Glosario
Descompresión fusión La fusión que se produce cuando una parte
del manto de la Tierra sufre una disminución de la presión, como
debido al ascenso convectivo o al surgimiento de la peridotita del
manto debajo de las crestas midoceas y los arcos volcánicos. El
surgimiento da lugar a la fusión, porque el punto de fusión (comienzo
de la fusión) de peridotita ocurre al
Una temperatura más baja con una presión decreciente.
Eclogita Una roca ígnea con una mineralogía caracterizada por
minerales de alta presión, pero cuya composición química
corresponde a la del basalto.
Reacción exotérmica Una reacción química que produce calor. Los
químicos tempranos propusieron que las reacciones químicas
exotérmicas profundas dentro de la tierra, tales como reacciones entre
el azufre y el hierro, o la oxidación de los metales alcalinos podrían
ser la causa del calor y de la actividad volcánica.
Neptunistas El grupo de geólogos del siglo XVIII que creían que el
basalto y otras rocas similares no eran de origen volcánico, sino que
se habían formado por precipitación desde un océano primordial.
Obsidiana Cristal volcánico de alta sílice, generalmente de color
negro o gris oscuro, con la composición química de la riolita.
Palagonita Un mineral arcilloso producido por la hidratación
De vidrio volcánico basáltico.
Peridotita Una ultramáfica (alta magnesia, baja en sílice) igne-
Cuya mineralogía está dominada por el olivino y el piroxeno. La
peridotita es el principal tipo de roca del manto superior de la Tierra y
la fuente de roca más probable para el basalto por fusión parcial.
Plutonistas El grupo de geólogos del siglo XVIII que creían que el
basalto y las rocas relacionadas se producían por solidificación a partir
de magma o silicato fundido.
Sideromelan Vaso volcánico basáltico, que produce palanga a la
hidratación.
Xenolitos Fragmentos de roca originados en la Tierra profunda
(principalmente el manto), sacados a la superficie por erupciones
volcánicas.
Introducción
Este capítulo trata de la historia de las ideas acerca de la generación
del magma dentro de la Tierra, la causa raíz de todos los fenómenos
volcánicos. Es un proceso que resulta en el transporte de material y
calor desde la profundidad hasta la superficie de nuestro planeta.
Parecería lógico que la historia de las ideas sobre el derretimiento en
la tierra fuera sinónimo de la historia de la vulcanología "clásica". Sin
embargo, no es así porque hasta mediados de los años setenta la
volcanología era esencialmente un esfuerzo descriptivo, dedicado
principalmente a la geomorfología de las formas de los volcanes, a la
geografía de las regiones volcánicas ya la cronología de las
erupciones. Hasta hace poco, los vulcanólogos han demostrado poca
penetración en cuanto a los procesos físicos de la acción volcánica y
han ignorado a menudo las causas de los procesos de fusión que
conducen a la formación del magma. La vulcanología se convirtió así
en un campo descriptivo, carente de rigor y al margen de la ciencia.
Ahora es oportuno redefinir la vulcanología moderna como la ciencia
que se ocupa de la generación del magma, su transporte y los
procesos superficiales o superficiales que resultan de su intrusión y
erupción. Sin embargo, la vol- canología moderna es altamente
interdisciplinaria y se inspira en diversas subespecialidades
geocientíficas.
Los procesos que provocan el derretimiento en la Tierra habían sido
descubiertos por los físicos a mediados del siglo XIX, pero debido a la
bifurcación de los campos científicos, los volcanólogos ignoraban por
completo estos hallazgos de los primeros filósofos naturales o
geofísicos Y continuó con un enfoque descriptivo de las
características superficiales sin adquirir una comprensión de los
procesos fundamentales en el trabajo profundo en la Tierra. La Tabla
I enumera algunos de los principales avances históricos realizados en
el estudio del volcanismo hasta el siglo XX.
Los inicios
En tiempos prehistóricos, las oportunidades de "descubrir" el fuego y
de observar el calor abundaban en el mundo natural. El relámpago
ataca incendios encendidos en el bosque primitivo o en llanos áridos
y herbosos. Las erupciones volcánicas y los flujos de lava lanzaron
duchas de chispas brillantes y calor incandescente. Lo más probable
es que fueran las fuentes de las que tomaron prestados nuestros
antecesores, cuidando cuidadosamente los fuegos que encendieron,
porque sus fuentes eran sólo inconstantes y locales. Con el fuego a
su mando, los humanos podían aventurarse en nuevos reinos de frío
y oscuridad, en terrenos polares y cuevas de montaña.
Nuestro conocimiento de los precursores humanos y los humanos
primitivos está íntimamente relacionado con las erupciones volcánicas
(véase el capítulo 80). Es debido a la excelente preservación de los
fósiles en los depósitos volcánicos que los paleoantropólogos han
comenzado a desentrañar el misterio de los orígenes humanos. La
mayor parte de los restos más antiguos del hombre primitivo proceden
de regiones volcánicas de África e Indonesia, y la asociación de la
actividad volcánica con estos fósiles no es mera coincidencia. La
explicación más lógica de su relativa abundancia y buena
preservación en tales ambientes es que los huesos fueron
rápidamente cubiertos por depósitos volcánicos. De la misma manera
que las ciudades romanas de Pompeya y Hercu- laneum fueron
enterradas instantáneamente por la erupción de Vesu- vius en el año
79 d. C. y conservadas virtualmente intactas hasta nuestros días, así
también los anteriores depósitos volcánicos sellados en los restos y
artefactos frágiles de nuestros antepasados más distantes,
Preservándolos durante millones de años. El impresionante
descubrimiento de huellas de homínidos de Australopithecus de 3,7
millones de años que atraviesan un depósito de cenizas volcánicas en
Laetoli, en el Rift de África Oriental, es un testimonio gráfico del poder
de preservación por la caída de cenizas volcánicas. Los depósitos
volcánicos también contienen minerales que pueden ser
convenientemente datados midiendo la desintegración de los isótopos
radiactivos de potasio y argón, un método que ha permitido la datación
de los restos fósiles del humano más antiguo, Homo habile, en Olduvai
como 1,75 millones de años antiguo. Un escenario similar en la grieta
africana en Hadar en Etiopía ha producido fósiles del posible
precursor humano, Australopithecus afarensis, permitiendo su
datación en 3,5 millones de años. La piedra volcánica es el primer
material conocido utilizado en la creación de herramientas por el
género Homo. Los primeros artefactos de piedra tienen alrededor de
2,5 millones de años, implementos hechos de lava, que se encuentran
en la orilla del lago Turkana en el este de África. Después de sus
humildes comienzos como fabricantes de herramientas con la
elaboración de estos "núcleos" crudos, los primeros humanos
mejoraron gradualmente las técnicas de trabajo de la piedra en
escamas, picadoras, hachas de mano, hendiduras y finalmente,
delicadas hojas de piedra de obsidiana en la parte superior Paleolítico.
Materiales más mundanos tales como piedra pómez y ceniza
volcánica se han utilizado por casi 3000 años en la fabricación del
cemento. Una mezcla de ceniza volcánica y cal produce un cemento
hidráulico muy duradero y resistente al agua. Los volcanes eran
también una fuente principal de azufre. Temprano en la gente se dio
cuenta de que el azufre arde con una llama extraña y chisporroteante,
desprendiendo un vapor maloliente y asfixiante. Probablemente los
primeros usos del azufre fueron matar insectos y blanquear lana,
plumas y pieles. Homero sabía de su propiedad de fumigación y
elogiaba el azufre que evitaba las plagas, y Ulises llamó: -¡
Rápidamente, trae fuego para quemar el azufre, la cura de todos los
males! Azufre vela era un ritual de limpieza de la casa después de un
caso de enfermedad contagiosa en el hogar. Las características del
azufre en las prescripciones egipcias del siglo XVI a. C., y Plinio el
Viejo describe sus usos medicinales, industriales y artesanales en su
Historia Naturalis (77 A.D.). Los romanos también encontraron una
nueva aplicación en la guerra para el azufre que minaron en Sicilia. Al
mezclarlo con alquitrán, colofonia y betún, produjeron el primer arma
incendiaria.
Anaxagoras
 5th cent. B.C. Erupciones causadas por grandes
vientos dentro de la Tierra
Seneca
 65 A.D.
 La combustión como fuente de calor en la Tierra
Pliny the Elder
 Year 79 A.D.
 Primera expedición científica para
estudiar una erupción
Pliny the Younger 79 A.D. Primer relato de testigo volcánico, erupción
del Vesubio
Snorri Godi
 1000 A.D. La roca basáltica en Islandia reconocida
como de origen de flujo de lava
Liberti Fromondi 1627 Erupciones explosivas en comparación con la
combustión de la pólvora
Edward Jorden 1632 Las reacciones químicas de azufre generan calor
terrestre
Rene ́ Descartes 1650 El núcleo de la Tierra incandescente como
fuente de calor volcánico
Athanasius Kircher 1665 Primer mapa global de la distribución de los
volcanes en la Tierra
Francesco d’Arezzo 1670 Primeros experimentos con rocas fundidas;
Derrite la lava del Etna
J.-E. Guettard 1751 Identifica rocas en Volvic en Auvernia, Francia,
como lava
Pierre Grignon 1761 Extrae cristales de escorias de vidrio; Productos
de hornos de vidrio en comparación con productos de volcanes
Nicholas Desmarest 1763 Columnas de basalto prismáticos en
Clermont de origen volcánico
William Hamilton 1776 Pionero en vulcanología de campo; Reconoce
diques y venas magmáticas
Ben Franklin 1783 Las erupciones volcánicas tienen efectos
atmosféricos y pueden enfriar la Tierra
James Hutton 1785 Reconoce intrusiones de magma en la corteza de
la Tierra
James Hall
 1790 Experimentos de fusión y cristalización en basalto
D. Dolomieu 1790 Algunos sedimentos son cenizas volcánicas
estratificadas y consolidadas
Leopold von Buch 1799 Minerales en lavas formadas por cristalización
a partir de magma
Lazzaro Spallanzani 1794 Primer análisis químico de las rocas
volcánicas.
