You are on page 1of 126

Proyecto

neodesarrollista
en la Argentina
MARIANO FÉLIZ
EMILIANO LÓPEZ

Proyecto
neodesarrollista
en la Argentina
¿Modelo nacional-popular
o nueva etapa en el
desarrollo capitalista?

La Plata – Ensenada / 2012


LEGALES

CATALOGACIÓN
Los autores

MARIANO FÉLIZ. Docente. Departamento de Sociología, Facultad


de Humanidades y Ciencias de la Educación (FaHCE), Universidad
Nacional de la Plata (UNLP) // Investigador. Centro de
Investigaciones Geográficas / Instituto de Investigaciones en
Humanidades y Ciencias Sociales (IdIHCS / UNLP - CONICET),
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FaHCE),
Universidad Nacional de La Plata (UNLP) // Miembro del Centro
de Estudios para el Cambio Social (http://cecsodeargentina.
wordpress.com/) // Correo electrónico: marianfeliz@gmail.
com (http://marianfeliz.wordpress.com/)
Militante del Frente Popular Darío Santillán.

EMILIANO LÓPEZ. Docente. Facultad de Trabajo Social,


Universidad Nacional de la Plata (UNLP) // Becario. Instituto
de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (IdIHCS /
UNLP - CONICET), Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educación (FaHCE), Universidad Nacional de La Plata (UNLP)
// Miembro del Centro de Estudios para el Cambio Social //
Correo electrónico: emiliano_lopez@speedy.com.ar. //
Militante del Frente Popular Darío Santillán.

7
Índice

PRÓLOGO 11
1. INTRODUCCIÓN 21
2. CRISIS DEL NEOLIBERALISMO.
DEL CENTRO A LA PERIFERIA 25
3. DE LA CONVERTIBILIDAD AL PROYECTO
NEODESARROLLISTA 35
4. HACIA UN NUEVO MODELO ECONÓMICO.
CAMBIOS Y CONTINUIDADES 45
5. POLÍTICA MACROECONÓMICA O LA ECONOMÍA
POLÍTICA DEL CAPITAL 65
6. DE LA ECONOMÍA POLÍTICA DE LOS TRABAJADORES
A LAS POLÍTICAS SOCIALES Y LABORALES 81
7. CONTRADICCIONES, BARRERAS Y LÍMITES
DEL PROYECTO NEODESARROLLISTA 95
8. HACIA UNA ECONOMÍA POLÍTICA
DEL PUEBLO TRABAJADOR 115

Índice  9
Prólogo

El derrumbe de la convertibilidad, en diciembre de 2001,


sumergió al capitalismo argentino en la crisis más profunda de
su historia moderna, provocando una gran contracción del pro-
ducto y de la inversión, pulverizando el salario real y lanzan-
do a la pobreza a más de la mitad de su población. La debacle
productiva y financiera abrió paso a una grave crisis política.
En pocos días, se sucedieron cinco ocupantes en el sillón pre-
sidencial, quienes se vieron obligados a adoptar medidas tales
como la moratoria de la deuda pública externa y la confisca-
ción de los depósitos bancarios. A lo largo de buena parte de
2002, el descontento y la rebeldía se manifestaron en la movi-
lización de obreros ocupados y desocupados y de las clases
medias en las calles y rutas del país.
En medio del caos generado por la recesión y el estallido
monetario, el dólar saltó de 1 a 3.50 pesos, llevando el sala-
rio real a su mínimo histórico y restableciendo, al mismo tiem-
po, la rentabilidad del capital industrial, agropecuario y de
otras actividades. Además, la corrección cambiaria levantó una
barrera proteccionista contra las importaciones manufacture-
ras que permitió recuperar el mercado para las firmas peque-
ñas y medianas, que habían sido fuertemente afectadas por la
competencia de productos importados durante la convertibili-
dad. La licuación de las deudas empresarias con los bancos fue

Prólogo  11
otro elemento que influyó sobre los beneficios. Estas condicio-
nes excepcionales hicieron que, ya a mediados de 2002, la indus-
tria y el agro empezaran a mostrar síntomas de reactivación.
En 2003, la tendencia al alza se afianzó cuando el candidato
Néstor Kirchner anunció que su futuro ministro de economía
sería Roberto Lavagna, el hombre designado por Eduardo
Duhalde para dominar la crisis. Expresado de otra manera, el
entonces gobernador de Santa Cruz aseguró al electorado la con-
tinuidad de la política económica impulsada por su predecesor.
Con el correr del tiempo, esta recuperación cíclica se transfor-
mó en una fase de expansión sostenida.
Es así como se fue forjando el proyecto económico y polí-
tico de Néstor y Cristina Kirchner, que fue ratificado por la
sociedad en las elecciones presidenciales de 2007 y de 2011
y que se caracteriza por un sostenido crecimiento económi-
co, en contraste con el estancamiento que signó al largo perí-
odo previo (1976-2001). Esta tendencia se sostuvo a través de
políticas fiscales expansivas del gobierno y, también, sobre las
condiciones excepcionales del mercado mundial generadas por
el precio de la soja y nunca experimentadas por la Argentina,
en los últimos cien años.
En las páginas que siguen, Mariano Féliz y Emiliano López
estudian el actual modelo “neodesarrollista” del capitalis-
mo argentino, que reemplazó al anterior “neoliberal”. En
ellas, el lector encontrará un lúcido análisis llevado a cabo
en el molde de la economía política, que toma en conside-
ración los intereses de las clases sociales y, también, sus pro-
yectos políticos. Esta interpretación del proceso económico
parte de considerar el carácter explotador del régimen
capitalista y las contradicciones que se establecen entre el
bloque de clases dominantes y las aspiraciones del pueblo tra-
bajador. Los autores muestran de qué forma la tasa de ganan-
cia ha incidido sobre la acumulación en las últimas dos
décadas y, también, cuál ha sido la trayectoria de los sala-
rios. Otro aspecto abordado es la vinculación que se esta-
blece entre el modelo económico que se va plasmando a lo
largo del tiempo y el impacto que generan las medidas adop-
tadas en el corto plazo.

12  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


Féliz y López identifican las rupturas y las continuidades
del modelo económico “neodesarrollista” con las políticas pre-
cedentes. La etapa abierta en 2002 marca un quiebre con las
estrategias neoliberales que la antecedieron y la puesta en mar-
cha de un programa que el gobierno llama “industrialista” o
“productivista”. Tal orientación lleva casi una década y, según
nuestros autores, ha pasado a ser “hegemónica”, por su con-
senso entre diversas clases sociales. Esta nueva etapa inaugu-
ró un vigoroso proceso de expansión que se apoyó, en un primer
momento, sobre la capacidad ociosa y, posteriormente, sobre
las inversiones. La acumulación en capital fijo se extendió por
el aparato manufacturero, el agro, la minería y otros secto-
res. En la industria, creció el nivel de actividad, el empleo y
la productividad del trabajo. La producción agrícola batió
récords, sustentada en los cultivos pampeanos y, en particu-
lar, en la soja cuya cotización internacional emprendió un alza
sin precedentes. El gobierno apuntaló los costos empresarios
con subsidios directos a la manufactura, al transporte y a otras
ramas. En todo este tiempo, no se fomentaron los conocidos
ciclos de expansión de los depósitos bancarios con altas tasas
de interés, aunque tampoco se consiguió estructurar un sis-
tema financiero regido por la moneda nacional. Como se subra-
ya en diversos pasajes del libro, varios de estos elementos
contrastan con el largo ciclo neoliberal dominado por el estan-
camiento y por la expulsión de la fuerza de trabajo.
El proyecto kirchnerista fue exitoso en recomponer las con-
diciones de acumulación. Tanto la recuperación de la actividad
económica como el alza de los beneficios sentaron las bases para
un programa unificado del bloque dominante. Asimismo, las
mejoras en el producto y en el empleo determinaron que el
gobierno encontrara apoyo en amplios sectores de la población.
Un capítulo del libro aborda el tema de la distribución del ingre-
so, esto es, la marcha de las ganancias y de los salarios. La tasa
de beneficio capitalista subió marcadamente, a lo largo de la
primera década de este siglo. En las empresas más concentra-
das, ascendió del 10.2%, entre 1993 y 1997, a una tasa prome-
dio del 14.3%, entre 2003 y 2009, habiendo llegado a un pico
del 17.2% en 2006. Una evolución similar se observa para el resto

Prólogo  13
de las firmas de menor porte. Paralelamente, los índices de con-
centración y de extranjerización subieron a comienzos de la
década y se mantuvieron en niveles elevados, aunque en los últi-
mos años se dieron intentos de revertir esta situación. Estas son
las tendencias subyacentes en el ciclo de expansión y en la
reconstitución del bloque capitalista, más allá de la drástica rup-
tura, ocurrida en 2008, con la fracción agraria que se opuso a
la suba de las retenciones a la exportación, mediante un lock-
out patronal que duró varios meses. En los últimos tiempos, la
relación con la burguesía agraria se distendió.
En cuanto a los trabajadores, el prolongado ciclo expan-
sivo redujo sustancialmente el desempleo y posibilitó una recu-
peración del salario. En promedio, el salario real recobró los
niveles precrisis (2001), pero no alcanzó los máximos de la
década del noventa. En algunos sectores de la economía, no
obstante, la suba ha colocado a los ingresos en niveles histó-
ricos elevados, como ocurre con la industria y con otras acti-
vidades del sector formal. En cambio, los sueldos públicos y
los del sector privado informal todavía se encuentran en valo-
res reales por debajo de los vigentes en los noventa. Ello indi-
ca que, a pesar del crecimiento económico “a tasas chinas”,
el salario real promedio no ha logrado perforar el techo fija-
do por la convertibilidad. Más allá de las mejoras anotadas,
que en algunas actividades son muy importantes, este cuadro
no puede ser presentado como representativo de un progra-
ma de redistribución del ingreso. En segundo lugar, las condi-
ciones de los asalariados exhiben una gran heterogeneidad.
Tales divergencias se manifiestan, sobre todo, entre el empleo
formal, por un lado y, el público y el informal, por el otro. La
extensión que tienen estas franjas de trabajadores con muy
bajos ingresos explica la existencia de una pobreza superior
al 20%, a pesar de la reducción de la tasa de desempleo, que
en 2011 se situó por debajo del 7%. Además, como lo consta-
tan Féliz y López, aquella heterogeneidad se manifiesta por
doquier, entre grandes y pequeños establecimientos y, dentro
de la fábrica, entre asalariados con altos ingresos y asalaria-
dos corrientes. Por lo demás, la persistencia exhibida por la
inflación, que el gobierno no puede controlar, hace que la

14  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


reconstitución de los ingresos se torne más difícil, aunque tam-
poco se registra un retroceso en los niveles generales.
A pesar de que la recuperación del salario se ha operado
dentro de esos límites acotados, cabe señalar que la relación
entre el capital y el trabajo del modelo kirchnerista tiene una
sustancial diferencia con la existente en la época de Carlos
Menem y con otras experiencias neoliberales, a partir de 1983.
El espíritu de rebeldía de 2001 continúa vivo y el gobierno toma
en cuenta la disposición de las masas a defender sus derechos.
Este mismo hecho lo lleva a imponer restricciones a la forma
de actuar a las clases dominantes y a desplegar políticas socia-
les. Asimismo, busca canalizar las demandas y ello explica
varias de las conquistas sociales obtenidas. Como afirman Féliz
y López, las autoridades buscan canalizar las demandas popu-
lares. De no ser posible, trata de canalizarlas y, eventualmen-
te, las reprime.
Los defensores del modelo “kirchnerista” ponderan su
carácter “industrializador” y sustentan esa afirmación en los
datos de la actividad manufacturera, de las inversiones y de
las exportaciones sectoriales. Sin embargo, en aspectos muy
importantes, el actual patrón exhibe aspectos distorsivos que
ya ocurrieron en el pasado. En primer lugar, a pesar de reci-
bir importantes subsidios oficiales, las inversiones no respon-
den a una estrategia de integración del tejido productivo sino
que están libradas a la acción de las “fuerzas del mercado”,
que sólo buscan maximizar las ganancias. La intervención esta-
tal se expresó en controles de precios y límites sobre las expor-
taciones agropecuarias, pero no en otros terrenos. En segundo
lugar, es cierto que el tipo de cambio alto estimuló el creci-
miento exportador de las Manufacturas de origen industrial
(MOI), pero este proceso pasó a depender, cada vez más, de
importaciones de insumos y de equipos. Es importante seña-
lar que el flujo creciente de importaciones no se dirigió, en
lo principal, a reestructurar el sector industrial, completan-
do sus eslabones productivos ni sustituyendo importaciones,
sino que simplemente, se constituyó en el modo normal en que
se desenvuelve el ciclo manufacturero, reproduciendo así los
rasgos históricos de su debilidad estructural.

Prólogo  15
La crítica central que la literatura de orientación estruc-
turalista siempre ha dirigido contra la industria del período de
la convertibilidad es su carácter desintegrado y su elevada
dependencia de insumos del exterior ocasionada, en alto
grado, por la apreciación de la moneda nacional. El sector
automotriz es presentado como el ejemplo clásico de este cre-
cimiento deformado. Sin embargo, tal tendencia se repite en
la década kirchnerista. Para expresarlo en términos más pre-
cisos, la diferencia entre las exportaciones y las importacio-
nes de bienes industriales —esto es, el déficit de divisas de
las MOI— aumentó continuamente como proporción del pro-
ducto, sin encontrar ningún tipo de límite. Esta relación défi-
cit MOI/PBI superó en 2008 los valores máximos de la
convertibilidad (1997 y 1998) y en 2011, volvió a alcanzar un
nuevo récord. Nadie puede negar la influencia que tiene la
herencia del menemismo en este problema, pero a lo largo
de una década no se hizo nada efectivo por revertirla. Es ver-
dad que, en algunas ramas focalizadas, se avanzó en la recons-
titución de procesos con mayores eslabonamientos. Pero el
resultado global del sector es el de una tendencia al desbor-
de. El déficit de la balanza comercial MOI, necesario para
generar aumentos en el producto y en la rentabilidad, acu-
muló 195.000 millones (2003-2011). Tan sólo en 2011 totali-
zó los 32.000 millones U$S, una cifra diez veces superior al
déficit energético de ese año.
Este desequilibrio se desenvolvió sin freno hasta que, a
fines de 2011, frente a la perspectiva cierta de una crisis exter-
na, la Secretaría de Comercio Interior tomó el control direc-
to de las importaciones. Esta medida está llamada a tener un
efecto limitado y temporario, en la medida en que el gobier-
no no encare la solución de los problemas de la oferta indus-
trial, porque se está frente a una cuestión de carácter
productivo y no meramente comercial. Resulta interesante
indagar qué razones pueden explicar que se haya generado un
proceso de acumulación industrial con estas características.
Mariano Féliz y Emiliano López aportan diversas razones. Una
de ellas es la falta de inversiones adecuadas para levantar la
productividad del sector manufacturero, restableciendo sus

16  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


cadenas productivas. En su opinión, ello refleja la tendencia
de la burguesía industrial local al consumo suntuario y a la fuga
de capitales, en desmedro de la inversión reproductiva.
Asimismo, el gran peso de las multinacionales en la manufac-
tura determina una mayor propensión a abastecerse de insu-
mos y equipos de afuera. Entre estas explicaciones, sin
embargo, tampoco podría omitirse la existencia de un impre-
sionante superávit de la balanza comercial argentina que,
entre 2002 y 2010, fluctuó entre los 10.000 y los 16.000 millo-
nes u$s anuales. Tal sobrante de divisas proporcionado por la
soja, constituye una razón de primer orden para poder enten-
der cómo el capitalismo industrial argentino pudo funcionar
en aquellas condiciones, de suministros importados sin lími-
tes y sin objetivos de sustitución, hasta el momento en que
apareció la crisis externa.
Pero la cuenta mercancías no fue el único dolor de cabe-
za para el gobierno ya que el deterioro del sector externo tam-
bién sobrevino por otra vía. Hasta noviembre de 2011, las
sucesivas conducciones ortodoxas y heterodoxas del banco cen-
tral tomaron a su cargo el aprovisionamiento de las divisas que
les fueran requeridas por el mercado de cambios. El dólar es
el activo financiero más importante de la Argentina y este
hecho no fue modificado por las nuevas políticas, sin que el
Néstor y Cristina Kirchner hayan podido advertir los riesgos
potenciales de las salidas de divisas. A partir de 2007, la fuga
de capitales tomó un gran impulso y en pocos años totalizó
80.000 millones u$s. Nuevamente, la crisis, esto es la pers-
pectiva de que el país perdiera dólares a un ritmo imparable,
fue lo que despertó al gobierno de su ilusión de mantener un
mercado monetario sujeto a los vaivenes de la moneda extran-
jera y lo obligó a restringir este tipo de operaciones.
Estos cimbronazos en las cuentas externas de mercancías
y de capitales ocurrieron en un mal momento. Dicho de otro
modo, los problemas estructurales del modelo “neodesarrollis-
ta” se presentaron todos juntos1. La política petrolera oficial

1 EDI, Afloran los límites del modelo. Un balance de los


Economistas de Izquierda, Buenos Aires, mayo de 2012.

Prólogo  17
condujo a una sobreexplotación de los pozos y a una disminu-
ción de las reservas comprobadas. Estas últimas descendieron
de 20 años en la década menemista a sólo 8 años en 2009. La
balanza comercial energética pasó de un superávit de 2.041
millones en 2010 a un déficit de 2.923 millones u$s en 2011.
En su propósito de fortalecer el capitalismo “nacional”, el
gobierno de Cristina Kirchner asoció al grupo amigo Eskenazi,
que consiguió adquirir el 25% de las acciones de Repsol con fon-
dos propios por 100 millones y con créditos que devolvería a
cuenta de los dividendos que Repsol le aseguraba, con el visto
bueno de los reguladores estatales. Entre 2008 y 2010, la
empresa petrolera obtuvo ganancias por 13.380 millones y dis-
tribuyó entre sus accionistas el 90% de esos resultados 2.
El transporte ferroviario de pasajeros fue privatizado en
los noventa y severamente reducido. Subsistió el rentable
transporte de carga que fue concesionado a grupos a los que
el gobierno kirchnerista entregó enormes subsidios que no
fueron destinados a las inversiones necesarias. Entre estos
grupos se cuentan Cirigliano, Roggio y Techint. La reciente
tragedia de la estación Once, con cincuenta y un muertos,
muestra en qué condiciones se desarrolla el servicio ferro-
viario bajo el régimen actual. La política minera del gobier-
no también representa una modalidad de libre mercado sin
límites. Las empresas están exentas de impuestos, gozan de
estabilidad fiscal a treinta años y pagan ínfimas regalías. Las
modalidades contaminantes de la explotación que ponen en
marcha, provocan tal grado de resistencia popular que los gru-
pos multinacionales se han visto forzados a paralizar algunos
de sus megaproyectos.
Tales son los obstáculos que enfrenta hoy el modelo “neo-
desarrolista”. Son barreras que, de acuerdo a Mariano Féliz y
Emiliano López, tienen la suficiente gravedad como para obli-
gar a imponer drásticos cambios en la política actual. Los auto-
res de este libro pertenecen a una corriente de economistas

2 La crisis petrolera manifestada al comienzos de 2012, impul-


só al gobierno nacional a la expropiación del 51% del capital accio-
nario de la empresa YPF.

18  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


que no se propone la simple crítica del modelo vigente, ni
sugerir modificaciones que lo hagan funcionar, en forma
menos expuesta a crisis proclives a desestabilizarlo. En otras
palabras, no postulan corregir las imperfecciones del capita-
lismo “neodesarrollista”, para hacerlo más funcional a sus
objetivos de clase. Por eso mismo, el capítulo 7 cierra el libro
afirmando la necesidad de plantear y discutir un proyecto con-
trahegemónico, al servicio de la clase obrera y de los secto-
res populares, que tome como eje las necesidades sociales y
no el lucro capitalista. Este programa propone el cuestiona-
miento de la propiedad privada de los medios de producción
y su remplazo por la autogestión de los trabajadores.
Asimismo, plantea la ruptura de la inserción subordinada que
tiene la economía argentina en el sistema comercial y finan-
ciero mundial y el despliegue de las potencialidades de la uni-
dad latinoamericana. El texto que presentamos cumple un
doble propósito. En primer lugar, expone conceptualmente y
con el aporte de datos estadísticos, la marcha del capitalis-
mo argentino, en su actual etapa. En segundo lugar, propone
un nuevo camino para la política económica y expresa que ese
camino se recorre en la lucha diaria que se despliega en la
fábrica, en el aula y en el barrio, por un mundo mejor.
14 de mayo de 2012.

Guillermo Gigliani
Intregante de Economistas de Izquierda (EDI)

Prólogo  19
Capítulo 1

Introducción

La tumultuosa salida de la convertibilidad hace poco más


de diez años atrás significó para la Argentina un salto adelan-
te, un nuevo comienzo. La lucha de los trabajadores y traba-
jadoras había logrado poner fin al proyecto neoliberal,
abriendo un espacio de incertidumbre y creatividad. Se ponía
a prueba la capacidad del pueblo organizado de avanzar en
la construcción de una alternativa que permitiera comenzar
a caminar el camino de la transición anti-capitalista. A su
turno, los sectores dominantes forzaron la marcha, buscando
apuntalar un proceso de reconstrucción de las bases del capi-
talismo bajo nuevos ropajes.
El duhaldismo se convirtió en el instrumento del poder
para recuperar el orden a favor de las grandes corporacio-
nes que habían ganado el poder real a través del neolibera-
lismo. Una combinación de políticas de ajuste y redistribución
regresiva del ingreso, junto a la represión selectiva pero
abierta de las organizaciones populares, permitieron al gran
capital recuperar su capacidad de expansión. Luego de la
masacre de Avellaneda, el duhaldismo se vio forzado a ceder
su lugar en la conducción del Estado, pero ya había realiza-
do el “trabajo sucio”. Una relativamente ignota fracción del
Partido Justicialista —el kirchnerismo— vendría a tomar la
posta para terminar de encaminar el proceso de acumulación

Introducción  21
en un sendero exitoso bajo la conducción estratégica de las
fracciones hegemónicas dentro del nuevo bloque dominan-
te: el gran capital transnacionalizado.
La tarea requería recuperar un poder estatal que pudie-
ra encarar dos tareas simultáneas. Por un lado, el nuevo Estado
posneoliberal debía ponerse al servicio de la valorización y acu-
mulación de capital, apuntalando una programa económico que
superara al neoliberalismo y revalorizara la autonomía relati-
va del Estado como instrumento orientador del desarrollo eco-
nómico capitalista. Esto se realizaría sin cuestionar la
hegemonía del capital transnacional, pero buscando garanti-
zar un adecuado equilibrio entre las diferentes fracciones den-
tro del nuevo bloque en el poder. En paralelo, por otro lado,
el kirchnerismo debía concluir la reconstrucción de una cier-
ta legitimidad de las instituciones del capitalismo en la peri-
feria aprovechando que el ajuste ya había sido hecho y que
la coyuntura regional e internacional era favorable a una nueva
etapa de expansión capitalista. Para ello debía registrar ade-
cuadamente las demandas populares surgidas en la lucha con-
tra el neoliberalismo, construyendo un proyecto hegemónico
que canalizara parcialmente esas expectativas, contuviera pro-
ductivamente —para el capital— las contradicciones que estas
planteaban y desarticulara las demandas más radicalizadas y
anti-sistémicas. La resultante fue la conformación progresiva
de un nuevo proyecto hegemónico: lo que hemos dado en lla-
mar neodesarrollismo.
La nueva etapa abierta tras la crisis del neoliberalismo
—no sólo en Argentina sino a escala global— creó mejores con-
diciones para que el pueblo pueda disputar y ganar mejoras
en las condiciones materiales de vida. Sin embargo, también
las clases dominantes consiguieron recuperar su capacidad de
orientación estratégica del proceso de producción y reproduc-
ción de la sociedad.
A diez años del inicio de la crisis neoliberal en Argentina,
el proyecto de las grandes corporaciones ha triunfado en cons-
truir un país a su imagen y semejanza: un país dominado por
los grandes capitales transnacionales, inserto en la economía
mundial como productor de alimentos y materias primas,

22  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


donde el saqueo de las riquezas naturales, la privatización de
la vida, la superexplotación laboral y la exclusión de millones
se ha cristalizado como proyecto hegemónico bajo una impron-
ta discursiva “nacional y popular”.
Este libro pretende ser un aporte para comprender la natu-
raleza del proceso que estamos atravesando. A lo largo de las
páginas que siguen buscaremos analizar los fundamentos del
proyecto neodesarrollista, sus orígenes en el neoliberalismo,
sus rasgos esenciales y las contradicciones que lo atraviesan.
Señalaremos, al mismo tiempo, el papel de la lucha y organi-
zación popular en la historia de esta nueva construcción hege-
mónica. En ese trayecto, marcaremos a su vez aquellos
destellos del proyecto contra-hegemónico que desde la ruta
y el barrio, desde las fábricas y las oficinas, desde las escue-
las y universidades, el pueblo trabajador va edificando sin prisa
pero sin pausa, en el camino de construir poder popular para
la emancipación definitiva.
Esperamos contribuir al debate cotidiano que llevamos
adelante en el seno de las organizaciones del campo popular.
Nuestro objetivo será alcanzado si al menos aportamos un
grano de arena a la ardua tarea colectiva de crear poder popu-
lar, construyendo en el camino —cotidianamente— la patria
libre, justa y soberana que todos y todas deseamos.

Introducción  23
Capítulo 2

Crisis del neoliberalismo.


Del centro a la periferia

Como todo proceso histórico, el establecimiento y conso-


lidación del modelo neodesarrollista en Argentina se asienta
sobre las bases que le otorga el modelo anterior: el neolibe-
ralismo. Por ello, es necesario desarrollar brevemente aquí
cuál es el significado del proyecto neoliberal y cuáles fueron
los factores que condujeron a su crisis. Es así que en este capí-
tulo nos encargamos de dilucidar qué es el neoliberalismo,
cómo logró su consolidación a nivel mundial y de qué mane-
ra impactó en la periferia latinoamericana.

