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CANDIDATA

A LA CORONA
la infanta carlota joaquina en el laberinto
de las revoluciones hispanoamericanas

marcela ternavasio
Índice

Introducción 11

1. Las ausencias de los reyes 33


Una metrópoli sin corona y una corona
sin monarca 35
Los guardadores del rey 39
Los manifiestos de agosto 46
¿Qué hacer con las hembras? 53
En busca de un nuevo equilibrio imperial 59

2. El depósito de la soberanía en disputa 73


Linaje versus juntismo 75
Los manifiestos inician su viaje por la geografía
americana 82
La violenta reacción en el Alto Perú 88
Entre el rechazo y la indiferencia 97

3. El escenario peninsular frente al carlotismo 105


Los planes de la infanta desembarcan en España 107
La Consulta de agosto de 1809 115
La crisis final de la Junta Central 123

4. Las dos máscaras de la monarquía 133


Buenos Aires, el “Ángel tutelar del Imperio
Español” 137
El carlotismo en acción 147
El sueño de una capital coronada 160
“Se había perdido el mejor tiempo” 174
10 candidata a la corona

5. Las batallas de la infanta 183 Introducción


De regente de América a virreina del Plata 185
“Isabela, gloria de las reinas de España” 189
La mediación imposible 197
Entre las armas y la conciliación 202

6. Constitucionalizar el linaje 210


La guerra de opinión 214
La aritmética de los votos 219
El debate en las Cortes 225 El personaje central de este libro es Carlota Joaquina de
El fracaso definitivo de alcanzar la regencia 231 Borbón, hija mayor del rey Carlos IV de España y esposa de João
VI de Portugal. Su atribulada vida y agitada actuación política han
Epílogo: De princesa solitaria a reina en las sombras 241 sido abordadas desde distintos géneros. La historiografía, la litera-
tura, el teatro, el cine y hasta las más populares novelas televisivas
Notas 259 han construido diversos relatos en torno a su polémica figura. Ha-
bitualmente presentada como una mujer ambiciosa, conspirado-
ra y dueña de un carácter audaz y temerario, sus intervenciones
públicas (como también su vida privada) han despertado siempre
un interés particular por la cuota de extravagancia que le atribu-
yen. Y cabe reconocer que razones no faltan para alimentar estos
juicios. Los documentos y testimonios nos acercan a un derrotero
vital surcado de intrigas, delaciones, espionaje y redes de relacio-
nes secretas o clandestinas que por momentos se parecen más a
una novela de ficción que a una historia realmente acontecida.
Pero este libro no se propone trazar una biografía de la infanta
sino recortar sus planes y estrategias políticas desplegados entre
1808 y 1814 para echar luz sobre algunos rumbos que siguieron
las revoluciones hispanas y que han sido menos atendidos por la
historiografía. Lo que se ha dado en llamar carlotismo para definir
tales planes es en este caso una lente de observación que, aunque
marginal, permite restituir ciertas rutas que dejaron abiertas las
crisis de las monarquías española y portuguesa a escala interim-
perial. Como en todo proceso histórico algunas de esas rutas se
vieron truncadas y otras lograron imponerse. Las que son obje-
to de este estudio se encuentran entre las primeras y tal vez por
esa misma razón representan un buen mirador de los múltiples
escenarios en los que se desarrollaron las disputas por el poder
12 candidata a la corona introducción 13

en aquellos años. El propósito de las siguientes páginas es pues Asturias, que desembocaron en el Motín de Aranjuez en marzo
seguir la pista de Carlota Joaquina para restaurar en una narra- de ese mismo año. La renuncia del ministro Manuel Godoy –res-
tiva histórica algunas de esas disputas e inscribirlas en los nuevos ponsable de la alianza con Bonaparte– y la abdicación del rey a
interrogantes que aportó la renovación historiográfica sobre los favor de su hijo fueron los resultados del motín y la expresión
procesos revolucionarios en las últimas décadas. de un conflicto dinástico que derivó en una crisis monárquica.
A los sucesos de Aranjuez les sucedió pocos días después la “pro-
*** testa” de Carlos IV, en la que siguiendo la sugerencia de Murat
–lugarteniente de Napoleón en España– declaraba la nulidad de
La historia que el lector verá desplegarse en los sucesivos capí- su reciente renuncia a la Corona. Y finalmente, en abril, se inicia-
tulos comienza con un mítico viaje –el que emprendió la familia ba el viaje de la familia real española. Aun cuando en esos días
real portuguesa con toda su Corte a través del Atlántico a fines de corrieron rumores de que los Borbones seguirían el ejemplo por-
noviembre de 1807– y se cierra con la restauración del rey Fernan- tugués y se trasladarían a sus colonias americanas, el viaje que em-
do VII al trono en 1814, luego de abandonar la Corona española y prendieron fue mucho más corto: el destino final fue la fronteriza
permanecer durante seis años en territorio francés. ciudad francesa de Bayona y el corolario, las ilegítimas renuncias
Desde sus inicios, esta historia presenta acontecimientos ex- pergeñadas por Napoleón. La Corona pasó del rey Fernando VII
traordinarios. El primero es, sin duda, el traslado de la Corte a su padre, de este a Napoleón, para terminar en manos de su
de Braganza a Río de Janeiro. Era la primera vez que la realeza hermano José Bonaparte.
abandonaba el Viejo Mundo para pisar tierras americanas. Todos Con José I se inauguraba el reinado de una dinastía extranjera
los documentos que narran aquel episodio revelan la naturaleza y advenediza en España. Mientras las instituciones centrales de
extraordinaria del acontecimiento. El espectáculo de cientos de la monarquía, comenzando por el propio Consejo de Castilla,
familias embarcando apresuradamente para escapar del dominio aceptaron como legítimas las abdicaciones y promovieron el re-
de Napoleón Bonaparte dejó atónitos a quienes observaban la es- conocimiento de la nueva dinastía, la respuesta espontánea de
cena (se calcula que ese día abandonaron Lisboa entre 10 000 y muchas ciudades fue desconocer al nuevo rey. La formación de
15 000 personas). Los espectadores vieron desfilar a los Braganza juntas locales y provinciales que declararon su fidelidad a Fernan-
(la reina María, el príncipe regente D. João, su esposa, Carlota do VII constituye el tercer acontecimiento extraordinario que
Joaquina, sus hijos y parientes), funcionarios, nobles, comercian- dio inicio a una larga guerra de independencia contra Francia.
tes y personas notables con sus respectivos criados y dependien- Si bien la formación de juntas estaba contemplada en la tradición
tes, dispuestos todos a trasladarse a su colonia americana. Algunos monárquica hispana para solucionar problemas que afectaban a
testigos afirman que desde los navíos, mientras se alejaban de la consejos o secretarías, las juntas creadas en 1808 como gobiernos
costa protegidos por la escuadra británica, podían avistarse las autónomos de los territorios fue, como afirma José María Portillo
primeras filas de soldados franceses al mando del general Junot Valdés, “un hecho tan insólito en la monarquía española como la
avanzando sobre Lisboa. ausencia del rey y el desmoronamiento integral del sistema insti-
El segundo acontecimiento extraordinario es la vacancia del tucional”.1 La rápida construcción de una imagen del rey “Desea-
trono español luego de las célebres abdicaciones de los reyes en do” y “Amado”, víctima de los malévolos manejos de Bonaparte y
Bayona en mayo de 1808. Las abdicaciones estuvieron precedidas su cómplice Godoy, no sólo ocultaba la traición de un monarca
por la gradual ocupación de las tropas francesas y por los litigios que había actuado ilegalmente sino que lo convertía en símbolo
entre el rey de España, Carlos IV, y su hijo Fernando, príncipe de de resistencia contra el invasor y en soporte ideológico del argu-
14 candidata a la corona introducción 15

mento invocado por las juntas para justificar su existencia. Frente La restauración de Fernando VII en 1814 puso fin a los planes
a la ausencia del titular de la soberanía, el rey, y ante el impedi- carlotistas, extendidos a diversos escenarios americanos y euro-
mento para su regreso, al estar “cautivo” por el emperador de los peos y desarrollados en un contexto signado por los vertiginosos
franceses, la soberanía retrovertía en los pueblos representados cambios de estrategias y correlaciones de fuerza. El movimiento
por las juntas. Estos nuevos cuerpos territoriales asumían así el juntista peninsular, la formación de la Junta Suprema Central, la
depósito de la soberanía real para tutelarla en su ausencia. Asu- creación de juntas americanas, la reunión de las Cortes de Cádiz,
mir el depósito significaba atribuirse el uso y la administración de la división entre leales e insurgentes en los territorios coloniales,
dicha soberanía a la vez que implicaba admitir la incapacidad de las guerras revolucionarias y las tempranas independencias decla-
esos cuerpos para arrogársela como atributo propio y cambiar el radas en América obligaron a que dichos planes se adaptaran a
orden vigente. las cambiantes circunstancias. Este esfuerzo de adaptación debió
Ese depósito, sin embargo, fue objeto de debates y disputas: contemplar, además, los intereses –a veces complementarios y
¿eran las juntas las destinatarias legítimas para ejercerlo? He aquí otras veces contrapuestos– de las potencias involucradas.
el cuarto acontecimiento extraordinario que jalona esta corta y Cabe recordar que en 1808 se modificaron radicalmente las
agitada secuencia cronológica y en el que entra en escena la in- alianzas internacionales. Durante casi todo el siglo XVIII Espa-
fanta Carlota Joaquina de Borbón, residente en Brasil desde ha- ña había sido aliada de Francia y luego de un corto período que
cía pocos meses. Mientras el movimiento juntista se extendía por las enfrentó, cuando se produjo la revolución francesa en 1789,
el territorio español, las noticias de todo lo ocurrido a partir de ambas potencias restablecieron sus vínculos, reforzados por el fa-
marzo de 1808 arribaban a América con el lógico retraso que im- vorito Godoy. Durante el mismo período las relaciones de España
ponían las comunicaciones de la época (el cruce por el Atlántico con Gran Bretaña y Portugal estuvieron signadas por los conflic-
podía llevar entre 40 y 60 días –y aún más– dependiendo del tra- tos, extendidos estos a los dominios americanos. A pesar de los
mo) y con el filtro impuesto por los emisores de las noticias. El acercamientos dinásticos entre España y Portugal producidos du-
grado y tipo de conocimiento que los americanos podían obtener rante el reinado de Carlos III –dentro de los cuales se inscribe
de los hechos sucedidos al otro lado del océano dependían de las el casamiento de Carlota con el príncipe João de Braganza–, las
fuentes de las que emanaban las informaciones y de los ritmos de animosidades entre las dos coronas ibéricas continuaron y se re-
su arribo a los puertos. Las novedades llegaron a Río de Janeiro novaron en un enfrentamiento bélico conocido como la Guerra
en el mes de julio, cruzándose impresos de distinta procedencia de las Naranjas en 1801. La persistente neutralidad de los portu-
y superponiéndose los acontecimientos informados. En medio gueses –que sin embargo no ocultaba la tendencia a posicionarse
de la confusión reinante, la princesa reclamó en agosto, desde su a favor de Gran Bretaña en los conflictos internacionales– se hacía
nueva residencia carioca, encarnar una regencia en América para cada vez más difícil de sostener en un mundo que había sido ra-
tutelar la soberanía real usurpada por los franceses. Apelando a la dicalmente transformado con el creciente poderío de Napoleón
legitimidad dinástica, dada la imposibilidad de su hermano Fer- Bonaparte, coronado emperador de Francia en 1804.
nando y de toda la línea masculina de la familia real de ocupar el Estos alineamientos se vieron trastocados con la ocupación na-
trono al estar cautivos de Napoleón, Carlota declaró ilegítimas las poleónica de la península ibérica. Francia pasó así de ser aliada
abdicaciones, su pretensión de asumir el depósito de la soberanía a enemiga de España y esta última, a partir de allí, tuvo como
vacante y luego de disputar sus derechos sucesorios a la Corona. principales socias a sus tradicionales adversarias: Inglaterra y Por-
Se iniciaba así un agitado derrotero que se prolongaría durante tugal. En ese contexto, Río de Janeiro se convirtió en un punto
seis años. estratégico fundamental. La nueva capital del imperio lusitano
16 candidata a la corona introducción 17

alojó a sus protectores ingleses, a emigrados hispanoamericanos gra”, se concentró en atacar el perfil moral y físico de la infanta
y a embajadores de diversas potencias; se instituyó en un corre- sin ahorrar epítetos para presentarla como una mujer intrigante,
dor de noticias e impresos procedentes de distintos puertos del conspiradora, ambiciosa, desenfrenada, lujuriosa, adúltera, ca-
Atlántico; y albergó a la Corte bragantina con la inquieta infanta rente de belleza y de dotes femeninos, pero dueña de una inte-
española, hermana mayor del rey “Deseado”. ligencia sagaz y calculadora. Una de las obras clásicas sobre este
período que, publicada a comienzos del siglo XX, colaboró a cris-
*** talizar esta imagen es la de Manuel de Oliveira Lima, D. João VI no
Brasil. Allí el autor afirmaba que “Doña Carlota nunca se resignó
El tratamiento de la cuestión carlotista no es nuevo. Como anun- a ser aquello para lo que había nacido: una princesa consorte” y
cié al comienzo, existe una producción muy variada que desde que fue su sobrada “virilidad” la que la condujo a querer ser ella
diversos géneros se ha interesado por los avatares que protagoni- misma el “rey”.3 A la reproducción y difusión de este estereotipo
zó la princesa, tanto en su estancia carioca como durante su vida han contribuido, además, algunas obras de ficción y de carácter
transcurrida en Portugal. Carlota Joaquina abandonó España en divulgativo –especialmente de origen luso-brasileño– que tienen
1785, a los 10 años de edad, para contraer matrimonio con João a Carlota Joaquina como protagonista.4
de Braganza, y nunca volvería a residir en su tierra de origen. El Así, frente al polimorfismo de las imágenes más conocidas de la
regreso de Río de Janeiro a Lisboa se produjo en 1821, en el mar- infanta –exhibida no sólo en las descripciones textuales sino tam-
co de la revolución liberal portuguesa, y allí murió en 1830. A bién en una iconografía rica en retratos y caricaturas–, se impone
pesar de la activa participación de la princesa en cada uno de esos pues una labor investigativa que explore las implicancias que tu-
escenarios, la producción historiográfica que la ha abordado es vieron sus gestiones en los tormentosos tiempos revolucionarios.
limitada y despareja. Si bien las historiografías nacionales la con- Dicha labor ha dado ya algunos resultados significativos que es
sideraron desde el siglo XIX –con mayor o menor énfasis, según necesario mencionar.
el caso–, son pocos los trabajos que recortaron su accionar como En el campo historiográfico luso-brasileño cabe destacar las dos
objeto específico de exploración y en muchos de ellos la figura de mejores obras específicas sobre el tema: D. Carlota Joaquina e os “Es-
Carlota aparece muy connotada ideológicamente. pelhos de Clio”, de Sara Marques Pereira, y Carlota Joaquina na Corte
Para los portugueses, Carlota Joaquina estuvo en el centro de do Brasil, de Francisca Nogueira de Azevedo.5 En el primer caso
las controversias y disputas entre liberales y absolutistas luego de estamos frente a un estudio que abarca la trayectoria casi comple-
1821. La tradición liberal lusa construyó alrededor de ella una ta del personaje y en el segundo, como indica el título, la de su
suerte de “leyenda negra” por convertirse en emblema de los accionar político durante su estancia carioca. Braz Brancato, por
grupos absolutistas y ultramontanos que lucharon para colocar a su parte, le ha destinado algunos artículos sobre ciertos pasajes
Miguel, uno de sus hijos, en el trono; a su vez, la tradición absolu- de su larga experiencia vital.6 Y en los aportes historiográficos de
tista, conservadora e integrista contrapuso una “leyenda dorada” João Paulo Pimenta, que vinculan desde nuevos presupuestos las
que hizo de Carlota la heroína que se negó a jurar la constitución crisis ibéricas con las revoluciones hispanas, la cuestión carlotista
liberal de 1822 y luchó por restablecer el Antiguo Régimen.2 La es abordada como una dimensión fundamental de las redes que
cristalización de juicios estereotipados, repetidos a través de dis- unieron a ambos mundos.7
tintas generaciones de historiadores y escritores de diversas lati- Dentro de la historiografía hispanoamericana, llama la atención
tudes, ha sido pues el relato dominante durante más de un siglo el relativo silencio que mantuvo la historiografía española respec-
y medio. Dicho relato, tributario básicamente de la “leyenda ne- to de la infanta, habida cuenta de que su presencia en los debates
18 candidata a la corona introducción 19

entre liberales y legitimistas en los años de la crisis monárquica dos en sus dimensiones jurídico-políticas, proporcionan datos e
no fue menor. Como una mera muestra de ese silencio cabe citar interpretaciones que en gran parte avalan algunas de las hipótesis
la consagrada Historia de España dirigida por Ramón Menéndez aquí desarrolladas.13 Las perspectivas de análisis presentes en la
Pidal, en la que Miguel Artola contribuye con el tomo dedicado a mayoría de las obras citadas siguieron atadas, sin embargo, a las
La España del Fernando VII. En las casi ochocientas páginas que el tradicionales matrices historiográficas que hicieron de la vocación
autor dedica al reinado de Fernando, sólo en dos oportunidades independentista de los actores involucrados en los acontecimien-
aparece citada su hermana mayor.8 Probablemente la invisibilidad tos de 1808 un punto de partida –y no de llegada– del proceso
que ha tenido el tema del carlotismo en la historia de la península revolucionario.
sea una suerte de espejo de la invisibilidad que por mucho tiempo En los cuantiosos estudios que en los últimos años transforma-
tuvo América en dicha historia. Si bien la temprana y exhaustiva ron las viejas perspectivas que teníamos sobre las revoluciones
obra de Julián María Rubio, La infanta Carlota Joaquina y la política iberoamericanas, el carlotismo reaparece en escena como parte
de España en América (1808-1812), representa una excepción a ese de las complejas tramas desatadas con las crisis de las monarquías
silencio, es oportuno señalar que se inscribe en una suerte de rei- portuguesa y española. Las referencias son particularmente sig-
vindicación de Carlota en el marco de las corrientes integristas y nificativas en los trabajos dedicados a indagar las regiones más
antiliberales de comienzos de siglo XX.9 afectadas por dichas redes, los cuales acercan datos e interpreta-
La historiografía argentina, por su parte, fue la que más se ciones novedosas a la luz de las nuevas preguntas que reorientan
ocupó del problema del carlotismo dentro del área hispana por las investigaciones sobre el período.14 Pero prácticamente en nin-
haber sido Buenos Aires el epicentro inicial de la alternativa de guno de estos casos el tema se ha erigido en un objeto específico
regencia de la princesa y el espacio donde recibió sus principales de investigación.
adhesiones en América. Pero por esta misma razón se trató siem- Las páginas que siguen se nutren de las contribuciones citadas
pre de un tema incómodo para quienes hicieron del temprano y de tantas otras que han ido jalonando mi interés por el tema;
espíritu nacional, independentista, republicano y democrático el un interés que no reside en desempolvar documentos supuesta-
leit motiv de lo ocurrido a partir de la revolución de mayo de 1810. mente desconocidos sino en volver a interrogarlos para descubrir
El hecho de que los principales apoyos a la regencia de la infanta en ellos algunos laberintos de nuestras revoluciones que todavía
entre 1808 y 1809 provinieran de quienes se convirtieron luego de permanecen en las sombras.
1810 en los líderes revolucionarios más destacados del Río de la
Plata explica, en gran parte, tal incomodidad. No obstante, entre ***
las décadas de 1940 y 1970, algunos historiadores argentinos le
dedicaron al tema contribuciones importantes.10 Los aportes de El campo en el que se instala este estudio es el de la historia po-
Roberto Etchepareborda han sido, en este sentido, fundamenta- lítica y la hipótesis central discute con las interpretaciones que,
les, al poner de relieve sus intrincadas redes y describir con detalle como señalé al comienzo, evaluaron a los planes carlotistas como
algunos de los escenarios y personajes –especialmente los riopla- proyectos extravagantes con poca –o ninguna– incidencia en las
tenses– en los que aquellas se desplegaron y encarnaron.11 Más alternativas abiertas con la crisis monárquica. Aun reconociendo
recientemente, Carlos Segreti publicó un libro cuyo título –Un la cuota de extravagancia que exhiben algunos cursos de acción
caos de intrigas– ilustra muy bien los avatares de aquellos años y en ciertos tramos de esta historia, intento demostrar que, si bien
el papel que en ellos le cupo a la infanta.12 Eduardo Martiré, por dichos planes no gozaron de apoyos y consensos para imponer-
su parte, le dedicó algunos ensayos significativos que, concentra- se en todas y cada una de sus estrategias, su despliegue impactó
20 candidata a la corona introducción 21

significativamente en las disputas de poder de aquellos años y en monarquía versus monarquía constitucional (dentro de la legali-
los distintos posicionamientos que fueron adoptando los actores dad constitucional). Por otro lado –y articuladas a las anteriores–
involucrados. El enfoque de esta investigación se apoya en dos se exploran las disputas interimperiales que desataron los planes
presupuestos fundamentales: el primero postula que tales dispu- carlotistas y cómo se expresaron los intereses contrapuestos de las
tas y realineamientos de fuerza sólo pueden comprenderse ob- potencias involucradas (España, Portugal, Gran Bretaña y Fran-
servando en simultáneo las tres escalas de análisis con las que se cia) en el juego político de las distintas coyunturas que atraviesa
trabaja aquí –imperial, interimperial y local–; el segundo es que el período trabajado.
dicha observación debe hacerse desplazando del punto de partida Las cuestiones historiográficas que atraviesan la narración des-
la idea de que la opción carlotista estaba de antemano condenada cansan, como anuncié, en los aportes de la historia política de-
al fracaso. dicada a los procesos revolucionarios hispanoamericanos, como
Si aceptamos que la acción política tiene un comienzo definido asimismo en los desarrollados para el área lusitana y para el espa-
pero un final impredecible, y que recae en una red de vínculos y cio atlántico en general. Son bien conocidas las críticas que han
referencias ya existentes poniendo en relación y movimiento una formulado estos nuevos enfoques a los modelos interpretativos
cadena de otras acciones que van más allá de lo que los agentes forjados en la matriz estatalista y nacionalista. Insistir sobre ellas
pueden prever, es posible descubrir en la urdimbre tejida alrede- es, a esta altura, redundante, y es imposible citar todas las contri-
dor de la infanta bastante más de lo hasta aquí explorado. Y una buciones que han jalonado este camino de revisión y renovación.
de las cuestiones que permite descubrir es que su incidencia –y Sólo basta consignar por ahora algunos de los problemas más ge-
este punto me interesa destacarlo especialmente– se expresa más nerales que este libro intenta recuperar.
en los temores y fantasmas que desató en distintos frentes que Desde el punto de vista metodológico, ya ha sido suficiente-
en el grado de adhesión que recibió. Si vistos desde el presente mente señalado que el tratamiento de los sucesos ocurridos en Es-
los planes de la princesa parecen corroborar el juicio de que na- paña y Portugal y sus respectivos dominios ultramarinos luego de
cían fracasados, no fue esta la representación que tuvieron mu- 1807 y 1808 se modeló, hasta no hace mucho tiempo, sobre una
chos actores con capacidad de definir las políticas del momento, matriz de separación. Las advertencias que, en este sentido, seña-
para quienes dichos planes constituyeron un peligro significativo ló para el mundo hispano Tulio Halperin Donghi a comienzos de
frente al cual desplegaron muchas energías y recursos en pos de los años sesenta en Tradición política española e ideología revoluciona-
neutralizarlos. ria de mayo –reforzadas treinta años después por Francois Xavier
Reconstruir las cambiantes estrategias del carlotismo, las alian- Guerra en Modernidad e independencias–, al destacar que la crisis
zas y amenazas que potenció y su incidencia en los cursos de ac- de 1808 debía concebirse en el marco de la unidad monárquica
ción abiertos en el marco de la crisis permite trabajar sobre dis- e imperial española, fueron también indicadas por estudiosos del
tintos planos de competencia que orientan las opciones en juego. mundo lusitano.15 Valetim Alexandre nos recuerda que las histo-
Por un lado, las que se dirimen sucesivamente en el marco de la riografías políticas portuguesa y brasileña siguieron igualmente
monarquía hispánica. En este universo se enfrentan fernandismo caminos paralelos y que la investigación de los procesos desple-
versus carlotismo (dentro del legitimismo dinástico); regencia ver- gados en el primer cuarto del ochocientos debe ser considerada
sus juntas peninsulares y americanas (dentro del plano del depó- en su conjunto procurando abarcar la desagregación del imperio
sito o tutela de la soberanía); derecho de la ramas femeninas a la como un proceso global.16
sucesión de la Corona versus la vigencia de la Ley Sálica (dentro Las actuales líneas de investigación han asumido las adverten-
del legitimismo monárquico); antiguas leyes fundamentales de la cias señaladas pero aún queda mucho por hacer en el campo de
22 candidata a la corona introducción 23

las redes que articularon los procesos revolucionarios. En el caso planos, primero en América y luego desplazando su estrategia ha-
que nos ocupa, y a pesar de sus íntimas conexiones, los estudios cia la península: de la reivindicación del depósito la infanta pasó
sobre las crisis de las coronas ibéricas también siguieron caminos a reclamar sus derechos sucesorios a la Corona en el seno de las
de exploración separados. Si bien existen significativos trabajos Cortes gaditanas.
que han puesto de relieve la simultaneidad y el entrelazamiento La cuestión dinástica está pues en la base de tales reclamos y
de los acontecimientos desatados en ambas monarquías desde el en ellos se expresan las tensiones que fueron configurándose a lo
siglo XVIII, las reflexiones en torno al espacio común portugués e largo del siglo XVIII. Los tratados de Utrecht (1713-1715), que
hispanoamericano no son las más frecuentes.17 En esta dirección pusieron fin a la Guerra de Sucesión española y reconocieron a
es oportuno señalar que los esfuerzos por vincular ambos espacios la nueva dinastía borbónica, implicaron el pasaje de una lógica
proceden más de la historiografía brasileña que de la hispanoa- europea fundada en las Casas soberanas (y por lo tanto en el
mericana y que los aportes de João Paulo Pimenta representan un principio dinástico, en la primacía de un linaje y en las estrategias
excelente ejemplo de esta fructífera tendencia. matrimoniales para encarnar negociaciones políticas) a una lógi-
En el área hispana –sobre la que está volcada este estudio– las ca que privilegiaba las relaciones de fuerza entre potencias.18 Des-
revisiones historiográficas más recientes han concentrado sus en- de entonces, la lógica dinástica debió coexistir con –y adaptarse
foques en el carácter extraordinario de la vacancia real y en la a– una nueva noción de equilibrio para regular la competencia
inédita respuesta juntista que, a ambos lados del Atlántico, asu- entre potencias por razones geopolíticas y económicas, por un
mió el depósito de la soberanía del rey cautivo. Las nuevas con- lado, y el creciente papel que asumió la noción de patriotismo en
tribuciones destacan la temprana federalización de la monarquía, el seno de las monarquías, por el otro.19 Ambas cuestiones inci-
los principios pactistas que estuvieron en la base de estos movi- dieron y a la vez limitaron las tratativas encarnadas por la infanta.
mientos, las derivas a las que dieron lugar y las disputas en torno En el primer caso, por desatar el fantasma de una unidad ibérica
a la soberanía que cruza todo el período en estudio. La multipli- que venía a desequilibrar un orden internacional en el que Gran
cación de trabajos sobre las Cortes de Cádiz, su impacto tanto en Bretaña buscaba tener el liderazgo; en el segundo, por recoger
la península como en América, y la distinción entre posiciones y dotar de nuevas valencias la tensión desplegada en el mundo
fidelistas, autonomistas e independentistas han colaborado a am- hispánico durante el período borbónico entre el lenguaje dinás-
pliar notablemente los horizontes analíticos en los últimos años. tico y la cultura constitucional, o entre una retórica que ponía
Sin embargo, en este nuevo contexto historiográfico, se prestó el acento en los derechos de la casa, la familia y la sangre y otra
menos atención al papel que jugaron otras alternativas, distintas que recuperaba la identidad política de la constelación de reinos
y en competencia con el movimiento juntista y con la salida cons- hispanos. Como afirman Marta Lorente y José M. Portillo Val-
titucional. Si bien la alternativa de imponer una regencia en Es- dés, “la promoción de un discurso de ‘interés nacional’ si no se
paña desde el comienzo de la crisis fue minoritaria y exhibió el contraponía al del dinasticismo sí buscaba complementarlo con
estrecho espacio en el que quedaron recluidas las posiciones más la aportación de la concepción de un espacio público de interés
conservadoras de la península, es oportuno volver sobre ellas para que trascendía a la dinastía”. En esta perspectiva, la majestad y
analizar los distintos planos de competencia ya mencionados. La soberanía del monarca se manifestaba tanto en el juego entre
inmediata y generalizada adhesión al fidelismo fernandista no naciones como en el plano interno, teniendo en cuenta que la
debe oscurecer las disputas dentro del legitimismo y las opciones idea de “fijar una idea nacional de la monarquía” por parte del
que abría tanto la cuestión del depósito de la soberanía como la pensamiento español del setecientos no debe confundirse con el
cuestión constitucional. El carlotismo jugó sus cartas en ambos valor político que adquirió durante las Cortes de Cádiz ni con la
24 candidata a la corona introducción 25

