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MINA LA CONGA
PRESENTADO POR:
ANTROPOLOGO
Los objetivos propuestos para este proyecto tuvieron como fin la prospección de la zona a
expandir en la mina y dado el caso de encontrar material arqueológico proceder a su
respectivo análisis en contraste con la bibliografía de las investigaciones anteriormente
realizadas en la región. Paralelo a este análisis también se buscó generar conciencia y
aportar información sobre cultura material en la población, mediante la socialización y del
trabajo de prospección realizado en el sitio, todo lo anterior se incluye como parte del plan
de manejo arqueológico.
Cabe resaltar que, con la investigación, se espera contribuir en gran medida al conocimiento
arqueológico de los grupos humanos del pasado y su relación con el espacio creado y
modificado socioculturalmente en la subregión del Magdalena Medio. Esperamos pues
generar un corpus de información investigativa que esté a la altura del debate académico y
a las problemáticas y dinámicas del poblamiento prehispánico para el departamento de
Antioquia y la subregión del Magdalena Medio.
Localización
El Proyecto de la Mina La Conga, con título 1935, (extensión 9.0232 Ha) se localiza en la
vereda Minas del Vapor del municipio de Puerto Berrio, en la Subregión Magdalena Medio
del departamento de Antioquia, Cordillera Central de Colombia.
En la Tabla 1.1 se presentan las coordenadas del polígono del proyecto Mina La Conga y
en la Figura 1. se puede apreciar la localización del Proyecto.
1 1’204.955,00 938.683,4
2 1’204.955,00 939.040,5
3 1’204.702,30 939.040,5
4 1’204.702,32 938.683,4
Punto
Situación Cartografía
Plancha IGAC:
Longitud E: 74º 24’ 24” 132-IV-D
1:25.000
Localización
Departamento: Antioquia
Municipio: Puerto Berrío
Antesala de Antioquia y
Apelativos:
Corazón de Colombia
PLANTEAMIENTO Y JUSTIFICACIÓN
“La localización del Magdalena Medio antioqueño en el centro del país es estratégica
porque la convierte en puente y nudo de conexión entre diferentes regiones colombianas”
(INER 2000:33). De acuerdo con Castaño, esta subregión contiene un inigualable mosaico
ecológico determinado por una gran variedad de pisos térmicos dentro de un ámbito
geográfico reducido, el cual, seguramente estimuló el desarrollo de numerosas
particularidades culturales de tipo local y regional (Castaño 1992). Los diferentes informes
que se han generado a partir de las investigaciones adelantadas en el Magdalena Medio
antioqueño desde los años treinta del pasado siglo, han reportado la presencia de cultura
material vinculada a diversos niveles de subsistencia desde el Paleoindio hasta los
Cacicazgos. Para esta subregión, se han caracterizado varios asentamientos humanos
circunscritos crono-culturalmente a tres periodos de ocupación; periodo temprano, periodo
medio y formativo tardío.
Contexto regional
Conviene destacar que la pauta del poblamiento para el área que se extiende desde
Portobelo (Antioquia), hasta El Portal (Caldas), indica pequeñas estaciones temporales con
una baja densidad en líticos localizados en terrenos semiondulados, colinas y terrazas por
encima del nivel de inundación (Cadavid 1986). Gran parte de las evidencias presentaba
una tecnología simple de percusión directa asociadas a la industria "abriense" (Correal
1977). “Los datos hasta ahora obtenidos revelan la existencia de dinámicas culturales,
desde hace por lo menos 10500 años para zonas como el valle intermedio del río
Magdalena y desde hace unos 6500 para el curso medio del río Porce” (Acevedo et al
1995:32). “Se ha reportado que hace unos 11.000 años, algunos sitios ubicados en los
municipios de Yondó, La Magdalena y Puerto Berrío (Antioquia) fueron ocupados por
"cazadores especializados" cuya movilidad se refleja en los vestigios que quedaron de
"estaciones de cacería y desprese" antes que de "sitios de habitación semipermanente"
ubicados en colinas y terrazas alejadas unos cuantos kilómetros del actual lecho del río
(López 1989:12-15-20-21, López et al 1994:28-32-33)” (Flórez 1998:23).