El neoliberalismo se inició a mediados de los años seten-


ta como un proyecto de reestructuración global de la socie-
dad. Como proyecto de las clases dominantes buscaba debilitar
al conjunto de las organizaciones populares y obreras que por
aquellos años ponían en cuestión la dominación capitalista. El
modelo de desarrollo capitalista de posguerra —caracteriza-
do por cierta inclusión social a través del empleo, un sistema
de seguridad social de amplia cobertura, entre otras cuestio-
nes— se encontraba en una crisis tanto económica como polí-
tica. Por un lado, estas formas capitalistas de estructurar la

Crisis del neoliberalismo  25


sociedad encontraron su límite económico en una reducción
de las posibilidades de valorización del capital global. La tasa
de ganancia del capital en Estados Unidos y Europa se redujo
un tercio desde 1975 en relación a los “Años Dorados” del capi-
talismo de posguerra (1945-1974). Por otra parte, asociada a
esta incapacidad del capital para valorizarse, se encuentra
la crisis política de la forma de dominación capitalista de pos-
guerra. En los sesenta y setenta las batallas perdidas por el
imperialismo norteamericano (por ejemplo, Cuba, Vietnam),
la segunda ola de procesos de descolonización (en Medio
Oriente y África, sobre todo) y el aumento en la conflictividad
social —como el Mayo Francés o el Cordobazo argentino—, eran
todas manifestaciones precisas de la pérdida de poder social
por parte del capital.
Este es el marco en el cual surge el proyecto neoliberal.
El neoliberalismo se orientó a facilitar la reestructuración del
capital a escala internacional. Para ello promovió el desarro-
llo del capital financiero, la flexibilización laboral, la apertu-
ra y desregulación económica y el ajuste en el sector público
—incluyendo la privatización de empresas públicas— como
medio para organizar y orientar el proceso. Al mismo tiempo,
en el plano político implicó la represión abierta y la persecu-
ción político-ideológica de cualquier forma de organización
popular anti-sistémica.
Este proceso se realizó en diversas etapas y a diferentes
ritmos en el conjunto del mundo. En los años setenta la avan-
zada comenzó con el ataque brutal a los movimientos popu-
lares y obreros en todas partes. En América Latina se expresó
en sus primeras etapas en el derrocamiento del gobierno de
la Unidad Popular en Chile en 1973 y el golpe de Estado de
1976 en Argentina. En los países centrales la avanzada con-
tra los sectores populares se produjo con fuerza algunos años
más tarde, a partir del ascenso al gobierno de Margaret
Thatcher en Inglaterra en 1979 y de Ronald Reagan en los
Estados Unidos en 1981.
De esta manera, en sus comienzos el neoliberalismo hizo
uso masivo de la violencia abierta y encubierta como forma
de desarticular la fuerza organizada de los pueblos. Por aque-

26  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


llos años, el proyecto neoliberal se apoyó fundamentalmente
en el crecimiento de las finanzas y la apertura económica como
forma de coacción sobre las familias y las empresas para que
aceptaran y realizaran el ajuste demandado por los grandes
capitales. El resto de los componentes del programa neolibe-
ral fueron más difíciles de implementar pues —en general—
enfrentaron gran resistencia.

II

La primera etapa del proyecto neoliberal en Argentina se


presenta, como dijimos, en la década de 1970. El “Rodrigazo”
en 1975 y el golpe militar de 1976 fueron los hitos políticos del
salto cualitativo en la elite dominante que integraría gradual-
mente a los distintos sectores del capital (financiero, produc-
tivo-industrial, productivo-agropecuario). Esta misma transición
comenzó en otros países de la periferia capitalista, con mayor
intensidad que en el centro. Frente a la dimensión de una cri-
sis global con cuestionamientos radicales a la forma misma del
Estado, los sectores dominantes abandonan definitivamente la
estrategia de integrar al pueblo trabajador a través de las ins-
tituciones de la democracia formal —hito de la política del
Estado de Bienestar de posguerra— para avanzar en la repre-
sión abierta y transparente de los sectores organizados del pue-
blo. Es así que en esta etapa inicial, para recuperar el control
sobre las condiciones de su reproducción ampliada, el capital
propone la reproducción ampliada de la violencia estatal. Como
parte de la tendencia del capital internacional de buscar la
superación de su crisis, a partir de la reconfiguración de su
estructura política interna y de la profundización de su inte-
gración trasnacional, el gran capital local avanzó en Argentina
en un ataque directo a las condiciones de producción y repro-
ducción de la clase obrera en su conjunto.
En una segunda etapa, a lo largo de los años ochenta, la
avanzada de los sectores dominantes en América Latina se fue
materializando de diversas formas. Los ideólogos del neolibe-
ralismo —encarnados sobre todo en los tecnócratas de las uni-

Crisis del neoliberalismo  27


versidades norteamericanas— impulsaban la idea de que la cri-
sis del modelo de posguerra tenía su raíz en el descontrol pre-
supuestario de los Estados nacionales y la intervención abusiva
de dichos Estados en las actividades económicas propias de los
eufemísticamente llamados “actores privados”. En ese marco,
los distintos países de nuestra región vieron surgir procesos de
ajuste económico profundo disfrazados —en general— bajo la
denominación de Programas de Ajuste Heterodoxos (PAH), que
en Argentina se materializó en el Plan Austral (1985-1987). En
contraste con la brutalidad demostrada por las medidas de los
primeros años, los PAH buscaban llevar adelante el proceso de
reestructuración productiva pero asumiendo que la resistencia
popular no permitía el avance del ajuste del gasto, del siste-
ma de seguridad social y la privatización de los servicios públi-
cos. El mecanismo de presión más sistemático para que los
gobiernos de la región llevaran a cabo programas de ajuste fue
el crecimiento de la deuda pública externa.
De esta manera, las acciones estatales de ajuste en la déca-
da de los ochenta no fueron muy generalizadas y las clases
dominantes avanzaron por sus propios medios en la reestruc-
turación. En efecto, los años ochenta fueron conocidos luego
como la “década perdida” precisamente porque en la mayo-
ría de los países de la región latinoamericana se produjo un
fuerte estancamiento y crisis. Pero precisamente la crisis y el
estancamiento económico fueron resultado de la propia acción
del capital. Frente a la voluntad (y necesidad) de las empre-
sas capitalistas de ajustar sus procesos productivos, aumentar
la explotación laboral y recomponer sus tasas de rentabilidad,
el conjunto de las empresas actuaron —en general de manera
no coordinada— recortando sus niveles de inversión, acentuan-
do la flexibilización interna de los procesos productivos y otor-
gando un rol más relevante al capital financiero para llevar a
cabo sus actividades. Consolidaron así una estrategia de des-
gaste contra los sectores populares organizados buscando
debilitar las condiciones objetivas que les permitían enfrentar
el ajuste capitalista. En efecto, el resultado de la desinversión
y la fuga de capitales fue desarticular progresivamente los mer-
cados de fuerza de trabajo, creando condiciones de creciente

28  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


precariedad laboral y, al mismo tiempo, desarticulando los
espacios comunes de socialización obrera y popular a través
de la des-localización productiva. Estas cuestiones debilitaron
la base material de la organización popular.
Este debilitamiento de la organización, tuvo un impacto
directo en los ingresos y los niveles de vida del pueblo traba-
jador. En Argentina, los salarios reales cayeron un 18% entre
1975 y 1983, deteriorándose aún más y llegando a un nuevo
piso histórico durante los años noventa: el resultado inmedia-
to de este proceso fue un salto persistente en los niveles de
pobreza que pasaría de 9% en 1974 a 12% en 1983 y 16% en
1992. Esto significa que el presunto “fracaso” de los progra-
mas de ajuste en la década de los años ochenta desde el punto
de vista estructural, no es tal si se lo contempla como el triun-
fo de los intereses de las clases dominantes.

Cuadro 1. El neoliberalismo en cifras. Argentina,


1974-1992.

Año Pobreza por ingresos Salarios reales


(% de la población) (pesos constantes)

1974 9 2148
1986 12 1342
1992 16 1031
Fuente: Féliz y López (2010).

El estancamiento y la crisis de los años ochenta, crearon


en América Latina las condiciones para la tercera etapa de la
reestructuración neoliberal en la primera mitad de los años
noventa. El conjunto de los países de la región avanzaron en
proyectos abiertamente neoliberales, ahora enmarcados en lo
que se dio en llamar el Consenso de Washington (CW). Ese con-
senso no era más que el resultado de los aprendizajes de las
clases dominantes respecto a cómo avanzar en el ajuste estruc-
tural. Puede decirse que durante la etapa neoliberal, el CW
se convirtió en el decálogo de la economía política del capi-
tal o el manual del buen gobernante neoliberal.

Crisis del neoliberalismo  29


Siguiendo este decálogo, en toda América Latina el neoli-
beralismo avanzó y se consolidó hasta mediados de la década
de los noventa. Como nunca antes lo había logrado en la región,
los gobiernos de los distintos países se apoyaron en las condi-
ciones creadas en los años anteriores y llevaron adelante el pro-
yecto político del capital en toda su dimensión. En el caso de
la Argentina, ya desde 1989 con la elección de Menem como
presidente, los sectores dominantes pudieron ver materializa-
do en el accionar estatal las principales proposiciones de la polí-
tica neoliberal: se avanzó en la privatización de las empresas
públicas, se llevaron adelante múltiples medidas que profundi-
zaron la flexibilización laboral y se encaró un proceso de aper-
tura generalizada —comercial y financiera— de la economía. En
1991, el CW se refrendó a través de la imposición del llamado
Plan de Convertibilidad. Este programa dio el golpe de gracia
—transitorio, claramente— a la resistencia del pueblo trabaja-
dor. El Plan de Convertibilidad fijó sólidamente el tipo de cam-
bio —precio del peso en relación al dólar—, prohibió la
indexación de precios y especialmente de salarios y promovió
la dolarización del sistema financiero.

III

A lo largo de esta tercera etapa, la resistencia popular al


neoliberalismo fue muy variada. Sin embargo, el avance de la
reestructuración parecía opacar ese rechazo en tanto los sec-
tores populares encontraban dificultades para frenarlo a par-
tir de formas de lucha que parecían vetustas, un contexto
económico de creciente fragmentación y la crisis de las ide-
ologías críticas —en particular luego de la caída del muro de
Berlín en 1989—. El neoliberalismo había sido supuestamente
exitoso en descomponer material y políticamente al pueblo
trabajador en todo el continente, creando la apariencia de que
no había alternativa. El proyecto del ajuste perpetuo parecía
imponerse en todas partes.
Sin embargo, aún en ese contexto el pueblo trabajador en
toda América Latina fue construyendo nuevas modalidades de
resistencia que buscaban recomponer su capacidad de oposi-

30  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


ción efectiva frente al avance del proyecto neoliberal. En 1994
cuando parecía que el proyecto neoliberal carecía de fisuras,
el alzamiento neo-zapatista en México dio cuenta de que a pesar
de su triunfo en términos de los objetivos de las clases domi-
nantes, la aceptación social del ajuste infinito como forma de
desarrollo tenía un límite. En Argentina la recomposición polí-
tica del pueblo comenzaba a producirse sobre la base de núcle-
os de organización creciente cuyos ejes más dinámicos se
encontraban en los que aparecían en los márgenes del sistema.
En lugar de los sindicatos tradicionales, eran los estudiantes,
los desocupados, los empleados estatales en las provincias peri-
féricas o los campesinos y pequeños productores del campo y
la ciudad quienes impulsaban la iniciativa popular frente al ajus-
te neoliberal. Si bien los sectores tradicionales del movimien-
to obrero también se encontraban por detrás del nuevo auge
de luchas, su participación fue —en un principio— secundaria.
Así, el proyecto neoliberal había logrado avanzar en la
reestructuración de la economía y la sociedad, pero lo hacía
con una creciente oposición social y política junto a contra-
dicciones estructurales cada vez más profundas. Entre estas
contradicciones podemos señalar el aumento en el desempleo
abierto y encubierto y la pobreza masiva, que tendían a mode-
rar el incremento de la demanda interna. Por otra parte, la
deuda pública externa, el endeudamiento privado y el ingre-
so de capitales especulativos se convertían en Talón de
Aquiles de los programas económicos neoliberales en todo el
continente. Los crecientes desequilibrios en las cuentas exter-
nas y la desarticulación de la demanda interna, junto a la pro-
fundización de estructuras económicas dependientes de la
producción y exportación de commodities —alimentos, com-
bustibles, minerales y otras materias primas—, tornaban cada
vez más vulnerable el proceso de acumulación en marcha en
la región. Las contradicciones del proyecto neoliberal cons-
truían barreras que eran superadas o bien desplazadas en el
tiempo y el espacio. Sin embargo, estas barreras al avance de
los sectores dominantes en la región comenzaron a convertir-
se en límites, es decir barreras insuperables dentro del marco
de la misma estrategia de reestructuración neoliberal.

Crisis del neoliberalismo  31


En América Latina, la aparición del zapatismo fue el pri-
mer eslabón de una cadena de luchas y resistencias que lle-
varía al final de una etapa. La crisis del modelo mexicano en
1995 (“Tequila”) impactó en la región, siendo una primera
señal de alarma para las clases dominantes. El proyecto neo-
liberal también comenzaba a tambalear en el sudeste asiáti-
co donde había avanzado bajo modalidades similares. Caen en
desgracia las economías de Malasia e Indonesia, que años atrás
se habían convertido en los ejemplos fetiche de los modelos
de desarrollo exitosos junto a Corea del Sur. En 1998 la eco-
nomía argentina encontró sus propios límites iniciando un pro-
ceso que concluiría recién en 2002.
El neoliberalismo enfrentaba así una crisis política y eco-
nómica —una crisis orgánica— profunda que en América del Sur
tuvo sus mayores impactos con numerosos procesos de cam-
bio de diversa magnitud, pero con una clara impronta post-
neoliberal: en Venezuela, en 1998 se iniciaba el proceso
Bolivariano como resultado del “Caracazo” de 1989 y el
levantamiento militar anti-neoliberal de 1992; en 2002
Argentina abandonó la convertibilidad resultado de la insurrec-
ción popular de 2001 y las movilizaciones posteriores, gesta-
das en los procesos de resistencia de una variedad de sectores
del pueblo trabajador (desocupados, estudiantes, docentes,
estatales); luego de una sucesión de Guerras Populares —la
guerra del agua de 2000 y del gas en 2003 y 2005— Evo Morales
era elegido en 2005 el primer presidente indígena de Bolivia;
en 2006 en Ecuador, Paraguay, Brasil llegaban al gobierno pro-
yectos políticos que, no sin contradicciones, se alejaron de la
aplicación a raja tabla de las políticas neoliberales.

IV

El neoliberalismo entraba así en una profunda crisis en la


periferia. Una crisis que, en Nuestra América, fue producto
tanto de los propios límites internos del neoliberalismo como
proyecto del capital como así también, y sobre todo, de los
límites que le impuso la resistencia y reorganización del pue-

32  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


blo trabajador. Contrariamente, en el centro (Estados Unidos,
Unión Europea, Japón) el proyecto neoliberal continuó un pro-
ceso de avanzada que duraría varios años más. Recién en 2007-
2008 manifestaría sus límites estructurales a través de una
crisis profunda en Estados Unidos, base política del proyecto
neoliberal y país hegemónico a escala internacional.
Este es el contexto en el que se desarrollará la transición
del neoliberalismo a una nueva etapa de acumulación de capi-
tal y la consolidación de un nuevo proyecto político de las cla-
ses dominantes en Argentina.

Para saber más:

Amin, Samir (2003), Más allá del capitalismo senil. Para un siglo XXI
no norteamericano, Editorial Paidós, Buenos Aires.
Frieden, Jeffry (2007), Capitalismo global. El trasfondo económico
de la historia del siglo XX, Crítica, Barcelona.
Harvey, David (2007), Breve historia del neoliberalismo, AKAL, Madrid.
Harvey, David (2009), “¿Estamos realmente ante el fin del neolibe-
ralismo?”, en Herramienta, 41, Buenos Aires.
Hobsbawm, Eric (2005), Historia del siglo XX, Crítica, Buenos Aires.

Neoliberalismos.
El neoliberalismo es un proyecto político y un proceso
de cambios. El neoliberalismo fue el proyecto que consi-
guieron idear las clases dominantes a escala mundial con
el intento de vencer a los pueblos que en los setenta cues-
tionaban al capitalismo como modo de organización social.
A su vez, fue un proceso de reestructuración global del capi-
tal impulsado por su crisis, por su incapacidad de valori-
zarse al ritmo deseado. Como proyecto y proceso, el
neoliberalismo encontró formas diferentes de expresarse en
diversos lugares y en diversos tiempos. En Argentina, la últi-
ma dictadura militar, el gobierno de Alfonsín, el menemis-
mo y la Alianza compartieron —en todas sus diferencias—
el hecho de ser otras tantas caras del proyecto neoliberal.

Crisis del neoliberalismo  33


Capítulo 3

De la convertibilidad al
proyecto neodesarrollista

El proyecto político neoliberal, y su forma de valorización


de capital asociada, tuvo también en Argentina una serie de
particularidades y diferentes etapas. En este sentido, anali-
zamos aquí cómo surge, se consolida y entra en crisis el neo-
liberalismo como modelo económico-político de las clases
dominantes. Este panorama sobre las implicancias más impor-
tantes del modelo neoliberal en nuestro país nos permitirá
aclarar sobre qué bases se monta el actual modelo que llama-
mos neodesarrollista.

La convertibilidad había sido en los años noventa la etapa


conclusiva de la reestructuración neoliberal. Contrario a lo que
indica el sentido común, su crisis se asocia a su éxito en tanto
proyecto orientado a la recomposición del poder social de las
clases dominantes y configuración de las condiciones estruc-
turales para un proceso de reproducción ampliada del capital
en la periferia.
Desde el punto de vista social y político los efectos de la
convertibilidad fueron profundamente regresivos para el pue-
blo trabajador. A pesar del crecimiento económico entre 1991

De la convertibilidad al proyecto neodesarrollista  35


y 1998, la incidencia de la pobreza alcanzó niveles histórica-
mente elevados de la mano de un fuerte incremento en la
desocupación y la caída sostenida en los ingresos familiares.
Hacia 1998 la tasa de desocupación llegó a 15% y los ingresos
por persona del 20% más pobre de la población se encontra-
ban por debajo de los valores de 1991. Estas tendencias se
acentuaron a través de la crisis de 1998 a 2002.
Como proyecto de clase, sin embargo, la reestructuración
permitió a los sectores dominantes cumplir una serie de obje-
tivos. En primer lugar, aumentar la tasa de explotación de los
trabajadores garantizando un nuevo piso —más elevado— para
la rentabilidad estructural del conjunto de las empresas capi-
talistas. En segundo lugar, consolidar un mercado de trabajo
precarizado que no sólo garantiza las condiciones para la mayor
explotación directa de los trabajadores sino que simultánea-
mente contribuye a limitar el poder de negociación y disputa
del ingreso (su creación y distribución) por parte de una por-
ción significativa del pueblo trabajador. Tercero, conformar
una nueva estructura de poder al interior de la clase domi-
nante, ahora liderada por las fracciones más transnacionali-
zadas del capital concentrado.
En ese marco de éxito del proyecto de las clases domi-
nantes, se conformaron simultáneamente una serie de contra-
dicciones que sólo pudieron ser superadas por medio de una
crisis profunda que requirió descartar y reemplazar el progra-
ma de convertibilidad por una nueva estrategia de valoriza-
ción y dominio. Primero, el proceso de reestructuración había
conducido a un proceso de fuerte endeudamiento por parte
del Estado y del gran capital. El nivel de endeudamiento era
de tal magnitud cuando la crisis comenzó en 1998 que la sali-
da de la misma requeriría —eventualmente— su desvaloriza-
ción (cesación de pagos —default— primero y renegociación
luego). Sin embargo, esta no fue la causa de la crisis. Una
segunda contradicción significativa, fue que el propio Estado
se encontraba en una situación de profundo deterioro en sus
finanzas. En el marco de la convertibilidad, la privatización
del sistema de seguridad social, la rebaja en los impuestos
patronales y un sistema de subsidios masivos al gran capital,

36  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


sumadas a la creciente caída en el nivel de actividad econó-
mica, llevaron a la crisis de las cuentas estatales. Los econo-
mistas ideólogos del proyecto neoliberal, intentaron por todos
los medios plantear que esta era la causa de la crisis, por lo
cual su resolución debería pasar por un ajuste de gastos públi-
cos. Sin embargo, ésta tampoco fue la causa de la crisis sino
otra manifestación de la misma.
La tercera contradicción fue que si bien la economía argen-
tina mostraba un déficit estructural en su comercio exterior,
esto reflejaba básicamente la incapacidad de los sectores
medios y pequeños del capital para competir internacional-
mente. Los grandes capitales habían logrado a través de la
reestructuración iniciada en los setenta obtener una gran capa-
cidad de generación de excedentes externos. En 1997 —antes
del inicio de la crisis— mientras los grandes capitales mostra-
ron un superávit conjunto de más de 7.900 millones de dóla-
res, los pequeños y medianos capitales tenían un déficit de
grandes dimensiones: 6.400 millones de dólares. Por otra
parte, mientras la rentabilidad del gran capital se mantuvo
creciendo hasta 1998 (que pasó de 8,3% a 9,6% del capital cir-
culante entre 1993 y 1998) el financiamiento del déficit exter-
no global no fue un problema. Sin embargo, el escenario
cambió a medida que comenzó a reducirse la rentabilidad del
gran capital luego de 1998.

II

Es así que el origen de la crisis del neoliberalismo en


Argentina —bajo la forma de crisis de la convertibilidad— fue
paradójicamente el éxito de ese proceso de reestructuración.
En efecto, la convertibilidad consolidó un salto en la produc-
tividad global del trabajo en territorio argentino. Este salto
—sobre todo en las empresas más concentradas, pero que se
extendió más allá de ellas— permitió al conjunto del capital
reducir los costos unitarios de producción— los costos labora-
les en relación a la capacidad productiva de los/as trabaja-
dores/as —y aumentar la capacidad de explotación laboral a

De la convertibilidad al proyecto neodesarrollista  37


niveles nunca vistos en nuestra historia. Sin embargo, el
aumento en la producción por trabajador/a ocupado/a tuvo
su contracara en el desplazamiento de la fuerza de trabajo
del proceso de producción. En efecto, a medida que aumen-
taba la capacidad productiva (productividad) de los trabaja-
dores/as ocupados/as, la caída del empleo en relación al
volumen de capital invertido —reflejada en el aumento en la
composición orgánica del capital— se traducía en un efecto
no deseado e inesperado para el conjunto del capital, a saber:
la desaparición progresiva de la fuente misma del valor y por
lo tanto de la ganancia empresarial, que no es más que el tra-
bajo asalariado. A media que avanzaba la reestructuración exi-
tosa y las nuevas inversiones desplazaban trabajadores por
máquinas y conseguían bajar los costos de producción, esta-
ban a su vez matando a la “gallina de los huevos de oro”. Sin
trabajadores en la producción, desaparecía la posibilidad de
crear ganancias que surgen únicamente de su explotación.
Entre 1993 y 1998 ese problema había sido desplazado en
el tiempo y el espacio a través de, al menos, tres formas. En
primer lugar, a través de la expansión del consumo suntuario
de los sectores dominantes que podían consumir una porción
creciente del ingreso total generado: el consumo de las clases
no trabajadoras aumentó hasta llegar a 31,3% de la demanda
global, acentuando una de las características típicas de las eco-
nomías dependientes. En segunda instancia, el desplazamien-
to se dio a través del aumento en las ventas al mercado mundial
—exportaciones— que hasta 1998 crecían fuertemente y permi-
tieron realizar una porción creciente del valor creado. Las expor-
taciones subieron desde 6,3% del PBI a 9,2% en 1998 apoyadas
en condiciones mundiales favorables. Por último, se dio una polí-
tica fiscal expansiva —apoyada en endeudamiento público— liga-
da a un déficit financiero del Estado nacional cercano al 1,4%
del PBI. Cabe señalar que esta política fiscal expansiva no se
encontraba de manera alguna relacionada a incrementos del
gasto público social ni al mejoramiento de la salud, educación,
acceso a la vivienda, etc., del pueblo trabajador.
Sólo cuando estas posibilidades de valorización encontra-
ron sus límites objetivos, las vulnerabilidades —que habían per-

38  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


mitido desplazar la crisis— se convirtieron en elementos que
contribuyeron a acelerar y acentuar el impacto del ajuste
demandado por los sectores dominantes. Cuando el mercado
mundial se estancó en 1998, la ausencia de condiciones para
la valorización del capital se hizo manifiesta. Entre 1997 y 1998
la masa de ganancia de las grandes empresas cayó por prime-
ra vez en muchos años, desatando un movimiento descenden-
te en la inversión y la producción. La caída de la producción
y las ganancias indujeron una reducción en la inversión que
acentuó el espiral descendente. El menor nivel de actividad
económica se tradujo en menores ingresos fiscales. En este
contexto, el endeudamiento público y privado que había ayu-
dado a financiar la etapa expansiva se convirtieron en un cre-
ciente lastre. Sobre esta crisis fiscal y productiva se montó la
crisis política y social propia del agotamiento de la hegemo-
nía neoliberal. El cuestionamiento a la forma concreta del
Estado neoliberal —que sin mediación expresaba los intereses
de la clase dominante, a través del decálogo del CW— se
sumaron las impugnaciones a una forma excluyente de la polí-
tica donde el pueblo trabajador no se encontraba represen-
tado en ninguna medida. Más aún teniendo en cuenta que el
paquete de medidas neoliberales instrumentadas en los noven-
ta, fueron llevadas a cabo por el partido político que históri-
camente fue el que acaparó la representación política de las
clases obreras y populares: el Partido Justicialista.

III

Hacia el año 2001 ya era evidente que el plan de conver-


tibilidad no podía continuar en pie. Desde los sectores popu-
lares se acentuaban las acciones para enfrentar el ajuste
demandado por la fuerza de las tendencias estructurales de
la economía. La creciente fuga de capitales, por su parte, daba
cuenta de que las clases dominantes vivían la situación con
impaciencia y comenzaban a huir frente a una realidad social
y política de creciente inestabilidad. Por otro lado, en esa
misma fuga hacia adelante el capital creaba las presiones

De la convertibilidad al proyecto neodesarrollista  39


materiales —suba de las tasas de interés, caída en la circula-
ción monetaria, freno a las decisiones de inversión y consu-
mo, etc.— que reforzaban la necesidad de salir del corsé de
la convertibilidad que evidentemente ya no era funcional a sus
intereses estratégicos.
En esta situación, de qué manera se resuelve la crisis orgá-
nica —política y económica— del modelo neoliberal expresa-
do por el Plan de Convertibilidad. Nuevamente, el capitalismo
periférico argentino exigía al pueblo trabajador esfuerzos para
resolver la situación, como única forma de reencauzar el cre-
cimiento económico. En efecto, la crisis capitalista en
Argentina —bajo la forma particular de crisis del Plan de
Convertibilidad— exigía la desvalorización general de todas las
mercancías y —en particular— la desvalorización de la fuerza
de trabajo, es decir la reducción de los ingresos del pueblo
trabajador.
Esa exigencia era forzada por la acción conjunta pero
desarticulada de los distintos actores capitalistas que reducí-
an sus niveles de inversión, expulsaban a los trabajadores que
empleaban y bajaban los salarios. En paralelo, esa demanda
era expresada políticamente a través de diversas propuestas
de salida de la convertibilidad. Con sus diferencias, las dis-
tintas fracciones de los sectores dominantes buscaban cargar
el ajuste sobre el conjunto del pueblo trabajador. Por un lado,
los sectores más ligados al capital transnacional expresaban
su voluntad de evitar la desvalorización de sus inversiones
(capital fijo) proclamando una salida de la convertibilidad que
evitara al menos temporalmente la devaluación monetaria. De
allí que sostuvieran la propuesta de la dolarización esperan-
do así que el ajuste se tradujera en una desvalorización de
los salarios por la vida de una caída nominal y —eventualmen-
te— una reducción en los precios internos. Por otra parte, las
fracciones más ligadas a la producción para el mercado inter-
no y las exportaciones preferían una salida devaluatoria que
provocara un ajuste salarial a través de la inflación. Esto les
permitiría resolver simultáneamente el problema de rentabi-
lidad a la vez que refrescaba las condiciones de producción
“en términos más justos para el capital”. La principal contra-

40  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


dicción entre ambas fracciones de la clase dominante era cómo
trasladar el costo de la crisis al conjunto de la clase trabaja-
dora. Los primeros buscaban una transición más larga aunque
políticamente más incierta pues el nivel de agitación social
era creciente. El costo del ajuste se trasladaba a los/as tra-
bajadores/as a través de la deflación salarial, la quiebra de
empresas y el desempleo persistente. Los últimos preferían una
salida de shock, de efectos más inmediatos —a través de la
inflación— pero que requería de una operación política clave:
neutralizar el costo que la devaluación tendría sobre los capi-
tales más endeudados, sin quebrar simultáneamente al siste-
ma financiero.