visión de un principio de nacionalidad que emergerá más tardía- tó serios temores en diversos frentes. El riesgo de que España se
mente durante el siglo XIX.20 convirtiera en un espejo de la experiencia de Portugal y que el
En ese contexto cabe preguntarse cómo se combinaron el prin- carlotismo encarnara la americanización de la monarquía, ya sea
cipio de linaje invocado por Carlota Joaquina de Borbón con la frente a la eventual pérdida de la península en manos francesas
defensa de las leyes fundamentales del reino; qué dimensiones o por la adhesión de grupos criollos dispuestos a ganar autono-
asumió la cuestión nacional frente a un reclamo de base dinástica mía dentro de un régimen monárquico y legitimista encabezado
que sin embargo procedía de una Corte extranjera y en sempiter- por la infanta, se tornó en un tema recurrente a ambos lados del
na competencia con la Corona española; cómo incidió esta con- Atlántico. Asimismo actualizó diferentes alineamientos entre los
dición en el clima de exaltación patriótica desatado por la guerra actores con capacidad de disputar posiciones de poder y echa luz
de independencia contra Francia; qué papel jugó el carlotismo sobre algunas de las variantes y combinaciones que adoptaron las
en los debates acerca de la cuestión constitucional y en las dis- posturas absolutistas, reformistas, liberales, autonomistas, revolu-
putas entre absolutistas, reformistas moderados y liberales en la cionarias e independentistas.
península. Al mismo tiempo, recuperar la escala iberoamericana
a partir del lente carlotista permite analizar el entrelazamiento de ***
las alternativas en juego en los espacios luso e hispano y la inci-
dencia de las políticas británica y francesa. El carlotismo admite Componer este libro no ha sido una tarea sencilla. En muchos
observar las estrategias de adaptación que exhibieron las princi- pasajes me resultó difícil vencer la tentación de incluir relatos y
pales potencias para alcanzar un nuevo equilibrio luego de las re- notas de color que proporcionan las fuentes. El temor de hundir
voluciones atlánticas de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX; al lector en un laberinto de complicadas redes, que aunque muy
el papel jugado por la potencial amenaza del avance francés en atractivas para hacer estudios de microanálisis diluyen las hipó-
América; los diversos planes de unidad de las dos coronas ibéricas tesis que pretendo presentar aquí, fue decisivo a la hora de sa-
pergeñados en la Corte portuguesa, por un lado, y entre algunos crificar descripciones densas y minuciosas sobre algunos temas.
grupos de españoles, por el otro; las amenazas que dichos pla- La selección de aquello que merecía ser narrado lo impuso el
nes desataron en los gabinetes británicos y entre las autoridades hilo argumental que me propuse seguir desde el comienzo y, por
peninsulares y coloniales; las opciones de americanizar el imperio supuesto, la necesidad de ajustarme al espacio asignado por los
español –siguiendo el ejemplo lusitano– frente a la eventual pér- editores. Por otro lado, la masa documental disponible es muy
dida de la península en manos francesas; y las tramas urdidas por abultada. Además de disponer de colecciones documentales édi-
algunos grupos criollos para vehiculizar a través de la regencia tas muy completas, fue necesaria la compulsa de fuentes inéditas
planes de reforma de la monarquía. en archivos situados en distintas y lejanas geografías.21 Reconstruir
Las tramas y redes que entonces se fueron configurando dentro las tramas que se fueron desplegando en los diferentes escenarios
de ese tablero –en el que, como en el ajedrez, se despliegan dis- a partir de fuentes de variada naturaleza y procedencia fue una
tintas estrategias dentro de un mismo juego– exhiben una dimen- tarea lenta y fascinante. Sobre todo porque una parte importante
sión fundamental: los planes de Carlota pusieron en entredicho la del corpus se concentra en el género epistolar. Centenares de car-
cuestión americana en el seno de la monarquía española y tensio- tas y oficios, tanto de carácter público como privado, se cruzan en
naron las relaciones entre los nuevos aliados. La pregunta sobre este estudio. Como sabemos, los mecanismos puestos en juego en
qué hacer con los dominios ultramarinos fue muy tempranamente la elaboración de una carta son más complejos de lo que una lec-
disparada por los proyectos presentados por la princesa y desper- tura distraída puede prever. Por un lado, y a diferencia de otros
26 candidata a la corona introducción 27

documentos que por sus propias características están limitados en tuales ha sido el gran desafío de esta empresa. La dosificación de
el ejercicio mismo de la escritura, las cartas permiten apreciar los cada uno de estos registros estuvo presidida por la propia natura-
actos en sus motivos e iluminar zonas de silencio que otras fuentes leza del objeto de estudio aquí tratado, por el interés en privilegiar
o vestigios callan intencionadamente; por otro lado, no siempre algunos problemas sobre otros y por la posibilidad de remitir a la
representan testimonios transparentes de las intencionalidades bibliografía disponible cuando se abordan temas suficientemen-
que movieron a sus autores a realizar determinadas acciones, y te transitados. Soy consciente, sin embargo, de que para algunos
más aún si quienes las escriben son personajes públicos y, por lectores ciertos tramos resulten demasiado conocidos y que otros
lo tanto, conscientes de estar destinados a tener un lugar en la reclamarán la ausencia de información sobre asuntos sin duda
posteridad. relevantes. Pero este es el riesgo de escribir un libro para varios
En el caso que aquí nos ocupa, la mayoría de las cartas firmadas públicos, y no sólo para el que conforman los especialistas. Puesto
por Carlota Joaquina están escritas de su puño y letra –aunque en que en él confluyen diferentes escenarios, cronologías y escalas
su contenido hayan participado sus agentes de turno más cerca- de análisis, el orden expositivo se estructura a partir de ciertos
nos– y dirigidas a múltiples personajes dispersos en lejanos pun- nudos problemáticos que revelan la simultaneidad de estrategias
tos de América y Europa. Para algunos de los tramos estudiados y reacciones desplegadas entre diversos actores en sus respectivas
contamos con cadenas de cartas emitidas y respondidas –que no geografías.
se limitan a los intercambios epistolares de la infanta sino que Así, el primer capítulo está destinado a presentar el horizon-
incluyen a una pléyade de actores que interactuaban simultánea- te en el que se plasmó la alternativa de regencia de la princesa
mente– y en otros sólo tenemos cartas sin su correspondiente res- dentro del campo de fuerzas cruzadas que trazaron las crisis de
puesta. Estos vacíos se suplen muchas veces por las referencias las monarquías portuguesa y española. Para ello fue fundamental
aludidas en las epístolas que se conservan o por otras fuentes. La regresar sobre el debate suscitado en 1808 en el mundo hispáni-
correspondencia trabajada revela las grandes apuestas políticas de co; un debate de naturaleza jurídica en el que participaron las
aquellos días y el mundo de intrigas, sospechas e incluso compe- potencias directamente involucradas en el conflicto y que se diri-
tencias personales en el que confrontaron. Exhibe, además, las mió en un escenario en el que los tiempos de la política marcaron
consecuencias que provocaban en la elaboración de estrategias los ritmos de las opciones enfrentadas. El lector encontrará aquí
y toma de decisiones los desfasajes ya señalados entre el arribo delineadas las premisas en las que se fundaron las distintas posi-
de las noticias y los vertiginosos cambios ocurridos en las distin- ciones, las contingencias a las que se vieron sometidos los actores
tas geografías de ese mapa epistolar. Tales desfasajes obligan al que las invocaron y los modos en que fueron utilizadas según los
historiador a una cuidadosa reconstrucción del “día a día” que repertorios disponibles en aquellos confusos días.
se parece bastante a la tarea de un detective que busca encontrar El segundo capítulo penetra en la disputa en torno al legítimo
las pistas adecuadas en la maraña de testimonios. Para seguir esas depósito de la soberanía. En este caso, el propósito es mostrar la
pistas recurrí también a otro tipo de fuentes. Impresos de diversa repercusión que tuvieron los manifiestos bragantinos entre las au-
índole, manifiestos, proclamas, prensa periódica, memorias, auto- toridades coloniales que dominaban el espacio americano. Los re-
biografías, legislación, debates constituyentes y legislativos, proce- clamos de la princesa requerían el formal reconocimiento de los
sos y juicios completan el corpus. actores involucrados, pero la búsqueda de dicho reconocimiento
Diseñar, pues, una estrategia narrativa capaz de combinar la tropezó con el común rechazo de los magistrados coloniales a
riqueza documental, la vertiginosa sucesión de acontecimientos, los proyectos de regencia. A tal efecto se exploran algunos de los
la reflexión historiográfica y el tratamiento de cuestiones concep- planos en los que se desplegó la competencia por la tutela de la
28 candidata a la corona introducción 29

soberanía monárquica en América hasta finales de 1809 y la gama de experiencia que estos activos reformistas ilustrados acumularon
de reacciones que despertó entre las autoridades. Las respuestas en su militancia carlotista sirve para entender el rápido viraje que
de estas últimas revelan, según la región, disputas políticas entre exhibieron en sus posiciones al tomar conocimiento del avance
los cuerpos coloniales, reacciones violentas en algunos casos y de de las tropas francesas en Andalucía en mayo de 1810. El tránsito
cierta indiferencia en otros, y ponen en evidencia las distintas si- de carlotistas a revolucionarios no se explica a través del supuesto
tuaciones internas que vivían las jurisdicciones adonde arribaban reemplazo de la máscara de Carlota Joaquina por la de su herma-
los reclamos carlotinos. no Fernando sino como parte de un proceso en el que se abrían
En el tercer capítulo se desarrolla también la disputa por el nuevas opciones mientras se cerraban otras.
depósito de la soberanía, pero el relato se traslada al escenario El quinto capítulo permanece en tierra americana y la lente se
peninsular. Aquí me propongo mostrar los temores que despertó enfoca en los cambios de estrategias y los alineamientos de fuer-
el carlotismo entre las autoridades metropolitanas, las conflictivas zas que produjo la revolución nacida en Buenos Aires. La guerra
relaciones que mantuvo con la Junta Central, los límites con los desatada en el Atlántico sur entre insurgentes y leales a las auto-
que debió lidiar el proyecto de regencia dinástica en el marco de ridades metropolitanas constituye el escenario central y el relato
la eficaz operación simbólica que convirtió a Fernando VII en el se concentra en el papel que jugó la propuesta de regencia de
rey “Amado” y “Deseado” y la competencia que significó declarar Carlota en el marco de esa guerra. Los temores y amenazas exhibi-
a las Indias como parte esencial de la monarquía y de otorgar- dos por los diferentes contendientes (Buenos Aires, Montevideo,
les representación, por primera vez, en un órgano de gobierno Paraguay) frente a las propuestas encarnadas por la princesa, la
peninsular. El accionar de los ministros plenipotenciarios lusos y constante variación de las alianzas, la teoría del mal menor como
españoles, las escasas adhesiones que la infanta comenzó a cose- recurso frente a la tormenta revolucionaria y la invocación del
char en su tierra de origen y los inicios de la estrategia que sumó nombre de Carlota como prenda de negociación entre los ejérci-
a los reclamos de la regencia el de ver reconocidos sus derechos a tos enfrentados dejan al desnudo las mutaciones producidas en la
la sucesión al trono de España son tratados en este capítulo hasta coyuntura. Entre ellas se destaca el desplazamiento de la disputa
la disolución de la Junta Central y la formación del Consejo de por el depósito de la soberanía que, a partir de 1810, se trasladó
Regencia a comienzos de 1810. de las juntas peninsulares a las americanas.
El cuarto capítulo regresa a América para concentrarse en la En el último capítulo se analiza el doble plano en el que Carlota
región platense y especialmente en la capital virreinal, donde la mantuvo su proyección política entre 1810 y 1814. Sin abandonar
propuesta de regencia de la infanta encontró calurosa acogida la competencia por la tutela de los derechos de su hermano en
entre un grupo de criollos porteños. Como adelanté, es esta la tierras americanas, Carlota volcó todas sus energías en la penínsu-
trama más conocida de las redes carlotistas y la que ha mereci- la. Allí, su soñado viaje al Río de la Plata para ser coronada como
do mayor atención por parte de la historiografía argentina. Aquí regente fue perdiendo impulso a favor de otro viaje más ambicio-
me propongo someter a revisión las versiones historiográficas que so: trasladarse a España para asumir personalmente la regencia de
apelaron –implícita o explícitamente– al recurso de la “másca- toda la monarquía en el momento en que esta debatía su futuro
ra” para analizar tales apoyos –prácticamente los únicos que la en las Cortes de Cádiz. En dichas Cortes el carlotismo buscó con-
princesa obtuvo en América entre 1808 y 1810–, e interrogar los cretar el plan iniciado en 1809 que implicaba ver reconocidos sus
cursos de acción de este reducido grupo a la luz del debate ilus- derechos a la sucesión con la abolición de la Ley Sálica. Constitu-
trado que, presente desde el siglo XVIII, se actualizó y adaptó a cionalizar su linaje fue pues el objetivo de máxima de la princesa
las nuevas condiciones creadas por la crisis monárquica. La reserva en un contexto en el que la incertidumbre acerca del futuro de
30 candidata a la corona introducción 31

Fernando VII y de la rama masculina de la familia cautiva en Fran- y Alejandro Agüero por haber revisado algunos de los capítulos
cia complicaba las discusiones en torno a la ley de sucesión. Los de este libro y haberme hecho sugerencias y correcciones agudas.
debates que tuvieron lugar dentro y fuera de la asamblea gaditana De igual manera agradezco la generosidad intelectual y humana
en torno al lugar que habría de ocupar en la monarquía la herma- de João Paulo Pimenta, Andrea Slemian y Luiz Geraldo Da Sil-
na mayor del rey son el objeto de análisis de este último capítulo. va. A mis compañeros de cátedra y del Programa Argentina 200
El regreso de Fernando VII al trono puso fin a la agitada acción años atrás de la Universidad Nacional de Rosario no sólo les debo
desplegada por la princesa y sus agentes. Los intentos de Carlota mucho por ser mis interlocutores más directos, sino también por
por adaptarse al nuevo contexto de la Restauración es el tema el ambiente cálido y entusiasta que siempre saben crear en cada
principal del epílogo. Gracias al intercambio epistolar que enta- una de nuestras actividades. A Luis Alberto Romero y a todo el
bló con su hermano apenas tomó conocimiento de su retorno a equipo de Siglo XXI les agradezco la constante renovación de su
España –y que se prolongó hasta su muerte– es posible reconstruir confianza por publicar los resultados de mis investigaciones y por
el interés de aquella por ofrecer un relato muy selectivo de los hacerme sentir parte de la casa. Finalmente, a todos y cada uno
planes que había encarnado durante los seis años que duró la au- de los miembros de mi familia ampliada y ensamblada, que saben
sencia del rey y dejar trazada muy rápidamente su trayectoria vital soportar mis ausencias, encierros de escritura y tantas otras cosas,
entre 1814 y 1830. Si bien este libro no se ocupa de los años que les dedico mi emoción por tenerlos siempre cerca y dispuestos a
continuaron a la Restauración ni es, como anuncié al comienzo, brindar su apoyo incondicional.
una biografía de Carlota Joaquina, creí oportuno ofrecer al lector
un final que diera cuenta de algunos episodios que informan so-
bre este último tramo de su vida y de los embates que habría de
sufrir el principio dinástico en un mundo que se transformaba
vertiginosamente al calor de la nueva legitimidad fundada en la
soberanía popular.

***

Me ocuparía muchas páginas agradecer de manera personal a to-


dos los que durante estos años colaboraron de diversas maneras
en esta empresa. El clima bicentenario que desde 2008 nos acom-
paña facilitó mucho el intercambio de ideas y de materiales con
colegas locales y de distintas latitudes. Es difícil, pues, reconocer
todas las deudas contraídas en este constante diálogo dentro de
nuestra “aldea historiadora”. Las múltiples invitaciones que recibí
de instituciones académicas del exterior me permitieron, además,
la compulsa de archivos y bibliotecas en los que poco a poco fui
recogiendo todo el material aquí utilizado. A todos ellos –colegas,
amigos e instituciones– va mi profunda gratitud por haber hecho
posible esta pesquisa, y muy especialmente a Txema Portillo Valdés
2. El depósito de la soberanía
en disputa

El concepto de depósito de soberanía fue, durante la crisis


de la monarquía española, una suerte de caja de Pandora. Su uso
habilitó a plantear diversas alternativas, las cuales estaban lejos de
poder coexistir sin conflicto. Así lo demostraron las ya referidas
discusiones entre regencia y juntismo o entre juntas provinciales y
Junta Central en la península, y así lo expresaron las desplegadas
en América, donde los argumentos se replicaron pero con ingre-
dientes diferentes. La presencia de dos infantes españoles y la pe-
culiar situación jurídico-política de los dominios ultramarinos en
el seno de la monarquía abrían allí nuevos problemas.
Respecto de dicha peculiaridad, y en el marco de un viejo
y largo debate, se ha indicado que las Indias no eran estricta-
mente reinos –en el sentido en que lo eran algunos peninsulares
como Aragón o Navarra– y que no tenían estatuto constitucio-
nal propio. Como parte “accesoria” de la Corona de Castilla ca-
recían de capacidad autónoma de representación y dependían
directamente –como espacio conquistado– de la soberanía del
monarca.84 Antonio Annino ha sugerido el empleo del término
“monarquía colonial” para subrayar la irresuelta ambivalencia
experimentada por los territorios americanos entre la calidad
de reinos y de colonias y las consecuencias que esta indefinición
habría provocado en la crisis de 1808.85 Estas consideraciones
son oportunas en lo que a nuestro tema compete ya que si la dis-
puta entre regencia y juntismo adoptó en América sus propias
valencias, fue no sólo por la extraordinaria situación de contar
en su territorio con dos miembros de la familia real borbóni-
ca sino además por la ambigüedad de su condición jurídica y
política.
74 candidata a la corona el depósito de la soberanía en disputa 75

Una vez conformada la Junta Central en España transcurrieron otorgarse representación a las Indias, la Junta Central ordenó
cuatro meses hasta que esta se hizo cargo de los riesgos que podía responder a los tres autores del memorial recién citado “y que se
correr con sus posesiones ultramarinas en torno al reclamo del comuniquen las correspondientes reales órdenes a los ministe-
depósito de la soberanía; fue recién el 22 de enero de 1809 que rios respectivos, con inserción de las demandas y de la propuesta
decretaron que las Indias ya no eran “colonias” sino “parte esen- y dictamen de los informantes”.88
cial e integrante de la monarquía española” y que por tal razón En ese convulsionado clima político, en el que los dos gobier-
les correspondía tener representación en ella. Aunque la repre- nos existentes en la península –el de José Bonaparte y el de la
sentación otorgada a las Indias fue muy minoritaria respecto de Junta Central– se ocupaban de redefinir sus vínculos con los te-
la peninsular, América abandonaba su condición de “accesoria” rritorios ultramarinos, comenzaron a circular en América los ma-
para pasar a tener, como “parte esencial”, forma política propia.86 nifiestos elaborados por la Corte de Braganza en agosto de 1808.
La avanzada napoleónica, que implicó declarar en la Carta de Ba-
yona la igualdad de derechos entre americanos y peninsulares y
otorgar representación –también minoritaria– a los primeros en
los órganos de gobierno, había dejado en evidencia los riesgos de linaje versus juntismo
desatender la cuestión americana.
Tales riesgos fueron advertidos directamente a la Junta Central Recordemos muy brevemente algunos datos cronológicos para
por algunos diputados americanos participantes de la asamblea ubicar con precisión la emergencia y variación de los argumentos
convocada por el emperador francés. En dos impresos fechados que se fueron sucediendo en torno a la contienda por el depósito
en Madrid el 30 de septiembre y el 5 de octubre de 1808, firma- de la soberanía en las posesiones ultramarinas. La generalizada
dos por tres “españoles americanos” (dos de los cuales fueron adhesión de los americanos a la Junta Central estuvo precedida
representantes por Buenos Aires en las Cortes de Bayona), se por el agitado y confuso tráfico de noticias y rumores de lo que
hacían observaciones fundamentales. Los firmantes señalaban ocurría en la metrópoli, cuando diversas juntas locales se dispu-
que, dadas las muestras de lealtad de los americanos a su Madre taban la supremacía. En ese contexto, la cuestión americana fue
Patria, era hora de que las autoridades tomaran en considera- en los primeros tramos de la crisis muy rápidamente contempla-
ción la condición de América y el vínculo que la unía con la da por Francia, Portugal e Inglaterra, mientras España se hallaba
metrópoli. Afirmaban, además, que en el marco de la profunda inmersa en un escenario político y bélico que absorbía todas sus
incertidumbre creada con las abdicaciones, los americanos espe- energías. En un comienzo, la metrópoli se limitó al envío de emi-
raban que se atendieran los reclamos de sus pueblos, cansados sarios a sus territorios de ultramar en representación de algunas
del “monstruo de la arbitrariedad”; a tal efecto proponían se juntas provinciales –especialmente de la Junta Suprema de Sevi-
“acuerde a cada virreinato la franquicia de estar representado lla– para garantizar la lealtad de los criollos, a la par que la nueva
por dos diputados”.87 Cabe destacar que estas peticiones están dinastía de los Bonaparte enviaba a sus propios representantes
fechadas antes de la consulta que dirigió la Junta Central (el 26 con el mismo objetivo. Mientras los emisarios del emperador
de octubre de 1808) al conjunto de la monarquía para recibir no tuvieron suerte alguna en sus gestiones, los delegados de la
consejos de los “sabios españoles” en torno a la regeneración de Junta sevillana no estuvieron exentos de las controversias que en
esta última y que no pasaron inadvertidas para las autoridades muchas regiones generó su presencia. La Junta Central, una vez
metropolitanas. Estas iniciaron un expediente que culminó con constituida en el mes de septiembre, gozó en América de mayor
la Real Orden del 22 de enero de 1809. Dos días después de reconocimiento y consenso que la sevillana.
76 candidata a la corona el depósito de la soberanía en disputa 77

