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RECURSO DE HECHO
Casal, Matías Eugenio y otro s/ robo simple
en grado de tentativa Ccausa N° 1681C.
S u p r e m a C o r t e:
-I-
El 7 de noviembre de 2003 el Tribunal Oral en lo
-II-
En la sentencia de condena la mayoría del tribunal
describió el hecho que consideró probado del siguiente modo:
"El 10 de marzo de 2003, aproximadamente a las seis, en las
inmediaciones del local bailable 'Metrópolis', sito en la
avenida Santa Fe y su intersección con la calle Darragueyra,
Matías Eugenio Casal y Gastón Pablo Borjas ascendieron al
vehículo de alquiler [...] conducido por Hugo Marcelo Rutz. Le
indicaron que los llevara hasta Cabildo y Correa y una vez
allí, por ésta hasta Plaza. En esos momento el conductor de-
cidió comunicar a la central el destino del viaje, oportunidad
en la que Casal que se hallaba sentado detrás suyo lo tomó del
cuello con ambos brazos y Borjas arrancó el micrófono y le
apoyó un arma de fuego en la cintura. Ante la resistencia para
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liberar su cuello fue golpeado con el arma en la zona de la
boca. Al llegar a Correa al 3500, los imputados lograron la
detención del vehículo sacando las llaves de contacto.
Obligaron a la víctima a bajarse y Casal lo golpeó con el arma
de fuego en la cabeza cuando se resistió a que se llevaran sus
documentos y los del automotor. A bordo de éste finalmente
huyeron con la referida documentación y poco más de $ 150 que
también sustrajeron. Aproximadamente a las 7.20 del mismo día,
sobre la avenida General Paz, a la altura de la calle Víctor
Hugo, personal policial vio la detención del vehículo en
cuestión. Advirtió que dos sujetos descendían. La alarma
sonaba y éstos no sólo no respondieron a sus llamados sino que
comenzaron a huir. Finalmente, después de una corta
persecución fueron detenidos los imputados secuestrándose todo
lo sustraído, excepto el dinero".
En su alegato el fiscal acusó a Casal como coautor
del delito de robo simple, pues consideró que no había prueba
suficiente que permitiera afirmar, con la certeza que se re-
quería en esa etapa procesal, que en la comisión del hecho
hubiera sido utilizada un arma. Al respecto, señaló las im-
precisiones y contradicciones que, a su juicio, presentaba la
versión brindada por la víctima durante la audiencia, así como
las contradicciones existentes entre ella y las declaraciones
vertidas durante la instrucción, y mencionó diversas
circunstancias, relacionadas con la mecánica de la lesión
comprobada (ésta no fue cortante sino un "chichón" a pesar de
lo que indica la experiencia cuando se usa un arma de metal
con la violencia que indica la víctima; tampoco se acreditó
lesión alguna en la boca), el tiempo transcurrido y el com-
portamiento en general de los imputados, las cuales, a su
entender, lejos de avalar la hipótesis de la existencia de un
arma conformaban un cuadro de indicios que contribuía a po-
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había consumado o había quedado tentado, sostuvieron: "El
hecho se consumó", pues "los imputados tuvieron casi una hora
y media para disponer de lo sustraído y el dinero que portaba
la víctima no fue hallado. Esta última circunstancia exime de
contestar los argumentos de las defensas, en cuanto sostienen
que quedó en grado de tentativa".
Por último, la vocal que votó en minoría destacó que
las versiones brindadas por el damnificado en sus varias
declaraciones ante la instrucción no coincidían con la decla-
ración vertida durante la audiencia, y agregó que incluso este
último relato exhibía también en sí mismo incongruencias.