IV

La coyuntura política posterior al 19 y 20 de diciembre de


2001 dio por tierra con la posibilidad de una salida “dolariza-
dora”. La prolongación sin límites de la depresión se había con-
vertido en políticamente insostenible, dado el alto nivel de
movilización popular que reclamaba un incremento en progra-
mas de ingresos e incrementos del empleo. La articulación de
un bloque socio-político en torno a la salida devaluatoria per-
mitió a los sectores dominantes canalizar productivamente las
contradicciones al tiempo que se daban los plazos necesarios
para acomodar las relaciones de valor a los fines de recupe-
rar las posibilidades de acumulación. Este acuerdo se sinteti-
zó en algunas medidas claves:

(1) Devaluación del peso.


En una primera instancia se buscó una devaluación limi-
tada (40%) que hiciera más controlable y progresivo el impac-
to inflacionario. La magnitud de los desequilibrios
preexistentes forzó un salto mucho mayor en el tipo de cam-
bio nominal —precio del dólar—. Entre 2001 y 2002 la deva-
luación había alcanzado el 248% mientras que los precios
internos al consumidor subieron 41% y los precios mayoristas
118%.

De la convertibilidad al proyecto neodesarrollista  41


(2) Pesificación asimétrica y cesación parcial de pagos.
El Estado declaró la imposibilidad de hacer frente a la por-
ción de la deuda pública externa que estaba representada por
Títulos Públicos en manos de actores privados: la deuda en
default alcanzó los 11.400 millones de dólares a fines de 2002.
El resto de la deuda pública se continuó pagando. En paralelo,
se fue resolviendo la situación financiera creada por la deva-
luación: los depósitos y créditos denominados en dólares se
transformaron en depósitos y créditos denominados en pesos—
con distintos mecanismos de ajuste— mientras que el costo que
esto significaba para el sistema financiero —cuyas acreencias
internacionales en dólares no se alteraban— fue absorbido por
el Estado a través de la emisión de nueva deuda pública dola-
rizada por, aproximadamente, unos 21 mil millones de dólares.

(3) Impuesto a las exportaciones.


Las medidas anteriores profundizaron el déficit fiscal pero
simultáneamente crearon la posibilidad de su solución a corto
plazo: el aumento en el valor en pesos de las exportaciones gra-
cias a la devaluación dio lugar para implementar nuevamente
un impuesto sobre las ventas externas —“retenciones”— de algu-
nos sectores de actividad. Esto resultó en una mejora sustan-
cial en el resultado fiscal que alcanzó un superávit primario de
2.260 millones de pesos en el 2002 con el aporte de 5.021 millo-
nes de pesos resultantes de las retenciones. El resultado finan-
ciero del sector público (luego de pagados los intereses sobre
la deuda pública) pasó de un déficit de 8.719 millones de pesos
en 2001 a un superávit de 1.805 millones en 2003.

(4) Masificación de la asistencia social y represión foca-


lizada.
En paralelo con la necesidad de recrear relaciones de valor
adecuadas para la acumulación del capital, el bloque dominan-
te debió conformar un marco adecuado para contener la con-
flictividad social. Sobre la experiencia de los Planes Trabajar y
las demandas de las organizaciones de trabajadores/as deso-
cupados/as, fue creado el Plan Jefes y Jefas de Hogar
Desocupados (PJJHD) que rápidamente multiplicó por 10 el

42  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


número de beneficiarios directos de la asistencia social. En para-
lelo, desde el Estado la gestión Duhalde recuperó la iniciativa
frente a la protesta social e inició un camino de represión selec-
tiva que tuvo su punto más trágico el 26 de Junio de 2002.

Este recorrido sobre los cambios estructurales introducidos


por el proyecto neoliberal, son necesarios para comprender de
manera más acabada que los modelos económicos en disputa se
imponen como hegemónicos a través de procesos de luchas mate-
riales y simbólicas entre clases y al interior de ellas. En pocos
meses la tumultuosa salida de la convertibilidad permitió a los
sectores dominantes conformar las bases macroeconómicas de
un nuevo proyecto estratégico construido sobre la herencia del
neoliberalismo. Nacía así el proyecto neodesarrollista.

Cuadro 2. Impacto del pasaje al neodesarrollismo.


Argentina 2001-2003.

Producción Salarios Tasa de Pobreza por


de riqueza reales desocupación* ingresos**
Año (PBI, millones (pesos (% de población (% de la
de pesos constantes) económicamente población)
constantes) activa)

2001 263997 726,7 16,4 34,1


2002 235236 585,3 21,5 52,0
2003 256024 579,0 15,6 49,3

Fuente: Féliz (2011). * Mes de Mayo de cada año. Total de aglomerados urba-
nos. ** Total de aglomerados urbanos.

Para saber más:

Basualdo, Eduardo (2006), Estudios de historia económica argen-


tina, Siglo XXI editores.

De la convertibilidad al proyecto neodesarrollista  43


Bonnet, Alberto y Piva, Adrián (2009), La Argentina en pedazos:
luchas sociales y conflictos interburgueses en la crisis de la conver-
tibilidad, Peña Lillio-Ediciones Continente, Buenos Aires.
Féliz, Mariano (2011), Un estudio sobre la crisis en un país peri-
férico. La economía argentina del crecimiento a la crisis, 1991-2002,
Colección Orlando Fals Borda, 1a ed., Editorial El Colectivo, Buenos
Aires.
Svampa, Maristella (2005), La sociedad excluyente. La Argentina
bajo el signo del neoliberalismo, Taurus, Buenos Aires.

Táctica y estrategia.

El Plan de Convertibilidad suele ser visto como un “pro-


grama económico” que fracasó a finales de 2001. De la
misma manera que el Plan Austral en los años ochenta o el
de la dictadura antes, se señala que la convertibilidad fue
un fracaso. Esos análisis surgen de pensar que —en el marco
del capitalismo y su Estado— el objetivo de los programas
económicos sería mejorar las condiciones de vida de la
población. Muy por el contrario, a lo largo del neoliberalis-
mo los programas económicos buscaron crear las condicio-
nes para favorecer la reestructuración del capital
(fortaleciéndolo) y el trabajo (debilitándolo) a los fines de
consolidar el poder de un nuevo bloque dominante. En
Argentina, todos esos programas buscaron establecer el
marco estructural para el surgimiento de una nueva burgue-
sía local transnacionalizada. En tal sentido, cada plan fue
una táctica en la estrategia general de reestructuración neo-
liberal y su proyecto. El “fracaso” de la convertibilidad no
fue más que su agotamiento como táctica de los sectores
dominantes; la derrota del neoliberalismo sólo corroboró su
éxito estructural, en tanto estrategia del capital.

44  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


Capítulo 4

Hacia un nuevo modelo


económico.
Cambios y continuidades

El nuevo proyecto de los sectores dominantes en Argentina


involucró la rearticulación de las relaciones de producción,
apropiación y utilización de la riqueza creada por el pueblo
trabajador. Esa transformación suponía modificaciones en las
distintas formas que asume el capital a través de su ciclo repro-
ductivo. Estos cambios involucran transformaciones en la
forma en que se produce, en las cosas que se producen, en la
apropiación de la riqueza y en su distribución. De esta mane-
ra, las nuevas características del ciclo del capital van confi-
gurando una nueva modalidad de desarrollo capitalista en
Argentina, eso que —articulado con aspectos políticos y sim-
bólicos— hemos dado en llamar neodesarrollismo.

Para explicar de manera cabal el cambio en la dinámi-


ca de producción, apropiación y realización de la riqueza en
una economía capitalista, debemos comenzar con una des-
cripción detallada del comportamiento de las ganancias de
las empresas.
Aquí podemos ver que, en primer lugar, a lo largo de 2002
y con más fuerza a partir de 2003 se produce un fuerte incre-

Hacia un nuevo modelo económico  45


mento en las ganancias apropiadas por las empresas. En par-
ticular, en las grandes empresas —500 empresas no financie-
ras con más ventas— las ganancias crecen un 261% entre 2001
y 2003. A partir de allí crecen a un ritmo promedio de 25%
anual hasta 2009. Este aumento en el volumen de ganancias
de las empresas más grandes se traduce a su vez en un salto
importante en la tasa de ganancia. Es decir, no sólo aumen-
ta la cantidad de ganancias registradas —apropiadas— por los
grandes capitales sino que las mismas se incrementan en rela-
ción a la inversión que las empresas realizan.
La tasa de ganancia en la etapa neodesarrollista supera
con creces el promedio de los años de auge y de crisis de los
noventa. Entre los años 1993 y 2001 la tasa general de ganan-
cia para el conjunto del capital en Argentina se ubicó alrede-
dor del 6%, niveles que duplicaban la rentabilidad del capital
en las economías centrales. Con la salida de la convertibili-
dad, la tasa de ganancia promedio pudo avanzar varios esca-
lones más alcanzando entre 2002 y 2009 un promedio de 8,3%
para el conjunto del capital. Si nos centramos en las empre-
sas más grandes —aquellas que conducen el proceso de acu-
mulación en Argentina— el salto en la tasa de ganancia es aún
más espectacular: de un promedio de 10,2% entre 1993 y 1997
pasaron a un promedio de 14,3% entre 2003 y 2009, llegando
a un pico de 17,2% en 2006.
Ese significativo incremento en la tasa de ganancia es pro-
ducto de dos factores fundamentales. Por un lado, la desva-
lorización del conjunto del capital en y a través de la crisis,
en particular luego de la salida de la convertibilidad. Esta des-
valorización permite al conjunto del capital ajustar la rela-
ción entre las porciones del capital que no producen valor ni
ganancias —capital fijo, maquinarias, materias primas e insu-
mos materiales— y aquella porción del capital que sí es capaz
de generar ganancias: el capital variable, la fuerza de traba-
jo del pueblo que el capital subordina a sus necesidades. Es
así que en las grandes empresas los salarios caen violentamen-
te en relación al valor de producción: pasan de representar
el 15% en 2001 para llegar a un promedio de 8,5% entre 2002
y 2004. Por otro lado, si tomamos en cuenta el valor agrega-

46  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


do —que representa la masa de nuevo valor generada— los sala-
rios en las grandes empresas pasan de representar el 34,9%
del valor agregado en 2001 a ser sólo el 20% entre 2002 y 2004.
Esto significa que mientras en la última década neoliberal 1
de cada 3 pesos de riqueza social producida en las grandes
empresas era apropiada por los productores de la misma –
los/as trabajadores/as—, en la etapa neodesarrollista sólo 1
de cada 5 pesos de riqueza social se traduce en ingresos para
los propios trabajadores/as.
Por su parte, para el conjunto de la economía, en los pri-
meros años del neodesarrollismo la redistribución de la rique-
za producida desde los trabajadores/as hacia las clases
dominantes tuvo una dinámica similar, aunque menos extre-
ma: en 2001, los trabajadores/as se llevaban el 42,1% de los
ingresos totales mientras entre 2002 y 2004 apropiaron un pro-
medio de 35%. La última información disponible indica que
recién en 2008 los trabajadores/as recuperaron su participa-
ción en el ingreso —42,9% —, nivel que todavía está por deba-
jo del valor de 1993.
Es así que fue la violenta redistribución regresiva de los
ingresos —es decir, a favor de las clases dominantes – lo que
permitió la recuperación de la tasa de ganancia y – consecuen-
temente— el acelerado ritmo de la acumulación de capital y
crecimiento económico. Por esto, a contrapelo de muchos de
los planteos de sus defensores, sostenemos que una de las prin-
cipales características del modelo neodesarrollista es una ele-
vada apropiación de ingresos en manos de los sectores
dominantes y, al interior de ellos, a favor de las empresas
más grandes y concentradas, aquellas que conducen el
“éxito” —en términos capitalistas— del modelo actual.
El crecimiento económico recuperado a partir de media-
dos de 2002 es, como hemos dicho, el resultado directo del
aumento en la rentabilidad del capital y no fruto del progra-
ma de política del Estado que, presuntamente, beneficiaría a
todas las clases sociales por igual. Si tomamos el período 1998-
2002, vemos que las ganancias cayeron y la economía se des-
plomó. En contrapartida, una vez recuperadas las ganancias
la economía vuelve a crecer. Esa es la clave, el punto crítico,

Hacia un nuevo modelo económico  47


en la economía capitalista: la producción de bienes y servi-
cios con el fin de obtener ganancias —valorizar el capital—.
Lo fundamental es que el proceso de producción permita a las
clases dominantes disponer de una cantidad elevada de rique-
za generada por los/as trabajadores/as, sin tener que retri-
buirles en igual medida por esa porción de la riqueza generada.
Si esto funciona, la economía dominada por el capital crece,
en caso contrario no lo hará. Para el conjunto del capital es
indistinto si la producción sirve para satisfacer el consumo
popular o el consumo de los ricos; poco importa si se destina
a la inversión o se exporta.
Sin embargo, la forma que toma la realización de la rique-
za se relaciona fuertemente a qué se produce y a cómo se dis-
tribuye el valor producido. Es así que la forma concreta de
realización de esta riqueza producida luego de 2002 ha cam-
biado en relación a la etapa de consolidación y crisis del neo-
liberalismo.
En la etapa final del proyecto neoliberal, aumentó el peso
del consumo suntuario —que alcanzó el 55,2% de las ventas
finales en 1997— mientras la inversión se estancó —promedian-
do 18,9% del PBI entre 1993 y 1997— y las exportaciones
aumentaron, duplicando su peso relativo. El consumo popu-
lar en los noventa alcanzó el piso histórico de 24,6% de las
ventas totales en 1997 y en promedio entre 1993 y 2002 se
ubicó en 26,2%. Esto nos da una muestra más del carácter cla-
sista y anti-popular del neoliberalismo. Sin embargo, la redis-
tribución de ingresos en favor del capital al inicio de la nueva
etapa redujo aun más la participación del consumo popular
en la riqueza producida —la participación del consumo popu-
lar en el PBI cayó un cuarto luego de la devaluación. Esta caída
del consumo popular, fue compensada por un salto en las
exportaciones, la inversión y el consumo suntuario, otorgán-
dole a las clases dominantes la capacidad de colocar la rique-
za producida y realizar así el plusvalor generado por el pueblo
trabajador. La posterior recuperación del consumo popular en
relación a la riqueza fue muy tenue y se ubicó —en prome-
dio— entre 2003-2010 sólo un punto porcentual por encima del
promedio que había alcanzado en 1993-2002.

48  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


La inversión en capital fijo —maquinaria, equipo e insu-
mos— aumentó en la etapa actual en relación a la fase neo-
liberal: pasó a representar el 21,2% del PBI en promedio entre
2003 y 2010. Luego de la reestructuración en términos de
ingresos que implicó la devaluación, una parte del consumo
suntuario fue transformado en inversión. El otro componente
en el que se expresa la reducción de consumo suntuario es en
las exportaciones netas (exportaciones menos importaciones)
que pasaron de representar una ínfima porción del PBI en 1993-
2002 a ser equivalentes a 7% del PBI en 2003-2010, lo que da
cuenta de una nueva posición de competitividad del capital
local en la etapa neodesarrollista.
Lo dicho hasta aquí nos permite sacar algunas conclusio-
nes sobre la forma en que se realiza la riqueza social en el
neodesarrollismo. Para el período 2003-2010 (en promedio):

a) De la masa de riqueza producida cerca del 72% se rea-


liza como plusvalor —consumo suntuario, inversión,
exportaciones y déficit público—. Sólo el 28% restante
responde a las necesidades de consumo popular.
b) En cuanto al consumo total de la economía, la mayor
parte lo representó el consumo de los sectores más
ricos, mientras que el consumo popular continuó – en
términos del PBI – en niveles muy similares a los de la
etapa neoliberal. Esto nos permite decir que el neode-
sarrollismo es —evidentemente— tan poco redistributi-
vo como el neoliberalismo. La principal forma de
realizar el valor, sigue siendo el consumo de las clases
dominantes, una característica de las periferias latino-
americanas que el neodesarrollismo no ha modificado.
c) Además, una porción muy elevada de la riqueza se rea-
liza través del comercio exterior y es esta dinámica la
que permite las elevadas tasas de crecimiento del PBI.
En este sentido un 24,4% de la riqueza se exporta. Las
exportaciones menos las importaciones representan el
7% del PBI. Es así que el neodesarrollismo puede verse
como exacerbando la condición dependiente de
Argentina. La preocupación por el crecimiento, es una

Hacia un nuevo modelo económico  49


preocupación sobre cómo hacer para exportar y no
sobre cómo asegurar el consumo popular.
d) En cuanto a la inversión, es claro que las altas tasas de
ganancia favorecen que los empresarios destinen una
porción mayor del plusvalor a este rubro de demanda
que les permitirá obtener mayor rentabilidad futura. Sin
embargo, sólo 14,6% de la producción local tuvo como
destino la inversión mientras que el resto de la inver-
sión se cubrió con importaciones. Otro aspecto de la
dependencia que se refuerza en la etapa.

Esta dinámica de distribución y realización de la riqueza


—estructuralmente desfavorable para el pueblo trabajador—
se relaciona directamente con qué bienes y servicios se pro-
ducen y cómo se lleva a cabo el proceso productivo.

II

¿Cuáles son las actividades productivas que le otorgan la


dinámica virtuosa —en términos capitalistas— al modelo neo-
desarrollista? Nos parece relevante marcar que la profundiza-
ción de una matriz distributiva regresiva —que vimos en el
apartado previo— se vincula a la consolidación de un modelo
de desarrollo centrado en un patrón de crecimiento y acumu-
lación de capital liderado por la explotación y exportación de
las riquezas naturales. Esto se da en el marco de una estruc-
tura socio-productiva primarizada y controlada por el gran
capital transnacionalizado. Veamos cómo se ha comportado el
capital productivo en las diferentes ramas para dar cuenta de
este carácter extractivista y primarizador de la economía en
los años neodesarrollistas.
En primer lugar, los sectores productores agro-mineros
(extractivo-rentistas) aumentaron significativamente su peso
en la estructura de producción de valor. Mientras en 1997 esos
sectores representaban el 7,1% del valor agregado, en 2010
alcanzaron el 12,5% de la producción total de riqueza. La
mayor parte de este crecimiento está ligada al aumento de

50  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


los precios internacionales de estas mercancías y a la crecien-
te demanda de productos de estas características desde los
centros capitalistas y de aquellas regiones que hoy dinamizan
la economía mundial, tales como los países asiáticos —sobre
todo China—. Más aun, dado que este aumento en los precios
de las materias primas y los alimentos aparenta ser estructu-
ral —es decir, no sólo propio de una coyuntura— el mayor peso
de los sectores primarios en la producción local difícilmente
tienda a reducirse mediante procesos sustitutivos como los que
proponen los ideólogos neodesarrollistas. Al plantear las posi-
bilidades de generar procesos de industrialización en base a
la renta que se puede apropiar el Estado de las riquezas natu-
rales explotadas privadamente, los impulsores del proyecto
neodesarrollista parecen desconocer que la producción, dis-
tribución y circulación de bienes se encuentran articuladas.
Como contrapartida a este incremento del peso de las acti-
vidades extractivo-rentistas en la producción local, en 2010
la participación del sector industrial se mantuvo en torno al
18% del valor agregado, sin grandes cambios en comparación
con 1997. Así, estructuralmente resulta llamativo hablar de
un proceso de re-industrialización.
Esto no niega que desde 2002 se haya producido un aumen-
to de la producción industrial, sino que debe ser relativizado.
En efecto, entre 1997 y 2010 el crecimiento en el valor agre-
gado en la producción de mercancías no elaboradas del com-
plejo agro-minero fue similar al aumento en la producción de
valor de la industria manufacturera: 37,7% versus 38,9%, res-
pectivamente. Además, las exportaciones industriales aumen-
taron sólo marginalmente en relación al resto de las ventas
externas —primarias, manufacturas agropecuarias y combus-
tibles—. Las mismas pasaron de 28,9% entre 1992 y 1997 —en
promedio— a 35,2% en 2010, mientras el resto de las expor-
taciones pasaron de 71,1% a 64,8% del total. Así, casi dos ter-
cios de la producción exportada en 2010 se conformaban de
bienes no industriales.
Este resultado es aun más limitado cuando se aprecia que
una parte de las exportaciones “industriales” son agro-com-
bustibles y minerales, ligados directamente al complejo

Hacia un nuevo modelo económico  51


extractivo-rentista. Las exportaciones de la manufactura
“piedras y metales preciosos” pasaron de 1,4% a 9,6% de las
exportaciones “industriales” de 2003 a 2010, aumentando más
de un 500%.
La dinámica que señalamos de las fracciones de las cla-
ses dominantes que se dedican a la producción agro-minera,
nos da una pauta de cómo asociar el patrón distributivo y de
consumo al patrón productivo. Sin embargo, además de esto
es necesario que profundicemos en el carácter concentrado y
transnacional de los capitales que llevan a cabo estas activi-
dades. Las grandes corporaciones transnacionales, tuvieron un
peso que no cesó de acrecentarse a través del neoliberalis-
mo, consolidándose en la etapa actual.

III

Es trascendente prestar atención al conjunto de las gran-


des firmas —la cúpula empresarial— pues son estas las que con
su accionar —coordinado o no— orientan la dinámica del con-
junto de la economía local. Por un lado, las 500 empresas no
financieras más grandes—las de mayores ventas— pasaron de
representar el 12% del PBI en 1997 a cerca de 30,5% en 2009.
Además, en 2007 controlaban ya el 28% de la inversión total en
capital fijo —maquinaria y equipo— mientras en 1997 sólo mane-
jaban el 22,1%. Por otra parte, el peso relativo de las manu-
facturas entre las grandes empresas es muy significativo: en
2009 el 59,5% del valor de producción se concentraba en ese
sector de actividad. Por último, en 2003 controlaban el 77% de
las exportaciones. Estos datos nos muestran la importancia cre-
ciente de las grandes firmas a través del neodesarrollismo.
Dentro de estas empresas, el nivel de concentración y cen-
tralización adquirió una dimensión alarmante a partir de la
década 1990 y se profundizó a través del proyecto neodesa-
rrollista. Las 4 empresas de mayores ventas en el país llega-
ron a apropiarse el 32% de las ganancias totales de la cúpula
empresarial en 2007; las 50 mayores empresas acapararon ese
año el 68% de los beneficios totales de la cúpula. La centra-

52  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


lización del capital acompañó —en cada rama productiva— el
proceso de concentración. Para ejemplificar, en 2007:

• La transnacional Siderar producía 84% de la chapa lami-


nada.
• Sólo 4 empresas concentraban el 72% de la producción
de hierro para construcción, siendo Acindar la empre-
sa dominante en esa rama.
• La refinación de petróleo era controlada por 4 empre-
sas, entre las cuáles Repsol-YPF y ESSO eran las más
importantes.
• El 72% de la producción de fertilizantes se encontraba
en manos de 2 empresas.
• Las alimenticias Arcor —transnacional de origen local—,
Kraft —transnacional de origen estadounidense— y
Danone —transnacional de origen francés— desarrollaban
el 80% de la producción del sector mientras que Sancor
y Danone generaban el 70% de la producción de leche.
• En lo que hace a la producción agrícola, la posición
dominante de Cargill, Dreyfus y Monsanto en la elabo-
ración del paquete tecnológico para la producción de
semillas y agroquímicos fue creciente a lo largo de la
última década.

Estos datos dan cuenta de que el proceso de producción


de riqueza en Argentina en los años que van de hegemonía neo-
desarrollista, se encuentra sumamente concentrado y centra-
lizado en la cúpula de empresas más grandes, la mayoría de
las cuales son transnacionales de diferentes orígenes.

IV

Para completar el panorama, entre los capitales más gran-


des la “extranjerización” no ha cesado de aumentar: las
empresas extranjeras —aquellas cuyos propietarios son resi-
dentes extranjeros que poseen más del 50% del capital accio-
nario— pasaron de representar el 46,8% a cerca del 65% de las

Hacia un nuevo modelo económico  53


empresas de la cúpula entre 1997 y 2009. Por otra parte, esas
empresas controlaban el 91,1% de las ganancias de la cúpula
en 2004 mientras en 1993 apropiaban sólo el 35% de esas
ganancias.
El ciclo del capital en nuestro país es hoy más que nunca
heterónomo —no autónomo— bajo el control estratégico del
gran capital con proyección transnacional. Esto remite a un
proceso de reubicación del espacio económico —espacio de
valor— argentino en la división internacional del trabajo o ciclo
del capital a escala global, profundizando una posición peri-
férica como productor de materias primas y manufacturas liga-
das a esa producción que, como hemos podido apreciar, son
las actividades productivas más dinámicas en esta etapa. Los
capitales locales —en particular los más grandes— se han inser-
tado plenamente en las cadenas de valor produciendo insu-
mos para las grandes corporaciones globales. Esto se ve, por
ejemplo, por el hecho que en 2009, 36 de las 40 empresas más
grandes que operan en Argentina en las ramas de minería y
canteras eran transnacionales, mientras que en las industrias
alimenticias 58 de 107 también lo eran. La reciente re-nacio-
nalización de YPF reducirá significativamente el registro esta-
dístico de extranjerización de la economía por el gran tamaño
de la empresa. Sin embargo, la tendencia a la extranjeriza-
ción en la producción de hidrocarburos dependerá de si se con-
creta (y de qué manera se haga) la anunciada incorporación
de nuevos socios transnacionales en futuros proyectos de
exploración y explotación.
Por otra parte, la transnacionalización del capital se
manifiesta en el peso creciente de las importaciones en la eco-
nomía que, como mostramos brevemente en apartados ante-
riores, representan un importante componente del PBI.
Paradójicamente, el “nuevo modelo económico” destina
muchos más recursos a importar mercancías que los que se des-
tinaban durante la hegemonía neoliberal. Mientras que en los
noventa las importaciones sólo llegaron al 10,8% del PBI en pro-
medio entre 1993 y 1997, entre 2003 y 2010 un 18,4% del PBI
se dedicó a la compra de bienes y servicios del exterior. En
particular, cabe señalar que las grandes empresas extranje-

54  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


ras tienen un componente importado en su valor de produc-
ción que es 48% superior al de las grandes empresas naciona-
les: 11% contra 7% del valor de producción.
Todo el marco de situación expuesto, da cuenta de la con-
solidación en el neodesarrollismo de una cúpula empresarial con-
centrada y transnacionalizada, con amplio poder de control
sobre la economía nacional y centrada sobre todo en las ramas
de actividad más rentables y dinámicas. Cabe cuestionar —
entonces— el carácter supuestamente nacional del proceso de
valorización y de la burguesía en Argentina. Más allá de la retó-
rica nacionalista de los defensores del proyecto en curso, se evi-
dencia la incapacidad del actual modelo de desarrollo capitalista
de superar la estructura dependiente de la economía.

