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Desmitificamos Galápagos: lo que Darwin nunca vio

AL TIBURÓN BLANCO Rituales secretos de la antigua Grecia
NGENESPANOL.COM | JULIO DE 2016

DIABLO

UNA DISECCIÓN
DE LA CIENCIA
FORENSE

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 julio de 2016 • vol. 39 • núm. 1

Un lobo marino de Galápagos se aproxima

sin miedo al fotógrafo en la Isla Santa
Cruz, Galápagos, que ahora goza de
mayor protección marina.

90 Galápagos submarino
Un nuevo santuario protege ahora la singular vida marina alrededor de este archipiélago.
Texto y fotografías de Enric Sala

2 26
Más allá de la duda razonable
La ciencia forense ha sido
acusada de ser más oficio
que ciencia. ¿Podrá desha-
cerse de esa reputación?
Por Veronique Greenwood
Fotografías de Max Aguilera-Hellweg
46 62
Grecia, dioses y el más allá Gran misterio blanco La lucha por Virunga
Los antiguos griegos creían Aunque son los tiburones En uno de los parques
que los dioses tenían un pa- más famosos del mundo, más peligrosos del mundo,
pel en todos los aspectos de sabemos muy poco sobre la supervivencia depende
la vida, desde el inframundo ellos. de la reconciliación con
hasta los reinos superiores. Por Erik Vance los vecinos desamparados
Por Caroline Alexander Fotografías de Brian Skerry y descontentos.
Fotografías de Vincent J. Musi Por Robert Draper
y David Coventry Fotografías de Brent Stirton

En portada El análisis de las huellas dactilares, que los investigadores han utilizado para resolver crímenes desde finales
del siglo XIX, hoy es reevaluado, junto con otras prácticas forenses. Fotografía de ar-chi/Getty Images

REVISTA OFICIAL DE NATIONAL GEOGRAPHIC SOCIETY

Inspiración para cuidar el planeta
National Geographic Society es una organización mundial sin fines de lucro
comprometida con la exploración y protección de nuestro planeta.

Paola Rotzinger NATIONAL GEOGRAPHIC SOCIETY

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 3 preguntas

Por qué escalar es

como hacer películas
Los padres de Jimmy Chin estaban “mortificados” cuando al termi-
nar la universidad se mudó a vivir, en la parte trasera de su coche,
al Parque Nacional Yosemite. Ahora, a sus 42 años, Chin es fotógra-
fo de National Geographic, pionero en esquí de travesía y cineasta
galardonado. Produjo, dirigió, filmó y protagonizó Meru, que
documenta un ascenso brutal en India, con el cual ganó el U.S.
Documentary Audience Award en el Festival de Cine de Sundance
en 2015. Al final, dice Chin, sus padres aceptaron mejor su elec-
ción de carrera.

¿Cuándo se convirtió el montañismo en tu camino? Entre las

expectativas de mis padres, inmigrantes chinos, y la sociedad
había una imagen de cómo se supone que es la vida. Decidí
que si iba a escalar, lo llevaría tan lejos como pudiera, así que
en 1999 organicé una expedición al valle de Charakusa, en
Pakistán. Fue una de las mayores aventuras de mi vida. No se
puede recrear con exactitud tu primera expedición –esa sensa-
ción de aventura total–, pero cada expedición se siente como
si uno fuera hacia lo desconocido. Aún siento mariposas.

¿Qué se sintió esquiar desde la cumbre del Everest? En reali-

dad no hubo un clímax emocional sino hasta después de que
llegamos al campamento base, dos días después. Comenzába-
mos a caminar fuera del valle, miré hacia arriba y pude ver la
cima. Fue uno de esos momentos muy raros en mi vida en los
que me sentí completamente gratificado, satisfecho y contento.
Por un momento me permití disfrutarlo, pero siempre hay
algo más. Ese tipo de experiencias cumbre solo provienen de
soñar en grande y de pensar en cosas que parecen inalcanza-
bles. Y luego lo intentas.

¿Cómo te incorporaste a la cinematografía? Escalar mon-

tañas se trata de eficiencia: cada esfuerzo desperdiciado es
muy costoso. Así que, cuando estás filmando, además de
hacer una escalada, a veces se siente de manera exponencial.
Pero nada que sea grandioso llega con facilidad; puede ser
escalar una montaña, filmar una película, escribir un libro
u obtener un posgrado. Hacer cine es muy parecido a esca-
lar montañas, pero lo bonito de hacer películas es que estas
te sobreviven.

FOTO: MARCO GROB

 IMÁGENES
Foto del Lector Celebraciones
Misión: ¿qué festividades anuales te emocionan? Pedimos a los miembros de Foto
del Lector que nos mostraran días festivos, fiestas de cumpleaños, ritos religiosos y más.

NOTA DEL EDITOR

Partha Pal
Calcuta, India
A mediados de abril, pocos días antes
“Las celebraciones permiten que lo trascendente del año nuevo bengalí, los residentes de
perfore la rutina de nuestra vida diaria. Iluminan Sonapalashi, poblado al oeste de Bengala,
decoran y pintan sus cuerpos; luego bai-
nuestros valores, nos unen y crean espacio para lan y cantan frente a un templo hindú
la diversión pura”. local. Los devotos llevan a cabo esta
práctica espiritual “para complacer a
Becky Harlan, editora de Foto del Lector la diosa Shiva”, comenta Pal.
 Inspiración para cuidar el planeta

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EXPLORA
Nosotros
La ciencia de los rizos
Si te has enredado con una cabeza llena de rizos, bucles o espirales, puedes estar
seguro: no solo eres tú. Incluso los físicos e ingenieros quedan perplejos ante el ca-
bello ensortijado. Pero con computadoras y estudios de laboratorio, están estudian-
do por qué el cabello, un material flexible y enroscable, se comporta como lo hace y
cómo manejarlo.
La gravedad, textura y el folículo donde crece influyen en cómo se curva el tallo
de un cabello. Los folículos asimétricos producen pelos que se ondulan; los simétri-
cos, pelo lacio. Mientras más largo crezca un cabello rizado, más compleja puede
ser su estructura, indica un estudio publicado en una revista de la Sociedad Esta-
dounidense de Física. Aunque el pelo lacio suele seguir un curso lineal mientras
crece, el ondulado puede hacer espirales hacia arriba o abajo, e incluso volver sobre
sí mismo. Esta geometría única puede hacer que una cabellera rizada sea vulnera-
ble al calor cuando se peina. En la Universidad Purdue, los investigadores estudian
cómo el pelo recto puede conducir mejor el calor, volviéndolo menos propenso a
quemarse que el ondulado. La meta del equipo es determinar qué temperaturas
de peinado maximizan su salud. —Nicole Washington

FOTOS: REBECCA HALE

EXPLORA
Parques Nacionales
América Latina
 Castillos bajo el agua
MONUMENTO NATURAL MARINO CAYOS COCHINOS
A lo largo de 1000 kilómetros de complejas
estructuras subacuáticas en las costas caribeñas
de México, Belice, Guatemala y Honduras, UBICACIÓN
se despliega el Sistema Arrecifal Mesoameri- Honduras (Roatán)
cano, el más extenso de occidente y el segundo
VISITANTES
más ggrande del mundo. 14 500 al año
Aquí, en la costa hondureña, se
eencuentra uno de los biomas más EXTENSIÓN
prístinos y representativos de este 1 220 km2 (zona de
arrecife: Cayos Cochinos. Las ex- amortiguamiento)
MONUMENTO 490 km2 (zona núcleo)
NATURAL MARINO
CAYOS COCHINOS
tensas colonias de esta metrópoli
marina, compuestas por 65 espe-
m ECOSISTEMAS
ciees de coral, sostienen una amplia Arrecife de coral (coral blando,
biodiversidad: proporcionan alimento
biodi pétreo y de barrera), bosque
a más de 500 especies de peces y más de 350 latifoliado, bosque de cayos,
praderas marinas, playas de
moluscos. Su solidez lo convierte en una barrera, marismas intermareales,
barrera defensiva durante tormentas y hura- bosque de manglares.
canes, y representa una fuente de ingresos
para miles de personas que dependen del ESTATUS DE CONSERVACIÓN
turismo caribeño en ese país. Monumento Natural
Marino desde 2004
La densa vegetación de las islas que compo-
nen el archipiélago se interconecta con los bos- ESPECIES PRESENTES
ques de manglar en las costas continentales Boa constrictora rosada
por medio de estructuras coralinas y pastizales (fenotipo endémico), jamo negro
marinos, para crear un ensamble ecosistémico (amenazado, iguana endémica),
tortuga carey (amenazada),
que permite que el sitio tenga mayor resisten- tiburón ballena (amenazado),
cia a la presión del cambio climático. mero gigante (amenazado),
Opciones como el ecoturismo comunitario, mantarraya (amenazada),
mediante el cual las comunidades garífunas guatusa (endémica, roedor
locales ofrecen servicios a los visitantes, se im- amenazado), corales blandos
y pétreos: cuerno de ciervo,
pulsan a través de la Fundación Cayos Cochi- cuerno de alce, lechuga,
nos. Esta, junto con el Fondo Mundial para gorgonia, abanico, cerebro
la Naturaleza (WWF), realiza proyectos de (amenazados), tiburón de
investigación, monitoreo, conservación, ma- arrecife, manatí, pez loro, pepino
nejo de recursos, educación, gestión comuni- de mar, pelícano, golondrina
Pese a amenazas marina mínima, langosta
como la pesca de taria e infraestructura básica para las aldeas.
arrastre, actividad espinosa (en veda), caracol
petrolera, conta-
Los arrecifes del mundo resguardan, al reina (amenazado).
minación química, menos, 25% de la biodiversidad marina.
industria hotelera Según el informe anual de WWF, Blue Planet GRUPOS INDÍGENAS
y deforestación, Comunidades garífunas,
los cayos son una Reportt si continúan el aumento de la tempe-
descendientes de esclavos
de las pocas zonas ratura y la acidificación de los mares, en me-
protegidas vigila- africanos, e indígenas caribes y
das por la fuerza nos de 35 años tendremos un océano incapaz arahuacos de Centroamérica
naval hondureña. de albergar arrecifes de coral. —Erick Pinedo y el Caribe.

FOTO: SERGIO IZQUIERDO

 EXPLORA

Ciencia

Patrones que Si una cebra hace un zig, ¿sus rayas provocan que un depredador haga un zag? Esa es la
hipótesis que, desde hace un siglo, está detrás del fenómeno óptico generado por el pelaje,

confunden como el brillo y la luz polarizada, que presenta patrones contrastantes. A diferencia del
camuflaje, este fenómeno puede confundir a los depredadores en cuanto a dirección y velo-

a los cidad. “Tenemos estas ideas sobre los patrones de coloración en animales –comenta Laura
Kelley, bióloga de la Universidad de Cambridge–, pero pocas de ellas se han probado”.
Para averiguar cuáles patrones de coloración hacen a una presa difícil de atrapar, Kelley
depredadores y sus colegas desarrollaron un juego en línea en el que los humanos son los depredadores.
Los jugadores de Dazzle Bug intentan atrapar “bichos” con patrones que se escabullen en-
tre paisajes naturales. Las criaturas fáciles de atrapar desaparecen; a la larga, permanecen
los patrones difíciles de atrapar. “Estamos tratando de determinar el patrón de coloración
ideal para evitar la captura durante el movimiento”, indica Kelley. —Rachel Hartigan Shea

BONDADES DEL MURCIÉLAGO

Quizá ningún animal es tan incomprendido como el murciélago. Mostrados como
chupasangres atemorizantes, de hecho son animales amables e inteligentes que más que
dañar a los humanos los ayudan. Ahorran a la industria global del maíz más de 1 000
millones de dólares al año al comerse una polilla que arrasa las cosechas, revela un estu-
dio financiado por la organización Bat Conservation International y dirigido por el
ecólogo Josiah Maine. Se estima que el daño a este grano se incrementa 50 % cuando
se les impide alimentarse cerca de las milpas. “Muchas personas les temen a los murcié-
lagos –dice Maine–, pero ellos proveen un servicio valioso”. —Catherine Zuckerman

FOTO: MARTIN HARVEY, CORBIS (ARRIBA); MICHAEL DURHAM, MINDEN

PICTURES/NATIONAL GEOGRAPHIC CREATIVE
 EXPLORA
Nosotros

Medio cerdo
para medias
naranjas
Mucho ha cambiado en Inglaterra
desde que Geoffrey Chaucer escri-
biera Los cuentos de Canterbury.
Todo lo que queda de la hostería
Tabard Inn, lugar de concentración
para los peregrinos de Chaucer, es
una placa conmemorativa.
Pero una costumbre nupcial
que hace referencia al cuento “La
esposa de Bath” ha sobrevivido
desde el siglo XII. El Tribunal del
Medio Cerdo (Dunmow Flitch
Trials), convocado para el 9 de julio,
premia con un costado de tocino
–medio cerdo, cortado a lo largo–
a la pareja que pueda convencer
al jurado que no ha deseado la
soltería durante el año pasado
más un día.
La leyenda dice que la costum-
bre se originó en 1104. Ahora, los
juicios en Great Dunmow, al nores-
te de Londres, ocurren cada año
bisiesto. Los ganadores desfilan
por la localidad sobre los hombros
de gente disfrazada y luego deben
arrodillarse sobre piedras filosas
para recibir el Juramento del Cos-
tado. Cuando los estadounidenses
Jeff Dotts y Erin Albers ganaron en
2008, el juramento fue leído “con
increíble lentitud –recuerda Do-
Arriba: el legendario costa- tts–, como una especie de sádica
do. Al cierre de esta edición burla británica” por su desagrado
no ha sido otorgado el co- por la independencia de Estados
rrespondiente a 2016. Dere-
cha: el señor y la señora Unidos en 1776. Afirma que los jui-
C.J.R. Faulkner, de Great cios se toman “muy en serio”, pero
Easton, Essex, se llevaron a con un guiño.
casa el tocino en 1951. Para
el tribunal de 2016, cinco pa-
En efecto. Mira la selección del
rejas concursantes, llama- consejo: “Este año –informa la vo-
dos demandantes, fueron cero Helen Haines–, tenemos tres
seleccionadas luego de lle-
abogados auténticos y un come-
nar una convincente solici-
tud de tres páginas. diante de stand-up”. —Martin F. Kohn

FOTO: HOMER SYKES, ALAMY (ARRIBA); ANTHONY WALLACE, ANL/REX/SHUTTERSTOCK

IMÁGENES
Tailandia
En Chiang Mai, durante el
festival anual de Yi Peng,
linternas flotantes iluminan
la noche. Enraizada en el
budismo, la tradición enfa-
tiza la reflexión y la limpieza
espiritual. Las linternas
prendidas,o khom loi, son
globos de aire caliente he-
chos con papel de arroz.

PANUPONG ROOPYAI, DEMOTIX/CORBIS

Estados Unidos
En un tanque de laboratorio
contra un fondo de tercio-
pelo en Carolina del Sur,
un coral Fungia parece una
flor que abre. Estos inver-
tebrados se usan como
explantes de tejido, un tipo
de propagación de plantas.
Para lograr esta composi-
ción, se utilizaron 18 fotos.
JAMES H. NICHOLSON, NOAA
Japón
Visto desde abajo, el res-
plandor otoñal de las hojas
del arce se nerva por una
celosía torcida de troncos
y ramas en el Jardín Nacio-
nal Shinjuku Gyoen. El sitio
en Tokio es un lugar popu-
lar para la momijigari, la
centenaria tradición japo-
nesa de observar el follaje
de otoño.
DANNY DUNGO
Ve más imágenes en ngenespanol.com
 EXPLORA
Notas de campo Exploradores y fotoperiodistas de National Geographic informan desde todo el mundo.

