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DEL ESTADO POSIBLE

Crónicas de una revolución


DEL ESTADO POSIBLE
Crónicas de una revolución

Miguel Ángel Pérez Pirela


1ª edición, 2008

© MONTE ÁVILA EDITORES LATINOAMERICANA C.A. 2008


Apartado Postal 70712, Caracas, Venezuela
Telefax: (58-212) 263.8508
www.monteavila.gob.ve

© Instituto de Estudios Avanzados (IDEA)

© Miguel Ángel Pérez Pirela

Diseño de la colección
ABV Taller de Diseño, Waleska Belisario

Imagen de portada
Ronald Freites

Hecho el Depósito de Ley


Depósito Legal Nº lf50020083204859
ISBN 978-980-01-1664-7
DEL ESTADO POSIBLE

De la política se dice que es el arte de lo posible. Un Estado es la evidencia


de esa precaria factibilidad. También es un modo de hacer inteligible al
copioso género humano. Van y vienen las profusas oleadas de los seres. Para
pensarlos los encauzamos en los diques retóricos de Estado, pueblo, ejército,
clases sociales, partidos, identidades. Venezuela es un agregado de seres
articulado dentro de tales abstracciones. Concretemos algunas de las esclu-
sas conceptuales que alternativamente las unen o desunen, siguiendo aproxi-
mativamente los lineamientos que propone Miguel Ángel Pérez Pirela en su
libro Del Estado posible. Crónicas de una revolución.

PUEBLO

El conservador Cecilio Acosta precisaba en su artículo de 1847, «Lo que


debe entenderse por pueblo»: «No lo olvidemos: pueblo, en el sentido
que nosotros queremos, en el sentido que deben querer todos, en el senti-
do de la razón, es la totalidad de los buenos ciudadanos». Y ello quiere
decir que «los buenos ciudadanos deben tener propiedad, o renta».
Pueblo, señala Miguel Ángel Pérez Pirela en Del Estado posible, puede
ser entendido como totalidad de los ciudadanos, como pobres, como
centro poblado. Ilusión del político es homogeneizar todas las tensiones
sociales en el máximo común denominador del pueblo. Tarea del revolu-
cionario, revelar que bajo la aparente armonía combaten explotadores y
explotados. La mejor arma del Diablo es convencer al pecador de que
no existe. El más poderoso instrumento de clase dominante es pretender
que no hay clases ni lucha entre ellas. A las clases sociales se ha intenta-
do enmascararlas como funciones o maquillarlas como estratos o niveles

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de ingreso. Sin embargo, estudiosos del populismo latinoamericano como
Gino Germani, Torcuato di Tella, Octavio Gianni y Francisco Weffort
insisten en categorizarlo, bien como movimiento de una clase, bien como
policlasista. Con las clases, hemos dado, amigo Sancho. Sólo queda huir,
o enfrentar el problema.

CLASES

En esto, como en tantas cosas, plantea Venezuela una singularidad. Si las


clases sociales son grupos organizados para desempeñar cierto papel en la
producción y ocupar determinado sitio en las relaciones productivas, pre-
senta una peculiar estructura un país en el cual sólo treinta mil personas
trabajan en la actividad económica fundamental de los hidrocarburos. El
ingreso petrolero no es una renta, sino la liquidación de un activo. David
Ricardo especificó que las rentas, como la de la tierra, la del capital o la del
trabajo, suponen que la productividad del bien permanece luego de rendir
su fruto, y especifica que en última instancia todas proceden del trabajo
humano. El decreto del Libertador que atribuyó la propiedad del sub-
suelo a la República constituye a ésta un siglo más tarde en administradora
de nuestra riqueza fundamental, y sienta los pilares básicos para un socia-
lismo. Al mismo tiempo, inviste al Estado de la condición de máximo dis-
tribuidor y redistribuidor de ella y en eje de una suerte de socialismo
distributivo. Tenemos así un proceso económico invertido, en el cual la
producción (o extracción) del bien básico fundamental ocupa una fracción
insignificante de la fuerza de trabajo, y los procesos distributivos un sector
desproporcionado de ella. Desde 1929, fecha en la cual el ingreso fiscal
por hidrocarburos supera todos los demás rubros presupuestarios, en
Venezuela la controversia económica es ante todo pugna política por el
reparto. En el curso de ella se ha creado una clase política que ocupa un
específico nicho en los procesos de distribución y comprende tanto el
millón y medio de empleados públicos como los actores políticos inte-
grados en partidos u otras organizaciones. La clase política opera la para-
doja de convertir un bien de propiedad social y socialmente producido por
una empresa pública, en un ingreso de apropiación privada asimétrica e
injusta. Esta pugna entre sectores antagónicos por la redistribución desvía

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al Estado de sus otros deberes y sobre todo del primordial de invertir el
producto de los no renovables hidrocarburos en la creación de un siste-
ma productivo que no dependa de ellos.

IDEOLOGÍA

Si es escabrosa la delimitación de las clases sociales en Venezuela, todavía


más lo es el factor que las consagra como tales, que es la conciencia. «Igua-
lados» llaman en México a quienes no veneran los rangos que los menos-
precian. Más que refractario a una conciencia «de clase», el venezolano lo
es a una conciencia «de clases». Venezuela es país de igualados. En nues-
tros pueblos originarios en líneas generales no hubo estratificación social.
Cronistas y costumbristas deploran su igualitarismo y ausencia de privile-
gios como una peste. El concepto de jerarquía y rango fue introducido por
la Conquista tras ardua pugna que todavía no termina. El igualitarismo
del proyecto bolivariano es mera expresión del originario. Pero acerta-
damente señala Miguel Ángel Pérez Pirela que existe un desgarramiento
en los sectores medios entre una realidad que los proletariza y una ideolo-
gía que los hace creerse élite. Nuestra llamada clase media al mismo tiem-
po ostenta las ínfulas de la oligarquía y el nivel de vida de la marginalidad.
Una clase vale tanto como sus valores. Y sagazmente apunta Pérez Pirela
que tales valores le son instilados ante todo por los medios de comunica-
ción, que en las telenovelas reconocen las diferencias de ingreso pero pre-
dican que son superables mediante el afecto. La ilusión de la ascensión
social, como la de la lotería, es el principal sostén de un sistema insosteni-
ble. El Informe sobre Desarrollo Humano de las Naciones Unidas de 1999
revela que a fin del siglo pasado América Latina importa 70% de su pro-
gramación televisiva: 62% de Estados Unidos y un 8% de Europa y Asia,
mientras que apenas produce un 30% del contenido de sus propias emiso-
ras. Nuestros medios son heraldos de un sistema de dominación mundial.
Lo extraño no es que algunos sectores de la llamada clase media asuman
su mensaje como identidad; lo sorprendente es que a pesar de este perti-
naz diluvio de contenidos, mayorías tan relevantes se identifiquen con el
sector explotado y con el proceso bolivariano.

IX
PARTIDOS

Idealmente, un partido debería ser representación de una clase social. En


Venezuela la perversión ideológica ha reducido a muchos a apéndices de
medios de comunicación, que a su vez son prolongaciones de una clase
explotadora. Venezuela oscila entre fantasmas de partidos caducos que no
acaban de desaparecer y la esperanza de un gran partido revolucionario
que no acaba de consolidarse. Ello aprieta todavía otra vuelta de la tuerca
de la perversión ideológica. En desesperada busca de sufragios, los parti-
dos mediáticos que representan a los explotadores intentan confiscar los
signos del proceso bolivariano. En un primer momento le usurpan la ban-
dera nacional, para reducirla a trapo luctuoso o tricolor invertido. Luego
disimulan su pertinaz racismo para esgrimir como oferta electoral «La
negra», una tarjeta para recibir dádivas que muestra el rostro de una afro-
descendiente. En fin, usurpan las canciones de Silvio Rodríguez y de Alí
Primera para homenajear al gremio patronal. Tenemos así semiproletarios
que para creerse oligarcas revisten los signos del pueblo revolucionario.
Así como los partidos populistas apropian los signos de la tradición cultu-
ral nacional popular para legitimar un proyecto de colaboración de clases,
los cadáveres políticos intentan vestirse con las galas de los vivos.

EJÉRCITO

El Estado venezolano nace de un ejército ¿Seremos una excepción? Si,


según Engels, el Estado tuvo su origen en la violencia organizada de la
clase dominante contra la dominada, todos los ejércitos propiamente
dichos tendrían su origen en el Estado, y todos los Estados estarían funda-
dos en un ejército. En Venezuela el fenómeno habría sido triple. El primer
Estado, el colonial, llegó sobre las puntas de las espadas de los conquista-
dores. El segundo, el de la república oligárquica, nació de las lanzas de las
caballerías llaneras. El tercero, el central, surge de los filos de las bayonetas
andinas. Y como todo trío de mosqueteros recluta un cuarto, el Estado
bipartidista nace del golpe de la Gloriosa Juventud Militar el 18 de octubre
de 1945. Hablar entonces en Venezuela de un ejército separado del Estado
y de la política es una ficción más o menos hueca. Los ejércitos que ins-
tituyeron nuestros Estados se forjaron derrotando a ejércitos que habían

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dejado de representar a sus sociedades. Lo cual plantea para el actual dos
cometidos: el de participar en las tareas sociales, junto a las misiones y la
administración, y el de incorporar al pueblo mediante los grandes contin-
gentes de una reserva preparada para la resistencia. O el ejército se vuelve
pueblo o el pueblo se vuelve ejército.

ESTADO

El proceso bolivariano justamente surge porque el Estado que llamamos


de la Cuarta República también había dejado de representar a su sociedad.
Acertadamente señala Pérez Pirela la contradicción entre un Estado débil
ante el abuso de las fuerzas económicas, y represivo contra el pueblo, para-
doja que acarreó su propia inviabilidad el 27 de febrero de 1989. A esa
incongruencia le sucede la de un Estado de la Cuarta República sin nuevos
hombres, nuevas ideas ni nuevos procedimientos, enclavado a contraco-
rriente de un movimiento dinámico que lo rebasa. Antes que reformar el
Estado, se ha preferido crear estructuras paralelas para acometer las tareas
que aquél no cumple ¿Son las misiones un instrumento de reforma, o una
confesión de impotencia, la creación de lo que Pérez Pirela llama un Es-
tado bis ante la imposibilidad de reconstruir el original? Y, añadimos: ¿Si
no se encuentran formas de rectificar sus defectos, se podrá garantizar que no
se reproduzcan en las misiones? Afortunadamente, algunos sectores admi-
nistrativos han asumido una política de integración con el pueblo a través
de la articulación con los movimientos sociales, y en particular con los con-
sejos comunales. Lo resumí con el dicho de que institución que no baile
pegado con las masas, no tiene vida. La primera tarea de un proceso revo-
lucionario es apoderarse del Estado para usarlo como herramienta de las
transformaciones que postula. Y la primera transformación ha de ser la de
fusionarlo con el pueblo, para garantizar las restantes.

IDENTIDADES

No siempre ha favorecido la burguesía a un Estado débil y fragmentado.


En sus inicios el capitalismo apoyó decididamente al Estado nacional

XI
y central, mientras éste le sirvió para aplastar el feudalismo y unificar el
caos de fronteras, monedas, normativas y tributos que entrababan el co-
mercio y la industria. Una vez que la burguesía se considera capaz de
imponer sus propias normas, en lugar de desintegrar sus Estados, que son
cada vez más fuertes e interventores, predica la disgregación de los Estados
de los países dependientes. Los Estados nacionales o nacionalistas del siglo
XIX nacieron bajo el supuesto de que a cada nación, o por así decirlo a
cada identidad, debía corresponder un Estado. En realidad casi nunca fue
así. Gran Bretaña alberga ingleses, escoceses, irlandeses, más la inmigración
de todas sus ex colonias. España alberga castellanos, catalanes, vascos, galle-
gos, andaluces, sefardíes, y así sucesivamente. Los grandes colosos, como
China y Estados Unidos y la URSS y ahora la Unión Europea, se articularon
por suma de nacionalidades. La política constante de los colosos formados
por la agregación es desagregar a los de menor talla. Les imponen planes de
reducción y de descentralización mediante misiones técnicas o paquetes
económicos, o planes de secesión que intentan dividir y vencer a través de
las grietas entre identidades regionales o étnicas. Por esa vía se puede lle-
gar a la disgregación en parroquias o familias. Como advierte Pérez Pirela,
Es así como, coartando las características del Estado-Nación, como por
ejemplo los límites y fronteras, las lógicas secesionistas de las oligarquías
bolivianas realizan distinciones entre tierras altas y tierras bajas, con el fin
de sustraer de allí identidades fraccionadas a través de las cuales separan a
los quechuas y a los aymaras de las montañas, de los guaraníes y blancos de
las llanuras con el fin de crear, no más un nuevo Estado ni una nueva Repú-
blica, sino lo que es aún más grave, una improvisada «Nación Camba» (p. 92).
Añadamos que en buena parte son inmigrantes nacidos en Europa quie-
nes pretenden imponer esta supuesta identidad nacional sudamericana. Se
hace así imperativo abrir un espacio para reflexionar sobre una dialéctica
de la identidad. La identidad, que plantea la decisiva pregunta ¿Quién
soy?, sólo puede contestarla por la adscripción a un grupo, a un Quiénes so-
mos. Esta pertenencia puede ser elegida discrecionalmente, pero se la de-
fiende instintivamente como al propio ser. Por ello en su libro La cultura
es nuestro negocio, advertía McLuhan que «La violencia empieza cuando
se amenaza la identidad». Esta última, instrumento invalorable en las
resistencias nacionales contra el colonialismo, no debe ser usada por los

XII
neocolonialistas para pulverizar a los nacionalismos. Los pueblos emer-
gentes necesitan Estados, fuertes, unidos, dispuestos a integrarse en nue-
vas identidades colectivas y agregaciones regionales antes que a
atomizarse en servidumbres. Pero contra Venezuela, país cuya disgrega-
ción sería valiosa para las potencias, intentan éstas exacerbar idiosincra-
cias para promover secesiones.

CATEGORÍAS

¿A dónde nos lleva el disociar una realidad en tantas parcelas? ¿Repro-


ducimos el problema en lugar de resolverlo? La especialización del trabajo
condujo al mismo tiempo a un acrecentado dominio del hombre sobre la
naturaleza y a un multiplicado dominio del hombre sobre el hombre. El
Reino de la Libertad consistirá en borrar fronteras antes que en imponer-
las, en eliminar barreras entre trabajo manual e intelectual, crear cultura
para compartir y no para excluir, aniquilar diferencias entre clases y contri-
buir al desvanecimiento del Estado, cuyo principal cometido es mantener-
las. Para emprender este camino, por ahora, todo hombre debe ser a la vez
trabajador, pensador, militante, miliciano. Participar no es ser parte, sino
aspirar al todo. La totalidad es el punto de encuentro de la revolución
personal y la social.

LUIS BRITTO GARCÍA

XIII
A Diego, recién llegado al Caribe
A MODO DE PRESENTACIÓN

El presente libro es fruto de la investigación y reflexión en el seno del


Centro de Investigaciones Teóricas (CENIT) del Instituto de Estudios
Avanzados (IDEA), el cual ha servido como marco institucional para la
conformación de líneas de trabajo orientadas al análisis de los nuevos
retos que representan la teorización de Venezuela, entendida como para-
digma sociopolítico del siglo XXI.
Cada uno de los capítulos que integran la presente obra ha sido publi-
cado en notorias revistas científico-sociales, tanto nacionales como inter-
nacionales. Otros fueron publicados en medios de prensa nacional:
El primer capítulo, titulado «Nacimiento y muerte del Estado Vene-
zolano», fue publicado en la revista alemana Diálogo Científico, vol. 17,
año 2008 (que dedicó un número monográfico a Venezuela), bajo el títu-
lo Crisis estructural contínua del Estado venezolano: del Estado heredado
al Poder Popular.
El segundo capítulo, que abarca los años «1973-1989», devino de un
artículo, originalmente escrito en francés, y publicado en la reconocida
revista parisina Cités, en su edición número 28, año 2006, bajo el título
Histoire brève de l’impasse vénézuélienne: Les enjeux symboliques.
De la misma manera, el tercer capítulo titulado «Venezuela: el síndro-
me del bipartidismo», fue publicado en el año 2005 en la segunda edición
de la revista electrónica Iguana Roja, realizada en París: (http://www.
iguanaroja.new.fr).
Las reflexiones en torno a la propuesta de reforma a la Constitución
llevada a cabo en el año 2007, ocupan el cuarto capítulo, el cual fue publi-
cado en el libro Estudios sobre Socialismo y Democracia, editado en el

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2008 por el Centro de Investigaciones Postdoctorales (Cipost), Facultad
de Ciencias Económicas y Sociales (Faces) de la Universidad Central de
Venezuela (UCV), bajo el título De la constitución posible: Paradigma de
la propuesta de la reforma de la constitución venezolana.
Así mismo, el capítulo quinto titulado «Seis peligros y perspectivas del
Estado Venezolano», está constituido por un conjunto de artículos publi-
cados en distintos medios de comunicación escrita de tiraje nacional,
tales como el diario VEA y el diario El Nacional.
Por último, el capítulo sexto, «Muerte y renacimiento del Estado latino-
americano», apareció publicado en la revista de la Universidad Simón
Rodríguez (USR), Ensayo y Error, en su número 35, con el título La filo-
sofía política del separatismo en Latinoamérica.
En fin, como lo expresó José Martí: «Esos riachuelos han pasado por
mi corazón. Lleguen al tuyo».

MIGUEL ÁNGEL PÉREZ PIRELA


Caracas, 2008

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CAPÍTULO I
NACIMIENTO Y MUERTE
DEL ESTADO VENEZOLANO

CRISIS1 ESTRUCTURAL CONTÍNUA DEL ESTADO VENEZOLANO,


DEL ESTADO HEREDADO AL PODER POPULAR

PREMISA: EL ESTADO MODERNO

En la visión clásica del Estado que nos ha dejado la modernidad, el mismo


se define por antonomasia como un Estado opresor/represor. Partiendo de
una interpretación conservadora del desarrollo teórico del Estado moder-
no podemos decir que para Thomas Hobbes la figura del Estado está liga-
da a un intercambio de libertad (individual) por seguridad (colectiva). Los
individuos sumergidos en una guerra de todos contra todos le piden al
Leviatán garantías que limiten la libertad de cada uno en nombre de la
seguridad de todos, y para ello se despojan de sus libertades individuales
que transfieren al Estado. Esta tradición clásica es retomada de un cierto
modo por Max Weber quien define sin más el Estado como el monopoli-
zador de una violencia legal/legalizada.
En los dos casos parece existir entonces una «esclavitud voluntaria»
por parte de aquellos que deciden dar el poder al Estado o, al menos,
legalizar el uso de su violencia. Sin duda alguna este es el Estado que de
facto ha llegado a través de la tradición moderna hasta nuestros días.
Se trata de la visión de un Estado cuya ascendencia ha determinado radi-
calmente el quod propio, no sólo de los Estados Occidentales, sino tam-
bién de los latinoamericanos.
A la luz de los eventos que han marcado la historia reciente de Estados
como el venezolano, y que trataremos de elucidar en esta obra, surgen
perplejidades en relación a la tradición antes descrita. Sobre todo tomando

5
en consideración fenómenos a partir de los cuales ese Estado opresor/
represor, cuyo instrumento en pro de la seguridad de los individuos es
una violencia legal/legalizada, no da más seguridades a sus individuos, ni
mucho menos respuestas fundada en un hipotético «bien común».
Para ello hemos de tomar en consideración la relación que existe o ha
existido hasta ahora en Venezuela entre el Estado clásico, sus órganos de
seguridad, y el pueblo.

EL ESTADO CONTEMPORÁNEO: PATERNALISTA-LIBERAL

Existe en la actualidad un fraude teórico y semántico en relación a la


definición y el sentido propio del «Estado». Hoy día muchos siguen
cayendo en la trampa —por lo demás facilista— de aquellos defensores
de la derecha libertaria que proponen un «Estado débil» como promo-
tor de una economía liberal y un individuo redimido de las amarras esta-
tales2. De estas posturas se deduce de facto que el Estado fuerte sería una
prerrogativa de la «izquierda». Es así que encontraríamos un liberalismo
que defendería un Estado débil y, por otra parte, un socialismo más pro-
clive a sostener un Estado fuerte. Veamos de cerca dicha ambigüedad.
Por el contrario, dicha bifurcación parece no existir en lo empírico. La
realidad contemporánea en lo irrefutable de su aplicación nos muestra
un modelo de Estado en las democracias occidentales con características
comunes:
Dicho Estado en sus propuestas políticas aplica de más en más un mínimo
de redistribución social y de intervención en el mercado, y un máximo de
intervención policial y procesos jurídicos; esta corriente viene catalogada
como «liberal» en cuanto, estableciendo un mínimo de intervenciones en el
plano de los cambios económicos, da lugar al crecimiento del mercado priva-
do y, por ende, al incremento del capital privado. Desde este punto de vista el
Estado se presenta como un Estado débil. El problema está en que por otra
parte se desarrollan políticas estatistas que presuponen una exagerada inter-
vención estatal, y que se ven reflejadas en la acción contra la inseguridad, a
través de políticas de mano dura policial y de leyes fuertemente punitivas que
hacen del Estado un Estado fuerte. Los proyectos de privatización de la edu-

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cación ofrecen, por ejemplo, ventajas a los intereses individuales, obligando
al Estado a no encaminar políticas perfeccionistas miradas a «educar ideoló-
gicamente» a los individuos, lo que para el libertarismo significaría dejar
intactas sus libertades. A través de estas medidas el Estado sería entonces
de nuevo Estado débil. Pero por otra parte vienen invertidas grandes canti-
dades de dinero para preservar las «garantías» en relación a la «soberanía del
Estado», a través de la compra o producción de armas de guerras y la puesta
en práctica de duras políticas de inmigración, medidas a través de las cuales
los individuos y el mercado son asegurados contra el peligro de una inesta-
bilidad que venga del exterior. Podemos decir, sin lugar a dudas, que estas
medidas hacen y presuponen entonces un Estado fuerte. Podríamos hablar
entonces de un proceso contemporáneo a través del cual nos vamos acercan-
do cada vez más a la creación de una definición de Estado que en sí misma
posee dos términos aparentemente incompatibles: liberalismo paternalista3.
¿Cuál es entonces el resultado hoy día de esta ambigüedad en torno a
lo propio del Estado?
De todo ello surge eso que podríamos tildar como liberalismo paternalista,
es decir, la mezcla de un Estado débil y un Estado fuerte, liberal y conserva-
dor que se transfigura sólo para asegurar la libertad del mercado (liberalis-
mo) y suprimir los efectos negativos en la esfera social (paternalismo) a
través de duras políticas de control judicial y policial. En teoría, un Estado
débil que libere el mercado y un Estado fuerte que luche contra los posibles
peligros que vengan de las víctimas de dicho mercado4.
Tal fue precisamente el caso venezolano donde, según palabras del
mismo Arturo Uslar Pietri, se mezcló durante los años setenta y ochenta
un «capitalismo vergonzoso con un socialismo púdico»5. La discusión que
hoy día surge en Venezuela en torno al Estado parte precisamente de la
ambigua concepción de Estado apenas mencionada.
La pista que deberíamos seguir entonces para profundizar en la cues-
tión es precisamente aquella que da luces sobre los orígenes del Estado
que ha heredado el pueblo venezolano.

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LOS ORÍGENES DEL ESTADO VENEZOLANO:
CRISIS ENTRE ESTADO-FUERZAS ARMADAS

No es casual que el traje típico de Venezuela —el liquiliqui— no sea otra


cosa que un indumento militar despojado de toda la parafernalia propia
que caracteriza lo castrense: insignias, chapas, distintivos, medallas, etcéte-
ra. Y es que la historia sociopolítica de la Venezuela republicana puede
ser interpretada, e incluso estructurada, a partir de un ir y venir de lo civil
a lo militar y viceversa.
El ejército que trató de poner en pie Francisco de Miranda y que, más
tarde Simón Bolívar concretizó como tal en el siglo XIX, estaba confor-
mado por un pueblo heterogéneo sometido al yugo español que se descu-
brió presto a encarar la lucha por la liberación de la corona española.
Se trató entonces en este primer momento de una conversión súbita de
lo civil a lo militar en aras de una redención sociopolítica frente a una
opresión imperial tricentenaria. He aquí un primer precedente de transi-
ción de una estructura sociopolítica civil a otra militar con fines mera-
mente políticos.
En otras palabras, en Venezuela desde su mismo nacimiento como
república existe una marcada permeabilidad en la correlación entre los
ámbitos civiles y militares. Toda la guerra de independencia de la na-
ciente república hizo entonces transformar paulatinamente civiles de
variados orígenes socioeconómicos en improvisados soldados de un
ejército de liberación.
Dicho ejército se estructuró con tiempos, métodos y modos guerreros
que, a pesar de tener un carácter militar, estaba marcado por costumbres y
hábitos civiles. Las tropas estaban definidas y correspondían a las caracte-
rísticas propias de las regiones desde donde se forjaban: tropas llaneras,
costeñas orientales y occidentales, andinas y centrales, sureñas, entre otras.
Cada una de éstas se estructura entonces como puede y respetando lo
propio de las regiones, con todo lo que ello conlleva: formas de vestir de las
tropas, armas, medios de transporte, tácticas y estrategias, alimentación.
Es así como naturalmente comienzan a surgir liderazgos regionales que
acompañan, y en ocasiones, ponen en peligro la figura principal de unión

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representada por Simón Bolívar. Desde los territorios alzados contra la
corona española surgen figuras como, por ejemplo, Urdaneta en el extre-
mo occidente del país, Piar al oriente, o Páez y sus lanceros en los llanos.
Protagonistas éstos germinados de extractos socioeconómicos completa-
mente diversos entre sí y con un carácter ecléctico. Los nuevos liderazgos
van desde blancos criollos hasta zambos, indígenas y afrodescendientes.
Pero más allá de los orígenes étnicos de los integrantes del nuevo ejér-
cito —más parecido a células guerrilleras que a otra cosa— es importante
notar el origen más bien civil de sus integrantes: gran parte del ejército
bolivariano que dio la liberación a Venezuela no tiene sus orígenes en
ninguna academia especializada en las artes militares. No hubo formación
técnica militar, ni mucho menos selección alguna, tampoco uniformes
homogéneos territorialmente, ni particulares orígenes socioeconómicos
ni culturales.
Se trataba de una pragmática traducción de lo civil a lo militar por
parte de individuos que venían desde los más heterogéneos estratos, y
que sólo estaban unidos entre sí por el afán de contrarrestar un poder
español, cuyas reales posibilidades se hacían ya insostenibles desde
muchos puntos de vista.
En esto hay que insistir. Sin bien es cierto que el común denominador
de estos nuevos militares era el de oponerse a los españoles, no es menos
cierto que las causas individuales, colectivas y regionales por lo cual lo
hacían eran totalmente disímiles entre sí.
¿Cómo homologar entonces o, al menos equiparar, las razones de
fondo por las que esclavos afrodescendientes, blancos criollos, pescadores
orientales o agricultores andinos, dejaban sus actividades civiles para ins-
cribirse en una cruenta lucha militar que devastaría el país?
Lo cierto es que lo que se conoció como el primer ejército republicano
venezolano, poco o nada tenía en su esencia de «militar» en el estricto
sentido de la palabra. He aquí la premisa necesaria para entender e inter-
pretar las futuras estructuras sociopolíticas que habrían de caracterizar la
historia venezolana. Aunque lo militar va a caracterizar y determinar lo
político en la historia del país, lo va a hacer como tensión o crisis continua
con(tra) lo civil. La historia sociopolítica venezolana fluctúa por ello
entre los civil y lo militar, lo militar y lo civil.

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De lo antes descrito resulta claro que el Estado venezolano posee sus
orígenes en la institucionalización de los ejércitos bolivarianos de libera-
ción y su conjugación a un sistema político emergente. El mismo se trans-
figuró en el nacimiento de la I República en el siglo XIX.
Es por ello que —así como el traje nacional— el Estado venezolano en
sus orígenes no fue más que el resultado de un fenómeno que, de lo civil,
pasó a lo militar (Guerra de Independencia) para, más tarde, retransfor-
marse en política civil (nacimiento del Estado), al despojar del traje mili-
tar (y de la realidad sociopolítica) sus insignias militares y convertir la
guerra en política.
El Estado venezolano es entonces, en la primera mitad del siglo XIX, la
representación de un mundo militar que, hay que aclararlo, está constitui-
do por un pueblo en armas. No hubo élites predefinidas en la base de la
creación, tanto de las Fuerzas Armadas como del Estado venezolano. De
ahí la insoslayable tensión que existe históricamente en el triángulo
Pueblo-Estado-Fuerzas Armadas.

EL ESTADO VENEZOLANO CONTEMPORÁNEO: CRISIS ENTRE


ESTADO–FUERZAS ARMADAS-ECONOMÍA

No se puede reflexionar sobre el Estado venezolano sin antes tomar en


consideración algunos hechos importantes que fueron determinantes en
su estructuración contemporánea y, sobre todo, en la imagen que conser-
van los venezolanos del mismo. Se podría decir que el punto de ruptura
con el modo de vida venezolano y con la ausencia de interés político tuvo
lugar el 18 de febrero de 1983, una de las fechas más significativas de la
historia del país. Durante la mañana del célebre Viernes Negro6 los vene-
zolanos se despertaron en un país con una economía mucho más frágil de
la que pensaban. Hasta ese momento Venezuela vivía una aparente
bonanza económica que mantuvo durante mucho tiempo el precio del
bolívar a 4,30 con relación al dólar. A partir de esta fecha la moneda se
devaluó considerablemente colocando al país de frente a un —hasta
ahora inadvertido— fiasco económico.

