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INFORME FINAL DE PROSPECCIÓN ARQUEOLÓGICA

MINA LA CONGA

PUERTO BERRÍO – MUNICIPIO DE ANTIOQUIA

PRESENTADO POR:

ANDRES MAURICIO VASQUEZ OSPINA

ANTROPOLOGO

A: INSTITUTO COLOMBIANO DE ANTROPOLOGIA E HISTORIA ICANH

Medellín, XXXX DE 2017


INDICE
El presente informe da cuenta de la prospección realizada en la mina la conga que se
encuentra en la vereda Minas del Vapor perteneciente al municipio de Puerto Berrío
(Antioquia), dicha intervención se hizo a petición de la empresa de la mina, con la intención
de expandir el terreno para la extracción de material aurífero de la zona, el área de
ampliación corresponde a 9.0232 Ha. Para dar camino a este proyecto se dio inicio al
reconocimiento del terreno y posteriormente se realizaron pozos de sondeo cada 20 metros
en las zonas donde la geomorfología indicaba sitios con potencial arqueológico alto y el
resto de los pozos en las ares de potencial medio y bajo a 30 metros según los lineamientos
del ICANH y en concordancia con el decreto 833 de 2002, la ley modificatoria 1185 de 2008
y los decretos 763 de 2009 y 2820 de 2010 con respecto al tema de arqueología preventiva
vinculada a los estudios de impacto ambiental.

Los objetivos propuestos para este proyecto tuvieron como fin la prospección de la zona a
expandir en la mina y dado el caso de encontrar material arqueológico proceder a su
respectivo análisis en contraste con la bibliografía de las investigaciones anteriormente
realizadas en la región. Paralelo a este análisis también se buscó generar conciencia y
aportar información sobre cultura material en la población, mediante la socialización y del
trabajo de prospección realizado en el sitio, todo lo anterior se incluye como parte del plan
de manejo arqueológico.

Además, si queremos entender y asociar la interrelación de los grupos humanos


prehispánicos con una dispersión regional que abarcó extensas áreas bajo los conceptos
de castillo, debemos partir de unidades de análisis que nos permitan entender las
interacciones y usos del espacio desde los vestigios arqueológicos en relación a su
distribución y dispersión. Así, y de acuerdo con Prieto (2011), plantearemos tres unidades
de análisis, en la primera se encuentran las unidades o estructuras individuales domésticas,
aquí se ubicarían indicadores sobre organización familiar, especialización productiva y la
variación de la organización social. En la segunda se distingue la unidad comunal o grupal,
aquí se analiza la disposición de las distintas estructuras y su relación con las áreas de
actividad en la comunidad, entendidas como los lugares donde se desarrollan actividades
tecnológicas, sociales, económicas o rituales. Por último, en la tercera unidad se
encontraría la unidad regional donde se estudia la distribución de los asentamientos en el
paisaje, lo que indicaría la organización sociopolítica y permite una aproximación a las
diversas relaciones entre sociedades de carácter económico, social y político (Prieto, 2011).

Cabe resaltar que, con la investigación, se espera contribuir en gran medida al conocimiento
arqueológico de los grupos humanos del pasado y su relación con el espacio creado y
modificado socioculturalmente en la subregión del Magdalena Medio. Esperamos pues
generar un corpus de información investigativa que esté a la altura del debate académico y
a las problemáticas y dinámicas del poblamiento prehispánico para el departamento de
Antioquia y la subregión del Magdalena Medio.

Localización

El Proyecto de la Mina La Conga, con título 1935, (extensión 9.0232 Ha) se localiza en la
vereda Minas del Vapor del municipio de Puerto Berrio, en la Subregión Magdalena Medio
del departamento de Antioquia, Cordillera Central de Colombia.
En la Tabla 1.1 se presentan las coordenadas del polígono del proyecto Mina La Conga y
en la Figura 1. se puede apreciar la localización del Proyecto.

1.1.1 Tabla 1-1 Número de Torres en el Proyecto

Punto Norte Este

1 1’204.955,00 938.683,4

2 1’204.955,00 939.040,5

3 1’204.702,30 939.040,5

4 1’204.702,32 938.683,4

Fuente: Mina La Conga

Punto

PROYECTO MINERO MINA LA


Nombre:
TÍTULO1935 CONGA

Situación Cartografía

UTM x: 1’204.955,00 Escala/Detalle

UTM y: 938.683,4 Aerofotografías Fotos: X

Plancha IGAC:
Longitud E: 74º 24’ 24” 132-IV-D
1:25.000

Latitud N: 06º 29’ 40” 1:1.000 OAG

Altitud: Temperatura: Precipitación:

108-640msnm 28,3 °C 2.366 mm

Localización

Departamento: Antioquia
Municipio: Puerto Berrío

Corregimiento/Vereda: Minas del Vapor

Antesala de Antioquia y
Apelativos:
Corazón de Colombia

Nombre Antiguo Remolino Grande

Fuente: Mina La Conga

Figura 1.1 Localización General del Proyecto

Fuente: Página Gobernación de Antioquia

Finalmente, es de importancia resaltar en la legislación vigente sobre el patrimonio


arqueológico, que para la realización de obras de infraestructura tales como oleoductos,
gasoductos, líneas de interconexión eléctrica, vías y represas (artículo 8 del 1220 de 2005),
se debe contar con la realización de un estudio de impacto ambiental (E.I.A.), el cual implica
llevar a cabo estimación de los aspectos bióticos y físicos presentes en el área de influencia
directa de los proyectos (Ley 99 de 1993); en tal sentido, se propone el desarrollo de la fase
de reconocimiento y prospección arqueológica del Programa de Arqueología Preventiva.
Asimismo, el componente arqueológico en los proyectos de impacto ambiental es
considerado un elemento definitivo en la tarea de proteger y conservar el patrimonio
arqueológico, que tenga el riesgo de sufrir afectaciones por cualquier obra de infraestructura
que afecte el subsuelo. Así pues, el presente estudio se enmarca bajo las normas
propuestas en el régimen legal y lineamientos técnicos de los programas de arqueología
preventiva en Colombia (ICANH, 2010), cumpliendo con el marco legal vigente acerca de
la preservación, conservación y manejo del Patrimonio Arqueológico de la Nación.

PLANTEAMIENTO Y JUSTIFICACIÓN

El área donde se desarrollará el estudio se ubica en la subregión del Magdalena medio


Antioqueño en el extremo oriental del departamento de Antioquia, contiguo a las zonas
arqueológicas del alto Sinú y del río San Jorge y colindante con áreas de interés
arqueológico como el cañón del río Porce y el Bajo Cauca. Por la confluencia de áreas y
zonas arqueológicas de gran complejidad en los procesos de poblamiento y dispersión de
los grupos prehispánicos, la subregión del Magdalena Medio presenta un rico panorama en
cuanto a las transformaciones en el territorio y el paisaje cultural.

Por consiguiente, como planteamiento este estudio pretende contribuir al análisis,


identificación e información de los posibles vestigios arqueológicos en relación a los usos
del espacio por parte de las comunidades prehispánicas y su asociación con los patrones
de asentamiento y utilización de los recursos minerales y bióticos del área donde se ubica
hoy el proyecto mina La Conga, además de plantear similitudes y diferencias entre las áreas
de dispersión regional planteadas para el área de nuestro estudio en esta subregión del
Magdalena Medio.

El poblamiento de los grupos prehispánicos ha dejado huella en el paisaje; el uso del


espacio, los vestigios arqueológicos, el aprovechamiento de recursos y materias primas
permitió generar en los diferentes grupos humanos del pasado, dinámicas socioculturales
que se reflejan hoy en los paisajes culturales, como lo presenta Sánchez:

El término Paisaje Cultural abarca la diversidad de manifestaciones de la interacción


entre la humanidad y su entorno natural. Dentro de esos paisajes culturales el
patrimonio, o en su caso, la zona arqueológica, quedaría definido como las partes del
paisaje que han adquirido, por características definidas de una sociedad determinada
y en un momento dado… o por acontecimientos históricos que hayan tenido lugar en
ellos, una significación social a nivel local, regional, nacional o internacional
(Sánchez et al, 1996: 388).
Así, los patrones de asentamiento que hoy se visualizan en los paisajes culturales, plantean
un sinnúmero de interrogantes sobre el donde, el por qué y el cómo se delimita un lugar, un
grupo de yacimientos dispersos o conglomerados para formar un espacio humanizado, y
de acuerdo con Martínez y Alfonso (1998) en cómo se da la idea de seleccionar un espacio
para generar un entorno geográfico y social a fin de satisfacer las necesidades y el
desarrollo cultural. Además, las dinámicas en torno al espacio delimitado y construido sobre
los patrones de asentamiento surgen como una primordial necesidad del ejercicio
arqueológico, de modo que “(…) el estudio de los patrones de asentamiento dentro de
nuestra disciplina, viene a constituirse para muchos en la actualidad como la base
primordial de cualquier investigación integral que intente abordar desde una perspectiva
arqueológica procesos sociales de cualquier tipo en su dinámica histórica” (Botero, 2008:
247).