Describió luego puntualmente algunas de ellas y puso énfasis
en la conmoción que debió haber sufrido el damnificado, pero
consideró que la confusión de su discurso que, según expresó,
la víctima atribuyó a ese estado, no podía ser interpretada en
contra de los imputados. Razonó también a partir de la
agresividad de Casal y su práctica de artes marciales (datos
que dijo comprobados en la audiencia) la hipótesis de que el
"objeto duro" que causó el "chichón" en la cabeza hubiese sido
una mano, "usada con firmeza, de canto, en un golpe seco",
elemento que, sin embargo, no podría ser considerado arma
impropia. Por último, invocando las reglas de la experiencia,
mencionó varias circunstancias que, a su juicio, contribuían
de manera significativa a generar la duda, a saber (i) que a
pesar de tratarse supuestamente de un importante arma de fuego
no haya sido utilizada en ningún momento para intimidar, que
es el uso normal en los asaltos, (ii) que el arma haya sido
usada para golpear, pero lo suficientemente despacio para que
no quedaran huellas, y (iii) que la única lesión nada diga de
la estructura metálica de la pistola, que en general deja
señas más elocuentes.
Sobre la base de estas consideraciones, concluyó que
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-III-
En lo central, a lo largo de su actividad recursiva,
la defensa planteó dos agravios. El primero de ellos consistió
en sostener que la prueba producida durante el debate no sería
suficiente para acreditar -como lo había sostenido el tribunal
de juicio- que en la realización del robo Casal y su coautor
se valieron de un arma, por lo que el tipo agravado del
artículo 166, inciso 2, de la ley sustantiva había sido mal
aplicado. El segundo agravio consiste en la discrepancia de la
defensa con la calificación del hecho como robo consumado. En
relación con este último, sostuvo que se había logrado probar,
durante el juicio, que el titular del rodado nunca había
perdido dominio sobre él, ya que gracias a un sistema de
control satelital siempre se pudo saber dónde se encontraba el
vehículo e incluso habría sido posible cortarle la corriente,
lo que había ocurrido.
-IV-
En la decisión por la que se desestima la queja -y
con la cual, por lo tanto, queda formalmente cerrada la vía de
la casación- el a quo, luego de resumir los agravios, les dio
un único tratamiento. En el considerando tercero de esa
decisión del 12 de marzo de 2004 se lee: "Que el recurso de
hecho intentado no puede prosperar, por cuanto el modo en que
los impugnantes han introducido sus agravios, sólo revela su
discrepancia con la manera en que el Tribunal a quo valoró la
prueba producida y estructuró la plataforma fáctica dando por
consumado el delito con la existencia de un arma (cfr. los
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argumentos vertidos a fs. 367 vta./368), atribución que le es
propia y que resulta ajena -salvo supuestos de arbitrariedad o
absurdo notorio que no se verifican en la especie- al control
casatorio". Un poco más adelante, esa idea fue complementada
con la siguiente oración: "En este orden de ideas, corresponde
apuntar que resulta improcedente en esta instancia provocar un
nuevo examen crítico de los medios probatorios que dan base a
la sentencia, toda vez que el valor de las pruebas no está
prefijado y corresponde a la propia apreciación del tribunal
de mérito determinar el grado de convencimiento que aquéllas
puedan producir, quedando dicho examen excluido de la
inspección casacional, salvo casos de arbitrariedad o absurdo
notorio que no se dan en autos".
-V-
En su recurso extraordinario la defensa sostuvo que
el a quo había denegado el recurso ante ella interpuesto sobre
la base de fórmulas dogmáticas y genéricas y, por tanto, en
violación a las reglas del debido proceso legal, pues luego de
postular que la valoración de la prueba era revisable en
casación en caso de arbitrariedad, rechazó la queja sin
efectuar análisis alguno de los agravios y sobre la única base
de afirmar dogmáticamente que no advertía ese vicio en la
sentencia del tribunal.
A ello agregó que lo resuelto significaba asimismo
una lesión al principio in dubio pro reo (mencionado ahora
expresamente en los artículos 8.2.h de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos y 14.2 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticas, en función de lo establecido por
el artículo 75, inciso 22, de la Constitución Nacional) pues
si al tribunal de casación le era posible advertir -mediante
la lectura de los argumentos del recurrente, de la sentencia y
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Ante todo, debo señalar que si bien la revisión de
pronunciamientos que resuelven la procedencia del recurso de
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casación resulta, por regla, ajena a esta instancia extraor-
dinaria, V.E. ha hecho excepción a ese principio, en salva-
guarda de las garantías del debido proceso y de la defensa en
juicio, cuando se frustra la vía utilizada por el justiciable
sin fundamentación idónea suficiente (Fallos: 321:1385, 3695;
322:1526) tal como, a mi modo de ver, sucede en el presente
caso.