Poco hemos dicho hasta aquí sobre la situación del pueblo


trabajador bajo la hegemonía neodesarrollista. El pasaje del
neoliberalismo al neodesarrollismo tuvo una manifestación muy
concreta en la estructura del pueblo trabajador. Antes de ver
esta situación, nos parece importante señalar cuáles han sido
las grandes transformaciones sobre la condición estructural del
pueblo trabajador en la etapa neoliberal que conformaron el
punto de partida necesario de la etapa iniciada en 2002. Las
principales transformaciones fueron las siguientes.
En primer lugar, los cambios en la estructuración sectorial
de la producción a lo largo de la década de los noventa, tuvie-
ron efectos importantes en la estructura del empleo. La rees-
tructuración productiva redujo fuertemente el empleo
industrial y en los servicios públicos privatizados —más for-
malizados, más sindicalizados y con mayor experiencia de
lucha— a favor del empleo en sectores ligados a los servicios
con mayores niveles de precariedad laboral y menores tasas
de sindicalización. En los 10 aglomerados urbanos más impor-
tantes del país el empleo industrial pasó de 26,7% a 16,6% del
total de los/as asalariados/as entre 1991 y 2000. Estos/as tra-
bajadores/as fueron desplazados hacia otros sectores de acti-

Hacia un nuevo modelo económico  55


vidad. Así, se dio un aumento del peso de los asalariados en
el comercio —15% a 17,4%—, el transporte y las comunicacio-
nes —7,1% a 9,1%— y servicios financieros e inmobiliarios —8,6%
a 10,7%— entre otros.
Una segunda cuestión a tener en cuenta para la caracteri-
zación de la reestructuración del pueblo trabajador es que, en
la última década neoliberal la tasa de sindicalización, entre
aquellos trabajadores asalariados no agrícolas en condiciones
legales de afiliarse en la región del Gran Buenos Aires, pasó de
49% en 1990 a 42% en 2001. La porción más importante de esa
caída tuvo más que ver con cambios en la estructura de ramas
y sectores de actividad de los asalariados, que con la desafilia-
ción directa. El aumento en la participación del empleo en
pequeñas empresas y el empleo no registrado y temporario —en
empresas de todos tamaños— afectaron la sindicalización y la
consecuente capacidad de acción colectiva disruptiva.
Tercero, el aumento en la desocupación y la precariedad e
informalidad laboral en general tiende a reducir el espacio para
el desarrollo de conflictos laborales, pues dificultan la acción
colectiva al dispersar a los trabajadores y/o aumentar fuerte-
mente el costo probable de tales acciones. Entre 1991 y 2000
el 82,3% del nuevo empleo asalariado generado en diez aglo-
merados del total del país era precario. En particular, en el sec-
tor de transporte y comunicaciones que tuvieron gran dinamismo
en el empleo asalariado en los años noventa, el 93,8% de los
empleos creados en el período fueron precarios mientras que
en la industria el 91,7% de los puestos de trabajo asalariados
perdidos fueron no precarios.
Sobre esta base objetiva del pueblo trabajador, producto del
triunfo de las clases dominantes a través del neoliberalismo, se
monta la posición estructural de los/as trabajadores/as y la diná-
mica del empleo durante la hegemonía neodesarrollista.

VI

El crecimiento del empleo a través del neodesarrollismo


no ha logrado resolver el marco general fragmentación obje-

56  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


tiva de la clase trabajadora. Analicemos brevemente cuál es
esta situación estructural de la clase a través del cuadro
siguiente.

Cuadro 3. Estructura de clases. Argentina, 2009.

Posiciones de clase Proporción


Posiciones contradictorias 4,54%
Jefes asalariados 2,80%
Profesionales autónomos 1,73%
Pequeña burguesía 20,88%
Propietarios de PYMES 4,50%
Directivos de PYMES 0,04%
Autónomos con medios de producción 16,33%
Trabajadores/as 74,58%
Profesionales asalariados 3,61%
Técnicos asalariados 9,08%
Asalariados operativos 39,60%
Asalariados poco calificados 12,47%
Autónomos sin medios de producción 5,31%
Trabajadores/as en servicio domestico 4,51%

Fuente: Estimación del Centro de Estudios para el Cambio Social.

Dos elementos de este cuadro saltan a la vista como rele-


vantes. Primero, casi el 40% de la población por fuera de los
sectores capitalistas puede ser ubicada en el núcleo de la clase
trabajadora: asalariados operativos, con ciertas calificaciones
técnicas especializadas. Segundo, una porción no desprecia-
ble del conjunto de la población urbana forma parte de la
pequeña burguesía, lo que lo convierte en un sector social rele-
vante en términos cuantitativos. A partir de la aceleración del
crecimiento económico y la caída en la desocupación, esta
nueva estructura socio-ocupacional fue transformándose pero
sin cambios sustanciales. La salida de la convertibilidad impu-
so una nueva composición política de la clase trabajadora que
no pudo —sin embargo— desandar el camino de la fragmenta-
ción. Veamos algunos elementos relevantes.

Hacia un nuevo modelo económico  57


Primero, notemos la situación general de la clase traba-
jadora en la etapa neodesarrollista. El crecimiento económi-
co sostenido se tradujo, como es normal en las economías
dominadas por el capital, en un incremento en los niveles de
empleo. Entre 2003 y 2010 el capital creó casi 3 millones de
nuevos puestos de trabajo. El empleo asalariado creció un
41,4% entre 2002 y 2010 en las ciudades más importantes,
aumentando un 84% el empleo en la construcción, 48% en la
industria manufacturera y un 36% en el comercio y servicios.
Por supuesto, esto no es extraño pues el capital siempre nece-
sita del trabajo humano para la producción y la generación de
ganancias. Sin embargo, en diferentes períodos históricos el
crecimiento capitalista puede generar un número elevado de
nuevos puestos de trabajo o bien producir empleando meno-
res cantidades de fuerza de trabajo, con el corolario de menor
crecimiento de la producción y ganancias más moderadas.
En particular, en los primeros años del neodesarrollismo
parecía que el crecimiento sería “rico en empleos”: entre 2004
y 2006, por cada 10% de crecimiento en el PBI el empleo
aumentaba 4,4%. Esto fue visto como un cambio estructural.
Sin embargo, esa relación elevada entre el crecimiento eco-
nómico y el aumento del empleo se debía más al aprovecha-
miento de la capacidad productiva instalada en las fábricas
desocupadas durante la crisis que al surgimiento de una nueva
dinámica de crecimiento inclusivo. En efecto, en la segunda
etapa del neodesarrollismo (2007-2011) la relación entre el
crecimiento económico y el crecimiento del empleo cae a la
mitad, a valores muy parecido a los del período 1995-1998 en
la etapa de auge del neoliberalismo.
Es así que el límite al crecimiento “rico en empleos” es
el capitalismo periférico y el ansia de las clases dominantes
de ganar competitividad internacional a cualquier precio. En
ese marco, el uso de la tecnología privilegia siempre la maxi-
mización del beneficio y la reducción del empleo al mínimo
posible. Por eso también, el aumento en el empleo tiende a
privilegiar la precarización del mismo. Si bien es cierto que
el empleo “en negro” (una de las principales formas de pre-
carización) se redujo desde 2002, todavía 1 de cada 3 asala-

58  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


riados/as tiene un empleo no registrado. En el sector priva-
do esto es mayor pues es 1 de cada 2: en torno al 45% de asa-
lariados/as en el sector privado se encuentra “en negro”.
La reducción del desempleo abierto ha impactado espe-
cialmente en el núcleo de la clase trabajadora. Mientras en
2003 un 14,5% de los sectores asalariados en posiciones subor-
dinadas (es decir, que no eran jefes y ni directivos) se encon-
traban desocupados, en 2009 esa proporción se redujo al 8,3%,
y hacia 2010 se acercó al 7,7%. A pesar de las mejoras relati-
vas, en 2009 todavía el 17,5% de los trabajadores autónomos
no profesionales y que carecen de propietarios de medios de
producción, permanecían en situación de desocupación. Es
decir, los sectores más postergados del pueblo trabajador con-
tinúan pagando los costos del modo de desarrollo capitalista
y periférico argentino.
En segundo lugar, podemos ver que como continuidad del
proceso de recuperación de la iniciativa política de la clase
trabajadora —y en paralelo con la mayor caída en la desocu-
pación— las fracciones asalariadas en mejores condiciones
objetivas —con empleo formal y sindicalizadas— avanzaron en
la recuperación parcial de sus condiciones de trabajo —en par-
ticular, salariales— aunque recién 4 años después de iniciado
el ciclo neodesarrollista lograron recuperar las pérdidas abso-
lutas pos-2001. Entre 2002 y 2007 los salarios reales de los tra-
bajadores formales en el sector privado subieron un 36,9%
superando los niveles de 2001.
Esta recuperación fue producto de dos novedades aparen-
tes. Primero, el desarrollo en los grandes sindicatos de las
ramas industriales de un activismo de base que —nacido de
las luchas contra el neoliberalismo, sin mucha experiencia,
juvenil e inicialmente poco burocratizado— consiguió impul-
sar conflictos por demandas reivindicativas inmediatas. Si bien
estos conflictos fueron eminentemente defensivos, permitie-
ron alimentar una presión social importante frente a un
Estado debilitado por la crisis orgánica del proyecto neolibe-
ral. Segundo, los sindicatos tradicionales —en sus facetas buro-
cráticas, institucionalizadas, empresariales— mostraron su
capacidad de absorber y sofocar la radicalidad de ese nuevo

Hacia un nuevo modelo económico  59


activismo. Frente a la idea de que el movimiento obrero había
desaparecido en el neoliberalismo, las luchas socio-laborales
de los primeros años de la nueva etapa dieron cuenta de la
pervivencia de una clase obrera cuyas estructuras de repre-
sentación —por vetustas y antidemocráticas que fueran— per-
manecían capaces de canalizar la conflictividad a través de
las instituciones del Estado. La respuesta de las fuerzas polí-
ticas en el Estado fue, principalmente, recuperar estas deman-
das en el marco de las instituciones históricas como los
Convenios Colectivos de Trabajo, el Salario Mínimo Vital y Móvil
y la Negociación Paritaria que volvieron así al centro de la
escena. Esta modalidad de institucionalización conflictiva de
las demandas de los/as trabajadores/as organizados/as no
tuvo como objetivo superar las limitaciones del proyecto neo-
desarrollista —o forzarlo a superarlas— sino sólo canalizar las
demandas dentro de las restricciones que éste suponía. Esta
modalidad de canalización institucional de las demandas sin-
dicales permitió simultáneamente legitimar —parcial y conflic-
tivamente— la conducción burocrática de los sindicatos y
conformar una alianza entre las estructuras sindicales tradi-
cionales y el gobierno kirchnerista. Tanto la conducción de la
CGT como de la CTA fueron progresivamente incorporadas en
la alianza política que permitiría consolidar el proyecto neo-
desarrollista, al menos hasta 2010.
Tercero, la recuperación salarial en el sector formalizado
de la fuerza de trabajo asalariada se vio matizada por el estan-
camiento en los salarios de los/as trabajadores/as en el sec-
tor público y en el sector informal de la fuerza de trabajo bajo
empleo privado. En 2010 sus salarios estaban —en términos rea-
les— un 24,8% y un 1,5% por debajo de los niveles de 2001,
respectivamente. Por otra parte, mientras el conjunto de
los/as trabajadores/as han visto mejorar los ingresos de sus
hogares 14% entre 2003 y 2009, al interior de la clase traba-
jadora los autónomos profesionales, los asalariados profesio-
nales y las trabajadoras de servicio doméstico han sido
quienes más han perdido en términos relativos —sus salarios
cayeron en relación al promedio 37%, 28% y 16%, respectiva-
mente—. En el otro extremo, los asalariados con poca califi-

60  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


cación y con calificación operativa aumentaron por encima de
la media —29% y 28%, respectivamente—. Esta diferencia da
cuenta de la mayor capacidad de presión de los sectores más
sindicalizados que conforman el núcleo del empleo formal.
En cuarto lugar, a esta desigualdad en el crecimiento de
los ingresos se suma la capacidad dispar de los distintos sec-
tores del pueblo trabajador —no sólo los asalariados— para
apropiar los “beneficios” del crecimiento económico. A fines
de 2009 el ingreso de la ocupación principal de los/as traba-
jadores/as era —en promedio— de $1.955 por mes; sin embar-
go, el 29,9% de los/as trabajadores/as recibía menos que ese
monto. La distancia entre los ingresos por la ocupación prin-
cipal de los trabajadores en posiciones contradictorias de clase
—jefes asalariados y profesionales autónomos— y las fraccio-
nes más empobrecidas de los trabajadores —aquellos que rea-
lizan servicio doméstico y los autónomos sin medios de
producción— era de algo más de 4 veces. Como mencionamos
el empleo en negro es aun elevado. En 2010 36% de los asa-
lariados/as se encontraba empleado “en negro”. Ahora bien,
la incidencia del empleo no formal se incrementa al 56,4% para
la fracción de los “asalariados que realizan tareas de poca cali-
ficación” y al 85,7% entre las/os trabajadoras/as que realizan
tareas de servicio doméstico. Por el contrario, los asalaria-
dos/as que ocupan el lugar de Jefes tienen el menor nivel de
informalidad laboral —7,5%—. Por otra parte, para los/as tra-
bajadores/as con poca calificación, entre 2003 y 2009 la pre-
carización del trabajo se reduce mucho menos que para el
conjunto de la clase en condición asalariada.
Una quinta cuestión a considerar es que la fragmentación
y precarización de la fuerza de trabajo ha llevado a que una
buena parte del conjunto del pueblo trabajador quede exclui-
da de la representación sindical directa a través de las for-
mas organizativas tradicionales. Esto redunda en que la
negociación colectiva y la institucionalización de la negocia-
ción salarial, no llega a un amplio espectro de los/as traba-
jadores/as: en el conjunto de la clase trabajadora un 42,3%
tiene ingresos laborales por debajo del Salario Mínimo Vital y
Móvil. Este valor supera el 93% entre las/as trabajadoras/es

Hacia un nuevo modelo económico  61


de servicio doméstico, el 58,6% entre los/as trabajadores/as
con poca calificación, el 56,9% entre los autónomos no profe-
sionales con medios de producción y el 78,1% entre aquellos
autónomos no profesionales sin medios de producción.
Por último, históricamente la pobreza se asociaba con la
falta de ingresos laborales. El neoliberalismo cambió ese
patrón y esto es continuidad con la etapa actual: a pesar de
haberse reducido la incidencia de la pobreza desde 2002, toda-
vía en 2009 el 28,7% de quienes viven en hogares de clase tra-
bajadora se encuentran en situaciones de pobreza por ingreso.
Para las posiciones contradictorias de clase —generalmente
cumplen funciones de control para el capital— estos valores
caen por debajo del 5% de la población mientras que dentro
de los/as trabajadores/as la incidencia de la pobreza alcan-
za el 39% entre la población en hogares de trabajadores autó-
nomos sin medios de producción y el 36% de los hogares de
trabajadores/as de servicio doméstico.

VII

En síntesis, el neoliberalismo construyó las bases materia-


les sobre las cuales se monta hoy en día el nuevo proyecto
hegemónico de las clases dominantes. A partir de la fragmen-
tación y precarización del conjunto del pueblo trabajador, las
grandes corporaciones transnacionales han podido consolidar
un patrón de crecimiento —valorización y acumulación de capi-
tal— basado en bajos salarios relativos y saqueo de las rique-
zas naturales para la exportación. Este nuevo modelo, que
tiene su fundamento en la super-explotación de la fuerza de
trabajo y los bienes comunes, ha exacerbado en cada una de
sus manifestaciones la condición dependiente de nuestro
país.
Por supuesto, esto no niega el éxito en términos capitalis-
tas del nuevo modelo ni tampoco la mejora relativa en las con-
diciones de vida de la clase trabajadora si se compara con la
situación de crisis del neoliberalismo. Sin embargo, la reestruc-
turación impuesta al pueblo trabajador por el proyecto neoli-

62  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


beral generó elevados niveles de fragmentación en su interior
y, consecuentemente, serios problemas de organización políti-
ca efectiva frente a las patronales y, al mismo tiempo, imposi-
bilitó el armado de un proyecto político contra-hegemónico con
capacidad de incidir en la política nacional. A pesar de la fabu-
losa generación de riqueza de los años que transcurrieron de
neodesarrollismo y de las mejoras parciales de las condiciones
de vida del pueblo trabajador, la fragmentación de ingresos, de
condiciones laborales y de organización política autónoma per-
mite la consolidación de este patrón de desarrollo.
En lo que sigue intentaremos profundizar en los elemen-
tos teóricos y de política económica estatal que le dan al neo-
desarrollismo el marco de legitimidad como proyecto
hegemónico.

Para saber más:

Azpiazu, Daniel y Schorr, Martín (2010), Hecho en Argentina.


Industria y economía (1976-2007), Siglo XXI editores, Buenos Aires.
Casas, Aldo (2010), “La clase trabajadora a diez años de la rebe-
lión popular”, en Herramienta, 46, Buenos Aires.
Féliz, Mariano (2008), “Los límites macroeconómicos del neo-
desarrollismo”, en Herramienta, 39, Buenos Aires.
Féliz, Mariano y López, Emiliano (2010), “La dinámica del capi-
talismo periférico posneoliberal-neodesarrollista. Contradicciones,
barreras y límites de la nueva forma de desarrollo en Argentina”, en
Herramienta 45, Buenos Aires.
Féliz, Mariano; Deledicque, Melina; López, Emiliano y Barrera,
Facundo (2010), Pensamiento crítico, organización y cambio social.
De la crítica de la economía política a la economía política de los
trabajadores y las trabajadoras, Centro de Estudios para el Cambio
Social, Editorial El Colectivo, Buenos Aires.
Graña, Juan y Kennedy, Damián, (2008), “El deterioro del sala-
rio real como fuente de plusvalía extraordinaria. Argentina en los últi-
mos treinta años”, documento de trabajo, CEPED-CONICET.
Svampa, Maristella (2008), Cambio de época: movimientos socia-
les y poder político, Siglo XXI Editores Argentina, Buenos Aires.
VV.AA (2010), Anuario del EDI, Nº 5, Luxemburg Ediciones.

Hacia un nuevo modelo económico  63


Neodesarrollismo transnacional.

El proyecto neodesarrollista se conformó como la forma


en que los sectores dominantes, nacidos del neoliberalis-
mo, consiguieron recuperar iniciativa y capacidad de arti-
culación y conducción estratégica del capitalismo en
Argentina. El kirchnerismo es la forma política que han
encontrado en esta primera etapa como forma eficaz de
canalización de las contradicciones sociales y contención
de la capacidad de organización del pueblo nacida al calor
del neoliberalismo. En esta nueva etapa, el sujeto social
dominante ya no es la siempre invocada burguesía nacio-
nal, pues hoy ella sólo existe como actor subordinado. Hoy
el actor dominante, dinámico, de la etapa es el gran capi-
tal local —de “origen” nacional o extranjero— pero de
carácter transnacional. Su estrategia de valorización, cre-
cimiento y acumulación está directamente ligada a las nece-
sidades de la reproducción global del capital.

64  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


Capítulo 5

Política macroeconómica
o la economía política del
capital

La crisis del neoliberalismo ha dado lugar en América


Latina al surgimiento de un profundo debate sobre las alter-
nativas para el desarrollo de los pueblos. En algunos países
— como Venezuela, Bolivia o Ecuador— los movimientos popu-
lares han lograr desplazar en cierta medida a las burguesías
locales del control del Estado y a partir de allí han comen-
zado a avanzar —con dificultades y contradicciones— en el dise-
ño de nuevas formas de desarrollo socio-productivo. En otros
países —como Argentina o Brasil— la crisis del programa neo-
liberal supuso su superación dialéctica —superación con fuer-
tes rasgos de continuidad— por un nuevo proyecto hegemónico
de los sectores dominantes: el neodesarrollismo.
Analizaremos aquí los fundamentos teóricos y políticos de
este nuevo proyecto. El mismo se monta sobre una retórica
anti-neoliberal y tiene su base teórica en la nueva economía
estructuralista (neo-estructuralismo), reconfiguración del
viejo estructuralismo latinoamericano que desde los años
ochenta se encuentra atravesando un proceso de reflexión crí-
tica a los fines de colocarse como nuevo discurso hegemóni-
co para el desarrollo capitalista en la periferia.
En la Argentina ese enfoque se traduce en una política eco-
nómica sostenida en tres grandes pilares:

(a) Dólar caro y estable como eje de la política económica.

Política macroeconómica o la economía política del capital ◆ 65


(b) Crecimiento salarial no mayor al crecimiento de la pro-
ductividad laboral.
(c) Superávit fiscal del Estado.

Estas tres políticas macroeconómicas, representan la


clave del éxito del nuevo desarrollismo local, en tanto pro-
yecto de las clases dominantes.

El nuevo patrón de acumulación de capital en Argentina


se expresa en una política macroeconómica orientada abier-
tamente a sostener la competitividad (rentabilidad) del gran
capital local. Como mostramos en el capítulo previo, no todas
las fracciones del capital local lograron hacerse competitivas
en base a la reestructuración neoliberal que favoreció los
incrementos de la productividad laboral. Por el contrario, la
industria manufacturera como fracción de la clase dominan-
te no logró una elevada competitividad estructural. Sin embar-
go, a la salida de la convertibilidad esta fracción logró el
consenso sobre la necesidad de sostener un tipo de cambio ele-
vado para favorecer su competitividad.
De esta manera, bajo la idea de mantener un dólar caro
—lo que denominan “un tipo de cambio real competitivo y esta-
ble”— se sostiene un proyecto político-económico capitalista
—un modelo de desarrollo— de tipo desarrollista que asume
la centralidad de la industria como articuladora del proceso de
acumulación. El sujeto social detrás de ese proyecto es —en
la interpretación hegemónica— un presunto empresariado de
origen nacional y dedicado a la actividad industrial.
Para dar cuenta de las características de este enfoque, es
necesario que retomemos brevemente los orígenes y las princi-
pales características de la teoría estructuralista latinoamerica-
na. El estructuralismo latinoamericano surgió en los años ´50
como representación teórica de la política económica afín a los
intereses de los sectores dominantes de los países periféricos
de América Latina. El viejo desarrollismo estructuralista apun-
talaba la necesidad de sostener la acumulación sobre la base

66  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


del mercado interno para una industria nacional sin capacidad
de competir a escala internacional. Para ello utilizaba la pro-
tección arancelaria como base fundamental para defender a las
empresas nacionales frente a la competencia de los productos
importados garantizando, simultáneamente, un mercado domés-
tico cautivo. Este proceso fue conocido como de Industrialización
por Sustitución de Importaciones (ISI). En Argentina, entre los
años cincuenta y sesenta esta estrategia de desarrollo capita-
lista logró incrementar el peso de la producción industrial y con-
vivió —conflictivamente— con el desarrollo de un poderoso
movimiento obrero y popular que —aun con limitaciones— logró
poner en cuestión este modo de desarrollo.
Sin embargo, las contradicciones internas del modelo desa-
rrollista periférico sumado a los cambios en la economía inter-
nacional producidos durante —y a través— del neoliberalismo
desde los años setenta, modificaron sustancialmente el marco
estructural sobre el que se asentaba este modelo de desarro-
llo. Es así que el estructuralismo latinoamericano se ajustó al
nuevo marco histórico a través del abandono total o parcial
de muchos de sus supuestos. En esta etapa, el proyecto desa-
rrollista para las clases dominantes debía sostenerse sobre las
premisas del nuevo orden del capital global.
Es así que, en una economía globalizada —donde el capi-
tal se ha internacionalizado— el nuevo desarrollismo (neo-
estructuralista) sostiene que la acumulación ya no puede estar
impulsada por la dinámica del mercado interno sino que debe
ser orientada sobre la base del crecimiento exportador. Si antes
la propuesta era el crecimiento “hacia adentro” —hacia el mer-
cado interno—, hoy el planteo es el crecimiento “desde den-
tro” —hacia el comercio exterior—. Se afirma que en el nuevo
contexto el mercado local es muy pequeño para garantizar eco-
nomías de escala adecuadas —necesarias para obtener bajos
costos unitarios de producción— y, por lo tanto, es muy res-
tringido para permitir una industrialización eficiente que en
algún momento haga a la economía doméstica competitiva por
sí sola, sin necesidad de una gran masa de subsidios estatales
o del establecimiento de barreras arancelarias. En esta nueva
estrategia de competitividad en función de lo que el “mundo

Política macroeconómica o la economía política del capital ◆ 67


quiere comprar”, el mercado interno se desarrollaría —even-
tualmente— como efecto colateral de una cierta “sustitución
de importaciones” producida por el dólar caro. La retórica
mercado internista permanece intacta pero en los hechos será
sólo un efecto secundario de una política de crecimiento lide-
rado por las exportaciones.
Con este cambio en la orientación estratégica para garan-
tizar el crecimiento de las industrias exportadoras, el neode-
sarrollismo propone que el dólar deberá mantenerse en un
nivel suficientemente elevado para asegurar la viabilidad com-
petitiva de las industrias. Según el neo-estructuralismo se
necesita un dólar más alto que aquel que permitiría equilibrar
el sector externo; es decir más alto que el que propone la orto-
doxia neoliberal. Por ello, se busca alcanzar un dólar sistemá-
ticamente caro —tipo de cambio real competitivo y estable—
en contraste con el “dólar barato” de la etapa neoliberal.
A diferencia del viejo desarrollismo de los 50 y 60 que daba
a las políticas industriales “activas” un papel central, la visión
neo-estructuralista se inclina por fomentar los encadenamien-
tos productivos que generan las industrias exportadoras. En
el viejo estructuralismo estas políticas industriales incluían
subsidios y promoción para favorecer a los sectores señalados
como estratégicos, mientras que las empresas estatales cum-
plían un rol fundamental al proveer insumos de uso difundido
a precios subsidiados. Para el nuevo desarrollismo, por el con-
trario, una tasa de interés relativamente baja y un tipo de
cambio competitivo —alto y estable— son más importantes que
la política industrial o la existencia de empresas públicas en
sectores clave de la economía. La política industrial debería
usarse estratégicamente sólo cuando las empresas que requie-
ren asistencia son capaces de demostrar que pueden compe-
tir en el mercado internacional. Esta estrategia es la que, de
acuerdo a los defensores de esta corriente, siguió Corea del Sur
y otros países de los denominados “Tigres Asiáticos” —Malasia,
Indonesia, entre otros—. Lo que no aparece como elemento
en estos análisis sobre el éxito nuevo desarrollista de los Tigres
y de Corea es que, en gran medida, estos modelos de desa-
rrollo estuvieron basados en una represión sobresaliente de la

68  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


clase trabajadora y una gran redistribución de ingresos hacia
el capital, direccionada por los Estados capitalistas de estos
países, en los cuales aún los estrechos derechos de la demo-
cracia burguesa eran vulnerados.

II

El nuevo estructuralismo ve al crecimiento liderado por las


exportaciones como la única estrategia sensata en el siglo XXI
para los países en desarrollo. Ahora bien, cabe preguntarnos
cómo se explica en realidad el posible éxito de esta estrategia.
Para garantizar la orientación hacia la exportación, privilegian-
do el uso de un instrumento —el dólar caro—, el supuesto implí-
cito es que la estrategia será exitosa siempre y cuando el país
mantenga la ventaja competitiva de la mano de obra barata.
Esta es la segunda regla de oro del neo-desarrollismo: defen-
der un patrón de crecimiento y acumulación de capital que man-
tenga “a raya” los costos laborales unitarios o —lo que es lo
mismo— contener los aumentos salariales dentro de un patrón
determinado de aumento de la productividad laboral. Esto es
que en términos dinámicos —a lo largo de los años—, los/as tra-
bajadores/as deben producir más valor por cada hora de tra-
bajo que el que apropian en la forma de salario. La defensa de
esta política de “balizamiento” de los salarios plantea la nece-
sidad de privilegiar un gran esfuerzo de inversión para soste-
ner el nuevo proyecto de desarrollo. Esto exigiría hallar un
“adecuado” equilibrio entre la acumulación de capital —inver-
sión— y la distribución del ingreso a través de una política de
ingresos activa, es decir de una política de contención salarial.
La necesidad de reprimir las demandas salariales es, enton-
ces, lo que permite que el objetivo de mantener la competi-
tividad se cumpla, y por ello pueda tener efectos positivos
sobre el crecimiento y la acumulación de capital. Esto es así
porque el aumento en los salarios por encima de la producti-
vidad se traduce inmediatamente en un aumento en los cos-
tos unitarios de producción y, consecuentemente, en una
reducción de la rentabilidad. Por ello, si no logran contener-

Política macroeconómica o la economía política del capital ◆ 69


se los salarios, la caída en la rentabilidad se producirá tanto
si las empresas no aumentan sus precios —pues el aumento de
costos comprime necesariamente la rentabilidad— como si las
empresas “trasladan” los mayores costos salariales a sus pre-
cios —pues pierden la ventaja competitiva frente a los pro-
ductores de otros países que con precios menores obtienen
igual o mayor rentabilidad.
Desde otro punto de vista, podemos decir que el objetivo
de la contención de los salarios es satisfacer la necesidad de
ahorro interno suficiente para sostener la acumulación de capi-
tal. Los trabajadores deben ser “forzados a ahorrar” mantenien-
do bajos sus salarios para permitir que los empresarios alcancen
una rentabilidad “adecuada” para garantizar el ahorro. Por
medio del ahorro se favorecería la inversión y, por su interme-
dio, el desarrollo. De allí que los neo-estructuralistas confirmen
que el balizamiento salarial articula en el mismo hito el proce-
so de formación de capital y la fórmula distributiva. En la prác-
tica argentina el balizamiento salarial tuvo su manifestación en
la política de topes salariales que desde 2006 los gobiernos de
Nestor Kirchner y luego el de Cristina Fernández de Kirchner,
aplicaron con relativo éxito y con acuerdo —con matices y con-
tradicciones— de los aparatos sindicales.

