You are on page 1of 24

Nos ayudarán los robots a tener una

Justicia justa? Introducción.


9 septiembre 2015

Hoy he comido con un abogado


amigo. Es un hombre tan original en sus juicios y conversaciones que
resulta altamente entretenido. Le he contado que he leído un artículo
confeccionado por Jose Merino, Letrado de las Cortes, del Consejo de
Estado y Profesor Titular de Derecho Constitucional, en el que, después
de demostrar que la Justicia como concepto universal es una entelequia,
de sostener con razón sobrada que solo existen las normas positivas,
explicaba como la administración de la Justicia, la aplicación de esas
leyes, cuenta con el factor humano del juez y del fiscal, sometido a las
emociones del consciente y del subconsciente y a las presiones de poder o
del dinero, y, asumiendo que el lenguaje del Derecho es suficientemente
etéreo y susceptible de manejo inteligente, las sentencias y resoluciones se
apartan de lo que podríamos llamar un criterio racional/legal.

Precisamente por ello se está trabajando en los programas de inteligencia


artificial, conocidos como IO, y el asunto es si esos programs pueden
ayudar a que la Justicia dependa menos de esos factores “humanos” que
la distorsionan con una frecuencia intolerable. Pues parece que sí, que
hay pocas dudas de que eso funcionaría, pero, claro, contando con la
resistencia de los jueces que se niegan a admitir que una máquina decida
pro ellos. No se trata de que decida sino de que aporte una base de datos
racional de modo que para separarse de ese criterio el juez tenga que
explicarse. De este modo algo de arbitrariedad judicial se conseguiría
cortocircuitar.
El abogado va mas allá y es partidario de la Justicia robótica. Hemos
profundizado un poco en el futuro de los robots. De hecho, nos guste o no,
las máquinas ya están dirigiendo nuestra existencia. Un banquero, por
ejemplo, depende de la máquina que proporciona los datos para tomar
decisiones de préstamos, ampliaciones de capital..Y esto es ya una
constante en las grandes empresas. La máquina y sus software y bases de
datos, capaces de “pensar” con mucha mayor rapidez que el cerebro
humano, y de manejar muchas mas variables, sin sufrir el acoso de lo
emocional, ya está jugando un papel decisivo en el mundo.

La cuestión es: ¿seremos esclavos de los robots en el futuro? ¿Serán


capaces los robots de replicarse a sí mismos, esto es, de crear
“descendientes”? Son preguntas que ya no pertenecen al campo de la
ciencia ficción a nada que sepamos mirar a nuestro alrededor con un
mínimo de inquietud. De lo que no tengo duda es de que una Justicia
Robótica estadísticamente sería mas justa y mas rápida que el modelo
actual de “justicia humana”, al menos en nuestro país.

Y ¿dónde acaba el proceso? ¿Podemos ser optimistas? Depende de cada


uno. Destaco dos datos. Dice el profesor Merino que…”.se difuminará
por completo la línea divisoria entre inteligencia humana o neuronal y la
inteligencia artificial, sea de silicio o cuantica”. Es decir, participan
ambas de la misma sustancia. Hacia 2029 —añade— la computación
adquirirá conciencia- de-sí-misma… Y en 2045 la capacidad de los
ordenadores superará la capacidad intelectual de todos los cerebros
humanos combinados…

Con estos datos es dificil ser muy muy optismista

General

66 comentarios en “¿Nos ayudarán los robots a tener


una Justicia justa?”

1.

NI OLVIDO NI PERDON
en 9 septiembre 2015 en 8:37 pm said:

Esto es interesantísimo. Hoy día la justicia es una máquina tragaperras. Pero


para llegar a lo que aquí se pide, lo primero que habría que hacer es informatizar
la actual justicia. El grado de idiocia de nuestros operadores jurídicos no
disminuiría pero quizás se comenzara el larguísimo camino que se plantea. No
es un sueño inalcanzable. La robótica es hoy la reina de las TIC. Mi experiencia
me indica lo que hoy día parece inalcanzable, deja de serlo en poquísimo
tiempo. Y si para que se haga justicia haya que prescindir de jueces y fiscales,
sólo podremos salir ganando. Lo que hoy se practica en España no es justicia; es
la estupidez en el máximo grado.

Inicia sesión para responder

CARITA DE PLATA
en 9 septiembre 2015 en 9:01 pm said:

El problema que veo estriba en que también habría que robotizar al


legislador. Porque si una ley es injusta, la máquina la aplicaría sin más.
Y ello nos conduciría al Brave New World.

¿Podría, por ejemplo, un robot aplicar la máxima de la ‘iniquidad


manifiesta’ que debería estar escrita con letras de fuego o neón en todo
despacho jurídico, ya sea de abogado o de juez?

“El límite para toda interpretación lo constituye más que positivamente


la equidad, negativamente el supuesto de iniquidad manifiesta. Por muy
bien estructurado desde el punto de vista valorativo y lógico que esté un
ordenamiento siempre podrán, y desgraciadamente los casos no son
infrecuentes, darse conclusiones de que una aplicación estrictamente
formal y lógica conduzca a lo que se viene denominando, la iniquidad
manifiesta.(…) Es el operador jurídico, normalmente el juez, quien
debería resolver las contradicciones legales de un modo lógico, o al
menos razonable, es también el que debe resolver la iniquidad
manifiesta, teniendo en cuenta la equidad”. (…) Estos conflictos entre el
Derecho y el mundo de los valores, e incluso estos internos conflictos
entre los distintos valores axiológicos, precisan de la decisión. Esta
decisión no podrá ser solamente la lógica y la derivada del Derecho
positivo, sino, en definitiva, la decisión justa, por mucho que el Derecho
positivo brinde pocos argumentos para tal decisión”.

Pero lo cierto es lo que dice Ni Olvido: la imbecilidad patente de jueces,


fiscales y sus cómplices.

Inicia sesión para responder

2.

Mario Conde
en 9 septiembre 2015 en 9:30 pm said:
La Justicia como categoría universal sencillamente no existe. El máximo del
relativismo se alcanza con Goethe: “lo justo es lo que conviene a quien dicta la
sentencia”. En ese plano hay tantos justos como aplicadores de la Ley Por eso el
normativismo sustituye lo justo por lo legal. El referente es la norma. La
soberanía permite aprobar leyes objetivamente injustas, pero si se aplican
correctamente las soluciones serán legales. Otra cosa es la justicia/injusticia en
un cuadro de valores distinto del puramente jurídico. El robot aplicaría la norma,
sea cual fuera, con racionalidad de modo que sus soluciones serían legales. Una
norma justa en el plano valorativo puede ser aplicada por un humano de modo
que conduzca a una solución injusta. Este es el asunto

Inicia sesión para responder

Peter
en 9 septiembre 2015 en 9:38 pm said:

Ya existe lo que se denomina “APLICACIÓN DE LA INTELIGENCIA


ARTIFICIAL EN LA INFORMÁTICA JURÍDICA DECISIONAL”:

Debe ser perfectamente comprendida (la Informática Jurídica Decisional)


para no pensar en un automatismo de la decisión equivalente a una
iuscibernética, sino en la ayuda que pueda prestar al juez en cuanto a
establecer unas determinadas pautas en resoluciones muy repetitivas y
facilitar la redacción de las mismas, bien al propio juez, bien al
funcionario judicial.

