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FISIOPATOLOGÍA DE LA MUERTE

DE JESUCRISTO
Jesús una persona Politraumatizada

Rubén Dario Camargo R.


Medicina Interna - Cuidados Intensivos.
Barranquilla, Colombia 2003.

INTRODUCCIÓN

Los estudios médicos que tratan de explicar la causa de la


muerte de Jesucristo, toman como material de referencia un
cuerpo de literatura y no un cuerpo físico. Publicaciones sobre
los aspectos médicos de su muerte se reportan desde el siglo I.

Hoy día, con base a los conocimientos de la fisiopatología


del paciente traumatizado, se puede llegar a inferir los cambios
fisiológicos padecidos por Jesucristo durante su pasión y
muerte. Los relatos bíblicos de la crucifixión descritos a través
de los evangelios y documentación científica al respecto,
describen que padeció y sufrió el más cruel de los castigos. El
Es un más inhumano y despiadado de los tratos que puede recibir un
hombre y ser humano.
una sed
Descubrimientos arqueológicos relacionados con las
practicas romanas de la crucifixión. Proveen información
valiosa que da verdadera fuerza histórica a la figura de Jesús, y
a su presencia real en la historia del hombre.

Históricamente este acontecimiento se inicia durante la


celebración de la pascua judía, en el año 30 de nuestra era. La
última cena se realizó el jueves 6 de abril (nisan 13). La
crucifixión se llevo a cabo el 7 de abril (nisan 14). Los años del
nacimiento y la muerte de Jesús permanecen en controversia.

HUERTO DE LOS OLIVOS. (GETSEMANI)


Los escritores sagrados describen la oración de
GETSEMANI con enérgicas expresiones. Lo vivido por Jesús
antes de ser tomado como prisionero, lo refieren como una
mezcla indecible de tristeza, de espanto, de tedio y de flaqueza.
Esto expresa una pena moral que ha llegado al mayor grado de
su intensidad.

Fue tal el grado de sufrimiento moral, que presentó como


manifestación somática, física; sudor de sangre (hematihidrosis
o hemohidrosis). “sudor de sangre, que le cubrió todo el cuerpo
y corrió en gruesas gotas hasta la tierra”. (Lc 22, 43).

Caso no usual en la practica médica. De presentarse está


asociado a desordenes sanguíneos. Fisiológicamente es debida
a congestión vascular capilar y hemorragias en las glándulas
sudoriparas. La piel se vuelve frágil y tierna.

Después de este primera situación ocasionada por la


angustia intensa. Es sometido a un ayuno que durara toda la
noche durante el juicio, y persistirá hasta su crucifixión.

FLAGELACIÓN

La flagelación era un preliminar legal para toda ejecución


Romana. A la víctima le desnudaban la parte superior del
cuerpo, lo sujetaban a un pilar poco elevado, con la espalda
encorvada, de modo que al descargar sobre esta los golpes,
nada perdiesen de su fuerza y golpeaban, sin compasión, sin
misericordia alguna.

El instrumento usual era un azote corto (flagrum o


flagellum) con varias cuerdas o correas de cuero, a las cuales se
ataban pequeñas bolas de hierro o trocitos de huesos de ovejas a
varios intervalos.

Cuando los soldados azotaban repetidamente y con todas


sus fuerzas las espaldas de su víctima, las bolas de hierro
causaban profundas contusiones y hematomas. Las cuerdas de
cuero con los huesos de oveja, desgarraban la piel y el tejido
celular subcutáneo .
Al continuar los azotes, las laceraciones cortaban hasta los
músculos, produciendo tiras sangrientas de carne desgarrada.
Se creaban las condiciones para producir perdida importante de
líquidos (sangre y plasma). Hay que tener en cuenta que la
hematidrosis había dejado la piel muy sensible en Jesús.

Después de la flagelación, los


soldados solían burlarse de sus
víctimas. A Jesús, le fue colocada sobre
su cabeza, como emblema irónico de su
realeza una corona de espinas. En
Palestina abundan los arbustos
espinosos, que pudieron servir para este
fin; se utilizó el Zizyphus o Azufaifo,
llamado Spina Christi , de espinas
agudas, largas y corvas.

Le fue colocada una túnica sobre


sus hombros (un viejo manto de
soldado, que figuraba la púrpura de que se revestían los reyes,
"clámide escarlata"), y una caña, parecida al junco de Chipre y
de España como cetro en su mano derecha.

CRUCIFIXIÓN

El suplicio de la cruz es de origen oriental. Fue recibido de


los persas, asirios y caldeos; por los, griegos, egipcios y
romanos. Se modifico en varias formas en el transcurso de los
tiempos.

En principio fue un simple poste. Luego se fijo en el


remate una horca (furca), de la que se suspendía el reo por el
cuello. Después se adiciono un palo transversal (patibulum),
tomando un nuevo aspecto. Según la forma en que el palo
transversal se sujetara al palo vertical, se originaron tres clases
de cruces:

La crux decussata. Conocida como cruz de San Andrés,


tenia la forma de X.
La crux commissata. Algunos la llaman cruz de San
Antonio, se parecía a la letra T.

La crux immisa. Es la llamada cruz latina, que todos


conocemos.

Se obligo a Jesús, como era la costumbre a cargar la cruz;


desde el poste de flagelación al lugar de la crucifixión. La cruz
pesaba más de 300 libras (136 kilos) sólo llevo el patíbulo que
pesaba entre 75 y 125 libras. Fue colocado sobre su nuca y se
balanceaba sobre sus dos hombros.

Con agotamiento extremo y debilitado, tuvo que caminar


un poco mas de medio kilómetro (entre 600 a 650 metros) para
llegar al lugar del suplicio. El nombre en arameo es Golgotha,
equivalente en hebreo a gulgolet que significa “lugar de la
calavera”, ya que era una protuberancia rocosa, que tenia cierta
semejanza con un cráneo humano, hoy se llama por la
traducción latina calvario.

Antes de comenzar el suplicio de la crucifixión, era


costumbre dar una bebida narcótica (vino, con mirra, e
incienso) a los condenados; con el fin de mitigar un poco sus
dolores. Cuando presentaron a Jesús este brebaje, no quiso
beberlo. ¿Que podría mitigar un dolor moral y físico tan
intenso, cuando su cuerpo, todo policontundido, sólo esperaba
enfrentar su último suplicio, sin alivio alguno, con pleno
dominio de sí mismo?

Con los brazos extendidos, pero no tensos, las muñecas


eran clavadas en el patíbulo. De esta forma, los clavos de un
centímetro de diámetro en su cabeza y de 13 a 18 centímetros
de largo, eran probablemente puestos entre el radio y los
metacarpianos, o entre las dos hileras de huesos carpíanos, ya
sea cerca o a través del fuerte flexor retinaculum y los varios
ligamentos intercarpales. En estos lugares aseguraban el
cuerpo.
El colocar los clavos en
las manos hacia que se
desgarraran fácilmente
puesto que no tenían un
soporte óseo importante.

La posibilidad de una
herida periosea dolorosa fue
grande, al igual que la lesión
de vasos arteriales tributarios de la arteria radial o cubital. El
clavo penetrado destruía el nervio sensorial motor, o bien
comprometía el nervio mediano, radial o el nervio cubital. La
afección de cualquiera de estos nervios produjo tremendas
descargas de dolor en ambos brazos. El empalamiento de varios
ligamentos provoco fuerte contracciones en la mano.

Los pies eran fijados al


frente del estípete por medio
de un clavo de hierro,
clavado a través del primero
o segundo espacio
intermetatarsiano. El nervio
profundo peroneo y
ramificaciones de los nervios
medianos y laterales de la
planta del pie fueron heridos.

¿Se clavaron ambos pies con un solo clavo o se empleo un


clavo para cada pie? También esta es una cuestión
controvertida. Pero es mucho más probable que cada uno de los
pies del salvador estuvo fijado a la cruz con clavo distinto. San
Cipriano que, más de una vez había presenciado crucifixiones,
habla en plural de los clavos que traspasaban los pies. San
Ambrosio, San Agustín y otros mencionan expresamente los
cuatro clavos que se emplearon para crucificar a Jesús.

