto a
importantes sino también a aq ' lalque as en que se remataban colecciones ello ni más clarificador del nuevo panorama que numerosos pasajes de co-
'
venta una docena ' escasa de' int ue as muy pequeñas en 1as que sal'ian a la medias contemporáneas en las que resulta habitual la visita a las galerías de
de los bienes del canónigo J~sé ~~aes~ac~mo, por poner .un único ejemplo, la pinturas de los palacios; así, en La mayor victoria, el dueño de la casa res-
el duque de Alburquerque y el marqué: dec:Z~~~~~o pinturas se disputaron
~ J. Brown y J. H. Elliott, op. cit .. pág. 112. 7 J. Brown y J . H. Elliott, op. cit., pág. 237.

V. Carducho, op. cil., pág. 435. a Duquesa de Berwich y de Alba, Documentos escogidos de la Casa de Alba, Madrid, 1891,
3
A. H. P. M., prot. 6.265. pág. 478.
' Pacheco (op. ci1., 1, págs. 148-9) nos informa . 9 Lope de Vega, La bella Aurora, ed. Menéndez Pelayo, t. VI, pág. 222. Véanse también
S an Juan, de Rafael, de la colección Le , . ' por ejemplo, que La Virgen con el Niño El milagro de los celos. ed. cit., X, pág. 202, o La quinta de Florencia, ed. cit., XV, pági-
a su v.ez la había rc:cibido del duque de }~~;~~~i~~1~!ertenec1do ª.ntes al duque_ de Osuna, quie~ na 365. ·
ademas de los d1st1ntos artículos que se .t é bre el .coleccJOntsmo espanol del siglo xvn 10 J. de Piña, op. cit., págs. 44 y ss.
chez, Pintura italiana del s. XV!! en Es ~~:nr.; ;s~ el capitulo que le dedica A. E. Pérez Sán: 11 Op. cit., pág. 423.
s Op. cit, pág. 41 7_ P . a nd, 1965. 12 Palomino al hablar del pintor Jerónimo de Bobadilla (op. cit. pág. 999) cuenta que «.su
6
A. H. P. M .. prot. 12.006. casa toda era un camarín continuado de cosas del estud io de la Pintura... pero no para prestarlo
a nad ie, sino sólo para su gusto y aprovechamiento».
284
285
ponde a las demandas de dos desconocidas que querían visitar la suya dicien-
do: «Mirad cuanto gusto os diere; hoy está franco el palacio» 13.
Y en su interior admiran cuadros de Ticiano, Rafael, Miguel Ángel y Ru-
bens, en los que son ricos citas e inventarios 14 • Y aunque, sin duda alguna,
muchas de las atribuciones eran exageradas, como las de la colección de
don Suero de Quiñones, donde los Orrentes pasaban por Bassanos, según
Ulloa y Pereira, la calidad de las colecciones era indiscutible, como lo pro-
barían las identificaciones actuales si no fuera bastante ·el testimonio de per-
sonajes indudablemente entendidos, como Carducho, y el criterio de los co-
leccionistas certero: el marqués de Leganés y el marqués del Carpio fueron
situados, respectivamente, por Rubens y Bellori is a la cabeza de los entendi-
dos en pintura de su tiempo; y hombres como el marqués de Castel Rodrigo,
protector de Claudio de Lorena, y el conde de Monterrey no les iban a la zaga.
La colección del conde de Monterrey 16, cuya joya indiscutible eran los di-
bujos de Los nadadores, de Miguel Ángel, era una de las más importantes
de la Corte. Y ello por la calidad de sus obras más que por la cantidad, pues
los 265 cuadros inventariados a su muerte, en 1653, distan mucho de alcan-
zar los 1.333 asientos de pintura que aparecen en el inventario del marqués
de Leganés, sólo dos años más tarde. De todas formas las colecciones ma-
drileñas eran únicamente una parte, indudablemente la mejor de sus posesio-
nes, que se completaban con las de sus casa de Galicia y Salamanca y con
las que tenía depositadas en fundaciones religiosas como las Agustinas de
Monterrey, donde tenía su tumba y el retablo con las pinturas traídas de Ná-
poles; o el convento de las Carmelitas Descalzas de Valladolid, d onde tenía
depositada una Sagrada Familia, de Rafael de Urbino. ·
Nombrado embajador ante la Santa Sede en 1628, al poco tiempo de su
llegada a Roma consigue hacer para el rey de España una de las compras
más espectaculares y más comentadas del siglo, la Bacanal y la Ofrenda a Ve-
nus, de Ticiano, de la colección Ludovisi, y su mecenazgo compite con el de
los propios círculos oficiales romanos. En 1630 hospeda a Velázquez, y pin-
tores como Domenichino y Lanfranco gozan de su protección. Protección
que mantendrá después de su partida de Roma para ocupar el virreinato de
Nápoles y que extenderá a los artistas napolitanos, y entre ellos a Ribera, Fi-
nelli y Fanzago.
Su estancia en Italia, en los años de la formulación del clasicismo y de
las disputas en La Academia de San Lucas, fue fundamental para la consoli-
dación de sus gustos, y el gobierno de Nápoles lo fue para la formación de