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Este hecho llevó a la luz, entre otras cosas, el fraude que había sido la
nacionalización del petróleo realizada en 1976, pero también la corrupción
existente a lo interno del Estado venezolano entre 1974 y 1983. Además,
durante este período de «gracia económica», en razón de las entradas
petroleras, se dio un endeudamiento desproporcionado del Estado.
Dicho Estado, a través de su histórica economía monoproductora de
petróleo, favoreció la desproporcionada importación, el abandono de las
tierras y el éxodo rural a las grandes ciudades, conformando eso que hoy
son llamados los «barrios». Nacieron entonces las zonas de extrema
pobreza y con ella una delincuencia que no ha hecho más que fortalecerse
con el pasar de los años.
Otro hecho determinante en lo que respecta la figura misma del Estado
en el imaginario sociopolítico venezolano es El Caracazo7. Dicha revuelta
popular tuvo lugar en 1989. Las causas que lo determinaron tenían que
ver con la aplicación de una receta de tendencia neoliberal, cuya punta
de lanza fue precisamente el aumento de la gasolina. Se debe notar que ni
el gobierno, ni el parlamento, ni los partidos políticos, tomaron en cuenta el
fenómeno en sus verdaderas magnitudes. Hubo una especie de modus
operandi por parte de la institucionalidad que consistió en hacer todo lo
necesario para aplacar, en el menor tiempo posible, la revuelta popular.
En todo ello el Estado venezolano, a través del ejecutivo, tuvo un rol
primordial, pues el entonces presidente Carlos Andrés Pérez desplegó un
desproporcionado poder represivo —militar y policial— que dejó miles
de muertos8. No cabe duda que, contrariamente a cuanto suele pensarse,
la fractura no se dio sólo a nivel del gobierno de la época, sino más bien
y sobre todo en el Estado y la percepción que los venezolanos tenían
(y tendrían) del mismo.
Si bien es cierto que el gobierno de Carlos Andrés Pérez se vio merma-
do y herido de muerte, también el Estado terminó por ser considerado
sin más como un Estado represor. Ese Estado que ya existía en el imagi-
nario venezolano como corrupto e ineficiente (y opresor de movimientos
alternativos foráneos a los partidos del puntofijismo), durante El Cara-
cazo desplegó sin mediaciones su poder contra el pueblo.

11
Sobre este punto es necesario detenerse un instante, para poner en
relieve el rol que tuvieron las Fuerzas Armadas en todo lo que fue la
represión contra El Caracazo. Sin duda alguna dicha represión supera lo
factual del evento mismo y nos proyecta a una dimensión simbólica.
No se debe olvidar que la fundación simbólica del Estado venezolano, y
de la nación misma, se yergue a partir de una gesta heroica de liberación
contra el yugo español. Ello implica que, no sólo los símbolos patrios del
venezolano, sino también la estructura estatal misma es tributaria de un
legado militar.
Dicho legado traspasa sobremanera batallas, tácticas y estrategias, bata-
llones, armas, y va a tocar lo más profundo de la estructuración simbólica
del venezolano. En el imaginario colectivo del venezolano éste se siente
llamado a perpetrar el legado de ese ejército liberador que traspasó las
fronteras propias para emancipar eso que hoy día es Colombia, Panamá,
Perú, Bolivia, Ecuador.
No es osado imaginar, a la luz de lo antes dicho, el impacto que pudo
tener durante los días de El Caracazo unas Fuerzas Armadas que atentan
de forma generalizada, desproporcionada y desenmascarada contra una
revuelta popular.
Pero ese transitar de eventos no se detiene ahí. Sólo tres años después,
en 1992, otro hecho perpetúa la contestación sistemática que, desde
varios frentes, se le hacía al Estado venezolano: el comandante Hugo
Chávez Frías junto con un grupo de militares de rango medio y bajo per-
petran una intentona de golpe de Estado.
Es importante notar que con este hecho, más allá de atacar el gobierno
de turno, se trata de mermar un sistema estatal desgastado, corrupto e
ineficiente. De hecho, no es casual que siete años más tarde, cuando
Hugo Chávez llega por vía democrática a la Presidencia, él mismo llama
rápidamente a una Constituyente para reestructurar el alma misma del
Estado venezolano.
El alzamiento militar en cuestión también tuvo un impacto clave en lo
simbólico del venezolano. El mismo ponía en flagrante evidencia que
existía al interno de las Fuerzas Armadas una contestación, no solamente
contra el gobierno que ejercía el poder, sino también contra el Estado
definido por la IV República.

12
Si bien es cierto que el levantamiento de ese 4 de febrero de 1992 falló
en cuanto a la toma del poder, el mismo funcionó como catalizador de las
zozobras populares contra un Estado desprestigiado. De alguna manera
ese levantamiento que, hay que decirlo, fue sobre todo militar, representó
una especie de exorcismo contra aquella imagen de las Fuerzas Armadas
arremetiendo contra los manifestantes de El Caracazo9.
A partir de las premisas antes enunciadas surge entonces una pregunta:
¿Puede estudiarse el proceso revolucionario venezolano pasando por alto
la actual situación del Estado venezolano? De ser la respuesta negativa se
debería comenzar por abordar una reflexión en torno al rol de las Fuer-
zas Armadas venezolanas en dicho proceso.

CRISIS DEL ESTADO VENEZOLANO:


MISIONES COMO «ESTADO BIS»

Sin duda alguna una de las más logradas acciones del periodo del presi-
dente Chávez ha sido la creación de las llamadas Misiones10. Sobre todo
las dos más emblemáticas, es decir, la Misión Barrio Adentro que atiende
al sector salud, y la Misión Robinson, a través de la cual la misma Unesco
decretó a Venezuela territorio libre de analfabetismo.
Sin entrar en los detalles de las Misiones es importante por lo menos
realizar una breve reflexión sobre las mismas, sobre todo a partir de una
comparación con el modelo del Estado clásico.
No cabe duda que el paradigma de las Misiones venezolanas debe su
éxito precisamente a una destitución de facto del Estado, así como hasta
entonces existía en Venezuela. Se necesitaba un mecanismo que funcio-
nara como atajo a la aplicación de medidas de emergencia para resol-
ver una situación (también ella de emergencia), en planos como la
salud y la educación.
De hecho, la burocracia e ineficiencia del Estado venezolano hubiera
hecho imposible la puesta en práctica de un método de educación que, en
pocos años, aplacara el problema del analfabetismo o muertes por enfer-
medades curables en los barrios más desfavorecidos.

13
En el pasado, métodos de alfabetización habían arrojado resultados
precarios11 y, por su parte, la situación de los hospitales se degradaba cada
vez más. Fue así que se pensó, para una primera fase (en lugar de crear
grandes hospitales o inyectar recursos a los ya existentes), crear peque-
ños módulos alternativos en los barrios más deprimidos económicamen-
te. De igual manera se hizo con la educación, la cual vivió un proceso de
municipalización que la hizo llegar hasta los sitios más remotos del país.
Todo ello obviando de cierta manera las estructuras instituidas de los
grandes Ministerios. El resultado fue precisamente la creación de Funda-
ciones las cuales representaban legalmente dichas Misiones. Podríamos
hablar entonces, de la creación de un «Estado bis» que iba a soslayar las
históricas, y al parecer irreversibles, fallas del Estado venezolano. Los
resultados fueron exitosos a tal punto que hoy día nos colocan de frente
a una incómoda pregunta: ¿qué hacer entonces con el Estado existente a
la luz de los resultados de este «Estado bis» auspiciado por un gobierno?
¿Puede el «Estado bis» constituirse como Estado propiamente dicho?
Las respuestas a estas preguntas abren otra brecha en el debate relacio-
nado al Estado venezolano.
A partir de lo antes mencionado surgen nuevamente cuestiones rela-
cionadas con el rol que han jugado las Fuerzas Armadas sobre todo en
relación a este «Estado bis».
Hubo varios protagonistas alternativos a las competencias propias del
clásico Estado venezolano con relación a las misiones. Por una parte está
el apoyo logístico del Gobierno cubano en lo relacionado al envío de mé-
dicos para apoyar la Misión Barrio Adentro o en la estructuración de la
Misión Robinson, a través de su método de enseñanza Yo sí puedo. Pero
también existe otro protagonista en toda la conformación de eso que
hemos llamado el Estado bis y son precisamente las Fuerzas Armadas.
El rol que han jugado las Fuerzas Armadas, por ejemplo, en lo relaciona-
do a las Misiones ha sido por lo demás inédito. El Estado venezolano tradi-
cionalmente reservó a las Fuerzas Armada un rol, por así decirlo, apolítico.
Y ello no únicamente en cuanto a su clásica participación política. Las
Fuerzas Armadas no sólo carecían de voz y voto en la vida política vene-
zolana, sino que también se mantenían limitadas a los cuarteles.

14
Históricamente, salvo en raras excepciones, las Fuerzas Armadas no inter-
venían en acciones sociales propiciadas por ningún gobierno. Las responsa-
bilidades de las mismas se encontraban limitadas a acciones que tenían que
ver, sobre todo, con la seguridad y defensa de la Nación, pero con la instau-
ración de la V República, las tareas propias de las Fuerzas Armadas se han
visto modificadas.
En todo lo concerniente al caso de las Misiones, por ejemplo, las Fuer-
zas Armadas han tenido un rol preponderante en campos como el logístico.
El gobierno de Chávez ha utilizado las potencialidades humanas y ma-
teriales que éstas brindan para hacer efectivas Misiones como las antes
mencionadas. Todo ello tuvo una repercusión directa también en el rol
político de la institución castrense pues, a partir de la tarea social que le
fue asignada, se dio una apertura a la expresión de puntos de vistas políti-
cos, sociales o económicos por parte de sus integrantes.
Evidentemente ello tuvo un impacto directo y perceptible en la rela-
ción que poco a poco se ha venido instaurando entre el mundo civil y
militar a partir del rol social que este último ha realizado. Dicho de otra
forma, todo el fenómeno antes descrito podría ser analizado a la luz de
una nueva dimensión de la relación Fuerza Armada-Pueblo.
Es precisamente en este sentido que surge la preocupación por anali-
zar hasta qué punto la discusión sobre el Estado venezolano debe tomar
en cuenta el camino recorrido hasta ahora por las Fuerzas Armadas
venezolanas.

PERSPECTIVAS: DEL ESTADO HEREDADO


AL PODER POPULAR

En el artículo 141 de la actual Carta Magna venezolana se define al Es-


tado como un ente que «se fundamenta en los principios de honestidad,
participación, celeridad, eficacia, eficiencia, transparencia, rendición de
cuentas y responsabilidad en el ejercicio de la función pública». De frente
a tal afirmación no queda más que preguntarnos: ¿es acaso éste el Estado
con el cual convive día a día el pueblo?, o en fin de cuentas, ¿es ésta la
imagen que los ciudadanos y ciudadanas poseen del Estado?

15
No existe ninguna duda sobre la respuesta negativa de la mayoría de
los venezolanos a estas interrogantes. Pero tampoco existen dudas
sobre el hecho que estamos llamados imperativamente a cambiar el Es-
tado que tenemos. Claro está, no podemos realizar semejante empresa
sin antes preguntarnos ¿qué es ese Estado que queremos cambiar, qué
Estado queremos y, por último, si de verdad queremos algún Estado?
Para responder a todo ello regresemos al inicio de nuestra reflexión y
situémonos en el siglo XVII con Thomas Hobbes y su definición del Es-
tado moderno. Este autor imaginó un estado de naturaleza en el cual
cada hombre es absolutamente soberano y libre. Según dicha ficción, en
esta situación inicial cada uno podría hacer todo lo que quisiera. Eviden-
temente ello traería consigo una guerra de todos contra todos que llevaría
sin más a la anarquía generalizada. Es precisamente contra esta situación
que nace el Estado: cada uno transfiere su libertad y su soberanía indivi-
dual a un tercero (Estado), a condición que este último le asegure una
convivencia pacífica con el resto de los individuos.
El problema está en que dicho Estado auspiciado por los individuos
—para crear reglas en pro del convivir y gestionar lo colectivo— se ha
convertido paulatinamente en la realidad venezolana en un monstruo
separado de ese pueblo que le transfirió la potestad de ejercer el poder.
Es precisamente éste el origen del tan criticado Estado buro-crático y
tecnó-crata. Es decir, un Estado que da el poder (del griego, cratos), por
una parte a la burocracia, al bureau (del francés, escritorio), y por otra, a
aquellos que poseen el conocimiento o tecno. En otras palabras, nos en-
contramos de frente a un Estado que acapara el poder en un conjunto de
políticos y técnicos agrupados en un cuerpo profesional.
¿Qué hacer entonces para cambiar dicho Estado moderno teorizado
hace casi medio milenio? Esta interrogante toma una dimensión todavía
más compleja si se conjuga a un proceso revolucionario como el que se
quiere hoy día en Venezuela, cuyo protagonista sería el pueblo y la ins-
tauración de un poder popular.
Para acabar con el Estado antes descrito uno de los métodos más plau-
sibles es el de la implosión. Hay que derribar el Estado desde sus entra-
ñas, y qué mejor manera de hacerlo que cambiando sus reglas de juego.

16
Es en este punto donde toma sentido la idea de un poder popular: ya no
será entonces el pueblo quien transferirá su poder al Estado, sino que el
pueblo mismo gestionará parte del poder a través de «formas de autogo-
bierno». He aquí el epicentro de la cuestión.
Pero de nada sirve decretar constitucionalmente el poder en manos del
pueblo si, al mismo tiempo, dicho poder no lo ejerce cotidianamente
un pueblo organizado.
A la luz de lo antes dicho, la propuesta de un poder popular es enton-
ces una puerta abierta o condición mínima para hacerle más fácil el cami-
no al pueblo en su lucha por la reapropiación del poder. ¡Pero cuidado!
De ninguna manera el decretar el poder popular puede considerarse
como el punto de llegada del colosal e histórico maratón popular por su
soberanía. No se debe olvidar que muchas veces el poder decretado en
manos de todos se convirtió en el poder en manos de ninguno, es decir,
de algunos.
Es por ello que se hace necesario definir el rol del pueblo en el proceso
venezolano. Pero al mismo tiempo la relación existente entre la noción
de Estado y aquella de pueblo que, es por lo demás ambigua y, en cuanto
tal, se ha prestado a confusiones semánticas de todo tipo.
Partiendo de la definición anteriormente planteada del Estado como
opresor/represor, surge una evidente tensión entre éste y el pueblo sobre el
cual se ejerce o debería ejercerse el control estatal. En este sentido, no es
fácil colocar los límites de un Estado que se impone por esencia propia a
los ciudadanos. Por ejemplo: ¿Hasta dónde dicho Estado debería aplicar su
poder coercitivo a través de sus Fuerzas Armadas? ¿Un Estado con estas
características no implica el rol más bien pasivo del pueblo? Y en último
término, ¿cuál es la verdadera naturaleza de la tensión existente entre ese
Estado clásico y el pueblo?
Para responder a estas perplejidades es necesario antes que todo, plan-
tear tres definiciones básicas de la noción de pueblo. Ello nos permitirá
no sólo superar las ambigüedades semánticas de estos dos términos, sino
también superarlas a partir de una definición alternativa, tanto de Estado
como de pueblo.

17
En un primer momento podemos plantear la definición de «pueblo»
bajo una acepción ligada a la identidad. En este caso pensaríamos por
ejemplo al pueblo francés, el pueblo venezolano o el pueblo chino. Pue-
blo sería un común denominador que hace «idénticos» a los habitantes
de un territorio determinado. Es claro el rol que posee el Estado en
esta denominación, pues evidentemente el mismo impone la noción de
límites o fronteras que determinarán el más allá o más acá de esa iden-
tidad que hará de un conjunto de habitantes un pueblo. Sin entrar en los
detalles históricos de la conformación de los pueblos hoy día existentes,
ni en los Estados con varios pueblos o identidades, podemos decir de
forma sumaria que existe una evidente correlación entre esta definición
de pueblo y la del Estado.
Pero el pueblo también es utilizado comúnmente como clase social. El
pueblo sería desde esta perspectiva la clase más baja de la pirámide econó-
mica: pueblo como oposición a la burguesía. Por último, utilizamos la pala-
bra pueblo en tanto que pequeña conglomeración o asentamiento humano.
Pueblo bajo esta definición sería lo opuesto a la ciudad: nos referimos
al pueblo andino de La Puerta o al pueblo falconiano de Menemauroa.
De hecho, al definir estas tres utilizaciones diversas de la palabra pue-
blo, nos damos cuenta que en sí mismas se oponen a otras entidades
sociales existentes: el pueblo venezolano no es el pueblo francés; el
pueblo como clase no es la burguesía; el pueblo de Menemauroa no es la
ciudad de Coro.
A la luz de lo antes dicho debemos recordar que en la actualidad se
plantea en Venezuela la instauración de un nuevo Estado a partir de la
idea de la creación de un «poder popular». La pregunta surge entonces
espontáneamente: ¿de qué pueblo hablamos cuando nos referimos al
poder popular?, o en otras palabras, ¿a cuáles de estos pueblos se le está
dando el poder a través del poder popular?
La respuesta es de una complejidad irónica. Cuando se le da el poder
(popular) al pueblo, antes que todo se le está quitando el poder a
quien poder tiene. Sería ingenuo pensar que al dar el poder al pueblo
no se está substrayendo el poder a quien para ese momento lo tiene.
Ahí está el asunto.

18
A la luz de lo antes dicho surge una primera y fundamental definición
de ese pueblo a quien se le está dando el poder: el pueblo que tendrá el
poder en el futuro es, nada más y nada menos, que ese ente socio-político
que nunca lo tuvo.
De hecho, la primera definición de pueblo —la que funda todas las
otras— parte de la idea de pueblo como anti-poder. En este sentido, si
hay algo que se opone al pueblo es justamente el poder encarnado en el
Estado. La génesis misma del Estado moderno surge como anti-pueblo.
Hobbes planteaba en su Leviatán que si no hay Estado, no hay pueblo;
que el pueblo se estructura y organiza a partir de la oposición a un
Estado cuya principal vocación es someterlo legalmente.
Se plantea entonces aquí el pueblo político como una figura de resisten-
cia frente al poder instituido, sea éste Estado Central, Gobernación,
Alcaldía, Banca, Religión, Medios de comunicación, Partido, Imperio,
etcétera. Claro está, todo se complica aún más si se toman las Fuerzas
Armadas como poder instituido. ¿O acaso se deberían abordar éstas
desde la perspectiva de un poder popular?
Si el pueblo se define en tanto que resistencia, se plantea un desafío
aún mayor para esa voluntad que quiere transferirle el poder al pueblo,
a través de la figura del poder popular. Dicho reto consiste en tener la
valentía política de anularse a sí mismo como único e indiscutible poder
constituido, para dárselo al poder originario, al poder constituyente, al
poder de resistencia, al no-Estado, al no-Gobierno, al no-Partido.
La responsabilidad histórica de los cambios que se nos presentan está
por ello en preguntarnos: ¿Quién posee el poder? ¿Quien lo transfiere o a
quien se le transfiere? Detrás de esta transferencia del poder de un
Estado o un Gobierno al pueblo hay una gran paradoja, pues quien trans-
fiere el poder a otro lo hace porque, en realidad, lo tiene. El desafío esta-
ría entonces en preguntar, a aquel o aquellos que transfieren el poder al
pueblo, si estarían eventualmente dispuestos a dejarlo.

19
NOTAS

1. Aclaratoria semántica: la palabra «crisis» nos viene del griego y significa —entre otras
cosas— ruptura, quiebre. Mas dicha ruptura no implica la discontinuidad. Todo lo con-
trario. El quiebre crítico propio de la crisis presupone un antes y un después caracteri-
zado por la continuidad. La crisis en este sentido no se plantea como destrucción del
proceso, es decir, como crisis destructiva, sino todo lo contrario: la crisis es un quiebre
en el proceso que le da impulso al mismo. Hay por ello que recordar la triade: Tesis-
Antítesis-Síntesis. Los procesos críticos serían ese momento antitético que nos conduce
hacia una síntesis: entre la tesis y la síntesis se encuentra la antítesis, es decir, la crisis.
2. Confrontar por ejemplo posturas como las de Nozick, Anarquía, Estado y Utopía,
Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1991.
3. Miguel Ángel Pérez Pirela, Perfil de la discusión filosófica política contemporánea,
Editrice Pontificia Gregoriana, Roma, 2005, pp. 168-169.
4. Íbid., p. 169.
5. Arturo Uslar Pietri, De una Venezuela a la otra, Monte Ávila Editores, Caracas, 1992,
p. II.
6. Hasta el viernes del 18 de febrero de 1983 el dólar cotizaba a Bs. 4,30. Durante ese
viernes la presidencia publica un decreto de suspensión de venta libre de divisas
extranjeras. El dólar pasó entonces a Bs. 14,30. Ver cronología anexa.
7. Ver cronología anexa.
8. Manifestado en el conocido Plan Ávila, diseñado para restaurar el orden civil de la
manera que fuera. En agosto del año 2002 la Corte Interamericana de Derechos
Humanos estableció que la implantación del Plan Ávila fue una masiva violación de
los Derechos Humanos.
9. En los últimos años se han dado fenómenos como los de la Plaza Altamira en donde
élites de las Fuerzas Armadas se pronunciaron en desobediencia contra el Presidente
Chávez. También se puede traer a colación el golpe de Estado del 11 de abril de 2002.
Entonces el comunicado que le pedía la renuncia al Presidente también fue perpetra-
do por cuadros de las Fuerzas Armadas. Detalles que deben ser tomados en conside-
ración para un oportuno análisis en torno al Estado y sus Fuerzas Armadas.
10. Las Misiones Sociales son estrategias masivas orientadas a garantizar los derechos
fundamentales a la población, con énfasis en los sectores más excluidos. Estas iniciati-
vas cuentan con recursos extraordinarios, su coordinación es interinstitucional e inter-
ministerial y uno de los elementos fundamentales para su planificación, ejecución y
seguimiento es la participación activa y protagónica de las comunidades organizadas.
En la actualidad existen 21 misiones llevadas a cabo por el Gobierno Nacional.
11. Cfr. por ejemplo el método ACUDE. ASOCIACIÓN CULTURAL PARA EL DESARROLLO,
entidad jurídica sin fines de lucro, constituida por representantes del sector bancario e
industrial, que llevó a cabo actividades entre 1979 y 1983.

20
CAPÍTULO II
1973-1989

BREVE HISTORIA DE UNA REVOLUCIÓN1

En una entrevista realizada al presidente Hugo Chávez Frías por Gabriel


García Márquez, el premio Nobel de literatura propuso una bifurcación
interpretativa a propósito del líder venezolano2. Esta interpretación nos
da luces sobre una particularidad que encontramos en toda reflexión
sobre el fenómeno Venezuela. Todo el mundo parece estar de acuerdo en
la aplicación de una hermenéutica fundada en el aut aut: o bien Chávez
es/será un populista más que se inscribirá en la tradición de los caudillos
de América del Sur, o bien es/será un mandatario, democráticamente ele-
gido que dará vigor a la democracia venezolana.
Dar respuestas a la cuestión anteriormente planteada es fundamental
para comprender la situación venezolana de nuestros días. No obstante
dicha situación no puede ser abordada sin una reflexión sobre el camino
democrático que ha vivido el país hasta llegar al socialismo que en la
actualidad se plantea en Venezuela.
De hecho, ¿cómo explicar la paradoja de una sociedad venezolana que
pasó de una indiferencia política importante, que caracterizó casi todos
los años de su democracia, a una implicación política comparable con el
fervor que Sudamérica conoció en los años sesenta y setenta?

LA «GRAN VENEZUELA»3

Venezuela comienza su camino democrático el 23 de enero de 1958, con


la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez. A partir de ese momento, el
país vive un período de democracia ininterrumpida4. La vida democrática

21
venezolana durante los últimos cuarenta años, según acierta la historia
oficial, parecía ser un caso inédito en la zona por no haberse inscrito en la
ola de dictaduras que azotaron el continente durante los años setenta.
Pero la originalidad del caso venezolano no se limita solamente, durante
este período, a su situación política. Desde el punto de vista económico el
país conoció también importantes cambios que parecieron afianzar esta
aparente quietud política. El cambio capital pareció ser la nacionalización
del petróleo en 1976 operada por el presidente Carlos Andrés Pérez.
Si bien es cierto que la situación política y económica de la sociedad
venezolana durante estos años, aleja al país del drama de las dictaduras,
también lo es que la misma es propicia para arremeter contra todo movi-
miento social alternativo.
La particular situación económica del país consolida entonces un fenó-
meno ya existente: la indiferencia de la sociedad por la vida política.
Claro está, ello no quería decir que muchos de los venezolanos no hicie-
ran parte de un partido político. Desde 1958, los individuos y las familias
por lo general se inscribían en uno de los dos partidos en el poder,
Acción Democrática (AD) y Copei. Pero la similitud de proyectos políti-
cos llevaba a los electores a escoger más en relación al carisma de los
candidatos que en sus líneas, ideologías y tendencias políticas.
Se podría decir entonces, que en ese momento histórico existía un déficit
de conciencia política que comenzó a socavarse a partir de los años ochen-
ta, de manera preocupante para el establishment. El punto de ruptura de
esta ausencia de interés político tuvo lugar el viernes 18 de febrero de 1983,
una de las fechas más emblemáticas de la crisis venezolana. Durante la
mañana del célebre Viernes Negro, los venezolanos se despertaron en un
país con una economía mucho más débil de lo que ellos creían.
¿Pero cuál fue el principal efecto del Viernes Negro?
Desde el punto de vista económico, se descubrió la existencia de una
parte mayoritaria de la población que no era solamente pobre, sino que
además vivía sin las garantías sociales e institucionales mínimas para sub-
sistir. Venezuela a partir de 1973 (año en que comienza el alza del petróleo
que durará casi quince años) había vivido en una suerte de «presentismo
económico y político».

22
Desde el punto de vista político, el Viernes Negro hizo entender a los
venezolanos el grave error que fue la nacionalización del petróleo, la cual
se había llevado a cabo de manera precipitada a través de la costosa com-
pra a las compañías extranjeras de eso que, por mutuo acuerdo, debía ser
entregado a Venezuela algunos años más tarde. La devaluación de la
moneda y la caída de la economía mostraron, de manera más clara, la
dimensión de la corrupción existente: de 1974 a 1983 los casos de corrup-
ción fueron numerosos.
Todas las medidas políticas y económicas que habían sido tomadas
parecían haberse enfocado únicamente en el momento presente. El con-
sumismo era desmedido, y la política completamente subsidiaria no se
proyectaba ni siquiera a corto plazo. Paradójicamente, durante esos años
de «felicidad económica», Venezuela alimentaba una deuda interna y
externa desproporcionada. A todo ello se adicionó la constatación de los
desastres de una economía fundada en la monoproducción: Venezuela,
que al inicio del siglo fundaba su producción en cacao y café entre otros
rubros, con la llegada del petróleo terminó con la explotación de la tierra,
conduciendo de este modo a una gran parte de la población a migrar a las
grandes ciudades (sobre todo la capital Caracas y la ciudad petrolera
Maracaibo). Las consecuencias son las mismas que en otros países: éxodo
rural y sobrepoblación urbana, cinturones de pobreza en las grandes ciuda-
des, delincuencia, etcétera.
Pero el Viernes Negro no se limita a mostrar una difícil realidad de
facto. La situación del país, que hemos apenas descrito y que se prolonga
hasta 1983, forja en el país una realidad paralela, que podríamos llamar
realidad simbólica.

LA CLASE MEDIA Y LO SIMBÓLICO

A pesar de la descripción de facto anteriormente realizada las consecuen-


cias más importantes del Viernes Negro se manifiestan en el plano sim-
bólico. Hoy Venezuela está divida en dos facciones simbólicas, en el
sentido que no refleja en ningún caso una distinción de clases de facto.
La división típica de clases tal como se encuentra en Marx (burguesía y
proletariado) no resulta suficiente para explicar la realidad venezolana.