En tal sentido, creo oportuno recordar que, según
tiene dicho V.E., la jerarquía constitucional de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos ha sido establecida por
voluntad expresa del constituyente en las condiciones de su
vigencia (artículo 75, inciso 22, de la Constitución Nacional)
esto es, tal como la convención citada efectivamente rige en
el ámbito internacional y considerando particularmente su
efectiva aplicación por los tribunales internacionales
competentes para su interpretación y aplicación (Fallos:
318:514; 319:1840; 321:3555).
Al respecto, la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, al evaluar normas procesales sustancialmente análogas
a las del Código Procesal Penal de la Nación, en el informe n1
24/92 ("Costa Rica", casos 9328, 9329, 9742, 9884, 10131,
10.193, 10.230, 10.429, 10.469, del 2 de octubre de 1992)
expresó que el recurso de casación es una institución jurídica
que, en tanto permite la revisión legal por un tribunal
superior del fallo y de todos los autos procesales im-
portantes, constituye en principio un instrumento efectivo
para poner en práctica el derecho reconocido por el artículo
8.2.h de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en
tanto no se regule, interprete o aplique con rigor formalista,
sino que permita con relativa sencillez al tribunal de
casación examinar la validez de la sentencia recurrida en
general, así como el respeto debido a los derechos fundamen-
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por la parte y que hayan sido determinantes para la decisión
del caso, a fin de remediar eventuales errores en la aplica-
ción de las normas que rigen su correcta solución, entre las
que se encuentran las disposiciones que regulan la valoración
de las pruebas ya producidas y demás hechos establecidos como
ciertos en la sentencia.
En el caso puede advertirse, a partir de las expre-
siones empleadas en el recurso, que la defensa impugnó la
interpretación y aplicación del derecho común que hizo el
tribunal de juicio, específicamente, del artículo 166, inciso
2, del Código Penal, y sostuvo que esa errónea aplicación de
la ley de fondo al caso fue producto de la apreciación arbi-
traria y contraria a la regla in dubio pro reo de la prueba.
En tales condiciones, pienso que la resolución del a
quo por la que se negó el acceso a la instancia casatoria
importa una restricción indebida de esa vía recursiva, en la
medida que no cumple con las reglas establecidas en los pre-
cedentes antes citados a fin de asegurar la vigencia del de-
recho a obtener una revisión amplia de la condena por parte de
un juez o tribunal distinto y de superior jerarquía orgánica.
Las razones que sustentan esta conclusión serán desarrolladas
en detalle en los acápites siguientes.
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El repaso de los orígenes históricos del recurso de
casación es importante aquí no en sí mismo, como podría serlo
para un historiador, sino únicamente para entender las conse-
cuencias que esos orígenes han dejado en la configuración
actual del recurso. Dicho de otra manera: los efectos y lími-
tes del recurso, tal cual como se encuentran regulados hoy,
dependen de una evolución y, en este caso, el estudio histó-
rico -que, se enfatiza, se hará de manera condensada- demos-
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quiere, en parte, y aunque esa pretensión fuera vana, de un
mecanismo de control de la división de poderes, o al menos de
proteger al poder legislativo del poder judicial: los jueces
no deben desvirtuar lo establecido por la ley (cf. De la Rúa,
La casación penal, Depalma, Buenos Aires, 1994, ps. 13 y s.).
Si tenía forma de recurso, ello era sólo por razones
de eficacia. En efecto, si bien se trataba más bien de un
método de censura a funcionarios desobedientes (cf. Pastor,
op. cit., p. 27), el hecho de que el mecanismo funcionara como
un recurso facilitaba tener una red informal de denunciantes
de los desvíos de los jueces respecto de la ley.
