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EDICIONES DE LAS MUJERES N* 29 Agosto 2000 © 2000 Isis Intemacional Inscripeién N° 115.697 ISSN 0716-8101 Santiago, Chile Editora: Ana Maria Daskal Directora: Ana Maria Portugal Representante legal: Ana Maria Gomez Productora editorial: Carmen Torres E. Disefiadora gréfica: Rosa Varas Portada: Redes, Ana Maria Daskal. Grabado/collage ‘Traductora: Marisol Wexman Correctora de textos: Maria Eugenia Pavez. Impresién: Andros Ltda. Esta publicacion ha sido posible gracias al apoyo de la Fundacion Heinrich Boll, ¢.V.. Alemania, autoras y los autores en este Volumen son de su exclusiva responsubi- mente el punto de vist Las opiniones expresadas por lidad y no represeatan neces INDICE PresenTaciOn Intropuccion {Diversidad de la psicoterapia o psicoterapia de la diversidad? Ana Maria Daskal IDENTIDAD DE GENERO Voces exiliadas: la disociacién y el “retorna de lo reprimido” enel relato de las mujeres Annie G. Rogers, Ph.D. El lado oscuro de Ja paternidud Irene Fridman DisTINTAS FORMAS DE HACER TERAPIA La autenticidad terapéutica Jean Baker Miller, M.D., Judith Jordan, Ph.D., Irene P. Stiver, Ph.D., Maureen Walker, Ph.D., Janet L. Surrey, Ph.D., Natalie S. Eldridge, Ph.D. Historias de parejas Rosita Aguirre Morey Identidad femenina y mitologfa Sofia Salamovich Las figuras femeninas en el psicoandlisis entre varones Juan Carlos Volnovich ‘TEMAS DE ACTUALIDAD. La violacién sexual: cuando consentir es resistir Inés Hercovich Matrimonios no consumados: una mirada desde el género Claudia Groisman E] abuso sexual infantil y los profesionales de Ia salud Patricia A. Tiberti Autoras y autores 33 57 69 93 107 119 149 162 176 PRESENTACION Abordar el mundo de la salud mental es adentrarse en una diversidad de problemdticas que, a la luz de los cambios sociales y culturales producidos en las dltimas décadas, reclaman nuevas miradas y propuestas. Este fue el punto de partida en la concepcién del presente volumen de Ediciones de las Muje- res. Para ello contamos nuevamente con la valiosa contribucién de Ana Ma- ria Daskal, psicéloga argentina, quien en 1990 fue una de las compiladoras del exitoso libro EL MALESTAR SILENCIADO que merecié dos reediciones. Si bien muchos de los temas presentados en aquel volumen siguen te- niendo actualidad, como sefiala Ana Maria Daskal, la agudizacién de fend- menos como la drogadiccion, Sida, y violencia, aunados al impacto de las nuevas tecnologias vinculadas principalmente con la genética y la materni- dad asistida, a los cambios en las relaciones sociales, al protagonismo de las mujeres en el mundo piblico, y al cuestionamiento de los roles de la masculi- nidad, constituyen retos que merecen ser reconceptualizados desde la pers- pectiva de género. Nuevas miradas a nuevos y diversos problemas constituyen la materia prima de esta entrega de Isis Internacional a través de las experiencias y la reflexion tedrica de un grupo de especialistas de Argentina, Chile y Estados Unidos. Diez afios después, Isis Internacional retoma el hilo de la madeja de Et manestar sienciavo y lo desenrolla nuevamente, como una forma de contri- buir a enriquecer el debate en torno a temas como las practicas terapéuticas, elconocimiento psicélogico, el papel de losfas terapeutas, y las relaciones de género dentro de la salud mental. Queremos agradecer especialmente la colaboracién de Rosita Aguirre Morey y de Regina Rodriguez por sus aportes creativos y apoyo solidario. Isis Internacional Ists INTERNACIONAL * 2000 * Eviciones Dk LAS Munixes N° 29 7 INTRODUCCION {DiversipaD DE LA PSICOTERAPIA O PSICOTERAPIA DE LA DIVERSIDAD? Awa Maria Daskat. to por el camino del relativismo cultural como por el del positivismo, se ignora que el proceso de conocimiento es, sobre todo, un proceso de construccisn de muestra vida y del medio que la hace posible, en condiciones histéricas y sociales dadas. La realidad ¢s producida bajo condiciones impuestas que marcan los limites de lo que se puede construir, y el proceso de conocimiento incorpora la aceién. ia Jess Izquierdo, ET malestar de Ia desiguatdad, 1998. El matestar sitenciado(Daskal, A, M.; Ravazzola, M. C., 1990). Inevitable- mente, la cifra invila a conectarse con procesos, con etapas y por lo tanto con cambios. Cambios que abarcan a las personas, a juciones, a las teorfas y practicas psicoterapéuticas (en el mas amplio sentido). Sin duda, los temas incluidos en aquel volumen siguen teniendo actualidad y probablemente pase mucho tiempo para que deje de ser necesario poner el foco sobre ellos: lo invisibilizado y naturalizado de la vida cotidiana, el trabajo terapéutico con la rabia de las mujeres. con sus sentimientos de culpa, con el abuso y la violencia, y también con los aspectos contratransferenciales vinculados a la pertenencia genérica. M fs de diez afios han pasado desde que participara en la compilacién de TRANSFORMACIONES SOCIOCULTURALES Desde el punto de vista sociocultural, los cambios en la década no sélo nos trajeron resultados positivos a nuestras propuestas de entonces, También trajeron apa- rejado el crecimiento de problemiticas como violencia, droga-dependencia, Sida, y el surgimiento constante de otras como las vinculadas a la maternidad tecnolégica, a las manipulaciones genéticas, a las nuevas formas de organizacién familiar, al impac- to de la tecnologia (particularmente la computacional) en la vida de las personas. Isis Inruenaciowat, * 2000 * Enicrones pe tas Mums N°29 11 Las sociedades actuiles constituyen un rompecabezas cuyas piezas no necesa- riamente parecen formar parte de un todo, un caldero donde la inseguridad, la sole- dad, la violencia, la crisis de autoridad y también del conocimiento tradicional, de las metodologéas para aprender y para ensemar, la desesperanza, la fitlta de ideales, el} empobrecimiento, son ingredientes que, en cierlas combinaciones, producen efectos explosivos en las personas, las familias y las instituciones. de los que los/las terapeu- tas nos tenemos muchas veces que ocupar. La generacién nacidi del feminismo de los setenta, ya esta transitando la reintena y es posible, entonces, observar y pensar un poco acerca de los cambios y/o repeticio- nes que, después de muchi sangre, sudor y kigrimas, se dan en los/las jévenes y en la construceién de suis personas, parejas y familias. ¥ en el plano nvis individual, tal vez lo mas dificil de medir, pero sin duda existente, es la progresiva conciencia que muje- res y varones han estado teniendo acerca de sus diferencias, de cémo se explican y al servicio de qué estén. Tal vez mucha de todo esto no ha servido para que globalmente la gente viva mis feliz, pero sf para que muchos/as dejen de ser tan infelices... Estoy entonces planteando, la existencia de un contexto que tal como lo descri- ben muchos cientificos sociales actuales, esta curacterizado. entre otras cosas, par la vertiginosidud de los cambios, y por lo tanto del sentimiento de inadecuacién que mucha gente tiene, al sentirse de pronto extranjero/a en su propio territorio. Mujeres y varones formamos parte de este contexto y no podemos sino ser transformadas por él. SALUD ME! Le E] mundo de fa salud mental, a su vez, no ha dejado, por supuesto, de producir sus propios cambios, algunos deseados y creativos, y otros producto de variables como, por cjemplo, la inclusién de tratamientos psicoterapéuticos en sistemas paga- dos de salud, o las crecientes y habituales dificultades econémicas de la gente en estos contextos latinoamericanos, que obligan a repensar enfoques tedricos y técni- cos. El contexto actual nos confronta permanentemente con una diversidad de enfo- ques no sélo técnicos sino de paradigmas muchas veces opuestos: El papel de los medicamentos. la duracién de las terapias, el faco puesto en los simomas, fa inclu- sién de recursos que provienen del trabajo corporal o del mundo espiritual. el lugar de Jos grupos de autoayuda, la divulgacién y a veces la bunalizacién del conocimien- to psicolégico, son algunas de las variables en constante debate. para quienes no se cierman defensivamente frente a tanta opcidn. Por otra parte, la existencia ya suficien- temente legitimada de diferentes tipos de organizaciones de mujeres que ofrecen un espacio de contenci6n a problemiiticas compartidas, constituye otro de los recursos terapéulicos instaurados en las tiltimas décadas. Posiblemente también, la década pasada nos haya obligado a enfrentar un poco mas las concepciones totalizantes y omnipotentizadoras de las figuras terapéuticas: la cantidad de terapeutas con problemas de salud, incluidas muertes, el porcentaje de divorcios, hijos con problemas graves en familias de terapeutas, contribuy6 a profun- 12 (CONES DE LAS Munres N° 29» 2000 © Isis InereRNactonat dizar un cuestionamiento del lugar de poder de los/las terapeutas, asi como acentud las ya existentes desconfianzas, dudas y descreimiento en torno a los efectos de los tratamientos psicoldgicos, 4Problemas nuevos? guos de contencién emocional dejaron de existir y entonces aparecen “desbord que la sociedad tiene que contener? ; Nuevos abordajes psicoterapéuticos permiten que se hagan evidentes problematicas que con otros enfoques no se descubrian? ;Las sociedades no estén dando adecuada cabida y contencidn a sus integrantes y se gene- ran sintomatologias nuevas? Estos son algunos interrogantes que circulan en los en- cuentros formales e informales entre terapeutas. (Temas que eran tabti dejan de serlo? {Los espacios anti- Estuptos DE GENERO Sin duda, uno de los grandes cambios de la década en relacién a estos temas es. el pasaje del foco puesto predominantemente en las mujeres. al concepto de género, como una nocién abarcativa € inclusiva de los procesos que también afectan a los varones de estos tiempos. Testimonio de este proceso es no solamente la cantidad de publicaciones actuales sobre el tema de la masculinidad, sino también la emergencia progresiva de grupos de varones que, tal como lo vienen haciendo los grupos de mujeres desde hace muchos afios. proponen un espacio de brisqueda, de reflexién y de encuentro entre pares, El debate se amplié y se complejiz6: las diferentes posturas tedricas acerca de Jas maneras de entender el género han dado lugar a una vasta ¢ interesante cantidad de trabajos provenientes tanto de América como de Europa. Muchas autoras/es han planteado tiltimamente que: el término género se he riamente diverso... .. Esa consistencia de plastilina del coneepto género podria hacer- nos sospechar una extraordinaria falta de rigor terminologieo... lo que evidencia que el s una forma de poder. Y son relaciones de poder las que se ponen en generalizado en su uso, el contenido que se le da es extraordi conocimiento juego en la definicisn de losconceptos con los que nos referimos a la desigualdad social de las mujeres (Izquierdo, 1998), Paralelamente a este debate, el concepto de género ha empezado a ser incluido en algunas practicas profesionales, como es el caso de ciertas especialidades médicas y en el Derecho, ademas de Ja psicologia. Especificamente en relacién a esta ultima disciplina, de los grandes debates presentes hace dos décadas, hay algunos que siguen estando estancados, muchas ve- ces por posturas polarizadoras, por conceptualizaciones dogmiticas 0 por limitacio- nes de los marcos referenciales. Por ejemplo, el que se refiere al papel del contexto, de lo biolégico y su relacién con la subjetividad. Todavia cuesta mucho articular puentes entre quienes acentian uno u otro aspecto de la identidad de género. Isis INTERNACIONAL # 2000 + Ebiciones nt Las Muments N°29 13, El otro gran debate, al que asigno importancia fundamental, es el que se refiere a la “neutralidad” terapéutica. Como cada uno/a entiende este concepto, cémo cree aplicarlo en su quehacer, qué tipo de efectos son atribuibles a dicha variable, qué tipo de consecuencias tiene para la vida personal del/la terapeuta un ejercicio profesional donde se acentiia la disociacién, son algunos de los puntos en discusién actualmente, en ciertos contextos vinculados al debate sobre género, Y un tercer aspecto que observo constantemente, es la dificultad para integrar un marco de referencia tedrico. que incluya la conciencia de género, con la practica clinica, Es allf donde gran parte de las diferencias se dirimen en toro a qué significa en la practica tener en cuenta la variable género, cémo se evidencia, y con qué obje- tivos. Gran parte de la discusién surge de las confusiones provenientes de considerar ono el campo psicoterapéutico como una “arena” donde se evidencie alguna clase de “militancia” de género. PROPUESTA ACTUAL, Es en tomoa algunos de estos ejes que quise en esta oportunidad organizar este volumen: por un lado, acerear el aporte que. desde la practica clinica, hacen algunos/ as terapeutas que estiin incluyendo el género en su escucha y en su mirada. Por otro lado, recoger las reflexiones te6ricas que estan haciendo diferentes terapeutas de dis- tintos contextos, tanto sobre temas de reciente a] ‘in, como sobre la tenvalica de la. masculinidad. Y por tillimo, traer al contexto latinoamericano la voz y reflexion de lerapeutas estadounidenses que han estado muy abocadas a encontrar como articular una mirada genérica en la practica clinica, Esto dio lugar a un esquema que lo divide en tres secciones: * Voces exiliadas: ka disociacién y “el retorno de lo reprimido” en los relatos de mujeres, y El lado oscuro de 1a paternidad, pueden ser entendidos como una aproximacién mas general y terica a ka identidad de género. * Laautenticidad terapéutica, Historias de parejas, Identidad femenina y mitolo- gia, y Las figuras femeninas en el psicounilisis entre varones, son diferentes visiones de cémo hacer terapia, incluyendo la variable género. + La violacién sexual: cuando consentir es resistir, Matrimonios no consumados, y El abuso sexual infantil y los profesionales de la salud, representan un aporte respecto de temas actuales que nos topamos cada vez con mis frecuencia como terapeutas. La seleccién de los articulos estuvo hechi teniendo en cuenta no solamente a los/las terapeutas como destinatarios de los mismos. sino a todas aquellas personas cuyo quehacer las enfrenta muchas veces a temas que aqui son planteados: coordina- doras/es de grupos de mujeres y/o de varones, lideres de trabajos comunitarios, ase- sores/as de programas asistenciales, entre otras, asi como a todas aquellas/os que de una u otra manera, participan © parliciparon de procesos terapéuticos. M4 Ebictonts pi: Las Muteates NY 29 + 2000 © Isis INTHRKACIONAL En una €poca en que la psicoterapia en muchos espacios se intenta reducir a diferentes técnicas, a resultados, el valor de un espacio de Encuentro, tanto con un/a otro/a, como con uno mismo/a parece olvidado. El aspecto creador y creativo de este Encuentro, para todos los/las que participan en él, es muchas veces ignorado, ya sea porque las condiciones de apuro, exigencia, mal pago y tironeos diversos conducen a una banalizacién de ese espacio de posible contacto, como por la simplificacién que muchas veces se hace respecto de qué se considera terapéutico. Por eso se hace muy necesario oir la voz de quienes, con un grado de sensibilidad y de escucha atenta, nos dan a conocer originales reflexiones, propuestas titiles, vivencias en las que nos po- demos reconocer y compartir. Que provengan de distintas formaciones, pertenezcan a diferentes contextos geogrdficos o a distintas generaciones, que adhieran a marcos referenciales divergentes, es parte de la compleja riqueza que intenta evidenciar este libro. Desde el supuesto de que es la pluralidad en la diversidad lo que nos va a permi- tir cada vez mas ayudamos y ayudar, este volumen intenta ser un mosaico, tanto de probleméaticas como de enfoques, de reflexiones teéricas y de aportes clinicos, que de alguna manera reflejan el contexto diverso y cambiante que acabo de describir. IDENTIDAD DE GENERO El articulo de Annie Rogers resulta conmovedor para quienes venimos traba- jando desde hace muchos aiios con mujeres en terapia: sabemos que uno de los ejes fundamentales de nuestro trabajo con ellas pasa por el rescate y la legitimacion de sus vivencias, recuerdos, opiniones, decisiones, puntos de vista; y conocemos también lo il que resulta este proceso, dado e] entrenamiento que ellas tienen para poner en duda la propia percepcién o lo que estan sintiendo, en funcién de otorgarle poder alas visiones, sentimientos 0 puntos de vista de otros/as. Si bien ella focaliza su busqueda en mujeres que hubieran vivido algun tipo de situaci6n traumética (particularmente abusos o maltratos diversos), esta claro que cuando ella se pregunta “qué sucede cuando las mujeres se sienten obligadas a en- viar al exilio psicolégico su conocimiento de las relaciones y de la realidad?”, esté abarcando a todas, aun aquellas que no vivieron tales traumas, Su afirmacién acerca del cambio que notan en el pasaje de la nifiez a la adoles- cencia, del moldeamiento de “la voz" (entendida metaféricamente) en funcién del adecuamiento a las prescripciones sobre la femineidad, y la deseripcién de la progre- siva “desautorizacién al yo" (Stem), son confirmadoras de los hallazgos cotidianos en nuestra préctica clinica. Pero su categorizacién es ademiés una propuestaacercade cémo poder escuchar, de cémo poder ir descubriendo voces distintas y de cémo po- der ir entendiéndolas en funcién de los procesos de disociacién y/o represion. Su trabajo me conecté con lo que sabemos son cualidades que todos los/las terapeutas deberfamos ejercitar: creatividad, sensibilidad, empatta, amor, inteligen- cia, paciencia, curiosidad, respeto. Y al mismo tiempo con la conciencia de lo dificil Isis INTERNACIONAL, * 2000 * Epictones pe Las Mutenes N’29 15) que es nuestra tarea de ayudar a desarticular Jos viejos mecanismos que Ilevan a “olvidar”, a mentir y mentirse, a desautorizarse, a relativizar lo experienciado, a minimizarlo, a “autoexiliarse” como manera de vivir o de sobrevivir. Este articulo nos ayuda a visualizar los sutiles y complejisimos procesos que conducen a las muje~ res a silenciar la propia voz y qué resulta de ello, aun cuando lo “exiliado” haya sido una simple opini6n o un deseo o una vivencia. Pero tal vez lo que impacte mas en toro a estos temas es la conciencia de como en eso que llamamos “moldeamiento cultural”, lo que se va produciendo, en este caso en las mujeres, es un proceso en el cual fa vivencia es de extranjerfa: viven en un territorio que no les pertenece, que les define sus propias reglas, que tiene su idioma oficial y al que forzosamente se terminan adaptando, pero sin perder nunca el senti~ miento de que su “verdad”, su “patria”, estd en otra parte... Ayudarlas a descubrir sus voces, a comprender cémo dialogan o no entre ellas, cémo y qué negocian, qué consiguen cuando las silencian, a qué costo, es parte de lo que este articulo invita a pensar como proceso en una psicoterapia. Proceso que, desde puntos de partida completamente diferentes, también esta presente tanto en lo que plantea Inés Hercovich en su articulo sobre violacién, como en el articulo de Sofia Salamovich sobre mitolog{a e identidad femenina. El trabajo de Irene Fridman es un abordaje a la subjetividad de los varones, entendida desde la compleja trama que se arma entre identificaciones, deseos, mitos e ideal del yo. Es interesante su invitaci6n a pensar qué les ocurre a los padres con sus hijos varones (no solamente qué les pasa a los hijos), desde e! punto de vista edipico, Porque estamos acostumbrados/as a leer y escuchar hablar de los sentimientos de rivalidad de la madre y las hijas mujeres, pero muy poco acerca de los sentimientos de competencia entre padre-hijos varones. Fridman hace una relacién entre cémo se van constituyendo subjetivamente los varones, en torno a arquetipos miticos, que forman parte de los ideales que el discurso social ¢ histérico mantiene. Para la autora, el “mito del héroe” es un elemento estructurante de} imaginario masculino, tanto en lo que se refiere a la lucha con un antagonista, como al deseo parricida o de la figura que ocupe su lugar. Este ideal del héroe explica por qué nunca los varones se sienten suficientemente seguros de su masculinidad y que el patrén tipico de relacion intragénero sea de exclusion y de dominio por sobre los elementos de identificacién amorosa. La dificultad para “pasar la antorcha™, ceder 0 compartir el poder que muchos. padres varones evidencian, la encontramos muchas veces en nuestra clinica psicol6~ gica: problemas graves con las herencias, actuaciones muy estereotipadas como “ena- morarse” de una jovencita casi de la misma edad del hijo vardn, enfermedades graves y comportamientos autodestructivos