Las posibles aplicaciones pueden ser de dos clases, los sistemas de


informática jurídica y los sistemas de análisis jurídico.

En los Sistemas de Informática Jurídica, la actividad inteligente hace


referencia a la recuperación de la mayor cantidad de información jurídica
pertinente del banco de datos utilizado. Resulta, pues, viable la
implantación de un sistema automático de búsqueda conceptual. Otro
aspecto es la posible utilización de las técnicas de respuesta a
interrogantes en los bancos de datos jurídicos, o el establecimiento de
bancos de datos que provean acceso a la información pertinente, sin que
el investigador tenga que dedicarse a examinar y evaluar los documentos
que resultan de la búsqueda.

El Sistema de Análisis Jurídico, es decir, un sistema jurídico experto,


puede describirse como un sistema que organiza y expresa
automáticamente un conjunto de conocimientos y produce para el
usuario una recomendación acorde a las normas preestablecidas de la
acción a seguirse. Los elementos que integran un sistema experto de esta
naturaleza son los siguientes:
Capacidad para representar en abstracto la descripción de un caso en
cuanto a los hechos.

Capacidad para representar en abstracto, y en forma lógica, los principios


jurídicos aplicables al caso, y la capacidad para evaluar las implicaciones
de la aplicación de las normas al caso.

La existencia de un mecanismo que efectúe el análisis jurídico; esto es,


que seleccione las normas o principios pertinentes y los aplique.

Un programa inteligente aplicado al derecho contencioso, por ejemplo,


trataría de simular el comportamiento de un juez cuando se enfrenta a un
problema litigioso. En este caso, el programa no necesitaría pensar como
un juez (y, por supuesto, tampoco sentir) sino que debe actuar como él.
Sobre todo en lo relacionado con sus métodos de encontrar soluciones a
determinados problemas; deducción, solución de acertijos, prueba de
teoremas, combinaciones, y, sobre todo, de la teoría de las decisiones.

Naturalmente, para llegar a un “juez” mecánico óptimo se necesitaría del


concurso de jueces humanos expertos que transmitan su experiencia.

Inicia sesión para responder

Mario Conde
en 9 septiembre 2015 en 10:07 pm said:

Si, es correcto lo que dices, pero el proceso va mas allá de esos


modelos. O, mejor dicho, profundiza en el segundo. Se trata de
aportar una decisión a un problema en términos legales. La última
decisión sobre la decisión del robot corresponde, al menos en
teoría, al humano. Otra cosa sería el modelo de justicia robótica
pura y dura, es decir, que se resolviera todo con arreglo a la
inteligencia artificial robótica sin intervención del ser humano.

Inicia sesión para responder

figaro
en 12 septiembre 2015 en 11:22 am said:

Según esto, mientras sea humana, la naturaleza de la fuente de la que


emana la norma, creo que estaríamos moviéndonos con los mismos
márgenes de error, pues la aplicación robótica de una norma injusta,
aunque legal, seguiría generando injusticia. Dicho de otra forma: el
procedimiento seguido en la aplicación de la norma, sería correcto, pero
la norma a ser aplicada, podría no serlo.

Así pues y según veo yo la cosa el quid de la cuestión debería estar


siempre bien enfocado y no ser otro que el de una rigurosa vigilancia
ejercida sobre el poder legislativo, del que depende el alumbramiento de
la ley, que habilite los controles necesarios por parte de la soberanía, que
ha de residir en la sociedad civil, para evitar ruptura entre la voluntad
soberana y el cuerpo o poder legislativo y cuanto mayor fuera la calidad
democrática de la sociedad, mayor y más matizados, habrían de ser los
controles bajo los que su poder legislativo, habría de desempeñar su
cometido.

Que el poder judicial, pueda verse auxiliado o no por máquinas, en el


ejercicio de su profesión es algo que,- ( dando por sentado que no se trate
de máquinas con conciencia, como ésas de las que se ha hablado, o esas
otras capaces de clonarse)-, no debería preocuparnos demasiado, bajo mi
punto de vista. Cosa distinta sería y volvemos al punto anterior, que la
ley sea la correcta en términos de su sintonía con la voluntad soberana y
de su corrección en la observancia técnica de sus principios, pero se viera
aplicada de modo incorrecto por aquéllos a quienes su aplicación
corresponde, que no son otros que los jueces y es aquí donde se nos
plantea el verdadero problema, que, a mi entender, se sufre hoy en
España.

El sometimiento del poder judicial al poder político y la práctica


intervención de aquél por éste, es un hecho que ha de ser el humano el
que ha de corregir y una vez más se trata del protagonismo que la
sociedad civil, sea capaz de asumir en el control de las instituciones que
regulan su funcionamiento con tan grande influencia en el devenir de sus
vidas.

De mometo, las máquinas, son programables y es el humano el que las


programa, si el humano quiere que se equivoquen y que lo hagan en una
dirección concreta, lo harán de manera que no habremos atajado el
problema en su raíz.
De las máquinas conscientes, dispuestas a asumir responsabilidades
humanas, prefiero ni siquiera hablar y me remito a lo por mí mismo
expresado más abajo.

Saludos cordiales.

Inicia sesión para responder

3.
bttberttice
en 9 septiembre 2015 en 10:34 pm said:

Es curioso ver como reducís el Derecho al juez y sus emociones, como si los
demás participantes en el proceso no las tuvieran. En mi opinión, esos robots sin
conciencia serían geniales para predecir resultados judiciales y para juzgar a
otros robots sin conciencia, pero es que si encima de todo tienen conciencia y
ésta puede sistematizarse, entonces les pediría, en su ciencia, que me lo
expliquen y que se los expliquen también a todos los demás absurdos seres
humanos que sienten, a ver si aclaramos de una vez por todas el universo
complejo de los sentimientos de los individuos, de los grupos, de las sociedades
y del globo terráqueo. Muy interesante si, desde luego… aunque algo
incompleto.
Esto me recuerda a cuando inicié la investigación privada, todos los detectives
como locos pensando que ya no tendrían que hacer seguimientos 24 horas al día,
poníamos una cámara y ya está, hasta que nos dimos cuenta de la cruda realidad,
que detrás de una cámara hace falta un ser humano, además sería un poco
cantoso que te siguiera un robots, ¿no creéis?.
Y una pregunta se me ocurre, ¿ Cómo interpretaría un robot los informes de
pedagogos, psicólogos, sociólogos, criminólogos, detectives y demás fauna?….

