7. LA TERMINACION DE LA ADOLESCENCIA
Alcira Trilnik de Merea
Pero no es malo comenzar con esta rebelién
desnuda: en el origen de todo, esté, primero, el
rechazo, Ahora que se alejen los viejos, que dejen
a este adolescente hablar a sus hermanos: “Tenia
veinte ajios y no permitiré que nadie diga que es
la edad mds hermosa de la vida".
JEAN PauL Sartre, prologo a Aden Arabia,
de Paul Nizan.
&Concluye la adolescencia? Mucho se ha dicho sobre
los proleg6menos y el advenimiento de la misma, su
prototipica conflictiva, su fuerza pulsional, la ambiva-
lencia y el sufrimiento afectivo de los adolescentes.
Relativamente menos se ha hablado sobre las condicio-
nes que permiten su conclusién. Hay un hecho que
resulta contundente y que quiero considerar aqui: con
la terminacién de la adolescencia, termina la infancia.
Nuestra cultura propicia y tiene expectativas acerca
de que un nifio, deje de serlo; el comienzo psicofisico de
la pubertad, con los notables cambios corporales y
actitudinales, es muy esperado. {Pero ocurre lo mismo
con el fin de la adolescencia? {Cuando se observa dicho
fin? En este caso el limite no es tan preciso y no es
solamente por atenernos a la singularidad de cada pro-
ceso, a sus circunstancias, a las tramas familiar y so-
cial en las que estan insertos. Pareciera que, junto con
los descubrimientos cientfficos que alientan un prome-
dio de vida mas elevado, la adolescencia se equipara a
un ideal de juventud y no solamente a un perfodo | vital
y evolutivo que va a dar lugar a la misma.
4Cémo propiciar y alentar su conclusién si la imagen
adolescente impone su estética, marca las tendencias,
los gustos, el lenguaje y su particular jerga, la moda,
161los éxitos musicales y deportivos? {Cémo promover su
fin si deja el sufrimiento para el interior de las familias
y reserva para el adolescente el desparpajo, la omnipo-
tencia, el desafio, si se impone el ideal de cuerpos
sexuados perfectos en detrimento de adolescentes con
una genitalidad desarrollada, pero con una psicosexua-
lidad incipiente y grandes desafios por delante? ¢Cémo
encarar el desafio que implica, en una etapa de conmo-
vedora crisis vital, integrar pasado y presente hacia un
futuro con identidad y proyecto personales?
A pesar de estas dificultades, consideraré algunos
pardmetros que permitan vislumbrar el pasaje de la
adolescencia hacia la adultez, con la conviccién de que
es el abandono de la infancia la circunstancia més con-
movedora de este periodo de la vida.
BRECHA GENERACIONAL
El conflicto generacional surge como problematica de
muchas de las consultas, debido a que los espacios
psiquicos, lugares y roles asignados se trastocan y se
confunden, junto con estados de dnimo también muy
cambiantes. Si los padres se conducen como padres
excesivamente “amigueros”, situacién en la que todo es
aceptado, estimulado y compartido, impiden la lucha
necesaria, que deparard el desprenderse y consolidar
su propio estilo y manera de ser, a partir de —y a su vez
dejando de ser— el nifio que se ha ido.
En momentos en los que la confusién y las posibilida-
des yoicas son tan extremas —ausencia de limites o limi-
tes infranqueables, padres como amigos o padres como
enemigos —que tienen. una:actitud poco amistosa 0 que
constituyen una rivalidad estimulante— son los que impi-
den que el conflicto’ generacional sea la via del logro de
‘una psicosexualidad en continua revisién y desarrollo.
La confrontacién generacional es, asi, estructurante.