Sudáfrica

¿Buscas a un
ancestro humano
perdido? Prueba
en Facebook
MARINA ELLIOTT Exploradora emergente

En octubre de 2013, Marina El-

liott respondió un anuncio AFRICA
en Facebook que buscaba
arqueólogos y paleontólo-
SUDAFRICA
gos experimentados con un
físico en particular: “La per-
sona debe ser delgada y de pre-
ferencia, pequeña”, leyó.
Al mes siguiente, Elliott se apretujaba por un
pasaje de 20 centímetros de ancho en una cueva
sudafricana repleta de fósiles de un pariente hu-
mano apenas descubierto: Homo naledi.
El paleoantropólogo Lee Berger había publica-
do una solicitud para integrar nuevos miembros Marina Elliott Luego de terminar su posgrado, Elliott se mudó
a su equipo de excavación en una cueva en la Cuna desciende en a Sudáfrica para seguir con la excavación y fechar
una cueva don-
de la Humanidad, Patrimonio Mundial, situado a de se desente-
los huesos con Berger. Diez años antes, una cátedra
las afueras de Johannesburgo, donde se han des- rró el Homo sobre los orígenes de la humanidad la inspiraron
cubierto muchos fósiles humanos importantes. naledi, primo de a abandonar su carrera en medicina veterinaria y
los humanos
Elliott, en esos días estudiante de doctorado en convertirse en antropóloga. Es probable que los
desconocido
antropología biológica en Canadá, es escaladora hasta entonces. futuros estudiantes lean acerca de sus descubri-
deportiva y había hecho trabajo de campo en te- El “punto de en- mientos. —Nina Strochlic
rrenos inhóspitos de Siberia y el norte de Alaska. cuentro” en la
ruta tenía unos
Ella fue la primera de seis científicos elegidos 20 centímetros Sri Lanka
para deslizarse en la cámara donde se habían ubi- de ancho.
cado los fósiles en un principio. El pasadizo era tan
estrecho que no había espacio para usar arnés. La observadora de
“Pensamos: solo hay un esqueleto. Lo escarbaremos
y luego seguimos con nuestras vidas –recuerda–.
ballenas heterodoxa
Pero, la primera vez que entré, me hizo darme ASHA DE VOS Exploradora emergente
cuenta de con qué tratábamos. Dirigí la luz de mi
linterna del casco por la cámara y en cada lugar que A Asha de Vos le gusta decir que
alumbraba podía ver piezas de hueso”. Cada fósil su carrera comenzó con heces. ASIA
fue envuelto y llevado a la superficie por una ca- En 2003, la bióloga marina
SRI LANKA
dena de científicos y espeleólogos. Luego de tres trabajaba en un barco de
semanas habían desenterrado 1 550 fósiles perte- investigación cerca de la cos- OCÉANO
ÍNDICO
necientes a 15 individuos diferentes y añadido una ta de Sri Lanka cuando vio
rama al árbol genealógico de la humanidad. excremento que flotaba hacia la

FOTO :ELLIOT ROSS. NGM MAPS

 EXPLORA
Notas de campo Exploradores y fotoperiodistas de National Geographic informan desde todo el mundo.
superficie. Seis ballenas azules nadaban en una zona
poco profunda de una ruta de navegación transi-
tada. Luego de investigaciones adicionales, De Vos
se dio cuenta de que las ballenas permanecían en
un solo lugar en vez de migrar a aguas con fuentes
más ricas de alimento. Con la teoría de que eran
una población única no reconocida, las apodó las
“ballenas heterodoxas”. Además, descubrió que
los navíos que entraban y salían del puerto solían
golpear a las criaturas enormes, a veces con resul-
tados fatales. En 2008 estableció el Proyecto Balle-
na Azul de Sri Lanka para dedicarse a la protección
de ballenas y su hábitat al norte del océano Índico.
“Mis amigos dicen que soy tan poco ortodoxa
como los animales que estudio”, comenta De Vos,
primera ceilanesa en obtener un doctorado en in-
vestigación de mamíferos marinos. A pesar de su
dedicación y educación tuvo que luchar durante
años para entrar en el campo de la conservación
en Sri Lanka. “Las personas no me tomaban en
serio porque era demasiado joven y mujer –señala
De Vos–. Ahora me dicen: ‘¿Cuándo vas a casarte?’.
Bueno, primero tengo que salvar un océano”.
BRET HARTMAN. NGM MAPS
En 2011, un video que destaca su trabajo con-
servasionista se volvió viral y su país comenzó a
tomar acciones. Hace poco le pidieron conver-
tirse en asesora del Ministerio de Desarrollo Sus-
tentable y Vida Silvestre, lo cual considera una
oportunidad para consolidar sus esfuerzos con-
servacionistas. Sri Lanka, según dice, “puede ser
ejemplo de sustentabilidad marina en los países
en desarrollo”. —Nina Strochlic
República Democrática del Congo
Los años de
dedicación a la
ballena azul de Salva un gorila,
Sri Lanka están
dando resulta- salva un país
dos, según Asha
de Vos. El go- BRENT STIRTON Fotógrafo
bierno de esta
nación toma
acciones para Informe de Stirton: En 2007
proteger las tomé una fotografía de un
ballenas contra AFRICA
gorila de montaña al que
las amenazas
que suponen las habían matado en el Parque
REP. DEM.
embarcaciones. Nacional Virunga y obtuve DEL
CONGO
una respuesta asombrosa. Eso
me abrió los ojos. He llegado a
creer que necesitamos ocuparnos de los animales y
los espacios en nuestro planeta tanto como de los
seres humanos; no pueden estar separados.
Virunga puede ser la clave para la paz en el este
de la Républica Democrática del Congo (RDC),
pero está amenazado por los rebeldes, los buscado-
res extranjeros de petróleo, la agricultura ilegal y la
inestabilidad política. Manejar esto es comparable
a pelear una guerra. He visto al director de los
guardias, Emmanuel de Merode, negociar con dos
grupos rebeldes distintos que ocupaban el parque.
En 2014, unos pistoleros le dispararon en el pecho
y el estómago. Un mes después estaba de vuelta en
el trabajo. En marzo pasado, tres guardabosques
fueron asesinados. Yo estuve presente cuando mu-
rió uno de ellos, pero es imposible fotografiar el
alcance total de lo que enfrentan. Más de 150 han
perdido la vida en los pasados 20 años. Imagina a
dos hombres rodeados por 120 rebeldes armados.
Los cuidadores de gorilas también son admira-
bles: pasan mucho más tiempo en el santuario que
con sus propias familias e ilustran cómo podría ser
la relación entre animales y humanos. Virunga es
una metáfora de lo que es posible en la RDC: si al
parque se le permite prosperar, transformará el país.
 Mientras más
ciencia haya en la
ciencia forense, mejor
servida estará
la justicia.

MÁS ALLÁ
DE UNA DUDA
RAZONABLE
Este analista del FBI aporta sus 20 años de experiencia en la comparación
de casquillos de balas. Su opinión es la de un experto. Pero, ¿es ciencia?
Un memorial junto al camino señala el punto donde, hace sie-
te años, fue encontrado el cuerpo de Sierra Bouzigard en Cal-
casieu Parish, Luisiana. No hubo testigos del asesinato y el
ADN hallado bajo sus uñas no coincidió con el de alguno de
los sospechosos. No obstante, el detective Les Blanchard
–aquí, de nuevo en la escena del crimen– tiene la esperanza de
que una nueva técnica forense ayude a esclarecer este caso.
Por Veronique Greenwood
Fotografías de Max Aguilera-Hellweg

La mañana del 23 de noviembre de 2009

un ciclista que pasaba por las inmediaciones de Lake Charles, Luisiana,
descubrió el cadáver de una mujer joven cerca de un camino vecinal. El
rostro había sido desfigurado a golpes, pero un tatuaje muy peculiar per-
mitió que la policía la identificara como Sierra Bouzigard, de 19 años. De
inmediato, los investigadores de la oficina del alguacil de Calcasieu Parish,
dirigidos por el alguacil Tony Mancuso, empezaron a reconstruir sus últimas
horas. Las personas que la vieron viva por última vez permitieron que Bouzi-
gard usara su teléfono y el número que marcó le dio una pista a la policía.

Pero el agresor de Bouzigard también dejó un
indicio prometedor. Los detectives obteuvieron
una muestra clara de ADN a partir de los tejidos
que quedaron bajo las uñas de la víctima mientras
luchaba por su vida. Lo único que hacía falta para
capturar al asesino era una coincidencia. El núme-
ro que marcó Bouzigard condujo a la policía hasta
una cuadrilla de obreros mexicanos indocumen-
tados. “Así que nos pusimos a conseguir órdenes
para obtener muestras de ADN, reunir traductores
y trabajar con inmigración”, recuerda Mancuso.
No obstante, ninguna muestra de los mexica-
nos coincidió con la obtenida en la escena del
6 nat ional geo g raphic • julio de 2 0 1 6
crimen. Tampoco hubo coincidencias en la base
de datos del FBI de delincuentes registrados, per-
sonas desaparecidas y detenidos, un sistema lla-
mado CODIS –siglas del Sistema de Índice
Combinado de ADN–. Los investigadores siguie-
ron pidiendo la colaboración de cualquier persona
que tuviera información y la familia de Bouzigard
ofreció una recompensa de 10 000 dólares. Pero
el caso se enfrió.
Luego, en junio de 2015, Monica Quaal, expe-
rimentada analista de ADN en el laboratorio que
trabaja con la oficina del alguacil, se enteró de
una técnica nueva y fascinante para ampliar la
Las uñas de las manos pueden capturar un asesino. Médicos recortan las uñas de una víctima para ver si el ADN del tejido bajo ellas
durante un ataque coincide con una muestra en la base de datos de ADN. Incluso si no es así, una nueva técnica, conocida como
fenotipificación de ADN puede revelar el color de los ojos, el cabello y la piel del agresor, y hasta sugerir los rasgos de su cara.

información contenida en una muestra de ADN, bioinformática en Parabon NanoLabs, compañía

la cual no requería el ADN del sospechoso y
tampoco una coincidencia en una base de datos.
Llamada fenotipificación de ADN (DNA pheno-
typing), la técnica recrea el aspecto físico de la per-
sona que dejó la muestra, incluyendo características
como su ascendencia geográfica, color natural de
cabello y ojos, y hasta una forma posible de sus
rasgos faciales. De inmediato, Quaal pensó en el
caso de Bouzigard, en el que el ADN dejado en
la escena era, prácticamente, la única pista. Con-
tactó con Mancuso y el teniente Les Blanchard,
un detective que trabajaba en el caso, y estos en-
viaron la muestra a Ellen Greytak, directora de
especializada en fenotipificación de ADN.
En ese punto, la investigación dio un giro in-
esperado. Con base en la evidencia disponible, los
detectives aún pensaban que el asesino era hispa-
no, tal vez un integrante de la cuadrilla de obreros
mexicanos que huyó de la zona poco después de
cometer el asesinato. Sin embargo, con el ADN
recibido, Parabon elaboró el retrato de un indi-
viduo de piel blanca y pecas, cabello castaño y,
posiblemente, ojos verdes o azules. Según los ana-
listas, su ascendencia era del norte de Europa.
“Tuvimos que dar un paso atrás y reconocer
que, en todo este tiempo, ni siquiera íbamos en
más allá de una duda razonable 7
El cráneo de un hombre asesinado aportó pocas pistas
de su identidad cuando fue hallado en un bote de basura
en Glen Burnie, Maryland, en 1985. No obstante, Parabon
NanoLabs pudo recrear el rostro de la víctima usando la
fenotipificación de ADN, en combinación con detalles
clave del cráneo. La policía espera que alguien reconozca
la imagen.
Muchas metodologías
forenses brindan menos
certidumbre de lo que sugieren
los programas televisivos.
Y cuando la evidencia forense
se exagera en las cortes,
personas inocentes terminan
en la cárcel, o peor.
la dirección correcta –comenta Mancuso, quien,
armado con la nueva evidencia, se siente optimis-
ta–. Me parece que podremos resolver este caso en
algún momento, porque tenemos una buena mues-
tra de ADN y este perfil –dice–. Sabemos quién
es el asesino. Lo único que no sabemos es quién es
el asesino”.
La fenotipificación de ADN es una innovación
relativamente reciente de la ciencia forense y al-
gunos críticos cuestionan su utilidad pues, más
que fotografías, las composiciones faciales que
produce son predicciones derivadas de la genéti-
ca, de modo que muchos elementos del aspecto
del individuo no están codificados en el ADN y,
por consiguiente, jamás podrán desentrañarse del
material genético; por ejemplo, si la persona tiene
barba o se ha teñido el cabello. Con todo, Para-
bon, cuyo servicio de composición facial lleva el
nombre de Snapshot, ha tenido en su cartera de
clientes más de 40 organizaciones judiciales.
En tanto, otros métodos forenses de alta tec-
nología irrumpen en escena. Los escaneos por
tomografía computarizada permiten que los mé-
dicos realicen autopsias virtuales para escudriñar
cadáveres en busca de signos de homicidio no
detectados en autopsias convencionales. Diversos
investigadores estudian si las bacterias pueden
proporcionar parámetros más precisos para de-
terminar el momento en que ocurrió la muerte;
incluso investigan si es posible identificar a los
culpables no solo mediante el ADN de la escena
Q Beca Tu suscripción ayudó a financiar la investigación en
fenotipificación de ADN.
10 nat ional geo g raphic • julio de 2 0 1 6
del crimen, sino también con la firma microbiana de
las bacterias que dejan allí.
Las técnicas forenses mejor conocidas gracias
a las películas y los programas de televisión, como
CSI, tienen historias mucho más añejas. En 1910,
Thomas Jennings se convirtió en el primer esta-
dounidense condenado por homicidio con base
en la evidencia de huellas dactilares. Se le acusó
de matar a tiros a un tal Clarence Hiller durante
un robo fallido a un domicilio. El criminal dejó
sus huellas en un alféizar recién pintado y el testi-
monio de cuatro expertos en huellas dactilares fue
prácticamente el único argumento para declarar
culpable a Jennings y sentenciarlo a muerte. En
respuesta a su apelación, una corte superior hizo
referencia a la larga tradición de usar huellas dac-
tilares como identificación –planteó que los fa-
raones firmaban con la huella del pulgar– y
también al “gran éxito del sistema en Inglaterra,
donde se ha utilizado en miles de casos desde
1891, sin error”. La corte advirtió también que,
como semejante evidencia quedaba fuera del ám-
bito de la experiencia del individuo promedio,
debía ser presentada por expertos que pudieran
explicarla al jurado. Así que ratificó la sentencia
y colgaron a Jennings.
Para fines del siglo xx se presentaban numero-
sas técnicas de investigación en los juzgados y los
analistas del FBI testificaban comparando cabe-
llos hallados en la escena del crimen con muestras
de los sospechosos. En esas comparaciones, los
expertos en análisis de fibras de cabello resaltan,
entre otras propiedades, la forma de las escamas
microscópicas que cubren el cabello, el espesor y
la coloración de la fibra capilar, y la organización
de los gránulos de pigmento que contiene. A
principios de la década de los setenta del siglo xx,
el análisis de marcas de mordedura se había adop-
tado ampliamente: en este, los expertos comparan
el patrón de una mordida hallada en la víctima
con los dientes del sospechoso, como ocurrió en
un caso judicial de 1974, el cual se fundamentó
en las marcas identificadas en la nariz de una mu-
jer, después de exhumar su cuerpo. Otras com-
paraciones visuales, que antes eran meras pistas
policiacas para identificar sospechosos (huellas de
neumáticos, huellas de calzado y patrones en
casquillos de balas), ahora son evidencias presen-
tadas en la corte para demostrar culpabilidad. En
miles de casos, los jueces encargados de decidir si
la evidencia es confiable se han apoyado en un
amplio precedente para admitir en sus cortes di-
chos resultados forenses. Y expertos con años de
experiencia en su área han testificado con plena
confianza.
Con todo, en la última década o poco más se
ha hecho patente que muchas metodologías fo-
renses brindan menos certidumbre de lo que su-
gieren las series policiacas televisivas. Y cuando la
evidencia forense se exagera en las cortes, perso-
nas inocentes terminan en la cárcel, o peor.
en 1981, una mujer de Washington, D.C. fue
atacada en su departamento: amordazada, ven-
dada y violada. Trabajó con un ilustrador de la
policía para crear un retrato de su agresor y, un
mes más tarde, un agente alertó a los investigado-
res sobre Kirk Odom, de 18 años, quien le resul-
taba muy parecido al boceto. La madre de Odom
testificó que el muchacho había estado en casa;
recordaba el día, porque su hija acababa de tener
un bebé. Durante la identificación fotográfica, la
víctima eligió, vacilante, un retrato de Odom,
pero luego hizo una identificación positiva en una
línea de sospechosos en vivo. El testimonio pos-
terior de un analista del FBI, en cuanto a que el
cabello de Odom era idéntico microscópicamente
al único cabello hallado en el camisón de la vícti-
ma, sirvió para cerrar el caso en su contra. Odom
pasó más de 22 años en prisión y otros ocho en
libertad condicional como agresor sexual, hasta
que el Servicio de la Defensa Pública de Washin-
gton D.C. halló nuevas evidencias que demostra-
ron su inocencia.
En 1992, Cameron Todd Willingham fue acu-
sado de provocar el incendio de su casa en Cor-
sicana, Texas, en el que murieron sus tres hijas
pequeñas. Para los investigadores de incendios,
los patrones carbonizados en el suelo de la vivienda
y lo que parecían sitios múltiples de inicio del
fuego eran señales de que fue un incendio preme-
ditado, encendido con gasolina. En 2011, el esta-
do de Texas determinó que hubo fallas garrafales
en la interpretación de la evidencia del caso. Pero
fue demasiado tarde para Willingham: había sido
ejecutado siete años antes.
Y luego tenemos el caso del abogado de Ore-
gón, Brandon Mayfield, arrestado por el FBI en
su despacho, en mayo de 2004. Mayfield recuerda
que un agente lo insultó a gritos durante el arresto
y que los oficiales ni siquiera aclararon el motivo
de la detención. Para averiguarlo, tuvo que leer
la orden de arresto con las manos esposadas a la
espalda. Resulta que sus huellas dactilares apare-
cieron durante una búsqueda en el Sistema Auto-
matizado de Identificación de Huellas Dactilares
y dos examinadores del FBI determinaron que
coincidían con las que hallaron en una bolsa de
plástico que contenía los materiales utilizados en
las bombas de los atentados terroristas de Madrid,
en los que murieron 191 personas. Sin embargo,
las autoridades españolas no estaban de acuerdo.
Dos semanas después del arresto de Mayfield, los
investigadores ibéricos avisaron que habían en-
contrado sus propias coincidencias para las hue-
llas: un argelino, quien seguía prófugo y era
considerado uno de los planificadores principales
de los ataques.
El común denominador de todas estas histo-
rias es que dependieron de métodos e interpreta-
ciones fundamentados más en un oficio que en
la ciencia. Por ejemplo, la eficacia del análisis de
fibras de cabello ha sido exagerada enormemente.
Después de una revisión de casos, el FBI reconoce
que sus analistas han hecho declaraciones erró-
neas en más de 90 % de las comparaciones mi-
croscópicas de cabello.
También se ha cuestionado la evidencia del
incendio premeditado. Durante años, los inves-
tigadores especializados han examinado patrones
en las ventanas donde ocurrió un incendio para
determinar si estaban rotas –o “agrietadas”– de
una manera característica. Han observado si el
marco metálico de las puertas se había fundido o
si el suelo de concreto había estallado con el calor, un
fenómeno llamado astillamiento. Si la tempera-
tura aumentaba lo suficiente para causar seme-
jantes daños, se consideraba evidencia de que se
utilizó alguna sustancia para empezar el incendio,
como la gasolina. Pero el investigador de incen-
dios John Lentini, coautor de un informe para la
más allá de una duda razonable 11
Cuando un experto testificó que un cabello hallado en el
camisón de la víctima coincidía con el suyo, Kirk Odom fue
declarado culpable de violación. Pasó más de 22 años en pri-
sión y otros ocho en libertad condicional, hasta que pruebas
de ADN demostraron su inocencia. Ahora, el FBI revisa cien-
tos de casos en los que pudo haberse exagerado el valor del
análisis de fibras de cabello.
El problema con los dientes
En 1987, un dentista forense testificó que había una posibilidad en un millón de
que Steven Mark Chaney (arriba, en su cama) no hubiera dejado la marca de mor-
dedura en el brazo de una víctima de homicidio, por lo que fue declarado culpable
del crimen. Sin embargo, hay muy pocos fundamentos científicos para validar las mar-
cas de mordedura como herramienta forense. En un estudio, 30 dentistas analizaron
marcas de mordedura hechas con un Bite-o-matic en piel de cerdo (izq.) y hasta los
más experimentados cometieron errores. Chaney fue liberado en octubre pasado.