Inicia sesión para responder

4.

NI OLVIDO NI PERDON
en 10 septiembre 2015 en 3:33 am said:

bttberttice, he estado pensando en el tema que me parece apasionante ‘ab initio’


pero luego vienen las dudas. Yo no concibo al ‘ciberjuez’ como una especie de
Terminator ‘cantoso’ como tú dices, sino como una máquina rapidísima que
llegaría a conclusiones racionales a través de su o sus propios programas -su
‘feedback-‘, al que se añadirían, para cada caso concreto, los informes de los que
hablas, a modo de insumos que llevarían a una solución final que estaría dentro
de los parámetros de la lógica jurídica de la que hoy se carece.

Carita habla de leyes injustas y del legislador robotizado. No me convence la


explicación de Mario Conde. Si, vg,. una ley del Parlamento humano dictamina
la castración química de todos los pederastas o pedófilos, la máquina no tendría
capacidad de aplicar eximentes o atenuantes, sino que iría directamente al
meollo de la cuestión. Lo mismo sucedería con la pena de muerte.

Luego estaría el tema de la doble instancia. En un prncipio el robot de instancia


no podría equivocarse, por lo que resultaría innecesario un robot ‘ad quem’. Y la
única solución -que resultaría absurda- sería que segun fuera avanzando la
técnica ciberjurídica se crearan unos robojueces de segunda generación, mejor
diseñados que sus precedentes. Así volveríamos a estar como estamos solo que
sin el componente emocional o sentimental -o la pura maldad–, de los jueces
humanos. Para este viaje no harían falta alforjas.

El otro problema está en el diseño o construcción de las máquinas. Si ya se da la


ciberguerra, no quiero pensar en lo que sería el ciberius, como dice, Peter. O la
propia armonización de los distintos sistemas jurídicos. Silicon Valley se
dedicaría a los paises de la ‘common law’ y quizás Francia a los del ‘droit civil’.
Pero, ¿se iba a dejar en manos de los particulares la programación y diseño de
las máquinas jurisdicentes o jurisprudentes? ¿Se permitiría a los abogados
aportar sus ‘defensas’ a modo de insumos que la máquina tendría en cuenta?

¿Tendríamos al final una especie de Microsoft jurídico controlado por una o


unas multinacionales? ¿Que haría China? ¿Tendríamos una Sharia robotizada?
Los Estados, ¿en que forma manipularían la justicia robótica? ¿Los hackers
atacarían con virus jurídicos? ¿Se crearía los iusvirus? ¿Nos encontraríamos con
un ¡Protesto, señoría robótica, su antivirus está obsoleto! ¿Se respetarían las
decisiones de una máquina?

Mario Conde cita a Goethe. ¿Sabría el ciberjuez quien era Goethe si su


programación fuera exclusivamente jurídica? Ya he dicho que no soporto a la
actual justicia española. ¿Sería el ciberjuez del que habla Peter construido en
España en aplicación de nuestro derecho muy distnto a lo que ahora tenemos, si
su programación fuera realizada como propone Peter?

Pienso que cabría la posibilidad de que la UE -si es que no está en ello-,


contribuyera a la creación de un cibersistema jurídico que aplicara el ‘ius
commune’ de la Unión. Que jueces, fiscales, abogados y demás fauna tienen que
ser superados es un imperativo categórico.

El planteamiento de una idea genial tiene que tener un desarrollo.


Dediquemosnos aquí a aportar nuestros granitos de arena. Sería algo
impresionante. Lo que no vamos a permitir es que la justicia basura sea la que
tenemos. Aportemos soluciones.

Inicia sesión para responder

LA TONTA DEL BOTE


en 10 septiembre 2015 en 5:01 am said:

Me levanto de la cama para disentir totalmente de lo planteado, aunque


haya merecido la pena leer tanto magnifico comentario.

En Japón, los conflictos judiciales sobre accidentes de tráfico, los


resuelve un ordenador. Un funcionario introduce en ella el atestado
policial, el fiscal sus pruebas de cargo, y los abogados de las partes, las
de descargo y sus alegaciones. El ordenador procesa automáticamente
todo aquel berenjenal y, en pocos segundos, aplicando con rigurosidad la
ley y la jurisprudencia, dicta sentencia.

Los defensores de la justicia cibernética alegan, como argumento, que las


máquinas evitan el tráfico de influencias, la lentitud de los procesos, sus
exorbitantes costos y la desigualdad. Pero quienes creemos que el
concepto de justicia va unido a la igualdad, al ejercicio de la libertad, al
derecho a vivir en democracia y a la consecución de la felicidad
mediante la distribución equitativa de la riqueza, la rechazamos.
Mantenemos, con Pierre J. Proudhon, “que la justicia es humana,
absolutamente humana, nada más que humana y que es injusto
relacionarla con un principio superior a la humanidad”.

El juez que se limita a aplicar la ley es un mal juez. En el mundo del


derecho, son muy pocas las veces en que la ley recorre el mismo camino
que la justicia. Administrarla constituye algo más que aplicar la ley. Si
un juez, al dictar sus sentencias, se limita a condenar a cada justiciable
con lo que el Código Penal sanciona, es un mal juez. Fueron muchos los
magistrados que, durante el franquismo, en todos los órdenes de la
justicia, desecharon muchas leyes por injustas. Les daban la vuelta para
no aplicarlas. Era una forma de hacer justicia. Los códigos, en aquel
entonces, eran meros instrumentos de protección, defensa y venganza de
una clase social privilegiada por el Estado frente a la de los menos
favorecidos, como lo van siendo ahora. Es obvio que los gobiernos
conservadores que dominan el mundo vuelven a implantar los
instrumentos retrógrados de siempre, en una constante vuelta al ayer.

Pero lo preocupante es el modelo encaminado a formar a los futuros


jueces en condiciones precarias en aras de un sedicente gasto público,
sino también la revelación de criterios inmovilistas de la Asociación
Profesional de la Magistratura sobre la práctica judicial. Los
conservadores mantienen un sistema cerrado de oposición que aísle a los
jueces de la realidad social de nuestro tiempo, mientras que los otros
grupos abogan por una educación humanista, basada en el conocimiento
universal, y su integración como personas en la sociedad.

Las oposiciones han convertido a muchos jueces en burócratas. Otros,


consecuencia de la oposición, consideran la carrera como un medio de
subsistencia. Abogados sin clientes, fracasados en oposiciones a notarías
o a la Abogacía del Estado se han transformado en jueces sin vocación.
Algunos creen que ser juez conlleva la admiración y el acatamiento de
los demás. Olvidan que son muchos los ciudadanos que, víctimas de sus
decisiones muchas veces injustas, han cambiado el respeto que les
guardaban por sentimientos violentos de repulsión e incluso odio. Los
justiciables para muchos jueces son simples números, gentes sin rostro
convertidos en muñecos de papel.

