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Este documento trae información sobre la división de Israel en el Reino del Norte (Israel) y el Reino
del Sur (Judá), y la desaparición de aquellos reinos al ser conquistados por Asiria (aprox. en 721
a.C. ) y Babilonia (aprox. en 586 a.C. ) Respectivamente.
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1. La nación se divide 2
6. Asiria y Babilonia 22
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INSTITUTO BÍBLICO APOSTÓLICO DEL NOMBRE (VIRTUAL) – HECHOS 2:38
1. LA NACION SE DIVIDE
“Y hubo guerra entre Roboam y Jeroboam todos los días” (1. Reyes 14:30)
El capítulo 12 de 1 Reyes marca un giro decisivo en la vida de la nación de Israel. Durante 120 años
Saúl, David y Salomón habían consolidado el poder, ampliando las fronteras y edificando un
gobierno fuerte. Pero inmediatamente después de la muerte de Salomón todo comenzó a
desbaratarse. La hostilidad reprimida de las tribus del norte estalló finalmente y éstas se
separaron para formar su propia nación [aproximadamente en el año 931 a.C.].
Diez tribus se unieron bajo Jeroboam para formar una nación en el norte llamada Israel.
Solamente dos tribus, Judá y Benjamín, permanecieron leales al heredero de Salomón en
Jerusalén. Estos sureños tomaron el nombre de Judá y establecieron en Jerusalén, hogar del
templo, su capital. Desde ese momento en adelante, la nación unida de Israel, cesó de existir.
La rebelión del norte trajo una terrible guerra civil a la antigua Israel, una guerra que duró 50 años.
Y a pesar de un tratado de paz posterior, la guerra siguió rebrotando.
El libro de Reyes registra las historias de ambas naciones. La acción pasa de Israel en el norte a
Judá en el sur y viceversa. Este libro no intenta dar una historia completa de ambas naciones. Se
centra más bien en sus reyes. Como guardián del pacto de Dios, el rey llegaba a simbolizar la salud
espiritual de la nación. Según se conducía el rey, así andaba la nación. Cada soberano recibe un
breve resumen y habitualmente una clasificación sucinta. Él se condujo ya sea como David, “que
hizo lo recto a los ojos de Jehová”, o como el rey norteño, Jeroboam, el cual “hizo pecar a Israel”.
Irónicamente, el norte se separó como parte de un movimiento de reforma, para corregir algunos
de los abusos del reinado de Salomón. Pero comenzando con el primer rey, Jeroboam, ningún rey
de Israel hizo lo bueno ante los ojos del Señor. El libro de Reyes condena a todos los reyes del
norte. [Como Jeroboam, el primer rey del reino septentrional, temía perder el apoyo popular si sus
súbditos continuaban adorando en Jerusalén, fundó su propia religión. Colocó dos becerros de oro
en Dan, en el límite septentrional, y en Betel, a solo 17 Km. al norte de Jerusalén. También instaló
su propio sacerdocio y proclamó sus propios días santos (1. Reyes 12:26-33). Así Israel llegó a ser
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un país dividido en el sentido político y religioso, una tierra vulnerable a las agresiones externas y
arruinada por la guerra civil. Al alejarse de la adoración pura a Jehová, el reino de las diez tribus se
sumió en la corrupción moral y espiritual. De todas formas Jehová siguió enviando profetas para
exhortar a su pueblo al arrepentimiento].
Los reyes del norte introdujeron la idolatría en su religión y la corrupción en su política. Adoptaron
todas las medidas opresoras que habían motivado la rebelión original: altos impuestos, represión
de los profetas y abuso del poder. De los diecinueve reyes del norte, ocho murieron asesinados o
por su propia mano. Un rey, Zimri, gobernó apenas siete días.
Los peores soberanos, el rey Acab y la reina Jezabel, introdujeron el terrible culto a Baal. La vida
espiritual de Israel tocó fondo y Acab reemplazó a Jeroboam como símbolo del mal. Los reyes
siguientes fueron llamados 'Acabs', del mismo modo en que un tirano cruel es comparado hoy con
Hitler. La destrucción futura de Israel se convirtió en una certeza; después de Acab y Jezabel, la
nación estaba simplemente contando las horas [aproximadamente en el año 721 a.C. el reino del
Norte (Israel) cayó en manos del imperio asirio].
Mientras Israel –que comenzó como un movimiento de reforma- se deslizaba hacia el desastre, las
dos tribus del sur, Judá y Benjamín, demostraban ser más fieles a Dios Produjeron al menos un
puñado de reyes buenos. Aun en aquellas ocasiones en que otras naciones se aprovecharon de la
debilidad de Judá y saquearon a Jerusalén, la nación se mantuvo unida.
La idolatría también contaminó a Judá, pero no en la misma medida que al norte. El templo siguió
siendo un símbolo potente del culto al Dios verdadero. Y cada una o dos generaciones aparecía un
rey sincero y comprometido por barrer las prácticas religiosas de sus predecesores. Los escritores
de Reyes se ocupan de hacer notar que estos reyes buenos por lo general vivían más que los
soberanos malos.
Antes de que se cumplieran 250 años, el Reino del Norte, Israel, fue borrado del mapa [Israel fue
destruido por Asiria en aproximadamente en el 721 a.C.]. Judá sobrevivió otros 135 años antes de
caer ante los invasores extranjeros [Judá fue destruido por Babilonia en aproximadamente 586
a.C.]. En cierto sentido, la suerte de ambos reinos había estado echada desde el tiempo de la
primera división. El profeta Isaías recordaría a la división como el peor desastre que había sufrido
su pueblo (Isaías 7:17).
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El Reino Dividido
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El escritor del libro de Reyes había comenzado a registrar la historia de los líderes ungidos por
Dios. Pero a medida que los soberanos, y luego los sacerdotes, se fueron corrompiendo, el libro
fue centrando sus observaciones en profetas como Elías. Ellos emergen como los héroes
verdaderos de Israel.
Para Israel, los profetas no eran simples predicadores o poetas, sino eran canales del poder de
Dios mediante la palabra y la acción. Servían en la primera línea de la lucha entre el bien y el mal.
Con el pasar del tiempo, la importancia de los profetas alcanzó la de los reyes y llegó a superarla.
Los reyes llegaban y se iban, pero el mensaje de los profetas perduraba.
