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Compromiso firme

Colin Mayer

Oxford UP © 2013
getAbstract © 2013

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Ideas fundamentales
La corporación pública es un potente motor de prosperidad.
Las corporaciones deben servir a los propietarios, empleados, clientes,
inversionistas y la comunidad.
Las corporaciones angloamericanas se enfocan en los accionistas y sus
intereses de corto plazo.
Servir a intereses de corto plazo lleva al fraude corporativo, el desastre
ambiental, el derrumbe financiero y la erosión de la confianza en las
corporaciones.
Las corporaciones públicas modernas están mejor organizadas para hacer el
mal que para hacer el bien. Están mejor organizadas para causar daño que
para generar beneficios extensos.
Las corporaciones deberían reestructurarse en torno a tres principios clave:
Primero, expresar valores claros: ¿por qué existe la compañía y en qué
cree?
Segundo, nombrar “fideicomisarios” para proteger los intereses de las
partes interesadas y defender los valores de la empresa.
Tercero, restringir las acciones con derecho a voto a inversionistas a largo
plazo.
Los gobiernos deben usar el sistema de recaudación de impuestos a
corporaciones para impulsar valores públicos de empresas privadas.

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Recomendaciones
La corporación tiene un potencial inmenso para generar el bien, pero debe
reinventarse a sí misma. El fraude corporativo, los desastres ambientales y los
derrumbes financieros han sido eventos comunes desde el comienzo de este
siglo. La gestión corporativa es fundamentalmente deficiente, pero la mayoría
de las soluciones ignoran las complejas realidades de cómo funcionan las
corporaciones y a quién sirven. En este importante y desafiante trabajo, el
profesor de Oxford Colin Mayer examina las políticas arcanas que llevaron a
las economías a sus límites y explica cómo las corporaciones pueden volverse
fuerzas de creación de riqueza para el beneficio social. getAbstract recomienda
el cuidadoso – y a veces seco – ensayo de Mayer al ciudadano común
interesado en sistemas financieros y el funcionamiento interno de las
corporaciones, así como a líderes corporativos y funcionarios de gobierno que
buscan crear mejor gobernanza y mejores políticas regulatorias.