Si no confrontan con sus hijos, ya sea porque los pa-
162dres, temerosos de perder la juventud, lo evitan, o por-
que temen perder el amor infantil de sus hijos y no se
animan a poner limites, actuiian, en ambos casos, como
cémplices, idealizando la fuerza de los adoiescentes pero
impidiendo la natural necesidad de ser “matados” por
ellos. El miedo a poner limites por parte de los padres,
contrastaré con la busqueda de los adolescentes de di-
chos limites, a veces “sea como sea”, porque es la posi-
bilidad de crecer. ;
Por otra parte, la necesidad que tiene el adolescente
de encontrar nuevos pardmetros identificatorios, de
romper ataduras con los estilos relacionales previos (sin
“romperse” en el intento), creando un estilo personal y
original, genera a vecés en los padres tal fuerza de
oposicién, de rigidez, de incomprensién y de intoleran-
cia, que los lleva a ver a esta etapa de crisis positiva
como una afrenta a los modelos y pautas familiares y
sociales establecidos. Por ende, los padres la conside-
ran digna de coartar o de limitar, no con la autoridad
adulta que renueva y alienta ‘el cambio, sinc con un
autoritarismo vejatorio de la bisqueda oue implica la
adolescencia.
La sociedad, con sus particulares politicas educati-
vas y laborales, tiene una fuerte responsabilidad en la
necesidad de establecer un Iinttite afectuoso, un I{mite
que, reconociendo su propia nécesidad, no mande “al
frente” (jtantas veces es y ha sido asi!) al adolescente,
creyendo que,.como suele “enfi‘entar”, puede todo ilimi-
tadamente.
En la siguiente vifieta clinica, alguno de los aspectos
sefialados dificultan el proceso de conclusién de la ado-
lescencia-infancia.
Mariel, de 22 ayios, excelente estudiante de abogacia
préxima a graduarse, consulta debido a que desde hace
‘un par de meses, y por primera vez en toda su carrera,
no puede estudiar, ni concentrarse, sufriendo palpita-
ciones y sensacién de ahogo (angustia). Fs muy eviden-
163te, tanto’ para la inteligente joven como para su entor-
no, que estos sintomas se relacionan con. su_préxima
graduacién, ya que nunca tuvo dificultades en el estu-
dio. siempre supo lo que queria hacer, y por influencias
familiares tiene buenas posibilidades laborales. Se pien-
sa independizar préximamente, hecho que toda su fa-.'
milia toma con “naturalidad”. Todas estas explicaciones
que;se da a sf misma y comparte con otros, no alivian
su malestar. Dice que esto que sienite (angustia) quisie-
ra sacdrselo de encima, pero que, a su vez, le hace
poder decir “no sé”. Este es un pensamiento que mu-
chas veces escuché en otros, pero nunca lo habia podido
sentir como propio.
Al indagar sobre el comienzo del sintoma, recuerda una
situacién que la conmocioné intensamente. Estaba en un
bar cercano a la facultad, con un grupo de amigos, y de
casualidad entraron sus padres; al verla se acercaron a la
mesa y saludaron a todos. Uno de los amigos, al volver del
baiio, le pregunté: yEsa pareja son amigos tuyos? Risas,
comentarios... Mariel recuerda que tras las risas, sintié
como una puiialada en el pecho (angustia). ,Cémo los
padres van a parecer amigos? O ellos son “demasiado”
chicos o Mariel es “demasiado” grande... jjConfundirlos
con compaiieros!! Si son iguales a ella, seguir4n siendo
siempre iguales... {Y la brecha generacional que los dife-
rencia? A quién se parece ella? {Tiene algun proyecto
“distinto y propic”? {Qué va a dejar o cambiar?
Si bien Mariel, en el comienzo de la adolescencia,
alrededor de los 14 0 15 afios, tuvo fuertes peleas y
rebeldias y cree verse a la distancia como una “perfec-
ta” adolescente, ahora piensa que para dejar ‘le serlo,
tiene que pasar ~y desea hacerlo— por ciertos cambios,
pero especialmente tiene que transitar incertidumbres
mayores que las perfecciones acostumbradas. Est en
juego algo tan vital como concluir la exogamia. Recono-
ce que si sus padres parecen una pareja tan joven, es
un tema de ellos y no implica que Mariel deba ubicarse
en el medio o a su lado, replicando la triangularidad
164vivida en su infancia. La alienta la juventud que pre-
servan,.pero ella no puede permanecer como una nena
para impedir su envejecimiento: debe armar su propio
y verdadero proyecto de vida y de realizacién personal.