Voces en el Desierto
Ya fuera que sirvieran en el gobierno o que ocasionalmente viniesen del desierto, los profetas
verdaderos sólo rendían cuentas a Dios. Denunciaban a otros profetas, los “falsos” profetas,
empleados del rey, que generalmente le decían lo que éste deseaba oír.
No todos los profetas dieron mensajes escritos. (Elías y Eliseo, por ejemplo, no lo hicieron). Pero
los escritos de los proféticos que sobrevivieron, constituyen 17 libros del Antiguo Testamento y la
mayoría de ellos procede de la época descrita en 1 y 2 de Reyes.
Los profetas hablaron de un Dios que obraba en la historia para cumplir su voluntad en el mundo.
A veces parecía guardar silencio. Otras veces obraba lenta y misteriosamente. Pero a veces, Dios
intervenía en forma directa y espectacular, haciendo una demostración abierta de su poder. Y
cuando lo hacía, había por lo general un profeta metido en medio de la situación – como Elías en
el monte Carmelo.
Para mayor información, ver el documento titulado: Cronología de los Profetas del Antiguo
Testamento.
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El libro de Reyes está dividido en dos partes (1 Reyes y 2 Reyes) y puede ser confuso. Al principio
hay que seguir la historia de una nación, luego la de dos y finalmente la de una de las dos. En total,
se mencionan 39 reyes. ¡Con razón hace falta ser un experto bíblico para mantener todos los
detalles en orden!
La siguiente lista de 28 reyes y una reina, nos ayudará a aclarar la historia de Israel, el reino del
norte, y de la de Judá, el reino del sur. Cuando usted se encuentre con el nombre de un rey en uno
de los libros históricos o en alguno de los libros de los profetas, simplemente busque la breve
descripción del mismo que hacemos a continuación para obtener un resumen de cómo era la vida
en la época de ese gobernante o profeta.
En total, los reinos de Israel y Judá estuvieron unidos durante 120 años y estuvieron divididos
durante un poco más de 200 años. Luego desapareció Israel, y Judá permaneció sola como nación
durante 135 años más.
Los tiempos señalados en la parte inferior de las próximas páginas, colocan a los profetas mayores
en el marco del tiempo donde les tocó vivir, junto con los gobernantes de su época. Los profetas
cuyos nombres aparecen en los cuadros sombreados proclamaron su mensaje en Judá. Las fechas
de algunos gobernantes son inexactas debido a que algunos de sus reinados se superponen.
El Reino Unido
Saúl
David
Salomón
Cada uno de estos tres reyes reinó aproximadamente 40 años, así que durante 120
años Israel fue una sola nación. Los libros de Samuel y de Crónicas, junto con 1.
Reyes, describen los reinados de estos tres reyes con gran detalle. Siglo más tarde,
los judíos considerarían este tiempo como la época de oro de Israel.
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EL REINO DIVIDIDO
Fue escogido directamente por Dios para llevar El primer rey de Judá tuvo una carrera muy
a cabo una reforma, pero este primer rey del irregular. Algunas veces obedeció a Dios y
Reino del Norte demostró ser uno de los escuchó a los profetas, pero otras veces no lo
peores de Israel. Tanto que durante los años hizo. Al principio la religión judía cobró fuerza
subsiguientes los reyes malvados fueron cuando todos los sacerdotes y levitas se
descritos como reyes que anduvieron “en el trasladaron a Judá. Pero poco después la
camino de Jeroboam”. Fue él quien consolidó a idolatría hizo entrada en Judá como lo había
la nación de Israel como reino independiente hecho en Israel, y Judá sufrió un castigo
uniendo a las 10 tribus rebeldes. Para impedir humillante por medio de los ejércitos de
que su pueblo adorara en Jerusalén, ahora Egipto. De esta manera, el primer rey de Judá
considerada territorio enemigo, construyó una dejó un ejemplo desafortunado para sus
nueva ciudad capital y estableció los notorios sucesores (1. Reyes 11:43-14:31; 2 Crónicas 10-
“lugares altos” como lugares de culto 12).
alternativos. Los lugares altos y la adoración de
becerros se convirtieron en una plaga para Abiam – 3 años
Israel durante toda su historia. 1. Reyes registra Durante los tres años de reinado de Abiam, la
que Dios decidió abandonar a Israel ya durante guerra contra Israel en el norte fue la realidad
el reinado de Jeroboam, primer gobernante del por la que ensombreció su reinado. Las dos
Reino del Norte (1. Reyes 11:26-15-25; 2. naciones aún incipientes, estaban tratando de
Crónicas 10:2-13:20). ajustarse a su mutua independencia. Abiam no
demostró ningún tipo de mejoría por sobre la
conducta inmoral de su padre Roboam (1.
Reyes 15:1-8; 2. Crónicas 13:1-14:1).
Asa – 41 años
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Ela – 2 años
Zimri – 7 días
Omri – 12 años
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Acab – 22 años
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Ocozías – 2 años
Aunque Joram tuvo una conducta mejor que la Joram (de Judá) – 8 años
de sus padres Acab y Jezabel, finalmente
fracasó en su intento de hacer las cosas Después de 60 años buenos, bajo los reinados
correctamente. Modificó algunos aspectos de de Asa y Josafat, Judá experimentó un terrible
la adoración a Baal y en algunas ocasiones tuvo retroceso bajo el reinado de Joram. Este
una relación respetuosa con el profeta Eliseo. empezó matando a su hermano y luego se casó
Pero a Joram le tocó vivir en una época muy con Atalía, la hija de Acab (el rey de Israle) y de
traicionera. La nación de Aram atacaba desde Jezabel. Pronto Atalía lo condujo a la adoración
el este y Dios había puesto en movimiento un a Baal. Elías, quien principalmente profetizó en
complot interno, dirigido por Jehú, contra los Israel, le envió una carta a Joram rey de Judá,
herederos de Acab. Finalmente, Joram cayó, prediciéndole la terrible enfermedad intestinal
muerto por la flecha de Jehú, poniendo así fin a que lo llevaría a la muerte. 2 Crónicas reporta
la dinastía malvada fundada por Omri (2 Reyes que “murió sin que lo desearan más” (2 Reyes
3:1-9:26). 8:16-24; 2 Crónicas 21).