Para el periodo temprano se ha señalado un lapso temporal que abarca desde el final del
Pleistoceno al primer milenio a.C., donde se notan claramente dos vacíos cronológicos; el
primero entre el 8000 y el 6000 a.C. aproximadamente, y el segundo, entre el 4500 a.C. y
el 2500 a.C. aproximadamente. Durante el lapso temporal que abarca este primer periodo
es probable que el área del Magdalena Medio estuviese ocupada por grupos cazadores-
recolectores. Este periodo inicial de la secuencia de ocupación humana en la subregión del
Magdalena Medio Antioqueño, sobre las vertientes orientales de la cordillera Central, fue
primeramente documentado por los estudios de arqueología aplicada a resolver el impacto
ambiental arqueológico generado por proyectos de explotación y conducción de
hidrocarburos. Durante la construcción del oleoducto Vasconia-Coveñas, los estudios
permitieron identificar varias localidades con presencia de vestigios arqueológicos
asociados con procesos de poblamiento y adaptación tempranos, al parecer por parte de
grupos humanos cazadores-recolectores (ICAN-ODC 1994). En un total de 23 localidades
arqueológicas, fueron identificados conjuntos de evidencias líticas talladas dispersas
superficialmente o sepultadas. Esta distribución de sitios, cubre desde la zona baja del río
Suan, en la localidad de Nuevo Mundo, hasta la localidad de Patio Bonito sobre el río San
Bartolomé. En la hacienda Nuevo Mundo del municipio de Puerto Berrío, se recuperaron
elementos líticos tallados y cerámica, sobre una extensa terraza aledaña al río Suan. El
conjunto de evidencias incluye lascas y desechos de talla con predominio del chert como
materia prima; así mismo, se hallaron artefactos en los que resalta una punta de proyectil
en chert bifacialmente tallada por percusión controlada y retocada a presión con pedúnculo
y aletas retocadas (ICAN-ODC 1994). En la localidad de La Primavera, en un paisaje de
colinas suaves escalonadas fueron hallados artefactos líticos tallados; se destaca un
raspador plano convexo en chert y una punta de proyectil en cuarzo lechoso (ICAN-ODC
1994). En la hacienda San Juan de Bedout, a ambas márgenes de la quebrada del mismo
nombre, se registraron elementos líticos tallados. En este sector se definieron las
localidades de San Juan de Bedout 1, San Juan de Bedout 2, San Juan de Bedout 3 y San
Juan de Bedout 4. En la primera localidad, sobre un escalón que desciende hacia la
quebrada, fue excavado un corte estratigráfico donde se identificó un piso de ocupación
entre 30 y 40 cm, con elementos líticos tallados sobre chert, cuarzo y cuarcita, fechados en
10350 ± 90 B.P. (8.400 a. C) (ICAN-ODC 1994).
Con el material lítico de los sitios Peñones de Bogotá (entre 6000 y 3000 AP) y San Juan
de Bedout 4 (hacia el 2500 AP), “se puede hacer un estudio diacrónico del tipo de desgaste
o las microhuellas de uso del material lítico (Niewenhiuis y van Gijn 1992). Ello puede
ayudar a hacer visible cuándo y en dónde se incrementó "la recolección, consumo y
domesticación de plantas" de los "cazadores especializados", y si a la par disminuyó su
movilidad (López y Botero 1993:19). Para estudiar el grado de movilidad de los "cazadores"
habría que contar, a su vez, con un estudio del "área de captación" de recursos de los que
se supone depende esa movilidad. De paso habría que resolver problemas de tipo técnico:
ha ocurrido que los estudios de polen (en los que se basan algunos análisis sobre
paleoambiente) además de escasos, en ocasiones no son productivos debido a las
condiciones de textura y el uso actual del suelo (Gómez y Hernández 1997)” (Flórez
1998:23).
