En el número 853 del Boletín de Historia y Antigüedades, en la sección
Reflexiones Académicas, se publicó un texto referido a una tradición etno- musical y dancística muy arraigada en San Martín de Loba y su relación con las tradiciones de la emancipación colombiana y vínculos con la invasión napoleónica a España. Se trata de un texto póstumo y con un marcado carácter testimonial del zamorano Ildefonso Gutiérrez Azopardo, entre muchas vivencias logradas en su trashumancia por tierras colombianas. A pesar de la insistencia del Padre Luis Carlos Mantilla, director del Boletín, de acompañar el texto “La Tambora de la Independencia” con una pequeña nota biográfica, no me fue viable su redacción antes de que entrara a imprenta. Me había llegado este texto desde Madrid, España por interme- dio de Margarita, la esposa de Ildefonso, y a través de un amigo común el también colega Edgardo Cayón, todos antropólogos uniandinos. Texto que hace referencia a ese “canto bailao” que había visto ejecutar en las fiestas de Santa Catalina y la novena navideña y a la vez testimonio de su paso por San Martín de Loba en 1955, a más de otros recorridos por el Sinú, el Canal del Dique entre otros. Rememorado por Ildefonso con ocasión de las fiestas Bicentenarias de la Independencia Nacional de Colombia y en su contexto emancipador con el paso de Bolívar al inicio de la Campaña Admirable de Venezuela, cuando comienza a perfilarse la trayectoria neogranadina del Libertador. Cuando aún se encontraba en imprenta el No. 853 del Boletín falleció Ildefonso en Madrid. Había sido nuestro compañero de Antropología en la Universidad de los Andes y su investigación de grado versó sobre “Aspectos socio-económicos del fiado y del préstamo en la comunidad negra de Santa Cecilia, Risaralda”, enclave afro en un amplio territorio de la etnia indígena Chamí; una descripción de esa minúscula microeconomía del centavo y los plazos de préstamos del sector informal de la economía familiar, con un ínfimo medio circulante. 206 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES - VOL. XCIX No. 854 - JUNIO, 2012, pp. 205-206
Luego se fue a vivir a Cartagena, se vinculó a la Universidad de Carta-
gena y estuvo inmerso en archivos de libros sacramentales de parroquias cartageneras. Un avance de este trabajo lo difundió en el Primer Congreso de Antropología en Popayán, 1978 “Los libros de registro de pardos y mo- renos en los archivos parroquiales de Cartagena de Indias”. En España hizo estudios de postgrado y se graduó como Doctor en Etnología de la Universidad de Madrid con una tesis sobre “Simbolismo y creencias entre los indios Chamies”, con datos de campo recogidos en Pueblo Rico, Risaralda, antes de trasladarse a Cartagena. En el Pacífico combinaba su trabajo de campo con la formación de los jóvenes en el colegio local, como una modesta fuente de ingresos. Sea este pues un reconocimiento a su memoria, muy querida por quienes tuvimos su amistad desde la época de estudiantes en los Andes y compartimos su compañía en diversas ocasiones, espacios y tiempos en México, España y por supuesto en Colombia donde hizo tantos arraigos sentimentales. Para los lectores del Boletín que sea un acercamiento a su vida dedicada a las co- munidades negras de ambos litorales. No como objeto de observación sino conviviendo y apoyando causas locales. Sin duda su pequeño opúsculo “His- toria del Negro en Colombia” publicado hacia 1980 con un prólogo del amigo Germán Marquinez quien reconstruye facetas poco conocidas de Gutiérrez Azopardo y de quien copió buena parte de lo aquí consignado en sus elementos académicos de su boceto biográfico. Ha tenido varias ediciones posteriores y fue un aporte pionero en su momento y también un primer trazo de una obra más extensa y sistemática con visión interétnica que tenía en mente. Dirigida a incentivar los estudios de antropología del negro entre los estudiantes de disciplinas sociales acompañada de una bibliografía especializada que ofre- ce y coincide con la iniciación de labores de la Estación Antropológica de Estudios Afrocolombianos de la Costa Atlántica, patrocinada por el Instituto Colombiano de Antropología. Muchos años antes del reconocimiento étnico cultural de la Constitución de 1991 y de los movimientos reivindicatorios actuales, cuando era incipiente en las universidades del centro del país la docencia en torno a este sector demográfico de Colombia. Tenía yo esta deuda con el Boletín y apenas lo remediamos para que se pueda contextualizar ese bello testimonio de remembranza y con esa visión desde ambas costas de aquel caudal etnomusical iberoamericano que siempre trato de conciliar, con diversos resultados. Luis Horacio López Domínguez Académico de Número