Además, si queremos entender y asociar la interrelación de los grupos humanos


prehispánicos con una dispersión regional que abarcó extensas áreas bajo los conceptos
de castillo, debemos partir de unidades de análisis que nos permitan entender las
interacciones y usos del espacio desde los vestigios arqueológicos en relación a su
distribución y dispersión. Así, y de acuerdo con Prieto (2011), plantearemos tres unidades
de análisis, en la primera se encuentran las unidades o estructuras individuales domésticas,
aquí se ubicarían indicadores sobre organización familiar, especialización productiva y la
variación de la organización social. En la segunda se distingue la unidad comunal o grupal,
aquí se analiza la disposición de las distintas estructuras y su relación con las áreas de
actividad en la comunidad, entendidas como los lugares donde se desarrollan actividades
tecnológicas, sociales, económicas o rituales. Por último, en la tercera unidad se
encontraría la unidad regional donde se estudia la distribución de los asentamientos en el
paisaje, lo que indicaría la organización sociopolítica y permite una aproximación a las
diversas relaciones entre sociedades de carácter económico, social y político (Prieto, 2011).

ANTECEDENTES Y MARCO CONCEPTUAL

Las investigaciones arqueológicas realizadas en la subregión del Magdalena Medio han


demostrado que desde la antigüedad este territorio oriento la movilidad humana durante el
poblamiento primitivo de los Andes septentrionales.

Arqueológicamente, esta porción del Magdalena Medio ofrece posibilidades para el


planteamiento de problemas y preguntas de investigación relativas al poblamiento temprano
del interior del país, procesos posteriores de adopción de la agricultura y sedentarización,
y finalmente acerca del desarrollo de organizaciones sociales y políticas de diferente rango
que enfrentaron y de alguna manera definieron el proceso de conquista y posterior
establecimiento colonial europeo. Se considera que el paisaje arqueológico de la zona
posee una gran profundidad crono-cultural, que abarca ocupaciones milenarias, desde
grupos cazadores recolectores, arcaicos y formativos, hasta cacicazgos de gran
complejidad sociocultural. Las investigaciones arqueológicas realizadas en la subregión
han registrado vestigios de industrias líticas talladas vinculadas a grupos paleo-indios o
cazadores-recolectores tempranos que hicieron presencia durante miles de años, en sitios
al aire libre y en cuevas naturales.

Estos mismos estudios también han registrado abundantes materiales cerámicos


vinculados a sociedades que ocuparon el territorio durante periodos clásicos y tardíos.
Algunos yacimientos arqueológicos localizados en ambientes ribereños y lacustres de
Puerto Berrío, se han fechado desde el siglo VI a.C. La gran mayoría de evidencias alfareras
se han correlacionado con el denominado complejo Colorados que se han fechado entre
los siglos X y XVI d.C. Al parecer, las sociedades indígenas que habitaron la vertiente
cordillerana al Magdalena medio, fueron genéricamente denominadas por los españoles
como Pantágoras o Palenques, pero a su interior se reconocían territorios más específicos
denominados como pueblos o provincias cuyos pobladores recibieron los gentilicios de
Coronados, Cabellos Largos, Canapeyes, Amaníes, Samanáes, Cocoznaes, Ortanas y
Punchináes.

La zona de estudio donde se emplaza el Proyecto Minero Título T1935005, se circunscribe


a las problemáticas arqueológicas y etnohistóricas de la subregión del Magdalena Medio.
Las investigaciones arqueológicas realizadas en la subregión del Magdalena Medio han
demostrado que desde la antigüedad este territorio oriento la movilidad humana durante el
poblamiento primitivo de los Andes septentrionales. “A mediados de la década de los años
sesenta, Gerardo Reichel Dolmatoff (1965) propuso que el valle del río Magdalena había
sido paso obligado de los primeros pobladores de Suramérica procedentes del estrecho de
Bering, fijando el hecho hace unos 10.000 años”. “...el presupuesto sobre la ruta de
penetración en sentido norte-sur de las primeras sociedades humanas a Suramérica, hace
pensar en que el actual territorio antioqueño fue una de las primeras áreas ocupadas del
continente. Ello se confirma parcialmente al tener en cuenta los recientes hallazgos sobre
sociedades de este período efectuados en Antioquia y los cuales parecen estar
relacionados con las evidencias obtenidas en la Costa norte del país, el valle del Magdalena
y la sabana de Bogotá” (Acevedo et al 1995:32).

“La localización del Magdalena Medio antioqueño en el centro del país es estratégica
porque la convierte en puente y nudo de conexión entre diferentes regiones colombianas”
(INER 2000:33). De acuerdo con Castaño, esta subregión contiene un inigualable mosaico
ecológico determinado por una gran variedad de pisos térmicos dentro de un ámbito
geográfico reducido, el cual, seguramente estimuló el desarrollo de numerosas
particularidades culturales de tipo local y regional (Castaño 1992). Los diferentes informes
que se han generado a partir de las investigaciones adelantadas en el Magdalena Medio
antioqueño desde los años treinta del pasado siglo, han reportado la presencia de cultura
material vinculada a diversos niveles de subsistencia desde el Paleoindio hasta los
Cacicazgos. Para esta subregión, se han caracterizado varios asentamientos humanos
circunscritos crono-culturalmente a tres periodos de ocupación; periodo temprano, periodo
medio y formativo tardío.

Contexto regional

Al parecer, fue “Tulio Ospina (1905) el primero en relacionar algunos vestigios


arqueológicos y paleontológicos hallados en Antioquia, con la existencia de un hombre del
cuaternario, contemporáneo de las especies extintas de mastodonte y caballo curvidente”
(en Acevedo et al 1995:32). Desde 1938 hay reseñas y reportes arqueológicos que se han
desarrollado en el Magdalena Medio, cuando Félix Mejía recolectó artefactos líticos a orillas
del río Samaná en el municipio de San Carlos (Piazzini 2001-1993:17) Varias décadas
después, en 1976 Gonzalo Correal investigó, en cercanías de Puerto Berrío, las Cuevas de
la Gustina, La Enganera y Los Liberales, en formaciones calizas que bordean el curso del
río Alicante. En ellas obtuvo algunos elementos líticos, especialmente en chert (Correal
1977 en Cadavid 1986:60). También en cercanías de Puerto Berrío, reseño el sitio de
Portobelo donde obtuvo 107 elementos líticos que se caracterizaron por la presencia de
raspadores que indican una subsistencia basada en la cacería: lascas concoidales con
huellas de uso, para actividades relacionadas con la pesca, y raspadores cóncavos para el
trabajo de la madera (Correal 1977).

Conviene destacar que la pauta del poblamiento para el área que se extiende desde
Portobelo (Antioquia), hasta El Portal (Caldas), indica pequeñas estaciones temporales con
una baja densidad en líticos localizados en terrenos semiondulados, colinas y terrazas por
encima del nivel de inundación (Cadavid 1986). Gran parte de las evidencias presentaba
una tecnología simple de percusión directa asociadas a la industria "abriense" (Correal
1977). “Los datos hasta ahora obtenidos revelan la existencia de dinámicas culturales,
desde hace por lo menos 10500 años para zonas como el valle intermedio del río
Magdalena y desde hace unos 6500 para el curso medio del río Porce” (Acevedo et al
1995:32). “Se ha reportado que hace unos 11.000 años, algunos sitios ubicados en los
municipios de Yondó, La Magdalena y Puerto Berrío (Antioquia) fueron ocupados por
"cazadores especializados" cuya movilidad se refleja en los vestigios que quedaron de
"estaciones de cacería y desprese" antes que de "sitios de habitación semipermanente"
ubicados en colinas y terrazas alejadas unos cuantos kilómetros del actual lecho del río
(López 1989:12-15-20-21, López et al 1994:28-32-33)” (Flórez 1998:23).