23
Desde el punto de vista simbólico la constatación de grandes diferencias
a nivel económico en el país no se reduce solamente a una separación de
facto entre (muy) ricos y (muy) pobres, como suele pensarse.
Hay una delicada zona intermedia, formada por una clase media (em-
presarios, profesionales, comerciantes, viejas familias de la clase media,
profesiones liberales, etcétera.) que en otrora se caracterizaba por una
situación muy estable desde el punto de vista económico durante los años
de la Gran Venezuela, pero que a partir del Viernes Negro, y a lo largo de
los años ochenta y noventa, fue severamente afectada por la grave situa-
ción económica. De facto, esta clase media fue desclasada, aunque simbó-
licamente ésta continuó y continúa reivindicando una realidad
económica ya desaparecida.
Podríamos decir entonces que lo simbólico parte de una realidad de
facto, para más tarde transformarla, creando sin más, una realidad de orden
simbólico que se superpone a la realidad de facto, recubriéndola. Esta
nueva realidad simbólica que nace se convierte de este modo en una
realidad con todas las de la ley. El hecho de que la realidad simbólica
no sea la misma cosa que la realidad de facto, no le quita en ningún modo
su estatuto de realidad.
Hoy día esta clase media de facto no refleja más la clase media de
entonces, pues desde el punto de vista económico y social ésta vive una
vida más bien precaria. Pero los conflictos que hoy vive el país nos mues-
tran un fenómeno peligroso: la vida económica de facto de la clase media
no traduce su sentimiento de pertenencia. Esta clase, como antes del
Viernes Negro, continúa identificándose económicamente con la clase
alta. Y más aún, ésta no duda en asimilarse políticamente con las mino-
rías privilegiadas. Todo ello nos muestra cómo la situación de facto puede
transformarse sin que la realidad simbólica sufra modificaciones.
La relación con la realidad de facto nos ayuda a crear un mapa de nues-
tra identidad. Nosotros somos algo o alguien a partir de la relación que
alimentamos con la realidad que nos rodea. Cuando la realidad de facto
cambia y con ella el fundamento real y material de nuestra identificación
desaparece, esta ausencia puede traducirse en una modificación de la iden-
tidad del sujeto. En «Venezuela», después del Viernes Negro una parte

24
de la población parece haber perdido el fundamento real de su identifica-
ción política, económica y social de antaño. El problema está en que sus
modos de vida cotidianos continúan como si dicho cambio no hubiera
tenido lugar.
La clase media venezolana de los años sesenta y setenta no es la misma
en nuestros días. Ésta ultima se caracteriza por una precarización econó-
mica y social que la transforma en clase «media baja», o más bien, en
clase «pobre alta».
Hoy la intención política que moviliza la vieja clase media es clara: no
convertirse nunca en clase «pobre» (clase baja)5. Es precisamente en este
ideal de pertenencia a una imagen del pasado, que se encuentra el abismo
simbólico propio de muchos de los venezolanos. A partir de esta constata-
ción, vemos que la cuestión del rol protagónico de líderes políticos viene
suplantado por un protagonismo todavía más grave: la crisis de identidad
y pertenencia social, política y económica de una parte de la sociedad.
Pero hay otro elemento que debe ser tomado en consideración. El pro-
blema simbólico ligado a la pertenencia ha sido amplificado por el pode-
río de una de las fuerzas del país: la televisión.
En Venezuela, la televisión representa uno de los mayores determinan-
tes del modo de vida, de la cultura, lengua y costumbres. Pero su rol no es
solamente político (ideológico) o económico (intereses particulares),
como muchas veces se ha dicho. La fuente simbólica más seria de la
desestabilización actual se encuentra en el rol que lleva a cabo la televi-
sión venezolana.
Desde los años setenta, la televisión venezolana ha sido objeto de in-
versiones exorbitantes que han participado en el desarrollo de medios
técnicos que a su vez la han convertido en una enorme potencia comu-
nicacional por lo demás eficaz. Durante treinta años los dos principales
canales de televisión privados (Venevisión y Radio Caracas Televisión
RCTV) se han embarcado en una competencia desaforada por la audien-
cia, de la cual surgió un solo ganador: las telenovelas.
Dichas telenovelas son desde un cierto punto de vista, la traducción
de las pseudos aspiraciones de los venezolanos. En la estructura narrativa de
las telenovelas, el rico y el pobre son habitualmente unidos por un lazo

25
sentimental, el cual de manera muy relativa los hace iguales. Pero esta
igualdad representa más bien una escalada de la «clase pobre» hacia la
«clase alta», y no lo contrario.
Encontramos entonces en las telenovelas un fenómeno que podríamos
llamar lógica de «reflejo/perennización». En los dramas de las novelas
existe siempre el reflejo de divisiones muy netas de facto entre las clases
sociales. Muchas veces el rol de los protagonistas de las novelas no co-
rresponde a características fundadas en el drama, a talantes de los persona-
jes, a construcciones psicológicas, sino más bien a meras divisiones de
clases sociales. En la estructura de la novela hay siempre una diferencia-
ción radical entre, de un lado, el empleado de la casa, el chofer, la familia y
el barrio pobre y, del otro, la novia o esposa rica, el novio o marido rico, el
abogado, médico o empresario, la familia o urbanización rica. Estas distin-
ciones no se contentan en mostrar una realidad existente sino que van más
allá reproduciéndola y perennizándola en el campo simbólico.
Es así como en el fenómeno de las telenovelas podemos apreciar una
de las causas más paradigmáticas de la explosión de odio y radicalismo
que sacude a las dos partes simbólicas de la población: una parte a la
cual se le ha querido crear complejos de inferioridad, sintiéndose explo-
tada; otra parte con ínfulas de superioridad sintiéndose desclasada. Es
precisamente de este modo que se perennizan dos clases muy diferentes
entre sí que pueden ser unidas, sea por una relación de servidumbre de
facto (una clase aprovecha de la otra), sea por una relación sentimental/
simbólica (telenovelas).
Hasta inicios de los años noventa, la política no había nunca tomado
verdaderamente en consideración el problema de las clases en Vene-
zuela. A pesar de que el rol principal de la oposición política de un país
debería consistir en reivindicar los intereses de una parte de la población,
pareciera que jamás hubo una verdadera oposición política en el país.
Desde 1958, año que marca el fin de la dictadura, los dos grandes parti-
dos políticos venezolanos establecieron un acuerdo conocido con el nom-
bre de Pacto de Punto Fijo6. El fin de dicho acuerdo consistía en limitar al
máximo a la oposición política en el país con el objetivo de evitar que se ins-
taurasen verdaderas diferencias políticas en una sociedad que comenzaba

26
apenas a reencontrar un equilibrio democrático7. Pero en lugar de luchar
contra un posible levantamiento militar, más que conocido en la América
del Sur de la época, de dicho pacto devino un mecanismo político de
perennización del poder instituido. El verdadero resultado fue entonces
la dogmatización de un poder en las manos de dos partidos políticos que
compartían los beneficios del gobierno, alternando la toma del poder
cada cinco años. Hasta el fin de los años ochenta los venezolanos hacían
entonces, en lo que respecta a los dos grandes partidos, parte de una sola
clase política.
El Viernes Negro (1983), El Caracazo (1989), y finalmente, la insurrec-
ción militar (1992), marcan el inicio de una ruptura de la dimensión polí-
tica y social venezolana, pero sobre todo en la dimensión simbólica,
que sin duda alguna nos llevó a lo que hoy día se conoce como el pro-
ceso venezolano.

LA CLASE POBRE Y LA RUPTURA DE LO SIMBÓLICO

Después del Viernes Negro un trágico realismo se instauró en el país. Las


diferencias de facto se hicieron más tangibles. La mayoría pobre de la
población, a diferencia de la pseudo clase media, logró por primera vez
percibir en toda su amplitud las diferencias de clase. La toma de concien-
cia de dichas diferencias de facto no tardó en crear alternativas visiones
políticas heterogéneas y radicales, que criticaban y refutaban el Pacto de
Punto Fijo como fundamento de una única clase política dividida en dos
partidos tradicionales (AD y COPEI).
La solución que el entonces presidente Carlos Andrés Pérez adoptó
contra la cristalización de dicha toma de conciencia popular, encarnada
en El Caracazo, se fundó en la violencia y la represión. La respuesta llega-
ría tres años después, el 4 de febrero de 1992, tal como se mencionó en
páginas anteriores, con el teniente Coronel Hugo Chávez Frías, quien años
más tarde ganaría las elecciones presidenciales de forma democrática.
Un aspecto resulta interesante de analizar: dicha insurrección militar no
fue llevada a cabo por altos cuadros de las Fuerzas Armadas, sino por
jóvenes oficiales descontentos políticamente y amparados por reivindi-
caciones sociales en medio de una Venezuela en bancarrota.

27
El joven comandante Hugo Chávez Frías, a través de una acción antide-
mocrática, había mostrado y demostrado la inminencia de la enfermedad
de la cual era víctima el sistema democrático venezolano. Dicha acción sus-
citó, en todo el territorio nacional, una toma de conciencia de dicha enfer-
medad. Es únicamente a partir de este momento que se podría comenzar a
hablar del posible nacimiento de una verdadera oposición a la hegemonía
de poder establecida por el Pacto de Punto Fijo.
Una vez que Chávez salió de prisión8 se lanzó en la carrera democráti-
ca a la presidencia, a partir de un discurso que no buscaba solamente
igualar las diferencias de facto de las clases, sino que también intentaba
establecer verdaderas diferencias simbólicas. La fuerza del «primer Chá-
vez» se fundaba en lo simbólico: él trató de hacer sentir a los venezolanos
pobres sus diferencias políticas frente a la clase alta. Dichas diferencias
estaban disimuladas hasta entonces por lógicas, como la de las telenove-
las desde el punto de vista social, y la del Pacto de Punto Fijo desde el
punto de vista político.
El discurso de Chávez no se centraba únicamente en cómo eliminar la
pobreza, es decir, en las reformas para transformar la situación de la clase
baja. El cambio que Chávez quiere entonces instaurar pasa también por
una transformación de la visión de los pobres: él trata de hacerlos acceder
a la conciencia de su pertenencia a la clase pobre, es decir al por qué de su
pobreza. Chávez no trata sólo de cambiar las distinciones de facto entre
ricos y pobres. Él comprende que a partir de la instauración de una con-
ciencia simbólica de sí mismos, los pobres podrían cambiar la realidad de
facto. Es solamente de esta manera que ellos terminarían con la acepta-
ción pasiva de las diferencias reales de las cuales eran víctimas.
El candidato a la presidencia llega por fin al poder al ganar las eleccio-
nes de 1998 con una mayoría aplastante (más del 56% de los votos tota-
les), gracias a la toma de conciencia identitaria que efectúa tanto la clase
pobre-alta como la clase pobre-pobre y la clase pobre-indigente, quienes
se unen entonces en una mayoría victoriosa. Estas tres subclases hacen
en realidad parte de una única clase que es mayoría en el país: la clase
que, en razón de las deficiencias de los servicios y políticas públicas, no
tienen garantías estatales para su sobrevivencia y tampoco pueden per-
mitirse el lujo de ampararse en servicios privados.

28
No obstante, el primer verdadero resultado político no fue el triunfo
electoral, sino más bien la premisa de dicho éxito, es decir la caída de los
viejos partidos políticos. La oposición directa de Chávez contra los vie-
jos partidos políticos creó un «efecto dominó»: los principales represen-
tantes de los partidos, y los partidos mismos, cayeron uno después del
otro. La conclusión fue más que evidente. El out sider Chávez demostró
que contra una verdadera oposición política, los partidos tradicionales
no poseían verdaderas armas democráticas. Durante algunos meses el
nuevo presidente no conoció prácticamente una verdadera oposición. El
país se amparó por ello en una mayoría fundada en un consenso simbóli-
co que unificaba la clase surgida a partir del Viernes Negro, conformada
por las clases pobres venezolanas.
La pregunta surge entonces espontáneamente: ¿de dónde surgió la
oposición al presidente Hugo Chávez?

EL ROL DE LA OPOSICIÓN

Al momento de la desaparición de la oposición política fundada en los


viejos partidos políticos (AD y Copei), el lugar dejado vacante es tomado
por otro tipo de oposición. Algunos meses después de su elección,
Chávez debe afrontar la improvisación de opositores muy potentes quie-
nes contestan sus reformas de orden legislativo, social, político y econó-
mico, entre las cuales las más importantes son la reforma agraria, la ley
de pesca y la reestructuración de PDVSA. Los fines que alimentan las
reivindicaciones de dicha oposición son, antes que todo de orden econó-
mico, y sólo devienen en un segundo tiempo reivindicaciones «políticas».
Pero esta vez, los opositores no se encuentran insertos en una lógica de
partidos políticos. El «partido» de oposición, en tanto que institución
organizadora de las ideas y las reivindicaciones políticas en vista de un
futuro proyecto país, desaparece totalmente.
Dicha oposición posee como sede del partido los medios de comunica-
ción privados. Es de este modo que el lugar «espacio-temporal» e «ideoló-
gico» de sus reivindicaciones es encuadrado y legitimado por los canales
de televisión y los periódicos privados.

29
Además, detrás de la aparente cohesión de esta oposición, se combinan
muchos elementos heterogéneos de la vida política, social y económica
del país: sería imposible tratar de encontrar una línea política común o un
proyecto político real en el seno de la oposición. He aquí que encontra-
mos su verdadera debilidad. Eso que viene llamada «la oposición» se
caracteriza por la utilización de un discurso político negativo. Hasta hoy,
esta oposición no ha presentado un verdadero plan de gobierno alternati-
vo. Su única proposición política durante los primeros años del gobierno
de Chávez parece ser la demisión de este último.
¿Qué demuestra todo esto? Entre otras cosas, la dificultad que siempre
ha existido en la democracia venezolana de constituirse una verdadera
oposición política. Muchos hechos lo atestan: el Pacto de Punto Fijo que
va desde 1958 a 1998, el derrumbe de AD y Copei, y en último término la
emergencia de una oposición «económica» que llegó incluso a realizar un
golpe de Estado el 11 de abril de 2002, en el cual se disolvieron los pode-
res democráticamente electos, proclamando a Pedro Carmona, presidente
de Fedecámaras9, como Presidente de la República.
La vida política venezolana desde 1958 no ha encontrado un verdadero
equilibrio que permita la fundamentación de una oposición democrática.
En el funcionamiento de la democracia venezolana la oposición ha sido
siempre o «un mínimo cuasi ceremonial»10, o bien un «destructor de con-
currencias políticas». Es en este sentido, que la urgencia de repensar el
rol de la oposición en la vida democrática se presenta como una de las
citas más importantes del pueblo venezolano.
La ausencia de una verdadera oposición política en el país ha conduci-
do entonces a una violencia de un nuevo orden: la violencia simbólica.
En Venezuela en estos últimos años, la violencia del lenguaje político
ha llegado a niveles grotescos. Este género de violencia entró en las uni-
versidades, los medios de comunicación, el mundo empresarial y hasta
ciertas zonas del Estado. En nuestros días, a cada instante muchos de los
venezolanos son determinados por una tensión que va incluso más allá
del plano político para tocar el simbólico.

30
EL TOTALITARISMO DE LO SIMBÓLICO

Hoy en Venezuela las divisiones clásicas de las clases de facto no son más
tomadas en consideración en el plano político, pues Chávez y la oposi-
ción entendieron que el apoyo político del pueblo venezolano no depen-
de de su medio social y económico, sino más bien del medio con el cual
se identifica. La batalla política venezolana se funda entonces en el pro-
blema de pertenencia.
Como lo hemos mostrado, la creación de la identidad muchas veces va
más allá de la realidad de facto para constituirse en realidad simbólica. La
realidad de facto es entonces determinada por mi sentido de pertenencia,
es decir, por una pregunta simple «¿De dónde vengo?». Mientras que la
realidad simbólica responde más bien a la pregunta «¿De dónde siento
que vengo?» Es en ese momento preciso que lo simbólico puede surgir
en tanto realidad alternativa a la realidad factual.
Como ya lo hemos dicho, la construcción del movimiento de masa que
llevó a Hugo Chávez a la presidencia se apoya en un trabajo político
de identificación simbólica del 80% de los venezolanos (la clase pobre-
alta, pobre-pobre y pobre-indigente) a su situación factual. El discurso
político que lleva a esta identificación se funda en las acusaciones perpe-
tradas contra los partidos tradicionales, contra la vida política de enton-
ces, contra ciertas fracciones de la sociedad y hasta contra el modo en el
cual ha sido montada la historia venezolana.
La oposición ha llevado hasta sus últimas consecuencias un método
político/mediático muy efectivo, cuyo fin es cambiar simbólicamente la
distribución de facto de las clases sociales en el país. Ella busca positiva-
mente hacer sentir al más grande número posible de venezolanos que
hacen parte de la clase media, en el sentido que este término tenía antes
del Viernes Negro; y al mismo tiempo hacer sentir negativamente a los
«chavistas» que hacen parte de la clase más pobre del país.
Para llegar a este fin, la oposición utiliza el mismo modelo puesto en
práctica en las telenovelas, es decir, la perennización de fuertes diferencias
sociales, unificadas por una síntesis sentimental, que no es más el amor
entre ricos y pobres de las novelas, sino que llevadas a la dimensión políti-
ca, deviene la unión de todos los venezolanos contra el «tirano» Chávez.

31
El resultado es una parte de la población víctima de un odio y un miedo
infundado de una posible dictadura Chavista: estamos de frente a dos
pasiones que han sido, de una cierta manera, producidas mediáticamente.
En esta lucha simbólica no hay tregua. En los medios privados el men-
saje de propaganda política contra el gobierno se lleva a cabo, a lo largo
de toda la jornada utilizando un lenguaje violento, al cual se suman coti-
dianamente entrevistas políticas de personajes famosos del mundo de las
novelas y del mundo del espectáculo contra el presidente Chávez, así
como también informaciones parciales y partisanas que se traducen en
mera desinformación.
Por su parte, el presidente Chávez persiste en la utilización de un dis-
curso directo contra las oligarquías que controlan los medios de comu-
nicación y la economía privada del país, y contra los ataques que llegan
casi cotidianamente de los Estados Unidos y sus países amigos.
Las luchas políticas venezolanas son por ello principalmente de orden
simbólico. Lo cierto es que la paradoja que representa el fenómeno vene-
zolano, es el de un país que tiene hoy día una actividad política tan viva,
que la hace única y hasta vulnerable. Además encontramos que la gran
ganadora del proceso brevemente descrito es la conciencia política venezo-
lana, la cual es aquí y ahora un testimonio tangible sobre las posibilidades
reales de un movimiento democrático en América Latina en el siglo XXI.

NOTAS

1. Artículo originalmente escrito en francés, publicado en la revista Cités, Nº 28, año


2006. Traducción nuestra.
2. Gabriel García Márquez ha visto en Chávez dos hombres opuestos: «Uno a quien
la suerte empedernida le ofrecía la oportunidad de salvar a su país. Y el otro ilusionis-
ta, que podía pasar a la historia como un déspota más», en Le monde diplomatique,
agosto 2002.
3. Este apelativo designa el período que comprende los años que van de 1973 a 1983.
dicho período antecede a otro, por lo demás sombrío, que comienza el 18 de febrero
de 1983 y que se conoce como el Viernes Negro.

32
4. A excepción del gobierno ilegítimo de Pedro Carmona Estanga que duró algunas
horas, después de un golpe de Estado contra el gobierno del presidente Hugo Chávez,
el 11 de Abril de 2002.
5. La comprensión de «clase baja» entendida como «clase obrera» no es del todo justa, ya
que la «clase obrera» venezolana es más bien una minoría calificada, posicionada en el
universo del trabajo formal. Ello quiere decir que la misma se inscribe en una «clase
pobre-pobre» diferente a una clase «pobre-indigente». No podemos por ello llamar a la
«clase pobre», «clase obrera» por el hecho que una gran parte de la población venezo-
lana trabaja informalmente. Hablaremos entonces de «clase pobre».
6. Ver cronología anexa.
7. Arturo Uslar Pietri, De una Venezuela a otra, Monte Ávila Editores, Caracas, 1992,
pp. 89-90.
8. Los militares que participaron en el golpe de Estado pagaron pena de prisión. El pre-
sidente de entonces Carlos Andrés Pérez, se escaparía más tarde del país, perseguido
por actos de corrupción. Una de las primeras acciones del presidente siguiente Rafael
Caldera, fue la liberación de los protagonistas del levantamiento militar. El caso más
emblemático es la liberación del comandante Chávez, quien salió de prisión el 27 de
Marzo de 1994.
9. Federación de Cámaras de Comercio de Venezuela
10. Arturo Uslar Pietri, ob. cit., p. 16.

33
CAPÍTULO III
2004

VENEZUELA: EL SÍNDROME DEL BIPARTIDISMO

Más allá del maniqueísmo con el que suele interpretarse la situación polí-
tica de Venezuela, se pueden encontrar aspectos muy precisos que hablan
de una democracia despierta, participativa. Dicha democracia puede per-
cibirse, primero que todo, a través de la existencia de una heterogeneidad
política encarnada por dos bandos, diferentes entre ellos1, que escapan
del usual bipartidismo. Dichos bandos, el 15 de agosto de 2004, se enfren-
taron en el campo democrático de un referendo, único en su género2,
para decidir si, una vez llegado a la mitad del mandato, el presidente
venezolano Hugo Chávez Frías continuaría o no en su cargo.
Las condiciones y el resultado de dicho referendo parecían ser un estí-
mulo electoral para afianzar las bases democráticas. Sobre todo en vista
de la cita electoral posterior al mismo. Dos fechas importantes para la
democracia venezolana se unían entre ellas para servir de medidor empí-
rico de las verdaderas tendencias políticas del país: el referendo del 15 de
agosto y las elecciones regionales del 31 de octubre de 2004.
Más allá de los resultados de estas dos contiendas electorales, nos intere-
sa mostrar el modo en el que las dos partes políticas, antitéticas entre sí, se
prepararon para la última de las citas. Saber lo que «la oposición» y lo que
«el chavismo» hizo o dejó de hacer para perder o salir victorioso en las
elecciones regionales es acaso más interesante que seguir pensando de
forma maniquea que uno perdió y el otro ganó por un somero fraude elec-
toral, o que los unos son fascistas y los otros comunistas.
Aunque no lo parezca, ciertas democracias de Sudamérica, como es
el caso de Venezuela (por el fervor participativo y por la pluralidad de

35
tendencias políticas) se presentan hoy día como los nuevos paradigmas
de la democracia en el planeta. No es así para un puñado de países del
«primer mundo», que quieren prodigar al planeta lecciones de democra-
cia: países donde no existe realmente una derecha y una izquierda (Es-
tados Unidos), donde la máxima autoridad del gobierno posee en sus
manos todos los canales televisivos del país (Italia) o, incluso, donde la
democracia existente dentro de sus fronteras está fundada en el sosteni-
miento y la explotación de dictaduras de otros países a través de la venta
de armas, el control militar y el neocolonialismo (Estados Unidos, Ingla-
terra o Francia).
¿Qué ocurrió entonces entre agosto y octubre de 2004 en ese que hemos
llamado uno de los paradigmas democráticos del planeta? Respondiendo a
esta pregunta intentaremos mostrar que, de hecho, el reto para el éxito de
ese fenómeno político y social que es hoy día Venezuela se encuentra en la
gestión de esa (verdadera) pluralidad de tendencias políticas.

AGOSTO 2004: REFERENDO REVOCATORIO

Después de una controversial recolección de firmas para llevar a cabo un


referendo revocatorio contra el presidente electo, la oposición venezola-
na consigue sus fines y el 15 de agosto de 2004 el pueblo es llamado a
revocar al presidente Hugo Chávez.
No se puede dejar de mencionar que si Hugo Chávez fuese revocado,
podría presentarse a las elecciones que se celebrarían poco tiempo des-
pués. En este caso, difícilmente podría perder, visto que la oposición
venezolana, como ya lo mencionamos, está compuesta por partidos hete-
rogéneos entre sí que van desde la extrema izquierda hasta la derecha
conservadora. Es difícil pensar que todos aquellos que estarían de acuer-
do en revocar a Chávez, estarían a su vez de acuerdo por un candidato
único que ocupe su lugar.
La oposición finalmente pudo ir al revocatorio ya que logró conseguir
las firmas del 20% del cuerpo de electores, hecho que alimentó una segu-
ridad en sus posibilidades que todos los venezolanos pudieron percibir en
ese entonces.

36
En diferentes comunicados la oposición dejó en claro que el único
resultado que aceptaría sería aquél que no fuese contra la decisión del
pueblo venezolano que, para ella, se resumía en la revocatoria del pre-
sidente3. El gobierno de Estados Unidos en diversas declaraciones dio
a entender que en relación al referendo venezolano no sería «especta-
dor desinteresado»4.
El referendo se llevó a cabo y Venezuela demostró que, desde el punto
de vista de los electores, la situación no es tan crítica, violenta y desespe-
rada como los medios de comunicación, nacionales e internacionales, la
presentan. Tanto de un lado como del otro, los ciudadanos, invitados por
sus organizaciones y partidos políticos, se despertaron a las cuatro, tres, y
hasta las dos de la mañana para ir a votar. Ello trajo como consecuencia
que a las seis de la mañana, gran parte de la población votante estuviera
ya en largas colas para ejercer su derecho democrático.
El ambiente era más bien cálido, de fiesta. El inesperado flujo de votan-
tes hizo que el proceso se retrasara y muchos de los electores tuvieron
que esperar hasta la madrugada del día venidero para votar. Ni los cha-
vistas ni los antichavistas desistieron en hacer escuchar su voz a través del
voto. Estuvieron en esas colas hasta el final.
Una de las condiciones necesarias para que el voto de todos esos ciuda-
danos fuera válido y se pudiera llevar a cabo en las mejores circunstan-
cias posibles era la presencia de observadores internacionales. Así fue.
Acuerdos fueron pactados durante las semanas anteriores al referendo, y
ese 15 de agosto estuvo amparado por la presencia de la Organización de
Estados Americanos (OEA), el Centro Carter (invitado por la oposición)
y un grupo de reconocidas figuras del periodismo y la política internacio-
nal. La palabra final estaba en dichos invitados: sus conclusiones positivas
o negativas en relación a la votación serían la condición necesaria de la
validez del referendo.
Fue una noche larga para los dos bandos. Tanto uno como el otro se
daba como vencedor y las encuestas de los días y semanas anteriores que
daban como vencedora la confirmación del presidente Chávez en nada
determinaban las esperanzas de los votantes opositores5. En política nada
está escrito.

37
Sólo a las tres de la mañana, después de una reunión con los observa-
dores internacionales, los resultados fueron revelados. La oposición había
conseguido un número muy grande de votos: alrededor de cuatro millo-
nes de votos (3.989.008, es decir el 40.63%) contra el cargo del presidente
Chávez. Pero los votos que aceptaban su permanencia en el poder eran
más: casi seis millones de votos (5.800.629, es decir el 59.09%). Los oposi-
tores eran muchos. Pero aún no la mayoría.
Las condiciones estaban dadas para que las próximas elecciones (regio-
nales) que se celebrarían en el octubre venidero, casi tres meses después,
fueran cerradas, y para que cada uno de los campos comenzara una cam-
paña electoral sin precedentes: los chavistas para consolidar su resultado,
y los opositores para lograr aprovechar esos cuatro millones de votos,
transformándolos en gobernaciones, alcaldías, diputados y concejos legis-
lativos regionales ganados.
Además, ganarles algunos de esos casi seis millones de votos al chavis-
mo, no estaba descartado. Era evidente que durante el referendo esos
seis millones se pronunciaron únicamente por un «sí» o un «no», y que
acaso ciertos estarían por la permanencia de Chávez en el poder por
razones muy diferentes entre ellas: porque la oposición no presentó un
plan de gobierno que les convenciera, porque la oposición en ningún
momento propuso a un posible candidato único, porque finalmente la
propuesta fundamental de la oposición no era formulada de forma positi-
va/afirmativa sino más bien negativa/exclusiva, «fuera Chávez»…
Todo ello no quería decir en lo absoluto que algunos de esos seis millo-
nes de votos no fueran recuperables. Acaso uno de esos electores podría
estar por un gobernador o un alcalde presente en su región y opositor de
Chávez. El futuro voto de ese 31 de octubre estaba entonces libre de la
amplitud de un voto nacional y de restricciones tan fuertes y dogmáticas
como son las de escoger entre un «sí» o un «no».

OCTUBRE 2004: ELECCIONES REGIONALES.


EL BIPARTIDISMO DEL SIGLO XXI

La oposición cumplió con sus advertencias y, en rueda de prensa, no dudó


en decretar el referendo como un «megafraude». De opinión diferente

38
era la OEA, el Centro Carter y el resto de los observadores internaciona-
les presentes en el país.
Cumpliendo con las leyes electorales, la oposición venezolana exigió
una auditoría a través de la cual el Consejo Nacional Electoral (CNE)
recontaría los votos. La misma fue aceptada. Lo paradójico de la situa-
ción fue que, una vez acordada la auditoría, la oposición la negó. Los
representantes de la oposición no se presentaron en el lugar y a la hora
en los cuales el CNE y los observadores traducían su petición en hechos.
Los ojos de todos estaban fijados en el gobierno de Bush, afín a la opo-
sición y contrario al gobierno de Chávez. Dicho gobierno esperó un cierto
tiempo para ver qué ocurría antes de pronunciarse. Nada ocurrió. Tam-
bién ellos aceptaban los resultados y, con estos, tantos otros países6.
Contrariamente a lo que había pasado hasta ahora, la comunidad inter-
nacional de los países occidentales miraba con ojos democráticos al
gobierno de Hugo Chávez Frías7.
Una gran parte de los dirigentes de la oposición al gobierno de Hugo
Chávez dio como un hecho la victoria de ésta en el referendo, y así lo dio
a conocer a sus seguidores. Según ellos, éste era el único resultado posi-
ble, y hoy día para muchos lo sigue siendo. Una vez que los dirigentes de
la oposición se enfrentaron a la realidad, el juego democrático pareció no
bastarles para concretizar el único fin que, hasta ahora, habían comunicado
a los venezolanos: ¡Fuera Chávez!
Sin pruebas concretas la oposición continuó gritando fraude, y sus afir-
maciones del pasado, contra eso que llamaba la dictadura venezolana, se
le derrumbaban encima.
El tiempo estaba pasando y las futuras elecciones regionales se acerca-
ban de más en más: aquellos que habían obtenido algunas semanas antes
cuatro millones de votos, continuaban en su posición que se resumía en
«nosotros ganamos, nos robaron nuestros votos».
Una parte de la oposición, consciente de que el tiempo estaba pasando
y de que no habían comenzado ninguna suerte de campaña que no fuera
la que denunciaba el fraude, decidió separarse de la línea dominante sin
perder la cara: «Hubo fraude, pero igual vamos a las regionales»8. Comen-
zaron entonces su campaña política.

