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L. 401.487 "LONGO, PEDRO EMILIO c./ METROVÍAS S.A. Y OTROS, s.

/ DAÑOS Y
PERJUICIOS" (Expte.80.629/1999 - J. 45).

En Buenos Aires, Capital de la República Argentina, a los 26

días del mes de octubre de dos mil cuatro, reunidos en Acuerdo los Señores Jueces de la
Excma. Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, Sala F, para conocer en los autos
del epígrafe, respecto de las cuestiones sometidas a su decisión a fin de determinar si es
arreglada a derecho la sentencia apelada.

Practicado el sorteo correspondiente, resultó el siguiente orden de votación:


ZANNONI - GALMARINI - POSSE SAGUIER.

A la cuestión propuesta el DOCTOR ZANNONI, dijo:

1. La sentencia en recurso dictada a fs. 951/960, hace lugar parcialmente a


la demanda de Pedro Emilio Longo condenando a Metrovías SA a pagarle la suma de $
35.500 con más sus intereses y las costas del juicio, en concepto de resarcimiento de los
daños que sufrió como pasajero del tren subterráneo de la Línea E el 26 de febrero de
1999 entre las estaciones Emilio Mitre y José María Moreno. En dicha ocasión, y
hallándose el tren en movimiento, de manera imprevista, cayó sobre él la ventana del lado
derecho del vagón en el cual viajaba, uno de cuyos vidrios se rompió sobre su cabeza,
cayendo también el marco de dicha ventana sobre el brazo derecho provocándole cortes
y distintas fracturas en el codo.

La demandada, Metrovías SA reconoció la ocurrencia del hecho, pero negó


las secuelas que fundaron la demanda resarcitoria. Amén de ello pidió la citación como
tercero de Siemens SA que tiene a su cargo el servicio de mantenimiento de los trenes de
la demandada, servicio que comprende las tareas necesarias para asegurar una
adecuada conservación de sus coches y un servicio que satisfaga "los índices de calidad
del servicio a los que deba ajustarse el servicio público a su cargo según lo estipulado en
el respectivo contrato de concesión" (cláusula 1.2). Atribuyó la caída de la ventana a
defectos en el mantenimiento imputable a Siemens SA y por ende a un incumplimiento
contractual.

Siemens SA compareció al proceso, negó su responsabilidad y, a todo evento, citó


de garantía en los términos del art. 94 del CPCC a Zurich-Iguazú Compañía de Seguros
SA, quien a fs. 325 reconoció su calidad de aseguradora de Siemens SA, aunque, al
contestar la demanda, negó que los riesgos cubiertos por el seguro contratado con ella,
comprendan el accidente que da origen a este pleito.

El sentenciante consideró que el deficiente cumplimiento del contrato atribuido a


Siemens SA, que la une con Metrovías SA debió ser acreditado por ésta, en virtud de los
principios del onus probandi y advirtió que la demandada no ha arrimado prueba alguna
que permita tener por cierto que la caída de la ventana respondió a un defecto -culpa (arg.
art. 1109, Cód. civil)- en el cumplimiento de sus obligaciones contractuales.

2. De lo decidido apelaron el actor a fs. 963, y Metrovías SA a fs. 965. Los


recursos fueron concedidos a fs. 971 y 995, respectivamente.-

El actor expresa agravios a fs. 1022/1031 y la demandada Metrovías SA lo hace a


fs. 1011/1018.

A fs. 1037 y 1039/1040, Zurich-Iguazú Compañía de Seguros SA contesta los


agravios de ambos apelantes relativos a la exención de responsabilidad de su asegurada.

A fs. 1042/1045 el actor contesta los agravios de Metrovías SA en punto a los


rubros indemnizatorios que comprende la condena.

A fs. 1047/1063, Metrovías contesta los agravios del actor. También lo hace
Siemens SA a fs. 1065/1071.