III

Junto con el tipo de cambio competitivo —pieza clave por


ser el precio macroeconómico estratégico en las economías peri-
féricas— el neodesarrollismo fomenta prácticas fiscales “respon-
sables” y una tasa de interés moderada. Por un lado, esto
significa un control sobre las cuentas públicas del Estado que
intente garantizar un nivel de ahorro positivo o superávit fiscal
primario —esto es, una diferencia positiva entre los ingresos
totales del Estado y sus gastos antes de pagar los intereses de
la deuda estatal— y, al mismo tiempo, un nivel de deuda públi-
ca reducido. El superávit fiscal y la renegociación del endeu-
damiento público (realizada en 2005, 3 años después de la
cesación de pagos) tiene como objetivo central reconducir el

70  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


endeudamiento estatal para que sea posible continuar repro-
duciéndolo. Es decir, la renegociación de la deuda y el superá-
vit fiscal son los dos elementos fundamentales de una estrategia
para seguir endeudados, endeudándose y pagando la deuda.
El nivel de endeudamiento externo público y privado alcan-
zado por la economía argentina a comienzos de 2002 tornaba
inviable la propia acumulación de capital. Por ese motivo, la
cesación de pagos no era una opción ni para el gobierno ni para
el conjunto de los sectores dominantes. La renegociación pos-
terior —aun incluyendo una quita importante— fue el resulta-
do de la necesidad de restablecer una relación adecuada entre
la apropiación financiera del plusvalor y su apropiación pro-
ductiva —favorable a la acumulación de capital—. Es así que
gracias a la renegociación de deuda pública fue posible para
los gobiernos que se sucedieron desde 2003 mediar con éxito
entre los intereses de las fracciones financieras y productivas
del capital, asegurando la estabilidad de la rentabilidad ele-
vada para el conjunto del capital.
Cabe recordar que entre 1997 y 2001 la deuda pública con-
solidada aumentó en 47.300 millones de dólares pero entre
2001 y 2003 lo hizo en 52.000 millones más. Este último salto
en el endeudamiento fue producto de la capacidad de los sec-
tores dominantes de trasladar al conjunto del pueblo traba-
jador el coste de la transición desde la convertibilidad hacia
un nuevo modelo de desarrollo capitalista. En el nuevo con-
texto, la renegociación de la deuda buscó garantizar que el
Estado pudiera seguir pagando, que los grandes capitales pri-
vados pudieran recuperar un acceso fluido al financiamiento
internacional y que el gran capital financiero continuara
apropiándose una porción más que apreciable de la riqueza
social generada por los/as trabajadores/ras en Argentina.
Mientras la renegociación de la deuda la hizo pagable, la
caja necesaria para pagar —el superávit fiscal del Estado— sur-
gió de la política de bajas tasas de interés y de la política de
contención salarial aplicada a los trabajadores del sector públi-
co. La primera medida permitió mantener acotado el pago de
intereses sobre una porción significativa de la deuda pública
interna. La contención salarial hacia los/as trabajadores/as del

Política macroeconómica o la economía política del capital ◆ 71


sector público, permitió garantizar que el componente más
importante del gasto público primario —los salarios estatales—
se mantuvieran dentro de estrictos límites, permitiendo una
capacidad de ahorro significativa al Estado. Contrariamente
a lo que podría suponerse, la combinación de renegociación
de la deuda junto al flujo de subsidios al gran capital —que
también se encuentra entre las políticas neo-desarrollistas
ampliamente aplicadas— fueron financiados no sólo a través
de la creación de las retenciones a las exportaciones sino tam-
bién gracias a la contención de los salarios de los empleados
estatales. En efecto, los salarios de los/as trabajadores/as del
Estado aumentaron mucho menos que los salarios de los/as
asalariados/as del sector privado formal, manteniéndose en
2010 muy por debajo de los valores de 2001. Si la remunera-
ción de los/as trabajadores/as del Sector Público Nacional
hubiera seguido la evolución de los salarios de los/as traba-
jadores/as privados en blanco, en 2010 el superávit fiscal pri-
mario de 25.115 millones de pesos se hubiera convertido en
un superávit de sólo 9.818 millones, con un déficit financie-
ro de más de 12.128 millones de pesos. Es así que el ahorro
forzoso de las empleadas y los empleados públicos es lo que
permite, en buena medida, el pago de la deuda del Estado.

Cuadro 4. Tipo de cambio real, saldo del sector externo


y resultado fiscal. Argentina, 1993-2011.
Tipo de
Sector externo** Resultado fiscal***
cambio real*
Período (porcentaje (porcentaje
(promedio,
del PBI) del PBI)
1993-1998=100)
1993-1998 100.0 -3.5% 0.9%
1999-2001 110.7 -2.9% 0.9%
2002-2006 243.4 4.7% 2.8%
2007-2010 178. 6 2.4% 2.4%
2010 139.6 1.0% 1.7%

Fuente: Elaboración del Centro de Estudios para el Cambio Social en base a


datos del INDEC. * En relación con el dólar estadounidense. ** Saldo de la cuen-
ta corriente del balance de pagos. *** Resultado fiscal primario (antes del pago
de intereses de la deuda pública), sector público nacional no financiero.

72  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


IV

A través de esta política macroeconómica el programa neo-


desarrollista se presenta como una respuesta a las necesida-
des del conjunto de la sociedad. El planteo general es que el
crecimiento económico acelerado (o sobre-crecimiento) es el
objetivo preponderante y, por su intermedio, se alcanzaría el
bienestar material del conjunto de la sociedad.
El tridente neo-estructuralista de dólar caro, salarios ata-
dos a la productividad laboral y finanzas públicas sanas, serían
las metas intermedias que tendrían el atributo de alcanzar
simultáneamente los objetivos de crecimiento económico y
aumento del empleo. Como todo discurso que se pretenda hege-
mónico, el neodesarrollismo busca convertir la parcialidad de
las posiciones e intereses de las clases dominantes en el senti-
do común del conjunto de las clases sociales. Por ello, este dis-
curso hegemónico permite que los sectores dominantes
presenten al empleo asalariado como el medio general a tra-
vés del cual toda la población alcanzará los beneficios del pro-
yecto neodesarrollista. El crecimiento económico sería —en tal
caso— la principal meta para alcanzar tal fin. El neo-estructu-
ralismo se convierte en la nueva economía política del capital:
resume sus objetivos principales —competitividad/rentabilidad
y expansión/crecimiento— junto a un decálogo de instrumen-
tos y políticas estatales para alcanzarlos, como lo expresan en
la plataforma suscripta por una serie de economistas “progre-
sistas” en San Pablo en septiembre de 2010.
La eficacia del discurso dominante no impide que señale-
mos que en la Argentina contemporánea —y con matices en
el resto de América del Sur— este proyecto de desarrollo capi-
talista es evidentemente funcional a las prioridades de expan-
sión de los sectores hegemónicos dentro de la clase dominante:
la burguesía local transnacionalizada.
En primer lugar, la posición neodesarrollista asume la posi-
bilidad de conformar un consenso nacional basado en lo que
consideran es un punto de solidaridad básica de clases al
momento de competir internacionalmente. Según el argumen-
to planteado por los defensores del modelo, las posibilidades

Política macroeconómica o la economía política del capital ◆ 73


de crecimiento del empleo —como interés central del pueblo
trabajador— son indivisibles de la competitividad del capital
nacional que enfrenta al capital extranjero. Sin embargo, este
planteo creemos que olvida algunas cuestiones relevantes. Por
un lado, en la etapa post-neoliberal la internacionalización del
capital que se consolidó desde la década del setenta, conlle-
va a que el actor clave de la estrategia neodesarrollista —la
renombrada burguesía nacional— haya desaparecido para ser
reemplazada por una burguesía carente por completo de inte-
rés nacional. Como hemos expresado, en los últimos treinta
años la cúpula del gran capital ha cambiado sustancialmente,
transnacionalizándose. Este proceso de acentuación del carác-
ter transnacional del capital que opera en nuestro país se pro-
fundizó en los últimos años. Las empresas extranjeras pasaron
de representar en 2003 el 32% del total de las ventas entre
las grandes empresas no financieras a apropiar el 66% de esas
ventas en 2007. Por otra parte, es claro que las condiciones
para establecer la declamada solidaridad de clases son ine-
xistentes en tanto el programa económico neo-estructuralis-
ta exige al pueblo trabajador financiar el crecimiento
económico, la competitividad y la acumulación de capital
sobre la base de su ahorro forzoso y de la persistencia de la
precarización de las condiciones de reproducción de su vida.
En efecto, con posterioridad a 2001 la caída en los salarios se
ha convertido en una transferencia de ingresos desde el pue-
blo trabajador a las clases dominantes que equivale a un pro-
medio anual de 6,6% del valor agregado durante los primeros
siete años del nuevo patrón de acumulación (2001-2008).
En segunda instancia, el planteo neodesarrollista se posi-
ciona como una lectura heterodoxa enfrentada discursivamen-
te a la ideología neoliberal. Más aún, se propone como la
absoluta negación del ideario neoliberal, presentando a la polí-
tica económica de los noventa como diametralmente opues-
ta a la política neo-estructuralista. Por medio de este giro
discursivo, evita reconocer su sesgo de clase, aún cuando la
política macroeconómica del Estado en la periferia continúa
—a través de medios diferentes, en un contexto diferente—
sirviendo a los intereses del gran capital local —ahora trans-

74  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


nacionalizado— y su reproducción a escala global.
Contrariamente a lo que sugiere el neo-estructuralismo, la
política económica actual —cuyo núcleo fundamental es el tipo
de cambio alto— garantiza a los oligopolios locales un persis-
tente incremento en su rentabilidad y competitividad global,
a costa de una limitación en las posibilidades de crecimiento
del consumo obrero y popular. Es así, que más allá de sus dife-
rencias discursivas y de los instrumentos implementados para
lograr un proceso de crecimiento exitoso, el neodesarrollis-
mo comparte con la perspectiva neoliberal su carácter de pro-
yecto político de las clases dominantes. La estrategia
macroeconómica tiene por principal objetivo permitir al capi-
tal más concentrado crecer y acumular sobre la base de cap-
turar una porción mayor de los mercados mundiales y de las
ganancias globales. El presupuesto de ese enfoque de políti-
ca económica es que el Estado no necesita elegir a los gana-
dores pues el conjunto de los oligopolios locales comparten
los beneficios de las políticas pro-competitivas. En efecto, la
política cambiaria del gobierno argentino ha permitido desde
2003 garantizar un salto en la competitividad global el gran
capital: su tasa de ganancia neta sobre el capital circulante
aumentó un 120% entre 2001 y 2008, manteniéndose hoy un
50% por encima de la media de los años noventa.

Cuadro 5. Inversión y rentabilidad de


las grandes empresas. Argentina, 2002-2010.

Inversión fija* Rentabilidad de


Período (porcentaje las grandes empresas**
del PBI) (porcentaje del capital circulante)

1993-1998 7.9% 10.1%


1999-2001 6.8% 6.9%
2002-2006 6.1% 14.2%
2007-2010 9.5% 14.4%***
2010 10.5% 14.3%***

Fuente: Elaboración del Centro de Estudios para el Cambio Social en base a


datos del INDEC. * Inversión total en equipo durable de producción. ** Tasa
de ganancia, 500 empresas de mayores ventas. *** Año 2009.

Política macroeconómica o la economía política del capital ◆ 75


En tercer lugar, el proyecto neo-desarrollista pretende
ocultar un hecho estructural de la economía argentina: la rigi-
dez del consumo suntuario de los sectores dominantes. La hipó-
tesis es que gracias al aumento en la rentabilidad del capital
—y la expansión del excedente que puede ser acumulado— y
la política de bajas tasas de interés, la inversión tenderá a
aumentar reduciendo paralelamente el consumo privilegiado
de las clases propietarias. Es decir, una mayor proporción del
plusvalor sería destinado a incrementar la capacidad produc-
tiva del país en reemplazo del consumo improductivo. ¿Por qué
podría la tasa de interés baja, desde la óptica neo-desarro-
llista, producir este resultado de incremento de la inversión?
La explicación es sencilla: si la tasa de interés es reducida las
clases dominantes que apropian el plusvalor no verán benefi-
cioso invertir en el sistema financiero —plazos fijos, bonos y
otras formas— sino que, por el contrario, les resulta conve-
niente incrementar la masa de recursos destinada a la inver-
sión en maquinaria y equipo, donde la rentabilidad es elevada.
Esta presunción pretende negar el carácter dependiente del
patrón de consumo de los sectores dominantes. Estos secto-
res buscan mantener un estándar de consumo excesivo que no
tiene como referencia las condiciones de reproducción loca-
les sino remite a los patrones de gasto de las burguesías de
los países centrales. Este hecho, característico de las econo-
mías dependientes, establece una rigidez estructural en la
masa de plusvalor (o excedente) que es desviada a gastos
improductivos para la acumulación de capital. Cabe señalar,
sin embargo, que la permanencia de niveles elevados de con-
sumo suntuario no opera en desmedro de la rentabilidad del
capital o el crecimiento económico a corto plazo. Por el con-
trario, la persistencia de altos niveles de consumo suntuario
explica el dinamismo de la construcción de barrios cerrados
y la expansión en las ramas ligadas a servicios de alta gama.
Este patrón de consumo explica por qué a pesar del salto en
las tasas de rentabilidad del capital y las bajas tasas de inte-
rés domésticas, los niveles de inversión globales permanecen
relativamente bajos, muy cercanos a los del período de auge
de los años noventa.

76  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


Por último, frente a la posición neoliberal que supone que
el tipo de cambio real es una variable endógena —o fuera del
control de la política económica— el neo-estructuralismo
asume, como dijimos, la política cambiaria como principal ins-
trumento de la política macroeconómica. Nuevamente, pode-
mos preguntarnos cuál es el presupuesto de esta afirmación
de que los instrumentos cambiarios son la clave de la políti-
ca macroeconómica. Lo que está detrás de esta afirmación es
el supuesto de que la tasa de ganancia post-crisis es rígida —o
exógena, viene determinada por la competencia capitalista—
y que el nivel de los salarios reales es una variable flexible o
sujeta al control indirecto por parte de la política estatal. Es
decir, la variable que puede ajustarse son los salarios reales,
mientras que las ganancias están determinadas por la compe-
tencia entre empresas capitalistas. El tipo de cambio real es
exógeno, es decir determinado por el gobierno, entonces si
la masa de ganancias es rígida, el ajuste recae sobre los sala-
rios reales, es decir la variable endógena.
Para despejar las dudas veamos, más allá de los discur-
sos, cómo opera el mecanismo del tipo de cambio real. El tipo
de cambio real —y la competitividad— es resultado de la inte-
racción entre tres variables principales: los salarios reales, la
productividad laboral y la tasa de ganancia del conjunto del
capital local frente al capital global. Es decir, el dólar tende-
ría a ser más caro en el país si caen los salarios reales —los
salarios suben menos que la inflación— o si aumenta la pro-
ductividad laboral, en relación a lo que ocurre en otros espa-
cios económicos. Ambos elementos —baja en los salarios o
aumento en la productividad— permiten al capital aumentar
su rentabilidad bajando costos y aumentando el margen de
ganancia. En los hechos, el neo-estructuralismo —al no cues-
tionar la hegemonía del capital transnacional en la economía
local— asume que la única variable que puede modificarse a
través del instrumento “tipo de cambio” es el salario real, que
debe ser mantenido en regla para garantizar los objetivos de
reproducción ampliada de las relaciones sociales capitalistas.
Es así que, como hemos mencionado, tipo de cambio real com-
petitivo e incrementos de salarios menores a los incrementos

Política macroeconómica o la economía política del capital ◆ 77


de productividad son políticas indisociables desde la perspec-
tiva neo-desarrollista.
Por eso en Argentina, la recuperación leve de los salarios
promedio —que recién en 2008 recuperaron su nivel de 2001—
comienza a encontrar límites muy evidentes en los últimos
años. Para que el incremento de salarios no dañe la competi-
tividad debe haber aumentos significativos de la productivi-
dad laboral en relación a los socios comerciales. Es así que el
magro desempeño de la productividad relativa del trabajo
entre 2002 y 2009, impone una fuerte presión para que los sala-
rios reales comiencen a estancarse: con leves aumentos en la
productividad del trabajo, la rentabilidad del capital sólo
puede mantenerse si los salarios reales dejan de crecer. Por
ello, en el marco de la estrategia neo-desarrollista, la presión
para mantener la competitividad y el crecimiento en Argentina
está puesta sobre los trabajadores y las trabajadoras para que
moderen sus demandas de mejoras en las condiciones de vida.
Nuevamente, se reclama a los/as trabajadores/as hacer el
esfuerzo, ajustarse para “que no vuelva el caos”, “sintonía
fina” y “responsabilidad”.

Hasta aquí hemos intentado presentar y poner en cuestión


las premisas sobre las que se basa la estrategia de desarrollo
que hemos dado en llamar neo-desarrollista. Estas premisas
se articulan en un marco teórico que rescata la tradición del
estructuralismo latinoamericano, pero intenta tomar en cuen-
ta los cambios producidos por la mundialización del capital,
la irrupción del capital financiero y los cambios productivos a
nivel global. Es así que el neo-estructuralismo, como funda-
mento del modelo de desarrollo neo-desarrollista logra unifi-
car a las diversas fracciones de las clases dominantes con un
discurso en el cual la necesidad de ganar competitividad inter-
nacional, la mejora sistemática en la capacidad exportadora
y la estabilidad financiera son los cimientos sobre los que debe
sustentarse un modelo de desarrollo exitoso. Este discurso

78  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


avala el punto de vista según el cual el crecimiento económi-
co capitalista es el objetivo central que debe tener presente
el Estado y, a través de este crecimiento, se podrán lograr
mayores niveles de inclusión social y una reducción de la desi-
gualdad.
Para llevar a cabo estos objetivos vimos que los instrumen-
tos centrales que propone este enfoque, y que son tomados
casi en su totalidad por el gobierno actual, son el tipo de cam-
bio real competitivo y estable, un crecimiento salarial menor
al crecimiento de la productividad laboral y elevados niveles
de superávit fiscal. Creemos que este es el núcleo de la eco-
nomía política del capital tal cual se ha implementado en
Argentina desde 2003 y que ha tenido éxito en sus objetivos
de reimpulsar un proyecto político de las clases dominantes.
Sin embargo, el pueblo trabajador no se encuentra ausen-
te de la escena y, en ocasiones, su organización política logra
presiones sobre el poder del Estado para que se implementen
medidas que lo favorezcan parcialmente.

Para saber más:

Curia, Eduardo (2007), Teoría del modelo de desarrollo de la Argentina.


Las condiciones para su continuidad, Galerna, Buenos Aires.
Féliz, Mariano (2011), “Neoliberalismos, neodesarrollismos y proyec-
tos contrahegemónicos en Suramérica”, Revista Astrolabio, 7,
Córdoba.
Ffrench-Davis, Ricardo (2005), Reformas para América Latina.
Después del fundamentalismo neoliberal, CEPAL-Siglo XXI edi-
tores, Buenos Aires.
Furtado, Celso (1984), Teoría y política del desarrollo económico,
Siglo XXI Editores, México.
Lo Vuolo, Rubén (2009), Distribución y crecimiento. Una controver-
sia persistente, Miño y Dávila Editores, Buenos Aires.
Marini Ruy Mauro (2007), “Dialéctica de la dependencia”, en América
Latina, dependencia y globalización, CLACSO-Prometeo Libros,
Buenos Aires.
Ortiz, Ricardo y Schorr, Martín (2007), “La rearticulación del bloque
de poder en la Argentina de la post-convertibilidad”, Documento

Política macroeconómica o la economía política del capital ◆ 79


de trabajo 2, IDAES, en http://www.idaes.edu.ar/ papelesdetra-
bajo/paginas/Documentos/02_8_Ortiz-Schorr.pdf.
Osorio, Jaime (2004), Crítica de la economía vulgar: reproducción
del capital y dependencia, Universidad Autónoma de Zacatecas,
México.
Prebisch, Raúl (1986), “El desarrollo económico en América Latina y
alguno de sus principales problemas”, en Desarrollo Económico,
vol. 26, 103, IDES, Buenos Aires.
Sunkel, Osvaldo (1991), “Del desarrollo hacia adentro al desarrollo
desde dentro”, en Sunkel (comp.) El desarrollo desde dentro,
pp. 35-79, FCE, México.
VV.AA. (2010), “Diez tesis sobre el Nuevo Desarrollismo”, en
http://www.diariolaopinion.com.ar/Sitio/VerNoticia.aspx?s=0&i=
6811.

Ideología dominante.

De la misma manera que la ideología dominante en la


sociedad es la ideología de los grupos dominantes, la teo-
ría económica predominante en cada momento histórico
será aquella más acorde a los intereses de los sectores domi-
nantes. De esa manera, a través del neoliberalismo, la
corriente neoclásica promotora del libre mercado y la des-
regulación era el marco teórico más adecuado para orien-
tar la política económica del Estado a favor de los intereses
de los grandes grupos económicos. De la misma forma, hoy
en día el neo-estructuralismo aporta los elementos concep-
tuales para conformar el plan del gran capital, apuntalan-
do la intervención del Estado para promover la
competitividad a partir del dólar caro, la política de sub-
sidios e inversiones en infraestructura y la contención de
la disputa salarial. Mal que les pese a sus impulsores, el neo-
estructuralismo (base del neo-desarrollismo como proyec-
to político de los sectores dominantes) es la economía
política del capital en la etapa posneoliberal en Argentina,
siendo los sectores populares —nuevamente— convidados de
piedra en el banquete de los poderosos.

80  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


Capítulo 6

De la economía política
de los trabajadores a las
políticas sociales
y laborales

El proyecto neodesarrollista se constituye como proyecto


hegemónico de las clases dominantes. Es en las decisiones
macroeconómicas —nivel del tipo de cambio, topes salariales,
superávit fiscal, etc.— donde se plasma de manera más trans-
parente esa hegemonía en las políticas estatales. Los intere-
ses de clase del gran capital se expresan más cabalmente en
las políticas económicas globales —las macroeconómicas— pues
ellas son las que permiten crear el marco general para garan-
tizar las condiciones de valorización del capital en su conjun-
to y la apropiación del valor entre fracciones del capital. Sin
embargo, el Estado y sus políticas son al mismo tiempo un
campo en disputa. En este sentido, la hegemonía de un pro-
yecto político de las clases dominantes no anula la posibili-
dad de que el pueblo trabajador obtenga ciertas conquistas
que imposibilitan un deterioro aun mayor en sus condiciones
de vida. Entendemos que el Estado no es un sujeto en sí con
capacidad de ejercer poder —más allá de cierta autonomía
relativa de los funcionarios estatales—, sino una relación social
en la que se materializan las posiciones estructurales y las
correlaciones de fuerza sociales.
Es en este sentido, que más allá de la economía política
del capital y su expresión en las políticas macroeconómicas, es
posible analizar en qué medida y hasta qué punto la economía

De la economía política de los trabajadores...  81


política del trabajo —las demandas y disputas del pueblo tra-
bajador— influyó en la etapa actual en ciertas políticas estata-
les concretas.

En el capítulo previo, expusimos de manera detallada de


qué manera la política estatal respondió a los intereses de las
clases dominantes. Del mismo modo, podemos analizar cómo
las exigencias y demandas del pueblo trabajador también tie-
nen su repercusión en las políticas del Estado.
Si vemos al Estado como una relación social en la cual la
lucha de clases se manifiesta, más que como un sujeto autó-
nomo —tal como es visto por las ideologías liberales y desa-
rrollistas— las múltiples políticas estatales serán el resultado
de la condensación de las correlaciones de fuerzas sociales.
De todas formas, la correlación de fuerzas sociales no se expre-
san siempre con la misma intensidad en las políticas concre-
tas del Estado. Es decir, el Estado como relación social no
resulta igualmente receptivo a las demandas de las diferen-
tes clases y fracciones de clase. En tanto la sociedad es domi-
nada por el capital —es decir, es una sociedad capitalista— el
Estado es capitalista pues la burguesía hegemoniza su estruc-
tura y su orientación general.
Sin embargo, en tanto el Estado es una forma social, la
dirección de su accionar es disputada. Las luchas populares
tienen la capacidad de incidir —en mayor o menor medida,
dependiendo del grado de organización, del contexto nacio-
nal e internacional, de las fortalezas de la clase dominante,
etc.— en la dirección que asumen las políticas estatales. Es
así que la conflictividad social impacta doblemente en la
estructura del Estado. Por un lado, actúa de manera directa
sobre la dinámica de la acumulación de capital, imponiendo
ciertos límites al poder material de la clase dominante. Por
otro, incide sobre la legitimidad política del sistema de domi-
nación. Por ello podemos señalar que el Estado es en este sen-
tido un lugar-momento de la lucha de clases. Los avances

82  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


reivindicativos que alcanzan las luchas populares permiten ase-
gurar un nuevo piso material —en lo organizativo y en las con-
diciones de vida— que podrán apuntalar una transformación
más profunda en la esencia misma del Estado y la sociedad.
Sin embargo, y al mismo tiempo, la absorción parcial de las
demandas sociales a través de nuevas políticas públicas, ins-
titucionaliza de cierta manera el conflicto, fortaleciendo la
legitimidad política de las clases dominantes.
En particular, las demandas sociales más inmediatas —por
su carácter primariamente reivindicativo, ligado a las necesi-
dades de reproducción de la vida— impugnarán al Estado en
aquello que remite a las condiciones de trabajo y de vida. Por
ello, las políticas laborales y sociales serán los principales ins-
trumentos a través de los cuales el Estado actuará frente a
este tipo de conflictividad social. Mientras las primeras bus-
carán operar en el ámbito de la producción y apropiación pri-
maria de la riqueza —los espacios laborales—, las segundas
serán activadas para resolver situaciones conflictivas plante-
adas en el espacio de la distribución y circulación de la rique-
za —el espacio de la sociabilidad más en general, más allá del
trabajo—.
A través de diferentes modalidades de intervención en este
espacio de las políticas públicas, el Estado —capitalista, como
dijimos— buscará primero canalizar las demandas, luego con-
tenerlas y —eventualmente— reprimirlas. En la medida en que
las exigencias populares puedan ser contenidas sin violentar
las condiciones generales de la reproducción del capital —es
decir, sin afectar significativamente la rentabilidad gene-
ral—, el Estado preferirá canalizar esas demandas institucio-
nalmente sin recurrir a la represión abierta, privilegiando —en
términos del ejercicio de la hegemonía— el consenso a la coer-
ción. En pocas palabras, el Estado buscará con su accionar nor-
malizar, aún cuando sea conflictivamente, el carácter
potencialmente disruptivo de las exigencias populares. La com-
binación y temporalidad de las estrategias de canalización,
contención y represión de las demandas dependerá no sólo en
su faceta reivindicativa, fundamentalmente de la particular
correlación de fuerzas sociales en cada momento histórico y

De la economía política de los trabajadores...  83


de la iniciativa política integral del pueblo trabajador y sus
organizaciones.