39
El partido de Chávez en el poder y sus allegados políticos habían comen-
zado la campaña prácticamente el día después del referendo: desde las
grandes ciudades hasta los pueblos más perdidos de la costa y los andes se
escuchaban las consignas por las gobernaciones o alcaldías chavistas.
Venezuela estaba siendo entonces testigo de una nueva división, hasta
ahora inédita, entre los chavistas, los opositores en campaña y los oposi-
tores que continuaban denunciando el presunto fraude. Estos últimos,
por no tener propuestas en relación a las venideras elecciones regionales,
decidieron tener una: no presentarse a los próximos comicios, es decir,
obligar al partido en el gobierno a convertirse en el partido único. Antes
del referendo, éste había sido el peligro que la oposición denunciaba
nacional e internacionalmente. A partir de ese momento habían decidido
hacerse a sí mismos, víctimas de un partido único y una futura dictadura
que ellos mismos estaban intentando crear y alimentar.
A dos semanas de los comicios regionales Alfredo Peña, el alcalde
metropolitano de Caracas y una de las figuras más emblemáticas de la
oposición renuncia a presentarse en las elecciones porque «El gobierno
quiere que participemos en las elecciones para que validemos el fraude»9.
La renuncia de Alfredo Peña coincide con la caída de sus posibilidades
de ganar las elecciones. El diario Últimas Noticias a finales de septiembre
sostiene que Alfredo Peña tendría 23 por ciento de los potenciales votos
contra el 52 por ciento de su contrincante, Juan Barreto10.
Después de esta táctica por parte de un sector de la oposición vale pre-
guntarnos, ¿qué fue de esos cuatro millones de electores de tres meses
antes de las elecciones regionales? Nada nos hace pensar que pocos días
antes de dichas elecciones no sean menos.
Muchos de ellos no irán a votar porque, para ellos, la credibilidad en el
sistema electoral está por el suelo, y ello gracias al mensaje que escucha-
ron durante más de dos meses cuyo único contenido era el inminente
«megafraude». Otros de esos electores que, en otrora, fueron cuatro
millones estarán simplemente divididos y la adición de sus votos no será
seguramente fiel al resultado de la oposición durante el referendo del 15
de agosto. Además, está el hecho que los comicios regionales siempre han
atraído menos electores que los presidenciales.

40
Teniendo en cuenta que para el 31 de octubre los votos opositores se-
rían muchos menos y, sobre todo, que sus dirigentes están más que cons-
cientes de ello, esta nueva táctica de no presentarse a las elecciones
resulta más un medio para salvar lo insalvable que una real propuesta
política. El no presentarse es a la vez un paliativo contra la derrota del
referendo y un acto de orgullo al darse ellos cuenta que no se hizo lo que
se debió hacer con esos casi cuatro millones de electores.
Las campanas sonaron más tarde que temprano para la oposición y la
actitud antidemocrática inaugurada por el alcalde de Caracas, Alfredo
Peña, fue negada por gran parte de sus filas. Las reacciones comenzaron.
Los diputados de la oposición agrupados en el Bloque de Autonomía
Parlamentaria de la Asamblea Nacional, integrado por representantes
del partido Movimiento al Socialismo (MAS), Proyecto Venezuela y la
Organización Fuerza en Movimiento (OFM), hicieron un llamado a ejer-
cer el derecho al voto11. Entre otros, también Manuel Rosales, uno de los
firmantes contra la democracia venezolana durante el golpe de Estado
contra el presidente Chávez en el 2002, no dudó en invitar a todos los
venezolanos a votar. Según éste, «Sería un gran error» no participar en
las elecciones12.
Aunque con retraso, la campaña de una gran parte de la oposición co-
menzó. Durante los días previos a las elecciones sus miembros improvisa-
ron demisiones y cambios de candidatura para tratar de crear bloques de
unión contra los contrincantes chavistas. Pocos días antes de las regionales
una pregunta surgía casi espontáneamente: ¿lo lograrán? Y de no ser así,
¿qué pensar de una nueva denuncia de fraude regional o nacional una vez
finalizados los comicios?
Pero ¿quiénes son al fin y al cabo aquellos que, por parte de la oposi-
ción, desean participar en las regionales y quiénes no? La respuesta
puede ser buscada en la democracia misma y a través de otra pregunta:
¿cuál es la parte de la oposición que ha sido elegida y que ocupa cargos
representativos? El gobernador del estado Zulia, Manuel Rosales, y su
partido Un Nuevo Tiempo, es una de ellas; también algunos elegidos de
Acción Democrática (AD). Partidos como éstos quieren ir a elecciones
porque, para ellos, lo contrario les costaría representantes electos en
varias partes del país. La gran mayoría de los opositores que no quieren ir

41
a elecciones, nunca o casi nunca han sido elegidos o, al menos, no en las
mismas proporciones que los primeros. Ellos simplemente no tienen
nada que perder. La democracia no está a su favor.
Los comicios se celebraron con toda tranquilidad aunque gran parte de
la oposición ya se sabía perdedora desde días antes13.
La abstención en las regionales ganó terreno en comparación con la
abstención registrada durante el referendo. Pero, a pesar de ello, ésta se
mantuvo estable en relación con las cifras de los comicios regionales del
pasado: el total nacional fue de 54,27 por ciento14.
El fenómeno de la abstención del 31 de octubre de 2004 y su incremen-
to en relación con el referendo es comprensible a partir de dos motivos
fundamentales. El primero, que ya habíamos mencionado, está relaciona-
do con la naturaleza misma de las elecciones regionales las cuales parecen
no atraer mucho a los venezolanos. Pero existe otra razón mucho más grave
y peligrosa cuyas causas y consecuencias deberían ser analizadas de una
manera mucho más exhaustiva. Nos referimos al mensaje político de
una parte de la oposición que no se cansó de invitar a los venezolanos a no
votar, contradiciendo de esta manera a la democracia, el sistema hasta
ahora más plausible que nos proporciona la sociedad para ponernos de
acuerdo. ¿Hasta qué punto la abstención del 31 de octubre de 2004 fue pro-
piciada por entes políticos perteneciente a la oposición?
Claro está, la responsabilidad de la abstención no puede ser limitada a
la actuación de la oposición. Existe otro elemento capital que tiene que
ver con el chavismo como fenómeno político de masas. Dicho elemento
puede ser simbolizado en una pregunta: ¿El chavismo se resume en
Chávez? Las cifras de abstención también nos muestran que no todos
aquellos que siguen a Chávez en el plano nacional están, a su vez, dis-
puestos a seguir a un gobernador o alcalde de su mismo partido político
en el plano regional. Como lo muestra un diario venezolano cercano de
la oposición: «Se quedaron en casa 3.220.388 que votaron no», es decir
votantes que durante el referendo optaron porque Chávez continuara
en el poder15.
De todas maneras los resultados saltan a la vista y dan razón del modo
en el cual los opositores y los chavistas prepararon la cita electoral del 31

42
de octubre del 2004. Ganó la fracción política que dedicó más tiempo en
convencer a los electores de ir a votar, y de hacerlo por ellos: «El avasa-
llador triunfo que logró la coalición del presidente Hugo Chávez en las
elecciones regionales convirtió al “chavismo” en la mayor fuerza política
del país con dominio sobre el ejecutivo, el congreso y las gobernaciones,
incluyendo la capital»16. De los 23 Estados que componen el país, la coali-
ción de Hugo Chávez logró ganar 21. Hoy día la coalición opositora
controla sólo dos estados y en la Asamblea Nacional posee únicamente
el 45 por ciento17.
A la luz de las páginas anteriores podemos entender entonces este
resultado. Como lo afirmamos al inicio, saber lo que «la oposición» y lo
que «el chavismo» hizo o dejó de hacer para perder o salir victorioso en
las elecciones regionales nos hace, sin duda alguna, interpretar de manera
más seria y respetuosa (con relación a los electores) los resultados de
dichas elecciones venezolanas. El maniqueísmo queda injustificado.
Es de notar que los resultados de las regionales del 2004 en Venezuela,
desde el punto de vista cuantitativo, es casi idéntico a aquél que Francia
obtuvo en las elecciones regionales del mismo año donde «la izquierda
ganó 20 de las 22 regiones metropolitanas... y donde con más del 50 por
ciento de los votos, el partido socialista y sus aliados superaron a la dere-
cha y su 37 por ciento de votos»18.
Pero se debe recalcar que las razones de este enorme triunfo de la
izquierda francesa en nada asemejan a las razones del triunfo de la coali-
ción dirigida por Hugo Chávez.
El voto mayoritario que durante ese 28 de marzo de 2004 los electores
franceses ofrecieron a la izquierda de su país fue un «voto de protesta»
contra el gobierno de Jacques Chirac, electo presidente por la segunda vez
el 5 de mayo de 2002: las medidas sociales que el presidente francés estaba
poniendo en práctica desde hacía años, no eran aceptadas por la mayoría
de los electores. Por el contrario, en Venezuela el triunfo de Hugo Chávez
Frías puede ser catalogado como un «voto de reconfirmación», tras su elec-
ción como presidente de Venezuela el 6 de diciembre de 1998 y su confir-
mación en el cargo a través del referendo del 15 de agosto de 2004.

43
Una conclusión apresurada, que muchos han extraído de esta impor-
tante derrota de la oposición venezolana, es que hoy el país no posee
una verdadera oposición democrática contra Hugo Chávez y su coali-
ción. La conclusión hubiera podido ser acertada si el 31 de octubre de
2004 no hubiera sido precedido por el referendo del 15 de agosto del
mismo año: hasta la primera de las fechas la oposición había demostrado
ser fuerte gracias a los 4 millones de votos que obtuvo. Los resultados de
estos dos comicios nos hablan más bien de una oposición que no supo
hacer su trabajo, que no convenció al electorado y que, incluso, lo alejó.
¿Dónde encontrar entonces los elementos para una interpretación
plausible de una oposición venezolana que hoy día aleja a sus seguidores,
que parece no estar preparada para ocupar el lugar que le corresponde y
para ejercer su responsabilidad de contraposición del poder?
La respuesta a esta pregunta no puede ser dada sin una aclaratoria
puntual sobre la historia democrática venezolana la cual desde su inicio,
con la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958,
ha experimentado una oposición política más bien ambigua. La raíz de
este hecho se encuentra en el célebre Pacto de Punto Fijo que, como el
mismo lo estipula, fue «un acuerdo de unidad y cooperación» entre
Acción Democrática (AD), Copei y Unión Republicana Democrática. En
realidad este pacto fue la fundación, a partir del 31 de octubre de 1958, de
un bipartidismo fundado en la alternancia del poder y encabezado por
los dos primeros partidos citados, y que duraría hasta 1998, año en el que,
por primera vez, gana un partido alternativo (el MVR de Hugo Chávez).
Como lo mencionamos anteriormente, antes de esta fecha no podemos
hablar de verdadera oposición política en Venezuela.
Hasta hace poco la oposición, contraria a Hugo Chávez y a su coalición,
demostraba ser, todavía, víctima del Pacto de Punto Fijo: ella no parece
tener armas para arrastrar a las masas, para hablarle al pueblo, para con-
vencerlo de sus fines políticos. Y, no está de más decirlo: ésta es la res-
ponsabilidad que tienen los partidos políticos en el juego democrático.
(Lo contrario sería la utilización de métodos antidemocráticos para la
obtención del poder).

44
Cabe entonces preguntarnos ¿no será acaso víctima la oposición venezo-
lana de, eso que hemos querido llamar, «el síndrome del bipartidismo»? Es
decir, el síndrome de ciertos partidos y estructuras políticas que, por no
estar acostumbradas a perder (realmente) las elecciones y el poder en el
pasado, no saben hablarle a sus electores en el presente.
Tomar en cuenta dicho síndrome como clave de lectura del «impasse
venezolano» podría acaso hacernos pensar desde otra óptica sus caracte-
rísticas fundamentales: una óptica, a la vez, menos maniqueísta, y menos
centrada en la figura de Hugo Chávez Frías. El reto democrático que
debe enfrentar hoy día Venezuela para terminar de constituirse como
paradigma de una verdadera democracia está en la creación de una
sociedad fundada en una real confrontación política de sus partes.
No se debe olvidar que la condición necesaria del sistema democrático
es la existencia de una oposición sana y viva. Y, al fin y al cabo, no hay
que dejar de ser realistas pidiendo demasiado a Hugo Chávez: jamás ha
sido el trabajo democrático de ningún gobierno el de crear y organizar
a su propia oposición.

NOTAS

1. Dichos bandos están conformados por aquellos que apoyan el proceso de fuertes
reformas sociales dirigidas por el presidente Hugo Chávez, representado para enton-
ces fundamentalmente por el partido MVR y su coalición («los chavistas»); y por sus
contrincantes («los opositores»), constituidos por los partidos tradicionales de los cua-
renta años anteriores (AD y Copei) y por una unión inusual de otros partidos que van
desde la extrema izquierda (Bandera Roja) hasta la derecha conservadora (Primero
Justicia). La oposición venezolana está formada por una coalición cuyo nombre para
el 2004 era Coordinadora Democrática (CD).
2. Por primera vez en la historia de la democracia se le permite a los votantes revocar el
mandato de sus representantes electos una vez transcurrida la mitad de su mandato.
Según el artículo 72 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela del
1999, «Todos los cargos y magistraturas de la elección popular son revocables. Trans-
currida la mitad del período para el cual fue elegido el funcionario o funcionaria,

45
un número no menor del veinte por ciento de los electores o electoras inscritos en la
correspondiente circunscripción podrá solicitar la convocatoria de un referendo para
revocar su mandato. Cuando igual o mayor número de electores o electoras que eli-
gieron al funcionario o funcionaria hubieren votado a favor de la revocatoria, siempre
que haya concurrido al referendo un número de electores y electoras igual o superior
al veinticinco por ciento de los electores y electoras inscritos, se considerará revocado
su mandato y se procederá de inmediato a cubrir la falta absoluta conforme a lo dis-
puesto en esta constitución y la ley».
3. «Oposición desconocerá resultados del referendo alegando fraude». «Temas Vene-
zuela», 25 de junio de 2004.
http://www.temas.com.ve/modules.php?name=News&file=article&sid=1017
4. «Postura de EE.UU. por referendo en Venezuela altera relaciones: La declaración del
subsecretario de Estado Roger Noriega de que Estados Unidos no será indiferente al
referendo sobre el recorte del mandato del presidente de Venezuela, Hugo Chávez,
alteró nuevamente las relaciones entre ambos países». 9 de septiembre de 2003.
http://www.moun.com/Articles/sep2003/9-9-9.htm
5. «Cómo explicar el triunfo de Chávez en el revocatorio presidencial: El oficialismo,
apuntalado por los porcentajes, exaltó afanosamente las encuestas durante el lapso
electoral. La oposición, contrariamente, desmereció sus resultados, y a partir del
supuesto voto oculto, difícilmente detectable por las encuestas, cuestionó la capacidad
reveladora de las mediciones que antes aplaudió». El Universal, 29 de agosto de 2004.
http://www.eluniversal.com/2004/08/29/pol_art_29184A.shtml
6. «Estados Unidos admitió la victoria del presidente Hugo Chávez en el referendo del
pasado domingo». BBC, 17 de agosto de 2004. http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_
america/newsid_3574000/3574600.stm
7. http://www.minci.gov.ve/reportajes.asp?id=76
8. «La oposición venezolana acude dividida a las elecciones regionales: La oposición
venezolana acude dividida, sin proyecto común ni dirigentes de talla, a las elecciones
regionales del próximo día 31, que según los sondeos van a otorgar más poder al
presidente Hugo Chávez». La Vanguardia, 18 de octubre de 2004.
http://www.lavanguardia.es/res/20041018/51166453499.html?urlback=http%3A%2F
%2Fwww%2Elavanguardia% 2Ees%2Fweb%2F20041018%2F51166453499%2Ehtml
9. Radio Nacional de Venezuela (RNV), 16 de octubre de 2004.
http://www.rnv.gov.ve/noticias/?act=ST&f=2&t=9370
10. Radio Nacional de Venezuela (RNV) 27 de septiembre de 2004.
http://www.rnv.gov.ve/noticias/index.php?act=ST&f=2&t=8863
11. Radio Nacional de Venezuela (RNV), 16 de octubre de 2004.
http://www.rnv.gov.ve/noticias/index.php?act=ST&f=10&t=9626

46
12. El Universal, 26 de octubre de 2004. http://www.eud.com/2004/10/26/ereg_ava_
26A501939.shtml
13. «Este es un gol cantado. La oposición dividida va a reducir sus espacios. El gobierno
acude en bloque a la elección», afirma Heydra, diputado por el único estado, Nueva
Esparta, en el cual las proyecciones señalan que la oposición sustituirá a una adminis-
tración chavista». Claudia Jardín, Red Voltaire, 29 de octubre de 2004.
http://www.redvoltaire.net/article2591.html
14. «Se mantuvo cifra histórica de abstención en comicios regionales del 31 de octubre».
Consejo Nacional Electoral (CNE), 8 de noviembre de 2004. http://www.cne.gov.ve/
notideta.asp?id=474
15. El Universal, 8 de noviembre de 2004. http://politica.eluniversal.com/2004/11/08/
pol_art_08182A.shtml
16. AGM News, 2 de noviembre de 2004. http://www.agmnews.com/noticias/main.cfm?
notc=35722
17. El Universal, 8 de noviembre de 2004. http://www.eluniversal.com/2004/11/08/pol_
art_08182A.shtml
18. Liberation, 2 de abril de 2004. en «INFOGRAPHIE ANIMEE. Tous les résultats, les
1722 élus des 22 régions métropolitaines». http://www.liberation.fr/page.php?
Rubrique=REGIONALES Traducción nuestra.

47
CAPÍTULO IV
2007

DE LA CONSTITUCIÓN POSIBLE: EL PARADIGMA


DE LA PROPUESTA DE REFORMA
A LA CONSTITUCIÓN VENEZOLANA

PRECEDENTES: DE CÓMO ALLENDE HUBIERA


REFORMADO LA CONSTITUCIÓN

La responsabilidad monumental de reformar la Carta Magna debe ser


amparada y fundamentada no solamente en sólidas bases teóricas, sino
también históricas. Ello se hace todavía más imperativo si dicho proyecto
de reforma se inscribe en un proceso revolucionario.
A partir de lo antes dicho, y revisando el mapa revolucionario de nues-
tra América, surge imponente y necesaria, la imagen del presidente
Salvador Allende1.
En su gobierno de la Unidad Popular (1970-1973), fue justamente la
estructura del Estado lo que se propuso cambiar. ¿No es acaso esto lo que
debe plantearse una revolución venezolana? Evidentemente, no puede
modificarse ningún Estado, sin antes cambiar sus reglas de juego. Salvador
Allende lo expresó ante el Congreso de Chile:
Se nos plantea el desafío de ponerlo todo en tela de juicio. Tenemos la ur-
gencia de preguntar a cada ley, a cada institución existente y hasta a cada
persona, si está sirviendo o no a nuestro desarrollo integral y autónomo.
Estoy seguro de que pocas veces en la historia se presentó al Parlamento de
cualquier Nación un reto de esta «magnitud»2.

49
En esta frase expresada por el Compañero Presidente el 21 de mayo de
1971, encontramos una de las más felices definiciones de revolución plan-
teadas. Según esta afirmación, la revolución no es otra cosa que una trans-
mutación de todo lo existente. De no ser así, nos encontraríamos de frente
a simples reformas sociales, propias de cualquier socialdemocracia.
De hecho, Allende defendió hasta la muerte una reconfiguración del
Estado. Dicho Estado debía ser profundamente transformado con la
entrada del pueblo, como protagonista indiscutible de su estructura.
En este sentido, el presidente Allende expresó el mismo día de su toma
del poder, el 5 de noviembre de 1970:
Yo sé que esta palabra Estado infunde cierta aprensión. Se ha abusado
mucho de ella y en muchos casos se la usa para desprestigiar un sistema
social justo. No le tengan miedo a la palabra Estado, porque dentro del
Estado, en el Gobierno Popular, están ustedes, estamos todos. Juntos debe-
mos perfeccionarlo para hacerlo eficiente, moderno, revolucionario3.
La transformación del Estado, como premisa de la revolución, se habría
de realizar entonces a través de la instauración del poder popular como
forma acabada del poder en la revolución.
El problema radica en que muchas veces no se tiene claro qué es, en
realidad, este poder popular que tanto se defiende en tiempos revolucio-
narios. Si no se aclara su significado verdadero, se corre el riesgo de des-
virtuarlo y hacer de éste un mero lema político. Fue por este motivo que
Salvador Allende, durante ese primer discurso en cuanto Presidente, no
dudó en preguntarle a la multitud jubilosa presente en el Estadio
Nacional de Santiago de Chile: «¿Qué es el poder popular?»4.
La respuesta dada por Allende no puede ser más acorde para la Vene-
zuela de hoy día:
Poder popular significa que acabaremos con los pilares donde se afianzan
las minorías que, desde siempre, condenaron a nuestro país al subdesarrollo.
Acabaremos con los monopolios, que entregan a unas pocas docenas de
familias el control de la economía. Acabaremos con un sistema fiscal puesto
al servicio del lucro que siempre ha gravado más a los pobres que a los ricos.
Que ha concentrado el ahorro nacional en manos de los banqueros y su apetito

50
de enriquecimiento. Vamos a nacionalizar el crédito para ponerlo al servicio de
la prosperidad nacional y popular. Acabaremos con los latifundios, que siguen
condenando a miles de campesinos a la sumisión, a la miseria, impidiendo
que el país obtenga de sus tierras todos los alimentos que necesitamos. Una
auténtica reforma agraria hará esto posible. Terminaremos con el proceso de
desnacionalización cada vez mayor de nuestras industrias y fuentes de traba-
jo, que nos somete a la explotación foránea. Recuperaremos para Chile sus
riquezas fundamentales. Vamos a devolver a nuestro pueblo las grande minas
de cobre, de carbón, de hierro, de salitre5.
Esta detallada definición del poder popular, coincidía con el programa
de su Gobierno, la Unidad Popular. Programa que fue aplicado casi en su
totalidad en menos de tres años.
Si observamos con atención la propuesta de reforma a la Constitución
venezolana del año 2007, nos podemos percatar de que en algunos de sus
artículos se encuentran cristalizadas iniciativas similares a las que Allende
proponía como necesarias para alcanzar el poder popular.
He aquí algunos ejemplos: «Acabaremos con los monopolios» (art.
113)6. «Acabaremos con un sistema fiscal […] que ha concentrado el aho-
rro nacional en manos de los banqueros y su apetito de enriquecimiento»
(art. 318)7. «Acabaremos con los latifundios» (art. 307)8. «Recuperaremos
para Chile sus riquezas fundamentales» (art. 302)9.
Claro está, a la luz de la experiencia chilena, surgen algunas preguntas:
¿Cuándo se tocarán en Venezuela los intereses de «los banqueros y su
apetito de enriquecimiento»? ¿En qué ha quedado la Reforma Agraria
en nuestro país?…
Lo cierto es que en el 2007 se le colocó al pueblo venezolano, como
entonces al gobierno de Allende, la posibilidad de «ponerlo todo en tela
de juicio». Pero hay algo que debemos entender del proceso chileno: no
se puede hacer revolución sin transformar el Estado; no se puede trans-
formar el Estado sin instaurar el poder popular; y no hay poder popular
sin, como lo dice el artículo 136 propuesto entonces, «grupos humanos
organizados como base de la población»10.
Si bien es cierto que, según este artículo 136, «el pueblo es el deposita-
rio de la soberanía», no es menos cierto que si dicho pueblo no «ejerce

51
el poder directamente a través del poder popular», el texto constitucional
será sólo letra muerta.
Es en este sentido que debe entenderse el poder popular aplicado en
Chile, y propuesto en el 2007 en Venezuela. Este poder es, nada más y
nada menos, que una puerta abierta para que el pueblo pueda tomar el
lugar político que le corresponde.
Ahora, si el pueblo no se organiza cotidianamente en «formas de auto-
gobierno» (art. 16)11, sería como si, al fin y al cabo, no quisiera entrar por
la puerta histórica de su destino.

DE LA DEMOCRACIA EXISTENTE Y LA DEMOCRACIA POSIBLE

Antes de plantear temas candentes de la propuesta de reforma constitu-


cional de 2007 como, por ejemplo, la propiedad o la geometría del poder,
es imperativo ponernos de acuerdo sobre el «marco referencial» en el
cual se inscribe dicha discusión. No afrontar el debate a partir de esta
premisa quiere decir perpetuarse en detalles y particularidades que no
dan luces sobre la esencia y razón de ser de la propuesta en cuestión.
De hecho, dicha propuesta de reforma a la Carta Magna se situó en la
discusión a propósito de la tensión que existe entre «democracia repre-
sentativa» y «democracia participativa». Discusión que, además de poseer
una importante carga teórica, tiene un fuerte componente empírico
amparado en 40 años de aplicación de una democracia representativa
cuyos resultados fueron funestos.
Es precisamente a partir de este antecedente que, sobre todo a lo largo del
último decenio, se ha planteado un apasionante debate nacional en torno a
la posibilidad de una democracia participativa, prevista como sistema que
parta de la horizontalidad en las relaciones de poder. Dicha democracia des-
montaría el abismo existente entre «gobernados» y «gobernantes», y el
natural resultado de este fenómeno que hace de los primeros simples entes
«pasivos», dejando a los gobernantes el privilegio de la «acción».
Plantear el debate desde este punto de vista quiere decir redefinir la
semántica democrática: ya no se hablará más de los «gobernados» pues
la terminología misma incita a pensar en el pueblo como pasividad pura.

52
Pero tampoco se conservará la infeliz figura de «gobernantes». Ello obliga
a una reconfiguración del poder instituido a partir de la idea de pueblo
concebido como ente activo.
La discusión en torno a la propuesta de reforma constitucional partió
entonces de la necesidad de repensar el poder a partir de la «acción», no
más como exclusividad de la clase gobernante, sino también como posibi-
lidad (¿necesidad?) del pueblo.
Aquí radica precisamente el problema. ¿Era posible, a través de la
propuesta de reforma que presentó el presidente Hugo Chávez el 15
de septiembre de 2007, acabar con los exclusivos atributos de la clase
gobernante? ¿Cómo hacer del pueblo un ente activo, y a la vez efectivo,
en términos de organización del Estado?
El debate en torno al tipo de democracia que se quiere implantar en
Venezuela nos lleva sin más a lo que podría ser el punto de llegada de la
discusión: la cuestión del «Estado». De hecho, sería una ingenuidad plan-
tear este debate en términos netamente conceptuales, etéreos, fantasmáti-
cos. Si se posee la voluntad política de traducir todo esto en una realidad
concreta es imperioso replantear el tipo de Estado que se quiere.
Evidentemente no se puede responder a la pregunta «qué Estado que-
remos», sin antes clarificar lo concerniente a «qué Estado tenemos». No
es muy difícil dar luces sobre esta última cuestión. El Estado que hemos
heredado los venezolanos puede ser resumido en algunas pocas caracte-
rísticas. Nos encontramos de frente a un Estado ineficiente, burocrático,
corrupto y piramidal. Acaso el último punto funde los primeros tres. El
carácter piramidal o elitista del Estado venezolano le quita al pueblo la
posibilidad de actuar para dárselo a los representantes del pueblo. He aquí
el problemático binomio «democracia representativa/Estado» que pone
en jaque el rol protagónico del pueblo, es decir, su soberanía misma.
De hecho, se es soberano cuando se puede actuar, decidir. La soberanía
de un pueblo pasivo es un contrasentido.
Es justamente en oposición a ello que surge el innegable marco refe-
rencial desde donde debió plantearse la discusión en torno a la propuesta
de reforma de la Constitución del 2007. Temas álgidos de dicha reforma
como el de la propiedad, la reelección o la geometría del poder sólo eran

53
justificables a partir de un repensamiento del tipo de democracia que se
quiere, del Estado que la acompañará y, sobre todo, del lugar del pueblo
en la geografía del poder.
La propuesta será en el futuro plausible sólo, y sólo si, la misma cuestio-
na la democracia representativa y el Estado piramidal sin tomar, al
mismo tiempo, al pueblo como cebo para atraer a esa bestia despropor-
cionada que es el poder.