El vapor de agua es el gas magmático
dominante; Causa explosiones
John Playfair 1802 Especula que el cambio en la presión afecta el
derretimiento de las rocas
Robert Kennedy 1805 Primer análisis químico completo de basaltos
Humphry Davy 1808 Las reacciones exotérmicas de los álcalis
proporcionan calor volcánico
Pierre Cordier
 1815 Identifica y analiza los componentes minerales
de las lavas
A. von Humboldt 1822 Disposición lineal de volcanes relacionados con
la tectónica profunda
George P. Scrope 1825 La fusión de la descompresión puede
producir magma en el interior de la Tierra. La diferenciación química
produce variedad de tipos de magma
Charles Darwin 1835 La sedimentación cristalina es el agente de
diferenciación magmática
S.-D. Poisson 1835 Reconoce que la alta presión en la Tierra profunda
conduciría a la solidificación de la Mayor temperatura
Gustav Bischof 1837 Demuestra experimentalmente que la
transformación de la roca sólida a magma resulta en Aumento de
volumen
William Hopkins 1839 Descompresión de fusión como un proceso en
la generación de magmas
Robert Bunsen
 1851 La mezcla de magma produce tipos
intermedios de magma; Reconoce que los magmas son soluciones
S. Waltershausen 1853 La expansión del vapor de agua causa la
fragmentación del magma y piroclástico; Reconoce importancia De
formaciones de roca volcánica submarina
Robert Mallet 1858 Mapa de la distribución mundial de los terremotos
y volcanes
Osmond Fisher 1881 Propone corrientes de convección dentro de la
Tierra
John Judd 1881 Reciclaje volcánico del agua de los volcanes a la
atmósfera, a los océanos, y vuelta al magma A través de la tierra
sólida
Carl Barus
 1893 Primero determinar la curva de fusión del basalto
en función de la presión Documentación de la erupción de la montaña
Pelee
Alfred Lacroix 1902 Pionero en aplicación de tecnología al estudio de
fenómenos volcánicos
Frank Perret 1906
Alfred Wegener 1912 Teoría de la deriva continental
Arthur Holmes 1915 Calcula un perfil de temperatura para la Tierra
basado en la generación radiactiva de calor
Arthur Holmes 1916 Magma basáltico generado por fusión parcial de
periodótito
Arthur Holmes 1928 Descompresión y generación de magma por
convección del manto
Norman L. Bowen 1928 La teoría de cristalización fraccional
desarrollada para explicar el rango
Las leyendas y el infierno
Las erupciones volcánicas (cuadro II), las más espectaculares y
inspiradoras de los fenómenos naturales, han inspirado a lo largo de
la historia el culto religioso y han llevado a la creación de mitos
(capítulo 80). Incluso en el siglo XX, estas respuestas se pueden
observar cuando un volcán entra en erupción. James Hutton,
considerado por muchos como el padre de la geología, fue en 1788 el
primero en intentar explotar el mito asociado con las erupciones
volcánicas. En opinión de Hutton, (a)El volcán no se ha hecho a
propósito para asustar a las personas supersticiosas en ataques de
piedad y devoción; Ni sobrepasar las ciudades consagradas con
destrucción; Un volcán debe ser considerado como un espiráculo al
horno subterráneo, para prevenir la elevación innecesaria de la tierra,
y efectos fatales de terremotos; Y podemos estar seguros de que, en
general, sabiamente responder al final de su intención, sin ser en sí
mismos un fin, para que la naturaleza ha ejercido tal poder asombroso
y la invención excelente.
Las personas primitivas de todo el mundo han creído durante mucho
tiempo que los volcanes estaban habitados por deidades o demonios
que eran altamente temperamentales, peligrosos e impredecibles.
Para apaciguar a los dioses caprichosos, los seres humanos han
hecho durante siglos el sacrificio final. Así, los mayas, los aztecas y
los incas ofrecían seres humanos a sus volcanes. Los nicaragüenses
creían durante mucho tiempo que su peligroso volcán Coseguina se
quedaría callado sólo si un niño fuera arrojado al cráter cada 25 años.
Del mismo modo, las jóvenes fueron arrojadas al cráter del volcán
Masaya, en Nicaragua, para calmar el fuego. Hasta hace poco, la
gente en Java Sacrificó seres humanos en el volcán Bromo y todavía
arroja pollos vivos al cráter una vez al año. Las personas que viven
cerca de los temidos volcanes de Nyamuragira y Nyaragongo en
África central sacrificaron anualmente a 10 de sus mejores guerreros
al cruel dios volcánico Nyudadagora. Para los que eran escépticos de
tales ritos y señaló que los sacrificios anteriores no habían podido
prevenir o detener una erupción, los creyentes han contrarrestado con
el argumento de que las cosas hubieran sido mucho peor sin el
sacrificio.
El pueblo azteca llamó a los volcanes que rodean el Valle de México
después de sus dioses. Popocatepetl e Iztaccihuatl, situados al este
del valle, se dedicaban como deidades, vinculados a una hermosa
historia de amor. Cuando Popocatepetl regresó victorioso de la guerra
para reclamar a su amada, sus enemigos enviaron la noticia de que
había sido asesinado, y la princesa Iztacchiuatl ('' Sleeping Woman '')
murió de pena. Popocatepetl entonces construyó dos grandes
montañas. En uno puso el cuerpo de Iztaccihuatl; Por el otro,
permanece eternamente sosteniendo su antorcha funeraria.
Las erupciones volcánicas tenían un alto contenido en la mitología
griega, que abunda en alusiones a los volcanes, asociándolas con
dioses como Plutón, Perséfone, Vulcano y el temible Tifón. La idea de
que la actividad volcánica representa los movimientos de los Titanes,
gigantes encarcelados en la Tierra, se remonta a la época clásica de
los griegos. La asociación mítica de erupciones volcánicas con
batallas entre los dioses olímpicos y los titanes es muy probable que
se remontan a la antigüedad preclásica. Los griegos veían a los
Titanes como grandes criaturas humanas, nacidas de la Tierra para
atacar a los dioses. Confinados bajo varias regiones volcánicas, su
aparición en la tierra o en el aire parecía el precursor lógico de una
erupción volcánica. El más impresionante de todos los monstruos
griegos fue Typhon. El primogénito de Gaia (Madre Tierra) y Zeus, él
fue el monstruo más grande que jamás haya vivido. Sus brazos,
cuando se extendió, llegaron a cien leguas, el fuego brilló de sus ojos,
y rocas llameantes salieron de su boca. Incluso los dioses del Olimpo
huyeron aterrorizados ante su vista. Tifón se rebeló contra los dioses
e incluso se opuso a Zeus, que luego lanzó el Monte Etna a él,
atrapando a la espantosa criatura bajo la montaña. Cuando Typhon
estaba así encarcelado bajo el Etna, unas cabezas de un centenar de
dragón salieron de sus hombros, con ojos que erupcionaron llamas,
una lengua negra y una voz terrible. Cada vez que Typhon se revuelve
o rueda en su prisión, el Etna gruñe, y la Tierra se sacude, con
erupciones y velos de humo cubriendo el cielo (Fig. 1).
El Hades de los griegos y romanos hizo una fácil transformación en el
Infierno de los primeros cristianos, descrito en la Biblia como un lugar
con un fuego eterno que Nunca se apagará. San Agustín habló del
infierno como un lago de fuego y azufre. Por la Edad Media, el infierno
había adquirido gran importancia, con la mayoría de los estudiosos
convencidos de que era un lugar real y ardiente. Uno de los lugares
más citados como la puerta de entrada al infierno era el volcán Etna,
en Sicilia, y "navegar a Sicilia" se convirtió en un eufemismo para ir al
infierno.
 Thera (Santorini), 1650 B.C. Una de las erupciones
explosivas más grandes en la Tierra; Puede haber
contribuido al declive de la civilización Minoica.
 Vesuvius, A.D. 79 La primera erupción histórica importante
ocurrió dentro de la gama de ciudades importantes; La
primera erupción debe ser documentada por un testigo.
 Etna, 1669 Mayor evento de flujo de lava con una
destrucción generalizada en Catania de las lavas
 Lakagigar, 1783 La mayor erupción de flujo de lava en la
Tierra; Impacto catastrófico en la población de Islandia de la
Producido por la emisión de gases volcánicos.
 Asama, 1783 Devastación local de los flujos piroclásticos;
Impacto en todo el país en Japón de los efectos del clima .
 Tambora, 1815 La erupción volcánica histórica más grande
en la Tierra; Columna de erupción más alta (43 km); Ácido
sulfúrico global El aerosol causa el cambio climático global;
El mayor número de muertos conocido de más de 92.000
personas.
 Krakatau, 1883 Primera erupción grande de la edad
moderna; Severo impacto y mortalidad por maremotos
(tsunami).
 Mount Pele ́e, 1902 El ejemplo clásico de una pequeña
erupción que causa severas pérdidas de vidas; El comienzo
del estudio de Flujo piroclástico y procesos de oleaje .
 Paricutin, 1943 El nacimiento y crecimiento de un nuevo
volcán observado.
 Bezymianny, 1956 Una de las columnas de erupción más
conocidas en un evento histórico (42 km).
 Surtsey, 1963
 La mejor evidencia de la interacción
magma-agua durante la erupción explosiva
 Mount St. Helens, 1980 La primera gran erupción será
monitoreada intensamente con tecnología moderna.