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Resumen

La corporación: pasado y presente


El fundador del banco Barclay en el siglo XVII, John Freame, construyó su
compañía a partir de principios cuáqueros. Cientos de años después, Mayer
Lehman, fundador de Lehman Brothers, llevaba a sus hijos a visitar a pacientes
enfermos y desfavorecidos en el hospital Mount Sinai de Nueva York. Ambos
hombres tenían principios morales sólidos; iniciaron sus corporaciones para
generar ganancias, al tiempo que proporcionaban beneficios sociales para sus
comunidades.
La corporación es una invención única que enriquece a algunos y mejora las
vidas de muchos, mientras posibilita el desarrollo nacional y global. Al mismo
tiempo, infringe sufrimiento mediante despidos masivos, arruina a industrias y
comunidades, destruye el medio ambiente y extermina especies. Las
corporaciones públicas hoy están mejor organizadas para hacer el mal que para
hacer el bien. Por ejemplo, una encuesta a 34 directores de compañías
estadounidenses Fortune 200, informó que 31 de ellos talarían un bosque
maduro o liberarían al medio ambiente una toxina peligrosa desregulada para
incrementar las ganancias corporativas.
Éste es un síntoma del problema: en los países angloamericanos, la propiedad
corporativa dispersa, mantenida por accionistas y ejecutivos interesados solo en
hacer más dinero, ha desplazado a los fundadores corporativos que tenían
valores éticos. El valor de las acciones se ha convertido en la única prioridad.
Por siglos, los intereses occidentales construyeron el comercio global
utilizando compañías formadas por cédulas reales. Estas cédulas conferían
protección a los monopolios. Cuando estas reglas se relajaron, personas y
grupos incorporaron una variedad de empresas. Las compañías familiares
dominaron el panorama, financiadas en gran medida por créditos bancarios,
previamente al nacimiento de las acciones y la propiedad dispersa.
La propiedad dispersa – en la cual personas e instituciones poseen acciones de
una corporación para venderlas y obtener ganancias – permite el
financiamiento mediante acciones: las corporaciones emiten acciones para
recaudar dinero para su crecimiento orgánico o para financiar fusiones o
adquisiciones. La corporación pública es un constructo más efectivo para esto
que las empresas privadas porque separa la propiedad del control e invierte
capital a largo plazo.
La estructura corporativa protege a una empresa de los caprichos de los
dueños. Las compañías con fundadores competentes apoyados por accionistas
dispersos están menos expuestas al riesgo que representan generaciones
incompetentes o hedonistas que pueden dañar una empresa familiar.
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Ganancia a corto plazo
La ventaja social de una corporación pública es el compromiso del dueño con
el futuro a largo plazo de la institución. Hoy día, los accionistas retienen la
mayor parte de sus acciones por muy poco tiempo. Los accionistas ya no se
comprometen con las corporaciones. Sus intenciones son unívocas: hacer más
dinero de inmediato.
Sacrificar el futuro a favor del presente es el camino más directo para generar
ganancias corporativas rápidas. Muchos líderes corporativos y ejecutivos tienen
un deber primordial: aumentar el valor de las acciones. No pueden enfocarse en
el futuro a largo plazo de las corporaciones, así que ponen las ganancias de los
accionistas por encima de los intereses de todas las partes interesadas. Rara vez
se ocupan del bien común – incluidas decisiones que afectan a la economía en
general o al medio ambiente – si no hay un interés monetario de por medio.
Sólo acciones inmediatas, algunas veces hipotecando el futuro, satisfacen las
demandas de los accionistas a corto plazo que ahora controlan la mayoría de las
corporaciones.
La corporación pública no va a invertir en sus empleados, preservar el medio
ambiente o actuar éticamente a menos que hacerlo concuerde con sus intereses.
Pocos factores limitan a las corporaciones para actuar exclusivamente para
ganar dinero y beneficiar a sus accionistas. La regulación gubernamental no
funciona y a menudo genera consecuencias dañinas. Incluso la pérdida de
reputación se vuelve irrelevante cuando los dueños extraen sus ganancias.
Cuando la ofensa de una corporación no afecta directa o visiblemente a los
accionistas, el valor de las acciones aumenta con frecuencia tras el escándalo.

¿Qué salió mal?


El distanciamiento entre los propietarios y la administración es una fuerza
clave de la propiedad dispersa. Con el equilibrio adecuado, este
distanciamiento permite que los administradores corporativos actúen para el
beneficio de los empleados, los clientes y la comunidad, así como para el de los
accionistas. La habilidad de los altos directivos para considerar a todas las
partes interesadas les permite tomar decisiones que promueven a la compañía a
largo plazo, incluso si esas decisiones no maximizan las ganancias a corto
plazo de los ejecutivos o los accionistas.
Al tomar decisiones de largo alcance, los administradores crean confianza en
las partes interesadas. Una compañía que sigue este modelo también suele
servir a una causa social mayor, cuando encuentra un propósito que se alinea
con los valores de la corporación y está en concordancia con sus intereses a
largo plazo.

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El equilibrio entre la influencia de los propietarios en la corporación y el nivel
de control de los administradores es frágil. Cuando la distancia de poder entre
los propietarios y su corporación aumenta demasiado, la administración puede
operar con muy poca gobernanza y responsabilidad. Cuando las cosas vayan
mal, los accionistas acusarán al director y a los demás ejecutivos de
comportamientos inapropiados, poca capacidad para tomar decisiones,
incompetencia o algo peor. Es entonces cuando los accionistas demandan tener
más voz.
Cuando los accionistas se vuelven más activos, influyen en los ejecutivos e
incluso pueden pasar por encima de ellos para tomar decisiones. La balanza se
inclina hacia un lado, los accionistas toman el control de la corporación y los
intereses de las demás partes interesadas se echan por la borda. En este punto,
los líderes corporativos deben enfocarse únicamente en los accionistas. Los
ejecutivos que están en esta situación demandan una compensación económica
mayor, ya que asumen, correctamente, que tendrán menos protección y menor
permanencia asegurada.