San Meliton de Sardes escribió: “los padecimientos físicos


ya tan violentos al hincar los clavos, en órganos por extremo
sensibles y delicados, se hacían aun más intensos por el peso
del cuerpo suspendido de los clavos, por la forzada inmovilidad
del paciente, por la intensa fiebre que sobrevenía, por la
ardiente sed producida por esta fiebre, por las convulsiones y
espasmos, y también por las moscas que la sangre y las llagas
atraían”

No han faltado quienes dijesen que los pies del salvador


no fueron clavados, sino simplemente sujetos a la cruz con
cuerdas; pero tal hipótesis tiene en contra, tanto el testimonio
unánime de la tradición , que ve en el crucificado Jesús el
cumplimiento de aquel, celebre vaticinio: "han taladrado mis
manos y mis pies" (sal 21); como en los mismos evangelios,
pues leemos en San Lucas (Lc 24, 39-40) “ved mis manos y
mis pies; yo mismo soy; palpad y ved..Y, dicho esto, les mostró
las manos y los pies”.

Dice Bosssuet: ¿como describir los padecimientos morales


que soportó nuestro Señor Jesús Cristo durante su horrorosa
agonía? Cuando una muchedumbre de gente se saciaba sus ojos
con el espectáculo de aquella agonía, acompañando con todo
tipo de ultrajes que le colmaron hasta el último momento.
Sufría al ver la mirada abnegada de su madre y sus amigos, a
quienes sus dolores tenían sumidos en profunda tristeza. Todo
Él era, digámoslo así, un tormento en sus miembros, en su
espíritu, en su corazón y en su alma.

De todas las muertes la de la cruz era la más inhumana,


suplicio infamante, que en el imperio romano se reservaba a los
esclavos (servile suppliciun)

Después de las palabras en Getsemaní vienen las


pronunciadas en el Gólgota, que atestiguan esta profundidad,
única en la historia del mundo. Dios mío, Dios mío, ¿por que
me has abandonado?" Sus palabras no son sólo expresión de
aquel abandono, son palabras que repetía en oración y que
encontramos en el salmo 22.

INTERPRETACION FISIOPATOLOGICA DE LA MUERTE


DE JESUCRISTO

En la muerte de Jesús varios factores pudieron contribuir.


Es importante tener en cuenta que fue una persona
politraumatizada y policontundida; desde el mismo momento
de la flagelación, hasta su crucifixión.

El efecto principal de la crucifixión, aparte del tremendo


dolor, que presentaba en sus brazos y piernas, era la marcada
interferencia con la respiración normal, particularmente en la
exhalación. El peso del cuerpo jalado hacia abajo, con los
brazos y hombros extendidos, tendían a fijar los músculos
intercostales a un estado de inhalación y por consiguiente
afectando la exhalación pasiva. De esta manera la exhalación
era primeramente diafragmatica y la respiración muy leve. Esta
forma de respiración no era suficiente y pronto produciría,
retención de CO2 (hipercapnia).

Para poder respirar y


ganar aire Jesús tenia que
apoyarse en sus pies, tratar
de flexionar sus brazos y
después dejarse desplomar
para que la exhalación se
produjera. Pero al dejarse
desplomar le producía
igualmente una serie de
dolores en todo su cuerpo.

El desarrollo de calambres musculares o contracturas


tetanicas debido a la fatiga y la hipercapnia afectaron aún más
la respiración. Una exhalación adecuada requería que se
incorporara el cuerpo empujándolo hacia arriba con los pies y
flexionando los codos, aductando los hombros. Esta maniobra
colocaría el peso total del cuerpo en los tarsales y causaría
tremendo dolor. Más aún, la flexión de los codos causaría
rotación en las muñecas en torno a los clavos de hierro y
provocaría enorme dolor a través de los nervios laceradas. El
levantar el cuerpo rasparía dolorosamente la espalda contra la
estípe. Como resultado de eso cada esfuerzo de respiración se
volvería agonizante y fatigoso, eventualmente llevaría a la
asfixia y finalmente a su fallecimiento.

Era costumbre de los romanos que los cuerpos de los


crucificados permaneciesen largas horas pendientes de la cruz;
a veces hasta que entraban en putrefacción o las fieras y las
aves de rapiña los devoraban.

Por lo tanto antes que Jesús muriese, los príncipes de los


sacerdotes y sus colegas del Sanedrín pidieron a Pilato que,
según la costumbre Romana, mandase rematar a los
ajusticiados, haciendo que se le quebrasen las piernas a golpes.
Esta bárbara operación se llamaba en latín crurifragium (Jn 20,
27).

Las piernas de los ladrones fueron quebradas, más al llegar


a Jesús y observar que ya estaba muerto, renunciaron a
golpearle; pero uno de los soldados para mayor seguridad quiso
darle lo que se llamaba el “golpe de gracia” y le traspaso el
pecho con una lanza.

En esta sangre y en esa


agua que salieron del
costado, los médicos han
concluido que el pericardio,
(saco membranoso que
envuelve el corazón), debió
ser alcanzado por la lanza, o
que se pudo ocasionar
perforación del ventrículo
derecho o tal vez había un hemopericardio postraumático, o
representaba fluido de pleura y pericardio, de donde habría
procedido la efusión de sangre.

Con este análisis que si bien es conjetura, nos acercamos


más a la causa real de su muerte. Interpretaciones que se
encuentran dentro de un rigor científico en cuanto a su parte
teórica; más no demostrables con análisis ni estudios
complementarios.

Los cambios sufridos en la humanidad de Jesucristo, se


han visto a la luz de la medicina, con el fin de encontrar
realmente el carácter humano, en un hombre que es llamado el
hijo de Dios, y que voluntariamente acepto este suplicio,
convencido del efecto redentor y salvador para los que crean en
ÉL y en su evangelio.

REFERENCIAS

1. Sermo de Passione
2. San Justiniano, Dial, c, Tryph, 97,98,104, y apol, 135; Tertuliano,
adv. Marc,
3. Camargo Rubén. Diario el heraldo. B/quilla, Col 1990
4. Rev. Med. Jama 1986;255;1455-1463
5. Fragm, 16
6. Tractac in Joan, 36,4 - De obitu Theodos, 47 y 49
7. Séneca,Epist,101; Petronio, Sat 3,6; Eusebio, Hist,eccl,8,8
8. Carta Apostólica Salvifici Doloris 1984
9.Louis Claude Fillion. Vida de Nuestro Señor Jesucristo. Tomo III

Rubén D Camargo R .MD

E-mail. rcrubio@alumni.unav.es

asión y muerte de Cristo desde el


punto de vista médico
2 mayo, 2013 por J. Alfonso Miranda
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Con la película La Pasión de Cristo ha surgido el interés en mucha gente
sobre la realidad del sufrimiento y muerte de Jesús. Yo he visto la película y debo decir que, aunque
se aproxima mucho a la realidad, ésta supera con creces a la ficción en cuanto al grado de sufrimiento
que experimentó Jesús.

Realmente no se puede realizar un estudio antropológico como tal, por la carencia de distintos tipos
de evidencia física, como se haría en un estudio forense, más bien se elabora un estudio de
acontecimientos, y se busca una explicación medico científica de lo ocurrido.

La Crucifixión (lat. Crux, crucis=Cruz, figere=fijar). Fue inventada por los persas entre 300-400
A.C. Es posiblemente la muerte más dolorosa inventada por el hombre, reconociéndola como forma
de sufrimiento lento, doloroso, materia en la cual los romanos eran expertos. Este castigo era
reservado para los esclavos, los extranjeros, los revolucionarios, y para el más vil de criminales.
Cicerón la definía como el castigo más cruel y abominable.

Durante 18 horas – desde las 9 de la noche del jueves hasta las 3 de la tarde del viernes, la hora en
que murió-, Jesús sufrió múltiples agresiones físicas y mentales pensadas para causar una intensa
agonía, debilitar a la víctima y acelerar la muerte en la cruz.

EN EL HUERTO DE GETSEMANÍ.

La pasión física de Jesús comienza en Getsemaní. Todos hemos leído que Jesús sudó sangre y muchos
nos hemos preguntado por la veracidad de este hecho. Aunque es muy raro, el fenómeno del sudor de
sangre es bien conocido por la ciencia médica. Es interesante que el médico del grupo, Lucas, sea el
único que menciona este fenómeno.