tJ Lope de Vega, La mayor vic1oria, ed. cit., t. XV, pág. 130. Váse también La prueba de
los amigos, t. XI, pág. 112, y también Juan de Piña , op. cit.
14 Ticiano y Rafael, j unto con M iguel Ángel, son los autores más nombrados por Lope de
Vega en sus descripciones de galerías de pinturas.
11 R . M agurn, The Letters of Pe1er Paul Rubens, Cambrid ge Ma ss, 1955, núm. 145, 27 de
enero de 1628; Bellori, Le vi1e inedite (Guido Reni, A ndrea Sacchi, Cario Mara11a), Roma, 1942,
pág. 142.
16 A. E. Pérez Sánchez, «Las colecciones de pintura del conde de M onterrey», e n Boletín de · ·N /' 1692
El Conde de Monterrey, Parrino, Tea1ro eroico de Vicere d1 apo '· .
la Real A cademia de la Hisloria, C LXXIV, 1977, págs. 41 7-459.
287
286
Catalina, de Artemis~ Gentileschi, quedando la media de su calidad muy por
sus colecciones. Monterrey era hombre ansioso por «ver y allegar cosas ori-
ginales» 17 y nunca dudó en aprovechar su poder para apropiarse de obras de debajo de la de las·pmt_uras de l~ cas~. sivamente al arte italiano era ~a que
las colecciones napolitanas 18, llegando a reunir un botín que, al ser transpor- Otra colección dedicada casi e~cl ~ fantado tenía en Madrid. Su mven-
tado a España, ocupaba 8.000 bultos, entre los que se contaban varias esta- don Rodrigo de Mendoza, duq~e e :ingún pintor salvo Ribera, que no
tuas de mármol y bronce y dos magníficas fuentes de mármol decoradas con tario, hecho en ~657 ~1 no menciona ªdiferencia de 1a'de Monterre~, er~ una
esculturas para adorno de su jardín madrileño 19, donde mandó contruir a sea de dicha nacionalidad . La suY.ª•. a t , muy poca importancia , siendo
Juan Gómez de Mora una galería, dispuesta en tres salas y con nichos en las colección en la que la pintura rehg~sa ~~1~sunto m itológico y los retr.a tos,
paredes para esculturas, para albergar parte de sus colecciones. muchísimo m ás numeros~s }°s ~1l!ªr :~sportante, constituida como tal e mde-
Su colección de pinturas es, lógicamente, una colección de arte italiano de los que tenía una galena ~m1 ia o~ or el resto del palacio, en el que ~?!-
en la que predominan los cuadros de Ribera, de quien tenía 19 originales y pendiente de otros d
retratos d1spers p
·embros de su casta, o
1 s de las principales fa milias
.
varias copias, y de Ticiano, de quien poseía siete originales y dos copias. T e- gaban juntos los e 1os mi . lgunos papas y reyes extranjeros y
nía también obras de Luca Cambiaso, Pordenone, Tempesta, Luqueto, Gio- nobiliarias y los de la casa .re~l, 1u;t? ~ a de los que va a tener un n~mero
vanni Bellini, Massimo Stanzione, Lanfranco, Bassano, Arpino, Albano, Ar- una serie de c~adros de paisajes. a1s¿~~'resto de las habitaciones, mientras
temisa Gentileschi ... Sin embargo, la pintura flamenca y española está muy elevad o de senes para sobreventanas eones - unos diez en t otal- que era e~
mal representada en su colección. De pintores españoles se mencionan úni- que apenas aparecen fruteros y bodeg ue or ejemplo, constituían la casi
camente dos retratos de Velázquez, varios de Sánchez Coello, dos cuadros otro género de moda en este mom~nto y q ':sa de Marchena el duque de
totalidad de los cuadros que tema en su c
del Greco y una serie de cabezas de Eugenio Cajés. La pintura del norte es-
taba representada sólo por un lienzo de Van Dyck, otro de Brueghel de Ve- Arcos22. . , . Mont~rre , una sala dedicada a sus obras
lours, algunos cuadros de Paul Brill y Antonio Moro, varias tablas de primi- Don Rodngo pose1a, igual que te~áticas ni de tamaño, dos de los
maestras colgadas juntas, no por !azones ón de sus firmas. En ella se en-
tivos, tres atribuidas a Durero y su escuela y una a Cranach, siendo sorpren-
criterios 'expositivos habituales, smo eM n radz lena de Ticiano una Santa Ana
dente el hecho de que en una colección importante como ésta y en estas fe-
ch~s no aparezca ni una sola mención a Rubens, uno de los pintores vivos
ª
contraban una v:enus y Adonis y.duna agPiedad del Carracc10¡ o, una D a' nae '·
mejor representados en las colecciones españolas 20. Otro elemento curioso en y una Virgen de R afael, un Cup1 o y ~na d 1 S arto demostrando así su pre-
la colección del conde de Monterrey es la poca importancia que tiene un gé- dt<l Parmigi~nino, Y. un retrdat~ ~e l~~~~~o;re los del XVII, aunque poseyera
nero t~n ~e moda como son los bodegones, floreros y países - en su mayor ferencia hacia los pintores e sig b este momento alcanzaba cotas
R 'bera cuyo nom re en
parte 1tahanos y no flamencos, de Luigi Carboni- , que apenas superan el algunos cuad ros d e i . ' . - oles 23
diez por 100 del total, formado principalmente por pintura religiosa y, en me- muy altas entre los colecciomst~~ esp~del lnf
antado, como tantos otros de-
nor medida, mitológica. El conde de M onterrey Y. e uqu. r o En cambio otros, como el mar-
. Finalmente, otra cosa sorprendente es la colocación de las pinturas, pues mostraban su inclinación.hacia e~rte l~ i~¡is~ inclinaban hacia la pintura fla-
s1 116 de las 265 se encontraban dispuestas en la galería del jardín y gozaban qués de Leganés o Francisco de uevet' o las preferencias de los aficionados
de una exp?sición especial, no se encuentran entre ellas las piezas más im- menea. Ita lianos y flamencos. se reparo1:~ra ectorias lógicas -según sus po-
portantes m las más altamente valoradas en Ja tasación. No estaban allí los españoles, cuyo~ gustos segm~n. las d el si ylo anterior- y mostraban I?ºr el
dibujos de Miguel Ángel; a excepción del Ticio y el Tántalo no aparecen nin- sesiones territonales y .las t~ad~ci~n~~ ~intu~a francesa y holandesa 2s; siendo
guno de sus Riberas; tampoco estaban casi ninguno de sus Ticianos, ni el cua- contrario muy esc~so mteres . acb~ gráficas y no sólo estéticas, las que aca-
dro que alcanzó una tasación más alta, un asunto mitológico del P ordenone. en muchos casos circunstancias . JO d los 'coleccionistas h acia una u otra
baron decidiendo las preferencias e
Éstos, que ocup an los primeros puestos del inventario y que eran las obras
más apreciadas, estaban colgados juntos en una de las salas del palacio. En escuela. . mar ués de Aytona, que estuvo en los
Este es el caso, por e1emplo, ~e 1 t 'iar por Van Dyck según el modelo
el jardín se encontraban, por el contrario, y en gener al, las obras menos va- Países Bajos en 162 1 y 1627 y se hizo re ra
loradas en la tasación: los ramilleteros, los fruteros ... , siendo las piezas más
destacables, aparte de los Riberas, los dos retratos de Velázquez y una Santa 21 A. H . P. M., prot. 8.226., . _ e e
22 A. H. N.. Osuna. 1625, nu_m. 127Ér wn J «Mecenas y coleccionistas espanoles de Jus p
23 Vid. la biografia de P alomino, y o , . . 4
de Ribera», Goya. 183. , F Quevedo Obras Completas. Madnd, _ 19 9.
Carducho, op. cit., pág. 444. . la Cort; de Madrid. De Felipe lll a Felip~ V>>,
17
2• Publicada por L. Astrana . Mann en
18 Sobre él véase Parrino, Teatro eroico e politico di Vicere del Regno di Napoli, Nápoles, 2s J Luna <<introducción a la pmtur_a fra/nHcesa en Madr"1d 198 1 págs. 43-65, y E. Vald1v1eso,
1692; véase también F. Haskell, Patronos y pintores, Madrid , 1966, págs. 177- 178. · ' . · · M" el Ange ouasse, • '
19 J uan Silvestre Gómez, Jardín florido del conde de Monterrey, 1640. en Catálogo de la exp osic,ion igu España Valladolid, 1973.
20 Véase M . Díaz Padrón, Catálogo de pintura flamen ca, Museo del Prado . Madrid . 1975. Pintura holandesa de 1 sig 0 XVII en '
239
288
ecuestre del duque de Lerma, y del marqués de Leganés, otro de los grandes
coleccionistas de la Corte, cuyas pinturas, repartidas entre Madrid y Morata,
superaban ampliamente el millar y medio.
El marqués de Leganés 26 frecuentó desde su temprana juve ntud y de for-
ma asidua los Países Bajos. Primero, siendo casi un niño todavía, como paje
de los Archiduques. Más tarde, en 1630, al servicio de la infan ta Isabel Clara
E ugenia. En 1634, después de otros viajes ocasionales, como general de los
Tercios. P osteriormente, desde 1635 hasta 1641, fue también gobernador del
Milanesad o. Y su colección se encuentra estrechamente ligada a estas vicisi-
tudes de su propia vida .
En 1630, año en que marcha a Bruselas, su colección no era aún impor-
tante. El inventario realizado en esa fecha 27 recoge únicamente 18 pinturas,
de las que 11 son o bra de Ticiano, preferencia coherente con las directrices
del gusto español del primer tercio de siglo. Sin embargo, tres años después
ya aparece citad o por Carducho como uno de los principales coleccionistas
de la Corte y el inventario de las obras que se incluyen en su segundo mayo-
razgo, en 1642 28, lo confirma. Los dos Rubens inventariad os en 1630 se han
convertido en 20; también aparecen ahora 12 lienzos de Van Dyck y nueve
de Quintin Metsys, artista muy de mod a en este momento en la corte de Bru-
selas. También se mencionan ahora cinco cuad ros de Velázquez y siete de
Ribera.
Así, pues, es a partir de 1630 cuando marcha a Bruselas con la infanta
Isabel, cuando empieza a construir su colección. Una colección volcad a hacia
la pintura flamenca, con la que pudo fami lia rizarse ampliamente durante sus
estancias en los Países Bajos, y en cuya formación debió tener parte impor-
tante Rubens - con quien, al igual que con Van Dyck, había trabado rela-
ción el marqués- que probablemente le aconsejaba en sus compras artísti-
cas. No es extraña, por ta nto, la preferencia que muestra por estos dos pin-
tores, y en especial por Rubens; suyo es el cuadro principal de su orator io,
una Anunciación, encargada con toda seguridad al artista, como la Inmacu-
lada que Pacheco dice le encargó durante su estancia en Madrid 29 y que in-
gresó rápidame nte en las colecciones reales. También aparecen en este inven-
tario numerosos cuadros de tipo netamente flamenco: animales de Snyders y
de Vos, paisajes de Momper y de Brill, dentro de las mismas corrientes de
gusto que señalábamos para el palacio del Retiro. Pero señalando el hecho
de que al contrario de lo que allí sucedía - o por lo menos el inventario no
deja constancia de ello- el marqués no poseía ninguna obra de los paisajis-
tas romanos que habían trabajado para el r~y.