por ejemplo en la pareja y/o en su trabajo en el comienzo de la adolescencia de los hijos, son sintomas vinculados a lo que Fridman plantea. El articulo también nos refresca viejos interrogantes: ,qué tiene de tan podero- so el poder?, ghasta dénde la ética del amor puede volverse atractiva para quienes son 16 Ebiciones br LAS Musires N° 29 + 2000 + ISIS INTERNACIONAL moldeados en la exacerbacién de los impulsos de dominio? jué puede entonces sentir que gana un varén, si se “feminiza”, en una cultura que sigue definiéndose por la competencia, por Jos resultados, por el éxito vertiginoso, por el omnipodo dinero?, {qué salida encuentran los jvenes varones actuales, cuando por un lado tienen a | modelos clasicos de hombres trabajélicos, desafectivizados, olvidados de sus cuer- pos, de sus vinculos afectivos y de sus deseos alli de ser poderosos, y por el otro lado a varones que se resistieron de alguna manera a plegarse a dicho estereotipo, pero que son seres que no disponen de autonomia econémica para decidir nada ni para responsabilizarse de sus hijos, que mantienen relaciones intensamente depen- dientes de las mujeres, que son muy inseguros, que funcionan infantilmente? Entre el viejo patriarca poderoso y el varén deprimido, dependiente, inseguro, fracasado, hay un proceso de demistificacién al que asistimos generacionalmente. El costo de dicho proceso, como lo plantea Fridman, es para mujeres y varones muy distinto: paraellas, la bisqueda del ideal principe azul sostenedor, protector y omnipotente, no ha termi- nado, aunque cada vez mas no sepan ya donde encontrarlo y sufran mucho cada choque con la realidad de “sus” hombres. Para ellos, como lo dice la autora, el costo se plantea en torno a los permanentes sentimientos de inseguridad acerca de la viril dad, ala soledad, a la disociacion de los aspectos frdgiles o dependientes, a las pérdi- das provenientes de no saber cémo vincularse ni con sus hijos ni con pares desde un lugar amoroso. DISTINTAS FORMAS DE HACER TERAPIA En esta parte del volumen quiero incorporar, como aporte personal, cierta mira- da sobre los/las terapeutas. Mi interés proviene, por un lado, del reconocimiento de que la conciencia de género ha sido la Have que me ha servido para producir cambios en mi forma de ejercicio profesional. Por otro lado, porque sé que el hecho de ser terapeuta varén o mujer constituye una de las variables intervinientes més significa- tivas en el vinculo con pacientes mujeres 0 varones. Pero ademas de todo, porque considero que parte de la teoria psicoldgica presente y a veces dominante en algunos contextos, y de las practicas circulantes, ponen sélo la mirada en los/las pacientes y a lo sumo, en las vivencias contratransferenciales que ellos o ellas detonan en los/las terapeutas, como parte de una visién que enfatiza una mirada autonémica, jerérquica y con un grado de abstraccién en el vinculo, de ausencia de emocionalidad, caracte- ristico del estilo masculino estereotipado de relacion. Que estos aspectos enfatizados en las terapias tienen efectos sobre los/las pa- cientes, no quedan dudas. Muchos/as de nosotros/as estamos acostumbrados/as a tra- tar con gente que ha pasado aos de su vida haciendo terapia (lo digo en sentido amplio), que ha acumulado un conjunto de “conocimientos” acerca de su persona, pero que sigue desconociéndose tanto como el primer dia, porque el proceso que emocionalmente debe recorrerse en toda terapia no fue nunca hecho, Y entonces me pregunto, por ejemplo: ,cémo va a producirse un encuentro entre dos seres, donde Ists IyteRNACIONAL, * 2000 Epiciones oe tas Musenes N° 29 7 uno/a de ellos, lavel terapeuta, puede estar tan defendida/o o mas que su paciente?, iqué clase de encuentro resultard entre una terapeuta mujer y un paciente varén prepotente, violento, si la terapeuta se siente “una pobre nifia” que nunca aprendié a poner limites?, gy qué resultara de un vinculo entre dos varones, cuando el paciente logra llorar ante un terapeuta que reconoce no haberlo hecho mas que en una oportu- nidad en su vida? Sabemos que no sélo en la practica psicolégica se han exteriorizado las formas mascul estereotipudas de relacién: en un dmbito tan diferente como el de las empresas, también circulé siempre la idea de que la gente “rinde” mds en su trabajo si se disocia de su mundo privado. Poco a poco, sin embargo, importantes consultores empresariales sugieren la progres nde mujeres a cargos gerenciales, por considerar que el cardcter mds afectivo que ellas le imponen a su ejercicio labo- ral, produce mejor rendimiento... Ahora bien: si ponemos la mirada sobre los/las terapeutas y nos preguntamos cuanto de su entrenamiento genérico se vincula a la forma de ejercicio profesiona Nos encontraremos con interesantes datos. Tal vez el primero mas evidente sea el que proviene de mirar los grados de contradiccién que existen entre quienes buscamos ejercer este tipo de quehacer, guiados por un profundo interés por el ser humano y sus padecimientos, y fa inhumanidad con la que, muchas veces, nos tratamos a nosotros/ as mismos/as 0 entre nosotros/as. La pertenencia genérica acenttia 0 facilita, seguin de quién se trate y respecto de qué, el autodescuido o el autocuidado. Sin querer caer en Ja polarizacién varén-mu- jer. pero reconociendo que todavia los entrenamientos genéricos nos pesan mucho, puedo afirmar que los terapeutas varones van a estar mas entrenados en saber defen- der sus honorarios, en hacer respetar sus espacios privados (por ejemplo, con el telé- fono), en establecer condiciones de horarios, asi como también van a tener menos trabas que las mujeres para hablar en piiblico en una reunién cientifica, o van a atra- vesar menos autodescalificacién cuando empiezan a escribir un trabajo. La vivencia de ser autoridad va a ser mds “automitica”, menos puesta en duda por sf mismos que en el caso de las mujeres terapeutas. Pero van a tener mas dificultades en empatizar con sus pacientes, en conectarse con sus propias emociones en el trabajo y légica- mente en la expresién de dicha emocionalidad. Van a tender a sobreexigirse en mate- ria de ntimero de horas de trabajo, dada la hiperresponsabilidad que sienten general- mente como sostenedores econémicos de la casa. Van a tener menos conciencia acer- ca desi el lugar donde trabajan es blanco o gris, o siel color de Ja alfombra les resulta agradable o deprimente. Y todo esto posiblemente explique por qué muchos terapeu- tas hombres (aunque no solo ellos) se llevan sorpresas con sus pacientes: porque entraron pocas veces en contacto, se mantuyieron en un tipo de didlogo abstracto 0 racional, donde el padecimiento del otrof/a no fue nunca descubierto en ese marco. Tampoco el propio. En el caso de los terapeutas varones, esta disociacién de la emocionalidad, su- mada a los mandatos referidos a no mostrar debilidad, vulnerabilidad, indefensién, a 18 Enicioves pk 14s MUJERES N° 29 * 2000 + Ists LNTERNACIONAL laexigencia de proveer econémicamente a la familia, y u la pobre relacién intima con pares masculinos, los pone en un grado de riesgo personal mayor que a las mujeres, en lo que a Su larea se refiere. Si nos detenemos a pensar en sintomas que presentan los terapeutas varones. encontraremos actuaciones abusivas en el contexto terapéuti- co (muchos de ellos cobran honorarios notablemente superiores a los que cobran sus pares mujeres; en el caso de abuso sexual, son también en su mayoria terapeutas varones los que ejercen un poder de seduccién y/o de abuso sexual sobre pacientes mujeres), compulsiones tipicamente trabajdlicas, enfermedades del cuerpo, como por ejemplo severas cardiopatias o patologias diversas de la columna vertebral, entre otras, Las terapeutas mujeres van a tener mas facilitada la empatfa, les resulta mas sencillo “ponerse en el lugar” de la otra persona y resonar emocionalmente con lo que le ocurre. El tipo de contacto que pueden establecer, a su vez. les dificulta el diferen- ciarse y el poner limites a situaciones de maltrato, abuso, hiperdemanda, entre otras. Su entrenamiento genérico les hace mds dificil defender sus condiciones, tanto en materia de horarios como de honorarios, duracién de la sesién, limites a llamados telefénicos, por ejemplo. Tienden a conectarse con la culpa mucho mis facil y evi- dentemente que los terapeutas varones, Los mandatos acerca del cuidado de los que lanecesitan hacen que muchas veces reproduzcan en la relacin terapeuta-pacienteel modclo madre-hijo/a incondicional ideal, siempre dispuestas y desconectadas de si mismas. Como lo planteara anteriormente para el caso de las psicdlogas mujeres (Daskal, 1992), decidir si se va a dedicar a la practica clinica 0 no; si va.a tener un consultorio: donde y con quién; si va a supervisar su tarea: con quién; si esté haciendoo vaa ser un trabajo sobre su propia persona: con quién y con qué orientacién; si va continuar su formacién: dénde y con quién; si va a hacer trabajo institucional: dénde y en qué condiciones; cuanto considera que deberia cobrar por cada una de sus tareas, entre otras, forman parte de las decisiones en las que su socializacién genérica se va a poner de manifiesto, Son muchas las mujeres terapeutas que manifiestun una inhibicién grande para expresarse piiblicamente en reuniones cientificas, para asumir cargos que no sean de secretaria en organizaciones profesionales, para manifestar desacuerdo en intercam- bios con colegas, o que se sienten inhabilitadas no sdlo con los ntimeros sino también con otros lenguajes abstractos. También muchas de ellas se enrolan en formaciones te6ricas y clinicas en las que, en muchas oportunidades, no se sienten c6modas ni de acuerdo, pero a las que se someten por considerar que el valor esté en formar parte de dichos grupos y no en si mismas. O sea, las mujeres y varones terapeutas no dejan de poner en evidencia sus respectivos entrenamientos genéricos, como sus estereotipadas interacciones en lo que respecta a su formacién, a su relaci6n con las teorfas, a su forma de participacién en grupos de estudio o supervisiones clinicas. a su relacién con los honorarios, a sus sometimientos y/o competencias con figuras de autoridad (sean masculinas o feme- ninas), a su participacién en organizaciones, a sus habilidades y dificultades para us Ivrrekactowal. © 2000 * Eviciones pk Las Musenes N°29 19 escribir, ensefar, entre otras, y obviamente también en sus interacciones desde el rol con aquellos/as que solicitan su ayuda profesional. Otra razén por la cual me parece muy importante poner la mirada sobre los/las terapeutas es porque considero que, en muchos sentidos, realizamos un trabajo insa- lubre, del que muchas veces no somos concientes, precisamente porque cierto tipo de formacién “tradicional” y también la socializaci6n genérica nos estimulan 0 exacer- ban la racionalidad, e| autocontrol, la omnipotencia, la disociacién 0 el “deber ser” bajo Ja forma del sostener, aguantar, tolerar, en soledad. {Con quién hablan los/las terapeutas de sus propias dificultades, temores, an- gustias? Fuera de su propio espacio terapéutico (y a veces ni siquiera en él), y/o de supervision, por quign se sienten sostenidos/as, apoyados/as? Es tan frecuente escu- char a terapeutas decir que no tienen con quign hablar de lo que les pasa, 0 que no consultarian con otro colega porque no querrian que su problema estuviera en cono- cimiento de una institucién o de otros colegas porque podria verse afectado su traba- jo, que me parece imprescindible preguntamos {qué nos esté pasando? A nosotros, no a los/las otros/as. Sin pretender enumerar la enorme cantidad de situaciones complejas. dificiles y detonantes de emociones. que los/las terapeutas contenemos 0 al menos intentamos, contener en nuestro quehacer, me gustaria simplemente preguntarnos: {qué nos pasa cuando angustiados/as por algo personal, nos disociamos para estar “neutros” para escuchar lo de los otros/as?, {qué nos pasa cuando trabajamos con alguien que nos resulta insoportable?, ,qué nos pasa cuando lo que escuchamos nos conecta con una asignatura pendiente en nuestra propia vida?, {qué nos ocurre cuando una persona con la que trabajamos se enferma gravemente y no podemos hacer nada por ella?, {qué nos sucede cuando trabajamos mas horas de las que nos sentimos capaces, por razones econémicas?, qué nos ocurre cuando nos sentamos en un sillén inadecuado para nuestras columnas?, zy cuando trabajamos en un espacio que no nos gusta?, ,y cuando cobramos mucho menos de lo que querriamos, necesitariamos, 0 nos parece justo? Esta mirada sobre los/las terapeutas y este tipo de interrogantes son parte de mi entrenamiento genérico. Cuando tomo conciencia de cuntos de mis queridos maes- tros y/o colegas se enfermaron gravemente y hasta se murieron muy tempranamente, no puedo dejar de considerar que hay algo en nuestra formacién que esta mal: quie- nes somos preparados/as para ayudar a otros/as, también debemos recibir capacita- cin para cuidarnos a nosotros/as mismos/as. Pero si el modelo subyacente en todo vinculo terapéutico es, por ejemplo, el del ideal materno, es decir: incondicionalidad afectiva, tolerancia, abnegacién, desinterés econdmico, negacién de la propia perso- na en funcién de satisfacer las necesidades del “hijo/a”, combinado con una forma- cién racionalizadora, intelectualizadora, alejada de la conexi6n entre personas y fomentadora del aislamiento disfrazado de autonomia, entonces nos encontramos con una combinaci6n de condicionamientos atribuibles al género, que no puede sino en- fermarnos, a algunos mds y a otros menos, @ algunos antes y a otros después. 20 = —_Eniciones pe LAs Musees N° 29 * 2000 + [sts INTERNACIONAL Es desde esta visién que me resulté muy aportador el articulo del Stone Center sobre La autenticidad terapéutica. aunque tenga formato de mesa redonda. Para el equipo del Stone Center, el trabajo terapéutico esté apoyado en una ldgica, en una ética y en una cultura de la conexion, apoyado en lo que Jean Baker Miller lamé un “yo-en-relacién” para las mujeres (Miller, 1992). Asi como para Carol Gilligan, y sus continuadoras, “un sistema de justicia fe- menino estaria centrado en las ideas de comunidad y solidaridad, privilegiarfa la con- ciliaci6n sobre el litigio y se opondria al sistema adversarial caracteristicamente mas- culino” (Kohen, 2000). para las terapeutas de esta linea de pensamiento, la coopera- cién, la empatia, la conexidn y la autenticidad, son parte fundamental de las herra- mientas que todo/terapeuta debe usar si quiere efectivamente no sentirse inttil en su quehacer, Pero entiendo que cuando ellas hablan de “conexién” no se refieren sola- mente a una conexion con quien estén trabajando sino consigo mismas. El debate acerca de qué aspectos de la persona del terapeuta tienen importancia 0 sentido de ser trabajados en el vinculo con el/la paciemte, tiene lugar generalmente en conversaciones informales entre terapeutas. Aqui, las autoras lo ponen sobre la mesa, y son claras en explicitar que ninguna revelacién que no vaya a causar un movimiento en la relacidn, tiene cabida dentro del espacio terapéutico (Miller). Es decir, desde ese estar presente. conectada/o con quien nos pide ayuda, los datos acer- ca de nuestras personas tienen que estar al servicio del vinculo, tener un sentido dentro de él. Si no, pueden ser simples necesidades compulsivas del/la terapeuta. Y obviamente, cuando hablan de Ia informacidn acerca de sus personas, no se estén refiriendo simple 0 solamente a datos de su vida personal. sino a los datos que provie- nen de lo que esta sucediendo ahi y ahora con esa persona. Como lo dice Judith Jordan: “la presencia emocional del/la terapeuta es una importante fuente de infor- macién para sus clientes y un recurso para el crecimiento dentro de la relacién tera péutica”. Otros temas de este trabajo que resultan aportadores para el debate, son: + el foco puesto por estas autoras en la “desconexién crénica” (Jordan) como explicativo de las patologfas que vernos habitualmente. No deja de ser una inte- resante manera de nombrar un proceso en el que todos los seres humanos nos vamos entreniando desde chicos; + lanocién de limite como lugar de encuentro, porque consideran que “la seguri- dad y el crecimiento psicologico surgen en una buena conexidn, no en la expe- riencia de autosuficiencia, autonomfa y confinamiento” (Jordan); * la nocién de que la autenticidad es un proceso en movimiento: “nos movemos entre mayor o menor autenticidad como consecuencia de la dindmica relacional... Cuando puedo comprender la verdad contenida en las estrategias de desconexién de los/las pacientes, puedo encontrar algo auténtico que decir que ayude a movi- lizar el proceso hacia un compromiso mutuo...” (Stiver): + la importancia de distinguir entre reciprocidad e igualdad (Walker); Isis Ieteavactonal. + 2000 + Epicrowes ne Las Musrues N° 29 21 * la reflexién sobre el poder en psicoterapia, cuando plantean, por ejemplo: “no s6lo aportamos un yo fisico a las relaciones interculturales, sino también un yo histérico-colectivo... Una de las caracteristicas de la cultura no relacional es que aquellas personas que colectivamente representan lo dominante se reservan el derecho a nombrar ka realidad y, por lo tanto, distancian a las personas margina- das de sus propias experienciay... esa resistencia al impacto mutua se expresaba en mi necesidad de establecer y sostener mi poder sobre esa persona, mante- niendo al mismo tiempo mis imégenes intactas” (Walker); * el cuestionamiento a la idea de la neutralidad terapéutica: “como terapeuta, no simplemente como presencia incorpérea, como expejo reflectante 0 ” (Surrey); * los “tironeos” en nosotrosfis mismos/as: “los dilemas respecto a la autenticidad implican conflictos o tnsiones entre distintas responsabilidades —incluyendo aquellas hacia nosotros/as mismos/as~ contenidos en la tarea mas amplia de fomentar el crecimiento del cliente” (Surrey): © los interrogantes éticos que se producen en el movimiento hacia la autenticidad: “gedmo mantenemos nnesira responsabilidad por el trabajo terapéutico y nues- tra responsabilidad para proteger al cliente y a su vez nos alejamos de las instan- cias jerirquicas 0 patemalistas en la relacién?... ;a quiéa estamos protegiendo en una situacion dada: al cliente, a la relacién o a nosotros/as: mismosfas?..." (Eldridge); + la propuesta: “las elecciones éticas en la clinica de como movilizarse hacia la autenticidad, emergen s6lo de una cuidadosa consideracion de cada contexto terapéutico, que implica comprender la intencionalidad 0 el propdsito de kate pia, analizar las dindmicas de poder que influencian la relacién especifica y explorar Jas estrategias de desconexién, tanto del cliente como del/la terapeuta” (Eldridge). El articulo sobre terapia de parejas. de Rosita Aguirre, resulta, entre otras cosas, una invitacion a preguntarse qué considera cada uno/a de nosotros/as que es una reja, sin partir de falsos supuestos ni de definiciones estereotipadas, ni dadas por otros/as. Que cada terapeuta tenga claro con qué definicidn esti trabajando cuando habla de pareja y/o familia, es imprescindible para su labor. Su propia definicién no deja de ser polémica, ya que. como en el caso de las ginec6logas, proviene de su propia practica clinica: ha sido su trabajo con las personas en psicoterapia, lo que le fue haciendo necesario el preguntarse y buscar en sf misma una definic estereotipada de pareja. Cuando un/a terapeuta se pregunta, ya esta creando un espacio de apertura que. vaa facilitar el proceso con los/las pacientes, En este caso, la terapeuta tenia concien- 6n de pareja con la que estaba trabajando, y el hecho de que haya partido de una definiciéa bien amplia, sin duda significé empatizar con to que a los propios protagonistas les estaba ocurriendo. Los ejemplos del articulo son bastante 2 OSes DE LAS Mesites N® 20 + 2000 + sts Iymannacionat evidencia de lo que sucede cuando, en una psicoterapia, el/la terapeuta tienen una escucha donde la pertenencia a un género es considerada un fundamental elemento organizador de la identidad. Uno de los desafios al que la sometian cada una de las parejas, tenfa que ver con constatar hasta dénde ella iba aseralguien que apelara alas nociones tradicionales de pareja, a los “deber ser” culturalmente prescriptos, para tratar de que ellos se “adaptaran” o bien, iba a saber escuchar y acompafiar la incerti- dumbre del camino que estaban recorriendo. Cada uno de ellos atravesaba las angus- tias tipicas de quienes estén pisando huevos: camino sin verdades absolutas, sin mo- delos en los cuales apoyarse, sintiéndose mirados criticamente por el contexto, nada mas que porque osaban probar vivir segtin lo que sus necesidades les iban dictando, sin