3. Tal como ha quedado conformado el entramado recursivo considero que, más


allá de la responsabilidad que como transportista le cabe a Metrovías SA -responsabilidad
sobre la que no se discute en esta instancia y que por ende ha quedado firme-, el recurso
de ésta nos exige analizar la eventual responsabilidad concurrente que pudiera caberle a
Siemens SA frente al pasajero como prestataria de los servicios de mantenimientos de los
trenes de Metrovías SA, quien fuera citada como tercero por ésta al proceso en virtud del
contrato que los vincula.-

Una aclaración preliminar: en este aspecto de la cuestión no es dable atender


agravios del actor pues no fue él quien solicitó la citación de Siemens SA. No sólo eso: al
corrérsele traslado del pedido de citación de tercero que hizo la demandada Metrovías
SA, se opuso expresamente a tal citación afirmando que él no tenía por qué verse
obligado a litigar contra Siemens SA ya que no celebró contrato alguno con ella (fs. 171).
No resulta lógico, pues, que ahora pueda agraviarse de lo decidido por el sentenciante en
este aspecto. De modo que el Tribunal habrá de atenerse, exclusivamente, a las quejas
de Metrovías SA.

4. No está en discusión que el contrato celebrado entre las partes


-Metrovías SA y Simens SA- previó una cláusula de responsabilidad expresa. Me refiero a
la cláusula 8.1 del contrato que, en copia, corre agregado a fs. 121/154. Dicha cláusula
reza expresamente. "Siemens asume plena responsabilidad frente a Metrovías y a
terceros por toda consecuencia de su actuación o la de sus dependientes contratados o
subcontratados, quedando obligado a reparar íntegramente los daños ocasionados tanto
a bienes o cosas de Metrovías, como a terceras personas y/o sus bienes o cosas".

La cláusula debe interpretarse -aunque resulte sobreabundante- en el sentido de


que Siemens SA asume responsabilidad extracontractual frente a terceros por los daños
que pudiere causarles el hecho propio, es decir el de sus dependientes contratados o
subcontratados "por las cosas de que se sirve o tiene a su cuidado" (arg. art. 1113, primer
párrafo). O sea, cuando la relación de causalidad entre el hecho y el daño sirve para
determinar la autoría material (conf., Alterini-Ameal-López Cabana, Derecho de las
obligaciones civiles y comerciales, Bs. As., 1996, pág. 221, n° 498, bis; Aguirre, Pablo M.,
su nota en JA, 2004-II-251).

Esto nos permite inferir dos hipótesis posibles:

a) Si, por ejemplo, en ocasión de reparar un vagón de la formación del subterráneo


un operario de Siemens SA provocase daños a un pasajero al manipular, supongamos, un
cable de alta tensión de la línea, existiría una responsabilidad extracontractual de la
empresa ante el damnificado, sin perjuicio -además- de la responsabilidad contractual de
Metrovías SA por ser dicho damnificado su pasajero (art. 184 del Cód. de Comercio). La
cláusula de responsabilidad contractual antes transcripta, es la que permitiría a Metrovías
SA ejercer la acción recursoria contra Siemens SA si, en el ejemplo propuesto, fuesen
condenadas ambas concurrentemente, o Metrovías SA exclusivamente por causa del
accidente, y de un modo u otro, la condena fuera soportada íntegramente por ésta.-

b) Si se imputase a Siemens SA responsabilidad concurrente frente a la víctima de


un accidente acaecido en el transporte que se ha debido al mal estado de conservación
del vagón -que tiene a su cuidado (arg. art. 1113, primer párrafo, citado)- y que es a ella
imputable, Siemens SA podría haber sido, por hipótesis, también demandada por el actor
en razón del accidente. Entiendo que si el damnificado hubiese atribuido la causa del
accidente -el desprendimiento del marco y la caída de la ventana sobre él- y por ende, de
los daños, al incumplimiento de su obligación de mantener en buen estado de
conservación el vagón de la línea de subterráneos, tal circunstancia, sin perjuicio de la
responsabilidad contractual del transportador, permitiría analizar el factor de atribución de
responsabilidad extracontractual de aquélla y en su caso, de proceder, condenarla
concurrentemente con éste.