FOTOGRAFIADO EN EL SERVICIO DE PATOLOGÍA FORENSE DE ONTARIO (IZQ.) 15

No es casualidad que la única
metodología forense que pasó
el escrutinio fuera desarrollada
por un científico que trabajaba
en un laboratorio académico y
no por organismos judiciales
para ayudar en la investigación
de crímenes.
Comisión de Ciencias Forenses de Texas en el
caso Willingham, asegura que esas suposiciones
son obsoletas.
“La teoría era que, después de un corto tiempo,
un incendio encendido con gasolina despide mu-
cho más calor que un incendio que solo arde con
madera –explica Lentini–. Por consiguiente, la
temperatura de la llama debe ser más alta, ¿cierto?
¡Falso!”. Las investigaciones demuestran que la
ventilación, mucho más que el agente que empe-
zó el fuego, determina el calor y velocidad de este.
Vidrio agrietado, concreto astillado, metal fundi-
do… Durante las pruebas realizadas en habita-
ciones en llamas todo eso puede ocurrir en
ausencia de gasolina, con la condición de que la
ventilación y otros factores sean adecuados.
Hasta la confiabilidad de la evidencia de hue-
llas dactilares ha sido cuestionada. Si bien las
computadoras son estupendas para correlacionar
una base de datos con cualquier juego de huellas
registradas mediante el método estándar de tinta
o escaneadas electrónicamente, todavía no supe-
ran al ojo humano cuando se trata de correlacio-
nar huellas dactilares latentes con las de un
sospechoso. Y como las huellas latentes suelen ser
borrosas o estar distorsionadas, las coincidencias
dependen del criterio de los expertos, quienes, no
obstante su habilidad, emiten opiniones subjeti-
vas. En 2009, la Academia Nacional de Ciencias
de Estados Unidos (NAS) publicó un informe
muy ríspido que cuestionaba la validez científica
de la investigación forense. Concluyó que, con
una excepción, ningún método forense ofrecía un
alto grado de certidumbre para “demostrar una
16 nat ional geo g raphic • julio de 2 0 1 6
conexión entre la evidencia y un individuo o una
fuente específicos”.
No es casualidad que la única metodología fo-
rense que pasó el escrutinio del informe de NAS
fuera desarrollada por un científico que trabajaba
en un laboratorio académico y no por organismos
judiciales para ayudar en la investigación de crí-
menes. En 1984, el genetista británico Alec Jeffreys
dio con un hecho sorprendente, por casualidad:
podía distinguir entre cada una de las personas de
su experimento usando solo los patrones de sus
fragmentos de ADN, el código genético que here-
damos de nuestros progenitores.
El descubrimiento de Jeffreys fue la base de la
primera generación de pruebas de ADN. Tres
años después, el laboratorio del británico procesó
el ADN de un sospechoso de 17 años en el caso
de violación y homicidio de dos jovencitas ado-
lescentes de la región central de Inglaterra y de-
terminó que no coincidía con el ADN del semen
hallado en las víctimas. De esa manera, la primera
vez que se usó el ADN en un caso criminal no
condujo a una condena, sino a una exoneración
(más tarde, el verdadero asesino confesó, después
de que trató de evitar el muestreo de ADN de un
grupo de hombres de la zona).
Poco después se utilizaron otras pruebas más
sensibles y, para 1997, el FBI empleaba una que
analizaba 13 sitios del genoma donde aparecían
repeticiones en el código de ADN. La probabilidad
de que dos personas no emparentadas tuvieran
esos mismos 13 patrones era una en cientos de
miles de millones, por lo menos. Fueron esos pa-
trones los que terminaron creando el fundamento
de las bases de datos CODIS del FBI. Al llegar la
década de los noventa, el perfil de ADN era utili-
zado ampliamente en casos judiciales de todo el
mundo; en Estados Unidos, el más famoso fue el
juicio por homicidio contra O. J. Simpson.
La evidencia de ADN no es incontrovertible. Su
valor puede verse comprometido por la contamina-
ción de ADN externo a lo largo de la cadena que
empieza en la escena del crimen y termina en el la-
boratorio donde se secuencia la muestra. Un espé-
cimen inequívoco obtenido de semen, saliva o tejido
puede reducir la probabilidad de una coincidencia
falsa prácticamente a cero, pero los rastros de ADN
que quedan en un objeto que manipuló el sospe-
choso pueden producir resultados mucho menos
precisos. Además, la validez de una secuenciación
de ADN hecha en un laboratorio depende, en gran
medida, de la capacitación de quien realiza el análi-
sis. En abril de 2015, un laboratorio de criminalística
en Washington, D.C., tuvo que suspender sus aná-
lisis de ADN durante 10 meses y más de 100 de sus
casos tuvieron que revisarse después de que una
junta de acreditación descubrió que los analistas “no
eran competentes [y utilizaban] procedimientos
inadecuados”.
han pasado siete años desde que el informe de
la Academia Nacional de Ciencias exigiera un
cambio radical en la ciencia forense. Según fuentes
gubernamentales, algunas de sus recomendacio-
nes difícilmente se implementarán por razones
financieras (por ejemplo, crear un Instituto Na-
cional de Ciencias Forenses de Estados Unidos).
Pero otras ya se han puesto en marcha, como in-
crementar las investigaciones para establecer la
confiabilidad real de las huellas dactilares, las mar-
cas de mordedura y demás patrones usados para
identificar individuos.
El desarrollo de esos estándares es crucial para
que la ciencia forense sea, digamos, científica. El
Instituto Nacional de Estándares y Tecnología
(NIST) ayuda a crear una lista de “mejores prácti-
cas” para calibrar instrumentos, elegir los procesos
que deben usarse al comparar huellas dactilares y
cómo interpretar los resultados de estudios de
casquillos de bala, tipificación de ADN y análisis
de drogas, entre muchas otras cosas. “A la larga
habrá un registro de estándares, el cual establece-
rá los parámetros para que tus resultados sean
confiables –comenta John Butler, químico analí-
tico y asistente especial del director de ciencias
forenses del NIST–. En este momento, no tene-
mos nada”.
Incluso después de definir los estándares, el
NIST no podrá exigir que los laboratorios sigan
sus lineamientos. Lo que sucederá, probablemen-
te, es que las organizaciones que demuestren
cumplir con los estándares de un procedimiento
serán elegibles para acreditación, un proceso de
certificación opcional a cargo de terceros. A la
fecha, más de 80 % de los laboratorios forenses ha
recibido una acreditación general, lo que indica
que reunieron los requisitos básicos de mejores
prácticas. Pero mucho del trabajo forense se lleva
a cabo fuera de los laboratorios, en las unidades
forenses de los departamentos de policía, y en
2014 un estudio de más de 1 000 proveedores fo-
renses, incluidos laboratorios y departamentos de
policía, reveló que más de 70 % no había obteni-
do la acreditación general.
Según Mnookin, otro impedimento es que los
jueces, quienes son los guardianes de las cortes,
persisten en aceptar evidencias forenses cuestio-
nables, incluyendo el análisis de fibras de cabello
y marcas de mordedura. Mientras las cortes sigan
admitiendo esos testimonios, los expertos foren-
ses tendrán pocos incentivos para realizar cam-
bios sustanciales.
ahora que las técnicas forenses tradicionales
enfrentan semejante escrutinio, ¿es posible que
las nuevas metodologías de base científica, como
la fenotipificación de ADN, ofrezcan más espe-
ranzas? ¿O serán otra fuente de incertidumbre?
El 1 de septiembre de 2015, la oficina del algua-
cil de Calcasieu Parish en Lake Charles, Luisiana,
presentó a los medios un retrato del hombre
blanco sospechoso del asesinato de Sierra Bouzi-
gard. La imagen, producida por Parabon Nano-
Labs (en la página 23), expresa a la vez cuánto del
aspecto de la persona puede obtenerse del ADN
y cuánto no. El rostro muestra una falta de per-
sonalidad o afectividad escalofriante. Los ojos no
reflejan algo que sugiera una infancia difícil; los
labios gruesos no se curvan en una mueca desde-
ñosa que pudiese revelar una tendencia al mal o
desprecio por la ley. Podría ser tu primo segundo,
la persona que te atendió ayer en el supermercado
o ese compañero que tanto te gusta en tu semi-
nario de economía de posgrado. O tal vez sea el
hombre que, en 2009, mató a golpes a una
muchacha.
El caso de Bouzigard no es el primero que
utiliza la fenotipificación de ADN para ayudar
en una investigación criminal. Una versión más
burda de la tecnología –uso del ADN para iden-
tificar, únicamente, la ascendencia geográfica de
más allá de una duda razonable 17
En una “granja de cuerpos” de la Universidad Estatal Sam
Houston, en Huntsville, Texas, la entomóloga forense Sibyl
Bucheli estudia la cantidad y tipo de insectos que infestan
un cuerpo en descomposición para determinar la hora de la
muerte. Los científicos investigan si los cambios en las bac-
terias que descomponen un cadáver podrían aportar pistas
más precisas del momento en que murió una persona.
La ciencia forense, ahora con más ciencia
Desde 2009, cuando la Academia Nacional de Ciencias publicó un informe criticando
la investigación de incendios premeditados y el análisis de huellas, ambos campos
han mejorado sus prácticas. A la izquierda, en un laboratorio que investiga incendios
premeditados, se quema un dormitorio para reunir datos sobre calor, humo y gases
emitidos. Arriba, Sylvia Buffington-Lester, experta en huellas dactilares con 45 años
de experiencia, dice que los analistas deben estudiar las huellas de un crimen antes de
ver las de un sospechoso: “Si empiezas con una huella perfecta, estarás prejuiciado”.

FOTOGRAFIADO EN ATF FIRE RESEARCH LABORATORY (IZQ.) 21

 Cómo ponerle rostro a un caso
Grado de
0% consistencia 100 %

COLOR DE LA PIEL
Si una muestra de ADN hallada en una escena de crimen no arroja coincidencias 0%
NEGRO
en alguna base de datos, las agencias judiciales pueden recurrir a una tecnología
llamada fenotipificación de ADN, la cual utiliza ingeniería inversa para recrear el rostro 5.7 %
de la fuente: en este caso, el asesino de Lake Charles. La técnica convierte la evidencia MORENO OSCURO

genética en un código, el cual pasa por algoritmos matemáticos complejos que predicen 25 %
los rasgos físicos. Los expertos hacen énfasis en que el rostro resultante sirve para MORENO CLARO

descartar personas que no correspondan con el perfil, más que para identificar a un 50.5 %
individuo en particular. MUY CLARO

62.2 %
CLARO
Proporción
0% de ADN 100%
0%
CENTRO ASIÁTICO COLOR DE LOS OJOS
0% 0%
ASIÁTICO ORIENTAL NEGRO

0% 0.7 %
MEDIO ORIENTAL MARRÓN

La evidencia 0% 17.9 %

1 Especialistas forenses recogen

evidencia biológica de la escena
del crimen y la envían a un labo-
NATIVO AMERICANO

0%
OCEÁNICO
MIEL

AZUL
46.2 %

ratorio de ADN, donde se esca-

nea alrededor de un millón de 0% 22.8 % 51.9 %
AFRICANO EUROPEO CENTRO OCCIDENTAL VERDE
marcadores genéticos.
98.3 %
68.1 %
EUROPEO EUROPEO NOROCCIDENTAL

ANTEPASADO GENÓMICO COLOR DEL CABELLO

4.3 %
RUBIO

5.3 %
en PELIRROJO

den
27.4 %
miles de personas crea algorit- predecir rasgos como ascendencia y color de NEGRO
mos sofisticados que correla- piel, cabello y ojos. Cada predicción reduce
cionan el ADN con los rasgos las características físicas posibles y empieza 85.5 %
CASTAÑO
físicos. por excluir rasgos poco probables.

PECAS
9%
NINGUNA

50 %
MUCHAS

59.6 %
ALGUNAS

79.2 %
POCAS

JASON TREAT Y RYAN WILLIAMS

FUENTES: THOM SHAW (ARTE FORENSE) Y STEVEN ARMENTROUT,
PARABON NANOLABS, INC.
 Variación del
rostro promedio

Predicción del ADN

normalmente se calculan de
10 a 20 variaciones faciales

cir cómo encajan las mediciones faciales del fica y el color de ojos, piel y cabello. La imagen superior es la
sujeto –por ejemplo, ancho del cráneo y predicción de los algoritmos computarizados para el
tamaño de los labios– en el espectro de aspecto del sospechoso de Lake Charles a los 25 años.
variación facial.

GAMA DE OPCIONES
Los ilustradores forenses pueden
alterar el modelo para reflejar edades
y pesos posibles, así como rasgos
superficiales, como estilos de peinado
o cabello teñido. A la derecha, se
presentan tres variaciones.
un sospechoso– fue determinante para capturar
a un asesino en serie de Luisiana en 2003. De
manera muy similar al caso de Bouzigard, la po-
licía estuvo buscando a una persona de una as-
cendencia particular y el perfil de ADN indicó
que estuvieron indagando en un segmento po-
blacional equivocado.
Las nuevas versiones de la técnica detallan más
los perfiles ancestrales, lo que proporciona rasgos
físicos que tienen raíces genéticas conocidas. Por
ejemplo, tanto los asiáticos orientales como los
europeos tienen la piel clara, pero se debe a influen-
cias genéticas distintas. La piel clara de los euro-
peos está vinculada con una versión particular de
un gen llamado SLC24A5. Casi todos los euro-
peos tienen dos copias de esa versión del gen; en
cambio, los no europeos con una sola copia de la
versión tienen la piel mucho más clara que quie-
nes no tienen una. “Podría sentarme en una habi-
tación llena de afroestadounidenses y decirte, con
bastante precisión, quiénes tienen ese gen –co-
menta Mark Shriver, profesor de bioantropología
en la Universidad Estatal de Pensilvania–. Así de
fuerte es su efecto”.
Además de rastrear versiones de genes que co-
difican ciertos rasgos, los creadores de la fenoti-
pificación de ADN pueden buscar variaciones
minúsculas dispersas por todo el genoma, llamadas
polimorfismos de nucleótido simple (SNP). Se sabe
que están asociadas con rasgos físicos, como color
de cabello y ojos, la tendencia a desarrollar pecas y
si el individuo tiene fusionados o no los lóbulos de
las orejas.
Los investigadores de Parabon, junto con Craig
Venter, de Human Longevity, van más allá y usan
enormes bases de datos computarizadas para bus-
car nexos entre patrones SNP y los rasgos faciales
de una persona. Para ello piden a los voluntarios
que respondan cuestionarios sobre su apariencia,
incluyendo detalles, como si tienen pecas. Luego
revisan cada muestra de ADN del voluntario y
analizan casi un millón de puntos donde se sabe
que ocurren los SNP. Mientras, un escáner 3D
registra la forma del rostro del voluntario y crea
una imagen digitalizada de la cara. De esa manera,
los algoritmos computarizados pueden buscar aso-
ciaciones entre los patrones específicos de los SNP
y los rasgos sobresalientes de los escaneos 3D del
mismo individuo, por ejemplo, la forma de su
mandíbula o de la nariz. Es un procesamiento ma-
sivo de datos que puede demorar semanas y se
lleva a cabo en cientos de computadoras. Después,
las correlaciones de los patrones SNP y los rasgos
conocidos pueden servir para hacer la ingeniería
inversa de un rostro usando la muestra de ADN de
un individuo desconocido, como el asesino cuyo
tejido encontraron bajo las uñas de Bouzigard.
Por supuesto, la interrogante es cuánto se parece
la cara al individuo que contribuyó con el ADN de
donde se obtuvo la imagen, al extremo de poder
excluir a otras personas, incluso las de ascendencia
geográfica similar. En teoría, mientras más personas
de distintas etnias y perfiles faciales contribuyan a
la base de datos de ADN, mejor será la predicción
de rostros de sospechosos de crímenes. En opi-
nión de Manfred Kayser, profesor de la Universi-
dad Erasmo de Róterdam, quien ha desarrollado
una prueba que predice el color de ojos y cabello a
partir del ADN, lo que hace falta ahora es una de-
mostración clara y publicada de que los modelos
construidos con una base de datos, de hasta mu-
chos miles de personas, son capaces de crear una
imagen precisa de un individuo que no está regis-
trado en la base de datos. “Lo crucial es que cual-
quier cosa que hagan debe ser validada, debe poder
replicarse”, insiste. En estos momentos, Parabon
trabaja en una pequeña prueba de su metodología
con Bruce Budowle, director del Instituto de Gené-
tica Aplicada en la Universidad del Norte de Texas
y antiguo experto en ADN del FBI.

Max Aguilera-Hellweg ¿Cómo fue la experiencia de trabajar en la escena de un crimen?

es fotógrafo, Tomé fotografías en el sitio donde Sierra Bouzigard fue asesinada.
cineasta y médico, Era muy tranquilo y me embargó un profundo sentimiento de res-
aunque no ejerce peto por la persona que murió allí. Quise tomar esa foto para ayu-
la medicina. dar a contar su historia. Tal vez sirva para atrapar a su asesino.

PARABON NANOLABS

24
En una calle residencial simulada en una instalación de entrenamiento del FBI, un investigador forense aprende a usar láseres
para advertir el patrón de vuelo de las balas y reconstruir incidentes de tiroteo. Los críticos afirman que el entrenamiento y los
métodos científicos comprobados son indispensables para poner la ciencia forense en el camino correcto.