Más recientemente, en otros estudios realizados hacia la parte norte del valle Medio del
Magdalena se ha hallado varios sitios tempranos que presentan una cerámica con
características particulares. Estos sitios conocidos como Piamonte (Piazzini 1998), El
Castillo (Bermúdez et al 1999) y El Dique (Otero de S. 2001), no sólo son tempranos y
presentan una gran afinidad entre sí, sino que muestran una afinidad estilística con grupos
de la cordillera Central y de la cuenca del Cauca en Antioquia. En estos sitios se hallan
formas y decoraciones que se creían características de los estilos tempranos conocidos
como Marrón Inciso (fechado entre los siglos I y VI DC) y Ferrería (fechados entre los siglos
V AC y VI DC). Estas afinidades señalan que desde épocas tempranas existía una fuerte
interacción entre grupos del Magdalena Medio con sus vecinos de la cordillera Central, y
que debieron de existir diversos y amplios contextos de interacción para la explotación de
recursos y el intercambio de productos, que relacionaban al valle medio del Magdalena con
otras regiones de la cordilleras Occidental y Central, hacia el sur con la altiplanicie
Cundiboyacense y hacia el norte con la cordillera Central en Antioquia.
Con base en el estudio realizado en el sitio de Piamonte, Piazzini (1998) propone una nueva
periodización, diferenciando tres etapas cronológicas en una secuencia regional: la etapa
Temprana, aproximadamente entre 11000 y 2500 AP que correspondería a los desarrollos
de grupos precerámicos, la etapa Intermedia, aproximadamente entre 2500-1500 AP, que
correspondería a las ocupaciones agroalfareras más tempranas de las sociedades
agroalfareras; y la etapa Tardía, aproximadamente 1500-300 AP, que correspondería a las
ocupaciones agroalfareras tardías. Piazzini establece así una nueva y más adecuada
denominación para el período llamado Formativo Tardío, aunque básicamente reconoce los
mismos dos períodos cronológicos ya señalados para las sociedades agro-alfareras del
Magdalena Medio. Además, complementa la lista de sitios asociados a cada uno de estos
dos períodos, y admite las asociaciones planteadas con la sabana de Bogotá y la Costa
Caribe, aunque cuestiona la perspectiva difusionista con la que han tratado de explicarse
estas asociaciones. A partir de la cerámica de Piamonte, señala este autor también la
existencia de relaciones entre el Valle Medio del Magdalena y los grupos asentados en las
montañas de la Cordillera Central durante el último milenio AC y el primero DC,
específicamente con el complejo cerámico denominado Ferrería, el cual se encuentra en el
Macizo Central Antioqueño y se distribuye por las vertientes cordilleranas hacia el
Magdalena.
Para el sitio de Piamonte, Piazzini (1998) define tres fases del asentamiento, una inicial,
una intermedia y otra final. En la fase Inicial (siglo I AC), la correlación entre la industria
lítica y las evidencias de vegetales y animales, sugieren una estrategia básica de
apropiación de recursos forestales y fluviales mediante cacería, pesca y recolección. En la
fase Intermedia (siglos I a III DC), plantea el autor, se dio un proceso gradual de cambio
social cuyos indicadores más importantes son la intensificación de la apropiación de
recursos bióticos y abióticos y consigo de la producción de tecnología básica. Para esta
época la estrategia económica básica incluía actividades de recolección, probablemente
vegecultura, pesca y cacería. En la fase Final, hacia el IV o inicios del V DC, la comunidad
de Piamonte abandonó el sitio, las evidencias no muestran cambios abruptos en la
estrategia económica de subsistencia. Sin embargo, el sitio de El dique, relacionado
estilísticamente con el sitio de Piamonte, Otero de S. (2001) registra la presencia de metates
y manos de moler asociadas al piso antrópico, lo cual sugieren que el procesamiento y
consumo de maíz se encontraba ya presente en las primeras ocupaciones agroalfareras
del Magdalena Medio, como lo habían señalado Cifuentes (1993) y Gómez y Correcha
(1995).