Pero ninguna de las dos hipótesis configura el caso de autos. El actor no


codemandó a Siemens SA ni pidió su citación como tercero. Y a la citación que pidió la
demandada, esto es, Metrovías SA, no subsiguió respecto de aquélla, una controversia
que sea común con la demandada (arg. art. 94 del CPCC). Como señaló el
sentenciante, la demandada, aunque obtuvo la citación de Siemens SA, no ha arrimado
elementos de convicción que permitan tener por cierto que la caída de la ventana
respondió a un defecto en el cumplimiento de la obligación contractual a cargo de dicha
empresa. En otras palabras, lo resuelto en la sentencia apelada no constituye la
resultante congruente de una comunidad de controversia entre el actor -es decir, el
pasajero-, Metrovías SA. -su transportista-, y Siemens SA -prestataria del servicio de
mantenimiento de la flota de trenes subterráneos-, en los términos del art. 94 del CPCC,
citado. Todo ello, sin perjuicio de los deberes, derechos y responsabilidades que atañen a
las relaciones internas entre Metrovías SA y Siemens SA en virtud de los efectos relativos
del contrato que los une (arg. arts. 503 y 1199 del Cód. Civil). Pero esto, dadas las
circunstancias del caso, debería ser materia de otro juicio.

Por ende, y con estos alcances, lo decidido en la sentencia apelada en este


aspecto debe merecer confirmación, lo que así propongo.

5. En cuanto a las costas de la citación de tercero y su aseguradora -que la


sentencia hace cargar sobre la demandada, lo que motiva un agravio puntual de ella-
corresponde, dada la forma como se resuelve, imponerlas a la vencida por el principio
objetivo de la derrota en los términos del art. 68 del CPCC. Si bien el Señor Juez a quo
hizo lugar a la citación a fs. 175, no debe pasarse por alto que, como lo destaca el mismo
magistrado, la demandada haya arrimado elementos de convicción que permitan tener por
cierto que la caída de la ventana respondió a un defecto en el cumplimiento de la
obligación contractual de la citada. Por ende es justo que las costas sean a su cargo.
6. Deben analizarse, a continuación los agravios que vierten el actor y Metrovías
SA respecto a los rubros indemnizatorios que fueron motivo de reclamo y, en su caso, de
condena.-

Incapacidad sobreviniente. Daños físico, psíquico y estético.

El sentenciante analiza separadamente el daño físico y estético, y el daño psíquico y,


aunque lo hace en apartados autónomos, los analiza como elementos que configuran la
incapacidad sobreviniente del actor que debe resdarcírsele a consecuencia del accidente.

Debo comenzar por señalar que esta Sala, en diversos precedentes, ha considerado
que poco importa que tales rubros se concedan separadamente o en conjunto, si el Juez
los ha ameritado conforme su existencia, gravedad y la relación causal que guardan con
el hecho que ha provocado el daño y las indemnización los comprende. Así lo señala, a
mayor abundamiento, el Señor Juez a quo, ya que la sentencia no ha desconocido la
autonomía conceptual de cada perjuicio.

I. Respecto a los daños físicos, el sentenciante acude a las constancias que


surgen del informe del SAME (fs. 581), el del Hospital Durand de fs. 401 y a los
dictámenes periciales del médico traumatólogo, Dr. Blumenfeld (fs. 702/704) y del médico
neurólogo, Dr. Mercado (fs. 608/616).

Es de destacar que Longo sufrió, a consecuencia de la caída de la ventana,


lesiones en el codo (lesiones cutáneas de partes blandas, fracturas en la
extremidad proximal del antebrazo [cabeza radial] y distal del húmero [epicóndilo])
que han dejado como secuela una pérdida parcial del movimiento prono-
supinatorio, falta de extensión del codo entre 20 y 30° de flexión del codo. Según
señala el mismo perito traumatólogo a fs. 873/874, al contestar las impugnaciones a su
informe, se trató de una fractura con compromiso articular que necesitó osteosíntesis y
resección de la cúpula radial, aunque, por no instituirse un tratamiento satisfactorio de
inmediato con adecuada rehabilitación precoz, ello ha provocado la retracción de
estructuras cápsulo-ligamentarias y musculares con la pérdida moderada del movimiento
del codo con resección de la cabeza de radio y una incapacidad de valor inicial del 15%
que se redujo al 9% de la total.-