Steven Armentrout, director ejecutivo de Para-
bon, señala que es importante aclarar cómo deben
usarse las reconstrucciones faciales de su compa-
ñía: no para identificar a un individuo en particu-
lar, sino para eliminar a quienes, claramente, no
se parecen a la imagen, empezando por las perso-
nas que no tienen coincidencias obvias, como los
obreros mexicanos del caso Bouzigard.
“En el futuro –agrega Armentrout– haremos
esto al inicio de la investigación: quién debe y no
debe estar en tu lista de sospechosos”. Conforme
el campo de investigación se reduzca, el ADN de
un sospechoso que no sea excluido con la imagen
de Parabon Snapshot podría someterse a pruebas
para compararlo contra la muestra real hallada en
la escena del crimen. Y la fenotipificación de Pa-
rabon no lleva la intención de identificar indivi-
duos específicos. “Quisiera enfatizar ese mensaje
–aclara Armentrout–. Estas tecnologías nuevas
solo hacen más eficiente el proceso judicial”.
Les Blanchard, el detective de Lake Charles que
espera resolver el asesinato de Sierra Bouzigard,
agrega que él y su equipo han recibido numerosas
pistas desde que hicieron público el retrato de
Parabon Snapshot en septiembre pasado. Ya han
llamado a algunas puertas.
Al momento de escribir este artículo no habían
encontrado coincidencias. j
más allá de una duda razonable 25
Los griegos antiguos creían que los dioses influían en todo,
desde el reino superior hasta el inframundo. Con el tiempo
adoptaron ideas sobre la vida después de la muerte que
reflejaban una visión más mística y personal.

GRECIA,
los DIOSES
y el MÁS
ALLÁ

Reflectores iluminan el templo de Poseidón,

dios del mar, en el cabo de Sunión, Grecia.
VINCENT J. MUSI, ZONA ARQUEOLÓGICA DE SUNIÓN
Por Caroline Alexander
Fotos de Vincent J. Musi y David Coventry

El mundo de la Grecia antigua

estaba lleno de dioses liderados por los omnipresentes olímpicos,
Zeus, Hera, Apolo, Poseidón, Atenea y otros gigantes de la mitología.
Además de adorar a estos habitantes divinos del Olimpo, los griegos
tenían cientos de cultos que veneraban a deidades y héroes locales.
La gente les rezaba a estos dioses por las mismas razones por las
que rezamos hoy día: salud y seguridad, prosperidad, cosechas abun-
dantes, seguridad en los viajes marítimos. Habitualmente rezaban
como parte de una comunidad. Mediante ofrendas y sacrificios
esperaban complacer a las deidades indescifrables que, según creían,
regían sus vidas.
Pero, ¿qué sucede después de la muerte? Para estos fines, los grie-
gos antiguos recurrían a Hades, dios del inframundo, hermano de
Zeus y Poseidón. Sin embargo, Hades no brindaba consuelo. El reino
de Hades (“lo oculto”) estaba envuelto en una oscuridad nebulosa
y dividido por el temible río Estigia. En palabras del poeta Homero,
era un lugar “terrible y putrefacto” al que iban al morir personas
comunes y corrientes, incluso héroes.
Con el tiempo, la empatía de los griegos por la condición humana
se incrementó y adoptaron religiones y cultos de características distin-
tas. Cultos mistéricos, envueltos en secretismo, prometían guiar a sus
adeptos en el más allá. Los ritos mistéricos eran sumamente emotivos
y se representaban como obras de teatro complejas. Aquellos que ve-
neraban a los grandes dioses en la isla griega de Samotracia se realiza-
ban de noche, a la luz de antorchas que iluminaban el camino de los
iniciados. Estos rituales se protegían con la vida y, hoy por hoy, toda-
vía son un misterio.
Para el siglo iv a.C. habían surgido cultos que ofrecían purificar
a los iniciados purgándolos de las impurezas de la humanidad. Así
se instauraban los cimientos de las nuevas religiones. Cuando el
cristianismo arrasó con el mundo antiguo, llevó consigo, además
del culto a una sola deidad, remanentes de las creencias de antaño:
la expiación de la corrupción humana mediante ritos místicos, la
idea de que a los iniciados y a los no iniciados les aguardaba un des-
tino distinto, y la veneración de textos sacros.
28 nat iona l ge o g r aphi c • julio de 2 0 1 6
 T
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2 917 m Lemnos
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Cefalonia

o
Eleusis Efeso
Corinto Acr´opolis (Atenas)
Samos
Zante Micenas Mileto
Olimpia Egina Ceos
PELOPONESO Cabo de
Ma r Suni´on Delos
Jo n i o Halicarnaso
Esparta Naxos
Pilos Cos
Milos
Rodas
Citera

Ma r d e C r e t a

Cnosos

Creta
Cueva de Zeus
(Montes Dikti)

El atlas de la fe Santuario o emplazamiento

religioso importante
0 mi 60
Las raíces de la religión griega se remontan a miles de años. Los
0 km 60
emplazamientos religiosos estaban dedicados a cultos civiles SE MUESTRAN FRONTERAS ACTUALES
LOS SITIOS EN MARRÓN ESTÁN ANOTADOS
o deidades locales, así como a tradiciones nacionales: festivales, EN LA LÍNEA DEL TIEMPO ABAJO
oráculos, peregrinaciones y ceremonias. Por ejemplo, los rituales
mistéricos en Samotracia se realizaron desde el siglo VI a. C. hasta
los albores del cristianismo. Los sitios sagrados también conme-
moraban las residencias legendarias de los dioses, como el Olimpo.

Uso ritual activo Samotracia

Acrópolis (Atenas)
Filacopí Olimpia
Cueva de Zeus (Montes Dikti)

3000 2000 1000 a. C. d. C. 1 300

JEROME N. COOKSON
FUENTES: SANDRA BLAKELY, UNIVERSIDAD EMORY; RICHARD TALBERT,
UNIVERSIDAD DE CAROLINA DEL NORTE EN CHAPEL HILL

g re c i a , d i o s e s y e l m á s a l l á 29
El estado de ánimo de los dioses
Según la descripción de Homero, los dioses
y las diosas que reinaban desde el Olimpo
poseían cualidades humanas, como lujuria,
celos y deshonestidad. También tenían una
ventaja sobrehumana: eran inmortales.

El monte Olimpo tiene más de una cima. Los griegos antiguos creían
que los dioses más poderosos vivían en el pico escarpado de Mytikas
–aquí, iluminado durante una tormenta–, incluso el primordial dios
del tiempo, “el tonante supremo”.
VINCENT J. MUSI
Las 33 odas, conocidas como “himnos homéricos”,
elogian las virtudes de los dioses. Dioniso era
“un joven en el primer resplandor de la madurez”;
Atenea, un oponente feroz a quien le “apasionaban
las hazañas de la guerra, el saqueo de las ciudades,
los alaridos y la batalla”.

Dioniso –dios del vino, el teatro y la música– se apoya ebrio en un sátiro.

El culto a esta deidad con frecuencia suponía orgías y concursos de bebida;
se celebró hasta la época romana.
DAVID COVENTRY, MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL DE ATENAS
LAS FOTOGRAFÍAS DE LA ACRÓPOLIS DE ATENAS, DELFOS, EL ORÁCULO DE DODONA, EL CABO DE SUNIÓN Y TODOS
LOS ARTEFACTOS SE TOMARON CON EL PERMISO DEL MINISTERIO HELÉNICO DE LA CULTURA Y EL DEPORTE.
Esta estatua de bronce del siglo IV a.C. representa a la diosa Atenea, hija
de Zeus. Su armadura intimidante incluía la cabeza del monstruo decapitado
Medusa, a modo de adorno en el pecho.
DAVID COVENTRY, MUSEO DE ARQUEOLOGÍA DE EL PIREO
Señales divinas
Los griegos en busca de guía consideraban los oráculos
como una línea de comunicación directa con los dioses.
Las respuestas a sus preguntas se manifestaban de
distintas formas: acertijos poco claros, augurios que
se materializaban en aves o truenos, incluso en el
crujido de las hojas.
Se cree que el oráculo de Dodona, localizado en el noroeste escarpado de
Grecia, fue el primero del país. Aquí, los mortales planteaban preguntas
a Zeus por medio de un roble sagrado y los sacerdotes interpretaban
las respuestas.
VINCENT J. MUSI, ZONA ARQUEOLÓGICA DE DODONA
El ocaso baña las ruinas del santuario de Atenea Pronaia, en Delfos, y su
tholos, una construcción circular. Es probable que peregrinos orquestaran
sacrificios aquí antes de consultar el oráculo de Delfos, en el templo
cercano dedicado a Apolo.
VINCENT J. MUSI, ZONA ARQUEOLÓGICA DE DELFOS
El Erecteón, templo en honor de Atenea, está situado en el sitio más
sagrado de la Acrópolis de Atenas. En la antigüedad, los griegos
celebraban festivales, sacrificios, juegos y procesiones religiosas
en el templo. Hoy es un imán de turistas.
VINCENT J. MUSI, ZONA ARQUEOLÓGICA DE LA ACRÓPOLIS, ATENAS

38
Culto público
Los ritos religiosos comunes vinculaban a poblados
y regiones de la Grecia antigua. En un inicio, el culto
era comunal. Sin embargo, conforme las personas
empezaron a cuestionarse el sentido de la vida
y anhelar la existencia después de la muerte, les
atrajeron cultos que implicaban una relación más
individual con lo divino.

En esta pintura de una procesión sacrificial figuran músicos, un cordero para

el sacrificio y una mujer con utensilios propios de un altar. Las ceremonias
religiosas eran de los pocos actos públicos en los que las mujeres participaban
activamente.
DAVID COVENTRY, MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL DE ATENAS

g re c i a , d i o s e s y e l m á s a l l á 39
El camino sacro
Los griegos recurrían a cultos mistéricos cuando
buscaban el significado de sus vidas personales y la
protección después de la muerte. En lugares como
el santuario de los grandes dioses, en la isla de Samo-
tracia, se admitía a iniciados en los cultos, en ceremonias
cuyos detalles no se conocen por completo.

1. Propileos de Ptolomeo II
Los iniciados cruzaban este pórtico
para entrar al santuario por la noche.
La estructura salvaba una pendiente
profunda que dividía el mundo físico
del sacro.

2. Edificio del Friso de las Bailarinas

Esta construcción espléndida debe su nombre al friso
complejo con bailarinas que lo decoran. Se erigió en
el siglo IV a. C. y tenía salas e instalaciones aptas para el
sacrificio y las libaciones a los dioses.

Rotonda de Arsínoe II
Esta sala de mármol está dedicada
a una princesa del antiguo Egipto.
Era la mayor sala circular cubierta
del mundo griego.

Anaktoron
Esta construcción fue destruida y
reconstruida tres veces. Su función
es un misterio. Es posible que a los
no iniciados se les negara la entrada.

Sala de banquetes
Los iniciados celebraban su admisión
en esta sala de banquetes. El espacio
fue un obsequio de una donante
adinerada.
 Victoria alada
Esta célebre estatua de Niké, la diosa de la
victoria, descubierta en 1863 y hoy en el Louvre,
se posaba sobre la escultura de un navío. Es
probable que conmemorara una victoria naval
del siglo II a.C.

3. Hierón
Los iniciados debían dar vuelta en una
esquina para entrar a esta edificación
grande, que tenía bancas a lo largo de
sus muros y un ábside curvo en la parte
trasera. Es probable que los ritos iniciáticos
culminaran aquí.

Teatro
En el teatro, tallado en una ladera,
se celebraban funciones públicas
y dramas rituales en los cuales se
representaban historias de dioses
y héroes samotracianos.

Estoa
Se cree que, durante las visitas
prolongadas, los iniciados dormían
aquí. Inscripciones de sus nombres
cubren los muros de la construcción
más grande del santuario.

Neorion
Esta construcción exhibía un barco
íntegro, seguramente capturado en
batalla y ofrendado a los dioses por
el vencedor.

EL MODELO 3D DE SAMOTRACIA DE ESTA IMAGEN FUE

PATROCINADO PARCIALMENTE POR TU SUSCRIPCIÓN.

JASON TREAT. ILUSTRACIÓN: JAIME JONES

MODELADO EN 3D: MICHAEL MUSKER, NVIS360; FUENTE
DE KYLE THAYER: BONNA WESCOAT, UNIVERSIDAD EMORY
El poder de los muertos
Los griegos creían que los muertos ejercían una influencia
positiva o negativa en sus vidas desde el más allá, de modo
que buscaban el favor de sus ancestros con honores
y ofrendas. Muchos también estaban convencidos de
que su pertenencia a los cultos adecuados tenía una
relación directa con su destino después de morir.

La función de este relieve en mármol, parte de una tumba, era conservar el

recuerdo de los difuntos: a una madre joven le acercan su bebé y este le tiende
los brazos (arriba). Los griegos antiguos creían que los muertos se presentaban
ante tres jueces en el más allá. Uno de ellos era Radamantis (der.), aquí
representado en una pintura dentro de una tumba macedonia.
DAVID COVENTRY, MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL DE ATENAS (ARRIBA);
VINCENT J. MUSI, TUMBA DE MIEZA (DER.)
¿Qué es mejor, la vida o la vida después de la muerte?
En la Odisea de Homero, Aquiles, el héroe caído,
responde desde el más allá: “Preferiría ser esclavo del
peor de los amos que rey de todos los muertos”.
En la antigüedad, los griegos creían que Caronte, el barquero, guiaba
las almas al Hades por el río Aqueronte, el “río del dolor”. Hoy día, el río
–aquí iluminado por las luces de un bar cercano– es popular entre turistas
y navegadores de rápidos.
VINCENT J. MUSI
 Junio Este mes Agosto
EL VERANO DE LOS TIBURONES Tigre Blanco Oceánico de puntas blancas

EL MISTERIO
DEL TIBURÓN
BLANCO
Sii soon loss tiburones máss faamossos l ndo
graciias a laa peelícula Tiiburóón, por
sabemos tan poco dee e ?

Quizá ningún otro animal despierta un pánico tan primor-

dial como el tiburón blanco. Este ejemplar regresó una y
otra vez para investigar al buzo dentro de una jaula en las
aguas de Australia. Sin embargo, los científicos dicen que
la gente representa más una amenaza para los tiburones
que estos para la gente.
Las aguas claras de las islas Neptuno, en Aus-
tralia, son uno de los mejores lugares del mundo
para ver tiburones blancos. Este pasa cerca
de una mantarraya en un bosque de algas.
Por Erik Vance
Fotografías de Brian Skerry

Encontrarse con un tiburón

blanco en mar abierto no se
parece a nada de lo que podría
esperarse. A primera vista, no es
la bestia malévola que pensamos
gracias a miles de programas de
televisión. Es corpulento, como
salchicha con relleno extra. Su
papada fofa tiembla cuando abre
la boca que, de otro modo, for-
ma apenas una ligera sonrisa.
De perfil, uno de los depredado-
res más grandes del mundo es
apenas poco más que un bufón
boquiabierto.

Solo cuando este payaso submarino te mira de
frente entiendes por qué es el animal más temido
de la Tierra. De frente, su cabeza ya no es suave ni
fofa: se adelgaza en forma de flecha y arrastra sus
ojos hasta una V siniestra. La sonrisa boba desa-
parece y solo se ven las filas de dientes de cinco
centímetros, capaces de morder con una presión
de casi dos toneladas de fuerza. Lentamente, con
confianza, se acerca; voltea la cabeza, primero ha-
cia un lado, luego al otro, te evalúa para decidir si
vale la pena perder su tiempo contigo. Entonces,
si tienes suerte, se va y vuelve a ser el bufón que se
desliza perezosamente hacia la penumbra.
Hay más de 500 especies de tiburones, pero en
la imaginación popular solo existe uno. Cuando
Pixar necesitó un villano submarino para su pe-
lícula animada Buscando a Nemo, no recurrio al
inofensivo tiburón nodriza ni al agresivo tiburón
50 nat ional geo g raphic • julio de 2 0 1 6
toro. Tampoco al tiburón tigre, que sería más
apropiado en el arrecife de coral, hogar de Nemo.
Fue un tiburón blanco –con su sonrisa dentada
y amplia– el que se estampó en vallas publicitarias
en todo el mundo.
El tiburón blanco es el pez emblemático del
océano y, aun así, sabemos muy poco de él, y mu-
cho de lo que creemos saber simplemente no es
verdad. Los tiburones blancos no son cazadores
despiadados (si acaso, sus ataques son cautelosos),
no siempre son solitarios y quizá sean más listos
de lo que han creído los expertos. Incluso los ata-
ques en la costa de Jersey de 1916, famosos por ser
mencionados en Tiburón, fueron causados por un
tiburón toro y no por uno blanco.
No sabemos con certeza cuánto viven, durante
cuántos meses gestan, cuándo alcanzan la madu-
rez. Nadie ha visto cómo se aparean o dan a luz.
Un tiburón blanco grande se dispara por el agua cerca de las islas Neptuno. Los científicos identifican estos tiburones por sus
aletas dorsales, sus cicatrices a lo largo del cuerpo y la línea en zigzag que separa sus mitades gris y blanca.

Imagina que un animal terrestre del tamaño de una
camioneta pick up cazara en las costas de Califor-
nia, Sudáfrica y Australia. Los científicos sabrían
cada detalle de sus hábitos de apareamiento, sus
migraciones y su conducta después de observar-
los en zoológicos, instalaciones de investigación
y, quizá, en circos; pero las reglas son diferentes
bajo el agua. Los tiburones blancos aparecen y
desaparecen a voluntad, lo que hace casi imposi-
ble seguirlos a las aguas profundas; se rehúsan a
vivir detrás de un vidrio: en cautiverio, algunos
deliberadamente dejan de comer o estrellan sus
cabezas contra las paredes.
Aun así, actualmente los científicos, mediante el
uso de tecnología de vanguardia, podrían estar a
punto de responder dos de los misterios más frus-
trantes: ¿cuántos hay y adónde van? Desvelar estos
misterios podría ser crucial para decidir cómo
protegernos de ellos y a ellos de nosotros. Cuando
por fin podamos ver el tiburón blanco desde todos
los ángulos, el asesino más aterrador del mundo
¿merecerá nuestro miedo o nuestra compasión?
un bote pesquero de siete metros se encuentra
frente al extremo sur de Cabo Cod, en Masachu-
sets. Los pasajeros –tres científicos, dos clientes,
dos periodistas y el capitán– se relajan en sus
asientos. La voz de un piloto vigilante que vuela
300 metros arriba de ellos suena por la radio: “¡Te-
nemos una belleza de tiburón hacia el sur!”.
el g ran mister io bl anco 51
El imperio del tiburón blanco
El tiburón blanco es una de seis especies endotérmicas de escualos, lo que significa que puede
incrementar la temperatura interna de su cuerpo por encima de la del agua que lo rodea. Esto
le permite habitar en profundidades extremas y en las aguas frías de las latitudes más altas,
y ser capaz de funcionar eficientemente para capturar presas ágiles y rápidas.