Contexto Local
Trabajados por Pino Jorge Iván y Gutiérrez Enrique quienes en Los resultados de las
actividades de reconocimiento en campo “permitieron detectar, a través de las búsquedas
en superficie, materiales arqueológicos que remiten a la ocupación prehispánica de la zona
de influencia directa del área de perforación exploratoria Antorcha”. En Yondó “se
identificaron 36 sitios distribuidos de manera equitativa en las tres ciénagas analizadas; se
asume que el poblamiento se realizó de manera simultánea tanto en el piedemonte
cordillerano como en las riberas e islas del río y que la intensidad de ocupación debió estar
relacionada con el desempeño de actividades de aprovechamiento de recursos incluidos
en los ciclos anuales productivos”
En el departamento de Antioquia, se han realizado en las últimas tres décadas, una serie
de estudios arqueológicos que han contextualizado espacialmente un amplio panorama del
cambio social, las estructuras sociales y las interrelaciones entre diversidad de grupos
cerámicos. Dentro de esta contextualización, han sido descritos dos grandes periodos de
poblamiento y ocupación humana prehispánica; grupos de cazadores – recolectores y
hortícolas del Holoceno y grupos o sociedades de agro-alfareros. La cronología establecida
para el primer grupo corresponde de hace 10.000 años hasta hace unos 5000 años
aproximadamente. El segundo periodo corresponde a una ocupación que ha sido
establecida hace 5.000 años aproximadamente y que va hasta la época de la conquista en
el siglo XVI.
Los grupos humanos representados por la tradición alfarera Ferrería han sido establecidos
en Antioquia desde el siglo V AC., hasta el siglo IV DC. Su materialidad ha sido identificada
desde la Cordillera Central por el Valle de Aburrá, el Altiplano de Rionegro y la vertiente del
Magdalena. Para el Valle de Aburrá han sido localizados numerosos yacimientos
arqueológicos en los municipios de Medellín, La Estrella, Itagüí, Bello y Girardota (Castillo
1995; Santos y Otero de Santos 1996, 2003; Castro 1998; Múnera y Botero 1997; Cardona
y Nieto 2000; Langebaek et al. 2002; Otero de Santos y Cardona (2003). Algunos
investigadores han considerado que se trata de grupos que poblaron inicialmente la
vertiente del Magdalena y que posteriormente ascendieron a las partes altas de la cordillera
en busca de suelos fértiles para sus cultivos (Santos 1998; Castro 1998). La organización
social de estos grupos, portadores de la cerámica Ferrería, se destacan en el registro
arqueológico con asentamientos dispersos, con una selección intencional de zonas con
suelos fértiles en donde se ven más agrupados los asentamientos. Las unidades
domésticas eran pequeñas en donde no se evidencian organizaciones políticas
establecidas o jerarquización diferencial entre ellos (Langebaek et al. 2002). Sin embargo,
se ha planteado una complejidad de creencias y prácticas funerarias que hacen parte y
reflejan diferencias sociales o cierto status al interior de los grupos (Santos y Otero de
Santos 2003).
De este modo, los pocos entierros localizados asociados a este periodo alfarero evidencian
una localización intencional ya que son dispuestos en las mismas unidades domésticas,
haciéndola diversa y compleja. En la vereda El Salado del Municipio de Bello y en el Cerro
El Volador en Medellín, se hallaron entierros primarios en pozos rectangulares con nichos
laterales o en pozos con semi-cámaras donde se depositaban los cadáveres y entierros de
restos óseos cremados en vasijas cerámicas o directamente en pequeñas fosas en el suelo
(Santos y Otero de Santos 2003). La disposición de los restos óseos encontrados en el
fondo de los pozos y nichos laterales de las tumbas, son generalmente en posición de cúbito
dorsal o lateral con los miembros extendidos (Santos y Otero de Santos 1996 y 2003). En
el municipio de Envigado, en el sitio de La Morena, fueron localizados entierros humanos
en urnas funerarias asociadas a cerámica Ferrería, las cuales arrojaron una fecha radio-
carbónica de 3.180 años A.C. (Santos. 2010).