poder asegurar qué iban a decidir en el futuro més préximo. Las reflexiones que la autora hace acerca de los cambios observados en parejas de la generacién de la treintena. incluyendo su mirada sobre los géneros, asf como acerca de la diversidad de formas de emparejarse actuales y las consecuencias de que los/las terapeutas se encasillen en un “deber ser” cuando pretenden entender los arre- glos a los que llegan otros distintos de uno/a, el foco puesto sobre temas como poder, trabajo doméstico, dinero, vida sexual, maternidad y paternidad (claves en toda tera- pia de pareja), y la importancia que la autora otorga a otras fuentes de informacién, conocimiento y reflexién como son las novelas, constituyen un aporte teérico-téeni co, no sélo para aquellos que trabajan con parejas. Quisiera subrayar, ademas, que una dificultad que podria haberse generado en estas psicoterapias, podria haber provenido del hecho de que la terapeuta, al no perte- necer al mismo grupo etareo, tuviese dificultades de empatizar con estas formas “nue- vas” de convivencia, 0 con estas maneras nuevas de ser mujer o vardn. Sin embargo, el rumbo del proceso indica que el trabajo sobre sus prejuicios, su conocimiento acerca de las prescripciones genéricas y su cluridad acerca de con qué definicién de pareja estaba trabajando, le sirvieron de ayuda para garantizar a los/las pacientes un parejo atravesamiento por las dudas y las certezas, El texto de Soffa Salamovich, Identidad femenina y mitologfa, es primeramente un excelente ejemplo de cémo una terapeuta puede integrar a su quehacer la expe- riencia particular de una etapa de su vida, asi como ampliar sus marcos de referencia de un modo creativo. Su manera de presentarse, de decir desde dénde vaa hablar e incluir dentro de ello un breve relato de su camino como psicoterapeuta, también nos muestra cémo ella trabaja en su consultorio. Es una evidencia de coherencia entre lo que ella hace y lo que espera conseguir en sus pacientes. La inclusi6n de la mitologia de la diosa, como “expresién externa de los arque- tipos de lo femenino”, y su trabajo con la cadena intergeneracional, dentro del marco de las psicoterapias individuales y grupales, es una herramienta sin duda muy ttil. Entiendo que el quehacer de Salamovich implica ir trabajando con cada mujer lo que desde otras épticas llamariamos sus personajes internos, o partes de su identidad. Y el hecho de tomar el simbolo de la “diosa”, resulta una interesante manera de complejizar la perspectiva acerca de la construccion de la identidad de tas mujeres, al recordarnos {sts INTERNACIONAL * 2000 © EbicioNes pk LAS MuseES N°29° 23 que en su historia como género hubo alguna vez una cultura que adoraba a la gran diosa, que fue destronada y en su lugar se impuso una cultura patriarcal. Esas image- nes de mujeres con poder, que fueron respetadas y veneradas social y culturalmente, forman parte, para la autora, de las poderosas fuerzas intemas que influyen hoy en la manera en que cada mujer es, aunque para las generaciones que hoy transitan la cincuentena los modelos de mujer hayan pasado mas por la expresidn de ta depen- dencia, de la sumisién y de ta falta de mundo propio. El trabajo de conexidn, de ligaz6n entre la historia individual de cada mujer y la del género al cual pertenec través de estas imagenes de las diosas, creo que permite no sélo ir integrando los diferentes aspectos de una misma, sino también conectarse con la fuerte vivencia que significa saberse parte de una historia més amplia, saberse encarnando antiguos ar- quetipos, sintiéndose cercana, préxima a estas mujeres diosas. Indudablemente, la ubicacién en un lugar de victima, las vivencias de baja autoestima. los sentimientos de fragilidad, dependencia o vulnerabilidad, son posibles de ser trabajados a la luz de este enfoque, de una manera que abre posibilidades: no encierra a las mujeres dentro del estereotipo de lo que son o creen ser en el hoy, sino que las ayuda a descubrir en si mismas, otros aspectos, muchas veces contradictorios, pero de una rica compleji- dad para poder desarrollarse y erecer. E] trabajo de Juan Carlos Volnovich (como el de [rene Fridman) esta en Ja direccién de muchos de los desurrollos te6ricos que se vienen haciendo en los Ullimos afios respecto de la masculinidad: contribuyen indudablemente a conocer mas al varén de hoy, y a confrontarlo con e! del mito, con el patriarca, con el dios, con el “rey”. Su trabajo apunta a comprender qué clase de encuentro se produce entre dos varones en el contexto de una sesidn de psicoandlisis. Su mirada critica del psicoana lisis en torno a estos temas no sélo es aportadora por lo que el autor conceptualiza, sino por el hecho de expresarse como un varén actual, capaz de cuestionar ciertas concepciones “paternas”, cupaz de “ponerse en el lugar de", capaz de asumirse como un ser humano tan moldeado culturalmente como el sefor al que escucha y capaz también de poder relacionar ciertas conceptualizaciones tedricas con la emocionalidad del te6rico, lo cual no solamente relativiza fa teoria Sino que se hace eco de quienes desde una perspectiva inclusiva del género, sostienen que la madurez cognitiva con frecuencia es identificada con una posturaen a que la realidad objetiva es percibida y definida como algo radicalmente separado de lo subjetivo” (Fox Keller, 1989). Es interesante entonces su planteo acerca de que lo que ocurre entre dos varones en una sesién de psicoaniilisis tiene que ver con “el espejismo de una verdad esquiva —cuerpo de mujer— que se instala omnipresente” junto con categorizar el tipo de ima- genes de mujeres que habitualmente encuentra en el discurso de sus pacientes varo- nes. Dado que la “omnipresencia” femenina, paraddjicamente (0 no) transformada en el lugar de lo descalificado, lo temido, lo deseado, es un elemento que forma parte siempre de las terapias con varones, y que es un aspecto ‘al del trabajocon ello: la elaboracion de su relacién de dependencia de las mujeres, la rabia que eso les a 24 ntewanes pe 14s Munters N° 29 * 2000 + Isis IntiRNAcTONAD produce, los sentimientos de miedo profundo aellas y sus reacciones evitativas de los vinculos comprometidos con ellas, el trabajo de Volnovich es estimulante para pen- sar, por ejemplo: qué de este “espejismo” explica las dificultades que tienen los varo- hes para crear y mantener espacios de intimidad entre ellos; o bien jel “cuerpo de mujer” es una defensa frente al amor homosexual?, ,por qué al hablar de un espacio de encuentro entre varones, aparecen siempre terceros incluidos: filtbol. trabajo, di- nero, mujeres? Y también hace que nos preguntemos: gen qué se evidencia el amor de los varones a la mujer “afirmativa”? El tema que plantea Volnovich también puede estimular la reflexién hacia los efectos similares o diferentes que tiene sobre la hija mujer y sobre el hijo varén, en esta cultura, el ser criados por una mujer. Probablemente, en este sentido, algunas lerapeutas mujeres encuentren que la categorizacién de las mujeres que plantea el articulo también se aplica al discurso de muchas de ellas en anilisis, refiriéndose a sus pares genéricas: temor y odio a la mujer “castrada” y a la “castradora”. Pero el tema del amor a la mujer “afirmativa”, gse encuentra también en el andlisis de las mujeres? Dado que este es el tinico articulo del libro escrito por un varén, me parece un ejercicio interesante preguntarse (aunque signifique un inevitable grado de prejuzgamiento) si se puede identificar su lenguaje. el didlogo entre terapeuta y pa- cientes, la manera de nombrar o de no nombrar, el estilo de la comunicaci6n, la forma de intervenir, el tipo de involucramiento que Volnovich expresa, ademas de los temas que aparecen, como “masculinos”. ‘TEMAS DE ACTUALIDAD El articulo sobre violacién sexual, de Inés Hercovich, zambulle descarnadamente a los/las lectores/as en las vivencias que tienen las mujeres victimas de violacién, tal es la habilidad de la autora para ponernos en su piel, en su terror. La descripcién cluye al mismo mecanismo de descreimiento, relativizacién 0 negacién de la pro- pia vivencia, por parte de las mujeres, mencionado en el articulo de Rogers, asi como la situacién sin salida que la myjer siente, el malentendido al que estd expuesta cuan- do se interpreta su terror como “parte del juego sexual femenino”, a lo que se suma la evidencia de que la desconfianza en una misma se transforma en la cémplice perfecta del abusador, violador o maltratador. ‘Su afirmaci6n: “conceder es resistir’ obliga a repensar mucho cudntas veces emitimos juicios apresurados, apoyados en apariencias engafiosas de los hechos, so- bre las cuales montamos estrategias desde terapéuticas hasta politicas, que estan lejos de representar una ayuda efectiva a quienes nos consultan. En este sentido, el trabajo también incluye una kicida critica a las posturas que, desde lugares muy diferentes, sin embargo terminan coincidentes en la inefectividad para ayudar a las victimas. Esté claro en su articulo, como cuando a un grupo de personas (en este caso mujeres y varones) se los define como desiguales en base aun criterio de adscripcién Isis InTeaNActoNAl, © 2000 + Eniciowes ne 1as Mureres N°29° 25 (definidas por nacimiento), el etiquetamiento es progresivo y acumulativo. El grupo “dominante”, definido como superior. define roles aceptables para los “subordina- de omo una manera de hacerlos, “A los subordinados se les suele consi incapaces de desempeiiar los roles superiores, Sus incapacidades son adscritas a de- fectos o déficit mentales y/o fisicos innatos y por tanto inmutables e imposibles de cambiar... mas ain, los propios subordinados pueden llegar a encontrar dificil creer en su propia capacidad. El mito de su incapacidad... s6lo se cuestiona cuando algtin acontecimiento drastico alterae! curso normal de los acontecimientos...” (Miller, 1992). El hecho que desde una mirada supuestamente defensora de las mujeres se acen- tien sus vivencias de discapacidad y sometimiento, no hace sino recordarme lo que muchas veces he observado: terapeutas que asumiendo una postura de proteccién o de defensa de su paciente (por ejemplo en situaciones de violencia), no hacen sino exacerbar la autoimagen de discapacitacién que la paciente tiene de sf y por lo tanto continuar inhabilitandola Otro de los aspectos significativos del trabajo de Hercovich es el que marca fa diferencia entre un encuentro sexual y un coito 6 su equivalencia. Como también lo hace Groisman en su articulo, ella demistifica la vagina como “el” lugar que mas cuidado y preservacién debe tener de todo el cuerpo femenino, para poner en eviden- cia que “dejarse penetrar es la actitud que menos las involucra”, Esta afirmacién representa el desenmascaramiento de una situacién llena de estereotipos, de ignoran- cias o de ideas que mas tienen que ver con Jo que los varones creen de la sexualidad de las mujeres que lo que a ellas de verdad les pasa. Por tiltimo, este articulo también Ieva a pensar cudntas de las emociones y ategias de negociacién que alli estin descritas, referidas a una situacién limite como es el caso de Jas violaciones, son sencillas de encontrar en la mayoria de las mujeres, en otras circunstancias de vida, tal vez menos limites, pero denotadoras por igual de las diferencias de poder entre géneros que hacen comenzar cualquier nego- ciacion desde lugares claramente diferentes. El articulo sobre matrimonios no consumados, de Claudia Groisman, pone el foco sobre un tema bastante ignorado por la mayoria de los terapeutas, y es un ejem- plo paradigmatic de lo que las prescripciones genéricus pueden producir como sin- toma. “Gracias” a él, los varones y las mujeres de dichas parejas no pueden encajar en el estereotipo genérico, asf como tampoco fa relacién sexual que mantienen. Como enel caso del articulo sobre terapias de pareja, tambign esta autora recurre a una definicién personal de lo que considera “relacién sexual”. Y obviamente su defini- cidn es cuestionadora de las ideas y conocimientos circulantes entre terapeutas acer- ca de lo que es una relacién sexual. Al centrarse en un tema aparentemente muy circunscrito, el trabajo da en reali- dad la posibilidad de preguntarse y descubrir cémo lo que Groisman plantea referido a los matrimonios no consumados, puede ser uplicado a una vasta gama de problemé- ticas que involucran a la sexualidad: quién define y para qué, como “deben” ser las relaciones sexuales, entre quiénes, qué cantidad de deseos, emociones diversas, fan- 26 © Eprciones pe Las Murenrs N° 29 » 2000 « Isis IsTHeNactonal tasfas, entre otras, se esconden en esos silenciamientos que se producen en torno a estos temas. {Qué se defiende con el silencio: la intimidad, la sexualidad “oficial”, la identidad avergonzada?, jpara quién es importante, placentero o imprescindible la penetracién vaginal?, {quién est en condiciones de exigirla?, ,quign se siente con derecho a pedir lo que le gusta hacer 0 que le hagan?, gquién se siente compelido/a a rendir, a satisfacer?, ;de qué manera?, zpara quién es importante la reproduccién?, qué entrenamiento genérico facilita o dificulta la disociacién entre sexualidad y pro- creaci6n?, c6mo es que la sexualidad, definida como una de las 4reas por excelencia del placer humano, se vuelve zona de tanto padecimiento oculto, de tanto descuido, de tanta violencia?, {qué papel juegan tantos mandatos, prescripciones, normas, jun- to con la actual estimulacién pomogréfica que inunda cualquier medio (incluyendo internet) en los diferentes padecimientos que tienen como centro la sexualidad huma- na?, jen qué esid convertida la sexualidad hoy?, ,cudl es el papel de lo paragenital?, iqué o aquién amenaza una sexualidad sin penetracién vaginal? Asi como el Sida hizo evidentes muchos aspectos ocultos de la sexualidad de las personas, estas parejas que describe la autora, que se sienten “anormales” por no poder practicar el coito, nos revelan otros de dichos aspectos. Articulos como el de Groisman nos recuerdan que siempre es mucho mis lo que no sabemos que lo que si sabemos. Otra vez en este volumen nos encontramos con una terapeuta que, al crear su propia definicién de un problema, encuentra coherentemente la posibilidad de ofrecer un espacio contenedor, comprensivo, respetuoso y tolerante de las particula- ridades de cada vinculo humano. Muchos se preguntardn si esto no es lo que seespera de un espacio terapéutico; sin embargo, la mayorfa de nosotros ha experimentado el encuentro con terapeutas de distintas orientaciones que son profundamente normati- vos, atin cuando crean que no lo son. Y tratndose de la sexualidad humana, como dice Mari Ladi Londojio “el problema es la norma” (Londofo, 1988). Por ultimo, el trabajo de Patricia Tiberti, reflejo de las vicisitudes de un equipo de ginecologia infanto-juvenil como cierre de este libro, representa aqui uno de los aportes que es necesario integrar a la experiencia de los/las psicoterapeutas, dado que es con ellosfellas (entre muchos otros profesionales) con quienes ojala pudiéramos trabajar en equipo, cada vez mas. Resultan particularmente reveladores de este trabajo los datos referidos al por- centaje de pacientes abusadas que nunca han hablado con nadie del tema (terapeutas incluidos), porque dentro de las posibles razones, entramos nosotros/as, con nuestra manera de acercarnos, de escuchar, de contener, de sancionar, de enjuiciar, de igno- rar, de compartir el silencio (ley del silencio). Resulta en este sentido contrastante con la formacién psicolégica, la facilidad que el equipo de ginecélogas tuvo para pensar una pregunta directa a las pacientes y decidir cuando incluirla. Sorprende muchas veces cémo en este tipo de situaciones, contra todo supuesto, les cuesta mas a los/las profesionales preguntar que a los/las pacientes contestar. Detrds de todo tipo de justificaciones te6ricas y técnicas, muchas veces, el no preguntar directamente nos involucra responsablemente en comportamientos autodestructivos de nuesiros/as pa- Isis INTERNACIONAL * 2000 + Epicioes be Las Muienes N°29° 27 cientes, o nos hace pecar por omisién. Por ejemplo, en el caso de pacientes adoles- centes (pero no solamente), preguntar acerca de la forma en que se estén cuidando en sus relaciones sexuales sirve para detonar el hecho de que no Io estan haciendo, y eso, en el mundo actual, no nos dice algo acerca de los deseos inconcientes de embarazo, sino muchas veces, de los deseos inconcientes de morirse... La transmisi6n de la experiencia de un equipo, dentro de un hospital general muy prestigiado, cuando los temas que se intentan abordar cuestionan la estructura de poder tanto del “saber médico, como del funcionamiento de ciertas instituciones (matrimonio, familia, hospital), no deja de llamar la atencién. Lo que esie equipo moviliz6, poniendo la mirada donde nadie la habia puesto y donde muy pocos tenian la intencién de ponerla, nos demuestra el poder que pueden adquirir ciertos momen- tos de concientizacién, tanto individuals como grupales. ‘También es importante resaltar el proceso que una de las protagonistas relata: partiendo de un conocimiento desprejuiciado, se fueron encontrando con datos clini- cos que les Ilamaron la atencién. A partir de ellos, empezaron a preguntarse, infor- marse y buscaron ciertas repeticiones, hasta llegar a ciertas certezas. Fue la realidad de muchas de estas nifias y adolescentes lo que desperté en ellas la conciencia acerca de que el abuso sexual no era un cuento de los libros ni algo que se vefa solamente en los hospitales de barrios carenciados: en plena ciudad de Buenos Aires, en un hospi- tal al cual legan hoy en dia las capas medias y bajas. La experiencia que transmite Tiberti también nos hace evidente que ampliar la mirada modifica a la persona que esta ejerciendo una profesidn y este cambio seguramente se puede hacer visible tanto en la forma de ejercerla como en su vida privada. Estos tres tiltimos articulos no hacen sino recrearnos los viejos y actuales deba- tes acerca del poder y nos recuerdan el viejo eslogan feminista “lo personal es politi- co”. Son, cada uno a su manera, una denuncia clara de cémo las diferencias de poder y de jerarquia entre varones y mujeres, que atin circulan en tantas sociedades de este planeta, se expresan en précticas cotidianas, en el interior de las parejas y de las familias, en formas de relacionarse con la sexualidad, en practicas abusivas, en com- portamientos autodestnictivos, en relaciones violentas. Es posible pensar. a través de su lectura, cémo acttian sobre estas practicas las prescripciones y mandatos acerca de cada género, la cantidad de supuestos invisibilizados, mitos, lealtades también invisi- bles, en torno a lo que es o debe ser una pareja, una relacién padre-hija, un matrimo- nio, un varén, una mujer. Un ejemplo fatidico de todo ella es el supuesto de la con- fianza que “se da” por el hecho de que haya seres humanos vinculados por lazos de sangre 0 por una ligazén como la matrimonial o la paterna-filial. {.C6mo se hace entonces para contribuir a un proceso de cambio de una conduc- ta enrelacién a exigir el condén, no silenciar una experiencia abusiva, explicitar qué le gusta a cada uno/a que pase en una relaci6n sexual o no considerarse solo una pobre victima que pasivamente satisface los deseos de otro?: jes ayudando a cuestionarse esta confianza entregada por prescripcién (y no ganada)?, 28 Eiciones oe Las Musents N° 29 © 2000 + Isis INTERNACIONAL {28 acompaiiando el ir descubriendo las propias capacidades para generar lo que una/o desea; Ges estimulando la desidentificacion de las figuras que modelaron estos estereo- tipos?: G@s creando espacios para juntarse con otros/as que pasaron por la misma cir- cunstancia y con los cuales se comparte y de quienes se aprende?; es trabajando para que se aprendan respuestas nuevas a viejas situaciones 4es creando el espacio de contencién necesaria para que cada consultante vaya tomando conciencia de los determinantes de la propia histori ges derivando a pricticas meditativas?; ies ofreciéndose como un dngel protector que consuela del sufrimiento a sus pacientes?; ées inducienda la delegacién de la propia defensa, de las propias elecciones en otros/as?... El espectro de posibilidades, en lo que a este libro se refiere, est4 a la vista y es una parte de lo que observamos. Ojala los/las lectores/as participen de este apasio- nante proceso que nos conecta con las dudas, con los interrogantes y con las respues- tas creativas, sin olvidar que el principal instrumento con el que trabajamos con otros/ as, Somos nosotros/as mismos/as. Por tiltimo, quiero agradecer a Isis Internacional la confianza que nuevamente deposité en mi como compiladora de este volumen, a todos/as aquellos/as que me hicieran llegar sus articulos, hayan podido ser incluidos o no, y a mis pacientes, alum- nos/as y colegas por ayudarme a formular cada vez nuevos interrogantes. Bis.ioGRaria Avery, Lisa, 1998, A feminis! perspective on group work with severely mentally ill women. Women and Theropy, Vol 21, N°4:1-14 Badinter, Elizabeth. 