En punto al accidente cerebro vascular hemorrágico espontáneo con


hemiparesia sufrido por Longo tres meses después del accidente, más
precisamente el 26 de mayo de 1999, el informe del médico neurólogo es
suficientemente claro en el sentido de que en principio no tiene una relación causal
directa con el accidente sufrido tres meses antes mientras viajaba en el subterráneo
ya que el episodio cerebro vascular es consecuencia directa de su hipertensión
arterial, aun cuando es posible que el estado de ansiedad y tensión sufridos por él
haya podido actuar como factor concausal. Más precisamente, al serle requeridas
explicaciones, el neurólogo subraya que él no ha considerado al accidente en el
transporte público como factor concausal sino que ha reputado tal el stress (estado de
nerviosismo y ansiedad, o estado emocional alterado) que declaró haber experimentado,
después, Longo. En suma "los únicos factores que obtengo son la evolución natural de su
hipertensión arterial (en un paciente en tratamiento) y el probable estado de stress..." (fs.
785 vta.).

II. En punto al daño estético, señala el sentenciante que ninguna prueba se ha


producido respecto de su configuración y que el propio actor, en su demanda, lo reputó
como daño estético "insignificante" al cuantificarlo en la demanda (fs. 35). Sin embargo, el
perito traumatólogo destaca que se observan tres cicatrizaciones diferentes: la central
herida original y dos heridas de cicatrizaciones correspondientes a incisiones quirúrgicas
(copulectomía radial y osteosíntesis de epicóndilo). Si bien se trata de cicatrices de
escasa significación ellas trascienden, a contrario de lo que entiende el juez, en un daño
estético que, aunque mínimo, merece ser reparado.

III. Y en cuanto al daño psíquico, surge muy claramente del informe de la perito
psiquiatra (fs. 795/797 y aclaraciones de fs. 853/859) que tal daño no puede ser
escindido, al cabo, de su hipertensión arterial anterior, de acuerdo a la concepción
psicosomática de las enfermedades. Por eso dicho perito considera que el actor debió
recibir tratamiento psicológico pisquiátrico desde el momento en que sufrió el accidente
cerebro vascular Aun así considera que el actor sufriría de una reacción vivencial anormal
de grado III atribuible al accidente, con una incapacidad del 20%.

El Señor Juez a quo valoró estos daños y estimó su resarcimiento en la suma total
de $ 20.000.

Se queja el actor de las consideraciones realizadas por el magistrado. Por de


pronto destaco que el daño neurológico padecido por él al sufrir un accidente cerebro
vascular hemorrágico espontáneo con hemiparesia después de tres meses de ocurrido el
hecho que da origen a este pleito, no parece que pueda considerarse una
consecuencia que se halla en relación de causalidad adecuada con el mismo en los
términos del art. 902 y sigtes. del Cód. Civil, y por el cual deba responder Metrovías
SA. Puede suponerse que el estado de ansiedad haya incidido en el episodio cerebro
vascular tiempo más tarde, pero de ningún modo puede darse por probado que el hecho
de autos constituyó una consecuencia mediata y previsible de dicho episodio, sino, a lo
sumo, una consecuencia casual que no es imputable al autor del hecho (arg. art. 905,
Cód. Civil).-

La causa de un hecho dañoso es una condición “sine qua non”, pero no cualquiera, sino la
que entre todas las que concurren, ha posibilitado objetivamente la realización del
resultado operado. Para pensar de ese modo se parte de la idea que, entre todas las
condiciones necesarias de un resultado, no todas son equivalentes, sino de eficacia
distinta. Solo cabe denominar “causa” a la condición más eficaz o más activa para la
producción del evento en cuestión, o sea, la dotada de mayor fuerza productiva. Según
este punto de vista, la relación de causalidad jurídicamente relevante es la que existe
entre el daño ocasionado y el antecedente que lo produce normalmente, conforme el
curso natural y ordinario de las cosas, pues no todas las condiciones del daño son
equivalentes: sólo la condición que típicamente origine esa consecuencia dañosa, puede
ser retenida por nuestra mente en el carácter de causa adecuada del daño (conf. Binding
y Oertman, citados por Spota, A.G. en su nota en JA, t. 1942-II, p. 979, nota 29; Orgaz, A.
El daño resarcible, n? 18, p. 70, texto y nota 17; Llambías, Tratado de Derecho Civil.
Obligaciones, t. I, n?. 286, 287, 288, p. 372/374; Goldenberg, Isidoro, La relación de
causalidad en la responsabilidad civil, Bs. As., 2a. ed., 2000, p.23, etcétera).