UA

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“ A F

CA A

0 mi 3 000

0 km 3 000
ESCALA EN EL ECUADOR Hábitat primario Hábitat migratorio Centro de actividad * VER PÁGINA 57

- habido uno de estos centros en la costa este de

siasma; está parado sobre una plataforma que se
extiende metro y medio fuera de la proa, un pa-
sillo con barandal que se parece a la plancha de
los piratas. Si esto fuera una película de Holly-
wood, tendría un arpón en la mano y una pata de
palo. En cambio lleva una cámara GoPro en la
punta de una vara de tres metros.
Antes de 2004 casi no se veían tiburones blan-
cos en las aguas de la costa este de Estados Unidos.
Ocasionalmente alguno aparecía cerca de una
playa o en una red de pesca, pero eran casos raros.
En otras partes, los tiburones blancos se congregan
por temporadas en cinco “centros de concentra-
ción” o territorios, que incluyen la costa de Cali-
fornia hacia Baja California en México, las costas
al sur de África y al sur de Australia, donde se
juntan para alimentarse de focas, pero nunca ha
52 nat iona l ge o g r aphi c • julio de 2 0 1 6
Estados Unidos; tampoco muchas focas. Los tibu-
rones aquí eran vagabundos sin hogar. Entonces,
en 2004, una hembra solitaria se abrió paso hasta
las ensenadas poco profundas y los cardúmenes
de Woods Hole, Masachusets.
Para Skomal, que ya había colocado etiquetas
de rastreo en otros tiburones durante 20 años, esta
era una oportunidad única. “Pensé que era una
casualidad. Esto no volvería a suceder”, dice con
su sonrisa amplia e infantil. En las dos semanas
siguientes, Skomal y sus colegas siguieron al ti-
burón, al que llamaron Gretel, y le colocaron un
dispositivo de rastreo electrónico. Seguir un tibu-
rón blanco por el Atlántico ofrecía una oportu-
nidad para resolver muchos misterios, pero, a 45
minutos del viaje, el dispositivo de Gretell dejó
de funcionar y se desprendió. “Me sentía en las
Cerebro y ojos Cavidad del cuerpo Músculo rojo
La sangre tibia cerca del cerebro El calor que circula en la Músculo La ubicación central del músculo
y detrás de los ojos mantiene alerta zona de las vísceras podría rojo rojo cálido –auxiliado por intercam-
al tiburón y le proporciona una acelerar la digestión y Músculo Ó anos biadores de calor– implica menor
visión aguda en aguas más frías. absorción de alimento. blanco int
in
nternos
os pérdida de calor a través de la piel.

Mayoría
de los
tiburones
Una vena que recorre el
músculo rojo abastece de
sangre caliente el cerebro. Tiburón
blanco

M scculoo
Mú jo

Int
n est no
nt
g
Los tiburones blancos
preservan una temperatura
corporal interna constante de

Sistema de intercambio de calor 26 °C

a pesar de las temperaturas
Órganos que reciben calor del agua circundante.

INTERCAMBIO DE CALOR
Mayoría de los tiburones
En la mayoría de los tiburones, el calor metabólico
se libera por las branquias y a través de la piel. Agua Calor
B nquias S gre
San re ec Tejido
id
fria metabólico
Sin embargo, la disposición única de sus venas y
arterias les permite a los tiburones blancos la trans- El calor se
ferencia de calor entre la sangre caliente y la fría, Tiburón blanco
transfiere entre
así como retener el calor en el centro del cuerpo. Braanq
nquias Tejidoo los vasos
sanguíneos

FERNANDO G. BAPTISTA, MATTHEW W. CHWASTYK; LAWSON PARKER

FUENTES: UICN; DEPARTAMENTO DE PESCA Y ACUACULTURA, FAO; KENNETH J. GOLDMAN, DEPARTMENTO DE CAZA Y PESCA DE ALASKA

nubes y me desplomé hasta lo más bajo, porque
estaba seguro de que era la oportunidad más
valiosa de mi carrera para estudiar un tiburón
blanco”, explica Skomal.
Entonces, en 2009 todo cambió. Un piloto vio
cinco tiburones blancos frente al cabo. En un fin
de semana, Skomal les puso dispositivos de rastreo
a todos. “Me puse como loco, sentía palpitaciones
de adrenalina, sentía que el corazón se me salía del
pecho. Era lo que siempre había soñado”.
Desde entonces, los tiburones blancos han re-
gresado cada verano, lo que ha llevado a algunos
a considerar el cabo como el sexto centro de con-
centración. ¿Cuántos tiburones blancos hay? Para
eso vayamos al centro que va de California a Baja
California. Ahí los esfuerzos por contar tiburones
empezaron con Scot Anderson cuando era cien-
tífico de aves marinas a mediados de los ochenta,
en una isla al oeste de San Francisco. Anderson y
otros han rastreado los tiburones, primero a sim-
ple vista y después con rastreadores acústicos y,
más recientemente, satélites. Durante los últimos
30 años, los equipos han recopilado miles de ob-
servaciones de tiburones específicos a los que re-
conocen por la forma y las marcas de sus aletas
dorsales, en tanto que otros usan la línea distintiva
entre la parte gris de sus cuerpos y la parte blanca
inferior. Los científicos saben dónde se congregan
los tiburones y cómo se alimentan. Y cada año la
mayoría de los tiburones que observan son los
mismos que habían visto en años anteriores.
Esto planteó una pregunta inquietante: con
suficientes observaciones, ¿se podrían usar los
tiburones que vemos para calcular cuántos no
podemos ver? En 2011, un equipo de California
hizo justamente eso y calculó 219 adultos en la
e l g r a n m is ter i o bl anc o 53
En busca de focas, dos tiburones nadan cerca
de las islas Neptuno. Los tiburones blancos no
viven en grupo, pero tampoco son criaturas
totalmente solitarias. A veces se juntan cerca
de la comida.
El biólogo Greg Skomal trata de grabar en video a un tiburón cerca de una zona de nado muy popular en Cabo Cod. Por primera vez
en la historia moderna, los tiburones blancos han empezado a regresar de manera regular a las aguas de este centro vacacional.

región más rica en tiburones de California. Inclu-
so entre los depredadores más destacados, gene-
ralmente menos abundantes que sus presas, es un
número muy reducido. El estudio sacudió al pú-
blico y fue el blanco de ataques inmediatos por
parte de otros expertos.
Por supuesto que contar tiburones blancos es
mucho más difícil que contar animales terrestres
o incluso mamíferos marinos. Así pues, los cien-
tíficos hacen suposiciones en grande sobre los
movimientos de los tiburones y de ahí extrapolan.
En California, la mayor suposición era que unas
Q Beca El trabajo de campo de Brian Skerry es financiado
en parte por tu suscripción.
56 nat ional geo g raphic • julio de 2 0 1 6
cuantas zonas de alimentación eran representa-
tivas de todo el centro de concentración. Otros
equipos analizaron los mismos datos con supo-
siciones diferentes y un estudio calculó casi 10
veces más tiburones (esta cuenta se fortaleció al
añadir a los jóvenes, que el primer estudio exclu-
yó porque se conoce muy poco de ellos). Muy
pronto, los científicos empezaron a cuantificar
tiburones blancos en los otros centros. Un equipo
de Sudáfrica calculó que ahí la población era de
unos 900, en tanto que otro consideró que en la
isla Guadalupe, en México, parte del centro de
concentración en California, había solo unos 120.
¿Estos números son altos o bajos? ¿Los tiburones
blancos se multiplican o desaparecen? El mundo

tiene cerca de 4 000 tigres y 25 000 leones africa-
nos. Si se utilizan los cálculos más bajos, la canti-
dad global de tiburones blancos es similar a la de
los tigres, especie en peligro de extinción. Si se uti-
lizan los cálculos más altos, la población se acerca
más a los leones, clasificados como vulnerables.
Varios expertos opinan que el tiburón blanco se
dirige a la extinción; otros ven una tendencia po-
sitiva. Algunos dicen que el aumento en la pobla-
ción de focas es un signo de que los tiburones
blancos prácticamente desaparecieron, mien-
tras que otros sostienen que más focas significan
más tiburones. Esto último sería más probable
debido a la aparición de tiburones en los alrede-
dores de Cabo Cod y la actividad creciente en el
hemisferio sur, según Aaron MacNeil, estadístico
australiano que analiza datos sobre tiburones. “No
he visto ninguna evidencia en los últimos 10 años
de que el número de tiburones blancos descienda
–dice MacNeil–. Sí, hay una disminución histó-
rica, pero esto no significa que vayan hacia la
extinción. Podría significar que su población se
incrementa muy, pero muy lentamente”.
Hay motivos para tener esperanza. Actual-
mente, casi ningún pescador tiene como objetivo
el tiburón blanco, sin embargo, un pacto global,
la Convención sobre el Comercio Internacional
de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silves-
tres, le da al tiburón blanco la segunda califica-
ción más alta en cuanto a conservación porque
los pescadores los atrapan sin intención. Pero con
números tan bajos, incluso la pesca accidental
puede causar estragos en la especie que –debido
a que se trata de un superdepredador– tiene un
papel ecológicamente importante en la adminis-
tración de los océanos.
para entender si los tiburones blancos necesitan
nuestra protección, no solo debemos saber cuán-
tos hay, sino también adónde van. Sus migraciones
no son muy claras; son desordenadas, con algunos
individuos que se aferran a las costas, en tanto
que otros zigzaguean cientos de kilómetros mar
adentro. Muchos, pero no todos, parecen mover-
se según la temporada entre aguas tibias o frías. Y
los caminos parecen diferentes para machos,
hembras y jóvenes.
Actualmente, gracias a los dispositivos de ras-
treo a larga distancia y a largo plazo que se comu-
nican por satélite, los científicos finalmente tienen
algo de claridad. Durante años se han percatado
de que los tiburones blancos adultos de California
y México abandonan la costa a finales del otoño.
Ahora sabemos adónde van: a las aguas profun-
das a mitad del océano Pacífico. No queda claro
por qué se reúnen en este “café” para tiburones
blancos. “Se dirigen hacia lo que algunos consi-
deran el desierto del océano, y ¿qué demonios
hacen ahí?”, dice Salvador Jorgensen, biólogo que
estudia los factores que contribuyen a la migra-
ción del tiburón blanco y la ecología.
Una respuesta posible es aparearse, lo que
explicaría por qué nunca nadie ha observado el
fenómeno. Esta zona es casi del tamaño de Cali-
fornia, pero con miles de metros de profundidad,
el g ran mister io bl anco 57
Un tiburón blanco muerde una foca señuelo en
Cabo Cod. Los tiburones suelen atacar con cau-
tela, aparentemente por temor a herirse con las
garras de las focas. A menudo muerden, se reti-
ran y dejan que la presa muera desangrada.
lo que dificulta monitorear tiburones ahí. Sin em-
bargo, los rastreadores satelitales nos dicen que las
hembras nadan en patrones rectos predecibles, en
tanto que los machos lo hacen hacia arriba y hacia
abajo en la columna de agua, posiblemente en
busca de compañeras de apareamiento. Así, se
empieza a vislumbrar un esbozo de las vidas de los
tiburones blancos de California. Después de pasar
el verano y el otoño atiborrándose de focas, se
enfilan hacia las profundidades del mar para re-
producirse, apoyándose en sus reservas de energía
para vivir. Los machos nadan de regreso a la costa
mientras las hembras vagan hacia lugares desco-
nocidos, donde permanecen por más o menos un
año, quizá para dar a luz. Entonces, los tiburones
recién nacidos aparecen en las zonas de alimenta-
ción –digamos en las aguas del sur de California–
para devorar peces hasta ser lo suficientemente
grandes para juntarse con sus mayores y cazar
focas al norte o al sur.
No es una imagen perfecta. Las hembras y los
machos no permanecen juntos en este “café” du-
rante mucho tiempo y no sabemos dónde nacen
los bebés. Pero la imagen explica mucho: por
ejemplo, cuando una población se recupera, los
jóvenes son más abundantes, lo que tal vez expli-
que por qué los californianos del sur se han encon-
trado con más tiburones últimamente. Aun así,
determinar la conducta en otros lugares resulta
más difícil. Los tiburones australianos se alimen-
tan en las costas del sur, pero no parecen tener un
patrón o “un café”. En el Atlántico sabemos aún
menos. “Tenemos tiburones vagabundos y tene-
mos tiburones costeros. ¿Qué determina uno u
otro? No tengo la menor idea”, comenta Skomal.
Aunque todavía no entiende sus migraciones,
está seguro de que los tiburones blancos tienen una
historia larga ahí. En su oficina al oeste de Cabo
Cod, abre un documento que recopila estudios
de huesos de foca de sitios arqueológicos de pue-
blos nativos de América a lo largo de la costa este.
Los huesos sugieren que las poblaciones de focas
se colapsaron por la caza excesiva, quizá un año
antes de la declaración de independencia de Esta-
dos Unidos. En otras palabras, ha habido muy
pocas focas grises en el Atlántico en los 240 años
de historia estadounidense. Actualmente, gracias
60 nat ional geo g raphic • julio de 2 0 1 6
a la Ley de Protección de Mamíferos Marinos, co-
lonias de focas pueblan Nueva Inglaterra. Y cuan-
do las focas regresaron, también los tiburones.
en una mañana brillante de agosto, abordo
un aeroplano biplaza con Wayne Davis, piloto
veterano de observación que actualmente ayuda
a los científicos a rastrear tiburones blancos. En
solo 30 minutos de vuelo vimos siete, todos pa-
trullando las playas donde las focas grises se ali-
mentan en las aguas abiertas. Al regreso, Davis y
yo pasamos por varias playas, casi 1.5 kilómetros
al norte, atestadas de vacacionistas.
Hasta ahora, los lugareños han aceptado a sus
nuevos vecinos. Hay animales de peluche, cami-
setas, carteles. Incluso la nueva mascota de la pre-
paratoria es un tiburón blanco. La mayoría de las
veces, los tiburones se muestran de perfil, alegres,
bufonescos. Sin embargo, los expertos advierten
que en algún momento alguien se va a encontrar
con la otra versión: los que tienen dientes.
Los ataques a personas son increíblemente ra-
ros. En las aguas de California, las posibilidades de
que un surfista sea atacado por un tiburón blanco
son de una en 17 millones; para los nadadores es
todavía más raro: un ataque en cada 738 millones
de visitas a la playa, según un estudio reciente. Sin
embargo, en Cabo Cod la certeza de un ataque
mortal de tiburón blanco es cuestión de tiempo.
El último en Nueva Inglaterra ocurrió en 1936,
pero ha habido advertencias recientemente: un
nadador fue mordido en ambas piernas en 2012
y dos remeros fueron volcados de su kayak en
2014, aunque salieron ilesos.
Si llegara a ocurrir un ataque más serio, Masa-
chusets se uniría a otros centros de concentración
para considerar los beneficios o los peligros de
tener tiburones en sus aguas.
Quizá los tiburones blancos se recuperan en
todo el mundo: siguen a las poblaciones crecien-
tes de focas y leones marinos, y se reubican en sus
antiguos territorios de caza.
Por otra parte, es posible que el tiburón blanco
se encuentre en el borde del abismo de la extin-
ción. ¿Podremos superar nuestro miedo y tenderle
la mano a esta criatura? ¿Podemos tener piedad
ante los ojos de un monstruo despiadado? j
 SALVEMOS LOS TIBURONES

UNA CAMPAÑA PARA

DETENER EL CORTE DE ALETAS

Miles de aletas de tiburón Ochocientos kilómetros mar adentro de

se tienden al sol en Hong la costa de Indonesia, un tiburón martillo
Kong. Ya secas, pueden al- es subido a un bote. Su carne no vale mu-
macenarse durante años cho, pero sus aletas podrían alcanzar 200
antes de hervirlas y extraer
sus espinas para hacer
dólares por kilogramo. Los pescadores
sopa. Las espinas no tienen sujetan el tiburón, le cortan las aletas y
sabor, pero le añaden una tiran al animal, todavía vivo, de vuelta al
textura similar a los germi- mar para que se hunda hacia el fondo.
nados de soya. Los científicos sostienen que, según
algunos cálculos, se matan 100 millones de tiburones de varias especies cada
año, sobre todo para satisfacer la demanda de China por la sopa de aleta de
tiburón. Históricamente, la mayoría de las aletas se ha ido al sur de China,
donde la sopa es un platillo popular en las bodas. Sin embargo, ha surgido una
campaña antialetas que recurre a celebridades como el actor Jackie Chan y el
ex jugador de la NBA Yao Ming. Algunos dicen que este esfuerzo podría haber
reducido la demanda de aleta de tiburón de Asia en 70%. El gobierno chino ha
proscrito la sopa de aleta de tiburón en los actos gubernamentales, pero
no queda claro si la matanza indiscriminada de tiburones se ha reducido
realmente. Daniel Pauly, científico de pesquerías, señala que la acción del
gobierno “es suficiente para eliminar el corte de aletas del radar de las organi-
zaciones occidentales, pero podría continuar fuera del radar hasta eliminar al
último tiburón”. —EV