Para las autoridades metropolitanas, los peligros no sólo pro- napoleónica en territorio americano representaba un argumento
venían de una Francia dispuesta a atraer a los dominios america- de peso para imitar lo ocurrido en la península en nombre del
nos integrándolos en la constitucionalización de la monarquía, derecho de insurrección frente a una fuerza o invasión repentina.
sino también de la potencial réplica del movimiento juntista en Pero en aquellos primeros meses que sucedieron a la crisis, el
el Nuevo Mundo y de las apetencias de los nuevos aliados inter- riesgo de disputar en sede americana el depósito de la soberanía
nacionales de España. De hecho, antes de la difusión de la Real asumido primero por las juntas provinciales españolas y luego
Orden de enero de 1809 –la cual comenzó a arribar a América a por la Central no provenía exclusivamente de los movimientos
partir del mes de marzo– estas últimas amenazas se habían mani- antes mencionados sino de la alternativa dinástica que proponía
festado claramente. Respecto de la opción juntista, la ciudad de una regencia con linaje borbónico, fuera esta encabezada por
México fue la primera que exhibió esta alternativa cuando frente el infante Pedro Carlos o por la princesa Carlota Joaquina. El
a la novedad de las abdicaciones el ayuntamiento de dicha ciudad, reclamo expresado en los manifiestos de agosto de 1808 lo había
apoyado por el virrey Iturrigaray, intentó convocar a una junta de puesto en evidencia y sus repercusiones en América y España de-
ciudades en julio de 1808. Si bien el movimiento fue abortado por muestran hasta qué punto esta opción desató temores en algu-
la Audiencia y el Consulado, los hechos allí ocurridos no podían nos y entusiasmo en otros. Si en la península la competencia por
pasar inadvertidos para la metrópoli, cuyas autoridades los cono- el depósito se dirimió entre las minoritarias posiciones conserva-
cieron de primera mano por la detallada noticia que mandó el ca- doras que postulaban una regencia frente al hecho consumado
pitán de navío en Veracruz, Bernardo de Orta.89 En Sudamérica, de las juntas provinciales, en América el plan de regencia com-
a su vez, la primera junta se formó en Montevideo en septiembre petía también con aquellas juntas españolas pero contando con
de 1808, no para reivindicar el depósito de la soberanía sino que, dos grandes ventajas. La primera era tener a dos descendientes
declarándose subalterna a la de Sevilla, buscaba ganar autono- directos de la familia real borbónica dispuestos a trasladarse a
mía frente a la capital virreinal de Buenos Aires.90 En el mes de algún punto de las posesiones americanas para ejercer la tutela
noviembre se registra un frustrado movimiento juntista en Cara- de la soberanía; la segunda eran los miles de kilómetros que
cas –conocido como la Conjura de los Mantuanos–91 y el 1º de separaban a dichas posesiones de su metrópoli, por lo cual eran
enero de 1809 el también frustrado del cabildo de Buenos Aires; difícilmente controlables.
en ambos casos declaraban su “subordinación a la Soberana del Estas ventajas estaban sin embargo contrarrestadas por otras
Estado” en referencia a la Junta Central recién constituida.92 Estas variables que iban en detrimento de dicho plan. Ya se mencio-
primeras manifestaciones, aun cuando se mantuvieron dentro de nó la desconfianza que despertaba un proyecto emparentado con
la absoluta fidelidad al monarca, revelaban la potencial amenaza los Braganza en sintonía con la prevención que mostraron tanto
que abría el frágil argumento del depósito de la soberanía. Dicha peninsulares como criollos frente a las nuevas potencias aliadas.
amenaza se había expresado, incluso, en un rumor que circuló También se hizo alusión a las divisiones que dicho proyecto aca-
por aquellos días de que Manco Capac, “inca descendiente de los rreó dentro de la Corte de Brasil y de los gabinetes británicos. A
antiguos reyes de Perú”, pensaba también “plantear sus pretensio- ello se deben sumar la improvisación, marchas y contramarchas
nes”.93 La premisa que postulaba que América no había sufrido que demostraron en el despliegue del plan sus agentes más direc-
la ocupación de un ejército invasor ni el desmoronamiento de su tos y otras razones que limitaron de entrada las posibilidades de
sistema institucional asentado en los virreyes y audiencias fue la que la regencia en sede americana fuera coronada con el éxito.
más frecuentada por la metrópoli para invalidar cualquier inten- Esta requería el formal reconocimiento de los actores involucra-
to juntista de los criollos. Pero el riesgo latente de una avanzada dos y, entre ellos, los magistrados coloniales eran una pieza fun-
78 candidata a la corona el depósito de la soberanía en disputa 79

damental. Pero las reacciones de estos últimos coincidieron en un como contradictorias, no sabiendo en algunos casos a qué rey
común y generalizado rechazo. debían jurar fidelidad y a cuáles de las juntas declaradas supre-
¿Por qué los planes de regencia no obtuvieron la respuesta mas debían rendir obediencia– el equívoco referido pudo haber
esperada por parte de las autoridades y de las principales cor- sido interpretado a la luz de ese contexto. Las novedades que
poraciones coloniales? Es difícil evaluar cuál fue la expectativa arribaron hasta tomar conocimiento de la formación de la Junta
de quienes impulsaron dichos planes respecto de las adhesiones Central, aunque filtradas y ocultadas por los magistrados colo-
que aguardaban recibir; si bien las fuentes revelan una cierta niales, revelaban una situación de caos en la península.
conciencia de las dificultades que podía enfrentar la propuesta, Entre muchos otros testimonios, el de Juan Martín de Pueyrre-
estas se enfocaron más –en un comienzo– hacia las potenciales dón es esclarecedor respecto de esta situación. Héroe destacado
disputas interimperiales que a las resistencias que podían desa- de la reconquista de Buenos Aires en 1806 frente a las fuerzas
tarse en el interior del orden colonial. La convicción de que la británicas, fue enviado por las autoridades coloniales a España
presencia de un miembro directo de la familia real cautiva en con la misión de dar cuenta al rey de los méritos adquiridos por la
manos del enemigo iba a despertar inmediatamente un senti- capital virreinal en su lucha contra los ingleses. Las abdicaciones
miento de deferencia y lealtad hacia el linaje de quienes se pre- lo tomaron por sorpresa en la metrópoli y luego de varios avata-
sentaban como tabla de salvataje de la monarquía fue, sin duda, res, mientras intentaba regresar a su ciudad, le dirigió una carta
un cálculo erróneo. Sin embargo, el diagnóstico inicial sobre el al cabildo de Buenos Aires fechada en Cádiz el 10 de septiembre
que se fundó la propuesta no era para nada descabellado. Aun de 1808, en la que reflejaba un claro sentido de los problemas
a sabiendas de los sentimientos antiportugueses existentes en derivados de la vacancia real:
las colonias más cercanas a las posesiones lusitanas y de la des-
confianza que despertaba Gran Bretaña, especialmente en el El reino dividido en tantos gobiernos cuantas son sus
Atlántico sur, era verosímil considerar que con el viraje de las provincias: las locas pretensiones de cada una de ellas a
alianzas internacionales esas desventajas iban a ser sobradamen- la soberanía, el desorden que en todos se observan y las
te contrarrestadas por un plan fidelista y legitimista de base di- ruinas que les prepara el ejército francés […] me impi-
nástica. Claro que, en este último sentido, los manifiestos habían den permanecer por más tiempo en el desempeño de
incurrido en un error estratégico al reconocer como rey a Carlos una comisión que hoy veo sin objeto.
IV y no a Fernando; un error que levantó sospechas y resisten- En consecuencia me he retirado a la Junta de Sevilla por
cias y del que Carlota se retractó recién en el mes de diciembre no haber en ella más facultades que en las demás para
de 1808, cuando las noticias de España adquirían un contorno entender en los asuntos de mi cargo. 95
más definido. Fue en ese momento cuando la princesa decidió
incluir en su estrategia al escenario peninsular anunciando en El 27 de septiembre, Pueyrredón le dirigió una nueva carta al ca-
un manifiesto dirigido a “mis amados Españoles, al Continente bildo de su ciudad en la que subrayaba el “desorden y anarquía en
de Europa, a las Naciones del Universo, y a las Generaciones de que se halla la Península” puesto que “todos pretenden la heren-
la posteridad más remota: que reconozco ante Dios, y el mundo cia de este rico territorio y en tal actuación creo que una prudente
todo, por Rey de España e Indias, a mi muy querido hermano detención es el partido que la razón ofrece”.96 Ese mismo día le
Fernando Séptimo”.94 De cualquier manera, en el ambiente de escribía una carta a Justo José Núñez en la que con más soltura se
confusión vivido entre los meses de agosto y noviembre –en los explayaba sobre el futuro de España:
que las autoridades coloniales recibían noticias tan confusas
80 candidata a la corona el depósito de la soberanía en disputa 81

La ruina de este reino va a seguirse inmediatamente, y no que el juntismo peninsular violentaba dicha constitución y expo-
crea usted otra cosa, aunque algunos escriban ocultando nía a todo el mundo hispánico “a caer, en el futuro, en la más
las divisiones en que están las provincias, y los males que cruel anarquía, cuyo resultado será una monstruosa república”.99
las amenazan bajo la esperanza de una Junta central y Si observamos, pues, el contexto y los argumentos esgrimidos,
suprema. Esta no tendrá efecto y cuando se verificase la todo indicaba que las autoridades coloniales podían dar crédito
reunión monstruosa que se prepara solo en las cabezas a una salida provisional legitimada por la hermana mayor de Fer-
de los que aman el orden, solo serviría para aumentar el nando VII, quien prometía dotar de unidad a las posesiones es-
desorden.97 pañolas sin cambiar el orden vigente. No sólo eso: ella había sido
víctima también del “pérfido” emperador francés –en gran parte,
En una imagen por cierto muy ajustada a la realidad continua- como recordaba su marido en el manifiesto de agosto, gracias a
ba advirtiendo que “las provincias quieren sostener cada una su la colaboración de la familia real española–; ella había tenido que
soberanía y ser absoluta en su departamento; en efecto lo son y trasladarse a un territorio desconocido donde carecía de las co-
desgraciado del que no obedece en sus territorios”. Por estos di- modidades a las que estaba acostumbrada en la vida de la Corte;
chos Pueyrredón fue sometido a proceso apenas arribó al Río de ella, además, había denunciado inmediatamente la ilegitimidad
la Plata, acusado de revolucionario y sedicioso, y enviado preso. El de las abdicaciones y rechazado el reconocimiento a la nueva di-
desfasaje de meses en la comunicación y los vertiginosos cambios nastía. Con estas credenciales, las críticas de la infanta al movi-
producidos durante el cruce de cartas e informes que pone en evi- miento juntista desarrollado a miles de kilómetros de distancia
dencia este episodio se repitió en muchas otras ocasiones y afectó se apoyaban sobre las mismas premisas expuestas por el Consejo
a muy diversos personajes y grupos a ambos lados del Atlántico. de Castilla en el mes de octubre de 1808 pero sobre bases muy
En ese clima, agitado además por las controversias que desper- diferentes. A este le había ganado la batalla la lógica de los hechos
taron en diferentes regiones los emisarios de las juntas, parecía consumados; pero la situación americana era muy distinta –al me-
razonable el cuestionamiento que hizo Carlota Joaquina de las nos por el momento– y podía dar lugar a la respuesta que aquel
juntas provinciales españolas como legítimas depositarias de la so- Consejo no logró imponer.
beranía del monarca. En la carta ya citada que le envió al príncipe Sin embargo, ninguno de estos cálculos funcionó, ni siquiera
regente de Inglaterra en octubre de 1808 se hacía explícito este antes de tomar conocimiento de la formación de la Junta Central,
rechazo: “no reconozco a la Junta de Sevilla ni a ninguna de las cuya noticia comenzó a arribar entre noviembre y diciembre de
otras que se han establecido en el reino, excepto en que se han 1808 a la costa atlántica y más tarde a las regiones del interior y
conducido bien, no tengo necesidad de este enviado ni de ningún del Pacífico. La pregunta más sencilla que surge de estas conside-
otro particular para establecer el derecho de sucesión declarado raciones es por qué se produjo tan rápido y generalizado rechazo
por las Leyes del Código Nacional [es decir, por las leyes de las al plan de regencia por parte de las autoridades coloniales. Las
Partidas] y reconocido por todas las naciones del mundo”.98 El en- ya mencionadas amenazas que esta alternativa despertaba en el
viado al que hacía referencia la infanta era el general Goyeneche, marco de las disputas interimperiales son variables fundamentales
representante de la Junta Suprema de Sevilla destinado al Río de pero no suficientes para trazar los límites con los que nacían sus
la Plata y Perú, de quien afirmaba haber reconocido sus derechos postulados. Pero si se recorren con cierto detenimiento algunas
y estar en un todo de acuerdo con sus planes. La regencia era de las respuestas ofrecidas por los magistrados americanos es po-
presentada como la única opción legal y legítima de conservar sible reflexionar sobre otras cuestiones que colaboran a entender
y defender la constitución fundamental del reino, dejando claro mejor los posicionamientos asumidos. Si bien casi todos ellos se
82 candidata a la corona el depósito de la soberanía en disputa 83

encuadraron en una matriz común de fórmulas de cortesía y de de las gacetas de Lisboa, Londres y España, o de diversos impresos
razones invocadas, hay variaciones que se vinculan con la situa- o cartas procedentes de las principales ciudades americanas, los
ción particular que experimentaba cada región del imperio, con miembros del triunvirato carlotino trabajaban hasta altas horas
las distintas cronologías que siguieron los viajes de los documen- de la noche, leyendo las novedades, escribiendo misivas, comu-
tos e incluso con los emisarios que los vehiculizaron. nicándose entre ellos por medio de esquelas, reuniéndose con
frecuencia para discutir y decidir sobre los diferentes cursos de
acción y cuidándose siempre de los espías que podían enviar los
opositores a sus planes dentro de la Corte de Braganza. Para divul-
los manifiestos inician su viaje por la geografía gar y hacer circular sus propuestas se valieron de distintos perso-
americana najes. En algunos casos, los papeles fueron portados por enviados
ocasionales, en otros por partícipes más comprometidos en la em-
Los manifiestos de agosto de 1808 fueron inmediatamente difun- presa (entre los que predominó un común carácter aventurero
didos en los dominios americanos por los agentes de Carlota Joa- y la no poco frecuente práctica de responder simultáneamente
quina. La red de comunicación fue organizada por Sydney Smith a distintos planes y jefaturas), y en otros por personajes vincula-
y José Presas. Según el testimonio de este último, dicha red debía dos a las autoridades de la península, como fue el caso de José
“únicamente valerse de la correspondencia particular y privada Manuel Goyeneche. Los primeros destinatarios fueron los princi-
para manifestar sus sentimientos a los españoles” porque recono- pales magistrados coloniales –virreyes, gobernadores, capitulares,
cía que en aquellas circunstancias la princesa “no tenía derecho, oidores–, las corporaciones más destacadas –universidades, clero,
sin estar antes autorizada por la Nación, para mandar ni disponer consulados de comercio– y ciertas figuras notables de las diferen-
cosa alguna sobre los dominios de España” ni “tomar un carácter tes ciudades americanas.
oficial” con miras a la dirección de los negocios públicos.100 Con El mapa que recorrieron los manifiestos y la correspondencia
estos dichos el secretario de la infanta dejaba expuesto uno de se extendió a todos los rincones de la geografía hispanoamerica-
los mayores dilemas que experimentó la jugada que lideraron en na. Las dos ciudades portuarias del virreinato del Río de la Plata
sede americana; a saber, gozar del reconocimiento oficial de las fueron las primeras en recibirlos: Montevideo el 8 de septiembre
autoridades coloniales y metropolitanas. de 1808 y Buenos Aires tres días después. Luego los pliegos si-
El mecanismo de producción y difusión de la correspondencia guieron su ruta hacia otras ciudades del interior del virreinato.
se iniciaba con la confección de borradores en los que participa- A Chuquisaca, Santiago de Chile y Lima arribaron a partir de no-
ban activamente Smith y Presas y en el que la princesa intervenía viembre de 1808, y después se difundieron por distintas vías en
sugiriendo modificaciones, aceptando o rechazando ciertos pasa- Nueva España, Cuba, Guatemala, Quito, Venezuela, Santa Fe de
jes de las misivas, para luego tomarse “el trabajo de copiar todos Bogotá y otras ciudades del continente.
los borradores” de su puño y letra para ser remitidos a sus desti- En el Río de la Plata, el agente portador de los pliegos fue un
natarios.101 Dicho trabajo se fundaba en la convicción de que la médico de origen italiano, Carlos José Guezzi, quien desde hacía
autoría del manuscrito, al proceder de un miembro de la familia algunos años, y luego de una corta estancia en Bahía, se había
real, generaría el sentimiento de deferencia que se esperaba de instalado en Buenos Aires para dedicarse al comercio. No debe
un fiel súbdito de la monarquía. extrañar el hecho de que el intermediario fuera un comerciante,
La actividad desplegada por estos tres personajes fue febril en como lo serían otros que sirvieron de agentes al carlotismo en la
aquellos meses. Atentos siempre a la llegada de noticias a través región platina. Los vínculos mercantiles –legales e ilegales– entre
84 candidata a la corona el depósito de la soberanía en disputa 85

lusos e hispanos en el corredor que iba desde el norte de Brasil muchas peripecias, marchas y contramarchas que no interesa de-
pasando por Río de Janeiro hasta Buenos Aires y Montevideo es- tallar aquí; sólo basta decir que no colaboró para que la recepción
tuvieron presentes desde el siglo XVI, se intensificaron a fines del de los manifiestos diera lugar a una respuesta amable.
XVIII y se estrecharon aún más a comienzos del XIX, con la aper- Fue así como el virrey Liniers, aunque manteniendo las reglas
tura de los puertos luso-americanos al mercado mundial (1808) de cortesía que exigía una comunicación de esta naturaleza, no
y con el reglamento de libre comercio decretado en el Río de la pudo ni quiso evitar el tono enérgico que le imprimió a su res-
Plata (1809). Se trataba de una frontera abierta y de un escena- puesta. En ella hacía una larga descripción de lo acontecido en
rio de contacto, interacción e intercambio recíproco. La trabazón su jurisdicción desde que comenzaron a llegar las novedades de
allí creada entre intereses económicos, relaciones sociales y vida la península a comienzos de agosto y luego le dedicaba una larga
cotidiana fue configurando un zócalo de estrechos vínculos entre parrafada a las relaciones con la Corte lusitana: le advertía allí a la
las comunidades de origen portugués y español que en gran parte infanta que pocos días antes había recibido un oficio del mariscal
explica la penetración de las redes carlotistas en la región platina. Curado con credenciales del ministro Rodrigo de Souza Coutinho
Tal penetración se valió de esa larga experiencia de coexistencia en la que se le hacían “propuestas tan atentativas al derecho na-
recíproca, por lo general alejada de las perspectivas geopolíticas tural y de gentes y tan contradictorias con lo que se digna V.A.R.
o estratégicas que acuñaban las respectivas coronas, aunque la po- comunicarme, que sin este apreciable requisito hubiera tomado
litización de la crisis fue creando nuevas divisiones y disputas.102 semejante insinuación por una formal declaración de guerra”.104
En ese marco, el doctor Guezzi, muy vinculado por sus activi- Le daba, no obstante, crédito a la duda y se planteaba que, o bien
dades mercantiles a personajes notables de la ciudad de Buenos el mariscal había actuado con instrucciones anteriores a los suce-
Aires y a otros de origen portugués, fue enviado a comienzos de sos del día, o se había extralimitado en ellas. Por esos mismos días
1808 en misión secreta a Río de Janeiro por el virrey Liniers. El el ministro de Guerra portugués daba aviso a sus subordinados del
objeto de la misión era recabar noticias de la Corte de Braganza cambio de alianzas y de estrategia y recomendaba tranquilizar los
recién llegada al Nuevo Mundo. Una vez allí, Guezzi se convirtió ánimos de las autoridades rioplatenses.105 Nada, sin embargo, ate-
en uno de los agentes más comprometidos con los planes de la re- nuaba la alarma de los porteños y por eso el final de la misiva de
gencia. Cabe recordar que el arribo de los manifiestos a la capital Liniers era contundente: “En cuanto al tenor de las proclamas de
virreinal (el 11 de septiembre de 1808) se produjo en un contexto V.A.R. y del señor Infante don Pedro tengo el honor de contestarle
de crisis interna que se arrastraba desde las invasiones inglesas. La que después de haber jurado la majestad del señor Fernando Sép-
presencia británica entre 1806 y 1807 había terminado con la des- timo, y reconocido la Junta Suprema de Sevilla, quien lo represen-
titución del virrey Sobremonte por parte de una junta de guerra ta, nada se puede innovar a nuestra presente constitución sin su
que asumió el formato de un cabildo abierto. Uno de los héroes acuerdo”.106 El reconocimiento de la Junta de Sevilla se había pro-
de la reconquista, Santiago de Liniers, fue designado virrey provi- ducido luego del arribo a Buenos Aires de su representante, José
sorio y las disputas entre los principales cuerpos coloniales –espe- Goyeneche, y de la expulsión que en esos mismos días se le impuso
cialmente entre Liniers, el cabildo capitalino y el gobernador de al delegado enviado por Napoleón, el marqués de Sassenay.
Montevideo, Francisco Xavier de Elío– fueron acrecentándose.103 El cabildo de Buenos Aires, en franca disputa con el virrey Li-
Por otro lado, los pliegos llegaban en una coyuntura de suma ten- niers desde hacía unos meses, sostuvo también un tono enérgico
sión entre el virreinato y la Corte de Braganza por la presencia de en su primera respuesta a los infantes. Las razones para rechazar
la ya mencionada misión de Joaquín Curado enviada desde Brasil sus pretensiones a “tomar en depósito las Américas para regirlas y
antes del viraje de las alianzas internacionales. La misión sufrió gobernarlas” eran las mismas expuestas por el virrey, pero además
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hacían explícita la desconfianza que había despertado pues “no Don Pelayo según el orden de sus grados reconocidos por la na-
reconocen autoridad en Fernando, pues atribuyen la renuncia de ción española hasta el último término de mi vida y hasta derramar
Carlos IV a violencias del pueblo en Aranjuez” y las sospechas que la última gota de sangre”.111 El 2 de octubre volvía a escribirle a la
recaían en “las ideas que han abrigado el inglés y portugués con infanta ratificando su fidelidad a Fernando VII y “sus sucesores” e
respecto a estos dominios”.107 Era evidente que el cambio de alian- informándola ahora de sus sospechas y reclamos contra el virrey
zas internacionales no convencía a nadie en el Río de la Plata. y de la creación de la Junta que presidía “a imitación de nuestros
No sólo eso: en una representación a la Junta de Sevilla, el ayun- nobles españoles”.112 El Cabildo de Montevideo, por su lado, tam-
tamiento de Buenos Aires informaba del tenor de la respuesta bién enviaba una misiva a Carlota, tan aduladora como ambigua
dirigida a los infantes y a tal efecto solicitaba el envío de armas en sus términos.
para enfrentar una eventual invasión.108 Las comunicaciones que A diferencia de las contundentes respuestas procedentes de
las demás corporaciones de la ciudad capital mantuvieron con la la capital virreinal, las que salían de la ciudad oriental dejaban
Corte bragantina siguieron las mismas líneas argumentales res- siempre una puerta abierta hacia las apetencias de la princesa, al
pecto a los juramentos contraídos con Fernando VII y la Junta guardar silencio sobre la cuestión del depósito y la obediencia a
Suprema de Sevilla, aunque con fórmulas menos comprometidas, las autoridades sustitutas de la península y al hacer hincapié en la
como fueron los casos del Real Consulado de Comercio, del Ca- defensa de la línea dinástica. Cada uno parecía jugar su propio
bildo Eclesiástico, del Obispo y de la Real Audiencia de Buenos juego en aras de ganar poder dentro del caótico cuadro que había
Aires.109 desatado la crisis. Tanto es así que el cabildo de Buenos Aires, a
Desde Montevideo, por su parte, el gobernador Francisco Javier medida que tensaba más sus relaciones con el virrey, morigeraba
de Elío le informaba al virrey haber recibido los manifiestos de el tono inicial con el que se había dirigido a la infanta, enviándole
agosto, y le expresaba su sorpresa –tanta que dudó de la autenti- presentes y cartas elogiosas en las que aprovechaba para repetir la
cidad de los documentos– por haber sido “honrado con tal alta demanda de Elío: proceder a la urgente “remoción” de Liniers.113
correspondencia”. En esta oportunidad, si bien le consultaba a Esta situación de enfrentamiento interno dentro del virreinato
su superior sobre cómo proceder con “una Princesa que aunque rioplatense fue utilizada por Carlota con miras a consolidar su
Infanta de España debe respetarse como Potentado Extranjero”, posición. Por un lado intervino activamente para que su marido
pocos días después las desavenencias entre Elío y Liniers se con- ordenase el retiro definitivo de Curado, instalado en Montevideo,
virtieron en conflicto abierto.110 El 21 de septiembre Elío lideró la de manera de despejar dudas sobre una potencial intervención
formación de la primera junta formada en Sudamérica, surgida portuguesa en la región. Por el otro se ofreció como mediadora
de un cabildo abierto celebrado en Montevideo, la que se declaró, en el conflicto y haciendo un llamado a ambos contendientes a
según mencioné, subalterna a la de Sevilla y a la vez autónoma deponer sus actitudes jugaba su carta más preciada: trasladarse
de las autoridades de Buenos Aires. La Junta ratificó el reclamo a Buenos Aires para ser coronada como regente y resolver así las
de Elío de que el virrey debía renunciar y se apoyaba entre otras disputas que venían desplegándose entre los distintos cuerpos y
razones en la sospecha de que, dado el origen francés de Liniers, autoridades coloniales desde tiempo atrás.114 Una carta que tam-
este estaba en connivencia con los Bonaparte. El 23 de septiem- bién hizo valer en el interior de la Corte de Braganza: apelando
bre, Elío contestó a Carlota Joaquina y sin mencionar la creación al fantasma de la anarquía, Carlota buscaba cerrar filas con su
de la Junta se expidió con suma cautela, cortesía y ambigüedad. marido (de quien requería el permiso para su traslado), neutra-
Luego de manifestar el honor de haber recibido sus manifiestos lizar así las oposiciones que presentaban a su plan algunos de los
destacaba que siempre sería fiel a “los legítimos descendientes de principales consejeros del príncipe regente y desplazar definiti-
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vamente el proyecto de De Souza Coutinho de enviar a su primo sevillano fue leído, muchas veces, en clave conspirativa. Sin des-
Pedro Carlos. cartar ninguna hipótesis es preciso considerar –en este caso como
En una misiva dirigida a Elío la princesa dejaba clara su posi- en muchos otros que participaron de los episodios aquí narra-
ción al ordenarle que “de hoy en adelante debes cortar toda co- dos– la situación de incertidumbre y confusión que generaba el
rrespondencia oficial (si acaso la tienes) con el enviado que remi- ya mencionado desfasaje entre los acontecimientos ocurridos y
tió este gobierno de Portugal, Don Joaquin Javier Curado, y con el retraso de las noticias. Las misiones políticas sometidas a de-
este mismo ministro de los negocios extranjeros Don Rodrigo de terminadas instrucciones otorgadas por autoridades superiores
Souza Coutinho, si acaso prosigue aún urdiendo sus intrigas, para buscaban muchas veces adaptarse a los cambiantes –y también
separar parte de esos dominios e incorporarlos a la Corona de sorpresivos– contextos en los que debían cumplirse. Los enviados
Portugal”.115 Carlota demostraba su voluntad de gestionar de ma- se vieron muchas veces obligados a improvisar, con la amenaza
nera independiente sus reclamos sin reparar en expresiones te- siempre latente de una acusación de infidelidad o de extralimi-
merarias respecto de la Corte a la cual pertenecía. Pero la media- tación, y la gestión de Goyeneche no fue una excepción a esta
ción ofrecida –vehiculizada por Sydney Smith–, lejos de aquietar frecuente práctica.
los ánimos y hacerle ganar adhesiones entre las autoridades, desa- El enviado de Sevilla –oriundo de Arequipa– zarpó de Cádiz el
tó la furia del virrey Liniers. Su reacción no tuvo contemplación 25 de junio, arribó a Montevideo el 19 de agosto y cruzó a Buenos
hacia la investidura real de Carlota, y en su respuesta de mediados Aires el 23 de ese mismo mes. Goyeneche era portador de cartas
de noviembre de 1808 le informó que la comparación entre Elío dirigidas al príncipe regente de Portugal y al infante Pedro Car-
y él era el “más alto agravio” que había recibido dada su dignidad los, no así a la princesa Carlota, y estaba instruido por la Junta a
de virrey y su estricto comportamiento apegado a las leyes.116 la que representaba de no tocar ningún puerto brasileño antes de
La princesa, no obstante, siguió insistiendo en concretar su via- entablar vínculo con Liniers. El hecho de que entre las cartas no
je al Río de la Plata. Las gestiones iniciadas por el enviado de la hubiese ninguna destinada a la infanta seguramente no es ajeno
Junta Suprema de Sevilla, apenas este arribó a Buenos Aires, esti- a la reacción que tuvo la junta sevillana frente al manifiesto de
mularon a la princesa y a sus agentes a continuar con sus planes y Murcia ya referida en el capítulo anterior. El rechazo por parte de
a desafiar la suerte que podía depararles la geografía americana. dicha Junta a poner en discusión la vigencia de la Ley Sálica y la
posibilidad de que el depósito de la soberanía recayera en Carlota
–como proponía el manifiesto de Floridablanca– explicaría que
las comunicaciones oficiales con Brasil evitaran a la hija mayor
la violenta reacción en el alto perú de Carlos IV. Goyeneche, según sus instrucciones, en caso de en-
contrarse con hostilidades en las fronteras por parte de la Corte
Las controversias historiográficas en torno a José Manuel de Goye- lusitana debía acordar con el virrey Liniers los medios de hacerles
neche son muchas y las dudas acerca de su adhesión al carlotismo llegar a los Braganza las noticias del cambio de alianzas.
un tema aún abierto. Estas dudas surgen de la ambigüedad de sus Pero lo que el enviado de Sevilla no esperaba encontrar eran
dichos y cursos de acción –según dan testimonio sus intercambios los pliegos reclamando la regencia desde Brasil. En ese inespera-
epistolares y ciertas gestiones que protagonizó desde su llegada a do escenario, el comisionado decidió enviar una misión a Río de
Buenos Aires hasta arribar a Perú– y de las acusaciones que reci- Janeiro a cargo del teniente de navío Eugenio Cortés (ya antes
bió de apoyar la regencia de la infanta por parte de algunos de sus despachado por la Junta de Sevilla a Chile y Perú con misión similar
contemporáneos. Sobre esta base, el comportamiento del agente a la de Goyeneche), quien iría acompañado por Manuel Cerdán.
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Los enviados permanecieron en Brasil durante dos semanas (del sus hermanos no están en situación de poder desmentir
7 al 23 de octubre), y allí se entrevistaron con la familia real y los documentos que pretenden establecer otra Dinas-
tuvieron varios encuentros con Carlota Joaquina y Sydney Smith. tía intrusa, y que el Comisionado de la Junta de Sevilla
En las instrucciones que Goyeneche le elevó a Cortés para su (deseando fijar la atención de la Señora Princesa sobre
misión a Río se estipulaba que, además de anunciar la causa co- la lealtad pronunciada por los habitantes de la Améri-
mún con Portugal, se debía comunicar “la firme resolución en ca Española) se confiesa autorizado por su misión, que
que se halla la nación de no reconocer más dinastía que la de abraza todo el Perú, a significar y comunicar todo lo que
Borbón ya sea en la persona de Fernando o en la de sus Sucesores observe a S.A.R.120
pero que aguardamos la noticia de nuestra Metrópoli”.117 La ex-
presión que indicaba reconocer a los sucesores de Fernando era Si Goyeneche había dejado espacio para que sus dichos pudieran
lo suficientemente imprecisa como para dejar abierta una puerta ser sometidos a diversas lecturas, Smith volvía a dejar correr su
a los infantes residentes en Brasil; y a pesar de que a continuación libre albedrío para interpretarlos de manera interesada y sin duda
se sometía el asunto a lo que definiera la metrópoli, Goyeneche excesiva. Así lo había hecho con las cartas de Castlereagh –toma-
no informó inmediatamente a la Junta de Sevilla de todo lo que das como “instrucciones”– que luego le valieron las reprimendas
estaba ocurriendo en lo relativo a la Corte lusitana. No lo hizo en por parte del gabinete británico, y así lo hacía ahora con las del
la carta que le dirigió a dicha Junta dos días antes de rubricar las comisionado de Sevilla. Pero como no interesa aquí medir cuán-
instrucciones citadas ni en la que emitió al día siguiente.118 Re- to se ajustaban los dichos de cada uno a sus instrucciones sino
cién lo hizo en una misiva posterior en la que daba cuenta, muy analizar las consecuencias que desataron en los cursos de acción,
lacónicamente, de la llegada a Buenos Aires de los manifiestos de resulta evidente que la lectura que hicieron Smith y Carlota de la
agosto. Allí Goyeneche parafraseaba su respuesta a la Corte de gestión de Goyeneche consolidó y estimuló el plan de traslado de
Brasil de manera selectiva al omitirle a la Junta que en ella admi- la infanta al Río de la Plata. Smith tenía claro que en esa coyuntu-
tía el reconocimiento de los sucesores de Fernando. No sólo eso, ra tan tormentosa, la lógica de los hechos consumados dictaba las
ahora enfatizaba que sus dichos habían sido los siguientes: “no políticas del momento. Por ello afirmaba que no podían dejar que
reconocemos más soberano ni soberanía que Fernando Séptimo “ganen la delantera” aquellos que podían pretender una “repúbli-
y nuestra Metrópoli la España de quien dependemos invariable- ca a guisa de monarquía en cuanto a la forma, en la ausencia del
mente”.119 Goyeneche modulaba sus expresiones frente a cada in- Rey nominal”, puesto que el riesgo era dejar en manos extrañas el
terlocutor y sin duda era consciente de que se había extralimitado “depósito” de la soberanía “con la exclusión de la sucesión real”.
en sus instrucciones puesto que guardaba silencio respecto de la Daba el ejemplo de la Junta de Montevideo recién conformada,
misión despachada a Río de Janeiro. a la que concebía como el germen de una “república monstruo-
¿Cómo fueron leídos los resultados de la misión Cortés-Cerdán sa”.121 Había pues que apurarse, obtener el permiso del príncipe y
por parte de Carlota y sus agentes más cercanos? En una carta de trasladarse lo antes posible a Buenos Aires.
Sydney Smith a la princesa, escrita al día siguiente de la llegada de Smith se valía así del comisionado de la Junta de Sevilla para
los comisionados, se revela un entusiasmo sin límites: avanzar, además, en el tema más espinoso: el del reconocimien-
to de la regencia tanto por parte de las autoridades peninsulares
el Comisionado de la Junta de Sevilla admite sin hesi- como de los americanos. El almirante inglés exploraba la opción
tación el derecho positivo de la Señora Princesa al tro- de una convocatoria a Cortes en América y las proyectaba en
no, luego de vuestros hermanos, y admite asimismo que Lima, aprovechando la misión de Goyeneche en ese destino. Para
92 candidata a la corona el depósito de la soberanía en disputa 93

