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María I Estuardo
Reina de Escocia
Reina de Escocia
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Índice
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1Biografía
o 1.1María y el problema sucesorio de Escocia
o 1.2Coronación temprana y regencia de Escocia
o 1.3El cortejo a la inglesa
o 1.4Reina de Francia
o 1.5Reinado
1.5.1La causa protestante en Escocia
1.5.2Relaciones con Isabel I de Inglaterra
1.5.3Matrimonios infructuosos y descendencia
1.5.4Abdicación
o 1.6Cautiverio y últimos años
1.6.1Huida a Inglaterra y procesamiento
1.6.2Las cartas del cofre
1.6.3Prisión
1.6.4La ejecución
2Ancestros
3Legado histórico
4María Estuardo en la literatura, la música y el cine
o 4.1Filmografía
5Referencias
6Enlaces externos
Biografía[editar]
María y el problema sucesorio de Escocia[editar]
Nació en el palacio de Linlithgow en Escocia, el 8 de diciembre de 1542, siendo la menor
de los 3 hijos -pero única superviviente- del rey Jacobo V de Escocia y de María de Guisa.
Durante el reinado de Roberto II, la corona escocesa había sido destinada a ser heredada
en línea directa por los hijos de Roberto, todos varones. Estos fueron convocados a un
acto parlamentario, porque la legitimidad de la descendencia de Roberto en su primer
matrimonio era cuestionable. Por lo que las hijas, así como las líneas descendientes de
éstas, podrían heredar solamente después de la extinción de las líneas masculinas. Ante
la sospecha de una línea ilegítima masculina y la extinción hacía años de todas las líneas
masculinas legítimas, la sucesión escocesa se complicaba. Además, el único primo vivo
que le quedaba al rey, el duque de Albany, había muerto en 1536. Si él no hubiera
fallecido antes que Jacobo V, María no habría heredado necesariamente. En esta clase de
situación de semi-Ley Sálica, María ascendió el trono en un momento complicado, debido
al problema sucesorio.
Coronación temprana y regencia de Escocia[editar]
María Estuardo pasó su juventud en la corte francesa, para escapar del acoso inglés.
La pequeña María, de apenas seis días de edad, fue proclamada reina de Escocia,
con James Hamilton, II conde de Arran como el siguiente en la línea sucesoria y regente
del reino durante la minoría de edad de la reina. Esa situación duró hasta 1554, cuando la
madre de María, María de Guisa, se hace con el poder, continuando como regente hasta
su propia muerte en 1560. Seis meses después de su nacimiento, en julio de 1543,
los tratados de Greenwich prometieron a María en matrimonio con Eduardo, hijo del
rey Enrique VIII de Inglaterra, decidiéndose que la boda se llevaría a cabo en 1552, y que
sus herederos ocuparían los tronos de Escocia y de Inglaterra. Este tratado de buenas
intenciones se quiebra dos meses más tarde: María de Guisa se retracta y se opone
terminamente a este matrimonio; la regente y María se esconden en el castillo de Stirling,
donde se hacen las preparaciones para la coronación de la pequeña.
Coronaron a María como reina de Escocia en la capilla real del castillo de Stirling el 9 de
septiembre de 1543. Debido a la edad de la reina, tenía apenas 9 meses, y del tipo de
ceremonia, única en su género, la coronación fue el tema del momento en las cortes de
Europa.
En el día de la coronación vistieron a la pequeña con pesados trajes reales en miniatura.
Una capa carmesí de terciopelo fue sujetada alrededor de su cuello minúsculo con un
pequeño gancho forrado de armiño, y junto a las joyas cosidas al satén, con las mangas
que colgaban largas, se envolvió a la niña, que podía incorporarse pero no caminar. Fue
llevada por Lord Livingston en solemne procesión a la capilla real. Y dentro de la capilla,
Lord Livingston dejó a María delante del altar y la colocó suavemente en el trono fijado
encima. Entonces él hizo una pausa, sosteniéndola para evitar que ella se cayera rodando
del trono.
Rápidamente, el cardenal David Beaton le hizo el Juramento de la Coronación, siendo
Lord Livingston el que contestó por ella. Inmediatamente después el cardenal desató sus
pesados ropajes y comenzó a ungirla con el óleo santo por detrás, del pecho, y las palmas
de sus manos. Entonces a la niña le llegó una pequeña brisa fría, y comenzó a
gritar. Mateo Estuardo, IV conde de Lennox (padre del que sería el segundo esposo de
María, Lord Darnley) le colocó el cetroreal en sus pequeñas manos, y la bebé sorprendió a
todos agarrándolo fuertemente. Entonces la espada del Estado fue presentada por
el conde de Argyll, y el cardenal realizó la ceremonia de ceñir la espada tres veces sobre
al pequeño cuerpo.