FOTOS: ANTONY DICKSON, AFP/GETTY IMAGES (SUPERIOR); PAUL SAKUMA, ASSOCIATED PRESS 61
Los guardaparques reciben entrenamiento militar,
el cual incluye tácticas de emboscada. Desde que el
conflicto étnico en la vecina Ruanda se propagó
a la República Democrática del Congo, en 1994,
los guardaparques enfrentan constantes amenazas
por parte de varios grupos armados.
 La batalla por
VIRUNGA
Al rescate de uno de los parques más peligrosos del mundo.
Un gorila espalda plateada, de la familia
Mapuwa, de 22 miembros, emerge de la selva
para vigilar un rondín de guardaparques.
El parque ha tenido bastante éxito protegiendo
de la violencia su principal atractivo turístico,
los gorilas de montaña. Su población crece.
EXPLORAMOS EL PODER DE LOS PARQUES
durante un año
Por Robert Draper
Fotografías de Brent Stirton
C uando el guardaparques analizó
el grupo de desharrapados que supervisaba, siete
hombres jóvenes que reparaban un camino sinuoso
hasta el Parque Nacional de Virunga, no le costó
mucho ver qué tenía en común con ellos. Todos
habían nacido y crecido en o alrededor del parque,
en el borde oriental de la República Democrática
del Congo. Ninguno era rico. Ninguno lo sería
jamás. Todos habían visto caer a sus seres queri-
dos bajo el caprichoso golpe de machete de una
guerra con una lógica turbia, cuyo fin no se vis-
lumbra pronto.
Y ahora, aquí estaban todos, trabajando para el
parque, rellenando baches y limpiando cunetas de
desagüe con un propósito considerablemente más
extenso que 14 kilómetros de terracería. El camino
une el puesto de guardaparques en Bukima con
los turistas provenientes de Occidente, cuyo dinero
ayuda a financiar el parque nacional más antiguo
de África. Estos visitantes vienen aquí principal-
mente a cumplir un sueño: estar a unos cuantos
metros de los ilustres residentes del parque, los
escasos gorilas de montaña.
Menos famoso, pero igualmente importante,
el camino a Bukima conecta a los agricultores del
exterior del parque con los mercados del pueblo
y, más allá, con la ciudad de Goma. Durante años
ha sido un montón de rocas grandes y un lodo de
consistencia similar a arenas movedizas. Lo in-
transitable hizo las vidas más duras de lo que ya
eran. Pero ahora el parque estaba invirtiendo
66 nat ional geo g raphic • julio de 2 0 1 6
Emmanuel de Merode, flan-
queado por guardaespaldas
en el cuartel general nueve
meses después de haber
sobrevivido un intento de
asesinato, ha dirigido el par-
que durante ocho años. Se
ha convertido en la imagen
pública de los esfuerzos de
conservación de la RDC
oriental y en el blanco de
los ataques de los opositores
al parque.
dinero en la reconstrucción del camino. Y nativos
como estos lo reparaban. Así que el camino tam-
bién formaba un vínculo, aunque frágil, entre la
institución nacional más visible de la región y los
aldeanos, que lo ven con hostilidad, y a veces ra-
bia, porque creen que la tierra debería seguir per-
teneciéndoles. Aquí, el guardaparques, un capitán
llamado Theo Kambale, discrepaba de los hom-
bres jóvenes. El corazón de Kambale solo alber-
gaba reverencia por el parque. Él tenía 55 años y
había pasado 31 de ellos como guardaparques. Su
padre, también guardaparques, había muerto en
1960, el año en que nació Kambale, corneado por
un búfalo africano. Asimismo, su hermano ma-
yor había sido guardaparques. También él había
perdido la vida en el cumplimiento de su deber
en 2006. Su asesino no fue un animal silvestre,
sino un miembro de uno de los muchos grupos
armados que han saqueado y ocupado Virunga
durante dos décadas.
A estos jóvenes que crecieron en la pobreza les
parecía una gran injusticia que las tierras suma-
mente fértiles de Virunga, sus árboles y sus criatu-
ras deban estar protegidas por la ley para el placer
visual de turistas acomodados. Fueron forzados a
pelear en un grupo paramilitar conocido como
M23. Hacia finales de 2013, después de año y me-
dio de lucha, el ejército congolés, respaldado por
las tropas de las Naciones Unidas, derrotó al M23.
Estos siete estaban entre los soldados de infantería
de la milicia que las fuerzas de paz de la ONU y los
directivos del parque consideraban salvables.
El trabajo en el camino a Bukima era más duro
y menos rentable que los saqueos. Pero los antiguos
rebeldes se mantenían en él. Kambale estaba im-
presionado. Hablaba con ellos de vez en cuando.
“Antes, lo único que creaban era inseguridad en
la región –decía–. Ahora están construyendo este
camino. Es un comienzo. A partir de aquí pueden
hacer otras cosas. Pero no se puede progresar si
no hay seguridad. Así que díganles eso a sus ami-
gos. Díganles que dejen sus grupos armados. Por-
que eso no es vida. Esto –y señalaba el camino– es
el comienzo de la vida”.
El guardaparques esperaba que su mensaje sur-
tiera efecto en ellos. Conocía sus antecedentes
desafortunados. Estaba consciente de que la ma-
yoría había sido reclutada a la fuerza. A lo largo
de sus brazos y espaldas había una espeluznante
red de cicatrices que testificaba aquella semiescla-
vitud. Al ver a estos hombres de veintitantos años,
l a batal l a p or v i ru n g a 67
El camino formaba un
vínculo, aunque frágil,
entre el parque y los
aldeanos que lo ven con
hostilidad, pues creen
que la tierra debería
pertenecerles.
marcados permanentemente por la brutalidad,
Kambale pensó en su propia herida en la pierna
derecha, causada por una flecha de la milicia. Una
prueba de residencia, se podría decir. Si ellos pu-
dieran ver más allá de sus heridas de batalla, quizá
este parque podría salvarse.
no hay ningúna zona protegida nacional en el
mundo que sea como Virunga, bendecida y mal-
dita a la vez. Sus aproximadamente 800000 hec-
táreas incluyen una red de ríos alimentados por
glaciares, uno de los Grandes Lagos de África,
sabanas decoloradas por el sol, bosques tropicales
de tierras bajas impenetrables, una de las cumbres
más altas y dos de los volcanes más activos del
continente. Virunga alberga más de 700 especies
de aves, más de 200 de mamíferos (como el oka-
pi, de aspecto singular, con patas traseras rayadas
como cebra, y 480 de los 880 especímenes de go-
rilas de montaña que quedan en el mundo). De
pie donde el río Semliki tiene su origen en el lago
Eduardo, con las montañas Rwenzori brillando a
la distancia, una serenata de quejidos de un coro
griego de hipopótamos enamorados del agua y
contemplando un cuadro completamente libre
de contaminación, con elefantes que nadan y ja-
birúes africanos que se pavonean a contraluz bajo
el sol de la mañana, uno se vuelve muy pequeño,
muy silencioso y muy consciente de que el valien-
te amago de indomabilidad de la naturaleza casi
ha llegado a su fin.
Virunga ha sido, desde hace dos décadas, una
zona de guerra. En 1994, el terrible conflicto étnico
68 nat iona l ge o g r aphi c • julio de 2 0 1 6
en la vecina Ruanda, que provocó al genocidio de
los tutsis a manos de los hutus, cruzó la frontera
hacia el Congo. Los combatientes hutus y más de
un millón de refugiados escaparon de Ruanda
después de ser derrotados y se asentaron en cam-
pos de refugiados sobrepoblados y pesadillescos.
Algunos hutus crearon las Fuerzas Democráticas
para la Liberación de Ruanda –conocidas como
FDLR–, la milicia que mató al hermano mayor
de Kambale. Los tutsis congoleses finalmente res-
pondieron con el Congreso Nacional para la De-
fensa del Pueblo, o CNDP, que después engendró
el movimiento 23 de Marzo o M23. Un sangrien-
to conflicto tras otro –fomentados por estos gru-
pos armados– han arado su entrada al parque a
la manera de un tractor.
Muchos de los combatientes, junto con los
soldados del ejército congolés que supuestamente
están para defender el territorio, se quedaron me-
rodeando después del cese al fuego y acabaron
con la vida silvestre del parque, para consumo
personal o para su venta como carne de monte.
Miles permanecen en la selva hasta la fecha y se
les han unido otros miles, de una variedad cam-
biante de milicias locales llamadas Mai-Mai. Los
intentos de los guardaparques para sacarlos han
ocasionado represalias mortales. En marzo pasa-
do, dos guardaparques fueron ejecutados en el
sector central de Virunga, con lo que el número
de muertes de guardaparques llegó a 152, de 1996
a la fecha.
Una clase distinta de guerra se cierne también
sobre Virunga. Esta pone en conflicto al parque y su
bienestar ecológico debido a la búsqueda de pe-
tróleo. La empresa Soco International, con sede en
Londres, obtuvo en 2010 una concesión que le
permitía explorar cerca de la mitad del territorio
de Virunga, incluida la zona aledaña al lago
Eduardo. Ante el constante clamor en contra por
parte de los grupos de conservación, cuatro años
después Soco dio marcha atrás en sus operaciones
en Virunga y afirma que ya no posee la concesión.
Sin embargo, el gobierno de Uganda ha mostrado
interés en la exploración petrolera en el lado que
le corresponde del lago, un triste recordatorio de
que el parque y sus valiosos recursos son cualquier
cosa menos sacrosantos.
 I
R
O
Z
N
Los conservacionistas y los turistass valoran
el Parque Nacional de Virunga por su tierra

S
A
y biodiversidad espectaculares. Pe v
en pobreza extrema cerca de sus 00 000
hectáreas le guarda resentimiento
se le permite explotar sus recursos

B EXPLORACIÓN PETROLERA
A
Por ahora, los intentos de explo-
coo ble
l s

del lago Eduardo.

nga

D
DEMOCRATICA
C C

L UGAN
A
NGO
N2 NIVEL DE VIOLENCIA
B

DUARDO 2010-2015

Bajo Alto
Deforestación
2 10-2015
INDUST fluencia de grupo
Los guar mado 2015
tienen un olcán
para imp
0 mi 20
caza ileg
de carbó 0 km 20
el parque

NUEVOS EMPLEOS
Proyectos hidroeléctricos
como las presas de Mutwanga
y Matebe proveen de electrici-
dad y opciones económicas
distintas a las actividades
ilegales que financian a los
grupos armados.

R
nfl
fl
pl
CHAR toda la zona,
o haciéndolas más
FUEN
DE Á
DA propensasa a buscar comida
MUN PARA EL DESARRO y mader dentro del parque.
CONG UP, CENTER ON IN
COOP CONFLICT LOCATIO
DATA DRANGINIS, ENOUG
En los límites del parque, agricultores
cultivan la tierra excepcionalmente fértil.
Con cuatro millones de personas que tratan
de ganarse a duras penas la vida en la
región, algunos invaden el parque para
cultivar maíz, sorgo, yuca y papas.
Con la ayuda de un sabueso, un guardaparques
intenta rastrear a los cazadores furtivos que
mataron este elefante y le cortaron la mitad de la
cabeza para escapar rápidamente con los colmillos
de marfil. A pesar de estos incidentes, el parque
tiene ahora más de 400 elefantes y muchos más
están cruzando la frontera desde Uganda.
Guardaparques llevan el ataúd de uno de
sus colegas, Theodore Mbusa Matofali,
de 27 años, a una tumba en su aldea.
Asistir a funerales es cosa común para los
guardaparques. De 1996 a la fecha, 152 han
sido asesinados, muchos por las milicias
rebeldes que operan en el parque.
 El parque también es un escenario volátil para
los conflictos internos del Congo. Sin ir más lejos,
el territorio de Virunga es uno de los más fértiles
en África. Esto se ha dejado de lado en aras de la
conservación desde la fundación del parque en
1925, lo que ha privado de recursos naturales
apremiantes a una de las poblaciones más empo-
brecidas del mundo, avivando un furioso descon-
tento entre los cuatro millones de habitantes de
la zona. Muchos, desafiantes de la ley o ignorantes
de ella, talan los árboles del parque para producir
carbón, plantan sembradíos en sus bosques, ma-
tan su vida silvestre. Algunos forman milicias Mai-
Mai que toman el control de zonas del bosque y
tienen brotes de violencia periódicos.
Este clima de resentimiento generalizado no es
un infortunio menor. Al contrario, representa un
76 nat ional geo g raphic • julio de 2 0 1 6
desafío existencial para Virunga. “La verdad es
que no vamos a lograr el objetivo a menos que
movilicemos una suma importante de financia-
miento”, dice el director del parque, Emmanuel
de Merode.
A causa de la inestabilidad crónica de la región,
apenas una décima parte de Virunga es accesible
a los visitantes y, en realidad, solo la mitad de esa
superficie se puede describir como amigable para
el turismo. Los VIP del parque –los 250 a 300
gorilas de montaña, que están acostumbrados a
los humanos– se encuentran bajo vigilancia diaria
de un equipo de seguridad de 80 personas, como
si fueran el papa o un presidente. Virunga es pro-
piedad nacional, pero el gobierno de Kinshasa
contribuye con solo 5 % del presupuesto de la
operación anual del parque, que asciende a ocho

