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Después de nacer, crecer, caerte por primera vez de la bicicleta, después de madurar,
formar una familia, realizarte profesionalmente, envejecer… Podría decirse entonces
que no tengo por qué escribir nada. Porque si no soy capaz de contestar a una
pregunta tan pero tan profunda como esa mi trabajo no vale. Pero no, sí que vale.
Propongamos una respuesta desde la fe, muchas veces con amigos nos preguntamos
cuestiones incapaces de responder racionalmente. Este trabajo tiene que ver con el
fin de los tiempos, con lo que pasará después. Tiene su característica propia en el
acontecimiento de Cristo, considerado como presencia personal de Dios en la
Tierra y también como anticipación de la manifestación futura de Dios con la venida
del Espíritu Santo.
Es importante aclarar que Cristo resucita en función del hombre. Resucita para
inaugurar el camino que seguirá más tarde toda la humanidad. Y su resurrección
significa para el hombre la instauración definitiva de la salvación: el hombre puede
ahora esperar un destino eterno al asociar su destino al destino de Cristo resucitado.
Entonces, en Cristo se recapitulan todas las cosas, las del cielo y las de
la tierra "hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza" nos dice San Pablo en su carta
a los Efesios (1,10); esto significa que fuera de Cristo la creación carece de sentido,
no podría sostenerse. Sería impensable porque Cristo es el principio de la creativo y
divino de todo cuanto existe, la resurrección de Cristo es el único acontecimiento
definitivo de toda la historia de la salvación. Su resurrección ha de extenderse a los que
pertenecen a Cristo y sería la cima del misterio que comenzó en el bautismo.
Desde su nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios; pues no existe sino
porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive
plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su
Creador. El camino que lleva a los seres humanos al conocimiento de Dios Padre es
Jesucristo, el Verbo hecho carne, que viene a nosotros con la fuerza del Espíritu
Santo. Como se subraya en las catequesis anteriores, este conocimiento es auténtico
y pleno siempre que no se reduzca a algo meramente intelectual, sino que implique
de modo vital a toda la persona humana.
La Iglesia cuenta particularmente con vosotros para dar a conocer a Cristo a los
jóvenes, para hacer que lo amen, y para ayudarles a vivir en intimidad con él. La
Iglesia os ha confiado la importante tarea de transmitir la enseñanza de Cristo y dar
testimonio de su amor salvífico. Ojalá que este encuentro jubilar sea para vosotros
tiempo de especial apertura a la luz y a la fuerza del Espíritu Santo, a fin de que,
fortalecidos con la gracia, prestéis provechosamente vuestro servicio apostólico en
el nuevo milenio.
A cuantos se alimentan del Señor esta energía espiritual los impulsa a dar su propia
vida por él y por sus hermanos, mediante la entrega total de sí, si fuera necesario,
hasta la efusión de la sangre. A cuantos se alimentan del Señor esta energía
espiritual los impulsa a dar su propia vida por él y por sus hermanos, mediante la
entrega total de sí, si fuera necesario, hasta la efusión de la sangre. Los esfuerzos
realizados en estos campos son de tal alcance que pueden alimentar las más grandes
esperanzas. La experiencia demuestra, por ejemplo, la resonancia de una enseñanza
radiofónica o televisiva, cuando sabe unir una apreciable expresión estética con una
rigurosa fidelidad al Magisterio.