Un círculo vicioso
Cuando los directivos pierden la fe en el porvenir a largo plazo de la
corporación, también lo hacen las demás partes interesadas. La causalidad
cambia cuando los inversionistas compran acciones para obtener beneficios
instantáneos; se preguntan por qué deben comprometerse a largo plazo con una
compañía. Este círculo vicioso continúa hasta que el control de la corporación
se concentra en las manos de los accionistas a corto plazo. Los inversionistas
premian a los ejecutivos por los comportamientos que maximizan los
rendimientos instantáneos a costa del valor futuro, mientras se sacrifica a la
comunidad, el medio ambiente y el futuro de la corporación.
A la larga, las cosas salen mal. El impulso de la sociedad es culpar y castigar,
pero las leyes son las únicas herramientas disponibles. Los gobiernos acusan a
los ejecutivos, porque hacer responsables a millones de inversionistas es mucho
más difícil. Los ejecutivos son culpables, pero enfocarse en ellos resalta sólo
uno de los complejos componentes de la corporación. Al hacerlo, los gobiernos
exacerban el problema. Con frecuencia prescriben mayores derechos a los
accionistas, fomentando el control que los intereses a corto plazo tienen sobre
las corporaciones.

La única solución
Los reguladores y los hacedores de políticas públicas no deben ver este
problema como un asunto multifacético. El problema es la corporación en sí
misma; la única solución es arreglar la corporación. Lamentablemente, cambiar
la estructura de las corporaciones y la cultura colectiva tomará tiempo y

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perseverancia y requerirá los esfuerzos de gobiernos, líderes corporativos y
escuelas de administración y de derecho. Primero, las corporaciones deben
comprometerse a mantener sus propios estándares. Deben, hasta cierto grado,
autorregularse. Eso requerirá adherirse a tres principios generales:
1. Las corporaciones deben expresar y comunicar valores claros y firmes
– Las corporaciones deben pecar de tener muchos valores. Sus líderes
deben estar preparados para vivir a la altura de esos valores, a menudo
renunciando a oportunidades tentadoras que pudiesen violar uno o más de
sus credos. Los fundadores de nuevas compañías por lo general tienen una
visión que incluye el bien común. Mientras sus corporaciones crecen, los
propietarios protegen sus valores y mantienen a sus empresas en el camino
correcto. Sin embargo, cuando el mayor crecimiento exige que los
propietarios recurran al financiamiento mediante acciones, sus
participaciones originales en las compañías se reducen hasta que pierden el
control. Los valores de la empresa están en riesgo a menos que se les
mantenga.
2. Un consejo de fideicomisarios poderoso debe mantener los valores de la
corporación – Este modelo de institución fiduciaria equilibra la tensión
entre propietarios y ejecutivos. Los valores de la compañía dan los
cimientos que permiten que los ejecutivos se nieguen a complacer las
demandas de accionistas activistas, mientras ven por los intereses de las
otras partes interesadas. Cuando este modelo demuestra su credibilidad en
el mercado, la confianza regresa. Las partes interesadas están más
dispuestas a invertir a largo plazo en la corporación. Esto resulta en
empresas sanas y motivadas por una misión, así como mejores sociedades.
3. Solamente inversionistas comprometidos a largo plazo deben tener el
control de la corporación – Si un accionista tiene una acción por una
década o por un segundo, tiene un voto. Las corporaciones deben emitir
acciones con derecho a voto sólo para quienes comprometen sus fondos por
un tiempo y permitir que otros inversionistas compren acciones sin derecho
a voto. Así, las corporaciones pueden eliminar el cáncer de la ganancia a
corto plazo de sus organismos y alinear su influencia con inversionistas y
accionistas que se benefician de la propiedad de una compañía sana
enfocada en el futuro a largo plazo.