Entonces, el conde de Arran llevó la corona. Sosteniéndola suavemente, el cardenal
Beaton la bajó sobre la cabeza de la niña, mientras se la reclinaba sobre un anillo hecho
de terciopelo. El cardenal estabilizó la corona en su cabecita y Lord Livingston sostuvo su
cuerpo recto mientras que los condes de Lennox y de Arran besaron su mejilla, seguido
por el resto de los prelados y los pares que se arrodillaron ante ella y, poniendo sus manos
en su corona, le juraron lealtad.
El cortejo a la inglesa[editar]
Tras la ruptura de los tratados de Greenwich, Enrique VIII quiso cumplir por la fuerza el compromiso
nupcial de su hijo Eduardo con María de Escocia para unión de las dos coronas (Retrato del rey
inglés por Hans Holbein el Joven).
Vivaz, bonita, y lista (según cuentan sus contemporáneos), María tuvo una juventud
prometedora. Coronada ya reina de Escocia y con su acuerdo matrimonial ya pactado por
su madre, llegó a Francia en 1548, a la corta edad de cinco años, para vivir durante los
diez años siguientes en la corte francesa. Su propia pequeña corte que la acompañó
desde Escocia consistía en dos lores, dos medios-hermanos, y las "cuatro Marías," cuatro
pequeñas muchachas de su propia edad, todas llamadas María e hijas de las familias más
nobles de Escocia: Beaton, Seaton, Fleming, y Livingston.
Mientras, en la corte francesa, la joven reina era la favorita. Recibió la mejor educación
disponible, y al término de su juventud, dominaba los
idiomas: francés, latín, griego, español e italiano, además de su escocés nativo. También
aprendió a tocar dos instrumentos, prosa, equitación, cetrería y costura.
El 24 de abril de 1558, María se casó con el Delfín Francisco en la catedral de Notre
Dame en París y, a la muerte de Enrique II el 10 de julio de 1559, se convirtió en reina de
Francia al acceder su marido al trono como Francisco II de Francia. Bajo las leyes
ordinarias de sucesión, María era también la siguiente en la línea al trono inglés después
de su prima,12 la reina Isabel I de Inglaterra, la cual no tenía hijos. Sin embargo, según la
iglesia católica, Isabel era bastarda, lo que convertía a María en la legítima heredera del
trono inglés. Sin embargo, de acuerdo al Acta de Sucesión Pro-Protestante que estuvo
vigente en Inglaterra, la voluntad de Enrique VIII legitimaba el derecho de Isabel y excluía
explícitamente a los Estuardo de la sucesión al trono inglés. Los apuros de María
aumentaron aún más con el levantamiento hugonote en Francia, llamado el tumulto
de Amboise (6–17 de marzo de 1560), haciendo imposible para los franceses apoyar a
María en el reino de Escocia y en sus pretensiones en Inglaterra.
Reinado[editar]
La causa protestante en Escocia[editar]
María Estuardo viuda vuelve a Escocia para hacerse cargo del trono.
En 1561, María trata de cerrar la brecha existente entre ella y la reina Isabel I, invitándola a
visitar Escocia. Isabel rehusó y las malas relaciones continuaron entre ellas. La reina
entonces envió a Guillermo Maitland de Lethington como embajador a la corte inglesa para
comprobar las posibilidades de María como potencial heredera al trono inglés. La
respuesta de la reina Isabel fue fulminante, según algunos, la siguiente: "en cuanto a tomar
mi corona, por mi tiempo pienso que ella no lo logrará". Sin embargo, María, en una carta a
su tío materno Francisco, duque de Guisa, informa de otras cosas que Maitland le dijo,
incluyendo la declaración supuesta de Isabel, respondiendo que "para mi parte no sé
alguien mejor, ni al que yo preferiría en lugar de a ella". Entre otras cosas, Isabel estaba
atenta al papel que el Parlamento tendría que jugar en la materia.
En diciembre de 1561, se llevaron a cabo negociaciones para que ambas reinas se
pudieran conocer, esta vez en Inglaterra, pero Isabel cambió su idea. La reunión había
sido fijada para realizarse en York "u otra ciudad" en agosto o septiembre. En julio, Isabel
envió a sir Henry Sidney para decirle que se cancelaba la reunión, debido a la guerra con
Francia. En 1563, Isabel idea otra tentativa para neutralizar a María sugiriéndole que se
casara con Robert Dudley, I conde de Leicester (cuñado de Sidney), en quien Isabel
confiaba y que, pensó, podría controlar. Dudley era protestante, por lo que éste podría
solucionar un problema doble para Isabel: la causa protestante y el control de María. Isabel
I envió al embajador a decir a María que, si ella accedía a casarse con alguien (hasta
ahora innombrado) que Isabel eligiera, ésta "procedería a nombrarla junto con su marido
los designaría siguientes en la línea sucesoria y herederos". Esta oferta fue rechazada.