26 V. Poleró, ((La colecció n de pinturas del marqués de Leganés», en Boletín de Ja Sociedad


Española de Excursiones, 1899, págs. 122-34; G. López Navío, (( La gran colección d e pintura P. P. Rubens, Inmaculada Concepción ( Marqués de Leganés),
del marqués de Leganés», en Analecra Calasanciana núm. 8, 1962, págs. 2-72, y M. Crawford Mad rid, Museo del Prado.
Volk, «New Ligh t on a Seventeenth-Cen tury Collector: The Marquis of Leganés», en Art BuJJe-
rin. junio 1980, págs. 256-268. En su colección había también un número importante de obras de los pin-
21 A. H P.M. , prot. 6.157.
2s A. H. P. M .. prot. 6.2 10.
tores flamencos de los siglos xv y XVI - Van Eyck, Van der Weyden, Patinir,
29 Op. ci1 .. t. 1, pág. 153. Mabuse, el Bosco y Metsys- que alcanzan precios sorprendentemente muy

290 291
elevados en la tasación, sobre todo si los comparamos con los alcanzados por cuperación, caso de ser ello necesario, de aquellas pinturas que hubieran sido
obras de J ordaens, Velázquez y el propio Rubens, cuyo Rapto de las Sabi- desmembradas del conjunto.
nas, valorado en 4.400 reales, apenas representa el doble de los 200 ducados Su colección de pinturas, cuya «variedad» al mismo tiempo que el «or-
en que se valoró la tabla de Van der Weyden 3º; lo que nos confirma las am- den» y el «acuerdo» de su disposición alababa Carducho, estaba distr ibuida
bigüedades - señaladas ya a propósito de la colección real- a que estaba so- por las distintas galerías del palacio, en series y alternando con sus bustos y
metida la valoración de la pintura de los primitivos flamencos, pues j unto a estatuas34 • Estas series, como era habitual, se organizaban en función del au-
casos de rechazo absoluto y tasaciones muy baj as, como los 33 reales en que tor - las obras del Bosco se encuentran todas juntas, y lo mismo sucede con
se valoran en 1653 dos tablas de disparates de l Bosco en la colección de los las de Metsys- o de su tema; así las numerosísimas series de animales y pai-
Benavente 3', encontramos otros en los que sucede lo contrario, como éste o sajes, a las que ya hemos hecho referencia y los retratos, que siguen desem-
como el de don Pedro de Arce, cuyo tríptico de Las tentaciones de San An- peñando un p apel muy importante dentro de la colección de Leganés, y en
tonio, del Bosco, valorad o en 200 ducados, era una de las piezas más caras cuyo inventario aparecen varias series distintas: una galería de reyes y miem-
de su colección J2. bros de la más alta aristocracia, entremedias de los cuales hay una serie con
En la colección de Leganés había también un importante número de obras fiestas del emperador y otra con bufo nes, entre los que aparecen Pablillos y
italianas de Ticiano, Rafael, Veronés, Bassano, Correggio, Ribera .. . y espe- Calabacillas, de Velázquez, y el enano Perejón, de Antonio Moro. Muy pró-
cialmente de artistas del norte de la península, que tuvo ocasión de adquirir xima a ella existe una galería de hombres ilustres, una de las pocas que que-
d urante su estancia como gobernador del Milanesado, sin que ello llegara a d an ya en estas fec has35, encargada a Vanderhamen, y en la que se represen-
sup oner un cambio en la orientación de su colección, más de la mitad de cu- tan personajes contemporáneos: Lope de Vega, Francisco de Quevedo, F ran-
yas piezas identificables seguían siend o flamencas en el momento de su muer- cisco de Rioja, Luis de Narbaiz, J ua·nelo Turriano, el doctor Huerta .. ., otra
te. Lo que no obsta, sin embargo, para que la pieza más preciosa de su co- galería más con retratos de reyes, otra con sultanes y escenas de turcos, otra
lección fuera una Virgen con el Niño, San Juan y Santa Isabel de Rafael, va- con duques de Milán, otra con personajes venecianos, y otra, la más impor-
lorada en la increíble suma de 165.000 reales - sobre todo si tenemos en cuen- tante para él, recuerdo de su vida militar, en la que entre mapas y cuadros
ta que la que le sigue en precio, una Virgen de R ubens, inserta en una guir- representando batallas se encuentran retratados - algunos por R ubens y Ti-
nalda de fl ores, sólo llega a alcanzar los 11 .000- y con respecto a cuya con- ciano- sus enemigos y sus compañeros de armas. Por su parte la pintura re-
servación deja instrucciones muy precisas en su testamento. ligiosa forma un cuerpo aparte y debía estar dispuesta tod a junta, pues así
El testamento del marqués de Leganés 33 es un ejemplo más de los mu- aparece inventariada.
chos que ya hemos citado, en los que los coleccionistas toman todas las pre- En el caso de Leganés puede verse la importancia que había adquirido ya
cauciones posibles para mantener la integridad de sus colecciones después de el número de las pinturas y la clara especialización que hacia el terreno ar-
su muerte. Así, para evitar su dispersión, vincula a sus mayorazgos varias de tístico había experimentado su colección. Pero, sin embargo, don Diego se-
las 29 series de tapices que poseía, y entre ellas una de R ómulo y R emo sobre guía confiriéndole mucha importancia a otro tipo de objetos, como los relo-
cartón de Rafael, otra de La creación, regalo de la infanta Isabel Ciara Eu- jes y los instrumentos; que se siguen viendo también, dispuestos en mesas y
genia, otra con la H istoria de Diana, regalo del rey de Francia y otra con la consolas, en las imágenes que nos han llegado de las galerías de pinturas
de Decio, regalo del príncipe de Saboya. También vincula sus pinturas, en- del XVII, como las del archiduque Leopoldo, pintadas p or T eniers. Y así Car-
fatizand o en el cuidad o de la de Rafael, pero «sin que por ello se entiend a se ducho, al hablar de su colección, después de las pinturas señala el gran· nú-
ha de tener menos cuidado con las otras», dejand o encargado al abad de mero de «ricos escritorios y bufetes, reloxes trasordinarios (tenía inventaria-
San Basilio de la revisión anual de la colección, inventario en mano, y de la re- dos 27 t odos ellos expuestos juntos en la galería baja y de ellos, por lo menos

JO A . H. P. M . . prot. 6.267. Dos tablas del Bosco se valora n en 1. 500 reales, un «flamenco
antiguo», sin especificar, en 2.000 y los de Metsys fl uctúan entre los 800 y los 2.000. En ca mbio l • En el ja rdín tenía 17 estatuas de mármol grandes, ocho peq ueñas, ocho cabezas y una
los dos bufones de Velázquez se tasan e n 200 reales cada uno y el Hipomenes y A1alanta, de gran fuente de má rmol con esculturas. En la galería baj a 28 bustos de emperadores; 22 más en
Reni, en 5.000. la galerfa alta; en las bóved as 11 estatuas de medio cuerpo y otra entera, todas de mármol; otros
J1 A . H. N., Osuna, 427. 28 bustos en la escalera y en los pasadizos de las galerías y 14 más, de bronce, en otro aposento.
J2 M. L. Caturla, «El coleccionista madrileño don Pedro de Arce, que poseyó las Hilanderas, En distintas salas se podían ver también un Laocoonte, un caba llo, un león sobre un caballo,
de Yelázquew, en Archivo Esp añol de Arte, 1948. En 1692, en la colección de María Vera se un Hércules y un Sátiro, regalo del rey, todo de bronce.
tasan dos tablas de disparates del Bosco en 200 reales cada una, cuarenta menos q ue un retrato 35 Otras ha bía en las casas de Lorenzo Ramírez de Prado, de Pedro de Arce ( Palomino,
de Velázquez (A. H . P.. prot. 9.887), y, en 1666, en el inventario de don Agustín de l Hierro op. cit., pág. 1.001), de J uan de Có rdova Centurión (A . H. P. M .. prot . 10.593), sie ndo muy signi-
(A . H. P .. prot. 10.595), Anto nio de Pereda tasa una Bajada a los inf iernos, del Bosco, e ntre los ficativo q ue en el inventario de María Vera, en 1692 (A. H. P. M ., p rot. 9.887), se especifique
más caros de la colección. q ue una galería de hombres ilustres que se encuentra e n sus casas de Boadilla se encuentra «vieja
JJ A. H. P. M ., prot. 6.265. y maltratada, q ue no vale nada».