1994, XY, la identidad masculina, Barcelona: Edivorial Norma, Barudi, Jorge. 1998. 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En el siguiente trozo, Griffin imagina a una mujer de Ia cual ha ofdo hablar pero a quien no conoce. al padre de esta mujer y luego a su madre: | nsu libro A Chorus of Stones (1992), Susan Griffin une dos mundos que por lo {La llamaré Nelle, a la mujer cuyo nombre no puedo decirles? La llamo igual que a mi (Ga abuela, que nacié en el sur de Illinois... Cuando imaginoa su padre esforzdndose por subir un cerro y entrara las minas, imagino sus manos temblando tal como han tembla- do las mias cuando estoy muy cansada. Y puedo imaginar a Nelle que también esté temblando después que su padre abus6 de ella, tiembla y no sabe dénde llevar ese tem- blor... y pienso de inmediato en la madre de Nelle, Cuando su primera hija fue violada, ya le habfan nacido otras dos. Trato de ponerme en su lugary de inmediato me imagino * Articulo publicado originalmente en inglés (Exiled voices: dissociation and the “reiurn of the repressed” in women’s narratives), en Work in Progress N°67, 1994. publicacién det Stone Center for Developmental Services and Studies of Wellesiey College. Agradecemos a la autora fa autorizacién para su traduccién y neproduccién, ‘Traduccién de Mariso! Wexman, 1. Quiero agradecera las mujeres del Stone Center. Jean Baker Miller, Irene Stiver, Jan Surrey y Judy Jordan, por invitarme a hablar. Sus voces. individuales y en conjunto, se han (ransformado en un pequeiio coro en mimenic, creando un contexto para que las mujeres expresen lo que es mis dificil © problemétice en el marco y la relaci6n {de lapsicoterapia. Les estoy profundamente agradecida por todos esosaflosde valienie colabyoracién quecondyjeron fa formulacisn de una comprensién relacional de la psicoterapia. ‘También quiero agradecer a Wendy Rosen y a Linda Powell por haber respondido a mi irabajo. Quiero reconocer y agradecer ef inspirador trabajo de Kathryn Geismar sobre ta fucrza de las mujeres que han sobrevivido traumas. También estoy profundamente endeudada con Carol Gilligan como mentora, colega y amiga. Y sobre todo, quiero agradecer a Rachael, Jane. Elizabeth y a Emily por sus voces en este trabajo. Isis IsreRNACIONAL © 2000 + Enicionis nx Las Muikes N°29 33, el incidente. Me descubro aferrada al borde de mi escritorio como si la tierra se estuvie- sacudiendo at la violencia de mi imag viene una especie de entumecimiento y una especie de confusi6n. De alguna manera todo tiene que continuar, me digo. Y después de un tiempo, olvide por qué no dejo que ini hija mayor Hegue nls que yo... pero las pesadillas se repiten, Hay otras hijas (pp. 36-37), ra entamente. ¥ cuando ces icin, me sobre. Griffin imagina el terrible entrelazamiento de la negacidn, el temblor lisico de la violencia y la desesperacién de una familia, Esa es la verdadera desolacién del uma: no ¢s tanto la premura para disociar ni la violencia Fisica en sf misma, sino las maneras humanas en que nos tratumos de proteger sobre lo que es realmente tan terrible saber o imaginar, Esas mentiras que cubren el temblor de la violencia real, el temblor que sigue y sigue. esas negaciones que son actos de apagamiento, son verda- deramente desoladoras. Y el exilio del conocimiento y de fa voz. esa singular capaci dad humans para la complicidad en la negaci6n, nos alcanza en todas partes: en nues- tro sufrimiento personal, en nuestras relaciones y en la concepeisn y la practica de la psicoterapia. Las mujeres. en particular. pueden ser capaces de reconocer @ imaginar voces exiliadas, porque histéricamente sus voces han sido silenciadas, privada y ptiblica- mente, por mucho tiempo. Como psicdloga clinica y del desarrollo, te he pedido a mujeres y nifias que me cuenten sus vidas. El proceso de escuchar y responder hace surgir preguntas sobre las voces en el exilio, sobre tiempos y recuerdos perdidos, sobre voces que vuelven a la vida como recuerdos y el sonido y el sentido de la memoria como resultado del trauma. Me preguntaba qué sucede cuando las mujeres sienten obligadas a enviar al exilio psicoldgico su conocimiento de relaciones y de la realidad. ;Cémo logran recordar y empezar a contar uni historia de vida cuando tienen vacfos significatives en la memoria? No soy la primera persona que plantea estas preguntas. Por mis psicdlogos clinicos han especulado sobre la esquiva complejidad del olvido p gicamente forzado (Janet, 1890: Breuer y Freud, 1895/1955; Freud, 1905/1962; Horney 1926; Deutsch, 1944; West, 1967; Ellenburger. 1970; Crabtree, 1986; Putnam, 1989). Esas discusiones se han enfocado primordialmente en los sintomas de las mujeres y en su desarrollo psicolégico. Cuando Freud renuncié a su seductora teoria de la histe- ria y replantes las memorias traunniticas de las mujeres como fantasias © deseos, comenzé a considerarel desarrollo psicolégico de la mujer como un acertijo sin solu- cidn. Observd que durante la adolescencia, las nifas parecen pasar por una “fresca ola de represién” (Freud. 1905/1962) y a ser menos curiosas y vivaces que cuando eran mds pequefias. Freud consideré esta ola de represién y la posterior “pasividad” de Jas mujeres como parte natural de la maduracién, lo que constituyd un enfoque extrafio en el pensamiento de un hombre que sentia tanta curiosidad respecto a “olvi- dar lo que es sospechoso”. La observacién de Freud sobre la represién en kis mujeres fue retomada y explorada en mayor detalle, entre otras, por Karen Horney (1926) y Helene Deutsch (1944). A través de un siglo, la represin vino a ser la explicacion de 34 Enictowes nie 1s Monae N° 29 2000 + Isis Ext enacionat varios sintomas psicoldgicos que anteriormente eran entendidos como manifestacio- nes de un trauma olvidado. Aunque histéricamente el psicoanilisis surgié como res- puesta a las mujeres “histéricas”, cuya condicion era emblematica de una enferme- dad colectiva de las mujeres en la sociedad y en la cultura a fines del siglo XIX, en el siglo XX la “cura hablante” se transform6, en efecto, en un poderoso y efectivo siste- ma para negar los recuerdos de traumas de las mujeres, exiliando sus voces. {Qué sucede cuando las mujeres se sienten obligadas a enviar al exilio psicolé- gico su conocimiento de relaciones y de la realidad? Esta pregunta tambien puede ser abordada escuchando a nifias a medida que entran en la adolescencia. En el Proyecto Harvard sobre la Psicologia de la Mujer y Desarrollo de las Ninas, mis colegas y yo hemos encontrado evidencias de represion entre nifias adolescentes contempordneas. Haciendo un seguimiento en niiias de entre I y 5 afos en estudios de entrevistas longitudinales (Brown, 1989; Brown y Gilligan, 1992: Debold y Brown, 1991; Gilligan, 1990; Gilligan, Brown y Rogers, 1990; Rogers y Gilligan, 1988; Rogers, 1993), ob- servamos que pasaban desde un enriquecedor mundo relacional de Ia infancia-en el cual les cra posible expresar una amplia gama de sentimientos humanos— hacia una época mis represiva en su desarrollo, Las nifias comienzan a sentir las convenciones forzosas de la femineidad en forma profunda, lo que las hace limilar sus sentimientos y modular sus voces. Las nifias en la preadolescencia cuentan historias psicoldgica- mente perspicaces de relaciones humanas. traduciendo en exquisito detalle sus co- nexiones consigo mismas y con los otros, Sin embargo, en la adolescencia, se inicia una lucha cuando esas mismas nifas son instadas a desconectarse de su conocimiento y de la amplia gama de sus sentimientos. Parece ser que lo que las nifias sabfan en su infancia ya no puede ser sabido y lo que las nifias quieren decir, de repente no puede ser mencionado. Al enfrentar esta crisis, las nidias luchan por mantenerse conectadas: asus conocimientos infantiles, resistiendo afanosamente las convenciones represivas de la femineidad, para poder mantener relaciones auténticas. Durante la adolescen- cia, las nifas también comienzan a silenciarse a si mismas de manera eficaz, con el fin de protegerse de ser apartadas, denigradas 0 excluidas. Sus narraciones en las entrevistas estén muy imbuidas de las frases “no sé” y “no sabria decirlo”, que de- marcan un activo proceso de represiGn. Cuando su autosilenciamiento se hace menos conciente y mas habitual, las nifas entran en una desazén mental de autocues- tionamiento debilitador, interrogdndose sobre la validez de lo que en realidad estén experimentando y viendo (Brown y Gilligan, 1992; Gilligan, 1990; Rogers, 1993). Nuestra colega Lori Stern |lama a este proceso “desautorizar al yo" (Stern, 1991) yen jo me referiré a esa frase como una forma taquigrdfica de decir represi6n. Es una descripcién particularmente apropiada de lo que las nifias y las mujeres en realidad hacen. a medida que niegan 0 desechan sus propios -y frecuente- mente perspicaces- sentimientos y juicios. Las nifias y mujeres a quienes he tratado durante los tiltimos seis afios en mi practica psicoterapéutica, me contaron historias sobre sus vidas que a veces refleja- ban un proceso de represién y de vertiginosa confusién en la adolescencia. Sin em- bargo, ocasionalmente, ese proceso es reemplazado por otra versién de la confusion: Isis IxtenNACIONAL * 2000 * Emnciaves pr tas Musnais N'29 35 un sentido de tiempo perdido y de confusién sobre cémo ocurrieron los eventos en el tiempo, lo que les dificultaba poder relatar sus vidas. En esas relaciones clinicas, escuché acerca de| agotador proceso de reconocer y sentir sucesos aterrorizantes. Esas mujeres parecian estar afectadas por dos amplias formas de opresién: 1) nega- ciones culturales y mentiras que conducfan a la represién; 2) ataques fisicos y sexua- les que conducian a la disociacién. En realidad, estas dos formas de opresién con frecuencia estaban sobrepuestas. Sin embargo, después de escuchara nifias y mujeres en el contexto clinico, me di cuenta que. en narraciones de traumas, la represién difiere de la disociacién. Aunque tanto la represién como la disociacién implican el olvido y contienen un esfuerzo por recordar, la posibilidad de recobrar un sentido de totalidad en el proceso de hacer volver los recuerdos es distinto. Los recuerdos que han sido reprimidos se mantienen bajo la superficie y, aunque por mucho tiempo. hayan sido desechados, a veces pueden ser gatillados por sefiales perceptuales y re- cordados en su secuencia completa, en especial cuando alguien escucha con habili- dad, sin interferenct debidas (ver también Terr. 1994). Por otra parte, los recuer- dos que han sido disociados son recordados con gran dificultad, dejando vacfos en la narraci6n, fragmentos de una secuencia de la memoria. Al escuchar y preguntarme cémo responder cuando las mujeres contaban histo- rias de vacfos en la memoria 0 cuando no podian narrar una historia coherente, cuan- do necesitaban saber cémo y sien realidad podrian recrear y comprender sus propias vidas, comencé a pensar con mis atencién respecto a la disociacién en sf. La disocia- cién es una solucién brillantemente creativa para vivir el trauma y reconciliarse con recuerdos traumdticos. Subia esto por haber escuchado a nifias y mujeres, asf como por mi propia vida (tengo en comtin una historia de trauma con muchas de mis pa- cientes). Pero desconocia cémo la disociacién y la represién tienen lugar al mismo tiempo en las narraciones sobre traumas y tampoco sabfa con precisién cémo las mujeres crean historias de vida a partir de vacios significativos en la memoria. Decidf far a mujeres con Las que no tenia una relacién clinica respecto a sus expe- riencias con la memoria, para aprender de ellas sobre las voces exiliadas. ESCUCHANDO VOCES EXILIADAS Busqué una pequeiia muestra de mujeres que sejialaban haber experimentado traumas en su nifiez y que actualmente estaban en terapia, como pacientes, como terapeutas 0 como ambas, Entrevisté a cada una de las cuatro mujeres por lo menos dos horas, una hora en dos sesiones, usando entrevistas clinicas abiertas (Seidman, 1991). Dos mujeres fueron entrevistadas juntas, como paciente y terapeuta. La mujer més joven, quien es la paciente, se ofrecié con entusiasmo para participar en este estudio, pero solicité ser acompafiada por su terapeuta en las entrevistas. Después de analizar sus motivos, estuve de acuerdo. Los otros dos encuentros fueron individua- les. Durante las entrevistas hice tres preguntas amplias: * Ha notado vacfos enel tiempo o lapsus inusuales de memoria? Si es asi, ,cémo. se dio cuenta de éstos? 36 Eniciones pe Las Mustnes N° 29 © 2000 « Isis INTERNACIONAL * 4Cémo recuerda los sucesos de Ia nifiez y la adolescencia? * —~Qué le ayudé y qué le obsiruyé el proceso de construir sus recuerdos? Exploré cada una de esas preguntas con detenimiento, siguiendo la direccién y el ritmo de cada mujer. Por ejemplo, al explorar la tercera pregunta, inquiri respecto a las experiencias de una mujer como paciente en la terapia, 0 como terapeuta traba- jando con sus propias pacientes. Si estaba relacionada con las artes, les preguntaba cémo les ayudaba o de qué forma obstrufa esa actividad el proceso de recordar su vida. Las entrevistas resultaron ser experiencias extraordinarias. Me sentf conmovida y profundamente conectada con esas historias y con esas mujeres. Al pensar qué podia aprender yo de sus entrevistas y como debfa escucharlas, me senti ferozmente protectora de la integridad y de la sabiduria de sus voces. Las cintas de las entrevistas fueron transcritas textualmente, incluyendo los silencios y vacilaciones. Pasé muchas horas escuchando las cintas, familiarizandome con los niveles de cada historia, con los matices del discurso y del silencio de cada entrevista, Escuché las entrevistas usando un método “centrado en las voces”, una Guia para el oyente, que implica leer o escuchar la entrevista muchas veces (ver Brown y otros, 1988; Gilligan, Brown y Rogers, 1990). Usando lapices de colores, literalmen- te registré cuatro distintas voces en las entrevistas: una voz de disociacién, una voz de reconocimiento, una voz de desautorizaci6n y una voz de autoconservacién. UN SOLO RELATO DE TRES HISTORIAS Racuat Luego encontré bajo mi hontbro iequierdo la herida més curiosa. Como si me hubiera apoyado contra algo zumbador, sangra en secreto. Nadie conoce su nombre. Mary Oliver Me bajo apresuradamente del auto en la Iluvia de noviembre, llevo un maletin, la grabadora, un almuerzo en una bolsa de papel y subo corriendo las escaleras hacia la oficina de Rachael. Es la primera vez que estoy ahi. Me he reunido con Rachael anteriormente s6lo dos veces, y fue ella la que me buscé primero, después de escu- charme hablar. Ahora quiero saber mas de su historia, entender su lucha por conocer su propia vida. También estoy ansiosa por escuchar sus ideas sobre la prictica clinica. La sala de espera al final de la escalera est oscura, Prendo una lémpara y ahi viene, subiendo las escaleras, no tan jadeante como yo. Pienso que son los beneficios de la danza. Nos acomodamos en sv oficina, una habitacién acogedora pero no tan peque- Isis INTERNACIONAL. © 2000 * Eniciones DE LAS MuseRes N° 29° 37 fia, suavemente iluminada. con un sof, sillas blandas y una mesa en el rincén. Du- rante la hora en que nos encontramos ese dfa, y durante una segunda hora un par de semanas después, Rachael me cuenta una historia poderosa y conocida, una historia de no saber, de vacfos y preguntas persistentes sobre su nifiez, una historia de legar a saber Jo que es impensable —una historia de entrampamiento, abuso, sangramiento, dolor insoportable, incesto— y una lucha por nombrar lo impensable de cara a las negaciones de su madre y de su marido. Rachael describe cada punto de reconoci- miento como un “signo de puntuacién”. Estos signos incluyen un embarazo terrible- mente doloroso, una ansiedad aguda al dejar a sus hijas j6venes, el no poder recordar las visitas de su madre y fragmentos disociados de la memoria que le aparecen en momentos inesperados, en el dentista, mientras baila o con sus propias clientas. Rachael me cuenta que por mucho tiempo “no tenia frases... s6lo esos pequefios signos de puntuacién en mi vida" y medita; “pasé mucho tiempo escondida. conciente sdlo a medias”. A medida que escucho a Rachael, me siento asombrada por su persistencia y su total valentfa para armar Ja historia de su nifiez frente a negaciones y evasiones, para conservarse a sf misma, para estar plenamente viva. Rachael me dice que lo que la sostuvo siendo nifia, lo que la mantuvo con vida. fue su lectura “voraz”, la pintura con acuarelas, la escritura, la danza. A su vez, dejé cada una de esas actividades, y luego volvié a bailar y a escribir, Casi al final de nuestra segunda hora de conversacién, Rachael habl6 de su biisqueda de una comunidad clinica, como contexto donde pu- diera hablar de su trabajo como terapeuta con otras terapeutas que también hubieran sido victimas de abusos, de callejones sin salida, silencios, el distanciamiento de sus colegas, las advertencias susurradas para que no hablara. Hasta ese momento Jas ha- bia tomado en consideracién, pero uhora estaba presente su determinacién de crear, para ella y para mf, “un grupo de mujeres con espiritus gemelos”, JANE Y ELIZABETH: Hemos uelto desde tan lejos que la casa de la nife: parece absurda sus secretos un pelo caido, uni grano de polvo en la placa fotogréfica estamos eternamente expuestas al unive Te llamo desde otro planeta para contarte un sueno: Lejana a aftos luz. lloras conmigo. Adrienne Rich Cuando Jane descubrié que yo queria hablar con pacientes que recordaban abu- sos, inmediatamente le pregunté a Elizabeth, su terapeuta, si la acompafiaria a una entrevista. Jane entonces me Ilamé y fijé la cita. Pocos dias después nos acomodamos en las blandas sillas blancas con azul de Elizabeth para entrevistarnos durante unas 38° Ebicrones pe Las Muerrs N° 29 + 2000 Isis: IwTeRNACIONAL horas, repitiendo ef proceso una semana después. Jane tiene 19 aos. es una mujer joven con un largo pelo rojo y una cara pequeiia y angulosa; parece unsiosa y excitada Tespecto a la entrevista. Elizabeth, una mujer de mediana edad con pelo oscuro y anteojos se queda en silencio durante la mayor parte de la primera hora, pero no inconmovible: asiente, se rie, se acerca a escuchar, La calidad de su atencién es ex- traordinariamente respetuosa. Elizabeth comenzé a trat: jos y era estuciante de primer aijo en la universidad, después de su intento de suicidio. Sentada con la luz de la Lampara brillando en su pelo increiblemente rojo, Jane expresa inequivocamente: “al principio no nos Hlevamos bien. ;Para nada! {Puede imaginarse lo que significa encontrarse con una psiquiatra que dice cosas como, *;me puede contar mis de eso?” y ‘{cmo se sintié respecto a eso?” Jane arruga su cara y ambas se rien al mismo tiempo. Luego me cuenta una notable historia sobre su relacion con su terapeuta—una historia de probar, de darse por vencida y finalmente “comunicarse’- que ha cambia- do su vida. En esta entrevista, las historias se desdoblan como pequeftas cajas de papel anidadas en cajas mds grandes. A medida que Jane me contaba sobre la transforma- cidn de su relacién con Elizabeth, también me relaté sobre los afios en que fue victi- ma de los abusos de su tio, su conciencia de que su hermana pequefia corria peligro y de cémo se dio cuenta que su propio abuso puede haber comenzado antes de lo que ella recordaba, Hablaba de manera animada sobre la crucial importancia que tenia para ella hacer teatro, mientras cursaba la educacién secundaria y durante sus prime- ros dos aiios de universidad, y describié las formas en que su disociacién la ayud6 a actuar. Cuando comenté lo viva y vibrante que me parecia, Jane hablé sobre las for- mas en que se sentia Socavada y casi “borrada” por su madre, su padre y su tio, Pero durante la segunda entrevista, hablé de “renacer™ cuando comenzo a“luchar, adescu- brirse y realmente Iuchar” con su terapeuta, Invitada por Jane, Elizabeth conté su versién de esta relacién, incluyendo su cuidadosa decisién de cambiar su supervisién cuando Jane iba a dejar \a terapia. Elizabeth nos conté esta historia tanto a Jane como a mi. a Jane cuando ésta tenia 17 a Emit: Bajo las pestaiias de mis prupies ojos. pense (Soy tantas! Cdl es mi nombre? ¢Cudl es ef nombre del profiundo respiro que tomaria tuna y otra ver para todas nosotras? Mary Oliver Iss Ivrrewacional, © 2000 + Enicioses