 El Chichon, 1982 Las explosiones piroclásticas más
generalizadas de un evento explosivo histórico
 Nevado del Ruiz, 1985 Otro ejemplo de una pequeña
erupción que provoca graves pérdidas de vidas; Ejemplo
trágico de la falta de Medidas de atenuación.
 Pinatubo, 1991 La erupción más grande del siglo XX; Mayor
impacto social en Filipinas; Importantes efectos
atmosféricos mundiales.
Viento en la tierra
Las primeras ideas conocidas sobre la causa de las erupciones
volcánicas datan de los filósofos naturales griegos del siglo V aC.
Anaxágoras propuso que las erupciones fueron causadas por grandes
vientos almacenados dentro de la Tierra. Cuando estos vientos fueron
forzados a través de pasajes estrechos o emergieron de las aberturas
en la corteza terrestre, la fricción entre el aire comprimido y las rocas
circundantes generó un gran calor, llevando a la fusión de las rocas
ya la formación del magma. Para cualquiera que haya observado una
erupción volcánica explosiva, esta es una idea perfectamente lógica,
que de hecho fue tomada por Aristóteles y transmitida por los eruditos
hasta la Edad Media.
Aristóteles (384-322 a. C.) discutió el origen de los terremotos,
atribuyendo el mismo origen o similar a las erupciones volcánicas. ''
La Tierra '', escribió en la Meteorología, posee '' su propio fuego
interno '', que genera viento dentro de la Tierra actuando sobre el aire
atrapado y la humedad, llevando a terremotos y erupciones
volcánicas. Incluso hace una comparación con la anatomía humana al
discutir el efecto del "viento interno": "Porque debemos suponer que
el viento en la tierra tiene efectos similares a los del viento en nuestros
cuerpos cuya fuerza cuando Está encerrada en nuestro interior puede
causar temblores y palpitaciones ". Aristóteles pensó que el calor
asociado con las erupciones volcánicas fue generado por la fricción
producida cuando el viento se movía rápidamente a través de las
restricciones dentro de la Tierra. "El fuego dentro de la Tierra sólo
puede deberse a que el aire se inflama por el choque, cuando es
violentamente separado en los fragmentos más pequeños. Lo que
ocurre en las islas Lipari ofrece una prueba adicional de que los
vientos circulan por debajo de la Tierra ''.
La identificación de la actividad volcánica con "viento y fuego" por los
primeros griegos se sigue lógicamente de las observaciones reales de
una erupción volcánica. Los fenómenos más llamativos son primero la
explosión de gases calientes o "viento" de la Tierra a través del cráter;
Luego el incandescente resplandor rojo de la roca fundida, dando la
apariencia de fuego. Fue sobre la base de estos Fenómenos que
Aristóteles postuló una vasta reserva de viento reprimido dentro de la
Tierra, que generó fricción y calor elevado y encontró su escape en
los volcanes. Después de todo, la visión platónica era que el calor es
una especie de movimiento. El concepto de volcanismo de Aristóteles
está así arraigado firmemente en sus ideas sobre la capacidad del
movimiento para generar calor, como se afirma en su Meteorologica:
"Vemos que el movimiento puede rarefiar e inflamar el aire, de modo
que, por ejemplo, los objetos en movimiento son a menudo Encontró
fundirse ". Esta teoría, que en realidad data de sus predecesores,
Anaxágoras, Platón y Demócrito, fue notablemente larga y tuvo
adeptos hasta bien entrado el siglo XVI.
Combustión interna
Inicialmente, los filósofos romanos adoptaron la visión griega de las
causas de las erupciones volcánicas, pero finalmente propusieron otra
explicación, una más acorde con la práctica mente romana. Lucius
Annaeus Seneca (2 B.C.-A.D. 65) escribió sobre el volcanismo en su
obra sobre la filosofía natural, Questiones Naturales. Atribuyó las
erupciones volcánicas, en parte, al movimiento de los vientos dentro
de la Tierra, luchando por salir a la superficie, partiendo en parte de
Aristóteles. Pero su más notable y Contribución verdaderamente
original a las teorías del volcanismo es su propuesta de que el calor
liberado de los volcanes se deriva de la combustión de azufre y otras
sustancias inflamables dentro de la Tierra -una idea que tendría
muchos adeptos en e incluso más allá de la Edad Media. Su
afirmación era que había grandes reservas de azufre y otras
sustancias combustibles en las cavidades dentro de la Tierra, y que
cuando el gran viento subterráneo se precipitó a través de estas
regiones, el calentamiento por fricción incendiaría estos combustibles.
Es en su discusión sobre aguas termales y aguas termales que
Séneca hace referencia al azufre y otros materiales combustibles
como una posible fuente de calor, proponiendo que "el agua contrae
calor al emitir o pasar a través de tierra cargada de azufre". Extiende
este proceso para explicar las explosiones de una erupción volcánica
en su obra Questiones Naturales:
Debemos reconocer, pues, que a partir de estas nubes subterráneas,
las nubes de viento se elevan en la oscuridad, a qué hora han reunido
fuerzas suficientes para eliminar los obstáculos presentados por la
tierra, o pueden aprovechar algún camino abierto para su salida, y De
este retiro cavernoso pueden escapar hacia las moradas de los
hombres. Ahora es obvio que en el subsuelo hay grandes cantidades
de azufre y otras sustancias no menos inflamables. Cuando el aire en
busca de sendero de escape obra su camino tortuoso por terreno de
esta naturaleza, encenderá necesariamente el fuego por la mera
fricción. Poco a poco, a medida que las llamas se difunden más
ampliamente, cualquier aire perezoso que pueda haber es también
enrarecido y puesto en movimiento; Se busca una vía de escape con
un gran rugido de violencia.
Las ideas de Séneca duraron mucho tiempo y fueron la base de la
interpretación de las causas de las erupciones volcánicas a lo largo
de la Edad Media y hasta bien entrado el siglo XVIII.
Otros escritos significativos sobre el volcanismo en el mundo romano
se encuentran en la poesía. El poema latino Aetna, escrito entre 63 y
79 dC, es de considerable importancia en la historia del pensamiento
vulcanológico; Su probable autor es Lucilius Junior. El poeta sostuvo
que la Tierra no es sólida, sino que tiene numerosas cavernas y
pasajes. El calor, sostiene, es más intenso y poderoso cuando está en
acción en un espacio confinado dentro de la Tierra, con la acción de
fuelle de los vientos en los hornos subterráneos que dan lugar a los
volcanes. En su opinión, las llamas del Etna fueron alimentadas por
una sustancia combustible, como azufre líquido, betún oleoso o
alumbre.
Philostratus el Viejo (190 dC) también discute pasajes subterráneos
en la Tierra, con fuegos que estallan a través de los volcanes: "Si uno
desea especular sobre tales asuntos, la isla de Sicilia proporciona
bituminos naturales y azufre, y cuando estos Se mezclan por el mar,
La isla se ve envuelta en llamas por muchos vientos, sacando del mar
lo que enciende el combustible ".
La erupción del Vesubio en 79 A.D. marca una línea divisoria en el
estudio del volcanismo. Cuando observó la erupción de Misenum, a
una distancia de 30 km, Plinio el Viejo partió en la primera expedición
dedicada al estudio de un proceso volcánico; Murió en el intento. Su
sobrino Plinio el Joven permaneció en su casa, donde tuvo una visión
especular de la erupción, y escribió el primer relato de ojo del
fenómeno, una descripción clásica en la literatura volcanológica (Fig.
2).
Reacciones químicas exotérmicas
El estudio de la Tierra, como muchas actividades académicas, sufrió
un revés con el crecimiento de la nueva religión cristiana; Y el único
papel de los volcanes en este nuevo orden mundial era servir como
un recordatorio de los incendios del infierno ardiendo por debajo. Esta
actitud irracional hacia la ciencia continuó mucho más allá de la Edad
Media. Incluso en el siglo XVIII, la mayoría de los escritores sobre la
filosofía de la naturaleza todavía consideraban que Dios creó la Tierra
como un hábitat para los seres humanos, que había sufrido ciertas
etapas de evolución desde entonces y que finalmente sería
transformada o destruida por Él. Esto todavía era evidente en los
escritos de John Wesley (1703-1791), el fundador del metodismo, que
enseñó que antes de que el pecado entrara en el mundo, no hubo
terremotos ni volcanes. Estas convulsiones de la Tierra fueron
simplemente el "efecto de esa maldición que fue traída sobre la tierra
por la transgresión original".
La Alta Edad Media de Europa occidental coincidió con un notable
crecimiento del aprendizaje en los países asiáticos, que estaban en
su apogeo entre 800 y 1100 dC. Contrariamente a la filosofía cristiana,
el Corán alentaba al erudito islámico a practicar el dominio de
Taffakur, o el estudio de la naturaleza. A diferencia de la mayoría de
los europeos eruditos, que veían la naturaleza como una ilustración
viva de los propósitos morales de Dios, los árabes buscaron
conocimiento que les diera poder sobre la naturaleza. Eran los
primeros alquimistas; Y uno de los elementos más destacados en sus
estudios fue el azufre, que en parte fue extraído de los volcanes. Su
descubrimiento de que el azufre también podría emitir calor en las
reacciones químicas fue generar la idea de que la acción volcánica
también fue alimentada por el azufre en la Tierra.
Los primeros químicos dieron un golpe mortal a la teoría de la
combustión interna como fuente de incendios subterráneos. En su
obra Discourse of Naturall Bathes and Minerall Waters (1632), Edward
Jorden (1632) rechazó la noción de que la Tierra es un horno hueco y
ardiente con un fuego universal alimentado por carbón combustible,
betún o azufre. Señaló el problema fundamental del fuego interno:
requeriría una tremenda cantidad de aire para mantenerlo prendido.