292 293
amén de muchos huesos de santos- , muchas figuras de ídolos de pequeño y
mediano tamaño en bronce, monedas y medallas, espejos de acero, vidrios,
porcelanas y barros, que junto con la biblioteca y las estatuas del jardín, de
las que ya hemos hablado pormenorizadamente en un capítulo anterior, se
mandan trasladar en 1653 a sus casas de Valladolid 37.
Allí tenía una colección notable de pinturasJs, que superaban ampliamen-
te el millar y entre las cuales se podían encontrar obras atribuidas a Rubens,
Caravaggio, Ribera, Barocci, Andrea del Sarto y El Greco, además de otras
depositadas, entre las que se incluían una Virgen con San Juan y el Niño de
Rafael, una A scensión de Rubens, un retrato de Velázquez, un cuadro del
Bronzino y dos tablillas de Disparates del Bosco 39 • La colección de Vallad o-
lid es fundamentalmente de pintura religiosa, que abarrota todas las estan-
cias del palacio salvo tres en torno a la galería grande, ocupadas casi exclu-
sivamente por su colección de retratos que superaba los dos centenares, «la
galería grande baxa» dedicada casi exclusivamente a los paisajes -más de
120 agrupados en distintas series- y «la pieza de la mesa de los trucos» de-
corada a base de fruteros, floreros y escenas de género - entre los que se in-
cluye el retrato de un elefante, que debió ser uno de los de su abuelo, cuyos
colmillos sigue conservando todavía junto a varias piedras bezares. Al lado
de esta última pieza había otra, denominada la «bruta», «llena de muchas fi-
guras de alabastro y pasta blanca con muchas pirámides berdes y de otras
colores y diferencias de pinturas de ramilleteros en sus nichos con sus mol-
duras jaspeadas y doradas enbutidos en la pared» y a su lado otra sala deco-
A. de Pereda, El Sueño del Caballero (fragment o), Mad rid, Academia de San Fernando. rada con unos 80 nichos más, cada uno con sus correspondientes estatuas 4º
acompañadas en todos los casos por cuatro pirámides y dos ramilleteros
cada una.
tres eran autómatas), espejos singulares»... , que utilizaba Julio César Firru- Las colecciones de Monterrey, Leganés y Benavente eran para Carducho
fino para sus clases de matemáticas, impartidas en las propias casas del mar- las más importantes de la Corte junto con las del almirante de Castilla - a
qués como ya hemos señalado). quien más tarde nos referiremos- y el príncipe de Esquilache, en cuya casa,
El conde de Benavente era otro de los grandes coleccionistas citados por que para Cassiano del Pozzo era una de las mejores y más «a la moderna»
Carducho, que tenía como núcleo más importante de su colección madrileña, de todo Madrid 4' , se podía ver muy buena pintura en la que Pozzo destaca
aparte de las piezas reunidas por él mismo, las traídas de Italia por su padre. una pareja de santos de Correggio, una Virgen con el Niño y San Francisco
Pero además de esta colección de la Corte resulta interesante ver el estado de Guido Reni, y un retrato de Erasmo, además del Cristo milagroso que ha-
de sus otras colecciones en Valladolid y en la fortaleza de Benavente. bló a San Francisco42.
En Benavente se seguía manteniendo a medidados del siglo XVII 36 prác- Otras buenas colecciones nobiliarias de este momento, elogiadas por Cas-
ticamente intacta la colección del siglo anterior con sus temas habituales: la siano del Pozzo, eran las de los marqueses de Monteclaros, muy abundantes
galería de hombres ilustres, las series de emperadores e historias de romanos,
asuntos mitológicos, etc., mientras que escasean los cuadros de tema religio- 31 A . H. N., Osuna, 4332.
38 A . H. N., Osuna, 427, y ver también E. García Chico, Documentos p ara el arte en Cas-
so y faltan por completo los nuevos géneros impuestos ya desde finales tilla, t. III, Valladolid, 1946, pág. 385.
del XVI y principios del XVII; no hay rastro de bodegones ni floreros y los 39 Los de estos tres últimos pintores alcanzan valoraciones muy pequeñas en la tasación: el
paisajes son todavía muy poco numerosos. Había también en Benavente una retrato de Baltas ar Ca rlos 1O reales, el Bronzino 30 y los Bascas 33.
40 Sólo se describen en el inventario dos de negrillas, una de un viejo echado y otra de una
gran cantidad de reliquias - entre ellas leche de la Virgen en una custodia de
plata, el rosario que le dio a Santo Domingo y la espada de San Isidoro, mujer con un perrillo en los brazos.
41 Mss. cit. , págs. 152-3. Un resumen de lo referente a las casas madrileñas en J . Simón Díaz:

«El arte en las mansiones nobiliarias madrileñas de 1626», en Gaya, núm. 154, ( 1980), pági-
nas 200-205.
42 Vinculado al mayorazgo junto con otras reliquias. A. H. P.M .. prot. J uan Izquierdo, 1658.
36 A. H. N., Osuna, 427.