DEL ESTADO QUE TENEMOS Y EL ESTADO QUE QUEREMOS

Recordemos que la Carta Magna en su artículo 141 define al Estado como


un ente que «se fundamenta en los principios de honestidad, participación,
celeridad, eficacia, eficiencia, transparencia, rendición de cuentas y respon-
sabilidad en el ejercicio de la función pública»12. Dicha afirmación nos
lleva a retomar la discusión planteada en el primer capítulo de este libro,
en cuanto a la conformación de un Estado que se ha convertido en un
monstruo separado de ese pueblo que le transfirió la potestad de ejercer el
poder, originando el Estado buro-crático y tecnó-crata.
Es esencialmente aquí que se inscribía la lógica de la propuesta de
reforma a la Constitución propuesta en 2007. Es en este punto donde toma
sentido la idea de un poder popular que «no nace del sufragio ni de elec-
ción alguna sino que nace de la condición de los grupos humanos organiza-
dos» (art. 136 propuesto)13.
El poder debe por ello protagonizarlo el pueblo organizado en «comu-
nidades, comunas y autogobiernos de las ciudades a través de los consejos
comunales, obreros, campesinos, estudiantiles…» (art. 136 propuesto).
A la luz de lo antes dicho, la propuesta de reforma a la Constitución era
entonces una condición mínima para hacerle más fácil el camino al pue-
blo en su lucha por la reapropiación del poder.

DE LOS PUEBLOS Y EL PUEBLO COMO RESISTENCIA

De lo antes planteado resulta la imperiosa necesidad de definir satisfacto-


riamente qué significa el término «pueblo» en este contexto, y cuál era la
idea de pueblo que sostuvo en el 2007 la Reforma a la Constitución vigente.

54
Se continúa hablando —y se continuará a lo largo de la historia— del
poder popular como poder en manos del pueblo. Pero si no se desvela
previamente qué quiere decir en realidad «pueblo», se corre el riesgo de
jugar, no sólo contra sí mismo, sino más aún, a favor del adversario.
De hecho, basta hacer una muy somera investigación para darse cuenta
que «pueblo» quiere decir todo y nada. La palabra pueblo la encontramos
en la boca de todos, es sin duda alguna vox populi: basta pensar al «Volk»
de Hitler, al «pueblo» de Allende, al «popolo» de Mussolini o al «peu-
ple» de Rousseau. Dicha palabra aparece incluso en la boca de Jesús:
«¿Popule meus quid feci tibi? Responde mihi». («Pueblo mío: qué te he
hecho. Respóndeme»). En fin, la semántica del pueblo ha dado para todo.
Ludwig Wittgenstein solía decir que la definición de una palabra no era
otra cosa que el uso que se le daba a la misma14.
Entonces, ¿de qué pueblo hablamos cuando nos referimos al poder
popular en la propuesta de Reforma a la Constitución tomada aquí en
consideración?, o en otras palabras, ¿a cuál pueblo se le daría el poder
a través del poder popular propuesto en el artículo 136 de la Reforma?
Retomemos la discusión del primer capítulo: ¿A un pueblo-nación, pueblo-
clase social o pueblo opuesto a la ciudad?

DE LOS VALORES Y ANTI-VALORES VENEZOLANOS

La pregunta antes expuesta hace surgir la insoslayable reflexión sobre los


valores morales y políticos que se encuentran en la base de la Reforma
a la Constitución propuesta por el Poder Ejecutivo venezolano al final
del año 2007.
La revolución venezolana en ese momento histórico apostó por la con-
solidación de un fundamento político y moral de dimensiones históricas
cristalizado en dicha reforma de la Constitución.
Pero suele pasar que, por estarse forjando importantes realidades, las
esenciales pasen por debajo de la mesa. De ahí una necesaria interro-
gación: ¿dónde quedó en ese momento histórico la discusión sobre los
valores morales del venezolano contemporáneo?

55
Si de hecho existen valores morales y políticos que fundamenten el
cotidiano del venezolano, era justo preguntarse sobre la identidad y apli-
cación de los mismos.
Pero hay que aclarar que no hablamos aquí de valores universales,
metafísicos o hipotéticos. Se trata de realizar un esfuerzo fenomenológico
y extraer de las actitudes, acciones y modos de pensar de los venezolanos,
los valores que están debajo de su accionar.
No cabe la menor duda de que existe una preocupación generalizada
sobre los modos de actuar de nuestros compatriotas, que parecen asomar
la existencia de valores individualistas como fundamento de sus creencias,
deseos y objetivos.
Es imprescindible preguntarse entonces, ¿qué es un valor individualista?
Primero que todo hay que aclarar que valor individualista no es sinónimo
de valor individual. El individualismo sería más bien la dogmatización y
perversión de este último.
El pensador francés Alexis de Tocqueville escribía en su Democracia en
América, justo en los años en que Bolívar emprendía la revolución por el
continente, que el individualismo es algo mucho más profundo, complejo
y peligroso que el egoísmo. Mientras que el egoísmo siempre ha existido,
el «individualismo es una expresión reciente engendrada por una idea
nueva: nuestros padres no conocían más que el egoísmo»15. Diríamos
entonces con Tocqueville que el egoísmo es un rasgo natural del hombre
que tiende a colocar en primer plano el ego, es decir, el yo.
Por el contrario, el individualismo es un fenómeno y una patología
moderna que no sólo coloca el propio yo como centro de gravedad, sino
que además hace de esta actitud un valor moral. ¿Qué significa ello?
Hacer del yo un valor moral quiere decir hacerlo un imperativo, elevarlo
al rango de deber ser. Como lo ejemplifica el filósofo Charles Taylor en La
ética de la autenticidad, según el individualismo, tú estás llamado a buscar
sólo tus propios intereses; si actúas pensando únicamente en ti, estás
haciendo el bien16. He aquí el origen de las teorías de auto-superación o de
éxito empresarial —cuyas publicaciones inundan nuestro país— que colo-
can como modelo a seguir el «emprendedor» o manager exitoso que pien-
sa únicamente en sus propios intereses, cueste lo que cueste socialmente.

56
Figuras que, dicho sea de paso, ilustran y fundamentan el neoliberalismo
y su instrumento primordial, el capitalismo. El mensaje que se esconde
detrás de dichas posturas invita a la felicidad, goce, bienestar y disfrute
exclusivamente desde el punto de vista individual.
Todo ello, claro está, en franca oposición a los valores sociales —funda-
mento de toda revolución— los cuales son vistos como trabas o impe-
dimentos al desenvolvimiento del propio yo.
El mundo desde esta perspectiva es visto como un campo de batalla
donde sólo los más individualistas han de sobrevivir, ser protagonistas y
líderes. En otras palabras, aquellos que no ahorran energías en ganarse
un puesto importante y mantenerlo, acumular el mayor capital posible en
negocios, amistades influyentes, sueldos desmedidos, favores debidos, des-
proporcionados bienes, etcétera.
La pregunta surge entonces espontáneamente: ¿cómo forjar sincera-
mente y, sobre todo, empíricamente nuevos paradigmas sociales en
Venezuela, si estos están fundamentados en valores individualistas?
Responder a ello nos dará luces sobre el cómo habrá de encararse en el
futuro, en términos de valores, la histórica apuesta antes planteada, es
decir, la reforma de la Constitución.

DE LAS PROPIEDADES

De todos los ángulos de la oposición al proyecto de reforma de la


Constitución aparecieron críticas en torno al artículo 115 referente a las
diversas formas de propiedad. Por lo general se escuchó decir que dicho
artículo solapaba la propiedad privada, no obstante en éste se encon-
traba contemplada la misma y definida como «aquella que pertenece a
personas naturales o jurídicas y que se reconoce sobre bienes de uso y
consumo, y medios de producción legítimamente adquiridos» (artículo
115 propuesto)17.
Visto que en el artículo 115 sugerido se conservaba y respetaba el
derecho a la propiedad privada como anteriormente expuesto, es
urgente preguntarnos: ¿Qué se escondía detrás de este furibundo ata-
que a otras formas de propiedad que no se resumieran única y exclusi-
vamente a lo privado?

57
Para responder a dicha interrogante debemos adentrarnos en eso que
hemos querido llamar el imperio de lo exclusivo.
Hoy día en el castellano corriente y cotidiano se llama exclusivo a todo
aquello que posee un carácter lujoso, caro, fashion. Muy pocas veces nos
damos cuenta de que el sentido primero que se esconde detrás del térmi-
no exclusivo denota precisamente su carácter excluyente.
Exclusivo sería entonces todo objeto que pertenece (y que sólo puede
pertenecer) a un individuo y no a los otros. He aquí entonces el carácter
negativo que caracteriza a la propiedad privada.
Solamente a la luz de lo antes dicho podemos entender las críticas que
adelantaron entonces los opositores al artículo 115 sugerido.
Sus detractores entienden la propiedad desde un punto de vista mera-
mente exclusivo. Ello quiere decir que conciben como única propiedad
posible la propiedad privada. En otras palabras se puede afirmar que ele-
van esta última al rango de dogma indiscutible.
A partir de lo antes dicho es evidente que la propuesta del artículo 115
—que alarga el campo de la propiedad privada— resultaba simplemente
inconcebible para un defensor dogmático de la propiedad excluyente. Al
postular el legislador varios tipos de propiedad —como por ejemplo la
propiedad pública, social, colectiva y mixta— no estaba haciendo nada más
y nada menos que insertar un nuevo tipo de valor basado en lo social.
Y ¿qué era discusión de entonces sino un franco debate en torno a
valores?
De hecho, no podemos engañarnos: la discusión a propósito del artículo
115 no fue otra cosa que una propuesta de valores sociales como alterna-
tiva a los valores individualistas que caracterizan el neoliberalismo y su
instrumento fundamental, el capitalismo.
¿Qué es el capitalismo sino una dogmatización del capital como propie-
dad en las manos de unos pocos?
El capitalismo como teoría filosófico-política concibe la apropiación, no
solamente de los medios de producción, sino también del trabajo huma-
no en manos de unos pocos. En éste todo se vuelve propiedad privada.

58
Desde este punto de vista el capitalismo se presenta como el instru-
mento económico de una versión exclusiva de la propiedad. El capitalis-
mo es por ello el instrumento predilecto de la propuesta neoliberal en lo
concerniente a la aplicación en el plano político, económico y social de
valores individualistas. Para el neoliberalismo el individuo es un átomo o,
como se dijo alguna vez, un 1+1 que nunca dará como resultado 2. En
dicho sistema lo social no está contemplado. De allí el hecho que en su
lenguaje corriente lo exclusivo se convierte en sinónimo de bueno, posee
un valor positivo.
Es justamente contra este tipo de postura que surgió la propuesta de
valores sociales que no ven al individuo como un átomo separado de otros
individuos. Dichos valores presuponen la correlación política, económica y
social de los individuos en comunidades organizadas.
Bajo esta lógica surgen, por ejemplo, los consejos comunales, las coopera-
tivas, etcétera, que son la cristalización de los valores sociales antes mencio-
nados. Vale entonces preguntarse qué podría ser, por ejemplo, un consejo
comunal si sólo existiera como único tipo de propiedad la propiedad pri-
vada. La respuesta es muy simple: no podría hacer absolutamente nada.
La organización en torno a valores sociales presupone por ello la
ampliación de la propiedad privada a otras formas de propiedad. Sim-
plemente con el artículo 115 propuesto se quiere establecer la república
de los valores sociales contra el imperio de los valores individualistas.
Conjugar socialmente la propiedad no quiere decir anularla. Todo lo con-
trario, dogmatizar la propiedad privada quiere decir sin más decretar
la muerte de la propiedad social. Ello conllevaría a lo que hoy día obser-
vamos en muchas partes del mundo: todo en manos de pocos, poco en
manos de todos. En otras palabras, miseria y pobreza como elementos
característicos de las mayorías populares. Lujo y exclusividad, como
característica esencial de las minorías económicas.
La discusión en torno a la propiedad es por ello la discusión en torno a
la democracia (gobierno de las mayorías) que queremos. No puede haber
democracia en el imperio de lo exclusivo. Pero tampoco puede haber dic-
tadura en la república de lo social.

59
DE LA CREACIÓN DE UNA NUEVA GEOMETRÍA DEL PODER

En fin, sería un despilfarro limitar la geometría del poder presente en la


propuesta del 2007 al plano netamente espacial, territorial. Dicha noción
debería conjugarse a todos lo ámbitos de la realidad a través de la noción de
poder. De hecho, ¿quién puede negar que existen centros o capitales sim-
bólicas de la política, la economía, la cultura, el deporte, la educación?
Según el modelo que hemos heredado la centralidad de la cultura se
encuentra —y no sólo geográficamente—, por ejemplo en La Scala di
Milano; la centralidad del conocimiento científico en el MIT; del deporte
en el circuito Fórmula 1 de Mónaco; de la economía en Wall Street; de la
política en la Casa blanca, etcétera.
Pero donde existen capitales o centralidades, obligatoriamente existen
suburbios. Es por ello que en tiempos de revolución cabe preguntarnos
¿quiénes ocupan las capitales del poder en nuestro país? No hay dudas
que la respuesta a esta pregunta nos dará luces sobre la topología del
poder en Venezuela.
Pero dicha respuesta no basta. La cuestión sería entonces de profundi-
zar sobre dónde no está el poder, es decir, pensar sobre los suburbios del
poder: aquellos territorios excluidos de las posibilidades que ofrece la
centralidad del poder.
Y es que no hay que complicarse: el territorio del poder es bien claro.
Analizarlo, radiografiarlo, situarlo, nos daría en un tiempo relativamente
breve, elementos para descifrar desencarnadamente dónde se encuentran
las capitales del poder. Capitales que —y es ésta la premisa de toda re-
volución— deben ser tomadas, conquistadas, habitadas por aquellos que
hoy día se encuentran en los suburbios del poder.
Pero, hay que aclararlo, no se trata de tomar el poder por tomarlo, ya
que quienes lo tomen en estas circunstancias, no tardarán en reproducir
el modelo existente.
La cuestión radica entonces en cómo concebir una nueva organización
del topos o lugar del poder; cómo desdibujar y dibujar la nueva geome-
tría del poder.
Las visiones y alternativas que hoy día se disputan la solución para
mapear el poder son, ambas, conservadoras. Tanto la concepción federa-

60
lista como la centralista caen en el mismo error: ambas parten de una
concepción de la geometría del poder entendida como división. Este
modelo corresponde a la ya superada visión político-territorial del poder,
según la cual se parcela la realidad en pequeños retazos que se traducen
en fortines de micropoder. El poder, desde este punto de vista, se concibe
como una torta que hay que dividir, en el mejor de los casos, en partes
iguales. Es éste el caso de esa gigante torta llamada Venezuela.
Se hace entonces necesario plantear una nueva topología del poder que
no sea mera reproductora de suburbios excluidos, en pro de centralida-
des conservadas en el tiempo.
Para realizar esta empresa hay que traer a colación una de las más
complejas definiciones geométricas con la que cuenta la historia del pen-
samiento. Se trata de la definición que Pascal ofreció de dios. Para este
filósofo dios es un círculo cuyo centro está en todas partes.
El poder, o más bien el lugar del poder, según este paradigma, sería un
lugar en todos los lugares. Ello difiere de la centralidad que otorga el
poder a una capital situada en el centro, pero también del federalismo
que coloca pequeñas capitales por doquier. Si concebimos el poder par-
tiendo de la perspectiva teológica de Pascal nos encontraríamos entonces
con una topología del poder transversal, compleja, transcompleja. Habla-
ríamos de un poder que acabaría radicalmente con la desigualdad insti-
tuida por la división existente entre el centro y los suburbios.
Pero hay que colocar un elemento más al cuadro para hacerlo com-
prensible y definir sus actores y protagonistas. Para ello valga una anéc-
dota. Una vez Luis XVI asistió a una gran cena en su nombre. El anfitrión
llevándolo hasta la despampanante mesa que se encontraba en el centro
del lujoso palacio, le dijo: «Su Majestad, he aquí su lugar, al centro de la
fiesta». El rey le contestó: «El centro es donde yo me siente», y se sentó
en los suburbios del salón, convirtiéndolo automáticamente en el centro.
Es indudable que el poder no es más que un topos o lugar.
En el espacio-tiempo venezolano no se puede pensar en una geometría
del poder sin sustituir la figura de Luis XVI por el pueblo organizado.
Y ello no sólo por razones de índole política: es cierto que no hay nada
más fácil que descabezar el poder en manos de una cabeza (capital-caput
en latín); pero también lo es, que no hay nada más difícil que neutralizar

61
un poder estructurado en comunidades organizadas cuyo centro está
en todas partes.

CONCLUSIÓN: DE LA CRISIS CONTÍNUA

Hubo quienes intentaron interpretar la reforma a la Constitución plan-


teada por el poder ejecutivo (2007), en la persona del presidente Hugo
Rafael Chávez Frías, como antítesis de la Constituyente (1999). Nada más
lejos de la realidad.
Dicho sector de la sociedad venezolana planteó entonces la Cons-
tituyente de 1999 como un ápice democrático en la historia contemporá-
nea de Venezuela, oponiéndola al proceso de reforma a la Constitución,
la cual fue vista (incluso) como una mancha en el historial democrático
contemporáneo.
Se trata aquí entonces de entender de qué manera hemos de interpre-
tar la relación que existe entre un proceso que vio nacer la Constitución
de una nueva República, y otro que busca retomar dicha Constitución a
partir de una mirada renovada.
La interpretación entre estos dos fenómenos no puede ser otra que
aquella planteada a partir de la continuidad: un proceso habría de llevar
al otro, un fenómeno implicaría el otro.
Y es que ese sector que diferenció entre la Constituyente y la reforma,
no quiso entender que el valor histórico que poseía dicho fenómeno de
reforma a la Constitución era precisamente su carácter crítico. La revolu-
ción se había propuesto una mirada crítica a la Constitución de 1999 que
ella misma impulsó.
Pero cuando se plantea en este contexto la palabra crisis o crítica, se
hace en su sentido más alto, más profundo, más verdadero: en su sentido
etimológico o primero.
La palabra crisis nos viene del griego y significa —entre otras cosas—
ruptura, quiebre. Mas dicha ruptura no implicaba la discontinuidad. Todo
lo contrario. El quiebre crítico propio de la crisis presuponía un antes y
un después caracterizado por la continuidad.

62
La crítica en este sentido no se planteaba como destrucción del proce-
so, es decir, como crítica destructiva, sino todo lo contrario: la crítica es un
quiebre en el proceso que le da impulso al mismo.
Hay por ello que recordar la tríade: tesis-antítesis-síntesis. Los procesos
críticos como el que planteaba la reforma a la Constitución sería ese
momento antitético que nos conduciría como pueblo hacia una síntesis
revolucionaria: entre la tesis y la síntesis se encuentra la antítesis, es de-
cir, la crisis. Sin una mirada crítica o antitética todo proceso (incluida la
revolución) se convertiría en un mero dogma.
He aquí el carácter necesario de una parte de aquella propuesta de
reforma a la Constitución que debemos hoy día interpretar como una
mirada crítica, no solamente a la Constitución de 1999, sino también
a la revolución misma.
Evidentemente el proceso crítico que implicaba la reforma a la Cons-
titución traía consigo consecuencias nefastas para dos sectores de la
sociedad venezolana.
Primero que todo, para aquel sector que se ha identificado como una
oposición que critica por principio todo. Dicha crítica es radicalmente
opuesta a la crítica antes planteada: este tipo de crítica por parte de un
sector de la oposición no puede ser definida de otro modo que como crí-
tica destructiva, es decir, crítica que destruye sin construir, crítica sin con-
tinuidad, crítica sin visión de futuro.
Pero por otro lado, esta reforma a la Constitución contradecía sin más a
un sector «socialista» que ha querido sentar sus bases en un cómodo dog-
matismo revolucionario, reacio a toda crítica. Dogmatismo revoluciona-
rio que prefiere interpretar el mapa sociopolítico venezolano como mera
disyuntiva entre «chavistas» y «antichavistas», entre gobierno y oposi-
ción, entre nosotros y ellos.
¿Qué implicó entonces para estos dos sectores la propuesta de reforma?
Lo menos que podemos decir es que implicó un efecto inesperado. La
reforma, como todo proceso crítico, proceso de ruptura, proceso de quie-
bre, terminó por fraguar un desenmascaramiento de las cómodas máscaras
que se utilizaron en los últimos nueve años. Esta ruptura se vio reflejada a
todo lo ancho y largo del mapa sociopolítico venezolano.

63
Vimos entonces que el proceso de reforma a la Constitución planteó
una nueva relación de fuerzas, relativizando aquellas anteriormente
establecidas.
Las máscaras de la oposición cayeron y este sector experimentó un
quiebre o ruptura en sus identidades aparentemente inamovibles. Es así,
como observamos un importante sector de la oposición proclive a defen-
der —directa o indirectamente— ciertos artículos propuestos en la refor-
ma. También vimos en el seno de la oposición sectores que pidieron
participación en el referendo que habría de realizarse; grupos que pidie-
ron poder votar por partes el proyecto de reforma; sectores que llamaron
a no votar, etcétera.
Pero por otra parte, este proceso de crítica constructiva con relación a la
Constitución de 1999, arrojó un repensamiento de la revolución misma.
Ello se reflejó en la posibilidad de modificar y adecuar, por parte de la
Asamblea, la propuesta del Presidente (posibilidad que no se ejerció de
la manera más idónea por parte del Poder Legislativo); en el sano desacuer-
do entre representantes de los Poderes Públicos, Partidos, Gobernaciones,
Alcaldías, Diputados, con relación a artículos propuestos, etcétera.
En fin, si bien es cierto que existió una innegable continuidad entre la
Constituyente de 1999 y la reforma de 2007, también lo es que ésta últi-
ma implicó y estimuló un riquísimo proceso de crítica constructiva nacio-
nal que nos llevará sin duda a corto plazo a un sinceramiento de las
identidades y posibilidades políticas de los venezolanos.
A la luz de este vertiginoso huracán que implicó dicho proceso, no nos
queda más que recordar lo que la misma discusión en torno a los artícu-
los de la Constitución nos alertaba: no existe revolución sin procesos de
ruptura, sin quiebres, ni antítesis. De todo ello surge la síntesis.
Síntesis que será más rica en la medida en que los procesos críticos con-
tinuarán surgiendo sin cesar, para alimentar la indetenible voluntad de
un pueblo revolucionado que entendió el valor de lo crítico. El valor
de la revolución en la revolución.

64
NOTAS

1. Salvador Allende Gossens (Valparaíso, 1908 - Santiago de Chile, 1973). Político chile-
no, líder del Partido Socialista, del que también fue cofundador en 1933. Fue presi-
dente de Chile desde 1970 hasta el golpe de Estado dirigido por el general Augusto
Pinochet el 11 de septiembre de 1973, día en que falleció en el Palacio de la Moneda,
que fue bombardeado por los golpistas.
2. Allende, Salvador, Se abrirán las grandes alamedas, Txalaparta, Tafalla, 2006, p. 106.
3. Ibíd., p. 73.
4. Ibíd., p. 72.
5. Ibíd., p. 72
6. «VIGÉSIMO SEXTO. Se solicitó la reforma del artículo 113, en la forma siguiente:
se prohíben los monopolios. Se declaran contrarios a los principios fundamentales de
esta Constitución cualquier acto, actividad, conducta o acuerdo de un o una particular,
varios o varias particulares, o una empresa privada o conjunto de empresas privadas,
que tengan por objeto el establecimiento de un monopolio, o que conduzcan, por sus
efectos reales e independientemente de la voluntad de aquellos o aquellas, a su exis-
tencia, cualquiera que fuere la forma que adoptare en la realidad. También es contra-
rio a dichos principios, el abuso de la posición de dominio que un o una particular, un
conjunto de ellos o de ellas, o una empresa privada o conjunto de empresas privadas
adquiera o haya adquirido en un determinado mercado de bienes o de servicios, así
como cuando se trate de una demanda concentrada. En todos los casos antes indicados,
el Estado adoptará las medidas que fueren necesarias para evitar los efectos nocivos y
restrictivos del monopolio, del abuso de la posición de dominio y de las demandas con-
centradas, teniendo como finalidad la protección del público consumidor, de los
productores y productoras y el aseguramiento de condiciones efectivas de competen-
cia en la economía. En general no se permitirán actividades, acuerdos, prácticas, con-
ductas y omisiones de los y las particulares que vulneren los métodos y sistemas de
producción social y colectiva con los cuales se afecte la propiedad social y colectiva o
impidan o dificulten la justa y equitativa concurrencia de bienes y servicios. Cuando se
trate de explotación de recursos naturales o de cualquier otro bien del dominio de la
Nación, considerados de carácter estratégico por esta Constitución o la ley, así como
cuando se trate de la prestación de servicios públicos vitales, considerados como tales
por esta Constitución o la ley, el Estado podrá reservarse la explotación o ejecución
de los mismos, directamente o mediante empresas de su propiedad, sin perjuicio de
establecer empresas de propiedad social directa, empresas mixtas o unidades de pro-
ducción socialistas, que aseguren la soberanía económica y social, respeten el control
del Estado, y cumplan con las cargas sociales que se le impongan, todo ello conforme
a los términos que desarrollen las leyes respectivas de cada sector de la economía.

