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Los

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Seoanes
Gallegos
INTRODUCCIÓN (-EXPLICACIÓN)

Este es un libro que nunca pensé escribir.

Va a hacer un par de años, repasaba unos pocos cientos


de volúmenes que no interesaban ni a mis hermanas ni a mí. El
último de todos, resultó ser un grueso y antiguo Nomenclator de
correos en el que de inmediato localicé mi gentilicio; cuando
volví a buscarlo, ya el librero de viejo se lo llevara –menos mal
que había arrancado la hoja que me concernía-.

Remontándonos otros diecisiete años, cuando preparaba


mi primera larga y fructuosa incursión por la mitad sur del
continente americano, no recuerdo si a mi petición o por
ofrecimiento suyo, el artista francés Alain Magri (casado con Celsa,
farmaceútica de Pontedeume) dibujó el escudo de los Seoane
con la planta que nos nominó; era para las tarjetas de presentación
que habían de resultar de lo más impactante ante sus futuros
destinatarios al otro lado del Gran Charco.

Entre tiempos, lo típico: encargué a un gabinete de


heráldica el correspondiente escudo de armas, que resultó en
todo similar al de Magri aunque con las plantas que flanquean a
torreón y guerreros en color y de diseño algo diferente.

También supe de la existencia de la Vipera Seoane, que


repta entre sus tallos –lógicamente, su bautizo (post-linneísta,
siglo XVII) fue muy posterior a la elaboración del blasón (s. XII),
por lo que no figura-.

A lo largo y ancho de rodares cruzando toda Galicia por


muy diferentes motivos o disculpas, me había topado con una

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media docena o algo más de placas de carretera recogiendo el
apellido como topónimo; ni siquiera frené.

En el listado del servicio postal (que debe ser de no mucho


después de mediados de siglo –XX-) venían 46 entidades
poblacionales, en las cuatro provincias, con destaque para Ourense
y Lugo, seguidas de A Coruña y nada más que una en Pontevedra;
fuera de Galicia, únicamente un Seoane, asturiano, limítrofe
(Grandas de Salime).

Mencionar Orense y La Coruña da pábulo para una pequeña


explicación ortográfica. No soy gallego-parlante ni gallego-
pensante. La normalización toponímica (y del resto –como
¡”televexo”!-) que llevó a cabo la Xunta, ha resultado bastante
anormal, incluso para los lugareños de tradiciones ancestrales
que no se explican, ni comprenden ni aplican, apariciones y
desapariciones de letras o sílabas. Cuesta, fonéticamente,
intercalar una u en Orense y a nadie he oído decir A con Coruña (a
los de Ferrol, les quitaron El y del Caudillo –también su estatua,
tras varios infructuosos intentos-, pero eso resulta más cómodo -
¿cómo no se conservó O Ferrol cuando tantos O (el) han añadido?-
). La ofuscación latinista ha llevado a cargarse todas las i griegas
y yes (casos de Oya, fundación griega, o Bayona –donde escribo-,
copiada de la francesa). En los encabezamientos, siempre figurará
la denominación oficial, pero en el resto será utilizada
discrecionalmente. Respecto a otros términos, expresiones o
frases, escribo de oído –muy mal oído-, por lo que irán entre
comillas o en cursiva.

El aporte de diferentes fuentes –como suponía, la base de


datos actual de Correos es incompleta, ratificando mi
convencimiento de ser más rápido y mejor el papel que la pantalla-
elevó bastante la cantidad de poblaciones que, finalmente, con
algún recorte “in situ”, quedó fijada en “Los 55 Seoanes gallegos”
(más el asturiano).

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Hay aquí que hacer otra matización, sobre categorías
poblacionales. Ningún Seoane llega a ciudad, ni tan siquiera a
pueblo –que, creo, se considera por debajo de 10.000 habitantes-
, pero sí que hay un villa catalogada así en la Enciclopedia Universal
Ilustrada Espasa-Calpe, (no en la Gran Enciclopedia Gallega), la
lucense del Caurel, la más conocida y única en que me había
detenido en deambulares anteriores; villa, que numéricamente
se debería situar entre ciudad y pueblo, tiene otra connotación
como poseedora de provilegios –que desconozco, pero indagaré-
; el resto, en buena parte, simples villorrios. La mayoría son
aldeas, que como casi todo lo que comienza por al provienen del
árabe, con el significado de fincas rústicas; están consideradas
como pueblos de corto vecindario y sin jurisdicción propia. Mayor
que la aldea es el lugar, aunque ni las enciclopedias ni los diversos
avatares respetan siempre esa correspondencia; unos pocos
Seoane alcanzan a ser lugarotes, pero es mucho mayor la
proporción de lugarites o lugarejos. También es entidad
poblacional propia la pedanía, como aneja a un municipio y con
sus jueces y alcaldes específicos –ya, por decirlo así, en desuso-;
parece que sólo llega a tal el Seoane de Oleiros (Xinzo de Limia,
Orense). Caserío es, sencillamente, conjunto de casas. Se
denomina, legalmente, barrio a una parte o distrito de pueblo
grande, y no hace mucho se hablaba bastante de alcaldes de
barrio, asimismo postergados por modernos usos y descostumbres
–los jueces de paz sí siguen actuando, aunque cada vez menos, y
normalmente por delegación o requerimiento, en estos tiempos
de guerra-.

Papeles y paisanos se refieren, siempre, a la parroquia,


la heredera eclesiástica de la organización civil romana; algunos
Seoane son cabeza de parroquia, y varios ayuda de tal. Aunque
en Galicia, y toda España, apenas se usa, la parroquia rural es
feligresía (y así sigue en Portugal, donde cada una tiene su
presidente –alcaldillo- y vereadores –concejalillos-); feligresía está

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considerado, por ejemplo, S. Salvador de Seoane, en Monforte
(Lugo).

Antiguamente, todo el ámbito de que vamos a tratar eran


los pagos, que aparte de su aplicación pecuniaria –otro término
tergiversado, pues significaba ganado (que pasó a pecunio)-, se
sigue utilizando como “andar por esos pagos”. El cristianismo fue
arraigando primeramente en las urbes, y por eso a los de tierras
o heredades pasó a tratrárseles de paganos, pues se aferraban a
sus creencias primitivas, tan disfrazadas, en Galicia y todas partes,
con los nuevos ritos de origen oriental. Después se siguió aplicando,
más bien, a extensiones de viñas y olivares.

A todas y cada una de las concejalías de cultura –en


bastantes, no las hay- del medio centenar de municipios afectados
(Lugo, capital, único caso, se repite ¡tres veces!, siendo dúplice
en Láncara y Páramo; en La Coruña repiten Moeche y Santiso; en
Orense, dos en Viana del Bollo), a todas, repito, envié o entregué
una carta estandarizada, en buen papel de tono crema con
membrete, presentándome y rogando “tenga a bien
proporcionarme la mayor información posible… Interesa, ante
todo la localización…; también, si la tuviere, algo de historia…
algún monumento o resto arqueológico significativo…”;
acompañaban sendos ejemplares de mi primera y más prolija –
por ahora- publicación (“Ama Llulla. La verdad sobre América del
Sur”), para que vieran que iba en serio. Respondieron,
correspondieron, media docena, a saber: los lucenses Chantada,
Foz y Fonsagrada; por La Coruña, Cerceda y Puerto del Son; y
Montederramo salva el honor en Orense.

Tras 10 meses y 10 días –había calculado como mínimo un


año y dos con máximo- y 6.000 quilómetros en 13 etapas (más 5
bises en Coles, el origen) de muy diversa duración e intensidad
(con 5 pernoctaciones), el trabajo de campo está hecho, casi

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acabado. Un centenar, largo, de hojas manuscritas, esperan
convertirse en mecanoscritas.

Por primera vez en múltiples viajes, y más que nada para


soporte recordatorio, he ido munido de cámara fotográfica –en
Vuelta al Mundo y muchos de sus hitos emblemáticos, no eché en
falta tal adminículo-. De las ¡275! tomas (no cuentan las borrosas
ni las irrelevantes) se han seleccionado, excluyendo las
panorámicas, aquellas que constituyen documento o prueba en sí
mismas, imprimiéndolas.

Usualmente, se comenzará por resaltar lo considerado más


destacable de la cabeza municipal y de la parroquia –casi todas
tienen algo, por remotas que queden y pequeñas que sean-. A
seguir, el cómo acceder al Seoane (con frecuencia, dificultoso);
si no se especifica lo contrario, siempre desde la sede concejil.
Acabando con la descripción –unos cuantos, nada tienen que
describir (uno derrumbado, otro abandonado, aquel cerrado, éste
unipoblado…)-.

De gran ayuda, para localizaciones (como en otras


ocasiones), me ha sido “Rutas de Caixa Galicia”, obsequio (1988)
de un amigo, durante varios años excelente vecino, José Manuel
V. Bouza, director de una de las mejores sucursales.

Afortunadamente, disfruto tanto con el trabajo de campo


como con el de documentación. La investigación en bibliotecas y
archivos queda pendiente, y tal vez debería emprenderla antes
de esta redacción, pero urge plasmar el recuerdo con cierta
inmediatez. Espero y deseo contar con la ayuda de mis amigos el
doctor Pablo Cancelo -¡todo un “Who its who”!- (y de su supervisor
el profesor y dr. Antonio de Toro) y el coordinador de los
bibliotecarios y archiveros gallegos y director del buen museo de
las Mariñas (Betanzos), el útlimamente también pintor histórico
Alfredo Erias *. Asimismmo, me ayuda e incentiva, sobre todo en
lo concerniente al apartado familiar, Juanito –todos le llamamos

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así aunque tiene edad para ser mi padre, al igual que al suyo,
primo carnal de mi abuelo-, que me dejó pasmado cuando
presumiendo ante él de conocer los 315 municipios gallegos,
contraataca con lo mismo pero ¡fotografiadas todas sus casa
consistoriales!

Pistas, referencias, contactos y recomendaciones los han


proporcionado diversos informantes a los que se mencionará y
agradecerá en el sitio correspondiente.

Cuando hace dos días llegaba a la conclusión –provisional-


de esta mi decimotercera obra (o trabajo, si se prefiere),
recapacitaba que si se fuga la mujer hay que buscar otra, si se
muere el perro conseguir de inmediato otro, y si se acaba un
libro (de leer o de escribir), empezar uno nuevo. No tengo mujer
aunque sí perro; estoy en procurar una y en cambiar otro. Lo que
hice fue lo tercero, dirigiéndome sin pausa –último Seoane, ¡a
por el primer río!- al nacimiento del río Miño, preludio de otra
veintena que he de recorrer, abajo y arriba, para otro libro, el
décimocuarto, que tampoco nunca pensé escribir: “Ríos de Ría”.

Y usted que lo lea.

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COLES

CASERÍO*

“Allá por los años de 1150,… cuando Alfonso VII… el señor


gallego don Sancho Ioanes, que da allá había vuelto, pasó con su
esposa doña Toda de Trastámara, a visitar los señoríos y tierras
que esta noble dama aportara como dote, deternimando fundar
una torre o fortaleza que perpetuase el recuerdo de esta visita,
así como la unión de las dos linajudas casas; y eligieron el lugar
de la Barra como el más apropiado y bello entre los extensos
dominios que a doña Toda correspondían.

En aquella tierra son muy abundantes las hierbas seoanes,


o digitales. Cuando la torre estuvo acabada, ordenó don Sancho
al maestro de obras que pusiera en la piedra de armas que había
de figurar sobre la puerta de entrada dos ramilletes, uno a cada
lado de dicha hierba, dando así origen al apellido de los Seoanes,
que transmitió don Sancho a sus tres hijos Fernán, Xoán y Páio,…”.

(De “Las leyendas tradicionales gallegas”, leyendas


históricas, “El último señor de Milmanda”, de Leandro Carré
Alvarellos **).

*Cuando no se especifica parroquia, implica que pertence


a la radicada en la cabeza municipal.

**Su padre, más conocido, Eugenio Carré Aldao, era el


secretario perpétuo de la Real Academia Gallega, propietario de
la Librería Regional de La Coruña, en donde celebraban tertulia,
entre otros, Murguía y Pondal. El hijo, tipógrafo, periodista y autor
teatral, llegaría a dirigir la Editorial Lar (donde publicaron
Cabanillas y Castelao, por ejemplo). También numerario de la

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Academia, tiene una reputada Gramática Gallega y un Diccionario
Gallego reiteradamente editados. “Desde niño (1888-1976) estuvo
en contacto con su pueblo gallego en las incomunicadas aldeas
donde florecía y se conservaba la tradición oral”.

Choca, abriendo las amarillentas hojas de la Espasa, que


le atribuyan 1.665 edificios -¿quién los contaría tan precisamente
hace casi un siglo?- con 5.273 moradores. De aquellos edificios –
que, de aquella, debían referirse a fuegos, lares habitados más
de la mitad del año (con “lume”) conforme a usos visigodos-,
permanecen bastantes en pie y bastantes de ellos siguen
habitados, aunque por un número considerablemente menor de
vecinos (Rutas de C. G. menciona 3.492, pero es de suponer
bajarían, como en toda la provincia orensana en general, aunque
menos aquí por su proximidad a la capital, punto de destino
laboral).

Ya de aquella estaba la capitalidad en S. Juan de Coles,


de Meriz, pues la han trasladado un poco más arriba, a VILARCHAO,
que no tiene ni la más mínima estructura urbana ni armonía:
construcciones, no muchas, a ambos lados de varias carreteras
que se entrecruzan y llegan a confundir.

Para no confundirnos, es más fácil, para acceder a nuestro


objetivo, acceder desde la carretera general, que es la que de la
cabeza provincial sale para la autonómica. Todo cuesta arriba,
tras pasar un club nocturno que debe de ser el único con nombre
“enxebre” (“Ourense noite”, aunque las suripantas sean foráneas),
Seoane está indicado para la derecha. Pronto nos toparemos con
un gran cartelón de la parroquia de Coles con todos los itinerarios
y puntos de interés, acertadísima medida que se repite en toda
salida y entrada parroquial. Nuestro destino no es el primer
agrupamiento de viviendas, sino el segundo, a la derecha,
descendente, terminal.

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Tres casas, para colmo encimadas por rechamantes
ladrillos. Tres vecinos*. Por la cercanía, huele a río. Un cabeza
familiar de ese trío, tosco, hosco, ya casi anciano pero manejando
el azadón con la soltura de la costumbre, costosamente
comunicativo, afirma con total convicción que nada de torres,
castillos o ruinas.

Tan poco había, que ni falta hacía la cámara fotográfica,


que aún con carrete, esta vez se quedó sin carga de pila.

Era demasiado pretencioso acertar a la primera. Me


llevaría otros dos intentos, fue al cuarto, localizar mi casa, la
casa de Toda y Sancho, mis requetatarabuelos. Otro par de palizas
viajeras, hasta totalizar 6, permitieron conocer lo suficiente los
dominios pre-familiares.

El parco caserío de Seona, que no tenía porqué, más de


850 años después, señalar el lugar de la torre primitiva (además
de no pertenecer a la parroquia de Santa María de la Barra, que
queda en el extremo opuesto, norte), permanece cerca de la
ubicación original de la iglesia de S. Juan, pero no así las piedras
de ésta, transportadas por el bisabuelo del propietario de la casa
Grande de Soutillo, Benito, con quien hablé a través del teléfono.
La relación entre Juan (Ioanes) y Seoane no es el momento ni
lugar para tratarla, pero es patente y se repite por todos lados.
En este caso, como me mencionaron tumbas “moi antijuas”
abandonadas, intenté llegar por caminos de tierra que ya me
avisaran intransitables; como era de esperar, me quedé atorado –
única vez en todo el periplo: o pequeña hazaña-, logrando salir
del atolladero por mis propios cortos medios.

Optimista, como siempre, con datos dispares bailándome


en la cabeza, algo iluso, me dirigí esperanzado al edificio sede
del gobierno municipal. Extraña, de entrada, que fuera tengan el
busto de José Martí, el héroe independentista cubano, pero me
explicaría una funcionaría que ocupaban la antigua sede de un

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colegio, como tantísimos por entonces financiando por emigrantes,
que en 1995 conmemoraron un tanto anacrónicamente así el
fusilamiento del reproducido.

Ni el alguacil (local) ni, posteriormente, el secretario (foráneo),


mostraron las más mínimas gans de colaborar con el extraño**
que expresándose de un modo raro sobre cosas raras osaba alterar
su cotidiana rutina.

*Los lugareños emplean ese calificativo como equivalente a


familia. Así lo sobreentenderemos de aquí en adelante, a no ser
que se indique el otro sentido puramente numérico, más
convencional.

**Aunque me ha sido de gran utilidad mundo adelante, en mi tierra


no quise colgarme el carné de prensa que tan gentilmente me
proporcionó

hace muchos años Rioboó, administrador de”El Ideal Gallego”;


confié en mi gallego¿e vostede que é da Xunta?”

Apelando a instancias superiores, se me replica que el señor


alcalde no está, ni estaría en sucesivas ocasiones. Las malas caras
y modales del secretarucho no quise volver a verlas, pero el
alguacil era lo único que tenía a mano, y después de verme más
de una vez hasta se dignó levantar el culo del asiento y
proporcionarme, a regañadientes, un mapa.

El jerarca, Eladio, tenía disculpa, por no cobrar dedicación y ser


lotero en Orense, y me acabé tropezando con él donde era de
suponer, en el bar, jugando la partida que abandonó no sin
renuencia; se empecinó que había otra torre más debajo de la
que acababa de descubrir, confundiéndola con un molino.

De la misiva y libro enviados, nada se sabía. Tras contacto


telefónico con el mandamás, repetí intento, esta vez certificado

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para que no tuvieran a donde agarrarse, pero el resultado fue el
mismo, nulo. Nada de concejalía o departamento cultural; en la
biblioteca, de situación no consignada, fue donde, finalmente,
en el cuarto desplazamiento, el que más rindió, pude conseguir
los elementos para peinar metódicamente todo el territorio
circundante.

En el bajo, con poca parafernalia, juzgado y recaudación llenos;


arriba, la biblioteca vacía, a no ser por un tal Fermín que le estaba
bailando el agua a la encargada, Mari Luz, que se lo merece. Mis
libros tampoco habían encontrado aquí su ignoto destino;
proporciono otros. www.concellodecoles.org, es para mí tan
incomprensible como el chino, por lo que allí se prestan a imprimir
lo que sea, que computadores de todos los tamaños y modelos no
es lo que falta. Con papeles, que es lo mío, ya me pude ir de
iglesias y pazos.

El Santiago sedente que preside el templo románico de Gustei,


merecería una visita por sí solo; del s. XII, aunque por su intacta
policromía sobre pieza parezca posterior –sólo en Noya hay algo
semejante, todavía mayor pero no tan impecable-.

En casi perdidas parroquias y capillas, como la de S. Pelagio (S.


Paio) de Albán, nos daremos de bruces, inesperadamente, con
primitivismos arquitectónicos románicos que por su aparente
sencillez jamás saldrán en publicación alguna.

La mayor, aunque más evolucionada y retocada, la de Barra, con


su púlpito completamente pintado y el retablo con sus columnas
vinícolas salomónicas, tan típicas de finales del s. XVII. D. Rafael,
el párraco, y varias vecinas que siempre andan al rebufo, no sabían
muy bien de que iba la cosa. La abundancia de simbología jacobina
no me llamó la atención, pero sí la excesiva intromisión de flores
de lis, símbolo real francés que en heráldica no se incorporó hasta
el XII, pero ya era motivo ornamental en India y Egipto,

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simbolizando la resurrección y la vida; para su proliferación por
aquí, se me ocurriría una explicación con posterioridad.

Esa hipotética explicación, y algún hallazgo más, sorprendente,


esperaban en lo ahora conocido como Ferreiros y que siempre
fue, y sigue siendo, SAN EUSEBIO DE LA PEROJA. El frente como
es raro que no ocurra, es posterior al resto, sin mucho que ver,
encimado por la tan y tan repetida torre-campanario del barroco
tardío –con aires neoclásicos- que nos encontramos a cientos por
donde quiera que vayamos (en general, es la parte contraria, el
ábside, lo más conservado, por su sacralidad y sustentabilidad.
Los canecillos de la parte superior lateral, que en Galicia son
llamados canzorros –y de tal los trataremos-, que se conservan en
su variedad en ingenuidad románica en varias de las iglesias
recorridas, aquí componen una sugestiva línea de más de una
veintena. Pero miremos al suelo ¡sorpresón!; …¿un antepasado?;
está, allí, acostado, durmiendo su sueño de piedra de siglos;
jamás, en exterior, me había encontrado con algo así.

Y el gran tesoro, en la puertecilla lateral, encima de ella . Puede


ser, puede ser,… ¡es una planta seoane!; esta esquematización,
ese dintel, es claramente anterior al vano que encima.

Retrocediendo a Gustei, a su puerta mucho más elaborada y que


merecería ser reproducida* por su propia bellísima, auténtica y
conservada factura, culminando toda la decoración vegetal de
los capiteles, tuvimos algo muy posterior pero muy similar. Como
en blasones de Seoane, de otras épocas (s. XVIII) y lugares –donde
se verán-, la flor de seoane aparece substituida por la flor de lis;
es posible que fuera práctica usual, enraizada por caballeros
franceses que vinieron a la reconquista, y pontenciada por la
entrada de los Borbones (1700), lo que coadyuvaría a explicar la
buena cosecha de lises en zona tan apartada.

En otra iglesia de La Peroja (Ayuntamiento) nos encontraremos


con una redundancia, pero aquí todavía nos quedaba mirar para

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arriba, para el cielo –no hay mejor lugar que el sagrado-, para
volver a sorprendernos por el buen tamaño, hechura y
conservación, teniendo en cuenta los siglos, no menos de siete,
de lo que parecen oso y carnero, símbolos totémicos feudales
que enciman el ábside, proclaman su posesión y mecenazgo en
éste y otros monumentos al querer encerrar el miedo, en su
vertiente religiosa.

Del poder eclesiástico pasamos al poder civil, que no dejan de


ser dos caras de la misma moneda. La CASA DA LAS CAAMAÑAS,
cercana a la desembocadura del río Barra, acaba de ser comprada
por una señora de la zona con la intención de adaptarla para
moridero de ancianos; no es mal sitio para ir a morir pues fue
capilla. Una vecina cercana, Dina, conserva, roído por las ratas,
el tombo de la institución eclesiástica, pero a partir del s. XVIII;
muchísimo antes, fue sede no propiamente de un monasterio,
sino más bien -creemos- de una granja y punto de percepción de
gabelas y diezmos, donde se almacenarían. Una de las veces que
pasé encontré el portón entreabierto y me colé; la propietaria,
regaba la escalinata de acceso a la galería abierta, y allí siguen,
protegidos, los canzorros indudablemente románicos, y el del
extremo, donde rematan los peldaños, es sin mayor género de
duda un seoane esculpido. Pido permiso para fotografiar ya cámara
en mano por si me lo negaba, y ella sin mover ni un ápice la
mangera, y como me hube de acercar –el deber es el deber-,
máquina y fotógrafo acabaron mojados.

Recibimiento opuesto en la Torre de Albán. El bombero que se


casó con la hija de la propietaria, hasta invita a cervezas; tiene
aquello envidiable, con bodegas y anexos para fiestorros. Me
enseñan toda la vivienda, que desvirtuó, camufló, el torreón
medieval. Acá y allá afloran, donde cemento y pintura no taparon,
un dintel tallado, una ménsula, un parlatorio,… Casi tapiada, la
antigua entrada, arco gótico de airosa ojiva que me deja con la
boca abierta.

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Otra muestra de amabilidad, en este caso galesa, Gill Bird, pintora
que ha adaptado (con su marido Benito) la Casa Grande de Soutullo
para turismo rural. El mejor elemento pacego (además de sus
solainas, la abierta y la cerrada) es un habitáculo que sobresale
como garita de tamaño doble, todo en piedra de cantería, y que
era el evacuatorio o retrete, ¡pero le han tapiado el acceso!