2 94 295
en cuadros, entre los que destacan la Bahía de Todos los Santos y varios «de se éxhibían en multitud de escaparates, o el conde de Parada 50 , entre cuyas
un excelente flamenco» de frutas, selvas y animales, procedentes de la almo- pinturas ap.arecen ya en un lugar predomimante las obras de Lucas Jordán.
neda de don Rodrigo Calderón, y de la de los duques de Alburquerque, que Pero, sin duda, la colección más importante de la segunda mitad del siglo
tenía «las estancias muy bien adornadas con cuadros traídos de Italia» y mu- es la de don Gaspar Méndez Haro, marqués de Heliche y séptimo marqués
chos relojes. Debieron de haber reunido colecciones importantes de pintura per- del Carpio st. En 1651, aproximadamente en las mismas fechas en que se es-
sonajes como el conde de Castrillo, virrey en Italia, que a su vuelta a España tán inventariando las grandes colecciones de Monterrey 52 ,.Leganés, Benaven-
en 1656 regala varios cuadros al rey y entre ellos uno de Rafael 43; el duque te y del almirante de Castilla, cuando don Gaspar tiene apenas veintidós años,
de Medina de las Torres, que fue propietario de las alego.rías de los sentidos su colección de pinturas ya alcanza la respetable cifra de 331 cuadros, en los
de Rubens y de Brueghel, de buenos Bassanos y que, además, donó un nú- que predominan, como es normal, los paisajes y bodegones entre los de gé-
mero importante de obras, entre ellas de Vos, para El Escorial; don Luis Mén- nero 53 y la flamenca entre las escuelas 54, siendo rica en obras de Van Dyck,
dez Haro, a cuyas donaciones al rey ya hemos hecho referencia y cuya colec- Rubens, Brill, Brueghel y Antonio Moro, sobre todo . También hay un nú-
ción, de la que formaban parte los cartones de Rubens para el Triunfo de la mero relativamente importante de pintura veneciana, 33 obras en total y casi
Eucaristía, se formó básicamente con lo heredado del conde duque y sus com- todas de Ticiano, Tintoretto y Bassano. El resto de la colección está formado
pras en la almoneda de Carlos I; la duquesa de Olivares, su mujer, que tenía por pintores italianos de distintas escuelas: Rafael, Ribera, Lorena, Correg-
una buena colección de pintura, pequeña pero escogida, en la que predomi- gio, Luqueto , Nardi ... , y pintores españoles, entre los que, aparte de los Orren-
naban los venecianos -Ticiano, Tintoretto, Veronés y Bassano-, pero que tes, Va nderhamen, etc., inevitables en cualquier casa y las series de relleno en-
incluía también obras de Rafael, Ribera, Borgiani, Van Dyck y Navarrete el cargadas a pintores de segunda fila, como Gabriel Terrazas y Juan de Tole-
Mundo 44 ; o el sexto duque de Alba 45, que a su muerte, en 1667, deja cerca do encontramos varios originales de Velázquez, entre ellos la Venus del Es-
de dos centenares de cuadros entre los que predominan de manera clara los pejo, y una copia de otra obra suya hecha por Mazo entre las distintas copias
retratos, casi todos de familia, que sumados a varias series de emperadores y de Rubens y Ticiano que aparecen en el inventario 55 . En años siguientes su
«mujeres ilustres a caballo», forman más de la mitad del total, cuyo resto se colección madrileña siguió creciendo, apareciendo nuevos cuadros de Veláz-
divide en partes aproximadamente iguales entre pinturas religiosas y paisajes, quez en la almoneda que se hizo de los bienes del jardín de San Joaquín a
siendo únicamente cinco el número de mitologías y uno el de los bodegones. finales del siglo.
También habría que mencionar al conde de Molina 46, cuya colección, en En 1682 con motivo de su partida de Roma hacia Nápoles, se vuelve a
la que predominan los paisajes, bodegones y cuadros de animales, encerraba hacer inventario de sus bienes y la colección que en él aparece no tiene nada
obras de Ticiano, Veronés, Brueghel, Teniers y Brower - autor infrecuente que ver con la reunida treinta años atrás. No es sólo que el número de sus
en las colecciones españolas- , mientras que de los pintores españoles su in- cuadros se multiplicara por cuatro, sino que ha desaparecido por completo
ventario sólo cita una Gloria de Mayno y «un festín con perspectivas» de Fran- aquella predilección por la pintura flamenca - representada ahora tan sólo
co; a la marquesa de Casa Liche 47, cuyas capitulaciones matrimoniales inclu- por algunos cuadros, muy pocos, de Van Dyck, Brill y Brueghel el Viejo 5_6-
yen 240 pinturas, y entre ellas ocho Riberas, dos Ticianos y un cuadro de Ra- y aunque sigue siendo enorme la importancia de los venecianos se han im-
fael; el conde de Medellín 48 , que, además de una espléndida colección de re- puesto los pintores romanos. Una vez más en este caso los viajes y las posi-
tratos, tenía obras de Rubens, Van Dyck, Teniers, Luqueto y Veronés; los con-
des de Oñate, cuya abundancia de floreros de Arellano señala Palomino49, y
en cuya casa seguimos encontrando multitud de esos pequeños objetos en ma- l-0 A. H. P. M., prot. 9. 887 , año 1693.
i1 J . M. Pita Andrade, «Los cuadros de Velázquez y Mazo que poseyó el Vil marqués_del
teriales preciosos -a los que hacíamos referencia en un capítulo anterior-: Ca rpio», en Archivo Español de Arte, 1952, págs. 223-236; E. Harris, «El marqués de Carp10 ~
unicornios de plata dorada, caballos y venados de oro, rosas de cristal..., que sus cuadros de Velázquew, en Archivo Español de A rte, 1953, págs. 136-9; G. de Andres, El
marqués de Liche, bibliófilo y coleccionista de arte, Madrid , 1957; F. Haskell, op. cit .. págs. 195-
197. Nuevamente queremos agradecer a don J osé Manuel Pita la consulta de su Ca1álogo de
43 Palomino, op. cit., pág. 992. Barrionuevo, A visos, 18 de marzo de 1656. pinturas de Casa la de Alba, donde reprod uce los tres inventarios del marqués de l Carp10.
44
A. H. P. M ., prot. 6.239, marqués de Saltillo, «Artistas madrileños», en Boletín de la So- i2 Compra varios cuadros en su almoneda. . ,
ciedad Española de Excursiones, (1958), págs. 233-4. lJ Están inventariados un centenar de paisajes, de los que muchos son marmas, Y mas
4
i Agradecemos profundamente a don José Manuel Pita Andrade que nos haya facilitado la de 50 bodegones y flore ros.
consulta de los inventarios de pinturas de la casa de Alba (los aquí citados y los del marqués l4 Son flame ncos por lo menos 127 cuadros entre los 229 identificables de a lguna manera en
del Carpio), reproducidos en su Catálogo de pinturas de la Casa de Alba, t. IV, inédito. el inventario .
• 6 Saltillo, op. cit., pág. 230, A. H.. P. M ., prot. 12.006, año 1675. is Había numerosas co pias de pinturas de venecianos y de Rube ns en_su casa, entre ell~~ una
47 Saltillo, ibídem, A . H. P. M ., prot. 9.891 , año 1694. del retrato ecuestre de Felipe IV, copiada por Velázquez y Mazo. Palommo recoge la noucia de
4 s Saltillo, ibídem, A . H. P. M., prot. 9.839, año 1674.
que encargó a Carreño y a Fra ncisco Rizzi copias de cuadros de Rubens Y Van Dyck.
49 Op. cit., pág. 964, A . H. P. M., prot. 11.162, año 1685.
56 También tenía obras de D urero y una de Rembrandt.