Es claro también que los fines del recurso de casa-
ción en el antiguo régimen y en la época posterior a la revo-
lución eran diferentes, pues en el antiguo régimen el propó-
sito era conservar la potestad del rey, mientras que en el
nuevo la supremacía de la asamblea legislativa. Sin embargo,
estas dos variantes tuvieron un mismo denominador común y un
mismo efecto en lo relativo a los límites del recurso: las
divergencias de los jueces en la determinación de las cues-
tiones de hecho no desafían la autoridad del soberano.
Estos orígenes y funciones del recurso de casación
hacen fácilmente deducible el motivo de la limitación tajante
del recurso a cuestiones de derecho. La función era proteger
la autoridad de quienes habían dictado las leyes y la de
quienes tenían la función judicial suprema de establecer la
interpretación legal única. Así, en este esquema, las deci-
siones sobre hechos tomadas por los tribunales inferiores no
podían, en ningún caso, conmover esa autoridad. De allí que no
existiera ningún interés en realizar esfuerzos por controlar
lo que los tribunales de mérito decidían acerca de ellos.
Quedaba claro que los tribunales siempre podrían manipular los
hechos para llegar a la decisión que quisieran, pero en tanto
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impuestas para el juicio, y la casación fue extendida también
a los vitia in procedendo. Esta equiparación, sin embargo, no
fue completa pues quedó limitada a la revisión solamente de
algunas lesiones a la ley procesal, a saber, la violación de
las reglas impuestas por el soberano bajo pena de nulidad o
los vicios cometidos siguiendo formas procesales que el
monarca hubiese específicamente prohibido con una norma
general (cf. Calamandrei, Piero, La Casación Civil, tomo I,
volumen 1, Bibliográfica Argentina, Buenos Aires, 1945, p.
322; De la Rúa, Fernando, op. cit., p. 10).
Esta es la configuración con la que el modelo de
casación francés, con matices, se expandió durante el siglo
XIX por el continente europeo (España, Alemania, Italia, Bél-
gica, etc.), y es también la configuración que presentaba
todavía en el período de entreguerras. Con esta estructura, a
través de su recepción en los códigos italianos de 1913 y
1930, llegó a nuestro país a partir de 1940 con la sanción del
Código Procesal Penal de la provincia de Córdoba. Este diseño
del recurso de casación pasó década tras década a distintas
provincias, hasta que en 1992 se lo estableció en el código
nacional actualmente vigente.
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Ahora bien, la conciencia creciente, existente desde
comienzos del siglo XX, sobre la necesidad de que los recursos
estén dirigidos a salvaguardar el derecho de las partes, que
coexistía con la supervivencia de textos legales que limitaban
el recurso a cuestiones de derecho, culminó con la creación de
estrategias para abrir la casación a cuestiones de hecho ante
el reconocimiento de que para los justiciables era tan grave,
si no más, una condena dictada por un error de hecho que una
fundada en un error jurídico. En efecto, existe desde antiguo
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hechos, sino el método de conocimiento de los hechos impuesto
por el legislador.
En Alemania, una vez consolidada la opinión de que
la distinción entre cuestiones de hecho y cuestiones de dere-
cho era lógicamente imposible, y que por ello esa delimitación
debía practicarse según puntos de vista teleológicos, fue
posible ampliar la casación a cuestiones que antes habían
quedado fuera de su alcance (cf. Roxin, Claus, Derecho Proce-
sal Penal, Editores del Puerto, Buenos Aires, 2000, ps. 471 y
ss.; Krause, Dietmar, Die Revisión im Strafrechtsverfahren, 4.
ed., Heymanns, 1995, núm. 8, p. 7). Por esta vía fueron
consideradas revisables las leyes del pensamiento o de la
experiencia, en tanto su aplicación hubiera contribuido para
llegar a conclusiones sobre cuestiones de hecho. También las
sentencias que omiten considerar otras explicaciones posibles
a la elegida, cuya fundamentación sobre la prueba no es com-
pleta, padece de huecos o no es clara (cf. Frisch, Wolfgang,
Die erweiterte Revision, en Menschengerechtes Strafrecht,
Festschrift für Albin Eser, Múnich, 2005, ps. 257 y ss., ps.