65
En los demás casos de explotación de bienes de la Nación, o de prestación de servicios
públicos, el Estado, mediante ley, seleccionará el mecanismo o sistema de producción y
ejecución de los mismos, pudiendo otorgar concesiones por tiempo determinado, asegu-
rando siempre la existencia de contraprestaciones o contrapartidas adecuadas al interés
público, y el establecimiento de cargas sociales directas en los beneficios».
7. «SEXAGÉSIMO OCTAVO. Se solicitó reformar el artículo 318, en la forma siguiente el
sistema monetario nacional debe propender al logro de los fines esenciales del Estado
Socialista y el bienestar del pueblo, por encima de cualquier otra consideración. El
Poder Ejecutivo Nacional, a través del Banco Central de Venezuela, en estricta y obli-
gatoria coordinación, fijará las políticas monetarias y ejercerá las competencias mone-
tarias del Poder Nacional. El objetivo específico del Banco Central de Venezuela,
como ente del Poder Ejecutivo Nacional, es lograr las condiciones monetarias, cam-
biarias y financieras necesarias para promover el crecimiento y el desarrollo eco-
nómico y social de la Nación. La unidad monetaria de la República Bolivariana de
Venezuela es el bolívar. En caso de que se instituya una moneda común en el marco
de la integración latinoamericana y caribeña, podrá adoptarse la moneda que sea
objeto de los tratados que suscriba la República. El Banco Central de Venezuela es
persona de derecho público sin autonomía para la formulación y el ejercicio de las
políticas correspondientes, y sus funciones estarán supeditadas a la política económica
general y al Plan de Desarrollo Integral de la Nación para alcanzar los objetivos supe-
riores del Estado Socialista y la mayor suma de felicidad posible para todo el pueblo.
Para el adecuado cumplimiento de su objetivo específico, el Banco Central de Ve-
nezuela tendrá entre sus funciones, compartidas con el Poder Ejecutivo Nacional, las
de participar en la formulación y ejecución de la política monetaria, en el diseño y eje-
cución de la política cambiaria, en la regulación de la moneda, el crédito y fijación
de las tasas de interés.
Las reservas internacionales de la República serán manejadas por el Banco
Central de Venezuela bajo la administración y dirección del Presidente o Presidenta
de la República, como administrador o administradora de la Hacienda Pública
Nacional».
8. «SEXAGÉSIMO SÉPTIMO. Se solicitó reformar el artículo 307, en la forma siguiente:
Se prohíbe el latifundio por ser contrario al interés social. La República determinará
mediante ley la forma en la cual los latifundios serán transferidos a la propiedad del
Estado, o de los entes o empresas públicas, cooperativas, comunidades u organizacio-
nes sociales, capaces de administrar y hacer productivas las tierras. Los campesinos o
campesinas y demás productores agropecuarios y productoras agropecuarias tienen
derecho a la propiedad de la tierra, en los casos y formas especificados en la ley res-
pectiva. A los fines de garantizar la producción agrícola el Estado protegerá y promo-
verá la propiedad social. El Estado velará por la ordenación sustentable de las tierras
de vocación agrícola para asegurar su potencial agroalimentario. La ley creará tribu-

66
tos sobre las tierras productivas que no sean empleadas para producción agrícola o
pecuaria. Excepcionalmente, se crearán contribuciones parafiscales cuya recaudación
se destinará para financiamiento, investigación, asistencia técnica, transferencia tecno-
lógica y otras actividades que promuevan la productividad y rendimiento del sector
agrícola. La ley regulará lo conducente a esta materia. Se confiscarán aquellos fundos
cuyos dueños o dueñas ejecuten en ellos actos irreparables de destrucción ambiental,
los dediquen a la producción de sustancias psicotrópicas o estupefacientes o la trata
de personas, o los utilicen o permitan su utilización como espacios para la comisión de
delitos contra la seguridad y defensa de la Nación».
9. «SEXAGÉSIMO CUARTO. Se solicitó reformar el artículo 302, en la forma siguiente: El
Estado se reserva por razones de soberanía, desarrollo e interés nacional, las activida-
des de exploración y explotación de los hidrocarburos líquidos, sólidos y gaseosos, así
como su recolección, transporte y almacenamiento iniciales y las obras que estas acti-
vidades requieran. El Estado promoverá la manufactura nacional procesando las
correspondientes materias primas, asimilando, creando e innovando tecnologías
nacionales, especialmente en lo que se refiere a la Faja Petrolífera del Orinoco, los cin-
turones gasíferos tierra adentro y mar afuera y los corredores petroquímicos, con el
fin de desarrollar las fuerzas productivas, impulsar el crecimiento económico y lograr
la justicia social. El Estado mediante ley orgánica podrá reservarse cualquier otra acti-
vidad relacionada con los hidrocarburos. Las actividades reservadas se ejercerán por
el Ejecutivo Nacional directamente, o por medio de entes o empresas de su exclusiva
propiedad, o por medio de empresas mixtas en las cuales tenga el control y la mayoría
accionaria. La adecuación al nuevo ordenamiento de los negocios existentes en mate-
ria de hidrocarburos gaseosos se hará mediante ley».
10. «VIGÉSIMO OCTAVO. Se solicitó reformar el artículo 136, en la forma siguiente: El
Poder Público se distribuye territorialmente en la siguiente forma: el poder popular,
el Poder Municipal, el Poder Estadal y el Poder Nacional. Con relación al contenido
de las funciones que ejerce, el Poder Público se organiza en Legislativo, Ejecutivo,
Judicial, Ciudadano y Electoral. El pueblo es el depositario de la soberanía y la ejerce
directamente a través del poder popular. Éste no nace del sufragio ni de elección
alguna, sino de la condición de los grupos humanos organizados como base de la
población. El poder popular se expresa constituyendo las comunidades, las comunas y
el autogobierno de las ciudades, a través de los consejos comunales, consejos de traba-
jadores y trabajadoras, consejos estudiantiles, consejos campesinos, consejos artesanales,
consejos de pescadores y pescadoras, consejos deportivos, consejos de la juventud,
consejos de adultos y adultas mayores, consejos de mujeres, consejos de personas con
discapacidad y otros entes que señale la ley».
11. «QUINTO. Se solicitó la reforma del artículo 16, en la forma siguiente: El territorio nacio-
nal se conforma, a los fines político-territoriales y de acuerdo con la nueva geometría

67
del poder, por un Distrito Federal, en el cual tendrá su sede la capital de la República
Bolivariana de Venezuela, por los estados, las regiones marítimas, los territorios fede-
rales, los municipios federales y los distritos insulares. Los estados se organizan en
municipios. La unidad política primaria de la organización territorial nacional será la
ciudad, entendida ésta como todo asentamiento poblacional dentro del municipio, e
integrada por áreas o extensiones geográficas denominadas comunas. Las comunas
serán las células sociales del territorio y estarán conformadas por las comunidades,
cada una de las cuales constituirá el núcleo territorial básico e indivisible del Estado
Socialista Venezolano, donde los ciudadanos y las ciudadanas tendrán el poder para
construir su propia geografía y su propia historia, respetando y promoviendo la pre-
servación, conservación y sustentabilidad en el uso de los recursos y demás bienes
jurídicos ambientales. A partir de la comunidad y la comuna, el poder popular desa-
rrollará formas de agregación comunitaria político-territorial, las cuales serán regu-
ladas en la ley nacional, y que constituyan formas de autogobierno y cualquier otra
expresión de democracia directa. La Ciudad Comunal se constituye cuando en la tota-
lidad de su perímetro se hayan establecido las comunidades organizadas, las comunas
y el autogobierno comunal, por decreto del Presidente o Presidenta de la República
Bolivariana de Venezuela, en Consejo de Ministros. Igualmente, el Presidente o
Presidenta de la República, en Consejo de Ministros, previo acuerdo aprobado por la
mayoría de los Diputados y Diputadas integrantes de la Asamblea Nacional, podrá
decretar regiones marítimas, territorios federales, municipios federales, distritos insula-
res, provincias federales, ciudades federales y distritos funcionales, así como cualquier
otra entidad que establezca esta Constitución y la ley. En las regiones marítimas,
territorios federales, Distrito Federal, municipios federales, distritos insulares, provin-
cias federales, ciudades federales y distritos funcionales, así como cualquier otra enti-
dad que establezca esta Constitución y la ley, el Presidente o Presidenta de la
República designará y removerá las autoridades respectivas, por un lapso máximo
que establecerá la ley. Los distritos funcionales se crearán conforme a las caracte-
rísticas históricas, socioeconómicas y culturales del espacio geográfico correspon-
diente, así como sobre la base de las potencialidades económicas que desde ellos sea
necesario desarrollar en beneficio del país. La creación de un Distrito Funcional implica
la elaboración y activación de una Misión Distrital con el respectivo Plan Estratégico
Funcional a cargo del Gobierno Nacional, con la participación y en consulta permanente
con sus habitantes. El Distrito Funcional podrá ser conformado por uno o más muni-
cipios o lotes territoriales de éstos, sin perjuicio del estado al cual pertenezcan. La
organización y funcionamiento de la Ciudad Federal se hará de conformidad con lo
que establezca la ley respectiva, e implica la activación de una Misión Local con su
correspondiente Plan Estratégico de Desarrollo. Las provincias federales se confor-
marán como unidades de agregación y coordinación de políticas territoriales, sociales

68
y económicas a escala regional, siempre en función de los planes estratégicos naciona-
les y el enfoque estratégico internacional del Estado venezolano. Las provincias fede-
rales se constituirán pudiendo agregar indistintamente estados y municipios, sin que
éstos sean menoscabados en las atribuciones que esta Constitución les confiere. La
organización político-territorial de la República se regirá por una ley orgánica».
12. «La Administración Pública está al servicio de los ciudadanos y ciudadanas y se fun-
damenta en los principios de honestidad, participación, celeridad, eficacia, eficiencia,
transparencia, rendición de cuentas y responsabilidad en el ejercicio de la función
pública, con sometimiento pleno a la ley y al derecho. TRIGÉSIMO. Se solicitó la reforma
del artículo 141, en la forma siguiente: Las Administraciones Públicas son las estructu-
ras organizativas destinadas a servir de instrumento a los poderes públicos para el
ejercicio de sus funciones para la prestación de los servicios, se fundamentan en los
principios de honestidad, participación, celeridad, eficacia, eficiencia, transparencia,
rendición de cuentas y responsabilidad en el ejercicio de la función pública, con someti-
miento pleno a la ley. Las categorías de Administraciones Públicas son: las administra-
ciones públicas burocráticas o tradicionales, que son las que atienden a las estructuras
previstas y reguladas en esta Constitución; y las misiones, constituidas por organiza-
ciones de variada naturaleza creadas para atender a la satisfacción de las más sentidas
y urgentes necesidades de la población, cuya prestación exige de la aplicación de siste-
mas excepcionales e incluso experimentales, los cuales serán establecidos por el Poder
Ejecutivo mediante reglamentos organizativos y funcionales».
13. «[…] El pueblo es el depositario de la soberanía y la ejerce directamente a través del
poder popular. Éste no nace del sufragio ni de elección alguna, sino de la condición
de los grupos humanos organizados como base de la población. El poder popular se
expresa constituyendo las comunidades, las comunas y el autogobierno de las ciuda-
des, a través de los consejos comunales, consejos de trabajadores y trabajadoras, con-
sejos estudiantiles, consejos campesinos, consejos artesanales, consejos de pescadores
y pescadoras, consejos deportivos, consejos de la juventud, consejos de adultos y adul-
tas mayores, consejos de mujeres, consejos de personas con discapacidad y otros entes
que señale la ley».
14. Ludwig Wittgenstein, Los cuadernos azul y marrón, Tecnos, Madrid, p. 31.
15. Alexis de Tocqueville, La Democracia en América, Alianza Editorial, Madrid, 1999,
II, 3, 89.
16. Charles Taylor, La ética de la autenticidad, Paidós, Barcelona, 1994, p. 52.
17. «Artículo 115 existente: se garantiza el derecho de propiedad. Toda persona tiene
derecho al uso, goce, disfrute y disposición de sus bienes. La propiedad estará someti-
da a las contribuciones, restricciones y obligaciones que establezca la ley con fines de
utilidad pública o de interés general. Sólo por causa de utilidad pública o interés
social, mediante sentencia firme y pago oportuno de justa indemnización, podrá ser

69
declarada la expropiación de cualquier clase de bienes. Se solicitó la reforma del artículo
115, en la forma siguiente: se reconocen y garantizan las diferentes formas de propie-
dad. La propiedad pública es aquella que pertenece a los entes del Estado; la propiedad
social es aquella que pertenece al pueblo en su conjunto y las futuras generaciones, y
podrá ser de dos tipos: la propiedad social indirecta cuando es ejercida por el Estado a
nombre de la comunidad, y la propiedad social directa, cuando el Estado la asigna,
bajo distintas formas y en ámbitos territoriales demarcados, a una o varias comuni-
dades, a una o varias comunas, constituyéndose así en propiedad comunal o a una o va-
rias ciudades, constituyéndose así en propiedad ciudadana; la propiedad colectiva es la
perteneciente a grupos sociales o personas, para su aprovechamiento, uso o goce en
común, pudiendo ser de origen social o de origen privado; la propiedad mixta es la
conformada entre el sector público, el sector social, el sector colectivo y el sector pri-
vado, en distintas combinaciones, para el aprovechamiento de recursos o ejecución de
actividades, siempre sometida al respeto absoluto de la soberanía económica y social
de la Nación; y la propiedad privada es aquella que pertenece a personas naturales o
jurídicas y que se reconoce sobre bienes de uso, consumo y medios de producción
legítimamente adquiridos, con los atributos de uso, goce y disposición y las limitacio-
nes y restricciones que establece la ley. Igualmente, toda propiedad, estará sometida a
las contribuciones, cargas, restricciones y obligaciones que establezca la ley con fines
de utilidad pública o de interés general. Por causa de utilidad pública o interés social,
mediante sentencia firme y pago oportuno de justa indemnización, podrá ser decla-
rada la expropiación de cualquier clase de bienes, sin perjuicio de la facultad de los
órganos del Estado de ocupar previamente, durante el proceso judicial, los bienes
objeto de expropiación, conforme a los requisitos establecidos en la ley».

70
CAPÍTULO V
2007-2008…

SEIS PELIGROS Y PERSPECTIVAS DEL PROCESO VENEZOLANO

LA POLÍTICA DEL ESPECTÁCULO

¿Cómo interpretar la postura política de una parte de los estudiantes


venezolanos contra el proyecto de reforma a la Constitución en el 2007?
Responder a esta pregunta desde una visión presentista o desde una
lógica fundada únicamente en la coyuntura actual sería un craso error.
Para entender el rol que hoy día está asumiendo una parte del estudian-
tado venezolano tenemos que remontarnos al año de 1999.
Es un hecho que con la llegada de Hugo Chávez Frías al poder se dio en
Venezuela el clásico fenómeno sociopolítico llamado «efecto dominó»:
una a una fueron cayendo todas aquellas instituciones políticas, económi-
cas, sociales, culturales, religiosas, que hasta ese momento habían gozado
de una cierta legitimidad.
Este hecho no solamente se vio reflejado en la caída de los partidos polí-
ticos tradicionales, entendidos como entes conglomeradores de mayorías.
También la Iglesia católica se enfrentó a una crisis de legitimidad debido
a sus posiciones elitistas, más cercanas a las oligarquías tradicionales, que a
los intereses populares. En este efecto dominó se vieron también reflejados
brazos de las élites económicas, tales como Fedecámaras y medios de co-
municación privados. Todos estos protagonistas de la vida política durante
la IV República.
Pero dicho efecto tomó un carácter irreversible a partir del golpe de esta-
do perpetrado el 11 de abril de 2002 contra el Presidente democráticamente

71
electo, Hugo Chávez Frías. De hecho, los protagonistas del «Carmonazo»
fueron precisamente los representantes de los partidos políticos tradicio-
nales, las élites eclesiásticas, Fedecámaras, los medios de comunicación
privados y un sector derechista de las Fuerzas Armadas.
A partir del 13 de abril de 2002, fecha en que el pueblo devolvió a
Chávez al poder ejecutivo, el efecto dominó antes mencionado vio caer
sus últimas piezas. Ahora la caída de estos sectores era total.
La deslegitimación de las élites por parte de la mayoría de los ciudada-
nos venezolanos instauró un fenómeno, más que estudiado en los últimos
años mundialmente, y que se conoce bajo el apelativo de «política del
espectáculo» o «política como show».
La política del espectáculo nace como instrumento de aquella política
que, después del llamado «fin de la historia» y el supuesto final de toda
ideología política, se quedó sin ningún tipo de contenido. Tal es el caso, por
ejemplo, de la política de partidos de izquierda y derecha europeos cuyas
diferencias ideológicas y de programa son apenas perceptibles; también es
el caso de la política de Republicanos y Demócratas en Estados Unidos,
caracterizada por las pocas diferencias entre sus posturas de fondo.
En fin, nos referimos aquí a esa política centrista que acompaña al
economicismo del neoliberalismo internacional. Centrismo que no se
asume como una posición política, sino más bien como una ausencia de
posición política.
Ahora, si según esta postura la política de hoy día no tiene contenido
ideológico, cultural, ético, la pregunta sería: ¿cómo hacer entonces políti-
ca? La respuesta para muchos es por lo demás simple y tiene que ver pre-
cisamente con la política del espectáculo.
Dicha postura plantea que en la política no es importante el contenido
ideológico, cultural o ético, sino más bien la forma. En este sentido no sería
entonces importante el ser sino el «apare-ser». La política queda por ello
reducida a una mera estrategia de marketing.
Regresando a Venezuela, dicha política del espectáculo surgió después
de terminado el efecto dominó al cual hicimos referencia anteriormen-
te. En los años que siguieron al «Carmonazo», la ausencia de figuras,

72
grupos e instituciones con legitimidad delante del pueblo venezolano,
hizo que los medios de comunicación, y más específicamente, los sets
televisivos se convirtieran en los nuevos partidos políticos venezolanos.
Fue así que comenzamos a ver marchar nuevamente por los programas
televisivos venezolanos a artistas de telenovelas, cantantes, modelos,
humoristas, etcétera, tratando de tomar el lugar de lo político, pero sin
el contenido político que le es propio. El resultado para éstos fue catas-
trófico. No hubo forma ni manera de convencer al pueblo venezolano
con los mensajes políticos emanados desde el espectáculo. El efecto era
innegable: la oposición al proyecto socialista se ha quedado sin ningún
tipo de representatividad política.
Es precisamente aquí que surge el último eslabón de la cadena, repre-
sentado por las élites estudiantiles que nacen a raíz de la propuesta de
reforma a la Constitución. Resulta claro que los mismos son tomados
como salvavidas políticos por parte de la oposición para tratar de no aho-
garse en el mar revuelto del proceso socio-político venezolano.
Pero no hablamos aquí del estudiantado que propició en otrora movi-
mientos como el Cordobazo1 y la autonomía universitaria; tampoco de
los estudiantes del Mayo Francés del 68 o de otros heroicos movimientos
estudiantiles. Nos encontramos hoy día de frente a estudiantes desposeí-
dos de un contenido político preciso; estudiantes caracterizados por un
centrismo neutral; estudiantes que autodefinen su movimiento como cívico
y no como político (como si se pudieran separar ambas realidades).
Dichos estudiantes han demostrado en más de una ocasión que sus
acciones, más que fundarse en el contenido, se fundan en la forma: más
que en el ser, sus manifestaciones se fundan en el aparecer. Ello se ha
visto reflejado al menos en tres ocasiones durante el 2007: (a) en las repre-
sentaciones teatrales de frente al canal de RCTV con parches en la boca y
manos pintadas de blanco; (b) en la Asamblea Nacional en la cual, una
vez que se les concedió el derecho de palabra solicitado por ellos mismos,
se marcharon sin más quitándose unas franelas rojas de forma teatral; y
finalmente, (c) en medio de la discusión a la reforma de la Constitución
en el Consejo Nacional Electoral, en donde una vez recibidos, trataron de
encadenarse en una evidente muestra de histrionismo político.

73
Estos hechos, aunados a una innegable ausencia de una propuesta con-
tundente desde el punto de vista del contenido político, no nos dejan otra
opción que inscribir su movimiento en la mencionada política del espec-
táculo. Política del show destinada únicamente a crear imágenes que,
segundos más tarde, darán la vuelta al mundo a través de cadenas privadas
transnacionales, cuyo único mensaje va dirigido a un «Norte liberado» que
observa a la hora del noticiero a un supuesto «Sur oprimido».

LA LÓGICA «AHÍVIENELOBISTA»:
FALSAS AMENAZAS SOBRE VENEZUELA

¡Ahí viene el lobo!, ¡Ahí viene el lobo feroz! Éste es precisamente el


grito que hemos escuchado tanto nacional como internacionalmente los
venezolanos. Amenaza que hemos estado todos esperando con un miedo
que casi ha durado un decenio. ¡Ahí viene el lobo!, ¡ahí viene la dictadu-
ra!, ¡ahí viene el dictador Chávez! Déspota que dentro de muy poco ins-
taurará un régimen «castro-comunista» sin libertad de expresión, sin
propiedad privada, sin libertades cívicas, etcétera.
¡Ahí viene el lobo! se siguió gritando durante la decena de comicios elec-
torales celebrados desde 1999. Cada vez que terminaba uno de dichos
comicios con el triunfo del chavismo, el lobo que estaba por venir se
transfiguraba entonces en fraude: ¡ahí viene el fraude! y todos los venezo-
lanos con una paciencia, que ni siquiera nosotros mismos sabíamos que
teníamos, seguimos esperando al lobo, seguíamos esperando el fraude. Las
pruebas prometidas de dichos fraudes no llegaron en ese momento, no
llegaron ahora, no llegarán nunca.
¡Ahí viene el lobo! se vociferó inmoralmente una vez que, después de
una plural Constituyente, en 1999 se aprobó la Constitución de la Repú-
blica Bolivariana de Venezuela. De hecho, esos que hoy se oponen a la
reforma a la Constitución planteada por el Presidente Chávez, esos mis-
mos que el 2 de diciembre ganaron al decir «no» a la reforma de dicha
Carta Magna, fueron los mismos que despotricaron y maldijeron de la Cons-
titución de 1999. ¡Ahí viene el lobo! ¡Ahí viene la dictadura a través de dicha
Constitución! dijeron entonces. El lobo tampoco llegó.

74
Pero la amenaza del lobo no solamente se inscribía en el universo de
los comicios electorales. Dicha amenaza se vio reflejada en todos los
ámbitos de la construcción popular del socialismo que a partir de 1999,
con la elección de Hugo Chávez, se decidió construir en el país. Escucha-
mos también ¡ahí viene el lobo! justo después del golpe de estado del 11
de abril de 2002. Una vez que el presidente Chávez retomó el hilo consti-
tucional, apoyado por el pueblo en la calle, la oposición golpista gritó ¡ahí
viene el lobo! Según esta amenaza el gobierno Bolivariano habría de
tomar duras represalias, quitar libertades, instaurar finalmente su dicta-
dura. También en ese caso el lobo no llegó: ese Presidente que apenas
había sufrido un golpe de Estado llamó el mismo 13 de abril a la paz, la
unidad, la tolerancia.
También se ha amenazado con la llegada de dicho lobo al momento de
discutirse y aprobarse democráticamente leyes transcendentales para
el destino venezolano. ¡Ahí viene el lobo! se gritó cuando fue aprobada
la Ley de responsabilidad social en radio y televisión, que la oposición no
dudó en llamar «Ley mordaza». Según ellos con esta Ley el bolivaria-
nismo instituiría su régimen amparado en la ausencia de libertad de
expresión. Sorprendentemente también en este caso el lobo no apareció.
La Ley fue aprobada y hoy día es un indudable marco referencial apoyado
por todos los venezolanos.
En fin, la lista del lobo y lobos es infinita. Pero de todos los lobos que la
oposición venezolana ha construido hay uno que no se puede tolerar y
ello por una razón obvia: porque precisamente atenta contra la paz, con-
tra la tolerancia, contra la democracia que tanta sangre nos ha costado a
todos los venezolanos. Nos referimos al lobo de los lobos, a ese que se
encuentra detrás de todos ellos, al miedo.
La campaña que la oposición venezolana llevó a cabo contra la pro-
puesta de reforma a la Constitución se fundamentó en el lobo del miedo.
Durante dicha campaña la oposición venezolana no escatimó esfuerzos
en denunciar lobos atroces que nunca llegaron. Los venezolanos tuvimos
que vivir en la zozobra de una campaña mediática millonaria en la cual se
planteó, sin ningún tipo de vacilación ética, que se le quitaría la propiedad
privada a quien la tuviese, se le quitarían los niños a sus padres, el pre-
sidente Chávez se eternizaría hasta nunca jamás en el poder, se anularían

75
los representantes democráticamente electos en municipios, alcaldías y
gobernaciones, se educaría en el comunismo a todos los niños, se instau-
raría una misma nación y una misma República entre Cuba y Venezuela,
se acabaría con la libertad de culto en el país, se cerrarían las escuelas pri-
vadas religiosas, se acabaría con la autonomía universitaria, pero sobreto-
do, que a través de esta reforma a la Constitución se daría, nada más y
nada menos, que «un golpe de Estado democrático».
En esta trágica epopeya en la cual se lanzó la oposición para apoyar su
opción por el «no» participaron como protagonistas indiscutibles, ante
todo, los medios de comunicación transnacionales quienes se encargaron
de engordar y difundir los lobos antes descritos. Pero también participó la
millonaria oligarquía venezolana, cabecilla durante la IV República, auto-
ra del golpe de estado del 11 de abril de 2002 y motor económico indiscu-
tible de la oposición venezolana.
Pero el símbolo del lobo, del miedo, de las amenazas nunca transfigura-
das en realidad, fueron las élites estudiantiles que fungieron como porta-
voz último y eficaz de la lógica «ahívienelobista». Durante casi cuatro
meses dichos estudiantes a través de reportajes, imágenes especiales, vi-
deos, fotografías, entrevistas, etcétera, dieron la vuelta al mundo como
«cándidas víctimas» de supuestos atropellos y vejaciones por parte del
Gobierno Bolivariano de Venezuela, como amenazados por una supuesta
dictadura. En ellos fueron simbolizados los miedos que estructuraron
la campaña por el «no» a la reforma en Venezuela.
Pero la verdad es que los muertos (específicamente dos) llegaron una
semana antes de los comicios electorales del 2 de diciembre de 2007, y
fueron precisamente chavistas. La verdad es que estos estudiantes con sus
manos pintadas de blanco y sus gritos de libertad contra el tirano Chávez
fueron recibidos por el mismísimo Poder Legislativo, Poder Judicial y
Poder Electoral. La verdad fue que dichos estudiantes fueron catapulta-
dos a la fama por la cadena televisiva Globovisión. La verdad fue que
estos estudiantes fueron a donde quisieron, manifestaron sin traba alguna,
trancaron todas las calles que creyeron pertinente, hablaron en todos los
medios de comunicación, desafiaron al poder democráticamente instituido,
y el resultado fue el esperado: el lobo nunca llegó.

76
Las elecciones se llevaron finalmente a cabo el 2 de diciembre en un
clima de paz, tolerancia, respeto y armonía. Sus resultados fueron en pro
del «no» apoyado por la oposición al presidente Chávez. Éste último
justo después del pronunciamiento del Poder Electoral aceptó y felicitó a
los ganadores. Al parecer el lobo no solamente no llegaría, sino que
además no existía.
El Poder Electoral que tantas veces fue vejado por parte de la oposi-
ción por legitimar el triunfo del chavismo, ahora hace lo mismo con los
resultados positivos de la oposición en estos comicios. Mágicamente el
lobo se esfumó y para la oposición ahora sí parece existir democracia
en Venezuela.
Todo esto nos deja un sabor agridulce: dulce porque, una vez más, se
celebraron elecciones pacíficas y legítimas en Venezuela. Agrio porque
sólo se reconocen las mismas cuando es el lobo opositor quien gana.
Lo cierto es que desgraciadamente todo indica que el «ahívienelobismo»
no ha terminado. De hecho, ¿cuáles serán los lobos que la oposición nacio-
nal e internacional esgrimirá en el futuro? y más aún, ¿cuándo terminarán
ellos por enjaular sus lobos y dejar al pueblo venezolano construir en paz
un proceso democrático por el que tanto ha luchado?

¿SE GANÓ O SE PERDIÓ EL 2 DE DICIEMBRE?2

¿Pueden interpretarse los resultados electorales del 2 de diciembre como


un triunfo del socialismo? Ciertamente no fue un triunfo. Pero podría serlo.
Haber perdido tres millones de los siete millones que en el 2006 vota-
ron por la Presidencia de Hugo Chávez es sin duda alguna una excelente
oportunidad para una necesaria reflexión sobre las posibilidades e impo-
sibilidades del movimiento socialista venezolano. Movimiento que en los
últimos años ha venido practicando una metodología deductiva que, en
honor a la verdad, es suicida. Se habla de deducción cuando se va de lo
general a lo particular, cuando las cosas nacen de arriba para abajo, cuan-
do se parte del Estado, el Gobierno, el Partido para llegar a las bases. ¿Es
ésta la mejor metodología para afrontar un socialismo fundado en las
bases? Seguramente no.

77
Es deductivo un partido que desde el momento mismo de su nacimiento
ya posee una suerte de órgano disciplinario. Y lo es porque a pesar de que
hasta este momento sólo existen aspirantes al mismo en dicho ente disci-
plinario, existen figuras que parecen tener un rango de aspirante mayor:
parecerían ser aspirantes al cuadrado.
Es deductivo un comando Zamora apadrinado en los comandos regio-
nales por figuras del alto Gobierno. Comando que parece de forma de-
ductiva ir de lo general a lo particular al proponer nombres desde la
centralidad capitalina del poder.
Es deductiva aquella lógica que prefiere darle buenas y gordas cifras al
Poder Ejecutivo, en lugar de darle fuerza y protagonismo a los movimien-
tos de base: es el caso de las exorbitantes cifras que manejamos de conse-
jos comunales instituidos, de cooperativas nacidas, de simpatizantes del
PSUV, de avenidas Bolívar, Lecuna y Universidad llenas a más no poder.
¿Dichos consejos comunales, cooperativas, aspirantes al PSUV son frutos
de una organización sentida, vivida, dolida de las comunidades de base?
Si la respuesta fuese sí, acaso siete millones de ciudadanos hubieran
votado sí. Si la respuesta es no, se tuvo que comenzar desde el mismo 3 de
diciembre de 2007 la instauración de una lógica y metodología inductiva.
Es decir, una lógica que vaya de lo particular a lo general, que recupere los
movimientos sociales de base que surgieron al calor de El Caracazo, del
triunfo democrático de Hugo Chávez en el 1999, del 13 de abril del 2002,
de las necesidades y prioridades propias de las comunidades.
Una lógica inductiva implica repensar el liderazgo de figuras desgasta-
das y deslegitimadas del ápice del chavismo, que nada tienen que ver con
la figura presidencial la cual, no cabe duda, sigue teniendo un liderazgo
indiscutible. Una lógica inductiva quiere decir, asumir la ardua responsa-
bilidad de escoger de ahora en adelante los cuadros de la revolución
desde lo particular, desde las bases, dejando de un lado la tentación de
extraer cuadros de instancias deductivas como por ejemplo el gabinete
que surgió a inicios del 2007 desde la Asamblea Nacional.
Ahora más que nunca el socialismo bolivariano debe ser coherente con
los dos aspectos fundantes de la reforma a la constitución propuesta: no
hay nada más inductivo que el poder popular y la geometría del poder.

78
Más de cuatro millones de venezolanos apoyaron dichas alternativas
sociopolíticas. Es entonces responsabilidad del socialismo aplicar en la
práctica un poder popular a partir de la reintegración de las bases en las
decisiones, mecanismos y responsabilidades del poder. Es responsabili-
dad de la revolución llevar a la práctica una geometría del poder que se
opone sin lugar a dudas a la centralidad de un poder que, debiendo ser
popular, muchas veces es monopolizado por un centro hecho de figuras
más que conocidas.
Ciertamente no pueden interpretarse los resultados electorales del 2 de
diciembre como un triunfo del socialismo. Pero vaya que podría serlo.