La ocupación alfarera denominada Marrón Inciso, para los cuales se han registrado
numerosos sitios que evidencian una ocupación espacial amplia, “la cuenca montañosa del
río cauca y por la cordillera central en Antioquia, se han registrado por todo el cañón del
Cauca, en el Valle de Aburra, también conocido como la fase Pueblo Viejo y en la altiplanicie
de Ríonegro”. (Otero de Santos y Santos 2003: 109) Cronológicamente se asocia a esta
ocupación entre los siglos I DC., y el siglo VII DC. “El término identifica una cerámica que,
por sus características formales y técnicas, se relaciona con grupos humanos que habitaron
la zona correspondiente a los actuales departamentos de Antioquia, Caldas, Quindío y
Risaralda”. (Betancur, 2003:17).
Se han encontrado evidencias fehacientes de que este grupo alfarero poseía estrategias
de explotación de fuentes de aguasal. Hallazgos en los yacimientos arqueológicos ubicados
en el corregimiento de Santa Elena, como el sitio de Mazo (Santos, 1998; Botero y Vélez,
1995) y Chorroclarín (Castro 1999), al igual que en otros lugares de Antioquia, tales como
en los municipios del Retiro, Guarne, San Vicente y Santuario. Se caracterizan por una
cantidad exuberante de fragmentos de vasija (tiesteros) cerca o próximo a estas fuentes de
aguasal.
Antecedentes Etnohistóricos
“Sembraban maíz, frijol, yuca, ahuyama, etc. Los hombres eran los encargados de labrar la
tierra, las mujeres solo a voluntad de ellas les colaboraban, ya que su obligación en este
trabajo estaba con sus hermanos. Era común la elaboración de harina de yuca y de maíz
para diferentes preparaciones. La fauna y presas de cacería eran pobres, aunque la pesca
era abundante” (ICAN-ODC 1994:224). “Eran expertos guerreros, usaban de flechas
envenenadas, conocían tácticas de guerrillas como las trampas, las palizadas y construían
palenques para su defensa, lo que les debió a Pantágoras y Amanie, el nombre de
Palenque: "...que sabe... que los indios de la dicha encomienda del dicho Francisco de León
son naturales de la provincia de Amaní que por otro nombre los palenques,..." Moreno
(1987: 50). Los especialistas que sobresalen son los "mohanes" quienes además de ser a
autoridad religiosa, son curanderos.” (ICAN-ODC 1994:224) “Su poblamiento se da por
"familias y parentelas que de parte de las mujeres proceden...", lo que indica su filiación por
línea materna. Las mujeres y más específicamente en su posición de hermanas son
fundamentales para el establecimiento de alianzas matrimoniales con otros grupos de
parentesco. Vivían en bohíos familias extensas conformadas por dos o tres familias
nucleares" (ICAN-ODC 1994:224).
“Los Pantágora de la ribera del río magdalena, habrían sido desplazados por los Yurumina”
(Cabellos Largos), “con quienes a partir de la vecindad y la convivencia desarrollaron
diferentes tipos de relaciones, incluidas las de parentesco” (ICAN-ODC 1994:225).
Resulta interesante tener en cuenta que las zonas de mayor población se encontraban en
las vertientes cordilleranas, mientras que las tierras bajas del río Magdalena, a diferencia
de lo ocurrido varios siglos antes de la conquista española, parecían poseer una población
relativamente baja. De hecho, los primeros intentos por reducir a encomiendas la población
indígena y establecer fundaciones españolas en la región, se efectuaron en esta franja
intermedia de tierras templadas, entre el Magdalena y las partes altas de la cordillera. Frente
a otras regiones como la cordillera oriental y el Cauca medio, la densidad poblacional de
los grupos indígenas de la vertiente al Magdalena parece haber sido menor, lo cual da
cuenta de un uso no intensivo del espacio y de los recursos disponibles. La distribución de
la población abarcaba tanto pequeños asentamientos nucleados localizados en zonas de
vertiente de difícil acceso protegidos por empalizadas –denominados por los españoles
palenques - así como viviendas dispersas por las vertientes cordilleranas y algunas
pesquerías en los cursos bajos de los ríos tributarios del Magdalena.