Cualquier llama que fuese confinada sin acceso de aire abundante
pronto se apagaría, porque "vapores fuliginosos. . . Lo hagan si no hay
ventilación para ellos en el ayre ". Tal abundancia de aire no podía
alcanzar las partes más profundas de la Tierra para ventilar el fuego
central. En lugar de eso, Jorden propuso que las regiones volcánicas
estén subyacentes a sólo una profundidad poco profunda por material
"fermentado". Como fuente del calor, buscó una explicación en el
proceso de las reacciones químicas como base para un nuevo
sistema de la Tierra. La "fermentación" o reacción química podría
tener lugar en presencia de agua, que era claramente abundante en
la corteza terrestre, mientras que la combustión no podía proceder en
presencia de agua. Aunque su razonamiento lógicamente debería
haber terminado la hipótesis de la combustión como fuente de calor
en la Tierra, la idea persistió hasta bien entrado el siglo XVIII.
Otro químico pionero fue Robert Hooke (1635-1703), quien comenzó
su carrera como ayudante de laboratorio de Robert Boyle en Oxford.
Hooke fue uno de los primeros en hacer una distinción clara entre el
calor, el fuego y la llama, y, junto con Boyle, estudiar los diversos
fenómenos del calor. Desarrolló una teoría "nitro-aérea" de
combustión En que el trueno y el relámpago se asemejaban al
parpadeo y explosión de la pólvora, durante la combustión de azufre
y nitrógeno. Estas ideas son una reminiscencia del trabajo de Liberti
Fromondi en el Metteorologicum (1627), en el que se comparó el
poder explosivo de los terremotos y las erupciones volcánicas con el
efecto de la pólvora. La actividad volcánica Hooke atribuyó a "la
congregación general de vapores sulfurosos y subterráneos". En su
trabajo sobre Conferencias y Discursos de terremotos y erupciones
subterráneas (1668), Hooke también afirmó que la actividad geológica
estaba en declive y que el subterráneo El combustible había sido más
abundante en la historia pasada de la Tierra, cuando las erupciones y
los terremotos eran aparentemente más severos: "Que los
combustibles subterráneos también gastan y se descomponen, es tan
evidente por la extinción y el cese de varias vulcans que tienen aquí
"Este concepto de un suministro finito de '' combustibles subterráneos
'' fue ampliamente aceptado y fue aprobado por Lord Kelvin en 1889.
Isaac Newton (1642-1727) se interesó por el proceso del volcanismo,
pero sus ideas sobre las causas de este fenómeno derivaron de sus
alquimistas contemporáneos y de los primeros químicos. Sus ideas
sobre las causas de las '' montañas ardientes '' son claramente un
resultado directo de su trabajo secreto sobre la alquimia. En los
experimentos químicos de Newton, había observado la evolución del
calor, o reacciones exotérmicas, cuando se mezclaban ciertas
sustancias, como "cuando aqua fortis o espíritu de
El vitriol, vertido sobre las limaduras del hierro disuelve las limaduras
con el calor y la ebullición grandes. "Con algunas otras mezclas
sulfurosas" los licores crecieron tan calientes al mezclar como
actualmente para enviar para arriba una llama ardiente ", y" pulvis
fulminans , Compuesto de azufre, nitrato y sal de tártaro, se dispara
con una explosión más repentina y violenta que la pólvora ". En 1692,
Newton había formulado opiniones sobre el origen del calor en la
Tierra y su intensidad y lo comparó con la irradiancia Recibida por la
Tierra del sol: "Considero que nuestra tierra está mucho más caliente
en sus intestinos por debajo de la corteza superior por fermentaciones
subterráneas de cuerpos minerales que por el sol". En un experimento
descrito en su obra Opticks, Newton probó Su hipótesis de
fermentación y sacó su conclusión sobre las causas del volcanismo:
E incluso el grueso cuerpo de azufre en polvo, con el mismo peso de
limaduras de hierro y un poco de agua hecha en pasta, actúa sobre el
hierro, y en cinco o seis horas se calienta demasiado para ser tocado
y emite una llama. Y por estos experimentos comparados con la gran
cantidad de azufre con que abunda la tierra, y el calor de las partes
interiores de la tierra y las aguas termales y las montañas ardiendo, y
con dambles, coruscaciones minerales, terremotos, exhalaciones
calientes sofocantes, huracanes y Podemos saber que los vapores
sulfurosos abundan en las entrañas de la tierra y fermentan con
minerales, ya veces se incendian con una repentina corrosión y
explosión, y si reprimidos en cavernas subterráneas estallan las
cavernas con un gran temblor de la tierra como en Saltando de una
mina.
Una nueva e influyente hipótesis sobre las reacciones químicas
exotérmicas como fuerza impulsora del volcanismo se desarrolló con
el descubrimiento de los metales alcalinos por Humphry Davy. La
nueva teoría química no exigía un interior fluido, un vasto almacén de
azufre o un fuego interno en la Tierra, y era consistente con la idea
predominante de que la actividad volcánica en la Tierra estaba
disminuyendo progresivamente. Davy tuvo un gran interés en la
geología, fundando en 1807 la Sociedad Geológica de Londres. Ese
año fue capaz de aislar por primera vez los metales de las tierras
alcalinas, el potasio y el sodio, y más tarde el calcio, el estroncio, el
magnesio y el bario. El alto calor liberado por la oxidación o
"combustión" de estos metales al reaccionar con el agua, con
espectaculares llamas y explosiones, impresionó tanto a Davy que lo
llevó a proponer una nueva hipótesis para el volcanismo en 1808.
Después de su famosa química Descubrimientos, Davy estaba
convencido de que el calor desprendido durante la oxidación de los
álcalis y de las tierras alcalinas era la fuente de calor para la acción
volcánica,
La existencia de grandes cantidades de las tierras alcalinas metálicas
dentro de la Tierra bajo regiones volcánicas.
Uno de los críticos más feroces de la teoría de Davy sobre el calor
volcánico fue Gustav Bischof en Alemania. La disposición de los
volcanes en grandes líneas continentales en la superficie de la Tierra
fue tomada por Bischof como una indicación clara de un origen
profundamente arraigado de la acción volcánica, descartando
cualquier fuente superficial dentro de la corteza. Davy había sostenido
que el aire podía circular por la Tierra a través de cráteres volcánicos
y así participar en las reacciones de oxidación por calor. Pero el
químico francés L. J. Gay-Lussac había demostrado por lógica que
era imposible que el aire atmosférico penetrara profundamente en los
volcanes, porque la presión del líquido magmático de alta densidad
está actuando hacia afuera. El aire no podría fluir en el sistema
volcánico y alimentar las reacciones oxidantes contra un gradiente de
presión tan pronunciado.
Charles Lyell en los Principios de Geología (1830) consideró el posible
papel de la oxidación de los álcalis y las tierras alcalinas como una
fuente de calor químico, siguiendo de cerca las ideas de Davy:
En lugar de un calor central original, quizá se pueda referir el calor del
interior a los cambios químicos que ocurren constantemente en la
corteza terrestre; Pues el efecto general de la combinación química es perfectamente simétricas y hexagonales de muchos flujos de lava
la evolución del calor y la electricidad, que a su vez se convierten en habían precipitado como
fuentes de nuevos cambios químicos. Se ha sugerido que los metales Gigantescos cristales de un océano primordial (Fig. 3). Dos siglos más
tarde, Richard Pococke afirmaba que las columnas de la Calzada del
de las tierras y álcalis pueden existir en un estado no oxidado en las
Gigante, esos enormes pilares de basalto de seis lados que se
regiones subterráneas y que el contacto ocasional del agua con estos levantaban del mar en el norte de Irlanda, se formaban por
metales debe producir calor intenso. El hidrógeno, desarrollado precipitación de un medio acuoso. El concepto de una forma de
durante el proceso de saturación, puede, al venir después en contacto cristalización para estas estructuras de rocas altamente ordenadas no
con los óxidos metálicos calentados, reducirlos nuevamente a los es sorprendente, teniendo en cuenta su forma regular: Los pilares de
metales; Y este círculo de acción puede ser uno de los principales la Calzada del Gigante se asemejan en muchos aspectos a cristales
medios por los cuales se conservan el calor interno y la estabilidad de gigantes que podrían haber precipitado fuera de las aguas del océano.
El debate sobre el origen volcánico versus acuoso del basalto se
la energía volcánica.
convertiría en una de las controversias más feroces de la historia de
la ciencia de la Tierra.
Incluso cerca del final del siglo XIX la teoría química estaba todavía
La idea de la precipitación de las rocas de un gran océano tenía
viva.
fuertes orígenes teológicos en la leyenda del Gran Diluvio. La figura
A pesar de las muchas objeciones, la teoría química del volcanismo
principal de la escuela neptunista fue Abraham Gottlob Werner (1749-
fue sorprendentemente larga y continuó siendo entretenida por
1817). Entre sus estudiantes estaban los geólogos más famosos de
científicos prominentes hasta mediados del siglo XX. Arthur L. Day fue
su época, entre ellos Alexander von Humboldt, Leopold von Buch,
el último de los defensores de la teoría química, cuando propuso en
Georges Cuvier, Johann Wolfgang Goethe, Jean François
1925 que la reacción química entre los gases desempeña un papel
d'Aubuisson y Robert Jameson. Werner consideró los volcanes de
importante en la generación de calor volcánico. En su opinión, varios
menor importancia, como fenómenos accidentales y relativamente
gases de diferentes fuentes en la Tierra se encuentran dentro de la
recientes o postaqueos en la Tierra. Debían su existencia a la acción
corteza, y sus reacciones conducen a la fusión local y la generación
del fuego (como habían propuesto los filósofos medievales), activada
de magma. Esta idea fue particularmente atractiva para Harold
por la ignición de depósitos de carbón u otros materiales inflamables
Jeffreys, un geofísico líder en el siglo 20. Consideraba al vulcanismo
en la Tierra: "La mayoría si no todos los volcanes surgen de la
como "local y ocasional, no perpetuo y mundial". En la contabilidad de
combustión de Subterráneas de carbón ". Para apoyar esta noción,
las erupciones locales y ocasionales, Jeffreys apeló a la teoría
propuso Que los depósitos de carbón u otros materiales combustibles
química de Day sobre la generación de calor y la fusión en la Tierra.
estaban invariablemente presentes en la vecindad de los volcanes.