Tiste es una “graduacién” que le resulta m4s ardua
que su graduacién universitaria, pero ambos procesos
concluyen con:formas de procesamiento mas personales
y auténticas:
LA CONFLICTIVA EDIPICA. CAMBIOS
EN LA MODALIDAD DE DEPENDENCIA
La conflictiva edipica se reactualiza en esta etapa en
toda su magnitud, pero también se reactualiza en la
generacién de los padres. El Edipo no es un conflicto
cerrado, como, no es cerrada su resolucién; interjuega
en las distintas etapas de las relaciones familiares.
El nacimiento de un hijo -y esencialmente el prime-
ro- es conmogionante y tiene un sentido inicidtico: se
“aprende” a ser padre con el hijo, con la casi unica e
importante experiencia del hijo que uno ha sido y de la
atencién, cuidados y expectativas que aquella situacién
ha generado. Es como si existiera una “marca” corpo-
ral, una disposicién, un estilo acufiado. |
No estoy dejando de considerar todas las modificacio-
nes, alternatiyas, bisquedas, oposiciones y remodela-
ciones que la vida -en sentido amplio— y el propio sujeto
han modelado a partir de dicho comienzo particular.
También la adolescencia, y las modificaciones en el
psiquismo que ésta acarrea, tienen un cardcter inicidtico
para el sujeto, para el entorno y la familia. {Inicidtico en
qué sentido? Para el adolescente, en la medida en que él
ya tiene un corto pero delimitado pasado, un presente
contradictorio y cambiante, con plenitud genital (pero no
psicosexualidad), con un yo pletérico y' con un “incon-
mensurable” futuro en donde podré forjar al adulto que
desee y el mundo de sus expectativas. El adolescente
165relaciona (ademas de sus pares) con adultos en los que
la proporcién entre el pasado y el futuro es opuesta a la
suya, teniendo en cuenta que el presente de sus padres
es habitual que coincida con la edad media de la vida.
En ambos polos, las estructuras triangulares se conmue-
ven. Los adolescentes comienzan a ver a sus padres no
solamente desde esta perspectiva, sino como hombre y
mujer, con todas las fantasias, deseos, conflictos y temo-
res, y son mirados por ellos como hijos que ya son tam-
bién hombre y mujer, y que deben preservarse del incesto
y lograr la exogamia, eligiendo a otro hombre o mujer.
Los padres también reactualizan dicha conflictiva edipica,
tanto frente a la renuncia del deseo sexual sobre sus
hijos adolescentes como del que debieron ejercer, en su
adolescencia, frente a sus propios padres.
Puede parecer una falacia el hecho de que esté plan-
teando que, para dejar atrés la adolescencia, en rea-
lidad lo que hay que concluir es la infancia, esa infancia
que contenfa todas las expectativas largamente acu-
fiadas para cuando “uno fuera grande”. {Quiénes son
los “grandes” de la infancia? Los padres y los que des-
empefien una funcién y/o rol que permita una depen-
dencia afectiva que sostenga y a su vez dé posibilidades
de crecimiento yoico. La dependencia afectiva respecto
de los objetos de amor no cede en el curso de toda la
vida. Cambia en cuanto a su funcién, su singularidad
y su potencial. estructurante. Pero, si hablamos de
concluir la infancia,-es una particular dependencia
afectiva la que se interrumpe. Podrfamos pensar que,
al promediar la adolescencia, el joven est4 en condi-
ciones afectivas favorables para acoger a otro en esta-
do de dependencia, tal como él lo fue en sus origenes.
Esto puede implicar llegar a uhestado mental en donde
la paternidad es posible, 0 todo tipo de relacién en
donde el joven-adulto puede sostener a alguien (0 al-
guna actividad o proyecto) que dependa de él.
