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Ante este panorama y fruto del concilio se opta por una mariología eclesiocéntrica y se introduce
el título de “Madre de la Iglesia”. Esto va a implicar una absorción de la mariología por parte de la
eclesiología. Este nuevo concepto de “mariología eclesiocéntrica” se entiende desde dos aspectos
fundamentales, el primero de clarificación, donde se pone de manifiesto el verdadero fundamento y
fuerza unificadora en que se apoya la Iglesia, en tanto que, la lglesia no solo es pueblo de Dios, sino
que como Ecclesia es femenino encierra en ella un misterio de maternidad. El segundo aspecto es el
ahondamiento; donde se plantea que la Iglesia es, además, cuerpo de Cristo, esto entendido en la clave
del Génesis cuando dice “Los dos se hacen una sola carne” de manera que en la iglesia se cumple el
misterio de matrimonial de Adán y Eva. Así la expresión cuerpo de Cristo también encierra el misterio
mariano. En analogía con María, se plantea que al momento del “Si” ella se convierte en novia, y por
tanto en el cuerpo.
Ahora hay que delimitar el espacio que ocupa la mariología en el conjunto de la teología, puesto
que una mariología limitada a la exposición de los dogmas marianos no deja de ser una explicación de
la cristología. El tratado de María más bien, apunta al íntimo entrelazamiento de los misterios en su
reciprocidad y unicidad. Esto se entiende desde el título “Madre de la Iglesia” que denota que así
como Cristo y la Iglesia son cabeza y cuerpo, novio y novia; con mayor fuerza María superara esto,
por María no es esposa, sino Madre de Cristo, por tanto madre de la iglesia. Es evidente entonces, que
la eclesiología quedó esbozada en la mariología, y la eclesiología por supuesto, no se puede separar de
la cristología. Esto nos lleva a entender que en virtud de fiat de María es la concreción personal de la
Iglesia. Esto pone de relieve, ahora, que lo característico de lo mariano es lo personalizador, porque se
presenta la iglesia no como estructura sino como persona y en persona, se habla entonces de un
encarnatorio, unidad del bios, persona y referencia divina.
Ahora bien, a partir de esto entonces se entiende la piedad mariana, que cobra su fuerza en el
adviento (que es su lugar litúrgico), y que los autores plantean, que esta piedad se debe encaminar
siempre con la visión de mantener lo propio de lo mariano porque siempre está en vinculación con
Cristo y la Iglesia. Tampoco se puede encerrar en aspectos parciales de los cristianos, sino que se debe
siempre abrir a la amplitud total del misterio y la piedad mariana tiene que estar sobretodo, además
en tención entre la racionalidad y la afectividad del creyente.