Para el periodo temprano se ha señalado un lapso temporal que abarca desde el final del
Pleistoceno al primer milenio a.C., donde se notan claramente dos vacíos cronológicos; el
primero entre el 8000 y el 6000 a.C. aproximadamente, y el segundo, entre el 4500 a.C. y
el 2500 a.C. aproximadamente. Durante el lapso temporal que abarca este primer periodo
es probable que el área del Magdalena Medio estuviese ocupada por grupos cazadores-
recolectores. Este periodo inicial de la secuencia de ocupación humana en la subregión del
Magdalena Medio Antioqueño, sobre las vertientes orientales de la cordillera Central, fue
primeramente documentado por los estudios de arqueología aplicada a resolver el impacto
ambiental arqueológico generado por proyectos de explotación y conducción de
hidrocarburos. Durante la construcción del oleoducto Vasconia-Coveñas, los estudios
permitieron identificar varias localidades con presencia de vestigios arqueológicos
asociados con procesos de poblamiento y adaptación tempranos, al parecer por parte de
grupos humanos cazadores-recolectores (ICAN-ODC 1994). En un total de 23 localidades
arqueológicas, fueron identificados conjuntos de evidencias líticas talladas dispersas
superficialmente o sepultadas. Esta distribución de sitios, cubre desde la zona baja del río
Suan, en la localidad de Nuevo Mundo, hasta la localidad de Patio Bonito sobre el río San
Bartolomé. En la hacienda Nuevo Mundo del municipio de Puerto Berrío, se recuperaron
elementos líticos tallados y cerámica, sobre una extensa terraza aledaña al río Suan. El
conjunto de evidencias incluye lascas y desechos de talla con predominio del chert como
materia prima; así mismo, se hallaron artefactos en los que resalta una punta de proyectil
en chert bifacialmente tallada por percusión controlada y retocada a presión con pedúnculo
y aletas retocadas (ICAN-ODC 1994). En la localidad de La Primavera, en un paisaje de
colinas suaves escalonadas fueron hallados artefactos líticos tallados; se destaca un
raspador plano convexo en chert y una punta de proyectil en cuarzo lechoso (ICAN-ODC
1994). En la hacienda San Juan de Bedout, a ambas márgenes de la quebrada del mismo
nombre, se registraron elementos líticos tallados. En este sector se definieron las
localidades de San Juan de Bedout 1, San Juan de Bedout 2, San Juan de Bedout 3 y San
Juan de Bedout 4. En la primera localidad, sobre un escalón que desciende hacia la
quebrada, fue excavado un corte estratigráfico donde se identificó un piso de ocupación
entre 30 y 40 cm, con elementos líticos tallados sobre chert, cuarzo y cuarcita, fechados en
10350 ± 90 B.P. (8.400 a. C) (ICAN-ODC 1994).

En San Juan de Bedout 2, en una colina aledaña a la zona inundable, se recuperaron


raspadores plano convexos y preformas de puntas bifaciales en chert, hachas de mano en
el mismo material (choppers). Así mismo, para San Juan de Bedout 3, se reporta artefactos
y desechos de talla superficiales sobre cimas y pendientes de colinas erosiónales (ICAN-
ODC 1994). En un total de 16 localidades arqueológicas se recuperaron gran cantidad de
artefactos líticos tallados diseminados en una extensa área, que sugieren la dinámica de
adaptación precerámica en distinto contextos medioambientales. Estas manifestaciones
aparecen recurrentemente desde unidades bajas anegadizas sobre el río San Bartolomé,
pasando por un relieve quebrado a medida que se asciende la vertiente de la cordillera
Central, hasta un paisaje de colinas suaves adyacentes a la confluencia del río Ité, en
inmediaciones del municipio de Remedios en el Nordeste del departamento. Con la
intención de realizar un estudio más detallado de algunos de los yacimientos registrados
durante la construcción del oleoducto, en 1990 se efectuaron excavaciones en el sitio
Peñones de Bogotá de Puerto Berrío (López 1990, López y Botero 1993). De acuerdo con
López y Botero (1993), además del interés de la colección lítica recuperada en Peñones de
Bogotá (López, 1990), la cronología obtenida abre interesantes expectativas para el estudio
de períodos precerámicos tardíos, antes no documentados en la región del valle medio del
río Magdalena. Otras evidencias obtenidas anteriormente referentes a grupos cerámicos
tempranos presentes en la región del Magdalena Medio antioqueño, no son muy alejadas
cronológicamente de la ocupación reseñada, pues se cuenta con dos fechas
radiocarbónicas de los siglos quinto (López 1989) y primero antes de Cristo (Isa 1992).

Con el material lítico de los sitios Peñones de Bogotá (entre 6000 y 3000 AP) y San Juan
de Bedout 4 (hacia el 2500 AP), “se puede hacer un estudio diacrónico del tipo de desgaste
o las microhuellas de uso del material lítico (Niewenhiuis y van Gijn 1992). Ello puede
ayudar a hacer visible cuándo y en dónde se incrementó "la recolección, consumo y
domesticación de plantas" de los "cazadores especializados", y si a la par disminuyó su
movilidad (López y Botero 1993:19). Para estudiar el grado de movilidad de los "cazadores"
habría que contar, a su vez, con un estudio del "área de captación" de recursos de los que
se supone depende esa movilidad. De paso habría que resolver problemas de tipo técnico:
ha ocurrido que los estudios de polen (en los que se basan algunos análisis sobre
paleoambiente) además de escasos, en ocasiones no son productivos debido a las
condiciones de textura y el uso actual del suelo (Gómez y Hernández 1997)” (Flórez
1998:23).

En el municipio de Yondó, los estudios de impacto para el Oleoducto Vasconia-Coveñas a


su paso por la vereda San Bartolo, permitieron identificar los yacimientos arqueológicos
Palestina y Palestina 2 vinculados a ocupaciones precerámicas de finales del pleistoceno,
según las dataciones absolutas obtenidas para un depósito de artefactos líticos donde
también fue hallada una punta de proyectil fragmentada: “Palestina: 10400 ± 90 BP (Beta
40855)” y “Palestina 2: 10230 ± 90 BP (Beta 40854)” (ICAN-ODC 1994:72, López 1999:8).
Igualmente, en una localidad entre Tucumán y Sapo Hermoso se recuperó otro ejemplar en
chert, que presenta características similares a la reportada en la localidad de Nuevo Mundo.
Otras dos puntas de proyectil, fueron recuperadas en cercanías al río Ité, una en chert y la
otra en cuarzo lechoso, además de raspadores plano convexos, hachas pulidas y lascas.

Finalmente, los investigadores sugieren una mayor frecuencia de artefactos tallados en


cuarzo a medida que se asciende a la Cordillera Central (ICAN-ODC 1994). Estos mismos
sitios fueron intervenidos años después en un estudio que pretendía incorporar la
componente arqueológica en los planes de ordenamiento territorial de Yondó y otros
municipios de la subregión; el cual, permitió identificar en total 9 yacimientos arqueológicos
con material lítico: 05YON-CC1, 05YON-CC3, 05YON-CC4, 05YON-CC5, 05YON-CC6,
05YON-CC17, 05YON-CC9, 05YON-CC10, 05YON-CC11 (López, Pino y Realpe 2001). Se
sabe que posteriormente se adelantó una “caracterización patrimonial del sistema de
humedales de las ciénagas El Totumo, Barbacoas y Chiqueros apoyado por Corantioquia
pero los estudios son inéditos y difíciles de consultar (Pino 2006). Otros estudios realizados
en Yondó, de difícil consulta, fueron realizados en el marco de los estudios ambientales
para proyectos de exploración y explotación de hidrocarburos: “Casabe Peñas Blancas 3D,
alianza Casabe” (Hernández y Romero 2007), “Pozo Arrinconada 1 y 2” (Arango y Del Cairo
2008), “La Rompida 1” (García s.f.), y “Pozo Roble 1” (Ramírez 2009). En 2003 Pino y
Forero registran un amplio margen cronológico de 11.000 - 3.000 a.C. con una intensa
actividad humana desde cerca del año 5320 a.C. en los abrigos rocosos de Alicante, entre
el municipio de Maceo y Puerto Berrio, Antioquia; lo que muestra que, al menos para esta
parte de la región, no hay una discontinuidad aparente en el periodo temprano.

Esa investigación pudo comprobar, que en Alicante el patrón de asentamiento se modifica


un tanto en relación al resto de la región, pues el sistema kárstico permite la formación de
cavernas y abrigos rocosos usados como sitios rituales o de habitación. Aquí también se
reportan enterramientos humanos y pictogramas, que aparecen como nuevos elementos
de análisis para una mejor comprensión del pasado prehispánico en esta zona del país,
permitiendo así un mejor entendimiento de las interrelaciones establecidas entre los
humanos y el entorno natural (Pino y Forero 2003). Seguido de este periodo de ocupación
se encuentra el Periodo Medio con un lapso temporal que abarca aproximadamente desde
el primer milenio a.C. al siglo VIII d.C.; el cual puede ser equiparable con un periodo
formativo tardío para el Magdalena Medio. En cuanto al manejo del espacio al parecer, los
asentamientos eran nucleados ribereños y asentamientos dispersos (sobre las partes altas
de las cordilleras) (Piazzini 2001). El período Formativo Tardío se basa en la antigüedad y
en las relaciones estilísticas de varios sitios del Magdalena Medio con la sabana de Bogotá
y la costa Caribe, especialmente el sitio de Arrancaplumas (en Honda), fechado en 2040±90
AP, cuya cerámica ya había sido reportada por Reichel-Dolmatoff y Dussán en 1944, y ya
había sido relacionada con la tradición Zambrano (de la cual sin embargo no existen
fechas). Cifuentes diferencia esta cerámica temprana en un grupo A, que se relacionaría
también con la cerámica del sitio Guaduero (en Guaduas), fechado en 2180±90 AP y
2430±294 AP, y con la cerámica asociada del período Herrera de la sabana de Bogotá, que
también ha sido encontrada en varios sitios de la vertiente al Magdalena de la altiplanicie
Cundiboyacense (Peña 1991); y un grupo B que se relacionaría con la cerámica de la
tradición Zambrano del Bajo Magdalena asociada al Formativo Tardío de la costa Caribe
(Cifuentes 1993) Para las ocupaciones más tempranas (periodo Formativo Tardío o etapa
Intermedia), según Cifuentes (1993), la subsistencia de los grupos de Arrancaplumas y el
Alto del Rosario, dependía de los recursos que brindaba el río Magdalena, mediante la
pesca, complementada con agricultura de maíz y yuca. Con base en el estudio del sitio de
Pipintá, las investigadoras Gómez y Hernández (1996) diferencian una primera y segunda
ocupación (relacionadas con los períodos propuestos por Cifuentes), y consideran que por
su ubicación geográfica en el clima cálido y cerca de las áreas montañosas, debieron
desarrollarse varias alternativas para la obtención de los recursos de subsistencia.