NOSOTROS, LOS REACCIONARIOS VENEZOLANOS

En Venezuela vivimos desde hace algún tiempo una perenne coyuntura


cuyo principal efecto es un terrible presentismo que no nos deja pensar.
Cada vez que nos sentamos a reflexionar sobre el fenómeno «Venezue-
la», una nueva coyuntura llega para despabilarnos de nuestro pensamien-
to, obligándonos a adentrarnos en la lógica de la coyuntura. El resultado
es más que preocupante: nos hemos convertido en reaccionarios.
Y cuando hablo de reaccionarios englobo a la extrema derecha, a la
derecha, a la izquierda y a la extrema izquierda venezolana. Funcionamos
a través de un extraño mecanismo que nos hace reaccionar —desde la
revolución o desde la oposición— a determinados fenómenos. Somos
como pequeños insectos esperando que se prenda una luz para acercar-
nos a ella en un intento desaforado por ser los primeros en tocarla y sen-
tir su peligroso calor.
Si vemos esto desde un punto de vista fenomenológico, es decir, si lo
observamos como mero «fenómeno», poca importancia tiene el hecho de
que el mismo sea un problema con la Exxon3, con Colombia, con el rey
de España, o con cualquier otra luz encendida. Lo importante es que son
estos fenómenos que se repiten ininterrumpidamente y que nos mantie-
nen ocupados en una reacción instintiva.
La pregunta sería por ello: ¿Qué se esconde detrás de dicho subseguir-
se de fenómenos? ¿Qué se esconde, por ejemplo, detrás del altercado

79
jurídico con la empresa petrolera Exxon? Si vemos dicho problema
desde una perspectiva fenomenológica, no tardaremos en darnos cuen-
ta del hecho que la misma se inscribe en la cadena de fenómenos antes
descritos. ¿No ayudará acaso este impasse a la reacción de la derecha
venezolana? ¿No será este fenómeno idóneo para una oposición con
ínfulas anglosajonas que busca celebrar los apuros del gobierno? Pero
por otra parte, ¿la problemática con Exxon no puede ser también efec-
tiva para la reacción chavista? ¿No puede ser acaso dicho altercado un
nuevo respiro nacionalista para un chavismo derrotado electoralmente
el 2 de diciembre de 2007?
Pero si dejamos de un lado el fenómeno Exxon y nos vamos un mes
atrás, podemos sacar de debajo de la manga el fenómeno «Colombia»:
¿Cómo interpretar el hecho de que Uribe acepte la mediación con las
FARC del, hasta entonces, amigo Chávez? ¿Qué se esconde detrás de la
súbita ruptura, justo antes del 2 de Diciembre de 2007, entre esos dos
presidentes que tanto vimos juntos? ¿Por qué una liberación por parte de
las Farc de prisioneros bajo la negociación de Chávez? No cabe duda que
el fenómeno «Colombia», como el fenómeno «Exxon», provoca una
natural reacción entre las facciones chavistas y opositoras. También es un
hecho que dicho fenómeno llama —esta vez— a un nacionalismo oposi-
tor y a un internacionalismo chavista.
Si nos remontamos todavía más lejos, dos meses atrás, caemos sin más
en otra luz encendida, en otro fenómeno y en otra reacción: justo antes
del referendo el «¿Por qué no te callas?»4 del rey de España, sirvió como
nuevo inspirador de las reacciones venezolanas. Una parte de la oposi-
ción descubrió sus raíces aristocráticas europeas y una parte del chavismo
descubrió su pureza indígena. También en esa ocasión nos desconcentra-
mos sobre los reales problemas, posibilidades y esperanzas de nuestro
país, para encandilarnos en discursos coyunturales de los cuales sólo
queda el cansancio.
La reacción ha entrado entonces en el funcionamiento sociopolítico de
los venezolanos, dejando el preocupante saldo del no-pensamiento y
de la perenne lógica de la coyuntura. Dicho mecanismo de la reacción
está detrás de nuestro universo político, y es más que efectivo en su resul-
tado: deja al país en medio de dos frentes, los cuales por sus mismas

80
características obligan a todos a pronunciarse intempestivamente sobre
todo. Estamos por ello de frente a un chantaje colosal cuya principal
víctima es el pensamiento venezolano.

LOS DOS PARTIDOS ÚNICOS

Si existe algo que se ha criticado en Venezuela en el último decenio es


precisamente el bipartidismo. Pero hay que aclarar que éste, en Vene-
zuela, no tiene absolutamente nada que ver con la inexistencia de otros
partidos de menor peso electoral. Si algo nos enseñó la IV República fue
precisamente que el bipartidismo consiste en la existencia de dos grandes
partidos políticos cuya magnitud es tan importante que logra neutralizar
a los partidos más pequeños sin, por ello, anularlos.
Seamos entonces sinceros y, a la vez, lúcidos: el temor a un partido
único debería ser inmediatamente cambiado por el miedo a dos parti-
dos únicos.
Cuando observamos los avatares de la política venezolana actual nos
percatamos de que estamos en vísperas de un inminente neobipartidismo
quintorepublicano, y ello se refleja en diferentes señales políticas.
Primero que todo hemos notado en el seno de la oposición un desmem-
bramiento en el partido Primero Justicia (PJ), el cual ha visto alguno de
sus cuadros fundamentales pasar al partido Un Nuevo Tiempo (UNT). No
cabe duda que este último partido ha instaurado una lógica de unión de
fuerzas muy parecida al que, por su parte, realiza el chavismo al fundar
un partido unido. Claro está, con menos ruido, pues en ningún momento
se le ha acusado a UNT de crear un partido «único».
Como es sabido, esta última acusación ha sido hecha más bien contra el
PSUV. Dicha acusación ha querido jugar con la ambigüedad entre partido
«único» y partido «unido». Pero al ver más de cerca sus movimientos y
desdramatizar sus iniciativas nos damos cuenta que se trata simplemente
de la consagración de una fuerza de unidad parecida —en términos poli-
tológicos— a la que, por su parte, realiza UNT.
El resultado parece ser por ello la existencia en el chavismo de un gran
partido quien protegerá, y a la vez neutralizará, a los partidos de menor

81
envergadura como el PCV y el PPT. De hecho, se debe recordar que di-
chos partidos, al momento del lanzamiento del PSUV, tuvieron que
resistir políticamente para no ser tragados por el nuevo partido cuya
inminencia era avasallante.
La misma suerte y resistencia vale para partidos como PJ el cual delan-
te de la nacionalización de una partido regional como lo es UNT tuvo que
unir fuerzas y resistir al quiebre interno que se fraguó desde la lógica del
UNT quien, de hecho, se quiere «el» partido de la oposición.
Lo cierto es que la geografía del poder, en lo que a partidos se refiere,
se encuentra en estos momentos en una importante revolución silenciosa
cuyos resultados son apenas perceptibles, y que tiende lenta pero inmi-
nentemente hacia un bipartidismo.
Otro elemento que hay que adicionar al mapa político son los resulta-
dos del 2 de Diciembre de 2007, el cual fue importante para la reformula-
ción del poder partidista en Venezuela. El positivo resultado electoral
para la oposición venezolana no fue leído entonces como un resultado
partidista aunque, de facto, lo fue. Y ello por un motivo muy simple: el
mito de la oposición unida, más allá de los partidos que la componen,
está siendo anulado por las divisiones propias de las campañas de los
próximos comicios electorales: la romántica «sociedad civil unida» se
esfuma paulatinamente en vista de la aparición de líderes del gran partido
de la oposición.
También el resultado del 2D se traduce para el chavismo en términos
partidistas: dicho resultado fue adverso, antes que todo, para el naciente
PSUV, partido que ahora deberá ampliar su poder, estructuras y redes.
Dicha ampliación ya ha sido comenzada con su congreso fundacional, la
elección de sus cuadros y la próxima campaña que comienza.
No le temo por ello a la tan anunciada ruptura violenta del hilo de-
mocrático por parte de extremistas o a la entrada de marines en nues-
tras fronteras: el proceso es más complejo y menos pomposo. Le temo
a un peligroso bipartidismo quintorepublicano cuya principales vícti-
mas serían las bases populares organizadas que dieron nacimiento a la
llamada revolución. Está de más decirlo: el peligro de todo bipartidismo
son los «pactos».

82
Por otra parte, no cabe duda de que alguien está sacando mal las cuen-
tas: ¿quién puede decir que los triunfos de la revolución desde 1999
pueden ser atribuibles a un partido político?

LA CREACIÓN DE UNA IDEA DEL SUR

La fundación de todo proyecto requiere de sólidas bases conceptuales


que definan su esencia, objetivos y esperanzas. Dicha premisa se hace
todavía más necesaria si el proyecto en cuestión es la creación de una
unión del Sur. Ello requiere un universo conceptual a partir del cual
pueda definir y delinear su vocación formadora. En este caso la razón
fundacional de la unidad que ha de crearse es precisamente —el tan tri-
llado y a la vez muchas veces incomprendido— concepto de «Sur».
Considerar al Sur como una categoría estrictamente espacio-temporal
quiere decir perpetuar la visión colonizadora que tradicionalmente ha
determinado la historia del Sur.
En este sentido, el Sur debe ser considerado como una categoría simbó-
lica que ha de abordarse a través de dos elementos, uno negativo y otro
positivo, respectivamente.
Primero que todo se debe considerar al Sur como el lugar simbólico de
la explotación y la exclusión. El Sur ha sido en la historia moderna el
territorio de la extracción de la materia prima necesaria al Norte, y ello
en todos los ámbitos. El Sur ha dado hasta hoy al Norte sus recursos ener-
géticos: ha donado al Norte sus plantas, animales, minerales, sus aguas y
hasta sus cielos. Pero sobre todas las cosas el Sur ha entregado al Norte
sus recursos humanos.
En los tiempos de los imperios del siglo XVI, XVII, XVIII y XIX, el Sur
ha surtido al Norte de esclavos y, hoy día, el Sur lo surte de mano de obra
barata, a través de indocumentados sin rostro, edades ni nombres, que
sostienen economías enteras, en el Norte.
Pero el Sur es también exclusión. Puede ser definido como ese abajo
del Norte, ese más allá de la frontera histórica que ha sido construida sim-
bólicamente por el Norte a través de la modernidad. Frontera entre Norte
y Sur cuyo lado de allá está constituido por esos hombres y mujeres

83
que por diversos motivos, razones y excusas hacen parte de los no-civili-
zados, de los terceros del mundo, de los de abajo. La historia del Norte ha
ido moldeando una definición bien precisa del Sur que poco o nada tie-
nen que ver con el Sur, el real. De aquí la importancia, la necesidad, el
imperativo de una unión del Sur, es decir, un lugar de creación y con-
solidación grannacional.
La historia del Norte no conoce el Sur, aunque no se puede negar el
hecho de que su lógica de exclusión ha sido determinante en la cons-
trucción de una definición del Sur que, hay que aclararlo, también
posee rasgos positivos.
Se debe afirmar entonces que el Sur no sólo es explotación y exclusión.
También es resistencia y construcción de una manera alternativa de civili-
zación mestiza, y ello no sólo desde el punto de vista genético. Es innega-
ble la subterránea existencia de un mestizaje cultural, social y sobre todo
político que se gesta en el Sur. De ahí que se puede plantear sin lugar a
dudas que es precisamente del mestizaje de experiencias y formas políticas
del Sur que han de surgir los modelos alternativos de construcción y solu-
ción política del siglo que apenas comienza. El Sur políticamente, a través
de sus testarudos ensayos y errores, de sus dictaduras impuestas, de sus
desaparecidos y sus guerras contra la colonización, es por antonomasia el
antónimo de lo conservador. El Sur es, por esencia histórica, progresista.
Acaso el aspecto más rotundo de la definición del Sur es el de resistencia.
El Sur ha sido obligado por la historia a resistir; parece estar destinado a la
resistencia. El ejemplo más apropiado para entender este fenómeno his-
tórico es precisamente el de la cultura cimarrona. El Sur es ese esclavo
cimarrón que, en busca de la libertad, escapa de la ciudad, de la civili-
zación, del orden y el progreso, para crear, recrear, una ciudad en los
montes. Ciudad con imperfecciones, ciudad incivilizada, ciudad salvaje,
pero sobre todas las cosas, ciudad libre, ciudad en construcción, ciudad
alternativa, ciudad inacabada, ciudad perfectible.
Por ello, para bien o para mal, definir el Sur conlleva a situarse en una
oposición semántica con relación al Norte y su lógica moderna. Pero no
por ello se debe pensar que la definición del Sur depende, en cuanto mera
oposición, de la definición del Norte. Al resistir al Norte, el Sur, querién-

84
dolo o no, se construye una definición autónoma, endógena, propia de sí
mismo. Es precisamente en este sentido que el Sur es por definición un
espacio simbólico alternativo, una propuesta.
De ningún modo se podría considerar entonces el Sur como una catego-
ría estrictamente espacio-temporal. El Sur es una frontera simbólica y, en
cuanto tal, se encuentra presente en todas las coordenadas geográficas.
El Sur puede encontrarse, y de hecho se encuentra, en el norte. Y ello,
entre otras cosas, por razones de explotación que van desde la forzada mi-
gración de los esclavos de siglos hace, hasta los indocumentados y exclui-
dos residenciados en el Norte. Dos ejemplos recientes pueden ayudarnos.
Cuando el 16 de abril de 2005 un edificio en el barrio opera de la lujosa
París se incendia, dejando como víctimas, en su mayoría, familias africa-
nas, no se trata de un accidente ocurrido en el norte. Es, de hecho, el Sur
que se quema en el Norte.
Cuando en septiembre de 2005 se inunda la capital del jazz, Nueva
Orleáns, nos percatamos de que igualmente es el Sur que sufre y muere
en el espacio-tiempo del Norte. De hecho, la mayoría de los damnificados
—que no tenían medios de transporte para escapar— fueron miembros de
la comunidad afrodescendiente, explotada y excluida desde hace siglos en
territorios nórdicos.
Pero también es verdad lo contrario: el Norte puede vivir, y de hecho,
vive en el Sur.
Cuando nos encontramos de frente a dictaduras o golpes de Estado,
como el perpetrado en Venezuela en 11 de abril de 2002, llevados a cabo
por altas esferas del Sur y patrocinados por el Norte, difícilmente podría-
mos hablar de dictaduras del Sur.
Cuando grupos de favorecidos radicados en el Sur reproducen, desde
todo punto de vista, un modo de vida nórdico, viviendo dentro de lujosas
fronteras vetadas a la mayoría de los habitantes de ese territorio, nos
encontramos con el Norte en el Sur.
Pero hoy día el problema es aún más grave. El Norte sigue invadiendo
al Sur, pero no como suele pensarse. La invasión es, en muchos casos, sin
armas ni ejércitos, sin dictaduras ni atropellos. En el Sur existe cada vez

85
más una tendencia a la imitación pura y simple de una american way of
life o european way of life que merma de más en más la identidad del Sur.
Contra esta nueva modalidad de explotación y exclusión, ningún ejérci-
to podrá librarnos. Una respuesta precisa y certera sólo ha de encontrarse
en la educación de nuestros jóvenes, la formación en campos susceptibles
de enseñarnos los aspectos comunes del Sur, la cooperación Sur-Sur, entre
otras muchas actividades que sólo pueden llevarse a cabo con la compleji-
dad, la audacia y la frescura de una verdadera política del Sur.
La unión del Sur debe por ello abrirse a una redefinición del Sur que
no excluya a ninguno de sus habitantes. Se debe partir de una concepción
del Sur amplia, simbólica que rescate a ese Sur que se encuentra excluido y
explotado en todos los territorios (Sur o Norte) del planeta.
Es por ello imperativo la realización de una reflexión amplia y a la vez
profunda sobre, por ejemplo, las materias que han de enseñarse en una
Universidad del Sur o un canal del Sur: un proyecto del Sur no puede
limitarse a reproducir materias, técnicas y conocimientos del Norte. Ade-
más, la metodología misma de enseñanza y comunicación debe ser
diseñada en sus mínimos detalles: los métodos deben ser fieles a la historia
y la cultura del Sur.
En fin, el proyecto de unión del Sur debe procurase entre sus objetivos
fundacionales la reflexión sobre eso que realmente define El Sur, debe
formar y aupar lo que definimos como sus rasgos esenciales: la construc-
ción de una resistencia y civilización mestiza en lo cultural, lo político, lo
social, lo científico…

86
NOTAS

1. El 29 de mayo de 1969, obreros y estudiantes cordobeses y de otras provincias salieron


unidos a las calles de Córdoba. Ante la magnitud de la movilización, Onganía ordenó que
las Fuerzas Armadas se hicieran cargo de la represión. La protesta fue un hecho localiza-
do en la ciudad de Córdoba y como resultado de los enfrentamientos hubo presos, dece-
nas de heridos y 16 muertos, algunos ajenos a la manifestación. Este hecho es conocido
como el Cordobazo.
2. El Consejo Nacional Electoral (CNE) fijó el 2 de diciembre de 2007 como fecha para
la realización del referendo de la Reforma Constitucional propuesta por el Ejecutivo
Nacional.
3. El 7 febrero 2008 la petrolera Exxon Mobil Corp ganó una orden de un tribunal britá-
nico por medio de la cual se congelan activos de Petróleos de Venezuela (PDVSA) por
hasta 12.000 millones de dólares. Posteriormente, el 28 febrero el Tribunal Superior de
Londres escuchó, en una audiencia oral y pública que se prolongó hasta el 3 de marzo,
los alegatos de la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) que pide se desestime la
medida cautelar solicitada por la gigante privada estadounidense, dando como resulta-
do que para el 18 de marzo, un tribunal británico dejara sin efecto la medida tomada
sobre los activos de PDVSA.
4. «El rey Juan Carlos de España espetó a Hugo Chávez “¿Por qué no te callas?” cuando
el mandatario venezolano intentó interrumpir al presidente del gobierno español, José
Luis Rodríguez Zapatero, durante la última sesión plenaria de la XVII Cumbre
Iberoamericana». Titula nota de prensa en BBCMUNDO del 10 de noviembre de 2007.

87
CAPÍTULO VI
MUERTE Y RENACIMIENTO DEL ESTADO
LATINOAMERICANO: DE THOMAS HOBBES
A EVO MORALES

EL ESTADO: LUGAR DEL NOSOTROS

Para entender la complejidad de la situación boliviana es necesario aden-


trarnos en la obra Leviatán que Thomas Hobbes escribió en 16511, y que
funge como fundamento de lo que hoy conocemos como Estado moder-
no. Los movimientos secesionistas que en la actualidad se manifiestan en
países como Bolivia2 no buscan otra cosa que desestabilizar los estamen-
tos de ese fenómeno colectivo llamado Estado. Dichos movimientos res-
ponden a una lógica neoliberal cuyos fundamentos filosófico-políticos
están bien afianzados en el pensamiento contemporáneo: si hay algo que
se opone a la lógica y existencia misma del Estado es precisamente la
lógica y existencia del Libre Mercado3. Está de más decir que el Libre Mer-
cado presupone una dimensión privada, mientras que el Estado se fun-
damenta en lo social. Se trata entonces de una confrontación filosófica y
a la vez política entre el yo y el nosotros.
¿Por qué nace el Estado? Según la ficción que Hobbes construye en su
libro Leviatán, el Estado nace de una situación inicial que el autor llama
estado de naturaleza. En dicho estado cada individuo es completamente
soberano. Nótese que la soberanía tiene raíces, no sólo en el Estado como
suele utilizarse hoy día, sino más bien en los individuos. Pero ¿qué quiere
decir que cada individuo es soberano? Antes que todo, que cada individuo
es absolutamente libre de hacer todo lo que crea necesario para garantizar
de la mejor forma posible su sobrevivencia y los placeres que la misma
contempla. En otras palabras, posee un estatuto de individualidad absoluta
que no es otra cosa que el tan trillado y a la vez indefinido individualismo.
De todo ello surge una difícil situación en lo que respecta a la coexis-
tencia de cada individualidad. El hecho de que cada individuo sea

89
absolutamente libre presupone una situación de guerra anunciada. De allí
la célebre frase hobbesiana homo homini lupus: el hombre es lobo del
hombre. No es difícil concluir que existe una imposibilidad en relación
a la existencia de una vida colectiva basada en la absolutización de las
libertades individuales. Tampoco lo es realizar un paralelismo en lo que
puede ser el estado natural de Hobbes y sus individualismos, y la propuesta
de mercado neoliberal que hoy día avanzan las corrientes derechistas
transnacionales, en las cuales los individualismos buscan avasallar las
lógicas de organización social.
No cabe duda que una situación en la cual cada individuo sea absoluta-
mente libre y absolutamente soberano no puede durar en el tiempo sin
un conflicto inminente, caracterizado por una violencia desproporcionada.
Expresa el mismo Hobbes que:
En una situación semejante no existe oportunidad para la industria, ya que
su fruto es incierto; por consiguiente no hay cultivo de la tierra, ni nave-
gación, ni uso de los artículos que pueden ser importados por mar, ni cons-
trucciones confortables, ni instrumentos para mover y remover las cosas que
requieren mucha fuerza, ni conocimiento de la faz de la tierra, ni cómputo
del tiempo, ni artes, ni letras, ni sociedad; y lo que es peor de todo, existe
continuo temor y peligro de muerte violenta; y la vida del hombre es solita-
ria, pobre, tosca, embrutecida y leve4.
Es por ello que Hobbes, en el Leviatán, no tarda en plantear la imposi-
bilidad de ese estado natural y la necesidad de crear un estado (cultural).
Son los mismos individuos, de frente a las contradicciones de una libertad
individual elevada al rango de dogma, quienes pactan un contrato que les
permita superar el impasse de dicha situación inicial. Es precisamente en
ese momento que nace como tal, eso que hoy día se conoce como Estado.
Los individuos donan parte de su libertad al Leviatán o Estado y en cam-
bio reciben esa seguridad (social) que les permite vivir en común.
He aquí un primer elemento distintivo que nos permite colocar, de
una parte, una lógica individualista muy parecida al mercado neolibe-
ral, en el cual prevalece la guerra de todos contra todos, donde ganará
el más fuerte; y por otra, la lógica social amparada en un Estado cuya
premisa fundacional es la convivencia en un espacio común de todos
quienes lo habitan.

90
Hobbes nos propone entonces la relativización de un yo supremo en
vista de la institución contractual de un nosotros. ¿No es acaso esta lógica
la que se intenta menoscabar a través de las propuestas de fragmentación
de los Estados existentes, por parte de lógicas individualistas? ¿No es
posible ver en los movimientos separatistas a los que nos confrontamos
hoy día la instauración de una lógica individual o privada, opuesta a una
lógica social cuyo instrumento principal es el Estado? Responder estas
preguntas quiere decir buscar en los orígenes de la filosofía moderna los
elementos conceptuales necesarios para comprender los fundamentos del
neoliberalismo contemporáneo y sus lógicas separatistas.
El Estado nace entonces con características bien específicas, que definen
su estabilidad en el tiempo y la posibilidad de aplicar sus lógicas sociales.
Una primera característica importante es precisamente la que se plantea a
través de la más que conocida violencia legítima weberiana5. Se trata de
una violencia que le es extraída a cada individuo para ser monopolizada
por un Estado que la utilizará para garantizar la convivencia de las partes.
De este modo, la violencia es manejada, a través del contrato social, no por
cada uno sino, más bien, por todos. Ya no será la parte la que de forma uni-
lateral decidirá el todo, sino más bien será el todo quien a partir de una
lógica de conjunto decidirá la lógica de las partes. No es difícil aplicar
dichos fundamentos filosófico-políticos a lógicas fragmentarias o lógicas de
partes, como lo son las Provincias de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija, con
relación a la lógica del todo de la República de Bolivia.
Pero hay otras características que definen al Estado así como lo conce-
bimos hoy día: para que el Estado pueda existir, funcionar y conservarse
en el tiempo es necesario que el mismo instaure, a partir de una violencia
legalizada y monopolizada, un ejército nacional; también es necesario el
establecimiento y respeto de fronteras nacionales definidas y resguarda-
das; además debe existir una cabeza visible que en todo caso se refleja a
través de un gobierno, sea cual sea su naturaleza. La mezcla de todos estos
elementos es nada más y nada menos que la llamada Soberanía Nacional
del Estado. ¿No es acaso contra estas características de un Estado Sobe-
rano que se está armando el movimiento separatista boliviano?
No se puede interpretar de otro modo el «referendo» que se dio en
Santa Cruz, Bolivia, el 4 de mayo de 2008, sino como una relativización

91
y como un enfrentamiento directo contra la unidad y la concordia militar
boliviana, la estabilidad y conservación de sus fronteras, y más aún, el res-
peto de un gobierno democráticamente elegido por las mayorías bolivia-
nas y representados por el presidente: Evo Morales.
Pero hay otro elemento de una importancia radical que caracteriza la
existencia del Estado y que muchas veces es dejado de un lado, y en otros
casos, manipulado para el servicio de las partes contra las posibilidades y
la dignidad del todo. Hablamos aquí de la identidad nacional como el ele-
mento fundante, estructurante y la condición misma de posibilidad del
Estado-Nación. La milicia, las fronteras y los gobernantes no serían abso-
lutamente nada sin el rol fundacional y a la vez simbólico de la identidad
nacional. Es precisamente ésta la que une los trozos dispersos de una
región, o incluso de individualidades, bajo el manto simbólico de un noso-
tros idéntico a sí mismo. La identidad es el elemento definitorio de los
individuos que habitan las fronteras de un Estado. La identidad define el
nosotros, no solamente en cuanto un nosotros idéntico a sí mismo, sino
también a un nosotros diverso de los otros. La identidad del Estado boli-
viano es por ello el punto focal con el cual juegan y manipulan las lógicas
individualistas de matriz neoliberal.
Es así como, coartando las características del Estado-Nación, como por
ejemplo los límites y fronteras, las lógicas secesionistas de las oligarquías
bolivianas realizan distinciones entre tierras altas y tierras bajas, con el fin
de sustraer de allí identidades fraccionadas a través de las cuales separan a
los quechuas y a los aymaras de las montañas, a los guaraníes y a los blancos
de las llanuras con el fin de crear, no más un nuevo Estado ni una nueva Re-
pública, sino lo que es aun más grave, una improvisada «Nación Camba»6.
El elemento identitario parece entonces tomar un lugar predominante en
la lógica separatista contra el Estado boliviano, cuando en realidad no es
más que una vil excusa para esconder y maquillar la lógica de Libre
Mercado individualista. En la llamada «Nación Camba» y las provincias
que se proponen como separatistas se encuentran no sólo los latifundios de
las tierras más fértiles de Bolivia, sino también el 44 por ciento del PBI
boliviano, y lo que es aún más relevante, las mayores reservas de hidrocar-
buros del país, que son el segundo yacimiento de gas en el hemisferio con
49.7 trillones de pies cúbicos, calculado en 150.000 millardos de dólares.
He aquí la verdadera identidad de la «Nación Camba».

92
EL LIBRE MERCADO: EL LUGAR DEL YO

Pero resultaría demagógico, e incluso populista, plantear una antítesis


entre el rol neoliberal del Libre Mercado y el rol social del Estado, sin
antes definir los elementos filosóficos y políticos del neoliberalismo y su
instrumento predilecto, el Mercado. Para realizar dicha tarea se debe
tomar en consideración, antes que todo, las reflexiones de uno de los más
importantes teóricos contemporáneos de la filosofía neoliberal. Robert
Nozick en su libro: Anarquía, Estado y Utopía7, define sin lugar a dudas
uno de los elementos más importantes de eso que él llama el «libertaris-
mo», que no es más que la elevación al cuadrado del liberalismo, el cual
es convertido de este modo en neoliberalismo. El neoliberalismo posee
como elemento fundamental la dogmatización de los derechos individua-
les, hurtando la existencia misma de los derechos sociales:
el fin que se busca proteger es el de un tipo de respeto que va en la direc-
ción del individuo entendido como uno y separado de los otros… El cada
uno que debe ser respetado, según Nozick, va más bien en la dirección de
una separación neta entre cada individuo. La incursión de una mano, que no
sea la del individuo, en su esfera individual, significaría una intromisión
irrespetuosa que ningún argumento igualitario puede justificar8.
Resulta claro que del derecho individual que plantea Nozick surge la
relativización ipso facto de un Estado con las características antes plan-
teadas. Según la lógica neoliberal toda incursión del Estado en la esfera
individual es vista como una violación de los dogmáticos y exclusivos
derechos individualistas antes planteados que, en muchos casos, se es-
conden detrás de angelicales derechos universales conjugados para el uso
exclusivo de pocos.
Como podemos ver, este tipo de filosofía y lógica individualista plantea
un individualismo separatista que, en un primer momento, separa a los
individuos entre sí, como era el caso del estado natural de Hobbes, pero
que no tarda en separar también al Estado en fragmentos, como es el
caso de las provincias bolivianas de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija.
¿Qué surge entonces de esta filosofía política neoliberal?
De la premisa de los derechos individuales exclusivos y dogmáticos de
la teoría neoliberal aparece la llamada teoría del Estado «ultra mínimo».

93
Dicho Estado «ultra mínimo» se funda en «asociaciones protectoras pri-
vadas» del cual surge, a su vez, el Estado «mínimo». ¿Pero qué es enton-
ces este Estado «mínimo» neoliberal?
La respuesta es por lo demás simple: el Estado reducido que propone el
neoliberalismo no es otra cosa que un ente que dona «servicios de protec-
ción». Servicios cuya principal responsabilidad y vocación es la de proteger
a aquellos individuos que, en el estado natural de guerra economicista neo-
liberal, lograron acaparar el mayor capital en ganancias, dejando en una
situación precaria a la mayoría de los individuos. ¿No es acaso esto lo que
piden las Provincias separatistas bolivianas?
Si bien es cierto que es precisamente este tipo de protección lo que exi-
gen las Provincias de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija, también lo es que,
el gobierno de Evo Morales, en principio, no estaría dispuesto a reducir el
Estado que dirige a un servicio de protección brindado a las oligarquías
bolivianas con el fin de defender sus ventajas económicas de las mayorías
históricamente explotadas y excluidas.
He aquí el epicentro de la crisis boliviana: en ella se encuentran con-
frontadas dos visiones filosófico-políticas incompatibles entre sí. Por una
parte, una lógica neoliberal amparada en los derechos individualistas y
exclusivos para los más aventajados del Libre Mercado, salvaguardados
por un Estado «mínimo». Por otra, la de una lógica colectivista fundada
en un Estado Social, estructurado a partir de sólidas bases militares, limí-
trofes, gubernamentales e identitarias.
De hecho, todo ello contradice las posturas libertaristas de Nozick,
quien plantea su «Estado mínimo» a partir de «relaciones privadas es-
pontáneas» de las cuales surgen «agencias de protección privadas» que, a
su vez, estarían organizadas por una «mano invisible» que se convierten,
sin más, en un residuo de Estado o Estado «mínimo».
¿Qué propone entonces el neoliberalismo como sustituto institucional
del Estado que menoscaba? Robert Nozick plantea el Libre Mercado
como «la única institución económica coherente con la tutela de la igual
libertad negativa para los individuos»9. En otras palabras, en lugar del
Estado surge la figura del Mercado como institución alternativa de convi-
vencia entre los seres humanos. Pero al analizar en detalle los sistemas

94
políticos contemporáneos nos damos cuenta de que existe una evidente
contradicción entre el Estado «mínimo» que propone el neoliberalismo y la
aplicación de dicha ideología en los países que la proponen y la defienden.