Estoy propiciando, entonces, considerar esta posibili-
dad como un pardmetro de terminacién de la adoles-
166cencia —con la relativividad que se debe considerar di-
cha superacién— y, esto si es mds taxativo, la infancia
y el particular vinculo de dependencia con las figuras
parentales. A su vez, es necesario record.ar —de acuerdo
con lo conceptualizado por Peter Blos (1980) al hablar
de la transicién adolescente- que este gran movimien-
to, con.adhesiones y rechazos marcados, con cuer-
pos que se desarrollan y se mueven Ilenando el espacio,
imponiéndose y haciéndose notar, produce el sufrimiento
que conlleva la contradiccién «atre la grandiosidad nar-
cisista y el sentimiento contrario de “no ser nadie”, con
vivencias de impotencia, de no ser comprendido y de
desesperacién en tanto existe la perentoriedad de la
pérdida objetal. Asf, los cambios de estados de 4nimo
son intensos y frecuentes, a veces sienten que se puede
modificar el mundo y confiar en el cambio que pueden
proponer y realizar, y en ctros momentos creen que
nada ni nadie es posible, sienten tristez:, sensacién de
vacio y de falta de sostén benévolo, como la pérdida de
un medio ambiente —parafraseando a Winnicott— “sufi-
cientemente bueno”.
Promediando este perfodo, hay un trabajo que cede,
que cambia el estilo de dependencia infantil y promue-
ve un humor y estado de 4nimo con menos “sobresal-
tos”. Con los proyectos, se comienza a armar una nueva
versién de la historia infantil, es frecuente,el interés
por los antepasados, las.polaridades se atenttan y se
empieza a “ser grande” con el dolor y la fuerza de de-
pender més de las propias posibilidades. En aquella
ambivalencia y lucha.—dejar de ser el nifio que depen-
de, ser el grande con proyectos de independencia— el
conflicto debe ser externalizado, lo que por otra parte,
al igual que acontece en la infancia, da posibilidades
de resolverlo. La agresién se dirige a las instituciones,
a la sociedad, como otrora fue predominantemente con
respecto a las figuras parentales. Se comienza a conso-
lidar la visién del mundo y de sf mismo, la manera de
ser y cl conocimiento de los “puntos débiles”, y asi,
167poder tolerar, esperar, confiar, conocer la vulnerabili-
dad y falencias propias y ajenas es otro “gran” y posible
desafio.
Miguel, de 24 afios, acude a la consulta muy angus-
tiado, luego de que su novia Claudia, dos afios menor,
Je plantea el deseo de terminar la relacién que tenian
desde hacia mds de dos afios. El joven relata
pormenorizadamente la diferencia entre las dos fami-
lias, la suya y la de Claudia. La propia, con pautas de
exigencia, esfuerzo, orden, realizacién personal y ma-
yor bienestar econémico. Miguel es un reciente gradua-
do en ingenierfa y ya ha comenzado a trabajar, luego
de algunas pasantias. La familia de Claudia es un
“desbole”, a veces no hay comida, no se organizan, no
respetan horarios. Claudia a su vez es irregular en el
estudio, empieza y deja actividades, no parece ser res-
ponsable. Miguel sefiala cémo la ha ayudado a estu-
diar, a que se organizara mejor, incluso proponiéndole
ayuda econémica frente a dificultades de su familia y
regalandole cosas que pudiera necesitar. Hace un rela-
to niinucioso —casi reiterativo— de la familia, y de Clau-
dia'como parte de ella. De quién esté enamorado?,
gqtiién lo deja? Claudia lo quiere como novio, si bien a
vecss le resulta facilitador que Miguel le resuelva sus
necesidades. Pero Miguel se ubica casi siempre en un
rol familiar paterno-materno y evita asi su propia-ur-
gencia de “ruptura” filial y'de armado del proyecto
personal de su posible familia, con su propio estilo.
Siente que su madre y padre dadores, “ordenados” (or-
denadores) le reclaman una fidelidad que vulnera la
conclusién de una modalidad de dependencia infantil.
