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Capítulo v
LAS PRÁCTICAS PARLAMENTARIAS
1. Las interpelaciones
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J. H eise J EL PERÍO DO PARLAMENTARIO 1861-1925
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LAS PRÁCTICAS PARLAMENTARIAS
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]. Heise / EL PERÍO DO PA RLA M EN TA RIO 1861-1925
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Quinta Parte
Importancia Histórica del Período
Parlamentario
GENERALIDADES
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/. H eise / EL PERÍO DO PARLAM EN TARIO 1861-1925
ella” .1 Algo parecido se observa entre los fascistas italianos y los nazistas
alemanes.
Los estudiosos no pertenecientes a este mundo totalitario —sugestio
nados por las nuevas tendencias— han mantenido un inexcusable es
cepticismo respecto a nuestro parlamentarismo democrático. Han pre
ferido ignorar esta etapa de nuestra vida nacional, aceptando interpre
taciones equivocadas, juicios superficiales y apasionados, en abierta
contradicción con la realidad histórica.
Esta reacción no debe extrañamos. Constituye, en verdad, una re
gla general válida para toda etapa histórica en declinación. La historia
es permanente mutación. Sus verdades son esencialmente relativas en
cuanto a su validez y vigencia. Si ellas interpretan con fidelidad los
anhelos y la sensibilidad de una época, si tienen pleno vigor y gene
ral aceptación, serán positivas; en caso contrario, pasan a ser negativas.
Dentro de esta modalidad esencial al proceso histórico, toda época o
estilo de convivencia humana tiene una etapa de gestación, otra de
pleno desenvolvimiento y una tercera de declinación, en la. cual el
cuerpo social empieza a negarles vigencia a los valores tradicionales.
Llega un momento en que todos los aspectos de una determinada
fórmula de convivencia histórica contradicen la sensibilidad del grupo
social que aspira a practicar otras formas, otros sistemas.
Tratándose del parlamentarismo, el fenómeno es más notorio porque
esta época antecede a la nuestra. Todas las promociones posteriores a
la primera Gran Guerra empezaron a rechazar ciegamente el gobierno
de gabinete, negándole toda importancia. Con perfecta lógica histórica
las nuevas promociones subrayaban su repulsión al parlamentarismo
democrático, que contradecía a la nueva mentalidad autocrítica, socia
lizante y estatista. Ellos no tenían por qué detenerse a reflexionar en
el hecho elemental de que los rasgos del parlamentarismo calificados
como negativos fueron, en su época, altamente positivos. En la inicia
ción de cualquiera etapa histórica observamos el mismo fenómeno:
las nuevas promociones son incapaces de comprender las formas en
declinación. No ven más que lo que ellos desean. Con toda buena
fe sólo divisan las metas que ellos persiguen, con total abstracción de la
complejidad y aun de la continuidad de todo proceso histórico. Con
absoluta sinceridad llegan a la conclusión de que los nuevos esque
mas resolverán todos los problemas, y que las estructuras tradiciona
les son las únicas responsables de todos los males que aquejan al cuer
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GENERALIDADES
po social y que, además, nada tienen que ver con las nuevas ideas. Es
así como el entusiasmo por las nuevas tendencias no permitió a las ge
neraciones de la postguerra tomar conciencia de que esas nuevas ten
dencias tuvieron sus antecedentes, precisamente, en el parlamentarismo.
La continuidad histórica siempre aparece reñida con el afán de hacer
triunfar un nuevo estilo de vida, que, para imponerse, debe negar lo
anterior. Todas las promociones a las cuales ha tocado propiciar nue
vas formas j| e . convivencia humana han estado siempre sinceramente
convencidasxfe que la historia comienza con ellas. En la historia no es
necesario comprender, basta con sentir.
Estas reacciones perfectamente explicables en el grueso del grupo
social son, sin embargo, inexcusables para el estudioso de la historia.
