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Se ha prestado este trozo para no pocas teoría. ¿Qué podrá querer decirnos el
evangelista con una segunda multiplicación de los panes, tan cerca de la anterior?
Se ha dudado si era una inserción poco afortunada de algún copista o algo
deliberado y original del evangelista. Una mayoría se inclina por la opción que es algo
deliberado de Marcos, que siempre debe ser leído en dos planos. La controversia, en todo
caso, sigue abierta.
Podemos anotar que la acción ocurre en tierra de paganos, por lo que podemos
presumir que los asistentes son paganos. Ahí podría anotarse una diferencia y buscar un
sentido a la misma. La primera, ocurre en tierra de judíos, los alimentados serían judíos y
la simbología de los números también.
Se constata, la primera diferencia, en los números: las personas que recibieron el
regalo del milagro primero son 5.000 y en el segundo, son 4.000. Los panes aumentan de
cinco a siete; de los dos peces del primero, se pasa a “unos pocos pececillos”
indeterminado, en el segundo.
Se ha comentado que en cada caso los números presentan situaciones o mensajes
diversos.
Lo común, es la semejanza de la alimentación milagrosa, con aquella muy anterior,
de los israelitas, cuando van por el camino de su liberación. En la narrativa de Marcos no
están presentes los reclamos de los israelitas, como sucede respecto de Moisés.
Este Dios que nos ama, nos cuida el cuerpo y el alma, no nos divide para ocuparse
de un aspecto limitado de las personas, sino que nos cuida en el todo que somos. Quizás
aquí deba situarse un énfasis.
1
Común es la apertura de Jesús, su compasión por las necesidades y limitaciones,
común es Su amor que no deja pasar las situaciones, sino que reacciona amorosamente a
ellas.
2
de ellos. Tampoco recuerdan lo que es capaz de hacer el amor de Dios, aunque lo hayan
visto reiteradamente. Qué decepción sería para Jesús que le hace decir tienen ojos y no ven
y tienen oídos y no oyen. Es tal su embotamiento que no son capaces de entender.
Este milagro difiere de otros. Siempre los milagros dan cuenta de que Su poder,
unido a la fe de quien pide la gracia, puede actuar a distancia o manifestarse como
respuesta a gestos muy menores. Acá, se deja constancia, primero, que lleva aparte al
ciego, luego, que usando otra actitud, le pone saliva en los ojos, lo interroga si ve, le
vuelve a poner las manos en los ojos y se cumple el milagro, al punto que el ex ciego
comienza a ver a la perfección. Como siempre, queriendo apartarse de que piensen en
magia u otras cosas ocultas, le envía a su casa y le advierte que ni siquiera entre en el
pueblo.
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37 Pues ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?
38 Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y
pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su
Padre con los santos ángeles.»
Tal vez queriendo que antes que nadie sus discípulos no sean víctimas de ese tipo de
confusiones a que aludimos, cuando sale sólo con ellos en dirección a Cesarea, aprovecha
de preguntar “¿Quién dicen los hombres que soy yo?” La respuesta unos que Juan el
Bautista, otros que Elías, otros que uno de los profetas. Entonces les pregunta lo mismo a
ellos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?” La respuesta viene por boca de Pedro, que
dice “Tú eres el Cristo”. Satisfecha la duda, les ordena que a nadie le revelen quién es Él.
Seguidamente, les explica que habrá de ser reprobado por los ancianos, los sumos
sacerdotes y los escribas, que lo después de hacerlo sufrir mucho, lo matarán. Agrega que
resucitará a los tres días.
Pedro, dando cuenta de que no entendía nada más que los otros, toma a Jesús aparte y
le reprocha que diga esas cosas. Jesús pone las cosas en su lugar y reprende a Pedro
comparándolo con Satanás. La idea de Pedro de que no sufra, de que evite todos esos
problemas que le esperan, no viene de Dios. Son pobres ideas de hombres que no
entienden el sentido de que Jesús no se eche atrás de su tarea por miedo, que corra los
riesgos hasta el final.
Luego, hablando a la multitud y a los discípulos, pone muy alta la vara al decir que el
que lo sigue, debe también asumir todos sus riesgos y no echarse atrás.