You are on page 1of 5

Maestría en Estudios Políticos y sociales

Ética y epistemología de las ciencias sociales

Nicolás Ulloa

El presente ensayo trata sobre la tensión entre verdad y método en el debate


epistemológico de las ciencias sociales. Para ello, se partirá de la siguiente idea: el
problema que constituye al debate epistemológico sobre la verdad y la relación con la
realidad que estudian las ciencias sociales no es en realidad una cuestión de mera
formalización del método; es más, no resulta ser siquiera acerca del alcanzar una
verdad, sino acerca de continuar un legado que construye una verdad histórica y
política concreta, la cual aparece atravesada y se convierte, a su vez, en fundamento
de un modo de ver el mundo –hecho que, en últimas, hace la epistemología–. En este
sentido, si lo que se oculta tras toda discusión epistemológica de la ciencia es una
verdad que se torna de facto histórica o, si se quiere, historia integral; toda
epistemología impulsa y legitima tal o cual forma de sociedad y, asimismo, tal o cual
forma de desarrollo material. Sobre este punto, el presente escrito se centrará en las
apuestas teóricas y la discusión entre Adorno –Escuela de Frankfurt–, positivismo
lógico y pensamiento posmoderno. ¿Cuáles son sus premisas y argumentos centrales?
¿Qué verdades políticas y realidades materiales elucubran en su argumentación sobre
el método y la verdad?

En primer lugar, antes de entrar en materia, es importante aclarar la definición previa


de lo que se entiende bajo el término de epistemología. La epistemología se entiende
aquí como el estudio del proceso de construcción de conocimientos válidos (Piaget,
1979). Dicho de otro modo, la epistemología estudia las condiciones normativas que
permiten que tal o cual conocimiento emerja como verdadero y legítimo con relación
a algo que se afirma sobre el mundo. En últimas, el proceso del conocimiento
comporta para la humanidad el acceso a un mundo. Encontrar la verdad, por tanto, es
encontrar un modo de relacionarse con el mundo desde sus múltiples dimensiones
(física, viva, social, cultural y política). En este sentido, siguiendo la definición de
epistemología, a continuación será necesario identificar las premisas generales y
argumentos más fuertes de cada postura con relación a las normas que establecen para
validar un conocimiento como legítimo y válido y su relación con la concepción de un
mundo y de un vínculo con lo político.

En cuanto a la postura posmoderna, entre sus diversas premisas, resulta pertinente


rescatar tres. Primero, el relativismo epistémico que, grosso modo, cuestiona la
posibilidad de concebir la verdad como una sola. La verdad, entonces, está
determinada, en principio, por el lugar de enunciación del sujeto investigador, su
bagaje cultural y su tiempo histórico (Susen, 2015). Segundo, la verdad al ser
localmente construida, desde un sistema simbólico particular, solo puede ser captada
y elaborada a través de relatos o narrativas que los científicos sociales construyen con
miras a acceder a ese mundo particular de hechos. En consecuencia, la epistemología
no es más que una metanarrativa que estudia las condiciones y las reglas de
enunciación dentro de tal o cual juego del lenguaje (Lyotard, 2004). Por último, la
tercera premisa hace referencia a la crítica eurocéntrica del relato histórico y al elogio
a la diversidad cultural. Estas premisas en su conjunto ponen en escena una serie de
problemas epistemológicos que serán tratados más adelante a lo largo del texto.

Ahora bien, pasando a las premisas epistemológicas de la Escuela de Frankfurt, estas


se basan en una concepción dialéctica hegeliana. La verdad, en este sentido, se
encuentra en el movimiento del tiempo y en la correspondencia recíproca entre el
investigador y su propia condición y entre el investigador y la estructura fenoménica
de lo investigado. A toda esta relación la engloba una especie de totalidad que
comporta una contradicción y, a su vez, una coexistencia en movimiento entre lo
individual y lo universal, es decir, la relación entre las conciencias individuales y la
abstracción de los rasgos generales de las mismas a lo largo del tiempo.