Bernadette Kahindo (der.) y
su hija mayor, Gift, son vícti-
mas de la lucha armada.
Cuando el esposo de Kahindo,
el guardaparques Assani
Sebuyori Mapine, intentó
acabar con el tráfico de car-
ne de animales silvestres,
un miembro de las milicias
rebeldes lo mató en 2011 y
dejó su cuerpo sin cabeza
como advertencia para los
demás. El niño que Gift sos-
tiene en brazos nació como
producto de la violación que
sufrió a los 14 años por un
combatiente de otra milicia.
millones de dólares. La mayor parte proviene de
la Unión Europea, el gobierno de Estados Unidos
y organizaciones internacionales no lucrativas.
Aunque un hotel de primera clase, el Mikeno
Lodge, abrió en 2012 cerca del sector de los gori-
las y el lujoso campamento de tiendas en la isla
Tchegera, en el lago Kivu, comenzó a recibir
huéspedes en 2015, el número de visitantes no ha
podido igualar el nivel que alcanzó el parque en
su apogeo, antes de la guerra. De hecho, las caba-
ñas estuvieron vacías durante gran parte de 2012
y 2013, cuando Virunga albergó la más reciente
temporada de derramamiento de sangre, la rebe-
lión del M23.
En los años siguientes, el parque ha experimen-
tado un renacimiento gracias a proyectos como
la construcción del camino a Bukima, que busca
mostrar a los vecinos de Virunga que el respeto
al parque será recompensado. En particular, De
Merode le ha apostado a un ambicioso esquema
hidroeléctrico de 166 millones de dólares, que
utiliza los ríos del parque con la finalidad de elec-
trificar una cuarta parte de los hogares de la zona
para 2020 y, así, crear entre 60 000 y 100 000 em-
pleos. El resultado, espera De Merode, será la paz
y, con ello, más turismo: por tanto, más ingresos
para los habitantes de la región, lo que estimulará,
de manera integral, un ciclo diferente del que
todavía atormenta la parte oriental del Congo.
Mientras tanto, la vida silvestre ha comenzado
a recuperarse con lentitud. Desde la masacre de
siete gorilas de montaña a manos de traficantes
de carbón en 2007, su población ha ido en au-
mento. En la reserva conocida como Lulimbi, en
el sector central, los hipopótamos han mostrado
una recuperación sorprendente, al mismo tiempo
que los elefantes regresan a través del río Ishasha,
desde un refugio seguro en Uganda. Las agresivas
operaciones contra la caza furtiva que llevan a
cabo los guardaparques han enviado un claro
mensaje a los traficantes de marfil y carne de
monte: Virunga ha dejado de ser el patio de jue-
gos en donde todo está permitido.
“era un lugar hermoso –dijo Kambale una tar-
de mientras caminaba cuidadosamente entre las
ruinas cubiertas de hierba del Hotel Rwindi, en el
sector central–. El hotel estaba siempre a su máxi-
ma capacidad. Todos venían a ver la vida silvestre
y a tomar fotografías. Había tantos animales. In-
cluso el estacionamiento estaba lleno de antílopes,
jabalíes y cualquier tipo de monos”.
Hoy día, solo los babuinos merodean entre los
matorrales. Los búngalos cilíndricos, el restauran-
te, el salón de baile, la alberca donde las mujeres
mzungus se asoleaban en días calurosos como
este, todo está vacío y decorado con dos décadas
de descuido. El guardaparques tenía una dolorosa
sonrisa y sus ojos estaban perdidos en el pasado.
Nació y creció cerca de la estación de patrullaje
de Rwindi. El año en que nació Kambale, 1960,
Congo se independizó de Bélgica. Su población,
de 15 millones en ese entonces, era una quinta
parte de lo que es ahora. Había suficiente tierra
l a batal l a p or v i ru n g a 77
Un barco confiscado se incendia en la playa
cuando los guardaparques, acompañados de un
instructor, intentan impedir la sobrepesca en el
lago Eduardo. La pesca es una fuente esencial de
recursos para la población local, pero los peces
también proporcionan alimento esencial para la
población en recuperación de hipopótamos.
Guardaparques arrestan a quienes cultiven
ilegalmente en el parque. Los agricultores son
sacados de sus hogares a la fuerza y obligados
a cultivar plantíos para alimentar a los grupos
armados. Pueden pasar tiempo en prisión o
pagar una fianza, y son aleccionados acerca
del daño que la agricultura causa al parque.
BRENT STIRTON, REPORTAGE BY GETTY IMAGES
Apenas una décima parte
de Virunga es accesible a
los visitantes y, en reali-
dad, de esa superficie solo
la mitad se puede des-
cribir como amigable
para el turismo.
para todos, tanto para los agricultores como para
los animales. Cuando era un joven guardapar-
ques, en los años ochenta del siglo xx, Kambale a
veces tenía que treparse a un árbol para evitar que
lo embistiera un búfalo. Durante las visitas del
dictador Mobutu Sese Seko, el trabajo de Kam-
bale era clavar un gusano vivo en el anzuelo de
Mobutu. “Tenía un extraordinario respeto por el
parque –afirma Matthieu Cingoro, abogado de la
dirección de parques nacionales congolesa–. Na-
die podía cultivar ni cortar árboles en el parque.
Nadie se habría atrevido siquiera a entrar sin la
correspondiente autorización”.
Entonces llegaron los refugiados de Ruanda.
“Había muchos, y algunos tenían armas y muni-
ciones –recuerda Kambale–. Así, la población cre-
ció y esa gente no tenía comida y había que buscar
carbón, madera para hacer fuego, incluso carne
dentro del parque”. Un grupo armado precedía a
otro. Las diferencias se tornaban borrosas. Los
soldados congoleses desertaban de sus puestos y
desaparecían en el bosque. Algunos se unieron a
las milicias Mai-Mai, que a ratos se aliaban con las
FDLR hutus contra cualquiera que entrara en la
zona, incluso los guardaparques que buscaban
negarles el sustento dentro del parque.
Cuando el régimen de Mobutu se vino abajo
en 1997, cayó también cualquier indicio de es-
tructura gubernamental. Los guardaparques de
Virunga sufrieron la reducción de sus salarios.
Tenían que valerse por sí mismos. Muchos lo
hicieron recibiendo sobornos de los cazadores
furtivos quienes, descaradamente, llamaban a un
82 nat ional geo g raphic • julio de 2 0 1 6
guardaparques corrupto para decirle dónde reco-
ger un búfalo sacrificado. Otros guardaparques
distribuían entradas a los nativos para permitirles
la extracción de madera para producir carbón, en
el entendido de que una buena parte de las ga-
nancias tenía que entregarse a los hombres uni-
formados de Virunga y, de ahí, distribuirse a lo
largo de la cadena alimentaria.
La estación de Rwindi, el antiguo punto de par-
tida para los visitantes del parque, todavía es una
zona de riesgo. Las paredes de la oficina del co-
mandante de sector están llenas de agujeros de
bala. Una base militar de la ONU se encuentra cer-
ca. Carteles pegados alrededor de Rwindi invitan a
los nativos a informar de cualquier indicio de acti-
vidades sospechosas de los guardaparques.
Una mañana, ya tarde, Kambale y otros dos
guardaparques armados me llevaron a Vitshum-
bi, población en la ribera sur del lago Eduardo,
dentro de los límites del parque. Vitshumbi es un
pueblo miserable con miles de botes y posible-
mente unos 40 000 residentes que carecen de luz
y agua potable.
Lo que sí tiene son milicias Mai-Mai, que ofre-
cen protección a los pescadores y granjeros de
Vitshumbi por una cuota. Detrás de las milicias,
dicen Kambale y otros guardaparques, están po-
líticos que les proporcionan botes y armas a los
rebeldes. “Los Mai-Mai solían pelear solo con
flechas y machetes –me dijo un joven guardapar-
ques asignado a Vitshumbi–. Ahora los políticos
les han dado armas”. El guardaparques me mos-
tró una cicatriz de bala en su bíceps izquierdo, un
recuerdo de un encuentro reciente con los Mai-
Mai en el lago Eduardo. Murieron un guardapar-
ques y siete soldados congoleses.
En todos los demás lugares que visité durante
mis tres semanas en el parque, la intranquilidad
titilaba ominosamente como una antorcha en la
noche. En Vitshumbi, un bote de los guardapar-
ques estaba esperando para llevarme al norte, al
enclave de hipopótamos de Lulimbi. Minutos
antes de partir me enteré de que mi viaje había
sido cancelado por el director de seguridad del
parque, quien llamó para advertir que el lago no se
consideraba a salvo de ataques. Tres días antes, en
el sector sur donde residen los gorilas de montaña,
un enfurecido grupo de por lo menos 300 aldea-
nos había bloqueado el camino afuera del Mikeno
Lodge durante horas; aseguraba que el parque no
les había dado una compensación. Para aumentar
el descontento de los aldeanos, resulta que unos
1 000 o más soldados del ejército de Ruanda cru-
zaron sigilosamente la frontera para cazar guerri-
lleros de las FDLR. Una semana después, al llegar
al sector norte, observé cómo un escuadrón de
guardaparques y soldados congoleses se dirigían
a Mayangose, al noreste de la ciudad de Beni,
donde desalojaron un campamento de 800 inva-
sores de terrenos.
Unas horas después de que Kambale me escol-
tó de Rwindi a Vitshumbi en un jeep del parque,
el contador del sector central salió de Rwindi al
finalizar su jornada y se dirigió a casa en su mo-
tocicleta por este mismo camino, solo para ser
interceptado por tres hombres que le cortaron el
paso y le apuntaron al pecho con sus AK-47. Le
amarraron las manos y lo arrastraron al bosque.
Esa tarde, la familia recibió una llamada para exi-
gir un rescate de 5 000 dólares.
Las noticias llegaron a las oficinas centrales del
parque. Más de 100 guardaparques y soldados
congoleses fueron despachados hacia el sector
central, acompañados de reconocimiento aéreo,
sabuesos rastreadores y perros de caza. Los se-
cuestradores huyeron. Caminando entre el bosque,
el contador se topó con la mirada de bienvenida
de sus compañeros de trabajo del parque. Para
él fue una desgarradora odisea, pero también una
muestra de la rápida actuación de De Merode, el
hombre al que Kambale se refiere como “nuestra
única esperanza”.
emmanuel de merode, director y jefe de guar-
daparques de Virunga, es un príncipe belga, un
título otorgado a su familia porque un antepasa-
do suyo ayudó a que el país consiguiera su inde-
pendencia de los Países Bajos. De esta valoración
limitada uno podría imaginar que De Merode
encaja mejor al lado de una chimenea vestido con
suéter y una copa de vino tinto en la mano que
dentro de una de las zonas de conflicto más nota-
bles del mundo. Pero De Merode nació en África,
pasó su juventud en Kenia, estudió antropología
y ha trabajado en sus años de adultez en el ámbito
de la conservación, principalmente en la Repú-
blica Democrática del Congo.
Debajo de la holgada camisa del uniforme de De
Merode hay dos pares de heridas de entrada y
salida; una bala le atravesó el pulmón izquierdo
y otra, el estómago. Sufrió estas heridas en abril
de 2014, mientras conducía de regreso al parque
proveniente de Goma, por una brecha solitaria y
mal pavimentada de un camino pantanoso a unos
cinco kilómetros al sur de Rugari. Los presuntos
culpables escaparon.
De Merode se convirtió en el director de Vi-
runga en 2008, en el punto más bajo del parque.
El director anterior había sido arrestado ese mismo
año, acusado de participar en una pandilla de
tráfico de carbón y de haber planeado la masacre
de gorilas (no fue condenado por falta de prue-
bas). Unos seis meses antes, el CNDP, la milicia
apoyada por Ruanda para combatir las FDLR, se
convirtió en el nuevo ocupante del parque. El
primer acto del mandato de De Merode fue atre-
vido: presentarse sin armas en el cuartel general
del CNDP para solicitar que se permitiera el re-
greso de los guardaparques al parque. El líder de
la milicia, Laurent Nkunda, le concedió la peti-
ción. De Merode se puso entonces a trabajar para
limpiar la fuerza de guardaparques. Recortó sus
filas de 1 000 a 230 y aumentó el salario mensual
de unos miserables cinco dólares a unos decentes
200 dólares. “Suficiente –dijo– para justificar una
tolerancia cero a la corrupción”.
Después, De Merode trató de mejorar las rela-
ciones con la población local. Escuchó las quejas
de la gente. Durante décadas, el parque había
prometido que la mitad de cada dólar provenien-
te del turismo iría de vuelta a la comunidad. ¿En
qué se estaba gastando ese dinero? Los caminos,
las escuelas, los hospitales se deterioraban cons-
tantemente. Mientras tanto, los elefantes estaban
destruyendo los sembradíos.
“Antes de que De Merode apareciera ni siquie-
ra sabíamos que el parque tenía director –me
contó un pescador de Vitshumbi–. Ahora se ve
que los guardaparques tienen uniformes limpios,
buenas armas. Se puede ver la diferencia que está
logrando”. El director se sentó incluso con los
l a batal l a p or v i ru n g a 83
grupos paramilitares congoleses, aunque con re-
sultados mixtos.
De cualquier manera, su presencia ha impresio-
nado a sus adversarios. En 2012, un mayor de los
guardaparques llamado Shadrack Bihamba fue
acorralado por los Mai-Mai en la costa del lago
Eduardo y llevado a punta de pistola dentro del
bosque. Bihamba recuerda que el líder de la milicia
estaba preocupado y les decía a otros: “Es un oficial.
Si lo matamos, De Merode va a mover cielo y tierra
para aniquilarnos”. Ordenó a sus hombres que sol-
taran a Bihamba. “A pesar de que son Mai-Mai y
su fuerza reside en el bosque –apunta Bihamba–,
aún le temen a De Merode, porque saben que la
población entera lo apoya”.
Con todo, De Merode sabía algo que sus ene-
migos ignoraban: que su creciente protagonismo
84 nat ional geo g raphic • julio de 2 0 1 6
por sí solo no podía sostener el parque. Necesitaba
dinero para imponer la ley y hacer aliados perma-
nentes fuera de los vecinos del parque. La única
manera de lograr nuestro objetivo, concluyó, sería
“utilizar el parque como base para crear empleos
en masa, pero de manera que no dañaran el par-
que”. Esa meta lo llevó al sector norte del mismo
y, específicamente, al río Butahu, que cae en cas-
cadas desde los picos glaciares de las montañas
Rwenzori hasta la periferia de la aldea de Mutwan-
ga, comunidad miserable que no contaba con
energía eléctrica. En 2010, el parque comenzó a
contratar aldeanos para cavar canales y levantar
los cimientos de lo que sería la primera planta
hidroeléctrica de Virunga. Por 110 dólares, el par-
que conectaría a la planta un hogar de Mutwanga,
el cual entonces podría comprar electricidad

En el Centro Senkwekwe
para gorilas de montaña
huérfanos en Rumangabo,
los guardaparques viven
todo el tiempo con cuatro
crías cuyos padres fueron
asesinados. Los guardapar-
ques ven a sus familias solo
cada pocas semanas y están
muy comprometidos en su
tarea. Puesto que nunca se
ha podido reintegrar exitosa-
mente a un gorila huérfano a
la vida silvestre, estos siem-
pre dependerán de los
humanos.
mediante un modesto sistema de pago por consu-
mo. En 2013 llegó la energía y De Merode contuvo
la respiración.
No conocí Mutwanga antes de que tuviera ener-
gía eléctrica y estaba lejos de parecer próspera
cuando pasé un día visitando la aldea salpicada de
lodo. Aun así, los residentes se referían al cambio
como transformador. Lo que habían gastado en
combustible para un generador por un día de elec-
tricidad en sus negocios hoy les alcanzaba para
pagar el consumo de un mes. Los estudiantes po-
dían ahora hacer su tarea por la tarde. El hospital
funcionaba a todas horas. La gente compraba plan-
chas, televisiones y reproductores de CD. El dueño
de una tienda de reparación de computadoras
rentaba DVD y se estaba preparando para abrir el
primer café internet del pueblo con el fin de que
los aldeanos ya no tuvieran que manejar una hora
a Beni para enviar un correo electrónico. Incluso
una pareja de Beni se mudó a Mutwanga en 2014
para cumplir su sueño de abrir una pequeña im-
prenta. Todo esto a pesar del hecho de que solo
500 de los 2 500 hogares de la comunidad estaban
conectados a los modestos 400 kilovatios de salida
de la planta hidroeléctrica. Y mientras el equipo de
De Merode hace planes para atender la larga lista
de espera, en abril una fábrica del parque alimen-
tada con energía eléctrica comenzó a producir ja-
bón. Les da empleo a cerca de 100 trabajadores de
la zona. “Mutwanga se convirtió en nuestro cone-
jillo de indias”, afirma De Merode.
Una segunda planta hidroeléctrica más grande
comenzó a operar en diciembre y, a finales de 2018,
se piensa tener dos más en operación. Esas cuatro
plantas llevarán a De Merode a la mitad del camino,
cuya meta es generar 100 megavatios de energía
eléctrica. Vender esa cantidad de electricidad, pre-
dice, “permitirá asegurar que el parque será finan-
cieramente sostenible durante los próximos 100
años”. Habrá suficientes ganancias adicionales para
invertir millones al año en proyectos comunitarios
y esfuerzos de conservación en otros parques de la
República Democrática del Congo.
La expectativa de De Merode es que la electri-
cidad catalice el desarrollo económico. “La razón
por la que no hay industria es que no hay acceso
a energía eléctrica barata. Esto es lo que realmente
puede ofrecer el parque”, dice. Que esto lleve a
un floreciente espíritu emprendedor está lejos de
ser una apuesta segura. “No hay aquí ningún mo-
delo de empresario que se pueda seguir”, me co-
mentó el director de la fábrica de jabón, Leonard
Maliona, de 29 años. “Los jóvenes no tienen nada
a que aspirar que no sea volverse políticos o miem-
bros de una milicia”.
La idea de Virunga como la “maquinaria eco-
nómica” de la región, para utilizar la terminología
de De Merode, evoca un espectáculo que a algu-
nos les puede parecer inusual. Entre otras cosas,
el escenario sugiere que los líderes del Congo
habrían puesto, básicamente, el destino de una
región en manos de un solo parque y su director,
que comparte su legado belga con el antiguo poder
colonial que dominaba el país. También apuesta
l a batal l a p or v i ru n g a 85
por reemplazar en la población una prolongada
hostilidad hacia el parque por una dependencia
intensa de él. La apuesta de De Merode es, sin
lugar a dudas, de alto riesgo. Y depende en gran
medida de los jóvenes que decidan convertir sus
espadas en azadones y ganarse el pan de cada día
construyendo pequeños caminos rurales como el
que lleva a Bukima.
los dos trabajadores, ambos de unos 25 años,
vestían chalecos color naranja con tiras fluores-
centes sobre sus playeras y reparaban baches en
un tramo sombreado del camino. El más alto, de
ojos caídos, se llamaba Bushe Shukuru; el más
bajo, de sonrisa discreta pero sincera, era Gato
Heritier. Los dos eran amigos de la infancia. Cada
vez que llegaban los insurgentes armados y pro-
vocaban que los aldeanos corrieran kilómetros
hasta que disminuían los sonidos de los disparos,
los adolescentes se proponían buscarse uno al otro
en los campos de refugiados. En días distintos
durante la primavera de 2013, primero Shukuru
y luego Heritier fueron capturados en su aldea
por soldados del M23, que los ataron de manos y
los condujeron al lugar donde se encontrarían
nuevamente: la base militar en Rumangabo, cerca
del sector sur del parque, que había sido tomada
por el M23. Se unieron a unos 1 000 jóvenes que
también habían sido reclutados a la fuerza en el
campo de entrenamiento del grupo rebelde.
Los comandantes les dijeron a Shukuru, Heri-
tier y los demás que el gobierno le había fallado
al Congo oriental. Con el entrenamiento apropia-
do, les prometieron, los nuevos combatientes del
M23 tomarían el control de la región y avanzarían
hacia el oeste hasta conquistar Kinshasa. Les en-
señaron a disparar, marchar en formación, atacar
y replegarse. Por sus faltas eran golpeados con
varas de madera, algunas veces hasta causarles la
muerte, ante los ojos de los demás. Otros morían
de hambre debido a las insignificantes raciones
diarias de comida: una taza de harina de maíz.
Tres meses de esto y luego Shukuru y Heritier
fueron enviados a la batalla. Para noviembre, am-
bos podían ver con claridad que el M23 no tenía
ninguna posibilidad de vencer al ejército y las
fuerzas de la ONU. Huyeron y se volvieron a
86 nat ional geo g raphic • julio de 2 0 1 6
Un guardaparques investiga
un nuevo campo de lava
creado por el Nyamulagira,
el volcán más activo de
África. El pico de 3 058
metros de altura, con un
nuevo lago de lava en su
caldera, hace erupción
aproximadamente cada dos
años. En primer plano se
observa un depósito de
azufre de una erupción
reciente. El parque abarca
paisajes muy diversos, entre
ellos glaciares y sabanas,
así como volcanes.
BRENT STIRTON, REPORTAGE BY GETTY IMAGES
encontrar, ese mismo mes, en un complejo de las
Naciones Unidas.
Ahora estaban aquí, con chalecos que combi-
naban. El camino que habían tendido según los
estándares rurales del país estaba casi parejo.
Agricultores de maíz y ñame, pastores de cabras
y ganado, escolares y feligreses transitaban por el
camino inclinado en la mitad del tiempo que les
tomaba antes. “El camino ha tenido un gran al-
cance”, señala Heritier, mientras se sienta en un
tronco y se limpia el sudor de la cara. Shukuru
coincidió: “Por eso no me pesa hacer este trabajo.
Puedes ver que está ayudando a la comunidad”.
Pero reconocían que tres dólares al día por
ocho horas de partirse el lomo trabajando no era
algo a lo que aspiraban por mucho tiempo. Cuan-
do era un niño pequeño, antes de que pudiera
entender lo que la vida en el Congo oriental tenía
que ofrecer, Heritier se había imaginado a sí mis-
mo como “una persona importante. Un doctor.
Incluso quizá el presidente. O sea, ¿por qué no?”. Si
ahorraba, tal vez podría ser mecánico y Shukuru
podría abrir un día algún tipo de negocio. Un
destino sencillo y humilde, pero honesto y pací-
fico que comenzaba con este camino, que llevaba
cuesta arriba hacia los gorilas de montaña. De ahí,
la paz se propagaría al norte, a la estación de
Rwindi, en donde Theo Kambale también se atre-
vía a albergar sueños modestos. Recientemente
escuchó que se vio a una leona y su cachorro be-
biendo en las orillas del río Rutshuru. También
había escuchado algo más: con el lento retorno
de la vida silvestre, el Hotel Rwindi, por largo
tiempo abandonado, también podría regresar, si
el parque conseguía el dinero para restaurarlo.
Era, como les dijo Kambale a los jóvenes en el
camino, el comienzo de la vida. j

El fotógrafo Brent Stirton visitó
Virunga por primera vez en 2007
para ver a un grupo de guardapar-
ques que protegía el parque de “ate-
rradoras posibilidades”. Desde
entonces ha regresado varias veces.
BYBA SEPITKOVA
¿Qué te sigue atrayendo de
regreso a Virunga?
La dedicación de esos hom-
bres y de los guardaparques
que los han precedido. Me-
recen ser conocidos; me
honra considerarme su ami-
go. Son lo mejor de una na-
ción que ha experimentado
con demasiada frecuencia
lo peor que la humanidad
puede ofrecer.

l a bata l l a p o r v i ru n g a 87
GALÁPAGOS
SUBMARINO
El mundo que Darwin nunca vio
Un banco de salemas le abre paso a su
depredador, un lobo marino, en la isla Isabela.
Las aguas de las islas Galápagos tienen una
productividad extraordinaria, lo que permite
gran abundancia de vida marina.
La morena pintita es un depredador muy
abundante en la isla Wolf, en el nuevo santuario
marino de las Galápagos. Las morenas se alimen-
tan de crustáceos, pulpos y peces, y no son
agresivas con los buzos, pese a su aspecto feroz.
EXPLORAMOS EL PODER DE LOS PARQUES
durante un año