Matrimonios infructuosos y descendencia[editar]
De cualquier manera, es imposible ahora probar el caso. Sin las cartas no habría habido
proceso en contra de María y, mirando los hechos desde el punto de vista actual, es difícil
decir que alguno de los principales partidos implicados tuviese la comprobación de la
veracidad de las cartas como una prioridad. Isabel consideraba seriamente los derechos
de María al trono inglés y por ello la mantuvo prisionera durante los siguientes dieciocho
años, principalmente en el castillo de Sheffield y Sheffield Manorbajo la custodia de Jorge
Talbot, VI conde de Shrewsbury y de su esposa, Bess de Hardwick. La hija de Bess de un
matrimonio anterior, Isabel Cavendish se casó con Carlos Estuardo (hermano de Lord
Darnley), naciendo de esta unión una hija, Arabella Estuardo, la cual también sería víctima
de la reina inglesa por su proximidad al trono y posibles aspiraciones a ocuparlo. En
cuanto a Bothwell, fue encarcelado en Dinamarca, se volvió loco, y murió preso en 1578.
En 1580 la custodia de María fue transferida a Sir Amias Paulet, permaneciendo bajo su
cuidado para el resto de su vida.
Sin embargo, en 1570, Isabel fue persuadida por los representantes de Carlos IX de
Francia al prometer ayudar a María a recuperar su trono. Como condición previa, ella
exigió la ratificación del Tratado de Edimburgo, algo que a María sin embargo no le
convenía. William Cecil, I barón de Burghley, continuó las negociaciones con María en el
favor de Isabel. Las dos reinas nunca llegaron a conocerse.
La ejecución[editar]
Este esbozo de la ejecución de la reina María I de Escocia fue dibujado para acompañar la memoria
oficial del proceso compuesta por Robert Beale como miembro del Consejo Real Privado.
Ancestros[editar]
Ancestros de María I de Escocia[mostrar]
Legado histórico[editar]
Efigie de María Estuardo en el monumento funerario de Westmister.
Aunque las llamadas "Cartas del Cofre" fueron aceptadas como genuinas y de mano de la
reina, después de un estudio grafológico y de la información contenida, para probar su
culpabilidad si eran auténticas, la investigación concluyó sin poder demostrar que fueran
escritas por María Estuardo. Desde el comienzo, se sabía que ésta era la única conclusión
que aceptaría Isabel. Comentaba James MacKay que uno de los "juicios" de la historia
terminó sin encontrar la culpa, con los acusadores de vuelta a Escocia y la acusada
detenida en "custodia preventiva".
De cualquier modo, es imposible ahora probar el caso. Sin las cartas del cofre, María no
hubiera sido procesada en un juicio. Analizado retrospectivamente, se hace difícil constatar
cuáles de los partidos principales implicados estaban interesados principalmente en que se
aclarara la verdad. Sin embargo, es de notar que Lady Antonia Fraser y James MacKay,
historiadores que han escrito biografías serias y bien documentadas de María, llegan a la
misma conclusión. Se examinaron minuciosamente las transcripciones isabelinas de las
cartas, sin confiar en las copias (7 impresas y una última). Se ha establecido que las cartas
no están bien acopladas. También llama la atención el hecho de que la versión francesa
de una de las cartas contiene un lenguaje incorrecto del idioma y la gramática. María era
una mujer educada que podía leer, escribir, y hablar un francés fluido y correcto. La
construcción de una de las cartas tiene equivocaciones que una mujer de su educación y
refinamiento no cometería.
Otro hallazgo de estos historiadores es que las cartas del cofre no aparecieron hasta la
conferencia de York. Habían forzado a María abdicar en 1567 y estuvo en cautiverio por
casi todo un año en Escocia. No se ha encontrado ninguna referencia a que las cartas se
utilizaran como evidencia contra María durante este período. Habría convenido que estas
cartas se hicieran públicas para lograr su encarcelamiento y abdicación forzada. Los
originales desaparecieron después de la conferencia de York, aumentando así la sospecha
de que fueron falsificadas. Existe una reproducción de la tumba de la reina de María
Estuardo en exposición en el Museo de Escocia. Aunque María no ha sido canonizada por
la Iglesia Católica, muchos la consideran una mártir, y se conservan reliquias de ella. Su
libro del oraciones se ha conservado en Francia.