ok tas Muueies N°29 39) Cuando le pregunté a una colega y amiga si conocia a mujeres capaces de hablar para entrevistarlas sobre recuerdos de traumas, inmediatamente me sugi- ri6 que hablara con Emily. Yo habia lefdo escritos de Emily y la reconoesa, sin palabras y claramente, como relatora de verdades. Supe que habia dejado sus estudios superiores para escribir a tiempo completo y pensé que seria interesante entrevistarla, Nos encontramos en mi departamento, en la mesa de comedor, con torta de chocolate y té caliente. Después de explicarle mi proyecto, prendo mi grabadora y hablamos, mientras la nieve vuela en la luz de la tarde. Le pregunto a Emily si dado cuenta alguna vez de va “Ah, esa es una preguni —dice-, yo suefo en un idioma que desconozco. Suef bastante en francés”. Me dice que hasta hace muy poco no recordaba nada de los 5 a los 14 aiios de edad, y que se dio cuenta de eso por primera vez cuando estaba en Ia universidad, Ahora tiene 24, por lo que comprendo que eso no sucedié hace tanto tiempo. Pero es casi imposible contarles la historia que Emily me relaté sin decirles cémo me hablaba. Porque Emily desconfia de las palabras y usa una frase de Toni Morrison para describir a lo que sf le tiene confianza: “a la verdad en el timbre”. al sonido de las palabras, a Jos silencios entre palabras, a las resonancias emocionales: de la voz humana. Por eso, # medida que hablamos, me descubro a mi misma escu- chando de esta forma, encontrando nuestra conexién cuando inclina su cabeza, al encontrarse nuestras miradas, en el timbre cambiante de sentimientos en su voz y en la mia. Emily me relata una historia de miiltiples abandonos durante su nifiez, co- menzando con la pérdida de su madre cuando tenia nueve meses, luego su vida con su abuela y posteriormente tener que dejar a ésta a los 4 aos para ira los Estados Unidos. Esa historia de reiterativas pérdidas fue el contexto para que su hermano mayor abusara de ella y ese abuso implicd tener lazos con un culto saténico... una historiaa la que Emily alude, pero deja en silencio. Esté asombrosamente conciente de experiencias de disociacién y de la presencia de sus otros yo, pero lo que resalta ¢s su reconocimiento reiterativo de negaciones y mentiras culturales, del abuso de poder a su alrededor que me Hlaman la atencin mientras la escucho. Por ejemplo, habla de la pérdida de su madre y de la mentira que le contaron para ocultarle que estaba vivae internada en una institucién psiquiditrica, algo de lo que se enterd a los 14 afios. “Siempre me habfan hecho creer que mi madre habia tenido un tumor al cerebro y que probablemente habia muerto. porque (en mi familia) no se habla de enfermedades mentales, hmm. Desde entonces comprendi que, por cierto, la esquizofrenia no era el diagndstico... Tengo sus pinuiras y tengo cartas y fotos... en ese tiempo era una etiqueta, una forma de decir que estaba loca”, Creo que lo que permite a Emily mantenerse consigo misma y aferrarse muy fuerte a su propio conocimiento, es esa capacidad de hablar en circulos de reconocimiento, respiran- do vida y sentir dentro de su visi6n, siguiéndole la pista a las mentiras y a los abusos de poder, § CN Su mMemori: 40 Bnicroes ni tas Munaes N° 29 + 2000 © Isis IsTERWACIONAT “NO LO SABLA, PERO HABIA COSAS QUE ME LO RECORDABAN”: VOCES DE DISOCIACION Y RECONOCIMIENTO Al principio, cuando comencé a escuchar distintas voces en las entrevistas, no podia escucharlas muy bien, Me sentaba en mi sala con casi mas de 120 paginas de transcripciones de las entrevistas y mis cuatro Idpices de colores y trataba de escu- char una voz a la vez, que es la manera adecuada de usar el método de la Guia del oyente. Pero no podia hacerlo; en cuanto comenzaba a buscar la voz de la disocia- cidn, escuchaba una dialéctica de la disociacién unida a una voz de conocimiento o de reconocimiento. Eso sucedia en los tres conjuntos de entrevistas. Después de hablar sobre un periodo en que esiuvo “en la clandestinidad”, en el que Rachael no podia recordar que su madre la hubiera visitado, ni siquiera después que su madre se fue, comenz6 a describir cémo ella misma Je empezé encontrar sentido a esas experiencias: Y entonces, dentro de mi, ese sentimiento muy, muy profundo y yo no sabia, ves, pero habia cosas que me Jo recordaban, me lo decian, ves, pequefios signos de puntuaci6n ‘en mi vida y sabia que algo andaba muy mal; lo presentia. Sin embargo no tenia frases, quiero decir, ahora tengo algunas frases, pero entonces, sélo esos puntos suspensivos. Laconciencia de Rachael sobre su disociacién era, en sf misma, un signo de que “algo andaba muy mal”. Una y otra vez, en su conversacién conmigo, aparecfan una tras otra, una voz de disociacién y una voz de conocimiento, de reconocimiento, de darse cuenta, "No sabia... y sabfa... podfa sentirio”. Cuando Jane empieza a describir su disociacién se siente timida y cohibida. “Es como mirar a través de la niebla, no, como caminar a través de retazos de niebla. En algunas partes no puedes ver nada, luego algo se te abalanza, de repente, de repente, y no tiene contexto y estés perdida de nuevo". Hace una pavsa, pensativa: “si me escucho a mi misma, a veces parece que no sé lo que estoy diciendo. pero sf lo sé”. Jane entonces continua conténdome una compleja historia de confusién, sobre qué abuso le ocurrié a quién y cuando; Cuando al principio, al principio estaba contindole a Elizabeth sobre mi tio Henry, quiero decir, sobre las cosas que me hizo cuando yo tenia 10 y 11 afios y luego cémo tuve que detenerlo cuando empez6 a molestar a mi hermana menor, Katie, quien entonces slo tenfa 8. Estaba hablando de mi hermana menor y de cémo pri- mero traté de decirle a mi padre, pero a medida que le contaba a Elizabeth, lo veia, a mi tio, esto es rato, como tigre. Fingia que se la iba a comer y le esté diciendo emo tiene que actuar, como que tiene que sacarse toda la ropa y saltar al estémago del igre, entonces ella como que escucha, pero sélo escucha a medias porque real- mente no quiere hacer eso. Isis INTERNACIONAL * 2000 * Epicionts pF Las Musees N?29 41 cémo sabfas que estaba escuchando a medias?”, interrumpo para pregun- tarle con curiosidad sobre “Porque sus ojos se iban hacia alla”, dice. “S6lo que yo la vefa mucho més chica y de repente, supe que yo jugaba. Jugaba en el patio de atrds, acechando y matando al tigre sola. Entonces no sabia si era a mio a mi hermana menor a quien recordaba y, si era a mi, debo haber tenido apenas 46 5 afios”. “Eras menor de lo que ti y Elizabeth pensaban?”. Jane asiente y mira por la ventana. "{,Cémo Hegaste a saber si la niifita que veias eras Wi o Katie”, preguntandome cémo Jane comprende esto ahora. “No sé con seguridad, Sdlo es extrafio, Me parece muy real, pero no lo sé”, responde. “Y después de eso, je diste cuenta que tenfas vacios en el tiempo y en la memoria?” le pregunto. No, durante ese tiempo, Cuando estaba en ese tiempo, pero no en mi misma. Aun ahora, cuando estoy viendo esa escena, no estoy en mi misma, Estoy mirando a una nifia que habla con su terapeuta y suena como si estuviers loca [*;,Loca?", pregunta]... 0 por lo menos confundida y estoy viendo a la que estd escuchando al tfo y slo escucha a me- dias, Ella no quiere actuar en el papel que él le da, pero no lo dice. Entonces, en vez de hacerlo, se va. Y cuando ella se va, yo también lo hago... por eso, aunque no debiera poder saberlo, sé que eso me pasé a mi. En esta historia en capas, de recordarse a si misma recordando y quedar “real- mente confundida”, la voz de la disociacién —la experiencia de Jane de mirar y escu- char desde fuera de sf misma- esta entrelazada con la voz de! descubrimiento, del saber: “la veia mucho mds joven y de repente, supe que yo jugaba, jugaba en el patio trasero acechando y matando un tigre... cuando ella decide irse yo también me voy... aunque no debiera poder saberlo... yo sé que eso me pasé a mi Emily también habla de conocer 0 reconocer la disociacién en su vida en térmi- nos de saber lo que no podia saber, junto con su conciencia de tener gigantescos. vacios en el tiempo: Suefio en un idioma que desconozco. sueho mucho en francés. No sé hablarlo cuando: despierto. Por eso sé que definitivamente hay algo que no estoy recordando. Siempre he sabido que tengo recuerdos muy vividos de mi primera nifiez, pero hasta hace 6 afios atrds, ningtin recuerdo... un gigantesco vacfo, desde que tenfa 5 afios hasta los 14, Le pregunté, “gpuedes describir en qué consistfa esa conciencia cuando tenfas 14 afios?”. Y Emily describié muy intensamente su confusin sobre sucesos vividos en ese tiempo: Muy poco, quiero decir pequeiias manchas, pequefias cosas pero no, nada, nada clar Cuando miro el pasado reciente, no habfa nada. Suena raro, por supuesto que deberta saber, pero no sabfa. Ella dirige su mirada hacia la mesa y su pelo largo le cubre la cara. Le digo: “no, no suena raro, jyo lo entiendo!”. Emily me mira, nos refmos juntas, lo que nos salva 42 Enictones pe Las Memes N° 29 + 2000 Isis INTERNACIONAL a ambas de la vergtienza de esa conocida sensacién de no poder dar cuenta del tiempo perdido, Rachael, Jane y Emily también describieron la disociacién en términos de experiencias desmembradas, datos, ideas, recuerdos, que les vuelven “de repente” o “de la nada”, Esas experiencias, de hecho, por lo general eran gatilladas por pistas perceptuales, tales como dolor, lugar o una impresién auditiva o visual (ver también Terr, 1994). Rachael hablé de sus sensaciones repentinas e inexplicables de ansiedad cuan- do le aparecieron venas varicosas terriblemente dolorosas en su vagina, y durante ese tiempo, “al estar recostada en la silla del dentista, algo en esa posiciGn... todas esas canciones infantiles pasando por mi mente”. Entonces se rie y agrega irdnicamente: “sabes, si no fuera psic6loga, me hubiera encerrado a mf misma”. Las experiencias de Jane sobre lo inexplicable van desde momentos de olvido, “todo el tiempo me olvido de las cosas, de las Iaves, de mis libros y algunas veces esto es muy inconveniente”, hasta experiencias muy confusas sobre quién es y no es ella. Por ejemplo, cuando esté actuando en una obra, a veces siente que es “mucho més el personaje que yo misma, hasta el punto que no sé quién soy yo con claridad”. Y Io que era més asombroso para mi, a medida que escuchaba las voces de disocia- cién y reconocimiento unidas, es que cada una de esas mujeres asumfa que la disocia~ cién en si misma era valiosa para ellas, como clave para la sobrevivencia y el conoci- miento, Emily, quien titulé su diario de vida, Aprendiendo a flotar en el mar cuando se abre la memoria, describe su escritura de esta forma: Cuando comencé a escribir, empecé a recordar todo tipo de cosas, como por ejemplo a mi madre sujetando mis pies, es un recuerdo muy importante para mi. Sabes, tengo una coneja con la que duermo, la llamo Lou, y siempre le sujeto los pies cuando la llevo de un lugar a otro... y recordé a través de mi escritura, que hmm, eso era lo que hacfa mi madre. Y también tengo una fotograffa que hice ampliar. Una fotogratfa pequefiita que cuando la ampliaron tenia mucho grano, pero podias ver que ella me tenfa en brazos y sujetaba mis pies... entonces comencé a recordar todo tipo de cosas, no sdlo esas image- nes horribles que en sf mismas eran violadoras para ser recordadas en soledad, sino que, 1 sabes, cosas que me podian ayudar a construir mi vida. Escribir se volvié tan importante para Emily, que dejé la universidad para trans- formarse en escritora de tiempo completo. Precisamente porque a veces es disociada, escribir le trae cosas que la pueden “ayudar a construir una vida". Jane habl6 sobre el valor de la disociacién en términos de sentirse viva en sus actuaciones: Actuar era una forma de mantenerme viva, de sonar viva y estar viva cuando no podfa sentir eso como yo misma... Cuando empecé a hacerlo, en sexto grado, no sabia si lo iba a hacer bien. Solo estaba tratando desesperadamente de encontrar algin tipo de co- nexi6n conmigo misma (se rie) y pensaba que lo hacia muy mal porque no podia recor Isis INTERNACIONAL * 2000 * Epiciones pe LAS Musires N° 29 43 dar mis parlamentos. Los ten‘a en mi mente y luego nada. Entonces, en el escenario, pasaba algo. Quieres saber cémo pasa, pero no lo sabes. ¥ las palabras y los sentimien- tos Hlegaban tan ficilmente. Cada personaje de repente era tan claro, tan real, tan perso- nna, una voz dentro de mi que era yo. En realidad creo que lo que Elizabeth Hama diso- ciaci6n realmente me ayud6 mucho en mi actuacién. {Que Hamarfas disociacién?", le pregunto. “Ser un personaje y luego otro, ser realmente cada uno, me hace sentir tan (pausa de dos segundos) j vival”. Rachael describe su danza en términos misteriosamente similare: Siempre tenia una caracteristica de sobrevivencia, un sentido de estar vi danzar, sabes, Respirar, jempre ha sido una forma de aliviar mi propio cuerpo, de saber que es mio. Para vivir mi vida de verdad, tenia que bailar. Sin embargo, en el curso de su crecimiento. Rachael dejé la lectura. la pintura, el piano, la escritura... incluso su danza, una vez. por poco tiempo, siendo adulta, cuando tuvo una relacién muy traicionera con un hombre. Para comprender ese pro- ceso de renunciar a lo que ha significado vida y sobrevivencia, algo que cada una de las mujeres hizo en algtin punto de sus vidas, he tenido que escuchar otro conjunto de voces. “NO ES MI INTENCION DISTORSIONARLO, YO SE QUI VOCES DE DESAUTORIZACION Y AUTOCONSERVACION Alescuchar las voces de desautorizacién y autoconseryaci6n en las narraciones de mujeres sobre traumas, es crucial distinguir en qué punto las mujeres mismas estan concientes de lo que estan haciendo, como se estan escuchando a si mismas y en qué punto el proceso de escucharse a sf mismas se vuelve menos plenamente conciente. En las entrevistas, cuando escuchaba dos 0 mas voces en conflicto, por lo menos una de ellas era autodenigrante o desautorizadora, lo que identifiqué con una lucha psicolégicamente activa que surgfa en respuesta a negaciones y mentiras cultu- rales y familiares, Cada una de las mujeres entrevistadas conté historias escalofriantes sobre los intentos de otros para definir o limitar su conocimiento de la “realidad”, para censurarles actividades vitalmente importantes 0 prohibirles mantener relacio- nes. un proceso interpersonal al que yo llamo “apagamiento psicolégico”. La persistente lucha por descubrir algo de los recuerdos de la infancia, a la luz de las negaciones y las vagas respuestas de los otros, fe mucho mas clara en la entrevista de Rachael. Cuando tuvo varices dolorosas y sangramiento vaginal, su marido desestim6 su miedo y su dolor, diciéndole “no tienes nada malo, ¢por qué no te tranquilizas?”. Fue en el clima de este matrimonio cuando ella comenzé a preguntarse sobre su nifiez y a hacer preguntas efectivas sobre lo que realmente le habfa pasado, interrogando a su madre. Rachael describié un recuerdo que le vino 44° Epictones ne Las Musenes N° 29 * 2000 Isis IneRNactONAT hace dos afios cuando estaba parada en la cocina: “No quiero distorsionarlo; yo sé que es verdad. Recordaba haber estado en la consulta de un médico, recordaba la sangre, el sangramiento vaginal y de repente me di cuenta que entonces debia tener 7 aitos, ;sabes?”. Escuchando la voz del "yo" en este relaio, podemos oir claramen- te una evasi6n inicial seguida de una lucha por creerse a si misma: “no quiero distorsionarlo... recordaba... recordaba... de repente me di cuenta que entonces de- bfa tener 7 atios”. Después de recordar esto, Rachael decide dirigirse a su madre para pedirle la informaci6n que le faltaba: Asi que fui al teléfono, Hlamé a mi mamd y le dije: "Mamé, estoy pensando, pensando en cuando era pequefia, Tuve un sangramiento vaginal. ¢Me levaste al médico?”, Bue- no, mi mamd vagamente recordé:- “Ah, ah, si dijo finalmente~ recuerdo haberte Heva- do al médico por eso”. "Bueno, y qué dijo el doctor, mama? ; Qué habia pasado?”. “Ah, realmente no lo sé, no puedo recor-" “Bueno, ;¥ no me Hlevaste a un ginecdlogo?” “Bueno -dijo-, yo nacf en un pueblo pequeno, y td sabes que no habia ginecdlogos" Quiero decir, sdlo me Hevaron a un médico general quien hace tiempo murid y traté de rastrear las fichas perdidas, pero sin suerte. Mm, de todas maneras, ella no fue de ningu- na ayuda, excepto para conlirmar que si me habia llevado... En este punto, la voz de Rachael se desvanece. Pero lo que me abisma, sin embargo, es su persistencia. Interrumpe dos veces las vagas respuestas de su madre con preguntas especificas y al no recibir respuestas, ella misma trata de rastrear la ficha perdida. A medida que escuchaba a Rachael, no podia dejar de preguntarme de donde saca fuerzas para resistir los continuos rechazos de su marido respecto a su miedo y su dolor, las respuestas evasivas de su madre y poder continuar haciendo preguntas sobre su pasado. Jane conté respecto a las distintas formas en que su padre y su madre la deses- timaban durante su adolescencia. “El mura entre mi padre y yo crecié cada vez mas después que le conté lo del tio Henry. Sélo fastidiaba todo lo que yo decfa”, cuenta, volviendo al lenguaje de su nifiez. “Yo tenfa | | afios, estaba comenzando a cambiar fisicamente, asi que se puso terriblemente estricto, distante y estricto”. “;,Tu padre?” le pregunto: Si, yempezé a hacerme hromas por querer traer chicos a Ia casa, Era extraiio porque en ese tiempo atin no estaba interesada, queria alejarme de eso. Una vez me dijo, como bromeando: “si traes chicos a la casa, tendriin que conocerme y les haré la vida imposi- ble, ,sabes?” {",El dijo eso?"]. Algo muy parecido, si, Estaba este chico, Jeff Lo cono- ‘una obra de teatro cuando tenia 12 afies y noshicimos buenos amigos. Confiabaen él enuna forma que no podia sentir con nadie més. Nolo traje a lacasa. pero mi papd de alguna manera se enter6 e insistid en conoverlo, Después de presentarle a Jeff. se tuvo que quedar a cenaf. Fue terrible. mi papa lo llamé, luego, no en su cara, lo Ilamé un Isis Ivrnawaciona. * 2000+ Boicrowes wi: tas Muunses N°29° 45, “nifio maricén” porque estaba en teatro, sabes, y me dije que nunca podria verlo de nuevo porque nunca actuaréa en otra obra, Estaba aterrorizada porque mi suefio era estar en el teatro, era toda mi vida. Jane continué explicando: “cuando le dije que dejaria esa amistad, pero no el teatro, mi papa se quedo tranquilo de nuevo". “ZY lo hiciste?”. le pregunté. “Si, sélo me negué a hablar con Jeff, pretendiendo que era invisible, inaudible”, Mira hacia abajo y a la lejania, la seal de la vergiienza: “no recuerdo haber lorado mucho por nada durante ese tiempo de mi vida, pero lloré y Iloré en secreto por perder a Jeff. Asf que siempre que queria a alguien o realmente tomaba algo en serio, sabia que mi padre no podia enterarse, 0 me seria quitado”, Al ser destruida su relacién con un muchacho en quien confiaba profundamen- te, a cambio de continuar la actividad mas vital de su vida, Jane empez6 a darse cuenta que su madre tampoco podia apoyarla. “Ella no me creia y no me apoyd, nunca”, la voz de Jane se hace mas baja, “y en realidad no la culpo, porque ahora puedo ver que tenia miedo... pero no confio en ella y a veces me culpo a mi misma por no confiar en ella, ni en nadie. Al crecer aprendi que la Gnica persona en que una puede apoyarse es en una misma, nadie mas va a llegar y ayudarnos, y puedo escu- charme a mi misma en el futuro diciendo, “no hay nadie en quien puedas confiar excepto en ti misma’; siempre voy a saber eso y siempre voy a desear que no sea asi En la duplicidad de escucharse a si misma en el presente y en el futuro, oigo a Jane activamente luchando por saber si puede confiar en alguien. La escucho luchar por mantener una vision de bondad humana, contra una voz interna descomprometida y destructiva que le sigue diciendo, “no hay nadie en quien puedas confiar excepto en ti misma”. Sin embargo, cuando luego Jane habl6 sobre su relacién con Elizabeth, emergi6 una historia mucho mas compleja sobre la confianza en sf misma y en los otros. Emily me cont6una historia que me fue muy familiar. Varios afios atras, cuando estaba trabajando en un colegio terapéutico para nifios severamente desequilibrados, se fijé “en una nifita, yo la subja al bus escolar, y siempre hablaba sobre mirarla a través de la ventana, y una vez dije. me caf y dije, ‘espejo’ . Emily reconocié esto como un signo de advertencia y le pidié a su terapeuta que la ayudara. “Obsérvame. s6lo obsérvame realmente en relacién a estos temas”. Mi corazdn se rompe al imagi- narmela pedir ese tipo de escrutinio, en vez de buscar una conversacién, una verdade- ra comprensién, Emily contintia: “estaba choqueada... lo que ella me dijo fue que no sabja si yo podria hacer este trabajo porque cada uno de esos nifios tenia una historia de abuso... no habia ningtin camino para mv, realmente, realmente, no habia formade que yo pudiera trabajar con ellos”. “;Cémo escuchaste eso’, le pregunté. "Lo escu- ché como, esti bien, mejor vuelvo a estudiar y pienso qué otra cosa pucdo hacer, Lo escuché como una ley. Ella tenia muchfsimo poder”. Emily hace entonces una pausa, mirandome intensamente y continda, hablando mas suavemente: “ella era mi ter: peutay si mi propia terapeuta pensaba que no tenfa nada que hacer ahi, realmente cref que estaba haciendo un gran daiio cada vez que miraba a un niiio, y si mi propia 46 Bpiciones ne 4s Mustnes N° 29 * 2000 + Ists Ixrenwactoyat terapeuta me lo estaba diciendo, terminé renunciando, destruf todo el asunto, todo”. Insisto, esperando encontrar una voz de autoconservacién en ella, supongo: “Y aho- Ta, en retrospectiva, qué piensas?”