ello había que preparar el terreno y enviar cartas rubricadas por de los acontecimientos fue también invocada en América para
la princesa a “cada uno en el mismo sentimiento” y especialmente plantear tanto esta como otras opciones. A pesar de la tranqui-
al enviado de la Junta sevillana. Smith, disculpándose de su “atre- lidad que Smith procuraba transmitir, aclarando que el plan no
vimiento” por pretender sugerir “ideas en una lengua que no es escondía pretensiones de las dos potencias aliadas de España, la
la mía” le daba la línea argumental a Carlota: convocatoria a Cortes en América era para muchos una hipótesis
intranquilizadora. Lo cierto es que, según se deduce de los poste-
Dándole a entender que su idea era y es, de que la junta riores intercambios epistolares entre Carlota, Smith, Goyeneche,
general en forma de cortes se assamblea (sic) en Lima, y Cortés y Cerdán, todos consideraron un “éxito” la misión enviada
enviándole aquella misma forma de convocatoria por su a Río de Janeiro.124 Así lo explicitaba el enviado de Sevilla al cele-
gobierno con deseo que el de su autoridad y de aquel del brar el elogio que había recibido de dicha misión por parte de la
consejo de Sevilla la publica y demostrando que siendo infanta y del almirante británico.125
invitado es el deseo y la intención de V.A.R. de encon- Mientras tanto, los manifiestos continuaban difundiéndose en
trarlas en su lugar propio y según sus derechos de sangre el interior del virreinato platense. Las autoridades de la provin-
como el primer móvil del estado y pronto en ejercer las cia de Paraguay acusaron recibo de haberlos recibido a fines de
veces del rey católico de consentimiento de la nación y noviembre de 1808 y repitieron la fórmula más utilizada por los
por consiguiente de renunciar y separarse de todo otro magistrados coloniales: manifestar el honor de haber recibido
gobierno sino en forma de aliada.122 comunicación por parte de la infanta y aclarar que ya se había
jurado fidelidad a Fernando VII y a la Junta Suprema de Sevilla.126
Si bien la princesa no simpatizaba con la opción de convocar Goyeneche, luego de abandonar Buenos Aires siguió viaje
Cortes ni ocultaba sus convicciones absolutistas y patrimonialistas a Chuquisaca, donde arribó el 11 de noviembre de 1808. Los
respecto de los dominios ultramarinos, era a la vez consciente de episodios ocurridos en el escenario altoperuano a partir de esa
que para imponer su regencia debía legitimarla apelando a ins- fecha son muy conocidos. Los especialistas en el área han des-
trumentos jurídicos que, aunque forzados, pudieran dotarla de tacado recientemente la estrecha vinculación existente entre la
una autoridad reconocida. La ya mencionada ambigüedad jurí- formación de juntas en las ciudades de La Plata y La Paz –en
dica americana brindaba ventajas y desventajas, según fueran los mayo y julio de 1809 respectivamente– y la llegada de los mani-
intereses de los grupos involucrados. La calidad de “accesorios” fiestos de la Corte lusitana conducidos por el representante pe-
que hasta ese momento conservaban los territorios ultramarinos ninsular.127 Pocos días después del arribo de Goyeneche a Chu-
les permitió a los defensores de la regencia de Carlota afirmar quisaca, los manifiestos llegaron directamente desde Brasil con
que, frente a la ausencia del rey, se había roto el vínculo que unía una nota del ministro Rodrigo de Souza Coutinho dirigida al
a América directamente a la Corona y que siendo aquella patri- cabildo de la ciudad. Fuera de Chuquisaca, los papeles bragan-
monio de esta correspondía a sus descendientes directos ejercer tinos fueron recibidos por los respectivos obispos y cabildos de
la autoridad provisoria; pero esa misma calidad complicaba la po- Santa Cruz de la Sierra y La Paz, intendente y cabildo de Potosí,
sibilidad de convocar Cortes para legitimar la figura del regen- y cabildo de Cochabamba.128
te. Las Indias no sólo no participaban de las Cortes peninsulares, En el Alto Perú los hechos se fueron precipitando de manera es-
sino que nunca habían tenido Cortes propias, aunque las antiguas calonada, precedidos por disputas entre los magistrados colonia-
leyes establecían que podrían convocarse en ellas si el rey lo es- les respecto de si debían someterse a la Junta de Sevilla según el
timaba conveniente.123 No obstante, la dimensión extraordinaria mandato de Buenos Aires. En ese conflictivo contexto, el enviado
94 candidata a la corona el depósito de la soberanía en disputa 95

de la Junta de Sevilla entregó los manifiestos y las cartas de Carlota do a su independencia los derechos que pretendiese,
Joaquina a las autoridades locales. Mientras la Audiencia mantuvo correspondería en el caso con arreglo a nuestras leyes
la postura de desatender el asunto, el presidente del tribunal, Ra- fundamentales.129
món García de León y Pizarro, y el arzobispo, Benito de María y
Francolí Moxó, se mostraron proclives a considerarlo. Aunque las El documento citaba el acta expedida por la universidad en la que
misivas enviadas por Pizarro y Moxó a la princesa no expresan una se condenaba a los manifiestos por “descubrir el veneno que con-
adhesión explícita al proyecto, sino más bien el reconocimiento tienen” y continuaba acusando a Goyeneche de llevar adelante el
y la deferencia hacia su linaje, los oidores consideraron un acto plan carlotista, al arzobispo, presidente y virrey de haberle dado
indigno el que dichos magistrados mantuvieran correspondencia lugar al enviado de la Junta de Sevilla, y al cabildo de Charcas de
con una Corte extranjera. Las tensiones se agravaron cuando el simpatizar con la propuesta. En este punto, el fiscal se refería al
claustro universitario, también destinatario de los pliegos, se expi- reclamo de la infanta “en calidad de depósito” como un “artificio-
dió en un documento conocido como el “Acta de los Doctores” en so lenguaje” que “supone la soberanía sin ejercicio” y le imputaba
la que no sólo rechazaban las proposiciones de los infantes sino al ayuntamiento de la capital de la Audiencia que reconociendo
que se le negaba a la Corte bragantina todo derecho a enviar plie- “la soberanía en propiedad, por decirlo así, del Señor Don Fer-
gos a las autoridades españolas en América. Enterado Liniers del nando VII no repugnaba el gobierno provisorio, y depósito de la
contenido del Acta, envió orden a Pizarro de que fuera “testada” Señora Doña Carlota, o de sus emisarios”.130
(declarada inexistente), generándose así un conflicto de mayores Las hostilidades desembocaron en la creación de una junta en
dimensiones. Los oidores acusaron a su presidente, al arzobispo la ciudad de Chuquisaca el 25 de mayo de 1809, formada por los
y al mismo virrey de actuar en connivencia con la Corte lusitana y miembros de la Audiencia. Dicha Junta destituyó al presidente Pi-
de proyectar la entrega de los dominios de ultramar a la Corona zarro, reasumió el depósito de la soberanía, se declaró autónoma
portuguesa. del virrey de Buenos Aires y buscó convertirse en la única instancia
El extenso informe reservado del fiscal de la audiencia de legítima de poder para gobernar Charcas a partir de una jerarquiza-
Charcas, fechado el 6 de marzo de 1809, dejaba expresas las ra- da red de juntas provinciales instaladas en las principales ciudades
zones que llevaron al alto tribunal a declarar las hostilidades. de la jurisdicción de la audiencia.131 Estos episodios se continuaron
Allí se denunciaba la divulgación de los manifiestos de agosto, se en la ciudad de La Paz con la formación de la Junta Tuitiva, donde
describía la “justa indignación” que provocaron, se los calificaba también incidió el plan de regencia; allí, el intendente, el obispo
de “equívocos y seductivos” y se señalaba que el objetivo era se- y otras autoridades fueron acusados de estar confabulados con
parar “estas colonias […] de su constante unión a la metrópoli”. Pizarro y Moxó en el plan carlotista. Los impresos que circularon
El estatus jurídico de “colonia” era reafirmado por el fiscal con en aquellos meses dan cuenta de las distintas posiciones enfren-
el fin de negar a los americanos toda comunicación oficial con tadas y del agitado clima vivido. En ellos, además de exhibirse las
otra potencia: intrigas, sospechas y disputas cruzadas, se expresa una total coin-
cidencia: todos le atribuyeron a la cuestión carlotista ser la causa
Porque reconociendo nuestro sistema colonial, tan se- de los disturbios.132
mejante al suyo en este punto [al portugués], no podía La represión militar y judicial de las juntas altoperuanas por par-
ocultarse a la cultura, y perspicacia de su gobierno, que te de las cabeceras virreinales del Río de La Plata y Perú terminó
la buena correspondencia exigía dirigirse derechamen- con el conflicto. Pero cuando los agentes de Carlota tuvieron noti-
te a la Metrópoli a exponer con el miramiento debi- cias de los hechos ocurridos en Charcas, la estrategia de estos fue
96 candidata a la corona el depósito de la soberanía en disputa 97

la misma que adoptaron unos meses antes frente a las gestiones de que en tal caso los asistía. Y si los hechos hasta aquí analizados
Goyeneche y Cortés: acelerar el plan de traslado y la coronación de expresan el generalizado rechazo de los magistrados coloniales a
la princesa como regente en la capital del virreinato platense. Así se aceptar que el depósito quedara en manos de la hermana mayor
lo indicaba uno de sus más conspicuos representantes en Buenos de Fernando VII, a la vez ilustran algunos de los argumentos plan-
Aires, Felipe Contucci: “Este es un comprobante de lo ya manifes- teados al comienzo. A saber, que los planes carlotistas, aun cuan-
tado a V.A.R. […] y que exige la pronta decisión de V.A.R para do no tuvieron apoyos suficientes para imponerse, ejercieron en
realizar su venida, como lo desean sus fieles vasallos, previendo algunas regiones una fuerza disruptiva capaz de desestabilizar las
que a no ser así, no se podrán remediar los males que por otras cadenas de mando del orden colonial –como en el Alto Perú–
iguales convulsiones, a imitación de esa respetable ciudad, van a o de incidir en los cambiantes alineamientos facciosos entre los
suceder”.133 cuerpos coloniales y los grupos criollos, como ocurrió en Buenos
Las reacciones en el Alto Perú fueron, sin duda, las más virulen- Aires y Montevideo.
tas que se registraron en América frente a los manifiestos de agos-
to. No obstante es preciso señalar que la propuesta de regencia
carlotina no fue tanto la causa de los disturbios sino la mecha que
encendió una llama que venía incubándose desde hacía tiempo. entre el rechazo y la indiferencia
Esa llama, lejos de expresar un preconcebido plan de indepen-
dencia de la metrópoli –como habitualmente interpretó la his- En el resto de Hispanoamérica, el impacto del proyecto de re-
toriografía tradicional– dejó fluir tensiones y conflictos latentes gencia de la infanta fue más débil, especialmente en las regiones
dentro del orden colonial que hicieron eclosión en el marco de la más alejadas del escenario fronterizo con el imperio portugués. Si
crisis de acefalía. En este sentido, Marta Irurozqui ha demostrado repasamos la recepción que tuvo en Chile y Perú, podemos adver-
que los altoperuanos no encontraron en estos episodios la opor- tir las diferencias con los casos anteriores como asimismo las que
tunidad de independizarse de la Corona sino las circunstancias exhibieron entre sí las autoridades de ambas jurisdicciones. Tanto
propicias para reafirmar autonomías regionales, adquirir centra- en Santiago como en Lima los manifiestos se difundieron por la
lidad gubernamental y “resolver su ‘inmerecida’ dependencia del vía de Federico Dowling, un mercante inglés convertido ocasio-
virreinato del Río de la Plata”, según expresaban muchos de los nalmente en correo del gabinete bragantino, pero aparentemen-
documentos emitidos en aquellos días.134 te más dispuesto a abrir el tráfico comercial británico en aquellos
Ahora bien, lo que el caso altoperuano pone de relieve es que, puertos del Pacífico que a comprometerse con la empresa.
dentro de la común matriz fidelista y de defensa de la monarquía A mediados de noviembre de 1808 las autoridades chilenas
católica, algunos de los movimientos y conflictos suscitados entre recibieron solemnemente a Dowling y los pliegos fueron reparti-
1808 y 1810 en América estuvieron impactados por la presencia dos entre el capitán general, la audiencia, el cabildo de Santiago
y accionar de la infanta borbónica y sus seguidores. En Charcas, y el administrador de correos. Según le informaba el mercante
además, el gesto de reasumir el depósito de la soberanía (un paso inglés a Sidney Smith, la amabilidad y deferencia con que se ha-
que no había dado la Junta de Montevideo aunque ambas se de- bló de Carlota Joaquina en la capital chilena no implicó que se
clararon autónomas de su capital virreinal) se fundaba, en gran diera curso al proyecto. Dowling hacía referencia a que en San-
parte, en el argumento invocado por las juntas peninsulares al tiago se habían recibido cartas de Cádiz en las que se informa-
alegar la amenaza directa de una potencia extranjera –que en ba que el “Conde de Floridablanca instaba que todas las juntas
este caso no era Francia sino Portugal– y el derecho de resistencia provinciales se reuniesen en una sola Junta Central en Madrid
98 candidata a la corona el depósito de la soberanía en disputa 99

presidida por una Regencia de persona real y que se nombrase estuvo además abonado por un episodio que tensó más las rela-
a esta Regencia a Da. Carlota o bien al príncipe heredero de ciones, al serle entregada al virrey una carta de Sydney Smith en
Nápoles”, y continuaba afirmando que si la princesa “fuese lla- la que solicitaba autorización para extender allí el comercio con
mada por los españoles de la península se podrá contar con el Inglaterra. Dowling, antes de su partida, se dispuso a insistir en
obsequio y lealtad de los chilenos”.135 Según este testimonio, que sus reclamos y para ello tomó contacto con la audiencia de Lima,
revela el conocimiento que habían tomado en Santiago del ya la cual instó al virrey a tomar conocimiento de los impresos y pla-
citado manifiesto de Murcia de Floridablanca, es difícil evaluar nes que llegaban desde Río de Janeiro. El virrey, apelando a sus
si los dichos de Dowling se basaban en posiciones expuestas por privilegios de ser juez privativo de extranjeros, les negó a los oi-
las autoridades o si eran reflexiones personales inducidas por dores la documentación, dejando en evidencia las tensiones que
la lectura de los impresos gaditanos. Pero lo que sí dejaba claro existían entre ambas autoridades virreinales. Si bien el hecho no
a su interlocutor era que la última palabra la tendrían allí las desencadenó las disputas suscitadas en Charcas, mostraba a su vez
autoridades de la península, y que sólo a ellas responderían el la cuña conflictiva que, en cada caso, introducían los pliegos de
capitán general y la audiencia en aquellas circunstancias. Es más, Carlota dentro del orden colonial.
el enviado se atrevía a vaticinar algo que efectivamente ocurrió: En marzo de 1809, cuando arribó José Manuel Goyeneche a
“contemplo que a corta diferencia será la respuesta la misma Lima, las relaciones entabladas con Abascal fueron fluidas desde
de los otros reinos de América”.136 Lo cierto es que a este pri- el comienzo. El virrey minimizó los contactos del enviado de Se-
mer avance le siguieron luego otros a través de la correspon- villa con Carlota Joaquina y de allí en más, como afirma Víctor
dencia intercambiada entre la infanta y diversas autoridades y Peralta Ruiz, lo que predominó entre ambos fue la comunión de
personajes notables de Chile.137 De estos intercambios –en los intereses.141 De igual manera, los vínculos de Abascal con Liniers
que predomina el respeto y la amable ambigüedad en los dichos fueron fundamentales para que el primero estuviese al tanto del
por parte de los interlocutores chilenos de Carlota– se puede derrotero de los proyectos carlotinos. El virrey peruano se con-
deducir que el proyecto de regencia no incidió allí con la misma virtió así en uno de los más fuertes opositores y detractores de
potencia que entre sus vecinos, aunque algunos historiadores la infanta en tierras americanas, como revelan sus intercambios
señalan la existencia de grupos carlotistas y anticarlotistas den- oficiosos con la Junta Central, a la que el 15 de julio de 1809
tro del disputado escenario político que había abierto la crisis le informaba haber cumplido con su orden reservada de preca-
monárquica en la capitanía más austral del imperio.138 verse de la Corte de Braganza contra los derechos de Fernando
En Perú, en cambio, el virrey Abascal no mostró igual cortesía VII.142 Casualmente, con igual fecha que la misiva recién citada,
que los chilenos. Erigiéndose en el principal bastión y más eficaz la princesa hacía su propio descargo en contra de Abascal en
propagandista del fidelismo fernandino en la América del Sud, una carta enviada también a la Junta Central. En ella la ponía al
Abascal se comportó en consecuencia cuando se enteró del arribo tanto de “ser irregular la conducta de dicho Virrey”, lo acusaba
de Dowling al puerto de El Callao en diciembre de 1808 (un mes de “tener inteligencia” con permisos y prebendas otorgados en
antes de tener noticias de la creación de la Junta Central).139 Ya su momento por el odiado Manuel Godoy, denunciaba la “negli-
advertido de los planes carlotistas –según consta en su relación de gencia” con la que manejaba los asuntos de su ministerio y pedía
gobierno, donde el virrey recordaba que, antes de la llegada del que el virrey “fuese relevado de su empleo”.143 Si bien la Junta
mercante inglés, Lima se había “inundado de los papeles de Car- estaba muy lejos de contemplar los pedidos de la infanta, lo que
lota”–, Abascal rechazó de plano las proposiciones bragantinas interesa destacar ahora es que en Lima, aunque la propuesta de
y dispuso la inmediata salida del navío británico.140 Tal rechazo regencia había sido rechazada de plano (replicándose esta reac-
100 candidata a la corona el depósito de la soberanía en disputa 101

ción en la Audiencia de Cuzco), la repercusión del carlotismo Ahora que, con ocasión del silencio que se guardó y juró
tuvo allí cierta presencia, según afirma Armando Nieto Vélez, guardar al publicar las renuncias de Bayona, se suscitaron
autor que se ha ocupado del tema para el caso peruano.144 Los mil hablillas y presunciones, propuse en el Acuerdo del
intercambios epistolares de la princesa con personajes notables 21 de julio [al que por primera vez fuimos citados los al-
de la región así lo demuestran como también la existencia en caldes de Corte], que, por todas vías, se llamase al infan-
Lima de un grupo constitucionalista fiel a la Corona pero parti- te don Pedro que gobernase como Regente para reunir
dario de Carlota en los años en los que se desarrolló la labor de la opinión y evitar el germen de divisiones. Pero como
las Cortes de Cádiz.145 nadie siguió mi propuesta, por haber dicho el decano
Hasta donde tenemos conocimiento, en Quito, donde también [Carvajal] que su excelencia no soltaría prendas […]149
existía un sentimiento antiportugués por el avance lusitano sobre
la boya amazónica, la llegada de los pliegos carlotinos no tuvo De estos datos, Azevedo infiere conclusiones equivocadas al sos-
eco. La audiencia se expidió en el vocabulario fidelista habitual tener que esos testimonios probarían que “gente importante de
y ninguna incidencia ejerció en el movimiento juntista quiteño México” habría tomado en consideración la difusión de los planes
de agosto de 1809.146 Similar indiferencia parece registrarse en y manifiestos carlotistas y la opción de coronar a su primo Pedro
la capitanía general de Venezuela, en Cuba y en el virreinato de Carlos. Las conclusiones son equivocadas porque dichos mani-
Nueva Granada.147 En este último caso, las autoridades celebraron fiestos se elaboraron a posteriori, en el mes de agosto, y porque
una Junta en Santa Fe de Bogotá donde acusaron recibo de los sabemos –según las fuentes disponibles– que los primeros pliegos
manifiestos, los cuales fueron al parecer ocultados, según la de- de la infanta arribaron a Veracruz recién el 13 de marzo de 1809
nuncia que hicieron luego Camilo Torres y Frutos Gutiérrez en procedentes de Jamaica, y que una vez en manos del virrey Pedro
la “Exposición Justificativa sobre la Constitución de la Junta del Garibay se decidió en real acuerdo mantenerlos en el mayor se-
Reino de Nueva Granada” en septiembre de 1810.148 creto y contestarlo con fórmulas de cortesía:
En Nueva España, el carlotismo tampoco parece haber tenido
presencia en esta primera etapa. No obstante, es oportuno llamar En tales circunstancias reconocerá V.A.S. que esta colo-
la atención sobre un dato. En ciudad de México, en medio del nia y todas las demás de la América siguen y deben se-
confuso clima creado en el mes de julio de 1808 por la llegada guir ciegamente la ley de la Metrópoli; y que ínterin esta
de las noticias de la península, la alternativa de una regencia en subsista bajo aquellos principios, no pueden ni deben
América encarnada por un infante ligado a la casa de Borbón y entrar deliberaciones que alteren el sistema establecido,
Braganza habría sido al menos mencionada en dos ocasiones, se- ni admitir ninguna otra autoridad, por elevada que sea,
gún el estudio de Edberto Azevedo. La primera mención se le que no dimane de aquel sagrado depósito, que ha solem-
atribuye al fiscal en lo criminal, Robledo, cuando en la junta de nizado la Nación toda.
oidores y fiscales convocada el 15 de julio por el virrey Iturrigaray, Este inalterable sistema nos obliga igualmente a no ha-
luego de sostener la nulidad de las abdicaciones de Bayona, aquel cer uso de las proclamas, que se sirve V.A.S. dirigirnos
habría postulado que le parecía conveniente “llamar a los ingleses para su publicación; reduciendo en esta parte nuestra
y que llevasen allí al infante Don Pedro”. La segunda mención co- obligación y respeto a reservarlas en el secreto de este tri-
rresponde a Jacobo de Villa Urrutia, quien en sus Apuntes históricos bunal para que en todo tiempo puedan obrar los efectos,
afirmaba lo siguiente: que haya lugar en derecho.150
102 candidata a la corona el depósito de la soberanía en disputa 103