En la primera ocupación los grupos basarían su subsistencia en los recursos de fauna y


pesca, y probablemente practicaran alguna forma de agricultura, como lo señala la
presencia de semillas de maíz en Armero. De otro lado, se ha planteado que el Horizonte
Cerámico del Formativo Tardío estaría representado por tres conjuntos cerámicos, uno de
ellos perteneciente a una tradición que se extendió desde el Bajo Magdalena hacia el sur,
y que comparte rasgos con la cerámica temprana definida como Primer Horizonte Inciso
del período Formativo Temprano de esta región, al que corresponderían fragmentos
cerámicos de Arrancaplumas; otro conjunto cerámico que se relacionaría con la cerámica
de Guaduero, con la de Arrancaplumas, y con la de Pipintá fechada para el siglo VII DC, el
cual presenta similitudes formales con tipos cerámicos del período Herrera de la Sabana
de Bogotá, y estaría indicando que grupos de la Sabana colonizarían las tierras templadas
y cálidas de la vertiente al Magdalena; y un último conjunto que correspondería al tipo Rojo
Inciso de la sabana de Bogotá (hallado en Arrancaplumas, El Espinal, y en la Cuenca Baja
del río La Miel), que indicaría la existencia de una tradición a lo largo del curso Medio-Alto
y Medio del Magdalena, y una difusión de esta tradición hacia la sabana de Bogotá (Romero
1995).

Más recientemente, en otros estudios realizados hacia la parte norte del valle Medio del
Magdalena se ha hallado varios sitios tempranos que presentan una cerámica con
características particulares. Estos sitios conocidos como Piamonte (Piazzini 1998), El
Castillo (Bermúdez et al 1999) y El Dique (Otero de S. 2001), no sólo son tempranos y
presentan una gran afinidad entre sí, sino que muestran una afinidad estilística con grupos
de la cordillera Central y de la cuenca del Cauca en Antioquia. En estos sitios se hallan
formas y decoraciones que se creían características de los estilos tempranos conocidos
como Marrón Inciso (fechado entre los siglos I y VI DC) y Ferrería (fechados entre los siglos
V AC y VI DC). Estas afinidades señalan que desde épocas tempranas existía una fuerte
interacción entre grupos del Magdalena Medio con sus vecinos de la cordillera Central, y
que debieron de existir diversos y amplios contextos de interacción para la explotación de
recursos y el intercambio de productos, que relacionaban al valle medio del Magdalena con
otras regiones de la cordilleras Occidental y Central, hacia el sur con la altiplanicie
Cundiboyacense y hacia el norte con la cordillera Central en Antioquia.

Con base en el estudio realizado en el sitio de Piamonte, Piazzini (1998) propone una nueva
periodización, diferenciando tres etapas cronológicas en una secuencia regional: la etapa
Temprana, aproximadamente entre 11000 y 2500 AP que correspondería a los desarrollos
de grupos precerámicos, la etapa Intermedia, aproximadamente entre 2500-1500 AP, que
correspondería a las ocupaciones agroalfareras más tempranas de las sociedades
agroalfareras; y la etapa Tardía, aproximadamente 1500-300 AP, que correspondería a las
ocupaciones agroalfareras tardías. Piazzini establece así una nueva y más adecuada
denominación para el período llamado Formativo Tardío, aunque básicamente reconoce los
mismos dos períodos cronológicos ya señalados para las sociedades agro-alfareras del
Magdalena Medio. Además, complementa la lista de sitios asociados a cada uno de estos
dos períodos, y admite las asociaciones planteadas con la sabana de Bogotá y la Costa
Caribe, aunque cuestiona la perspectiva difusionista con la que han tratado de explicarse
estas asociaciones. A partir de la cerámica de Piamonte, señala este autor también la
existencia de relaciones entre el Valle Medio del Magdalena y los grupos asentados en las
montañas de la Cordillera Central durante el último milenio AC y el primero DC,
específicamente con el complejo cerámico denominado Ferrería, el cual se encuentra en el
Macizo Central Antioqueño y se distribuye por las vertientes cordilleranas hacia el
Magdalena.

Hipotéticamente, el registro arqueológico de Piamonte, estaría dando cuenta de la


articulación de contextos contemporáneos en un desarrollo cultural del Magdalena medio,
caracterizado por yacimientos dispersos, pero generalmente extensos y emplazados en
antiguas terrazas adyacentes al río Magdalena y sus afluentes más importantes entre los
siglos V a.C y V d C. El sitio Piamonte en Cimitarra Santander fue fechado en 1970+/-50
A.P 1040+/-50 A.P (Piazzini 1999). A este desarrollo se asocia una amplia y diversa
industria lítica tallada por percusión simple y utensilios pulidos y modificados por uso. Así
mismo los macrorestos y la información paleo-ecológica se asimilan a la explotación de
recursos ribereños y de bosque húmedo tropical (Ibídem).

Dentro de este particular desarrollo del Magdalena Medio se involucran, además de


Piamonte y del sitio de la hacienda El Castillo en Cimitarra, la hacienda El Sol en Puerto
Berrío, La Giralda en Puerto Boyacá, Pipintá y Purnio en la Dorada-Caldas. Se plantea
tentativamente que contextos localizados más al sur como Arrancaplumas en Honda,
Guaduero en Guaduas, Salcedo en Cachipay y San Felipe en Falan, Tolima, harían parte
de dichos desarrollos culturales formativos del bajo y medio Magdalena y la cordillera
Oriental" (Piazzini 1999). Estos nexos hacen pensar que esta unidad social era portadora
de tradiciones tecnológicas, estrategias adaptativas y modelos de organización social,
acaecidos en el curso de varios milenios entre las sociedades del bajo Magdalena y la
cordillera Central. Así pues "La fase intermedia de Piamonte, documenta adecuadamente
dicho proceso de interacción, de acuerdo con los rasgos formales y decorativos de la
alfarería y a los indicios de actividades orfebres vinculadas a esferas de interacción
intergrupales" (Piazzini 1999).

Para el sitio de Piamonte, Piazzini (1998) define tres fases del asentamiento, una inicial,
una intermedia y otra final. En la fase Inicial (siglo I AC), la correlación entre la industria
lítica y las evidencias de vegetales y animales, sugieren una estrategia básica de
apropiación de recursos forestales y fluviales mediante cacería, pesca y recolección. En la
fase Intermedia (siglos I a III DC), plantea el autor, se dio un proceso gradual de cambio
social cuyos indicadores más importantes son la intensificación de la apropiación de
recursos bióticos y abióticos y consigo de la producción de tecnología básica. Para esta
época la estrategia económica básica incluía actividades de recolección, probablemente
vegecultura, pesca y cacería. En la fase Final, hacia el IV o inicios del V DC, la comunidad
de Piamonte abandonó el sitio, las evidencias no muestran cambios abruptos en la
estrategia económica de subsistencia. Sin embargo, el sitio de El dique, relacionado
estilísticamente con el sitio de Piamonte, Otero de S. (2001) registra la presencia de metates
y manos de moler asociadas al piso antrópico, lo cual sugieren que el procesamiento y
consumo de maíz se encontraba ya presente en las primeras ocupaciones agroalfareras
del Magdalena Medio, como lo habían señalado Cifuentes (1993) y Gómez y Correcha
(1995).

Contexto Local

En el contexto local, se destaca por alguna bibliografía a cargo de investigaciones en la


zona generalmente referente a actividades mineras o construcción de vías y otras como
caracterizaciones en estudios de impacto ambiental y proyectos de interconexión eléctrica.

Trabajados por Pino Jorge Iván y Gutiérrez Enrique quienes en Los resultados de las
actividades de reconocimiento en campo “permitieron detectar, a través de las búsquedas
en superficie, materiales arqueológicos que remiten a la ocupación prehispánica de la zona
de influencia directa del área de perforación exploratoria Antorcha”. En Yondó “se
identificaron 36 sitios distribuidos de manera equitativa en las tres ciénagas analizadas; se
asume que el poblamiento se realizó de manera simultánea tanto en el piedemonte
cordillerano como en las riberas e islas del río y que la intensidad de ocupación debió estar
relacionada con el desempeño de actividades de aprovechamiento de recursos incluidos
en los ciclos anuales productivos”

Los estilos cerámicos en Antioquia

En el departamento de Antioquia, se han realizado en las últimas tres décadas, una serie
de estudios arqueológicos que han contextualizado espacialmente un amplio panorama del
cambio social, las estructuras sociales y las interrelaciones entre diversidad de grupos
cerámicos. Dentro de esta contextualización, han sido descritos dos grandes periodos de
poblamiento y ocupación humana prehispánica; grupos de cazadores – recolectores y
hortícolas del Holoceno y grupos o sociedades de agro-alfareros. La cronología establecida
para el primer grupo corresponde de hace 10.000 años hasta hace unos 5000 años
aproximadamente. El segundo periodo corresponde a una ocupación que ha sido
establecida hace 5.000 años aproximadamente y que va hasta la época de la conquista en
el siglo XVI.