Y llegamos a los pazos. Literalmente, se podrían transcribir por


palacios. Se denominó así toda casa solariega, campestre,
normalmente de familia noble –que era los que tenían el dinero-
. En sentido estricto, deberían ser evolución de castillo, que al
ser semiderruido (revueltas irmandiñas y órdenes de Isabel y
Fernando) y/o perder su función defensiva, pasó a residencia.
Anexos renacentistas fueron dejando paso a los barrocos. Durante
el siglo XVII surgieron pazos de nueva planta. Cambios de fortuna
y desamortizaciones facilitaron su acceso a la burguesía,
comerciantes e industriales, nuevos ricos. En este trabajo, se
van a seleccionar con criterio restrictivo.

A todo tren, sin estructura castelar pero documentado desde el


X, de pertenencia eclesiástica y estructura final del XVIII, tomando
su nombre de un propietario llamado Féliz (Fiz en gallego), el
Pazo de Fontefiz. Es de un organismo oficial autonómico para
preservación de razas autóctonas –lo que está muy bien: y por
eso lo tienen a todo tren-.

En Lagariños tenemos la diferenciación a que nos hemos referido.


Un caserón con planta en u y ya fragmentado en viviendas, es su
Casa Grande, que no se refería tanto al tamaño como a sus
cosechas y cabezas (de ganado). Otra casa señorial, modernizada,
estropeándola en su sentido, sí podía ser calificada de pazo, pues
conserva torre con mirador y era importante a mediados del XVI.

Pazo de Malvedo. Elegante, conservado, grande, habitado, de


sillería encintada, portalón de medio punto de voluminosas
dovelas. Como la verja de la finca (¡30 hectáreas!) no estaba

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cerrada, para adentro. Manuel Martínez y sus dos gentiles hijas,
dicen que viene algo de los Seoane en la “Historia de Galicia” de
Benito Vicedo, que hay datos en la biblioteca del seminario de
Lugo, que un profesor del instituto de Chantada llamado Florentino
Montero hizo un estudio heráldico de la zona, y que también
Victoria Armesto estuvo estudiando los pazos. Muchísimas gracias.

¿Natorra podía ser la torre buscada?... La misma denominación,


estar cerca del río y en un promontorio, lo avalaban, pero el pazo
semeja de planta relativamente nueva y además no está en la
parroquia de Barra. Encuentro en la bajada a los dueños, que
habían salido a pasear con el perro dejando la otra casa nueva de
arriba toda abierta –aquello de que “como nunca pasó nada”…
hasta que pasa-; reafirman la no excesiva antigüedad, ella matiza
la preeminencia de la ordenación señorial y eclesiástica (Barra)
sobre la municipal (Peroxa) –establecida sólo a partir de 1835-, él
es nieto de quien vendió las piedras al vecino castillo de La Peroja.

Quedaba un único pazo, el más lejano, en Villanova. Iba a ser mi


destino.

Tantísimas vueltas y revueltas, que me llevaban a perderme o no


aclararme, tenían la finalidad de encontrar indicios, seguía rastros.
Si el apellido fuera de origen animal, diría que iba de caza; por
ser vegetal, estaba recolectando seoanes. Sin buscarlas, donde
no se esperan ni imaginan, siempre surgen cosas interesantes –en
lo material y en lo humano: es el inexplicable placer de los que
llevamos la aventura viajera, el nomadismo, en los genes-.

En la antigua cabeza administrativa, Meriz, un hórreo está sobre


la entrada, formando pasadizo –lo malo es si tiene que entrar un
camión-. Me gusta, de verdad.

Y gastronomía, que no puede faltar ni debe fallar. En la carretera


Orense-Santiago, en una cuesta que bordea Gustei –y gusté, como
no-, a mano derecha y con buen espacio para aparcar, el

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“CASTRO”, como sus mismos camareros reconocen, “es todo un
lujo”, por el cocinero, que aunque es de por allí aprendió por
Cataluña –donde mejor cocinan de España, por influencia francesa
y otras más remotas-; los vinos, estupendos, servidos en jarras
de cristal.

Tras llenar el bandullo, toca perseverar en la criba geográfica del


término. Si se sale desde Orense, bajo el puente de fundamentos
romanos sobre el Miño, de principio está Regüenga, que como su
nombre indica, era lugar de realengo (en oposición a los de señorío,
eclesiástico o civil). En lo alto, donde un par de pazos vetustos,
una “iglesia de refugio sagrado” (muchas lo eran , pero casi
ninguna lo conserva impreso en la piedra de su fachada). El tramo
siguiente es O Pazo, sin letrero ni pazo. Sí una Casa Grande más
adelante, como mínimo semiabandonada, de cubiertas caídas.
Por ser hora de siesta, no se encontraban informantes.

Un poco antes de la bajada a la estación ferroviaria (Barra de


Miño), tras varias horas de rutas montañesas, está lo más notable,
aunque excesivamente pretencioso, hasta llegar al mal gusto. A
nadie se le despista, almenada, inmensa, blasonada, de noche
reluciente. La edificó Dino, fabricante de muebles de éxito
recientemente fallecido; lástima, pues la viuda tiene malas pulgas
y no me prestó ni la más mínima colaboración. De frente, preside
un blasón episcopal (s. XVII) traído de otro sitio, y a un nivel más
bajo y a ambos lados, los escudos modernos de los apellidos del
desaparecido propietario; lo destacable está en que de los
extremos de lo que sería campo de armas, cuelgan frondosas ramas
¡de seoane! –llegaría a enterarme de quien las esculpió, pero no
importa: lo significativo es que se haya mantenido viva la
tradición-.

Mas lo notable está en un lateral, el que da hacia Orense. “Réplica


de estela romana del s. I perteneciente a esta casa y cedida al
museo arqueológico”. Plantas seoane. Tengo que ver el original,

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pero deduzco que o identificaba la zona por la planta, por su
abundancia, o le atribuía propiedades mágicas; o ambas cosas.

Si se baja a la estación y se cruza la vía, un par de bares con


terrazas sobre el río; están orientados más que nada a la noche,
y sobre todas las de los fines de semana, pero al ponerles control
de alcoholemia en lo que prácticamente es único acceso, los han
fastidiado. El de río abajo, muy bien puesto ¡la cena (a la parrilla)
sin cobrarla los sábados!

Nos estamos acercando a la diana. Aun antes, conviene algo de


perspectiva histórica. Precediendo a los romanos hubo poblados
prehistóricos, como lo atestiguan los castros de Madalena, Sta.
Agueda, S. Lorenzo y Adro Vello. En la época que nos ocupa, siglo
XII, se constituyó en esta comarca un Arciprestazgo, el de Búbal –
la cabeza se me fue en primera instancia al mítico rey Túbal,
pero se refiere a un cercano afluente del Miño (esos dos y el
lejano Arenteiro, lo delimitaban)-, sobre el que escribió una obra
Emilio Duropeña. Lo de Coles, que hoy nos parece fácil deducirlo
como abundancia de esas verduras, craso error –nada infrecuente:
como dice Pablo, no hay nada peor que saber poco-; de aquella
era Coonis (documento de 1233), Coonas (1242) y Columpnis
(1257); en mi reconocida ignorancia (preciso hacerme con un
diccionario de latín, y otro gallego), aventuro que debe ser
esquina, codo o recodo del río, que tal forma, y lo de “columnis”
resuena demasiado fonéticamente a las columnas que aparecen
en la base de la estela de hace 2.000 años). ¿Hubo unos mojones
indicando un recodo del río Miño donde acababa un dominio y
empezaba una tierra llena de seoanes?...

Las órdenes militares hiciéronse presentes con la encomienda de


la de Santiago -¿dónde?-. Parece también hubo un priorato -¿Dónde
las Caamañas?: destruiría la presunción anterior. Pero téngase en
cuenta y considérese que todo lo dicho hasta aquí constituye en
su mayor parte elucubraciones como aproximación a la espera de

1184
aportes documentales y de dictámenes de otros de mayor
sapiencia, ciencia y paciencia-.

“… y eligieron el lugar de la Barra como el más apropiado y


bello…”.

Por otra parte, durante el Antiguo Régimen las jurisdicciones eran


las de Gustei, Melias, Ribela, A Peroxa y Barra, todas ellas
mantenidas como parroquias a partir de la primera organización
municipal en 1812 y la definitiva, como ya indicamos, de 1835.
En los siglos obscuros, Barra fue de la encomienda de la orden
del caballo blanco (que se dirigía desde León, no desde la sede
compostelana). Sucesivas modificaciones, agregaciones y
segregaciones municipales que siguen en nuestros días, no parecen
haber alterado nombre y término barreño, por lo que tampoco
debemos hacerlo aquí.

Concretado, sin demasiadas dudas, e históricamente, el topónimo,


su localización exacta actual iba a seguir dando quebraderos de
cabeza. En Correos, tienen un trío de Barras (A Barra, B. de Miño
y B. de Cima) y un cuarteto de códigos postales (32.001, 32.151/
2 y 32.950). Sobre el terreno, también surgían Barras por todos
lados. El cartelón municipal que dibuja la parroquia A Barra
recomendando “cabaceiro –hórreo, es de suponer- da Barra, casa
grande, igrexa y muiños”, estaba muy bien, pero a su lado, la
placa típica del ministerio de obras públicas, se encontraba
cambiada de ubicación y orientación, a lo que parece que se
dedican algunos noctámbulos que no se sabe a quién quieren
confundir en red tan poco frecuentada por foráneos y por los
locales sabida, que no es de creer caigan en ella incautos. Tras
varios juramentos, idas y venidas, y preguntas, acabé
aclarándome, dentro de lo posible.

Tras desechar otra duplicidad, la de Barra de Miño, que aparece,


en carretera, tanto en la estación como en las Caamañas, sin que
parezca venir en este último lugar a cuento, pues no hay viviendas

1185
que la justifiquen, por eliminación y por convencimiento, la
multiplicidad de opciones acabó reduciéndose a la
reequetebuscada y de una vez encontrada unidad. Toca subirse a
la barra.

Por la vía interior, la que enlaza y comunica las dos sedes


administrativas -¡ojo, que hay más de un camino!-, Vilarchao y A
Peroxa, en lo que es el último núcleo habitacional antes del puente
que permite cruzar el escondido Barra, en lo que es Quintas,
Tolda y Casanova, yendo, a la izquierda, un pequeño indicador
que puede pasar desapercibido a los ojos cansados, nos guía hasta
la sede parroquial de La Barra, la propia, la que nos interesa –y
que ya describimos con profusión de lises-. Antes de la iglesia
está la pequeña arboleda con sus bancos acogedores, y parece
estar siempre a su sombra y descanso Amando Varela –que no es
el Amando (Iglesias) de Graíces, que dicen que también “sabe” –
que sería quien ¡finalmente! Indicara el verdadero camino para
el solar madre.

No hay más que tirar para arriba, sin perder la derecha,


desechando los dos desvíos de la izquierda. Se acaba Coles; está
el cartelón de A Peroxa marcando y reivindicando sus dominios
municipales. En esta tesitura, a derecha aparece una pista térrea
por la que no queda otro remedio que optar. Pronto, un cartel, en
un cierre sin pretensiones de exclusión, revela que es propiedad
privada y que está prohibido el paso. Poco caso. Aparecen unas
naves avícolas abandonadas, que dejamos, y de frente está una
pequeña vivienda y una gran nave con su aroma a estiércol. Fin
de viaje –casi, cerca-. Estoy a escasa distancia de mi cuna de
ochocientos cincuenta años.

José Gómez, importante empresario del ramo de la limpieza, y


su padre –no sé quién es propietario, ni importa-, personas abiertas
y amables, se mostraron predispuestos -¡menos mal!- desde el
primer momento. No tengo líneas para agradecérselo lo bastante.

1186
Desde el promontorio se entrevé, abajo, tamizado por las ramas
verdes, un tejadillo de moderna factura. Bajando el camino, que
empeora, descubrimos la entrada, adintelada, con grandes
escudos (del s. XVIII) como guardianes a ambos lados. La primera
impresión es casi grotesca –no en sí, por lo buscado, ansiado-.
Una mole de piedra, algo achaparrada, de nada airosa, con porche
en el bajo formado por el voladizo de una balconada de maderas
viejas, encimada ¡por una buhardilla!

¿Dónde está mi siglo XII? Doblamos del sur al este; allí, al final,
casi en la esquina, donde se ha desconchado todo el estúpido
reboco. Dos estilos, dos épocas, dos torres. La claramente
apreciable diferente técnica constructiva, nos habla de dos fases,
y si miramos para la entrada veremos la tercera y arriba una
cuarta.

Norte. Por esa única puerta, lobulada, estrecha pero alta para
entonces , penetró, orgulloso, Sancho Ioanes. Ocho siglos y medio
después, le sigue, emocionado, su posible descendiente, Rafael
Seoane.

En el interior, tal cual, también suspiró mi “Eva” familiar, querida


Toda de Trastamara. Experimento sensación análoga a la de la
matriz geográfica original, en la Garganta de Oldupai (Tanzania).

Sigamos bordeando la torre primitiva. Queda el lado oeste . Si no


fuera por los recordatorios fotográficos, se me hubiera pasado
por alto la existencia de esos cuatro grandes puntales (piedra)
cuya función era asentar voladizos de madera techados, donde
malvivían soldadesca y sirvientes –y gracias, que en las cabañejas
de techo de mimbre de abajo se estaba peor, más inseguro, y
además te meaban encima (y tenías que decir que “chove”)-.
Esas galerías –de las que desconozco la denominación técnica o
de época –han desaparecido de todas las fortificaciones en que
estaban, que era en la mayoría, pero se han reproducido tal cual
en dibujos y en un castillo de Portugal que no localizo en la

1187
memoria –pero lo haré en papel, pues figura en mi “Roteiro do
Antigo”-, una iniciativa privada local lo ha reconstruido como
fue.

De la sobreestructura, abuhardillada, a cuatro aguas, de principio


del siglo XX, es mejor olvidarse, a la vez que intentarlo –más
difícil- con la pobre galería, de la misma última reforma o adición.
Lo que hay es que seguir mirando para aquel cielo medieval. Ala
oeste.. Dos gárgolas de poderosa cabeza e impávidas fauces nos
contemplan desde, creo, unos cuatrocientos de años. Elemento
(funcional, de desagüe) más gótico que románico, esta segunda,
la de la derecha, se encuentra también en la segunda estructura,
la que fechamos en el siglo XVI. El aspecto más antiguo de la
esquinera, por la gastada, se debe a su mayor exposición a los
rigores del norte, pero debieron tallarlas las mismas manos. Me
aseguran que hay otras por los dos lados cubiertos, pero que
quedaron -¡aberración! –tapadas por los aleros.

Volviendo a la actual entrada de la finca del desvirtuadísimo pazo


de basamentos castillares, para ya no considerarla más, adosado
al muro, esquinado, un gran abrevadero con su fuente, y alineada
con la puerta una pequeña capilla en la que todavía no he entrado
–sí en las bodegas del otro lado, por supuesto-. En una fase
intermedia, es de suponer que s. XVIII, la anteriormente
reconvertida en fachada y acceso principal, fue dotada de una
escalinata con pretensiones que resulta del todo desproporcionada

Entramos. Arriba de todo, nada de interés. La parte del s. XVI,


que tiene sólo tres lienzos, es de menos grosor y talla de cantería
más fina que la del XII; las paredes de la primera en el tiempo
superan el metro de grosor y las de la segunda no llegan. El fuerte
muro sur de la torre primitiva fue derruido en parte, y substituido
por ladrillos macizos, pero toda la base y los extremos de la
primera planta, aguantaron, y sirven para soportar una escalera
interior. Esa escalera nos permite acceder, por una puerta

1188
ampliación de ventanal sur seguramente angosto, a la planta
noble, donde “acougaban” los señores, no sin la compañía de sus
animales favoritos y pajes preferidos, que el concepto de intimidad
no tiene ni medio siglo, que de aquella se nacía, vivía y moría en
multitud, pobres y ricos, seglares y clérigos. Las ventanas a cada
uno de los otros tres lados, son evidentes ampliaciones de troneras.
El que en el lado oeste haya dos huecos, puede perpetuar un
angosto acceso a la baranda habitacional exterior, pero no tenía
por qué ser así, pues por seguridad, ¡esencial!, el saliente podía
tener eescalera exterior, sin comunicación con el cuerpo principal
de los señores de horca y cuchillo.

Bajemos y salgamos, lo que es preciso dado que la planta baja,


tanto originalmente (que tuvo escalera) como ahora (que no la
tiene), dispone del único acceso de su puerta. Es un cubículo,
rectangular, en que no hay ni ventanucos de aireación. Permanece
el suelo térreo. Está tal cual, sin adimentos extratemporáneos.
Por dentro del único hueco, las muescas para las trancas (de
madera, o hierro). Al fondo, izquierda, el saliente de la base de
sustentación de la tan imprescindible chimenea (nunca están
donde podría parecer más lógico, abajo, que era espacio para
resguardar preciados animales, despreciados subalternos y los
principales víveres acaparados, - pieza dormitorio y para cocinar,
si no se podía, en el exterior*-); en el emplazamiento primitivo
se conserva el correspondiente tiro, arriba, y la obra actual
(campana) es substitución, a su vez, de otra que llegaron a conocer
los actuales propietarios, que por cómo me la describen no debía
ni de ser la primera ni la probablemente más recamada de la
segunda fase. Por supuesto, que vigas y maderas no son las de
hace ochocientos años, y el nivel está algo más alto, desechándose
los pontones de época y practicando agujeros para sustentación.
Hacia la esquina de la pared este, una serie de huecos sucesivos
indican los apoyos de la escalera de madera, y sobre ellos otros
de más tamaño y profundidad de utilidad desconocida. En esta
pieza ciega, poco más se puede ver y deducir; sí, medirla mejor.

1189
La hice, la medición, a zancadas. Interiormente, vienen a ser 9
metros de frente por 6 de fondo; la altura, asimismo a ojo,
aproximadamente otros 9 m. Cuando se mida adecuadamente –
no es tan difícil, simplemente con una cinta metálica de 25 m.
enrollable en cuero que tengo sobre el escritorio y que fue
fabricada en Birmingham más o menos por las fechas del adefesio
que nos corona: es de suponer, que previa destrucción y
reaprovechamiento (¿columnas al este?, de las almenas -, cuando
trabajemos en equipo, estoy dispuesto a apostar que saldrá la
llamada proporción áurea (1-1’618), tan usada en la era de las
catedrales y heredada de las pirámides y los templos clásicos.

De torre, de obra, de construcción en sí, nada más, pero queda el


emplazamiento. No parece el adecuado, incluso de primeras se
diría mal elegido. ¿Pero Sancho y Toda, Toda y Sancho tuvieron
más o mejores opciones?... Está como hundido, bajo, en una gran
hondonada amplia y profunda sin apenas perspectiva que otear.
Por lo pronto, una ventaja: menos vientos y mejor temperatura
(José me asegura que siempre hay más de un grado con respecto
a donde tiene estabuladas las lecheras). Por encima, no muy lejos,
cerros dominantes, pero de aquella todavía no se utilizaba
artillería pesada; eso al oeste, por norte y este declive bastante
pronunciado que se prolonga hasta el cercano y exiguo curso del
Barra. ¡Agua!; no dependían del río (ni de la lluvia), y Gomez me
dice que la podían coger “de la mina” (desde luego, allí pegadita
está la fuente, que incluso hubiera sido encauzable hasta el
interior). Por detrás (prescindamos totalmente de la orientación
y distribución actuales, tan posteriores a lo considerado), sur,
era, y sigue, lo que podemos llamar llegada a lo que podríamos
considerar península, y península roqueña.

Con los últimos epítetos, ya estamos en el buen camino.


Precaución, inseguridad, aislamiento, seguridad. ¿Cómo la puerta,
que cuando estuvieran dentro había de permanecer usualmente
abierta, está hacia el frío norte?, ¿cómo la galería hacia el oeste?

1190
–pudo haber otra al más cálido este, con los soportes tapados o
utilizados para la actual, pero no hacía el lado menos frío, sur, el
menos seguro pues no hay salientes ni muescas-…

La prioridad absoluta, impuesta por los turbulentos tiempos, tuvo


que ser eso, la seguridad. Aquello era, se comprueba observándola,
una pequeña atalaya rocosa; más de un conjunto o roquedal, un
gran peñasco granítico que sobresaldría entre y sobre los bosques
circundantes, pronto devastados para construcción y leña y
desbastados para poder cultiva. Igualada la pequeña cumbre, se
erigió encima la asimismo pequeña torre en lugar escarpado (se
notan rebajadas las laderas a pico) y con un único acceso
prácticamente inaccesible, que es lo que se buscó por encima de
toda otra consideración, como tenía que ser propia supervivencia.

Los niveles actuales laterales, se comprueba muy claramente,


fueron rellenos e incluso sustentaciones muy posteriores, casi
recientes. Puede que ni se accediera por la rampa posterior, sino
por delante, por el norte.

Eso que escribe Carré de que “eligieron el lugar… como el más


apropiado y bello”, suena muy bien pero muy distinto en nuestras
orejas del siglo XXI, que los criterios de elección del XII eran muy
diferentes y estaban condicionados por circunstancias que nos
son muy difíciles de imaginar.

Me veo en la presuntuosa e impúdica necesidad de citarme a mí


mismo para refrendar esta línea: “A torre de menagem, como em
outros castelos, nao tem a porta ao nível do solo (que é sempre
de pedra, e nao de terra) senao a considerável altura e, como
também nao existem marcas de escadas, devia entrar-se nela
únicamente através de escadas de corda” (En Sabugal, “a terra
das bruxas e dos rcintos do medo”, Sortelha, distrito norteño
portugués de Guarda. “Roteiro do Antigo”). La escalera que salva
un segundo desnivel sobre el mayor contrafuerteado sobre el
pequeño abismo, debe de ser del siglo XVI. Originariamente, esa

1191
única puerta debía quedar a bastante altura, y precisarían de
una escalera o simple escala de cuerda para llegar hasta ella. De
lo más seguro, de lo más apropiado (aunque por lo general, en
Portugal, todos estos detalles de illo tempore se conservan más y
mejor, no carecemos en toda España, y en la misma Galicia, de
ejemplos similares). En consecuencia, me la jugaría a que por
este y oeste no había ni tan siquiera paso, ni una especie de
adarve bajo, sino que había que rodear toda la torre desde el
camino de llegada y subir agarrándose o a pulso. Así, no existía
esa impresión de achaparramiento que nos produce el conjunto.

Hay un amurallamiento doble, uno cercano de más altura y otro a


no mucha distancia bajo. Sería el cierre de la finca de la torre o
pazo, sólo, pues la actual heredad comprende nada menos que
¡30! Hectáreas, hasta con frutales asilvestrados varios y parras
propias. Parecen cercas más delimitativas que defensivas. Todo
el frente constituye un foso natural de bastante profundidad que
se prolonga hacia la derecha, el este, y que por el oeste, izquierda,
también lo sería si no se hubieran producido -¡más de 8 siglos!-
corrimientos y derrumbes. No pudo haber puente levadizo por
carecer de apoyo en el lado opuesto. En ese foso, pudieron estar
instalaciones anexas como caballeriza, herrería, cocina,
galpones,… y sería a donde se llegaría tras contornear el peñasco
y se comenzaría la corta ascensión hasta la relativa seguridad (al
menos, no te podían intentar derribar la puerta con una ariete,
ni meterte minas explosivas subterráneas).

Me aseguran existe un túnel o escapatoria, hacia el frente, de


unos 150 metros, con salida en una especie de cueva, abajo y a la
derecha, adintelada –investigaremos-.

Esto no era un castillo, ni vivienda, ni siquiera residencia temporal;


a lo más, estaría allí temporariamente un alcabalero con su escolta
convenientemente montada y armada. Époco de perpetua
conflictividad, los enfrentamientos en tribunales (eclesiásticos y

1192
señoriales, que el rey quedaba lejos) y a lanzazos –más bien
ballestazos-, eran continuos, con pocas treguas. Pudo quedar un
pequeño retén para reafirmar una jurisdicción que seguro estaba
en entredicho por el arciprestazgo, la encomienda y otros señores.
Las tierras, feraces, eran y son muy adecuadas para la ganadería
intensiva.