Ahora bien, si dejamos de lado los equívocos historiográficos y un momento en lo que debía hacer” y, admitiendo “el acierto de su
damos crédito a los testimonios que mencionan las intervencio- respetuosa conducta”, manifestaban su obediencia a la Junta Cen-
nes del fiscal Robledo y de Villa Urrutia, se derivan de ellas dos tral a la que habían reconocido solemnemente. Destacaban, ade-
cuestiones relevantes. La primera es que dicha mención, al ser más, al final del documento, que de dicha Junta habían recibido “la
anterior a la difusión de los manifiestos bragantinos, revela que real orden del 22 de enero último en que V.M declara a Guatemala
se habría tratado de una iniciativa autónoma y que la alternativa la merced de remitir Diputado Vocal a su soberano Congreso”.152
de una salida legitimista y dinástica en sede americana, aunque Hasta aquí las respuestas emitidas por las autoridades colonia-
en este caso absolutamente aislada y minoritaria, hacía parte del les fueron todas de rechazo a los planes nacidos en Río de Janei-
repertorio de respuestas jurídicas posibles en el marco de la cri- ro. Con diversas alternativas y tonos, esas respuestas demostraban,
sis. La segunda es que si la propuesta quedó en tal aislamiento por un lado, que la competencia por el depósito de la soberanía
fue porque los conocidos episodios que protagonizó la ciudad de se dirimió en América en similares términos a los de la península,
México entre julio y septiembre de 1808 demostraron que dicho aunque las opciones en juego –juntismo o regencia– se encarna-
repertorio se estrechó muy rápidamente a las dos posiciones que ran en actores y contextos muy diversos; por el otro, que esa ma-
luego dividieron a los americanos: la asumida por el ayuntamien- triz común estuvo atravesada por la omnipresente cuestión de la
to de formar una junta y la encarnada por la audiencia que re- autonomía. Esta última se manifestó en muy diversos escenarios.
chazó tal alternativa afirmando que América era una “verdadera En lo que a nuestro tema compete es oportuno subrayar que si
colonia de nuestra antigua España”. Pero en ese vertiginoso es- en España fueron las juntas de ciudades las que no estuvieron
trechamiento no faltaron en el debate argumentos jurídicos que dispuestas a ceder el terreno ganado frente al Consejo de Casti-
habrían podido adaptarse a la opción de una regencia en línea lla y altos mandos del ejército que propugnaban una regencia,
dinástica directa; entre ellos figura el ya mencionado y destacado por cuanto esta habría cercenado los derechos adquiridos por los
por Carlos Garriga que invocó el cabildo de México –en pos de pueblos en nombre de la retroversión de la soberanía, en América
avalar una salida juntista– al definir la situación como “interregno fueron las autoridades coloniales las que no quisieron renunciar
extraordinario” y prever el nombramiento de “guardadores del a ser las principales cabezas del gobierno de las posesiones ultra-
rey niño” según la Ley de Partidas (Partida 2º Título 15 Ley 3º).151 marinas. La obediencia jurada a los depositarios de la soberanía
La lógica política –en este caso, la política de la fuerza– se impuso, del monarca en España les permitía conservar todo su poder y
sin embargo, para mantener intacto el orden colonial. autonomía para seguir siendo así –sin estar mediatizadas por una
Carlota Joaquina, enterada de estos episodios –y a pesar de la regencia dinástica– el único vínculo institucional con la penín-
confesión del real acuerdo de que no se harían públicos en Nueva sula. Sólo que esa autonomía ganada por los magistrados ame-
España sus manifiestos–, le envió una misiva al virrey Garibay felici- ricanos se expresó también en disputas internas –virreyes versus
tándolo por haber puesto orden en su jurisdicción en defensa de la audiencias, cabildos versus virreyes, ciudades subalternas versus
soberanía española. Esta carta fue contestada con cortesía y agrade- cabeceras– dentro del gran paraguas del fidelismo fernandino. El
cimiento por el nuevo virrey, Francisco Javier Lizana y Beaumont, carlotismo operó en algunas de estas disputas como disparador
en marzo de 1810. La misma cortesía exhibió la respuesta del ca- o catalizador de tensiones preexistentes sin poder capitalizarlas
bildo de Guatemala, en la que se detallaban las deliberaciones que en beneficio propio. Y cuando comience a gestionar su reconoci-
habían promovido en su seno los manifiestos bragantinos llegados miento en la península, no correría mejor suerte.
por conducto del gobernador de la provincia. En la extensa acta
que emitieron los capitulares se afirmaba que “el cabildo no dudó
4. Las dos máscaras de la monarquía

El rechazo que recibieron los planes carlotistas entre las


autoridades coloniales y metropolitanas contrasta con el apoyo
otorgado por parte de algunos personajes criollos de Buenos Ai-
res y de ciertos grupos que se encontraban en el área de influencia
platense. A raíz de tales apoyos, como asimismo de otros aspectos
amenazantes que despertaban los proyectos de la infanta, muchos
contemporáneos les imputaron a estos el propósito de encubrir,
bajo el lenguaje dinástico, planes independentistas.
La historiografía que tradicionalmente abordó el tema también
abonó a construir versiones conspirativas y mitos revolucionarios
preconcebidos. En el caso de la historiografía argentina la ten-
dencia fue aún más marcada. La figura invocada para explicar las
adhesiones cosechadas entre algunos criollos porteños fue la de la
“máscara”. Así, la clásica invocación de la “máscara de Fernando
VII” –imagen utilizada para indicar supuestos proyectos indepen-
dentistas “encubiertos” bajo el juramento de fidelidad al rey–210
encontró su correlato en la máscara de su hermana Carlota Joa-
quina, en la que se habrían ocultado los “verdaderos” objetivos de
quienes adhirieron sin cortapisas a sus planes. Una de las versio-
nes más recientes de esta imagen es la que ofrece Carlos Segreti
cuando describe la reacción de los grupos porteños procarlotistas
frente a los manifiestos de agosto de 1808:

Y he aquí que un grupo activo de sus hijos [de Buenos


Aires] entiende que se le ha presentado la oportunidad
para lograr los objetivos sobre los que, desde hace tiem-
po, vienen madurando silenciosa pero persistentemen-
te. Me refiero a los hombres que meditan sobre la posibi-
134 candidata a la corona las dos máscaras de la monarquía 135

lidad de alcanzar la independencia de España, cansados bre las lecturas que mereció el carlotismo en aquellas particulares
de un régimen colonial que se les hace poco menos que circunstancias. El autor destaca que los primeros usos de la voz
insoportable.211 castellana “independencia”en “sentido vagamente político” datan
del siglo XVII y hacían referencia a cierto grado de autonomía
El autor continúa su interpretación de los hechos afirmando que jurisdiccional de un cuerpo político en relación con otros.213 En
es una “realidad bien concreta e indiscutible” que aquellos hom- el marco de las monarquías compuestas, tal como las definió John
bres estaban trabajando sobre “la posibilidad que Carlota Joaqui- Elliot, el poder de un mismo soberano (príncipe, rey, monarca o
na o Pedro Carlos queden al frente de la monarquía americana emperador) coexistía con una pluralidad de unidades territoria-
independiente” y que “el uso de la máscara de la monarquía tuvo su les y jurisdicciones que guardaban celosamente su estatus inde-
primera caracterización como la de Carlota Joaquina y aun la de pendiente.214 Durante gran parte del siglo XVIII el término se si-
Pedro Carlos”.212 guió utilizando para dirimir cuestiones dinásticas entre príncipes
Esta versión, que buscó justificar ex post el dato inocultable de y jurisdicciones y así lo hizo la propia Carlota Joaquina en varias
que algunos de los supuestos precursores de la independencia ar- ocasiones durante sus atribuladas tratativas. En la carta dirigida al
gentina que figuran en el panteón de héroes de la patria habían príncipe regente de Inglaterra, en la que procuraba desalentar la
estado trabajando activamente en la coronación de Carlota como hipótesis de la unión de las dos coronas ibéricas en una misma ca-
regente de América antes de 1810, obturó por mucho tiempo beza (esto es, en una suerte de monarquía compuesta) la infanta
la exploración en torno a la variedad de opciones que en aquel aclaraba que en “en caso de que se verifique mi ascensión al trono
momento se abrían alrededor de la regencia. En este sentido, las de España” la pretensión era “que se mantenga absolutamente in-
nuevas preguntas que sobre las revoluciones de independencia dependiente, en la misma forma y manera que se ha mantenido el
ha dejado planteadas la historiografía especializada abren un ho- reino de Nápoles por el Tratado de Utrecht”.215
rizonte diferente para analizar nuestro tema. Si observamos con Pero, a su vez, a fines del siglo XVIII había irrumpido la nove-
atención los testimonios de los contemporáneos descubriremos dad a la que se hizo mención más arriba: el lenguaje de la inde-
que estos percibieron la amenaza de independencia a través de pendencia comenzó a ser utilizado para describir las relaciones
distintas variantes. Las salidas de corte dinástico figuraban dentro entre estados soberanos. El acta de nacimiento de esta torción se-
de la lista de opciones independentistas y esto fue así porque el mántica fue la declaración de independencia de los Estados Uni-
vocablo al que muchos apelaron para acusar a la princesa y a sus dos de América del 4 de julio de 1776. David Armitage ha puesto
aliados ocasionales fue objeto de diversos significados en aque- de relieve que dicha declaración dotó de un nuevo significado
lla época. Estos significados dependían tanto de los actores que al vocablo “independencia” entendiéndose ahora como atributo
acuñaran el término como del contexto en el que fuera utilizado, determinante de un estado o nación entre otros estados y nacio-
y no estaba exento –como tantos otros– de un uso político e ins- nes.216 Fue recién allí cuando el concepto comenzó a ser usado
trumental a la hora de descalificar a un adversario dentro de un en los escritos jurídico-políticos con el significado que tiene hasta
campo de fuerzas y alternativas muy disputadas. hoy, marcando la transición entre el viejo derecho natural y de
Los diferentes sentidos que la voz “independencia” fue adoptan- gentes y el moderno derecho internacional público. José Carlos
do en esos años derivaban de lo novedoso que resultaba su uso en Chiaramonte ha destacado, en este sentido, el papel fundamental
clave política. Javier Fernández Sebastián ha llamado la atención que el derecho natural y de gentes desempeñó en las revoluciones
sobre esta novedad y sus análisis realizados desde el campo de la hispanoamericanas y el peso que asumió el principio del consen-
historia conceptual pueden iluminar aspectos fundamentales so- timiento en las independencias, las cuales no se redujeron a las
136 candidata a la corona las dos máscaras de la monarquía 137

declaradas frente a la metrópoli sino que involucraron a un con- nos o provincias, al proceso de redefinición del carácter compues-
junto muy variado de jurisdicciones político-territoriales.217 to de la monarquía, o a la disputa entre los cuerpos que buscaban
Ahora bien, a principios del siglo XIX la asociación del con- emanciparse de sus antiguos centros de poder territorial.221
cepto de independencia con el principio de autodeterminación En el marco de esa torre de Babel es preciso interrogarse sobre
fundado en la soberanía popular seguía siendo circunstancial. De cuáles fueron los diversos sentidos que los actores de la época le
hecho, las doctrinas de reconocimiento de una comunidad polí- atribuyeron a los términos aquí aludidos cuando los aplicaron a
tica atañían sobre todo a asuntos de sucesión dinástica, y el surgi- los planes carlotistas. Someter a revisión las versiones historiográ-
miento de estados independientes asociados al conocido lenguaje ficas que apelaron –implícita o explícitamente– al recurso de la
de la soberanía era por cierto muy nuevo: la firma del Tratado de “máscara” es, pues, imprescindible a la hora de analizar los apoyos
París de 1783, en el que Gran Bretaña reconoció que “los Esta- que recibió la regencia en la capital del virreinato del Río de la
dos Unidos […] son Estados libres, soberanos e independientes”, Plata entre 1808 y 1810.
abría un camino desconocido hasta entonces.218
El uso del vocablo en cuestión se hizo cada vez más frecuen-
te en el mundo hispánico a partir de 1808 y estuvo inmerso –al
igual que el término “revolución”– en un contexto semántico muy buenos aires, el “ángel tutelar del imperio español”
móvil y polisémico.219 Fue utilizado por las juntas de España que
proclamaron la “independencia nacional” frente a la invasión ex- ¿Quiénes fueron los personajes que adhirieron a la alternativa de
tranjera y luego por la Constitución de Cádiz que declaró en su una regencia americana? ¿Cuáles fueron sus móviles? ¿Qué argu-
artículo 2º que “la nación española es libre e independiente” y mentos invocaron para expresar su apoyo? Para comenzar es opor-
que no “es patrimonio de ninguna familia ni persona”.220 Fue a su tuno detenernos en la última de las preguntas y aclarar de entrada
vez invocado por quienes postulaban –o eran acusados de defen- que en el registro argumental se replica aquí lo ya mencionado
der– alternativas autonomistas dentro del orden monárquico sin para otros escenarios: el carácter extraordinario de la situación
por ello tener pretensiones de declarar una independencia abso- puso en movimiento el repertorio de ideas, lenguajes, leyes y prác-
luta y comenzaba tímidamente a asumir este último sentido para ticas disponibles para dar lugar a propuestas que seleccionaban,
ciertos grupos o personajes, muy minoritarios todavía en 1810. En combinaban e incluso forzaban respuestas dentro de la cultura ju-
este punto es oportuno aclarar que la historiografía utiliza actual- rídica hispana misma según fueran las aspiraciones políticas que
mente la voz “autonomía” para referir a proyectos de diverso tipo encarnaban los actores. Una primera muestra de estas combina-
que buscaron alcanzar el autogobierno en América, pero siempre ciones la exhibe un impreso anónimo que circuló en el Río de la
dentro de la monarquía, para distinguirlos de aquellos que adop- Plata en aquellos días. Si bien el documento no está fechado, de
taron para la voz “independencia” el significado inaugurado con acuerdo con algunos detalles que proporciona se puede datar en-
la revolución norteamericana. Los contemporáneos, sin embargo, tre septiembre y octubre de 1808; es decir, con posterioridad a los
utilizaron indistintamente este último vocablo para aludir a unos manifiestos de agosto de la Corte de Braganza y anterior al arribo
u otros planes y por esta razón el concepto de autonomía pue- de la noticia de la formación de la Junta Central.
de también ser equívoco habida cuenta de que con él se alude a El texto planteaba algunos de los temas más candentes que es-
procesos de distinta naturaleza que es preciso diferenciar en cada tuvieron presentes a ambos lados del Atlántico. El primero era el
caso. Para la época que estamos tratando el vocablo puede remitir debate en torno al legítimo depósito de la soberanía vacante:
al principio de reconocimiento de igualdad de derechos entre rei-
138 candidata a la corona las dos máscaras de la monarquía 139

La Junta de Sevilla […] es la que manda a nombre de en los manifiestos de agosto. Así, frente a la opción de una inde-
Fernando VII y se ha hecho depositaria de su autoridad. pendencia de hecho atada a la suerte de la guerra contra Francia,
Pero los Pueblos han empezado a dudar del derecho la salida que proponía el documento era americanizar el Imperio. La
que ella puede tener para gobernarnos. Unos hombres, solución que había encontrado el gobierno portugués con el tras-
dicen, sin representación nacional han tomado el nom- lado de su sede metropolitana a Río de Janeiro podía ser imitada
bre del Rey, y convocado a sus hermanos para defender- por España –aprovechando la presencia en América del linaje real
lo. Pero aunque este heroico empeño los haga dignos borbónico– si se quería evitar el potencial desmembramiento de
de nuestra imitación y respeto, no puede conferirles la “sus Colonias”:
soberana autoridad; en este caso reside sólo en la Nación
juntar Cortes, que deben componerse de los Diputados En el caso (que Dios no permita) de que los Españo-
de todos los reinos, de los Grandes, y de los Prelados, o les tengan que ceder en Europa a la fuerza superior del
en los sujetos que esta señala para regir el Gobierno. No Tirano, cuántas desgracias no evitaremos con esta sola
sólo no se han celebrado Cortes en España, pero se han resolución; consolidado nuestro Gobierno permanecerá
convocado en Bayona para donde marchaban ya dos Di- en América el Imperio Español a pesar de los esfuerzos
putados. Se añade a esto que varias provincias de España de nuestros Enemigos.225
han formado sus Juntas Gubernativas, las que aunque de
acuerdo con la de Sevilla, no nos consta que hayan reco- A partir de la premisa de que América “existió unida a la Madre
nocido la supremacía.222 Patria por la autoridad sola de sus Reyes, que habiendo dejado
esta de ser, se cortó el vínculo que las unía”, el impreso argumen-
La descripción no podía ser más certera del clima vivido en la taba que frente a la presencia de un príncipe capaz de reunir
península. Además de expresar la disputa en torno al depósito de como “depositario legítimo” en una sola autoridad a todos los do-
la soberanía, el anónimo señalaba el gesto de Bonaparte de ade- minios americanos, patrimonio de los soberanos, “no puede sufrir
lantarse a la convocatoria a Cortes mientras España se dividía en de la dudosa autoridad de la junta”. Así, el documento anónimo
diversas juntas federalizando el reclamo y ejercicio de la tutela de exploraba los intersticios jurídicos de las Indias para dejar asen-
aquella. No sólo eso; afirmaba que dicha federalización ya podía tadas las razones por las cuales América no estaba obligada a re-
advertirse en América citando el caso de la Junta de Montevideo: conocer a las juntas de la península y era libre de “establecer otra
“Cada provincia se cree ya en cierto modo independiente de la Capital junta igual, o en reconocer Príncipe por Cabeza de sus Pueblos en
del Virreinato […] Montevideo ha dado el primer ejemplo; Cór- calidad de Regente”.226
doba va a seguirla, y a esta las demás ciudades de todo el Perú”.223 Y llegado a este punto, el impreso admitía que para que el re-
La mención a un tipo de independencia intracolonial –que alu- gente “lo sea legítimamente es indispensable que la nación junta
de a la disputa entre los cuerpos que buscaban emanciparse de en Cortes le nombre, le reconozca, y mande obedecer”.227 El ca-
sus antiguos centros de poder territorial– estaba acompañada por rácter extraordinario de la situación era invocado una vez más
otra: la que amenazaba con una “separación eterna de la metrópoli” para justificar la salida propuesta. El tema de las Cortes queda-
poniéndose en juego el pacto con la Corona.224 Para evitar ambos ba claramente planteado para recordar que España no las había
peligros se avanzaba la propuesta de una regencia americana. En convocado y para dejar abierta la alternativa de reunir Cortes en
este caso, aunque Carlota Joaquina aparecía mencionada, el plan América con el objeto de regular la regencia. El documento no
se encarnaba en el infante Pedro Carlos tal como se había previsto ofrecía detalles sobre esta última opción pero avanzaba un plan-
140 candidata a la corona las dos máscaras de la monarquía 141

teo que fue retomado por los sectores criollos rioplatenses que por Juan José Castelli, Antonio Luis Beruti, Hipólito Vieytes, Nico-
apoyaron los planes de Carlota Joaquina. En este sentido, es muy lás Rodríguez Peña y Manuel Belgrano. Los firmantes aseguraban
plausible que los autores de esta “Disertación anónima” hayan allí que eran “muchos los hombres de bien y de sano juicio” con
sido miembros de dichos grupos, tanto por la coincidencia de los los que podían contar las propuestas bragantinas y exponían al-
argumentos utilizados como por la postulación de Buenos Aires gunos de los argumentos de la “Disertación anónima” a la vez que
como conductora del “Ángel tutelar del Imperio Español”. La agregaban otros.228
capital virreinal, por su geografía y por el designio de la “divina Para la historiografía argentina los personajes citados son muy
providencia”, según concluía el impreso, parecía estar destinada a conocidos por su destacada actuación en la gesta revolucionaria.
coronar a un príncipe regente y a convertirse en la nueva sede de Pero ¿quiénes eran estos hombres antes de convertirse en adali-
esa monarquía sin monarca. des del proceso que culminó con la independencia del Río de la
La idea de que la capital del virreinato rioplatense viniera a Plata? De Antonio Beruti poco se sabe de su vida antes de 1810.
jugar ese preponderante papel no estaba prevista en los planes Recordado habitualmente en las efemérides por ser uno de los
iniciales de la Corte bragantina. Ya se señaló que el itinerario del agitadores durante la revolución, los datos disponibles indican
“viaje” de Pedro Carlos era navegar por el Cabo de Hornos hasta que estudió primero en el Colegio de San Carlos de Buenos Aires,
Lima y regir desde allí a todas las posesiones españolas en Améri- que luego habría continuado sus estudios en Madrid y finalmente
ca, desde Buenos Aires hasta México. El plan –sin duda ambicioso regresado a su ciudad natal. Juan José Castelli también cursó sus
y apresurado– dejaba en evidencia el propósito de dominar desde primeros estudios en San Carlos, luego continuó en el Colegio de
la capital del virreinato más poderoso de la América del Sur. Bue- Monserrat en Córdoba hasta trasladarse a la Universidad de Chu-
nos Aires era en aquel entonces una ciudad marginal dentro del quisaca para estudiar jurisprudencia. De regreso a Buenos Aires
imperio, convertida en capital virreinal hacía apenas tres décadas, instaló su estudio como abogado y estrechó vínculos con uno de
y aunque su emplazamiento geográfico la colocaba en un área sus compañeros del colegio de Monserrat, Saturnino Rodríguez
estratégica no reunía ninguna de las condiciones –materiales ni Peña, y a través de él con su hermano Nicolás y su socio Hipólito
simbólicas– para alojar a un miembro de la familia real borbónica. Vieytes. Este último administraba la jabonería de Nicolás que se
Sin embargo, las contingencias que se sucedieron a partir de hizo célebre por ser uno de los lugares en los que se reunían estos
agosto de 1808 condujeron a que los planes de la infanta y de grupos criollos en aquellos agitados meses. Castelli cumplió fun-
la Corte de Braganza se desplazaran muy rápidamente hacia ese ciones dentro del flamante Consulado de Comercio de Buenos
margen del imperio. Los conflictos entre Buenos Aires y Montevi- Aires, creado en 1794 y del que su primo Manuel Belgrano fue
deo y la misión Cortés-Cerdán enviada por Goyeneche dieron ali- su primer secretario luego de regresar de España, donde cursó
ciente a este desplazamiento. Pero, además, el proyecto encontró sus estudios en Derecho.229 Ambos promovieron la creación de
en Buenos Aires una inmediata e inesperada adhesión de ciertos una Sociedad Patriótica, Literaria y Económica –que finalmente
personajes que, aunque minoritarios, no dejaban de tener peso se frustró como proyecto– y fueron junto a sus compañeros de
dentro de la sociedad a la que pertenecían. Si bien las relaciones ruta los principales difusores de las ideas ilustradas y reformistas
de Carlota con estos grupos fueron desde el comienzo complica- que se dieron a conocer a través de la publicación del primer pe-
das, lo cierto es que entre 1808 y 1809 ellos representaron prácti- riódico porteño, el Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e
camente el único apoyo con el que contó la princesa en América. Historiográfico del Río de la Plata (1801), y del segundo periódico, el
El primer documento que expresó esta adhesión fue una Memoria Semanario de Agricultura, Industria y Comercio (1802-1807), dirigido
fechada en Buenos Aires el 20 de septiembre de 1808, firmada por Hipólito Vieytes. Tales ideas, como ha indicado José Carlos
142 candidata a la corona las dos máscaras de la monarquía 143

Chiaramonte, expresaban las que ya circulaban a través de lo que América de descendientes directos del linaje borbónico obligaba
la España borbónica ofrecía y toleraba y a la vez jugaban un papel a los habitantes de estos dominios a otorgarles a los príncipes la
aglutinador para este pequeño grupo –unido por lazos de paren- posesión interina de las Indias. En esta dirección afirmaban que
tesco, amistad y sociabilidad– que vio en la crisis de la monarquía “no es comparable la representación de la Junta de Sevilla con la
y en la propuesta de regencia de la princesa una ocasión para de V.A.R. ni pueden ponerse entrambas en paralelo” ya que la pri-
redefinir el gobierno de la monarquía.230 mera era “de mero hecho” y la segunda “de conocido derecho”.232
La memoria que rubricaron estos cinco personajes, escrita al Los argumentos esgrimidos hasta aquí reproducen en gran parte
calor de las novedades que se venían agolpando desde hacía ape- los lineamientos del manifiesto de la princesa, aunque mejor arti-
nas dos meses y a sólo nueve días de arribar a Buenos Aires los culados y más explícitos en su cuestionamiento a la Junta de Sevilla;
manifiestos procedentes de Río de Janeiro, revela un orden argu- en este último caso replicaban los principios invocados por el Con-
mental en el que los principios y reclamos expuestos estaban lejos sejo de Castilla en sus respectivas consultas. Pero luego los autores
de ser improvisados. En todo caso, la imprevista crisis monárquica avanzaban otros, de su propia cosecha, en los que se advierte que su
y las alternativas que se abrían con ella pudieron ser rápidamente adhesión a la regencia se inscribía en una perspectiva de mayor al-
leídas a partir de la cultura jurídica a la que pertenecían y desde cance que ponía en juego tres cuestiones fundamentales: el estatus
los lenguajes políticos difundidos desde el siglo XVIII y muy co- de América, la representación y el reconocimiento.
nocidos por los firmantes. Viejas y nuevas ideas encontraron su
sitio en esta pieza discursiva en la que se advierte una combina- Si se hubiese de entrar en mayor discusión para fijar los
ción de cierta dosis de prudencia con fuertes cuestionamientos al límites más precisos y circunscriptos de las representa-
gobierno colonial y al rumbo que estaba tomando la crisis en la ciones, de la Junta de Sevilla, y de la Augusta Casa de
península. Borbón, para la Regencia en estos reinos no era de pres-
La estrategia de sus autores fue comenzar el extenso texto con cindir ni de la falta de reconocimiento a aquella de los
una expresión de sorpresa frente a la repulsa que manifestaron más reinos de España, ni de la insuficiencia de la mera
las autoridades coloniales rioplatenses ante los reclamos de Car- voluntad de ellos para atraer a su obediencia los de In-
lota Joaquina y Pedro Carlos. La supuesta sorpresa les permitía dias. La primera circunstancia importa por lo menos la
adelantar su primera crítica a lo que denominaron un “gobierno duda del valor que cada uno quiera dar al acto de coo-
abusivo”: las autoridades rechazaban los manifiestos por “moti- peración de Sevilla, especialmente cuando la América
vos intrigantes y con miras ocultas dirigidas a la preponderancia incorporada a la Corona de Castilla es inherente a ella
y opresión”.231 A partir de esta crítica los firmantes fueron expo- por la constitución, y como no existe una obligación ab-
niendo uno a uno los principios jurídicos en los que se apoyaban soluta que cuando los separe del trono, los una a su igual
para avalar la propuesta de la regencia. por la dependencia, pueden muy bien constituirse a solo
En primer lugar sostenían que el “depósito, guarda y tuición” la unidad de ideas de fidelidad, sin pactos de sumisión.
de los infantes era la única salida legal y legítima para mantener En este caso no se puede ver el medio de inducir un acto
la “constitución fundamental del Reino” frente a las abdicaciones. de necesaria dependencia de la América Española a la
En segundo lugar, si bien ponderaban los esfuerzos de la Junta de Junta de Sevilla; pues la constitución no precisa a que
Sevilla para mantener la lealtad y fidelidad al rey y reconocían que unos reinos se sometan a otros, como un individuo que
dicha Junta era necesaria en España “donde falta el soberano [y] no adquirió derechos sobre otro libre, no le somete. La
no hay constituida por él la Regencia del Reino”, la presencia en segunda circunstancia importa, por consecuencia de lo
144 candidata a la corona las dos máscaras de la monarquía 145

expuesto, que a parte de los actos del imperante, o de toridades coloniales frente a la alternativa carlotista –atribuido a
quien le representa legítimamente, nada debe ser más la amenaza de ver limitados sus poderes jurisdiccionales con una
impropio que substraerse del derecho que dan los lla- regencia dinástica– se ve refrendada por la interpretación que ha-
mamientos a los Príncipes de la casa en América, por re- cían los autores de la memoria. Estos acusaban a los magistrados
conocer el imperio de una Junta que no ha mostrado sus coloniales de “ocultar” sus verdaderas intenciones a la “sombra de
títulos, ni puede acogerse a los de Borbón sin ofenderlos la fidelidad” jurada a Fernando VII y “bajo el concepto de no re-
en la pertinacia, cuando se le presentan los reclamos de conocer otro sucesor” para quedarse con el monopolio, los cargos
V.A.R. Otra oportunidad, dispensa de profundizar estas de la administración pública y perpetuar la opresión. La autono-
ideas para compararlas entre sí; resultando por conclu- mía y poder ganados por las autoridades en el marco de la acefalía
sión que sólo un pretexto en la fidelidad jurada al Señor de la Corona eran incompatibles “con la administración de una
Don Fernando VII y en el reconocimiento a la Junta de mano real inmediata”. No sólo eso. Los firmantes redoblaban la
Sevilla ha podido posponer el derecho de V.A.R. confor- apuesta y exponían la supuesta amenaza bajo la que se encontra-
me a aquel juramento y a los leales fines de esta.233 ba Buenos Aires desde 1806, cuando los británicos tomaron la
plaza, de “constituirse en gobierno republicano”.234
La primera cuestión, entonces, era dejar planteado el estatus jurí- Ante tal amenaza los autores del documento se erigían en los pri-
dico de América dentro de la monarquía. Adelantándose a lo que meros soportes de la regencia y convertían a esta alternativa en una
la Junta Central debió atender con la Real Orden del 22 de ene- ocasión sin precedentes para reformar el gobierno de la monarquía
ro de 1809, los firmantes se preguntaban por la “representación” en sede americana. La identificación de las Indias como reinos de
de la Junta de Sevilla y por qué las Indias habrían de reconocerla pleno derecho dentro de la monarquía podía encontrar en los planes
cuando además no había sido reconocida por los reinos de Espa- carlotistas la oportunidad de concretarse. Llegados a este punto los
ña. El segundo punto destacaba que el vínculo jurídico de América autores avanzaban su propuesta más audaz inscripta en una retórica
era con la Corona de Castilla y que, no estando el rey, a las Indias que revelaba el conocimiento del arte oratorio y el talento para expo-
no las unía ninguna obligación, ni obediencia, ni dependencia, ni nerlo. En su denuncia de las autoridades dejaban deslizar que estas
pacto de sumisión con una junta “pues la constitución no precisa
a que unos reinos se sometan a otros”. Aquí se recuperaba para ocultaban a los sensatos que cesaría la calidad de colonia,
los dominios americanos la condición de reinos y la ya mencionada sucedería la ilustración en el país, se haría la educación,
constelación que suponía una monarquía compuesta en la que los civilización y perfección de costumbres, se daría energía
lenguajes de unión presuponían cierto grado de independencia de a la industria y comercio, se extinguirían aquellas odiosas
cada uno de los reinos o provincias que integraban una monarquía. distinciones que los europeos habían introducido dies-
El tercer punto buscaba colocar a los firmantes entre los más fide- tramente entre ellos, y los americanos, abandonándolos
listas y defensores del orden vigente al privilegiar la prelación del a su suerte, se acabarían las injusticias, las opresiones,
vínculo dinástico por sobre una junta ilegítima, sin “justos títulos”, las usurpaciones y las dilapidaciones de las rentas, y un
que contravenía las leyes fundamentales de la monarquía. mil de males que dependían del poder a merced de las
Esta expresión de fe monárquica y dinástica, sin embargo, se distancias del trono español se han podido apropiar sin
continuaba con una fuerte denuncia del gobierno colonial anun- temor de las leyes, sin amor a los monarcas, y sin aprecio
ciada al comienzo del documento. Una de las claves de lectura de la felicidad general.235
expuesta anteriormente acerca del unánime rechazo de las au-
146 candidata a la corona las dos máscaras de la monarquía 147