El sudar sangre, hematidrosis ó hemohidrosis, se produce en condiciones excepcionales: para


provocarlo se necesita un debilitamiento físico, y se atribuye a estados muy altos de estrés, esto
provoca una presión muy alta y congestión de los vasos sanguíneos de la cara, la presión alta y la
congestión provoca pequeñas hemorragias en los capilares de la membrana basal de la piel y algunos
de estos vasos sanguíneos se encuentran adyacentes a las glándulas sudoríparas. La sangre se mezcla
con el sudor y brota por la piel. Esta es la primera perdida de líquidos corporales que experimentó
Jesús (aproximadamente de 150 a 200 ml.)

Todo lo anterior, estrés, perdida sanguínea por la hematohidrosis, provoca en el cuerpo humano un
aumento del metabolismo en su fase catabólica (consumo), este mismo se refleja directamente en el
consumo principal de carbohidratos (glucógeno), esta reserva es muy pobre y se acaba pronto, por lo
que se inicia un estado en el cual se consumen las proteínas del cuerpo y el catabolismo. En
condiciones normales este mismo, puede estimular la redistribución de líquido del espacio intracelular
al extracelular. Es decir, que el paciente comienza a hincharse. La piel se hace más frágil y vulnerable
a cualquier trauma.

¿Por qué tanto estrés? Jesús estaba sufriendo en agonía. No había escapatoria. Estaba escrito que el
Mesías debía morir y Él lo sabía y sabía todo lo que le iba a pasar. Iba a sufrir el mayor de los terrores.
En este momento se siente traicionado (no olvidemos que aunque la visión de Judas que tenemos
nosotros es la de un traidor y un suicida, alguien malo, para Jesús y los demás discípulos, era uno más
de los escogidos); abandonado por sus discípulos, pues ya predijo a Pedro que lo iba a negar tres
veces, e incluso iba a sentirse abandonado por Dios Padre. Así que no solamente era el dolor físico
lo que atormentaba a Jesús provocándole la hematidrosis. Sabía el dolor que como hombre sufriría.
Siendo Dios, Él podría haber escapado. La lucha interna debería ser extremadamente traumática. Sin
embargo decidió escoger ir a la muerte en la cruz, y ser obediente al plan de salvación de la única
forma en que se podía hacer.
EL ARRESTO DE JESÚS.

Después del arresto, durante la madrugada, llevaron a Jesús ante el Sanedrín y Caifás, el sumo
sacerdote. Es aquí donde le causaron el primer trauma físico. Un soldado golpeó a Jesús en la cara,
porque se quedó callado mientras Caifás lo interrogaba. Después, los guardianes del palacio le
pusieron una venda en los ojos y burlándose de Él, le preguntaron quién de ellos lo había golpeado,
y le escupían y lo abofeteaban. Para entonces la cara de Jesús ya empezaba a ser irreconocible debido
a la hinchazón y los hematomas por los golpes.

Por la mañana, Jesús, golpeado, lleno de moratones, deshidratado y exhausto por una noche sin
dormir, fue llevado desde Jerusalén hasta el pretorio de la fortaleza Antonia, el trono del procurador
de Judea, Poncio Pilato. Estamos familiarizados, por supuesto, con las acciones de Pilato al intentar
pasar su responsabilidad a Herodes Antipas, el tetrarca de Judea. Aparentemente, Jesús no fue
maltratado en las manos de Herodes, sino solamente devuelto a Pilato. Fue entonces, en respuesta a
los gritos de la muchedumbre, que Pilato ordenó la libertad de Barrabás y condenó a Jesús a ser
azotado.

LA FLAGELACIÓN.

Hay mucho desacuerdo entre los estudiosos acerca de la práctica de flagelaciones como preámbulo a
la crucifixión. La mayoría de los escritores romanos de este tiempo no las asocian. Muchos expertos
en la materia, creen que Pilato originalmente ordenó, como castigo único, que Jesús fuera flagelado,
y que su condena a muerte por crucifixión fue solamente respuesta a la provocación de la
muchedumbre, ya que como procurador no estaba defendiendo propiamente al César contra lo que
dijera Jesús. (Acerca de ser el Rey de los Judíos).
Los preparativos para la flagelación se llevaron a cabo. Al preso se le
despojó de sus ropas, y le ataron las manos sobre la cabeza. Es dudoso que los romanos intentaran
seguir las leyes judías con respecto a la flagelación. Los judíos tenían una ley antigua que prohibía
más de cuarenta azotes. Los fariseos, que siempre fueron estrictos en asuntos de ley, insistieron en
que solamente le dieran treinta y nueve.

(En caso de perder uno en el conteo, estaban seguros de permanecer dentro de lo legal). El legionario
romano dio un paso adelante con el látigo (“flagrum” o “flagelum”) en la mano. Era un látigo corto
que consistía en muchas correas pesadas de cuero, con dos bolas pequeñas de plomo, piedras ó huesos,
en las puntas de cada una. El látigo pesado fue lanzado con toda fuerza una y otra vez sobre los
hombros, espalda y piernas de Jesús.

Al principio, las correas pesadas cortaron la piel solamente. Después, mientras los golpes
continuaban, cortaron más profundamente, hasta el fino tejido subcutáneo, produciendo al principio
un flujo de sangre de los vasos capilares y venas de la piel, y al final chorreó sangre arterial de los
vasos de los músculos. La adrenalina es una hormona que se produce en la médula de la glándula
suprarrenal en esta situaciones (estrés y dolor), y tiene varias acciones, la primera es una
redistribución de líquido, hay una vasoconstricción en la piel y el tejido celular subcutáneo,
sudoración profusa en la piel de la cara (hiperhidrosis) y una vasodilatación en los músculos, lo cual
nos hace ver la gran cantidad de sangre que en este momento manaba.

Las bolas pequeñas de plomo, produjeron primero


moratones grandes y profundos que se abrieron con los golpes sucesivos, y después la piel de la
espalda se colgó en forma de largas tiras, hasta que el área entera fue una masa irreconocible de tejido
sangrante y desgarrado, donde se exponen músculos e incluso costillas.

Cuando el centurión a cargo determina que el preso está cerca de la muerte, se detiene la flagelación.
Los soldados tenían mucho cuidado de no puncionar un pulmón causando su colapso y acelerando la
muerte y finalizando con la intensa y prolongada agonía… El sadismo de los soldados romanos ha
sido objeto de muchas crónicas de historiadores de la época

Durante esta increíble agonía, Jesús perdería el conocimiento varias veces debido al dolor. A Jesús,
medio desmayado, lo desatan y se desploma sobre el pavimento de piedra, mojado en su propia
sangre. Los soldados romanos ven con mofa que este judío provinciano proclame ser rey. Según un
estudio publicado en abril de 1991 en el Journal of the Royal College of Physicians of London, Jesús
de Nazaret fue llevado al Pretorio para desempeñar el papel de «juguete para las tropas», costumbre
que solía permitirse una vez al año.

Allí fue abandonado dentro de un espacio confinado con un batallón de 600


pretorianos, cuerpo de guardia del emperador romano, famoso por su corrupción. Se sabe muy poco
de lo que pasó entre aquellas paredes. Ponen una capa sobre los hombros y le colocan un palo en la
mano, como cetro. Todavía necesitan de una corona para hacer completa su burla. En Asia y América
a la planta de la foto se le conoce como “corona de espinas de Cristo” Es una planta oriunda de
Madagascar y se conocía en tiempos de Cristo. Un bulto pequeño de ramas flexibles cubiertas con
espinas largas (normalmente usadas como leña), trenzado en forma de corona, se le incrusta en el
cuero cabelludo. Otra vez hay un sangrado abundante (el cuero cabelludo es una de las áreas más
vascularizadas del cuerpo).

La corona, al parecer, no tenía la forma clásica que


estamos acostumbrados a ver representada. Tenía forma de guirnalda o capacete. Un fresco existente
en las catacumbars de Prextato, de la mitad del siglo II, representa la corona en forma de capacete.
Después de burlarse de Él y de pegarle en la cara, los soldados tomaron el palo y le pegaron detrás de
la cabeza, incrustándole más profundamente las espinas en el cuero cabelludo.

Finalmente, se cansaron de su juego sádico y le quitaron la capa de la espalda, que ya se había


adherido a los coágulos de sangre y al suero de las heridas. El quitarle la capa le causó grandes dolores,
casi como si lo hubieran flagelado otra vez. Las heridas sangraron copiosamente de nuevo.