Ocozías – 1 año
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hizo que Jezabel fuera arrojada por una esposo Joram y dominó a su hijo Ocozias.
ventana y dio muerte a 70 príncipes apilando Luego, al morir Ocozias, mató a sus propios
sus cabezas en dos montones a la entrada de nietos pequeños para deshacerse de cualquier
una puerta pública. Luego dio muerte a todos posible rival al trono. Gobernó Judá durante
los sacerdotes y profetas de Baal, y por medio siete años, llevando a su reino a un tiempo de
de engaños condujo a los adoradores de Baal a oscuridad por la adoración de Baal y por su
una trampa que terminó con una matanza maldad. Providencialmente, uno de los
general. Desafortunadamente, el celo de Jehú herederos escapó de sus manos. El niño Joás,
por la violencia no se tradujo en un celo por la escondido por su madre, surgió a la edad de
justicia. Sus violentas acciones desgarraron a siete años para dirigir una revuelta popular
Israel durante generaciones; por otra parte, contra Atalía. Atalía, la única mujer que reinó
hizo muy poco para atender la salud espiritual en uno de los dos reinos, fue la última de la
de la nación. Israel también había empezado a familia de Acab en morir. Estuvo a punto de
perder fuerza política (2 Reyes 9-10). eliminar (sólo se salvó un niño) a toda la familia
real de David (2 Reyes 11; 2 Crónicas 22:10-
23:21).
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Pekaía – 2 años
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“las diez tribus perdidas de Israel” (2 Reyes 17). sufrió una gran caída. Acaz llegó al extremo de
sacrificar a sus hijos en el fuego, siguiendo las
costumbres detestables de las naciones
extranjeras (2 Reyes 16:2; 2 Crónicas 28).
Ezequías – 29 años
El rey Ezequías recibe una mencíón muy detallada tanto en Reyes como en Crónicas.
El primer libro enfatiza el aspecto político de su reinado, mientras que el segundo
describe sus reformas religiosas. Ambas cosas fueron muy notables. Ezequías fue uno
de los mejores y más importantes reyes de Judá. Ni bien asumió el poder que puso
fin a la idolatría al reabrir el templo, purificarlo y llamar al pueblo a un periodo de
arrepentimiento nacional. Reinstauró la celebración de la pascua, y el culto al Señor
llegó a un punto culminate que no se había visto desde la época de David y Salomón.
En todo esto, él escuchó con a tención a los consejos del profeta Isaías. Pero no
puede decirse que Ezequías haya vivido en una era de paz. Tuvo que hacer frente al
peligro constante de Asiria y con gran trabajo sobrevivió a una invasión y al sitio de
Jerusalén. Dios premió su fe con una intervención militar milagrosa. En un acto sin
precedentes, Dios también le añadió 15 años a la vida de Ezequías (2 Reyes 18-20; 2
Crónicas 33:1-20).
Manasés – 55 años
Todo lo bueno que Ezequías había realizado durante su ejemplar gobierno, su hijo
Manasés lo destruyó en 55 años del peor reinado en la historia de Judá. Dio marcha
atrás en todas las reformas de Ezequías, llevando a Judá a toda clase de idolatría,
incluyendo el ocultismo y la brujería. Mató a los profetas, erigió ídolos en el templo
de Dios y sacrificó a sus propios hijos en el altar de un dios pagano. El imperio asirio
derrotó a Manasés, y lo llevó prisionero, sujeto con un gancho en la nariz. Más tarde
se arrepintió, pero ya había hecho un gran daño. Después de Manasés, Dios
pronunció su juicio final sobre el futuro de Judá (2 Reyes 21:1-18; 2 Crónicas 33:1-
20).
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Amón – 2 años
Amón no hizo más que continuar con las prácticas de su padre Murió a manos de sus
siervos (2 Reyes 21:19-26; 2 Crónicas 33:21-25).
Josías – 31 años
Josías gozó de un perido de paz militar, pues durante su reinado el imperio asirio ya
estaba desintegrado. Sin embargo, en forma nada sabia se metió en política
internacional al marchar en contra de Egipto. (El profeta Jeremías le había hablado
insistentemente en contra de la campaña contra Egipto). Judá nunca se recuperaría
de ese error fatal, puesto que Josías murió repentinamente en combate. Su muerte
conmovió a la nación. Después de la muerte de Josías, Egipto puso como rey a un
títere, y nadie más después de él tuvo la habilidad suficiente como para volver a
estructurar el poder religioso y político de Judá (2 Reyes 22:1-23:30; 2 Crónicas 34-
35).
Joacaz – 3 meses
El tercer hijo de Josías duró únicamente tres meses en el trono antes de ser llevado
en cadenas por un faraón (2 Reyes 23:30-34; 2 Reyes 36:1-4).
Joacim – 11 años
Puesto en el trono por un faraón egipcio, Joacim se vio atrapado cuando Egipto fue
derrotado por la pujante Babilonia. Inmediatamente juró lealtad a Nabucodonosor,
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rey de Babilonia. Joacim fue uno de los peores reyes de Judá y trató en forma
insistente y tenaz de dar muerte al profeta Jeremías. (Numerosos pasajes del libro de
Jeremías muestran claramente su desprecio por Joacim). Finalmente, después de un
malaconsejado levantamiento contra Nabucodonosor, Joacim fue capturado y
asesinado (2 Reyes 23:26-24:6; 2 Crónicas 36:5-8).
Joaquín – 3 meses
Las luchas contra Babilonia fueron como “La segunda guerra mundial” en a historia
de Israel (vea el numeral 4 de este documento, Las Grandes Guerras de Israel).
Después de sostenerse durante tres meses contra los ejércitos de Nabucodonosor,
Joaquín se rindió y fue llevado al exilio con muchos otros cautivos, entre los cuales
estaba también el profeta Ezequiel. Vivió en una prisión babilónica durante cuarenta
años (2 Reyes 24:6-16; 25:27-30; 2 Crónicas 36-8-10).
Sedequías – 11 años
Sedequías gobernó a Judá durante los últimos once años de su existencia como
estado independiente. Era un rey débil y se dejó llevar por lo malos consejos de sus
príncipes y consejeros; con frecuencia tomó decisiones necias. Tampoco tomó en
cuenta el consejo de Jeremías de que se mantuviera leal a Babilonia y se plegó a una
alianza contra ese imperio. Como resultado de esto, Nabocodonosor puso sitio a
Jerusalén durante casi dos años, llevando a la ciudad al borde de la hambruna.
