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El mosaico de Eros y Psique

En el mosaico que estudiamos ahora, Psique, representación también del alma humana,
ha superado todas las pruebas, se reúne de nuevo con su amado Eros, el espíritu o
impulso primordial. Las alas en los talones significan que ha roto todas sus ataduras
terrenas, que es ya pura y libre. Esta imagen, preferida de los nobles romanos, está
extraída del mito que narra Apuleyo en su libro El Asno de Oro o Las Metamorfosis. La
unión de los amantes, Eros y Psique es símbolo de la inmortalidad del alma y se halla en
una rueda, la del tiempo, en que las estaciones miran gozosas. El pavo real que preside
la escena, significa los mil ojos de la noche; el cielo estrellado, lo puro y sin mancha, lo
perenne y sin cambio. De esta unión de Eros y Psique nacería una hija, la
Voluptuosidad, con que los romanos expresaban los placeres del alma. Detengámonos a
considerar este símbolo y este mito.

Eros y Psique. Es importante recordar que, para los filósofos griegos, el ser humano es
la resultante o síntesis de Soma (Cuerpo), Psique (Alma) y Nous (Espíritu, Mente
Divina, Inteligencia). El soma o cuerpo es mortal y corruptible. Los filósofos
pitagóricos eran muy dados -Platón también lo hace- a hacer el juego de palabras soma
sema “el cuerpo es una tumba para el alma”. Nous es la Razón, la Mente Divina en la
Naturaleza, inmortal, pura, incorruptible, siempre la misma a través de todos los
cambios. La Psique, el alma, representada con alas de mariposa, es bella y a imagen de
los Dioses, pero es de vuelo frágil y puede contaminarse y perder su semejanza con lo
celeste si se torna esclava de los apetitos del cuerpo. O por el contrario, puede tornarse
más y más divina hasta conquistar su inmortalidad, en sus bodas místicas con el espíritu,
Eros. Pero debe trabajar penosamente al ser sometida a las pruebas y vicisitudes de la
vida.
En la leyenda de Eros y Psique, ella es la hija de un Rey y tan, tan bella, que nadie
quiere desposarla, por el “terror sagrado” que inspira. Desde las más lejanas comarcas
vienen a rendirla culto, como si se tratara de la encarnación de la Diosa del Amor. Los
Templos de Venus quedan, pues abandonados ante la Venus viva y nadie rinde ya sus
ofrendas puras en el altar de la Diosa que es la Madre del Mundo, la divina armonía y
unión de los elementos.
«Veis aquí yo, que soy la primera madre de la natura de todas las cosas; yo, que soy
principio y nacimiento de todos los elementos; yo, que soy Venus, criadora de todas las
cosas que hay en el mundo, ¿soy tratada en tal manera que en la honra de mi majestad
haya de tener parte y ser mi aparcera una moza mortal, y que mi nombre, formado y
puesto en el cielo, se haya de profanar en suciedades terrenales?”
Tal era la queja amarga de la Diosa Venus. Continúa el mito haciendo que los padres,
por intervención del oráculo de Apolo, la destinen a un dios inmortal y la dejen, entre
lamentos y honras fúnebres, en lo alto de un peñasco, donde es llevada por el cierzo a
un palacio celeste de belleza inefable. Allí es desposada por el dios del Amor, a quien,
sin embargo no puede ver. Las hermanas envidiosas hacen que ella quiera saber, llena de
temor y de curiosidad, quién es su Amado; y al hacerlo la maldición cae sobre ella y es
expulsada del palacio y de la compañía del Dios del Amor, de bucles de oro.
Las pruebas iniciáticas, con que debe conquistar ahora su condición divina son los
trabajos para tornar de nuevo amable y benévola a la Diosa del Amor. Son, en verdad,
los trabajos para conquistar la inmortalidad conciente. Son, según los pitagóricos, los
trabajos que en miríadas de encarnaciones debe hacer el alma humana hasta hacer
permanente la raíz divina que duerme en ella. La Naturaleza entera se conmueve ante
esta decisión y ante la audacia de desafiar a la muerte; la naturaleza entera se convierte
en aliada de Psique.
Debe separar, “antes de que llegue la noche”, de un montón de siete tipos de semillas
-trigo y cebada, mijo, simientes de adormideras, garbanzos, lentejas y habas- mezcladas,
unas de otras. Primer trabajo de la Psique y de las Escuelas de Filosofía pitagóricas,
discernir, separar las semillas de acción de cada uno de los Siete Planos de Conciencia
que hay en la Naturaleza. En esta prueba la ayudan un ejército de hormigas, que quizás
representen las distintas unidades de conciencia, una infinidad, presentes en la
conciencia humana, lo que los budistas llamarían la infinidad de matices de la
percepción.
La segunda prueba es obtener el áureo vellón de un rebaño de carneros, y el viento
en una caña quebrada, a manera de flauta, le dice que no debe hacerlo trasquilándolas,
pues son carneros furiosos al mediodía y la darían muerte. Sino que debe esperar al
atardecer, que los carneros al rozarse con las ramas del bosque dejarán en él sus hebras
de lana dorada. Quizás esta prueba se refiera a uno de los misterios del alma, y enseñe
que debemos aprovechar la experiencia del pasado, pero no atarnos a él. Y en otra clave
de lectura del mito, no atarnos a las experiencias del alma en el curso de las distintas
vidas, sino que el alma debe extraer de ellas, la hebra de oro de su quintaesencia. Es el
consejo del libro místico tibetano Voz del Silencio: “No mires atrás o estás perdido.
Mata todo recuerdo de pasadas experiencias”, es decir, no te enfrentes, cara a cara, a la
experiencia ya pasada, ni trates de extraer la sabiduría de una experiencia sino cuando
ya haya pasado.
En la tercera prueba, debe llenar una vasija de cristal de las negras aguas estígeas, y
no lo hace por sí misma -no le sería posible, sin antes morir- sino con la ayuda del
águila de Zeus. Águila que advierte a Psique: “¿Cómo tú eres tan simple y necia de tales
cosas, que esperas poder hurtar, ni solamente tocar, una sola gota de esta fuente no
menos cruel que santísima? ¿Tú nunca oíste alguna vez que estas aguas estígeas son
espantables a los dioses y aun al mismo Júpiter? Además de esto, vosotros, los mortales,
juráis por los dioses, pero los dioses acostumbran jurar por la majestad del lago estigio”
En la cuarta prueba desciende a los infiernos, el reino de lo invisible, el reino de
Hades, y atravesando el río de la muerte y después de apaciguar al Cancerbero,
alimentándolo, recibe un cofre donde se guarda la hermosura de Proserpina, un tesoro
del reino de la muerte que cura todo dolor, el sueño sin ensueño. A pesar de la
advertencia, la curiosidad -distintivo de Psique- le vence y abre la tapa del cofre,
cayendo en un letargo similar a la muerte del que es liberado por su amado Eros. Ambos
ascienden al Olimpo, la morada de los Dioses, y por orden de Zeus son desposados.
Es la apoteosis del alma de Psique, la superación de todas las pruebas, el
quebrantamiento de todas las ataduras, el fin de todos los trabajos. Psique bebe “del
vino de los Dioses” y recupera su condición divina, «Toma, Psiches, bebe esto y serás
inmortal; Cupido nunca se apartará de ti; estas bodas vuestras durarán para siempre.» Es
la voz de Zeus, el Alma del Mundo, que otorga el fuego de los Dioses ha quien se ha
conquistado a sí mismo.

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