Para los anteriores periodos, se ha establecido y diferenciado al grupo portador de la


cerámica Cancana, que según las investigaciones “continuaron con las actividades propias
de los grupos cazadores recolectores hortícolas, pero que muestran elementos propios de
sociedades productoras de alimentos y medios de vida” (Santos y Otero de Santos,
2003:91), por lo que generalmente se les ha considerado como un grupo transicional
cultural y cronológico. Las sociedades agrícolas y alfareras poseen subdivisiones
cronológicas reflejadas en los estilos cerámicos. Estos subgrupos poseen una cronología
establecida y se les ha dado un valor crono-temporal, (Santos y Otero de S. 2003). Los
subgrupos se han denominado: Ferrería, Marrón Inciso y Tardío.
La ocupación alfarera denominada Cancana, la cual corresponde a la primera y más
temprana ocupación desde el sexto milenio AC., hasta comienzos del cuarto siglo AC., fue
reportada por la investigadora Neyla Castillo. Los atributos característicos de esta
ocupación alfarera corresponden a cuencos pequeños de paredes delgadas y vasijas de
boca estrecha y cuerpo redondeado asociadas generalmente al servicio y almacenamiento.
La decoración es poca en la fase I que es la más temprana (entre 5900 y 4200 AC). En la
fase II, la tardía de la ocupación (entre 4200 a 3500 AC), las decoraciones y formas se
estandarizan, se evidencian figurinas antropomorfas y zoomorfas modeladas. Estas
evidencias han sido recuperadas en los primeros niveles de estratificación en yacimientos
arqueológicos pre-cerámicos, esto se interpreta como “…una continuidad social y cultural
entre los “recolectores horticultores pre-cerámicos” y los alfareros de la cerámica Cancana
(…)”, lo cual lleva a incluir esta ocupación dentro de un mismo largo periodo, junto con los
grupos pre-cerámicos (Ibíd. 2003:104). Esto es importante porque estaría mostrando, por
un lado, una continuidad de la explotación de ciertos recursos y por otro, que la cerámica
aparece en sociedades no agrícolas.

Los grupos humanos representados por la tradición alfarera Ferrería han sido establecidos
en Antioquia desde el siglo V AC., hasta el siglo IV DC. Su materialidad ha sido identificada
desde la Cordillera Central por el Valle de Aburrá, el Altiplano de Rionegro y la vertiente del
Magdalena. Para el Valle de Aburrá han sido localizados numerosos yacimientos
arqueológicos en los municipios de Medellín, La Estrella, Itagüí, Bello y Girardota (Castillo
1995; Santos y Otero de Santos 1996, 2003; Castro 1998; Múnera y Botero 1997; Cardona
y Nieto 2000; Langebaek et al. 2002; Otero de Santos y Cardona (2003). Algunos
investigadores han considerado que se trata de grupos que poblaron inicialmente la
vertiente del Magdalena y que posteriormente ascendieron a las partes altas de la cordillera
en busca de suelos fértiles para sus cultivos (Santos 1998; Castro 1998). La organización
social de estos grupos, portadores de la cerámica Ferrería, se destacan en el registro
arqueológico con asentamientos dispersos, con una selección intencional de zonas con
suelos fértiles en donde se ven más agrupados los asentamientos. Las unidades
domésticas eran pequeñas en donde no se evidencian organizaciones políticas
establecidas o jerarquización diferencial entre ellos (Langebaek et al. 2002). Sin embargo,
se ha planteado una complejidad de creencias y prácticas funerarias que hacen parte y
reflejan diferencias sociales o cierto status al interior de los grupos (Santos y Otero de
Santos 2003).

De este modo, los pocos entierros localizados asociados a este periodo alfarero evidencian
una localización intencional ya que son dispuestos en las mismas unidades domésticas,
haciéndola diversa y compleja. En la vereda El Salado del Municipio de Bello y en el Cerro
El Volador en Medellín, se hallaron entierros primarios en pozos rectangulares con nichos
laterales o en pozos con semi-cámaras donde se depositaban los cadáveres y entierros de
restos óseos cremados en vasijas cerámicas o directamente en pequeñas fosas en el suelo
(Santos y Otero de Santos 2003). La disposición de los restos óseos encontrados en el
fondo de los pozos y nichos laterales de las tumbas, son generalmente en posición de cúbito
dorsal o lateral con los miembros extendidos (Santos y Otero de Santos 1996 y 2003). En
el municipio de Envigado, en el sitio de La Morena, fueron localizados entierros humanos
en urnas funerarias asociadas a cerámica Ferrería, las cuales arrojaron una fecha radio-
carbónica de 3.180 años A.C. (Santos. 2010).

La ocupación alfarera denominada Marrón Inciso, para los cuales se han registrado
numerosos sitios que evidencian una ocupación espacial amplia, “la cuenca montañosa del
río cauca y por la cordillera central en Antioquia, se han registrado por todo el cañón del
Cauca, en el Valle de Aburra, también conocido como la fase Pueblo Viejo y en la altiplanicie
de Ríonegro”. (Otero de Santos y Santos 2003: 109) Cronológicamente se asocia a esta
ocupación entre los siglos I DC., y el siglo VII DC. “El término identifica una cerámica que,
por sus características formales y técnicas, se relaciona con grupos humanos que habitaron
la zona correspondiente a los actuales departamentos de Antioquia, Caldas, Quindío y
Risaralda”. (Betancur, 2003:17).

Se han encontrado evidencias fehacientes de que este grupo alfarero poseía estrategias
de explotación de fuentes de aguasal. Hallazgos en los yacimientos arqueológicos ubicados
en el corregimiento de Santa Elena, como el sitio de Mazo (Santos, 1998; Botero y Vélez,
1995) y Chorroclarín (Castro 1999), al igual que en otros lugares de Antioquia, tales como
en los municipios del Retiro, Guarne, San Vicente y Santuario. Se caracterizan por una
cantidad exuberante de fragmentos de vasija (tiesteros) cerca o próximo a estas fuentes de
aguasal.

En cuanto al patrón de enterramiento que representa al estilo cerámico, se caracteriza por


la utilización de urnas funerarias para disponer las cenizas de uno o varios individuos.
Algunos nuevos datos de investigaciones (Arcila 1977, Santos 2010, Botero et al 2011)
sugieren algunas variaciones a esta pauta introduciendo un componente lítico a algunas de
ellas identificadas como tumba tipo cancel o semi cancel (cajón de piedra). Un primer
reporte de este elemento fue esbozado por Arcila en 1977 cuando describió un hallazgo
fortuito en Guayabal, consistente en un foso cubierto por una laja de piedra en cuyo interior
se hallaba una urna funeraria, en la Loma del Escobero en el municipio de Envigado fue
hallado un enterramiento primario en una tumba de cancel asociado a este estilo y con una
cronología de 1640+/-50 AC. 260 a 290 DC. (Santos 2006:47) Investigaciones fuera del
Valle de Aburra confirman la existencia de esta pauta lítico-funeraria asociada al estilo
Marrón Inciso en el municipio de Briceño (Botero et al 2011).

Finalmente, la ocupación alfarera Tardía ha sido reportada para el Valle de Aburrá, el


altiplano de Rionegro y la cuenca montañosa del río Cauca en Antioquia. Cronológicamente
se ha asociado una temporalidad que va desde el siglo IX al siglo XVI DC. Esta temporalidad
se le ha otorgado por datos coloniales y algunas fechas radio-carbónicas de
investigaciones. En cuanto a la cerámica, se define como una cerámica burda, de poca
preparación y sin mayor acabado. Algunas veces presenta pintura roja clara, predominando
en las vasijas funerarias y de servicio. La decoración es poca, presentado algunas veces
triángulos impresos en el cuerpo, además de incisiones formando figuras geométricas. En
la forma son sub-globulares de bordes sencillos y directos (Bermúdez. 1997). Dentro de
este complejo cerámico se han establecido dos subgrupos generalmente regionales. Es el
caso del complejo Aguada al suroeste del departamento y el complejo inciso con borde
doblado hacia el noroccidente. Cabe resaltar que:
Los grupos tardíos introdujeron una nueva tradición alfarera, diferente a las de las
tradiciones anteriores, representa una diversidad de complejos y estilos cerámicos,
así en la cuenca montañosa del Cauca se tienen: el Cauca Medio, Caldas, Aplicado
inciso, La aguada e Inciso con borde doblado. En la cordillera central en Antioquia y
en la parte superior del Valle Medio del Magdalena; estas manifestaciones tardías
están representadas por los complejos Tardío, Picardía y Horizonte del Magdalena
Medio o complejo Colorados (Santos y Otero 2003:115).