Finalmente los babilonios abrieron una brecha en el muro y tomaron la ciudad.
Quemaron el templo de Salomón, el palacio del rey y otros edificios y destruyeron las
murallas que rodeaban a Jerusalén. Por último, se apoderaron de todo lo que había
de valor en el templo. La ciudad fue saqueada completamente (2 Reyes 24:17-25:7; 2
Crónicas 36:11-20).
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Y dijo Jehová: También quitaré de mi presencia a Judá, como quité a Israel, y desecharé a esta
ciudad que había escogido a Jerusalén, y a la casa de la cual yo había dicho: Mi nombre estará allí.
23:27.
El segundo libro de Reyes habla de días tenebrosos en la tierra prometida. Primeramente el Reino
del Norte, Israel, cayó ante los invasores extranjeros [aprox. 721 a.C.]. Luego Judá, el Reino del Sur,
fue conquistado [aprox. 586 a.C.]. Para apreciar lo que esos dos acontecimientos significaron en la
historia del antiguo pueblo de Dios, considere las dos grandes guerras de nuestro siglo.
En 1918 llegó a su fin la guerra más sangrienta de todos los tiempos. Todo el planeta había
escogido a sus favoritos. En suma, nueve millones de soldados murieron. Los sobrevivientes
pensaron que nada podría superar nunca la ferocidad y destrucción de la Gran Guerra. La llamaron
“La guerra para terminar con todas las guerras”.
Sin embargo en apenas veinte años, un hombre llamado Adolf Hitler hizo rebrotar la guerra. En la
segunda guerra mundial la violencia global se extendió desde Londres, en el occidente, hasta
Japón en el oriente. La guerra concluyó finalmente con una enceguecedora nube con forma de
hongo, que quedó como símbolo aterrador para el futuro.
Pase lo que pase, el siglo XX ha sido ensuciado para siempre por esas dos grandes manchas: la
Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial. Todo lo demás –el arte, la literatura, los
adelantos de la ciencia y de la medicina- se desvanece en este trasfondo.
Según lo narra Segundo de Reyes, algo muy parecido ocurrió con las dos naciones que alguna vez
constituyeran la nación que Dios quiso construir. Dos grandes manchas se extienden por el país:
dos invasiones sucesivas por gigantescos poderes extranjeros. En la historia larga y turbulenta del
antiguo pueblo de Dios, estas dos invasiones se destacan como las Grandes Guerras, eclipsando
prácticamente cualquier otra cosa.
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El reino único gobernado por David y Salomón ya se había dividido -1 Reyes cuenta tal suceso. Su
secuela, 2 Reyes, describe la creciente tragedia.
Desde los primeros capítulos uno se da cuenta de la crisis que amenaza al Norte. Ni uno solo de los
reyes del norte siguió los caminos de Dios. La política nacional cayó en un inacabable ciclo de
intrigas y revueltas. Mientras tanto, Elías y Eliseo intensificaban sus críticas a los reyes, y los
milagros se sucedían con una frecuencia poco común.
La campaña de Asiria –la “Primera Guerra Mundial” de la historia de Israel- está asentada en 2
Reyes 15 a 18. Otros registros de dicho periodo hablan de luchas de crueldad inusitada. Samaria,
capital de Israel, se plantó en una heroica resistencia contra un sitio de dos años. Finalmente, los
sobrevivientes –casi muertos de hambre- se rindieron y la gente de Israel fue llevada en cautiverio.
Ahora sólo quedaban dos tribus en la tierra prometida, refugiadas en el pequeño reino de Judá.
Finalmente el rey Senaquerib de Asiria se volvió también contra Judá, llegando hasta las murallas
de Jerusalén. Arrasó 46 ciudades amuralladas y se llevó 200.150 personas, jóvenes y viejas, junto
con todos sus caballos y mulas, ganado y posesiones. Con desprecio descartó al rey Ezequias como
“un pájaro en su jaula”.
Un breve resurgimiento
¿Podía una pequeña nación como Judá sobrevivir a tal embestida? De alguna forma el “pájaro
enjaulado” (Ezequías) logró una notable recuperación, y Judá sobrevivió otros 135 años. Con todo,
Judá no aprendió la dramática lección objetiva de la destrucción de Israel. La mayor parte de los
reyes que siguieron a Ezequías no quisieron obedecer. Otro invasor extranjero, el imperio
babilónico, finalmente arrasó a Jerusalén en la “Segunda Guerra Mundial” de aquella época.
El libro de Reyes termina con un panorama sombrío: muestra a refugiados buscando comida entre
los escombros de Jerusalén y a los judíos esclavizados por poderes extranjeros. El templo mismo,
la casa de Dios, estaba en ruinas, y sus tesoros habían sido llevados a Babilonia. Cuando
finalmente se asentó el polvo, allá por el año 600 a.C., los israelitas estaban desparramados entre
las naciones.
Durante todo este tiempo, los profetas habían formulado advertencias elocuentes acerca de lo
que le acontecería a la nación que le diera la espalda a Dios. Pero nada causa mayor impacto que
las lecciones objetivas que la historia da. Desde ese entonces, los judíos han contemplado su
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historia y han sido aleccionados por estas dos manchas indelebles. Aquellos fueron los días
oscuros de Asiria y Babilonia, cuando todo se desbarató.
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“Siguieron la vanidad [de los ídolos] y se hicieron vanos” (2. Reyes 17:15)
Uno no puede adentrarse mucho en el Antiguo Testamento sin encontrarse con los ídolos, puesto
que la idolatría es quizá el tema más común de la Biblia. Hay una pregunta irritante que surge de
estas páginas: ¿por qué desertaban los israelitas una y otra vez del Dios que había sacado de
Egipto, para seguir a troncos tallados y estatuas de bronce? ¿Cuál era su gran atracción?
La verdad es que los ídolos también prosperan hoy en día. En diversos países de América Latina,
cultos extraños van haciendo su aparición y ciertos comercios exhiben velas, sahumerios y
extrañas –a veces grotescas- imágenes de personajes desconocidos que son reverenciados
mayormente a escondidas. Se supone que si uno sabe tratar a esos dioses (los hay de primera,
segunda y tercera magnitud) uno puede lograr resultados favorables en la vida personal, o evitar
tragedias, o vengarse de enemigos personales.
Rebrotan además ceremonias y dioses antiguos que eran adorados por los indígenas hace siglos.