“Los jueces -lo escribió H. Magnus Enzensberger en 1931-, precisan


para emitir sus fallos, primero, conocer el derecho y, segundo, tener
conciencia social”. Por ello, su ambición debe ser única: practicar con
rectitud la equidad y el derecho. Encerrar a los nuevos jueces en
búnkeres cibernéticos es el inicio de su conversión en robots. En
máquinas al servicio del Ejecutivo. Mucho me temo que ello constituya
la confirmación de una política encaminada a convertir el derecho en un
arma letal para impedir la transformación de la sociedad y el acceso al
poder de quienes mantienen ideas progresistas. Se debe impedir, a toda
costa, que los jueces del mañana se conviertan en robots.

Porque no existe en el mundo ninguna máquina que funcione por sí sola.


Evitar que los negros fantasmas de la globalización las programen es una
perentoria y urgente necesidad.

Si un robot o un bot software


comete un delito, ¿qué dice
la ley sobre sus dueños?

 Facebook
 Twitter
 E-mail

Guardar
17 Comentarios

Suscríbete a Xataka

Recibe un email al día con nuestros artículos:


Síguenos

 Twitter
 Facebook
 Youtube
 Snapchat
 Instagram
 Telegram
 RSS
 Flipboard
 LinkedIn

TE RECOMENDAMOS

De profesión, cazarrecompensas de bugs informáticos

¿Puede un bot ser abogado? Sí, y ya ha anulado 160.000 multas por


aparcamiento


El fantasma de Greyball vuelve a por Uber: se investiga a la
empresa por desarrollarlo

Compartir Si un robot o un bot software comete un delito, ¿qué dice la ley sobre sus
dueños?

 Facebook
 Twitter
 Email

2 Febrero 2015 María González @kyravms

El Random Darknet Shopper es un bot que, cada semana, visita la deep web y gasta
aleatoriamente 100 dólares en algún objeto. Dicha compra es después enviada a los
dueños del bot, dos artistas suizos que han creado una exposición con todas las
adquisiciones de su software automatizado. Entre las compras están unos vaqueros de
imitación, un pasaporte y... una bolsita con pastillas de éxtasis.

Numerosos medios se hicieron eco de esta original iniciativa, y un día después de


clausurar su exposición, la policía apareció para confiscar dichas drogas. ¿Pueden ser
los responsables del bot acusados por comprar drogas? Yendo todavía más allá, y
viendo cómo los coches autónomos están ya a un paso, ¿quién tiene la culpa si uno de
estos coches tiene un accidente? ¿Quién puede ser llevado ante un juez?

El "bot" delincuente
Volviendo al primer caso, ¿qué ocurre si alguien programa un bot para hacer realizar
acciones aleatorias y resulta que, con una de ellas, termina cometiendo un delito?
Hemos hablado con José Leandro Núñez, abogado de Audens especialista en nuevas
tecnologías, que nos explica que "que las cosas no tienen capacidad jurídica, y por
tanto no pueden ser condenadas en caso de que cometan infracciones o delitos", incluso
aunque tengan inteligencia artificial. "El bot no es sino un medio o herramienta para la
realización del acto ilegal", nos comenta también Sergio Carrasco, abogado y
cofundador de Derecho en Red.

Parece lógico ya que, a fin de cuentas, ¿cómo juzgas o condenas a un bot? ¿Qué se hace
entonces? José Leandro nos dice lo siguiente: "el sistema trata de tirar del hilo, de
encontrar a la persona causante de ese comportamiento. Una vez encontrada, se trata de
determinar hasta qué punto es responsable de lo ocurrido: ¿programó el robot a
sabiendas, para hacer cosas ilegales? ¿Lo hizo de forma imprudente, sin prever las
posibles consecuencias? ¿Fue un simple hecho fortuito?".

Ambos abogados coinciden en que la clave de cada caso concreto es ver si se ha


producido dolo (intención de causar el daño) o neglicencia por parte del programador.
En caso de que esto llegue ante el juez, y según nos explica Sergio, "tendrás que
demostrar que no ha habido voluntad de que realice dichas actuaciones, y habría que ver
circunstancias como qué control se ejercía posteriormente sobre el bot."

"La evolución de la misma herramienta no cambia ni las intenciones que tenía su


desarrollador, ni la acción que va a realizarse (que ya se encuentra contemplada en el
ordenamiento jurídico). Por lo tanto, no existe un sujeto diferenciado que sea el bot, ni hay
laguna alguna al respecto", según Sergio Carrasco.

José Leandro va todavía más allá y nos pone otro ejemplo: la "posición de garante".
"Por ejemplo, se le aplica al propietario de un perro que se escapa y muerde a alguien…
y creo que también se podría aplicar en este caso". De todas formas, y por lo que nos
comentan, dependería de cada caso concreto, de cómo se ha programado el bot y de las
explicaciones que se den ante el juez.

Si nos ceñimos al caso del bot que compra cosas, otro apunte importante que nos hace
José Leandro:

"Por lo demás, otro tema interesante es la validez de las compras realizadas por estas
máquinas: la Ley nos dice que para que una compra (o cualquier otro contrato) sea válido,
tiene que haber consentimiento de las dos partes. Ahora bien, si la compra la realiza
aleatoriamente una máquina, que carece de capacidad jurídica, ¿existe realmente
consentimiento? ¡Todo un dilema! Estoy seguro de que en el futuro nos encontraremos con
sentencias de este tipo"

¡Ojo! Hasta ahora estamos hablando de bots programados para hacer tareas "aleatorias".
Esto no quiere decir que, si programas un bot para hacer cosas ilegales, te vayas a librar.
En este caso, y si se ha programado intencionadamente para tal fin, el creador del
software en cuestión sería sin duda alguna responsable de los delitos o daños
causados.

El ¿peligro? de la automatización de tareas


Por ir un poco más allá y "rizar algo el rizo", hemos pensado en otra situación casi
extrema: ¿qué ocurre si utilizas algún servicio como IFTTT, que te permite automatizar
las tareas, para descargar todas las fotos de Instagram que publica una cuenta y, al final,
resulta que una de estas imágenes era pornografía infantil? Tú no te la has descargado
adrede, pero el programa la ha descargado y está en tu disco duro.

Si en tu disco duro hay algo ilegal que se ha descargado de forma automática y sin tu
conocimiento, te tocará demostrarlo

En este caso, la mera tenencia de un archivo de este tipo es un delito (se pena la
posesión de pornografía infantil). Si su descarga ha sido efectivamente fortuita, te
tocará probar ante el juez que ha sido tal. "Lo mismo sucedía cuando se descargaban
películas de pornografía infantil ocultas como grandes éxitos de hollywood por
ejemplo", explica Sergio. ¿Cómo lo pruebas? Demostrando que no hay más contenidos
de ese tipo en tu ordenador, falta de habitualidad, cómo funciona la herramienta que lo
ha hecho, etc.