. “Creo, honestamente que las doctoras Stevens del mundo no debieran estar haciendo este trabajo, o debieran hacer un trabajo muy especifico, pero ella no sabfa lo que no sabia... entonces su palabra caia como la ley directamente traducida en poder". La cara de Emily esta sonrojada de rabia. Le digo que a mi, también, mi terapeuta me dijo que nunca podria trabajar con nifios victimas de abusos “y estaba tan, pero tan equivocada”. Nuestras miradas se encuentran y Emily mantiene una larga mirada de resistencia. Aunque era confuso, aislador y a veces también aterrorizante para Rachael, Jane y Emily darse cuenta de experiencias de disociacién —de buscar una historia de vida de sus voces, recuerdos y seres fragmentados-, yo no escuché nunca, ni una vez, a ninguna de ellas dudar de que sabian lo que sabian. La dialéctica entre la disocia- ci6n y el reconocimiento era mas fuerte cuando trataban de describir el recordar, como si al contar esos recuerdos, estuvieran reviviendo el proceso de Hlegar a saber. Me parece que la experiencia del trauma crea un deseo intensificado de saber qué es real y en quién se puede confiar. Las preguntas sobre la realidad y las relacio- nes también son preguntas profundas sobre una misma como narradora confiable. como intérprete, como autora de una vida. Los dilemas experimentados por esas mujeres en respuesta a las evasiones, distorsiones, prohibiciones y mentiras cultura- les y familiares eran dilemas estigmatizantes. Si hubo momentos de renuncia alo que fue una actividad o relacién vital, de desautorizacién de sus propios sentimientos y de aceptacién de una visién de la realidad dada por otra persona, o Ja eleccién de ser clandestina para proteger lo que de otra forma podfa perderse para siempre, tales alternativas pueden ser vistas contra un telén de fondo de abuso cronico y de apaga- miento psicolégico, una combinacién potencialmente abrumadora, particularmente durante la nifiez y la adolescencia. Aun asi veo a Rachael, a Jane y a Emily como resistentes, ellas logran ver a través de las distorsiones y las mentiras, protestan ante el] abuso de poder y resisten -tal vez sea lo crucial- renunciando a la posibilidad del verdadero amor, de una verdadera relacién. Esto nunca fue mis claro que cuando describieron sus relaciones en la psicoterapia. “{PODRIAMOS CAMINAR JUNTAS HACIA ESE ESPACIO2”: NEGACIONES, MENTIRAS Y AMOR EN LA PSICOTERAPIA, En Ja segunda entrevista, Elizabeth y Jane hablaron de su relacién. Jane lanza una mirada a Elizabeth, con una pequefia mucca en su cara, y dice: “al principio no compatibilizamos. ;Para nada! ;Puede imaginarse encontrarse con una psiquiatra que dice cosas como ‘zpuedescontarme més de eso” y *zcémo te sentfas acerca de eso?”. Jane arruga la cara y se rien juntas. Después le pregunta a Elizabeth, “zno fue asi?”. “S{—confiesa Elizabeth riéndose atin-, pero tii eras una pequefia pandillera resistente. ‘Te sentabas ahi, hundida en el sill6n, alegando, me respondias con monosflabos 0 con ese espantoso silencio encogiendo los hombros. No sabfa qué hacer contigo...”. Jane 2000 » Eoiciones ne tas Musenes N'29° 47 Isis INTERNACIONAL se rie al contar esto, encoge un hombro como para molestar a Elizabeth y da su ver- sién: “era mi forma de darme cuenta si valfa la pena hablar contigo. y casi renuncio a ti después del primer aii ahi estaba ella —interviene Elizabeth. un dia entré y anuncié que se retiraba. Todo mi entrenamiento me enseno a quedarme tranquila, a calmarme, pero sabfa en mi corazon que esta nifia realmente abandonaria la terapia, que no tenfamos una relacidn a la cual ella se pudiera aferrar. Asi que segui mi instin- toy la desafié a una lucha a pulso, ahi. en el borde de mi escritorio ne se ric. “Fue tan absolutamente irresistible —dice Elizabeth-, una chica enojada que quiere pelear y que es invitada a un combate de fuerza, Gané por supuesto”. “No -dice Jane-, ganaste fisicamente, pero yo gané, porque después de eso comenzamos a pelear, ver- balmente quiero decir (se da vuelta hacia mi), y supe que al fin estaba Hegando a ti”. Elizabeth asiente, como si ella hubiera sido la recalcitrante. June contintia: “comencé asentirme mejor cuando ella se entregaba y realmente peleaba conmigo. Lo senti casi como una expresién de amor 0 algo asi, ;sabes?", “No podia darme el lujo de perde tey {Dios mio, esa rabia debia marcharse a alguna parte!”. "ZY sobre qué peleaban?”, intervengo. “Por todo-se rie Elizabeth—. por lo que yo decfa. por lo que no decia. Por mi ropa y por donde me sentaba. Durante meses peleamos sobre si podiamos salir a tomar un helado durante la sesién”. Miro a Jane que dice: “al principio me decta las cosas mas estipidas, y lo hacia, lo hacias, te ponias la ropa nvis formal y ella nunca se sentaba en el suclo 0 a mi lado”. “Yo necesitaba cambiar muchas cosas —se rie Elizabeth-, pero nada me preparé para tomar en serio alguna de esas peticiones”. Stibitamente la atmosfera cambia cuando ellas se miran. Elizabeth se vuelve a mi de nuevo: “entonces finalmente cambié mi supervision y realmente comencé a escuchar a Jane". “{Qué cambié para ti?”, le pregunto a Jane, “Ella se volvid una persona mas real, Sulimos a tomar un helado, por ejemplo, asf que ya no era una relacién tan privada o casi secreta. Al fin podfa hublarle, realmente hablarle. No era una relacién tan extrafia, tan rigida, gentiendes?", Elizabeth relaté entonces su versién de esta relacién y las formas en que ha cambiado a través de los aiios desde que conocié a Jane. “como terapeuta, como madre, como persona en cada faceta de mi vida". Elizabeth nos conté a mi y a Jane, sus descubrimientos respecto a su propia nijiez y adolescencia. Nunca habia escuchado tan clara y rotundamente sobre las transformaciones en ambos lados de la psicoterapia. Para Elizabeth, supe después, fue un gran alivio ha- blar abiertamente con una psicdloga ¢ investigadora sobre su trabajo. a pesar del trasfondo de confusas contradicciones y distorsiones y a pesar del entrenamicnto en psiquiatria, No me sorprendié en absoluto que el catalizador para darse cuenta de que la relacién terapéutica tenia que cambiar, fuera su relacién con una nifia suicida y victima de abusos, cuyo “sintoma” més confiable era tal vez su resistencia a una practicaclinica tradicional (ver también Rogers, 1991 ,1993; Gilligan, 1990). Tal como lo expreso Elizabeth: “si toda la relacién estaba siendo objetada, si nunca sabia lo que cra real o no en esta relaciGn, gcémo podia ella confiar en mio Hegar a confiar en si misma?". 48) Boicionts pr: 148 Mesias N° 29 + 2000 + Isis IntFienacionat Rachael también hablé elocuentemente sobre su trabajo como terapeuta, exten- diéndose acerca de sus relaciones con colegas y supervisores. Comenz6 a hablar de su trabajo como terapeuta en su segunda entrevista. contindome qué sucedié cuando “las cosas se me empezaron aescapar, estaba sentada con alguien y de repente estaba en otra parte, en mi propia vida, Tenia que hacer todo un esfuerzo para quedarme en esa sila”. Hace una pausa y da un gran suspiro: “y supe internamente que necesitaba mas supervisi6n, asf que fui, traté de hablar en mi grupo de supervisién sobre algunos de los procesos que suceden dentro de nosotras como terapeutas y no encontré mucha receptividad en el grupo”. Se echa una cucharada de yogurt a la boca, hace una pausa, mira a través de la pieza, pensativa, confundida, y continiia: Bueno, la gente queria mantenerse fuera de la experiencia, nadie estaba dispuesto a decir, “cuando hice esto, realmente me pregunté qué pasaba en mf”... td sabes. permi- tiendo la vulnera- y salf agitada y perturbada, como maldicién, ti sabes, “zpor qué seré tan rara, por qué querré explorar esto y tratar de resolverlo y nadie mas quiere?", Alcuestionarse a si misma, Rachael deja este tema de conversacién y lo retoma més tarde en la entrevista. Me cuenta de sus varios esfuerzos por iniciar una con- versacién con sus colegas sobre el trabajo clinico: “senti que podia identificar mas de mi propia historia y recordar més y querfa encontrar a mas colegas, ese tipo de apoyo, y yo, yo siempre he estado muy desilusionada de cémo algunas colegas se han alejado de mi como si yo tuviera lepra o algo asi... Y un par de personas que conozco tienen una historia similar y dieron veinte pasos atrds”. Ambas nos senti- mos desconcertadas respecto a eso, llegando a la historia de nuestro propio encuen- tro. Rachael dice: “Fue a través de esa busqueda que te encontré y pensé que ti conocerias a todas esas personas, gy dénde estiin?”. “En realidad estén trabajando en carpinteria”, decimos juntas y nos reimos. “Pero {por qué estan todos trabajando en carpinterfa? pregunta Rachiel-, me entristece”, Hablamos de la sensacign de sentirse apartadas de nuestras colegas y Rachael cuestiona: “Quiero decir, .por qué tienen que apartarnos, a aquellas con recuerdos de abuso, frente a todas las otras?”, Sus preguntas son mordaces, dolorosas, sin respuestas claras, sin embargo captan un clima existente en la prictica clinica. Finalmente, mucho después, vuelvo a una pregunta persistente, una que no pude articular antes: “;hubo algo, piensas que falt6 algo en tu supervisin, sobre lo querias hablar con tus pares 0 colegas?”. Rachael mueve su cabeza, como si quisiera desper- tarse, y dice: “por suene he elegido supervisoras que hablaban un poco de ellas mis- mas, pero ellas también, ti sabes, mantenian una distancia...". Mientras se queda callada, vuelvo a esta linea de pensamiento, dejando caer mis preguntas todas juntas: “de cierta forma, la relacién supervisora-supervisuda refleja, y se supone que en al guna forma debe ser asi...”. Rachael termina mi idea: “refleja la relacién médico- paciente, cierto, absolutamente”. Hablamos sobre lo que decidimos es un dilema bas- tante comtin: “una no habla de sus luchas internas reales en Ia supervisién, no de los Isis IeteRNAcioNAL. # 2000 + Eorcioves me Las Moareis N°29 40. detalles; una no habla de su trabajo clinico con las amigas, y hacia dénde se dirige una, para entender los significados de esos patrones de relacidn intrincadamente su- perpuestos?”. Rachael interviene: “ves, por eso es que estoy buscando un pequefio grupo de mujeres con un espiritu similar, donde ti sabes, todas estas cosas puedan unirse”. Al escuchar esta conversacion ahora, recuerdo claramente cuando hablé con amigas terapeutas de Cape Cod, Karen, Marilyn y Sondra. Nos encontramos en un seminario hace cinco veranos y, durante nuestro tiempo libre, caminando através de las caletas o manejando por la autopista de noche, répidamente descubrimos la cantidad de preguntas que nunca hacfamos en la supervisi6n, y con qué frecuencia nos sentiamos profundamente silenciadas en nuestras propias comunidades clinicas. Me pregunto de nuevo, cusin comtin es esta experiencia para las mujeres y qué sucede con esas voces exiliadas a través del tiempo. {Llegaran las mujeres a dudar de sus preguntas, desestimando la esencia de lo que les dio resultado en sus pricticas? ; Apren- dern a aceptar el proceso de silenciarse a si mismas, transformandose en lo que las nifias de 1] afios han Hamado “la policfa de los pensamientos”, censurando su len- guaje en el contexto clinico? Emily me sugirié esa posibilidad a través de una historia de una relacién con una terapeuta que fue muy provechosa y al final muy destructiva, porque hablaba en términos que eran “totalmente tiranizantes”. Era la misma terapeuta que des- alentaba el trabajo de Emily con nifios victimas de abusos. En una parte de la entre- vista en que Emily habla de las caracterfsticas de su propia escritura —“tiene un sonido, puedo reconocerlo, ahi es cuando me viene el verdadero recuerdo, como la vida, yo misma ah¢’-, comienza a hablar sobre su relacién con su anterior terapeu- ta, "Esoes algo que nunca podria haber hecho con Martha Stevens, nunca”, enfatiza. “Ella abusaba del lenguaje, en realidad abusaba del poder y del lenguaje (pausa), y sé que lo que digo es fuerte”, la voz de Emily en este punto se desliza desde la rabia hasta volverse inaudible y le digo: “creo que realmente puedo entender lo que estas, diciendo, en e! sentido que yo usaria las mismas frases para contarte de una rela- cién que tuve una vez con una terapeuta, pero no quiero que te imagines mi expe- riencia en vez de la tuya, asf que explicame mas lo que quieres decir con ‘ella abusaba del poder y del lenguaje”. Enmily: Abusaba del poder al no encarnarlo... ella no habla inglés, no lo hace, creo que es una maldad decir eso... (de nuevo su voz se vuelve inaudible). Annie: ,Qué quisiste decir con eso? Porque tal ver. tocaste algo que era verdad. Emily: {Conoces to que dice sobre escribir desde el cuerpo? | Annie: Aha]. La Dra. Stevens no habla desde un cuerpo, bueno muchas personas no lo hacen, pero sen- tarse en una pieza conmigo y hablar sobre experiencias corporales intensas, experien- cis corporales profundamente violentas, y no hablar con palabras que vienen de un cuerpo? Es impensable, ;cdmo se puede lograr eso? 50 BDICIONES DE LAS MUseREs N* 29 * 2000 + Isis INTERNACIONAL Annie: Realmente no lo sé, pero ;c6mo podias darte cuenta de que sus palabras no provenfan de su cuerpo, c6mo podias saberlo? Emily: Ella nunca me quiso (pausa de ocho segundos). Bsa es la verdad. No puedo ereer que hhe estado sentada aqué por cinco afios y no puedes, no puedes no conocerme, no me quieres, juegas a las escondidas en mi vida, en mi memoria, pero no me conoces, a mi la persona, Cito esta parte extensamente e incluyo mi didlogo en ella, porque el conoci- miento sobre el que habla Emily es tan fraigil que su voz se vuelve inaudible dos veces y me interesa escucharla, dejar que su voz esté en su mundo, su experiencia unida ala mia, sus palabras como una resistencia viviente a las diversas tiranias del lenguaje clinico. Emily contintia expliciindome las numerosas formas en que fue reinterpretada su vida, por lo que al final sintié que no podia hablar y ser escuchada, que de hecho no tenia voz en ese didlogo. Su anterior terapeuta escribja articulos sobre el trauma, y un dia, me cont6 Emily (con una mirada de regocijo puro): Eseribf todas mis quejas con un marcader... en letras grandes gigantes y se las lef, quie~ ro decir, queria que se diera cuenta que odiaba tanto eso, que exageré... y bésicamente, por favor saquen aesta mujer de la vida de los pacientes, porque es como ese poema de Auden, una pide no ser tirada al suelo otra vez mds, quiero decir, a una la meten en una pieza con esta mujer y te dejan caer, y si te dejan caer mucho, te haces aficos... ¥ ella s6lo dijo que estaba muy comprometida con mi recuperacién y le dije: “no necesito su compromiso hacia una enfermedad o mi recuperaciGn de lo que usted cree que es una patologia, no me esté escuchando. Comprométase con mi vida, con miescritura, con mi voz, pero no con mi pula recuperacién”. Fue muy frustrante y mi rabia fue completa- mente reinterpretada como otra cosa “gCémo tuviste la valentia de dejar esa relacién’”", me pregunto en voz alta. “Dios, eso fue dificil. Realmente tenfa miedo, sabia que debia dejarla... y ella me dio una lista de personas a quien acudir, pero yo ya tenfa a alguien”. “Antes de que te salieras?”, pregunté. “Sf, responde. “Oye, eso si que fue astuto”, no puedo evitar decirle. Emily sonrie: “fue tramposo, pero si no, no podria haberla dejado. Y no me podia quedar, no podia escribir". Estaba comenzando a escuchar un conexién entre ser escuchada y tener una voz real y poder escribir. “; Hay alguna diferencia entre lo que puedes decir y lo que puedes escribir, ahora, con tu actual terapeuta?", pregunté a Emily. “Oh si, con mi actual terapeuta, la llamaré Dra. Morrison, la Hamaré, mm, mm, a mi, mm, en realidad se lama Bea, y con Bea es completamente distinto” Emily dael tono de esta conexién en el siguiente relato: “nos sentamos una al lado de la otra un sdbado en Ia tarde, una sesién doble, juntando los fragmentos perdidos” Emily me lee lo que le escribié a Bea: *... me buscaste en esas fotografias y diste un pequeiio grito cuando me encontraste. Nos sentamos juntas, una al lado de la otra en el suelo... Hoy pensaste que yo podfa estar abrumada por ello, pero siento que me tocas, que me abrazas. Isis IrrRNACTONAL # 2000 * Enicionis nb Las Musenes N°29 1 “Sabes —le digo a Emily—, cuando te escucho, cuando escucho tu descripcién de ti sentada, mirando las fotos, y aclla encontrndote en las fotos y ese llanto, pareciera que es una verdadera madre para ti”. Ella lo confirma: “si”. i? Emily me describe entonces cémo su escritura ha surgido en esta relacién y cémo, “a diferencia con la Dra. Stevens, Bea se ubica a si misma, una y otra y otra vez". Le pido que me explique qué quiere decir eso, c6mo lo hace Bea, y Emily me cuenta una historia que se mantendrd conmigo por un largo, largo tiempo, tal vez para siempre: Sabes, ella se siente mal por cobrarme la cuenta, y dice, ella siempre es muy torpe, dice (Emily se ric): “no puedo hacer esto, no quiero hablar de esto, realmente no puedo hacer esto” y esoes lo que hace, lo trac a la sesién, para hablar de eso, lo hace permisible. ..Y¥ una vez, ella se iba de vacaciones, y yo le dije, sabes, tal vez podrfas decirme donde vas A estar, pero yo no tengo, no tengo que saher, pero sélo en caso de... y ella dijo: “carifio, en esta pieza con nosoiras, tu saber puede ser sabido, Siempre estards donde estoy yo en esto, en este mundo”. Mm, agregé: “no hubiera podido comprometerme a trabajar con- igo y ponerte ese tipo de restricciones”. Dijo: “nunca hus sabido donde esté tu madre. i.Cémo podria yo privarte de que sepas dénde estaré?" |Qué extraordinaria}. Quiero decir, me dice que me quiere, lo dice, me llama carifio y conoce a Helena, bromea con Emily Dickinson, le dijo a Sonya que podia sacarle la mierda si tenia que hacerlo, ella toma grandes riesgos, Quiero decir, un dia me sentf excluida del resto de su casa, asf que me llevé a la cocina y me hizo un sandwich de attin (Emily se rie), y nos sentamos en el jardin y me lo comi... [Hace una pausa, pensando en eso]. Es una persona distinia. Cuando eniré a su oficina lo supe, sus ojos, quiero decir era tan distinta, Martha Stevens siempre era la experta, siempre la palabra y Bea me dijo: “Hay muchfsimas personas que entienden el trauma mucho mds que yo". y yo pensé, no, ella conoce otras formas de ver y saber y estar [Emily hace una pausa de nuevo, y le digo “tt la reconociste". Si, y ella, cuando tuve la operacién al pecho, y fue una experiencia horrible, fue a mi casa todos los dias, sostuvo mi cabeza y me ayudé a vomitar, se sents conmigo, me abraz6. siendo tremendamente respetuosa todo el tiempo... real, ella es cuidadosa, pero es real y podemos caminar hacia este espacio juntas. Me sientoen la quietud y dejo que las palabras de Emily entren en ese silencio, que abarquen ese espacio hacia el que Emily y Bea caminan junta: Me buscaste en esas fotografias y diste un pequefio grito cuando me encontraste. Cari- fio, en esta pieza con nosotras, tu saber puede ser sabido. Siempre estards donde estoy yo en esto, en este mundo. Un dia me senti excluida del resto de su casa, asi que me llev6 a la cocina y me hizo un sandwich de attin, y nos sentamos en el jardin... Me abraz6, todo el tiempo con un gran respeto. Escucho esas palabras y mi propio anhelo se abre hacia la reflexion, “qué ex- traordinaria esta practica de la psicoterapia que en realidad es una practica de rela- cidn, lo que debiera ser tan comin”. 