Además de esa intencionalidad conmemorativa de la cita literaria


que nos trajo hasta aquí, con toda seguridad prevalecía la
reivindicativa. Mis posibles y lejanos antepasados, Toda y Sancho,
Sancho y Toda, quizá no tuvieran opción, no les quedara más
elección que hicieron; por muy “extensos dominios” –que,
precisamente aquí, jurisdicción eclesiástica, nunca pudieron serlo,
además de que toda la comarca ya no lo es (Leandro Carré debe
referirse a toda la dote y parafernalidad, si era mujer hora, de la
de Trastamara, tal como se deduce de su expresión “visitar”,
pues tal como indica ese apellido de pertenencia, sus heredades
debían estar mucho más arriba, allá del poderoso monasterio de
Sobrado y la gran villa de Noya, tras el río Tambre)-, por muy
extensos dominios que precariamente controlaran y
avariciosamente explotaran.

Pudo ser, ¿por qué no?, un simple capricho –de los que se pueden
permitir los ricos- o, más, puestos en líricas, antojo de embarazada
(Don Sancho acababa de volver de guerrear contra el moro por
tierras deGranada -¿la habría dejado puesto el cinturón de castidad
(¿cuero o hierro?) a su linajuda consorte?-). La encinta dama pudo
cismarse precisamente en este enclave por lo “y bello”, ¡ por los
seoanes! Una sobreabundancia atestiguada desde los romanos,
cubriría de púrpura toda aquella ribera en la época más propicia
para viajar, mediados de junio, que es precisamente cuando
rompen, florecen, las digitales –esa coincidencia entre su floración
y la festividad solsticial, acaparada por San Juan, puede ser la
razón, original o complementaria, de la interrelación de planta,
santo preferido y apellido-. Me quiero seguir aferrando,

1193
tenazmente, ilusionado y soñador, a este cuento cuyo final no
conocemos todavía, y que si no fue o no pudo ser tan feliz como
desearíamos, al menos tuvo continuidad en Fernán, Xoán y Páio -
¿ninguna hembra?-.

Justo a continuación del texto referenciado, el afamado


académico puso: “… conservándose en la otra rama de la familia
el nombre de la casa de los Ioanes”. O sea, que por un lado se
debilita esa identificación entre Seoane y Ioane que tantos de los
por ahora consultados ven como más lineal, y por otro, se
identifican más los Seoane como continuadores de Toda, línea
matriarcalista en la que me incluyo por completo.

Cuando sepamos más sobre los Trastámara y Ioanes en general y


estos en particular, volveremos –en la segunda parte de este pobre
trabajo- a redundar en estos aspectos. El mismo José Gómez me
habló de estos datos ya rastreados sobre las torres hasta principios
del siglo XVI, e intentaré localizar esa documentación y toda la
que haya. No se deben abrigar grandes esperanzas. Los
documentos más antiguos, en vitela y pergamino, eran escasísimos
y humedades, ratas, incendios, extravíos, ignorancias (sin
“esquencer” su reutilización palimpséstica) y vicisitudes diversas,
los han convertido en rarezas; hasta que el papel sustituyó al
papiro y Trento (siglo XVI) dio orden de llevar registros
eclesiásticos, poquito conservamos. Por mucho que encontremos
y deduzcamos, siempre van a quedarnos –como en todo, como
siempre- incógnitas sin despejar; la bruma histórico-existencial.

Como remate, pergueñemos unas consideraciones heráldicas. En


el mapa municipal aparece este sitio como caserío de Vilanova
de Arroxo, apellido de carácter ilustre originario de la zona. No
es caserío, de entrada no se me ocurre nada sobre el motivo de
Vilanova, y no alcanzo a saber si alguno del quinteto de blasones
es de los Arrojo –que, esperemos, no hayan tergiversado los
galleguistas por Arroyo, que sería más acorde con la geografía:

1194
no he encontrado, aunque tampoco las busqué huellas (en
comercios y cementerios) de ese linaje-.

Caserío, académicamente, es “conjunto de casas”. Aquí no lo


hay. La única y extraña vivienda (la otra, la de arriba, es
construcción reciente, actual) resulta tan grande como para vivir
más de una familia, pero tampoco es, como se la califica en el
panel parroquial, “casa grande” (sí es casa grande la de A Barra,
frente con frente de la iglesia). La casa aislada en el campo, en
todo caso, sería casería, aunque en gallego se utilice más casal
(que también es castellano)-de un sitio así provendría el apellido
materno Casal de mi abuela materna, de cuyo arraigo regional da
fe el que a su hermano lo trataran en el ejército por ese segundo,
tras su grado, siendo el primero Meijide, por el que no preguntaras
en Capitanía-.

Una villa nueva presupone su creación “ex novo” o que viene a


sustituir a otra. Forzando, como sustitución, podríamos buscar la
de una villa romana, pero éstas eran lo suficientemente grandes
e importantes como para que quedara huella histórica y
arquitectónica; que lo hiciera a una anterior, en su sentido
medieval, imposible, pues no la hubo antes ni ahora. Como
poblamiento nuevo hecho por los Arrojos u otros, como tantas
Pueblas Nuevas “de” hay por Castilla, pues tampoco, ya que no
son visibles fundamentos, restos o paredes ni hay memoria de
tal. En gallego, en todo caso, algo como lo que nos ocupa podría
ser un vilar (no utilizado en castellano –apellido de mi compadre
Ruperto-); en Coles, en Ucelle hay un Vilan de Arriba. Aunque no
aparezca en los mapas, los Gómez me hablan de, “más arriba”-
mucho más no puede ser-, una Vilanoviña, pero estaríamos en lo
mismo, pues implicaría esa novedad, o menor tamaño o
supeditación.

En los dos escudos blasonados de la parte exterior de la entrada


–que estuvieron a punto de llevárselos-, de sobre un metro de

1195
alto y en mediorrelieves con cuatro campos cada uno, aparecen
elementos –me parece a mí- orientalizantes. Un tao (una t
exotérica) sobre tres gradas, la media luna y la cruz del sur
(equivalente, para navegación, en el hemisferio sur, a nuestra
estrella polar), junto con una nave parecen indicar recorridos
por otras latitudes y probable ennoblecimiento en Cruzadas, lo
que, desde luego, requeriría mucho arrojo. Pero en mi libro de
heráldica (donde da a Arrojo por gallego y a Arroyo por castellano),
a los Arroxo les atribuyen cuatro fajas y una bandera.

En algún lado acabo de leer que el tao que los seis roeles-pelotitas
–que lo acompañan, corresponden a los condes de Lemos, que
tuvieron señoríos por estos alrededores, como por todas partes
(si bien en el voluminoso “Diccionario heráldico y nobiliario de
los reinos de España” de Fernando González-Doria, no se menciona
la T y le adjudica el doble de roeles, la docenita). Los otros dos
escudos, cuyo tamaño y forma pueden ser apreciados (primer
piso, enmarcando la puerta, repiten motivos o campos de los
mencionados –más bien, éstos se apropiaron de armas de aquellos,
o las absorbieron, posiblemente por casamiento-), son más
pequeños y simples y semejan anteriores (en general, a menos
campos y simbología, mayor antigüedad), además de haber sido
trasladados -¿de la pared sur de la torre inicial actualmente
divisoria interna donde no lucirían o, más probable, desde la planta
baja de esta misma torre (s. XVI)?-.

En mi inseparable “Espasa”, donde no mencionan la nobleza del


apellido, ya que no tiene título (sí Arroyo, de conde –y Seoane,
marqués-), nos podemos enterar de que hay cinco lugares Arrojo
en Lugo (en Bóveda, Lorenzana, Sober, Fonsagrada y ¿Neira de
Jusá?), estando las dos parroquias de Fonsagrada y Sober bajo la
advocación de S. Martín, y otras en Neile y Quirós bajo las de S.
Juan y S. Pedro, respectivamente. Otro quinteto en Asturias
(Mieres, Pravía, Salas, Taramundi y Quirós –bueno, ya sabemos
donde queda esta parroquia, que no me sonaba a gallego, sino a

1196
portugués-). En Ourense, “nasti de plasti”, como parecería
consecuente.

Mucho queda por investigar, por intentar saber.

Volveré -¿compraré?-.

Todavía resta un escudo, pequeño y casi camuflado pero el más


importante y antiguo. Encimando la puerta norte , un símbolo –a
saber qué significa- y este blasón (de simples gradas) que, ¡oh
desilusión!, no es el que “en la piedra de armas que habría de
figurar sobre la puerta de entrada…”. No preocuparse, que no
cunda el pánico; mientras los otros y en general todos los escudos
de armas están esculpidos hacia fuera (alto o medio relieve),
éste lo está hacia dentro (bajorrelieve), por lo que debe ser
substitución del original, eliminando por rebaje.

1197
Anexo A PEROXA

Debido a que el río Barra constituye el límite entre Coles y Peroja


en un cincuenta por ciento de su adosamiento, y como hasta –en
principio- dudé de si la torre buscada estuviera en la margen
este, e incluso la parroquia colense de Eusebio da Peroxa indicaba
territorios compartidos, resultaba plausible encontrar huellas de
los Seoane, con lo que no me quedaba otro remedio, que recorrer,
también, este concejo, lo que hice casi con la misma meticulosidad
que el adyacente –menos mal que todavía los días eran largos
(más en Galicia que en el resto de España)-.

Al llegar, enseguida me di cuenta de que, cuando buscaba uno de


los últimos municipios que me quedaban de los tres centenares
largos, había comido aquí. Ese local, un lustro después, ya está
cerrado y desafectado, pero de aquella, nada más entrar-yo
empiezo a comer cuando los demás ya hace rato que acabaron-,
me llamó de inmediato la atención la cantidad de parroquianos
acodados a la barra, cierto cuidado no acostumbrado en el vestir
diario, consumiciones no habituales y, lo más extraño, hasta
afeitados. Paso al comedor, me siento, y la rusa, impresionante,
que había llegado hasta aquel rincón montañoso, para cuidar de
un anciano y de paso ayudaba en el bar. Permanecen otros dos
restoranes que son a la vez carnicería lo que no deja de ser una
garantía; uno de ellos, el más cercano a su “chollo”-nunca mejor
dicho-, es del excelentísimo señor alcalde.

Ya que este alcalde se apellidaba como yo, me las prometía de lo


más feliz. Escribí (con su librito) telefoneé, volví a escribir (otro
librito), certificado y con acuse de recibo-una “pasta”-, hablé de
nuevo por línea con el señor alcalde, estuve varias veces en el
ayuntamiento –”está muy liado”-, … La callada por respuesta. Y

1198
este alcalde sí tiene dedicación exclusiva. Por el estilo me fue
con la prima del alcaldillo, y eso que también lleva el apellido y
es farmaceútica; a pesar de mis explicaciones por teléfono y
personalmente (con los correspondientes obsequios) ¡se creyó que
le quería vender algo!

Menos mal que tras el mostrador –del ayuntamiento, no del bar


carnicero, donde aún encima no iba a entrar –había un pelado-
que no prelado-de esos que ahora parecen llevarse tanto, Manuel
Rodríguez, con suficiente disposición, y hasta mapas
propagandísticos me proporcionó por los que poder guiarme y no
liarme (en vez de con libros, que casi nadie lee, a éste le obsequié
con láminas históricas de las que usa el esquema de mi Marca
Registrada, que noto que gustan más y hasta muchos enmarcan y
cuelgan –más de uno, me ha dicho, a la cabecera: mira que cumplir
con la señora delante de retratos reales o papeles … -). La página
“de los huevos” (“web”) está dispuesta pero todavía no la han
“colgado” -¿necesitarán soga?... inaudito como se han instaurado,
en poquísimo tiempo, usos lingüísticos que contradicen los propios:
debería ser meter, nada de colgar-. La biblioteca se ubica en el
sótano, junto con Correos, pero la reja que cierra el acceso a
ambas dependencias, siempre la encontré cerrada, y ya me avisan
de que ni me moleste.

¿Dónde fueron los 7.278 habitantes del censo de 1.910? ¿En qué
acabaron las fábricas de chocolates, gaseosas y sabrosas mantecas?
¿Dónde están sus cereales, hortalizas, frutas y vino? ¿Qué se hizo
de tanta vaca, cerdo y mula?... Pobre Galicia. Y después pobre
Ourense.

Nadie sabía que puede ser peroja pero en Cantabria se utiliza


para designar a las peras pequeñas tempranas, por lo que no sería
raro que el topónimo proviniera de su abundancia, en plan
simplista-el mismo que nos falló (allí era demasiado lineal) con
los vecinos-.

1199
Ideal es disponer de un guía local, no tanto por lo que pueda
saber y enseñarte –que no suele ser demasiado, salvo honrosísimas
excepciones que siempre realzaré-como por servir de introductor,
pues al ser conocido o poder dar referencias locales (el que me
tocó era de los de Capador), derriba de entrada esa barrera de
desconfianza –sobre todo si te ven bolígrafo y libreta en mano,
más que cámara- que siempre, de entrada, alzan los paisanos
gallegiños.

Aprendí que las señales que se encuentran por todas partes, líneas
paralelas de diversos colores, no son alertas de vagabundos y
delincuentes, sino indicaciones, según color, de distancia y
dificultad para senderistas. David, ¡dotado de un “G.P.S”!, iba
introduciendo datos mientras me llevaba de un sitio para otro sin
mayor fruto que una sombra de posible edificación cerreña, visible
desde Pousada, Graíces. Él mismo vive, con sus padres, en Barra
de Cima, pero por allí no hay nada. Cargado de regalitos, lo llevé
hasta Orense y quedó de procurarme información, sobre todo un
trabajo toponímico que su hermana y compañeros de instituto
llevaran a cabo. Hasta hoy.

Con todo, ¡loco me volví! –y menos mal que no llueve-. Por simple
curiosidad, me habían hablado de una casa de la Inquisición -¿por
aquí?- en Gulfariz, que no localicé. Faltaba sobre la mitad del
recorrido hasta la confluencia de los tres ríos, final de ruta
ribereña. De camino, queda un lugar llamado Barras; no nos
paremos en barras –ni en mientes- y sigamos.

Los peroxanos, y antes los colonenses, dicen que todos los Seoanes
vienen de Carracedo, que está también en esa serpenteante cinta
asfáltica que sube y volverá a bajar, arriba del cauce miñota. En
ruta, la iglesia de Santiago, sobre lo que tuvo que ser un castro
de espléndida panorámica, ya me había encantado en pasadas
anteriores. Justo enfrente, comienza a subir, sin indicador alguno,
una pista bien asfaltada que conduce hasta Piñeirón, donde está

1200
la Casa de los Seoanes. Ahora es de los Varela, desde hace poco;
no coincidí con ellos, que viven en Orense y tienen esto para el
vino y asuntos así. De la gente que me encontré por allí, unos
dicen que sí y otros que no, pero debe prevalecer el informe de
las que trabajaron dentro y niegan haya muestras de heráldica.
La casona es del s. XVIII, y como mucho no más atrás del XVII. La
perspectiva desde sus ventanas y balcones, en despertares, debe
ser amplísima y reconfortante para el resto del día. Abajo, en el
cementerio, queda bien patente la abundancia proporcional del
apellido –pudo ser por algún descendiente directo de los de la
torre que se estableció algo más lejos, algo más tarde-.

Al final, en lo alto de Os Peares, tiene su pequeña industria


Manolete, que trabaja y da formas y usos insospechados a hojalata,
cobre, cinc y hierro; asevera haber fabricado, desde tiempos de
su padre, sobre ¡30.000! modelos diferentes, que envía a toda la
península –aunque haya que quitarle el primer cero, a bofé que
es cifra más que para presumir-. Sería él quien me remitiría a d.
Agustín, por ser “entendido en arte”.

¡Qué placer personal, intelectual, estar con alguien afín! –aunque


sea de una acera muy distinta-. Tras tantos enfrentamientos con
despistados e ignorantes, estar con alguien que de verdad “sabe”,
sólo lo puede experimentar ese, un afín. Intercambiamos
conocimientos, datos e informaciones, me recomienda obras e
insiste en que me dirija a d. Miguel Ángel (ex-jesuita), archivero
del diocesano, y a d. Enrique (ex-marista), del de la Diputación.
Agustín Salgado es párroco de la iglesia de Coles, la que queda
bajando a la estación, la de Melias.

Por arriba, más arriba, hacia el interior, quedan los pazos. Llegué
hasta el más lejano, el de Turbisquedo, que está dedicado a ese
turismo rural intermitente que ha permitido, al menos, recuperar
tantas preciosas ruinas y, en muchos casos, que sus propietarios
vivan comodamente, sin corrientes de aire de grietas y tejas

1201
rotas. En Villarrubia, el de Cinconogueiras –se disfruta, sólo, con
los nombres-, con gran escudo de armas. El más importante es el
de los poderosos Láncara (1602), en Graíces, rodeado de muralla,
con espectacular chimenea y conocido por A Torre, de planta
rectangular de gran simetría. Dominando buena parte de la
hondonada del Barra y controlando “mi” torre, el caserón
(anacrónicamente remodelado por un constructor) que fue del
abuelo del cantante Julio Iglesias (apellido bastante usual), con
capilla y tres escudos de dudosa factura. En otro de enfrente
conservado pero ruinoso, escudo auténtico en el exterior de la
capilla, pero en nada parecido a la heráldica seoanina.

Y ya acabamos en A Peroxa Vella, donde perviven los sólidos cubos


base de un castillo erigido sobre un castro, como tantos. De finales
del s. VIII, de la familia Temes, resistió la ocupación musulmana
de Abd al Karim y no estuvo entre los más de ¡130! que se cargaron
los Hirmandiños en 1466, pero no pudo con la imbecilidad de
que, por ¡3 euros!, se llevaran sus piedras para construir la iglesia,
algo bastante frecuente. Albergó el ayuntamiento y sus
alrededores concurridas ferias, de las que sigue habiendo pobre
remedo cada 13 y 27 (si coinciden en domingo, se adelantan al
sábado).

1202
ALLARIZ

PARROQUIA DE SAN XOAN DE SEOANE

Monumento histórico-artístico con merecimientos de sobra ¡Quién


lo vio 15 años atrás! Fondos europeos para rehabilitación
acompañados de otras vías de financiación, de idea, de cuidado,
de adecuada tutela y asesoramiento, de iniciativa y hasta
originalidad cuando necesaria, han logrado la transmutación
perseguida. Amplio conjunto monumental cuidado, limpio, pulcro,
bien delimitado, con sabor. Recorriéndolo, se lo disfruta. Rúas
enlosadas que incitan; ¡cuántas nos quedan!

Lo de que por aquí campara el rey visigodo Alarico, ya hay que


ponerlo en solfa histórica; sus naturales se llaman allaricanos.
Del castillo del marqués de Malpica sólo restos, y la muy
deteriorada muralla ha sido reaprovechada. Corte real gallega
por el siglo XII. Iglesias con partes completas románicas. Palacios.
Casas góticas. Sedes de gremios tardo-medieval-renacentistas.
Barrio judío. Hasta la antigua lonja de abastos arreglada y
reaprovechada. Placas explicativas, ¡no deterioradas!, para todo.

El hacerlo, el tenerlo, el lograrlo, no llega. Hay que mantenerlo e


insuflarle espíritu. El detalle es, ya, patrimonio del gusto, del
cariño privado. Ir; palparlo, sentirlo. Su construcción, su
recuperación y su uso, me hacen colocar al poco conocido (ni a
nivel regional) Allariz en el podio o, más adecuadamente, en la
trinidad gallega, con dudas sobre su puesto. Para ello, puntúa
hasta la predisposición de sus comerciantes al buen atendimiento,
lo que también se sale de la práctica cotidiana.

1203
Casi todo lo más interesante en zona peatonal. Puentes sobre el
río Arnoya. Mucho “cruceiro” por tener el suyo cada parroquia
intentando librarse de la terrible peste de 1579. Hasta el
cementerio resulta acogedor –si es que se puede decir así: esencial
visitarlos (como los mercados) para conocer un pueblo, igual que
una casa no es su salón sino su cocina y su baño-.

Establecimientos para comer y dormir con ínfulas. Como en todo


asentamiento de alta nobleza y eclesiástica, herencia repostera
lo único que dejaban, el resto se lo llevaban –de alto nivel. En el
cogollo antiguo, alojamientos graníticos suavizados por toques
de lencerías de tonos cálidos. Cita gastronómica en “Fandiño”.
Un restorán-bar conserva un artilugio que por su rareza merece
ser reproducido , girando alrededor de un eje fijo, por lo que
actuaba más por las muescas en la rueda que por presión; servía,
puede seguir sirviendo, para abrir frutos y extraer sus jugos o
tintes.

Los 1 y 15 de cada mes, mercado. No feria. Vamos a precisarlo


para siempre en adelante. Mercado es vender, comprar o permutar
en paraje destinado al efecto y en días señalados. Feria, mercado
de mayor importancia que el común, y también el paraje público
en que están expuestos los animales y géneros. La feria es más
que el mercado, y su diferenciación específica estaría en la
afluencia de ganado. Ferias, en toda Galicia -¡las que había!,
pocos y generalmente transformados en mercadillos de ropa
berreada por gitanos, moros y negros (ecuatorianos, pocos, y
¿cómo no hay chinos?), junto a puestos de embutidos y frutas de
almacén.

[Aprovechemos para una digresión que viene al caso. Los vecinos


de abajo siguen diciendo 2ª feria (lunes), 3ª feria (martes: “a
terça”),… tal como en toda Europa durante toda la Edad Media,
pues se quiso disfrazar el devenir astrológico de la semana (día
de la Luna, de Marte,…); Portugal es el único país que se conserva

1204
fiel a ese lenguaje eclesiástico; también , y en nuestra segunda
acepción académica (“descanso y suspensión del trabajo”) así
figura, dicen ir de ferias (vacaciones)]

El mercado quincenal de Allariz, que ha dejado de ser feria, al


menos se sigue celebrando en “la arboleda” (aunque cada vez
con menos árboles), conocida como Campo de Barreira y vigilada
por la mole del convento de Sta. Clara. Mejor continente –como
dice mi amigo vasco Alberto y los agentes de seguros –que
contenido. La explanada es térrea, y el amparo de los pocos
árboles que quedan debe ser más cotizado –que por si alguien no
lo sabe, los agentes municipales cobran, ¿a todos?, la
correspondiente tasa cada vez, incluso los que se meten en las
plazas de abastos (término o precisión que explicaremos más
adelante)-. Se echan en falta productos de la tierra. Grandes,
gigantescos toldos para las “pulpeiras”, que disponen de una
logística que ya quisieran muchos establecimientos fijos, con
mastodónticos camiones todos pintados y rotulados. Hace algún
tiempo que se va ampliando la oferta a tiras de costilla de cerdo
y chorizos a la parrilla que no me comería ni por todo el oro del
mundo –del pulpo, ya trataremos en otra feria o mercado, que es
para echarle de comer aparte-.

A uno que le dio el ataque que otros vamos esquivando, se lo vino


a llevar un helicóptero, y dijo una vecina: “Qando se poña bem e
lle dijan que o levaron en alicótero, non so vai creer”.*

Carretera a Celanova. Tras buena porción de curvas, un indicador


de izquierdas (los de Rosen han aprovechado para reivindicar, a
brocha, lo despreciado por las instancias públicas) donde figura
Seoane. Otra ración de curvas y estaremos en el primer lugar de
la parroquia, Rodicio –aunque usado en cierto tipo (malo) de
restoranes (rebotado del idioma portugués), es término gallego,
del que hace poco supe el significado pero que se me ha olvidado
(… algo que gira, de molienda)*-. Aprovechando un regato que

1205
más semeja acequia, han recuperado una pequeña aceña (“acea”
en gallego) con una requetepintada (¡de azul!) rueda exterior de
cangilones que hacen mover con el agua que sale de un tubo de
plástico naranja –algo es algo, … y el que no sabe más: hablando
de saber, que se habla genéricamente de molinos cuando éstos
son las maquinarias de molienda, y en todo caso hay que
adjetivarlos-.

Desde Rodicio se entra a lo que constituye propiamente Seoane.


En ambos núcleos, destaca lo grande y cuidado de las casas, nuevas
en su mayoría con buenos cierres. Es grandecillo, con sus viviendas
aparentemente ocupadas de modo fijo, incluso las que son chalés.
Hasta hay un bar-tienda. Tienen que superar el centenar de
residentes, y más, hay un pequeño y recogido parque con fuente
(1960), bancos y columpio. Lavadero público de apreciable
tamaño, de antes de que inventaran la lavadora, todo piedra. Un
“canastro” (hórreo) lo han dotado de canasta; encima de ella, al
frente, figura esculpida en grandes rasgos la fecha (P.R. AD 1935);
lo encima lo usual, el símbolo fálico para la fecundidad de la
cosecha y la cruz para resguardarla, columnas superiores, pero
ésta es muy historiada, de redundancias solares célticas; aun a
más, en los laterales, en las seis columnas superiores, tres
redondos completamente en madera vetusta; fuertes tornarratos.
En las callejas transversales, con las casas originales íntegramente
graníticas, bien conservadas, se detuvo el tiempo.