En la primera mitad del siglo XVIII, los químicos estaban familiarizados
La Estrella Enfriada
con la formación de cristales en el laboratorio como un producto de la
Durante la última parte del siglo XVII, varios filósofos adoptaron la
precipitación de una solución acuosa. Debido a que Werner y sus
opinión de que el volcanismo se debía al calor original o primordial en
seguidores habían reconocido que el basalto era una roca cristalina,
la Tierra. El primero de ellos fue el matemático francés René
tal vez no fuera poco natural que también dedujeran su origen como
Descartes (1596-1650), cuyas obras tuvieron una profunda influencia
un precipitado de una solución acuosa. No fue hasta después de
en el pensamiento sobre el origen de la Tierra. El sistema solar se
mediados del siglo XVIII que la idea comenzó a propagarse
originó, propuso, como una serie de "vórtices", con la primera
lentamente que la cristalización también podría ocurrir como resultado
aparición de la Tierra como una estrella, "difiriendo del sol solamente
de la eliminación del calor de una fusión de silicato. En 1761, Pierre
en ser más pequeño", y recolectando materia densa y oscura por
Clement Grignon se quejaba de que los químicos sobrestimaban los
atracción gravitatoria y Perdiendo energía a medida que la materia
sistemas acuosos, señalando que, después de gestionar la extracción
cae en su lugar por condensación gaseosa. Dividió la Tierra en tres
de cristales de escorias de vidrio, los productos de los hornos de vidrio
regiones: un núcleo formado por materia incandescente, como la del
se comparaban con los productos de los volcanes. Comenzó a surgir
Sol; Una región media de material sólido opaco (anteriormente líquido
la idea de que el magma era una solución que podía producir cristales
pero ahora enfriado); Y una región ultraperiférica, la corteza sólida.
y un grupo de geólogos adoptó la idea de que el basalto debe su
Todas estas capas se habían dispuesto de esta manera concéntrica
origen a la solidificación del magma. Los adherentes de esta teoría se
en virtud de su densidad. En este esquema, sostuvo, quedaba
conocieron como los plutonistas. Una profunda diferencia entre las
suficiente calor primordial para abastecer a cualquier volcán. Las
teorías neptunistas y plutonistas relacionadas con la cantidad y el
ideas de Descartes influyeron en el barón von Leibniz (1646-1716), un
papel del calor en el interior del planeta. Los neptunistas veían un
matemático alemán que propuso que la Tierra debía haber existido
papel insignificante para el calor como agente geológico y
originalmente en un estado de fusión, adquiriendo así su forma
consideraban que los volcanes eran un fenómeno menor relacionado
esférica y su estructura concéntrica, con metales más densos
con los procesos de poca profundidad. Los plutonistas, por otra parte,
concentrados en el centro. A falta de una fuente de calor
veían al calor como la fuerza motriz fundamental, señalando la
independiente, el planeta se había enfriado por simple conducción a
abundancia de volcanes, basaltos y granito como evidencia de la
lo largo del tiempo geológico, formando una corteza irregular e
fusión de rocas a alta temperatura dentro de la Tierra. A principios del
irregular. La hipótesis de Descartes de que la Tierra contenía una
siglo XIX, la teoría neptunista se había debilitado severamente y
vasta reserva de calor interno primordial fue de fundamental
estaba encontrando una creciente oposición, especialmente cuando
importancia en la evolución de la geofísica y la vulcanología.
se demostró que los minerales de silicato que componen las rocas
Plutonistas victoriosos sobre los neptunistas
cris- tallinas como el basalto y el granito son insolubles en soluciones
Algunas rocas, que más tarde resultaron ser de origen volcánico,
acuosas a temperatura normal.
fueron pensadas por los filósofos medievales como originadas por la
precipitación del agua. Así, el filósofo suizo Konrad Gesner (1516-
Los primeros volcanólogos de campo
1565) estaba convencido de que las columnas de basalto
La mayoría de las primeras ideas sobre el calor en la Tierra se
basaban en la "geología del sillón", la especulación basada en poca o
ninguna observación de campo. En el siglo XVIII el abordaje del origen
de la Tierra pasó gradualmente de la especulación pura a la búsqueda
de respuestas en formaciones rocosas expuestas en la superficie y en
los pozos de las minas. Fueron los trabajos de ciertos hombres,
incluyendo los relacionados con la gran industria minera en el sur de
Alemania, lo que provocó la revolución en el estudio de la Tierra y la
invención de la geología de campo. Un gran
Un salto en la vulcanología se hizo cuando los geólogos fueron
capaces de identificar las rocas antiguas de origen volcánico, en
regiones muy alejadas del volcanismo activo. Esta ruptura se produjo
a mediados del siglo XVIII en Francia.
En 1751, Jean-Etienne Guettard (1715-1786) y su amigo de
Malesherbes hicieron un viaje por la región de Auvège, donde notaron
unas piedras muy raras, negras y porosas en postes de millas, y
Guettard sospechó inmediatamente que eran lava rock. Luego
visitaron a Volvic, donde Guettard notó la inmersión de capas de la
roca con superficies superiores e inferiores escoriáceas y otros signos
inconfundibles de actividad volcánica. Él concluyó que las piedras
eran de hecho de un flujo grande de la lava. Cuando llegaron al área
de Puy de Dome, Guettard reconoció que la roca basáltica de la lava
endurecida había fluido de un antiguo cráter en la colina cónica arriba
(Fig. 4).
El geólogo que primero demostró el origen volcánico del basalto era
Nicholas Desmarest (1725-1815). En 1763 encontró basaltos
prismáticos formando columnas hexagonales en el suroeste de
Clermont. Trazando las rocas hasta su fuente, encontró columnas
similares que se encontraban verticalmente en el acantilado de arriba,
elevándose hacia arriba en la parte superior escoriosa del flujo de
lava. Su simple observación de la asociación del basalto columnar
como componente de un flujo de lava es un avance importante en la
ciencia (Fig. 5). Aunque Desmarest había demostrado
inequívocamente el origen volcánico del basalto, el debate entre los
vulcanistas y los neptunistas continuó entrando en furia en el siglo XIX.
Su teoría del basalto como lava fue amargamente opuesta por
muchos.
Entre los pioneros en la vulcanología de campo fue William Hamilton,
que residió en Nápoles durante varias décadas y tuvo amplia
oportunidad de estudiar el Vesubio. Entre sus muchas observaciones
figuraban dibujos precisos del cambiante contorno del volcán durante
la erupción de 1767 (figura 6). Hamilton también tuvo la suerte de
residir en Nápoles cuando se realizaron los primeros descubrimientos
y excavaciones en Herculano y Pompeii, hallazgos que pusieron en
evidencia el poder destructivo de la erupción del Vesubio (Fig. 7)
Experimentos de los plutonistas
El líder indiscutible de los plutonistas fue el geólogo escocés James
Hutton (1726-1797). Él demostró el fenómeno de la intrusión del
magma en capas Estratos, y propuso que esta roca fundida originó en
el interior altamente heated de la tierra profunda. Hutton dedicó mucha
energía al trabajo de campo, examinando estratos geológicos en
Escocia, Inglaterra y Francia.
Hutton era un hombre intensamente religioso y argumentó que los
procesos de la Tierra seguían un plan divino. Así, los volcanes existían
tanto como válvulas de seguridad para la liberación del exceso de
calor desde dentro de la Tierra, como una fuerza global, porque su
poder expansivo y edificante era necesario para elevar la superficie
de la Tierra y contribuir a los suelos, Los animales podrían florecer.
Hutton vio así el volcanismo como un medio para la realización de un
propósito superior en el orden natural de las cosas.
Hutton y sus seguidores habían observado capas en la corteza
terrestre que, mientras se asemejaban al basalto en propiedades
minerales y otras, se intercalaban entre capas de roca sedimentaria.
Reconocían que estas rocas, a las que se referían con el término
común de minería, no eran volcánicas sino de origen ígneo,
Y se habían introducido con fuerza entre las capas sedimentarias.
Además, concluyeron que estas rocas se habían solidificado a partir
del magma.
Muchos de los oponentes de Hutton habían sostenido que la fusión y
solidificación de las rocas cristalinas, como el granito o el gabro, sólo
produciría una masa vítrea amorfa al enfriarse, como se observa en
los hornos de fabricación de vidrio, y por lo tanto el proceso no podría
producir basalto , U otras rocas volcánicas. Esta objeción a la teoría
huttoniana fue abordada experimentalmente por el geólogo y químico
escocés Sir James Hall (1761-1832). Para probar la afirmación de
Hutton de que rocas como whinstone o basalto provenían del magma,
Hall se dispuso a hacer experimentos sobre la fusión y enfriamiento
de basaltos. First Hall derritió los especímenes de lava y basalto, y
luego convirtió la roca derretida en vidrio mediante la extinción. A
continuación, el Salón volvió a fundir el vidrio sin cristales y permitió
que los fundidos se enfriaran lentamente. De este modo produjo rocas
cristalinas o parcialmente cristalinas, de textura áspera y pedregosa,
que se parecían a las muestras de roca originales. Estas Las rocas,
mostró, tenían características de fusión y cristalización exactamente
iguales a las de los basaltos.