La verdad se torna, entonces, en un movimiento espiral de superación cada vez más


elevada de contradicciones. De este modo, la superación de contradicciones supone, a
su vez, un avance progresivo de la conciencia que conduce a la emancipación, no
material sino espiritual (Hegel, 2009). Lo que concierne resaltar aquí es que dicha
condición de la verdad incluye, asimismo, una visión política; puesto que la
humanidad se acerca cada vez más a la verdad en la medida en que rompe con las
condiciones que la oprimen a nivel espiritual. Por discutible que sea esta visión,
constituye una fuerte diferencia con las premisas epistemológicas de la postura
posmoderna que abandonan cualquier alternativa emancipatoria y la reemplazan por
una fascinación por la diversidad. Asimismo, la incertidumbre sobre la realidad
concreta y su reemplazo por narrativas, supone ontológicamente un mundo hecho de
lenguajes, de medios tecnológicos diversos que permiten contar historias provenientes
de todos los rincones del planeta. Desde esta visión, la verdad ya no crea un mundo en
proceso de emancipación espiritual y/o material, sino un mundo resignado a resistir
desde las nuevas tecnologías la disolución de los vínculos sociales y las injusticias
sociales. Así, tanto las premisas frankfurtianas como las posmodernas dejan entrever
unas primeras nociones insípidas de construcción de sociedad o de repercusión en el
medio social concreto.

No obstante, no se le puede negar a lo posmoderno el rasgo, en cierto modo,


emancipatorio que puede llegar a representar la crítica eurocéntrica al relato histórico.
La crítica a dicho postulado reside, en efecto, en su concepción puramente narrativa
de la historia. La historia no se hace a partir de cadenas infinitas de significantes ni de
meros relatos acerca de relatos, sino de una materialidad concreta encarnada por las
acciones de un conglomerado de grupos sociales en interacción. Dicho de otro modo,
la historia es el devenir de la praxis humana y no el devenir del relato humano. No es
nada descabellado si se parte de una visión más holística de lo social, pensar que el
desarrollo social, político, económico y cultural a lo largo de la historia moderna ha
sido diametralmente distinto en Europa que en África o América Latina. Sin embargo,
superponer el hecho sobre el relato sería desposmodernizar la premisa en discusión.
Sea como fuere, la visión posmoderna se rinde a buscar cualquier tipo de verdad
fáctica y niega su relación con una realidad material, lo que la deja a la deriva en un
océano de relatos que son solo para sí mismos verdades simbólicas.

Dejando de un lado el debate anterior, resulta necesario continuar con la visión


popperiana o positivista lógica del conocimiento. Esta nace, en primera instancia, de
la premisa indiscutible de que el conocimiento avanza a la negativa, es decir, en la
medida en que es falseado un enunciado que afirma algo acerca del mundo, muestra
cómo este no es y, en esa medida, el conocimiento va acercándose más a encontrar lo
que el mundo realmente es. Desde una segunda aproximación se encuentra la
siguiente premisa: “El método de las ciencias sociales, al igual que el de las ciencias
de la naturaleza, radica en ensayar posibles soluciones para sus problemas” (Popper,
1978, p.103). Por último se encuentra la siguiente premisa: “[…] en las ciencias
sociales la objetividad es mucho más difícil de alcanzar de lo que es en las ciencias
naturales; porque la objetividad equivale a neutralidad valorativa, y sólo en casos muy
extremos logra el científico social emanciparse de las valoraciones de su propia capa
social accediendo a cierta objetividad y asepsia en lo tocante a los valores” (Popper,
1978, p.105). En cuanto a la segunda premisa, supone un objetivo claro para la
validez del conocimiento social, esto es, que ensaye soluciones para los problemas
que aquejan a las sociedades. Esta premisa es la que conecta la primera y la tercera,
puesto que el verbo ensayar hace referencia a la noción escéptica de que el
conocimiento avanza a la negativa; por otro lado, el mismo verbo ya citado implica
para Popper alcanzar el grado mayor posible de neutralidad valorativa. Estos
supuestos conciben una sociedad que avanza material y técnicamente gracias al
desarrollo cada vez más avanzado del método y que toma de manera provisional
verdades, solo en la medida en que estas le permitan solucionar problemas materiales.
El problema que surge en este punto es la relación entre objetividad (neutralidad
valorativa) y solución de problemas sociales. ¿Qué se concibe como una solución
objetiva a un problema social? ¿Acaso es posible llegar a tal cosa? En La Miseria del
Historicismo Popper hace referencia a la economía como la ciencia social más
cercana a una neutralidad valorativa y menciona cinco economistas liberales,
Friedrich von Hayek, entre ellos, (Redman, 1995). En este punto, ¿la objetividad no
aparece viciada por unos intereses y unas premisas ideológicas? Aquí Popper saca a la
luz en realidad lo que quiere decir solución objetiva de problemas sociales, esto es, la
solución de aquellos problemas que suponen un problema en el desarrollo de las
fuerzas productivas y del crecimiento económico. En este sentido, las ciencias
sociales para Popper encuentran su neutralidad valorativa en lo que la Escuela de
Frankfurt llama la razón instrumental.