La angustia que ha generado lo inesperado de esta
ruptura, dard posibilidades a Miguel de revisar que,
como novio, sé ubica en el lugar de un padre o madre
“dador”, reactualizando esa misma ubicacién para si
mismo y por lo tanto evitando su propio “rompimiento”
con las figuras parentales, hacia la exogamia. Poder
tolerar que en dicha ruptura hay un acopio afectivo y
168no un desligamiento implica el dolor de dejar de ser el
chico protegido y sustentado por sus padres, en pos de
su propio proyecto afectivo.
IDENTIDAD SEXUAL
La posibilidad de establecer una identidad sexual
definitiva se suele considerar como otro criterio de ter-
_Mminacién de Ja adolescencia. {Es definitiva? Me in-
teresa considerar algunas ideas, desde lo individual, lo
intersubjetivo y lo social, para el replanteo de este
pardmetro. .
En primera instancia, el concepto de identidad sexual
proviene de la asuncién de la identidad sexual “origi-
nal” que todo chico debe aceptar, luego de tener que
descartar la bisexualidad tan complaciente de los pri-
meros aiios de vida. La actividad sexual a la que el
adolescente accede no ofrece ninguna garantia de que
se haya logrado una identidad sexual definitiva. Ha-
ciendo un rodeo y tomando el término “definitivo’,
observamos que en esta edad las relaciones tienden a
que haya muchos amores “definitivos”, muchas veces
“definitivos”, pero con temor a implicarse en un com-
promiso, afectivo “definitivo”.
Si cotejamos esta situacién con consultas por nifios a
los que la salida de la -bisexualidad les resulta muy
dificultosa, con vivencias catastréficas de pérdida, pa-
reciera que en el adolescente (y los que persisten atra-
pados en esta; problematica), frente a la perentoriedad
de satisfacer la pulsién, la bisqueda del otro es inten-
sa, pero también suscita temor y ansiedad de castra-
cién vinculados con el del atrapamiento afectivo.
Sabemos que en el comienzo de la pubertad es habi-
tual que los chicos “ensayen” con un par de su mismo
sexo en la busqueda del ejercicio de su propia
genitalidad, pero esto no implica, de ninguna manera,
desviacién ni conflicto de identidad sexual. Con los
169medios que se obtienen en la infancia, el proyecto de
vida se hace en la adolescencia y, por ende, la
psicosexualidad en su sentido més amplio también se
concreta y se apuntala en dicha etapa.
Pareciera que nuestra sociedad est tendiendo a
“(nfantilizar” —en tanto se exalta la ambigiiedad en de-
trimento de los hitos que marcan la diferenciacién de
identidad sexual- en la medida en que sobrevalora el
cuerpo y el estilo adolescente. Esto lleva a una tendencia
a lo “indefinido”, que se halla cargado, a su vez, de men-
sajes ambivalentes: por un lado, la permanencia de una
identidad de nifio, idealizada pero fallida, y, por otro, la
exigencia de desempefios y logros acordes con lo “espe-
rado”, lo cual no propicia proyectos identificatorios que
vehiculicen el pasaje de la adolescencia hacia la adultez.
E] permanecer adolescente da garantia de no diferencia-
cién, de no cambio, en un momento en que el logro de
una remozada identidad otorga, a su vez, la posibilidad
de establecer un propio proyecto de vida afectiva.
Los chicos, hasta alrededor de los 3 afios y debido a
que la represién atin no est4 enteramente instalada, no
asumen la identidad del sexo con el que han sido dota-
dos, y es asi como pueden ser alternativamente nena 0
nene, que “tiene” y “hace” bebés. Y es en este sentido
que hablo de una perpetuacién social de lo infantil, de
la cual los medios y la publicidad son sus mds fuertes
transmisores, dado que vierten mensajes de ambigiie-
dad y de valorizacién: de este rasgo, el “vale todo” que
indica los fallos de la represién necesaria para concre-
tar, en la adultez, los proyectos adolescentes. Porque
los proyectos se van tejiendo en esta etapa, pero se
necesita un medio (familia, sociedad) qué los avale y
que permita su concreci6n.:Esto resulta tan vdlido y
necesario en el aspecto de la identidad sexual como en
el plano de las oportunidades del desarrollo educativo
y laboral. El mecanismo de la represién, que implica un
importante logro yoico y de identificacién con el proge-
nitor del mismo sexo, requiere, por supuesto, ciertas
170condiciones vinculares y, de manera fundamental, la
aceptacién y el dolor, en tanto duelo, por “no tener todo”.