Los efectos fisiológicos de la pérdida hemática


PARAMETRO CLASE I CLASE II CLASE III CLASE IV
% de hipovolemia <15% 15-30% 30-40% > 40%
Frecuencia del pulso <100 100-119 120-139 > 140
Presión arterial Normal Normal Reducida Reducida
Llenado capilar Normal Normal Muy lento Muy lento
Diuresis(ml/h.) 30 20-30 5-15 <5
Estado mental Ansioso Agitado Confuso Letárgico

Hagamos un pequeño paréntesis para explicar los efectos fisiológicos de la pérdida de sangre.

Supongamos que Jesús era de corpulencia y peso medio, unos 70 kg y 1,75 m de estatura. Es decir
que su volumen circulante debió de ser aproximadamente entre 4,5 y 5,5 litros. Hasta ahora habría
perdido de 10 al 12 % del total de su sangre, a esto hay que añadirle los efectos fisiológicos del estrés
y el ayuno y de la falta de sueño. En este momento podríamos decir que se encuentra en la clase I del
shock hipovolémico, aparte debemos descontar las pérdidas insensibles, que posiblemente haya
tenido hasta esta parte de la pasión.

LA VÍA DOLOROSA

Los romanos aprendieron la práctica de la crucifixión de los Cartaginenses y (como casi todo lo que
hacían) rápidamente desarrollaron un alto nivel de eficiencia y habilidad en llevarla a cabo. Varios
autores en la literatura clásica hacen mención de la crucifixión. Los romanos incluyeron algunas
modificaciones.

La parte vertical de la cruz (ó stipes) tenía un brazo


atravesado a unos 30 a 60 cm de la parte alta, llamado patibulum. Esta es la forma en que se representa
la cruz clásicamente, y que posteriormente se llamó cruz latina. No obstante, la forma más común y
la usada en épocas de Jesús es la llamada cruz tau (que tiene forma de la letra griega tau ó de la t
mayúscula nuestra). En este tipo de cruz el patibulum se colocaba en una ranura arriba del stipes. Hay
muchas evidencias arqueológicas de la época que apuntan a que ésta era probablemente la cruz en
que murió Jesús.
Los soldados romanos le pusieron las ropas de nuevo. Cogieron el patíbulum y se lo colocaron sobre
los hombros descarnados y le amarraron los brazos. Para entonces Jesús tenía unos dolores acuciantes,
estaba deshidratado, exhausto físicamente por la noche sin dormir y los tormentos sufridos, además
de mental y espiritualmente. Fue en procesión, seguramente con los dos ladrones a través de la Vía
Dolorosa.

Sin alguna prueba histórica ni bíblica, los pintores del Medievo y


el Renacimiento nos han mostrado la imagen de Cristo llevando la cruz completa al hombro. También
los directores de cine nos han mostrado la misma imagen.

A pesar de sus esfuerzos por caminar recto, la carga de la pesada cruz de madera combinada con el
shock producido por la pérdida copiosa de sangre, es excesiva. Se tambalea y cae. La madera áspera
de la viga penetra y raspa dentro de la piel rasgada de los músculos de los hombros. Trata de levantarse
pero sus músculos humanos han sido utilizados más allá de sus límites. El centurión, ansioso de
continuar con la crucifixión, selecciona un fuerte hombre norteafricano que está como espectador:
Simón de Cirene, para cargar el patibulum.

Tengamos en cuenta que Jesús era un hombre fuerte. Estaba acostumbrado al trabajo duro de la
carpintería y había caminado por toda Galilea. Estaba en perfectas condiciones físicas. Sin embargo,
Jesús sigue todavía sangrando y sudando el sudor frío y pegajoso del shock.

El último tramo lo hace cuesta arriba, lo que aumenta el


sufrimiento. El viaje de la fortaleza Antonia al Gólgota está cumplido por fin. Al preso se le despoja
de nuevo de sus ropas, con la excepción de un calzón corto, que se les permite a los judíos.

LA CRUCIFIXIÓN.
La crucifixión comienza. Ofrecen a Jesús vino mezclado con
mirra, una mezcla analgésica suave que Él rehúsa tomar. Exigen a Simón poner la cruz en la tierra y
tiran a Jesús rápidamente, poniendo sus hombros contra la madera.

El legionario busca con el tacto el hundimiento al frente de la muñeca de su brazo. La atraviesa con
un clavo pesado de hierro dulce, de sección cuadrada a través de la madera, y rápidamente se mueve
al otro lado repitiendo la operación, teniendo cuidado de no colocar los brazos demasiado extendidos
para permitir un poco de flexibilidad y movimiento.

La forma general de la cruz clásica era la de los dos palos cruzados,


uno fijo vertical, el stipes crucis, staticulum ó palus, y otro móvil, horizontal, el patíbulum, antena ó
entena. Según la altura del stipes, si éste era bajo se llamaba cruz humilis y si era elevado cruz
sublimis. La cruz sublimis estaba reservada para altos personajes y reos singulares. Con la altura de
la cruz, se quería evidenciar a la persona condenada y que sirviera de ejemplo y de escarmiento para
los demás. Para unos, los ladrones fueron clavados en una crux humilis y Jesús en una crux sublimis.

Se ha calculado el peso, en total unos cien kilos aproximadamente, 33 para el palo transversal y 67
para el vertical.

El suppedaneum es un trozo de madera que se usaba para clavar los pies. No es lógico pensar que
existiese en la cruz de Cristo ya que éste no aparece hasta el siglo IV.

Algunas cruces en el stipes tenían un madero para apoyar y descansar el periné, conocido con el
nombre de sedile en latín ó de pegma en griego. El sedile era como un palo donde descansaba el reo
a horcajadas. El sedile servía para prolongar la agonía del reo porque disminuía la tracción ejercida
sobre los brazos. En vísperas del sábado había prisa de que Jesús muriera y el sedile hubiera
prolongado la agonía. El sedile además no aparece descrito en los libros antiguos y lo cita sólo
Tertuliano.
La fijación del ajusticiado a la cruz se hacía por medio de cuerdas, por clavos o por ambos sistemas
a la vez. Cuando se describía la crucifixión por medio de clavos se empleaba la palabra posheloum o
katheloum, que significa clavar, de helos, clavo.

Llegado el reo al lugar del suplicio se clavaba en el travesaño horizontal que había llevado sobre sus
hombros, y después, por un sistema de poleas ó por medio de una cuerda, se le izaba al poste vertical
que,estaba calvado en el lugar donde se iba a proceder a la crucifixión.Una vez clavado, los pies del
crucificado quedaban no más altos de unos dos metros,casi a la altura de la cabeza de un hombre de
pie.

Jesús fue crucificado en el calvario, en latín calvaria, en arameo gólgota, en hebreo gulgoleth, “monte
de la calavera”, pelado como un cráneo, era sitio público, visible y frecuentado.

En la misma cruz se colocaba el titulus ó tablilla, escrito con el delito


del reo, título que durante el recorrido desde el Tribunal llevaba un soldado, pregonero o el mismo
reo colgado al cuello. El titulum se clavaba después en el stipes.

Los evangelistas no describen detalles de la crucifixión, primero, por ser conocida en su época,
segundo, no eran los evangelistas ni narradores ni historiadores de detalles sino que, inspirados,
transmitieron un mensaje: el Evangelio. Después, los hombres, fabricarían el andamiaje de sus
conjeturas, porque el tema siempre será apasionante.

El traumatismo del clavo es doble, es decir, unas lesiones son causas directas debidas al clavo en sí,
y otras, indirectas, motivadas por los clavos y el peso del cuerpo suspendido. Vamos a suponer que
Jesucristo fue clavado con la Cruz en el suelo. Las manos se clavaron al palo horizontal y los pies en
el vertical y después fue ascendido.

Un clavo provoca al penetrar en la piel un tipo de lesiones concretas pues, de punta roma, da lugar a
lesiones contusivas, no de corte limpio, introduciéndose, por la irregularidad de los bordes, como una
sierra que al pasar desgarra arterias, tendones, nervios, aponeurosis, músculos, provocando fuertes
dolores y hemorragia.

Estas heridas, según los médicos legistas, reproducen la estructura del agente vulnerante, redondeado,
triangulares o cuadrangulares, y el orificio de entrada, por estallido de la piel, es mayor que el de
salida.

