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Introducción a la Teología Pastoral

David Salazar Pantoja


4°- de Teología

CATEQUESIS DE CONFIRMACIÓN A LOS JÓVENES

La iniciativa en todo proyecto cristiano parte siempre de Dios, lo nuestro será


siempre la respuesta a la llamada o invitación que Dios nos hace para identificarnos
con Jesús. Por eso, es importante el texto que nos presenta la carta a los Hechos 1, 8
“sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis
mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra”.
Los jóvenes de tiempo puedan a mirar a Jesús que los convoca a la fe para vivir en la
historia con sensibilidad para los signos de los tiempos. El seguimiento de Jesús no
es imitación de algo intemporal revelado en él, es por todo en alternativas planteadas
por las fuerzas y los hechos históricos con los cuales se determina el futuro; en el
evangelio de Mateo nos presenta a los doce 10, 2-4 “Los nombres de los doce
Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago
el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano;
Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que
le entregó”.

El seguimiento de Jesús y la participación en las acciones y marcha histórica de la


humanidad, iluminados por la fe, parece obvio que tiene que vivirse en esperanza.
La conciencia histórica llevaría, entonces, a los cristianos a esperar cuando actúan y
a actuar en función de las esperanzas de la fe. La esperanza viene así a entenderse
como motor de la práctica cristiana, y lo esperado se contempla como meta de la
acción. La presencia del espíritu en nosotros nos exige vivir en estilo nuevo nos da
la verdadera libertad; San Pablo nos habla claramente en su carta a los Gálatas 5, 25
“Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu”. Son palabra
claves para entender la misión del Espíritu Santo en nuestra vida o en la vida de los
jóvenes.

El Espíritu se posesiona de nosotros para vincularnos a Jesús en la realización de su


misión; de esta manera podemos comprender como la comunión que suscita el
Espíritu Santo, con el Padre y el Hijo. Importante la formación básica, centrada en
lo nuclear de la experiencia cristiana en las certezas más básicas de la fe y en los
valores evangélicos más fundamentales poniendo cimiento del edificio cristiano,
para alimentar las raíces de la vida de fe, para recibirlo como alimento sólido en la
vida ordinaria. Muchas veces, a solas o en compañía, nos preguntamos acerca de
cuestiones existenciales y también acerca de la muerte. ¿Qué es la muerte, qué pasa
después? Este trabajo tiene que ver justamente con eso. Por supuesto que yo,
personalmente, no tengo idea de lo que pasa después. ¿Después de qué? después de
morirte.

Después de nacer, crecer, caerte por primera vez de la bicicleta, después de madurar,
formar una familia, realizarte profesionalmente, envejecer… Podría decirse entonces
que no tengo por qué escribir nada. Porque si no soy capaz de contestar a una
pregunta tan pero tan profunda como esa mi trabajo no vale. Pero no, sí que vale.
Propongamos una respuesta desde la fe, muchas veces con amigos nos preguntamos
cuestiones incapaces de responder racionalmente. Este trabajo tiene que ver con el
fin de los tiempos, con lo que pasará después. Tiene su característica propia en el
acontecimiento de Cristo, considerado como presencia personal de Dios en la
Tierra y también como anticipación de la manifestación futura de Dios con la venida
del Espíritu Santo.

Desde sus comienzos la fe cristiana consideró a la resurrección de Cristo no sólo en


relación al pasado como cumplimiento de las profecías divinas, sino también en
relación al futuro, como anticipación y garantía de la salvación venidera al final de
los tiempos. El sentido escatológico del misterio de Cristo, desde su entrada en el
mundo hasta su resurrección, adquiere así una perspectiva nueva. Cristo al
encarnarse, asume la naturaleza humana con todo lo que implica. Asume el límite
característico del hombre al unir lo infinito con lo finito.

También lo afirma el Catecismo: “El fin último de toda la economía divina es el


acceso de los hombres a la unidad perfecta de la Trinidad. Pero desde ahora somos
llamados a participar de Dios trino”. Además de aludir, claro está, al misterio central
de la revelación: a Dios trino y salvador del hombre. Siempre la Trinidad nos
muestra la comunión por eso nosotros como jóvenes nos llama a vivir la comunión
con nuestra familia porque muchas veces queremos seguir nuestro rumbo pero la
Santísima Trinidad nos invita a mantener esta comunión. Cristo como
acontecimiento escatológico para la humanidad, el mundo y la historia.

Es importante aclarar que Cristo resucita en función del hombre. Resucita para
inaugurar el camino que seguirá más tarde toda la humanidad. Y su resurrección
significa para el hombre la instauración definitiva de la salvación: el hombre puede
ahora esperar un destino eterno al asociar su destino al destino de Cristo resucitado.
Entonces, en Cristo se recapitulan todas las cosas, las del cielo y las de
la tierra "hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza" nos dice San Pablo en su carta
a los Efesios (1,10); esto significa que fuera de Cristo la creación carece de sentido,
no podría sostenerse. Sería impensable porque Cristo es el principio de la creativo y
divino de todo cuanto existe, la resurrección de Cristo es el único acontecimiento
definitivo de toda la historia de la salvación. Su resurrección ha de extenderse a los que
pertenecen a Cristo y sería la cima del misterio que comenzó en el bautismo.