262 y ss., y la jurisprudencia uniforme del Tribunal Federal
Alemán).
Como se ha dicho, entre nosotros, lo mismo que en
España y en Italia, la evolución no ha discurrido tanto por el
cuestionamiento a la posibilidad de distinguir entre vicios de
hecho y vicios de derecho, como por la inclusión de las
cuestiones de hecho y prueba en el ámbito de lo revisable a
través del control de la motivación de la sentencia (cf.
Bacigalupo, op. cit.; Iacoviello, Francesco, La motivazione
della sentenza penale e il suo controllo in cassazione, Giuf-
fré, Milán, 1997, ps. 261 y ss.).
Ahora bien, la discusión acerca de la posibilidad de
distinguir entre cuestiones de hecho y de derecho no está
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Llevo dicho que la estructura jurídica y las fun-
ciones judiciales del recurso de casación permanecen vincula-
das a la concepción que del recurso se tenía en el período de
entreguerras del cual procede. Se trataba más de un remedio
para el control orgánico y funcional de los jueces, que de
permitir la revisión y eliminación de los errores de las sen-
tencias que perjudican a las partes (justicia del caso indi-
vidual). Esto era compatible con la idea vigente en la época
según la cual la doble instancia no constituía una garantía
constitucional (cf. Fallos: 311:274). Si ello era así, el
recurso de casación podía tener cualquier misión, cualquier
contenido y, sobre todo, cualquier límite.
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Esta situación se vio conmovida por dos razones. Por
un lado, ya se vio que la función de lograr una aplicación
uniforme del derecho objetivo, fue considerada con razón, más
una quimera que una realidad alcanzable. Ello es así porque
(i) no toda desviación es recurrida, (ii) muchas veces no lo
es correctamente, de modo que los vicios formales del recurso
impiden al tribunal de casación corregir las desviaciones,
(iii) una distinción quirúrgica entre cuestión de hecho y de
derecho es impracticable, y (iv) es imposible evitar
contradicciones en los propios tribunales superiores locales
(más aun cuando el modelo de la casación se traspola a una
nación que, como la nuestra, ha adoptado la forma federal de
estado).
Por otro lado, en el último medio siglo ha habido
una clara e innegable evolución en la valoración del signifi-
cado de la impugnación de la sentencia condenatoria. A través
de una interpretación más amplia del derecho de defensa en
juicio se entendió que ante la amenaza del error judicial, la
revisión de la condena, al menos en una segunda instancia,
constituía una manifestación de ese derecho, en el sentido de
derecho a defenderse una vez más, después de la defensa en
primera instancia y antes de que la resolución pase en auto-
ridad de cosa juzgada (cf. Maier, Derecho Procesal Penal, tomo
I, Editores del Puerto, 21 ed., Buenos Aires, 1999, ps. 705 y
ss.; asimismo, Fallos: 318:514). Esto es precisamente lo que
reconocen los tratados internacionales de derechos humanos
posteriores a la Segunda Guerra Mundial que expresamente
establecen el derecho del condenado a recurrir la sentencia.
Me refiero al Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos (artículo 14.5) y a la Convención Americana sobre
Derechos Humanos (artículo 8.2.h) y a la interpretación de
esta última por parte de los órganos de aplicación del sistema
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La suma de estos dos factores ha puesto en crisis la
interpretación tradicional de los alcances del recurso de
casación del condenado contra la sentencia. El fin político de
la casación no sólo debe ser visto como irrealizable, tanto
por la imposibilidad de separar con rigor hecho y derecho,
como por las razones ya tratadas que también evidencian que la
pretensión de unificar la jurisprudencia es un mito. Además,
debe ser visto como un interés que tiene que ser subordinado
frente al derecho del imputado a ser condenado, únicamente si
el orden jurídico le ha proporcionado todas las oportunidades
razonables de evitar una condena incorrecta (justicia del caso
concreto).