Una verdadera pieza de discurso ilustrado y reformista que a la avívanse entonces las ideas de libertad e independen-
vez recuperaba algunos de los tópicos clásicos de lo que se ha cia en América, y los americanos empiezan por primera
dado en llamar “patriotismo criollo”, cuyas raíces se remontaban vez a hablar de sus derechos…. Entonces fue que no
al temprano siglo XVII y que hizo de la incesante queja de los viendo yo un asomo de que se pensara en constituirnos
españoles americanos por el acceso a los cargos un leitmotiv de sus y sí a los americanos prestando una obediencia injusta
reclamos frente a los españoles peninsulares.236 a unos hombres que por ningún derecho debían man-
Ahora bien, el ilimitado optimismo que destilaba el documento darnos, traté de buscar los auspicios de la infanta Carlo-
no era sólo un reflejo de esa matriz ilustrada sino además un instru- ta y de formar un partido a su favor, oponiéndose a los
mento retórico que parecía marcar los límites del campo en el que viros de los déspotas que celaban con el mayor anhelo
se darían las negociaciones con Carlota Joaquina y los Braganza. De para no perder sus mandos, y lo que es más, para con-
hecho no había ninguna señal en los manifiestos bragantinos para servar la América dependiente de la España, aunque
albergar las esperanzas de los firmantes, tales como la de abando- Napoleón la dominare; pues a ellos les interesaba poco
nar la calidad de colonia para adoptar un estatus jurídico en igual- o nada, ya sea Borbón, Napoleón u otro cualquiera, si
dad de condiciones a los reinos peninsulares; las reclamaciones de la América era colonia de España.238
los infantes se habían apoyado, como dije, en un discurso dinástico
y patrimonialista que consideraba a las Indias verdaderas colonias No hay en este testimonio huella alguna de una “máscara” de Car-
de la casa soberana. Pero dado que el documento estaba dirigido lota ni planes independentistas preconcebidos. Belgrano no sólo
a Carlota Joaquina y no a la población del virreinato, es plausible nunca renegó de su pasado carlotista sino que mirándolo desde
interpretar que los dichos estaban destinados a hacer explícitas las los hechos ocurridos luego de 1810 continuaba sosteniendo lo
condiciones del apoyo y de la obediencia a la regencia. Para ello hi- que emanaba de la memoria de 1808: que fue para ellos la mejor
cieron uso de los difundidos idiomas que circulaban en la penínsu- opción de las que se abrían en aquel momento para desplazar lo
la desde fines del siglo XVIII, actualizados con la crisis monárquica. que consideraban un gobierno colonial despótico y reformar la
Había allí un terreno compartido de lenguajes antidespóticos y de monarquía bajo la hipótesis de que las autoridades vigentes no
lucha contra gobiernos opresores con los que se disputó a ambos dudarían en mantener sus privilegios bajo la nueva dinastía de los
lados del Atlántico, como había también un terreno compartido de Bonaparte.
lenguajes de cuño específicamente americano de más larga data.237
En este contexto de idiomas comunes y entrelazados, los crio-
llos porteños devenidos en carlotistas expresaron primero su re-
conocimiento a Pedro Carlos –siguiendo la recomendación de la el carlotismo en acción
princesa en su manifiesto– para adherir luego a los planes autó-
nomos de Carlota. Varios años después, cuando Manuel Belgrano Una cuestión difícil de resolver es dirimir con precisión el alcance
ya era un líder revolucionario e independentista, recordaba en su de las redes carlotistas en el Río de la Plata y su área de influencia.
Autobiografía las razones que lo llevaron a apoyar la regencia: Tres cuestiones inciden en la dificultad de trazar un mapa del
quién es quién: los cambiantes y frágiles alineamientos de fuerzas,
Sin que nosotros hubiéramos trabajado para ser inde- las versiones interesadas de ciertos agentes o personajes que invo-
pendientes, Dios mismo nos presenta la ocasión con lucraban o acusaban a otros de pertenecer a los planes carlotistas,
los sucesos de 1808 en España y en Bayona. En efecto, y el hecho de que dichos planes fueron rápidamente desplaza-
148 candidata a la corona las dos máscaras de la monarquía 149

dos a la clandestinidad. Roberto Etchepareborda, aunque admi- ro de los grupos porteños que adhirieron en un comienzo a los
te estas dificultades, ofrece un listado de los que considera sus manifiestos bragantinos. Todas sus actuaciones estuvieron rodea-
más destacados partidarios. En primer lugar ubica a los españoles das de intrigas y revelan una gran capacidad para moverse simul-
americanos: Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Hipólito Vie- táneamente a diversas puntas en complicadas negociaciones.240
ytes, Antonio Luis Beruti, Nicolás Rodríguez Peña, Juan Martín En noviembre de 1808 Contucci se hallaba en Río de Janeiro
y Juan Andrés de Pueyrredón, Gregorio Funes, Manuel Irigoyen, recién regresado de Buenos Aires con la memoria que Belgrano
Julián de Gregorio Espinosa, Manuel de Goyeneche, Francisco Ja- y sus compañeros de ruta le encargaron entregar a la Corte. En
vier Argerich, Fray Francisco Tomás Chambo, Presbítero Pedro una carta que el florentino le envió al ministro Rodrigo de Souza
García de Zuñiga, Manuel Barañao, Diego de Sosa. Dentro de la Coutinho, en la que lo conminaba a acelerar el traslado del infan-
categoría de españoles americanos afirma que puede suponerse te Pedro Carlos a la capital del virreinato platense, le reproducía
la adhesión de Domingo French, Agustín Donado y José Darre- “una lista de las personas leales y respetables de Buenos Aires,
gueira, que la posición de Cornelio Saavedra es dudosa y que Sa- en las que el gobierno puede confiar con seguridad”.241 Esta lista
turnino Rodríguez Peña adhirió solamente en 1808. El segundo de 124 individuos, que excede con creces la proporcionada por
grupo era el de los portugueses afincados en el Río de la Plata: Etchepareborda, no implicaba más que lo que Contucci afirmaba
Felipe Contucci, el padre Antonio Ribeiro de Mattos, Luis Anto- de ellos de manera ambigua e imprecisa –ser personas leales y res-
nio de Lima, Pedro Antonio Álvarez y Possidonio da Costa, entre petables– y no puede ser tomada como un indicio de adhesiones
otros. El tercer grupo era de españoles: el ex virrey marqués de seguras a la regencia. Pero seguramente el listado fue producto de
Sobremonte, Juan Almagro y de la Torre (auditor de Guerra del las deliberaciones que por varios días había tenido el florentino
virreinato), Miguel de Cabra (presidente de los Reales Resguar- en Buenos Aires con los firmantes porteños de las cartas que por-
dos), el presidente de la Audiencia de Charcas Ramón García de taba, según afirmaba en la misiva, y constituía un primer intento
León y Pizarro, el arzobispo de Charcas Benito de María y Fran- de “puntear” los posibles apoyos que se podrían obtener (o al me-
colí Moxó, Vicente Gil de Tabeada (gobernador intendente de nos buscar) en el futuro.
Trujillo), José Prego de Oliver (administrador de la Aduana de Tulio Halperin Dongui hace de esta lista un análisis detallado
Montevideo), entre los definidos partidarios.239 en su libro Revolución y guerra, indicando las filiaciones socio-cor-
De hecho, estos personajes estuvieron involucrados en las redes porativas de sus miembros. A tal efecto destaca que 59 se ubica-
epistolares que acumula la documentación carlotina, pero este ban en las categorías que integraban una elite colonial clásica:
dato no implica que todos hayan sido “destacados partidarios” de 35 eclesiásticos, 18 funcionarios regios, 2 capitulares y 4 oficiales
la princesa; en esa lista pueden reconocerse niveles de participa- de cuerpos veteranos. De los 64 restantes, 23 pertenecían a la ofi-
ción y de compromiso muy disímiles. Algunos de los personajes cialidad de nuevos regimientos, 18 eran abogados y el resto eran
que cita Etchepareborda ya los hemos visto en acción en páginas hacendados y oficiales de milicias. Lo que la composición de esta
anteriores. Hay uno de ellos sin embargo que, aunque menciona- lista revela, según Halperin Dongui, son las modificaciones que
do, me interesa destacar ahora: Felipe Contucci. Este rico comer- se estaban operando dentro de los equilibrios internos de la elite
ciante de origen florentino y ascendencia portuguesa, con fuertes colonial rioplatense luego de la crisis institucional producida con
y poderosas conexiones en el Río de la Plata y Brasil, se convirtió las invasiones inglesas y la acefalía de la Corona, por cuanto esta
en el principal nexo entre Buenos Aires y Río de Janeiro a partir “excede ya ciertamente el marco de las corporaciones coloniales
de 1808. Tales conexiones le permitieron jugar el papel de doble y aun el de los nuevos núcleos de poder creados por la militari-
agente –del gabinete portugués y de Carlota Joaquina– y de voce- zación” que siguió a la ocupación británica.242 Mirado desde esta
150 candidata a la corona las dos máscaras de la monarquía 151

perspectiva resultaría muy difícil –y seguramente infértil– intentar primeros derechos a la sucesión. Temeroso de ver desbaratado su
clasificar a los miembros de esa elite según “partidos” claramente plan, el contralmirante argumentó que el infante podía ser utili-
diferenciados dentro del orden colonial, como muchos autores zado por el “partido republicano” de Buenos Aires; que aceptar la
intentaron hacer siguiendo la ruta de lo que los propios contem- propuesta de los porteños era admitir que la autoridad del prín-
poráneos interesados en trazar estas genealogías dejaron como cipe fuera “fruto de su propia creación y no del derecho absoluto”;
testimonio.243 Lo que sin embargo interesa considerar es, por un que esto denigraba su “dignidad” y que “la Princesa, más cercana
lado, que aquella elite colonial había ya sufrido las modificaciones al trono, actuaría con más derecho como árbitro entre los dife-
señaladas por Halperin y, por el otro, que la buena recepción del rentes partidos”.246 El temor de Smith respecto de las limitaciones
proyecto carlotino se apoyó en este caso en la conjunción de las que podían imponer los instituyentes de Contucci en su apoyo a
alternativas políticas emergentes y los comunes intereses mercan- la regencia tenía firmes fundamentos. Como vimos, el documento
tiles luso-platinos que habían creado redes de relaciones sociales de los criollos, aunque muy cuidado en sus expresiones de lealtad
muy estrechas.244 Dentro de este network operaron los grupos crio- al linaje borbónico, expresaba sin atenuantes la vocación refor-
llos firmantes de la memoria de septiembre de 1808 y todos los mista de sus autores; una vocación que ninguno de los residentes
involucrados en los planes elaborados desde Brasil. en la Corte de Brasil parecía dispuesto a tolerar. La exhortación al
En la Corte de Braganza, al difundirse dicha memoria, las pujas “derecho absoluto” por parte del contralmirante británico estaba
internas se agudizaron. Por un lado, el documento estimuló las en sintonía con el idioma patrimonialista utilizado en los mani-
apetencias del ministro de Estado portugués al encontrar apoyo a fiestos. Por otro lado, la acusación de “republicanos”, tan difun-
su plan de trasladar al infante Pedro Carlos; por el otro, desató la dida en aquellos días por distintos grupos y actores, era más un
competencia abierta con la infanta y sus agentes, quienes vieron instrumento que servía de cartabón –ya sea contra cualquier pro-
con desconfianza el manifiesto de los criollos. De Souza Coutinho yecto que se opusiera a las miras de quien la invocara o para hacer
le advertía en esos días a D. João que Contucci le había informado circular amenazas en pos de imponer un determinado curso de
que Presas y Guezzi lo perseguían con insistencia obedeciendo ór- acción– que una delación con bases firmes en las que apoyarse.
denes de Carlota Joaquina para que le llevara las cartas que había En este sentido, las voces “republicano” o “república” estuvieron
portado desde Buenos Aires y para que se uniera a su partido.245 El sometidas a la misma polisemia y uso político que las ya señaladas
ministro, a su vez, presionaba al príncipe regente para que adop- de “independencia” o “revolución”.247
tara el partido del infante y pusiera límites a los planes de su es- Siguiendo sus primeras impresiones de desconfianza, el sé-
posa, al mismo tiempo que informaba y consultaba a Lord Stran- quito más cercano a la princesa no capitalizó para sí la adhesión
gford acerca de la opinión que le merecían tales planes. Como de los criollos porteños en sus etapas iniciales. Los vínculos en-
mencioné anteriormente, el plenipotenciario británico se opuso tre unos y otros estuvieron siempre signados por el recelo de los
de manera terminante tanto a los proyectos de Carlota como a los primeros y por los desencuentros suscitados por los avatares de
de su primo. las comunicaciones y las cambiantes situaciones ocurridas en
En medio de ese forcejeo interno, a Sydney Smith no lo conven- los diferentes escenarios. A pesar de que el agente florentino le
cían las razones invocadas por Contucci acerca de que el llamado transmitió a José Presas las instrucciones verbales de sus comiten-
a Pedro Carlos por parte de sus comitentes firmantes de la memo- tes acerca de la necesidad de “desilusionar a su Alteza Real de
ria –a quienes el florentino gustaba llamar sus “instituyentes”– se la enfermiza suposición concebida de que el actual gobierno de
había hecho en función de lo expresamente indicado por la prin- Buenos Aires puede bajo la presente organización reconocer ofi-
cesa en su manifiesto de agosto y que reconocían en Carlota los cialmente sus derechos a la sucesión o consentir el ejercicio de su
152 candidata a la corona las dos máscaras de la monarquía 153

soberanía”,248Carlota ya había decidido manejarse a dos puntas Carlota Joaquina. Las expresiones de este apoyo, fogoneadas por
movida por un espíritu arrebatado y temerario que estuvo lejos de los agentes de la princesa, las expuso en una circular fechada el 4
consolidar su ya frágil posición. de octubre de 1808 para distintos destinatarios en Buenos Aires,
El mes de noviembre fue, en este sentido, febril. Recordemos la cual le valió ser víctima de una enmarañada intriga. La carta-
que durante ese mes Carlota había decidido entablar contacto circular comenzaba destacando que “la inesperada mutación de
con la península y que en las cartas enviadas a las diferentes au- España nos ha obligado a variar de sistema” y se detenía en emitir
toridades metropolitanas anunciaba su proyectado viaje al Río de elogios hacia la infanta: “mujer singular, única en su clase […]
la Plata con el supuesto propósito de resolver las discordias entre dispuesta a sacrificarlo todo […] para servir de instrumento a la
la capital virreinal y Montevideo. Recordemos también la alarma felicidad de sus semejantes”. Luego de una larga lista de adjetivos
que despertó en Lord Strangford la noticia de que João, luego pasaba a describir el proyecto:
de varias idas y venidas, había otorgado la autorización a su es-
posa para concretar el viaje y que pocos días después, frente a la Los americanos en la forma más solemne que por ahora
oposición del plenipotenciario británico y a la intervención de les es posible se dirigen a S.A.R. la Señora Da. Carlota
De Souza Coutinho, el príncipe regente había dado marcha atrás Joaquina, Princesa de Portugal e Infanta de España, y
con dicho permiso. Strangford, en un informe al ministerio de la suplica les dispense la mayor gracia y prueba de su
Relaciones Exteriores de Gran Bretaña, afirmaba que estas des- generosidad, dignándose trasladarse al Río de la Plata
avenencias “han convertido esta Corte durante algunas semanas donde la aclamarán por su regente en los términos que
en el teatro de varias transacciones tan extrañas y tan repulsivas sean compatibles con la dignidad de una, y libertad de
que apenas me atrevo a describirlas en un informe público”.249 los otros. Convocando cortes será muy conveniente,
Una de las tramas urdidas en ese teatro fue la que reveló el para este caso acordar en ellas todas las condiciones, y
juego a dos puntas de la infanta. Pocos días antes de que arriba- circunstancias que tengan o puedan tener relación, con
ra la memoria que portaba Contucci de Buenos Aires a Río de la feliz independencia de la patria, y con la dinastía que se
Janeiro, Carlota –aconsejada por Smith y Presas según diversos establezca en la heredera de la inmortal reina Da. Isabel.
testimonios– decidió avanzar en sus planes contactando a Satur- […]
nino Rodríguez Peña, hermano de Nicolás (uno de los firmantes Son bien manifiestas por sí mismas las causas que pue-
de aquella), para luego denunciarlo ante las autoridades virreina- den haberme obligado a abrazar este partido, y así sólo
les. La historia de Saturnino Rodríguez Peña exhibe una variante diré que mis honrosas intenciones nunca fueron otras
dentro del grupo que había firmado el documento de septiem- que las de sacrificarme al bien de la patria aprovechan-
bre. Involucrado en la fuga del general Beresford luego del fra- do la oportunidad de sacudir, sin los horrores de una
caso de las invasiones inglesas en el Río de la Plata, Peña debió sublevación o tumulto, una dominación corrompida por
abandonar Buenos Aires para refugiarse en Río de Janeiro. Su el abuso de unos ministros codiciosos y bárbaros, y que
colaboración con las fuerzas británicas lo había llevado a apoyar aun sin estos motivos, jamás puede debidamente influir
en aquel entonces la opción de una independencia para el Río de en la felicidad de sus vasallos un rey que se halla a la
la Plata bajo el protectorado inglés. Pero una vez radicada la Corte distancia que el de España de nosotros, con estos vivos
en Brasil y a raíz del acercamiento que –según los testimonios– deseos y hallando en el día tan a mano toda la felici-
buscó el propio Sydney Smith, el exiliado porteño pasó a adhe- dad que podía solicitar a costa tal vez de mil infructuosas
rir calurosamente a la alternativa de una regencia encarnada por fatigas, he creído muy de mi obligación participarlo a
154 candidata a la corona las dos máscaras de la monarquía 155

V.V.[…] Todos los demás partidos […] se reconocen, o En este punto, Peña avanzaba y hacía explícito lo que sus colegas
imposibles o criminosos y sangrientos y nada durables. silenciaron prudentemente en la memoria (un silencio que no
[…] Aunque debemos afianzarnos y sostener como un tardaron en romper) y que aparecía formulado en la “Disertación
indudable principio que toda autoridad es del pueblo, y que anónima” antes analizada. La reunión de Cortes en América era
este solo puede delegarla sin embargo la creación de para todo este grupo el mecanismo a través del cual se pasaría
una nueva familia real nos conducirá a mil desórdenes de la condición de colonias a la de reinos de pleno derecho. No
y riesgos. Al contrario, la dignidad ya creada y adornada debe sorprender, en este sentido, la coetaneidad y coincidencia
al presente de tan divinas cualidades, y que separándose de argumentos de las dos iniciativas criollas (en Río de Janeiro y
absolutamente de la dominación portuguesa, se estable- Buenos Aires) sin tener conocimiento una de la otra; dicha coin-
cerá en estos territorios nos ofrece una eterna felicidad cidencia hacía parte, como dije, de los lenguajes compartidos por
[…], añadiendo que sin duda alguna debemos contar este círculo de amigos nucleado alrededor de ideas reformistas.
con la protección y auxilios de Inglaterra.250 Por cierto que la propuesta de Cortes americanas era el planteo
más audaz de los criollos carlotinos para concretar su proyecto de
El extenso fragmento corrobora cuestiones ya apuntadas. La pri- americanización de la monarquía; una audacia que rápidamen-
mera es la capacidad de los actores para adaptarse a las cambiantes te pudo percibir Smith que hasta poco tiempo antes proponía
y extraordinarias contingencias que vivían en aquellos convulsio- convocar Cortes en Lima. Pero una opción era que la iniciativa
nados días. Si antes de la crisis monárquica y de que se pergeñara quedara en manos de los agentes de Carlota y supuestamente de
la posibilidad de una regencia en sede americana, el porteño re- José Goyeneche, en quien el contralmirante había depositado su
fugiado en Río de Janeiro podía ser un contacto seguro para pla- confianza para llevarlas adelante siguiendo el orden tradicional
nes independentistas probritánicos como impulsaba Francisco de de la monarquía, y otra muy distinta que quedara en manos de los
Miranda desde Inglaterra, a partir de estos acontecimientos se vis- criollos porteños. La tercera cuestión es el pragmatismo político
lumbró una nueva salida, menos riesgosa y más provechosa si con que supo revelar Peña, el más radical hasta el momento de los
ella se alcanzaban los fines reformistas perseguidos. De hecho, miembros del grupo que apoyó a la infanta. Si para el exiliado
Saturnino Rodríguez Peña estaba en contacto con Miranda –la co- en Río de Janeiro resultaba “indudable” que “toda autoridad” era
rrespondencia entre ambos personajes comenzó por la iniciativa “del pueblo”, la situación se presentaba especialmente apropia-
del venezolano en abril de 1808–251 y la respuesta que Peña envió da para lograr, dentro de la dignidad que ofrecía la familia real,
al precursor reproducía exactamente los dichos que escribió en la objetivos largamente postergados sin sufrir los “horrores de una
circular recién citada.252 Peña pasó así a defender una independen- sublevación o tumulto” y sobre todo sin “desórdenes y riesgos”.253
cia –según el vocablo por él utilizado– que implicaba mantenerse La especulación política de Peña, sin embargo, no contó con
dentro de la monarquía y bajo la dinastía reinante, pero sin la que los cálculos de la infanta y sus agentes eran otros. Como
dominación de un gobierno colonial calificado de abusivo y co- anuncié, estos últimos mantuvieron abierta la negociación para
rrupto ni de una dinastía extranjera como la de los Bonaparte, es frustrarla rápidamente en una jugada a dos puntas. Dicha jugada
decir, un tipo de independencia que –según mencioné– la histo- consistió en alentar a Saturnino Rodríguez Peña a que enviara la
riografía califica actualmente de autonomía para referir a proyectos circular citada (junto con otras cartas) a distintos destinatarios en
reformistas de autogobierno dentro de la monarquía. La segun- Buenos Aires (su hermano Nicolás, Juan José Castelli, el alcalde
da cuestión es que esa independencia se alcanzaría convocando Martín de Álzaga, entre otros) con el objeto de denunciarlo frente
Cortes para acordar las condiciones de la regencia de la infanta. a las autoridades. El portador de estas cartas fue el joven médico
156 candidata a la corona las dos máscaras de la monarquía 157

inglés James Paroissien (amigo de Peña desde que se conocieron por los ingleses y por el gobierno portugués. La sospecha era que
en Montevideo durante la ocupación británica), quien embarcó ese partido había variado para colocar a su cabeza a la princesa.
en la nave Mary el 5 de noviembre rumbo a Buenos Aires. Pero lo El fiscal se planteaba dos hipótesis respecto de la denuncia que
que ignoraba el emisario era que en esa misma nave viajaba el es- hizo Carlota de la “trama de la conspiración”: o la infanta engañó
pía Julián de Miguel con orden de vigilarlo y de entregar al virrey a Peña y sus seguidores para luego descubrir el plan, o “se vio
Liniers una carta de Carlota Joaquina en la que denunciaba a sus obligada a aparentar prestarse a semejante designio” para luego
recientes apoyos en los siguientes términos: retroceder al enterarse del rumbo “favorable” que tomó España
con el progreso de sus armas. En esta segunda hipótesis, Caspe y
Lleva cartas para varios individuos de esa capital llenos Rodríguez acusaba elegantemente a Carlota de promover el plan
de principios revolucionarios y subversivos del presente de independencia bajo su regencia considerando que España es-
orden monárquico, tendentes al establecimiento de una taba perdida en manos francesas. La desconfianza hacia Portu-
imaginaria y soñada República, la que tiempo hace está gal e Inglaterra era tan evidente que el fiscal aconsejaba “recelar”
proyectada por una porción de hombres miserables y de siempre de ellos y “evitar lo más que se pueda su comunicación
pérfidas intenciones.254 e intimidad con los habitantes de estas provincias, manteniendo
vuestra excelencia en vigor lo dispuesto por las leyes relativas a ex-
Si el instigador de esta celada fue su secretario Presas o Sydney tranjeros”.255 Liniers, por su parte, les exigió a todos los magistra-
Smith (o ambos a la vez), según debaten algunos historiadores, dos que se omitiera dar noticia a la princesa y a Sidney Smith de
es de escasa importancia habida cuenta de que los móviles de este todo lo actuado de allí en más.256 El expediente Peña-Paroissien
episodio siguen siendo confusos: el temor a que fuera Peña el que iniciado con la “Causa Reservada” que acusaba a ambos perso-
estuviera embarcado en un doble juego o la creencia de que con najes del delito de “alta traición” y “lesa majestad”, y a Nicolás
este gesto obtendrían el beneplácito de los magistrados riopla- Rodríguez Peña por la presunción de ser “adicto a las ideas de su
tenses y de las autoridades peninsulares con las que acababan de hermano”, se extendió por varios meses.257
iniciar el contacto pueden ser algunos de ellos. Pero lo cierto es Pero en ese tormentoso mes de noviembre de 1808 la infanta
que la intriga, vista desde sus resultados, fue un error de cálculo protagonizó otro episodio temerario. Luego de la enmarañada
ya que le hizo perder credibilidad a la princesa entre propios y intriga pergeñada con las cartas de Peña (pero ya habiendo to-
ajenos. Los representados por Contucci en Buenos Aires se vieron mado conocimiento de la adhesión de Belgrano y sus colegas al
sorprendidos de tal actitud y las autoridades coloniales no reco- arribar Contucci con la memoria pocos días después de la partida
nocieron a la princesa a pesar de todos sus esfuerzos. No sólo eso. de Paroissien),258 Carlota intentó embarcarse en la fragata Prueba
Si nos atenemos a los dichos del fiscal del crimen de la Audiencia de bandera española y de paso por Río de Janeiro con destino a
de Buenos Aires en el marco de la “Causa Reservada” a la que Buenos Aires. Aprovechando la presencia de la nave y advirtiendo
dio origen la detención de Paroissien en Montevideo, podemos que la correlación de fuerzas en la Corte no le era favorable, bus-
comprobar que la intriga de la princesa desató más desconfian- có forzar a su tripulación para concretar su ansiado viaje. Le orde-
za de la que ya había despertado con sus manifiestos de agosto. nó, pues, al comandante de la fragata que demorara su partida y
El fiscal Antonio Caspe y Rodríguez apuntaba que los británicos, lo conminó a entrevistarse con ella esa misma noche.
desde la fuga de Beresford, habían promovido “un partido de la El acta que poco después levantaron los oficiales de la nave re-
independencia” y que dentro de él se encontraba el ahora im- latando los acontecimientos ocurridos está encabezada por la fir-
putado Saturnino Rodríguez Peña, sostenido en Río de Janeiro ma de Pascual Ruiz Huidobro, delegado de la Junta de Galicia al
158 candidata a la corona las dos máscaras de la monarquía 159