El papel del gobierno


Los gobiernos deben fomentar un espíritu cívico entre las corporaciones al usar
herramientas regulatorias para recompensar a aquellas que sirven a una causa
social y castigar a las que no. Los gobiernos deben utilizar dichas reglas con
cuidado. Las regulaciones no fomentan comportamientos éticos; en cambio, los
administradores ejercen presión para darle la vuelta a la ética. Las
corporaciones son mucho más exitosas en sobreponerse a las regulaciones que
los gobiernos en crearlas e implementarlas.
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Los gobiernos deben usar subsidios a los impuestos corporativos para fomentar
el comportamiento social basado en valores de las corporaciones e imponer
impuestos mayores para desanimar el establecimiento de corporaciones
exclusivamente destinadas a la ganancia privada. Las escuelas de
administración y de derecho deben rehacer sus programas para enseñar a los
estudiantes sus papeles éticos, así como sus responsabilidades como futuros
líderes.
Los sistemas de gobernanza que ofrecen una amplia diversidad de estructuras
financieras y corporativas son más fuertes. Permiten a propietarios y
administradores aplicar sus valores mientras inician, cambian y construyen sus
negocios. Los sistemas que le van bien a una gran manufacturera
probablemente le van mal a una compañía de servicios. Lo que funciona en una
compañía de ingeniería de mediana escala puede obstaculizar a una empresa
nueva de TI.
La corporación que cotiza en bolsa es sólo una estructura y únicamente
representa a una pequeña minoría de las empresas de cualquier país. Sin
embargo su impacto para el bien y para el mal es inmenso. Arreglar las
corporaciones hará mucho para resolver los problemas económicos y
financieros actuales. El no hacerlo probablemente destruirá economías
nacionales y globales.

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Sobre el autor
Colin Mayer es consultor y profesor en la Saïd Business School de la
Universidad de Oxford, donde fungió como decano del 2006 al 2011.

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Citas
“Infundir ética en la empresa, establecer un compromiso firme y restaurar la
confianza en las corporaciones sin depender para ello de los reguladores o del
Estado son algunas de las necesidades más apremiantes de nuestra era”.
“La corporación … tiene un lado oscuro. [Aunque] nos está alimentando,
dotando de vivienda, educando y transportando, también nos está explotando,
contaminando, envenenando y empobreciendo”.
“La corporación moderna es una milagro y uno de los conceptos más
ingeniosos jamás imaginados”.
“La corporación se está convirtiendo en una criatura que amenaza con
consumirnos mediante sus propias ambiciones avariciosas”.
“El compromiso y el control están en el corazón de la corporación y encontrar
el balance ideal entre ambos es crítico para su éxito”.
“La historia financiera está repleta de ejemplos de gobiernos que actúan con
precipitación en respuesta al fracaso financiero y después se arrepienten”.
“El creciente dominio de los inversionistas a corto plazo no es de sorprender en
un sistema que confiere tanta influencia a quienes buscan gratificación
instantánea como quienes se comprometen a aguantar en las buenas y en las
malas”.
“La economía no reconoce el papel fundamental que desempeña el
compromiso en … nuestra vida comercial, así como en la social, y la manera
en que dichas instituciones contribuyen a la creación y preservación del
compromiso:”
“Aunque los principios morales están bien desarrollados en relación con los
individuos, no lo están respecto a las corporaciones”.
“La confianza en los valores de la organización está justificada si el fracaso
para mantenerlos cuesta más de lo que valen”.
“No tenemos que regresar al mundo de la propiedad familiar para promover
corporaciones responsables”.
“Sólo necesitamos nombrar directivos cuyos intereses estén en el éxito a largo
plazo de la corporación”.
“El valor del accionista es un resultado, no una estrategia”

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