Cultos reprimidos que han sobrevivido bajo la adoración a imágenes “cristianas”, están volviendo
a sus rostros ancestrales.
Y, por supuesto, otra gente, no demasiado devota, tiene un enfoque diferente. Tratan a las
imágenes de ídolos o “santos” casi como talismanes de la buena suerte. Muchos taxistas,
conductores de buses o de camiones, colocan alguna imagen en las cabinas de los vehículos como
talismanes de buena suerte. Si uno le pregunta acerca de ellas, sacuden la cabeza y sonríen. No
adoran a la imagen, pero siendo el tráfico de esta ciudad como es, bueno, toda ayuda es
bienvenida.
La idolatría tenía un efecto similar entre los antiguos israelitas. Algunos israelitas encaraban el
asunto con la misma actitud que manifiestan algunos conductores: tal vez la imagen ayudará, tal
vez no, pero ¿por qué no seguirle la corriente? Iban descuidadamente de ídolo en ídolo,
adoptando la religión del grupo que pareciera tener el mayor éxito con los cultivos o con sus
ejércitos.
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Ninguna actitud podía estar más alejada de lo que el verdadero Dios demandaba. Él había
escogido a los israelitas para ser un reino de sacerdotes, un pueblo especial apartado para sí.
Como Señor del universo, él no quería una fe casual, sino una lealtad total. Él no era un talismán
para la buena suerte.
Demasiadas veces, sin embargo, los ídolos tomaban en Israel una forma más desagradable, cosa
que tampoco es desconocida entre los adeptos de la hechicería y los cultos satánicos. Había
leyendas acerca de Baal que celebraban sus borracheras y su vida orgiástica. Los seguidores lo
adoraban teniendo trato sexual en el templo con prostitutas rituales. Y en otras ocasiones más
trágicas, se llegaba a sacrificar infantes humanos.
Adorar a Baal significaba rechazar de plano la relación especial que Dios tenía con los israelitas. Era
un crimen muy parecido al adulterio, tal como lo señalaron los profetas con frecuencia. El culto a
Baal no podía coexistir con el culto a Dios.
¿Por qué resultaban Baal y los otros ídolos tan atrayentes para los israelitas? Como campesinos
que se admiran ante la vida de la gran ciudad, los israelitas habían dejado atrás 40 años de
peregrinar por el desierto para entrar en una tierra con ciudades y con una tecnología más
avanzada. Habían sido nómadas sin tierra y pastores. Cuando se asentaron para ejercer su nueva
ocupación de agricultores, comenzaron a considerar al dios cananeo Baal, como una posible forma
de considerar sus cosechas. En otras palabras, buscaron un atajo a través de la magia.
De la misma manera, cuando algún ejército poderoso amenazaba sus fronteras, ellos llevaban de
contrabando algunos de los ídolos favoritos de dicho ejército apostando a su influencia, en caso de
que su propia religión no les trajera éxito militar. Los ídolos se transformaron en fuentes
alternativas de poder, en una cosa alternativa en qué investir la fe y la esperanza.
La idolatría penetró tanto en Israel y Judá, que Dios tuvo que desbaratar ambos reinos para
desarraigarla. 2. Reyes claramente condena la idolatría, denunciándola como el pecado principal
que ocasionó el colapso de ambas naciones. La historia demuestra que el castigo tuvo al fin y al
cabo un resultado positivo. Después de las invasiones de Asiria y Babilonia, los israelitas nunca
más volvieron a la práctica de la idolatría.
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6. ASIRIA Y BABILONIA
Asiria
La ciudad más importante se hallaba a orillas del Tigris, al lado del templo de su principal divinidad
Assur; la ciudad también se llamaba Assur o El-Assur y el país tomó el mismo nombre
denominándose Asiria. Otras ciudades importantes fueron Nínive, Harrán, Calakh, Dur Sharrukin
(actualmente llamada Khorsabad). La civilización asiria es muy antigua. Así lo atestiguan los
hallazgos arqueológicos que aparecieron entre las dunas de Nimrud y Khorsabad.
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Asiria conquistó y destruyó al Reino del Norte (Israel) alrededor del 721 a.C. y estuvo al punto de
destruir un poco más adelante al Reino del Sur (Judá) quien fue librado milagrosamente por el
poder de Dios actuando por medio del profeta Isaías y del rey Ezequías (Isaías 36-37).
El rey asirio Salmanasar V, puso en marcha sus ejércitos contra Israel, poniendo sitio a la ciudad
más fuertemente fortificada de Samaria en el 725 a. C. Durante tres años, Oseas (el rey de Israel)
fue capaz de soportar la tremenda presión del poderoso ejército asirio, pero finalmente se rindió
en el 722 a.C. Con aquello se terminó el Reino del Norte. Bajo la política asiría de deportación, los
israelitas fueron llevados a regiones de Persia. Por contra, los colonos de Babilonia fueron
establecidos en Samaria, y el Reino del Norte quedó reducido a la situación de una provincia asiría.
Babilonia
Mapa del Oriente Medio hacia el año 600 a. C. Esta fecha estuvo marcada por la reciente
desaparición del Imperio neoasirio y su reparto entre caldeos y medos así como la victoria del
monarca caldeo, Nabucodonosor II ante los egipcios, consiguiendo así el control de toda la región
de Canaán.
Babilonia fue un antiguo reino localizado en la región de Mesopotamia, en torno al actual Iraq. Se
originó a partir de la ciudad estado de Babilonia, extendiéndose por Acad y Sumeria. Es conocido
por ser una de las naciones más fuertes de la antigüedad. Su poder y riquezas aumentaban a tal
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INSTITUTO BÍBLICO APOSTÓLICO DEL NOMBRE (VIRTUAL) – HECHOS 2:38
punto que en el año en 612 a. C. fue capaz de tomarse a Nínive, la capital de Asiria, a la cual
saqueó convirtiéndola en ruinas. Con este triunfo, Babilonia consolidó su poder en aquella región.
Tras la caída de Nínive, el ejército asirio resistió unos años más en la ciudad de Harrán. El ejército
egipcio (su aliado), entretenido en una campaña contra los judíos, no llegó a tiempo para rescatar
la ciudad, que cayó finalmente en 605 a. C. Tras la derrota asiria, el ejército babilónico marchó
contra los egipcios. Al mando de las tropas estaba Nabucodonosor II. Se enfrentó a los egipcios en
la Batalla de Karkemish, derrotándoles completamente. Esta batalla supuso que toda la región de
Canaán quedase bajo control caldeo. A partir de este momento nació el llamado Imperio
Babilónico o Caldeo, que dominó una extensión de terreno tan importante como su predecesor, el
Imperio Asirio.