Cuando se introdujo el segundo clavo se sumó al dolor del primero, luego este segundo clavo fue aún
más doloroso y, además, al estar fija ya una mano, la tracción ejercida por la otra, al clavarse,
produciría nuevos y sumados estados dolorosos. La fuerza para traspasar la mano, que debió ser
grande, repercutiría, a su vez, en todo el cuerpo. Si Jesucristo, como suponemos, fue clavado en el
suelo, al levantarlo, todo el organismo tuvo que sufrir una intensa trepidación al entrar la Cruz en el
agujero.
El dolor de las heridas provocadas por el clavo abarcaría toda la gama y todos los tipos de dolores
descritos: fulgurantes, lacinantes, tenebrantes, contusivos, gravativos, tensivos, constrictivos,
pulsátiles, que padeció Jesús .

Para que un clavo traspase ambos pies hace falta que las
rodillas se flexionen para presentar las plantas sobre la superficie del madero. Surge otro punto
polémico. Corrientemente se piensa, y así se ha representado con más frecuencia, que los clavos
atravesaron ambas manos por la palma.

Esto parece venir del profeta David: «Han perforado mis manos». Igual sentido aunque distinta
significación, tiene la frase de Jesús a Tomás: «Mira mis manos». No olvidemos que el concepto de
«mano» abarcaba los dedos, metacarpos, carpo y muñeca y hay que tener esto en cuenta cuando en
los textos evangélicos se dice «mis manos».

Los clavos sólo pudieron penetrar por tres sitios: por la


palma de la mano, por el carpo y por la zona inferior del antebrazo. De ahí las tres teorías hipotéticas
según describe el Dr Hermosillas.

Veamos la primera. Los que defienden esta teoría sitúan el clavo entre el espacio que deja libre el
segundo y el tercer metacarpiano, el segundo espacio intermeta-carpiano. Esta hipótesis sólo puede
aceptarse si admitimos el sedile que, como vimos, tiene pocos argumentos arqueológicos e históricos
a su favor. De no existir el «sedile» no se puede admitir esta idea porque al peso del cuerpo se
opondrían sólo débiles ligamentos transversales que se desgarrarían en corto plazo.

Barbet hizo unas experiencias clavando brazos de cadáveres, fallecidos veinticuatro horas antes, con
un clavo de 8 cm entre el segundo y el tercer metacarpiano, sometiendo el brazo a una tracción de 40
kilos. El clavo desgarró la piel a los diez minutos de estar actuando la tracción
Este dato, dice Don Scotti, doctor en Medicina y doctor en Ciencias, ya se conocía en pleno
Renacimiento por los escultores y pintores florentinos que estudiaron la anatomía en un cadáver
crucificado para mejor representar a sus “Cristos”, observando cómo, evidentemente, se desgarraba
la piel de la base de los dedos apareciendo la discusión entre los artistas sobre qué zona sería la exacta
para situar los clavos. No faltan, pues, representaciones de esta época donde los clavos traspasan el
carpo.

En 1903, Donnadieu hizo unas experiencias en cadáveres y el resultado fue contrario a lo dicho, las
manos no se desgarraron. Barbel refutó, con mucha razón, esta teoría pues Donnadieu utilizó
cadáveres preparados para la disección, de ya muchos días muertos, con los dedos de la mano
retraídos, sin posibilidad de alargamiento, pues habían aparecido las rigideces postmortem en las
partes blandas de la mano. Barbet dice que en el carpo, entre el hueso grande, el semilunar, el
piramidal y el ganchoso, existe un espacio libre llamado el espacio de Destot a través del cual se
introdujeron los clavos. Este espacio, no es constante y sólo aparece en un número reducido de casos
y, cuando existe, es pequeño y virtual, sin poder clavar a su través, «sin romper un hueso», según la
Profecía.

Barbet defiende su teoría a ultranza y hace sus experiencias introduciendo un clavo por el espacio de
Destot, técnica que considera fácil pero que exige, por lo limitado y exacto del espacio, un virtuosismo
en los verdugos que no parece corresponder a la realidad. Para que el clavo se canalice por el espacio
de Destot hace falta introducirlo con una exacta precisión además de oblicuarlo de forma que la punta
se dirija hacia el codo y la cabeza hacia los dedos y en la mitad del recorrido hay que imprimir al
clavo una ligera variación para no encontrar resistencia.

En colaboración con el Dr. Ramírez Ollero, el Dr Hermosillas


procedió a clavar la mano de un cadáver por el espacio intermetacarpiano del segundo y tercero, otro
clavo por el pretendido espacio de Destot y otro por la articulación radiocubital inferior. Mediante
control radiográfico pudo demostrar que sólo el primer clavo y el tercero pasaron sin dañar la
arquitectura ósea, no así el clavo colocado a través del carpo.

Sólo cabe, pues, admitir la tercera hipótesis: el clavo pudo entrar por el amplio espacio formado por
la articulación radiocubital inferior, fija y potente, capaz de aguantar el peso del cuerpo sin necesidad
del sedile.
El clavo al penetrar por el espacio radiocubital inferior
atravesaría la piel, tejido celular, aponeurosis superficial, tendón del flexor común profundo de los
dedos, ligamento interóseo con algunas arterias perforantes,espacio sinovial, aponeurosis dorsal,
tendones extensores propios del meñique, cubital posterior, tejido celular y piel. En este espacio
habría unas graves lesiones por daño del nervio cubital y del nervio mediano. El pulgar se flexiona
por parálisis de la rama motora del nervio mediano.

Más fácil resulta todo para los pies. Los investigadores coinciden que, salvo
la disquisición de un clavo para cada pie ó uno para los dos, se penetró a través del espacio existente
entre el I y el II ó el II y el III metatarsiano, por delante de la articulación de Lisfranc. Al admitir la
no existencia del sedile, un clavo atrapó ambos pies. Para poder llevar a cabo esto hay que flexionar
las rodillas unos 120º aproximadamente y el tobillo y caderas unos 150º. Nunca los clavos, en los pies
pueden situarse en el tarso pues además de no existir espacio libre daría lugar a fractura de huesos
pequeños y compactos.

La víctima ahora esta crucificada mientras lentamente desfallece, sintiendo más peso en las muñecas.

El dolor extenuante se esparce sobre los dedos hacia los


brazos hasta explotar en el cerebro. Los clavos en la muñeca presionan los nervios. Mientras Jesús se
impulsa hacia arriba para evitar este tormento inmenso, pone su peso completo en el clavo de sus
pies. De nuevo, otra horrible agonía de resquebrajamiento de los nervios entre los huesos
metatarsianos de los pies.

En este punto, otro fenómeno sucede: mientras los brazos se fatigan, grandes olas de calambres pulsan
sobre sus músculos contrayéndolos en un dolor palpitante y persistente. Con estos calambres viene la
incapacidad de empujarse hacia arriba. Colgando de sus brazos, los músculos pectorales estás
paralizados y los músculos intercostales están incapacitados para reaccionar. Puede inhalar aire en
los pulmones pero no puede exhalarlo. Jesús lucha para levantarse y obtener por lo menos una
respiración leve. Finalmente se acumula dióxido de carbono en los pulmones y en las vías sanguíneas.
Los calambres disminuyen parcialmente.

Espasmódicamente, se empuja hacia arriba para inhalar el vital oxígeno.

Es indudable que fue durante este tiempo cuando Jesús dijo las siete frases cortas que han quedado
escritas: La primera, mirando hacia abajo a los soldados romanos echando suerte por su capa sin
costura: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

La segunda, al ladrón arrepentido: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. La tercera, mirando al joven
Juan, angustiado y dolido, su apóstol amado: “He ahí a tu madre” y mirando a María, su madre:
“Mujer, ahí tienes a tu hijo”. El cuarto grito proviene del comienzo del Salmo 22: “Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado?”. Este salmo es uno de los textos mesiánicos y proféticos del
Antiguo Testamento.

Horas de dolor sin límite, ciclos de calambres que le retuercen las coyunturas y asfixia parcial
intermitente, mientras el tejido fino de su espalda se desgarra contra la cruz áspera. Empieza entonces
otra agonía: un dolor profundo e intenso en el pecho, cuando el pericardio se llena lentamente de
líquido y comprime al corazón.