II

Este mínimo marco conceptual, nos permite comprender


el desarrollo de las políticas laborales y sociales a lo largo de
la historia de nuestro país, en relación a la lucha de la clase
trabajadora.
Hasta mediados de los años ochenta las políticas sociales y
de empleo estuvieron articuladas fundamentalmente en torno
al trabajo asalariado. La consolidación a partir de los años cua-
renta de un nuevo movimiento obrero organizado en torno a los
sindicatos por ramas de actividad, les permitió a los trabaja-
dores y trabajadoras ir conquistando una serie de beneficios polí-
ticos, económicos y sociales que mejoraron su calidad de vida.
Desde mediados de los años treinta, la organización de la clase
trabajadora pasó progresivamente de la autogestión obrera de
la seguridad social a la mediación y control de la misma por
parte del Estado. Es así que la organización obrera, pasó desde
los sindicatos de oficio, las asociaciones mutuales y las socie-
dades de socorros mutuos, a la institucionalización del poder
obrero en los sindicatos integrados en el aparato estatal. Si bien
por un lado esto implicaría cierta pérdida de autonomía, los
beneficios sociales —seguro de salud, jubilación, salario fami-
liar, etc.— se generalizaron para el conjunto de la clase obre-
ra, conjuntamente con mejoras progresivas y sostenidas en los
ingresos laborales. Entre 1943 y 1955 los salarios reales aumen-
taron un 3,4% anual promedio y entre 1955 y 1973 lo hicieron
a un ritmo promedio de 1,3% anual. Esto fue resultado, en parte,
del desarrollo de la manufactura y la aparición de la gran indus-
tria en el país y el consecuente cambio en la articulación inter-
na del capital. Los sindicatos de oficio —históricamente
impulsados por las corrientes anarquistas y comunistas— per-
dieron peso en la medida en que esas profesiones eran subsu-
midas por el nacimiento de una nueva forma de la fuerza de
trabajo: el obrero masa; el trabajador crecientemente se

84  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


transforma en apéndice de la máquina o la cadena de monta-
je en una tarea menos especializada.
Como hemos dicho, en el mismo proceso de desarrollo de
la manufactura capitalista el conjunto de los trabajadores y
trabajadoras comenzó a perder cierta autonomía organizati-
va. El Estado reabsorbía la potencia autogestiva del trabajo
e integraba parcial, aunque conflictivamente, a las organiza-
ciones sindicales a la lógica de la burocracia estatal y su racio-
nalidad instrumental. El enfrentamiento directo entre capital
y trabajo en los espacios laborales era ahora mediado por la
consolidación de los sindicatos que pasaban progresivamente
a integrar el espacio paraestatal de las comisiones paritarias
y los convenios colectivos de trabajo. Las comisiones internas
—creadas a fines de los cuarenta como resultado de las
demandas de autonomía de clase frente al aumento de la cen-
tralización— se convertían en el principal espacio de partici-
pación directa de los trabajadores y las trabajadoras.
Junto al desarrollo de las políticas de seguridad social esta-
talizadas, la provisión pública universal de bienes y servicios
varios —fundamentalmente salud y educación— se convirtie-
ron en avances consolidados que permitieron por mucho
tiempo una mejora persistente en las condiciones de vida de
la población, llevando los niveles de pobreza muy por deba-
jo de la media de la región sudamericana. Menos del 9% de
los hogares eran pobres en la región urbana del Gran Buenos
Aires hacia la primera mitad de los años setenta.
A pesar de estos significativos progresos logrados por la
clase trabajadora, ya a mediados de los cincuenta la tenden-
cia a la recuperación de la iniciativa por parte del capital había
comenzado, acelerándose más aún en los sesenta. Con el
derrocamiento del segundo gobierno peronista y el auge del
desarrollismo cívico-militar —encarnado en Frondizi primero
y Onganía después—, las fracciones concentradas del gran capi-
tal comenzaron un progresivo intento de reconducción del pro-
ceso de valorización que tenía a la clase obrera organizada
como agente dinámico. El nuevo ciclo de luchas —liderado por
“los obreros mejor remunerados del país”— alcanzó su pico a
comienzos de los años setenta. Paralelamente, las fracciones

De la economía política de los trabajadores...  85


dominantes del capital fueron avanzando en un proceso pro-
gresivo de centralización y concentración, que dio lugar al sur-
gimiento de una nueva cúpula capitalista crecientemente
diversificada e incipientemente transnacionalizada.
Como hemos dicho, el “Rodrigazo” en 1975 y el golpe mili-
tar de 1976 fueron los hitos políticos del salto cualitativo en
la elite dominante que integraría gradualmente a las distin-
tas fracciones del capital —financiero, productivo-industrial,
productivo-agropecuario—. Frente a la dimensión de una cri-
sis global con cuestionamientos radicales a la forma misma del
Estado, los sectores dominantes abandonan definitivamente
la estrategia de la integración del pueblo trabajador a través
de las instituciones de la democracia formal para avanzar hacia
la represión abierta y transparente de los sectores organiza-
dos del pueblo. Para recuperar el control sobre las condicio-
nes de su reproducción ampliada, el capital propone la
reproducción ampliada de la violencia estatal. Como parte de
la tendencia del capital internacional de buscar la superación
de su crisis a partir de la reconfiguración de su estructura polí-
tica interna y de la profundización de su integración transna-
cional, el gran capital local avanzó en un ataque directo a las
condiciones de producción y reproducción de la clase obrera
en su conjunto, mientras que el poder estatal respondió cre-
cientemente a través de la coerción como herramienta cen-
tral de ejercicio de la hegemonía.

III

Los cambios estructurales que la dictadura militar de 1976


inició de manera brutal —y continuaron los gobiernos electos
que la sucedieron— condujeron al deterioro en las condicio-
nes de vida del pueblo trabajador y alteraron radicalmente la
forma de intervención del Estado. Los salarios reales cayeron
un 18% entre 1975 y 1983, deteriorándose aún más y llegan-
do a un nuevo piso histórico durante los años noventa. El resul-
tado inmediato de este proceso fue el salto persistente en los
niveles de pobreza.

86  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


En este marco, y de acuerdo al planteo de los ideólogos
neoliberales, desde mediados de los años ochenta —y con mayor
radicalidad en los noventa—, las políticas públicas orientadas
a las clases populares ganaron en selectividad y focalización.
Abandonaron progresivamente los criterios de universalidad que
las luchas históricas del pueblo trabajador habían conseguido
imponer desde comienzos de los años cuarenta.
En los ochenta nació la caja PAN (Plan Alimentario
Nacional) como primer destello de lo que vendría en cuanto
focalización de políticas sociales. Frente a la precarización de
las condiciones materiales de vida, este y otros programas simi-
lares orientados a un conjunto creciente de hogares empobre-
cidos intentaron contener el descontento y la lucha social
dentro de los canales institucionalizados y por tanto —tenta-
tivamente— controlados/controlables. No siempre lo lograron
como bien lo demostraron los saqueos de fines de los ochen-
ta y de finales del año 2001. Sin embargo, las políticas socia-
les eran redefinidas en la etapa neoliberal como de combate
a la pobreza y no ya de beneficios universales.
Por su parte, las políticas laborales en la etapa de conso-
lidación del proyecto neoliberal avanzaron en la desarticula-
ción de las conquistas alcanzadas por las luchas obreras de las
décadas previas. El avance de la flexibilización laboral y la pre-
carización de las condiciones de trabajo corroboraron el des-
plazamiento de la correlación de fuerzas a favor del gran
capital en el ámbito de las relaciones laborales. Es así que en
una etapa de fuerte retroceso y de pauperización material y
simbólica del pueblo trabajador, las modificaciones de las polí-
ticas laborales vinieron a institucionalizar los avances alcan-
zados por el poder del capital a lo largo de tres décadas de
reestructuración.
A estos aspectos, se sumó además la deconstrucción del
“Estado de Bienestar” que en Argentina —a diferencia del resto
de América Latina— había avanzado significativamente. Las pri-
vatizaciones de los servicios públicos, la seguridad social y
—parcialmente— la educación y la salud, fueron parte de la
destrucción de los derechos sociales básicos que las luchas
populares habían conseguido a lo largo del siglo XX.

De la economía política de los trabajadores...  87


Esto puede verse a través de la evolución del gasto públi-
co social (GPS) consolidado tanto del Estado Nacional como
de las provincias. El crecimiento del GPS se fue reduciendo
desde la década de 1980 y, sobre todo, desde 1991. Durante
la denominada crisis del Tequila en 1995, comenzaron a lle-
varse a cabo recortes de estos gastos. Así, el gasto público
social se reduce un 4,1% en 1995 y un 1,9% en 1996. La ten-
dencia decreciente en el gasto público social de los primeros
años de la década 1990 se profundizó a medida que la histo-
ria avanzaba hacia la crisis terminal de este modelo instaura-
do en Argentina. En 2001 el gasto público social se desplomó
en más de un 30%.
En definitiva, durante la etapa neoliberal las políticas labo-
rales que habían surgido como una forma de canalizar y con-
tener en el marco institucional el conflicto laboral, eran
desarmadas a los fines de facilitar la reestructuración produc-
tiva —en clave capitalista, por supuesto—. En paralelo, el dete-
rioro de las condiciones materiales de vida, la consolidación
de condiciones de exclusión social y pobreza persistentes tuvo
un correlato en la conformación de una primera generación
de políticas sociales de carácter residual e individualizado. El
Plan Alimentario Nacional (PAN) de los ochenta abrió el cami-
no, seguido en los noventa con una multiplicidad de progra-
mas que pretendían contener, de manera muy limitada, el
emergente de un problema social que caracterizaría al capi-
talismo argentino a partir de ese momento. Estas políticas
laborales y sociales, fueron auspiciadas y financiadas por los
organismos internacionales como el Banco Mundial que bus-
caban atender la emergencia social, sin atacar sus causas, car-
gando sobre los excluidos y desocupados la responsabilidad de
salir de su situación. El surgimiento —hacia mediados de los
años noventa— de un novedoso y poderoso movimiento de tra-
bajadores/as desocupados/as, en el marco del renacimiento
de la conflictividad social, comenzaría a poner en cuestión un
patrón restringido e individualizante de políticas sociales.
Estas nuevas organizaciones no institucionalizadas logra-
ron imponer su capacidad de veto ante las políticas sociales
neoliberales a través de la acción directa y, al mismo tiempo,

88  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


obtuvieron transitoriamente —al menos hasta 2002— un impor-
tante consenso social sobre la necesidad de reforma de estos
programas para permitir el acceso a ingresos mínimos de sub-
sistencia a la mayoría de la población.

IV

Como hemos venido mostrando en los capítulos preceden-


tes, la crisis del programa de convertibilidad marcó el final
de la etapa neoliberal en Argentina y dio comienzo a una nueva
forma de mediación del Estado a través de las políticas socia-
les y laborales. Mientras el cambio en las políticas macroeco-
nómicas remitía más bien a las nuevas demandas de los
sectores dominantes —de acuerdo a la nueva ortodoxia expre-
sada en el neo-estructuralismo—, las políticas sociales y labo-
rales comenzaron a cambiar para dar cuenta de la nueva
dinámica de la conflictividad social que incluía sectores del
pueblo trabajador que no eran los tradicionalmente organiza-
dos en el movimiento obrero.
Sin embargo, la recuperación en la actividad económica
global a partir de mitad de 2002 comenzó a alterar parcial-
mente las condiciones estructurales del mercado de fuerza tra-
bajo. El crecimiento acelerado del empleo condujo a una caída
significativa en la tasa de desempleo —que había llegado a
cerca del 25% de la fuerza de trabajo disponible en 2002—,
con una recuperación sensible del nivel de empleo industrial.
En este contexto, comenzó un nuevo ciclo de conflictividad
obrera marcado por la articulación de dos fuerzas contradic-
torias. Por un lado, un movimiento obrero —organizado buro-
cratizado, empresarial y liderado por los nuevos sectores
estratégicos de logística y transporte— y, por otro lado, una
nueva generación de jóvenes activistas de base que cuestio-
nan las formas tradicionales de militancia sindical.
Es así que la combinación del profundo deterioro de las
condiciones de vida del pueblo trabajador en la post-deva-
luación, la presión del nuevo activismo sindical y la persis-
tencia de un peso estructural significativo del aparato sindical

De la economía política de los trabajadores...  89


tradicional en los sectores estratégicos, convergieron para
crear las condiciones para la recuperación del conflicto labo-
ral. La debilidad política inicial de las nuevas fuerzas políti-
cas en el Estado —peronismo kirchnerista— y las nuevas
condiciones de rentabilidad del gran capital, buscaron la cana-
lización institucional de la presión y conflictividad laboral,
intentando contenerla dentro de la legislación laboral vigen-
te. Esto se tradujo en la revitalización de las instituciones
existentes como Convenciones Colectivas de Trabajo (CCT) o
el Consejo del Salario Mínimo, Vital y Móvil (Consejo del SMVM)
y la activación de algunas nuevas formas institucionales
como el Programa de Reconversión Productiva (REPRO).
Lo significativo de la etapa es la recuperación del activis-
mo sindical frente al cambio de coyuntura antes que las nove-
dades en las instituciones de mediación en el ámbito de las
relaciones laborales. Es decir, más allá de una serie de polí-
ticas laborales implementadas desde 2002, las mismas no se
diferencian sensiblemente de las que caracterizaban a la etapa
previa. Lo que ha cambiado son las potencialidades del movi-
miento obrero para influir en las instituciones laborales a tra-
vés de su organización. En la etapa neoliberal, en condiciones
de debilidad y avanzada de los sectores empresariales, los
obreros sindicalizados optaron por rechazar la renegociación
formal de las condiciones de trabajo —en ámbitos de negocia-
ción colectiva— y enfrentaron como pudieron la reformula-
ción de hecho de las mismas. Por el contrario, en la etapa
neodesarrollista frente al cambio en las condiciones socio-polí-
ticas, las fuerzas políticas en la conducción de la mayoría de
los sindicatos —altamente integrados en el aparato del Estado—
buscan aprovechar las instituciones ya existentes para cana-
lizar la presión de las bases a la vez que mantienen el control
vertical de sus organizaciones.
También podemos ver en la etapa neodesarrollista la apli-
cación de una serie de políticas laborales en la forma de pro-
gramas de empleo, que se encuentran dentro del estricto
marco de políticas avaladas por los ideólogos del neolibera-
lismo. Es así que desde 2002 se implementaron una serie de
políticas laborales concretas que apuntan a mejorar la “emple-

90  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


abilidad” a través de financiamiento para formación o bien
para mejorar la capacidad de búsqueda de empleo —tal como
el Programa Jóvenes Más y Mejor Trabajo y otros similares—.
Este tipo de políticas, que en su mayoría son financiadas por
créditos del Banco Mundial, poseen un trasfondo teórico muy
relacionado a la ideología neoliberal, pues intentan explicar
la causa del desempleo a partir de la incapacidad de deter-
minados grupos sociales o etarios al interior del pueblo tra-
bajador, que no contarían con las condiciones personales para
conseguir un puesto de trabajo. La mayoría de las políticas
aplicadas por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad
Social, apuntan a “capacitar” a los/as trabajadores/as dado
que sus “incapacidades” no les permiten conseguir un empleo.
Esta visión se encuentra muy alineada con los programas de
empleo de la década previa.
La contracara del bajo nivel de innovación en las políti-
cas estatales laborales, en la etapa neodesarrollista se obser-
va en el desarrollo de profundos cambios en el campo de las
políticas sociales. Frente a las políticas residuales de las déca-
das neoliberales, el neodesarrollismo se caracteriza por la
construcción de políticas sociales de alcance masivo. El salto
de los planes Trabajar —300 mil beneficiarios en 2001— al Plan
Jefes y Jefas de Hogar Desocupados —1,9 millones de benefi-
ciarios en 2002— junto al Plan Familias —500 mil beneficiarios
en 2005— para llegar a la Asignación Universal por Hijo —4,5
millones de beneficiarios en 2010— dan cuenta de este pro-
ceso de tendencia a la masividad de los programas sociales.
Más allá de esta “universalidad” la transformación de los pla-
nes no modificó la tendencia a individualizar los beneficios,
impuesta en los años noventa por los organismos internacio-
nales de crédito que —paradójicamente— son quienes conti-
núan financiando la asistencia social. Esto ha sido incluso en
lo que atañe al incremento de la Asignación Universal por Hijo
de 180 a 220 pesos por cada hijo menor de dieciocho años en
2011, que se financió con un préstamo otorgado por el Banco
Mundial.
Creemos relevante marcar una diferencia crucial con cier-
tas lecturas benévolas sobre el neodesarrollismo que, además,

De la economía política de los trabajadores...  91


poseen una visión del Estado como un ente autónomo que se
encuentra por encima de la lucha de clases y los diferentes
conflictos sociales. En nuestra opinión, el salto cuantitativo
—sin duda deseable para los beneficiarios de los programas
en relación a no recibir ingreso alguno— no da cuenta de una
faceta “social” del proyecto neodesarrollista, sino que por el
contrario es resultado de la necesidad que tienen los secto-
res dominantes de garantizar las condiciones de legitimidad
de su proyecto hegemónico. En un marco de crecimiento ace-
lerado que no necesariamente favorece la inclusión social a
través del empleo, se torna necesaria la política social como
forma de lograr la hegemonía del proyecto neodesarrollista.
Por sí mismas, las excepcionales tasas de crecimiento y ren-
tabilidad de la etapa actual no han generado la integración
social que postulan los apologistas del neodesarrollismo. Por
el contrario, como hemos mostrado a lo largo de este libro,
el éxito de la valorización y acumulación capitalista se apoya
en un incremento del empleo altamente precarizado junto a
la reproducción de condiciones de pobreza, exclusión y mar-
ginalidad social para una proporción cercana al 20% de la
población trabajadora, que representa cerca de nueve millo-
nes de personas.
Las nuevas políticas sociales son el resultado de la com-
binación de esas condiciones de exclusión estructural y la
impronta de las demandas de las organizaciones que nacie-
ron en el ciclo de lucha contra el neoliberalismo. Las
demandas de las nuevas organizaciones del pueblo trabaja-
dor —articuladas también con sectores sindicalizados— inter-
pelan al capitalismo argentino tanto en su faceta neoliberal
como en su etapa neodesarrollista. Esas exigencias —que
podrían sintetizarse en ingreso universal, autogestión obrera
y la centralidad del consumo masivo— fueron canalizadas y
contenidas conflictivamente a través del Estado reduciendo su
potencial disruptivo y, por tanto, dando lugar a la consolida-
ción de un proyecto político verdaderamente hegemónico.

92  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


Para saber más:

Deledicque, L. Melina, Contartese, Daniel y Dinerstein, Ana C.


(2010), Los Piqueteros. Luchas y legados, Colección Claves para
Todos, Editorial Capital Intelectual, Buenos Aires. En prensa.
Féliz, Mariano (2005), “La reforma económica como instrumento de
disciplinamiento social. La economía política de las políticas con-
tra la pobreza y la desigualdad en Argentina durante los años
noventa”, en Sonia Álvarez Leguizamón (Editora), Trabajo y pro-
ducción de la pobreza en Latinoamérica y el Caribe: estructu-
ras, discursos y actores, CLACSO/CROP/CEDLA, Buenos Aires.
Féliz, Mariano y Pérez, Pablo Ernesto (2004), “Conflicto de clase, sala-
rios y productividad. Una mirada de largo plazo para la
Argentina”, en Robert Boyer, Julio César Neffa (coords.), La eco-
nomía Argentina y su crisis (1976-2001): visiones instituciona-
listas y regulacionistas, Miño y Dávila, CEIL-PIETTE del CONICET,
Trabajo y Sociedad, Caisse des Depôts et Consignations (Francia),
Buenos Aires.
Gold, D., Lo, C. y Wright, E.O. (1990), “Recientes desarrollos en la
teoría del estado capitalista”, en Capitalismo y Estado, Editorial
Revolución, México.
Gramsci, Antonio (2004), Notas sobre Maquiavelo, Editorial Nueva
Visión, Buenos Aires.
Marcioni, Nicolás (2010), “La lucha por lo público de las políticas: el
caso del Programa Argentina Trabaja”, en Féliz y otros,
Pensamiento Crítico, Organización y Cambio Social. De la críti-
ca de la economía política a la economía política de los traba-
jadores y las trabajadoras, Ed. El Colectivo, Buenos Aires.
Poulantzas, Nicos (2007), Estado, poder y socialismo, Siglo XXI edi-
tores, México.
Repetto, Fabián (2001), Gestión pública y desarrollo social en los
noventa. Las trayectorias de Argentina y Chile, Prometeo,
Buenos Aires.
Thwaites Rey, M. (2008), La autonomía como búsqueda, el Estado
como contradicción, Prometeo, Buenos Aires.
Thwaites Rey, Mabel (2008) “¿Qué Estado tras el experimento neo-
liberal?, en Revista del CLAD Reforma y Democracia, 41, junio,
Caracas.

De la economía política de los trabajadores...  93


Cambios para que nada cambie.

El nuevo Estado neodesarrollista se constituye hoy como


instrumento privilegiado para canalizar y contener conflic-
tivamente, las demandas del pueblo trabajador. La nueva
forma que asume la lucha del pueblo luego del neolibera-
lismo fuerza al Estado a cambiar. Abandonando la matriz
neoliberal, la nueva forma del Estado —bajo la gestión del
kirchnerismo— construye nuevas políticas sociales y labo-
rales o recupera viejas políticas, con el objetivo de recre-
ar la legitimidad capitalista. Este nuevo Estado debe
redistribuir una parte del ingreso mientras permite y garan-
tiza la reproducción ampliada de la exclusión social de un
cuarto de la población del país.

94  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


Capítulo 7

Contradicciones, barreras
y límites del proyecto
neodesarrollista

El proyecto neodesarrollista se consolida sin discutir las


bases estructurales construidas a través de la restructuración
de la etapa neoliberal. Logra consolidarse a través de una
nueva estrategia hegemónica de las clases capitalistas, que
supone sostener la acumulación de capital sobre la base de la
super-explotación tanto de las riquezas naturales como del
pueblo trabajador.
Ha sido en ese marco de dominación reconducida del gran
capital transnacional en Argentina, que el pueblo trabajador
ha conseguido inducir la conformación de una nueva forma del
Estado. El Estado neodesarrollista —en los últimos 8 años bajo
la forma política del kirchnerismo— ha abandonado su impron-
ta neoliberal, abiertamente clasista a favor del capital en
general, y se ha presentado con “nuevos ropajes”. Podemos
notar al menos dos cambios sustanciales respecto a la déca-
da previa. Por un lado, el Estado se reubica como el articula-
dor de los intereses materiales de diferentes fracciones de la
clase dominante. En este sentido, las tensiones entre las frac-
ciones extractivistas y no-extractivistas, y entre las financie-
ras y productivas, al interior del capital se manifiestan en los
aparatos estatales. Por otra parte, el Estado neodesarrollista
registra —en cierta medida— la fortaleza renovada de los sec-
tores populares. Ese registro se produce sin violentar las bases

Contradicciones, barreras y límites  95


de sustentación del proyecto capitalista —periférico y depen-
diente— en marcha pero dando cuenta de la necesidad de
incorporar a parte del pueblo trabajador como socio subordi-
nado. Es así que el crecimiento acelerado de la acumulación
ha debido ser parcialmente compartido a los fines de garan-
tizar el consenso social necesario para sostener el proyecto
político que el neodesarrollismo expresa.
Como vimos la propuesta dominante sostiene que el
desempeño del proyecto permitirá en el tiempo garantizar una
persistente redistribución del ingreso a la vez que conseguir
una reducción sostenida de la pobreza y de las condiciones de
precariedad laboral. La experiencia de casi una década pone
en tela de juicio esas expectativas. Sobre todo, la proyección
de este modelo de “sociedad más igualitaria” hacia la que
podría transitar el neodesarrollismo, desconoce el carácter cla-
sista del proyecto actual, que es el principal elemento que
explica esas dificultades.
El carácter de clase del proyecto hegemónico de desarro-
llo capitalista en Argentina se manifiesta en el hecho decisivo
de que su desempeño exitoso —en términos de la economía polí-
tica del capital, de la obtención de ganancias y del control de
los procesos de producción— supone la imposibilidad de garan-
tizar simultáneamente condiciones de reproducción no preca-
rias del conjunto del pueblo trabajador. Este es el “detalle”
clave que da cuenta de que el proyecto de desarrollo vigente
enfrenta límites profundos a la hora de atacar las penurias
estructurales que enfrenta la población trabajadora.
Cabe preguntarnos entonces, cómo la dinámica contradic-
toria del capitalismo periférico argentino puede conducir a
imponer límites a la forma misma de este modelo de desarro-
llo. Para dar cuenta de este punto, es necesario realizar una
breve aclaración metodológica. Entendemos que el capital
—como relación social dominante— tiende a la expansión per-
manente, motivado por la dinámica de valorización o búsque-
da de ganancias. Sin embargo, dado que el crecimiento del
capital no resuelve las contradicciones que le son inherentes
—entre clases y al interior de la clase dominante— siempre
están latentes los límites de este crecimiento. Es decir, las con-

96  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


tradicciones propias de esta forma de reproducción social —el
capital— se profundizan hasta bloquear la valorización y, por
ello, frenar el crecimiento. Esta situación de crisis en ocasio-
nes puede ser superada sin alterar radicalmente la forma con-
creta de desarrollo —el modelo de desarrollo— que se
constituye en un momento histórico, mientras que en otras
ocasiones la salida de una crisis puede darse sólo alterando
de manera radical el modelo de desarrollo vigente.
Entendemos que, en el primer caso, el límite es superado y
por ello transformado sólo en una barrera por el capital; una
barrera o límite parcial a la acumulación que no anula el mode-
lo de desarrollo vigente. Por el contrario, en el caso de que
las contradicciones que llevan a la crisis del capital no pue-
dan resolverse en el marco del modelo vigente de reproduc-
ción social, el límite efectivamente opera y anula la posibilidad
de continuar con el modelo de desarrollo corriente.
La contingencia del establecimiento de un nuevo modelo
de desarrollo o la continuidad de uno vigente se encuentra
indeterminada, siendo resultado básicamente de la lucha de
clases —material— y de la capacidad de las distintas clases y
fracciones de impulsar idearios políticos y simbólicos que pue-
dan convertirse en (contra)hegemónicos.
A partir de este abordaje, a continuación analizamos qué
barreras pueden ser superadas precariamente y de manera
conflictiva en el neodesarrollismo y, al mismo tiempo, iden-
tificamos cuáles son los límites tendenciales que reproducen
los tradicionales rasgos del capitalismo periférico, con las par-
ticularidades del entorno mundial y regional del siglo XXI.