La iglesia, por fuera, es como la mayoría, algo pequeña y no


promete. Aun así, busco a la guardiana, a la “sanpedro” de la
llave, la vecina Erundina, que vive por la mitad del poblado, pero
se acababa de ir a cumplir, en otra parroquia con uno de los
principales actos sociales de toda beata que se precie, un entierro.
Los enterramientos aquí, como en tantas otras partes, se llevaban
a cabo en la parte delantera exterior de la iglesia, ante la puerta
de entrada, así colocadas las lápidas pétreas (por estos lares sobra
el granito) de propósito para ser pisadas, con una presunta

1206
humildad de la que seguramente carecieron en vida sus perennes
ocupantes. Como hay una empinadísima escalerilla metálica hasta
el tejado y la espadaña, no resisto la tentación –a pesar de llevar
botas (nunca utilizo zapatos) de esas amariconadas, de tafilete y
suela (pero los tacones resultan utilísimos, para enganchar en los
peldaños) –y subo, aprovechando para mearme en los muertos.
Casi pegada, la casa rectoral, de tamaño en consonancia pero
aspecto descuidado, con las tejas en arabescos de difícil equilibrio
que el próximo temporal deshará o levantará. Como mínimo, y
en la misma dirección más adelante, queda otro lugarejo con
pertenencia a esta bastante importante parroquia, A Torre. De lo
mismo, sin restos viejos pero con idéntico estilo de edificación
nueva de nivel alto. Buenos sitios, aunque sin tratarla –seguro
que no me equivoco-, la gente seoanera no me aparenta la
cordialidad de la cercana villa (poco más de 4 km.).

De retorno a la bella y amable Allariz, buena oportunidad para,


volviéndose a desviar y subir (está bien señalizada), conocer, al
menos exteriormente, que compensa, Sta. Mariña de Aguas Santas,
con una del todo auténtica puerta mozárabe y otra prerrománica.
Cerca, un Forno da Santa de origen céltico, pero se me echaba la
noche encima y ya no pude más que ver el cementerio circundante,
de alineadas lápidas modernas en semicírculo, entre las que
paseaba tan tranquilamente –los problemas, testamentos aparte,
los dan los vivos, no los muertos- un gato, y ya pillado por las
sombras me dediqué a meditar que estoy más solo que el gato –
como decía mi abuelo con cierta frecuencia-.

1207
BANDE

LUGAR

*[Para éste y los otros monasterios (Celanova, Melón,


Montederramo, Chantada, Monforte, Sabinao y Cambre), tomo
datos de “Monasterios de Galicia” de Hipólito de Sá Bravo].

El término municipal goza del privilegio de dar suelo a una de las


joyas arquitectónicas más antiguas, no sólo de la provincia de
Orense y de Galicia, sino de España toda, de la península y, no es
ninguna exageración defenderlo, de Europa y de la civilización
occidental. Y esta joya, visigoda, está contenida en un estuche,
románico, que es otra joya, trascendiendo lo propiamente
arquitectónico.

Sus primeros orígenes se desconocen, pero antes de la primera


referencia histórica concreta, ¡del siglo VII!, se supone que hubo
un mausoleo romano (lo respaldan inscripciones ilegibles en restos
reaprovechados). Se conserva el sepulcro de mármol de S.
Torcuato, obispo de Acci-Guadix, desde esas tierras andaluzas
traído –con las invasiones árabes y moras, se produjeron múltiples
traslados, además de que el tráfico de reliquias era intensísimo
para asegurarse sacralidad y afluencia-. Hubo monasterio,
sucesivamente abadía (más de una docena de frailes) y priorato.
Al quitar la cal que cubría todos los muros interiores –lo hacían
por creer que salvaguardaba de pestes-, surgieron algunos restos
de pinturas –se preservan en bastantes monumentos por estar
elaboradas con productos naturales de origen vegetal y animal,

1208
menos descomponibles de lo que son los químicos (que de aquella,
por supuesto, no había, afortunadamente para todos)-.

Tan completas, con su traza original, sólo hay otros tres templos
en suelo patrio: S. Juan de Baños de Cerrato (Palencia), S. Pedro
de la Nave (Zamora) y Quintanilla de las Viñas (Burgos). Son de
planta de cruz griega y orientadas de oeste a este.

No desilusionarse con la iglesia parroquial, la primera que se


encuentra llegando, seguir. Magnífica vista sobre parte del curso
del río Limia. Bajo el tejadillo que protege la entrada, en el muro
lateral, una inscripción mencionando a Gaspar Rodríguez, que
ojalá sea quien salvó el tesoro. Han colocado un papel con un par
de números de teléfono para avisar a quien facilite el acceso al
singularísimo interior, donde podremos apreciar hasta un ara
romana. Auténticamente auténtico. Herejía nogozarlo.

Saliendo de la capitalidad bandesa (cuyo partido judicial ocupaba


una extensión de 669´99 km cuadrados) en dirección Puente
Barxas, tomar el desvío a Recarei, y lo siguiente (con los
indicadores arrancados) es nuestro lugarito. Un par de informantes
–me suelen preguntar, a la vez (lo típico gallego), que a quien
busco, y no sé muy bien qué contestar –aseveraron que no
quedaban más de dos vecinos fijos, pero un tercero, Avelino
Quintas, acababa de regresar de ganarse parco jornal en
Fuerteventura, como peón albañil, ya que agricultura y ganadería
no dan “ni para aceite, ni para remiendos”.

El perro más grande, que en una primera pasada se mostraba del


todo agresivo –mordido más de una vez (¡hasta en la cabeza!, en
el agua) por los propios, ese hecho frecuente en los parajes
remotos que visito, no me echa para atrás -, una vez olido y
comprobado que el que se detenía también era seoanense, se
muestra tan amigable, llama y comunica a sus colegas

(otros dos, menores) de cuatro patas, y todos tan tranquilos.

1209
Ruinas, bloques de cemento, algún trozo de uralita, piedras sobre
los tejados para que no acaben de descomponerse, ni dos docenas
de casas,… Avelino muestra no sin orgullo la suya natal, ya
inhabitable, posando de escorzo junto a ella, que ni de
mampostería es, piedra grisácea, ya musgosa, “posta unha encima
da outra”, como se daba a entender*. No sin pena y añoranza
explica como todos (de “aquella”, casi medio centenar) están
desperdigados por Venezuela, Francia, Alemania,… intentando
“arranxar o do terruño para vellice”.

Una capillita, con una sola campanita en consonancia, tiene


desproporcionada inscripción en arco sobre la puerta, todo obra
del propio Quintas: “Santuario de San Juan Bta.. Cpa. Pueblo de
Seoane”. Al frente estuvo la era comunal con su hórreo pequeño,
ya algo derrengado. Puerta y ventanitas (lo que fueron huecos
abiertos de ventilación, por donde aún hay quien arroja unos
céntimos) ¡en aluminio! Las losas (tumbas) de la entrada, fueron
arrancadas, que desigualaban el terreno. El suelo interior, piedra,
lo cementaron. El retablo, que no puede ser más rústico ,- ostenta
un bautista, con ovejita ¡y libro! Pasmado con lo que ve y encima,
lo que parece una santiña y fue monje de hábito y barba, que se
la pintaron -¿siglo XVIII?-.

Un párroco voluntarioso sigue yendo a celebrar intermitentes


eucaristías. Por “el sanjuán”, algún que otro foguete.

De despedida, en cierta manera memoria de la poco más de docena


de casas y “conservador” del arte sacro, me emplaza para próximo
retorno; como le respondo no tener tal intención, replica
socarronamente que “si ahora vino buscando Seoanes, ya
encontrará algo para volver”.

Mi gente.

Muy cerca del mausoleo visigodo de Santa Comba, rumbo Portugal,


en Baños, basamentos del campamento perenne de AQUAE

1210
QUERQUENNAE. Buena parte de la huella romana en los
alrededores quedó sepultada en 1949 por el embalse de Las
Conchas. La sede de la fundación –casi todo funciona así, no por
mecenazgo, sino por fiscalidad –de estudios, es una réplica de
“villae”; pegado, ya en moderno, el centro de interpretación y
museístico. ¡Museos de sitio!; siempre que tengan un mínimo de
entidad y número, los hallazgos arqueológicos deben quedar donde
aparecen, y no amontonarse en museos capitalinos multitemáticos
donde se diluyen y pueden pasar incluso inadvertidos. De esta
manera, se revitaliza la zona, se atrae turismo de calidad y se
crea empleo local. A cambio, se debe dar (buen) servicio
permanente.

En el exterior, dos piezones, un milario -¡uno de mis sueños!-, y


lo considerado menhir –sueño que pude cumplir-, pero que en
este, sin disimulo alguno, es un gran falo estilizado en todo su
esplendor.

Eran horas del almuerzo –con alguna frecuencia, al viajar, me lo


salto-, dentro quedaba una oficinista haciendo horas
extraordinarias, méritos o algo particular. Entreabre una ventana.
Menos mal que la joven no estaba nada mal, porque para lo que
estaba,… ni remota idea de quiénes eran Erias, Valle (director
del más importante museo gallego, el pontevedrés) ni el eximio
Monteagudo (miembro del Deutsche Archäologisches Institut de
Berlín y correspondiente de la Real Academia de la Historia), ¡ni
tan siquiera Vales Villamarín y Filgueira Valverde! (mentores,
respectivos, de Erias y Valle –a quienes tantas horas buenas tengo
que agradecer: ante mesas bien surtidas, por supuesto-).

1211
CARBALLIÑO

LUGAR en la parroquia de SAN XOÁN DE ARCOS

Esa tilde que han puesto encima de la ene, es reciente. Antaño,


llevaban la eñe sólo tres lugares (en Pazos de Borbén, Ribas de Sil
y Valga), y otros tres son plural (en Cospeito, Moaña y Ribeira),
Carballiños. El carballo, que como topónimo tiene su mayor
representación en una importante localidad coruñesa, es el roble
albar o fresnal (Quercus pedunculata).

Carballino es paradigma de emigración con éxito, que en cuanto


pudieron retornar lo primero que hicieron fue derribar la casa de
los abuelos y quemar los muebles de castaño (el burro, ya lo habían
vendido antes de tener que irse, por hambre –o se lo habían
comido, que cosas peores se tuvieron que llevar a la boca nuestros
abuelos durante la postguerra). Se hicieron una vivienda (para el
futuro, la jubilación) cuadriculada en ladrillo (con ventanas de
aluminio, que no entra aire) o compraron un piso en el que están
desubicados, muebles de formica, y el “ Mercedes”, que nunca
podía faltar y formaba parte del paisaje. Quedó en grande,
amorfo, vulgar,… habrá a quien gustará. En la cuenca del río Avia.
Se explotaron minas de arsénico –como para trabajar dentro de
ellas: no es extraño hubiera tantísima emigración-.

En el resto de Galicia era considerado, sólo por debajo del también


orensano Verín (Cabreiroá, Fontenova, Sousas –donde me llevaban
mis abuelos todos los años-) como sinónimos de aguas, aguas
sulfurado-sódicas que apestan a distancia a huevos podridos y
que hay que beber tapándose la nariz. Al final del verano, que ir
a tomar las aguas siempre fue septiembre para huir de los rigores
del calor, los establecimientos balnearios de Partovía (reumatismo

1212
y piel) y Carballino (vías respiratorias y aparato digestivo) se
poblaban de despaciosos deambulantes con las cabezas tapadas
por toallas. El termalismo, en desuso durante décadas, ha recibido
nuevo impulso en toda la comunidad, pero quienes se han quedado
con todo el pastel son las grandes cadenas hoteleras, en mala
parte foráneas.

Los días 16 y 30 de cada mes son de feria. Los tenderetes se


extienden por numerosas vías. La vida comarcal resurge por horas
y hay quienes orientan toda su actividad laboral al acontecimiento
quincenal. En las afueras, precisamente por la carretera que
tendremos que tomar pero mal señalizado, un Mercado Comarcal
con naves para ganado donde ni relinchaban unos pocos caballejos.

Tomar la carretera para Cea –que tuvo ayuntamiento propio pero


ahora no sé a cual pertenece, la del buen pan, en sus hornos de
leña restaurados (toda la zona, es muy panadera), por donde
tampoco se debe perder la joya cisterciense del MONASTERIO DE
OSEIRA –que, además de a los representantes de la divinidad en
este valle de lágrimas, pertenece a un ayuntamiento limítrofe
con el carballinés-, con tres claustros y una sala capitular de lo
mejorcito. Nada más acabar el término carballón, comienza S.
Juan de Arcos, como dicen por allí, “vulgo Seoane”.

Es la mayor población , que tal merece ser denominada con el


nombre de las tres vocales consecutivas –ningún otro apellido
conozco con esta rareza y exclusividad-.

De inmediato se comprende que bastante gente, en puntos lejanos,


cite este S. de C., a lo que no debe ser ajena la macro-discoteca
“Paulino”; al lado, bar con el mismo rótulo, malo, al que entré –
no soy de bares, lo hice por tomar notas y por tomar cualquier
cosa (que no había) por llevar todo el día sin tomar cosa alguna-
por parecerme menos malo que otro anterior –para la selección,
sí que soy muy quisquilloso, aunque nunca por criterios de higiene-
. También, aserradero, prefabricados, piedra,… casi un polígono.

1213
El lugarón, queda aparte de la carretera, a la izquierda, hasta
con sus barrios diferenciados. Deben vivir varios cientos de
personas. Las moradas unifamiliares con su terrenito; alguna, de
las que se salvaron de antes, de los emigrantes depredadores,
conservando dependencias para el ganado. Destacan las villas de
los más favorecidos, pero todas aparentan buen nivel. Inclusive
un amago de plaza, con su rótulo y todo.

Era la misa de la tarde en la parroquia de S. Juan. De inicio, el


titular no me prestaba mucha atención, con aquello que él era
“de fuera”, pero la gran estampa a color con oficial vaticano
donde figuran todos los datos de todos los papas desde el s. XVI,
además con sus retratos oficiales de S. Paolo Extradimuri (insertos
en el esquema de mi Marca), obra milagros, y “esbardallamos”
un rato. La iglesia no llama la atención, ni por fuera ni por dentro,
sí el caserón rectoral. Arregladísimo (“menos las dependencias
que iban a ser para mí”). Una gran era por medio para mejor
mallar. ¡Dos salientes de evacuaciones corporales! Es objeto de
una de esas concesiones eclesiásticas (ésta, a 25 años) que,
análogamente a las de R.E.N.F.E., consiguen que otros arreglen y
cuiden los tuyo. Varios letreros con emblemas dispares, indican
que trabajó algún obrador de desempleo o aprendizaje que lo
hacen casi gratis; cofinanciada por varios organismos y entidades,
públicos y privados, que no acaban de dirimir sus competencias y
pretensiones.

Pregunto por una “mámoa” (dolmen) que tiene que haber por
allí, pero no me saben dar razón (ni se hacían mucha idea de lo
que pudiera ser).

1214
CASTRO CALDELAS

ALDEA en SAN PEDRO DE ALAIS

Corre una historieta, ante la que casi todos nos sonreímos y


tomamos por apócrifa, de que había, hace muchos, muchísimos
años, dos poblaciones diferenciadas, y que cuando llegaba alguien
y preguntaba, le contestaban: “¿cal d´elas?”. No obstante, se
escribió Castro Caldelas, y ese guión desaparecido parece indicar
unión de pareja. Más racional nos parece –a los racionales- que
Caldelas se refiera a aguas caldas (hay varios Caldas, en Galicia y
Portugal, sirviendo como ejemplos la villa termal pontevedresa
Caldas de Reyes y la leirense Caldas da Rainha: en la primera me
partí la cabeza en la calda piscina musgosa del Balneario Acuña,
y cerquita de la segunda, dentro de cerca del castillo de Óbidos,
tengo casa). Podría ser diminutivo, pero ocurre que no hay indicios
de acuíferos volcánicos –quizá que son menos calientes-.

La otra parte, el primer topónimo, está suficientemente claro,


sirviendo como tal por derivación en muchísimos poblamientos
de todo el noroeste peninsular (Asturias, León, Zamora,
Salamanca,…) y en Galicia en especial. Por ser tan claro y repetido,
nos da pie a unas pequeñas consideraciones explicativas.

Se han censado más de cinco millares en suelo galaico –por encima


del número de bateas mejilloneras, que sobrepasa en algo tres
mil-, sobre montículo o eminencias-. No indica lo mismo que
Outeiro, también repetidísimo en toponimia, que era el lugar de
culto –esto y lo que sigue es propia cosecha-, y casi se ha perdido
Trasouteiro, que era el lugar de enterramientos (las tres
diferenciaciones las tenemos, clarísimas, en Óbidos –cuya cerca,
por otra parte, es clavadita a la original de Roma, que con Julio

1215
César aplicó “oppidum” a los recintos donde los galos apilaban
sus rapiñas-). La distancia de uno a otro asentamiento castreño
(que en Galicia, término ya no utilizado, se llamaron “croas”
como contracción de “coroas” o coronas), les permitía
comunicarse por señales y auxiliarse, como se hizo durante la
guerra de la Independencia. Esta red de asentamientos humanos
de orígenes prehistóricos, no fue deshecha por la conquista
romana, es más, se continuó utilizando hasta que las reducidas
hordas suevas incitaron a buscar cobijo en las urbes. Aparecieron
plantas de cabañas elípticas, circulares y cuadrilongas, dando
pistas sobre su antigüedad. Aunque generalmente desfigurados e
incompletos, unos cuantos pueden ser visitados, con sus fosos y
contrafosos y parapetos socavados.

La prominencia de los celtas fue adoptada por y adaptada para


un castillo medieval (s. XIV), desde el que los magnates de Lemos
podían legitimar, por la fuerza, sus tropelías. Los estragos de la
soldadesca del general napoleónico Loisónn (1910), acaban de
ser paliados en la propia fortaleza y construcciones aledañas,
cimentadas en la roca viva. El conjunto luce, en lo alto, impecable.

Hay un par de sitios muy decentes para dormir, únicos desde


Orense. Recomiendan el de arriba, pero no da comidas, por lo
que pernocté en el de abajo, de nombre de conocido literato
gallego, donde la patrona hacía a mano los postres y servía
abundantemente tintorro, que siempre colabora para dormir –a
falta de con quien-.

El calendario de festividades extraña, por ir contra los rigores de


nuestro clima –tan amortiguados por el calentamiento global-.
Un 15 de enero, un 22, un 2 de febrero -¿habrá fiestas que destacar,
pues así lo hace el doctor Manuel Alberro (miembro, entre otras
muchas, de la “Celtic Studies Assoc. of North America) en su
referencial “Diccionario mitológico y folklórico” –la k en vez de c
no me hace gracia, pero perdonémoselo por su superior categoría

1216
y por angloparlante- (de “Briga”), es la de los Fachos o Fachons,
19 o 20 de enero, arcaica, casi olvidada y denodadamente
recuperada, con procesión nocturna con largas antorchas de paja
apretujada, acabando por prender una gran hoguera en la plaza
mayor –donde hace tanto vimos, ¿recuerdas Ángeles?, a aquella
señora del bar que lucía bigote que ya quisiera para mí-; rituales
paralelos los hay en regiones célticas insulares como Irlanda y
Escocia, relacionándose con la gran festividad (estacional y
fúnebre) del “Samain”, que también se está intentando revalorizar
en Galicia para evitar la puta suplantación por ese invento
consumista yanqui del “Haloween” –o como “carallo” se escriba,
que poco me interesa, y me niego a perder mi tiempo buscando
estas chorradas-.

Relacionada con el fuego, con las brujas, con sus conjuras, también
se celebran, en honor de ¡S. Sebastián! (que no fue quemado,
sino asaetado), las alcohólicas “queimadas”, con aguardiente. Y
en Mazaira (el 2 del II) la conmemoración de As Candelas, otra de
fuego que ¿puede ser antecedente, por error de transcripción, de
Caldelas?

[Para tal error, que puede extrañar, téngase en cuenta que los
secretarios de concejos solían ser castellanos parlantes, de oído
y entendederas tan duros como los míos, y sirva comomuestra
más clara la del coruñés Mesón del Viento, que era el mesón del
tío Benito (Bento en gallego)]

Saliendo dirección Trives, de inmediato está el indicador para la


cabeza de parroquia, Alais, pero mejor obviarlo pues la
localización, tras una bajada en tobogán cerrado, es
dificultosísima. Páramo alto casi desértico, no pude reorientarme
más que gracias a solitario madrugador; única compensación, la
perspectiva desde nivel por bajo de la preeminencia castrense.
Aconsejable, continuar un poco más, pasar el puente sobre el río
Caldelas y para la izquierda (entre los varios indicadores,

1217
destacaremos Mazaira, por tener dólmenes, también llamados
por tomar el primer desvío a la derecha (que nos pondrían en
Pacios) y sí el segundo (también, sin señal de señal).

En llegando, construcción nueva con ciertas señales de vida que


ni se concretan en un esperado ladrido. El núcleo, cuatro casas
(contadas) con algún anexo, los tejados (de pizarra) hundidos,
las escaleras sin pies que las pisen, suelos por los suelos, cristales
sin alguien que se moleste en romperlos –no caí en la tentación,
una de mis “inocentes” diversiones infantiles-.

Un poco separada, otra vivienda, de época intermedia,


semiabandonada. La farola del alumbrado público, ha de ser
accionada por interruptor.

Es por la mañana temprano, soledad; los pajaritos ni se inmutan


ante las desafinadas notas de la armónica; se oye al cuco. Si me
hubiera funcionado la cámara fotográfica, no sabría a donde
dirigirla. Los comercios de C. C. también se habían quedado sin
pilas. Para que no haya dos con tres, decido llevar una de repuesto:
santo remedio, ya no volvió a agotarse.

[Pero había cobertura inalámbrica telefónica. Anacrónicamente,


toca el pito, a mí que lo suelo enmudecer –ocurre que era mi
media hora diaria de “centralita”-. Me había localizado una
intermediaria ovetense a través de vecinos de mi adolescencia,
para pedirme un “Poligraphia” del s. XVIII a la que nunca dimos
mayor importancia y que buscan como locos ¡en una universidad
de Pensilvania! (en U.S.A., no donde el conde Drácul)]

1218
CELANOVA

LUGAR en ALCÁZAR DE MILMANDA

“Descendiente de los Seoanes era el último señor de Milmada,


don Suero Eanes de Parada, en el reinado de don Pedro I de Castilla,
a quien muchos llamaron el Cruel, y otros , el Justiciero. … grande
era la soberbia de los nobles castellanos que formaron la liga
contra el soberano… Había seguido Suero Eanes de P. al rey don
Pedro al extranjero y le había ayudado después con sus hombres…
Premió entonces el monarca al señor de Parada nombrándole
adelantado mayor de Galicia, a donde pasó, fundando el castillo
o torre de Parada, … Bien sabida es como terminó esta historia,
con el repugnante drama de Montiel. *… no considerándose seguro
don Suero en su torre de Parada ni en el soberbio alcázar de
Milmanda, pasó a Portugal, … vivió con su esposa doña Mayor
Pérez de Sotomayor al lado de los monarcas portugueses hasta el
día de sus muerte”.

(De “El último señor de Milmanda”, de Leandro Carré).

[Aunque en cierto modo e indirectamente me compete, también


considero repugnante que el bastardo Enrique de Trastámara (que
inauguró la dinastía que acabaría en Isabel I) perpetrara o
ejecutara el asesinato de su hermanastro, tal como escribí en la
novela “El Poder” y tengo grabado en plata y en los sesos: “Por
muy mal que se lleven… siempre deben presentar frente común…
quienes no lo hagan así, están perdidos de antemano”]

Ni he conseguido localizar la torre o torres –como luego se


explicará –ni he logrado aclararme en demasía.