Recordemos de nuevo el Salmo 22 (versículo 14): “Soy como agua que se derrama, mis huesos estás
dislocados. Mi corazón es como cera que se derrite dentro de mí”. Ahora casi todo está terminado.
La pérdida del fluido de los tejidos finos ha alcanzado un nivel crítico y el corazón comprimido está
luchando para bombear sangre pesada y espesa dentro del tejido fino. Los pulmones torturados están
haciendo un esfuerzo frenético para obtener dosis pequeñas de aire. El tejido fino deshidratado manda
otra tormenta de estímulos al cerebro.

Jesús da su quinto grito: “Tengo sed.” En el Salmo 22:15, leemos: “tengo la boca seca como una teja;
tengo la lengua pegada al paladar. “¡Me has hundido hasta el polvo de la muerte!”. Un hisopo
empapado en “poska,” el vino agrio y barato que es la bebida común de los legionarios romanos, es
acercado a sus labios. Aparentemente no toma nada del líquido.

El cuerpo de Jesús ahora se extingue y puede sentir el escalofrío de la muerte correr por sus entrañas.
Ante esta situación, salen sus sextas palabras, posiblemente, no más que un murmullo agonizante en
Juan 19:30: “Todo está cumplido”.

Su misión de redención se ha completado. Por fin puede dejar que su cuerpo muera. Con el último
aliento de fuerza, de nuevo presiona sus pies desgarrados contra el clavo, enderezando sus piernas.
Jesús toma una respiración más profunda y emite su séptimo y último grito: “Padre, en tus manos
encomiendo mi Espíritu”.

Lo que sigue ya es conocido. Para que el día de reposo no fuera profanado, los judíos pidieron que
los hombres condenados se bajaran de las cruces. La manera común de terminar una crucifixión era
la “crucifractura”: el rompimiento de los huesos de las piernas. Eso prevenía que la víctima se
empujase hacia arriba, pues la tensión no podía ser aliviada en los músculos del pecho y producía una
asfixia rápida. Las piernas de los dos ladrones fueron rotas pero cuando llegaron a Jesús, vieron que
no era necesario hacerlo con Él. Aparentemente para estar seguro de su muerte, el legionario clavó
su lanza en el quinto espacio intercostal y llegó hasta el pericardio, la envoltura externa del corazón.

La lanzada era el golpe de gracia que servía


para acelerar y atestiguar la muerte de un crucificado. El centurión no intentó acelerar la muerte de
Jesús, sino atestiguarla, introduciendo la lanza en el costado. En los evangelios no se especifica en
qué lado tuvo lugar, si en el derecho ó en el izquierdo. Aunque en la versión etíope, en los evangelios
apócrifos, se dice que la lanzada fue en el lado derecho.

Apoya esta teoría el hecho de que el flujo de una gran cantidad de sangre sería más probable que
proviniera de la aurícula derecha, junto con la sangre de la vena cava superior e inferior que del
ventrículo izquierdo con su gruesa pared y contraído.

En Juan 19:34, dice, “Y al momento salió sangre y agua.”

El escepticismo a la hora de aceptar la descripción de Juan surge de la dificultad de explicar con


certeza médica el flujo de sangre y agua. Parte de esta dificultad viene por tomar al pie de la letra el
versículo y suponer que primero venía la sangre y después el agua. No obstante en griego clásico el
orden de las palabras denotaba prominencia y no necesariamente orden secuencial. Por consiguiente
parece probable que Juan estuviera enfatizando la prominencia de la sangre en vez de su aparición
precediendo al agua.
El agua probablemente representa fluido seroso tanto pleural como pericárdico, y hubiera precedido
al flujo de sangre y hubiera sido menor en volumen que el de la sangre.

Quizá en el estado de hipovolemia é insuficiencia cardíaca inminente, se habían empezado a


desarrollar derrames pleurales y pericárdicos que hubieran ocasionado el volumen de agua aparente.
La sangre, por el contrario, pudiera haber provenido como ya se ha dicho de la aurícula o el ventrículo
derecho, e incluso de un hemopericardio ocasionado por una rotura del miocardio.

La muerte de Jesús tras solamente entre tres y seis horas sorprendió incluso a Poncio Pilato. El hecho
de que Jesús gritara a gran voz y después inclinara su cabeza y muriera sugiere la posibilidad de un
evento terminal catastrófico. Una explicación pudiera ser que Jesús muriera de una rotura cardíaca.
Tras el martirio de los azotes y la crucifixión, asociado a la hipovolemia, y a un estado de coagulación
alterada, se pudieran haber formado unas vegetaciones trombóticas friables y no de origen infeccioso
en las válvula aórtica ó mitral. Estas vegetaciones se podrían haber desprendido, impactándose en la
circulación coronaria causando un infarto agudo de miocardio transmural. La rotura del ventrículo
izquierdo puede ocurrir en las primeras horas siguientes a un infarto masivo.

Otra explicación sería que la muerte de Jesús se aceleró simplemente por el intenso cansancio y la
severidad de los azotes, con la gran pérdida de sangre y un estado de pre-shock. El hecho de que no
pudiera cargar con el patibulum apoya esta interpretación.

La causa real de la muerte de Jesús al igual que la de otras víctimas de la cruz pudiera haber sido
multifactorial y relacionada primeramente al shock hipovolémico, asfixia por cansancio y quizá
insuficiencia cardíaca aguda. Una arritmia cardíaca fatal puede haber sido la responsable del evento
catastrófico terminal.

Por lo tanto parece que sigue sin confirmarse si Jesús murió por una rotura cardíaca ó por un fallo
cardiorrespiratorio. Lo que sí es evidente es que Jesús murió en la cruz y lo hizo por todos nosotros.

De tal manera amó Dios al mundo,


que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en Él cree no se pierda,
sino que tenga vida eterna. Juan 3:16

Basado en:
AN EXAMINATION OF THE MEDICAL EVIDENCE FOR THE PHYSICAL DEATH OF
CHRIST Brad Harrub, Ph.D. and Bert Thompson, Ph.D.
MEDICAL ASPECTS OF THE CRUCIFIXION OF JESUS CHRIST David Terasaka, M.D.
JOSEPHUS’ REFERENCES TO CRUCIFIXION. THE JEWISH ROMAN WORLD OF JESUS. Dr
James D. Tabor.
JESUS AND JEHOHANAN: AN ARCHAELOGICAL NOTE ON CRUCIFIXION. Revd. Dr
Charlesworth from Expository Times. Feb 1973.
THE CRUCIFIXION OF JESUS . THE PASSION OF CHRIST FROM A MEDICAL POINT OF
VIEW by C. Truman Davis, M.D., M.S.
Mesa, Arizona
LA PASIÓN DE CRISTO VISTA POR UN MÉDICO. Antonio Hermosilla Molina.
Publicado en Estudios
Relacionado con Jesucristo, Vida y muerte
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¿Puede la física cuántica explicar las


experiencias cercanas a la muerte?
El cardiólogo Pim Vam Lommel analiza y especula sobre este extraño fenómeno
en su libro “Conciencia más allá de la vida”

La teoría de Kuhn sobre las revoluciones científicas contempla la aparición de las llamadas
“anomalías científicas”. Así parece que habría que calificar hoy las llamadas "Experiencias
Cercanas a la Muerte” (ECM), sobre las que se ocupa el cardiólogo holandés Pim Vam Lommel
en su libro “Conciencia más allá de la vida”. Durante 25 años, Vam Lommel ha investigado este
tipo de experiencias en pacientes recuperados tras un estado de muerte clínica, y a ellas trata
el investigador de dar explicación desde la física cuántica. Por Gonzalo Haya.

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El cardiólogo Pim Van Lommel trata de dar una explicación a las ECM desde la física cuántica, en su libro
"Conciencia más allá de la vida". Fuente: pimvanlommel.nl.
Durante muchos siglos se pensó que sólo existían los objetos físicos que había descrito la mecánica
clásica. Ese mundo clásico estaba regido por la diferenciación de los objetos, su ubicación delimitada
en el espacio-tiempo, y el determinismo.

Con el nacimiento de la mecánica cuántica se descubrió la existencia de una realidad profunda de


la materia donde regían una serie de incuestionables fenómenos extraños. El mundo psíquico estaba
lleno de fenómenos extraños. La conciencia animal y humana es sin duda un fenómeno real, pero
extraño.