52 Enctones pe Las Muses N° 29 + 2000 + Isis INTERNACIONAL Hacia el final de nuestra entrevista, nego de que la luz de la tarde se apagaba al anochecer y hacia la oscuridad, Emily dijo: “Entonces, puedes ver. eémo para mi escribir, la memoria, el trauma, la terapia, esta todo conectado”. Si, lo veo. Epil.oGo: LAS RELACIONES KEALES Y LA MEMORIA LA PSICOTERAPIA Cuanda me hables. ten cuidado poitria escucharte Tess Gallagher A medida que escuchaba las voces de Rachael, Jane, Elizabeth y Emily tenfa que estar permanentemente tranquilizindome. escuchando mi propia voz exiliada, Jas negaciones y el temblor de saber y de hablar. {Qué escuché? Primero, que la experiencia del reconocimiento, del saber, est conectada a la disociacién, En segun- do lugar, que patologizar la disociacién o cuestionar continuamente la veracidad de Jas historias de las mujeres sobre su pasado crea un “nosotras” y un “ellas”, que destruye la voz del saber por completo. ¥, finalmente, que las experiencias de trau- mas fisicos y de socavamiento psicolégico intensifican la persistencia de las pregun- tas sobre lo que es y no es real. y sobre qué hace que una relacidn sea susceptible de ser llamada de amor, diindole a esas mujeres una aguda visién de esa singular y dificil prictica de la relacién que Hamamos psicoterapia. Al leer las entrevistas y escuchar las cintas, se alteré mi sueio y mi alimenta- cién, mis suefios se vol vieron pesadillas. Sin embargo. al escribir, estaba colmada de una sensacién de felicidad, de llegar a saber algo que me ha confundido por mucho tiempo. Durante una conversacién tarde en la noche con Emily, sent? un repentino anhelo de que cada mujer pudiera tener Ia esperanza que ella mantiene ahora, de establecer una relacién profunda y duradera con una mujer terapeuta, alguien a quien realmente quiera, alguien que a veces puede ser torpe, cuidadosa, capacitada y en tiltimo término muy “real” (ver también Rogers. 1991; Gilligan, 1990). No implica que las terapeutas deben convertirse en “amigas” de sus pacientes. son desiguales. Sin duda es crucial poner atencién a las capas de transferencias y contratransferencias de bargo, es que es esencial reconocer que esas relaciones son reales. En la psicoterapia, dos seres humanos son profundamente afectados y son vulnerables el uno al otro. El trauma intensifica las preguntas con las que muchas nifias luchan durante la adolescencia. {Qué es real y qué no lo es? gEs posible ser auténtica. y por lo tanto realmente querer a alguien y ser profundamente querida? Las mujeres que han expe- rimentado traumas no pueden darse el lujo de continuar haciéndose estas preguntas. De hecho, esas preguntas se vuelven un asunto de vida o muerte en la psicoterapia, porque es imposible aceptar lo que Elizabeth llama una relacién “tradicional”, que no le reconoce lo real, sin que deba traicionarse a sf misma profundamente, Mas aun, la psicoterapia tradicior profundos de amor, proteccidn y veracidad de la ni sas relaciones: 1as relaciones. Lo que frecuentemente no se admite, sin em- hace que descubramos nuestros deseas més zy Inego frustra esos deseos. {srs Iwrenevactonat * 2000 + Epicioses be Las Musexts N°29° 53. Estos sélo debian ser explorados, interpretados y luego se hace necesaria la “recupe- racién” para renunciar a esos antiguos deseos y anhelos. A menudo la gente lo hace; pero entonces, después de hacer ese compromiso y tener que justificarlo en los térmi- nos de la terapeuta, se compromete su energia, su conocimiento es adormecido, tan agudamente como sucede en las niiias adolescentes. Y lo que es mas sorprendente, una vez que las terapeutas aceptan la pérdida del deseo —de amor verdadero, renunciando a la esperanza de una relacién real y durade- ra~ y entran totalmente en ese marco, entonces no es sélo posible sino que absoluta~ mente necesario justificarlo. Parece que nadie mas puede tener lo que tuvimos que desperdiciar. La justificacin de esta pérdida implica que las terapeutas imponen el marco tradicional de la psicoterapia, junto con sus rigidas reglas y limites, lo que conlleva silenciar y censurar las voces rupturistas, Tal vez ese sea el motivo por el cual es tan dificil para las terapeutas hablar de las preguntas reales con sus supervi- sores, aun con colegas— y por qué es tan dificil para las terapeutas como Rachael tratar de hablar directamente sobre su trauma. Existen pocas dudas de que se esta dando un proceso de represin psicolégi con las mejores intenciones, sus colegas le advierten a Rachael: “no hables de tu historia de abuso, te dard menos credibi idad y no logrards tener pacientes”. Las re- cientes controyersias sobre la naturaleza de la memoria (Loftus, 1991), las afirmacio- nes de los padres sobre los “recuerdos falsos” de sus hijos (Doe, 1991), y las acusa- ciones de que algunas terapeutas “sugieren recuerdos” (Yapko, 1994), han contribui- doa un clima de negacién y censura. a pesar de Ja creciente evidencia de la existencia de abusos hacia los nifios y del abuso sexual infantil en Estados Unidos (Finkelhor, 1986, Garbarino, 1992). El movimiento de la falsa memoria podria ser la proxima tendencia de la represin politica en historias de abusos traumiticos (ver también Herman, 1992). Por otra parte, puede suscitar nuestro enojo y obligarnos a realizar estudios mis urgentes de los procesos de la memoria en la psicoterapia, contribuyen- do asf a cambiar la préctica clinica para que recordar sea mas factible y mas creible. Pero, si escuchamos y, quiero decir. si realmente escuchamos a Rachael, Jane, Elizabeth ya Emily, sus voces estin destinadas a ser mpturistas y a formular pregun- tas desconcertantes sobre lo que esti en juego al recordar el abuso, al crearse una historia de vida y en la psicoterapia. Tener un sentido de pasado vivido y narrar ese pasado a un ser humano dispuesto, es una necesidad singularmente humana (Erikson, 1950). Escuchar cuidudosamente a Rachael, Jane, Elizabeth y a Emily hablar de re- cuerdos de traumas, de lo que es y noes confiable en las relaciones psicoterapéuticas, significa invitar a sus voces y a las nuestras hacia la conversacion y a la comunidad. 54 Eniciones be Las Musekes N® 29 + 2000 © [sts IsTaRNAcioNat Bisuiocraria Bo J. K, 1991, "That's not what | said”: Lnterpretive conflict in oral narra D. Patai.eds.. Women’s Words: The Feminist Practice of Oral History, New York: Routledge. Brown, Li: Argyris, L Gilligan, C, Johnston, Her. 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No nos es ajeno observar a padres que intentan masculinizar a sus hijos a través de actitudes hostiles y violentas, de desafio. La costumbre patriarcal de “forjar el cardcter en los varones” es uno de los caminos en el que se aprende el ejercicio de la dominacién, La mirada de un vardn sobre otro vardn desde esta perspectiva adquiere mucha importancia, ya que desde ese lugar se va a confirmar o no la “supuesta mas- culinidad”, La vivencia de fracaso por no sentirsea la altura de lo que marca lo social como los rasgos maximos esperado para lo masculino, trae aparejada sumisi6n, miedo y un profundo sentimiento de inseguridad, por no haber estado a la altura de ese “gran varén" que representa el padre oe! mito cultural de la masculinidad, Asi como el anilisis de las relaciones entre los géneros nos ha mostrado que los modos de construccién y subjetivacién social distintivo por género estin al servicio de la cristalizacién de las relaciones de poder, es de suma importancia empezar a revisar y develar los efectos que acarreaen la subjetivacién de los varones las relacio- nes de poder al interior del mismo género, para entender mejor esta parte del “males- tar masculino”. | nel trabajo clinico con pacientes varones es habitual escuchar, a través del Isis InteeNactONAL * 2000 + Eniciones pk Las Mumaes N°29 $7 Para este trabajo me apoyo en los textos de Foucault, que analiza las relaciones de poder, y en dos relatos miticos, el de la horda primitiva y el mito de Edipo, que Freud retoma en sus textos Tatem y Tabui (1912) y en La disolucion del complejo de Edipo (1924), para explicar la construccién social y subjeriva det infante varén. Tanto el relato mitico de la horda primitiva como el del mito edipico, han basa- do su historia en la relacion hostil, competitiva y mortal entre padres ¢ hijos varones. En el mito de la horda primitiva, un padre celoso y violento expulsa a los jévenes de su grupo a medida que van creciendo y les impide satisfacer su sexualidad con las mujeres, ya que él es el duefio de las mismas. Un dia, estos jévenes se unen, matan al padre y lo devoran: sin embargo, la culpa de haber matado al padre odiado, pero con e] cual se quieren identificar (la idea de la incorporacién de los aspectos del padre a través de la ingesta del mismo, permite que erijan a esta figura primitiva del padre en un ideal), propicia la prohibicién de sexualidad con las mujeres que pertenecen a su mismo clan. Segtin Freud, este relato mitico sienta las bases de la prohibicion del incesto, propone el pacto entre varones que permite el acceso a la cultura y también recrea a nivel grupal, la ambivalencia de sentimientos que la conflictiva edfpica produce en el nifio en relacién con su padre. Enel mito edipico, Layo, rey de Tebas, tiene miedo de que se cumpla la profe- ‘cia de que su hijo lo mate y lo reemplace en el poder, y por tanto manda a su sirviente amatarlo. Este no lleva a cabo este mandato y lo cuida tomandolo como hijo. Edipo vuelve a la ciudad, mata a su padre y se casa con su madre cumpliendo e] destino de la profecfa.! Ahora bien, ,qué significa que estos dos relatos analizados por Freud para ex- plicar el acceso de los varones a la cultura y, por otro lado, la construccién social y subjetiva del infante varén sean relatos en donde lo primordial sea la lucha por la dominacién y la muerte? Por qué hay que matar al padre tedopoderoso para poder ser? ;Por qué la figura del padre tiene que ser muerta para convertirse en una instan- cia ideal? Los ideales funcionan como la sumatoria de aquello a lo que el yo desea aspirar. La construccién de la subjetividad masculina estard en este sentido atravesada por un sistema de ideales quc estan sostenidos por discursos socichistéricos que cuentan con eficacia simbélica hasta nuestros dias, Por esto se hace necesario comenzar a deconstruir los relatos miticos que sostienen la construccién del sistema de ideales de la masculinidad social. Los mitos, dice Levi-Strauss, no poseen autor, pertenecen al grupo social que fos relata. La estructura de un mito intenta de este modo proporcionar un modelo Igico para entender una contradiccién, El mito encubre a través de su relato algo que 1. No olvidemos que, de acuerdo al relato, el casamiento de Edipo con su madre Yocasta acarrea una sevie de males alreino, loque vuelve a instaurar la necesidad de prohibir el incest. Edipo, cuando se entera que su esposa es su madre, se arranca 10s ojos 58 EbICiones DE LAS Muskxts N° 29 * 2000 * Isis INTERNACIONAL, se quiere ocultar, y en este sentido adquiere valor de sintoma. En su libro Antropolo- gia estructural (1977), Levi-Strauss dice: En realidad muchos psicoanalistas se negaran a aceptar que las constelactones psiqui- cas que reaparecen en la concicncia del enfermo pueden constituir un mito... entende- mos por esto que el poder traumatizante de una situaci6n cualquiera no puede resultar de sus caracteres intrinseeos sino de la capacidlad que tienen que surgen dentro de un contexto psicotigica, hist6rico y soc cir una cristatizacién afectiva, jertos acontecinientos Ul apropiados para indu- Desde esta perspectiva, el mito cuenta con una eficacia simbélica en un contex- to historico y socioecondmico dado. La construccién social de la masculinidad se entenderd procediendo al andlisis del sistema al que adscribe y que sustenta, Uno de los primeros investigadores en el aniilisis morfoldgico de los relatos maravillosos 0 miticos, fue el semidlogo ruso Vladimir Propp, quien en 1927 propu- so el anilisis del relato maravilloso desde la perspectiva del materialismo histérico. Propp sustentaba que el relato mitico en realidad correspondia a un fenémeno hist6- rico intimamente relacionado con el sistema patriarcal, En su libro Las raices hist6ri- cas del cuento, sefiala: «+» Queremos indagar a qué fendmenos del pasado hist6rico corresponde el cuento ruso. Nuestro intento es descubrir las fuentes del relato maravilloso en la realidad histérica, Si el relato es considerdo. como un producto surgido a partir de determinada base eco- némica, esté claro que hay que examinar qué forma de produccién se refleja en él. Podemos decir que el relato maravilloso 0 mitico refleja algunas instituciones del régi- men patriarcal, politica de alianzas, biisqueda de un reino alejdndose del reino del padre, el protagonista busca esposa en un pais lejanoy no en el suyo. Ex posible que se trate de un reflejo del fendmeno de exogamia, a quien pertenece el trono que va a ocupar, y de aqui surge el problema cqué formas de sucesiGn del poder se refleja en el relato maravilloso?® Tomando los relatos miticos como fundantes culturales de las caracteristicas que adquiere cada género, pademos pensar entonces que el padecer masculino estard intimamente relacionado en algiin sentido con la satisfaccién o no de determinados ideales que se han constituido en relatos miticos que gozan de poder simb6lico (Bourdieu, 1999), son estructuras esiructurantes de lo que se llama "la masculinidad social” y que tienen intima relacién con la detentacién del poder. El imaginario masculino estaré atravesado, entre otros, por un relato mitico que cuenta todavia con eficacia simbdlica, y que describe la construccién del personaje heroico: esto es lo que se denominé el “mito del héroe”. 2. Noes casual que uno de los relatos que la teor‘a psicoanalitica considera como fundante de ta cultura sea et de la honda primitiva, en el cual lo que se miifica es el pasaje del poder de un personaje eiasculino a otro, Isis Iereawacioxat * 2000 Boicwives pF tas Musiitis NP29° 59) En él se condensan dos aspectos importantes: la construccién social y subjetiva de la masculinidad y su padecer actual, asi como la reproduccién de uno de los idea- les maximos de la masculinidad social aceptados por el sistema patriarcal. Por un lado, la secuencia de la formacién de un héroe repite cara a cara la es- tructura edipica, pilar basico de la formacién de la cultura y de Ja identidad masculi- na: el héroe se conforma en funcidn de la lucha con un antagonista al cual precisa disputarle el poder, Por otro, en este relito hay un punto crucial para develarel pade- cimiento masculino y que en lenguaje mitico se traduce en la fantas(a de que el naci- miento del hérce siempre esté acompatiado por el deseo parrictda tanto del padre como de la figura paterna que ocupe este lugar. Deseo que ha sido poco analizado desde la teorva psicoanalitica porque pone de manifiesto las luchas de poder al inte- rior del mismo género, que se trasladan en un momento posterior a las relaciones de dominio con el otro género. Analicemos la conducta del héroe para entender mejor qué ocurre con este ideal, cuando cursa entre varones, Qué es un héroe desde el punto de vista mitalégico? Bauza (1998) dice que es el ser donde se condensan los valores competitivos para la consecucién de un logro. Cuando Hipoloco envia a Glauco a combatir a Troya le dice “ser siempre el primero y sobresalir sobre los demas”. El héroe, dice Aristételes, es ¢! hombre entre los kom- bres y representa al hombre superior a mitad de camino entre los mortales y los dio- Ses, pero por su rasgo de mortalidad muere generalmente joven, sin la decadencia de la vejez. Carlyle valora al héroe en su funcidn de “jefe de grupo o de familia”, se lo considera fundador de dinastias. La caracteristica primordial del héroe es ser trans- gresor, encamina sus acciones a traspasar el umbral de Jo prohibido, a ir mas alld de los Ifmites impuestos por la sociedad. La heroicidad se aleanza buscando Ia inmorta- lidad, pero ¢l héroe siempre falla, debido a que en su naturaleza existe una porcién mortal; por tanto su esfuerzo por alcanzarla siempre es vano, El relato maravilloso es aquel, dice Prop. en el cual el héroe descubre una carencia o mutilacién, partiendo del reino del padre al encuentro con un donante o ayudante que le ofrece un instramento encantado, por medio del cual halla el objeto de su btisqueda, pelea con el antagonista (muchas veces el padre o el padre de su futura esposa), lo vence, toma el poder y se produce el casamiento. No debemos olvidar que para que un héroe cumpla con esta funcidn, su muene tiene que ocurrir en el transcurso de su adultez. Ningtin héroe que se precie llega a viejo. Propp enumera 31 funciones (citaré sdlo algunas) para que se cumpla el relato mitico: alejamiento, prohibiciin, infraccisn, inves Sn, (rampa, connivencia, mu- lilacién o carencia, mediacién, consenso del héroe, partida del héroe, héroe sometido a Ja prueba por el donador, reaccién del héroe, donacién del atributo magico, transferen- cia del héroe, lucha cnire el hérocy el antagonista, victoria sobre el antagonista, reposi- 60 Bniciones ior as Muititis N° 29 + 2000 + SIS INTERNACIINAL cién dela mutil racidn del héroe, én ocarencia, regreso del héroe, reconocimiento del héroe, ranstigu- tigo del antagonista, nupcias del héroe. Por su parte, Bauza describe en su libro El mito del héroe (1998) también las caracteristicas y condiciones que tiene que cumplir el personaje del héroe en un rela- to heroico: » La madre es una reina en muchos casos virgen. El padre es rey. Las circunstancias de la concepcisn del héroe son inusuales. Al nacer es un hija de un dios, Su nacimiento esté rodeado de la posibilidad de ser muerto por su padre o por su abuelo materno, Es abundonado y criado por otros padres (Edipo). Al Megara la juventud regresa a su hogar o alcanza un reino. Obtiene la victoria en la lucha con un rey 0 undragén o alguna figura mitolégica. , Casamiento con la hija del rey. yReNo wens (Qué encubre el mito del héroe? E] ineludible reconocimiento de la mortalidad, de la incompletud, del fin de la omnipotencia, pone en evidencia, al mismo tiempo, el deseo narcisista de volverse a colocar en ese lugar “a mitad de camino entre los dio- ses y los hombres”. En el relato mitico la muerte joven asegura la entrada al mundo de los inmortales, los dioses. El mito del héroe devela la carencia, la falta, la castra~ cién simbdlica, muestra casi como ningtin relato la necesidad de los hombres de negar los aspectos ligudos a la naturaleza, la finitud, la debilidad, todo aquello que por transposicidn se ha depositado en la imagen de la femineidad. Lo que desencadena la lucha del personaje heroico con el antagonista es el descubrimiento de la carencia (aspecto prohibido en Ja fantasmatica masculina). Todo el relato se basa en la disputa por los espacios de poder, lo masculino queda por lo tanto identificado con quien detenta el poder, situacién elusiva que genera en nues- tros varones reales la sensacion de que la masculinidad es inaleanzable, 0 se convierte en un desafio constante que trae apurejado impensables costos psiquicos y fisicos. ‘Tomando el mito heroico, la masculinidad se construird en funcién de la lucha narcisista “o yo o el otro”, constelacién que producira permanentes maniobras defen- sivas por el temor constante a que cualquier indicio de debilidad muestre que se ha perdido la masculinidad. La comparacién con el ideal del héroe Ilevaria a los varones “a estar a la defen- siva porque nunca pueden dar por sentadas sus masculinidades” (Seidler. 1995), por no poder alcanzar este ideal que en realidad es inalcanzable, pero que esta totalmente narcisisado por ta cultura, por el deslizamiento semantico entre poder. dominacién, heroicidad y masculinidad. Esta ldgica filica “o yo o ¢l otro” hard que en las relaciones al interior del mismo género predominen las reluciones de dominio y exclusién por sobre los afec- Isis Ivreewactonat * 2000 * Eoiciowes mi: Las Meiuaes N°29° 61 tos identificatorios amorosos. Pensar sobre esto nos permiliré develar los aspectos ids oscuros de las relaciones patemno-filiales, esto es el andlisis del lugar del pudre,o uulina que detenta el poder, la lucha fiilica y el efecto de donacién, que surgen tanto en el rektto mitico de Edipo como en el de la hord: primitiva que retoma Freud en su escrito Teten » Tabi. Jessica Benjamin, en su libro Lazos de amor (1996) escribié: de fa figura ma _. la imterpretaci6n freudiana del mito de Edipo pa el intento de Layo de uses a Edipo en la infanc enel relato, surge una lectura muy diferente. Layo aparece entonces como un padre que trata de evitar lo que en algun sentido es tino de todos los padres. morir y ser suplantados por los hijos varones. 