Lo mismo afirma José Leandro: "Podría tratar de defenderse, basándonos en que no


había intencionalidad, pero la persona en cuestión sería imputada con total seguridad".
Por mucho que haya sido una descarga automática, eso no cambia que el poseer la
imagen no sea un delito. En definitiva: podrías acabar frente a un juez y, a partir de ahí,
deberías probar tu inocencia.

¿Y si un coche autónomo tiene un accidente?


Imagen del coche autónomo de Google

Todo el asunto de la conducción autónoma presenta un dilema moral: si un coche va por


una carretera y la única forma que tiene de esquivar un accidente es llevarse por delante
a un peatón, ¿qué debe hacer el coche? ¿Qué vida vale más? ¿Y si el coche lleva seis
ocupantes? Sobre este asunto profundizan en este interesantísimo artículo del New York
Times, hablando de lo que se conoce como "matemáticas morales".

Pero ¿quién carga con la culpa si se produce un accidente de estas características por un
error del coche autónomo? "Estamos hablando de una herramienta incorporada al
vehículo (da igual que sea más o menos avanzada) con lo cual existirá responsabilidad
al igual que sucede ahora", explica Sergio, que además nos pone un ejemplo: si un error
con el diseño hace que los frenos fallen, el culpable es claro. Con los coches autónomos
ocurriría algo similar.

Igual que ahora se culpa a los fabricantes de fallos en el diseño, los fallos en un sistema
autónomo de conducción también tienen responsables

José Leandro coincide con esta opinión: "tendríamos que ver quién es el culpable del
accidente: el fabricante, por un error de diseño; la empresa, por falta de mantenimiento;
el conductor, por toquetear los botones… o todos ellos". Y, además, hace una lectura
muy interesante del asunto: "será muy complicado que veamos coches autónomos
circulando por las carreteras hasta que se aclare el tema de las responsabilidades en
caso de accidente."

En resumen: los bots, los sistemas de inteligencia artificial o los sistemas de conducción
autónoma no dejan de ser herramientas que son programadas por alguien para tal fin
y de esa forma deben ser consideradas en el caso de que exista algún problema con
ellas. Así que, si tenías pensado programar un bot que compre aleatoriamente en la deep
web, como hicieron los compañeros suizos, mejor que optes por otro proyecto distinto
para evitar posibles problemas.
¿Cómo fabricaremos los
abogados del futuro cuando
un robot realice su trabajo?

Por Eloísa Díaz-Bastien

Abogada en Díaz-Bastien Abogados

En 1981, un despacho -que recién había osado iniciar su andadura como tal- recibía con
los brazos neófitos y expeditos a un nuevo cliente: se trataba de un videoclub en
Fuengirola, que tenía la particularidad de ser regentado por dos ciudadanos británicos que
se dedicaban a importar VHS de Reino Unido para alquilarlos a los residentes extranjeros
de la zona. Por aquel entonces, la idea de adquirir una cinta de vídeo – una suerte de
alquiler súbito que sustituía el ir al cine – resultaba tan extraterrestre que las autoridades
malagueñas la consideraron ilícita y, en consecuencia, acusaron a los dueños de un delito
de contrabando.

Si Ross, el flamante “abogado robot” contratado en primicia por Baker & Hostetler
hubiera existido entonces, habríamos podido preguntarle directamente, y en lenguaje
natural, y nos habría respondido lo siguiente: era la Ley de Contrabando de 16 de julio de
1964 la que regía el caso. Y como Ross no sólo realiza búsquedas de legislación,
jurisprudencia y doctrina, subrayando los pasajes que considera pertinentes, sino que
también guarda la búsqueda y la actualiza, habríamos recibido una alerta el 13 de julio de
1982, fecha en que se aprobó la Ley Orgánica que modificó la legislación hasta entonces
vigente en materia de contrabando. Construido sobre Watson (el niño bonito de IBM),
Ross no sólo busca y encuentra cual sabueso jurídico, sino que también redacta borradores
de demandas. Y es precisamente en este momento de la evolución de la inteligencia
artificial cuando Bankia denuncia ante la Comisión Nacional de los Mercados y la
Competencia (CNMC) al bufete Arriaga Asociados por inflar las costas procesales en los
procesos que tienen contra ellos.

Realmente, los dos eventos no están correlacionados, ni directa ni indirectamente, sino


que estratégicamente convenía al banco aliviar la presión que este despacho venía
ejerciendo sobre ellos al haberse erigido en azote de las preferentes. Pero a la par, el banco
-en su argumentación- hace colación a un asunto que sí tiene que ver con Ross: se
argumenta en la demanda que Arriaga Asociados sistemáticamente requería en costas el
tope permitido dentro del baremo propugnado por el ICAM, cuando las demandas de las
preferentes respondían a la máxima de “hecha una, hechas todas”, y no laxa, sino
inexorablemente. Se les achaca el convertir la parte de la profesión de abogado que
implica la redacción de la demanda en un “copia y pega” de formularios. Formularios que
podría rellenar y – de tener mejor suerte que nosotros con Lexnet – presentar Ross.

La inteligencia artificial avanza impertérrita e inmutable como los hunos por la estepa.
Desde Siri, que incluso toma el pelo al usuario, pasando por aplicaciones de situación
geográfica, las sugerencias que ofrecen Google y Amazon en sus búsquedas, los
diagnósticos médicos… hasta Jill Watson, una profesora adjunta que contesta a las
preguntas de los alumnos por e-mail y participa en foros (irónicamente, los alumnos
descubrieron el pastel porque sospecharon de lo rápido de sus respuestas; esto quizás dice
más del estado de nuestro sistema educativo que de la proeza del robot Jill).

Pronto los robots jurídicos no sólo se limitarán a lo que hacen ahora. Ya muchos
despachos en Estados Unidos cuentan con diversas formas – más o menos rupestres – de
inteligencia artificial para el estudio y análisis de las cantidades ingentes de documentos
que transitan por vía del discovery. Los algoritmos recién salidos del horno de Silicon
Valley se dedican, además, a analizar si un juez tiene experiencia en un determinado
campo (volviendo al ejemplo anterior, para saber si hay que adjudicar una parte del
discurso de la vista en explicar qué es un credit default swap, o si el juez está familiarizado
con el tema por un anterior asunto que ha dirimido) o si ese mismo juez tiende a favorecer
una postura concreta (si es valedor de las pequeñas empresas o de los grandes bancos, si
es reacio a otorgar una custodia compartida, etc.); incluso, estiman los tiempos que puede
llevar un pleito en un particular juzgado. Todo este conocimiento –sacudirán la cabeza
los lectores– puede por supuesto obtenerse a través del estudio sistemático de la
jurisprudencia, a través de la práctica en los juzgados, a través de la experiencia de años
y años de ejercicio de la profesión o de contratar a Ross y conectarlo a la corriente.