Demostración de que la fusión de las rocas basálticas precipitar los
cristales de silicato al enfriar fue de fundamental importancia en el
establecimiento de la teoría volcánica sobre el origen del basalto. Pero
si la roca basáltica era meramente un producto de solidificación de
una fusión de silicato a alta temperatura, entonces la fusión
experimental y la recristalización de la roca no deberían afectar su
composición química. Para probar esto, Hall sometió los especímenes
de los productos de sus experimentos de fusión a Robert Kennedy
para el análisis químico en 1805, que encontraron que su composición
era esencialmente igual que las rocas originales. La demostración de
Hall, que fue de fundamental importancia para establecer la teoría
volcánica del origen del basalto, dio un golpe final a la teoría
neptunista de un origen acuoso de basalto, granito y otras rocas de
origen ígneo. Aunque Hall fue un pionero en el trabajo experimental
de alta temperatura y alta presión experimental pe-
Trología, no fue el primero en realizar experimentos con rocas
fundidas. Los primeros experimentos de fusión en basaltos fueron
realizados por el erudito italiano Francesco d'Arezzo en 1670, que
fundieron las lavas del Etna.
Una tierra sólida
La mayoría de los geólogos que estudiaban la actividad volcánica de
principios y mediados del siglo XIX continúa contemplando un planeta
con una corteza sólida y un interior en gran parte fundido, influyó por
las ideas de Descartes. El calor dentro de la Tierra se consideró un
residuo del calor primitivo central sostenido por la tierra en el momento
de su formación, un suministro que había ido disminuyendo durante el
tiempo geológico. La idea de un calor primario central se desarrolló
principalmente desde la observación del aumento de la temperatura
con la profundidad En la Tierra, sobre la base de mediciones en minas
y perforaciones. Tales observaciones llevaron a la teoría de que la
Tierra comenzó como una esfera fundida, y se ha estado enfriando
desde entonces. Pero si el interior del globo se fundiera, cedería a la
atracción gravitatoria del Sol y de la Luna, y habría poco o ningún
movimiento relativo de la superficie de la Tierra y del océano, es decir,
ninguna marea. La respuesta de la Tierra a las fuerzas de las mareas,
entonces, se convirtió en una prueba crítica para la hipótesis de la
Tierra fundida. El físico francés André-Marie Ampère (1833) fue el
primero en señalar que las observaciones de la acción de las mareas
no apoyaban la hipótesis de un interior fluido.
De 1839 a 1842 William Hopkins analizó los efectos de la Luna y el
Sol sobre el eje de rotación de la Tierra. Llegó a la conclusión de que
la corteza externa rígida debe tener por lo menos 1.500 km de
espesor: "Por lo tanto, nos llevamos necesariamente a la conclusión
de que la materia fluida
De los volcanes actuales existe en reservorios subterráneos de
extensión limitada, formando lagos subterráneos y no un océano
subterráneo ". Los estudios de Hopkins fueron continuados por su
estudiante William Thomson (Lord Kelvin), quien mostró, sobre la
base de los efectos sobre la Tierra De la atracción gravitacional del
Sol y de la Luna, que la Tierra era esencialmente rígida y que las ideas
de James Dwight Dana de "un mar de fuego bajo" eran insostenibles.
Los geólogos estaban ahora en un gran dilema: no había evidencia de
un gran cuerpo de magma dentro de la Tierra, pero había un requisito
para suministrar magma a incontables volcanes a lo largo de la historia
del planeta. ¿Cómo puedes derivar el magma desde el interior de un
planeta sólido?
La estructura de la Tierra a comienzos del siglo se consideraba una
serie de conchas o capas concéntricas, sólidas, con una capa externa
de 30 a 40 km de espesor, de baja densidad de corteza granítica (sial)
que forma los continentes. Esto fue sustentado por una capa muy
espesa (sima o el manto) de roca de alta densidad, ultrabasic con la
composición de perioditite, y finalmente por el núcleo central. Aquellos
que buscaban una región fundida en la Tierra como fuente de magmas
se enfrentaron ahora con un cuadro geofísico de un interior en gran
parte sólido. Una fuente de magma en el núcleo fundido parecía
imposible, a una profundidad de más de 2900 km por debajo de la
superficie.
Derretimiento de descompresión
El descubrimiento de que la Tierra bajo la corteza era esencialmente
sólida eliminó por completo el "mar de fuego bajo-corte" que Dana y
otros habían propuesto como fuente de los magmas que alimentan los
volcanes de la Tierra. Los eruditos, ahora confrontados con la tarea
de mostrar cómo el magma caliente se podría derivar de dentro de
una Tierra sólida, encontraron en la ciencia de la termodinámica una
solución parcial al problema. En los primeros años del siglo XVIII, se
había apreciado que la presión influye en la temperatura a la que las
sustancias sufrirán un cambio de fase, como de un líquido a un gas o
de un sólido a un líquido. Los posibles efectos de la presión sobre el
derretimiento de las rocas en la Tierra habían sido apreciados
cualitativamente muy pronto en el desarrollo del pensamiento
geológico. Quizás el primer reconocimiento de este efecto
fundamental fue hecho en 1802 por John Playfair. Señaló que así
como un cambio en la presión afecta al punto de ebullición del agua,
la fusión en la Tierra también se vería influida por la gran presión
ejercida por las rocas excesivas.
El siguiente para abordar la importancia de la presión en los sistemas
volcánicos fue George Poulett Scrope. Antes de 1825, en su obra
Consideraciones sobre los volcanes, Scrope había reali- zado el
efecto de la presión sobre la solubilidad del agua en los magmas, y
fue uno de los primeros en señalar que la disminución de la presión
sobre un magma rico en agua podría explicar los volcanes
Explosiones debidas a la liberación de agua disuelta. También
argumentó que un cambio de presión podría llevar a la fusión o
cristalización del magma, sin cambio de temperatura:
Habiendo considerado hasta ahora el efecto de un aumento de la
temperatura o de una disminución de la presión sobre una masa de
lava en tales circunstancias, examinemos lo que sucederá a
continuación; A saber, un aumento de la presión, o una disminución
de la temperatura. Sobre la lava sólida, está claro, no se producirá
ningún cambio correspondiente; Pero toda disminución de la
temperatura, o aumento de la presión, sobre una masa o parte de la
masa, licuada de la manera indicada anteriormente, debe ocasionar
la condensación de una parte del vapor que produce su liquidez y
hasta ahora tiende a afectar Su reconsolidación.
Simeon-Denis Poisson había propuesto en 1835 que la presión
excesivamente alta en el interior profundo de la Tierra conduciría a la
solidificación del material rocoso a temperaturas mucho más altas que
a las bajas presiones cercanas a la superficie.
Mientras que Playfair y Scrope estaban luchando con un enfoque
cualitativo a la cuestión del efecto de la presión sobre el derretimiento,
un enfoque más elegante y cuantitativo se estaba desarrollando en
Francia y Alemania, marcando el nacimiento de la termodinámica. De
la obra de Sadi Carnot, Rudolph Clausius y Benoit-Pierre-Emile
Clapeyron, se encuentra la ecuación de Clausius-Clapeyron, que
cuantifica la relación entre la temperatura, el volumen y la presión de
una sustancia:
Consideremos dos fases de la misma sustancia química, por ejemplo,
un líquido y un sólido (magma y roca), en equilibrio entre sí a la
temperatura T y la presión P. Al suministrar calor lentamente al
sistema, una fase cambia reversiblemente en otra Para provocar la
fusión, manteniendo el sistema en equilibrio. En la ecuación, la
fracción dT / dP representa la velocidad de variación del punto de
fusión T con cambio en la presión P. El valor V representa el cambio
de volumen en la fusión y es generalmente positivo (es decir, el
volumen específico del sólido es Menor que el volumen del líquido
correspondiente), mientras que el valor H es el cambio de entropía. La
ecuación expresa la variación de presión y temperatura para un
sistema en equilibrio. La magnitud y signo de la pendiente de la curva
de fusión, dT / dP refleja La magnitud y signo del cambio de volumen,
V, de la sustancia en cuestión en la solidificación o congelación. Se
demostró a principios del siglo XVIII, en experimentos de fusión y
cristalización, que el volumen específico de una roca volcánica como
el basalto es menor que el del magma correspondiente. Muchos de
los geólogos que estudiaron basalto columnar interpretaron
correctamente su estructura como evidencia de la contracción del
magma al enfriarse y solidificarse a la roca. Durante el enfriamiento y
la solidificación, el material se encogió en volumen, formando
columnas aproximadamente hexagonales separadas por un patrón de
juntas de contracción. Por lo tanto, estaba claro que el término V en la
ecuación de Clausius-Clapeyron era positivo y, en consecuencia, la
ecuación predice que la curva de fusión presión-temperatura (dT / dP)
de la roca fuente del magma basáltico tiene una pendiente positiva en
la Tierra, es decir, la temperatura de fusión aumenta con la presión.
Esta interpretación del basalto columnar fue consistente con los
resultados experimentales del químico alemán Gustav Bischof en
1837, que llevó a cabo una de las primeras mediciones sobre el
cambio de volumen de basalto y otras rocas volcánicas sobre la fusión
y mostró que las rocas se contraen tras la solidificación de magma.
Concluyó que una fusión de roca de granito se contrajo alrededor del
25% con la solidificación, el traquito
Aproximadamente 18%, y una masa fundida basáltica 11%.