1219
No aparece en el nobiliario Milmada -¿sería el que a mil manda o
el que recibía mil mandas?-, aunque sí Miranda (como de origen
asturiano, que pasaría a Galicia: dicen los asturianos, con su buena
parte de razón, que España es Asturias, y el resto tierra
conquistada). Los Miranda siguen ligados a los Parada, siendo
vástaga de esos linajes la nonagenaria Carmiña, veraneante en
Bayona, que durante horas –de pie, el oyente cansado de estarlo
antes que la narradora- me ha deleitado con lo que eran los usos
y costumbres en el pazo de Parada en Amoeiro, donde nació y se
crió hasta contraer matrimonio a los 15. ¿Son esos los restos,
transformados, del castillo o torre de P.?... ese pazo, penosamente
descuidado, donde dña. Carmen recuerda como su padre, que
sentaba 18 curas a la mesa, adiestraba sus caballos en la balconada
superior, la de las 13 columnas, está en el municipio de Amoeiro,
que quedaba englobado dentro del extensísimo arciprestazgo de
Bubal. Amoeiro conserva la parroquia de Parada. Parada del Sil,
donde tienen un monumento ¡al barquillero! e incluso oficina de
turismo, es otro municipio orensano (con el monasterio de Santa
Cristina de ribas del Sil –todo abierto: extraña no jodan los restos
de pinturas murales-). ¿Por cuál nos decidiremos?... quedan muy
a trasmano y no están en la línea principal de la investigación,
aunque sí en su estela, por lo que recuncaremos.

Rumbo Cortegada, aún sin abandonar Celanova, desvío a la


izquierda para Quintela de Leirado –que luego se nos meterá por
el medio, también-; a unos 7 quilómetros nos toparemos con la
prepotente estructura eclesiástica de Santa Eufemia, incrustada
en la cumbre de un farallón; un poquito antes, un indicador
(izqda..) conduce hasta Milmanda; los siguientes cruces, sin
indicadores) ya son el agrupamiento de Seoane, y se acaba la
posibilidad de seguir mucho más.

El lío. Era un municipio llamado Acebedo del Río que cacicadas y


componendas políticas eliminaron. La “Espasa” colocaba S. en su
parroquia de Sta. Mª. De Milmanda, ahora administrativamente

1220
desaparecida y de la que en el vecindario no supieron darme
razón

(crujiendo las meninges para suponer que se pudo cambiar, de


aquella, el extraño Eufemia –que vamos a considerar después- al
familiar María, pues tampoco, ya que también se enumeraba la
parroquia de la santa que no querían los leones). Actualmente,
que la excabeza con capitalidad en Carracedo se mantiene con
categoría, muy inferior, de parroquia dependiente de Celanova,
la G. E. Gallega sitúa nuestro S. en Alcázar de M. y “Rutas de C.
G.” pone allí torre e iglesia.

“In situ”, sí hay iglesia pero no torre, las beatas dicen que las
sillerías de la torre se utilizaron para la iglesia y, para colmo, el
Seoane se parte en dos. No hay quien se aclare.

Hasta el laberinto, me había medio orientado solitario caminante


por descampado que resultó sobrino del escritor berciano –de
donde es mi familia paterna, y tengo la mayoría de sus libros-
Ramón Carnicer; me señala que abunda mi apellido.

En el lugar, ya anocheciendo a toda velocidad, el vecino José


Carballo asegura que son bastantes vecinos –ni dos decenas- y
diferencia S. de arriba y de abajo.

Ya casi noche cerrada, subo a pie hasta el iglesión cuyo


emplazamiento, desde luego, es el ideal para una pequeña
fortaleza (mi falta de pericia –para una vez que tengo pila- me
hace malfuncionar el “flash” –que no debe ser lo mismo que “fax”-
y no sale nada*). Entre las tumbas resuenan parcos pasos, un
perro (-sí (abajo) ¿fantasma?) que huye, pero al bajar ya estaba
con toda su jauría, alguno más agresivo de la cuenta.

Caigamos en la cuenta, aunque no parezca venir muy a cuento *,


de que en la elección de patronos eclesiásticos en general y de
recintos supuestamente sagrados –sí lo son para los humanos, cuyos

1221
mandos los inventaron- en particular, también impera el
machismo, en gran parte herencia del judío. Parece como si fueran
más intercesores (dulía), aunque no se dude de la superioridad
en ese campo de Sta. María, y por eso se le dedican muchos predios
sacros (por hiperdulía, sólo superada por el culto de latría al hijo
que tuvo sin conocer varón, y al ¿verdadero? Padre de éste). Pero
dejémonos de bizantinismos y ya que estamos ante una de las
excepciones, en un Seoane, merece que nos detengamos en ella.

Santa Eufemia, sin esperarlo (como aquí con los S.), aparece por
partida doble, ambas en menologios ** de Oriente, vírgenes y
mártirizadas. La más célebre, de la Calcedonia, figura en un
documento del s. VIII sobre una obscura historia de invención de
reliquias. En lo civil, hubo una Eufemia humilde esclava que llegó
¡a nada menos! que emperatriz, por matrimonio con Justino (s.
VI). Ya entre los lacedemonios era el nombre de una plegaria, y
no es mala elección patronal pues uno de sus significados es buena
fama o buen agüero; el otro, apropiado para imponérselo a futuros
políticos en la pila bautismal, sería “yo hablo bien”. Eufemiano,
versión masculinizada, es como se tildaba a los miembros de una
secta que seguían la doctrina de los melasianos. Creo que queda
bastante claro que quien escribe no es muy amigo de eufemismos.

[*Este uso y abuso, consciente, de refranes y frases hechas, que


no prodigué en escritos anteriores, es reacción a lo reducido del
lenguaje actual, constreñido a expresiones extranjerizantes
impuestas por periódicos, revistas, radios y televisiones, con
dejación de funciones del profesorado elemental. Pido disculpas
si este afán reivindicativo, lleva en ocasiones a la ampulosidad y
a la hipérbole.

**Por lo mismo, considero deber de quien garabatea introducir


cultismos, aún a fuer de pasar por pedante. Siendo consecuente
y preciso, al final del asterisco de arriba, en vez de ampulosidad
e hipérbole, debería haber escrito pleonasmo].

1222
Volvamos a lo que nos ocupa. Vuelvo en una segunda ronda, pleno
día, y la esposa de Carballo sigue insistiendo en lo de los dos S.,
a la vez que un par de vecinas que estaban allí, nada en
consonancia, a primera hora de la mañana, como salidas de la
peluquería y con todas las joyas familiares –no era fiesta, no-,
pero que me hablan de una casa, abajo, con escudo.

A plena luz, puedo contemplar a gusto lo que no hay mucho que


ver. El censo de 1910 (cuando pertenecía a Acebedo) contabilizaba
32 edificios, que serán sin mayor género de dudas los viejos,
abandonados, dormidos, caídos; mixturados, como es aberración
usual, unas pocas construcciones de ladrillo, que tampoco es que
luzcan mucho. Las casas antiguas, no se quitan su sombra granítica
gris ni a pleno sol.

De lo de S. de A., nada. Es una simple distinción localista sin


fundamento real, pues no hay ni la más mínima diferenciación ni
aparece en documento alguno. Al ser en cuesta, podía ser un
medio de indicar entre ellos, lo mismo que se dice vete a la “leira”
de abajo o de arriba, sin más. También, que donde hay dos casas
todos sabemos que se llevan a matar, pudo ser calificativo,
diferenciador, creyéndose algo más los de arriba –impresión que
me causaron las cuatro muestras-.

Ya estaba abajo, sin encontrar lo que buscaba –sabiendo, es fácil-


. Pareja de muestras, de animada cháchara –mientras en las
ciudades interrumpes las conversaciones parándote y
preguntando, hasta molestando, por el campo las cortan
radicalmente al verte de lejos y es toda una venturosa novedad
que te acerques-; una de las dos, Obdulia, dice que su madre
estudió en la casa que busco, cuando fue escuela tras pertenecer
a unos condes. Me largan historietas, ¡tan difundidísimas y
uniformadas!, de romanos, “mouros”, pasadizos y “tesouros”.

Consigo largarme a lo mío. Nunca mejor pensado ¡lo mío!

1223
No son dos torres verticales (tres, pero horizontales, lo que ya
conforma castillo), no son dos guerreros (aún nunca lo ví –se
perdería uno con el tiempo: y no es broma-), tiene llave en la
mano en vez de lanza –sería pacifista o devoto de S. Pedro: esto
sí es broma… o no- y lises en vez de ceoanes – pero puesta la flor
campaniforme nuestra para abajo, se asemeja bstante a la de
lis-.Es lo que hay, lo que queda; tengo que traer agua (y la piedra)
a mi propio molino –o escuela-.

Invadida por las silvas, sin tejado, lienzos enteros de bloques


soterrados, lo único que se conserva intacto, impregnado de
orgullo, es este dintel. Parece como si me estuviera esperando
desde 1766, fecha que ostenta, enmarcada, debajo, en la piedra
maestra.

Todo esto, todo (terrenos, bosques, cultivos, misérrimos caseríos,


caza,famélicas gentes, jovencitas mejor alimentadas –jovencitos,
si los prefería (o ambos)- fue del conde Froilán Gutiérrez de
Celanova a principios del siglo X. Otro modo, en cierto modo
hasta superior, de enriquecer tu casa, tu familia, tu linaje, era
conseguir una santificación -¡tener un santo de la pandilla!-. Para
ponerse a ello, no había mejor camino que fundar un monasterio
(con su parte alícuota de diezmos y donaciones para Roma, que
era quien a fin de cuentas canonizaba). “Froi”, tenía un hermano,
Rosendo, que llegó nada menos que a obispo, sucesivamente, de
Dumio, Mondoñedo y Santiago(donde todavía no habiá
arzobispado, “robado” a Mérida –como el obispado a Iria Flavia-
de cuenta, con conexiones francesas, los Gelmírez). Su madre,
Ilduara, también debía de ser de armas tomar, así como su hermana
Adosinda (el otro, Muñón, debía ser menos acaparador).

Uno de los cenobios más ricos de España (donde brotaron, como


setas, algunos de los más ricos del orbe), del que llegaron a
depender ¡otros 50!, con dos coros y ¡11! Altares, va a acabar en

1224
hotel-monumento (calculan 12 millones –que firmen por 18-), que
falta hace por estos andurriales.

Siguiendo con la historia, que al Rosendo consiguieron que


acabaran nombrándolo santo, y abad de su monasterio desde que
“se retiró” hasta su muerte, que para eso era suyo. Su mamá y su
hermanita reposan a su lado, por donde el altar más grande, por
eso llamado mayor. Otra hermana, la Froila, les debió de salir un
poco rana –digo yo-,y le tuvieron que hacer una capilla privada,
dedicada al arcángel Miguel –que era todo un machote-; esa
fantástica maravilla, exenta, contemplada en todo su vigor por
fuera y por dentro, es la única plenamente mozárabe de Galicia,
con planta de 22 m cuadrados (8´5 m. de largo y 6 de alta).

Estudiar en un lugar así, bajo la tutela de los escolapios


(ahora es instituto, principal traba para la transformación en hotel
de lujo), indudablemente da carácter; de aquí salieron Curros
Enríquez y Emilio Ferreiro. En el claustro nuevo (1722), “O
Poleiro”, muy recia balconada en madera noble que sobresale, a
media altura y a lo largo de sus lados, las celdas que
comunicábanse por este “gallinero”. Sensacional.

La gran plaza rectangular es de las mejores de Galicia.


Otras, recoletas, asimismo con fuentes, porticadas. Lascalles de
la villa tienen un gran sabor. El erotismo de su alameda, con
sicómoros de ramajes completamente entrelazados.

Los jueves, mercado. Frente a la iglesia y fachada principal


monacal, lo del campo. Por estas tierras tienen la muy buena
costumbre de ahumar la parte inferior de los lacones, previamente
cortado, exquisitez tanto para el cocido como en crudo; en contra,
que de quesería, nada. Bajo la arboleda de la fachada lateral,
apoyados en los recios troncos de los que llaman plátanos -¿te
acuerdas Ángeles, aquella cálida noche, en aquellas sombras?
lástima que, como la mayoría, creyeras que la fidelidad está en
el sexo en vez de en el seso)-, los puestecillos de ropa. Abajo, al

1225
amparo del gran terraplén que soporta la omnipresente mole
religiosa, los mercaderes de hierros y menajes y las infaltables
pulperas.

En el término municipal, la que tienen como mayor mámoa


de todo el noroeste peninsular, mota Grande. En Castro-Mao (s.
VI a.C. a II d.C., muralla de casi medio quilómetro abarcando 70
estructuras ocupacionales) apareció la “Tessera Hospitalis” con
que los romanos apaciguaron engañosamente a los Coelerni en el
132.

Tan próxima que hasta se podría ir andando, VILANOVA


DOS INFANTES es “recuncho” encantador, ignorado, sin
promocionar. Es donde vivían la madre y hermana del futuro S.
Rosendo. Un altivo torreón, muy posterior, dominante, alberga
un “centro comarcal”. El pueblito, en pendiente y con otro
convento, que tampoco podía faltar, abajo, se muestra
castellanizado; lindo, acogedor.

1226
Anexo QUINTELA de LEIRADO

En las primeras inquisiciones, a este municipio limítrofe


con Celanova, le había adjudicado un Seoane, y tal marqué en el
mapa, pero hube de rectificar y trasladarlo al también limítrofe
Padrenda; sería por los nada infrecuentes cambios jurisdiccionales
–no hace tanto, acabamos de vivir las escisiones de Burela en
Cervo (Lugo), donde Sargadelos, y de Illa de Arousa en Vilanova
(Pontevedra), y más que quisieran-. Como flecos quedaron unos.
Miguel de Canedo (que, mencionado en algún lado, no reaparecía
ni como parroquia), El Puente y Las Caldas –que puede que se
engloben en Orense capital, bien lejano-.

De todas maneras, no se me iba de la cabeza, y no me


quedaba tranquilo si no indagab a. Fui, por ir, por estar cercano,
intuitivamente –y, una vez más, mi nariz de sabueso no iba a
fallar-.

De entrada, las confusiones locales. Que si Quintela, que


si Leirado; ese “de” indica pertenencia, pero entonces, ¿cómo la
capitalidad radica en Quintela si Leirado se encuentra a pocos
quilómetros? (y también en la carretera principal,
pronunciadamente descendente -quizá por eso, por humedad, por
búsqueda de los siempre escasos rayos de sol, que la orensana es
la provincia con menor número de horas al año). En la iglesia
barroca de S. Pedro, de grandes torre y balaustrada, con el santo
de las llaves a la vez grandioso, pantocrático, le han querido
añadir un S. Pablo (otros, Paulo), y hay dos; en la más pequeña
(la de Leirado) curiosas placas metálicas muy trabajadas y
plagadas de motivos en sus tumbas, evidentemente de emigrantes
suramericanizados.

1227
En el ayuntamiento, Benito Pérez, con la voz de Noemí
Fernández que llegaba de un lateral, me remite a Jose Mª Senra,
que me encamina al “pazo cercano con capilla, hórreo y fuente”.

No tan cercano, y en pronunciada pendiente que de


regreso se convertiría en penosa cuesta; capilla, hórreo y fuente
no los pude ver pero, por quedar por fuera de la primera (y ésta
a su vez adosada por el exterior del muro de la propiedad que
resultaría inexpugnable), en su frontal, sobre y a la derecha de la
puertecita, ¡otro escudo que me resultaba familiar! –
cronológicamente, la primera gozosa experiencia había sido pocos
días antes en la iglesia coruñesa de Lousame, y el de Milmanda se
me revelaría pocas horas después de este segundo.

Independiente, de único campo, individual, bien coronado,


es el que me parece más aproximado a la heráldica oficial, por
encima del milmandense (posterior), aunque en la torre en sí
menos ortodoxo que el lousameño, y que primero en ser
descubierto, debe ser el último en factura. Al otro lado del acceso
a la capilla (debía tener otro desde el interior del pazo, pero se
conservaría éste poer derecho de la plebe a oír las liturgias), el
otro pequeño blasón (les queda algo para el metro), en todo,
menos en la época, diferente, encimado por sobresaliente yelmo
-¿o simple borla? y compuesto por cruz de doble brazo homogéneo
albergando seis pelotitas del tamaño de las de tenis.

Vuelto, sudoroso y dando saltos de contento, a las oficinas


concejiles; todo parece aun mejorar al saber que el bar de
enfrente es de una de las tres hermanas que adquirieron el pazo,
mejorando una pequeña cuota hereditaria, pero todos se echaban
unas risitas. Cruzo –precauciones por los coches no hay muchas
que tomar, no-, atisbo el deprimente interior, la cara que me
esperaba, y me retiro al concejo a pedir refuerzos, que me son
negados, no atreviéndose nadie a acompañarme. Sólo ante el
peligro, empujo la puerta y peor de lo previsto. En el penumbroso

1228
recinto, sucio y desprovisto, un único parroquiano, de faz, edad
y modales del estilo de la del otro lado de la barra, que casi me
echa o, peor –toda la bonhomía se había quedado al otro lado de
la acera-, se me echa encima ante mis melosas insinuaciones.
Nueva retirada, sudando también pero de angustia, y los otros
casi a carcajearse, que ya lo sabían –debe haber poca ausencia
laboral para cafetear (debí mirar si tenían máquina propia)-, que
son con todos igual -¿serán solteronas las tres?-. Que si otra
hermana es maestra, pero ya ni indago dónde al advertirme que
es de la cuerda. Intentan consolarme poniendo vehemencia en
que hay muchos apellidos.

[Algo que se me acaba de ocurrir. En heráldica los colorines


son parte esencial, ¿no estarían todos policromados?... La Edad
Media, de la que tenemos imagen sensual tan distinta, fue una
explosión de color, en sus vestimentas, oratorios y tumbas (Erias,
además de ser el descubridor de que dos músicos del Pórtico de
la Gloria tienen manos cambiadas, ha coloreado imaginariamente
toda la genial estructura). Algunos cruceros, a pesar de aguas y
vientos galaicos, conservan restos de pintura, y bastantes iglesias
en su interior –pórtico casi tan inmenso como el compostelano,
conservado a colores por estar resguardado, es el de
Orense].MANZANEDA

1229
ALDEA en MANZANEDA de ARRIBA

¿Hubo, hay, manzanales?

Ellos mismos, la denominan “villa medieval”, pero todo


lo que queda, íntegro, es un arco, de los de medio punto –más
antiguos, de ordinario, que los de conformación ojival-,de su
cerca. Se ubica por la parte oriental de la sierra de Queija,
terrenos montuosos, ásperos y quebrados que culminan en los
1778 metros de Cabeza de Manzaneda, única estación en la que a
veces, y durante no muchas semanas, se puede esquiar en estas
latitudes, pero cuya infraestructura, o pertenece o es aprovechada
por la vecina y más importante villa de Puebla de Trives.

Hay –y me los ensalzó, fuera de aquí, un residente que al


menos tenía idea de lo que hablaba, aunque no demasiada –restos
de civilización castreña (como en Castelaioso y A Siguesenda –
buen nombre, si señor-) y vestigios romanos.

La parroquia es la de San Martín.

Frente al ayuntamiento, un poco más abajo, está el


indicador y no hay que desplazarse ni tan siquiera un quilómetro.

Entrando, pasado el letrero municipal con sus rojas cerezas


de fondo –de las que me hice con una rama rebosante-, ¡los veo!,
emocionado frenazo, en el margen y la ladera derecha –tienen
fama de carcaveros (de criarse en las cunetas, siendo carcavera
uno de los 46 sinónimos de ramera)-, ¡mis primeros seoanes! –
corté uno, una (pues en sentido estricto se debía utilizar, siempre,
el femenino, como planta, la digital, que es), y, bien resecado (-
a) lo tengo en casa, en el salón-biblioteca-comedor.EEspero que

1230
se distingan, se huelan, transmitan, en otros Seoanes (o no) parte
del sentimiento que provocaron en quien los describe.

No se parece esto en nada a la idea que se tiene de lo que


es una aldea, con predominio de lo rústico. Consiste en unos pocos
chalés, con un medio centenar de habitantes, chalés más que
casas, de pequeño tamaño pero buena construcción, relativamente
reciente. Todos con su parcelita, con cierre, de cultivos.

Justo a la entrada, el muro y las compuertas de la pequeña


presa de una central eléctrica local, que es lo que menos me
gusta, y afea el paisaje.

Tuve la suerte de que mis interrogadas, únicos vivientes a


la vista, fueran versadas en botánica, al menos la popular (sabían
de remedios para todo). El (la) seoane, la digital, aquí son
denominados CRÓQUELES. Insisten, ambas, en haber otra planta,
diferente, a la que se conoce, también, por el mismo nombre, de
grandes hojas y flores amarillas. En cuanto a la llamada “hoja de
sapo”, también a veces objeto de confusión, que es otro tipo.

[(De niño, como todos, he cogido estas florecillas, que


manchaban de púrpura pálido los deditos, las he cerrado y hecho
explotar, subyugado por su apagado sonido, agradable. Sin idea,
las llamábamos campanitas o campanillas. Las había por todas
partes, en abundancia; ahora, como todo –menos lo malo y
artificioso-, mucho menos. A su lado, entremezcladas, suele darse
esa otra -¿también seoane?, ¿con la misma denominación se alude
a dos plantas distintas?...-, la de hojas grandes (la “digitalis
purpurea” apenas las tiene sobresalientes, mucho más pequeñas
y escasas que sus propias flores) con pequeñas florecillas,
compactas, muy amarillas]..No la que consideramos como propia,
sino la otra, ésta la amarilla, me la encontré, ante mi sorpresa,
igualita, clavada, hace poco, ¡en Jordania! No en las gargantas
de la singularísima belleza nabatea de Al Batra (Petra), sino en
otra de sus entradas, donde los humedales, la llamada Pequeña

1231
Petra. Se la mostré a mis contactos de donde, dice la Biblia,
Moisés hizo brotar agua de la roca –sin ningún respeto casi
sepultado por cemento-, y me escribieron su nombre en árabe,
siendo “habag” la transcripción a nuestro alfabeto; todos pasaron
a llamarme, todos contentos, como si ya fuera uno de ellos –
aunque siempre les rechazaba el café y el té-, Mister Habag.

Es de habag, la segunda, la que se asemeja más a las


esquematizaciones de seoanes en los laterales de las torres
heráldicas.

1232
MELÓN

ALDEA

Vamos a catar el Melón.

Asfalto ya poco frecuentado, por la autovía. Estas


carreteras (que como su nombre indica, eran más apropiadas para
carros que para automóviles), al hacerse en paralelo vías para
autos (o, en su caso, pistas, aunque no tanto; o ambas, en otros),
han quedado con una tranquilidad que los que las bordean, antaño
orientados comercialmente al tráfico, no quisieran para sí.

Por aquellos caminos de carros, cuando todavía no se


utilizaba, ni falta hacía, asfalto, fueron, chirriando, tiradas por
anchos bueyes, las piedras talladas en el siglo XII, rumbo La
Cañiza, para una iglesia moderna –entonces-. De lo que quedó,
algo se cayó, no poco se robó, y lo que queda se está aprovechando
para el único destino y uso que parece pueda preservarlo, hotel,
hotelazo.

Ya en 1894 había sido restaurado este monasterio


degradado a priorato, pero con muy poco acierto, y el casi
destruido claustro de las procesiones (el de la portería se mantuvo
en pie, con mejor suerte) ¡era de propiedad particular! Esperemos
que con la rehabilitación uno y otro desguisados se corrijan, en lo
posible.

Su iglesia, que como la de casi todos los monasterios fue


conservada, afortunadamente, como parroquial, estaba colocada,
y sigue, bajo la advocación de la abogada divina, Sta. María.

1233
[Destino idéntico, o similar, ha seguido el no muy lejano,
también orensano, monasterio de Sta. Mª de S. Clodio de Leiro,
cuyos orígenes algunos quieren remontar al siglo VI –para el de
Melón, hay quien se conforma con el XII-. Sus “pedruscos”
estuvieron en pública subasta, y el proyectado derribo únicamente
no se llevó a cabo por falta de comprador. La restauración de
obra ha sido muy buena, a cargo de la Xunta, a costa nuestra,
pero la dotación de mobiliario desafortunada y a lo pobre, por lo
que sólo puedo recomendar visitarlo y no dormir].