En 1997, Deep Blue (también de IBM) se convirtió en la primera máquina en ganar a un


campeón del mundo de ajedrez. El despechado Garry Kasparov continúa afirmando que
había humanos detrás, que tal creatividad no habría sido nunca posible de una inteligencia
artificial. Para nuestra tranquilidad (dicen que un escritor es una parte ego, dos partes
inseguridad; creo que esa receta vale para más de una profesión), y a pesar de que en 2011
Watson ganó a la leyenda del Jeopardy Ken Jennings y que -en marzo de este año-
DeepMind batió a un humano al Go (un juego de tablero chino), el rendimiento de la
inteligencia artificial, a día de hoy, no debe inquietarnos. Hay muchas facetas en que el
humano es (aún) superior: la traducción, los juegos de cartas, la generación de
conversación, los dobles sentidos y el aprender a aprender (el robot sabe lo que le enseñas,
y aprende a recabar información, pero no dilucida nuevas maneras de aprender).

Y eso es, quizás, lo que es en realidad ser abogado. No me refiero con ello a las horas
dilapidadas jugando al mus en la cafetería de la facultad. Ni al copia y pega de demandas,
porque estoy segura de que con ellas Ross hará un trabajo impecable. Como también sé,
sin lugar a dudas, que los abogados mediocres serán inminentemente sustituidos por
máquinas que harán lo mismo en menos tiempo y por menos coste “overhead” (gastos
estructurales que asume una empresa para su funcionamiento básico; en este caso, todos
los despachos conocen del tiempo que hay que invertir en búsquedas varias, y que podría
ser delegado a una máquina). Me refiero a la abogacía en estado puro, al ejercicio
constante de la imaginación en busca de soluciones que aún están por ocurrírsele a
alguien.

Porque desde la distancia nos puede parecer anecdótico que en 1981 resultara extraño un
videoclub. Pero a día de hoy nos encontramos debatiendo sobre la existencia o no de un
contrato de operación de futuros, como si fuera algo insólito, enigmático y sibilino,
cuando los primeros contratos de este tipo se celebraron en 1730 (!). Y es sólo el hecho
de que los dueños de aquel videoclub toparan con un despacho que pensaba y piensa
“outside the box” lo que los salvó primero, de severas penas, y segundo, de la extinción.

Desde luego, la inteligencia artificial es una herramienta espectacular, ante la que


debemos reaccionar poniéndonos las pilas y perfeccionándonos, también los abogados.
Una de las primeras cuestiones que tendremos que dilucidar, considero, será el
transformar la preparación jurídica que reciben los estudiantes en las facultades de
derecho para que ésta esté debidamente adaptada, tanto a la demanda como a las
necesidades de los abogados del futuro. Hasta ahora, un junior se convertía en un senior
a través de interminables horas de arar a través de la jurisprudencia y redactando contratos
hasta la saciedad. ¿Cómo fabricaremos abogados senior cuando Ross realice ese trabajo?

Un día, llegará el reinado de los robots. Y entonces, llegará el momento en que servidora
deberá pedirles perdón por este artículo, y por todo tipo de elucubraciones que habré
hecho hasta entonces. Pero en el mientras tanto, desde el despacho: órdago.

¿Serán Google y Watson los


abogados del futuro?
Últimas entradas

 La indemnización por accidente de tráfico para 2018 ...


 Caracteres del derecho penal ...
 Derecho Administrativo: concepto y definiciones ...
 Pasado, presente y futuro del derecho laboral ...
 Los peritos y su importancia en juicios y otros ámbitos ...
Ricardo Oliva León 23/11/2015 I+D+i Legal, La columna del director 3 Comentarios
“Cuando llega el tiempo en que se podría, ha pasado el tiempo en que se pudo”
— Marie von Ebner-Eschenbach

Todo llega, todo pasa y todo cambia


Hace diez años obtuve la licenciatura de Derecho en España y hace dieciséis, el título
equivalente en Perú. Formado como jurista dentro de la tradición jurídica continental
europea o sistema romano-germano-francés ahora soy abogado colegiado ejerciente en
ambos países. El mundo ha cambiado mucho desde que concluí mi primera formación
universitaria. Sin embargo, la preparación para afrontar con solvencia los retos
profesionales del futuro legal que se ofrece a los estudiantes de las Facultades de Derecho
en muchas universidades españolas y latinoamericanas, parece no haber cambiado tanto.

Panos Panay, responsable del lanzamiento del Instituto de Emprendimiento e Innovación


del Berklee College of Music, en una entrevista que le hizo el diario El Mundo en enero
de este año afirmó algo que me llamó la atención: “la universidad, muchas veces, es lo
contrario a una organización innovadora porque es segura y uniforme, y todo lo que
rodea la vida en el campus está basado en la seguridad”. Mi propia experiencia como
profesor de Derecho durante más de 5 años en la universidad española y lo aprendido en
las conversaciones mantenidas con alumnos, jóvenes juristas y compañeros abogados
españoles y latinoamericanos, me lleva a pensar que Panay sabe muy bien de lo que habla.
Añadiría como problema adicional la masificación de las universidades que limita el
desarrollo del talento hacia su máxima expresión.

La globalización social y económica, la introducción de las nuevas tecnologías y la


complejidad in crescendo del Derecho agitan el cambio y obligan a reformular los
paradigmas de enseñanza decimonónicos defendidos por la clásica universidad. Al
respecto, me remito a lo dicho en una entrevista de Radio Nacional de España por Javier
Carrascosa González, catedrático de Derecho Internacional Privado de la Universidad de
Murcia, acerca de cómo debería enseñarse el Derecho en la universidad española del siglo
XXI.
La tecnología y el jurista del futuro
Los fenómenos sociales, económicos y tecnológicos que transforman el mundo suelen
producirse con anterioridad a las reformas legales. Los cambios normativos surgen,
precisamente, para dar respuesta a tales fenómenos y desembocan en nuevas regulaciones
legales que sustituyen a las anteriores. Durante dicho proceso el legislador sopesa entre
sacrificar o proteger determinados intereses colectivos, y entre incentivar la realización
de conductas consideradas como beneficiosas o desalentar (prohibir) las consideradas
perjudiciales. Si al jurista -a diferencia de los científicos o de los visionarios
economistas- le cuesta anticiparse a las transformaciones del mundo, sí que debería ser
capaz de reaccionar rápidamente cuando dichas transformaciones ocurran.