El patrón de enterramiento asociado a este complejo Tardío es caracterizado por “tumbas


de pozo con cámara lateral” en cementerios o lugares apartados de las viviendas (Santos
1998; Santos y Otero de Santos 2003). Atribuyen este cambio como resultado de nuevas
formas de organización social y política, además de nuevas dinámicas de interacción,
basadas en relaciones entre élites con control de territorio, con diversos desarrollos
culturales regionales expresados en subgrupos cerámicos (Santos 1998). También se ha
planteado para esta época la existencia de grandes aldeas cerca de suelos fértiles, indicio
de organizaciones sociales jerarquizadas o cacicazgos (Langebaek et al. 2002). Finalmente
las características socioculturales de los grupos de esta ocupación en la época de la
Conquista aún son pocas. Una vez las huestes conquistadoras diezmaron los grupos
sociales, fueron repartidas las encomiendas y obligados a prestar servicios, como el trabajo
en minas de oro, el transporte de carga, guías a las huestes conquistadoras, ganadería y
agricultura para el sostenimiento de los españoles, de indígenas introducidos y de ellos
mismos. El tributo y el trabajo excesivo, por encima de las leyes protectoras de la corona,
llevaron a la rápida reducción de la población indígena, y a la solicitud de permisos, por
parte de los nuevos colonos españoles, para la importación de esclavos negros (Friede,
1982).

De esta manera, se cree por parte de muchos investigadores, la existencia de


interrelaciones en el espacio como en el tiempo de grupos humanos que portaron diferentes
estilos cerámicos, como por ejemplo las relaciones existentes entre grupos cerámicos en la
región del bajo Cauca, los ríos Porce y Magdalena con el macizo central antioqueño.

Antecedentes Etnohistóricos

Las poblaciones indígenas del Magdalena medio antioqueño, fue genéricamente


denominadas por los españoles como Pantágoras o Palenques, pero a su interior se
reconocían territorios más específicos denominados como pueblos o provincias cuyos
pobladores recibieron los gentilicios de Coronados, Cabellos Largos, Canapeyes, Amaníes,
Samanáes, Cocoznaes, Guasanas, Chiruñas, Ziziñas, Chiparnas, Ortanas y Punchináes
(Castillo 1988b, Vargas 1994). Su territorio comprendía aproximadamente desde la cuenca
del río La Miel en los actuales límites de Caldas y Antioquia, hasta la del río Ité cerca de
Remedios, incluyendo las áreas montañosas y las vertientes selváticas del río Magdalena
(Castillo 1988b).
El cronista Aguado hace una descripción de: “… la disposición de la tierra en los términos
de Vitoria y los Remedios, por ser toda una gente y una lengua”. “El cronista hace la
salvedad de lo difícil que resulta, caracterizar todas las diferencias culturales que se
encuentran en la región, no obstante, todas las gentes están identificadas por tener el
mismo idioma” (ICAN-ODC 1994:223). Los Pantágora y “con ellos los Amanie, habitaron la
región que se adjudicaron como jurisdicción los poblados españoles de Vitoria y Remedios,
entre el río Guarinó y el río Cimitarra, afluentes occidentales del Magdalena. Los bautizados
por los españoles como Pantagora, estaban conformados por varias “provincias” o
“behetrías” ” (ICAN-ODC 1994:223). La siguiente distribución tentativa de los principales
núcleos de población indígena de la vertiente de la Cordillera Central hacia el Magdalena
medio en el siglo XVI se basó en la información de crónicas: “Coronados, Canapeyes y
Cabellos Largos se hallaban localizados entre las cuencas de los ríos Gualí, La Miel y
Samaná; Amaníes en la cuenca media y alta del río La Miel; Samanáes en la cuenca media
y alta del río del mismo nombre; finalmente, se refiere una serie de pueblos localizados
entre el río Samaná y el río Nare, denominados Cristascan, Ortana, Cocozna, Hontaón,
Sarara, Ingrina, Guacona y Punchiná. Más hacia el norte se refiere la existencia de algunos
asentamientos en la cuenca alta del río San Bartolomé, sin un toponímico o gentilicio
reconocido” (Duque en Tabares 2009).

Las comunidades Pantágora, presentaban una organización social igualitaria, con


parentelas matrilineales dispersas y autónomas entre sí y tan solo integradas por afinidad
lingüística. Sin embargo, la provincia de Amanie, localizada hacia las partes altas de la
vertiente, poseía un poder centralizado en la persona del cacique principal y un patrón de
asentamiento nucleado, lo que sugiere la existencia de un cacicazgo incipiente. Por lo que
se sabe la economía de los Pantágoras y sus vecinos se basaba en el cultivo de maíz, frijol,
yuca y ahuyama, alternado con otras actividades que al parecer no eran muy importantes
como la caza y la pesca. No se tienen referencias sobre la explotación de oro, mientras que
la demanda de la sal se satisfacía empleando directamente el aguasal sin procesar (Castillo
1988b en Acevedo et al 1995:90). Respecto de las relaciones culturales de los Pantágoras
con los demás grupos del Magdalena medio, se ha planteado la existencia de un sustrato
común de origen Karíb (Castaño y Dávila 1984), hipótesis que como se ha dicho
anteriormente, debe ser tomada con cautela (Acevedo et al 1995:90). Según el cronista
Aguado, “Los Amaníes tienen una organización política más centralizada que los
Pantágoras: “Hay entre ellos, señores a quienes respetan y temen y obedecen, los cuales
son electos en cada pueblo entre los moradores y vecinos de él; los cuales, las más veces
eligen en este cargo al indio más emparentado y grave y valiente que hay en aquella
república, el cual los manda como señor y ellos obedecen como subditos, y así hay mejor
orden en el vivir entre estos amanies que entre los pantagoros…” Mientras tanto entre los
Pantagora: “… No hay caciques ni principales a quien obedezcan sino todo behetría…”.
“Las otras diferencias que destaca, se relacionan con el matrimonio y el canibalismo. Sobre
las demás costumbres no tiene más que explicar que lo dicho para los Pantágora” (ICAN-
ODC 1994:223-224).
“Entre las características culturales que Aguado destaca para los Pantágora, sobresale la
apariencia personal de hombres y mujeres: "Los varones traen los cabellos cortados por
encima del hombro y aun casi junto a las orejas, y algunos andan con coronas hechas como
de frailes,.."; las mujeres tienen buena tez, "traen estas naturales el cabello de la oreja
adelante suelto, y de allá para atrás recogido y entrenzado con ciertos bejucos en dos
partes, las cuales rodean a la cabeza que les dan buen aire y gracia". Hace énfasis en la
pintura de jagua y bija que llevan los hombres y en la diferencia de vestimenta entre las
mujeres solteras y casadas. Las solteras traen unos delantales de cabuya o algodón abajo
de la rodilla, las casadas solo vestían una "pampanillas". Por otra parte, tenían la costumbre
de deformar el cráneo aplanándose la frente.” (ICAN-ODC 1994:224).

“Sembraban maíz, frijol, yuca, ahuyama, etc. Los hombres eran los encargados de labrar la
tierra, las mujeres solo a voluntad de ellas les colaboraban, ya que su obligación en este
trabajo estaba con sus hermanos. Era común la elaboración de harina de yuca y de maíz
para diferentes preparaciones. La fauna y presas de cacería eran pobres, aunque la pesca
era abundante” (ICAN-ODC 1994:224). “Eran expertos guerreros, usaban de flechas
envenenadas, conocían tácticas de guerrillas como las trampas, las palizadas y construían
palenques para su defensa, lo que les debió a Pantágoras y Amanie, el nombre de
Palenque: "...que sabe... que los indios de la dicha encomienda del dicho Francisco de León
son naturales de la provincia de Amaní que por otro nombre los palenques,..." Moreno
(1987: 50). Los especialistas que sobresalen son los "mohanes" quienes además de ser a
autoridad religiosa, son curanderos.” (ICAN-ODC 1994:224) “Su poblamiento se da por
"familias y parentelas que de parte de las mujeres proceden...", lo que indica su filiación por
línea materna. Las mujeres y más específicamente en su posición de hermanas son
fundamentales para el establecimiento de alianzas matrimoniales con otros grupos de
parentesco. Vivían en bohíos familias extensas conformadas por dos o tres familias
nucleares" (ICAN-ODC 1994:224).