[Aunque esté en Pontevedra –Forcarey-, ya que estamos


en el tema, sí recomiendo encarecidamente para una beatífica
estancia el que me parece mejor aprovechamiento y mobiliario
de todos los de la comunidad –que todos conozco y he usado-, el
de otra Sta. María, de la misma, la de Acibeiro. También del XII,
refugio del Santo Oficio, destruido en parte en el XVII por un
incendio y reconstruido, vuelto a ser pasto de las llamas y saqueado
por la gabachada uniformada, los abandonados despojos que
permanecían en pie han dado paso, tras cuidadosa, paciente y
meticulosa reelaboración, a un acierto ni macroalojamiento
“E.N.T.U.R.S.A.”, ni microalojamiento rural caballerizas, fueron
las más completas de las que quedaban, y para preservar del
deterioro de los sorprendidos visitantes –que usuarios ya no hay,
que todos llevamos muchísimos caballos pero no cagan:
contaminan, y en demasía, y matan más que los de cuatro patas
y relincho pronto-, se han protegido sus cantos rodados y canalillos
con gruesos vidrios por los que podemos circular. No menos
sorprendentes, las neveras, zanjas profundas y estrechas de boca
en las que se acumulaba y preservaba la nieve traída de los altos
de Candán de esta Tierra de Montes, llevada en los veranos con
pérdidas por encima del 90 %- en lo que había, mulas y carros,
hasta la corte vallisoletana, para que la realeza y paniaguados
pudieran deleitarse con el frescor de sorbetes y refrescos –así se
emplearon, y siguen, siempre los impuestos y exacciones-.)

1234
A lo nuestro. A Seoane.

¡Así da gusto! A poco de salir por la carretera de Vigo


(hacia La Cañiza, hacia su jamón y su vino), indicador de desvío a
la izquierda, del que ya nos había advertido, donde ya nos había
avisado, el panel que nos dice “Benvidos a o Concello”. Dos
quilómetros escasos y la agradable aldeíta, en cuesta.

Realizando la usual chapuza casera, colocar trozos


descasados de terrazo en su entrada, Carlos Fernández me entera
de que a esas florecillas “lilas” que persigo se las llama TOUPÓN
–tal vez por “toupar”, estallar, “estoupar”-. También, de que ¡hay
caza! –y se ven unos cuantos chuchos con pinta de emplearse en
ella-, no la que sueltan en el coto a la que se dispara más para
abajo que para arriba pues casi ni vuela ni escapa, sino ¡perdices
autóctonas!, así como mayor y que a veces les entran ¡becadas!

Riachuelo. Fuente pública fechada en 1960. Buen ganado.


Colmenas. Las casas, o remozadas o nuevas, sobre una veintena,
queriéndose agrupar. Arriba, varios hórreos de pequeño tamaño
delimitando la herbosa era común; a uno, le han puesto medio
tejado y medio entablado nuevo, pero lo han dejado, como
arrepintiéndose, como repensando que para qué, que ya no tienen
utilidad.

4 vecinos fijos y 8 comuneros (verano). Ningún apellido,


que Carlos F. sepa.

La otra parroquia, de las dos únicas que componen el


exiguo concejo, lleva el peculiar nombre de Quins-lo de Melón,
también se las trae-, y festejan a S. Juan.

Siguiendo hacia arriba, hacia la derecha, las Aguas Santas,


que no se deben confundir, como a quien lo cuenta le sucedió,
con la capillita anterior, también con fuente, pero de traída, y a
borbotones.

1235
MONTEDERRAMO

PARROQUIA

Amelia Lamelas Míguez, concejala de cultura, en un parco


texto, mal entrado sobre papel al uso sin membrete, ya avisa “…
poco es lo que podemos ofrecerle, pero lo poco que tenemos
espero que sea de su utilidad” –menos da una piedra-. Folleto y
mapa, a colores, de la “Terra de Caldelas”. En el párrafo principal,
único con enjundia si separamos los de saludo y despedida, indica:
“En ese pueblo es donde estaba ubicado anteriormente el
Monasterio de Montederramo y como su nombre indica estaba
dedicado a S. Juan (San Joanes, que luego evolucionó a Seoane),
en ese momento el Monasterio era Benedictino y después pasó a
Cisterciense y a dedicarse a Sta María, advocación que tenía el
Císter”.

El cambio de explotación de monjes de hábito negro a


monjes franceses afrancesados, se dio en el mismo siglo de su
fundación, el XII, por doña Teresa de Portugal. Puede que el
germen aportuguesado no pasara de simple granja de S. Juan, y
como tal está mencionada en la bula papal del traspaso. Entre
las muchas granjas que, ya poderosos, tuvo, Hipólito de Sá Bravo
menciona la de Seoane ¡de Trives! –espero sea la más cercana, la
de lo que hoy es Manzaneda-, así como la de Verín que llegó a
priorato. También resalta, como algo excepcional, que la
jurisdicción no sufrió los habituales abusos de los abades
comendatarios. Llegó a albergar (1550) un Colegio de Artes. La
reforma integral del XVII poco dejó de la traza original.
Cochiqueras, gallineros, leñera, viviendas, dependencias de todo
tipo y comercios se ubicaron entre los nobles y gélidos bosques.

1236
He de reconocer que en este caso no me desvié hasta él,
pero conservo unas pocas anotaciones de ocasión relativamente
reciente y me extrañaba encontrarme un bar y una panadería; se
hallaba en recomposición, y resultaba patético el vacío de las
estancias y dependencias no reutilizadas, vacías, sobre todo la
alta arcada de un retablo mayor que ya se quisiera saber la suerte
que corrieron sus imágenes y las distintas y valoradas piezas de
su armadura.

Hilvanando un pitillo con el siguiente, mirándolo –deporte


tan común, en todas las latitudes-, sentado no en uno de los poyos
de piedra, sino en su tocón de madera, el desocupado, Julio
Cortés, es el que da parcas noticias, ratificado por el currante de
vez en cuando.

Son ellos los que salen con que las plantitas cuneteras
que les describo son HOJAS DE SAPO, a saber el por qué -¿será en
relación a la crueldad infantil de hacer fumar a un sapo hasta
que revienta?-.

Un poco separada de la vía, a mano siniestra, la iglesia


parroquial, que aparenta como tantas, y que los propios
parroquianos dicen no contener nada relevante.

Posiblemente sea esta parroquia, en extensión, la más


grande de todas las que encontramos ey encontraremos, pues
hacia arriba tenemos A Graña de Seoane, y siguiendo Folgoso de
S..Continuando por la carretera, viene Castiñeira de Seoane y,
desviándonos, Praducelos.

Es S. Vello, el de ante, el antiguo. En parte alguna he


visto el grafismo “velho”, como abandonada esa corriente lusista
que estuvo tan en boga en los principios del reciente gallegismo –
en la ciudad, si chamullábamos en gallego, nos decían: “niño,
¡habla bien!-. No se ha de perder de vista que el idiomaportugués
siempre estuvo vivo, y el gallego, si no muerto, por lo menos lo

1237
mataron y no lo dejaron ni respirar cuando, inicio de la década
de los treinta, quisieron resucitarlo. Personalmente, leo con menor
dificultad en portugués, incluso antes de vivir –en mala hora-
entre ellos durante varios años; hablar y escribir, mal en ambos,
mejor ni intentarlo.

1238
MUIÑOS

LUGAR de SANTA MARÍA de BARXELES

La sede municipal es MUGUEIMES, que ni parroquia tiene.


Las oficinas ni abren por las tardes. En la cercana Casa de la
Cultura ofertan “internet rural” (lunes a viernes, de 11 a 13 horas).

Una señora donó un gran árbol, y pusiéronle placa del


evento.

Por toda la zona, dólmenes (Maus de Salas), castros,


cruceiros y, más accesibles , petos de ánimas, grandes y con las
ánimas cinceladas.

No se privan de Playa Fluvial, de extensión y con


instalaciones que ya las quisieran algunas playas de litoral. La
“marea” depende del nivel, de las lluvias, del embalse de Las
Conchas.

El lugarejo con el nombre de Muiños ostenta una curiosa


torre, muy prismática, rematada por campanario (de cuatro
repicantes) octogonal. Al igual que todas por estos pagos, como
flotando sobre o sumergida en tumbas que la cercan por sus cuatro
lados. Por estar de limpieza (y ser las limpiadoras accesibles),
pude ver el también original interior, con arcadas e inscripciones
en ellas; bien cuidado.

Se repite un tipo de rectoral-fortaleza en la que los muros


exteriores ciegos de la propia vivienda forman el cierre, en dos o
tres ángulos, con la muralla, originando gran patio interior bien
protegido, pues los forajidos montaraces bien sabían a donde iban
a parar los ahorros de las pobres gentes, y hay muchas historiejas

1239
sobre asaltos nocturnos a rectorales rurales, aunque la propia
insitución no gustaba de divulgarlas.

El más meridional de todos los Seoanes.

Partiendo de Mugueimes, después de Barxés un indicador


(derecha) hacia Taboadela acompañado de placa de iglesia
evangélica –proliferan-, nos pone en S. (indicado), en la subida
tras Taboadela.

Poco hay, unas pocas casas que aguantan, y otras recientes


que seguro que aguantarán menos que las de recia piedra del
país. Costanero.

Pequeña, fuerte, afable, la señora Josefa, de pronta


sonrisa improntada en sus mofletes, es una viejita que olía como
olían los viejos –ahora, en las ciudades, la senectud se quisiera
dar aires de primavera, antes de desaparecer en los asilos; antes,
en las aldeas, se morían así mismos-. Cuando ve que me dirijo al
lavadero donde remata el camino, prontamente se apresta a
traerme una botella con zumo de la parra que plantaron cuando
pusieron la luz –lo caté y me recordó al tipo “romano”-.

La emigración es interna, transregional (Asturias,


Valencia,…). Preferirían vivir aquí… siempre que tuvieran un
sueldo. Otros, simplemente, se van en invierno para el piso (en la
capital del concejo o de la provincia) por tener calefacción.
Mantienen la casa, la arreglan, la cuidan para la jubilación.

1240
OURENSE

ALDEA en SAN MIGUEL DE CANEDO

Única provincia, de las cuatro que componían el antiguo


reino de Galicia, que carece de costa.

Aquae Uretae romana, Warmse sueva, ambos pueblos se


beneficiaron de sus aguas mineromedicinales en los tres
manantiales termales que brotan del granito en la Burga de Arriba,
la de Abajo y el Surtidero; por encima de los sesenta grados
centígrados, con predominio de sales de sosa, desprenden muchos
gases que aprovechan, allí mismo, en pleno centro de la ciudad,
debajo del puente y encima del respiradero, todos los que quieren,
así como sus casi hirvientes chorros que envasan en botellas
plásticas y se llevan para casa –es de suponer no beban caliente-
.

Protegida por los suevos, su basílica pasó a catedral,


predominantemente gótica. Abd-ul-Aziz, y después Almanzor, no
la respetaron, ni tampoco al resto de edificaciones. Tampoco los
normandos, que se pegarían una buena caminata, pues el río Miño
no es navegable. Como ya nos extrañó encontrar (Celanova) la no
muy utilizada Sta. Eufemia, sépase que en la capital le han
dedicado un total de cuatro parroquias (del Centro, del Norte,
del Centro de Afuera y del Norte de Afuera); que no se queje.

El pórtico catedralicio, a imitación del compostelano y


llamado del Paraíso, conserva casi toda la policromía, así como
sus dos laterales. Su diócesis, que comprende una treintena de
arciprestazgos, fue sufragánea de la de Braga –donde los suevos
acumulaban sus rapiñas, hasta que se las quitaron los visigodos-,

1241
y posterior a la de Tuy. Por sus calles enmarcadas por todos lados
en piedra granítica, cortas y tranquilas, con cierto sabor
pueblerino, se ven curas vestidos de curas, quizás añorando las
violentas luchas entre concejos y prelados que, en el siglo XIII, se
extendieron por todo el noroeste.

De sus varios puentes miñotos (automovilísticos,


ferroviarios y peatonales), el último en trazarse tiene un bucle
escalonado que es toda una experiencia subir y bajar, si no se
padece de vértigo –con mucho cuidado.

Plaza de Abastos. Cuando se comente de aquí en adelante,


se seguirá utilizando este término, con preferencia del de Mercado
Municipal que aparece en algunos frontispicios y que debe ser
denominación posterior –mi abuela y mi madre siempre decían:
“vamos a la Plaza”-. Buen edificio, exprofeso, claramente
individualizado y zonalmente destinado a su uso. Cerca o debajo
de los de las cuatro capitales (y en Vigo y Ferrol) han practicado
aparcamientos, lo que es muy de agradecer, aun siendo de pago.
Lo más singular del orensano, que los corderos los exponen
espatarrados, colgados, con sus grasas abiertas cual alas de
murciélago. De pescado y marisco no mucho, pues el mar “fica
lonxe” –y lo estamos vaciando a pasos agigantados, y el mejor
marisco se va para Castilla-, pero en temporada están las lampreas
vivas.

7 y 17 mercado. Aparecen más vendedoras de lo habitual,


en los pequeños puestos y mostradores que rodean el gran edificio
principal; suelen tener chirivías, especie de zanahorias ancestrales
que no se ven en otras partes. Las innúmeras lonetas blancas
donde se resguardan de relentes, soles y lluvias los que vocean
imitaciones para pretenciosos, se colocan –donde les mandan o
permiten- todo a lo largo de ambas riberas del Miño, con lo que
abundan las hogueras en que los buscadores de lo barato –que
suele salir caro- se calientan un poco de paso.

1242
La Espasa lo tachaba de lugar, pero cuando Canedo era
municipio. Reformas, absorciones, adscripciones administrativas,
lo han dejado en aldea (G.EG.), como lo consideramos, y bien
con menos del centenar de habitantes.Carretera (no autovía) a
Vigo. Pasadas las naves industriales, de concesionarios de coches
y las de anticuarios, desvío a la derecha (con indicador con
minúscula letra); seguir desde la cabeza parroquial, pasar la
iglesia, bordear siempre por la izquierda hasta otras naves
industriales (Quintela) asimismo a la izquierda, y pronto conducir,
hasta donde ya no se podrá continuar.

Hay bastantes casas, desde las primitivas a moderneces,


pasando por buenas villas.

No hay más cera que la que arde.

1243
PADRENDA

LUGAR en SAN JUAN DE CRESPOS

Si apetece un apacible paseo por el Miño, en catamarán ,


cabe la posibilidad (durante la llamada “temporada alta”: cuando
las probabilidades de beneficio son mayores) a partir de la muy
cercana presa de Frieira –es una mujer friolenta-. Encima, desde
el cementerio de la capilla de S. Miguel de Desteriz, linda
perspectiva fluvial.

Término territorial limítrofe con Portugal, en ambas


riberas miñenses buenos caldos de uva, preferentemente blancos.

Hay coto truchero en el otro río, el Deva –lo que no hay


son truchas: entre otras agresiones, la dinamita (¡y los seoanes! –
como sabremos) las diezmó.-.

Cota alta, la Pena Rubia, con 1227 metros.

El nombre de este término –caso nada infrecuente por


Galicia adelante (ya los hemos encontrado y volveremos con ello)-
no corresponde a entidad alguna determinada. La capitalidad fue
S. Roque, y actualmente se localiza donde el edificio de la
burocracia concejil, en CRESPOS –suele ponérsele barlovento el
Centro de Salud … y una farmacia-.

Desde el propio poco acogedor ayuntamiento, o desde la


cercana iglesia, se puede y debe ir a patas hasta el muy próximo
Seoane.

Consiste, marcado claramente por letreros de llegada y


finalización, en aproximadamente unos cien metros de la
carreterilla. A ambos lados, casas de buena factura.

No mucho más de medio centenar de habitantes.


1244
PEREIRO DE AGUIAR

LUGAR

Si alguien tiene interés en conocer donde nació uno de


los pocos clérigos que luchó algo contra el obscurantismo, el pazo
familiar del padre Feijoó está en Casdemiro. Casas solariegas.
Hórreos tipo cabaceiras.

En la sede de gobierno, la jefa de la sección de asuntos


sociales me remite a otro, que era “el que sabe de eso”, pero
ninguno de los dos acabó de aclararse. Ni yo.

Saliendo de O Pereiro, tanto en uno como en otro sentido,


está indicado SAN BENITO, a no más de un par de quilómetros.

Ya un militar de alta graduación retirado, Senén Castro,


en uno de mis extravíos me había proporcionado bastante
información, entre ella, que lo que ahora aparece en los mapas
como S. Benito fue SEOANE DE LAMAS, que cambió de topónimo
al cambiar de patrón. Junto a la capilla “sambenitiña”, pequeñaja
y excesivamente retocada, Ramón Rodríguez ayudado por los que
siempre están por allí, me lo ratifica y concreta en S. B. ¡de
Veiga!

Quizá por ese extrañísimo trueque, ni aclarado ni usual,


no viene en la Gran Enciclopedia Gallega, relativamente reciente,
pero sí, como Seoane, en la antigua Espasa –la del papel casi tipo
“biblia”, no la nueva edición satinada-, donde lo califica de Ayuda
de Parroquia de San Martín de Sabadelle. Sabadelle queda a cierta
distancia de Pereiro y de S. Benito y ayudantía de parroquia es
división o jurisdicción ya no considerada.

1245
Tales y tan absurdos cambios se han producido –hechos
por alguien, evidentemente, (que todos los errores y
equivocaciones tienen nombre y apellidos )-, que donde estaba y
está la capitalidad, era parroquia de S. Salvador de Prejigueiró,
como tal desaparecida (en el mapa continua un Prexigueirós).

Lo de S. Martín parece conducirnos al galleguizado S.


Martiño, que es Moreiras por moras

Entre todos, echan laboriosas cuentas a nombres y motes


y les vienen a resultar sobre 25 vecinos fijos, sin llegar al centenar
de individuos. Lo que más sienten, más que el cambio de nombre
y es estropicio de la capilla, es que haya cerrado el bar de enfrente
(del que se conservan toldo rotulado y bancos exteriores),
quedando como único el de la Asociación de Vecinos.

1246
RÍO

LUGAR en SAN XOÁN de BARGAS

No confundir con Riós, también orensano pero en parte


opuesta, sur, en el País de Orriós sí que hay abundancia de cauces
(todavía, en Lugo, Riotorto –torcido-), pero por aquí, como
relevante, únicamente se vislumbra el Navea, que debe marcar
el límite municipal.

Una atribución a un Acebedo, que ahora me dicen es


Acibido y queda cerca, posible antiguo Acebedo del Río, anda
bailando.

En el extremo de la cabeza municipal orientado hacia la


vía principal (N-120), un indicador para la derecha; algo más de 3
quilómetros con curvas pronunciadas.

Lo constituyen bastantes casas, y bastante buenas y con


bastantes moradores –siempre menos de cien-, destacando entre
todas una grande, ostentosa, ¡con piscina!, de alguien que no es
probable haya hecho tanto dinero por aquí.

La iglesia que hay, es de las de serie barroca, con la


singularidad de una capilla adosada con entrada exterior
independiente; está dedicada a la Virgen del Carmen (tan marinera
ella), y es en su festividad (18 de julio –que lo era más cuando se
cobraba paga extra-) cuando se celebra la local, en vez de, como
parecería más consecuente, en S. Juan, que en ocasiones se utilizó
como protector de toda la municipalidad.

La imagen Carmiña, de tamaño medio, está sobre la


puerta, bajo corona de marquesado, en escultura con la fecha de

1247
1689. Cementerio integrado. Entre las dos campanas del plano
campanario, escudo con espadón flanqueado por seis rodelas.

1248
A VEIGA

PARROQUIA

Era La Veiga de El Bollo, pero los boleses estancáronse y


fueron perdiendo buena parte de los 47 pueblos que los
consideraban cabeza. O BOLO (también, en Orense, A Bola, al
suroeste, cerca de Celanova) fue declarada, 1614, villa libre con
derecho a nombrarse sus autoridades. La torre del homenaje de
su fortaleza ha sido bien recuperada, aunque encimándola con
una “boina” (las almenas) de piedra de tonalidad muy diferente
que choca a la vista desde distancia; al contrario de la mayor
parte de monumentos, y éste en lugar tan perdido y nada
frecuentado, lo abren cinco días semanales, de mañana y tarde,
con contenido didáctico y respeto a la familia de cernícalos que
lo habitaba, a la que le han reservado, protegida –de los de dentro,
no de fuera-, su saetera de siempre. Por encima, en el término
de O Bolo, abajo, se encuentra el Santuario de Las Ermitas (los
lugareños rechazan lo de “ermidas”, alegando, con toda la razón,
que fue toda la vida, y así lo decían sus abuelos), inmenso y
abarrocado, pero cuyas capillas de Vía Crucis permiten
imaginarnos el eremitorio colgado sobre el precipicio.

A ambos extremos de Veiga, indicadores (entre otros


destinos) para Seoane, con una distancia de 15´2 km. –así pone-
; entrambos, otro con 9 –también exacto-. Por la salida hacia
arriba, en cuesta, está la casa-cuartel de la Guardia Civil, que
llama la atención por tamaño y calidad constructiva, algo nada
frecuente en los locales de tan benemérito instituto. El recorrido
más largo nos permitirá pasar un hotel de aspecto y dotación
desproporcionados a la zona, “O Cervo” (muy indicado, mucho
más que el propio S., que queda cercano).

1249
Estamos en un señor pueblo, grande, con varias calles.
Pocas casas caídas, algunas nuevas –”haille de todo un pouco”-.
Durante la ya lejana, pero no olvidada, niñez de José y Avelino
Pérez, que se apresuran a aclarar que no están emparentados,
moraban cerca del centenar de familias, pero en la actualidad no
mucho más de la docena. La mayoría se fueron a ganarse el pan a
Blbao. Los que quedan, ni justificarían un bar, que quisieran.

La iglesia parroquial de S. Juan es, sin mayores dudas, la


mayor de todas. Comenzada en 1737, hubiera sido una pena no
verla, aunque nos costó algo encontrar a quien tenía la llave,Ángel.
Retablo muy miniado e imágenes (14) en sus nichos y en los de
otro lateral, sin restaurar –que me gustan más-. Avelino y José
divergían sobre el total de imágenes, que a ellos parecen
muchísimas … con contarlas… me da un total de 24, pero seguirían
discutiendo. Púlpito y su capuz con pintura original. El patrón,
resulta que es moderno, tal vez yeso. De época intermedia, una
gran talla, tamaño poco por encima del real, de un crucificado.
Alguna corona de plata. Pila bautismal con capacidad como para
ejecutar el rito por inmersión -¿no se practica el parto en piscina?-
.

Compartiendo un muro de sostén, en escorzo, amplísima


rectoral con doble ángulo de fachada; medio derruida.

La fiesta, que correspondería para el 24 de junio, la


cambiaron al 13 de agosto, para que puedan estar el mayor número
posible de vecinos, llamándola “fiesta de los emigrantes”.
Repasando el listado de festividades y romerías del municipio,
llama la atención la gran cantidad de ellas que hay, de mayo a
octubre, ¡a monte!, “a reo” –esta expresión, que parece nadie
había oído con anterioridad, la repetían incesantemente en la
televisión gallega durante el infausto derrame petrolero del
“Prestige”, refiriéndose a cómo trabajaban tantas buenas personas
venidas de todos lados para resolvernos, una vez dejada producir

1250
la tragedia, la tan triste papeleta… que si fuera por quien debía,
los de corbata y micrófono-.

El nombre antiguo del lugar era Seoane de Villar de


Yeguas.Es el situado a mayor altitud, por encima de los 1.000
metros.

También, el más oriental.

1251
VIANA DO BOLO

Ya de estar allá subir hasta el torreón, aunque solo sea


por la panorámica.. Varias casonas antiguas.

Recomiendan visitar la localidad de A Mourisca, en este


País del Bibei.

LUGAR en SANTA CRISTINA DE CALDESIÑOS

Caldesiños figuraba como ayuda de parroquia, pero se ve


que lo ascendieron. Por eso, y por ser el de Abajo (aunque esté
arriba), debería ir de segundo, pero es que empecé por él.