La dinámica de un proyecto de desarrollo está íntimamen-


te ligada a las contradicciones generadas por las relaciones
sociales fundamentales. A partir del análisis de estas relacio-
nes, su dinámica y sus formas políticas y materiales de mani-
festación, se puede dar cuenta de las características del
movimiento social en sus distintos niveles, en particular en

Contradicciones, barreras y límites  97


torno al desarrollo de barreras y límites tendenciales de un
particular modelo de desarrollo.
Las relaciones sociales en el capitalismo —entre actores
sociales de clase— son de carácter contradictorio. Esto es así
porque enfrentan actores sociales que cada uno es —simultá-
neamente— condición necesaria para la reproducción del otro
pero —a la vez— esa reproducción niega las posibilidades de
satisfacción de sus demandas. En la sociedad capitalista, el
capital necesita del trabajo —para generar ganancias— y el tra-
bajo del capital —para conseguir un ingreso—, pero la repro-
ducción de las posibilidades de ser del capital —la ampliación
sin límite de las ganancias— supone la negación sistemática
de las posibilidades de los/as trabajadores/as de acceder a
una vida digna.
Las relaciones de clase más relevantes e inherentes al
modelo neodesarrollista argentino son al menos tres. En pri-
mer lugar, encontramos la relación entre el conjunto de la
clase capitalista y los/as trabajadores/as. Luego, están las
relaciones entre las distintas formas del capital: en particu-
lar, resultan centrales la relación entre el capital productivo
y el capital financiero, la relación entre el capital industrial
y el rentista-extractivista, la relación entre el capital nacio-
nal y el capital transnacional. Por último, debemos tener pre-
sentes las relaciones al interior de la clase trabajadora, en
particular entre los sectores más formalizados y sindicaliza-
dos y el resto de los sectores asalariados, y la relación entre
los distintos actores y las clases medias.
La acción de estos actores sociales enfrentados —en esa
relación— crean tendencias, movimientos y cambios perma-
nentes en la sociedad. Esas tendencias suelen desarrollarse
conflictivamente en el tiempo y son las que van conforman-
do barreras/límites que pueden dar por tierra un modo de
desarrollo o sólo alterarlo parcialmente: pensemos, por ejem-
plo, en la crisis terminal del modelo neoliberal.
Las relaciones entre clases y fracciones de clase más
importantes que se configuran en la sociedad argentina de la
última década, pone al proyecto neodesarrollista en una cons-
tante producción y reproducción de tendencias y barreras par-

98  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


ticulares y, a su vez, de ciertos límites insalvables. Las con-
tradicciones sociales del neodesarrollismo han ido moldean-
do cuatro barreras estructurales principales: (1) una tendencia
que va desde el superávit al déficit fiscal, (2) una tendencia
a la pérdida de competitividad externa, (3) una tendencia a
la industrialización neo-extractivista, y (4) una tendencia a la
alta inflación.

II

La primera barrera remite a uno de los objetivos del neo-


desarrollismo: mantener un superávit fiscal sistemático que
permita acomodar la necesidad de financiar el pago de la
deuda pública. La política fiscal superavitaria es uno de los
ejes de la política macroeconómica. Luego de años de retó-
rica contraria al déficit fiscal, los sectores dominantes logra-
ron imponer a través del poder estatal una política de
superávit que —no sin dificultades— lograron sostener hasta
la actualidad. El “saneamiento” fiscal se produjo de la mano
de la cesación de pagos sobre parte de la deuda pública y la
creación de un impuesto sobre una porción de las exportacio-
nes. Desde 2002 ha sido prioridad mantener un nivel elevado
de superávit primario —cercano al 3% del PBI—. La prioridad
de la estrategia gubernamental ha sido garantizar las condi-
ciones para el pago a término del endeudamiento público. En
tal sentido, el gobierno ha avanzado en un proceso complejo
superando barreras de importancia.
Es así que el principal objetivo de la renegociación del
endeudamiento público con los acreedores privados no fue
repudiar la deuda sino crear las condiciones materiales y polí-
ticas para su pago en el tiempo. En términos macroeconómi-
cos, a comienzos de los años dos mil, el nivel de
endeudamiento público externo se había tornado insostenible
pues suponía una transferencia de plusvalor excesivamente
elevada. El acuerdo con los acreedores permitió reducir los
flujos de intereses pagados por el Estado de un 3,8% del PBI
en 2001 —2,2% en 2002— a una media de 1,9% entre 2007 y

Contradicciones, barreras y límites  99


2010. En relación a la política fiscal, los pagos de intereses se
habían convertido en una carga imposible de sostener en el
tiempo. En términos del presupuesto nacional esto supone que
los intereses representaban 17,2% en 2001 del gasto total pri-
mario mientras en 2010 eran un 6,3%.
Por otra parte, la política fiscal buscó equilibrar los inte-
reses de los sectores financieros del capital —que debían ceder
en parte de sus demandas— con los del gran capital produc-
tivo transnacionalizado que había logrado consolidar una sóli-
da hegemonía socio-productiva en las décadas de
reestructuración. En tal sentido, la renegociación de la deuda
dio cuenta de un nuevo “acuerdo” al interior de los sectores
dominantes respecto de la apropiación del plusvalor. En el caso
de las grandes empresas no financieras el proceso de reestruc-
turación de su endeudamiento permite reducir el peso de los
intereses de la deuda desde 101% de las ganancias netas en
2001 a 17,3% en 2009. Además, en paralelo a la reestructura-
ción del financiamiento del Estado y el sector privado se con-
solidó una política de subsidios directos al gran capital no
financiero. La masa de subsidios al gran capital se incremen-
tó un 650% entre 2002 y 2009, llegando a representar el 20,6%
de la masa de utilidades netas de las 500 empresas más gran-
des, duplicando la proporción de 2003. Esto sin tener en cuen-
ta el gasto tributario —las exenciones de impuestos— que en
2010 supuso una transferencia no menor a 0,46% del PBI —6.500
millones de pesos— por programas de promoción económica.
Contrariamente a lo que podría suponerse, y como men-
cionamos más arriba, la renegociación de la deuda y los flu-
jos de subsidios al gran capital fueron financiados no sólo a
través de la creación de las retenciones a las exportaciones
sino también gracias a la contención de los salarios de los
empleados estatales. Sin embargo, la transferencia creciente
de subsidios al gran capital y el persistente aumento en los
pagos por la deuda pública indujeron al Estado neodesarro-
llista a avanzar con una política de financiamiento del sector
público que suponía la apropiación de recursos de nuevas fuen-
tes sin alterar significativamente la base de la estructura tri-
butaria. Luego de la creación de las retenciones en 2002, que

100  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


permiten al Estado apropiar recursos por el equivalente a 3%
del PBI —alcanzando los 45.000 millones de pesos en 2010—
no se llevó a cabo una revisión de la rebaja a los aportes patro-
nales que fuera realizada en los años noventa. Se tomó, sin
embargo, la decisión de avanzar con la re-estatización com-
pleta del sistema de previsión social. Si bien la estatización
de la previsión social ha sido una demanda histórica de las
organizaciones populares, el contexto en que fue tomada la
medida da cuenta de la motivación más importante. Los fon-
dos acumulados en el sistema de AFJP pasaron al Estado (al
igual que los aportes del sistema) a través del ANSES y sirvie-
ron para aumentar el financiamiento del sector público,
ahora a través de la apropiación directa del excedente del sis-
tema previsional. En paralelo, el Estado argentino buscó
hacer uso cada vez más intenso del financiamiento a través
del Banco Central (BCRA). La acumulación de reservas inter-
nacionales creó la posibilidad de que el BCRA pudiera prestar
al Estado Nacional fondos equivalentes a 3,5% del PBI entre
2006 y 2009.
En síntesis, la necesidad de mantener un equilibrio entre
las fracciones financieras y productivas —tanto industriales
como extractivistas— del gran capital lleva al Estado nacional
a (1) sostener una política de techos salariales estrictos para
los trabajadores del sector público, (2) persistir en una políti-
ca tributaria que no grava las rentas extraordinarias del capi-
tal extractivista y financiero y mantiene sin modificaciones la
carga tributaria del conjunto del gran capital, y (3) persistir
en una política de subsidios multimillonarios a las grandes cor-
poraciones. Este es el principal límite que enfrenta la política
fiscal del Estado: la incapacidad de abordar una reforma en la
estructura tributaria y la orientación general del gasto públi-
co. Frente a las demandas de los trabajadores estatales que
comienzan a partir de 2007 a recuperar algo de terreno en lo
salarial —si bien no logran recuperar lo perdido desde 2001—,
el déficit y su financiamiento se convierten en una barrera cre-
cientemente difícil de superar. Las fuentes extraordinarias de
recursos (ANSES, BCRA) se agotan y las alianzas de clase que
sustentan el proyecto neodesarrollista bloquea —al menos por

Contradicciones, barreras y límites  101


ahora— la posibilidad de una modificación sustancial en la
estructura del patrón de ingresos y gastos públicos.

III

La segunda gran barrera que enfrenta el proyecto neode-


sarrollista en marcha es la tendencia sistemática a la pérdi-
da de competitividad del sector manufacturero. Si bien el salto
al post-neoliberalismo pareció dar cuenta de la superación de
este límite histórico de la economía argentina, el tiempo ha
permitido corroborar la persistencia de los factores que recre-
an esta limitante una y otra vez.
La salida de la convertibilidad dio lugar a un cambio sig-
nificativo en la competitividad internacional de la economía
argentina en su conjunto. El superávit del balance comercial
—típico indicador de capacidad competitiva del capital— dio
un salto cuantitativo importante entre 2001 y 2003: de un
superávit de 7.300 millones de dólares y con una década ente-
ra de déficits se pasó a un superávit de 17.000 millones. Esta
tendencia de las exportaciones a superar a las importaciones
se sostuvo a los largo de toda la primera década del siglo XXI.
Cabe preguntarnos a qué se debe este aparente salto en
la competitividad internacional del capital radicado en nues-
tro país. La reestructuración productiva de los años noventa
permitió incrementar la competitividad estructural dentro del
gran capital. Ese salto se expresó en la caída en los costos uni-
tarios laborales reales que —para la industria manufacturera—
se ubicaron entre 1993 y 2001 cerca de un 30% por debajo de
los niveles de la década de 1980. Es decir, la producción local
de los grandes capitales manufactureros abarató sustancial-
mente sus costos de producción en comparación con el resto
del mundo durante los noventa. Este aumento en la competi-
tividad —que fue generalizado para el conjunto del gran capi-
tal— permitió a la cúpula empresarial ver pasar sus
exportaciones netas —diferencia entre exportaciones e impor-
taciones— de 232 millones de dólares en 1993 a 47.300 millo-
nes en 2001, mientras la economía mantuvo un déficit global

102  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


en toda la década neoliberal. Es decir, que fueron las fraccio-
nes más concentradas del capital las que ganaron en compe-
titividad durante la etapa neoliberal.
Ese fue el factor principal que podía explicar el impulso
competitivo de la economía argentina. La salida de la conver-
tibilidad incrementó aun más la ventaja construida en los
noventa pues la devaluación permitió simultáneamente redu-
cir adicionalmente los costos laborales reales relativos mien-
tras que la caída en el consumo global —por la vía de la caída
brutal en el poder de compra de los salarios y del empleo—
permitió aumentar el saldo exportable —reduciendo el consu-
mo de mercancías importadas y de mercancías exportables—.
A esto se sumó el aumento en el precio internacional de las
mercancías que los grandes capitales exportan desde territo-
rio argentino: el precio del poroto de soja en dólares por tone-
lada, por ejemplo, aumentó un 125% entre 1999 y 2001. Estos
elementos compusieron una situación de enorme superávit
comercial externo.
Sin embargo, esta competitividad estructural que apare-
ce como una ruptura con la etapa neoliberal, no ha resuelto
algunas de las contradicciones históricas de los procesos de acu-
mulación de capital en nuestro país. Esto se evidencia, en pri-
mer lugar, en las ramas productoras de mercancías exportables
y de mercancías que sustituyen importaciones, donde la dis-
puta distributiva entre el capital y los trabajadores y trabaja-
doras comenzó a hacer mella en la competitividad ganada a
través de la devaluación. Frente a la presión de los sectores
trabajadores, el capital tenía como alternativa la inversión en
maquinaria y equipo para aumentar la productividad y —a par-
tir de ello— mejorar su competitividad o echar mano al poder
de mercado para desvalorizar a la fuerza de trabajo a través
de la inflación. La primera opción suponía hacer un uso inten-
sivo del plusvalor con destino a la competencia capitalista. Es
el camino más difícil pues supone el desvío de recursos desti-
nados al consumo suntuario y la acumulación financiera hacia
la acumulación productiva. La alternativa —el uso de la infla-
ción como instrumento de la estrategia capitalista en la lucha
de clases— era más sencillo y no requería poner en cuestión el

Contradicciones, barreras y límites  103


patrón dependiente del consumo de las clases dominantes. Sin
embargo, si bien la inflación permite “mantener a raya” el
costo laboral con un bajo esfuerzo inversor, implica a su vez
encarecer la producción local frente a la producción importa-
da. Es decir, en tanto el dólar se mantenga elevado pero esta-
ble la suba de precios internos encarece la producción local
en dólares aunque permita a corto plazo mantener la relación
entre salarios y ganancias.
Desde mediados de la década de 2000 si bien la tasa de
ganancia de las grandes empresas se mantuvo relativamente
estable —y ampliamente por encima del promedio de los
noventa— y los costos laborales dejaron de aumentar en rela-
ción al costo de producción, las distintas ramas de la indus-
tria manufacturera perdían competitividad y aumentaban su
déficit comercial. Si bien los salarios reales dejaban de
aumentar —permaneciendo estancados desde 2008— los cos-
tos de producción en relación a los competidores del resto del
mundo seguían aumentando, a pesar de la devaluación nomi-
nal del peso de 20% entre 2008 y 2010. Esto ocurría, por un
lado, debido a que la productividad de la industria local
aumentaba relativamente poco en comparación con los capi-
tales industriales de otros espacios geográficos, en especial
Brasil, China, India y Alemania, los grandes productores manu-
factureros de esta década. En paralelo, se ha producido una
tendencia al aumento sostenido en el precio de los insumos
industriales —materias primas y servicios—. Es decir, si bien a
comienzos de la etapa neodesarrollista los productores de
manufacturas industriales vieron mejorar sustancialmente su
competitividad de la mano de la devaluación salarial, necesi-
taron de un auxilio adicional: desde el Estado se impulsó una
política de contención de la evolución de los precios de los
servicios públicos y de ciertas materias primas e insumos. Esta
política de subsidios y regulación de precios facilitó la con-
tención de las demandas salariales y —simultáneamente—
garantizó insumos esenciales baratos para las fracciones
industriales del capital. Con el tiempo, sin embargo, las
demandas de las empresas productoras de servicios e insumos
básicos y los límites fiscales a la política de subsidios han lle-

104  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


vado al gobierno a impulsar una “recomposición” paulatina de
esos precios. El aumento relativo de estos precios ha reduci-
do aún más la competitividad industrial.
Es así que la tendencia a la caída en la competitividad
expresa una limitante estructural de la industria manufactu-
rera en Argentina. Esa limitante se manifiesta primero como
barrera, superable por la vía de la devaluación monetaria y
la desvalorización salarial. Sin embargo, en tanto los/as tra-
bajadores/as consiguen al menos resistir el impacto de esas
estrategias empresariales, la barrera de la baja competitivi-
dad se transforma en un límite infranqueable para el capita-
lismo argentino, bajo esta modalidad de desarrollo. Ese límite
remite a la imposibilidad de generar condiciones de mayor
explotación laboral —sea a través de incrementos de la pro-
ductividad laboral, sea a través de reducciones de los sala-
rios— para enfrentar la competencia directa de los países
centrales y de los países periféricos como China, India o Brasil.
Mientras los primeros tienen la ventaja de su capacidad tec-
nológica e innovadora, los últimos han podido aprovechar una
abundante fuerza de trabajo disponible con magras condicio-
nes laborales —bajos salarios y alta precarización— para colo-
carse como espacios de valorización del capital manufacturero
global. El capitalismo argentino se ubica en una incómoda posi-
ción intermedia.
Para que en este marco la estrategia neodesarrollista sea
exitosa, se hace necesario incrementar sustancialmente la
inversión con una orientación hacia el desarrollo de un entra-
mado industrial por fuera de las cadenas globales de valor. Pero
esa orientación enfrenta serias dificultades. Primero choca con
el límite creado por la incapacidad del capitalismo argentino
de reorientar una porción suficiente del consumo suntuario de
las clases dominantes hacia la inversión y, por otro lado,
enfrenta el límite impuesto por la transnacionalización del
capital local que —dentro de las cadenas globales de valor—
ubica a la Argentina como fuente de producción de materias
primas e insumos básicos. Incapaz de atacar estos límites, el
neodesarrollismo apuesta a una estrategia alternativa que pre-
tende sostener la competitividad a través de una forma de

Contradicciones, barreras y límites  105


industrialización periférica, orientada a las manufacturas de
materias primas sobre la base de la super-explotación de la
fuerza de trabajo. El Plan Estratégico Industrial (PEI-2020) y
el Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial (PEA-2020)
son expresiones de esa orientación que —sin embargo— enfren-
ta serias barreras.

IV

De hecho el proyecto neodesarrollista pretende reimpul-


sar la reindustrialización del país. Este objetivo sería la base
del desarrollo con inclusión social. Sin embargo, a poco de
andar, las barreras a la industrialización se tornan cada vez
más evidentes:

(1) En relación al valor agregado total, en 2010 la industria


manufacturera tenía el mismo peso que en 1994 —cerca
del 21% del valor agregado—.
(2) Los costos unitarios de producción se han incrementa-
do, lo cual demuestra que ante la mejora relativa de
los ingresos del pueblo trabajador, el capital no ha
logrado una incorporación de tecnología significativa.
(3) La inversión en medios de producción —base de cual-
quier proyecto industrializador— se mantiene en bajos
niveles: alrededor del 17% del PBI.

Como vimos, la industria manufacturera en Argentina se


ha demostrado incapaz de convertirse en competitiva a esca-
la internacional y —por lo tanto— carece de la potencialidad
para transformarse en el eje articulador de un proyecto de
desarrollo capitalista basado en la industrialización periféri-
ca. En los noventa la industria manufacturera dio un salto en
competitividad a través de los procesos de concentración, cen-
tralización y transnacionalización cuyos costos más evidentes
fueron la destrucción de miles de puestos de trabajo y la desar-
ticulación del entramado productivo. En ese marco, el limi-
tado proceso de “re-industrialización” en la última década se

106  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


ordenó en torno a tres elementos que conforman serias barre-
ras al mismo.
Primero, la transnacionalización de la industria la ubica
como parte de las cadenas de producción de mercancías a
escala internacional. Esto supone que el tipo, volumen y forma
de producción manufacturera se encuentra definida por las
necesidades de las grandes corporaciones globales. La produc-
ción manufacturera se orienta a satisfacer las demandas de
esas empresas, conformándose en procesadoras de materias
primas o insumos para ser exportados —como las aceiteras o
petroquímicas, respectivamente—, o como plantas de ensam-
blado de manufacturas —como las automotrices—. En el mejor
de los casos, las empresas apuntan a satisfacer la demanda
local en el marco de una estrategia regional que involucra la
producción doméstica de una porción menor de sus ventas
totales, como es la situación de muchas alimenticias.
Segundo, en tal sentido la “ventaja competitiva” de la
industria local es la capacidad de apropiar renta extraordina-
ria de las riquezas del suelo-subsuelo y la posibilidad de sobre-
explotar a la fuerza de trabajo. La mayoría de las manufacturas
de productos primarios apropian de esa forma parte de la renta
de la tierra a través del procesamiento de la soja, el maíz,
los minerales o el combustible fósil. El resto de las industrias
manufactureras “competitivas” aprovechan la posibilidad de
pagar bajos salarios contenidos dentro de las condiciones de
rentabilidad del capital o bien reciben subsidios estatales bajo
la forma de promoción industrial —que las exime del pago de
numerosos impuestos— o de las obras de infraestructura vial
o energética con financiamiento estatal que está directamen-
te destinada a reducir los costos de producción. Sólo sobre la
base de esta suerte de doble explotación —de la naturaleza y
el trabajo—, la industria manufacturera en Argentina logra
mantener sus limitados niveles de competitividad. En los
hechos, precisamente las luchas sociales por mejores condi-
ciones de trabajo, por la reorientación de los recursos públi-
cos hacia el pueblo trabajador y las exigencias de control sobre
el uso y abuso de la naturaleza es lo que pone en jaque la
estrategia neodesarrollista en este punto.

Contradicciones, barreras y límites  107


En tercer lugar, cabe reconocer que aun en condiciones
de super-explotación del trabajo y de la naturaleza la com-
petitividad industrial en territorio argentino encuentra una
barrera cada vez más difícil de superar: la competencia del
capital de los países de la periferia semi-industrializada, en
particular, China y Brasil. Los capitales locales deben enfren-
tar la competencia de esos capitales que se basan en salarios
más bajos, peores condiciones de trabajo y una enorme esca-
la de producción con tecnología de punta. Esta situación inva-
lida —en un país periférico como Argentina— cualquier
estrategia de desarrollo industrial exitosa que pueda conju-
gar la inclusión productiva de los/as trabajadores/as y la mejo-
ra en las condiciones de trabajo.
En cualquier caso, lo que estamos observando es un pro-
yecto neo-industrialista basado en el procesamiento de los bie-
nes comunes extraídos por los grandes capitales en función de
las necesidades de las cadenas de valor internacionales. Con
pocas excepciones, la base industrial que se construyó a tra-
vés del neoliberalismo y se consolidó en el neodesarrollismo
remite al saqueo de las riquezas naturales en una forma de
inserción neo-dependiente en el ciclo del capital global.

La alta inflación se ha convertido en un rasgo caracterís-


tico del proyecto neodesarrollista. El aumento sostenido y sis-
temático de los precios a un ritmo elevado —superior al 20%
anual— constituye una barrera fundamental a la mejora en las
condiciones de vida de la población.
La salida de la convertibilidad supuso un salto cuantitati-
vo de magnitud en el nivel de precios. Esa medida fue el meca-
nismo elemental para la rearticulación de las relaciones de
valor entre el capital y el trabajo al inicio de la nueva etapa.
En efecto, el aumento de precios en 2002 y 2003 tuvo dos obje-
tivos: (1) garantizar un salto en la tasa de rentabilidad del capi-
tal y (2) desviar una parte de la producción doméstica al
mercado mundial, reduciendo para ello el consumo popular.

108  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


La persistencia de ambos factores positivos para las ganancias
del capital requería mantener “en caja” los salarios. Sin
embargo, como hemos visto, los/as trabajadores/as consiguie-
ron avanzar en la recuperación al menos parcial de sus ingre-
sos reales. Entre 2003 y 2005 esa recuperación fue absorbida
por la rentabilidad excedente que obtenían las grandes empre-
sas. Sin embargo, a partir de allí el conflicto de clase, bajo
la forma de conflicto distributivo, comenzó a ser señalado por
el capital como una fuente de problemas, pues los aumentos
salariales comenzaban a superar la evolución de la producti-
vidad laboral. Para enfrentar las luchas sociales por la apro-
piación del ingreso, los sectores dominantes apelaron al
auxilio del Estado neodesarrollista. Ese Estado avanzó con una
política de “topes salariales” que buscaba contener institu-
cionalmente —o limitar políticamente— la evolución de los
salarios dentro de los franjas de variación de la productividad.
Por su parte, los sectores empresariales más concentrados
comenzaron a hacer uso indiscriminado de su capacidad de
fijación de precios. La estrategia inflacionaria se convirtió en
una política eficaz para mantener en línea los salarios. De esta
manera, la combinación de límites políticos al crecimiento de
los salarios junto a la inflación se tradujo en un estancamien-
to de las mejoras en los ingresos de los trabajadores/as a par-
tir de 2008.
Desde las oficinas gubernamentales se señalaba la nece-
sidad de “moderación” por parte de los trabajadores en las
demandas salariales. Las mismas no podían exceder el creci-
miento de la productividad. De manera similar, desde los sec-
tores empresariales se atribuía a las excesivas demandas
salariales la causa de la inflación creciente y persistente. Claro
está, nunca se ponía en cuestión cuáles eran las condicionan-
tes estructurales del proyecto neodesarrollista en tanto que
modelo de desarrollo.
Así, en primer lugar, se exige moderación en las deman-
das de los trabajadores y trabajadoras mientras las clases
dominantes siguen apropiando y destinando porciones signifi-
cativas del valor producido a su consumo suntuario o impro-
ductivo. En efecto, el consumo de las clases dominantes

Contradicciones, barreras y límites  109


continúa mostrando un marcado patrón dependiente buscan-
do imitar los estándares de los países capitalistas centrales.
Esto conduce —en los países como Argentina— a estructuras
de consumo altamente segmentadas e insostenibles desde el
punto de vista de la justicia distributiva y las expectativas de
las clases populares. Por otra parte, cabe resaltar que las
demandas del pueblo trabajador sólo pretenden recuperar
parte de lo perdido a través del neoliberalismo: mientras el
PBI por trabajador ha crecido un 26,3% entre 1974 y 2006, los
salarios reales se han reducido casi un 45% en ese mismo perí-
odo. Es decir, de lo que cada trabajador/ra produjo desde los
años setenta apropió una porción cada vez menor. La disputa
por los salarios es, por lo tanto, una recuperación del terre-
no perdido luego de la gran derrota neoliberal.
En segundo lugar, las demandas de las clases populares
enfrentan una barrera —que se torna límite— de la economía
argentina y sus clases dominantes. Como hemos mencionado,
en el marco de la estrategia de mejorar la capacidad para com-
petir internacionalmente, los niveles y calidad de la inversión
realizada generan un bajo aumento en la productividad del tra-
bajo en comparación con lo que ocurre en las economías com-
petitivas —al menos en manufacturas de origen industrial—.
Esto lleva a que rápidamente las necesidades populares cho-
quen con la restricción de la competitividad del capital.
Paradójicamente, a pesar de que las grandes empresas se lle-
van una porción más alta de la riqueza creada, invierten poco
y mal, cargando el costo de mantener sus ganancias extraor-
dinarias en el sobre-esfuerzo de los/as trabajadores/as.
Frente a estos límites que los sectores dominantes no acep-
tan desplazar, el capital opta por utilizar la inflación como
mecanismo para conseguir —y mantener— una tasa de renta-
bilidad elevada.

VI

En síntesis, en Argentina el neodesarrollismo no es un pro-


yecto acabado o consolidado. Es más bien un proyecto que surge

110  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


de la iniciativa de las clases dominantes pero que enfrenta —de
manera permanente— contradicciones que tienden a provocar
bloqueos a la posibilidad de su continuidad sin contratiempos.
Los enfrentamientos al interior de la clase y del bloque domi-
nante así como aquellos que enfrentan a estas clases y al con-
junto del pueblo trabajador, conforman —a modo de tendencia—
barreras que encienden luces de alerta en algunas de las deter-
minaciones materiales del proyecto hegemónico.
Sólo si las barreras materiales son superadas, puede el neo-
desarrollismo continuar avanzando en su capacidad de garan-
tizar la reproducción de los intereses de las clases dominantes
y, de manera subordinada y parcial, de parte de las clases tra-
bajadoras. Sin embargo, muchas de esas barreras se traducen
en límites o trabas insuperables dentro de este patrón de acu-
mulación y reproducción social. Esos límites dentro del actual
proyecto de desarrollo capitalista involucran la imposibilidad
de continuar con un proceso de reproducción ampliada del
capital y remiten a la imposibilidad de reproducir la estruc-
tura de relaciones sociales bajo las formas políticas, sociales
y económicas del presente.
El neoliberalismo encontró sus límites a finales de los años
noventa; el neodesarrollismo no ha encontrado aún barreras
que no haya podido superar pero enfrenta algunas que se van
convirtiendo en obstáculos de peso. Las tendencias analiza-
das a lo largo de este capítulo son algunas de ellas. Esas ten-
dencias pueden bloquear la actual modalidad de reproducción
social en tanto alguno de los actores en disputa —siempre pre-
sentes detrás del desarrollo de esas barreras— logren articu-
lar una capacidad política de rechazar radicalmente sus
presupuestos y proponerse una modalidad diferente de repro-
ducción social. Las clases dominantes buscarán recrear las
condiciones para su propia reproducción ampliada, rearticu-
lando su economía política en torno a nuevo programa. En lo
que respecta al pueblo trabajador, su capacidad de impug-
nación del proyecto dominante involucra la articulación de
una alternativa a la economía política del capital. Esa alter-
nativa implica una economía política de los/as trabajado-
res/as que garantice la reproducción de las condiciones

Contradicciones, barreras y límites  111


materiales y simbólicas de vida del pueblo trabajador y per-
mita disputar la hegemonía del modelo de desarrollo a las cla-
ses dominantes. En el siguiente capítulo discutiremos esos
presupuestos.