Río de la Plata. Los detalles que proporciona el acta y parte de la romance y singularidad”.262 En una de esas reuniones en las que
correspondencia intercambiada en esos días por quienes protago- Smith procuraba arrancarle la autorización al príncipe regente
nizaron las escenas se parecen bastante a una novela de intrigas.259 para el traslado de su esposa en la fragata anclada en Río de Ja-
Según los testimonios, la infanta se mostró amable en la primera neiro, Carlota se dirigió a su esposo conminándolo a “meditar y
entrevista que mantuvo a solas, por tres horas, con el comandan- decidirse” en veinticuatro horas y que si finalmente su decisión
te, a quien convocó a una nueva reunión al día siguiente por la no “fuera favorable a sus deseos, se resolvía a considerarse una
noche. En esta segunda entrevista –realizada en un cuarto retira- prisionera de estado en el palacio”. Una actitud frente al príncipe
do del palacio al que se arribaba luego de “subir y bajar escaleras regente que el ministro británico no dudó en calificar como “un
ocultas”– la infanta se hallaba con su secretario. José Presas tomó desafío absoluto a su real y doméstica autoridad”.263
la palabra para anunciarle al invitado cuáles eran sus propósitos. El episodio culminó abruptamente, cuando la fragata Prueba
A saber: que “esta señora infanta tiene tantos derechos a la Co- zarpó al día siguiente, apenas tuvo vientos favorables, rumbo al
rona de España que a falta del señor don Fernando Séptimo y Río de la Plata. Strangford culminaba su informe relatando la reac-
señores infantes detenidos en Francia, de necesidad debe recaer ción de Carlota al enterarse de la partida de la nave:
aquella en su Alteza”, que Floridablanca así lo había dispuesto
en un manifiesto que tenían en su poder, que los alborotos de La indignación de la princesa al conocer la partida del
Buenos Aires y Montevideo causados por Elío exigían un pronto almirante excede toda descripción, y fue llevada al grado
remedio, que tenían correspondencia con Liniers de que la fraga- máximo por una carta escrita a S.A.R. por el Príncipe
ta debía permanecer allí, que Ruiz Huidobro debía ser regresado Regente […] en la cual su Alteza Real declara que no
a España, y que todos los oficiales a bordo de la fragata debían puede consentir el paso que la princesa se propone dar,
obedecer en lo sucesivo sólo las órdenes de la princesa.260 sin el acuerdo y aprobación de su Majestad Británica. La
Anoticiados de lo ocurrido, los oficiales se convocaron en junta princesa, sin embargo, abiertamente persiste en su de-
de guerra y decidieron de manera unánime no obedecer a Carlo- terminación, y al ser informada de que era posible que
ta Joaquina por considerarlo “contrario al Real Servicio de Espa- los fuertes pudieran tratar de impedir su partida por la
ña”. Acordaron, además, que al primer “viento favorable” la fra- fuerza, haciendo fuego sobre el barco que la llevara, su
gata “se diese a la vela y si fuese necesario oponer la fuerza contra Alteza Real exclamó “que las dos cortes arreglen el asun-
la fuerza, se ejecutase haciendo público este hecho violento”. La to, luego entre ellas, no me importa ninguna de las dos”.
decisión de zarpar con premura y sigilo estuvo fogoneada y avala- Esas expresiones fueron proferidas en presencia de por
da por el ministro británico, Lord Strangford, quien envió hasta lo menos cincuenta personas.264
la nave a su secretario para sugerirle a Ruiz Huidobro “que tratase
de salir lo más pronto posible que pudiese”.261 Esta visita había Se llegaba así a finales de 1808 y lo que hasta entonces había cose-
estado precedida por la que Ruiz Huidobro le hizo a escondidas chado la princesa en América era desconfianza en unos y descon-
al plenipotenciario británico para pedir su protección contra las cierto en otros. Sus únicos apoyos habían sido intempestivamente
apetencias de la princesa. En el extenso informe ya citado que desechados, obligándolos a pasar al plano de la clandestinidad.
Strangford le envió a Canning se exponían más detalles de este El expediente abierto a Peña y Paroissien involucró y puso bajo
teatro de sombras: reuniones siempre nocturnas entre los princi- sospecha a toda la red de contactos en Buenos Aires. El propio
pales actores, versiones y rumores varios, y la abierta sospecha de Contucci, consternado por la situación creada, le escribió a José
que el viaje que emprenderían Carlota y Smith tenía “un aire de Presas para anunciarle que frente a “la mudanza repentina en los
160 candidata a la corona las dos máscaras de la monarquía 161

negocios públicos” no seguiría adelante con el plan que había “se celebren inmediatamente Cortes para que establecida la Re-
conducido hasta allí. Las razones que dejaba traslucir eran que di- gencia de la Sra. Infanta Da. Carlota Joaquina, haya un gobierno
cha mudanza había herido su credibilidad y, sobre todo, la posibi- que sirva de ejemplo a la decadente Europa”. El secretario del
lidad de seguir haciendo buenos negocios en el Río de la Plata.265 Consulado, además de expresar el abandono del plan encarnado
Las autoridades coloniales, por otro lado, se reafirmaron en sus por Pedro Carlos para alentar definitivamente el de la princesa,
primeras decisiones, incluso aquellas que, como Elío, se habían hacía ahora explícito lo que habían silenciado en septiembre de
mostrado más ambiguas frente a Carlota. El gobernador oriental 1808: la convocatoria a Cortes propias. Aseguraba que esta era
homologó el episodio de la fragata Prueba con el de Paroissien la única opción de evadir “la serpiente que quiere induciros a la
para calificarlos indistintamente de “subversivos” y comenzó a democracia”, entendiendo por este último término –con todas las
conspirar en las sombras contra la infanta al informar directamen- ambigüedades del caso– un rumbo destinado a cambiar radical-
te a la Junta Central de lo ocurrido.266 mente el orden vigente.267
A estas reacciones se sumó luego la actitud adoptada por las au- Por su parte, el secretario de la infanta, José Presas, venía pre-
toridades de la península que, como vimos, buscaron neutralizar a parando en tierra carioca un decreto de convocatoria a Cortes
la princesa impidiendo su traslado al Río de la Plata y desplazando generales para establecer la regencia durante el cautiverio del rey.
también sus planes a la clandestinidad. Pero fue a su vez esta actitud Según testimonia en sus Memorias secretas, el proyecto fue solicita-
de la metrópoli y el inocultable fracaso que obtuvo con las autori- do por la propia princesa, quien se había decidido finalmente a
dades coloniales lo que condujo a Carlota a reconsiderar el vínculo convocar Cortes “bajo la misma forma y sistema que habían obser-
con los criollos porteños durante el transcurso del año 1809. vado los antiguos españoles”.268 No hay indicios de cómo se estaba
pensando “el orden y método” de dicha convocatoria ni menos
aún si al respecto podían existir consensos entre el grupo lide-
rado por Belgrano y el de los agentes de la infanta. Lo cierto es
el sueño de una capital coronada que estos últimos no exhibieron acuerdos definitivos a la hora de
continuar con el plan. Presas aseguraba que Smith y el príncipe
El interés de la princesa por retomar sus contactos con Buenos regente examinaron sus avances y dilataron sus pareceres. En di-
Aires estuvo signado por diversos acontecimientos ya menciona- chas memorias cita dos cartas del almirante que revelan esta estra-
dos. El año 1809 se inició con un intento de formar junta en la tegia dilatoria –de febrero y abril de 1809 respectivamente– y una
capital virreinal liderado por el cabildo y su alcalde de primer de la princesa en la que afirmaba que veía “el caso perdido si sir
voto, Martín de Álzaga. Tras este fallido movimiento llegaron a Sydney Smith afloja” y que había increpado a su marido (de quien
continuación la real Orden del 22 de enero para dar cumplimien- observaba que “en estos negocios tiene dos caras”) advirtiéndole
to a las elecciones de diputado a la Junta Central, la formación de “que nunca ni por pensamientos había de consentir alienación
juntas en el Alto Perú, la caída en desgracia de Sydney Smith y su con los portugueses”.269
regreso a Londres, el arribo del nuevo virrey Cisneros al Río de la Contucci, de regreso en Buenos Aires en el mes de marzo, rea-
Plata y el del embajador Casa Irujo a Río de Janeiro. Estos hechos nudaba sus contactos y apostaba ahora al traslado de la princesa
obligaron a redefinir las estrategias diseñadas en 1808 y a dotarlas advirtiendo que era ella (y no su primo) la única que podía con-
de distintos ritmos. citar consenso para el proyecto de regencia. Las cartas dirigidas
A fines de enero de 1809, Manuel Belgrano escribió un mani- a Carlota se hicieron más frecuentes desde la capital virreinal.
fiesto reclamando que en el caso de ser subyugada la metrópoli Funcionarios como Juan de Almagro o el ex virrey marqués de
162 candidata a la corona las dos máscaras de la monarquía 163

Sobremonte le escribieron para expresar su apoyo.270 El portu- cos se hacía evidente. Todo se jugaba en el plano de los alinea-
gués radicado en Buenos Aires, Possidonio da Costa, le informaba mientos de fuerza y por ello la estrategia propuesta por Contucci
a la princesa que la red de adhesiones se estaba extendiendo y era acelerar el reclamo “a la regencia de toda la monarquía”. Si se
que enviarían tres agentes a las provincias del interior para “con- permitía “la organización de cualquier asamblea de donde ema-
tinuar la propagación de las sanas y rectas intenciones de fideli- nen órdenes que puedan considerarse como la expresión de la
dad a V.A.E”.271 Contucci manifestaba igual optimismo al asegu- voluntad general, la causa de S.A.R. perderá infinitamente en la
rar el arraigo de los planes en un oficio destinado al conde de opinión de los pueblos”.273
Linhares.272 A pesar de estos malos presagios, el círculo de criollos porte-
A fines de mayo, sin embargo, la alarma volvió a encenderse. ños que apoyó la regencia no se dejó cautivar por la promesa de
Había llegado al Río de la Plata la Real Orden del 22 de enero elecciones y representación en el órgano metropolitano. Una re-
de 1809 y el virrey la enviaba para su cumplimiento a los cabildos gencia instalada en Buenos Aires parecía mucho más apetecible
capitales de intendencia. La representación otorgada a los ameri- para sus objetivos que una participación absolutamente minori-
canos en el seno de la Junta Central despertó gran inquietud en taria en un cuerpo instalado a miles de kilómetros de distancia
el círculo de agentes carlotinos. A las prevenciones expuestas a la y que además no ofrecía ninguna garantía. Si bien Contucci era
infanta en la misiva antes citada, Contucci agregaba argumentos consciente de que el apoyo de los porteños no era producto del
más precisos en un oficio dirigido al conde de Linhares. El floren- “amor a la antigua y venerable constitución española” sino de “un
tino se lamentaba allí de que la resolución alentaría el partido “de conjunto feliz de circunstancias que hacían coincidir los intereses
la independencia”, habida cuenta de que ya conocen “estos ha- de S.A.R. con los intereses y pasiones de los particulares”, ambos
bitantes que tienen iguales derechos a los que viven en la Madre grupos continuaron trabajando en consonancia, acentuando la
España” y que “el sistema democrático representativo, propuesto labor propagandística.274
por la Junta Central, vino a ser una opinión legal y justificada, y un Una de las vías de difusión más utilizada fue la publicación de
crimen el adherir a la antigua constitución monárquica”. Aunque papeles anónimos divulgando los argumentos en pro de la regen-
los términos invocados mostraban, una vez más, la polisemia y el cia y los beneficios que los americanos obtendrían con ella. Ade-
uso instrumental de los conceptos, lo que importa observar a tra- más de los impresos ya citados se propagaron otros a lo largo de
vés de ellos es la percepción que dichos agentes tuvieron de aquel ese año.275 Uno de los anónimos más conocidos, titulado “Diálogo
proceso. Y en este punto no se equivocaban. Si bien la represen- entre un castellano y un español americano” atribuido a la pluma
tación americana en los órganos de gobierno metropolitano esta- de Manuel Belgrano, fue enviado a la infanta a través de Contucci
ba lejos de instituir un “sistema democrático”, a través de ella la con el pedido expreso de reproducir cuatro mil ejemplares en
Junta Suprema competía por el legítimo depósito de la soberanía la imprenta de la Corte para ser repartidos en toda la América
y por lo tanto con cualquier propuesta de regencia dinástica. Es española.276Allí se recorrían las diversas alternativas que había
más, Contucci le aseguraba al ministro portugués que “el sistema dejado abierta la crisis monárquica para concluir que “lo único
democrático adoptado por la América española puede sernos tan que puede hacernos felices es reconocer a la infanta D. Carlota
incómodo como la dominación francesa” porque “los españoles Joaquina de Borbón, por regenta de estos Dominios” para hacer
republicanos están en perpetuo recelo contra el uso que S.A.R. revivir en América “la España con su constitución y leyes, esto es,
pueda hacer de sus justos derechos”. La Real Orden venía a poner siguiendo la monarquía española bajo el gobierno representativo
en peligro los planes de la infanta al contraer “nuevas alianzas y que le constituye con arreglo a los fundamentos primordiales de
relaciones”. La politización ya indicada de los argumentos jurídi- Castilla”.277 El formato del diálogo y el lenguaje accesible adoptado
164 candidata a la corona las dos máscaras de la monarquía 165

en este impreso buscaban acercar la propuesta a un público más regencia en consonancia con las entregadas al embajador Casa
amplio; a su vez, el habitual anonimato en este tipo de pasquines Irujo. En ellas se ordenaba que “el virrey debe sostener una co-
se convertía en un recurso obligado dada la clandestinidad en la rrespondencia muy activa con nuestro embajador en el Janeiro”,
que debían operar para ese entonces. En una suerte de guerra de prender ocultamente a Saturnino Rodríguez Peña que luego de
papeles se propagaron también impresos anticarlotistas y se difun- opinar “fuertemente por la independencia” había pasado a adhe-
dieron otros planes destinados a americanizar el imperio frente a rir en “favor de la Carlota”, y evitar que la infanta “se presentase
lo que se consideraba una segura derrota de la península.278 Entre en ese país”.281 Si la princesa “persistiese en querer verificar su
ellos circuló uno que postulaba recomponer el imperio con cabe- viaje […], es la decidida voluntad de S.M. que no sea recibida en
za en los virreyes.279 él y que sin emplear una fuerza que tenga aire de hostilidad” se
Con el arribo de Cisneros como nuevo virrey todo se precipi- usaran todos los mecanismos persuasivos, pero firmes, en orden
tó. Se trataba del primer virrey rioplatense cuyo nombramiento a “rehusarle absolutamente toda entrada”.282 Cisneros se hizo eco
no emanaba directamente de la autoridad real. Sus instrucciones inmediatamente de sus instrucciones e informaba a la Junta Cen-
apuntaban a pacificar las discordias que habían asolado a la ca- tral haber recibido carta de la infanta (que deliberadamente no
pital del virreinato, a vigilar y castigar cualquier tipo de sedición contestó) y haber enviado a la frontera de Río Grande “sujetos de
o plan revolucionario, y sobre todo a controlar a la princesa. Su confianza que disfrazados” operaban en calidad de espías.283
misión de reinstalar el prestigio de la autoridad virreinal se vio El clima de incertidumbre que rodeó la llegada del nuevo virrey
seriamente dificultada. Los cambios ocurridos en el interior del fue aprovechado por los agentes carlotistas que vieron en ese con-
poder colonial se hicieron sentir rápidamente. Los cuerpos de mi- fuso ambiente político la gran oportunidad de convertir a Buenos
licias impusieron sus condiciones y no permitieron que Cisneros Aires en una capital coronada. Contucci comenzó a insistirle a la
se trasladara desde la ciudad de Colonia hacia la capital hasta no princesa sobre la urgente necesidad de su traslado ya que nada
asegurarse que cumpliría con sus peticiones. Entre las principales podía esperarse de la Junta Suprema; por el contrario, se hacía
figuraban que Liniers no sufriera residencia, cargos ni traslado a evidente que esta no reconocería su regencia y que Cisneros des-
la península, que no innovara en lo relativo a las milicias locales confiaba de ella.284 La incitaba a decidir su viaje exponiéndole la
y que no cumpliera con la orden de la Junta de encargar a Elío la “fermentación” vivida en Buenos Aires con la llegada del virrey y
inspección de armas. Finalmente Cisneros arribó a la capital del las noticias procedentes de Charcas,285 y transmitiéndole la “ex-
virreinato el 29 de julio y fue recibido por todos los cuerpos civi- pectativa” creada frente a su arribo “inminente”.286 A su vez, tanto
les, eclesiásticos y militares. Su misión de pacificar las disputas lo Contucci como Guezzi buscaron el apoyo del conde de Linhares
obligó a negociar con los poderes locales cada una de las medidas y en diversas misivas le informaban que se habían acelerado los
a tomar, algunas de las cuales contradecían las instrucciones que trabajos a favor de Carlota,287 que nunca se había avanzado en la
traía de la Junta Central. Pero la instrucción que se cuidó muy causa con tanta eficacia,288 que el partido procarlotista era “enor-
bien de hacer cumplir fue la relativa a los planes carlotistas. me” en Buenos Aires –excepto “el gobierno y sus secretarios”–,
La alarma que había desatado en la península la llegada de los que había indicios de que la Junta Central reconocería a Napo-
manifiestos bragantinos y de las cartas autógrafas de la princesa león, que el nuevo virrey Cisneros trabajaba en este sentido y que
se había visto alimentada por inquietantes informes dirigidos a las autoridades de la península estaban empeñadas en quitar la
la Junta Central por parte de diversos personajes residentes en soberanía de las manos de Carlota.289
América.280 De allí que las instrucciones a Cisneros hicieran espe- Este clima de euforia fue compartido por el grupo criollo fir-
cial hincapié en el control y desbaratamiento de los proyectos de mante de la memoria. Belgrano fue quien mantuvo el liderazgo
166 candidata a la corona las dos máscaras de la monarquía 167

en la correspondencia con Carlota y en el estímulo para su trasla- debía cumplirse “sin tropas ni séquito”– era la única garantía
do. El epistolario belgraniano revela un tópico constante en esos para el salvataje de la monarquía y para crear el cimiento del
meses: el cuestionamiento a la legitimidad de la Junta Central. futuro “edificio de la felicidad”.291 El explícito pedido de tras-
De la crítica al gobierno colonial y a los abusos de las autoridades ladarse sin tropas se vinculaba a la sempiterna desconfianza de
americanas pasó a enfocar su diatriba contra los depositarios de la los rioplatenses hacia los portugueses, alimentada por la cons-
soberanía en la península: tante referencia al potencial uso de la fuerza por parte de la
Corte de Braganza para imponer los derechos de sus infantes
La Junta Central, ignorante, a la verdad, de su actual es- (el propio Contucci sugería la movilización de diez mil hombres
tado, ha puesto a este pueblo en conmoción con sus de- para acompañar a la infanta al Río de la Plata). En este sentido,
cisiones aprobatorias de la conducta de aquellos mismos Contucci le advertía al ministro de Estado portugués que el reco-
que han vejado la autoridad con real escándalo [en clara nocimiento de sus instituyentes hacia la princesa procedía “bajo
referencia al nombramiento de Elío como Inspector de el concepto de que la España y su constitución van a revivir en
Armas]; y es de esperarse que el nuevo virrey instruido este suelo […] porque la preocupación de Nación limítrofe está
de iguales ideas procediese sin prudencia como ya ha arraigada, y necesita tiempo para vencerla”.292
principiado […] A las misivas del secretario del Consulado se agregaron en esos
Lo que puedo asegurar a V.A.R., desde ahora, en que meses las de otros personajes de peso. La infanta recibió cartas de
no hay un hombre de bien que no mire en su real per- apoyo del deán cordobés Gregorio Funes y de fray Tomás Cham-
sona el sostén de la soberanía española, el apoyo de los bo, entre otros. El primero ratificaba su lealtad a la infanta previ-
derechos de la nación y de los vasallos, y el único refugio niendo que “la autoridad soberana puesta en otras manos que las
que le queda a este continente para gozar tranquilidad, de V.A.R. siempre será un depósito muy peligroso a la suerte del
y llegar al grado ventajoso al que es capaz.290 vasallo y al crédito del depositario”;293 el segundo le aseguraba que
las provincias de Paraguay, Tucumán y las del Perú “están ansiosas
El secretario del Consulado insistía frente a la infanta sobre la de rendirle vasallaje” y la instaba a que dada “la rebelión que des-
necesidad de evitar que “esa Junta se posesione de la autoridad, punta en muchas de las provincias de este Continente” se traslade
y que criando criaturas a la sombra del sagrado nombre de Fer- lo antes posible a Buenos Aires.294 Juan Martín de Pueyrredón,
nando VII mañana sean otros tantos que lleven a todos los do- apresado por los dichos en sus cartas enviadas desde la península
minios españoles el espíritu de usurpación”. Consciente de las (citadas en el capítulo 2), había fugado de su detención en Bue-
pujas interimperiales, Belgrano buscaba explotar al máximo la nos Aires a Río de Janeiro y era enviado ante Carlota Joaquina con
desconfianza de Carlota hacia la Corte de Braganza y su princi- la misión de organizar su traslado.
pal aliada al afirmar que “si se opone la Inglaterra, si se opone El optimismo exhibido era, sin dudas, un recurso retórico para
el Portugal” a la coronación de su regencia era porque estaban convencer a la princesa y resulta difícil medir el alcance real de
persiguiendo sus propios intereses de acabar con la “Real Fami- lo que evocaban las cartas citadas. No obstante es verosímil in-
lia de Borbón”. Para salvar estos obstáculos le recomendaba a la ducir que la euforia de los carlotistas se debía más a la particular
princesa acercarse al embajador Casa Irujo para encontrar en él contingencia vivida con el cambio de autoridad virreinal que a
un aliado y –en un lenguaje que lucía cierta dosis de audacia– la supuesta adhesión generalizada hacia la infanta. En aquel am-
valerse “de las armas que le presta su sexo” para obtener de su biente convulsionado en el que Belgrano reclamaba su presencia
esposo el permiso del traslado. Su arribo a Buenos Aires –que para “apagar el incendio”, la coyuntura se presentaba muy propi-
168 candidata a la corona las dos máscaras de la monarquía 169

cia para imponer la regencia y disputar luego su obediencia en el la respuesta a nivel local de las autoridades metropolitanas. Las
cambiante campo de fuerzas existentes en la capital.295 medidas contra los agentes más cercanos a Carlota no se hicie-
Así, julio y agosto de 1809 fueron meses tan febriles como los ron esperar. Felipe Contucci aseguraba que “hablar de los justos
que cerraron el año anterior. Sin embargo, mientras los refor- derechos de V.A.R. es un crimen para este nuevo virrey”297 y que
mistas porteños recuperaban la iniciativa, la princesa no reveló Cisneros “ha jurado gritando que hará degollar en medio de la
el espíritu arrebatado que mostró tener a fines de 1808. Distin- plaza al primero que hable de esa Señorita (S.A. Real la Princesa
tas variables habrían atemperado ese impulso. Por un lado, ya nuestra Señora)”.298 En el mes de noviembre se encarceló e inició
no contaba con la compañía y el consejo del aventurero Sidney sumario a los responsables de hacer circular un impreso anónimo
Smith. La infanta se encontraba más aislada y a la vez sujeta a en el que se postulaba construir “el vasto edificio de un nuevo im-
las negociaciones que se habían iniciado en la península en las perio español americano” con sede en Buenos Aires y encabezado
que, como vimos, la Corte de Braganza había decidido intervenir por la regencia de Carlota Joaquina.299
modificando su original estrategia. Por otro lado, la cautela que Cisneros se hacía eco de los fantasmas que la princesa había des-
parecía mantener no era ajena a la desconfianza que le seguían pertado en la península y le informaba a la Junta Central sobre
despertando sus ocasionales aliados. A ello se sumó la llegada del todo lo que estaba haciendo en procura de “que no sea recibida en
embajador español a Río de Janeiro en el mes de agosto, quien a este país en caso de que intentase verificar su viaje”.300 Entre las me-
pesar de estar destinado a controlar los planes carlotinos fue visto didas que adoptó el virrey se destaca la creación de un Comité de
por la princesa como un potencial aliado. La expectativa de Carlo- Vigilancia en diciembre de 1809 destinado a perseguir a cualquier
ta se concentraba cada vez más en el aval que pudiera obtener de individuo que fuese delatado “de haber producido noticias falsas,
la península para cualquier paso que diera. Saturnino Rodríguez fijado, extendido, leído o retenido anónimos, o papeles relativos
Peña, testigo marginal de lo que ocurría en la Corte de Brasil, le a variar la forma de gobierno”.301 Los apoyos de la regencia esta-
escribía a Francisco de Miranda apenas desembarcó Casa Irujo ban entre los principales sospechosos y la Corte de Brasil era vista
en tierra carioca. Allí le contaba en detalle los episodios del affai- “como el asilo de todos nuestros reos que logran escaparse”.302
re Paroissien, su desilusión frente a la “diabólica intriga con que La actitud de Cisneros desató las quejas del plenipotenciario
intentaron arruinarme S.S. Smith, y un doctor Presas”, la caída en portugués en España. En nota elevada a las autoridades de la pe-
desgracia de Smith frente al triunfo “de su contrario” Strangford, nínsula este reclamaba que “sin embargo de las seguridades dadas
la llegada de Cisneros con el consiguiente peligro para los pro- al virrey de Buenos Aires de que su Alteza Real no tenía ninguna
yectos carlotistas, y la segura misión de Casa Irujo de “observar los intención hostil contra el gobierno español de América […]no
más pequeños movimientos de la Corte de Portugal; y por conse- cesa el mismo virrey de mostrarse el mayor enemigo de la Corona
cuencia necesaria los de los ingleses sobre estos puntos”.296 Peña de Portugal, de maltratar a todos los portugueses que por razón
no ignoraba que él mismo sería observado en todos sus movimien- de comercio se hallan en Buenos Aires”.303 De hecho, antes de que
tos mientras se mantuviera en Río de Janeiro, donde a pesar de finalizara el año se intimó a los agentes carlotistas más visibles a
todo contaba con la protección británica. abandonar los dominios españoles y se confeccionó una lista de
Lo cierto es que Cisneros se instaló en Buenos Aires y se encar- extranjeros (básicamente portugueses) para su expulsión.304 En
gó de cumplir con uno de sus cometidos: impedir el despliegue ese contexto, Contucci le confesaba a Carlota que sus seguidores
del proyecto de regencia para condenarlo cada vez más al plano no veían otro camino para instalarla que el de una “revolución”,
de la clandestinidad. La persecución y criminalización de quie- aunque reconocían que “un paso tal sería contrario a la dignidad
nes se mostraran apoyando la opción legitimista de la infanta fue de V.A. Real”.305
170 candidata a la corona las dos máscaras de la monarquía 171