Para los creyentes, la existencia de Dios como conciencia que llena el fondo del universo es también
algo extraño. Existen evidencias de otros muchos otros fenómenos psíquicos extraños que no
pueden negarse como tales, pero ante los que la ciencia puede callar (anomalías) o puede intentar
emprender una explicación. Pueden aventurarse, como hace Pim Vam Lommel en su libro “Conciencia
más allá de la vida” (Atlanta, 2012), explicaciones posibles, aunque arriesgadas, pero que, en el fondo,
nos hacen caer en la cuenta del enorme misterio de la realidad que todavía está más allá de cuanto
la ciencia puede decirnos.
Pim Van Lommel ha estudiado las Experiencias Cercanas a la Muerte (ECM) en la bibliografía actual
(75 páginas de notas bibliográficas), en los estudios retrospectivos y en los estudios prospectivos
iniciados a pie de cama con todo el protocolo científico.

Reconoce que el título de ECM, que se le ha dado a estas experiencias, no es exacto, porque se
presentan las mismas características en otras situaciones en que no se corre peligro, como en
experiencias religiosas.

Él mismo habla en algún momento de “experiencias extracorpóreas”, pero prefiere considerarlas


“experiencia de Consciencia no local o infinita”, y las considera algo “bastante común”. Consciente
de la novedad de su explicación reconoce: “No espero que las nuevas ideas encuentren aceptación
inmediata, pero deben ser cuando menos examinadas más de cerca”.

Datos experimentales de las ECM

Algunos pacientes que han sido reanimados después de una muerte cerebral (muerte clínica y legal,
encefalograma plano, sin actividad electromagnética ni riego sanguíneo durante más de diez
minutos) han contado experiencias que responden a un patrón común, y que resultan inexplicables
con el paradigma materialista.

Estas experiencias narran visiones de cosas acaecidas durante su muerte clínica, incluso fuera de
la habitación o del quirófano, y es imposible que el paciente pudiera haberlas percibido aun estando
consciente.

Un ciego de nacimiento tuvo una experiencia de visión de luces y de personas a las que reconoce.
Una mujer conoce a su padre biológico del que nunca le habían hablado y ve allí a otra persona que
había muerto mientras que ella estaba en coma. Otros no sólo tienen una instantánea panorámica
de su vida sino que tienen una prognosis de su futuro, que luego se confirma.

También se producen experiencias semejantes en estado normal. Es bastante común ver a personas
que están a gran distancia, o ver a un familiar o amigo poco después de su muerte; sobre estos
fenómenos existen datos estadísticos, denominados “experiencias perimorten o postmortem”. Una
mujer vio con uniforme militar a un antiguo amigo sacerdote que le comunicó que había muerto.
Después supo que murió como capellán militar. Este tipo de experiencias han sido recogidas por
diversas culturas (capítulo V), aunque han sido desestimadas porque no pudieron ser registradas
con nuestro aparato científico actual.

Como consecuencia de una ECM, el autor señala una sensibilidad intuitiva agudizada, mayor
capacidad de empatía, visión remota, genialidad, influjo de la mente sobre la materia (perturbación
no local, psicoquinesia, teleportación), y sueños premonitorios.

Explicación reduccionista del paradigma materialista

La medicina actual mantiene que la Consciencia es una actividad del cerebro. Van Lommel se
plantea cómo puede darse una Consciencia –incluso más lúcida que la Consciencia habitual- en una
situación de total inactividad cerebral. Considera que las experiencias constatadas son inexplicables
con el paradigma materialista, pero que la medicina actual lo acepta como un dogma inapelable.

El autor dedica los capítulos centrales de su estudio a analizar el funcionamiento del cerebro y los
protocolos seguidos en las investigaciones de las ECM. Rechaza, en base a experiencias
comprobadas, la principal objeción que atribuye estas visiones a la falta de oxígeno en el cerebro.

Tampoco se trata de meras alucinaciones, porque puede comprobarse su adecuación con la


situación real que describen y porque provocan un cambio permanente en el sujeto en el sentido de
empatía, comprensión y amor incondicional a los demás. Aumentan el sentimiento religioso (la
espiritualidad) pero disminuyen el interés por la religión institucionalizada. A consecuencia de una
ECM, algunos descubren que tienen poderes curativos.

En el capítulo XI el autor enumera y expone ampliamente las diversas explicaciones de las ECM
según los modelos materialistas o los modelos inmateriales. Constata que, aunque expertos en
diversas especialidades de medicina o de física superan las explicaciones materialistas, “en el
ambiente académico se considera que hay una explicación materialista para todo. Algunos científicos
no creen en las preguntas sin respuestas”, y el autor termina definiendo su posición: “Yo me inclino
firmemente por el panprotopsiquismo”.

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Lo que nos aporta la física cuántica

La explicación presentada por el autor se basa en los estudios cada vez más avanzados de la física
cuántica. Nos resulta difícil cambiar la visión del mundo que nos ha inculcado la física clásica, según
la cual la realidad percibida en el mundo físico equivale a la realidad objetiva, las cosas se mueven
de maneras predecibles dentro de un espacio vacío, y la interacción entre ellas tiene que producirse
por un contacto directo.

Los principios de la física cuántica trastocan esta visión del mundo. La esencia de la física cuántica
es el principio de incertidumbre. Predice posibilidades, no certezas.

La teoría implica que todos los sistemas materiales (partículas subatómicas, electrones…) tienen
entre sus propiedades dos características opuestas, pueden manifestarse como ondas o como
partículas. Sucede algo semejante a la información emitida por la radio o la televisión. Los objetos
no están aquí o allí, están como ondas en todo el espacio (no están en un sitio concreto) y sólo son
localizados en un punto –y su función de onda se ‘colapsa’ en un estado de partícula– cuando el
receptor, un observador (el cerebro), los hace presentes.

Antes de ser observada, sólo podemos calcular la probabilidad de que la partícula se encuentre en
un punto dado y no podemos saber dónde terminará en realidad (Principio de incertidumbre y ondas
de probabilidad). La Consciencia determina de qué modo experimentamos la realidad.

Si tomamos un átomo y lo dividimos en dos, cada parte será homóloga de la anterior y decimos que
están “entrelazadas” porque en algún momento pasado han estado en contacto. Si separamos estas
partes y actuamos sobre una de ellas, la otra responde instantáneamente de la misma manera.

Por ejemplo si se cambia el sentido de giro de un electrón en una de las partes, cambia de la misma
manera el sentido de giro del electrón de la otra parte. Cualquiera que sea la distancia a la que se
separen, unos metros o cientos de kilómetros, se cumple el principio de no-localidad (no localización)
o acción a distancia.

También se han realizado experimentos aislando en jaulas de Faraday a dos personas, que han
estado previamente vinculadas entre sí; al estimular aleatoriamente a uno de los sujetos aislados,
se produjeron los mismos efectos en el otro.

Se han documentado pruebas de la resistencia a ciertos antibióticos por parte de variedades de


bacterias alojadas en animales que viven en estado salvaje en áreas extremadamente remotas, lo
que descarta cualquier contacto con el antibiótico en cuestión. Lo único que podemos suponer es la
transmisión de la información a través del espacio no local.

Tenemos pruebas de comunicación instantánea y no local entre la conciencia de un sujeto y sus


glóbulos blancos aislados en un medio de cultivo a una distancia considerable en jaula de Faraday
(Experiencias de Backster). En algunos transplantes de corazón se ha comprobado que el sujeto
receptor puede sentir retazos de sentimientos e ideas propias del donante, porque ese corazón tiene
el ADN específico del donante (“memoria transplantada”).

Más aún, se han realizado experimentos en los que un objeto, o un insecto vivo, encerrado en un
recipiente de vidrio ha desaparecido sin romper el recipiente y ha sido “teletransportado” a otro lugar;
es decir, su función de onda no se materializó ya (no se “colapsó”) en ese recipiente sino en otro
lugar. Estos fenómenos constan en el informe de la Fuerza Aérea Norteamericana “Teleportation
Physics Study”. Para todo esto es necesario un potente receptor-transmisor de esas ondas.