“La organización política mediante la cual se hacía posible la reproducción social de las
comunidades, la organización de las actividades económicas y el control de las relaciones
de intercambio y defensa del territorio, encontraba en la familia extensa su base
fundamental. Refieren los cronistas la existencia en todas las provincias de un sistema de
parentesco matrilineal y patrilocal, según el cual los hombres establecían alianzas
matrimoniales con una o varias mujeres pertenecientes a parentelas diferentes de las
suyas, lo cual implicaba una dinámica frecuente de relaciones sociales de interacción entre
diferentes poblaciones. Además de las relaciones de parentesco, en algunas provincias,
como Amaní, se establecieron alianzas políticas de mayor envergadura, a juzgar por la
existencia de caciques principales, bajo cuyo mando se encontraban los líderes naturales
de los diferentes pueblos que componían la provincia. Sin embargo, esta forma de
organización de tipo cacical, no parece haber sido permanente o frecuente entre las demás
provincias del área (…). Aún en el siglo XVI se pueden reconocer los efectos de antiguas
alianzas políticas al tener en cuenta la manera en que líderes indígenas de una y otra parte
convocaron a sus poblaciones para una defensa común de sus territorios, frente a las
avanzadas españolas. Así, por ejemplo, se narra la ocurrencia de un alzamiento indígena,
que hacia 1556 aglutinó las poblaciones indígenas de las provincias de Panche, Palenques,
Mariquita y Cartago, que pretendía “arruinar los pueblos y echar los españoles dellos”
(Aguado 1956: 561). Lo propio ocurrió entre los pueblos comarcanos de la ciudad de Vitoria,
que… influyó en su posterior despoblamiento”.
Entre el río Opón y el río Negro, estaba ocupado por los Carares, y ambas márgenes del
río, desde el Bajo río Guarinó hasta las inmediaciones de las ciudades de Ambalema y de
Guaduas fueron ocupadas por los Panches. Señala que los rasgos cerámicos comunes a
ese último territorio no aparecen como un conjunto homogéneo en el complejo Colorados,
lo cual sugiere que en el territorio Panche, cuando llegaron los españoles, ocurrieron
desarrollos culturales distintos que no influyeron a otros pueblos del Magdalena Medio.
Señala además, que no hay claridad sobre quienes fueron los artífices de las urnas
funerarias y del estilo cerámico definido como fase Colorados, e igualmente, que no hay
información histórica que vincule a pueblos históricos con estas prácticas funerarias de la
región, lo cual lleva a plantear que nuevas transformaciones se dieron a partir del siglo XVI
en el panorama geopolítico del Valle Medio del Magdalena. Las estrategias de resistencia
de los Pantágoras ante la conquista española funcionaron hasta finales del siglo XVII,
cuando aún se tienen noticias sobre el asalto de expediciones españolas a manos de éstos
en el curso medio del río Magdalena (Vargas 1994 en Acevedo et al 1995:90-91).
METODOLOGÍA
El componente arqueológico se basa en los lineamientos técnicos del ICANH para los
programas de arqueología preventiva, acordes con el régimen legal vigente: Ley 1185 de
2008 y Decreto 763 de 2009. Esto implica que para la formulación de un plan de manejo
arqueológico se tuvo que prospectar primero el área a intervenir. Por ende, para lograr los
objetivos propuestos en este estudio, se desarrollaron tres fases de trabajo, relacionadas
con el trabajo de pre-campo, el trabajo en campo y el trabajo pos-campo.
