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Pedro Angulo Arana

Decano del Colegio de Abogados de Lima

La democracia significa que a todos los militantes, en otras palabras a cada uno
de ellos, se les debe asegurar el derecho a elegir y a ser elegido.
Así pues, si se tratara de limitar indebidamente tales derechos, se respaldará
al afectado y se sancionará a quien hubiere generado la violación del derecho
y al partido también, en su caso.
En lo práctico se suele conocer que para impedir las postulaciones se inventan
cargos y se compran testigos, se secuestran candidatos, se les golpea o
inhabilita en el ejercicio de sus derechos.
Resulta obvio que en los partidos políticos pueden ingresar personas que
desean crecer y ocupar cargos y todos deberían, de ser así, participar en
igualdad de condiciones para ello.
Ahora que se trata de realizar la reforma electoral, y en el Congreso peruano
se han hechos trabajos previos, debe ingresarse a normar este tema.
Otra regla democrática es un militante, un voto, el derecho a la igualdad y el
derecho a la libérrima participación en la vida partidaria.
Si acaso se tiene la voluntad de aprobar estas normas, entonces el cambio ha
de ser radical y consecuente.
Por ello, se deberá prohibir la existencia de candidatos naturales.
Además, se debería prohibir cualquier otra forma de participación en
elecciones de cualquier tipo, en representación de una tienda política, que no
fuera el fruto de una elección interna previa.
De elecciones libres y limpias saldrán verdaderos liderazgos y no expresiones
falsas de aquellos que se sostienen sobre la compra de voluntades o el temor.
El Perú requiere nuevos líderes y podemos estar seguros de que ellos existen;
pero también existen los que han temido a los verdaderos líderes.
Fernando Rodríguez Patrón
Director del Registro de Organizaciones Políticas del JNE
31/7/2016
ENFOQUE
¿Existe democracia interna en los partidos?

Los partidos políticos son entes colectivos estructurados normalmente en


torno a un presidente y un comité ejecutivo, y ambos dan cuenta a un congreso
que debería representar a todos sus afiliados. Siendo esto así, uno de los
primeros retos que asumen los partidos una vez inscritos es posicionarse en el
colectivo ciudadano haciéndose conocidos y captando electores, para lo cual
diseñan una estrategia de comunicación política. De esta captación, se nutrirá
el devenir de la organización política. De allí surgirán sus futuros directivos,
candidatos y, quizás, votantes.
Sin embargo, esta perspectiva cambia cuando apreciamos que los partidos
tienen solo una figura política visible que ocupa un doble rol: máxima
autoridad y sempiterno candidato. A estos partidos se les califica de
unipersonales, rompen con el esquema organizativo y social que los
caracteriza. No existen ejemplos de líderes partidarios ocupados de la
organización y crecimiento partidario ajenos a alguna ambición electoral.
Esta realidad navega a contracorriente frente a uno de los principales temas
sobre los cuales se articula la democracia interna, la cual, en términos de
Freidenberg, implica la adopción partidaria de los principios del sistema
político del que son parte, como el ejercicio periódico de la competencia
interna, la adopción de valores democráticos como la libertad para elegir a sus
autoridades y la utilización de mecanismos en el proceso de toma de
decisiones.
La democracia interna posee, a su vez, dos aristas: la elección de autoridades
partidarias y la elección de candidatos. Ambas modalidades deben regirse por
la Ley de Organizaciones Políticas, las normas estatutarias y el reglamento
electoral partidista. Pero, ¿este mandato legal referido a la elección y
renovación de autoridades se cumple? ¿Es supervisado por algún organismo
electoral?
Fuera de la exigencia legal que prescribe la renovación de autoridades
partidistas cada cuatro años, lo cual pocas veces se cumple, poco se ha
avanzado. La aún epidérmica reforma electoral aprobada no aborda el tema y
la normatividad vigente permite, por ejemplo, la renovación ilimitada de
autoridades partidarias.
Desde la orilla partidista, salvo excepción, los partidos no han solicitado la
inscripción de sus reglamentos, tampoco solicitan apoyo a los organismos
electorales en sus elecciones internas. Solo a nivel reglamentario el Registro
de Organizaciones Políticas se ha ocupado de la materia, estableciendo la
inmovilidad de la partida registral en caso la vigencia directriz de un partido se
encuentre vencida y se solicite una modificación registral.
Conscientes de que nos enfrentamos a una crisis partidaria cuyas
consecuencias desbordan el campo normativo, es necesario que el Parlamento
aborde la crisis partidista integralmente, permita a los organismos electorales
participar en la renovación de autoridades partidarias, disponga la imposición
de sanciones en caso de incumplimiento y, principalmente, destine esfuerzos
y recursos en materia educativa-electoral.

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