Saliendo para A Gudiña, mismo al pasar el puente, un


desvío a la izquierda (que indica Pinza y Vilaseco). Serán 3
quilómetros entre frondosos sotos. Llegando, varias fuentes y
estanques de poca profundidad (posiblemente para abrevar el
ganado). El letrero del lugar está íntegramente repintado a mano,
con “Soane”; cuando se lo señalé, contestaron que “É que eiquí
sómoslle de poucas letras, señore”.

Fueron hasta 20 vecinos, qudando 7 u 8, muy


comunicativos, que acudieron en pleno. Las casas viejas las
abandonan, y optan por edificar otras nuevas.

Carmen, por entregas sucesivas, va contando,


aderezándolo con las penurias y quiebras de salud personales y
familiares, que hubo funcionando hornos de cal y una cantera de
la que los geólogos siguen tomando muestras. Manuela, con cierto
orgullo, habla de “O Buraco do ladrón”, un agujero con escaleras
cerca del río Bibei por el que “se dice” se puede pasar al otro
lado, bajo el curso fluvial; atribuido, por supuesto, a los moros –

1252
que, siendo tan pocos, parece que no tenían otra cosa que hacer
pasadizos donde esconderse y guardar sus tesoros-.

La pequeña capilla de San Lorenzo, con la llave en el


saliente del lado derecho del dintel, ya no conserva ni retablo ni
imaginería de época. Techo agujereado, remendado con planchas
de corcho blanco. Por la trasera, integrada, con sus anexos, una
casa muy típica que han comprado unos vascos y ¡la van a tirar! –
con su licencia municipal, por supuesto, que estarán encantados
de otorgarla por ser más costosa que la de remodelación-.

Un olorcillo, casi tufo, sulfuroso, a podre, orienta hasta


un curioso manantial-fuente-lavadero. Primitivamente, brotaba
de la tierra y llenaba una pocita a la que le han colocado reja. En
parte es una laja fija, grande, y en parte tumular, con trozos de
muy distinto tamaño y grosor. Lo rematan, fálicamente, tres
bloques de dispar origen, no unidos, el superior cercenado. En
nivel superior, separado, aunque es continuación del curso de
abajo, un lavadero con aguas de composición medicinal, donde
se ponen los gatos. En ángulo, muy posterior, con mayores
pretensiones, el tercer elemento del singular conjunto, la fontana.

Luciano Prada explica prolijamente que los seoanes se


utilizaban dentro de sacos en las “cachoeiras” (rápidos del río)
para matar a las truchas; tras mucho darle vueltas, explicaciones
y dibujos, parece que los de “pesca” eran los otros , los del fruto
amarillo cerrado.

A los verdaderos seoanes se los conoce por SANJUAIS, por


florecer por San Juan.

Los perrucos, no me ladran.

1253
LUGAR en SAN ADRIÁN DE SOLVEIRA

S. de Arriba queda a menos de un quilómetro del de Abaixo;


lo mejor es salir por el extremo opuesto al que entramos, y retomar
la carretera, donde se nos indicará. Gigantescos, centenarios
carballos, de frondosidad casi obscena, a cuya sombra se tumban
vacas rubias de tamaño en consonancia. Aseguran que está cerca
el que se tiene por mayor roble gallego.

Mayor que su gemelo, bastante grande, sus viviendas están


agrupadas y cuidadas; incluso las más viejas, en buena parte
abandonadas, guardan cierto orden. Despreciada en el punto más
céntrico, que por ella se quedó en aspirante a plazuela,
construcción media abandonada con balconada lateral en madera
y brotes de parra por dos lados. Un poco separados, como
queriendo marcar las distancias, un par de buenos chalés.

Los perros, de respetable tamaño, me ladran, pero Ángel


Carracedo y su mujer me invitan a una cerveza (aunque caliente),
con la que me mezclo y bajo las cerezas que, sin que me vieran,
había cogido, redondos rubíes tan tentadores.

La capilla de Santa Bárbara algo elevada por asentarse


sobre rocas. Un tejado de pizarra; bien colocada y muy arregladita
la techumbre en madera. Pequeño retablo de finales del XVIII,
repintado pero muy “ad hoc”. La pequeña Sta. Bárbara (sobre 30
cm.), de la época, con el colorido de los mofletes –que se lograba
con la piel de corderos nonatos: léase, fetos- original.

Había una mayor, una Inmaculada, también madera, que


cuando las obras los de la casa de enfrente (de Madrid –tenían
que ser-, y que quieren poner turismo rural) la guardaron y ya no
la devuelven, ¡que nunca más se supo!, vaya.

1254
XINZO DE LIMIA

SEOANE DE OLEIROS

Territorio de los límicos, con el poblado de Lemis. Con los


romanos Antioquía, patria de Santa Marina. El lago Beon o laguna
de Antela, desecado, donde brotaba el Limia, el río del olvido
(Leteo romano). Castros varios: O Castelo, Morgade, dos Mouros
,Cidade –otra cosa es como estén, pero lo que es estar, están-.

La plaza de abastos limiense es claro reflejo del abandono


de la clientela: ni la cuarta parte de los puestos en
funcionamiento.

Para lo que sobra clientela es para los clubes de putas a


ambos lados de la carretera, sobre todo del país vecino.

El concejal de cultura, Daniel, comenta sobre un doctorado


en historia de la Casa de la Cultura idóneo para lo que se persigue.

En Correos, la jefa, Pepita, enterada de la ruta a seguir.

S. de Olleros –los que hacían ollas y, en general, trabajaban


el barro- era un lugar del municipio de Moreiras (pasado a
parroquia de M. de Ribeira), y su iglesia con elementos románicos
ayuda de parroquia.

Dirección Cualedro, un cruceiro sobre un conglomerado


rocoso en Moreiras, es la referencia para seguir recto (unos 2
km.) hacia nuestro predeterminado destino, donde acaba el
camino, pues no hay para ni por donde seguir.

1255
Localidad apañada, con predominio de construcciones
nuevas. Veintena de vecinos, que dicen –raro sería- llevarse bien
entre ellos.

Por los alrededores, dólmenes, fuentes, cuevas,


petroglifos, … sería punto futuro, para volver, patear monte arriba.

En lo alto, la iglesia, de traza románica, no pequeña,


prometedora, según parece con pinturas murales. La llave la
tenían que tener los pedáneos, que no estaban, ni la segunda
opción que vive “donde el pilón”. Lápidas graníticas monolíticas,
sin nombres, con el único adorno de una cruz en relieve; cultos
de ultratumba, religión de muertos.

Lidia, una guapa chica –realmente, podría otorgársele el


título de “Miss Seoane”… aunque no tuvo mucha competencia
(en los 56)- que no paraba de barrer lo barrido, al final de todo,
da noticias de que su padre es el único que lleva, por parte
materna, el apellido.

Volvería (no con la idea de volver a ver a Lidia, aunque


sería la primera casa que indagué) a por la iglesia –ni que fuera
tan religioso-. El panorama, en la calle principal (única, con la
cuesta hacia el destino de vivos y muertos), era media docena de
jubilados y requetejubilados de ambos sexos, intentando
almacenar el último sol del verano. Durante un buen rato,
charlamos cadenciosamente, como hablando por tener boca. Que
habían cambiado de pedáneos, por ser rotativo –de aquí, saco lo
de PEDANÍA, única de que, indirectamente, supe-, y por tanto
del símbolo del ejercicio, la dichosa llave. No llegué a verla, pero
estaba más o menos localizada; la disculpa, que nadie sabía
“despechar”, y a vueltas con lo difícil que era “despechar”, y
nadie se movió mínimamente para intentarlo.

Estulticia, ignorancia, indolencia; cansancio de vivir.

1256
ANTAS DE ULLA

LUGAR

Divinidad egipcia, de origen asiático, de carácter guerrero,


con maza, lanza y escudo, Anta, fuera de la mitología, es, era, un
elemento arquitectónico bastante utilizado en Grecia y Roma.
Para los griegos (“parástades”) eran los pilares cuadrangulares
que fortalecían los extremos de un muro. El anta romana (“antae”)
tenía el doble carácter de muro y de columna, describiendo el
gran Vitrubio un “aedes in antis” (templo de antas), aunque
también se utilizaba en propileos, otros edificios y casas
particulares, haciéndolas incluso de dos y tres caras.

Esos orígenes, es uso difundido, algo debe haber tenido


que ver para que se aplicara y aplique el término a monumentos
megalíticos sepulcrales. Es equiparable a dolmen, tal vez más
amplio como concepto.

En Galicia, además del punto en que estamos, en


toponimia ha pervivido en Pontevedra (municipios de Cotobade -
¿será coto del abad?; lo han llegado a castellanizar como Cotubad-
y Tuy), pero no se utiliza en el lenguaje popular. Muy lejos, en
plural, es municipio y río almeriense.

Los portugueses, más conservadores en el idioma –como


en el resto, pasajeras modas y modos aparte-, lo mantienen
vigente y aplican a un par de sierras (las que hay por aquí, por
Antas de Ulla, son las de Farelo y Orrea, y entre ambas, donde
Golada, el Monte das Mámoas), norteñas (Viana do Castelo y
Aveiro), y lo han exportado a Brasil (aldeas, parroquias, lagunas,
ríos y sierras).

1257
Argentina (Salta: sierra, población y departamento) y, con
más abundamiento, Perú (villa cercana a Cuzco y otras muchas
aldeas y una laguna), también poseen el topónimo , pero puede
venir de su confusión, como animal, con ciervos, alces y tapires –
en quechua, se dice “anta anta” para indicar que es todo cobre-
.

Anta Seoane es una rama familiar. Su patriarca, reputado


músico y director de orquestas y coros coruñeses, compuso e
imprimió un himno nupcial específicamente para las bodas de
oro de mis abuelos, que mis sobrinas intentan tocar –siempre digo
a mi hermana, con los tiempos que estamos y a los que vamos,
¡que aún no hemos visto nada!, que cambie la sala de piano por
un “tatami”, que les será más útil-.

Respecto a la segunda parte o término, a falta de algo


mejor, hemos de identificarlo con hulla (etimología germana),
ese tipo de carbón, de piedra, graduación y algo rosadito cuyo
paladar especial ya se ha prostituido –como el del resto de vinos
(y alimentos –y personas)-, El río Hulla, relativamente cercano
llegará lejos, al mar jacobino, donde estuvo el padrón (Iria Flavia,
puerto romano al final de la ría de Arousa).

Ciñéndonos a esta Antas, a estos tiempos y espacios, si


bien hoy por hoy Seoane está considerado como un barrio y en
algún artículo lo tachan de aldea, cuando aún no había entidad
determinada ni conjunto de parroquias, la de San Juan de Antas
estaba compuesta por el lugar de Seoane (residencia del
ayuntamiento) con preeminencia sobre la aldea de Vilaboa, de
ahí que se lo califique como tal. Los lugareños, aunque no haya
indicador alguno que lo recuerde, saben que aquello es la Aldea
Vieja.

Desde la casa consistorial, se coge la carretera hacia


enfrente en el cruce , a pie, y junto a la capilla-casa comienza lo
poco que fue Antas hasta no hace mucho.

1258
Lo que, por tamaño, no aparenta más allá de capilla, es
la antigua parroquia, en desuso, con una vivienda adosada de
mayor tamaño, dándose –como excepción –más importancia al
lugar de vida que al lugar de culto. La nueva, es adefesio
modernista limítrofe al consistorio; en los bajos de éste, una
oficina de correos que abre de 12´30 a 14h.

De la aldea vieja, del lugar de Seoane, queda, sitiado, un


cuarteto de casonas con tronío, enmarcardo una plazoleta
irregular.

Saliendo hacia Lalín, donde las instalaciones deportivas,


Castro de Seoane, sin excavar.

Más allá del castro, el castillo de Amarante, que se


encuentra en semiabandono pero manteniéndose a duras penas,
no exentas de tenacidad, sobre sus recios cubos.

Por los alrededores, muy buenos pazos y casonas,


encimados por grandes chimeneas. Excelente ganado, al que nunca
faltan pastos. Dispersas, toscas cruces grisáceas sobre pedestales.

Los perdidos cultos druídicos (Pico Farelo, 951 m.), fueron


añorados en aquelarres en Ponte Pedriña, sobre el Ulla.

1259
BARREIROS

ALDEA en SAN JULIAN DE CABARCOS

En plurarl, con ese, que en singular, sin ella, existen hasta


26 entidades de población en todas las provincias gallegas menos
Ourense (más un 28 en Oviedo, Pravia, y dos en el extranjero –
Portugal y ¡Filipinas!-). En plural, nada más que en 15, cuatro en
Orense (fuera, otros dos, en Portugal y Brasil). Ninguno en el
resto del suelo español.

Otro que carecía de entidad alguna, conjunto


munipalizado de aldeas y lugares que formaban parroquia; la de
la capitalidad, es San Cosme.

Entre un mar abierto, bravo, de palyas talladas en los


farallones por las olas , y la vertiente del río Masma..

Salir hacia Foz y en la rotonda grande de distribución del


tráfico, tomar dirección Lugo. Varios quilómetros con bastantes
curvas hasta ver, fijándose mucho, en pleno cambio de rasante y
hacia la izquierda, Reme. Se baja sobre otro quilómetro, se pasa
un puentecillo sobre un riachuelo medio camuflados bajo el
asfalto, y aquello, sin más explicaciones, es Seoane.

Pocas casas, muy dispersas.

Único mérito, decir que se estuvo.

Me acerco hasta la iglesia parroquial de S. Julián de


Cabarcos, pero ni valía la pena bajarse del coche.

Por ser el Seoane que me quedaba más lejano a mi habitual


punto de partida, fue el último al que llegué, vi y escribí. Acabé,

1260
así, Galicia (faltaba el asturiano, muy curioso en sí, dificultoso),
junto con el “barrio” de Foz, con más pena que gloria.

De entrada, rechazar rotunda y absolutamente toda


posible confusión o derivación de Juan*. Ya que su significado es
“relativo a Julio”, lo tenemos que poner en correspondencia con
el julio por excelencia, el César, que fue quien mandó elaborar
harina de otro costal, la “gens” Julia la había fundado un cónsul,
Julio Julio, que adoptó el sobrenombre de César 265 años antes
del invento nazareno. Error común derivar César de cesárea,
cuando antes de los antibióticos morían todas y cada una de las
que la tenían que soportar. “Caesar” (y así aparece en
numismática, como marca o ceca simbólica en muchos reversos)
era en lengua púnica el elefante, y de su excepcionalidad, por
lograr matarlo aquel Julio Julio, devino el glorioso “ave césar!.

Con los Iulius como supremos del imperio hasta Nerón


(año 68, cuando ya preocupaban los fanatizados “nazarenos”,
confundidos con movimientos -¡ya de aquella!- terroristas
independentistas judíos), panegiristas afines lameculos auparon
el pedestal dinástico hasta Eneas y la mismísima Venus Afrodita.

A lo que íbamos, sin volver a detenernos con el Julián


gobernador cristiano de Ceuta, prototipo de la traición por
vejación (el rey visigodo Rodrigo forzó a su hija Florinda “la Caba”)
–realmente, había abrazado con ardor la causa de los hijos de
Witiza, despojados de la corona en el 709-; vamos con la
hagiografía, donde han subido a los altares a ¡seis! Julianos (Josep
M. Abaigès, ya davierte en su “Enciclopedia de los nombres
propios” que no es exacto, como estamos convencidos y
celebramos, que cada nombre tenga su santo y día; los hay –y no
pocos- que son conmemorados en la liturgia endiversos días, por
haber tenido varios santos portadores.

Despachemos a los foráneos, que lo son la mitad. Todos,


del siglo IV –cuando menos, sospechoso: en el 313 comienza, con

1261
el Edicto de Milán, el Constantinismo, que es como en justicia
debía haberse llamado a l anueva religión oficializada por
conveniencia; hacían falta santos, si mártires mejor, aunque en
su mayor parte no están documentados o son apropiaciones de
deidades anteriores-. 9 de enero, el virgen y mártir, pues aunque
se había casado con Basilisa, se guaró dentro de su estado; lo
dejaron sin cabeza pero a ella la conservaron entera, a saber si
para comprobar si sí estaba intacta. Otro sin cabeza el francés de
Brioude; para el verano, 28 de agosto. Murió entero, en el desierto
mesopotámico, J. Sabas, cuya memoria celébrase cada 18 de
octubre.

Consideremos los de nuestra preclara y ortodoxa patria.


Otros tres. De Cuenca y Toledo, por partida doble. El que fue
obispo toledano derramó su sangre por su fe pasados los ¡90 años!
–sería que veían que no había forma de que se muriera-. El
arzobispo ya está documentado, por haber presidido tres concilios
(XII, XIII y XIV de Toledo), condenando en el último la herejía de
Apolinario; escribió “Libros de la sexta edad contra los judíos” y
“Prognosticon”. Ya del s. XII el obispo de Cuenca que impartió
teología en la universidad de Palencia. Se celebran,
respectivamente, los 8 de marzo, 6 del mismo mes, y principiando
el año, el 28.

Y todos esos son sólo los principales, que si escarbamos


en los registros hagiológicos nos salen otros ¡21!, que totalizan
para casi todo un mes –par el febrero no bisiesto, sólo nos faltaría
otro, que seguro está disponible-. Otro par de obispos –serlo, de
aquella, cuando los elegía la comunidad local de creyentes, era
patente de santidad-, de Mayne (27 del I) y Apamea (9-XII), y un
grupo de 19 martirizdos con ese nombre –lo que nos sirve como
indicativo de su amplia difusión, espacial y numérica- para los
que no debía haber sitio ni estar muy seguros, pues los camuflaron
en el cajón de sastre hagiográfico del 1 de noviembre –copia de
los celtas-, Todos los Santos.

1262
¿Cuál de ellos, de los 27, de los 6, de los 3 –apostaría por
el nonagenario (prometo comprobarlo)-, da pie, sirve de disculpa
para llenarse la barriga en demasía y saltar al son de la gaita los
cabarquenses de Seoane? Escaso medio centenar de seoaninos
que pueden compartir, intercambiar, festejos y comilonas con los
del otro Cabarcos, parroquia vecina, que se ha buscado un San
Justo (Xusto).

1263
O CORGO

ALDEA en SAN MARTIÑO DE FOLGOSA

La aldea de Aday ostentó la capitalidad y constituía su


mayor núcleo burocrático se ha “carreterizado”, como también
todas las viviendas rurales, que siempre estuvieron orientadas
hacia el sureste hasta que el asfalto las magnetizó.

No quiere decir nada, y no será por otra cosa que por esa
“carreterización”, ya substituida por reciente y costosísima
autovía, que nos tentarán –a los hombres, que para mujeres sólo
estaban por abrir uno en Valencia (donde hace tiempo lo hay
para parejas: hablo en plan grande y público)-hasta cuatro locales
luminosamente dedicados a la más preclara prostitución, siendo
uno de ellos, “Tritón”, tremendo chalé de putas.

En esta nacional sexta, rumbo Madrid, queda pegarse cerca


de una decena de quilómetros hasta Sobrado, donde un desvío a
la izquierda lleva en dirección Folgosa; hay dos parroquias de tal
nombre, s. Estebo, la primera, y la nuestra, San Martiño.

Al estar en obras, no se sabe si hubo letrero –suelen tirarlo,


arrumbarlo, y no reponerlo-, pero Seoane queda un poco en lo
alto, a la derecha. Son 8 viviendas rústicas, no todas
permanentemente ocupadas; en la principal, grande y buena,
acababa de fallecer -2 horas apenas, dijeron- la señora madre, y
su hijo Manolo Quiroga intenta distraerse un poco charlando y me
permite fotografiar el blasón familiar de la impresión 17 cuyo
árbol, repetido, con león intentando trepar desde luego que no
puede ser planta, pero sí se parecen suficientemente a los ceoanes
las dos que cuelgan en la parte inferior.

1264
Me asegura Quiroga poseer documentos desde el s. XVI, y
que lo pomposamente llamado “palacio” de más abajo al lado
contrario del camino, tuvo la suya como casa matriz.

Hube de llamar, posteriormente, al dispuesto Manuel al


ayuntamiento, del que es concejal, pues había olvidado el nombre
que le diera a los apéndices de su escudo heráldico familiar; los
llamó TRÓQUELES, que se cuelgan en las ventanas contra las brujas
en la luna nueva por S. Juan.

Este nuevo localismo, primero detectado en la provincia


lucense, es ya el quinto, y fonéticamente similar al orensano de
Manzaneda, “cróquel”.

Croque es onomatopeya de “croc”, al golpear, y se


considera el golpe que se da en la cabeza o con ella, coscorrón o
torniscón. Al apóstol, opuestamente emparejado a la propia
estatua del Maestro Mateo, del parteluz del Pórtico de la Gloria,
se le conoce por “O santo dos croques”, ya que los peregrinos se
golpean la cabeza contra él (aprovechando, hay unos duros pero
ricos grandes caramelos con ese nombre). También podría ser
onomatopeya del sonido al estallar, “estoupar” (“toupón”, Melón).

A la vez, y como primer sentido, es el gancho o garfio


sujeto a un astil que usan los marineros, tanto para izar peces
grandes como para arbolarse. Esa forma, tampoco se la puede
negar al seoane.

Yendo más lejos, y sin desechar que aún


enciclopédicamente, y con más razón fonéticamente, se funde
croque con “cloque” (y cloquear no es sólo el sonido de la gallina
clueca, sino también el de los fondos, a hueco, de los buques
carcomidos), más lejos al Langüedoc del siglo XIII, estaba en boga
el juego “paillemaille”, adoptado por la alta sociedad inglesa de
los Estuardos pasando a conocerse como croquet, que se juega
con mazos, no muy distintos, en forma, de los ganchos –no es lo

1265
mismo que criquet, también medieval pero declarado “ludos
inhonestos et minus utiles aut valentes”-.

En cuanto a “ troquel”, si le quitamos el acento ya sabemos


lo que es, el molde empleado en acuñaciones, pero si nos
inclinamos por su etimología alemana, “drucken”, se refiere a
estampar, ¿y no se utilizaría la destilación rosácea de las ceoanes
para teñir?

A mayor abundamiento, el troque, además de la acción y


efecto de trocar o trueque, es el botón que se deja en los paños
cuando se van a teñir para reconocer el color primitivo. Las
florecillas ceoanes son como botoncillos, y hemos enlazado con
los tintes.

(Hablando de enlaces, el matrimonio de troque es doble,


entre dos y dos hermanos, haciendo renuncia de la herencia
paterna para adquirir la de los suegros, supervivencia en La
Estrada, Pontevedra, del “consogrerium” muy común en toda
Galicia en el s.XI y con alguna semejanza con el juntar dos casas
y heredamiento de hermanos del Alto Aragón).

1266
COUREL

VILLA

“Non sabemos onde sacaron a puta o”. Siempre se dijo


Caurel, anteponiéndole artículo. Tanto es así, que en los
indicadores de la diputación, que ponen S. de Caurel, lo único
que corrigieron los rotulistas galleguistas locales fue “do”; además
de la típica pintada de “en galego”, han tachado, con tinta roja,
el escudo provincial.

Desconocían el significado, sin o con cambio de vocal.


Cauro (“caurus”) es el viento del noroeste. No parecen parajes
muy apropiados para cabras, como debió serlo la Caura o Cavra
(Cabra) romana, hoy Coria del Río (Sevilla). Caucel es un gato
montés (pero proviene del azteca quauh-ocetotl). No hay otros,
ni en Galicia ni en España, pero encontramos un Caurel francés,
publo grandecito en el departamento de Côtes du Nord, distrito
de Loudèâc, cantón de Mur. Buscando, todavía se puede encontrar
alguna palloza, la vivienda humana-animal de primera y paja sin
evolucionar en dos milenios; ni ventanas ni chimenea y muy
precarias divisiones. Más auténticas, más lejos, en Los Ancares,
cuanto más arriba mejor (Piornedo).