Con estas consideraciones respondo también a los agravios de la demandada que ha


insistido en sus agravios a las condiciones de salud preexistentes del actor que no
pueden reputarse causadas por el accidente.

Sin embargo, entiendo que la incapacidad sobreviniente determinada por las secuelas
físicas y psíquicas que pueden ser atribuidas al incidente acaecido en el transporte,
desvinculadas del accidente cerebro vascular sobreviniente, y que han sido probadas, así
como el daño estético, ameritan como razonable, en su conjunto, la indemnización de $
20.000 que ha acordado el juez, teniendo en cuenta que tales secuelas fueron padecidas
por un hombre de edad mayor (casi 70 años al tiempo de sufrir el accidente) cuya
capacidad de recuperación es también más dificultosa, lo cual debe ser ponderado a la
hora de su indemnización.

b) Daño biológico. El Señor Juez a quo desestima el reclamo resarcitorio derivado


de un supuesto daño biológico diferente al daño a la integridad personal -física o píquica-
del damnificado (que determina su incapacidad sobreviniente con los alcances que se
reconocen en nuestra doctrina y jurisprudencia a estos rubros), y, obviamente, del daño
moral. El actor vierte agravios sobre el punto.

La doctora Highton de Nolasco, ex colega de nuestra Sala, seguía las huellas de la


doctrina y la jurisprudencia italiana, afirmando que el mentado daño biológico "... se
expande a la suma de las funciones naturales del sujeto en el ambiente en que su vida se
desarrolla" y que, por tal razón, "debe ser resarcido independientemente de las
consecuencias patrimoniales y no patrimoniales que de la lesión se deriven" (su fallo
como Juez de Primera Instancia, publicado en ED, 152-491). En la doctrina italiana lo
señala muy precisamente Visintini: el daño biológico constituye, sustancialmente "daño
patrimonial a la persona, resarcible por vía autónoma, con prescindencia de que el
damnificado tenga capacidad para obtener ganancias, no la tenga todavía, la haya
perdido, o jamás haya desarrollado actividades productivas de ganancias" (Visintini,
Giovanna, Tratado de la responsabilidad civil, trad. A. Kemelmajer de Carlucci, Bs. As.,
Astrea, 1999, t. 2, p. 241, § 55,c y sus citas).

Como bien lo ha sostenido Pizarro "los orígenes de estas ideas se encuentran


en el derecho italiano y desde allí se han proyectado hacia otros países cuyos códigos
civiles -al igual que el Código Civil de Italia (art. 2059)- sólo admiten la reparación del
daño moral con criterio muy restrictivo, en los supuestos expresamente previstos por el
legislador" (Pizarro, El daño moral, p. 69, § 7). Frente a ese criterio restrictivo, rígido e
injusto, se ha alzado una verdadera creación pretoriana -como lo demuestra la evolución
de la jurisprudencia italiana (Kemelmajer de Carlucci, Aída, El daño a la persona. ¿Sirve
al derecho argentino la creación pretoriana de la jurisprudencia italiana? en: "Revista de
derecho Privado y Comunitario", nº 1 (1992), p. 69 y sigtes.) que tiende a disimular la
prohibición legal a través de la caracterización de daños no sólo en función del
padecimiento subjetivo de la víctima.

Apareció primeramente el llamado daño biológico y más tarde el daño a la salud


como diferentes al daño moral, a los cuales se ubicó como daños patrimoniales a fin de
resarcir a la persona con prescindencia de su actividad productiva al tiempo del hecho
dañoso. De este modo -más allá del lucro cesante- los damnificados recibirían una
indemnización económica por los daños que implican una incapacidad futura y
permanente derivados de tal hecho. El daño biológico primero y el daño a la salud
después se situarían como un tercer género distinta del daño patrimonial y del daño moral
(precisamente para sortear con éxito la valla del art. 2059 del Código Civil italiano).