El dominio de Canaán no estuvo exento de problemas. Los egipcios alentaron las revueltas locales
y se sucedieron los levantamientos de los reinos y Ciudades-Estado de la región. Así, en el 598 a. C.
el reino de Israel se rebeló siendo derrotado y algunos líderes de la rebelión fueron enviados al
exilio, llegando al trono un nuevo rey, Sedequías. Esto no impidió que se produjeran nuevas
rebeliones, y en 587 a. C. el pueblo de Israel, cuyo rey estaba siendo alentado por los egipcios,
volvió a levantarse en armas. Este periodo coincide con la actividad del profeta Jeremías, que
según dice la Biblia pidió al rey judío la rendición ante los caldeos, profetizando en caso contrario
la destrucción de Jerusalén:
“17 Entonces dijo Jeremías a Sedequías: Así ha dicho Jehová Dios de los ejércitos, Dios de Israel: Si
te entregas en seguida a los príncipes del rey de Babilonia, tu alma vivirá, y esta ciudad no será
puesta a fuego, y vivirás tú y tu casa. Pero si no te entregas a los príncipes del rey de Babilonia,
esta ciudad será entregada en mano de los caldeos, y la pondrán a fuego, y tú no escaparás de sus
manos” (Jeremías 38:17-18).
En el año 586 a.C. los judíos fueron de nuevo derrotados, y en esta ocasión la represión fue más
dura. Según el mismo Jeremías, los babilonios a su entrada a la ciudad, mataron a la familia de
Sedequías, le sacaron los ojos a Sedequías y le condujeron al exilio a la ciudad de Babilonia.
También al exilio fue enviada el resto de la población, tanto nobles como plebeyos. La ciudad de
Jerusalén fue arrasada y el palacio real, las viviendas y las murallas destruidas.
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(Fragmento tomado del Capítulo 15 del Libro Habla el Antiguo Testamento, por Samuel J. Shultz)
Los últimos dos siglos de los tiempos del Antiguo Testamento, representan una era de condiciones
de exilio para la mayor parte de Israel. Durante la conquista por Nabucodonosor muchos israelitas
cautivos fueron llevados a Babilonia. Tras la destrucción de Jerusalén, otros judíos emigraron a
Egipto. Aunque algunos de los exiliados volvieron de Babilonia tras el año 539 a. C., para
reestablecer un estado judío, en Jerusalén, nunca volvieron a ganar la posición de independencia y
de reconocimiento internacional que Israel tuvo una vez bajo el gobierno de David.
La transición desde un estado nacional al exilio de Babilonia, fue gradual para el pueblo de Judá.
Por lo menos, cuatro veces durante los días de Nabucodonosor hubo cautivos de Jerusalén que
fueron llevados a Babilonia.
De acuerdo con Beroso, el rey babilonio Nabopolasar envió a su hijo Nabucodonosor, en el 605 a.
C., para suprimir la rebelión en el oeste.1 Durante esta campaña, el último recibió noticias de la
muerte de su padre. Dejando a los cautivos de Judá, Fenicia y Siria con su ejército, Nabucodonosor
se dio prisa en volver para establecerse en el trono de Babilonia. La evidencia bíblica (Dan. 1:1)
fecha lo sucedido en, el tercer año de Joacim, que continuó como gobernante en Jerusalén por
ocho años más tras la crisis.2 La extensión de su cautiverio no está indicada, pero Daniel y sus
amigos están entre la familia real y la nobleza, tomada en cautividad y llevada al exilio en aquel
tiempo. De aquellos cautivos israelitas, jóvenes procedentes de Israel fueron llevados a la corte
para ser entrenados en el servicio del rey. Algunas de las experiencias de Daniel y sus colegas en la
corte de Babilonia, son bien conocidas en los relatos del libro de Daniel 1-5.
La segunda invasión babilonia de Judá ocurrió en el 597 a. C. Esta fue más crucial para el Reino del
Sur. Al retener el tributo de Babilonia, Joacim invocó un estado de calamidad. Puesto que
Nabucodonosor estaba ocupado en otros lugares, incitó a los estados circundantes a atacar a Je-
rusalén. Aparentemente Joacim fue muerto durante uno de esos ataques, dejando el trono de
David al joven de dieciocho años, hijo suyo, Joaquín. El reinado de este último de tres meses fue
1
Josefo, Agaítat Apion, i. 132-139; Antiquities, x. 219-223. Más recientemente confirmado.
2
Los eruditos que datan el libro de Daniel en el siglo II a. C., no consideran a Da-™« como personaje
histórico ni aceptan esta referencia como históricamente fiable. Ver Auderson, Understanding the Oíd
Testament, pp. 515-530. También Interpretéis Bible, VI, «Daniel», pp. 355 y ss.
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bruscamente terminado cuando se rindió a los ejércitos de Babilonia (II Reyes 24:10-17). Fuentes
babilónicas confirman que esta invasión tuvo lugar en el mes de marzo del 597 a. C.3 Las cartas de
Laquis igualmente indican una invasión judea por aquel tiempo.4 No solo el rey fue tomado
cautivo, sino que con él fueron miles de personas importantes de Jerusalén, tales como artesanos,
herreros, oficiales jefes, príncipes y hombres de guerra. Sedequías, un tío de Joaquín, fue dejado
para gobernar las clases más pobres de lo que quedaba en el país.
El cautiverio del rey Joaquín no impidió a los ciudadanos de Judá lo mismo que a los exiliados, de
considerarle como su legítimo rey. Cerámica estampada excavada en la antigua Debir y Bet-semgs
en 1928-1930, indican que el pueblo conservaba sus propiedades en el nombre de Joaquín, incluso
durante el reino de Sedequías.5 Textos cuneiformes descubiertos en Babilonia, se refieren, a
Joaquín como el rey de Judá.6 Cuando Jerusalén fue destruida más tarde, los hijos de Joaquín,
tuvieron raciones asignadas bajo supervisión real, y con todo, los hijos da Sedequías fueron todos
muertos. Aunque Jerusalén retuvo una semblanza de gobierno por otros once años, la cautividad
del 597 tuvo un devastador efecto sobre Judá.