Para saber más:

Amico, Fabián (2007), “Sobre las diferencias entre el actual mode-


lo de dólar alto y la convertibilidad”, Anuario EDI: Economía
Argentina ¿Coyuntura favorable o nuevo modelo?, Ediciones
Luxemburg, Buenos Aires.
Anino, Pablo y Mercatante, Esteban (2010), “El crecimiento poscon-
vertibilidad: aprovechando el legado neoliberal”, en Anuario del
EDI, pp. 26-36, Ediciones Luxemburg, Buenos Aires.
Arceo, Enrique (2010), “América Latina. Los límites de un crecimien-
to exportador sin cambio estructural”, en Arceo, E. y Basualdo,
E. (comps.) Las condiciones de la crisis en América Latina.
Inserción internacional y modalidades de acumulación, pp. 61-
188, CLACSO, Buenos Aires.
Azpiazu, Daniel y Schorr, Martín (2010), Hecho en Argentina. Industria
y economía (1976-2007), Siglo XXI: Buenos Aires.
CENDA (2010), La anatomía del nuevo patrón de crecimiento y la
encrucijada actual. La economía argentina en el período 2002-
2010, Editorial Cara y Ceca, Buenos Aires.
Féliz, Mariano (2008), “Los límites macroeconómicos del neo-desa-
rrollismo”, en Herramienta, 39, Buenos Aires.
Féliz, Mariano (2009), “Crisis cambiaria en Argentina”, Revista
Problemas del Desarrollo, 40, pp. 185-213, Instituto de investi-
gaciones Económicas / UNAM, México.
Féliz, Mariano y López, Emiliano (2010), “La dinámica del capitalis-
mo periférico posneoliberal-neodesarrollista. Contradicciones,
barreras y límites de la nueva forma de desarrollo en Argentina”,
en Herramienta, 45, Buenos Aires.
Katz, Claudio (2010), “Certezas e incógnitas de la política argenti-
na”, Herramienta Web, 7, diciembre, http://www. herramien-
ta.com.ar/herramienta-web-7/certezas-e-incognitas-de-la-politi
ca-argentina.
Pérez, Pablo; Chena, Pablo y López, Emiliano (2010), “El ciclo del
empleo y la reproducción del capital en la Argentina de la con-
vertibilidad y la post-convertibilidad”, en Neffa y otros (comp.),

112  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


Transformaciones del empleo en Argentina. Estructura, dinámi-
ca e instituciones, Ed. CICCUS, Buenos Aires.
Varesi, G. (2010), “La Argentina posconvertibilidad: modelo de acu-
mulación”, Revista Problemas del Desarrollo, Vol. 41, 161, abril-
junio, Instituto de investigaciones Económicas / UNAM, México.

Hacia una nueva dependencia.

A través del neoliberalismo, los sectores dominantes


lograron ubicar a la Argentina como proveedor de materias
primas y alimentos. En el neodesarrollismo, esa condición se
consolidó. A través de las transnacionales mineras y alimen-
ticias, poco a poco nos colocamos como socios subordinados
del sub-imperialismo brasileño y el neo-imperialismo chino,
inaugurando una nueva etapa de dependencia. En ese
marco, mientras el ALBA avanza como proyecto de gestación
de autonomía regional y promoción del intercambio justo,
Argentina privilegia el Mercosur y su proyecto de “capitalis-
mo serio”. Colocados en una posición intermedia entre los
países de bajísimos costos salariales (Brasil, China, India) y
los países productores de tecnología y alta productividad, el
proyecto de las clases dominantes en Argentina supone la
contención infinita de las exigencias populares, el desplaza-
miento al futuro incierto de sus necesidades y el intento de
clausurar las alternativas anti-capitalistas.

Contradicciones, barreras y límites  113


Capítulo 6

Hacia una economía política


del pueblo trabajador

El proyecto neodesarrollista se propuso como una supera-


ción absoluta del programa neoliberal. Sin embargo, hemos
expuesto argumentos que permiten dar cuenta de que este pro-
ceso posneoliberal fue su superación dialéctica, es decir un gran
cambio a través de una gran continuidad. Las transformaciones
estructurales de los años noventa constituyen el eje articula-
dor del nuevo proyecto de las clases dominantes. Más allá de
sus aspiraciones anti-neoliberales —“revolucionarias”, según
algunos de sus promotores— el neodesarrollismo comenzó a mos-
trar barreras que impiden superar sus limitadas aspiraciones:
se muestra incapaz de industrializar la economía, redistribuir
la riqueza al conjunto de la población e incluir al conjunto de
los excluidos. Más aun, teniendo presente las limitaciones del
itinerario neodesarrollista en el marco de su propio horizonte
—es decir, como proyecto de las clases dominantes, el menta-
do “capitalismo serio”— reproduce de manera ampliada un pro-
yecto de país que impide superar los límites del capitalismo en
la periferia: profundiza el saqueo de las riquezas naturales, con-
tinúa con la precarización y privatización de la vida y el traba-
jo, mantiene la transnacionalización dependiente e impulsa una
integración regional subordinada al gran capital.
Frente a esos límites, en Argentina el pueblo trabajador
ha venido esbozando diversas alternativas —aun embrionarias—

Hacia una economía poítica del pueblo trabajador  115


de un proyecto político contra-hegemónico para el país con
una orientación transformadora de la condición capitalista y
periférica —condiciones estas que el neodesarrollismo tan solo
propone reproducir—. Esas alternativas (construidas en la prác-
tica y en las reivindicaciones concretas del pueblo trabajador,
pero también en la capacidad de proyectar el horizonte
emancipador) comienzan a plasmarse como opciones reales
para un número creciente de organizaciones populares.
El imaginario neodesarrollista, insiste en limitar el diálo-
go sobre las posibilidades de un proyecto alternativo a lo exis-
tente, promoviendo un posibilismo extremo donde la crítica
aparece negada permanente como forma de recortar el espa-
cio del debate público. Con esta estrategia, la discusión sobre
las políticas estatales tiende a ser monopolizada, en lo estruc-
tural, por la economía política del capital, y se evita el nece-
sario debate de fondo sobre las alternativas: ¿qué entendemos
por desarrollo y cuáles son las opciones estratégicas que nues-
tro país —y nuestro pueblo— puede tomar en la actual coyun-
tura? ¿Sólo nos queda ser competitivos para desarrollarnos? ¿Es
verdad que no hay alternativa? Pensar los principios de una
economía política del pueblo trabajador, nos puede permitir
analizar algunas de las propuestas que —aunque todavía par-
ciales— impulsan diversos movimientos populares para cues-
tionar un nuevo modelo de desarrollo, un nuevo proyecto de
país.

Como proyecto de las clases dominantes, el neodesarro-


llismo constituye una particular forma de producción y repro-
ducción social. El fundamento articulador de esa forma de
producción es lo que denominamos economía política del capi-
tal. La base conceptual de esa economía política del capital
ha sido históricamente desplegada por la economía neoclási-
ca, pero también por el agregado de elementos teóricos del
keynesianismo y del estructuralismo latinoamericano. Estos
enfoques, parten del presupuesto de la separación de los seres

116  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


humanos entre sí, y de la separación de éstos de sus medios
de producción y reproducción social. Por lo tanto, asume la
necesidad —devenida objetiva— de que la interacción e inter-
cambios entre seres humanos sea mediada por la forma-mer-
cancía, es decir, por la producción con objetivos de
intercambio y obtención de ganancias a través de él. Desde
este punto de partida, la teoría económica del capital busca
establecer la forma óptima que debe tomar el intercambio.
Sin embargo, tal forma de intercambio es óptima sólo desde
el punto de vista del capital. La competencia y el intercam-
bio mercantil es, en efecto, la forma bajo la cual los capita-
les individuales llevan adelante —de manera no-consciente—
el plan del capital como relación social: la maximización de
la valorización y la ganancia, la expansión sin límites.
Este es el discurso dominante al interior de la teoría eco-
nómica. Frente a esta economía política aparece la urgencia
de pensar y practicar una economía política alternativa, una
economía política del pueblo trabajador. Es decir, una propues-
ta teórico-práctica que se base sobre principios alternativos
a la economía política del capital y logre —a partir de allí—
disputar el contenido concreto del actual modelo de desarro-
llo e impulsar una alternativa de producción y reproducción
social anti-capitalista y popular.
Es así que para pensar las alternativas al modelo de desa-
rrollo vigente, debemos partir de una re-conceptualización de
la economía política. En efecto, sin necesariamente explici-
tarlo, los diferentes movimientos populares de Nuestra
América y de Argentina están planteando un proyecto que per-
mita invalidar los presupuestos del capital y su economía polí-
tica, ya sea que la misma se fundamente en la perspectiva
neoclásica, en la keynesiana o en el neo-estructuralismo.

II

Ahora bien, podemos preguntarnos cuáles son esos prin-


cipios que la economía política del trabajo debe poner en cues-
tión, negar y trascender.

Hacia una economía poítica del pueblo trabajador  117


En primer lugar, esa economía política —la del capital—
pone como objetivo primordial la valorización del capital —la
obtención de ganancias a través de la explotación— y su expan-
sión sin límites, y por tanto es la expresión de los intereses
fundamentales de las clases dominantes. Así, las preguntas qué
y cómo se produce no tienen ninguna relevancia. La expre-
sión concreta de este objetivo en la etapa histórica actual es,
sin duda, la permanente carrera por la competitividad sisté-
mica, que —como señalamos— en América Latina tiene en el
neo-estructuralismo su marco de referencia, donde se valora
la capacidad industrializadora y redistributiva del gran capi-
tal transnacional y exportador.
Una vez reconocido este aspecto central, podemos ver —en
segunda instancia— que uno de los presupuestos sobre los que
se basa el crecimiento sin límite de la ganancia es la compe-
tencia como forma predominante de relacionarse de distin-
tos actores sociales y la confianza en los mercados como
garantes de la eficiencia social —aun cuando se reconoce un
rol para el Estado como mediación y ordenador social—. La
competencia capitalista conduce a la degradación de las con-
diciones de trabajo, a una creciente intensificación laboral
y a la destrucción del medio ambiente. Todo ello ocurre por
la presión que impone a los capitales competir como única
forma de subsistir.
Esta preponderancia del mercado como mecanismo de
asignación de recursos a través de la competencia, se expre-
sa en el neodesarrollismo en el hecho claro de que las deci-
siones de inversión, de producción y de distribución primaria
del ingreso, son principalmente llevadas a cabo por grandes
empresas privadas en competencia. La política estatal se pro-
pone favorecer y no contradecir las posibilidades de valoriza-
ción de estas empresas en competencia —por ejemplo, a través
de las políticas macroeconómicas—. La gestión de las mayo-
res porciones de la riqueza social —de los productos del tra-
bajo— se encuentra en manos de estas empresas.
Este punto, nos lleva al siguiente principio de la economía
del capital: la privatización y mercantilización de los espacios
comunes, los servicios básicos y la vida social en general, como

118  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


forma de “acumulación originaria” —es decir, obtención de
ganancias privadas en actividades que eran previamente públi-
cas, comunitarias y no mercantilizadas—. Este principio per-
mite que las privatizaciones del gas, la luz, el agua, la
educación, la salud, el petróleo de la etapa neoliberal, pero
también la permanencia en manos privadas y la reedición de
los procesos de privatización de la vida bajo el neodesarrollis-
mo. Esto último lo podemos apreciar en los nuevos programas
de concesiones para la explotación minera que se firmaron en
2005-2006, la renegociación de los contratos petroleros por 20
años —aun cuando las inversiones en exploración que llevó a
cabo REPSOL-YPF y el resto de las empresas petroleras fueron
casi nulas—, entre otros puntos relevantes. La reciente “re-
nacionalización” parcial de YPF sólo desanda de manera limi-
tada el camino neoliberal y desnuda lo desatinado de la política
energética del neodesarrollismo argentino. Por otra parte, el
desplazamiento de REPSOL de la conducción de la empresa para
conseguir nuevos socios foráneos (en especial, la estadouniden-
se Chevron y la china CNOOC), la decisión de no estatizar YPF
(manteniéndola como sociedad anónima cotizando en los mer-
cados de capitales) y de sostener las concesiones existentes al
resto de las empresas privadas (de capital nacional y extran-
jero) junto a la voluntad de “profesionalizar” la empresa, dan
cuenta de la decisión de mantener la lógica que privilegia la
rentabilidad y la eficiencia.

III

El contrapunto de estos principios, es la economía políti-


ca del pueblo trabajador que atraviesa y constituye las opcio-
nes populares. Esa economía política pone a la cooperación
como eje orientador de las relaciones sociales —en lugar de la
competencia—, las instituciones de la autogestión popular —a
través del Estado pero más allá de él— como esenciales para
orientar el desarrollo, y la planificación colectiva y participa-
tiva de la producción y distribución de la riqueza como meca-
nismo de la democracia popular. En base a estos principios, esa

Hacia una economía poítica del pueblo trabajador  119


economía política del pueblo trabajador busca invertir el ciclo
del capital, el ciclo que permite la obtención de ganancias a
través de la apropiación privada de la riqueza social.
El ciclo clásico del capital tiene la siguiente forma:

(1) Dinero (D) —ompra mercancías M (fuerza de trabajo


y medios de producción)— …Proceso productivo (P)… —Venta
de mercancías (M’)— Dinero (D’)
El dinero (D) permite al capitalista comprar mercancías
(M) —como la fuerza de trabajo y las maquinarias o medios de
producción—. A través de un proceso productivo comandado
por los empresarios (P), se obtiene un producto del trabajo
que son bienes y servicios (M´) que se venden en el mercado
y se obtiene más dinero (D´).
En contraposición, el ciclo propuesto por la economía polí-
tica del trabajo niega y busca trascender el ciclo del capital.
Esto lo podemos describir en la siguiente forma:

(2) Humanidad (H) – Mercancías (M) y Dinero (D) –


…Producción (P)… – Humanidad (H’).
En la economía política del trabajo —cuyo centro es la pro-
ducción y reproducción de la humanidad (H)— mercancías y
dinero son sólo medios para este fin. Así, qué se produce y
cómo se distribuye lo producido debe encontrarse subordina-
do a las necesidades del pueblo y no a la necesidad de obte-
ner ganancias.
En este nuevo ciclo, las propuestas y prácticas del pueblo
trabajador deben involucrar no sólo el desplazamiento de la
centralidad de la mediación del dinero y las mercancías, sino
también alterar el fundamento de los procesos de producción,
es decir la forma que toma el proceso de producción que es
controlado por las empresas. Esto último implica que el pro-
ceso productivo ya no será primordialmente un proceso de
valorización pensado para generar ganancias, sino una forma
concreta de transformar la naturaleza orientada a la satisfac-
ción de las necesidades humanas; necesidades que en la eco-
nomía política del trabajo incluye la reproducción de la
naturaleza como base para la reproducción de la vida.

120  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


IV

La economía política del trabajo enfrenta —y trasciende—


a la del capital sobre la base de cuatro elementos o princi-
pios básicos.
Primero, a la competencia que todo lo destruye, la eco-
nomía política del trabajo opone la cooperación. Desde la
voluntad de organizarse colectivamente en sindicatos y comi-
siones internas a la conformación de agrupaciones de base y
asambleas barriales, en Argentina la historia del pueblo tra-
bajador muestra que la solidaridad y cooperación es la mejor
estrategia para mejorar y defender sus condiciones de vida.
A la negociación descentralizada que proponen las empresas,
trabajadoras y trabajadores históricamente han contrapues-
to la asociación. De esa forma, las organizaciones populares
intentan superar y desplazar la mediación del capital en el
mercado de trabajo, imponiendo a través del Estado —y más
allá de él— legislación que garantice mejores y estables con-
diciones de empleo.
En segundo lugar, a la organización jerárquica de la pro-
ducción capitalista se la contraría mediante distintas modali-
dades de autogestión obrera. En ese cuestionamiento al
interior de los procesos de producción, los/as trabajadores/as
buscan desplazar la separación que el capital impone entre
ellos/as y los medios de producción. La economía política del
trabajo muestra que el capital es ineficiente pues privilegia
la ganancia y no la reducción de costos. El capital, y los patro-
nes, no son los “cerebros” necesarios para llevar a cabo la pro-
ducción, pues los propios trabajadores y trabajadoras tienen
la capacidad de gestionar las empresas con menores costos de
supervisión que en la empresa capitalista. Las experiencias
autogestivas en Argentina dan cuenta de la improductividad
de los patrones y los jefes —cuyo rol principal es la gestión de
la explotación y la defensa de la ganancia— y dan muestras
de la potencial eficacia de la auto-organización de trabaja-
dores y trabajadoras.
Tercero, frente a la producción por la producción misma,
que privilegia sólo la ganancia privada, la economía política

Hacia una economía poítica del pueblo trabajador  121


del trabajo reivindica la necesidad de producir para la satis-
facción de necesidades del pueblo y privilegia la protección
del medio ambiente. Como señalamos al comienzo, la
Argentina hoy basa su proceso de desarrollo capitalista en la
apropiación indiscriminada y destructiva de las riquezas de la
tierra y el subsuelo. Desde la producción agropecuaria sobre
bases agroquímicas sin límites a la explotación minera a cielo
abierto, todas ellas son formas de apropiación privada y des-
trucción de los bienes comunes al sólo efecto de la valoriza-
ción del capital. Como manifestaciones de la economía
política del trabajo, las experiencias propuestas por múltiples
asambleas y movimientos populares que denuncian el saqueo,
son hoy ejemplo de la posibilidad de pensar y crear un mundo
que respete a la naturaleza, tomando al ser humano como
parte de la misma, y construir una modalidad de desarrollo
que haga uso de las riquezas naturales, sin saquearlas ni des-
truirlas. Estas experiencias plantean la necesidad de estable-
cer otra relación entre los seres humanos y el espacio natural,
que supere el vínculo utilitario y la “instrumentalización de
la naturaleza”.
Por último, la expansión sin límites de los mercados capi-
talistas y la propiedad privada debe ser reemplazada por la
voluntad de ampliar el espacio común y la distribución de bie-
nes y servicios sin la mediación del dinero y los precios. El para-
digma de la economía política del capital busca imponer el
“sistema de libertad de precios” en un marco competitivo. La
política de privatización de todo el espacio de lo común ha
sido, históricamente, base de la expansión de los valores del
capital. El intento de cerrar —y traspasar a manos privadas—
todo aquello que es público o de uso comunitario es uno de
los fundamentos del nuevo imperialismo, aunque no por ello
es novedad en la historia del capital. El capital busca ubicar-
se como mediación necesaria de la producción y reproducción
de la vida en todas sus dimensiones. Frente a ello, la econo-
mía política del trabajo propone la ampliación de los espacios
públicos, la producción común y en común de las necesidades
vitales, y la ampliación del derecho a los servicios públicos
frente a su mercantilización. En ese camino encontramos,

122  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


entre otras experiencias en Argentina y el resto del continen-
te, la lucha por el software libre y la producción pública de
medicamentos, la recuperación y creación de espacios comu-
nitarios, la lucha por la educación y salud públicas, gratuitas
y al alcance de todos/as, la disputa por la nacionalización de
los servicios públicos privatizados.
Estos lineamientos y prácticas discuten la posibilidad de
organizar formas de producción y utilización de los valores de
uso, el espacio, las riquezas, los saberes, que niegan y supe-
ran la mediación mercantil y, sobre todo, enfrentan los valo-
res del capital. Tienen como fundamento la posibilidad de
encontrar (o recuperar) otras formas de asociación entre las
personas, basadas en la cooperación y la solidaridad.
Contrariando las tesis de “la tragedia de los comunes”, esta
otra economía política muestra que pueden establecerse
reglas de producción, gestión y uso de la comunidad que van
más allá de los mercados y del capital.
En síntesis, la economía política de los/as trabajadores/as
enfrenta a los valores del capital con los sueños, deseos y nece-
sidades vitales del pueblo, privilegiando la solidaridad por
sobre el egoísmo, la unidad de los pueblos por sobre la con-
centración y centralización regional del capital, el tiempo vital
por sobre el tiempo de trabajo abstracto, el movimiento de
personas, culturas y experiencias frente al intercambio de
dinero y mercancías.

La economía política del pueblo trabajador como alterna-


tiva teórica tiene, como hemos dicho, una existencia prácti-
ca en los múltiples programas y acciones que llevan a cabo en
la Argentina neodesarrollista una multiplicidad de organiza-
ciones populares. En definitiva, los principios que enumera-
mos antes como oposición a los propios del capital —y como
forma de pensar un proyecto de país alternativo al capitalis-
mo dependiente y periférico—, se traducen en las históricas
demandas, exigencias y sueños de nuestro pueblo que, en el

Hacia una economía poítica del pueblo trabajador  123


marco del siglo XXI, se encuentran renovadas por las experien-
cias esperanzadoras de Nuestra América.
Las diversas formas de lucha social y política que múlti-
ples organizaciones de trabajadores, estudiantes, excluidos,
intelectuales, entre otras fracciones del pueblo, traducen a
la acción política concreta, muchos de los principios que debe
contener la economía política del trabajo.
Las alternativas populares al proyecto neodesarrollista sue-
len aparecer bajo la forma de reivindicaciones inmediatas:
“Salario igual a la canasta familiar”, “La tierra para el que la
trabaja”, “Contra la precarización laboral”; acompañadas por
demandas generales como “El hambre es un crimen”; “Por la
redistribución de la riqueza”; “Por un país socialmente justo
y soberano”. Desde diferentes sectores organizados del pue-
blo trabajador —incluyendo sindicatos como la CTA (Central
de los Trabajadores de la Argentina), organizaciones sociales
territoriales, coordinaciones y articulaciones como la
Coordinadora de Organizaciones y Movimientos Populares de
la Argentina (COMPA), movimientos eco-territoriales y campe-
sinos como la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC), la Vía
Campesina (MNCI), y partidos políticos con programas antica-
pitalistas o populares, entre otras— en la última década se han
venido esbozando propuestas e intervenciones que, como se
analiza incluyen centralmente:

(a) la superación de la precarización laboral y de los lími-


tes salariales impuestos por el capital a través de la
inflación y por el poder estatal mediante la política
laboral y social;
(b) la exigencia de cambios en las políticas sociales,
buscando su universalización e integralidad para
contrarrestar el patrón socialmente excluyente del
neodesarrollismo;
(c) el freno al saqueo de las riquezas naturales, tanto en
lo que hace al proyecto de agricultura de monoculti-
vo —en particular de soja— como a la explotación sin
límite de la riqueza mineral;
(d) la construcción de una integración regional basada en

124  Proyecto neodesarrollista en la Argantina


la cooperación y solidaridad entre los Pueblos y no en
la preeminencia de las empresas transnacionales que
utilizan Nuestra América como plataforma para la acu-
mulación.

Sin duda, la construcción práctica de una alternativa a la


economía política del capital supone, la articulación política
de las demandas y reivindicaciones populares y la construc-
ción de acciones e instrumentos que permitan materializar-
las. Además, de la materialización de la economía política del
trabajo en la práctica concreta de las organizaciones popula-
res realmente existentes —que impulsan material y simbóli-
camente esas formas alternativas de popular— se requiere su
profundización como tendencia de transformación posneolibe-
ral y pos-capitalista que supone la articulación colectiva de
un programa mínimo que permita abordar la transición par-
tiendo de las condiciones actuales y, al mismo tiempo, la cons-
trucción de un proyecto contra-hegemónico con el cual la
mayor parte de la sociedad se identifique.
Los valores inherentes a esa economía política alternati-
va, pueden orientar otro modelo de desarrollo pos-capitalis-
ta que pueda ser construido a partir de hoy mismo. Un
proyecto de desarrollo que fomente los emprendimientos aso-
ciativos con financiamiento y tecnología adecuados a moda-
lidades cooperativas de gestión. Un programa que involucre
la creación de espacios de intercambio no mercantilizados, que
aseguren el derecho a los medios de vida, a la salud y la edu-
cación, a la información, al esparcimiento y al tiempo libre
sin las restricciones de la propiedad privada. Un plan que
suponga la nacionalización de los medios de producción estra-
tégicos bajo el control del pueblo, a través de formas de ges-
tión democrática y participativa. A estas políticas deberían
orientarse algunos lineamientos estratégicos con base en los
sectores populares organizados, apuntando a fortalecerlos
como punto de partida y condición de posibilidad de una nueva
forma de organización y reproducción social, constituida
sobre las bases de las necesidades populares antes que sobre
las necesidades del capital.

Hacia una economía poítica del pueblo trabajador  125


Para saber más:

Espinoza, Roberto (2010) “Alternativas a la crisis de la moderni-


dad/colonialidad”, Revista América Latina en movimiento, año
xxxiv, 453, segunda época, marzo, Agencia Latinoamericana de
Información, pp. 1-5, Quito.
Féliz, Mariano (2010), “El fundamento de la política del vivir bien:
la economía política de los trabajadores y las trabajadoras como
alternativa”, en Farah, Ivonne H. y Vasapollo, Luciano (coords.)
Vivir bien ¿Paradigma no capitalista?, CIDES-UMSA, La Paz.
Harvey, David (2004), “El ‘nuevo’ imperialismo. Sobre reajustes espa-
cio-temporales y acumulación mediante desposesión”,
Herramienta, 27, Buenos Aires.
Lebowitz, Michael A. (2005), Más allá de El Capital, AKAL, Madrid.
Meszaros, Itsvan (2009), El desafío y la carga del tiempo histórico:
el socialismo del siglo XXI, Editorial El Perro y la Rana, Caracas.
Roux, Rhina (2008), “Marx y la cuestión del despojo. Claves teóricas
para iluminar un cambio de época”, Herramienta, 38, pp. 61-
74, Buenos Aires.
Vega Cantor, Renán (2006), “El imperialismo ecológico. El intermi-
nable saqueo de la naturaleza y de los parias del sur del mundo”,
Herramienta, 31, Buenos Aires.

Hacia un proyecto popular.

A lo largo de su historia, desde las organizaciones popu-


lares hemos construido en la práctica y el debate, los fun-
damentos de la sociedad poscapitalista que buscamos
construir. Esos fundamentos permiten vislumbrar —y comen-
zar a construir— hoy la sociedad futura a la que aspiramos
para todos y todas. Esos fundamentos constitutivos de una
economía política (del pueblo trabajador) que permita supe-
rar al neoliberalismo y al neodesarrollismo como formas de
organización social, se basan en la solidaridad, la autoges-
tión, la defensa del espacio común y la soberanía popular.
Teoría y práctica, la organización popular es la táctica.

126  Proyecto neodesarrollista en la Argantina

You might also like