1 por alto la transgresion del padre: i reinstalamos esta transgresién El padre edipico no puede renunciar a su omnipotencia, no soporta la idea de su propia condiciGn de morta Desde este lugar podrfamos pensar que tanto el relato Térent y Tubii como el relato edipico, encubren un aspecto que ha sido poco trabajado y que es la relacién de! padre con sus hijos en lo que ella tiene de hostilidad, rivalidad y muerte. Tanto el Ire de la horda primitiva como Layo, el padre de Edipo, intentan de distintas for- mas matar a sus hijos para que éstos no ocupen el lugar privilegiado, Esta primera ituaciGn de agresidn se recicla en Ja vuelta de esta hostilidad de los hijos hacia el padre. Ambas figuras paternas desean detener el paso del tiempo quizis como forma de exorcizar lo mas temido en la fantasmatica masculina: la decadencia y la pérdida del lugar de poder, mas alla del temor a la muerte. La teorfa psicoanalitica ha abundado en sistematizacione: preedipica madre-hijo y los efectos patégenos de la madre poderosa sobre el psiqui: infantil si no interviniese el padre en la ruptura de esta fusion (Lacan denomina a esto la ley del padre). $i bien este es un aspecto que podriamos cuestionar dado que no reconoce el deseo de la madre de que el niio sea independiente, ef aspecto que me interesa destacar es lo que tanto el mito como la teoria han encubierto: el afecto hostil que impera a menudo entre los padres y sus hijos varones por la primacia de la légica narcisista “o yo 0 el otro”. Este tipo de afecto determinaria la dificultad del reconocimiento de uno hacia otro y la puesta en marcha muchas veces de relaciones de dominacién al interior del mismo género. La necesidad del varén del reconocimiento del padre en su identidad genérica es exitosa cuando el padre se identifica con el hijo y es accesible a é1 (Benjamin, |996). {Pero qué pasa cuando las relaciones entre padre e hijo varén son atravesadas por el paradigma de la masculinidad=poder? Un padre todopoderoso es un padre sin declinaciones, y to que ha quedado oculto en la teorfa es el anilisis del conflicto de los varones a ir a su propia 3. Cronos, dios del tiempo, devoraba a sus hijos por temor a que estos lo destrenasen y lo emasculasen como él habia hecho com su padre. 62 Bicones ne Las Muserrs NY 20 + 2000 « Its txreRsactanat declinacidn por la aparicién de otro varén. El hijo pone en evidenciai la diferencia generacional y el paso del tiempo. El deseo de los padres varones de escapar a ka Iogica del paso del tiempo es encubierto al seguir encaramados en una posicion de poder, y de esta forma evitar ese algo tan temido en la subjetividad masculina que es la posibilidad de quedar en el lugar del dominado, del pasivo, 0 sea Lo Otro. Muchos de los andlisis de las causas de la adherencia de las personas al lider fascista parten de la postura critica hacia Io que se lima “la sociedad sin pi estarfa dada por la earacteristiea de una sociedad en donde los hijos son c mente por las madres con la ausencia de la autoridad de los padres. Las criticas sociedad sin padre” no visualizan que la problemittica se debe no tanto a la p excesiva de la madre, sino a la ausencia de respuesta del padre al amor del nifio, ya que la idealizacién del padre preedipico se asocia a la sumisi6n cuando la respuesta ese amor infantil es frustrante. Al respecto, Benjamin (1996) senala: faentrega al lider fascista no tiene como causa la ausencia de una autoridad paterna, sino la frustracién det amor identificatorio, el anhelo no realizado del reconocimiento por el padre temprano. idealizado pero menos autoritario... ef padre se convierte en un ideal distante ¢ inaleanzable... la mezcla de decepcidn narcisisia y miedo propicia ta adherencia a ideales autoritarios [como forma de quedar inundado en este poderfo}... el lider fascista satisface e! deseo de amor ideal pero esta versién incluye componentes hostiles y el autoritarismo. En el articulo La buisqueda del padre: el dilema de la masculinidad (Fridman. 2000), formule la hipstesis que el ideal de género en los varones se constitufa a través de una formacidn que denoming Otro Completo Imaginario, término que aplicaré a la depositacién en la figura del padre, o del vardn en la cultura, de la imagen de una masculinidad completa, nunca aleanzuble por el hijo, Una masculinidad sin castra- cidn, sin la necesidad del otro/at, un ideal que se supone lo tiene todo y detenta el nico lugar posible: el del poder. Cuanto més inalcanzable es esta figura, mas problemitica es la brisqueda de identificacién por parte del hijo; el mantenimiento de la distancia sirve para asegurar, por un lado, la cristalizacién de la figura ideal y, por otro. como forma de escapar al compromiso afectivo que Hevaria al amo a perder su posicionamiento. Todos sabe- ‘mos que una practica de dominio corriente es manienerse a una distancia lo suficien- temente lejana para ascgurarnos un lugar idealizado y de aparente fuerza: son los débiles los que aman. Asfcomo en la antigua Grecia los términos de ciudadano y hombre eran equiva- lentes, y la relaci6n sexual estaba en intima relacién con la pertenencia social, siendo percibida de la misma forma que el par superior-inferior. y por tanto pensada en términos de dominador-dominado, pasivo-activo, penetracién-penetrado, podrfamos pensar que la ldgica griega impera hasta nuestros dias en la consolidacién de fa mas- culinidad social, La ley que se introduce es la ley del tinico deseo, “el de la domina- cin”, y los sujetos sociales s6lo pueden alinearse de uno u otro lado de esta ley, Iss bernanactoval * 2000 + Eoicones nk tas Minis N° 29 63, quedando los varones atrapados en los miedos que trae la transgresion de la misma, ubicdndose del lado de los cbjetos de deseo, los penetrados, los dominados, Lo Otro (todo lo que esta asociado con lo femenino). En el interjuego especular del reconocimiento del padre hacia su hijo, al no poder ser como el ideal que se espera desde los imperativos culturales, el temor es quedar convertido en su negativo; la imagen idealizada del Otro Completo Imagina- rio (ese gran varén) se convierte por efecto de la l6gica filica en ef Uno. Asi, el hijo en su intento de identificacién pasard por dos momentos: uno de identificacion, °: soy varén, soy como él, completo”; pero por el cardcter totalizador de este tipo de ideal entrard también en el lado oscuro, el del sometimiento al ideal. Desde este lugar, se produce una ligazén con el otro rol, el temido, con lo que se ha repudiado Lo Orro, lo femenino. Si aplicamos la Idgica del dominador-dominado a los aspectos mas terrorificos de las relaciones padre-hijo, podriamos pensar que en el relato mitico de la muerte del padre primitivo se condensan algunas situaciones problemiticas para la construc cién de la masculinidad. Fl padre se convierte en una figura idealizada de poder tan distante que propone dos resoluciones: 0 e] sometimiento 0 el derrocamiento violento como forma de participar de la omnipotencia paterna; la valoracién masculina pasard por quien se atreva a desafiar a esta figura de maxima detentacidn de poder. Me gustaria ejemplificar todo lo expuesto previamente comentando dos pelicu- las: Karacter,de Mike Van Dame (realizador también, de origen holandés, de la bri- Hante pelicula Las memorias de Antonia), cuya linea argumental narra las vicisitudes de una tortuosa relacién entre un hijo que busca el reconocimiento del padre, quien lo desconoce permanentemente. El otro film es La celebracién, del director del grupo Dogma 95, Estas peliculas, asi como también algunos textos literarios* se inscribirian en una corriente cultural de cuestionamiento a lo que se podria denominar e! lado oscuro de la paternidad y que se relaciona con develar los efectos que acarrean las figuras paternas en su ejercicio maximo de poder y dominacion, sobre la subjetividad de sus hijos varones. Voy a recordar someramente el relato para poder analizarlo. El personaje prin- cipal, el sefior Kattedrunfen, es el hijo bastardo del poderoso oficial de la ley Drevenhaven y de su mucama, una mujer que en el relato cinematogrifico casi no habla, Su origen se debe a una situacién de abuso (primera situacién de abuso por efecto del poder del oficial de la ley); toda la pelicula es una biisqueda de este chico de un espacio de reconocimiento tanto del padre como de salir de la pobreza en que viven (otra situaci6n de falta de reconocimiento). La relacién con este padre es de dominacién y desconocimiento por parte del padre. En un momento el nifio es deteni- do por la policia pensando que ha robado pan y cuando el oficial de la policfa le pregunta su apellido, dael apellido del padre, Drevenhaven, como intento de salvarse 4, Enel artical La busqueda del padre: el dilemma de ta maseulinidad (Fridman, 2000), analieg et relato de Paul Auster La invencicin de la soleded. en el que cl autor reelabora el vineulo con su padre, que acaba de morir, a través de su propia patemidad y de sus dificultades para la creaci6n. 64 Eniciones pe tas Muna N° 20 « 2000 fais Ietenwacional de su destino. El padre concurre a la policfa, pero niega su paternidad, con lo cual el nifio es encarcelado. A partir de aqui se suceden una serie de situaciones en las cuales el personaje principal busca salir de la pobreza en que esta sumido y también de este padre todo- poderoso y sddico que sdlo se vincula con él en tanto y en cuanto lo somete econdémi- cay psiquicamente. El protagonista Kattednunfen decide ser abogado, representando el padre “Ia ley sin compasién". Busca el reconocimiento del padre, a costa del sometimiento a situa- ciones abusivas. Sin embargo, a lo largo del relato van apareciendo otras figuras mascu- Jlinas, muy importantes, que lo reconocen y lo aprecian y que le van otorgando dones; el abogado del estudio que lo alienta a estudiar y le ayuda econémicamente, el trabajador comunista que se relaciona con él desde el placer intelectual pero también desde el carifio, En todo momento se delinea la lucha entre un padre todopoderoso y sédico que quita permanentemente “para forjar el Karacter” a través de la violencia y la domina- cidn y otros que pueden dar, en los cuales también predomina la ética del cuidado. En la escena final el protagonista habiéndose recibido de abogado, va a decirle al padre que no lo quiere ver mds. En una escena de profunda violencia fisica y psicolégica se desarrolla una pelea en la cual pareciera que el hijo mata al padre, para revelarse al final que al no lograr que el hijo lo mate, Drevenhaven se mata a si mis- mo. Este es el nico momento en que el padre reconoce a su hijo y decide donarle todo su poderio econdmico. Pero ha habido un costo altfsimo en este reconocimiento: el hijo ha perdido la posibilidad de amar y ha quedado solo. En la pelicula La celebracién (festejo familiar en el cual el patriarca cumple 60 afios y retine a toda la familia) el protagonista revela en medio de la fiesta las situacio- nes de abuso sexual infligidas a él y a su hermana gemela por su padre. El hijo se anima a denunciarlo a raiz del suicidio de su hermana, producido poco tiempo antes, y de lo que podria llamarse “la muerte en vida que padece el protagonista que lo Hevan a rebelarse contra este patriarca poderoso. En el film es sostenido en esta reve- lacién por otros varones (el cocinero jefe. entre otros). En este sentido, se repite la misma imagen de la pelicula Karacter, es decir, la aparicién de figuras masculinas benignas. También se reitera la secuencia de dominacién, abuso, cosificacién del otro, esta vez entre varones, pero por sobre todo una busqueda de reconocimiento del padre por parte del hijo. Si bien ambas peliculas tienen muchas lineas de andlisis, me centraré en las referidas a la lucha con el padre todopoderoso que somete y los costos que acarrea la misma en la constitucién de Ja masculinidad. Ambas ponen al descubierto que La Ley del padre en tanto y en cuanto todavia cumpla con la légica griega de la dominacién, traerd para las mujeres cierto tipo de costo, y para Jos varones otro que no por menos mencionado es menor. Este esta Jigado a la biisqueda constante de relaciones de dominio, como forma de asegurar el sentimiento de virilidad, siendo perseguido, a la vez, por el temor de quedar en la posiciGn del dominado y degradado. Isis Inrenvactonat, © 2000 * Bpicioves pi Las Musruts N° 29 65 Kattedrunfen busca al padre para derrotarlo, pero en esta busqueda se aliena de la vida. La biisqueda de la derrota permanente de! otro para asegurar una posicién de dominio termina con la mas absoluta de las soledades, la de no tener a un otro que lo reconozca. Drevenhaven (el padre), padece la mas absoluta de las soledades y debe matarse a si mismo, indiferente y cansado de la vida. El hijo busca permanentemente al padre y no desea matarlo, desea conservarlo, para poder tener pro-genitor. Tanto las figuras paternas de Karacter como de La celebracion nos enfrentan a los padres omnipotentes, representantes mdximos de la Ley del padre, la Ley sin compasién, sin amor, lo que significarfa el placer de la dominacién hasta la destruc cién del otro, O hasta que el otro identificado con aquel que domina lo destruya. Ambos padres slo dejan lugar a los protagonistas a través de una muerte, real en Ia pelicula Karacter y metaférica en La celebracién. Los dos protagonistas en- cuentran la salida ante estos padres terrorificos de la dominancia a través de otras figuras masculinas (esto me parece importante) donde impera el amor al otto, fa ética del cuidado y en los cuales e/ efecto de donacidn no se vive como despojamiento. Tener en cuenta estos aspectos en Ja escucha clinica nos permitiré empezar a deconsiruir los aspectos “mis terrorificos" de las relaciones entre los padres y sus hijos varones y entender los efectos patégenos que acarrean Jas relaciones de domi- nacion al interior del mismo género. Nos permitiré el beneficio del locutor (Foucault, 1995), ya que tomar la palabra sobre este tema, forzar la red de la informacién institucional, nombrar el blanco, es ya una primera inversién de poder, es ya un pri- mer paso para otras luchas sobre e] poder. Lucha que les permi nuestros varones en conflicto encontrar una mayor libertad para reorganizar sus masculinidades en forma menos rigida y persecutoria, pudiendo vivir sin tanto temor los momentos de declinacién que la lucha por el poder permanente no les permite aceptar. Bisuiocraria Badinter, E. 1993. XY La identidlad masculina. Bogotd: Norma, Bauza, Hugo. 1998. El mite del hérae, Buenos Aires: Fondo de Cultura Econsmica Benjamin, J. 1996. Los lazos de amor. Bucnos Aires: Paidés, Bleichmar, H. 1994. La depresién, un estulio psicoanalitico, Buenos Aires: Nueva Visién. 983, £1 narcisismo, Buenos Aires: Nueva Visién. Bourdieu, P. 1999. Intelectuales. potiticu y poder. Bucnos Aires: Eudeba. Freud, 8. 1973, Obras completas. Madrid: Ed. Biblioteca Nueva. La disolucion del complejo de Edipo (1924 yel ello (1923); Tétem y Tabi (1912); Andlisis de la fobia de un uiito de cinco atos (1909). Foucwult, M. 1995. Historia de fa sexualidad, volumen |, Il, Buenos Aires: Siglo XX1. Fridman, |. 2000. La biisqueda det padre: el dilemma de la masculinidad, En: 1. Melei Psicoandlisis y género, Debates en el foro, Buenos Aires: Lugar Editorial. Levi-Strauss, C. 1977. Antropotogia estructural. Buenos Aires: Eudeba. Propp. V. 1987 [1927]. Las raices histéricas det cuento, Madrid: Fundamentos, Seidler. V, 1995. Los hombres heterosexuales y st vida emocional, Debate Feminist ria y Practica, Ato 6, vol. 1, México. D. Tajer, comp., 66 © Eniciones pr LAs Musenes N° 29 + 2000 + Isis InvinxAcional. AN aii LA AUTENTICIDAD TERAPEUTICA* Jean Baker Miter, M.D. JupitH Jorpan, Px.D. Irene P. Stiver, Px.D. Maureen WALKER, Px.D. Janer L. Surrey, Px.D. Natatte S. Ecpripce, Pu.D. Harvard Medical School/Cambridge Hospital en Boston, en 1998, seis inte- grantes de la facultad de Jean Baker Miller Training Institute del Stone Center presentaron trabajos cortos sobre el tema de la autenticidad terapéutica. Sus comen- tarios se reproducen en este articulo. | nla conferencia “Aprendiendo de las mujeres” que se realizé en el Stone Center- Jean Baker Miter, M.D. La teorfa relacional-cultural hace énfasis en la autenticidad terapéutica. En esto difiere de muchas teorfas psicodinémicas tradicionales, Pero qué significa la auten- ticidad terapéutica? Cada una de nosotras ofreceré una breve respuesta a esa pregunta. Para comenzar a definirlo, tenemos que exponer algunas ideas basicas. El traba- jo relacional proviene de una aproximacién terapéutica totalmente diferente. No esel modelo en el cual el experto omnisciente (y omnipotente) actiia sobre una persona, interpretando qué es lo que anda mal con la paciente “enferma” y “perturbada”. Por el contrario, son ambas personas -o en terapia de grupo o familiar, todas las perso- nas— quienes participan para intentar desarrollar un acto creativo, oponiéndose a los destructivos efectos de una sociedad patriarcal, del “poder-sobre” y sus numerosas manifestaciones, reconociendo que esas condiciones nos afectan a todos (Miller y Stiver, 1997; Jordan, Kaplan, Miller, Stiver, y Surrey, 1991). * Aniculo publicado originalmente en inglés (Therapists Authenticity.en Workin Progress N° 82, 1999, publicacion del Stone Center for Developmenial Services and Studies of Wellesley College. Agradecemas la autorizacién para su traduccién y reproduccién, ‘Traducei6n de Marisol Wexman Isis Iyreewactoyal, # 2000 + Eicrones nk LAs Muss N°29 69) Creemos, sin embargo, que la terapeuta' debe tener especiales habilidades, res- ponsabilidades y conocimientos, asi como el debido entrenamiento para adquirir esas capacidades. ,Cudles son esas capacidades? Lo mas importante es que la terapeuta necesita aprender cémo participar en la relacién terapéutica para facilitar el “movi- miento en la relacién”. ¢Como lo logra? Si esta realmente presente y es auténtica se conmoyerd cuando la paciente exprese su experiencia. Si la terapeuta es capaz de hacerle saber que esté conmovida, la paciente también se conmoverd, es decir, sentira que Ja terapeuta siente con ella, De esa forma la paciente tiene la valiosa oportunidad de saber que sus pensamientos y sentimientos sf legan a la otra persona, que impor- tan y que pueden ser parte de una experiencia mutua (Miller y Stiver, 1997), Creemos que esa es la clave del origen del cambio en la terapia. Es muy importante, porque el problema bisico son las desconexiones que la persona ha experimentado, desco- nexiones en las cuales la paciente tuvo poca o ninguna posibilidad de modificar la relacién desconectadora. Esto es muy distinto al entrenamiento recibido para no mostrar ninguna emo- cién en la terapia. Sin embargo, poder expresar una sensibilidad auténtica de forma que cree movimiento en la relacién, requiere de una muy buena capacitacion. Mas especificamente, para facilitar el movimiento en la relacién, ka terapeuta debe tener un gran conocimiento sobre las estrategias de desconexidn. Estas surgen de las experiencias de desconexién. Creemos que el deseo principal de todas las per- sonas es conectarse con los otros, Aun cuando las personas hayan sufrido dajios, peligros, humillaci6n y muchos otros tipos de desconexién, contintian tratando de encontrar todas las conexiones que puedan. Sin embargo, sienten que pueden hacerlo s6lo si mantienen desconectadas partes importantes de sus experiencius y de sus res- puestas. Esto es lo que Ilamamos la paradoja relacional principal. Los métodos que desarrollan las personas para mantener partes de si mismas desconectadas se Ilaman estrategias de desconexion (Miller y Stiver, 1997). Parad6jicamente también, creemos que una de las maneras mas importantes que existen para facilitar el movimiento en la relaci6n es respetando de verdad las estrategias de desconexién. Debemos darnos cuenta de las razones profundas por las cuales aparecen esas estrategius y el miedo o el terror que sienten las personas ante la amenaza de perderlas, aun cuando pensemos que crean los problemas, es decir, que son justamente los obstdculos para lograr la conexién (Miller y Stiver, 1997). Asumimos que la terapeuta sabe trabajar con las estrategias de desconexién. Ese es su trabajo. La autenticidad, entonces, significa que la terapeuta trata de perma- necercon los pensamientos y sentimientos que ocurren en la relacién. También signi- fica que la terapeuta intenta estar con e] movimiento hacia la conexién, con los mi dos implicitos en ese movimiento y con las estrategias de desconexion, Ella debe estar “en” esa interaccién en todo momento, tratando de trasmitir que ha sentido con 1. Encl original se habla de “the therapist”. cs decir, en ncutro, Pucsto que las autores reflexionan a partir de sus experiencias, se ha traducido por “a terapeuta”. Cunndo el texto criginal incluye un terapeuta y una terapeuta, a traduccion lo comtempla (nota de fa editora), 70) Bpictowes nk 1.45 Muszes N° 29 * 2000 + Isis INTERNACIONAL

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