Texto y fotografías de Enric Sala

hogar de la mayor con-

centración de tiburones
martillo del mundo,el mar
que rodea el mítico paraíso
evolutivo ha sido conver-
tido en un santuario para
garantizar su protección.
Las olas nos salpicaban cada cinco segundos y tuve
que colocarme mi máscara de buceo para poder
ver. Apenas a 100 metros de distancia se erguía
un arco de roca volcánica, desafiando el embate
y la erosión implacables del océano Pacífico. Miré
a mi colega Pelayo Salinas de León, jefe de inves-
tigaciones marinas de la Fundación Charles
Darwin, quien brincaba de arriba abajo sobre el
tubo de goma frente a mí. Pelayo parece tener
grabada una sonrisa eterna, pero aquel día la son-
risa no le cabía en el rostro. Nos encontrábamos
en la isla Darwin, la más septentrional de las Ga-
lápagos, a la que él llama “la joya de la corona”.
Bajo el resguardo del arco, Pelayo nos dio ins-
trucciones a Manu San Félix, nuestro director de
imagen submarina, y a mí. “Bajen al fondo. Sígan-
me hasta el borde de la plataforma submarina.
Una vez allí, sujétense de la roca. Y esperen”.
Saltamos al agua y la corriente era tan fuerte
que tuvimos que descender con rapidez. Una vez
en el fondo, a 20 metros de profundidad, nos
aferramos a la roca frente a un cilindro plástico
de color gris, amarrado a una pequeña boya.
A su alrededor nadaba una docena de maripo-
sas barbero, de colores amarillo brillante y negro,
y del tamaño de un plato para postre. Pasaron
cinco minutos y no ocurrió nada extraordinario.
A los 10 minutos miré a Pelayo y le señalé que
era hora de nadar un poco más allá para ver si
92 nat ional geo g raphic • julio de    
Un caballito de mar se aferra
a algas rojas cerca de la rom-
piente en Fernandina, la más
joven de las Galápagos.
Ayudados por su camuflaje,
los caballitos de mar se
acercan a pequeños camaro-
nes y los succionan enteros,
ya que carecen de dientes.
veíamos algo más interesante. Pero, en ese preciso
instante, él abrió los ojos como platos dentro de
su máscara de buceo y señaló a mi espalda. Giré
rápidamente y vi una gran masa muscular de color
gris, con una de las cabezas más extrañas del rei-
no animal. Era un tiburón martillo de más de dos
metros de longitud. Detrás de él aparecieron
otros dos, y así, hasta llegar a 20. Esto es justo lo
que todo aquel que visita Darwin espera ver.
En 2014, Eliécer Cruz, hoy presidente del
Consejo de Gobierno de Galápagos y antiguo
director del Parque Nacional Galápagos, ya me
había alertado sobre la magia de Darwin y de
Wolf, otra isla en el norte remoto del archipiélago:
“No tienes una idea de la cantidad de tiburones
que hay allí”. En su opinión, ambas eran “la prio-
ridad número uno de la conservación marina en
las islas Galápagos”.
Darwin y Wolf son dos de las más de 100 islas
e islotes que conforman las Galápagos, archipié-
lago que se encuentra a la mitad del globo y que
pertenece a la República del Ecuador. Su primer
visitante ilustre fue Charles Darwin, quien reco-
rrió las islas en 1835 durante el famoso viaje de
circunnavegación del Beagle. Las observaciones
y muestras que recogió aquí fueron la clave para
inspirarlo a desarrollar su teoría de la evolución
por selección natural.
Al visitar las islas hoy, imagino lo que Darwin
debió haber sentido al desembarcar. Es un mundo
fuera de este mundo. El paisaje volcánico tiene un
carácter primigenio, agreste, formado por la vio-
lenta energía del interior del planeta. Al mismo
tiempo muestra la serenidad que le otorga la in-
mensidad del tiempo de los procesos geológicos.
Lo más extraordinario es la fauna mágica que
habita las islas: iguanas que son como dragones
prehistóricos en miniatura, aves que no pueden
volar pero que bucean, y tortugas gigantes.
El gobierno de Ecuador tuvo la visión de prote-
ger las islas Galápagos como parque nacional, el
primero del país, en 1959. Consciente de su valor
galápagos submar ino 93
El cormorán de las Galápagos es endémico de
este archipiélago y único en su género. Evolu-
cionó en islas sin depredadores naturales y con
gran abundancia de alimento en la zona costera,
por lo que perdió la capacidad de volar.
Los manglares de las Galápagos proveen un hábitat para individuos juveniles de pargos y de otras especies de peces,
pero también son una zona de alimentación para pargos adultos y tortugas marinas. Al norte del archipiélago, la isla
Darwin alberga la mayor biomasa de tiburones del planeta (abajo); los tiburones martillo forman bancos de hasta más
de 300 individuos.

Las Galápagos ofrecían algo
único: un viaje al pasado de
la Tierra, un laboratorio vi-
viente de evolución que no
tiene réplica en ningún otro
lugar del mundo.
mundial, la UNESCO inscribió las islas como el
primer Sitio Patrimonio de la Humanidad, en 1978.
Pero existe un mundo que Darwin nunca llegó
a imaginar, un mundo submarino con una abun-
dancia de vida que supera con creces la que hay en
tierra. En diciembre de 2015 lideré la expedición
Pristine Seas de National Geographic a las Galápa-
gos, para explorar ambientes naturales de los que
todavía sabemos muy poco. Nuestra misión fue, en
colaboración con la Fundación Charles Darwin,
recolectar información científica e imágenes para
apoyar un proceso que el Parque Nacional Galápa-
gos realizaba para expandir la protección marina
alrededor del archipiélago.
A pesar de que la parte terrestre de las islas
estaba protegida desde 1956, la pesca industrial
amenazaba esa vida marina extraordinaria. Bar-
cos cerqueros y palangreros llegan a capturar
miles de atunes en un solo viaje y, con ellos, es-
pecies amenazadas y protegidas, como delfines,
tiburones, mantarrayas, lobos marinos, tortugas
y aves marinas. Para evitar otra matanza a escala
industrial, en 1998 el gobierno de Ecuador creó
una reserva marina que abarcaba las aguas hasta
40 millas náuticas alrededor de las islas. Esa re-
serva prohibía la pesca industrial, pero permitía la
pesca a pescadores locales, quienes utilizan mé-
todos artesanales. Menos de 1 % de la reserva mari-
na estaba totalmente cerrada a la pesca.
Pero, incluso antes de 1998, el interés del mun-
do por las Galápagos era otro. En lugar de comer-
se animales marinos, más y más gente quería
observarlos vivos, en su ambiente natural. Las
Galápagos ofrecían algo único, un viaje al pasado
de nuestro planeta, un laboratorio viviente de
evolución que no tiene réplica en ningún otro
lugar del mundo.
Lindblad Expeditions organizó el primer cru-
cero ecoturístico en las Galápagos en 1957, lo que
abrió la puerta a un nuevo tipo de viaje de natu-
raleza. Hoy hay más de 25 000 habitantes distri-
buidos en cuatro islas y unos 220 000 turistas al
año visitan el archipiélago. La mayoría viene a
observar la fauna marina, lo que en 2015 produjo
ingresos de 178 millones de dólares y empleó a un
tercio de los habitantes de las Galápagos.
“Sin turismo no existirían las Galápagos como
hoy las conocemos”, me dijo Fernando Alvarado,
ministro de Turismo de Ecuador, tras un buceo
en Darwin en diciembre de 2015. Sobre la cubierta
del Argo, nuestro barco, me explicó que el turismo
salvó la naturaleza silvestre de las islas. Aunque
pueden acarrear problemas, como la introducción
accidental de especies invasoras, los recorridos
turísticos en las Galápagos están estrictamente
regulados y se limitan a una superficie muy pe-
queña. “Además, como en muchos otros lugares,
la continua presencia de ecoturistas disuade a
barcos atuneros furtivos”, afirma Alvarado. ¿Sig-
nifica eso que las Galápagos se encuentran a salvo
de la huella humana?
Estudios recientes muestran que Darwin y Wolf
albergan la biomasa de tiburones más alta del pla-
neta. A pesar de ello, su abundancia ha disminui-
do en las últimas décadas, ya que no solo se han
pescado tiburones ilegalmente en la reserva mari-
na de las Galápagos, sino también en todo el Pa-
cífico tropical oriental.
El cilindro gris que observamos durante nuestro
buceo en Darwin es un instrumento que detecta la
presencia de tiburones marcados con transmisores
acústicos. El cilindro es una estación de escucha
mucho más efectiva que un buzo: se ancla en el
fondo y solo requieren cambio de baterías –y re-
cuperación de datos – una vez al año. Los recepto-
res nos indican si un tiburón marcado en la isla X
ha llegado a la isla Y, pero no nos dicen nada sobre
el camino que ha tomado. Para eso, los científicos
también utilizan marcas que toman su posición
periódicamente y la transmiten a un satélite, las
cuales ayudan a dibujar el mapa de las migraciones
de los tiburones.
Investigadores desde Estados Unidos hasta
Ecuador han marcado decenas de tiburones de
galápagos submar ino 97
diferentes especies a lo largo de las costas del Pa-
cífico, en Centro y Norteamérica, para estudiar
sus movimientos. Los investigadores, que forman
parte de una red llamada Migramar, han descu-
bierto que las Galápagos, y en especial las remotas
islas Darwin y Wolf, son paradas obligatorias en
la migración anual de tiburones en la región. Los
transmisores han mostrado que tiburones marti-
llo migran entre las Galápagos y las reservas ma-
rinas de la isla del Coco, en Costa Rica, y Malpelo,
Q La expedición National Geographic Pristine Seas
a las islas Galápagos en 2015 fue financiada en parte por
Blancpain, Davidoff Cool Water y Helmsley Charitable Trust.
98 nat ional geo g raphic • julio de    
en Colombia. Además, Darwin y Wolf han regis-
trado la mayor migración de hembras en estado
de gestación del gigantesco tiburón ballena.
Dentro de las zonas protegidas, los tiburones
gozan de protección pero, en cuanto cruzan la
línea invisible del límite de la reserva, entran en
un mar sin perdón, repleto de campos de anzuelos
–millones de anzuelos– y cientos de kilómetros
de redes. Pero no solo las especies migratorias han
experimentado un descenso en su abundancia.
Hay otros estudios recientes que muestran que la
abundancia de especies capturadas por la pesca
artesanal en Galápagos también ha disminuido
a lo largo del tiempo.
 Isla Darwin

Isla Wolf

I S
SANTUARIO MA
DA R W I N Y W O

L A
S
San Salvador
Isla Fernandina
Isla Santa Cruz

Isla

P
Isabela Isla San Crist´obal

A
G
O
S
Isla Santa María (E
C U Isla Espanola
AD
OR
)
0 km 40

Iguanas marinas descansan
tras bucear en busca de
algas en la isla Fernandina.
Con aspecto de dragones
prehistóricos, es la única
especie de iguana marina
y se encuentra solo en las
Galápagos.
MANU SAN FÉLIX
El ministro de Medio Ambiente de Ecuador,
Daniel Ortega, y el artista de fama internacional y
dedicado conservacionista marino Miguel Bosé nos
acompañaron durante nuestra expedición en di-
ciembre de 2015. En la isla Darwin tuvieron la
oportunidad de descender en el submarino DeepSee
hasta 200 metros de profundidad. Tras su primera
inmersión, Bosé exclamó que esperaba ver más.
“Vimos muchos tiburones y peces pequeños, pero
falta la mitad de la cadena alimentaria, peces gran-
des, como meros y pargos”.
Entre 2011 y 2013, Salinas de León y algunos
colegas suyos viajaron con pescadores y obtuvie-
ron muestras en el pequeño mercado de pescado
Nuevas protecciones
Solo se permite el uso científico y turístico;
no se permite la extracción de recursos
naturales (incluida la pesca).
Reserva marina de las Galápagos
Se permite la pesca artesanal así como
el turismo y la ciencia.
en la isla Santa Cruz. Registraron el tamaño, la
edad y el sexo de unos 300 ejemplares que los
lugareños llaman “bacalaos”, especie de mero que
solo se encuentra en las Galápagos y en la isla del
Coco. “De cada 100 individuos que examinamos,
solo uno era macho –me contó Salinas de León
tras nuestro buceo en Darwin–. Eso significa que
a los machos, que son de mayor tamaño, los han
sobrepescado”. Su sonrisa permanente se convir-
tió en una triste interrogante. Me mostró unas
fotos de los años setenta, con “bacalaos” mucho
más grandes de los que observo hoy en la lonja
de Santa Cruz. Los análisis de Salinas de León
demuestran que el tamaño medio del “bacalao”
ha disminuido más de 30 centímetros (40%) de-
bido a la pesca excesiva. Algo parecido le ocurrió
al pepino de mar, cuya pesca (que se exportaba
en su totalidad a Asia) se tuvo que cerrar a finales
de los años noventa, ya que se colapsó debido a
capturas excesivas.
Un análisis económico liderado por la Universi-
dad de California en Santa Bárbara y National
MAPA: LAUREN C. TIERNEY. FUENTE: MINISTERIO DEL AMBIENTE, ECUADOR

Las zonas sin pesca han
demostrado que la protec-
ción no solo beneficia la
vida marina: crea empleo
y resulta en ingresos
turísticos considerables.
Geographic mostró que el valor de un tiburón a lo
largo de su vida en las Galápagos es de más de cinco
millones de dólares, que ingresan por el turismo de
buceo. En cambio, ese mismo tiburón muerto pro-
porciona menos de 200 dólares al pescador que lo
captura. Una aleta de tiburón solo se puede vender
una vez. Un tiburón vivo se puede “vender” miles
de veces, a miles de buceadores que viajan desde
todo el mundo para observar algo único.
Los estudios científicos mostraban que la ges-
tión de la reserva no prevenía el declive de tibu-
rones y otras especies que son la base de la
economía y el empleo en las Galápagos. Enfrenta-
do con este dilema, y consciente del valor ecoló-
gico y económico de la vida marina en las islas, el
Parque Nacional Galápagos comenzó en 2014 un
proceso para reevaluar la protección de la reserva
marina, con participación activa de entidades
científicas y conservacionistas, y de todos los sec-
tores productivos de las Galápagos, incluyendo a
los pescadores artesanales. El ministro Ortega nos
dijo a bordo del Argo que “a pesar del extraordi-
nario valor global de las Galápagos, sus aguas
adyacentes no están suficientemente protegidas,
lo que amenaza la futura preservación de esta joya
mundial de la naturaleza”.
Los ministros Ortega y Alvarado organizaron
una reunión en Quito, en febrero de 2016, con
el presidente de Ecuador, Rafael Correa. Miguel
Bosé y yo acudimos para discutir la importancia
El nuevo santuario protege las islas de los efectos
humanos directos, pero solo ayuda a mitigar los
climáticos. En años de El Niño, cuando el agua se
calienta y baja la productividad, las algas
escasean, por lo que las iguanas marinas mueren
o se encogen.
económica de un medio ambiente marino salu-
dable para Ecuador, así como su relevancia eco-
lógica global. El presidente Correa ya estaba al
corriente y nos indicó la importancia económica
de una naturaleza saludable para Ecuador.
El 21 de marzo de 2016, tras reuniones entre el
Parque Nacional Galápagos, los ministros de Am-
biente, Turismo y Agricultura, el Consejo de
Gobierno de Galápagos, organizaciones conser-
vacionistas y los sectores productivos en las Ga-
lápagos, el presidente Correa firmó en Quito un
decreto para crear un santuario marino en las
aguas alrededor de Darwin y Wolf. El santuario,
el primero de su clase en Ecuador, prohíbe cual-
quier actividad extractiva en un área de unos
40 000 kilómetros cuadrados. Además, se protegió
una veintena de áreas de menor tamaño, lo que
eleva la zona de mar totalmente protegida de las
Galápagos a un tercio de la reserva marina. Duran-
te la firma del decreto, el presidente Correa dijo
que la nueva protección “beneficiará el turismo, las
actividades económicas sustentables, la ciencia,
pero, sobre todo, ratifica nuestro compromiso con
el desarrollo sustentable y la conservación”.
Zonas sin pesca alrededor del mundo han de-
mostrado que la protección no solo beneficia la
vida marina, sino que además crean empleo y re-
sultan en ingresos turísticos considerables, como
en las Galápagos. Además, los santuarios actúan
como cuentas de inversión con las que se crían
peces que ayudan a repoblar las zonas aledañas, lo
cual también beneficia a los pescadores.
Tras la firma del decreto, Bosé y yo preguntamos
al presidente Correa cómo se sentía. “Creo que
hemos cumplido con nuestro deber: conservar esa
joya única natural, a nivel mundial, para el goce de
las presentes y las futuras generaciones”, nos dijo.
Mi memoria viajó hasta el día en que dejamos
la isla Darwin al final de nuestra expedición. El
sol se puso tras el arco pétreo de Darwin, infla-
mando las nubes y el cielo. El arco de Darwin
simboliza uno de triunfo, de triunfo de la natura-
leza al persistir frente a las crecientes presiones
humanas y de triunfo para Ecuador, que ha sa-
bido proteger algo único que, como dijo el pre-
sidente Correa, “no pertenece a Ecuador, sino a
toda la humanidad”. j
galápagos submar ino 101
 Bajo la lupa
Por Bill Bonner, archivista de National Geographic

Una vacación virtuosa

James A. Bradley hizo su fortuna vendiendo cepillos al Ejército de la Unión,
pero encontró su verdadero llamado en la brisa fresca de la costa de Jer-
sey. En 1871, el metodista abstemio compró 200 hectáreas de marismas
y dunas de arena para construir una nueva comunidad, llamada Asbury
Park, moldeada según su estricto código moral. El licor estaba prohibido.
La decencia (detalle a la der.) y los valores de familia eran primordiales.
Bradley pensaba que la costa era la “panacea nerviosa” para aquellos
“cuyos nervios estaban destrozados por estar demasiado absortos en
su profesión, sus estudios o su persecución del ‘todopoderoso dólar’”.
En el verano de 1929, ocho años después de su muerte, se puede ver
que estos vacacionistas toman su consejo. Para octubre, el mercado de
valores colapsaría y daría inicio la Gran Depresión; los nervios destroza-
dos por perseguir al todopoderoso dólar no podrían volverse a curar con
un simple día de sol. —Eve Conant

FOTO: CLIFTON ADAMS, NATIONAL GEOGRAPHIC CREATIVE

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