Otro químico alemán, Robert Wilhelm Eberhard
Bunsen, fue uno de los primeros en experimentar la relación entre la
presión y el punto de fusión de las sustancias. Las instalaciones de
laboratorio disponibles en la época de Bunsen (1850) sólo permitieron
presiones modestas, aproximadamente el equivalente a la presión a
una profundidad de 1 milla en el océano. Por lo tanto, realizó sus
experimentos sobre materiales con un punto de fusión relativamente
bajo, como el ámbar gris y la parafina, y extrapoló estos resultados a
las altas presiones y temperaturas que reinaban en lo profundo de la
Tierra. Su trabajo mostró que un aumento de la presión de sólo 100
atm aumentó el punto de fusión de estas sustancias en varios grados
centígrados. Aproximadamente al mismo tiempo (1851), William
Hopkins comenzó a experimentar con James Joule, Lord Kelvin y
William Fairbairn, sobre los efectos de la presión sobre la solidificación
del interior de la Tierra. Un aparato de palanca grande generó presión
de hasta 5400 atm, equivalente a la presión a aproximadamente 15
km de profundidad en la Tierra. Inicialmente los experimentos fueron
sobre sustancias con bajo punto de fusión, como cera de abejas y
espermaceti, y esencialmente confirmaron el trabajo de Bunsen.
Estos pioneros habían establecido que una sustancia caliente sólida
como la roca en profundidad en la Tierra podría comenzar a fundirse
espontáneamente si la presión disminuye, sin la adición de calor.
Finalmente habían encontrado el secreto de la generación de magmas
en una Tierra sólida:
Descompresión de fusión. Pero la solución de un problema condujo a
la creación de otro problema aún más desalentador: ¿Cuál es el
mecanismo que provoca la descompresión? Se plantearon algunas
propuestas ingeniosas para resolver este problema. Así, en 1878, el
geólogo estadounidense Clarence King, al darse cuenta de que el
alivio local de la presión conduce a la fusión en la Tierra, sugirió que
la liberación de presión podría ocurrir con la erosión y remoción de las
rocas crustáceas superpuestas: La materia que parece ser necesaria
para cumplir las condiciones geológicas conocidas puede ser el
resultado directo de la erosión ". Esto parecía perfectamente lógico en
ese momento, pero si es cierto, la tasa de erosión de un área dada
debe ocurrir a una tasa mayor que la De la conducción de calor de la
roca caliente ascendente. La evidencia geológica no apoyó esta teoría
en dos aspectos. Primero, muchas regiones montañosas, donde la
erosión es más alta, no muestran signos de vulcanismo; Y segundo,
la tasa de alivio de presión debido a la erosión es tan lenta que el calor
perdido por conducción evitaría la fusión a profundidad.
Como director del Servicio Geológico de los EE. UU., King promovió
los experimentos fundamentales de Carl Barus sobre rocas a alta
presión. Barus determinó el cambio de volumen y el calor latente del
basalto después de la fusión. Concluyó que el término dT / dp en la
ecuación de Clausius-Clapeyron era equivalente a 0,025 para el
basalto, es decir, el punto de fusión aumenta a una tasa de 2,5 C por
cada 100 atm de aumento de la presión. En 1893 Carl Barus fue
también el primero en determinar la curva de fusión del basalto en
función de la presión, lo que permitió a King proponer un gradiente
geotérmico para la Tierra (Fig. 8).
En 1909 el geólogo británico Alfred Harker resumió su opinión sobre
la generación de magma en La historia natural de las rocas ígneas:
"Debemos buscar la causa inmediata de la acción ígnea, no en la
generación de calor, sino principalmente en el alivio de la presión en
ciertas profundidades - partes asentadas de la corteza donde la roca
sólida y fundida se encuentran aproximadamente en equilibrio
térmico. Estamos así guiados por una línea de razonamiento
independiente al principio ya enunciado, que conecta la acción ígnea
principalmente con las tensiones de la corteza, y secundariamente
con los movimientos de la corteza. "Además," a una profundidad
suficiente, prevalecen tales condiciones de temperatura que Las rocas
sólidas y líquidas se encuentran en equilibrio térmico aproximado.
Cualquier alivio local de la presión dentro de esa región, conectado
con una redistribución del estrés en la corteza, debe entonces dar
lugar a la fusión ". Estas declaraciones eran una expresión incisiva del
principio fundamental de la fusión, pero lo que todavía faltaba era la
Mecanismo que provocó el alivio de la presión.
No todos los geólogos estaban dispuestos a aceptar esto como una
solución al origen del magma, porque un No se conocía un proceso
geológico que pudiera provocar una disminución de la presión. El
geólogo americano Reginald Ald- worth Daly declaró (1933): "El alivio
local de la presión es irremediablemente inadecuado y no necesita ser
discutido más a fondo". Similarmente, según S. James Shand (1949),
este efecto de presión sobre la fusión De los silicatos era "una
cantidad apenas lo suficientemente grande como para tener
importantes consecuencias petrológicas".
El progreso logrado en la comprensión de la fusión y la constitución
interna de la Tierra en la primera parte del siglo XX fue
verdaderamente profundo, pero había creado una paradoja. Todas las
pruebas estaban en favor de un sólido interior o una corteza
excesivamente gruesa, en cualquier caso, sin embargo, había una
necesidad de explicar los magmas erupción de los volcanes.
Experimentalistas y geofísicos habían descubierto un proceso
mediante el cual la fusión podría producirse simplemente por
descompresión, pero los geólogos no pudieron encontrar un
mecanismo aceptable de descompresión para producir esta fusión.
Revolver la Olla: Convección
El descubrimiento de la radiactividad causó gran revuelo entre los
científicos, que rápidamente lo aplicaron a una comprensión de la
Tierra. Cuando Pierre Curie descubrió en 1903 que los materiales
radiactivos emiten calor, el físico irlandés John Joly fue el primero en
señalar que la abundancia
Y la distribución del radio y otros elementos radiactivos pueden
determinar el calor terrestre. En 1910, el geólogo británico Arthur
Holmes (1890-1965) inició un estudio de la radioactividad natural de
las rocas, iniciando así una carrera que contribuiría en gran medida a
la comprensión de la distribución del calor y la fusión de la Tierra
mediante el flujo convectivo de las rocas Rocas sólidas hacia la
superficie. Hacia 1915, Holmes había calculado un perfil de
temperatura para la Tierra basado en la generación de calor
radiactivo.
Después de que la radioactividad se descubrió como una fuente de
calor interna, se hizo aún más importante establecer los principales
medios de pérdida de calor del planeta. ¿Cómo se transfiere este gran
flujo de calor de la Tierra profunda hacia la superficie? Holmes
propuso que la convección era el mecanismo más efectivo para
transportar calor desde la profundidad hasta la superficie. Fue una
idea que se remonta a Osmond Fisher (1881), quien propuso, en los
días de una Tierra con un interior totalmente fundido, que había
corrientes de convección subiendo bajo el océano y descendiendo
bajo los continentes. En 1928 Holmes propuso que el exceso de calor
es descargado de la Tierra por la circulación de material en el sustrato
sólido, o el manto de la Tierra, formando corrientes de convección
térmica. La convección y, a su vez, la deriva continental, fue vista
como un mecanismo para librar a la Tierra del gran calor generado por
el reactor natural radiactivo. Consideró que este sustrato era una roca
sólida de peridotita, que podía fluir como un fluido a una velocidad
plausible para un proceso profundo de la Tierra, unos 5 cm / año. El
esquema de Holmes incluía corrientes descendentes por debajo de
los geosynclines, Sedimentarias que hoy reconocemos como zonas
de subducción y corrientes ascendentes por debajo de las "hinchadas"
midoceánicas, donde "se produce una descarga de gran cantidad de
calor" debido al surgimiento del manto peridotita, la descompresión y
la fusión. Los puntos de vista de Holmes en 1928 eran
asombrosamente modernos y sentaron las bases para el concepto de
la tectónica de placas, aunque esto no ha sido generalmente
reconocido por los científicos de la Tierra.
El concepto de placa tectónica tuvo un largo período de gestación, y
comenzó con la realización en el siglo 17 que los volcanes y los
terremotos se distribuyen en grandes correas lineales sobre la Tierra.
Esta tendencia sistemática de los volcanes y las zonas de terremotos,
y la disposición de los continentes, condujeron finalmente a la teoría
conocida como deriva continental a principios del siglo XX. El primer
mapa que muestra la distribución global de los volcanes fue dibujado
por Athanasius Kircher en 1665. Con la difusión del conocimiento
geográfico, surgió gradualmente una imagen más detallada de uno de
los arreglos sistemáticos, lineales o curvilíneos de los volcanes en la
superficie del globo . Las ideas sobre la relación entre la actividad
volcánica y las estructuras mayores y la tectónica datan de Alexander
von Humboldt (1822), quien señaló que la disposición lineal de los
volcanes en la Tierra era prueba de que el mecanismo que genera el
volcanismo era un rasgo profundo. Robert Mallet (1858) compuso el
primer mapa que muestra la distribución global de los terremotos y las
erupciones volcánicas en un "vasto lazo o banda alrededor del
Pacífico", lo que indica una fuerte coinciencia en su distribución
geográfica. También reconoció que la mayor parte de la Tierra,
especialmente el interior de los continentes, está aparentemente libre
de terremotos y actividad volcánica. Dividió la Tierra en una serie de
cuencas, separadas por "crestas que rodean", que están presentes
incluso en el fondo del océano: "Es a lo largo de estas cordilleras, ya
sean cordilleras o simples elevaciones continuas de hinchazón del
sólido, Que dividen estas cuencas bajo la superficie del océano una
de la otra, que se encuentran todos los volcanes que se sabe que
existen sobre la superficie de la tierra, salpicados a lo largo de estas
crestas o crestas de una manera desigual e incierta ". Consideraba
estas crestas como" «Rangos volcánicos lineales sub-oceánicos» que
marcan «las grandes líneas de fractura de la corteza terrestre». El
reconocimiento de Mallet de la distribución de estas estructuras
geológicas, que ahora son fundamentales para la teoría de la
tectónica de placas, fue probablemente lo más temprano.