Se considera que el paisaje arqueológico de la zona posee una gran profundidad crono-
cultural, que abarca ocupaciones antiguas, desde grupos cazadores-recolectores, arcaicos
y formativos, hasta cacicazgos de gran complejidad sociocultural. Las investigaciones
arqueológicas realizadas en la subregión han registrado vestigios de industrias líticas
talladas vinculadas a grupos paleoindios o cazadores-recolectores tempranos que hicieron
presencia durante miles de años, en sitios al aire libre y en cuevas naturales. Estos mismos
estudios también han registrado abundantes materiales cerámicos vinculados a sociedades
que ocuparon el territorio durante periodos clásicos y tardíos. Algunos yacimientos
arqueológicos localizados en ambientes ribereños y lacustres de Puerto Berrio, se han
fechado desde el siglo VI a.C. La gran mayoría de evidencias alfareras se han
correlacionado con el denominado complejo Colorados que se han fechado entre los siglos
X y XVI d.C.
ETAPA DE CAMPO
Tramo
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Se establece que el impacto potencial arqueológico y de Bienes de Interés Cultural pivotea
en grados nulo (no-afecta), moderado y compatible; y se cautelan los terrenos planos no
intervenidos; y en especial, el entorno inmediato a un sitio potencial identificado en el tope
del cerro situado al sureste del área de influencia directa e indirecta.
Se propone liberar el entorno inmediato a su ámbito de afección: accesos, bocaminas y
entables porque se emplazan en áreas de muy baja probabilidad de ocurrencia de
entidades arqueológicas.
Desde tal planteamiento entendemos por paisaje la conjunción de tres tipos específicos de
circunstancias distintas: “El ambiente, medio natural o matriz sobre la que el hombre
desarrolla sus actividades. La sociedad, que transforma el espacio físico anterior en una
realidad transitiva, en una construcción social. Y la cultura que configura el espacio como
una categoría cultural, como resultado de las concepciones alumbradas por el pensamiento
de un grupo humano”. En este sentido, el paisaje involucra una realidad dada (un espacio
físico) para crear una realidad nueva (un espacio social, económico, político), como
resultado de la aplicación de un orden cultural (imaginado, simbólico) (Criado 1999).
Lo anterior implica que las actividades que tienen lugar en relación con el espacio están
organizadas de forma coherente con la representación cultural del mundo que tiene el grupo
social que las realiza; es decir, que en el proceso de construcción de los espacios
intervienen no sólo los dispositivos mecánicos (físicos) sino que incluyen también los
dispositivos conceptuales (definen, articulan y nombran), necesarios para poder llevar
acabo la "humanización" de un espacio. Analizando estos dispositivos mecánicos (las
formas), su configuración, los cambios según el distinto tipo de sociedad, etc., se debería
poder llegar a acceder en cierta medida a los dispositivos conceptuales que los han
generado, en definitiva, a su patrón de racionalidad (Criado 1999:10, Mañana et al 2002).
Resultados estratigráficos
Los suelos se han derivado de rocas ígneas (cuarzodioritas, granodioritas y dioritas), son
profundos, bien drenados, de texturas finas y moderadamente finas, muy fuerte a
fuertemente ácidos y fertilidad baja; presentan erosión hídrica en grado ligero a moderado.
Estos suelos morfológicamente presentan perfiles con una secuencia de horizontes A-B-C.
El horizonte superficial A varía de 10 a 40 cm de espesor, los colores son pardos, pardo
oscuros 10.5 YR 5/4 o pardo amarillentos correspondientes a 7.5YR 5/5 según la tabla de
colores de suelo Munsell. El horizonte B presenta colores pardo amarillentos, pardo fuertes,
rojizos amarillentos o rojos. La textura de los suelos en los dos horizontes es
moderadamente fina y la estructura en bloque subangulares finos y medios, moderados.
En la fracción arcilla hay dominancia de caolinita y presencia dudosa de vermiculita. La
fracción arena está compuesta en más del 90% por cuarzo y en un 5 a 9% por opaco de
alteración; en el horizonte superficial se encuentran trazas de piroxenos, anfíboles,
feldespatos y circón. Áreas erosionadas: “En Minas del Vapor, En la Hacienda la Meseta,
Un área ubicada en la quebrada la Berlina dentro de la hacienda del mismo nombre, Un
área ubicada sobre la margen izquierda de la quebrada el Pescado, Un área ubicada dentro
de la cuenca de la quebrada la hondita en la vereda El Dorado- Calamar” (PBOT 2003:1).