296 297
bilidades de compra van a influir decisivamente en los gustos del coleccionis- Es, pues, estrictamente contemporáneo de las de Monterrey, Leganés y Be-
ta. Y en Roma, donde llega como embajador en 1677, despliega una inten- navente, que hemos estudiado páginas atrás, y como ellas está volcada hacia
sísima actividad artística: protege a: Maratta, promociona a artistas y visita la pintura italiana y la flamenca. De la primera incluye piezas importantes
talleres con frecuencia, sintiendo predilección especial por Bernini, cuya re- de los siglos XVI y XVII. Tiene varias obras de R afael y algunas copias, entre
producción de la Fuente de los cuatro ríos se considera como una de las j o- ellas una de La Galatea; de Miguel Ángel un dibujo original y una «Leda y
yas de Stl colecció n. En Roma reúne también 30 volúmenes de dibuj os y com- Júpiter que viene de él»; de Leonardo varios retratos y composiciones, entre
pra gran cantidad de cuadros, entre otros los fondos de la colección Massimi, ellas una tabla grande con Santa Ana, la Virgen y el Niño; y están represen-
en los que había dos cuadros de Velázquez y numerosas antigüedades 57 que tados tambié n otros pintores, como Andrea del Sarto y Pierino del Vaga ...
proyecta grabar y editarss. Tiene también, como es lógico, una gran colección de venecianos: Ticiano,
En su colección de pinturas, en la que se habían deslizado, al parecer, bas- Tintoretto, Bassano, Sebastiano del Piombo .. ., y un número variable e im-
tantes copias compradas como originales s9, estaban representados práctis;a- portante de pintores italianos de la primera mitad del siglo, en la que apare-
mente todos los géneros y todos los pintores italianos de los siglos XVI y XVII, cen todas las posiciones estéticas: muchas o bras de Ribera, como en todas es-
desde Leonardo da Vinci a Lucas Jordán, varios pintores del quattrocento, tas colecciones, pero tambien varios originales y copias de Caravaggio, Má-
como Mantegna, Carpaccio, Antonello da Mesina, Gentile y Giovanni Belli- ssimo Stanzione, bastantes o bras de Guido Reni y de los Carracci, de Dome-
ni, Perugino y Pinturicchio , e incluso dos cuadros de Cimabue y Giotto, «am- nichino, Poussin y del Bamboccio. Y junto a la pintura italiana una repre-
bidue stimati i la memoria dei principi della pittura de nostri ultrimi quattro sentación importante de las escuelas del norte: tres lienzos de Rubens - una
secoli, e non per altro». Santa Susana, una Venus, Marte y Cupido y un retrato ecuestre del duque
La colección del marqués del Carpio siguió creciendo, dentro de las mis- de Lerma 6J_ , algunos de Van D yck, paisajes de Brill, cuadros de animales
mas directrices, durante los cinco años de su estancia en Nápoles. Pero, aun- de Snyders y de Vos, muchas obras de Brueghel; estando inventariadas tam-
que una parte importante de sus pertenencias se embarcó en 1686 con destino bién varias tablas de Alberto Durero, y entre ellas dos grandes con Adán y
a España 60, la mayor parte de sus cuad ros salieron a almoneda pública en Eva. Sin embargo la importancia que se concede a la pintura española es tan
Nápoles para pagar sus deudas. La correspondencia cruzada con este moti- poco significativa como para que en el inventario de 1647 no aparezca ni una
vo 61 resulta sumamente interesante, pues en ella aparecen planteados los pro- sola mención a un solo pintor de nuestro país.
blemas que podría ocasionar tan monumental venta, para la que los únicos Por el contrario, su hijo, Juan Gaspar, en sus casas de la Huerta, junto
compradores posibles eran el emperador y los reyes de España y F rancia: des- a los Agustinos Recoletos, además de una sala dedicada especialmente a obras
de la caída de los precios hasta la dificultad de vender sus grandes coleccio- de Ribera y otra a las de Orrente, tenía una tercera consagrada «a los emi-
nes de retratos, un género cada vez menos apreciado, siendo ya en aquellos nentes españoles», en la que colgaban, que sepamos, F,l sueño del caballero
días «raro el que se aplica a este género de pinturas». de Pereda y lienzos de Antolínez y Carreño64 • Esta importancia que va ad-
Otra cuestión muy interesante es comprobar la evolución sufrida a lo lar- quiriendo la pintura es pañola como escuela está en paralelo con el surgir de
go del siglo por alguna de estas colecciones importantes, como, por ejemplo, esta misma conciencia entre los tratadistas de la segunda mitad de l siglo que
la de los almirantes de Castilla. La de don Juan Alfonso Enríquez de Cabre- culmina en el Parnaso español, de P alomino, quien reacciona contra la opi-
ra, alabada por Carducho, se inventarió en 1647 con motivo de su muerte 62 . nión general de los tratadistas extranjeros que <<no quieren conceder a esta
arte el laurel de la Fama a ningún españo l si no ha pasado por las Aduanas
s7 En el inventario de sus obras de arte embarcadas en Nápoles en 1686 (El Escorial) ap a- de Italia, sin advertir que Italia se ha transferido a España» - entre otras co-
recen varios ídolos egipcios de piedra negra, cabezas de filósofos, vasos de pórfido y una Venus sas gracias a la riqueza de nuestro coleccionismo- y que incluían, en caso
de má rmol.
is Se conserva el manuscrito, titulado: Disegni d 'ldo/i, Starue, Filosofi, Busti, Urne piccole, de hacerlo, a nuestros mejores artistas entre los miembros de la escuela ita-
Bassi Rilieve, Medag/ie, Inscrittioni, Vasi di Marmi, e Porfidi, Fonrane di Marmi, Alabastri e liana está implícita ya en las noticias de Lázaro Díaz del Valle y en las notas
Metalli antichi, e moderni; Quali compró in Roma /'Ecc,mo Signore Don Gasparo d'Haro e Guz- de Juan de Alfara para las biografías de Becerra, Céspedes y Velázquez 65, y
man, Marchese del Carpio e'Helicce. se refleja en la disposición de las pinturas del Almirante - de la que era res-
l9 Carta de Esteban Carrillo a la marquesa del Carpio del 20 de feb rero de 1668, reprodu-
cida parcialmente por J . M. Pita, op. cit .. pág. 224. ponsable el mismo Juan de Alfaro66, lo que no deja de ser interesante. Así,
60 En este inventario aparecen obras de Ticiano, Carracci, Giorgione, Correggio, Leonardo, j unto a piezas en las que el criterio de ordenación es meramente temático,
Domeniquino, Bassano, Van Dyck, Caravaggio, Rafael, Reni, .. . y también de Mignard y
Poussin. 63 En el inventario de su mujer aparece como copia de Rubens.
61 J. M. Pita, op. cit., pág. 224. 64 Palomino, op. cit., págs. 958, 982 y 1025.
62 Re producido en F ernández Duro, El último almirante de Castilla, Madrid, 1903, pági- 6S Ibídem, pág. 1.002 y 1032.
nas 103 y ss. Tenía cerca de 1.400 pintura s, más de 20 series d e tapices - tres de ellas con car- 66 Además de ello J uan de Alfaro le restauraba cuad ros y le pintaba series de retratos gran-
tones de Rubens- y 11 estatuas de mármol grandes y 16 emperadores. des y pequeños, y pequeños paisajes para completar la decoració n de algunos Jugares. También

298 299
·Un aprecio semejante hacia la pintura española lo encontramos a finales
del siglo en fa colección de los duques de Benavente 68 donde Murillo, de quien
poseen alrededor de 40 cuadros, se ha convertido en uno de sus grandes pun-
tales 69. Un Murillo que Palomino sitúa ya a la altura de Ticiano, Correggio,
R ubens y Van Dyck y cuyas obras - abundantes en otras colecciones madri-
leñas de la segunda mitad del siglo- están siendo adquiridas ya afanosamen-
te por los coleccionistas extranjeros «aprovecha(n)do de la ocasión que ofre-
ce la calamidad de los tiempos para idos sacando de España». Además de lien-
zos del sevillano, en la colección de los Benavente hay obras de Mateo Ce-
rezo, de quien especifica que «no hay cuadro alguno en palacio», Velázquez,
Alonso Cano, Carreña, Morales, El Greco, etc. Hay también mucha pintura
flamenca, y entre ella un Jordaens, cuya rareza en las colecciones españolas
también subraya el inventario, estando, por el contrario, muy mal represen-
tada la pintura italiana, no mencionándose en este inventario ni a Ticiano ni
a Lucas Jordán 7º, mientras que de Ribera poseía únicamente dos copi as. Te-
nía, eso sí, varios lienzos de la escuela boloñesa, de Guercino, de Bernini y
de Borgiani, y de Rafael, Veronés y Bassano entre los pintores del X VI , muy
mal representados en este inventario. Por el contrario, lo que sí aparece, y
esto sí que resulta excepcional en una colección española, además de alguna
obra de Poussin, son cuatro o cinco marinas holandesas y una tabla y varias
láminas de Rembrandt.
Otra colección en la que se da gran importancia a un pintor español es
la de don Agustín del Hierro, miembro del Consejo de Castilla. Poseía algo
más de un centenar y medio de pinturas, casi todas de contenido religioso,
D. de Velázq uez. Las Hilanderas, Madrid, Museo del Prado. aunque había también algunos paisajes y bodegones y un número bastante
grande de retratos, entre los que aparece una pequeña galería de hombres ilus-
como los de la «pieza de países», la de los bodegones, la de las marinas, «la tres. De sus cuadros, 26 eran originales del Greco, 16 de Ribera y varios de
pieza de las columnas», ocupada únicamente por retratos o su alcoba deco- Morales y de Juan de J áuregui 71. Por su parte don Pedro de la Abadía era
rada a base de floreros ... , hay otras salas dedicadas monográficamente a la coleccionista infatigable de obras de Carreña n.
obra de los pintores más importantes, entre las que aparecen, una de Rubens,
otra de Rafael y otra de Bassano, aparte de las tres consagradas a los pinto- a rreos. Pieza cuad rad a, retrato de batallas y religiosa. Pieza siguie nte al gabinete, mitológica.
res españoles, en las que predominaba la pintura religiosa67. Galería antes de la chimenea, retratos, caballos y países. Pieza donde duerme su excelencia, pers-
pectivas, mitologías, retrato, escenas de género, bodegones de pescados y de carne, Vírgenes. Apo-
sento d e la mampara de barro, pescados, mitología, retratos, escenas de género y pintura reli-
trabajó para el almirante durante muchos años José Romaní, que le pintó fro ntis de puertas y giosa. Cuarto de la señora, países, pájaros, bambochadas y pintura religiosa. Primera pieza del
ventanas y techos, ibídem . págs. 1.002 y 1.008. cuartó nuevo, pintura mitológica. Segunda pieza, animales y caza. Pieza de los turcos, mapas,
67 La tasación fue hecha e n 1691 por Claudio Coello (A . H. N., Osuna). La d istribución de retra tos de santos y pintura religiosa. Pieza del laurel, retratos, pintura religiosa y mitologías.
las pinturas era Ja siguiente: En la pieza de aparadores del cuarto bajo, marinas. En la de delante Pieza delante de la alcoba, retratos y tres sibilas. Cuarto de los señores, pintura religiosa, países
de la capilla, religiosa. Pieza de países. Pieza delante del camarin, pintura mito lógica. Pasillo y fl oreros. Cuarto de la señora, pintura religiosa. La disposición de las pinturas resulta, pues,
del cuarto de aparad ores, bodego nes y cuadros de caza. Pieza de Rubens con cuadros mitoló- mucho m ás orgánica que la que enccontramos en la colección de su padre.
gicos y de filósofos. Pieza de los bodegones. Pieza de los españoles, religiosa. Pieza del ayo, re- 68 A. H. N., Osuna, cartas, 608.
tratos y mitologías. Pieza del «Vazan», religiosa, animales y series de los eleme ntos. Glorieta, 69 Palomino, op. cit., pág. 1034; vid. también págs. 103 2-3, donde enumera las colecciones