“Según un documento sobre la repartición de encomiendas para los soldados que


participaron en la expedición de la fundación de Remedios en 1562 y sobre el conflicto que
se suscitó con la anterior fundación española establecida en la región llamad Victoria, se
colige que los Pantágora tenían una alta densidad de población y que combinaban el patrón
de asentamiento disperso y nucleado: “... La calidad de las provincias de esta ciudad todas
las más son entre calientes y frías y de arcabuco y montaña lo más de ella y fragosa. Están
poblados los dichos indios en lomas y quebradas algunos en ranchos pequeños y otros en
sus poblaciones tienen rozas y montes para hacer sus labranzas..." (A.G.N Po- blaciol1es
T 1: 232v)" (ICAN-ODC 1994:224). “Aguado distingue entre los Amanie de adentro y los de
afuera. En los sistemas de organización espacial jerárquicos, que se guían por los cursos
de los ríos, y en esta zona especialmente montañosa, fue común oír hablar de las gentes
de adentro y de las de afuera, refiriéndose posiblemente a los habitantes de la parte alta y
de la parte baja de los ríos que tributan sus aguas al río Grande de la Magdalena. Se
plantea, a manera de hipótesis, que a mal entendimiento del cronista, entre los Pantágora
se distinguían los de adentro y los de afuera, correspondiendo respectivamente a los de
arriba y los de abajo. Los Amanie serían frente a otras provincias de los Pantágora gentes
de arriba o de dentro. Según Duque Gómez, Amanie, en Pantágora, significa, el de adentro”
(ICANODC 1994:224). De otro lado es posible que los Pantágora y especialmente los
Amaníes sostuvieran relaciones con las provincias del Cauca Medio, hipótesis basada en
la existencia de elementos culturales comunes como la antropofagia y las fortalezas
empalizadas, además de la localización geográfica que hace de la cuenca de los ríos La
Miel y Samaná una ruta natural estratégica para pasar la cordillera central hacia el valle del
río Cauca aprovechando la vertiente del Arma (Acevedo et al 1995:90). “En el documento
citado, es manifiesto el patrón de ocupación espacial de tierras altas y tierras bajas, en la
localización de las provincias de Puchina, Otrana y Samana. Puchina, la más poblada era
de las de adentro, o de vertiente, las dos últimas tenían por territorio los ríos Nare y Samana,
respectivamente” (ICAN-ODC 1994:224).

“Las principales provincias, en el territorio determinado como de los Pantágora, eran:


Puchina con el pueblo llamado Ponte, con 1.300 casas, Samana con 430, Ortana a una y
otra banda del Nare tiene 1.000 casas, Guasana, Chiruña e Ziziña con 1.000 y Chiparna y
Cocorna con 300. "...Todas estas provincias están dentro de las diez leguas que son por
todas cuatro mil casas.” (ICANODC 1994:224). “Ansy mismo hay unas provincias juntas
con otras llamadas Ondana, Topeque e Coque, que están visitadas e no halladas, dicen los
que vieron habrán más de mil casas. Estas provincias están de esta ciudad hasta catorce
leguas…” (Poblaciones Varias T.I: 233v, en ICAN-ODC 1994:225).

“Los Pantágora de la ribera del río magdalena, habrían sido desplazados por los Yurumina”
(Cabellos Largos), “con quienes a partir de la vecindad y la convivencia desarrollaron
diferentes tipos de relaciones, incluidas las de parentesco” (ICAN-ODC 1994:225).

Resulta interesante tener en cuenta que las zonas de mayor población se encontraban en
las vertientes cordilleranas, mientras que las tierras bajas del río Magdalena, a diferencia
de lo ocurrido varios siglos antes de la conquista española, parecían poseer una población
relativamente baja. De hecho, los primeros intentos por reducir a encomiendas la población
indígena y establecer fundaciones españolas en la región, se efectuaron en esta franja
intermedia de tierras templadas, entre el Magdalena y las partes altas de la cordillera. Frente
a otras regiones como la cordillera oriental y el Cauca medio, la densidad poblacional de
los grupos indígenas de la vertiente al Magdalena parece haber sido menor, lo cual da
cuenta de un uso no intensivo del espacio y de los recursos disponibles. La distribución de
la población abarcaba tanto pequeños asentamientos nucleados localizados en zonas de
vertiente de difícil acceso protegidos por empalizadas –denominados por los españoles
palenques - así como viviendas dispersas por las vertientes cordilleranas y algunas
pesquerías en los cursos bajos de los ríos tributarios del Magdalena.

“Estos grupos habían desarrollado una economía fundamentalmente de subsistencia,


basada en la agricultura itinerante, la pesca y la cacería, además de la recolección de
recursos vegetales de bosque húmedo tropical. Los cronistas mencionan el cultivo de maíz,
yuca, ahuyamas, legumbres, algunos tubérculos y ají (Aguado 1956. Tomo II: 29,82). La
explotación de oro se hacía en los depósitos aluviales de los ríos La Miel y Samaná,
controlados por grupos Amaníes, así como en el río Guatapé, cerca de la provincia de
Punchiná”.

“La organización política mediante la cual se hacía posible la reproducción social de las
comunidades, la organización de las actividades económicas y el control de las relaciones
de intercambio y defensa del territorio, encontraba en la familia extensa su base
fundamental. Refieren los cronistas la existencia en todas las provincias de un sistema de
parentesco matrilineal y patrilocal, según el cual los hombres establecían alianzas
matrimoniales con una o varias mujeres pertenecientes a parentelas diferentes de las
suyas, lo cual implicaba una dinámica frecuente de relaciones sociales de interacción entre
diferentes poblaciones. Además de las relaciones de parentesco, en algunas provincias,
como Amaní, se establecieron alianzas políticas de mayor envergadura, a juzgar por la
existencia de caciques principales, bajo cuyo mando se encontraban los líderes naturales
de los diferentes pueblos que componían la provincia. Sin embargo, esta forma de
organización de tipo cacical, no parece haber sido permanente o frecuente entre las demás
provincias del área (…). Aún en el siglo XVI se pueden reconocer los efectos de antiguas
alianzas políticas al tener en cuenta la manera en que líderes indígenas de una y otra parte
convocaron a sus poblaciones para una defensa común de sus territorios, frente a las
avanzadas españolas. Así, por ejemplo, se narra la ocurrencia de un alzamiento indígena,
que hacia 1556 aglutinó las poblaciones indígenas de las provincias de Panche, Palenques,
Mariquita y Cartago, que pretendía “arruinar los pueblos y echar los españoles dellos”
(Aguado 1956: 561). Lo propio ocurrió entre los pueblos comarcanos de la ciudad de Vitoria,
que… influyó en su posterior despoblamiento”.

“En la ciudad de Vitoria, fundada en 1557 en cercanías al río La Miel, se logró el


repartimiento de población indígena en encomiendas y el establecimiento de explotaciones
de oro en las cuencas de los ríos La Miel y Samaná, empleando para el efecto mano de
obra indígena y negra. No obstante, fue despoblada antes que terminara el siglo, ante las
constantes arremetidas de los indios coronados, así como la escasez de mano de obra
indígena y lo costoso del mantenimiento de esclavos en las minas, en una región que de
todas formas no ofrecía el mismo potencial aurífero que otras zonas, en donde se venían
realizando explotaciones rentables” (Piazzini y López 2002). Para la margen derecha del
río Magdalena hacia los siglos XVI y XVII, en la zona de Barrancabermeja, al parecer
habitaban los grupos Yareguíes que perduraron hasta el siglo XIX.

Entre el río Opón y el río Negro, estaba ocupado por los Carares, y ambas márgenes del
río, desde el Bajo río Guarinó hasta las inmediaciones de las ciudades de Ambalema y de
Guaduas fueron ocupadas por los Panches. Señala que los rasgos cerámicos comunes a
ese último territorio no aparecen como un conjunto homogéneo en el complejo Colorados,
lo cual sugiere que en el territorio Panche, cuando llegaron los españoles, ocurrieron
desarrollos culturales distintos que no influyeron a otros pueblos del Magdalena Medio.
Señala además, que no hay claridad sobre quienes fueron los artífices de las urnas
funerarias y del estilo cerámico definido como fase Colorados, e igualmente, que no hay
información histórica que vincule a pueblos históricos con estas prácticas funerarias de la
región, lo cual lleva a plantear que nuevas transformaciones se dieron a partir del siglo XVI
en el panorama geopolítico del Valle Medio del Magdalena. Las estrategias de resistencia
de los Pantágoras ante la conquista española funcionaron hasta finales del siglo XVII,
cuando aún se tienen noticias sobre el asalto de expediciones españolas a manos de éstos
en el curso medio del río Magdalena (Vargas 1994 en Acevedo et al 1995:90-91).