Dentro del conjunto de fenómenos que transforman nuestras vidas, los avances
tecnológicos merecen una mención especial debido a la enorme repercusión que causan
hoy en día -y seguirán causando- en el campo de las ciencias jurídicas. El Derecho se
está digitalizando y las tecnologías de la información (TIC) van adquiriendo
primordial relevancia en el trabajo del abogado, en particular, y del profesional
jurídico, en general. Los nuevos juristas, los juristas del futuro, vivirán en un mundo
digitalizado y cambiante, y por esa razón la tecnología debería ser hoy una asignatura
obligatoria en su formación (propongo la próxima creación de la Doble Titulación
Derecho e Ingeniería Informática en las universidades).

Son ya, más o menos, conocidas las bondades que trae consigo el uso de las TIC en el
trabajo del profesional del Derecho. A continuación, menciono algunas de las más
relevantes:

 Gracias a Google y otros buscadores el acceso a las fuentes bibliográficas se ha vuelto


más sencillo y casi instantáneo: mucha información jurídica se encuentra a disposición
de todos en la red de un modo gratuito e inmediato.
 Internet ha abierto a los abogados un nuevo canal para captar clientes y realizar
acciones de fidelización: a pesar de que las leyes sigan siendo locales la comunicación
entre profesionales y usuarios, a través del ciberespacio, se ha tornado transfronteriza.
 La creación de aplicaciones informáticas y software de gestión de despachos que
facilitan el manejo de datos (básicamente documentos, proyectos y clientes) y ayudan
a reducir los costes relacionados con la organización, la productividad y la seguridad.
 La simplificación del acceso a soluciones legales y la introducción de la economía
colaborativa en el Derecho.
 La redacción de contratos sencillos, la identificación de evidencias probatorias en
documentos y la automatización de procesos. Si introduces en este “calculador” (creado
por la National Public Radio y basado en un estudio de la Universidad de Oxford) la
profesión “Legal” encontrarás el porcentaje de automatización y, por tanto, de
sustituibilidad por robots, de los trabajos realizados por los siguientes profesionales
jurídicos: “Paralegals y Legal Assistans” (94.5%), “Court Reporters” (50,2%), “Judicial
Law Clerks” (40,9%), “Judges” (40,1%), “Lawyers” (3,5%). ¿Estás de acuerdo?
 La predicción de las decisiones judiciales gracias a la utilización de tecnología cognitiva
y predictiva en el Derecho, donde robots como Watson (el sistema de inteligencia
artificial desarrollado por IBM) se convertirán en instrumentos de valiosa ayuda para el
profesional jurídico. Para comprender mejor el impacto que tendrá Watson en el sector
legal les recomiendo leer The future of justice is Watson y Watson and the future of the
judicial system.
Internet es un nuevo canal para vender y fidelizar. En el gráfico se muestran diversos ejemplos
de canales web/móvil utilizados por las empresas actualmente.

Nuevos retos y tendencias en la abogacía


Al lado de la tecnología han surgido otras tendencias que provocarán severas
transformaciones en la práctica del Derecho. Todo jurista debería conocer esas
tendencias. Una de ellas es el reto de dar más por menos, es decir, algo que llamaría
relacionarse de un modo “win to WIN”: si ganan mis clientes el doble no significa que
yo pierda la mitad, puesto que yo aquí también gano. Esta nueva lógica de los negocios
puede explicar el hecho que la facturación a precio cerrado -donde la firma asume el
riesgo de sobrecoste, como bien explican los especialistas– se haya convertido en la
opción preferida por los clientes, hoy en día, en desmedro de la tradicional facturación
por horas. Por ello, el Project Management parece que se convertirá en el Santo Grial de
las firmas de abogados y la brújula que las conducirá hacia la productividad.

Otra tendencia en el mundo del Derecho será la liberalización del mercado legal. La
orientación de los abogados será cada vez más global por lo que la competencia vendrá
de diferentes partes: el cliente tendrá el privilegio de poder escoger más ofertas de
servicios jurídicos y se quedará con la que incorpore la mejor propuesta de valor o el
mayor valor añadido. Esta oferta de servicios jurídicos ya no solo provendrá de nuestra
ciudad sino que podrá venir, gracias a Internet y otros canales, de cualquier parte del
mundo. Un abogado inglés puede abrir oficinas en España y asesorar en Derecho inglés
y Derecho español en Jerez de la Frontera, si está capacitado y habilitado para ello, lo
mismo que un letrado español o una firma de abogados española puede hacer lo propio
en la City. Pero además un ciberabogado podrá atenderte desde cualquier parte del mundo
sin necesidad de contacto físico-presencial el cual será reemplazado por medios
electrónicos. Se sobreentiende que el letrado que no pueda comunicarse en otro idioma
distinto del suyo terminará disfrutando un pedazo más pequeño de la tarta.

Será una tendencia también la descomplicación del lenguaje jurídico. La natural


información privilegiada que maneja una de las partes y la asimetría de información
que existe entre el abogado y su cliente se verá reducida gracias a una mayor empatía
hacia éste por parte de aquél. Si bien el Derecho (y, por ende, el lenguaje jurídico) se
hará más complicado cada vez, parece que al profesional jurídico no le quedará más
remedio que hacer un sobreesfuerzo para hacerse comprender por su cliente, para
comunicar con transparencia y transmitir con claridad el contenido de sus mensajes, ya
que si no lo hace habrá alguien que podrá hacerlo por él (o ella).

En el LawTech Europe Congress realizado en Bruselas en octubre de este año se habló


de nuevos retos en la abogacía siendo uno de ellos la comprensión de ciertos tópicos de
estudio que tendrán un impacto en la regulación del Derecho del futuro y que serán objeto
de análisis los próximos años, tales como la inteligencia artificial y la transferencia
internacional de datos personales (Safe Harbour) y el Compliance. Algunos de estos
temas del conocimiento digital empiezan ya a ser incorporados en los planes de estudios
de programas universitarios de grado y postgrado que se ofrecen actualmente.
Una tendencia de futuro en la abogacía será adquirir la habilidad de dar más por menos por lo
que el Project Management se convertirá en el Santo Grial de los abogados, es decir, la clave
para conseguir, mantener y hacer crecer nuestra clientela (Gráfico elaborado por Steve Blank).

El mercado de trabajo para los juristas del futuro


En España cada año se gradúan 214.000 personas, pero sólo entran al mercado laboral el
68%, es decir, 67.000 españoles se quedan sin entrar. ¿Por qué hay demasiados
titulados desempleados en España? O se está preparando más profesionales de los que
la sociedad necesita, o las titulaciones que se ofrecen en la universidad no son las que
demanda el mercado, o el nivel de preparación con el que terminan los titulados está por
debajo de lo que requieren las empresas. No tengo una respuesta definitiva, pero está claro
que algo no anda bien.