Por ello, los puntos de partida de principio que
actualmente rigen la configuración del recurso del condenado
contra la sentencia establecen: (i) que las resoluciones ju-
diciales, como todas las decisiones humanas, y especialmente
las que se toman desde el poder público, son susceptibles de
todo tipo de equivocaciones; (ii) que el error judicial que
conduce a una condena penal, cualquiera que sea la naturaleza
de ese error, es de mínima tolerancia en razón de las graves
consecuencias que conlleva; y (iii) que el imputado sólo puede
ser condenado, en todo caso, después de que la decisión haya
superado unos rigurosos controles de calidad, entre los que se
cuenta especialmente la facultad del condenado de impugnar
ampliamente la sentencia como parte de su derecho de defensa
en juicio (derecho a defenderse una vez más [cf. Pastor, La
nueva imagen, p. 131; Maier, op. cit., ps. 713 y ss.]).
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Esto significa que los alcances de lo revisable en
general en casación, es decir, de lo dispuesto por el artículo
456 del Código Procesal Penal de la Nación, debe ser com-
patible con el derecho fundamental del condenado a una revi-
sión realista y eficaz de su sentencia. Desaparecidos los
fines políticos del recurso y debiendo asignársele ahora un
espectro más amplio, no hay ninguna razón jurídica para no
atribuir al recurso de casación la función de permitir al
imputado que, a través de ese medio de impugnación, denuncie
todos los errores que considere existentes en la sentencia
condenatoria con independencia de su naturaleza. En otras
palabras, que el agravio del condenado pueda ser considerado
una cuestión de hecho y prueba no puede servir ya más de ex-
cusa para negar su derecho al examen de los posibles errores
del fallo por él denunciados. Frente al derecho del condenado
a serlo definitivamente sólo si la sentencia ha superado los
controles de calidad en cuestión, no es posible sostener el
principio usual de los tribunales de casación según el cual
los aspectos de la sentencia que se refieran a la determina-
ción de los hechos y a las cuestiones probatorias son deci-
siones discrecionales reservadas al tribunal de mérito salvo
el supuesto de arbitrariedad manifiesta. En cambio, según la
visión actual del recurso contra la condena, las equivocacio-
nes de la sentencia no pueden quedar sin fiscalización por su
falta de gravedad como arbitrariedad o por la supuesta exis-
tencia de poderes exclusivos del juez del primer grado. Sa-
tisfecha la segunda instancia podrá el orden jurídico esta-
blecer límites a la revisión ulterior de las resoluciones
judiciales, escogiendo, p. ej., conceder esa impugnación sólo
ante motivos especiales (cuestión federal, precedentes con-
tradictorios, etc.), pero el primer recurso contra la senten-
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En punto a la nueva amplitud del recurso se debe
modificar, en particular, el campo de las exigencias formales
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de admisibilidad. Como se ha dicho al respecto, "el recurso
del condenado contra la sentencia de primera instancia debe
permitirle con toda sencillez presentar las críticas concretas
y razonadas en las que basa su queja acerca de la imperfección
de la sentencia sin cortapisas solemnes" (Pastor, Los alcances
del derecho del imputado a recurrir la sentencia, en Cuadernos
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recurso, (ii) que el recurso se baste a sí mismo, (iii) que
tenga una exhaustiva fundamentación autónoma, (iv) ni la ex-
presión separada de cada motivo de agravio. Estas son exigen-
cias propias de un recurso extraordinario que no pueden ser
hechas valer ante el recurso del condenado contra la senten-
cia, que en tanto que no se dirige contra la cosa juzgada,
sino que, antes bien, trata de evitar que ella aparezca, es
ordinario por definición (De la Rúa, Fernando, El recurso de
casación en el derecho positivo argentino, Zavalía, Buenos
Aires, 1968, p. 56).