Los chilenos, dominados por la atmósfera socializante y estatista,
han repetido, sin contradicción alguna, afirmaciones equivocadas que
han llegado a transformarse en verdades de fe. La anarquía e indis
ciplina partidarias, la inestabilidad ministerial, la esterilidad parlamen
taria, la desorganización de la administración pública y la inflación más
desenfrenada, habrían sido características inmanentes al parlamentaris
mo. La Constitución presidencialista de 1925 habría terminado con
estas corruptelas. La verdad histórica nos revela algo muy distinto. La
desorganización de Ja administración pública, la anarquía de los parti
dos políticos, la inestabilidad ministerial, la inflación monetaria, lejos
de desaparecer, han aumentado a extremos increíbles bajo el presiden
cialismo criollo que estamos viviendo desde 19,25.
A continuación procuraremos destacar dos aspectos de la etapa par
lamentaria que permiten rectificar su imagen y que le dan una muy im
portante significación histórica. Examinaremos en primer lugar algu
nos rasgos positivos que hacen de esta época magnífica escuela de ci
vismo para el pueblo chileno. Además, enfocaremos el parlamentaris
mo como antecedente, como ineludible etapa en el surgimiento de la
democracia social que, con tantas y tan serias vicisitudes, pretendemos
estructurar en nuestros días.
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Capítulo i
EL p a r l a m e n t a r is m o , e s c u e l a c ív ic a del
PUEBLO CHILENO
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Domingo Santa María fue uno de los presidentes del período parla
mentario de más recia personalidad. Su temperamento autoritario
lo condujo a una escandalosa intervención electoral que le permitió
disponer de sólidas y complacientes mayorías en ambas Cámaras. El
extraordinario talento político del Jefe del Estado hizo posible cohesio
nar y disciplinar esas mayorías. En esta forma pudo Santa María con
ciliar un gobierno personal y autoritario con las prácticas parlamenta
rias tradicionales. La administración Santa María representa en grado
eminente la primera etapa del parlamentarismo criollo, en la cual se
practicó este régimen entrabado por la intervención electoral del eje
cutivo (1861-1891).
Ya vimos la tragedia de Balmaceda: sus dificultades para discipli
nar y controlar la abrumadora mayoría parlamentaria de que dispuso
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Crisis
Jefes de Estado Ministerios parciales Total
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Crisis
Jefes de Estado M inisterios parciales Total
Federico Errázuriz Echaurren (1896-1901) 1.1 12 23
Germán Riesco (1901-1906) 15 2 17
Pedro M ontt (1906-1910) 9 5 14
Ramón Barros Luco (1910-1915) 13 7 20
Juan Luís Sanfuentes (1915-1920) 13 • 11 24
Arturo Alessandri Palma (19204925) 16 7 23
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:5'U3L,K>TECA N A C ¡O tv .k
nm „m - c « u j-
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•Gabriel Amunátegui J.: Los partidos políticos, páginas 248 y 249. Editorial
Jurídica de Chile. Santiago, 1952.
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u Por Ley número 7.727 se aprobó esta reforma constitucional que limita la
iniciativa parlamentaria en lo relativo a gastos públicos. También disminuyó las
atribuciones del Parlamento e indirectamente aumentó las del Poder Ejecutivo
la Reforma Constitucional sancionada por Ley N® 17.284 de 23 de enero de 1970.
Por esta enmienda constitucional el Presidente no necesita autorización para ausen
tarse del país hasta por quince días.
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D IR E C T O R E S G EN ER A LES D E CORREOS
(Cargo creado el 16 de agosto de 1854)
a) Período Parlamentario
•1861-1925 (64 años)
b) Período Presidencial
1925-1972 (47 años)
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a) Período Parlamentario
1861-1925 ( 6 4 años)
1. V IC E N T E A R LEG U I. 1852-1864 (12 años).
2. RAM ON B R IC E Ñ O . 1864-1886 (22 años).
3. LU IS M O N TT. 1886-1909 (23 años).
4. CARLOS SILVA CRUZ. 1910-1927 (17 años).
b) Periodo Presidencial
1925-1972 (47 años-)