He aquí el verdadero debate entre Adorno y Popper. La crítica que hace Adorno a
Popper no es una cuestión del uso de la estadística y de la necesidad de la
investigación social de basarse en datos empíricos –en eso la Escuela de Frankfurt sí
resulta ser más empirista que hegeliana–, sino de la intensión que se esconde tras su
uso, así como su modo de implementarlo. En primer lugar, a Adorno le resulta
absurdo pensar que la suma de percepciones subjetivas equivalga a una visión
objetiva de la realidad, puesto que olvida la totalidad de lo social, es decir, la relación
de los grupos sociales con las instituciones y con el tiempo. En cuanto a la crítica de
la razón instrumental, bien lo expresa Adorno en la siguiente cita:

Allí donde a consecuencia de la presión de las condiciones los hombres se ven


obligados, de hecho, a reaccionar como batracios, reducidos a consumidores forzosos
de los medios de masas y de otros goces no menos regulados, la investigación de
opiniones, que tanta indignación provoca en el humanismo lixiviado, resulta, en
realidad, más adecuada que una sociología comprensiva, por ejemplo en la medida en
que los propios sujetos, el substrato de la comprensión, es decir, la conducta humana
unívoca y con sentido, es sustituida por un mero ir reaccionando (Adorno, 1973,
p.87).

Adorno hace referencia a la alienación que produce la misma investigación guiada por
la razón instrumental. La investigación está siendo guiada por una lógica de
acumulación y producción de riqueza para los grandes empresarios dueños de las
industrias culturales y del entretenimiento. En ese sentido, la concepción de mundo
del positivismo lógico es la del desarrollo técnico-científico y el avance material de la
sociedad capitalista guiada por la razón instrumental. Mientras que la concepción
frankfurtiana de mundo se traduce como una crítica a esa realidad espiritual y material
encarnada en la sociedad capitalista que el positivismo lógico reproduce a través de su
idea de verdad.

Grosso modo, el problema de las condiciones de producción de un conocimiento


válido y de su método para alcanzar dicha validez, como lo expone Adorno, está
atravesado, a su vez, por una realidad material que lo antecede y que parte de unos
intereses particulares ya sean de corte político, económico o de cualquier otra índole.
La tensión que vale la pena recalcar y que se presenta aquí entre el método y el cómo
este alcanza una verdad, es su relación intrínseca con unos intereses humanos. Dicho
de otro modo, todo proceso investigativo en las ciencias sociales –así como en las
ciencias naturales– está supeditado a una multiplicidad de intereses que repercuten y
tienen relación directa con la realidad material de la sociedad. Por tanto, la reflexión
epistemológica y el debate sobre la verdad exige, a su vez, una revisión de estos
intereses que hacen parte intrínseca de todo proceso de investigación y de la
formulación de teorías.

Referencias
Adorno, T. (1973). La disputa del positivismo en la sociología alemana. Madrid:
Editorial Grijalbo.
Hegel, W. F. (200). Fenomenología del espíritu. Valencia: Pre-Textos.
Lyotard, F. (2004). La condición posmoderna. Madrid: Cátedra.
Piaget, J. (1979). Naturaleza y métodos de la epistemología. Buenos Aires: Paidós.
Popper, K. (1978). La lógica de las ciencias sociales. México. D.F: Editorial Grijalbo.
Redman, D. (1995). La teoría de la ciencia de Karl Popper: Auge y caída de la
ingeniería social. Cuadernos de Economía, 13(23), 118-149.

You might also like