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El recurso de casación debe ser amplificado en sus
motivos para permitir al condenado un ejercicio realista de su
derecho a la revisión de la sentencia, entendido como derecho
al control y a la eventual eliminación de la resolución
judicial que lo condena. En ello, la competencia revisora no
puede sustraerse a la fiscalización de ciertos errores ni
imponer, para llevarla a cabo, exigencias formales que impidan
cumplir con la tarea del recurso. Queda claro que no se trata
de derogar el recurso de casación e instaurar una apelación
incompatible con el sistema oral y público de juicio penal que
establece la Constitución Nacional, sino de adaptarlo para que
pueda cumplir con las exigencias estrictas del derecho del
condenado a impugnar ampliamente los errores de todo tipo de
la sentencia (cf. Maier, op. cit., p. 721; Pastor, Los
alcances del derecho del imputado a recurrir la sentencia,
cit., p. 268). Hasta que el legislador proceda a una nueva
regulación del instituto, la Corte debe proceder a sentar unos
lineamientos, como los aquí esbozados, para llevar a cabo la
necesaria reforma del recurso de casación, exigida por la
Constitución Nacional y la Corte Interamericana de Derechos
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En esta causa el condenado ha introducido dos moti-
vos de disconformidad con lo resuelto. Se ha quejado de la
aplicación incorrecta de una circunstancia agravante (el uso
de un arma) y de que el hecho fuera considerado erróneamente
consumado, en tanto que en realidad -siempre según la defensa-
sólo estaba tentado. Presentó ambos motivos como lesión de la
ley sustantiva según la estructura tradicional del recurso de
casación (cf., supra, acápites II y III).
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vertidas en el proceso no alcanzan para tener ese hecho como
indubitablemente probado; y el hecho no puede considerarse
consumado en tanto el vehículo sustraído contaba con un sis-
tema eléctrico de detención de la fuerza motriz, que impidió
una apropiación completa de la cosa con poder de disposición;
(ii) su recurso fue declarado inadmisible, es decir, la fis-
calización del acierto de la sentencia en esos puntos le fue
directamente negada, porque "la fundamentación resulta insu-
ficiente", "ello excede la vía extraordinaria intentada, que
está limitada exclusivamente para cuestiones de derecho y no
de hecho y prueba, ni su valoración, reservadas al tribunal de
mérito", "el impugnante se limitó a reproducir el planteo
realizado en los alegatos, que el tribunal analizó en la sen-
tencia", "no rebatió los argumentos expuestos en dicho pro-
nunciamiento, ni introdujo ninguna otra cuestión que no fuera
ya tratada", "se trata de una reproducción de lo expuesto,
respecto de los cual el tribunal ya se pronunció", "la defensa
tampoco señaló el error en la aplicación del derecho" (de la
resolución del tribunal de juicio que declaró inadmisible el
recurso de casación del imputado con fecha 5 de febrero de
2004). La Cámara Nacional de Casación Penal, al tratar la
queja presentada por el condenado contra la denegatoria men-
cionada precedentemente, con fecha 12 de marzo de 2004, sos-
tuvo que "el recurso intentado no puede prosperar, por cuanto
el modo en que los impugnantes han introducido sus agravios,
sólo revela su discrepancia con la manera en que el Tribunal a
quo valoró la prueba producida y estructuró la plataforma
fáctica [...] atribución que le es propia y que resulta ajena
-salvo supuestos de arbitrariedad o absurdo notorio que no se
verifican en la especie- al control casatorio" (cf., supra,
acápite IV).
Todas estas razones, utilizadas para declarar inad-
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En conclusión, y tal como adelanté en el acápite VI
de este dictamen, el a quo ha prescindido del alcance que, a
partir de las cláusulas convencionales citadas según las con-
diciones de su vigencia actual, ha adquirido la garantía de la
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defensa en juicio. Por ello, ha asignado al artículo 456 del
código procesal una interpretación por demás restrictiva que
la torna inconstitucional (cf. Fallos: 186:353; 229:368 y 599;
305:945 y 313:209).
En consecuencia, opino que V.E. debe hacer lugar a
la queja, declarar procedente el recurso extraordinario y
dejar sin efecto la resolución impugnada para que, por inter-
medio de quien corresponda, se dicte otra con arreglo a la
doctrina aquí expuesta.
Buenos Aires, 9 de agosto de 2005.
ES COPIA ESTEBAN RIGHI
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