1. ED U A RD O BA R RIO S. 19.274931 ( 4 años).
2. TO M AS T H A Y E R O JED A. 1931-1932 (1 año).
3. ALEJAN D RO V ICU Ñ A . 1932-1935 (3 años).
4. G A B R IE L A M U N A TEG U I. 1935-1947 (11 años).
5. E R N E ST O GALLIANO. ,1947 (interino).
6. A U G U STO IG LESIA S. 1948-1953 (5 años).
7. ED U A RD O BA R R IO S. ¡1953-:1960 (6 años).
8. G U IL L E R M O F E L IU CRUZ. 1960-1966 (6 años).
9. R O Q U E E . SCARPA. 1967-1971 ( 4 años).
10. JU V E N C I O V A L L E . 1972.
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aplicar a inversiones de u-n año las sumas consultadas [para un año ¡pos
terior. No se alcanza a este Ministerio qué ganaría el examen de las cuen
tas con una aprobación semejante. Si es ciento que “con ello la responsa
bilidad de las ilegalidades se compartiría enitre el Gobierno y la Dirección,
también lo es'que US. Urna, no podría ceder can la justísima exigencia
que formuló el 16 de marzo de 1891, cuál es la de que se le presenten
las cuentas por años, como ío mandan diferentes leyes.
Si porque se 'han pagado con los presupuestos de uo año saldos del año
anterior, se juzga imposible presentar las cuentas -por anualidades, por
la misma razón no se puede tampoco presentarlas por trienios, ni .por quin
quenios, ni por decenios, pues, mientras no se vuelva a la legalidad ten
dremos eternamente entrelazadas las cuentas del último año corrido con
el actual que va corriendo.
Cuando US. lima, devolvió las cuentas paira que se presentaran en
forma, no tuvo en vista sino cumplir con el Art. 5 de la Ley, fecha el
21 de enero de 1888, según la oual un mismo vocal no puede examinar
dos años consecutivos las de una misma oficina.
. . . Uno de los propósitos que el legislador tuvo, sin duda-, al mandar que
las cuentas se rindan por anualidades, es justamente el de evitar que se
hagan en cada año más gastos que los que él autoriza, el de impedir que
sin su conocimiento y acaso sin su consentimiento se dé, verbigracia, a
las obras públicas un desarrollo mayor que el autorizado por las leyes
especiales o de presupuestos. .. *
. . . Sin entrar en más latas consideraciones, ya que son tan terminan
tes el Art. 13 de la Ley del 16 de septiembre de 1884 y el Art. 5 de la Ley
del 20 de enero de 1888, este Ministerio es de opinión que US. I'lma.
mantenga su exigencia de que se le presenten las cuentas por anualidades,
fundándose así en las consideraciones que sucintamente expuso en su
oficio del 16 de mayo.16
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Desde 1888 hasta 1894 los ministros de Estado formularon 129 repre
sentaciones a otras tantas resoluciones de la Corte de Cuentas, objetan
do decretos ilegales.
Los ex ministros de Guerra y Marina Vicente Dávila Larraín y
Francisco A. Pinto fueron citados a juicio por reparos formulados a las
cuentas de la Comisaria de Marina correspondientes al año 1892. Con
este motivo los ex ministros pretendieron negar al Tribunal de Cuentas
la facultad de declarar la ilegalidad de los pagos ordenados fundándose
en tres razones:
P R IM E R A . Sólo el Senado y los Tribunales Ordinarios serían com
petentes para hacer efectiva la responsabilidad de los ministros de Es
tado. El Senado para la responsabilidad oficial en juicio, político inicia
do por la Cámara de Diputados y por los delitos taxativamente enume
rados en el art. 83 de la Carta Fundamental; y los Tribunales Ordi
narios, ante los cuales podían ser acusados por cualquier ciudadano,
previa admisión de la queja por parte del Senado, de acuerdo con lo
dispuesto en el art. 90. No estableciendo la Constitución otras res
ponsabilidades que las enunciadas en estos dos artículos, ningún tri
bunal puede perseguir a los ministros o ex ministros por otras dife
rentes.
SEG U N D A . Los ex ministros creían llegar a la misma conclusión
apoyándose en la propia Ley Orgánica de la Corte de Cuentas. Este
tribunal se habría instituido “para juzgar a aquellas personas que tie
nen a su cargo la recaudación, la administración o la inversión de los
valores fiscales. Los ministros de Estado no estarían en este caso,
pues jamás reciben dineros del fisco. Por lo mismo no tienen que
rendir cuenta alguna, y sería absurdo hacerles responsables por los
cargos que en cuentas ajenas se formulan contra ellos.