En el 586 el país sufrió el brote de otra nueva invasión, con más drásticos resultados. Jerusalén con
su templo fue destruida. Judá dejó de existir como estado nacional. Con Jerusalén en ruinas, la
capital fue abandonada por las gentes que permanecieron en el país. Bajo el liderazgo de Gedalías,
que había sido nombrado gobernador de Judá por Nabucodonosor, el remanente regresó a Mizpa
(II Reyes 24:2; Jer. 40:14). A los pocos meses, Gedalías fue asesinado por Ismael y el desalentado
grupo de los que quedaban, emigró a Egipto. Por aquel camino polvoriento caminó con ellos Je-
remías, el profeta.
3
Wiseman, op. cít., p. 33.
4
Ver C. F. Whitley, The Exile Age (Londres: Westminster Press, 1957), p. 61.
5
W. F. Albright, «The Seal of Eliakim and the Latest Pre-Exilic History of Juduh», Journal of Bíblica! Literature,
51 (1932).
6
E. F. Weidner, «Jejachin-Koníg ton Judá in babylonischen Keihchrijtextenii, Mr-langes Syríens offerts á
Momieur Rene Dussaud, U (1939), 923-935. Ver también D. Winton 1 liornas, op. cil., pp. 84-86.
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Una cuarta deportación se menciona en Jeremías 52:30. Josefo7 informa que fueron tomados
cautivos más judíos y llevados a Babilonia en el 582 a. C., cuando Nabucodonosor subyugó a
Egipto.
De acuerdo con Beroso, las colonias judías recibieron adecuado establecimiento por toda
Babilonia, según lo prescrito por Nabucodonosor. El río Quebar, cerca del cual el profeta Ezequiel
tuvo su primera visión y su llamada profética (Ezeq. 1:1) ha sido identificado como el Nari Kabari,
el canal existente cerca de Babilonia.8 Tel-abib (Ezeq. 3:15), otro centro de cautividad,
presumiblemente estaba en la misma vecindad.
Nabucodonosor dedicó su interés a embellecer la ciudad de Babilonia, hasta tal extremo, que los
griegos reconocieron en ella una de las maravillas del mundo antiguo. No hay razón para dudar
que los judíos cautivos fueron asignados a los trabajos de la gran capital.9 Los textos Weidner
mencionan nombres judíos junto a aquellos diestros trabajadores procedentes de otros estados
que fueron utilizados por Nabucodonosor en una empresa de éxito al intentar hacer de su capital
la más impresionante que cualquiera de que las que se habían visto en Asiría.10 En esta forma, el
rey babilonio hizo un inteligente uso de los artesanos, especialistas y trabajadores hábiles y
diestros, capturados en Jerusalén.
Los alrededores de Babilonia pudieron, al principio, haber sido el centro de los establecimientos
judíos; pero los cautivos se extendieron por todo el imperio, al concedérseles más libertad por los
babilonios y, más tarde, por los persas.
Las excavaciones en Nipur mostraron tablillas conteniendo nombres comunes al registro de Esdras
y Nehemías, indicando que una colonia judía existía allí en el exilio.11 Nipur, a 97 kms. al sudeste
de Babilonia, continuó como una comunidad judía hasta su destrucción aproximadamente sobre el
7
Antiquities, x, 9, 1.
8
H. V. Hilprecht, Explorations of Bible Lanas (Edimburgh, 1903), p. 412.
9
Whitley, op. cit., pp. 66 y ss.
10
Pritchard, op. cil. (2.a ed., Princeton, 1955), p. 308.
11
H. V. Hilprecht y A. T. Clay, Babylonian Expedition of the Universily of Pennsyl-vania. Serie A., Vols. 9-10
(1898-1904).
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900 a. C.12 Otros lugares citados como comunidades judías son Tel-mela y Tel-harsa (Neh. 7:61),
Ahava y Casifia (Esdras 8:15,17). Además, Josefo menciona Neerda y Nisibis situadas en algún lugar
en el curso del Eufrates (Antiquities 18:9).
La ansiedad por volver al hogar patrio invadió a los exiliados, siendo una realidad mientras que el
gobierno de Jerusalén permaneció intacto. Falsos profetas sembraron un espíritu de revuelta en
Babilonia, con el resultado de que dos rebeldes perecieron a manos de los satélites de
Nabucodonosor (Jer. 29). Poco después de la cautividad, en el 597, Hananías predijo que dentro
de dos años los judíos romperían el yugo de Babilonia (Jer. 28). Ezequiel en esta época también
encontró incitadores a la insurgencia (Ezeq. 13). Jeremías, que era bien conocido para los cautivos
a causa de su largo ministerio en Jerusalén, escribió cartas avisándoles que se establecieran en
Babilonia, construyeran casas y plantaran viñas e hiciesen planes para permanecer 70 años en
período de cautiverio (Jer. 29).
Lingüísticamente el término medio de los judíos tuvo que encararse con un nuevo problema.
Incluso con anterioridad a la época de Senaquerib las tribus arameas se habían infiltrado en
Babilonia y eventualmente se convirtieron en el elemento predominante en, la población, por lo
que el arameo llegó a ser el lenguaje de uso corriente.15 A principios del siglo VII era el lenguaje de
12
Whitley, op. cit., p. 70. Ver James A. Montgomery, Aramaic Incantation Texts fr""1 \iwur (Filadelfia),
(1913).
13
«The Seal of Jehoiakim», Journal of Bible Literalure 51 (1932), 100.
14
A. T. Clay, Business Documents of Murashu Sons of Nippur, Univcrsity on Pennsylvania Publications of the
Babylonian Section. Vol. 2, n.º I (1912), 1-54.
15
La concluyente evidencia de que el arameo reemplazó al acadio como lenguaje internacional de la
diplomacia, se hace aparente en una carta aramea descubierta en Saqqara, Egipto, en 1942, en la cual, un
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la diplomacia internacional de los asirios (II Reyes 18: 17-27).16 Aunque esta transición a una nueva
lengua creó un problema lingüístico para la mayor parte de los judíos, es muy verosímil que
muchos hablaran el arameo; de hecho, algunos tal vez habían estudiado el arameo en, Jerusalén.
Además, los israelitas procedentes del Reino del Norte, que ya estaban en Babilonia,
indudablemente se expresaban tan fácilmente en hebreo al igual que en arameo.