En cuanto a la carrera de Derecho ¿hay demanda laboral en España para tantos abogados?
Las estadísticas indican que no parece que se necesiten muchos más letrados ejercientes
de los que ya hay, no obstante lo cual las Facultades de Derecho siguen graduando año
tras año cientos de alumnos. En los Estados Unidos han habido reacciones al respecto:
hace dos años un grupo de graduados en Derecho demandó a sus universidades por no
encontrar trabajo, alegando que se les había creado falsas expectativas laborales con datos
engañosos. ¿Podría suceder algo parecido aquí? Al respecto, merece la pena leer la nota
que El Confidencial publicó ayer sobre el próximo libro de Daniel Lacalle, Acabemos con
el paro.

En mi opinión, en el campo de las ciencias jurídicas, la universidad debería centrar sus


esfuerzos en formar juristas creativos, críticos, honestos, especializados, globales y
tecnológicos. Y los nuevos profesionales jurídicos deberían poder insertarse en el
mercado de trabajo rápidamente. Esta afirmación, con la que todos probablemente
estaremos de acuerdo, contrasta con la cruda realidad que muestra una baja tasa de
empleabilidad de los más jóvenes. ¿Qué están haciendo las Universidades y los Colegios
Profesionales, al respecto?

Los abogados somos necesarios para la sociedad (lo que explica su positiva
consideración social ratificada en el Informe de Metroscopia de noviembre de 2015
elaborado para el Consejo General de la Abogacía Española) ya que desempeñamos un
papel relevante en configuración del sistema normativo nacional en la medida que
colaboramos con la formación de la jurisprudencia por parte de los Tribunales de Justicia
cuando defendemos el Estado de Derecho, la seguridad jurídica y los derechos
fundamentales de nuestros clientes. Pero además los abogados podemos ayudar a prevenir
conflictos y, gracias a ello, reducir la tensión social derivada de los pleitos. En cualquier
caso, mientras estén en juego la libertad personal, el patrimonio y la reputación de las
personas, los abogados seremos convocados.

Conclusión
Google y Watson poseen las habilidades del abogado del futuro, es decir, las aptitudes
de ese jurista tecnológico y global que domina las herramientas del project managment,
que se expresa con claridad, y que acierta en sus análisis y predicciones legales. Sin
embargo, el futuro digital inmediato lo guiará –todavía- la mano humana. Google y
Watson (o las herramientas tecnológicas que las mejoren y se inventen después) se
convertirán en instrumentos indispensables del trabajo cotidiano del profesional
jurídico, por lo que en mi concepto serán el alter ego del jurista del futuro. Me parece
difícil que en el corto plazo las máquinas puedan sustituir totalmente a las soluciones
creativas que los seres humanos, los juristas de carne y hueso, siempre podrán inventar.

“Si tú sabes lo que vales, anda, ve y consigue lo que mereces”

Los robots, como sujetos


electrónicos de derecho
tienen responsabilidad penal

By Melchor Tirado TorresSep 03, 2017, 06:00 am0

347

Quien no cambia con el cambio, el cabio lo cambia, siendo su rezago intelectual…la


“inteligencia” creo la “inteligencia artificial”, quien lo creyera, ya es un realidad; la
inteligencia: es la facultad de la mente que permite aprender, entender, razonar, tomar
decisiones y formarse una idea determinada de la realidad, siempre está asociada con la
actividad cerebral de los humanos (y de otros seres vivos en menor proporción).

Se encuentra en desarrollo muy avanzado “la inteligencia artificial”, definida como la


creación de programas de computación (software) que tienen como propósito imitar las
funciones “cognitivas” de la mente humana, las cuales integradas con estructuras electro-
mecánicas (hardware ) crean el prototipo de la máquina; la inteligencia artificial al crear
al robots se apoya en cuatro pilares básicos : 1)búsqueda del estado requerido en el
conjunto de los estados producidos por las acciones posibles, 2) algoritmos genéticos, 3)
redes neuronales artificiales y 4) razonamiento mediante una lógica formal análoga al
pensamiento abstracto humano; temas que por lo complejo escapan al propósito del
artículo. A medida que el desarrollo de la inteligencia artificial aumenta los robots serán
cada vez más sofisticados – de hecho, ya lo son en grado sumo – porque la emulación del
humano por la maquina es cada vez mejor, llegando a niveles inimaginables,
insospechados y “hasta peligrosos”, de tal manera que hay la necesidad de crear la
normativa del “ Derecho Penal para las maquinas”, lo que en un tiempo fue ciencia
ficción, hoy ya no lo es, y las teorías de Isaac Asimov cobran vigencia con las tres leyes
de la robótica que planteo: 1) un robots no puede causar daño a un ser humano , ni permitir
que un humano pueda sufrir daño, 2) un robots debe obedecer las órdenes que le son dadas
por un ser humano, a excepción de aquellas que se opongan a la primera ley, 3) un robots
debe proteger su propia existencia , mientras esta protección no esté en conflicto con la
primera o la segunda ley; a pesar de estas leyes deseadas los robots no siempre
responderán a ellas porque adquieren cada vez más lo que llamamos “personalidad
electrónica” o también con el nombre del “ciudadano electrónico”, con derechos y
obligaciones; el funcionamiento de las maquinas deriva riesgos que exigen
responsabilidad porque puede ocurrir que lleguen “a tomar autoconciencia de su
existencia y realizar actos por si solas”.

La inteligencia artificial implantada en los robots en la actualidad es omnipresente. Se


gesta una responsabilidad cumulativa a la persona física del fabricante, al diseñador, al
programador, al director de la empresa y también a los robots. La preocupación será el
“control humano significativo de los robots”, para prevenir los riesgos por su uso.
Colombia no tiene aún legislación establecida en esta materia, pero en Europa, el
Parlamento prepara seis (6) leyes para regular y controlar el uso de los robots, su
interacción con los ciudadanos y las empresas de la unión europea, entre los aspectos más
importantes de estas leyes tenemos: 1) todo robots debe tener un interruptor de
emergencia. Esto con el fin de poderlo desactivar, 2) ningún robots podrá hacer daño a
un humano. No se deben de fabricar para ocasionar males a la humanidad, 3) se prohíbe
crear vínculos emocionales con ellos. Los robots humanoides no tienen sentimientos, pero
puede darse el caso de que el humano por estar siempre en contacto, llegue a crear
vínculos afectivos. Como el tema es extremadamente complejo tendrá el congreso la
obligación de legislar en su momento, quedando inquietudes por resolver como las
siguientes:¿Qué pena se le impondrá a un robot? ¿podrá un robot resocializarse? ¿Será
culpable el fabricante ante una falta del robot? y otras muchas. Fuentes complementarias
de apoyo: Ámbito Jurídico, Hoover Wadith Ruiz Rengifo y varios de Internet.

You might also like