EL LIBERALISMO PATERNALISTA

Si observamos con atención países como Estados Unidos de América o


algunos de la Europa Occidental, no tardamos en percatarnos de que los
mismos aplican eso que en otro momento hemos llamado el «liberalismo
paternalista»10. Se trata de un liberalismo que, contrariamente a lo que
profesa, se funda en un Estado fuerte que se ve reflejado en: defensa a
ultranza de sus fronteras contra la inmigración extranjera, importante
intervención policial, leyes fuertemente punitivas, musculosos planes
estratégicos en seguridad y defensa de la Nación, compra y producción
de armas de guerra, subvención estatal de rubros estratégicos de su eco-
nomía, fuerte identidad nacional, entre otras muchas características.
No obstante lo antes dicho, estos países fuera de sus fronteras, promul-
gan la aplicación de políticas neoliberales que coartan la estructura mis-
ma de los Estados que la acatan. En este sentido, es justo preguntarse
hasta qué punto dichos países occidentales estarían dispuestos a colocar
en la mesa la posibilidad de un referendo separatista como el celebrado en
Bolivia el 4 de mayo de 2008, para colocar a sus ciudadanos delante de
la posibilidad de una separación de facto del Estado. Imaginemos por un
momento someter a las poblaciones afrodescendientes de Nueva Orleáns
a un referendo consultivo como el planteado en la llamada «media luna»
boliviana; o pensemos por un instante en preguntarles a los descendientes
magrebinos en Francia sobre la posibilidad de separarse de la Republique, o
a fin de cuentas, planteemos a la monarquía española la posibilidad de escu-
char las reivindicaciones de la ETA a través de una consulta refrendaria.
Las lógicas individualistas planteadas en el estado de naturaleza hobbe-
siano en el siglo XVII, y reafirmadas por la filosofía política libertarista o
neoliberal de autores como Robert Nozick, se presentan como insosteni-
ble en el plano de la realidad social. En esta última, la composibilidad
de las individualidades se hace necesaria y, en una situación en la cual

95
cada uno es absolutamente libre de una libertad dogmática, la guerra de
todos contra todos (homo homini lupus) es un resultado inminente.
De allí la necesidad de establecer instituciones reguladoras, tales como
el Estado, que no sólo deberán dar estructura social a las acciones de
individuos libres, sino también a otras instituciones humanas como el
(libre) Mercado que, dejado a su propia lógica, terminaría por reproducir
un estado natural hobbesiano en el cual nadie aseguraría la sobrevivencia
y seguridad de nadie.
No es entonces sorprendente percatarnos de cómo los países occidenta-
les anteriormente citados, mantienen dentro de sus fronteras estructuras
estables y fuertes que garantizan su sobrevivencia en el tiempo, en tanto
que Estado-Nación. Lo que sí resulta paradójico es que dichas potencias
económicas traten de influir en el desmembramiento de Estados-Na-
ciones latinoamericanos, aupando lógicas individualistas y fragmentarias
a través de las cuales seguramente dichos Estados se quedarían desarma-
dos a la hora de afrontar convenientemente los retos del siglo XXI que
apenas comienza.

NOTAS

1. Thomas Hobbes. Leviatán, FCE, México, 1980.


2. Encontramos por ejemplo, el caso de Nicaragua con los Misquitos, cuando se utilizó el
tema de las autonomías indígenas para desestabilizar un proyecto revolucionario; ade-
más encontramos casos como el Zulia en Venezuela y Guayaquil en Ecuador.
3. A pesar de esto, téngase en cuenta que De Souza ha planteado el maridaje entre
ambos cuando expresa que: «El Estado fue la arena política donde el capitalismo
trató de realizar todas sus potencialidades mediante el reconocimiento de los límites
de aquél». Boaventura de Souza, A Reinvençao Solidária e Participativa do Estado.
En: Seminario Internacional Sociedade e a Reforma do Estado, São Paulo, 1998. Dis-
ponible en: http://www.mp.gov.br/arquivos_down/seges/publicacoes/reforma/semina-
rio/ Boaventura. PDF (traducción nuestra).
4. Thomas Hobbes, ob. cit., p. 103.

96
5. Max Weber menciona que: «Estado es aquella comunidad humana que, dentro de un
determinado territorio (el territorio es el elemento distintivo), reclama (con éxito)
para sí el monopolio de la violencia física legítima. Lo específico de nuestro tiempo es
que a todas las demás asociaciones e individuos sólo se les concede el derecho a la
violencia física en la medida que el Estado lo permite. El Estado es la única fuente del
«derecho a la violencia». Max Weber, «La política como vocación». En: El político y el
científico, Alianza Editorial, Madrid, 1998. [s/p.]
6. Quienes proponen la creación de la «Nación Camba» afirman que: «Hoy el término
“camba” tiene algunos significados que varían según el contexto y según quién lo pro-
nuncie o emita. Al interior de las tierras bajas de Bolivia (principalmente Santa Cruz,
Beni y Pando) se usa hoy aquel término, en unos casos, para discriminar al originario;
en otros, para identificarse con una geografía de clima tropical y, en otros, para dife-
renciarse de los bolivianos de las tierras altas (valles y altiplano)». Disponible en
http://www.nacioncamba.net
7. Robert Nozick. Anarchy, State and Utopia, Basic Books, New York, 1974; trad. Anar-
quía, Estado y Utopía, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1991.
8. Miguel Ángel Pérez Pirela. Perfil de la discusión filosófica política contemporánea,
Pontificia Università Gregoriana, Roma, 2003, pp. 143-144.
9. Salvatore Veca. La Filosofia Política, Laterza, Roma-Bari, 1998, p. 79.
10. Miguel Ángel Pérez Pirela, ob. cit., p. 168.

97
CRONOLOGÍA

1958
20 de enero: Pacto de Nueva York: reunión de los partidos Unión Repu-
blicana Democrática (URD), Comité de Organización Política Elec-
toral Independiente (Copei), y Acción Democrática (AD) para
lograr la conciliación política y exclusión del Partido Comunista de
Venezuela (PCV).
23 de enero: Luego de una larga lucha en la que participan los más diver-
sos sectores políticos y sociales del país, la dictadura del general
Marcos Pérez Jiménez llega a su fin, después de 22 días de convulsión.
24 de enero: Después de la caída de Marcos Pérez Jiménez, se conforma
una Junta de Gobierno presidida por el comandante en jefe de la
Marina, contralmirante Wolfgang Larrazábal. Los demás miembros
de la junta fueron: el comandante de las Fuerzas Armadas de Coope-
ración, coronel Carlos Luis Araque, el Director de la Escuela Su-
perior de Guerra, coronel Pedro José Quevedo y por los coroneles
Roberto Casanova y Abel Romero Villate. Estos dos últimos renun-
ciaron debido a las protestas populares y sus vínculos con Marcos
Pérez Jiménez, y fueron incorporados dos civiles: Blas Lamberti y
Eugenio Mendoza, quienes renunciaron el 19 de mayo de 1958, siendo
sustituidos por Edgar Sanabria y Arturo Sosa.
31 de octubre: Se firma el Pacto de Punto Fijo, en la casa del mismo nom-
bre propiedad de Rafael Caldera. Los firmantes del pacto son:
Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Gonzalo Barrios, de AD; Jóvito
Villalba, Ignacio Luis Arcaya y Manuel López Rivas, de URD;
y Rafael Caldera, Pedro del Corral y Lorenzo Fernández, por COPEI.

99
Este reglamenta la vida política venezolana en una alternancia
adeco-copeyana en el poder. URD participó pero fue opacada por
AD y COPEI. Debido los conflictos que surgieron dentro de URD, se
produce una división en este partido encabezada por Luis Miquilena
y José Vicente Rangel.
14 de noviembre: Wolfgang Larrazábal renuncia a la Junta de Gobierno
para participar en las elecciones y asume la Presidencia Edgar
Sanabria hasta el 13 de febrero de 1959. El capitán de Navío Miguel
Rodríguez Olivares ingresa como miembro de la junta de Gobierno.
8 de diciembre: Se realizan elecciones democráticas en medio de una agi-
tada situación política, es elegido el líder de AD, Rómulo Betancourt
para el período 1959-1964

1959
13 de febrero: Toma posesión de la Presidencia de la República Rómulo
Betancourt.

1961
21 de enero: El Congreso de la República de Venezuela promulga una
nueva Constitución, la cual busca consolidar el poder del Estado.
25 de junio: En Barcelona se alzan en armas civiles y militares, quienes
toman el control de la ciudad y un cuartel. Desde una emisora de
radio leen comunicados explicando las razones de su acción y llaman
al pueblo y a los militares a solidarizarse. En la operación de retoma
son asesinados más de veinte ciudadanos a balazos y bayonetazos y el
resto, heridos e ilesos, sometidos a maltratos y juicio militar. Este su-
ceso es conocido en la historia de Venezuela como El Barcelonazo.

1962
4 de mayo: Rebelión de Carúpano (El Carupanazo) y Puerto Cabello (El
Porteñazo, 2 de Junio de 1962); participaron civiles y militares en
oposición al gobierno de Rómulo Betancourt. A su cabeza estuvo el
almirante Pedro Medina Silva, quien fue el primer jefe visible de las
Fuerzas Armadas de Liberación Nacional y el Frente de Liberación
Nacional (FALN-FLN).

100
9 de mayo: Son ilegalizados los partidos políticos PCV y el Movimiento de
Izquierda Revolucionaria (MIR)

1963
1º de diciembre: Elecciones presidenciales, resulta ganador Raúl Leoni
para el período 1964-1969.

1964
11 de marzo: Toma posesión de la Presidencia de la República Raúl Leoni.

1968
1º de diciembre: Elecciones presidenciales, resulta ganador Rafael
Caldera para el período 1969-1974.

1969
El 11 de marzo: Toma posesión de la presidencia de la república Rafael
Caldera.

1973
9 de diciembre: Elecciones presidenciales, resulta ganador Carlos Andrés
Pérez (AD) para el período 1974-1979.

1974
12 de marzo: Toma posesión de la Presidencia de la República Carlos
Andrés Pérez.
22 de marzo: El presidente crea una comisión para estudiar el adelanto
de la reversión de las concesiones petroleras pautada por ley para el
año 1983.

1975.
1º de enero: Nacionalización del hierro.

101
29 de agosto: Abolición de la ley del régimen concesionario de hidrocar-
buros.

1976
1º de enero: Entra en vigencia la nacionalización de la industria petrolera.

1978
3 de diciembre: Elecciones presidenciales, resulta ganador Luis Herrera
Campins (COPEI) para el período 1979-1984.

1979
12 de marzo: Toma posesión de la Presidencia de la República Luis
Herrera Campins.

1982
17 de diciembre: Nace el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200.
Bajo el Samán de Güere juran 4 capitanes: Felipe Acosta Carles,
Jesús Urdaneta Hernández, Raúl Isaías Baduel y Hugo Chávez Frías.

1983
18 de febrero: El Ejecutivo Nacional liderizado por Luis Herrera
Campins, debido a la crisis económica del país durante 1981-1983,
toma la decisión de recurrir al control de cambios de divisas; este
suceso es popularmente conocido como «el viernes negro». Se impo-
ne una restricción a la salida de divisas y al mismo tiempo una deva-
luación del bolívar. Ésta no se hace de manera lineal sino que se
establece un dólar para viajes debidamente comprobados y otro para
insumos industriales. En tal sentido, se crea la Oficina de Régimen de
Cambios Diferenciales (RECADI) encargada de autorizar la compra
de dólares.
4 de diciembre: Elecciones presidenciales, resulta ganador Jaime Lusinchi
para el período 1984-1989.

102
1988
4 de diciembre: Elecciones presidenciales, resulta ganador Carlos Andrés
Pérez para el período 1989-1993.

1989
3 de febrero: Asume la presidencia Carlos Andrés Pérez.
16 de febrero: Anuncio del programa de ajuste económico, al que popu-
larmente se le dio el nombre de «Paquetazo». El mismo anunciaba
medidas económicas neoliberales emanadas directamente del Fondo
Monetario Internacional (FMI). Entre las más importantes destacan:
liberación de las tasas interés; aumento de las tarifas de los servicios
públicos; los sueldos públicos aumentan en un 5%; eliminación pro-
gresiva de aranceles a las importaciones; reducción del déficit fiscal a
un 4%; flexibilización de las relaciones laborales; decreto del Poder
Ejecutivo que permite a las empresas extranjeras remitir el 100% de
sus utilidades a sus casas matrices.
27 y 28 de febrero: Se produce El Caracazo, explosión popular contra el
alza de la gasolina y otras medidas económicas, reprimida por el
Ejército. Se estima que hubo 5000 muertos según organismos inter-
nacionales de derechos humanos. Militarización de la vida nacional.
Toque de queda en varias ciudades del país. Intervención del ejército
en conflictos laborales.
4 diciembre: Elecciones directas de gobernadores, alcaldes y diputados
con un 60% de abstención. Los estados más ricos optaron por elegir
fórmulas de izquierda o candidatos independientes. Fueron electos
militantes de La Causa R: Andrés Velásquez como gobernador del
estado Bolívar y Clemente Scotto como alcalde de Caroní.

1992
4 febrero: Rebelión militar liderada por el teniente coronel Hugo
Chávez. Éste toma el cuartel San Carlos ubicado en la ciudad de
Caracas, pero no logra la toma del Palacio de Miraflores y el presi-
dente constitucional Carlos Andrés Pérez consigue huir. Mientras
tanto Maracaibo (donde estaba el teniente coronel del Ejército

103
Francisco Arias Cárdenas), Valencia, Maracay y otras importantes
ciudades venezolanas, caían en poder de los insurrectos.
Hugo Chávez Frías negocia la rendición y desde el Ministerio de la
Defensa se dirige por cadena de televisión al país y a sus compañeros
de armas pronunciando las famosas palabras: «Asumo mi responsa-
bilidad» y «...por ahora», que lo catapultan como un líder nacional.
El gobierno suspende las garantías constitucionales como respuesta a la
rebelión militar.
5 febrero: El ex presidente Rafael Caldera y el para aquel entonces dipu-
tado Aristóbulo Istúriz, manifiestan ante el Congreso que el intento
de golpe no era para asesinar al presidente Pérez, sino una conse-
cuencia de la grave crisis que atraviesa el país.
27 noviembre: Nuevo alzamiento de oficiales de alto rango de las tres
armas. Bombardean el palacio de Miraflores y el Ministerio de Rela-
ciones Exteriores. El contralmirante Hernán Grüber Odreman, asu-
me la responsabilidad del acto. Participan los generales Francisco
Visconti, del Ejército, e Higinio Castro, de la Fuerza Aérea, entre
otros. Se suma al movimiento Freddy Bernal, actual alcalde de Cara-
cas, entonces jefe de las Fuerzas Especiales de la Policía.

1993
21 de mayo: Se suspende a Carlos Andrés Pérez de sus funciones como
presidente acusado de malversación de fondos públicos por la Corte
Suprema de Justicia.
21 de mayo: Asume la Presidencia Provisional de la República en su condi-
ción de Presidente del Congreso, Octavio Lepage por 30 días. El Con-
greso Nacional designa el Gobierno transitorio de Ramón J. Velásquez.
3 de diciembre: Elecciones presidenciales; resulta ganador Rafael Cal-
dera para el período 1994-1999.

1994
2 febrero: Asume por segunda vez la Presidencia Rafael Caldera. Du-
rante su gobierno ocurren varias devaluaciones de la moneda, por

104
ejemplo, en mayo de 1994 el dólar se cotizaba a 170 bolívares y en el
mes de junio pasó a 480 bolívares por dólar. En el ámbito político,
uno de los hechos más resaltantes es que el presidente Caldera otorga
la amnistía a Hugo Chávez y al grupo de militares rebeldes. Durante
su mandato se intervienen 14 bancos. El Banco Central de Venezuela
brinda auxilios crediticios extraordinarios para apoyar el sistema ban-
cario. Se reduce el número de instituciones financieras en un 40%.
15 de diciembre: Juicio a Carlos Andrés Pérez.

1995
Chávez recorre el país con la consigna: «Por una Asamblea Consti-
tuyente».
El Movimiento Revolucionario Bolivariano 200 llama al abstencionismo
con la consigna «Por ahora por ninguno» ¡Constituyente y ya! El
abstencionismo llega al 52%.
3 de diciembre: Francisco Arias Cárdenas es electo gobernador del
Estado Zulia.

1996
El MBR 200 realiza una consulta acerca de la participación electoral y si
Chávez debe ser candidato.

1997
Febrero: División de Causa R: se forman dos tendencias: Causa R de
Andrés Velásquez y Patria para Todos de Pablo Medina.
19 de abril: Asamblea Nacional del MBR 200 decide su participación elec-
toral y la creación de un instrumento político para esa tarea.
21 de octubre: Se inscribe el Movimiento Quinta República como partido
político.

1998
Noviembre: Finaliza la campaña electoral. Chávez moviliza a más de un
millón de personas en el mitin de cierre.

105
6 de diciembre: Elecciones presidenciales. Chávez gana la Presidencia de
la República con un porcentaje de 56% de los votos.

1999
17 de febrero: Consejo Nacional Electoral convoca al referendo.
25 de abril: Gana el referendo a favor de una Asamblea Nacional Cons-
tituyente. Se inicia el período del régimen de transición.
25 de abril: Surge Polo Patriótico, alianza conformada por el MVR, PCV,
Patria Para Todos (PPT) y el Movimiento al Socialismo (MAS) que se
unen para la Asamblea Constituyente.
25 de julio: Elecciones a la Asamblea Constituyente. El Polo Patriótico
logra 120 escaños de 131.
3 de agosto: se juramenta la Asamblea Constituyente compuesta por 131
miembros. Se disuelve el Congreso de la República.
15 diciembre: Desastres naturales, emergencia nacional. Se aprueba la
nueva Constitución.
30 de diciembre: Se publica la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela.

2000
30 de julio: Se producen las «megaelecciones 2000». Se reelige al Presi-
dente de la República. Se eligen además, los 165 diputados a la Asam-
blea Nacional, los 23 gobernadores, los alcaldes y representantes de
otros organismos estatales.
30 de octubre: Se suscribe el Convenio Cubano-Venezolano de suminis-
tro de petróleo.
3 de diciembre: Elección para concejales y miembros de las juntas parro-
quiales.
2001
Abril: Hugo Chávez participa en la III Cumbre sobre el ALCA en
Québec, (Canadá). Brasil y Venezuela se oponen a la concreción del
ALCA para el 2003.

106
11 de agosto: Se forman los Círculos Bolivarianos.
10 diciembre: Es aprobada la Ley Habilitante, un conjunto de 49 leyes
que reafirman el carácter público del petróleo, el derecho a la educa-
ción y sanidad gratuita de todos los venezolanos, entre otras medidas
de corte progresista,
10 diciembre: Fedecámaras (entidad empresarial) y la cúpula sindical de
la CTV llaman a un paro patronal.
17 de diciembre: Se juramenta a los Círculos Bolivarianos. Chávez relanza
el MBR 200.

2002
18 de marzo: Hugo Chávez asiste a la Conferencia Internacional sobre la
Financiación para el Desarrollo (IMU) en Monterrey, México. En su
discurso propuso la creación del Fondo Humanitario Mundial.
11 de abril: Golpe de Estado en el que participan partidos de derecha,
empresarios, oficiales de alto rango del ejército y cúpulas sindicales.
12 de abril: Pedro Carmona, presidente de Fedecámaras, se autoproclama
presidente de Venezuela y disuelve todos los poderes públicos. Gol-
pistas agreden a dirigentes partidarios de Chávez. En las 44 horas
que duró el breve gobierno de Carmona hubo 38 asesinatos de diri-
gentes populares en Caracas.
12 de abril: Turbas pro-golpistas atacan la Embajada de Cuba en Caracas.
Isaías Rodríguez, Fiscal General de la República, anuncia que el pre-
sidente no ha renunciado. Sectores populares y tropas fieles a Chávez
comienzan a movilizarse contra el golpe.
13 de abril: La movilización popular se acrecienta. Las distintas unidades
militares se pronuncian contra el golpe y por el regreso de Chávez.
En Maracay el general del Ejército Raúl Isaías Baduel, jefe del
Batallón de Paracaidistas, rechaza el golpe. Su cuartel es rodeado por
el pueblo. En Caracas, el Fuerte Tiuna (fuerte militar ubicado cerca
de una popular zona del sur-oeste de la capital) es igualmente rodea-
do por el pueblo y el general del Ejército Jorge Luis García Carneiro
se une a la gente y pone a disposición su batallón.

107
14 de abril: En horas de la madrugada Hugo Chávez retoma la presiden-
cia de Venezuela. Arresto de seis oficiales de las Fuerzas Armadas
vinculados al golpe y a Pedro Carmona.
2 de diciembre: Sectores empresariales y sindicales inician un paro general
para exigir la renuncia de Chávez. Empleados de Petróleos de Vene-
zuela (PDVSA) se unen a la medida, paralizando la firma. El gobierno
usa tropas y personal leal para reactivarla y despide a los trabajadores
huelguistas. La protesta culmina el 2 de febrero del 2003.

2003
11 de enero: El Presidente de la República, Hugo Chávez Frías, ordenó
que los batallones de Cazadores patrullen los oleoductos para evitar
nuevas acciones de sabotaje a las instalaciones petroleras y a la dis-
tribución de gasolina.
13 de enero: Las pérdidas económicas por la paralización de la industria
petrolera durante diciembre, como consecuencia del sabotaje em-
prendido por la nómina mayor y ejecutiva de PDVSA, ascienden a 4
mil millones de dólares, según informó el ministro de Minas e Hi-
drocarburos, Rafael Ramírez. En ese lapso, se pasó de una produc-
ción normal de 3 millones 200 mil barriles diarios a una muy crítica
de 200 mil barriles por día.
18 de enero: El presidente de la República, Hugo Chávez, aseguró que se
aplicará todo el peso de la ley a los involucrados en el caso del sabo-
taje de las redes de informática de PDVSA que afectaron el funciona-
miento de la estatal.
19 de enero: El presidente de PDVSA, Alí Rodríguez Araque, destacó la
total recuperación de la industria petrolera, pues pasó de un registro
diario de alrededor de 150 mil barriles diarios (b/d) durante los días
más críticos del sabotaje a producir 2 millones de b/d a la fecha.
26 de enero: Presidente Chávez anuncia que el sabotaje petrolero acumula
$ 3 mil millones en pérdidas.
28 de enero: PDVSA continúa despidos de quienes abandonaron sus pues-
tos de trabajo.

108
31 de enero: Una cantidad de 12 millones de barriles de gasolina ingresa-
rá al país en febrero, como parte de las acciones de importación ins-
trumentadas por PDVSA y por el Ministerio de Energía y Minas para
contrarrestar la escasez, la especulación y el acaparamiento de com-
bustibles, según informó la estatal petrolera.
20 de agosto: La oposición entrega ante el Consejo Nacional Electoral
(CNE) firmas recolectadas para impulsar un referendo revocatorio
contra el Presidente.
12 de septiembre: Un nuevo CNE, designado a inicios de agosto, rechaza
la solicitud por incumplir requisitos legales.
2 de diciembre: Tras una nueva recolección bajo las normas del CNE, líde-
res opositores anuncian que lograron firmas para activar el referendo.

2004
15 de agosto: Se realiza el referendo revocatorio sobre la gestión de
Chávez. El mandatario triunfa con 59 por ciento de los votos válidos.
31 de octubre: Elecciones de gobernadores y alcaldes. El oficialismo gana
en 21 de los 23 estados de la nación.

2005
7 de agosto: Elecciones de legisladores municipales y juntas parroquiales.
Los comicios son dominados nuevamente por los partidos afectos a
Chávez.

2006
3 de diciembre: Elecciones presidenciales. Chávez gana la Presidencia de
la República con un porcentaje de 62,84% de los votos.

2007
28 de Mayo: Cese de la concesión Radio Caracas de Televisión. Este
suceso sirvió como pretexto para el inicio de manifestaciones de los
movimientos estudiantiles afines a la oposición.

109
2 de diciembre: Referendo para la aprobación de la reforma constitucio-
nal de 68 artículos. La reforma constitucional fue rechazada por un
51% de los votos.

110
ÍNDICE

DEL ESTADO POSIBLE


LUIS BRITTO GARCÍA VII

A MODO DE PRESENTACIÓN
MIGUEL ÁNGEL PÉREZ PIRELA 3

CAPÍTULO I
NACIMIENTO Y MUERTE DEL ESTADO VENEZOLANO 5
CRISIS ESTRUCTURAL CONTÍNUA DEL ESTADO VENEZOLANO
DEL ESTADO HEREDADO AL PODER POPULAR 5
PREMISA: EL ESTADO MODERNO 5
EL ESTADO CONTEMPORÁNEO: PATERNALISTA-LIBERAL 6
LOS ORÍGENES DEL ESTADO VENEZOLANO: CRISIS ENTRE
ESTADO-FUERZAS ARMADAS 8
EL ESTADO VENEZOLANO CONTEMPORÁNEO: CRISIS ENTRE
ESTADO-FUERZAS ARMADAS-ECONOMÍA 10
CRISIS DEL ESTADO VENEZOLANO: MISIONES COMO «ESTADO BIS» 13
PERSPECTIVAS: DEL ESTADO HEREDADO AL PODER POPULAR 15

CAPÍTULO II
1973-1989 21
BREVE HISTORIA DE UNA REVOLUCIÓN 21
LA «GRAN VENEZUELA» 21
LA CLASE MEDIA Y LO SIMBÓLICO 23
LA CLASE POBRE Y LA RUPTURA DE LO SIMBÓLICO 27
EL ROL DE LA OPOSICIÓN 29
EL TOTALITARISMO DE LO SIMBÓLICO 31

CAPÍTULO III
2004 35
VENEZUELA: EL SÍNDROME DEL BIPARTIDISMO 35
AGOSTO 2004: REFERENDO REVOCATORIO 36
OCTUBRE 2004: ELECCIONES REGIONALES.
EL BIPARTIDISMO DEL SIGLO XXI 38

CAPÍTULO IV
2007 49
DE LA CONSTITUCIÓN POSIBLE: EL PARADIGMA DE LA PROPUESTA
DE REFORMA A LA CONSTITUCIÓN VENEZOLANA 49
PRECEDENTES: DE CÓMO ALLENDE HUBIERA REFORMADO… 49
DE LA DEMOCRACIA EXISTENTE Y LA DEMOCRACIA POSIBLE 52
DEL ESTADO QUE TENEMOS Y EL ESTADO QUE QUEREMOS 54
DE LOS PUEBLOS Y EL PUEBLO COMO RESISTENCIA 54
DE LOS VALORES Y ANTI-VALORES VENEZOLANOS 55
DE LAS PROPIEDADES 57
DE LA CREACIÓN DE UNA NUEVA GEOMETRÍA DEL PODER 60
CONCLUSIÓN: DE LA CRISIS CONTÍNUA 62

CAPÍTULO V
2007-2008… 71
SEIS PELIGROS Y PERSPECTIVAS DEL PROCESO VENEZOLANO 71
LA POLÍTICA DEL ESPECTÁCULO 71
LA LÓGICA «AHÍVIENELOBISTA»: FALSAS AMENAZAS
SOBRE VENEZUELA 74
¿SE GANÓ O SE PERDIÓ EL 2 DE DICIEMBRE? 77
NOSOTROS, LOS REACCIONARIOS VENEZOLANOS 79
LOS DOS PARTIDOS ÚNICOS 81
LA CREACIÓN DE UNA IDEA DEL SUR 83
CAPÍTULO VI
MUERTE Y RENACIMIENTO DEL ESTADO LATINOAMERICANO:
DE THOMAS HOBBES A EVO MORALES 89
EL ESTADO: LUGAR DEL NOSOTROS 89
EL LIBRE MERCADO: EL LUGAR DEL YO 93
EL LIBERALISMO PATERNALISTA 95

CRONOLOGÍA 99
Este libro se terminó de imprimir
en octubre de 2008,
en los talleres de PUBLICACIONES MONFORT C.A.,
situados en kilómetro 14 carretera vieja
Petare-Guarenas, Centro Industrial
Los Cedros, Sector Caucagüita,
estado Miranda, Venezuela.
Son 3.000 ejemplares
impresos en papel Saima Antique 90 grs.
La tipografía utilizada fue
Times Ten 11 puntos
sobre 14.4 de interlineado.

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