Con mucha antelación, desde principio de esto, desde


principio de año, estaba marcada, reservada, la efemérides del
24 de junio, supuesta gran fiesta anual. Quise estar, ir, aunque al
día siguiente tuviera que volar rumbo Asia. Por estar en otras
andanzas (con análogas finalidades) no comencé la subida hasta
ya bien entrada la noche, compensada con la esperanza del
espectáculo adicional de luminarias en solsticio nocturno. Nada
de nada, todo el pasaje tan obscuro como boca de lobo (perseguido

1267
animal que, junto con osos, daba más de un susto y disgusto no
hace tantas lunas). Subo y subo, curvas y contracurvas. Ya pasada
la medianoche de las “meigas”, ni hogueras, ni gente, ni tan
siquiera automóviles (en los 50 km. desde Becerreá hasta el enlace
de Pedrafita do Cebreiro –la del estupendo queso cuya forma de
hongo ha sido registrada por una empresa y ahora hay que
conseguirlo de tapadillo-, parte nocturnos y resto ya en la mañana,
no me crucé ¡ni uno!). ni siquiera pintura en la curvilínea carretera
empinada.

Por la noche debe quedar Pía Paxaro, el pico a 1.607


metros, altitud máxima d ela sierra de montes de robledal y
encinar, entre los ríos Lor y Paderne. Dieron lago de vida,
estropearon, las minas de hierro, cobre y antimonio. Brotan aguas
azoadas y ferruginosas.

La cabeza municipal, Folgoso, que semeja menor que su


principal parroquia, estaba apagada, nunca mejor dicho, con no
más de media docena de apagados noctámbulos. Courel es un
nombre oficial que no corresponde a ninguna población
determinada de aquí a 13 quilómetros, mi Seoane, S. do Caurel,
S. Juan de S.

En sEoane, ¡tampoco ni señales de fogatas en la noche de


S. Juan!, los nada animados trasnochadores podían llegar a las
dos docenas, estirándose mucho, y por falta de bares no será,
que otra cosa no habrá, ¡pero bares!: 6, la mitad, “casas de
comida”. Van también, aparte, por la cuarta o quinta hospedería,
y siguen acogiéndose a las subvenciones del ramo.

Me encontraba con un agujero en el estómago, por no


haber comido nada en todo el día –antes es la obligación que la
devoción- (lo había intentado, al almuerzo, con una señora que
con el socorrido “estoy yo sola”, se negó a servirme en la terraza
desde la que se dominaba el pantano de A Veiga –Ourense-; de
dentro a fuera, un paso). Tras escuchar que si “no dan”, que si

1268
“cerrado” –suele ocurrir, que por enemistades vecinales o
familiares, proporcionen indicaciones falsas cuando se demanda
comida o cama-, en “A Fontiña”, que no es el establecimiento de
más categoría, al menos me atienden, algo para cenar incluido –
con buen vino, gracias Jorge-, pasada la una de la madrugada.

Modorra, paseíto, aseo, ensueños, sueño, despertar, aseo,


gimnasia, paseo, sin el más mínimo ruido. Deben pasar horas y
horas, tal vez días, sin soportar el sonido de un coche, que seguro
ansían.

En la carretera-calle principal, todo lo que indicaba el


día de la fiesta grande eran dos ristras de pequeñajas banderitas
de papel; ni habían puesto lucecitas. La poca gente madrugadora,
no iba vestida de fiesta. Como ni intento cambiar el carrete
fotográfico y quien me lo vende es otra inútil, amablemente
recorre medio pueblo y lo consigue, finalmente. La cobertura de
los teléfonos portátiles hay que buscarla por los rincones, y los
lugareños te van indicando “¡ahí, ahí!, quieto”.

En la parte alta, izquierda, están la mayoría de viviendas;


trazado irregular con firmes descuidados, bacheados.

Pueden alcanzar los 200 habitantes, con lo que se situarían


en cabeza, ¿el más poblado?, de los Seoane.

¡Llegan los volatineros! Una familia gitana, en su


furgoneta, con dos barquitas encima. Como solo habían un bigote
y gafas de sol, me toman por el comité de recepción –siempre me
he dado muy bien desde la niñez con los gitanos: saludos al jefe
Diego y clan -, pero al caer en el error, se aparcan con cara de
pocas perspectivas.

Y eso que en el periódico ponía que “A las once empiezan


con una queimada popular que será amenizada por la charanga
chantadina Garrafón.com. (¿) Mañana será el día grande (¿)”.

1269
Acabarían fuera, lo desplazaban para que el espúreo día grande
estuviera siempre en sábado –este año, viernes-.

Los mercados se celebran los segundo sy cuartos domingos


de cada mes. No se detectan ansias “independentistas”, y la
inquina con Folgoso era mucho más patente en tiempos pasados.

La iglesia parroquial, en lo más alto, al final, camuflada


entre tanta vegetación; es grande, completamente encalada, la
espadaña incluida. Cerrada a primera hora de la mañana del día
del patrón -¡no hubo ni un solo “foguete”!-. Aupándome, a través
de un cristal estallado, pude vislumbrar la sacristía, la más
desordenada que vi en mi vida. Amplio atrio completamente
cerrado, configurando una especie de antesala.

El cementerio, en la parte trasera, por “casas”, y el Seoane


figura como lugar de la casa, no como apellido (del que dicen no
conocer quien lo lleve).

Con cierta pena y no sin desilusión, dejo la única villa


Seoane –por la que ya había pasado en varias ocasiones-. Entre
fragas, muchísimos ceoanes de los de campanitas, en laderas
pletóricas; en cunetas, los pseudos, de los amarillos.

De otros, más pequeños, hubo quien aseguró que los


chupan, por resultar dulzones.

1270
CHANTADA

ALDEA en SAN XOAN DE A LAXE

“¡Vai a muñeira de Chantada!”

Ana Belén Vázquez, responsable de turismo, en papel con


escudo, me remite detallada documentación sobre mi objeto.
Sale el término de feligresía, con referencia al arciprestazgo de
Navego. En todo el municipio, abundancia de castros (y de iglesias
románicas), y en la parroquia que nos ocupa, los de Vilaseco y
Quintela, difíciles de localizar; respecto al segundo, en nota a
mano, Ana Belén significa que se sacaron hachas de piedra,
monedas, molinos manuales y un miliario. Documentalmente, en
1378 se aforan estos lugares de Quintela de S. Xoan de Lagea al
hombre de Melia Pérez, por parte del abad fray Alonso.

La abadía era el monasterio de San Salvador de Asma, ya


existente en 1030, dúplice –o sea, monjes y monjas, caso nada
raro- benedictino y conservando su statu quo hasta 1496, en que
son absorbidos por los vallisoletanos.

El partido judicial chantadino, colindante con las otras


tres provincias, ocupa el centro geográfico de Galicia. El municipio
se extiende por las estribaciones orientales de la sierra del Faro.
Por la capital pasa el río Asma o Chantada. Abundan los bosques y
los pastos.

Feria y mercado los 5 y 21 de cada mes. Feria, feria.


Mercado como colocación de los excedentes del autoconsumo.

Por varias calles y plazuelas, bajo los soportales que


circunvalan a la iglesia principal del pueblo, paisanos con sus

1271
cestillos de mimbre. Venden chiribitas –que sólo había visto en
Orense capital-. Extraña que extrañe el que ofrezcan boinas, esas
negras boinas, negrísimas, que en la oferta y en el uso han sido
substituidas por gorras de pana. ¡Chinos!, primera vez que los
veo en una feria, con juguetitos a cuerda de cara a las navidades
(que siendo a finales de diciembre, comercialmente empiezan a
primeros de noviembre).

Teniendo que caminar algo, pero no en el extrarradio,


nave de ganado vacuno con esos ternerillos que se quisieran
acariciar –lo malo, como todos los animales (y los humanos), que
crecerán, ¡y cómo cagan!-; también vacas ancianas, esqueléticas,
a dos colores, blanco y negro, que no es de imaginar que alguien
se atreva a comprar. En otra nave adyacente, abierta, como si los
feriantes (pocos siguen utilizando las casi reglamentarias batas,
azules y grises, y la vara con el pincho en la punta) sintieran el
hedor de aquello con que conviven diariamente, el ganado porcino,
sin sacar ni bajar de los remolques en los que vinieron a esta
etapa previa al matadero. Algunos moteados. Ni chillan.

Un poco aparte, locales cerrados, grandes, para el pulpo.


No es por quitar a nadie las ganas, y menos a feriantes y
mercachifles, muchos d elos cuales nunca mojaron sus pies por
las olas, que tienen que tomar el pulpo casi como un rito, especie
de obligación, pero lo que se come por ahí…Un buen pulpo fresco,
negro, roqueño, se convierte en una masa congelada rosácea que
si no fuera por la sal gruesa y el pimentón picante sabría… Aunque
no sea negro, las probabilidades de que sea africano son
grandísimas,… o de más lejos.

Mejor degustar, al menos aquí en los recintos chantadinos,


si uno se atreve y no es muy escrupuloso ni maniático con eso de
la limpieza e higiene, bizcochos, tartas -¡la de nuez!- y empanadas
caseras, echándose al coleto un buen vino, blanco y tinto, sacado

1272
directamente de barriles de madera (que ya empiezan con los de
acero o aluminio, ya –aprovechan los de la cerveza a presión-).

Rumbo Santiago, a 7 km. para la izquierda está el indicador


de Laje (en castellano, y sin corregir). Llegados al letrero de la
parroquia, pegadito el de Penasillas donde, sin aviso alguno, hemos
de torcer de inmediato a la izquierda, entre las casas,
sobrepasando una capilla hasta el primer desvío de derecha
asfaltado (antes, otro de pista térrea); en el cruce siguiente,
donde un cruceiro descabezado -¡hasta aquí llegaron los ladrones
de piedra!-, doblar a la izquierda y ya nos encontramos próximos
a destino.

Espadaña, iglesia, un depósito de cemento, rectoral


torcida, caserón al uso, otro pegado más remozado, anexos,
antigua escuela y palco “festeiro” pintado de blanco con bandera
gallega en su fondo.

En el caserón alargado, aplastado, mora la única familia


permanente, la de José Manuel Varela, que por allí, con su esposa
–que no se sabía a donde dirigía el mirar-, echaba un ojo a su
tesoro, sus “vaquiñas”. Hilamos la hebra durante un buen rato.

Me habían dado el dato de 288 habitantes para la parroquia


y 7 en esta aldeucha, pero “serían moitos, a vella fai xa tres
anos”. Los de la casa de al lado, sólo vienen temporariamente.
Aun así, juntamos tres vehículos, matriculados en tres provincias
diferentes (sólo faltó Orense –hubo dicotomía en sus matrículas,
con OR- y OU-, al igual que en Lleida-).

La rectoral está completamente abandonada; les gustaría


tirarla, pero no lo permite el obispado, que pide mucho por ella
y tampoco la arregla. Las donaciones de republicanos (pasada la
década de los 30), que, al salir del “terruño”, habían sufrido en
sus carnes las punzadas de la ignorancia, permitieron, ¡incluso
aquí!, una escuelita, hace muchísimo desuso y que ahora

1273
aprovechan, a saber para qué, los escasísimos vecinos, aunque
por estar donde parroquia y cementerio, se acercan los de las
otras aldeas. Al lado, el sitio para la fiesta.

Muros de granito en “ringleiras” irregulares soportan la


iglesia parroquial, bastante alterada; la clara inscripción del
presbiterio revela una reconstrucción en 1945. Conserva
pavimento de cantería –que estarán deseando cementar-. Todo el
interior estuvo encalado, y han saltado recientemente la masa
mediante agua a presión, apareciendo y conservándose una arcada
completamente pintada al lado de la sacristía; también pintados,
en ocre, los laterales del altar mayor. Tanto el retablo principal
(recompuesto con pedazos de otros) como el lateral, sencillos,
son de fines del XVIII, repintados, con imágenes substitutorias sin
mayor valor. El inventario municipal –para los que jamás prestan
la menor colaboración los estamentos eclesiásticos- menciona una
custodia de plata (s. XVII) y un cáliz del mismo metal, que a
saber donde están.

El patrón, con la fiesta, es ¡San Agustín!, aunque también


celebren a S. Juan, que a fin de cuentas es el auténtico titular.

Al entrar, tengo que haberla pisado, pero solo la vi


conscientemente, con su simbología reveladora, al salir, pues
llegando me fijaba en la fachada lateral de la parroquia, ya que
el frente está casi pegado a la rectoral, sin espacio para acceder
desde fuera del cierre. FOTOGRAFÍA 18.

Al azuzar a las vacas que se le salieron del cercado, se


hizo un tajo en la frente contra una rama. Su perro, grande, con
una oreja para arriba y la otra para abajo –”só sírvelle pra trajar”-
, no cuida el ganado, lo que aún sería peor, pues “lles mordería
as patas”, dice, justificándolo, justificándose, el amo del lugar.

1274
La pequeña sangría, “troúxolle o acordó” a Xosé Manoel
que recordó que a los ceoanes les llaman CHOPOS (por hacer
“¡chop!”). Su mujer, como todas, disiente, inclinándose porque

sean los ESTALOTES – con mucho, la acepción más usada


por Galicia adelante, sobre todo en sus dos tercios norte-.

El círculo rayado que estábamos casi pisando seguro que


es símbolo vegetal, una planta, y por analogía y correspondencia
con el lugar no hace falta conjeturar mucho sobre de qué clase
de planta pueda tratarse.

La sepultura, de triple laja (la inscripción superior borrada


por el tiempo), parece d efinales del XIX y nunca más allá del
XVIII (las adyacentes, de la 2ª década del siglo reciente). Su dibujo,
como de clan, familiar, o de lugar, seguro que constancia
ultratumba de pertenencia –”sentirse”-, queremos que sea
representación esquematizada del “estalotes” (por estallar,
“estalo”) o del chopo, o también del “cróquel” o “troquel”, y del
“toupón”, o un “sanjuai”, incluso hoja de sapo.

Las siete versiones o variantes, y alguna otra, las


encontraremos en boca de las gentes del campo todo a lo largo y
ancho del hogar de Breogán. Que lo que usaban y decían de niños
sea seoane, lo saben pocos. El nombre en castellano de la planta,
digital, incluso su uso para el corazón, muy pocos. La
denominación científica (“digitalis purpurea”), casi nadie, ni las
mismas farmaceúticas* -y no lo digo por mi hermana, que tampoco
sabe la fórmula del D.D.T.

1275
A FONSAGRADA

ALDEA en LAMAS DE MOREIRA

¿Dónde estará la fuente sagrada? También hay una parroquia


Fonfría, también sufijo caracterizador.

El propio alcalde, Ricardo Parada, es quien me escribe. A ello


debió contribuir el anterior alcalde, Mario Arias -¿serán del mismo
partido o amiguetes o emparentados?-, a quien me habían
presentado y quedó comprometido; me aseguró que los ceoanes,
que conocía por el nombre, se utilizaban y se siguen usando para
conjuros.

En su misiva, en gallego, el señor alcalde indica que pronuncian


“Sabane”, aunque lo escriban correctamente. Como “concelleiro”
de turismo que también es, se ofrece a acompañarme hasta unas
cuevas, “sen moita entidade”, en las que él mismo entró, a la
vez que con suerte podremos ver corzos o coger “cogumelos”
(setas). Adjunta resumen de la ficha del patrimonio sacada del
“Inventario del Patrimonio Artístico de España”, y el plano aéreo
de localización del “SITGA”. Por si fuera poco, se presta a hacer
gestiones con Sabino -¿también será del partido?, ¿qué partido?:
no me interesa, su colega del vecino Ribeira de Piquín, que les
arrebató Os Baos, como se explicará más adelante, dice, hace
unos cuarenta años. Incluso, pone sus teléfonos particulares.
Muchísimas, muy amable.

La cabeza concejil, hace mucho, fue PUEBAL DE BURÓN (actual


parroquia de A Proba), al parecer hasta la reforma general de
1838. Restos de un torreón en el que afirman estuvo Doña Urraca,
reina, reina consorte y reina madre y guerrera que, por
corresponderse a tiempos de realezas y luchas reivindicativas
autóctonas, es reivindicada en muchos lados; en todos los
contornos con retos de torreones, por poco que reste y por poca

1276
base histórica que ostenten, se empeñan en que entre ellos vivió,
empleando cierta vehemencia, como si los elevara.

En los límites, arañándolos, de la provincia de Oviedo, al este de


la sierra de Meira, terreno muy montañoso (las Pedras Apañadas
están a 1.201 m.) con frondosos valles, bañan el municipio los
ríos Navia, Suarna, Rodil y otros menores. El censo de 1920 le
asignaba 17.750 habitantes de hecho y 19.861 de derecho; estará
por la mitad, no hay que los retenga tan aislados de las tentaciones
fútiles, del culto, ansia por lo superfluo –Civilización Pleonéxica-
. Diez años antes, censaban sólo 722 villanos en la cabecera, y
esos sí que han aumentado, por simple concentración de servicios.

Por haches o por bes se había ido retrasando esta larga excursión,
que al fin coincidiría, de propósito, con día de mercado ( lo son
los sábados primeros y terceros). Poca cosa de puestos y productos,
apenas ganado. Intentan revitalizar la parte de feria con algunas
específicas anuales, incluyendo concursos, pero no hay mucho
que hacer, pues los intermediarios van a buscar los becerros hasta
las mismas cuadras.

Hacía ya cierto tiempo que habíamos reservado, telefónicamente,


un cerdo celta –por indicación de Vázquez-, la raza autóctona
muy recientemente recuperada por un grupo de veterinarios y
ganaderos, que casi la redescrubrieron. José Luis me lleva hasta
la finca (¡16 hectáreas!, y cerradas) donde pacen , libres,
atiborrándose de castañas, bellotas, moras, setas, raíces y hasta
alguna que otra trufa; me encapricho del mayor, casi un cuarto
de tonelada, líder al que ya intentaron coger en cuatro ocasiones,
pues aunque, montaraces, resultan pacíficos, en cuanto se llevan
a los primeros para la finalidad para la que son criados, ya no hay
quien pille al resto, que se refugia en el sotobosque en cuanto
oyen al camión. www.porcocelta.com.

Sería José Luis, de saga de carniceros muy conocida, con fábrica


y secadero en las friísimas aaltitudes de A Trapa, quien añadiera

1277
a la lista “ESTOUPOIS” –evidente corruptela por adición- y también,
más sencillamente, que se conoce a los ceoanes por VIOLETAS.

Puestos a comer, también llevaba años escapándoseme un


restorán, el “Cantábrico”, en pleno centro de la villa, y aunque
no pude, por razones de disponibilidad de tiempo, despacharme
a gusto, sí degusté suficiente sólido, líquido y atendimiento como
para seguir con ganas de volver. Con un espontáneo que, acabadas
de despachar sus raciones de comida y bebida matinal, ya se iba
no sin antes fijarse en los adminículos férreos que cuelgan de las
paredes, le doy a la sin hueso mientras me preparan el desayuno
–aperitivo-comida. Discutimos un poco sobre elementos de
“lareira”: morillo en la base para apoyar los troncos, guindastre
para mover los potes y “gramalleira” para regular en altura. Sale
a colación que lo que era Museo Comarcal, se ha convertido, más
finamente, en un Etnográfico.

Con cerdo comprado, a estómago llenado, recapacito sobre la


cosecha, no la toponímica, sino la terminológica, que se ha
elevado, con los dos últimos, a ¡10! Pseudosinónimos
(considerando el de mi niñez, CAMPANILLAS).

Son, van, 10. Nada mal.

Saliendo por carretera de Lugo, tras pasar la gasolinera (drcha.),


bajando, no muy grande, está el indicador hacia Navia de Suarna.
Nos quedarán 16 quilómetros tortuosos, por zona esencialmente
maderera (así, saldrán los cestos de mimbre, carballo, castaño y
sauce; por y para el ganado, curtidos y guarnicionería; algún tejido
e hilado de lana).

A ambos extremos de la aldea, recibimiento (aunque sin letrero)


y despedida floral, con “estoupois” o “sabanes”.

Cerca de una treintena de viviendas, poliédricas, no todas


habitadas durante todo el año. Aproximadamente 40 vecinos que,

1278
según su alcalde electo, mantienen el núcleo en buen estado
gracias a que la myor parte ¡son jóvenes! Siendo exigente, o no
ciego, molestan los ladrillos a la vista, la uralita en vez de teja,
los bloques de cemento sobre la piedra,… Aquella “arquitectura
popular con predominio de maderas ornamentadas”, murió en
desigual combate. Lo que semeja palloza, con techumbre vegetal,
se queda en hórreo de paja y losas.

El “último resto románico del concejo, conjunto etnográfico –


patrimonial muy interesante”, me lo abre Matilde, que no solo no
se enfadó por pillarme cogiéndole cerezas, sino que me dijo
dispusiera del árbol todo, lo que me apresuré a aprovechar con
suma glotonería –mientras se nos pudren toneladas y toneladas,
pues nadie las recolecta ni comercializa, las cadenas de
alimentación gallegas y los grandes almacenes hortofrutícolas las
traen de afuera, sin olor ni sabor-. Tiene el suelo de la vivienda
divina al nivel del techo de la suya humana. El techo interior de
la linda capilla es el primitivo, de listones de madera.

Según “Patrimonio Artístico” es humilde capilla de 7 m. por 4´4,


con pórtico, bien conservada. Matilde me dice, y debe saberlo,
que está dedicada a la Santa Cruz. Dentro, cuatro imágenes: S.
Juan niño (0´65 m.) barroco, S. Juan adulto del s. XV (0´64) con
barba, libro y oveja, y estupendo S. Roque (1m.), intermedio,
estilizado y todo elegante con sombrero; el S. Antonio es
desechable, aunque en el estrado más alto y centrado, por
moderno, sin incitar a la piedad excepto a casaderas desesperadas.
Cáliz y patena valiosos, de plata, s. XVIII –sin inventariar: no sé
como siguen en ese sitio-.

Como en ningún lado aparece la advocación y como nadie me la


reclaca, a pesar de esa preponderancia de imaginería sanjuanina,
en justicia se debe adjudicar la coqueta y oculta capillita a la
Santa Cruz, aunque sea objeto (sagradísimo –y grandísimo, pues

1279
sus reliquias, por todo el orbe, requerirían no ya un leño ni un
árbol, más bien todo un bosque, sin exagerar mucho-).

De camino y a la vuelta, se cruza lo poco que la testa parroquial,


Lamas de Moreira. Su iglesia, de forma cúbica, aunque de pasada
se tome por capilla (por tamaño), incita a frenar, aparcar, bajar y
fotografiar –a quien tenga esta última fea y costosa costumbre-.
Es Santa María, que para salvar el desnivel trasero tiene esa base
contrafuerteada que la hace parecer palomar grande, algo
elevado. Por arriba, por delante, el atrio ya nos demuestra lo que
es. La cancela exterior, en cemento, y la espadaña –por si alguien
todavía no ha buscado lo que es, que yo mismo no lo supe hasta
hace no mucho, es el campanario sin cuerpo, simple pared sin
recinto desde el que menear los bronces- de un solo hueco y
campanita y del mismo material (probablemente, por derrumbe
de la anterior e ignorancia de los suplantadores), la estropean
algo.

Figura como del siglo XVIII, aunque se le podrían restar algunos


por ser difícilmente encuadrables, desde el exterior, sus formas
poliédricas, un cubo, logradas por acumulación de piedra pequeña,
sin ningún estilo determinado o identificable. Ni un alma a quien
rogar la mostrara. Tejado de pizarra, levemente curvado de modo
natural, inicial.

Justo enfrente, un gran hórreo donde es claramente patente la


influencia asturiana, en forma y tamaño. De tamaño sólo es un
poco más grande del que, también a la vera de la poquísimo
frecuentada carreterilla, quedó en Seoane, aprovechado su hueco
como garaje eventual. Lo supera en la calidad de colocación de
sus lágrimas pizarrosas, aunque más nuevas, en la esbeltez de los
tornarratos, las dos fuertes vigas a la vista, y a la planta con
maderos inclinados sujetando el alero (en S. , lo quisieron resolver
con una plancha de uralita).

1280
Al lado, abandonada, gran casa con la técnica constructiva de la
capilla y otros edificios, laja sobre laja, que revocaban por fríos
y aguas, pero el reboco hace tiempo que se le ha caído. La esquina,
hacia el camino, un corto saliente recubierto sobre el reboco, de
listones de madera, ya gris.

Al lado, más bajo que el piso del gran hórreo, casetillo con
flamante buzón amarillo de la oficina de Correos: ¿Cuánto hará
que noticias o demandas no lo profanan?

La “Deserción” (que me duele, que frío, que calor, que...) de las


dos, nada competentes digitomecanografiadoras, nos deja sin
¡31! lugares seoane (mecanografiados en archivo de Betanzos).

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