Su apologista publicó, en un diario inglés, un soneto atribuido a María, escrito con su
propia mano en este libro. La obra "María", de una actriz alemana celebrada, la señora
Hendel-Schutz, despertó admiración por sus actitudes. La obra de Friedrich Schiller fue
acogida con grandes aplausos en varias ciudades alemanas, y en ella se afirmaba que una
cruz usada por la actriz era igual a la que perteneció a la reina desafortunada. De las
reliquias en esta descripción, nunca se ha podido probar su autenticidad. Si alguna posee
la credibilidad de haber pertenecido a la reina, es el velo con el cual se cubrió la cabeza en
el cadalso, después que el verdugo la hubiera herido en el hombro con un golpe en falso
(si fue por error o confusión, resulta incierto). Este velo fue posesión de Sir J.C. Hippisley,
quien afirmó que fue heredada de la casa de Estuardo en la familia de su madre.
En 1818 y por encargo suyo, el artista Matteo Diottavi, de Roma, hizo un grabado, del cual
dio copias a sus amigos. Sin embargo, la rapidez con la que los verdugos quemaron su
ropa y el bloque de la decapitación, hacen imposible verificar su autenticidad.
El velo está bordado con lentejuelas de oro por la misma mano de la reina, en hileras
regulares que se entrecruzan y forman cuadrados pequeños, rematado en un borde de hilo
de oro, al cual le fue bordado posteriorment una segunda fila, donde aparecen las
siguientes palabras en letras de oro: "velo Serenissim?ari?Scoti?t Galli?egin?artyris, fuit
del condemnata del iniustissimam del mortem del anuncio del ab Heretica del dum del
induebatur del quo. Sal MDLXXXVI De Anno. un conservatum del diu de Anglicana del
matrona del nobilissima et en tándem, ergo Deo, consecratum de los donationis de
Societati Jesu." El breviario personal de Maria, que llevó con ella al cadalso, se conserva
en la Biblioteca Nacional de San Petersburgo, en Rusia. En la placa hay una inscripción,
con un certificado doble de su autenticidad, donde se indica que el velo, un tesoro de la
familia de la casa expulsada de Estuardo, estaba en posesión de una antigua rama de esa
familia, y que Henrio Benedict Estuardo, cardenal de York, lo conservó por muchos años
en su capilla privada, entre las reliquias más preciosas, y que a su muerte la legó a Sir
Juan Hippisley, junto con un Plutarco valioso, un códice con las letras pintadas, y una
moneda de oro grabada en Escocia durante el reinado de María.
La placa fue consagrada por el papa Pío VII en su palacio del Quirinal, el 29 de
abril de 1818. Hippisley, durante una estancia anterior en Roma, había sido íntimo amigo
del cardenal de York, y logró obtenerlo para él, cuando emigró a Venecia en 1798 con
otros cardenales, así como una pensión de 4.000 libras por parte del rey Jorge IV del
Reino Unido, entonces Príncipe de Gales. Pero la pensión del cardenal fugitivo fue
incautada a la fuerza por las autoridades de la Revolución francesa. El cardenal intentó
recuperar este legado que él consideraba tan valioso. Según una nota sobre la placa, el
velo tiene ochenta y nueve pulgadas inglesas de largo y cuarenta y tres de ancho, de
modo que parece haber sido una clase de mantón o bufanda y no un velo. En sus
memorias, el escritor Melville relata que Schiller habla de un pañuelo que pertenece a la
reina, del que se deshizo antes de su muerte, y que Schiller se inspira en esta anécdota
para escribir las palabras bien conocidas de la escena de despedida, dirigidas a Hannah
Kennedy. ¡"Acepte este pañuelo! con mi propia mano hice el bordado en mis horas de
tristeza y he entretejido con mi escaldar: "Con este lazo entre tú y mis ojos".
Referencias[editar]
1. Volver arriba↑ Duchein, Michel (1994). Isabel I de Inglaterra. Vergara. p. 147. «Fracasada
esa maniobra; Enrique II utilizó los poderosos medios de presión que poseía contra Isabel
en la persona de su "prima" María Estuardo, reina de Escocia y delfina de Francia».
2. Volver arriba↑ Zweig, Stefan (1978). María Estuardo. Juventud, S.A. p. 27. «Dos
posibilidades tiene María Estuardo. Puede ser condescendiente y negociar en el orden
político; puede reconocer a su "prima" Isabel...»
3. Volver arriba↑ Duchein, Michel (1991). María Estuardo. Emecé editores, S.A. p. 35. «Más
tarde, todos esos talentos excitarían los celos de su "prima" Isabel de Inglaterra...»