A continuación se hace una recopilación de información de orden primario sobre el área de


estudio. También se hace referencia a estudios que se han realizado en la subregión del
Magdalena Medio, área de influencia indirecta relacionada con nuestra área de estudio. Se
describen entonces algunos hallazgos por municipio y su correspondiente fuente
bibliográfica según la base de datos del ICANH:

Municipio Tabla Bibliográfica Tipo de Hallazgo Arqueológico

Pino Salazar, Jorge Iván. 2006. “Caracterización “Se identificaron 36 sitios


patrimonial del sistema de humedales ciénagas El distribuidos de manera equitativa
Totumo, Barbacoas y Chiqueros, municipios de en las tres ciénagas analizadas;
Yondó y Puerto Berrío Antioquia”. se asume que el poblamiento se
realizó de manera simultánea
tanto en el piedemonte
cordillerano como en las riberas e
islas del río y que la intensidad de
ocupación debió estar relacionada
con el desempeño de actividades
de aprovechamiento de recursos
incluidos en los ciclos anuales
productivos”

Gutiérrez Olano Javier, 2008. “Estudio de impacto “Las actividades de


ambiental área de perforación exploratoria Antorcha, reconocimiento en campo
municipio de Puerto Berrío, Antioquia: componente permitieron detectar, a través de
arqueológico”. las búsquedas en superficie,
materiales arqueológicos que
remiten a la ocupación
prehispánica de la zona de
influencia directa del área de
perforación exploratoria Antorcha.
Sugiere implementar un Plan de
Puerto Berrío Manejo Arqueológico especial
como medida preventiva a la
posible alteración del patrimonio
arqueológico”
Municipio Tabla Bibliográfica Tipo de Hallazgo Arqueológico

López Luis Guillermo, 2009. El potencial arqueológico


detectado en la Variante Malena,
de la Línea de interconexión a
“Formulación y ejecución de un plan de manejo 203kV es bajo, dado que sólo se
arqueológico en las variantes de las líneas de identificaron dos yacimientos en
interconexión eléctrica a 230 Kv: Malena, entre las las áreas impactadas por las
torres 305V y 309V, municipio de Puerto Berrío y obras, con muy bajo estado de
variante de la línea Ancón Sur-Esmeralda, torres conservación. Otro
71V y 79V, municipio de Fredonia, departamento de reconocimiento sistemático en la
Antioquia. Informe final. Rescate y monitoreo geoforma asociada a la torre
arqueológico”. 308V permitió detectar cinco
yacimientos adicionales a partir
de recolecciones superficiales de
elementos líticos producidos
mediante técnica de la talla
Fredonia / Pto
Berrío

METODOLOGÍA

El componente arqueológico se basa en los lineamientos técnicos del ICANH para los
programas de arqueología preventiva, acordes con el régimen legal vigente: Ley 1185 de
2008 y Decreto 763 de 2009. Esto implica que para la formulación de un plan de manejo
arqueológico se tuvo que prospectar primero el área a intervenir. Por ende, para lograr los
objetivos propuestos en este estudio, se desarrollaron tres fases de trabajo, relacionadas
con el trabajo de pre-campo, el trabajo en campo y el trabajo pos-campo.

Las investigaciones arqueológicas realizadas en la subregión del Magdalena Medio han


demostrado que desde la antigüedad este territorio oriento la movilidad humana durante
el poblamiento primitivo de los Andes septentrionales.

Arqueológicamente, esta porción del Magdalena Medio ofrece posibilidades para el


planteamiento de problemas y preguntas de investigación relativas al poblamiento
temprano del interior del país, procesos posteriores de adopción de la agricultura y
sedentarización, y finalmente acerca del desarrollo de organizaciones sociales y políticas
de diferente rango que enfrentaron y de alguna manera definieron el proceso de conquista
y posterior establecimiento colonial europeo.

Se considera que el paisaje arqueológico de la zona posee una gran profundidad crono-
cultural, que abarca ocupaciones antiguas, desde grupos cazadores-recolectores, arcaicos
y formativos, hasta cacicazgos de gran complejidad sociocultural. Las investigaciones
arqueológicas realizadas en la subregión han registrado vestigios de industrias líticas
talladas vinculadas a grupos paleoindios o cazadores-recolectores tempranos que hicieron
presencia durante miles de años, en sitios al aire libre y en cuevas naturales. Estos mismos
estudios también han registrado abundantes materiales cerámicos vinculados a sociedades
que ocuparon el territorio durante periodos clásicos y tardíos. Algunos yacimientos
arqueológicos localizados en ambientes ribereños y lacustres de Puerto Berrio, se han
fechado desde el siglo VI a.C. La gran mayoría de evidencias alfareras se han
correlacionado con el denominado complejo Colorados que se han fechado entre los siglos
X y XVI d.C.

ETAPA DE CAMPO

En la fase de prospección arqueológica se realizó el reconocimiento e inspección de toda


el área del polígono donde se ubica el proyecto, además de las áreas de intervención directa
de las obras que se realizarán en la mina La Conga. Con este primer acercamiento se pudo
identificar las áreas más sensibles al impacto de la obra y se establecieron 2 planicies que
se ubican en el área noroccidental de influencia directa del proyecto, y que se prospectaron
con mayor rigurosidad para visualizar la dispersión de las evidencias probables
arqueológicas sobre el espacio y correlación a los posibles patrones de asentamiento.

La actividad de la prospección arqueológica, con la realización de los muestreos (pozos de


sondeo-pruebas de palín-apiques) se recabó la información estratigráfica que componen
los cambios y variaciones del suelo, según el nivel de intervención.
ID Norte Este

Tramo

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Se establece que el impacto potencial arqueológico y de Bienes de Interés Cultural pivotea
en grados nulo (no-afecta), moderado y compatible; y se cautelan los terrenos planos no
intervenidos; y en especial, el entorno inmediato a un sitio potencial identificado en el tope
del cerro situado al sureste del área de influencia directa e indirecta.
Se propone liberar el entorno inmediato a su ámbito de afección: accesos, bocaminas y
entables porque se emplazan en áreas de muy baja probabilidad de ocurrencia de
entidades arqueológicas.

El estudio arqueológico se realizó en un periodo de un mes aproximadamente, dedicando


tiempo simultáneo al reconocimiento y valoración del potencial arqueológico, a la
formulación preliminar del Programa de Arqueología Preventiva, a la escritura y edición
de informes y mapas de riesgos, y a la gestión de otros subproductos.

La estrategia general de la investigación es reconstruir e interpretar los procesos de


construcción social del paisaje a partir del sentido que representan los restos físicos de la
acción espacial y ambiental de los grupos humanos. En esta perspectiva, el paisaje se
entiende como “el producto socio-cultural creado por la objetivación, sobre el medio y en
término espaciales, de la acción social tanto de carácter material como imaginaria”.

Desde tal planteamiento entendemos por paisaje la conjunción de tres tipos específicos de
circunstancias distintas: “El ambiente, medio natural o matriz sobre la que el hombre
desarrolla sus actividades. La sociedad, que transforma el espacio físico anterior en una
realidad transitiva, en una construcción social. Y la cultura que configura el espacio como
una categoría cultural, como resultado de las concepciones alumbradas por el pensamiento
de un grupo humano”. En este sentido, el paisaje involucra una realidad dada (un espacio
físico) para crear una realidad nueva (un espacio social, económico, político), como
resultado de la aplicación de un orden cultural (imaginado, simbólico) (Criado 1999).

Lo anterior implica que las actividades que tienen lugar en relación con el espacio están
organizadas de forma coherente con la representación cultural del mundo que tiene el grupo
social que las realiza; es decir, que en el proceso de construcción de los espacios
intervienen no sólo los dispositivos mecánicos (físicos) sino que incluyen también los
dispositivos conceptuales (definen, articulan y nombran), necesarios para poder llevar
acabo la "humanización" de un espacio. Analizando estos dispositivos mecánicos (las
formas), su configuración, los cambios según el distinto tipo de sociedad, etc., se debería
poder llegar a acceder en cierta medida a los dispositivos conceptuales que los han
generado, en definitiva, a su patrón de racionalidad (Criado 1999:10, Mañana et al 2002).

Resultados estratigráficos

Los suelos se han derivado de rocas ígneas (cuarzodioritas, granodioritas y dioritas), son
profundos, bien drenados, de texturas finas y moderadamente finas, muy fuerte a
fuertemente ácidos y fertilidad baja; presentan erosión hídrica en grado ligero a moderado.
Estos suelos morfológicamente presentan perfiles con una secuencia de horizontes A-B-C.
El horizonte superficial A varía de 10 a 40 cm de espesor, los colores son pardos, pardo
oscuros 10.5 YR 5/4 o pardo amarillentos correspondientes a 7.5YR 5/5 según la tabla de
colores de suelo Munsell. El horizonte B presenta colores pardo amarillentos, pardo fuertes,
rojizos amarillentos o rojos. La textura de los suelos en los dos horizontes es
moderadamente fina y la estructura en bloque subangulares finos y medios, moderados.
En la fracción arcilla hay dominancia de caolinita y presencia dudosa de vermiculita. La
fracción arena está compuesta en más del 90% por cuarzo y en un 5 a 9% por opaco de
alteración; en el horizonte superficial se encuentran trazas de piroxenos, anfíboles,
feldespatos y circón. Áreas erosionadas: “En Minas del Vapor, En la Hacienda la Meseta,
Un área ubicada en la quebrada la Berlina dentro de la hacienda del mismo nombre, Un
área ubicada sobre la margen izquierda de la quebrada el Pescado, Un área ubicada dentro
de la cuenca de la quebrada la hondita en la vereda El Dorado- Calamar” (PBOT 2003:1).

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