Durante la guerra fría, la CIA financió una investigación sobre la “visión remota” para obtener datos
sobre Rusia. Estas experiencias se han confirmado incluso en sujetos aislados en una jaula de
Faraday o en un submarino a 170 metros de profundidad. El “Instituto para la Investigación de
Anomalías de Ingeniería de Princeton” ha estimado que la posibilidad de que los resultados de la
visión remota fueran mera coincidencia es de una entre mil millones. Algunas visiones han anticipado
el descubrimiento de un anillo alrededor de Júpiter o han orientado posteriores descubrimientos
arqueológicos. En esta línea habría que entender también la inspiración genial de los artistas y de
los inventores.

Aplicación de la física cuántica a la ECM. Explicación del autor

¿Cómo se explica la consciencia durante una ECM? Para Vam Lommel la Consciencia no es
producida por el cerebro. “La Consciencia no puede localizarse en ningún lugar, ni siquiera en el
cerebro. Es no local (es decir, está en todas partes) en forma de ondas de probabilidad. Por esta
razón no puede ser demostrada ni mensurada en el mundo físico”.

El autor sostiene que nuestra Consciencia es una parte de la Consciencia universal no local; una
parte en la que, como sucede en las holografías, se encuentra el todo. “Nuestro cerebro funciona
como interfaz” entre nuestra Consciencia individual y la Consciencia universal no local; envía y recibe
información.

“La Consciencia en vigilia” funciona como corpúsculo de la Consciencia no local (que funciona como
onda). En las ECM, cuando el cerebro queda inactivo, se desbloquea el interruptor de entrada y
permite el paso de un estado superior de “Consciencia expandida, que atesora tanto información
personal como universal”. El cerebro se comportaría como un receptor y como un transmisor de
televisión; no produce la imagen sino que la recibe o la emite.

“Cuando el cuerpo muere, la Consciencia no puede seguir comportándose como una partícula... por
tanto existirá para siempre en forma de funciones de onda en el espacio no local”.

Profundizando más, el autor se pregunta por el origen de esa Consciencia no local. “La esencia o
fundamento de la Consciencia (protoConsciencia) probablemente descansa en el vacío o plenitud
del universo, desde donde tiene una conexión no local con la Consciencia en el espacio no local
(panprotopsiquismo)”.

Y reseña tres modelos (complementarios) que se han propuesto para explicar el interfaz entre la
Consciencia no local y el cerebro; él se decanta por la transferencia de información recíproca
mediante la coherencia cuántica del espín con la posible intervención de los fotones virtuales.
Avanzando un paso más en su explicación se pregunta: ¿cómo puede darse la continuidad de la
interconexión de la Consciencia no local con un cuerpo continuamente cambiante? El problema se
plantea porque cada dos semanas todas las moléculas y átomos de las células de nuestro cuerpo
son reemplazadas. ¿Cómo podemos explicar la memoria a largo plazo?
Para Vam Lommel, el ADN es el único elemento permanente de cada célula del cuerpo y debe
desempeñar un rol esencial como interfaz para la continuidad de todas las funciones del cuerpo, así
como para la interacción entre la Consciencia no local y el cuerpo; especialmente lo que se ha
denominado como el ADN basura. También en la epigenética el principio básico es que la función
del ADN viene determinada por información externa al propio ADN.

Citando a diversos físicos cuánticos el autor considera que el desarrollo del ADN en los organismos
es un proceso cuántico no local, no estadístico y, como tal, incognoscible; al contrario que los
procesos mecánicos, estadísticos, predecibles. El ADN funcionaría como una “antena cuántica” para
recibir la información almacenada en forma de funciones de onda en el espacio no local.

Y pone el ejemplo de los enjambres de abejas, hormigas, termitas, que funcionan coordinados por
la reina, aunque ésta se encuentre aislada de su colonia; pero si la reina muere lejos de su colonia
sobreviene el caos y todos los trabajos se detienen. La reina coordina a distancia, de un modo no
local, probablemente mediante su ADN. De acuerdo con esta teoría, el ADN no contiene material
hereditario pero es capaz de recibir información hereditaria desde la Consciencia no local.

Existe una Consciencia humana universal o colectiva que liga a cada ser humano con cuanto existe,
ha existido o existirá y esto se produce por el ADN universal humano con código de acceso
compartido (comparable al código de acceso internacional) diferente al de los animales o las plantas.
La Consciencia humana compartida es similar al inconsciente colectivo de Jung.

Resumiendo. La Consciencia individual (el sí-mismo) es parte de la Consciencia humana colectiva o


universal que trasciende lo individual y conecta a cada individuo, más allá del espacio y del tiempo,
con todo cuanto existe, ha existido y existirá (inconsciente colectivo). Esa Consciencia universal
recibe diversos nombres como Consciencia no local, Consciencia transpersonal, Consciencia infinita,
eterna, unitaria.

“Este vacío absoluto (pleno cuántico), este espacio no local, podría constituir la base de la
consciencia”. “Este espacio no local es mucho más que una descripción matemática: es un espacio
metafísico en el que la conciencia puede ejercer su influjo”. “Hay quien no aprueba este punto de
vista, pero sin duda merece la pena explorarlo con más detalle”.

La investigación de la ECM no nos proporciona pruebas científicas de que, después de la muerte,


pasemos a formar parte de la Consciencia infinita no local, pero sí ha demostrado que se puede
experimentar la Consciencia independientemente del cuerpo, sin función cerebral. “Tenemos un
cuerpo, pero somos Consciencia”.
Subida al Empíreo de El Bosco. Fuente: Wikimedia Commons.
Reflexión filosófico-teológica

Esta obra de Vam Lommel puede estimular una reflexión filosófica y teológica ya que, como decía
Max Born, “La física teórica es en realidad filosofía”. La física cuántica tiene un precedente filosófico
en el noumenon de Kant. La Consciencia infinita de Vam Lommel hace pensar en las ideas
platónicas, expresadas en el mito de la caverna.

¿En qué consiste la realidad? Van Lommel nos dice que la realidad está en la ondas de la
Consciencia no local o, quizá, más allá en la protoConsciencia, el vacío absoluto o plenitud, agujero
negro de la energía, del que proceden las ondas de la Consciencia no local que capta nuestro
cerebro. Esta explicación viene a coincidir con la intuición que había sido desarrollada de algún
modo, desde hace milenios, por la filosofía oriental, los chamanes y la mística cristiana.

¿En qué consiste nuestra orgullosa individualidad? Si nuestra Consciencia se basa en la Consciencia
no local, sin ella, ¿se perdería nuestra memoria? ¿Se perdería la coordinación y la directriz en el
desarrollo de nuestras células que se renuevan continuamente? El yo, ¿puede aislarse del nosotros
o del universo? ¿Quién soy yo? Ya Angelus Silesius en el siglo XVII había reconocido que “no sé
quién soy. No soy lo que sé”.

La ciencia, tras largo y laborioso trabajo de análisis, está llegando a lo que había percibido la intuición
filosófica –la intuición artística o la religiosa- y que había expresado mediante los mitos.
También la teología cristiana quedó encapsulada desde el principio en la racionalidad griega y se ha
replegado después a la defensiva, temerosa del racionalismo científico de la Ilustración. Ambos nos
han aportado mucho, pero vamos “Hacia un tiempo de síntesis” (Javier Melloni) de la cultura oriental
y occidental. Quizás ahora la teología encuentre en la física cuántica una comprensión realista de
“el cuerpo místico” y vuelva al mensaje del evangelio que, antes que “logos”, es “vida”.

Quizás las curaciones que realizaba Jesús fueran el efecto de su potente interfaz emocional que le
conectaba con la Consciencia infinita. Quizás la fe profunda –así como el “go for it” de la
“Programación Neurolingüística”– pueda mover montañas. Quizás la resurrección de Jesús –y la
nuestra– sea la permanencia en la Consciencia no local. Quizás el intenso amor de María Magdalena
potenció su interfaz para sentir la presencia del resucitado. Quizás el vacío absoluto –campo
unificado, campo punto cero, éter, Consciencia cósmica– coincida con la plenitud de la energía, con
la matriz divina, con la “dynamis tou Theou” (la energía de Dios), con el Espíritu Santo, con el
inabarcable Dios.

Artículo elaborado por Gonzalo Haya, médico y psiquiatra, colaborador de Tendencias21,


comentando el libro de Pim Vam Lommel “Consciencia más allá de la vida”.

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