Afortunadamente en nuestro derecho el concepto amplio de daño moral no necesita de


elaboraciones doctrinales o jurisprudenciales como las desarrolladas. En lo personal no
veo obstáculos en caracterizar teóricamente un daño biológico o un daño a la salud que
es inherente a la incapacidad sobreviniente no mensurable exclusivamente como lucro
cesante(esto es, pérdida de ganancias), o un daño psíquico situado en la esfera de las
patologías psicológicas del damnificado, un daño estético, etcétera, siempre que
convengamos en que se trata de especies o manifestaciones lesivas que integran el
contenido de dicha incapacidad entendida, como lo hace nuestra doctrina y
jurisprudencia, como la proyección del menoscabo sufrido con relación a todas las esferas
de su personalidad, más allá de su contenido puramente patrimonial (daño emergente o
lucro cesante) (conf., esta Sala, en causas libres n° 49.512 del 18/8/89 y n° 348.977 y
acumulados del 30/5/2003, entre muchas otras). Resarcidos, como lo serán, los daños
físicos, psíquico y estético, corresponde desestimar el rubro autónomo propuesto por el
actor, que se superpondría con aquéllos, confirmando así lo resuelto en la sentencia
apelada.

c) Daño moral. El Señor Juez a quo fijó la suma de $ 15.000 para resarcir este daño. Las
quejas de la demandada no constituyen una crítica concreta y razonada de los
fundamentos tenidos en cuenta por el sentenciante, de modo que sólo me ocuparé de los
agravios del actor.

Aun cuando la cuantía de la reparación del daño moral no está sometida a


baremos ni a tarifaciones legales o judiciales es menester, como bien se ha sostenido,
buscar elementos que permitan calibrar en forma razonable los parámetros cuantitativos
de la reparación, lo que difícilmente puede alcanzarse sin acceder a un sistema de
valoración relativamente uniforme que con pautas que, aunque sean meramente
indicativas y flexibles, aun así permiten afianzar el valor procesal de la predictibilidad
(Pizarro, Ramón D., Cuantificación de la indemnización del daño moral en el Código civil,
en "Revista de Derecho de Daños", 2001-1-342).
El resarcimiento estimado por el magistrado de la anterior instancia tiende a
reparar, entiendo, menoscabos no patrimoniales que toman en consideración la entidad y
magnitud de la lesión o agravio en función de las proyecciones de la persona que en su
esfera existencial, además de la incapacidad sobreviniente, han provocado sus
padecimientos, su dolor físico, sus miedos, angustias y sufrimientos, teniendo en cuenta
su repercusión en el damnificado. Y, desde ese punto de vista, teniendo en cuenta la
entidad de las lesiones que se hallan en relación de causalidad adecuada, me pronuncio
por confirmar la suma fijada en la anterior instancia.

d) Indemnización de gastos. Se queja el actor de la suma estimada por este


concepto -$ 500-. Tiene en cuenta el sentenciante que, aun cuando no se han acreditado
erogaciones derivadas del accidente, es evidente que el actor debió, razonablemente,
someterse a estudios e intervenciones, gastos de transporte adecuado y por la
adquisición de medicamentos. Según la pauta prudencial del art. 165 del CPCC el
sentenciante puede hacer un justiprecio de tales erogaciones no probadas pero
presumiblemente realizadas. Se juzga, en ese caso, probada la existencia del daño y su
conexión con el hecho, ya que la discrecionalidad sólo se refiere al quantum de la
reparación (conf., Fenochietto, Carlos E., Código Procesal comentado, 2° ed., t. I, pág.
169, comentario al art. 165 n° 5 y sus citas).

No advierto razones para incrementar el monto, puesto que aunque se aceptara que
debido a su déficit neurológico no puede utilizar transportes públicos, ello se vincula con
un daño -el accidente cerebro vascular sobreviniente- que, como dije, no se halla
causalmente vinculado al hecho de autos. Propicio también su confirmación.

e) Tasa de interés y su curso sobre los montos de la condena.

La sentencia manda pagar intereses sobre los montos de la condena a la tasa


pasiva promedio que publica el Banco Central desde la fecha de la producción de cada
perjuicio, excepto aquellos fijados en los términos del art. 165 del CPCC -que devengarán
intereses desde la fecha del fallo-, y, a partir del 6 de enero de 2002 a la tasa activa que
fija el Banco para operaciones de préstamos.