pintura religiosa y algún cuadro mitológico. Pieza del Tintoretto. Pieza de delante de la alcoba, de Ja Corte que contenían importantes obras del pintor.
religiosa. Aposento oscuro, perspectivas, escenas de géne ro y militares. Alcoba del almirante, flo- 70 En cambio, en otro inventario de 1701 de las pinturas del guardajoyas sí se mencionan,
reros. Pieza del reloj de luz, mitologías, Pieza de Rafael. Pieza de las columnas, retra tos. Hueco entre otras 28 de tema religioso, ocho pinturas de Lucas J ordán, regalo de Carlos 11, A. H. N..
de la escalera, retratos. Pieza de la falt rique ra, retratos, batallas, floreros y fruteros. Oratorio, Osuna, 4366.
religiosa. Pieza delante de la tribuna, religiosa. Pieza de Ribera. Pieza de perspectivas. Pieza de 71 A . H. P. M ., prot. 10.595, año 1666. Se hicieron dos tasaciones casi consecutivas, ambas
I;
las columnas, ma rinas. Cuarto nuevo de la escalera, paisajes, marinas y a nimales. Pieza delante por Pereda, pero en una y en otra sólo coinciden parcialmente los cuadros.
del aposento del c hocolate, retra tos. Pieza de Orre nte. Pieza del dosel, caballos, caballeros y 12 Palomino , op. cit., pág. 1030.

300 301
Con él nos salimos ya del mundo de la alta aristocracia para entrar en el La fábula de Palas y Aragne, de Velázquez, una Leda de Tintoretto; una Tri-
de los funcionarios palatinos, miembros de las ordenes militares y de los dis- nidad y cinco cabezas de Ribera, y obras de Palma, Bassano, Giulio Roma-
tintos Consejos 73, que reunieron también colecciones importantes. Así, por no, Correggio, Tibaldi, Luqueto, Nardi, Borgiani, El Greco, Morales, Bece-
ejemplo, doña María Vera 74, entre sus casas de Madrid y Boadilla reunió bas- rra, Navarrete el Mudo, Ribalta, Carducho, un tríptico con Las tentaciones
tante más de un millar de cuadros, entre los que había obras de Ticiano y de San Antonio, del Bosco, y tres paisajes de Brill junto a un número muy
Velázquez (entre otras Cristo en casa de Marta y María, muchos cuadros de elevado de obras de Cajés, y, sobre todo, de Orrente, de un valor muy desi-
animales de Snayers y Vos, que con los paisajes y bodegones son los géneros gual en la tasación 82.
más abundantes de su colección; don Pedro Nuñez de Guzmán, que tenía De otro don Pedro de Arce, su hijo, regidor de Madrid, caballero de San-
más de 200 y entre ellos originales de Orrente y Valdés Leal75; don Diego Co- tiago y escritor de comedias, dice Palomino que tenía en su casa un museo
rral y doña Antonia de lpeñaprieta, que hicieron varios encargos a Veláz- donde se reunían «los más lúcidos ingenios de aquel tiempo» y donde se ce-
quez; don Gregorio López Madera 7 6, que tenía, entre otros, dos cuadros de lebraban representaciones teatrales, poéticas y musicales. Este museo estaba
Ticiano, uno de Rafael y otro de Bassano; don Bernardo de Ipeñaprieta 77, y presidido por una galería de hombres ilustres, pintada por-Juan de Alfaro 83,
doña Teresa González de Sepúlveda, viuda de don Martín Íñiguez de Arne- que también le había copiado para su colección unos cuadros de la vida de
do, a cuyos objetos ya hemos hecho referencia y que tenía cerca de un cen- San Cayetano, de Vaccaro, que estaban en la de don Cristóbal de Ontañón.
tenar de cuadros, casi todos ellos de asunto religioso, aunque haya diez de Entre todas estas colecciones, como ya señalábamos al hablar de los años
tema mitológico, algo más de 20 paisajes y algunos retratos de hombres ilus- iniciales del siglo, no nos encontramos más diferencias que las que vienen da-
tres, como el Cid y Tomás Moro, aparte de una tapicería de Los triunfos del das por las posibilidades económicas de sus propietarios. Pues tanto en las
amor 78 • grandes colecciones que superan ampliamente el millar de cuadros como en
Por su parte, Carducho señalaba entre las principales de la Corte varias las pequeñas, que apenas llegan a algunas decenas, nos encontramos la pre-
colecciones de este tipo, como Ja de don Gerónimo Fures Muñoz, que con- ferencia por los mismos artistas y los mismos temas.
tenía pinturas y dibujos «de los más valientes Pintores y Escultores que tuvo Así, aunque los artistas preferidos sean siempre los mismos, los coleccio-
Italia en aquella edad», la de don Gerónimo Villafuerte Zapata, que, aparte nistas más modestos tenían que conformarse con copias de sus obras 84 , en
de construir relojes y aparatos científicos, había reunido «tanta pintura y tan las que se especializan un buen número de pintores, o con obras baratas de
escogida», entre la que figuraría muy probablemente una imagen de la Vir- artistas de segunda fila 8s, que crean un amplio mercado destinado a satisfa-
gen, San José y San Juan, de Miguel Ángel 79; la de Suero de Quiñones o la cer una demanda siempre creciente de cuadros 86, Un mercado éste al que tam-
de Rodrigo Tapia, que vendió al rey un Sátiro y una Venus y Adonis de Ri- poco se encontraban ajenos Jos grandes coleccionistas, que encargaban a es-
bera con destino al Retiro 80; don Francisco Miracles, y así un largo etcétera.
Una colección bastante representativa de lo que podía ser la de estos fun- 82 Junto a un Descendimiento, tasado en 400 ducados ( 100 menos que Las hilanderas), y la