Es por esto que, cuando se “infantiliza” u, opuesta-
mente, se “adultiza” al adolescente, poniéndolo en el
pedestal del que todo lo puede o en la ignominia de
carecer de todo, en referencia a las posibilidades que la
sociedad le restringe, no se lo ayuda a dilucidar uno de
Jos dilemas que mAs lo acechan, esto es, tener que elegir,
y elegir supone desechar y perder. Esto se refiere tanto
a la asuncién de la identidad sexual como a la eleccién
de pareja, o a la eleccién vocacional. Esa eleccién es una
posibilidad, un logro y una concrecién que, en la instan-
cia de la asuncién de la identidad sexual, requiere, cori0
ya ocurrié a temprana edad, una adecuada represion. Y
también requiere una sociedad y un marco farviliar in-
serto en ella que acepte la brecha gereracional y la
pérdida -y el logro- que implica la terminacién de la
infancia-adolescencia en el camino hacia la adultez. Si-
tuacién que se engarza con el otro paramctro que consi-
deré como salida de esta etapa: la posibil‘dad de ejercer,
con y hacia otros, un vinculo de devendencia afectiva.
CONCLUSIGNES
En el comienzo de la adolescencia, es habitual obser-
var fantasias de autoengendramiento que permiten el
importante proceso de consolidacién de la identidad y
que, promediando aquélla, da lugar a reconocer y reco-
nocerse en el propio estilo y manera de ser. Aunque, si
dichas fantasias son muy intensas, llevan a que el
adolescente se sienta criticamente incomprendido, a que
no encuentre lazos que lo liguen a su familia, a sus
progenitores. Y su entorno familiar se sieate sorprendi-
do e inexperto frente al desconocimiento de alguien tan
abruptamente “distinto”.
Este movimiento afectivo vehiculiza la salida a la
exogamia y la necesidad del reconocimiento del armado
171de su propio proyecto vital. Per supuesto que, en este
recorrido, suelen acontecer muchos temblores y terremo-
tos. Esta metéfora intenta reflejar la intensidad y la
ambivalencia de las emociones que se transitan: omnipo-
ten¢ia-impotencia, certeza-incertidumbre, fortaleza-debi-
lidad, plenitud-vacio, reconocimiento-desconocimiento,
soderbia-inocencia, ternura-odio. Al concluir la adolescen-
cia; este tembladeral de oposiciones y cambios permanen-
teg va cediendo, en la medida en que el adolescente se
consolida en su identidad y se reconoce a s{ mismo y.a
los demds en su propio estilo y manera de ser.
Quisiera resaltar acd que la facultad del adolescente
de “pensar” a otro dependiendo de él, instala en la sub-
jetividad la posibilidad de ser padre o madre. Ello no
implica que éVella necesite esa concrecién, pero sf le
permite salirse del lugar “tinico” de hijo y tener la viven-
cia de reconocer a los padres, con sus fallas y sus acier-
tos, sus carencias,-sus posibilidades, su presencia y su
ausencia. Tal vez sea por esta causa que la conclusién de
la adolescencia traiga muchas veces tanta “calma” frente
a la turbulencia pasada, pero también tanto dolor de
dejar de ser el hijo y el chico que se ha sido. Proceso
arduo y doloroso en el que a veces permanecen algunos
adultos, lejos ya de la edad de la adolescencia, en la
perpetua ilusién, reclamo, demanda o eterna espera del
encuentro con los padres anhelados de la infancia, ya
sea por su previa bonhomia o benevolencia, o por la
experiencia opuesta de distérsiones o carencias vinculares,
reales o imaginarias.
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