T E R C E R A . Los ex ministros residenciados negaron al Tribunal de
Cuentas la facultad de reparar los pagos ilegales hechos por orden
suprema. El ejercicio de esta facultad minaría la independencia de
uno de los más altos poderes públicos, coartaría las atribuciones del
Presidente de la República y pondría a los ministros de Estado bajo
la dependencia de una magistratura que, al contrario, debe estar por
las leyes sometida a ellos.
E n un interesante dictamen de fecha 20 de julio de 1896, Valentín
Letelier, como fiscal del Tribunal de Cuentas, destruye estos argumen
tos y establece doctrina en orden a que “los ministros de Estado son
responsables ante el Tribunal de Cuentas por los gastos ilegales que
hagan los empleados en virtud de sus órdenes. Desde este punto
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B ie U O T E C A N A C IO K fW
EEUU - CRUW
J. Heise i EL PERÍODO PARLAMENTARIO 1861-1925
21E l Diario Ilustrado del 21 de diciembre de 1924. Artículo firmado por |oa-
quín Echenique.
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22Rubén Darío: Crónica política. Obras completas, vol. xi. Madrid, 1924.
Imprenta G. Hernández y Galo Sáez. Página 169.
“ Guillermo Feliú Cruz, obra citada. Página 36, nota 1.
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E L PARLAM ENTARISM O, ESCUELA CÍVICA DEL PU EBLO CHILENO
24Reglamento Constitucional del año 12, art. l.°; Constitución de 1818, art. 10;
Constitución de 1822, art. 3.°; Constitución de 1823, art. 10, y Constitución
de 1828, art. 3.°.
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). H eise / EL PERÍODO PARLAMENTARIO 1861-1925
na. Los grupos políticos -expresaban libremente sus anhelos. Las fa
cultades extraordinarias fueron solicitadas y otorgadas en sólo dos
oportunidades. El 29 de abril de 1893 se autorizó al Presidente de
la República para que ejerciera las facultades que otorga el artículo
152 de la Constitución en las provincias de Aconcagua, Valparaíso,
Santiago y O’Higgins y sólo hasta el 3,1 de diciembre del mismo
'año. Esta ley, que firma Pedro M ontt como ministro de Jorge Montt,
fue derogada el 30 de octubre de 1893, dos meses antes de su venci
miento.25 El segundo caso es la ley 3.494, que otorgó al Presidente,
por el término de 60 días, facultades extraordinarias para declarar en
estado de sitio o de asamblea los puntos que considere convenientes,
pudiendo confinar a las personas y suspender o restringir el derecho
de reunión y la libertad de prensa. Esta ley fue promulgada el 6 de
febrero de .1919 y lleva las firmas de Juan Luis Sanfuentes y su
ministro Armando Quezada.
El derecho de reunión permitió a los grupos políticos polemizar
democráticamente en plazas y sitios públicos, desde Arica hasta M a
gallanes, sobre las nuevas doctrinas sociales y en general. sobre -cual
quier problema político o económico de actualidad. Domingo a do
mingo los partidos realizaban estas reuniones ¡públicas. En los barrios
populares de la capital se reunían los demócratas, los radicales, los
nacientes grupos socialistas y los anarquistas, organizando al aire libre
agresivas reuniones que ofrecían al pueblo solución a sus problemas.
Muy a menudo las reuniones derivaban en polémicas de notable sen
tido democrático. Con calor, con exaltación doctrinaria —pero sin
llegar a la violencia física— se expresaban opiniones discrepantes en
torno a la problemática social y económica de la época. Toda esa
agitación de ideas nuevas se comunicaba desde las plazas .públicas a
los partidos y al parlamento.
También se respetó rigurosamente la libertad de asociación. M e
diante el ejercicio de este derecho los hombres -crean entre ellos víncu
los permanentes con el objeto de satisfacer anhelos y propósitos de
carácter espiritual, cultural, moral, político, etc.
El derecho de asociación es uno de los presupuestos necesarios a
la existencia de las organizacionés partidarias. En la raíz de todo
partido político se encuentra el ejercicio de este derecho. La libertad
de asociación permitió que en la "etapa parlamentaria proliferaran los
sindicatos y organizaciones obreras, como la Federación Obrera de
Chile, los partidos Socialista y Comunista. En los últimos meses del
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EL PARLAM ENTARISM O, ESCUELA CÍVICA DEI. PU EBLO CHILENO
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