cionarios es la de don Pedro de Arce, montero de Cámara y aposentador de Historia de la piscina y una de la Historia de San lldefonso, tasadas en 200 ducados, el resto de
palacio, hombre, por tanto, de buenos recursos económicos, como se trasluce sus obras fluctúan entre los 600 y los 300 reales, siendo estas difere ncias de precio muy
en su inventario. En él aparecen una gran cantidad de joyas y alhajas, espa- significativas.
83 Alfaro estaba especializado en copias de Ticiano , Rubens y Van Dyck -claro exponente
das de armeros famosos, una colección de relojes valorada en 30.000 reales de las demandas del momento- y en la pintura de pequeños retratos - pintó también para don
y un número importante de pinturas, 207 81 en total, entre las que figuraban Jua n de Morales en Córdoba- (Palomino, op. cit., 999 y ss.), que estaban muy de moda a me-
diados del siglo. Así nos encontra mos con una colección, la de Antonio J uan de Robles, en 1665
(A . H. P. M .. prot. 10.593), formada casi exclusivamente por series de este tipo de retratos, cerca
73 J. Fayard, Los miembros del Consejo de Castilla ( 1621 -1 746), Madrid, 1982. de 150, y unos 80 paisajes, uno de los cuales, por la descripción, podría ser la Alameda de Hér-
4
1 A. H. P. M ., prot. 9.887, año 1692. cules, de Mazo. Tenía también 18 cuadros con bodegones, fl oreros y animales y siete de tema
7
5 A. H . P. M. , prot. 9.866. mitológico, 12 sibilas y una serie de 12 con las guerras de Carlos V. La pintura mitológica apa-
76 A . H. P. M. , prot. 4. 775. rece toda seguida, y debía estar sólo en el oratorio.
11 A. H. P. M., prot. 6.25 1. s4 Véase únicamente a modo de ejemplo, la de Ana María de Lezama, cuyos cuadros de más
78 A . H. P.M., prot. 11. 132. valos son copias de Tiziano y de Orrente (A. H. P. M., prot. 9.851).
79
En 16 12 aparece mencionada como propiedad de su padre (A. H. P. M., prot. I. 830), aun- 85 Son muy elocuentes al respecto las noticias de Palomino. Lope de Vega se hace eco de
que no figura ya en el inventario de sus bienes post mortem. las críticas hacia estos malos pintores que estaban invadiendo el mercado en El príncipe perfecto
80 Parte de su colección debía ser herencia de su padre, que había vinculado varias series de
y en El caballero del Sacramen10, ed . Menéndez Pelayo, Vlll, pág. 468.
tapices a su mayorazgo y _que había mandado traer de Génova las estatuas suya y de su mujer 86 J . Bravo Lozano, «Pintura y mentalidades en Madrid a fina les del siglo XVII>>, en Anales
con desuno a su enterramiento en el convento de San Francisco de Loja. So bre él: marq ués de del lnsticuco de Estudios Madrileños, XVII, 198 1, págs. 193-22 1, hace un estudio cuantitativo
Sant1llo: «Dos mecenas de Cervantes. El duque de Béjar y don Rodrigo Tapia», en Boletín de de la demanda de pinturas y temas entre 1664 y 1681 a partir de los datos extraídos de los pro-
la Real Academia de la Historia, CXXX , 1952, págs. 1-62. tocolos de nueve escribanos de distinto tipo de clientela.
s1 M. L. Caturla, op. cit. 87 Vid. nota 55 .

302 303
tos mismos pintores obras de relleno para los lugares altos y mal iluminados
de sus galerías· y que tampoco desdeñaban en absoluto las copias, aunque
ellos pudieran conseguirlas de pintores de talla como Mazo, Carreño, Rizzi
e, incluso, del propio Velázquez 87.
Y lo mismo en cuanto a los temas. Así, la modestísima «colección>> del
platero Pedro de Llanos ss, con sus 16 imágenes sagradas, sus cuatro cuadros
de flores y frutas y una serie de los sentidos, o la de Manuel Campero 89 , ca-
ballero de Calatrava, con sus 35 cuadros religiosos, sus 20 países grandes y
los cuatro tiempos, nos ofrecen en pequeña escala un resumen completo de
los gustos del tiempo, en los que paisajes, naturalezas muertas y temas devo-
cionales son los asuntos preferidos por los coleccionistas. Temas que, como
en estos casos o en el del más importante de don Fernando Valenzuela -el
famoso «duende de palacio»9º-, mantienen un cierto equilibrio.
Ello no impide, sin embargo, que en otras colecciones, como la de Juan
de Córdova Centurión 91, aparezcan vistas de ciudades, paisajes, bodegones y
algunos retratos formando una pequeña galería de hombres ilustres, mientras
que de tema religioso aparecen tan sólo dos vírgenes y un San Mauricio del
Greco, o que Juan Antonio de Robles 92 , cuyas pinturas llegan a cerca de
las 200, tenga exclusivamente retratos y paisajes entre ellas. Ni tampoco que
se dé el caso contrario: don Fernando de Arce 93 tenía un número muy con-
siderable de pinturas religiosas repartidas por igual en todas las habitaciones
de la casa; doña Catalina de Guzmán 94 poseía únicamente cuadros de este
tipo, incluyendo un San Francisco del Greco, y don Pedro Mayoral a sus 32
cuadros religiosos oponía únicamente seis de paisajes y uno de frutas 9s.
Esta especialización en cuadros de temática religiosa, entre los que pro-
liferan cada vez más las imágenes sobre las escenas bíblicas96, es más acusa-
da, lógicamente entre los pequeños poseedores de cuadros que entre los gran-
des coleccionistas, reconocidos connoisseurs que valoraban y compraban la
pintura religiosa no sólo por motivos devocionales sino estéticos, y a los que
sus posibilidades y gustos permitían gozar también de otros géneros de pin-
tura. Así, de todos los grandes coleccionistas que hemos ido viendo , única-
mente el duque de Benavente ofrecía un predominio absoluto de estos temas
en sus casas de Valladolid, mientras que en los demás, aun apareciendo en
grandes cantidades, formaban habitualmente bloques unitarios en los inven-

87 Vid. nota 55 .
88 A. H. P. M., prot. 9.842.
89 A. H. P. M.. prot. 9.842.
90 CODOIN, LVII, 1877, págs. 135 y ss.
91 A. H. P. M., prot. 10.593.
92 A. H . P. M., prot. 10.593.
93 A. H . P. M., prot. 10.615.
9• A. H. P. M., prot. 6.025.
95 A. H . P. M., prot. 10.593.
96 Las 1 1 escenas de los Testamentos q ue apa recen en la peq ueña colección de J erónimo Ma r-
queda (A . H. P. M., prot. 9.842) y que igualan casi e l número de imágenes de santos serían ex-
J . Carreño, El Duque de Pastrana, Madrid , Museo del Prado. cepcionales en estos años.

304 305
tarios97, limitadas a las salas especiales 98 o a aquellos lugares que, como ca-
pillas y dormitorios, resultaban particularmente adecuados para albergar este
tipo de pintura devocional, que no llega a privar a sus colecciones de un ca-
rácter profano. Ésta era, desde luego, la impresión que produce la distribu-
ción de las pinturas del almirante de Castilla 99, las del marqués de Leganés
y las del duque de Arcos 100, cuya galería baja estaba decorada con 26 frute-
ros, cuatro de los sentidos, un país y una batalla, y en cuya sala principal ha-
bía retratos y paisajes, y en el resto de la casa, salvo en el oratorio, cuadros
de frutas, de los meses, retratos, paisajes y asuntos mitológicos. Ésta es tam-
º
bién la impresión que da el palacio del Infantado en 1685 1 1, decorado el sa-
lón grande con las historias de Prometeo, Venus y Cupido, Perseo y Andró-
meda, los doce emperadores y retratos de la familia, que ocupan también el
resto de las piezas nobles, y la que nos transmiten los testimonios literarios
en los que, cuando describen galerías de cuadros, aluden sólo a este género
de pintura 102 •

97 También e ntre los peque ños coleccionistas, como en el caso de Juan Cerrato Romero

(A . H. N.. Osuna, 434 3-1 5), cuyas 2 1 pinturas religiosas están completamente independientes de 1 1
sus 42 paisajes - varios de los cuales son de tema mitológico- , sus siete fruteros y sus seis
ramilleteros.
98 Vid. J uan de Piña (op. cit. ), donde después de atravesar varias salas con cuadros mitoló-

gicos y otras con retratos llega finalmente a una repleta de pinturas religiosas.
99 Vid. nota 67.
100 A. H. N. , Osuna, I.625 121 128.
101 A. H. N.. Osuna. 1.87813.
1l l
102 Véase, por ejemplo, en Lope de Vega, Lo prueba de los amigos, ed. Menéndez Pela yo,
t. XI, pág. 112, o Lo quinta de Florencia, ed. cit. , t. XV, pág. 393.

l
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