Aunque las referencias son limitadas, la evidencia disponible revela que los cautivos recibieron un
tratamiento favorable. Jeremías dirigió su correspondencia a los "ancianos de la cautividad" (Jer.
29:1). Ezequiel se reunía con los "ancianos de Judá" (8:1), indicando que estaban en libertad para
organizarse en cuestiones religiosas. En otras ocasiones, los "ancianos de Israel" iban a ver a
Ezequiel (14:1 y 20ti).17 Ezequiel aparentemente goza-ba de libertad para llevar a cabo un amplio
ministerio entre los cautivos. Estaba casado y vivía en su propio hogar y discutía libremente
materias religiosas con los ancianos, cuando les encontraba o iban a visitarle a su casa. Mediante
actos simbólicos en público, Ezequiel discutía el estado político y la condenación del Reino del Sur,
hasta que Jerusalen fue destruido en el 586. Tras de aquellos, continuó alentando a su pueblo con
las esperanzas y proyectos de restaurar el trono de David.
rey palestino pide ayuda a Egipto. Ver John Bright «A New Lctter pp. 46ss. Biblical Arqueologist, XII, n.° 2
(mayo, 1949),
16
R. A. Bowman, «Arameans, Aramaic and the Bible», Journal of Near Eastern Studies, 7 (1948) pp. 71-73.
17
Oesterly sugiere que los israelitas que habían estado residiendo en Babilonia durante casi un siglo, fueron
reconocidos como ciudadanos nacionales con todos los privilegios de la ciudadanía. Oesterly y Robinson,
Hebrew Religión (2.a ed., 1937), pp. 283-284.
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Belsasar y Nabónido.18 Tras la caída de Babilonia, en el 539 a. C., Daniel continuó con su
distinguido servicio de gobierno bajo el mando de Darío el medo, y Ciro, el persa.
El tratamiento que les fue dado a Joaquín y a sus hijos habla igualmente del cuidado benefactor
previsto para algunos judíos cautivos.19 Joaquín tuvo sus propios criados con adecuadas
provisiones suministradas para toda su familia, incluso mientras no fue oficialmente puesto en
libertad de la prisión hasta el 562, a la muerte de Nabucodonosor (II Reyes 25:27-30). La lista de
otros hombres de Judá en esas tablas indica que el buen tratamiento y el otorgamiento de tales
provisiones no quedaron limitados a los miembros de la familia real.
La suerte de Ester en la corte persa de Jerjes I, tipifica el tratamiento acordado a los judíos por sus
nuevos señores. Nehemías fue otro que sirvió en la corte real. Mediante su contacto personal con
Atajerjes tuvo la oportunidad de aumentar el bienestar de aquellos que habían retornado a
reconstruir Jerusalén.
Whitley justificantemente pone en duda las descripciones de algunos escritores que mencionan a
los judíos cautivos en Babilonia como sujetos al sufrimiento y a la cautividad.20 Ewald basó sus
conclusiones tomando como base trozos seleccionados de Isaías, los Salmos, y las Lamentaciones,
afirmando que las condiciones se hicieron gradualmente peores para los judíos cautivos.21 La
evidencia histórica parece estar falta de apoyo en la idea de que los judíos cautivos fueron
maltratados físicamente o suprimidos en sus actividades cívicas o religiosas durante la época de la
supremacía babilónica.22 La limitada evidencia que se extrae de las fuentes bíblicas o
arqueológicas, apoyan la afirmación de George Adam Smith de que la condición de los judíos fue
honorable y sin excesivos sufrimientos.23
18
Dougherly, Nabonidus and Belshazzar, pp. 105-200.
19
Pritchard, op. cit., p. 308.
20
Whiüey, op. cit., p. 79.
21
Ewald, History of Ihe Jews, Vol. 5, p. 7.
22
Whitley duda de que la evidencia presentada por J. M. Wilkie en su artículo «Nabodinus and the Later
Jewish Exiles», en el «Journal of Theological Studies», abril, 1951, PP- 33-34, justifique el caso de una
persecución religiosa bajo Nabónido.
23
G. A. Smith, Book Isaiahoí XL-LXVl (nueva edic., 1927), p. 59.
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Los exiliados de Jerusalén, que fueron conscientes de las razones para la cautividad, tuvieron que
haber experimentado un hondo sentido de la humillación y de angustia de espíritu. Durante
cuarenta años, Jeremías había advertido fielmente a sus conciudadanos del juicio pendiente de
Dios: Jerusalén sería devastada de tal forma, que cualquier transeúnte se horrorizaría de su vista
(Jer. 19:8). A despecho de sus advertencias, ellos habían confiado que Dios no permitiría que su
templo fuese destruido. Como custodios de la ley, aquel pueblo no creyó nunca que tendrían que
ir a la cautividad. Entonces, en comparación con la gloria de Salomón y su fama y gloria
internacional, del gran rey de Jerusalén, y ante sus ruinas, muchos dieron rienda suelta a su
vergüenza y a su tristeza. El libro de las Lamentaciones deplora vividamente el hecho de que
Jerusalén se hubiese convertido en un espectáculo internacional. Daniel reconoció en su oración
que su pueblo se había convertido en un reproche y en un objeto de burla entre las naciones (Dan.
9:16). Tal sufrimiento fue más pesado para los cautivos a quienes importaba el futuro de Israel,
que cualquier sufrimiento físico que tuviesen que soportar en la tierra del exilio.
Tanto Jeremías como Ezequiel predijeron que Dios restauraría a los judíos en su propia tierra. Otra
fuente de consuelo y de esperanza para los exiliados, fue el mensaje de Isaías. En sus escritos,
había predicho el exilio de Babilonia (Is. 39:6), y también aseguró que volverían bajo el mandato
de Ciro (Is. 44:28). Comenzando con el capítulo 40, el profeta elabora un mensaje alentador que ya
había declarado en capítulos anteriores. Dios era omnipotente. Todas las naciones se hallaban
bajo su control. Dios utilizaba a las naciones y a sus reyes para llevar el juicio sobre Israel y de igual
manera podría utilizarlos para restaurar la suerte de su pueblo. La aparición de Ciro, como rey de
Persia, tuvo que haber hecho surgir las esperanzas de los exiliados que ejercitaron su fe en el
predictivo mensaje de los profetas.
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