Es criterio de esta Sala, que, al respecto, corresponde liquidar los intereses a


la tasa pasiva promedio dispuesta por el art. 10 del decreto 941/91, por aplicación de la
doctrina del fallo plenario en "Vázquez c./ Bilbao" de 1993 (LL, 1993-E-126), que
constituye doctrina legal del fuero, y que fuera ratificada aun respecto a los intereses
devengados aún después del 6 de enero de 2002, en el fallo plenario del 11/11/2003 en la
causa "Alaniz, Ramona E y otro c./ Transportes 123 SACI" del 23/3/04, computando
dichos intereses desde la fecha del hecho que motiva el reclamo (conf., esta Cámara, en
pleno, 16/12/58, LL, 93-667).

En tal sentido y atendiendo a los agravios de la demandada y del actor, considero


que la sentencia debe modificarse estableciendo que los intereses, sobre la totalidad del
monto del capital de condena se liquidarán, a partir de la fecha en que acaeció el hecho
(conf., esta Cámara, en pleno, 16/12/58, LL, 93-667), y hasta su efectivo pago, a la tasa
pasiva promedio dispuesta por el art. 10 del decreto 941/91 que publica el Banco Central
de la República Argentina.

f) Desvalorización económica. Dado que los montos de la condena se hacen a


valores actuales, no corresponde disponer actualizaciones monetarias de la condena no
sólo por así disponerlo el art. 7° de la ley 23.928, texto dispuesto por la ley 25.561 sino
porque la emergencia económica no ha producido un desequilibrio de magnitud en los
costos internos que justifique recurrir a este remedio excepcional, propio de las épocas de
aguda inflación.

g) Imposición de las costas. Se agravia la demandada por la imposición total de las


costas a su cargo. Aún cuando la demanda no prospera íntegramente, Metrovías SA
resulta sustancialmente vencida en este pleito y la carga de soportar las costas causídicas
deviene del principio objetivo de la derrota. Ello así, claro está, en la medida de la
condena. Propongo desestimar este agravio.

7. Síntesis. Si los distinguidos colegas de la Sala comparten este voto, la sentencia


apelada debe modificarse estableciendo que los intereses, sobre la totalidad del monto
del capital de condena se liquidarán, a partir de la fecha en que acaeció el hecho, y hasta
su efectivo pago, a la tasa pasiva promedio dispuesta por el art. 10 del decreto 941/91
que publica el Banco Central de la República Argentina. Deberá ser confirmada en lo
demás que ha decidido y fuera materia de agravios.

Si así se resuelve las costas de esta instancia deben imponerse a la demandada


que resulta también sustancialmente vencida (art. 68 del CPCC).-

L. 401.487 "LONGO, PEDRO EMILIO c./ METROVÍAS S.A. Y OTROS, s./ DAÑOS Y
PERJUICIOS" (Expte.80.629/1999 - J. 45).
Por análogas razones a las aducidas por el vocal preopinante, los
DOCTORES GALMARINI y POSSE SAGUIER votaron en el mismo sentido a la cuestión
propuesta. Con lo que terminó el acto. EDUARDO A. ZANNONI - JOSE LUIS
GALMARINI - FERNANDO POSSE SAGUIER.-

Es copia fiel del original que obra en las páginas N°

a N° del Libro de Acuerdos de esta Sala "F" de la Excma. Cámara Nacional de


Apelaciones en lo Civil.-

//nos Aires, octubre de 2.004.-

Y VISTOS:

Por lo que resulta de la votación que instruye el Acuerdo que antecede, se


modifica la sentencia apelada estableciendo que los intereses, sobre la totalidad del
monto del capital de condena se liquidarán, a partir de la fecha en que acaeció el hecho, y
hasta su efectivo pago, a la tasa pasiva promedio dispuesta por el art. 10 del decreto
941/91 que publica el Banco Central de la República Argentina. Se la confirma en lo
demás que ha decidido y fuera materia de agravios.

Las costas de esta instancia se imponen a la demandada que resulta también


sustancialmente vencida (art. 68 del CPCC).

Pasen los autos a despacho para conocer sobre los honorarios.

Notifíquese y devuélvase.-

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