En ese clima se abrió el año 1810. Mientras los acontecimientos Esa circular, pues, en dos palabras, recomienda el méri-
bélicos de la península precipitaron la disolución de la Junta Cen- to y derecho al trono español en América de la serenísi-
tral y la formación del Consejo de Regencia, en el Río de la Plata ma señora doña Carlota Joaquina de Borbón, princesa
el carlotismo seguía siendo una alternativa a pesar de la persecu- de Brasil, e infanta de España, no para reina, sino para
ción oficial sufrida por sus seguidores. Las paradojas que encerra- regentear el reino; no para exclusión del señor Don Fer-
ba el hecho de que una opción dinástica fuera criminalizada por nando VII y demás hermanos varones, sino por la impo-
las autoridades sustitutas del monarca fueron puestas en evidencia sibilidad en que les considera de recobrar la libertad de
por el alegato que Juan José Castelli presentó en marzo de 1810 que supone haberles privado, juntamente con el reino,
en calidad de abogado patrocinante en la defensa de Saturnino Bonaparte; no en unión con la Corona de Portugal, sino
Rodríguez Peña y James Paroissien. El sumario abierto a ambos per- por reino separado, cuya constitución, gobierno, y leyes
sonajes a fines de 1808, luego del doble juego ya relatado llevado debería reglar la nación junta en Cortes, estableciendo
a cabo por Carlota, no se había resuelto. Peña continuaba en Río entonces la sucesión de la dinastía de una heredera le-
de Janeiro (a pesar de los reclamos de las autoridades españolas) y gítima en la reina doña Isabel. Pondera las ventajas que
Paroissien fue trasladado de Montevideo a Buenos Aires recién en de ahí se seguirían, los inconvenientes de introducir otra
octubre de 1809. Los acusados del delito de “alta traición” y de “lesa forma que la monárquica, especialmente en constituir
majestad” encontraron en la pluma de Castelli una estrategia de nueva familia reinante, y dar por sentado que es el único
defensa que, además de buscar la absolución de los imputados, es- recurso que tiene la América en la suposición de quedar
taba destinada a justificar y legitimar la opción carlotista. El futuro España por las miras de Bonaparte, y privados de la liber-
“orador de la revolución” admitió en esa defensa que si Peña había tad y trono los reyes legítimos.306
estado comprometido en el pasado con planes de independencia
revolucionaria, su posición había cambiado radicalmente con la lle- Todos los tópicos expuestos por los criollos carlotistas desde
gada de la Corte lusitana a Río de Janeiro al convertirse en un fiel 1808 aparecían enunciados en este nuevo memorial en el que se
impulsor del legitimismo monárquico a través de la princesa: destaca la claridad expositiva: la retórica dinástica se combinaba
con el lenguaje constitucional de la monarquía católica para pos-
Así es que el doctor Peña que a la época de su emigra- tular la legitimidad de la regencia. Pero a su vez, la lógica argu-
ción de Buenos Aires y América española opinó por la in- mental se montaba ahora sobre un lúcido análisis en torno a la
dependencia, corrigió su opinión en la época posterior; voz “independencia”. A los efectos de su defensa, Castelli discri-
no debiendo considerarse uniforme la opinión, sino en minó los dos momentos de la trayectoria de Peña para distinguir
cuanto a que una y otra época aspiraba a la independen- dos acepciones del concepto. Por un lado “una independencia
cia, mirada esta idea en abstracto, pues en el concepto criminal, cual sería la constitución democrática, o aristocrática de
es tan diversa, cuanto difieren las circunstancias, los mo- la América española”, y por otro una independencia que implica-
tivos y los fines. Es un ataque a la sinceridad, buena fe y ba una “constante adhesión” a su gobierno monárquico legítimo
religiosidad del procedimiento judicial suponer que en y “en positiva oposición a depender en primer lugar de la nueva
el plan reciente del doctor Peña se propende a la inde- dinastía francesa, y segundo de toda dominación europea”. En
pendencia de la América, de la Corona de Castilla, como este segundo registro ubicaba la alternativa carlotista, aclarando
la que se cree que ocupaba la delirante imaginación de –según refleja la cita anterior– que además se preservaría la inde-
aquel a la época de su emigración […] pendencia de las dos coronas ibéricas.307
172 candidata a la corona las dos máscaras de la monarquía 173

La distinción de Castelli exhibe las torciones semánticas que –si no el rechazo– de las autoridades peninsulares a aceptar cual-
estaba sufriendo el concepto de independencia señaladas al co- quier tipo de iniciativa que partiera de América y no se adaptara a
mienzo de este capítulo. De hecho no fue el único en hacer tal las estrategias dispuestas desde la metrópoli. La disputa en torno
distinción. El agente Contucci había recurrido a ella para conven- al depósito de la soberanía puso en evidencia la paradoja de que
cer a Francisco de Miranda de trabajar a favor del plan de la prin- una salida de base dinástica fuera criminalizada por los nuevos
cesa y de gestionar en Londres el apoyo del gabinete británico. En reemplazantes del trono vacante y creó un ambiente de creciente
una carta enviada al venezolano le comentaba que al llegar a Bue- y abierta hostilidad hacia la Junta Central. En tercer lugar, parecía
nos Aires había encontrado “un gran partido por la independencia quedar claro que la opción de reformar la monarquía para dotar
absoluta” pero que su proyecto con los criollos era “propender la a los territorios americanos de la autonomía correspondiente a la
independencia de la América de toda dominación europea sea cual condición de reinos de pleno derecho en igualdad de condicio-
fuere” dentro de una “forma monárquica, regular y convenien- nes a los peninsulares era una vía destinada al fracaso.
te” basada en los derechos dinásticos de la infanta Carlota”.308 En Desde esta perspectiva, aun cuando la deriva revolucionaria pos-
ambos casos se vuelve a expresar la tendencia ya señalada: dado terior a mayo de 1810 no se explica por este fracaso, tampoco fue
el carácter extraordinario de la situación, los conceptos más com- un rumbo imprevisto nacido exclusivamente de la debacle penin-
prometidos y a la vez ambiguos por sus variados significados que- sular frente a la pérdida de Andalucía. El clima vivido en Buenos
daban sometidos a los intereses políticos de quienes los habían Aires en el segundo semestre de 1809 estaba lo suficientemente
acuñado . caldeado como para anunciar tormentas políticas. Así lo vatici-
Ahora bien, si a casi dos años de un trono vacante ninguno de naba Contucci en la carta citada dirigida a Carlota en diciembre
los testimonios desmentía la vocación reformista y legitimista del de 1809 al admitir que sus instituyentes porteños no veían otro
grupo carlotino más activo y militante del Río de la Plata, el tiempo camino para instalarla como regente que el de una revolución.
transcurrido les había permitido acumular una reserva de experien- Sólo que la revolución iniciada en mayo de 1810 se hizo sin cabeza
cia que en gran parte incidió en algunos de los cursos de acción coronada y apelando en esa ocasión al derecho de retroversión de
que varios de ellos adoptaron a partir de mayo de 1810, cuando la soberanía a los pueblos para destituir al virrey y crear una junta
arribaron las noticias de la disolución de la Junta Suprema y del que asumiera el depósito en nombre del rey cautivo. En este cur-
avance napoleónico sobre Andalucía. La reserva de experiencia so de acción, en el que incidieron muchas otras variables que las
a la que aludo implicó, en primer lugar, acopiar un aprendiza- aquí contempladas, hay una que es oportuno destacar en lo que a
je jurídico que los obligó a elaborar argumentos de manera muy nuestro tema compete. A la indecisión de la princesa en los meses
precisa para defender la regencia en sede americana. Casi todos precedentes a mayo se sumó otra indecisión crucial: la de las mili-
los miembros del grupo tenían la formación específica para en- cias urbanas de Buenos Aires. Cornelio Saavedra, jefe del cuerpo
frentar el desafío; pero ajustar los principios jurídicos circulantes de Patricios y pieza fundamental en los acontecimientos de mayo
a la inédita situación creada en 1808 y adecuarlos a los objetivos de 1810, tuvo siempre una actitud cautelosa frente a la regencia.309
políticos que perseguían en un contexto tan cambiante y a la vez Tiempo más tarde explicaba su actitud de la siguiente manera:
riesgoso no era una tarea fácil. Entre esos argumentos existió un
temprano cuestionamiento a la legitimidad de las autoridades sus- Pasado el tiempo y viendo que la señora infanta no rea-
titutas de la península y a la actitud adoptada por las autoridades lizaba sus promesas de venir a Buenos Aires, como lo
coloniales. En segundo lugar, la reserva de experiencia se instaló había ofrecido, que Cisneros ya estaba en Montevideo
en el terreno de la acción política al dejar al desnudo la reticencia y llano su recibimiento al mando superior de estas pro-
174 candidata a la corona las dos máscaras de la monarquía 175

vincias, y expuestos a ser sacrificados nosotros por él, Miguel de Azcuénaga, Manuel Alberti, Domingo Matheu y Juan
como se nos amenazaba descaradamente por nuestros Larrea. La Junta juró fidelidad al rey Fernando VII y se compro-
émulos, los europeos del motín del 1º de enero, empezó metió a tutelar el depósito de la soberanía del monarca.
a resfriarse la opinión y de grado en grado, cayó hasta el Cuando las noticias de lo ocurrido en Buenos Aires llegaron
extremo de olvidarse.310 a Río de Janeiro se desató gran alarma. Possidonio da Costa le
envió al ministro de Estado portugués las primeras novedades. En
Las milicias fueron, pues, un apoyo clave en la formación de la pri- una misiva fechada el 22 de mayo, Da Costa informaba que en-
mera Junta mientras los principales referentes del carlotismo pa- tre los líderes del movimiento se encontraban quienes “eran los
saron, sin más, a ser miembros del nuevo gobierno y a convertirse más acérrimos partidarios de la serenísima Señora”. Le atribuía
en activos defensores de su autonomía frente a una Madre Patria al virrey y a su política de persecución el haberse visto estos “asus-
que había mostrado hasta allí su rostro de perfecta madrastra. tados sabiéndose descubiertos y al mismo tiempo reos” y que por
ello “cambiaron”.311 Felipe Contucci, por otro lado, le informaba
al ministro que había recibido una misiva de Julián de Gregorio
Espinosa (sobrino de Manuel Belgrano) en la que aseguraba que
“se había perdido el mejor tiempo” la opinión general en la capital virreinal era “por la independen-
cia contando que nuestra Señora Doña Carlota se estará quieta
El 18 de mayo arribó a Buenos Aires la novedad del avance francés porque no tiene con qué moverse” y que en caso de no verificarse
sobre Andalucía y de la disolución de la Junta Central, y aunque esta hipótesis llamarían a la infanta “como legítima sucesora del
Cisneros procuró evitar que la noticia se propagara, sus esfuerzos dignísimo Fernando VII en cuyo nombre se ha de establecer una
fueron inútiles. En distintas reuniones realizadas en las casas de junta”.312 Las noticias transitaron en esos días a través de distintos
Nicolás Rodríguez Peña e Hipólito Vieytes, a las que asistieron emisarios e interlocutores, quienes evaluaban con inquietud el
personajes inquietos por la situación –entre ellos Juan José Cas- futuro del virreinato. Cuando dichas noticias llegaron a oídos de
telli, Manuel Belgrano, Juan José Paso, Antonio Luis Beruti–, se Juan Martín de Pueyrredón, representante del grupo carlotino en
discutieron los pasos a seguir. En permanente comunicación con Río de Janeiro, su partida hacia Buenos Aires no se hizo esperar.
el jefe del Regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra, este grupo Una vez en la capital rioplatense le escribía a De Souza Coutinho
decidió entrevistarse con el virrey para presionarlo a convocar a disculpándose de su ingratitud por haber salido casi clandestina-
un cabido abierto. A pesar de las dilaciones intentadas por Cisne- mente de esa Corte sin siquiera despedirse.
ros para evitar tal convocatoria, la presión ejercida por los jefes Un mes después de formarse la Junta provisional, el carlotista
de las milicias para que ese curso de acción se concretara terminó Juan de Almagro se entrevistó con Cornelio Saavedra y Manuel
de convencer al virrey de que debía acatar la petición. El Cabildo Belgrano para explorar la posibilidad de reflotar los viejos planes.
Abierto se llevó a cabo el 22 de mayo y en él se decidió deponer al La respuesta de Almagro a Carlota refleja muy bien el cambio de
virrey Cisneros de su cargo por haber caducado la autoridad que escenario. Los ahora gobernantes del Río de la Plata le expresa-
lo había designado. El 25 de mayo quedó constituida la primera ron que “siendo Buenos Aires un pequeño punto en proporción
Junta provisional de gobierno formada por nueve miembros. Cor- de la vasta extensión de las provincias que componen este Virrei-
nelio Saavedra, a quien se le confirió el supremo mando militar, nato no podía resolver por sí solo materia tan delicada”; en la nue-
la presidía; sus secretarios fueron Mariano Moreno y Juan José va situación la Junta había dispuesto “se convoque un Congreso
Paso, y el resto de los vocales Manuel Belgrano, Juan José Castelli, General a que deberán concurrir los diputados de los principales
176 candidata a la corona las dos máscaras de la monarquía 177

pueblos de distrito para tratar y resolver la forma de gobierno un Congreso se podía dar el reconocimiento de la señora, el gra-
más conveniente que deba establecerse, llegado el caso de la total do de dignidad que le correspondía”.316 La convocatoria a Cortes
pérdida de España”.313 Los pruritos que exhibían algunos de los a la que habían apelado los carlotistas desde 1808 mutaba ahora a
que habían sido hasta pocos días antes calurosos defensores de la la de un congreso. La transmutación terminológica expresaba el
regencia expresaban el viraje que se estaba operando; un viraje a cambio de situación. Si bien la voz “congreso” se dotó de diversos
escala imperial –teniendo en cuenta que al conocerse la disolu- contenidos en aquellos tiempos y dio lugar a rumbos de acción
ción de la Junta Central varias ciudades americanas reaccionaron diferentes, su uso no era azaroso teniendo en cuenta que la Junta
creando juntas autónomas– pero que asumía valencias particula- había enviado circulares a las ciudades del virreinato convocando
res en el Río de la Plata dada la reserva de experiencia ya indica- a elecciones de diputados.
da. Con mucha decepción Almagro le transmitía a la princesa que Lo cierto es que a este encuentro privado con Belgrano y Caste-
sus antiguos aliados le habían confesado que “se había perdido el lli le sucedió al día siguiente una audiencia entre la Junta y Guez-
mejor tiempo”.314 zi. El 20 de julio el nuevo gobierno de Buenos Aires elevó un ofi-
En los meses que siguieron, los acontecimientos ocurridos en el cio a la Corte de Braganza en el que ratificaba su fidelidad al rey y
Río de la Plata fueron tomando otros derroteros. Como no es el exponía las razones que la obligaron a su instalación. No faltaron
objeto de este libro analizar la revolución nacida en Buenos Aires en el citado oficio mordaces críticas a Cisneros por su “particular
sino seguir la pista carlotista en sus diversos escenarios, me deten- estudio de infundir en el pueblo ideas de desconfianza respecto
dré solamente en algunos episodios que iluminan la redefinición a las miras del gabinete de Brasil” y al embajador Casa Irujo, cuya
de las estrategias que tuvieron por epicentro a la infanta. En el correspondencia con el depuesto virrey había sido descubierta y
mes de junio, la Corte de Braganza comisionó a Carlos Guezzi era ahora remitida confidencialmente al ministro de Estado por-
para indagar los propósitos de la Junta, transmitirle a esta que el tugués. Con este gesto, los vocales de la Junta buscaban dejar al
príncipe regente pretendía mantenerse neutral en los conflictos desnudo ante la Corte lusitana las intrigas secretas de las autorida-
internos de las posesiones españolas y que vería con agrado el des peninsulares, los términos poco amables con los que Irujo se
reconocimiento de los derechos de Carlota Joaquina. Guezzi dejó refería a muchos de sus miembros, e intentaba justificar el pedido
testimonio de sus entrevistas y negociaciones con los miembros de que el embajador español en Brasil fuera remitido a Buenos
de la Junta entre julio y diciembre de 1810 en un extenso informe Aires “con el carácter de un reo de Estado”.317 En este oficio, sin
dirigido al ministro de Estado portugués y en la correspondencia embargo, a diferencia de los intercambios ocurridos de manera
que intercambió en aquellos días.315 En dicho informe relataba privada, no había una sola palabra que aludiera a la princesa y a
que tuvo un primer encuentro con Belgrano y Castelli, miembros sus legítimos derechos.
ahora de la Junta provisional, el 17 de julio. Según el enviado car- El 1º de agosto Carlos Guezzi le presentó un plan al gobierno
lotino, en esa oportunidad ambos le aseguraron que conservaban de Buenos Aires. Allí, luego de advertir la preocupación de la Cor-
sus antiguas ideas sobre los derechos de Carlota Joaquina, que te de Braganza por la división de opiniones y la falta de garantías
la princesa sería invitada a trasladarse a Buenos Aires apenas los de la Junta para manejar sus relaciones exteriores e interiores,
sucesos de la península lo permitieran y que el resto de los vocales sugería el envío de un diputado a Río de Janeiro para negociar
de la Junta pensaban igual que ellos. No obstante, Belgrano y Cas- que dicha Corte fuera garante del nuevo sistema provisional de
telli le repitieron a Guezzi lo anunciado pocos días antes a Juan de gobierno.318 Según el agente carlotino, la propuesta fue bien re-
Almagro: que la “convocatoria del Congreso podía abreviar el ca- cibida por la Junta y, cuando ésta le preguntó cuáles podían ser
mino y eliminar los inconvenientes” y “que únicamente mediante las proposiciones aceptables, él respondió: “la de reconocer los
178 candidata a la corona las dos máscaras de la monarquía 179

derechos eventuales de la princesa y admitir la mediación de la moderado, el Río de la Plata no reconoció nunca a las Cortes ni
Corte de Brasil”.319 a los diputados que decían representar a Buenos Aires en Cádiz.
Pero en esos meses la Junta fue revelando divisiones internas. A su vez, una señal de que este rumbo moderado no cambiaría el
Mariano Moreno encarnó las posiciones más radicales al exhibir claro alejamiento de los carlotistas la ofreció el deán Gregorio Fu-
la voluntad de convertir a los diputados electos en las ciudades en nes. Adherente de los planes de la infanta durante 1809, flamante
representantes de un congreso constituyente destinado a abando- diputado por Córdoba a la Junta y opositor de las posiciones más
nar el mero depósito de la soberanía. Sus célebres artículos de no- radicales de Moreno, el deán cordobés le recomendó a Guezzi,
viembre y diciembre de 1810 publicados en la Gazeta de Buenos Ai- ya expulsado y embarcado este en la rada del puerto de Buenos
res –nuevo órgano de prensa oficial del gobierno y del que Moreno Aires, que retrasara su partida a la espera de novedades. Pero en
era editor– así lo demuestran. Guezzi dejó traslucir en su informe vano esperó el agente las noticias prometidas. Producido el golpe
estas divisiones al relatar un diálogo que mantuvo con Moreno. de timón dentro de la Junta, Funes se convirtió en uno de sus líde-
El secretario de la Junta, que nunca formó parte de los círculos res mientras tomaba prudente distancia de la princesa.
carlotistas, además de darle un trato muy reticente le advirtió al Así, el optimismo que habían demostrado tener los agentes car-
agente de la infanta acerca de las sospechas que recaían sobre la lotistas enviados desde Río de Janeiro durante 1809 era reempla-
Corte de Brasil; a saber, que pasara a convertirse de “mediadora” zado por el pesimismo y por la convicción de que se había abierto
“en dueña de estas provincias”.320 Cabe destacar que a esa altura un camino sin retorno. Por otro lado, algunos de los que habían
Castelli y Belgrano ya no estaban en la capital. El primero había sido férreos opositores de la infanta hasta ese momento comenza-
sido destinado al ejército auxiliar del norte como representante ron a evaluar que, en el nuevo contexto, la salida de una regencia
político de la Junta y el segundo a comandar la campaña al Para- en sede americana podía representar el mal menor. El viraje de
guay. Moreno parecía dueño de la situación. El episodio culminó ciertos funcionarios coloniales se puede observar en la misiva que
con una orden de la Junta para que Guezzi abandonase la ciudad el paraguayo Pedro Vicente Cañete (asesor de la Audiencia de
de Buenos Aires en el primer barco rumbo a Río de Janeiro. Charcas) le envió a Cisneros desde Potosí. La carta está fecha-
¿Cuáles fueron las conclusiones que extrajo Guezzi de su fraca- da el 26 de mayo de 1810, un día después de la formación de la
sada gestión? En primer lugar, que Moreno era “el Robespierre Junta provisional de Buenos Aires y de la definitiva deposición
del momento” y que los vocales restantes eran “nulos para el bien” del virrey; acontecimientos que Cañete obviamente no conocía
pero que todos juntos –a pesar de sus disensiones internas– pre- en ese momento pero que podía intuir claramente según exhibe
tendían fundar “una república sobre el terrorismo” y “no reco- su correspondencia:
nocer superioridad en el gobierno español”. En segundo lugar,
dudaba que en Buenos Aires se reconociera a las Cortes recién Si conseguimos fijar anticipadamente la autoridad del Vi-
reunidas en Cádiz. El agente afirmaba al respecto que “la total y rrey bajo los resguardos expresados, ya podemos esperar
perpetua separación de unión y dependencia de la metrópoli es, con menos inquietud la accesión (sic) que se sospecha
en mi opinión, un punto decidido tanto por la Junta como por los de que una escuadra inglesa a la vista de Buenos Aires
diputados si no media fuerza que haga variar este propósito”.321 será la que nos traerá repentinamente la primera noticia
La duda de Guezzi se confirmó en los hechos. A pesar de que el de la pérdida de España, si acaso llega nuestra desgracia
“Roberpierre del momento” fue desplazado de la Junta a fines de hasta ese punto: y debemos presumir que entonces nos
diciembre y que los diputados electos en las ciudades del virreina- habrán de proponer uno de dos partidos. O bien su pro-
to se incorporaron a ella para imprimirle al gobierno un rumbo tección para provocarnos a la independencia; o bien el
180 candidata a la corona las dos máscaras de la monarquía 181

gobierno de Regencia al cargo de la Serenísima Señora carta viajaba hacia Buenos Aires había provocado la tempestad
Infanta de España Princesa de Brasil Dª. Carlota de Bor- apocalípticamente anunciada. La teoría del mal menor se desplazó
bón como llamada al trono en las Cortes de 1789 a falta hacia nuevos escenarios mientras los más representativos carlotis-
de los SS. Infantes sus hermanos. tas de Buenos Aires, decepcionados de transitar infructuosamente
Lo primero es infinitamente más perjudicial porque la vía reformista, habían decidido asumir ellos mismos la tutela de
daría principio a la Anarquía, y se daría el origen a la la soberanía monárquica convirtiéndose en líderes del proceso
perdición de toda América […] Lo segundo tiene el gra- revolucionario. En esa conversión no hubo un reemplazo de la
vísimo inconveniente de que la Corona de Portugal tal máscara de Carlota Joaquina por la de su hermano Fernando sino
vez quiera apropiarse de Establecimientos con el mismo una experiencia de final abierto e imprevisible que claramente se
derecho que contrataron hacer un repartimiento igual alejaba de la opción dinástica defendida hasta poco tiempo atrás.
de las Islas Colonias y demás propiedades ultramarinas
de Portugal la Francia y la España en el tratado secre-
to de Fontainebleau a 27 de octubre de 1807 entre los
plenipotenciarios Duroc e Izquierdo: a cuyo efecto po-
dría entrar con el título aparente de Regencia para se-
ñorearse después con dominio absoluto; fortificando las
fronteras, los puertos, y Provincias interiores con tropas
mercenarias y Gobernadores portugueses o ingleses.
En la extremidad de estos dos grandes peligros, parece
mucho menos expuesto el último siempre que adoptán-
dolo con sagacidad continúe el Gobierno de América
al mando de sus actuales Magistrados, Jefes y Ministros
conforme a nuestra constitución y códigos legislativos,
jurando la señora no innovar nuestro sistema, ni intro-
ducir tropas, ni elegir Jefes ni Magistrados extranjeros,
sino únicamente auxiliarnos con armas y artillería para
nuestra defensa interior y marítima bajo la protección
de Gran Bretaña.
Todos estos pueblos se mantienen en una expectación
asombrosa, como quien espera el golpe de una tempes-
tad desecha a la vista de las negras nubes que se miran
colgadas sobre las cabezas. Al fin son Pueblos que se irán
tras del viento que los moviere.322

La reconsideración de Cañete, que no hacía más que recuperar el


primigenio plan de los manifiestos bragantinos de agosto de 1808,
llegaba tarde. El arribo de la temible noticia en los días en que la

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