Sabemos que la resurrección es un acontecimiento histórico y salvífico, que es


lo único que nos permite hablar de las cosas que están ‘más allá de la muerte’, es
decir, de cosas trascendentes. El miedo a la muerte radica en pensar que, al carecer
de cuerpo, tampoco tendremos conciencia de existir. Tenemos miedo de que con la
muerte corporal dejemos de tener un yo consiente. Entonces, si el hombre siente que
vive en cuanto a lo que aspira y proyecta, ¿qué sentido tiene esforzarse en una vida
que habrá de terminar? La realidad es que el hombre no puede evitar la muerte. Si el
hombre, entonces, sufre la muerte como experiencia límite de su existencia es
porque anhela seguir viviendo y porque la muerte lo desvincula de ese contacto
sensible con el mundo y con los otros seres humanos.

Desde su nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios; pues no existe sino
porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive
plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su
Creador. El camino que lleva a los seres humanos al conocimiento de Dios Padre es
Jesucristo, el Verbo hecho carne, que viene a nosotros con la fuerza del Espíritu
Santo. Como se subraya en las catequesis anteriores, este conocimiento es auténtico
y pleno siempre que no se reduzca a algo meramente intelectual, sino que implique
de modo vital a toda la persona humana.

Se trata de un conocimiento que permite "encontrar" a Dios; hay un conocimiento


natural de Dios a partir de la creación: ella lleva a reconocer en él el origen y la
causa trascendente del mundo y del hombre y, en este sentido, a intuir su paternidad.
Este conocimiento se profundiza a la luz progresiva de la Revelación, es decir, sobre
la base de las palabras y las intervenciones histórico-salvíficas de Dios.

Conocer al Padre significa, pues, encontrar en él la fuente de nuestro ser y de nuestra


unidad, en cuanto miembros de una única familia; pero también significa estar
sumergidos en una vida "sobrenatural", la vida misma de Dios. En efecto, la
auténtica experiencia religiosa no es expresión de infantilismo, sino actitud madura
y noble de acogida de Dios, que responde a la exigencia de significado global de la
vida y compromete responsablemente al hombre a construir una sociedad mejor.

La Iglesia cuenta particularmente con vosotros para dar a conocer a Cristo a los
jóvenes, para hacer que lo amen, y para ayudarles a vivir en intimidad con él. La
Iglesia os ha confiado la importante tarea de transmitir la enseñanza de Cristo y dar
testimonio de su amor salvífico. Ojalá que este encuentro jubilar sea para vosotros
tiempo de especial apertura a la luz y a la fuerza del Espíritu Santo, a fin de que,
fortalecidos con la gracia, prestéis provechosamente vuestro servicio apostólico en
el nuevo milenio.

La Eucaristía es sacramento "misionero", no sólo porque de ella brota la gracia de la


misión, sino también porque encierra en sí misma el principio y la fuente perenne de
la salvación para todos los hombres. Por tanto, la celebración del sacrificio
eucarístico es el acto misionero más eficaz que la comunidad eclesial puede realizar
en la historia del mundo. La presencia del Resucitado proporciona a los creyentes la
valentía para ser promotores de solidaridad y de renovación, contribuyendo a
cambiar las estructuras de pecado en las que las personas, las comunidades y, a
veces, pueblos enteros, que estamos sumergidos.

A cuantos se alimentan del Señor esta energía espiritual los impulsa a dar su propia
vida por él y por sus hermanos, mediante la entrega total de sí, si fuera necesario,
hasta la efusión de la sangre. A cuantos se alimentan del Señor esta energía
espiritual los impulsa a dar su propia vida por él y por sus hermanos, mediante la
entrega total de sí, si fuera necesario, hasta la efusión de la sangre. Los esfuerzos
realizados en estos campos son de tal alcance que pueden alimentar las más grandes
esperanzas. La experiencia demuestra, por ejemplo, la resonancia de una enseñanza
radiofónica o televisiva, cuando sabe unir una apreciable expresión estética con una
rigurosa fidelidad al Magisterio.

Los jóvenes ofrecen un testimonio, mirando a cuál de los cristianos en su camino


hacia Cristo se hacen más fuertes. Tal esperanza levanta el corazón de los cristianos
a las cosas celestes, sin separarlos de cumplir también las obligaciones de este
mundo, porque la espera de una nueva tierra no debe debilitar, sino más bien alentar,
la solicitud por perfeccionar es la tierra. Sin embargo, el mundo actual pone
múltiples insidias a esta esperanza cristiana. Pues el mundo actual está fuertemente
afectado por el secularismo el cual consiste en una visión autonomista del hombre y
del mundo, que prescinde de la dimensión del misterio, la descuida e incluso la
niega.

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