El reconocimiento de la linealidad de los volcanes y las zonas sísmicas
coincidió con una visión movilista de la Tierra hacia fines del siglo, una
visión basada tanto en el razonamiento geofísico como en la evidencia
geológica. Osmond Fisher había sostenido en 1881 que el
enfriamiento de la Tierra no podía ser causado únicamente por el
proceso de conducción, como había sido propuesto por Kelvin, En
parte provocada por corrientes de convección en un sustrato plástico.
A juicio de Fisher, estas corrientes de convección llevaron a un
movimiento lateral de la corteza superpuesta, lo que explicó gran parte
del carácter de la superficie terrestre, incluyendo la disposición lineal
de volcanes, terremotos y cadenas montañosas. Las ideas de una
Tierra móvil fueron cristalizadas primero en una teoría coherente de la
deriva continental en 1912 por Alfred Wegener. Uno de los que se
unieron a Wegener fue Arthur Holmes, que fortaleció enormemente la
teoría al proponer en 1928 un mecanismo de convección térmica más
plausible para el movimiento de la corteza que Wegener había
propuesto. El mecanismo de Holmes implicaba el flujo o surgencia del
manto de la Tierra, proporcionando un proceso por el cual la
descompresión del manto caliente ocurriría, llevando a la fusión y el
volcanismo. La deriva continental fue una consecuencia inevitable de
esta circulación, pero el proceso era mucho más amplio en su alcance:
implicaba también el movimiento lateral de la corteza oceánica. Hacia
1931 Holmes había construido una teoría completa de la deriva
continental, la extensión del fondo del mar y la subducción, basada en
este mecanismo.
Holmes diferenció entre una corteza granítica en los continentes y una
corteza basáltica en los océanos. Consideró que el manto debajo de
la corteza oceánica era probablemente la composición de peridotita y
argumentaba que, aunque probablemente fuera cristalina y, por lo
tanto, altamente rígida, tenía algunas de las propiedades de un fluido
en el contexto de sus dimensiones a gran escala. Propuso que las
células de la con- vección tengan dimensiones a la escala del manto,
unos 2900 km de profundidad, y que sus miembros ascendentes
suban bajo los océanos, donde generan "oleadas" oceánicas
análogas a nuestro concepto moderno de midocea- Nervios nic. Las
corrientes ascendentes que propuso fueron acompañadas por
descompresión y fusión parcial de peridotita, para formar magma
basáltico, dando lugar al volcanismo. Las corrientes descendentes
fueron causadas en el manto por el hundimiento de rocas de alta
densidad. El proceso que él esbozó fue esencialmente el mismo que
el concepto moderno de subducción: La convergencia de las placas
de la corteza sobre la Tierra conduce a la subtensión de una placa y
su descenso profundamente en el manto. Holmes estimó que las
velocidades de la corriente de convección eran del orden de 5 cm /
año, lo que, como se descubrió en los años sesenta, se encuentra
perfectamente dentro del rango de las tasas típicas de propagación
del fondo marino. Aunque ampliamente aceptado en Gran Bretaña,
las ideas de Holmes sobre la convección del manto y una Tierra móvil
no fueron adoptadas en ningún otro lugar por algún tiempo. Cuando
la idea de propagación del fondo marino fue finalmente aceptada por
la mayoría de los científicos de la Tierra en la década de 1960, la
contribución fundamental de Holmes fue frecuentemente ignorada.
Uno recuerda las palabras escalofriantes de Sir William Osler: "En
ciencia el crédito va al hombre que convence al mundo, no al hombre
a quien la idea vino primero".
¿Es más importante en la ciencia convencer que descubrir?
El descubrimiento de la tectónica de placas ha proporcionado ahora
el buscado mecanismo de descompresión en el manto de la Tierra, el
proceso más importante que produce la fusión y generación de
magmas. Es claramente el mecanismo que genera magmas debajo
de las crestas midocean de la tierra y es responsable de la mayor
parte del volcanismo de nuestro planeta.
Nacimiento de la Petrología
Entre las primeras observaciones sobre el contenido mineral o la
petrografía de las rocas volcánicas se encuentran los estudios de
Leopold von Buch en 1799 sobre rocas volcánicas cerca de Roma.
Von Buch llegó a la conclusión de que los cristales de leucita se
habían formado mientras la lava seguía siendo fluida, y descartaron
cualquier hipótesis en el sentido de que habían sido precipitados de
una solución acuosa y posteriormente incorporados al magma. Sin
embargo, los basaltos y otras rocas volcánicas se componen de
cristales muy pequeños, que son invisibles a simple vista o incluso a
través de una lupa. Por lo tanto, los geólogos pioneros no pudieron
investigar la estructura interna de estas rocas e identificar sus
diminutos componentes de cristal. El estudio microscópico de las
rocas volcánicas fue realizado por primera vez por Pierre Louis
Cordier en 1815, que trituró basaltos y otras rocas volcánicas en polvo
fino, separó las distintas partículas mediante un proceso de flotación
y las examinó mediante pruebas microscópicas y químicas. Concluyó
que los basaltos antiguos eran muy parecidos a las rocas volcánicas
modernas en textura, mineralogía y otras características, un paso
importante en la solución de la controversia neptunista versus
plutonista sobre el origen de los basaltos.
El arte de hacer secciones delgadas comenzó con el seccionamiento
de la madera fósil, pero el método se aplicó pronto a las rocas. Podían
ser cortados tan finos que eran transparentes, y sus minerales podían
ser identificados y sus texturas estudiadas en detalle. En 1829, el
microscopio polarizante había sido inventado por William Nicol y se
usó ampliamente para el estudio de cristales. Henry Clifton Sorby
(1826-1908) fue el primer geólogo en hacer delgadas secciones de
rocas volcánicas y otras ígneas para el estudio microscópico.
Otro paso crucial en el estudio de las rocas volcánicas fue el desarrollo
del análisis químico. Los estudios de la composición química de las
rocas volcánicas se remontan a la obra del abate Lazzaro Spallanzani
(1794), que informó sobre la composición química de las rocas
volcánicas en Italia en términos de porcentaje en peso de los cinco
principales Óxidos de sílice, alúmina, cal, magnesia y hierro. En 1805,
el químico escocés Robert Kennedy reportó análisis químicos de
rocas basálticas. Fue capaz de disolver el basalto mediante la fusión
del polvo de roca con potasa cáustica a alta temperatura en un crisol
de plata. A continuación, mostró que contenía 48% en peso de sílice,
16% de alúmina, 9% de cal y 16% de óxido de hierro. El agua y otros
componentes volátiles representaron aproximadamente el 5%.
Alrededor del 6%, entonces, no se contabilizó. Kennedy sospechó que
esto era en parte "una sustancia salina", y después de una elaborada
rutina analítica, demostró que era alrededor del 4% de sosa. Así
representó el 99% de los constituyentes químicos de la roca, una gran
hazaña en ese momento.
Cuando los primeros geólogos comenzaron a acumular datos sobre
rocas volcánicas, descubrieron que la composición química de las
rocas, incluso las del mismo volcán, variaba enormemente. George
Poulett Scrope propuso, en 1825, que todos los tipos de rocas ígneas
se formaban a partir de un magma monoparental, lo que dio lugar a
una variedad de tipos a través de un proceso de diferenciación antes
de la cristalización. Sin embargo, fue Charles Darwin quien sentó las
bases para el proceso de diferenciación magmática a través de su
descubrimiento del establecimiento de cristales debido a las
diferencias de densidad entre los cristales y el líquido magmático.
Durante su exploración del archipiélago volcánico de Galápagos en
1835, Darwin estudió un flujo de lava basáltica en la Isla James (ahora
San Salvador). Señaló que los cristales de feldespato eran mucho
más abundantes en la base de la lava que en la parte superior y
dedujo que los cristales se hundían en su peso. Von Buch había
observado anteriormente (1818) una concentración similar De
cristales en la parte inferior de los flujos de lava de obsidiana en
Tenerife en el Atlántico, interpretando esto como el establecimiento de
cristales en la lava durante y después del flujo. En sus observaciones
geológicas en las islas volcánicas, Darwin consideró esta observación
como "arrojando luz sobre la separación de la alta sílice contra la serie
baja de la sílice de rocas." Él realizó que una vez que los cristales
tempranos formados hundieran, el magma restante sería
químicamente diferente Del líquido inicial.
Otro proceso fue desarrollado por Robert Bunsen en 1851 para
explicar el rango químico de las rocas volcánicas, después de su
descubrimiento de dos magmas en Islandia, con una composición
química radicalmente diferente. Bunsen se sorprendió por la
abundancia de dos tipos de roca volcánica: las rocas volcánicas
amarillas y multicolores, ricas en sílice (riolita) y las rocas basálticas
de color oscuro. Algunas rocas volcánicas eran de composición
intermedia, y propuso que eran el resultado de la mezcla de los
magmas de sílice y básicos. La contribución de Bunsen fue la de
presentar la primera hipótesis viable que pudiera explicar la diversidad
de la composición química de las rocas volcánicas por La mezcla de
dos magmas primarios: basalto y riolita. Viajar con Bunsen en Islandia
fue Sartorius von Waltershausen. Fue el primero en discutir la
distribución y presencia de los oligoelementos, así como los
principales óxidos en las rocas volcánicas, y enumeró 23 elementos
traza.
En el siglo XVIII el fluido volcánico se conocía como magma, derivado
de la palabra griega que se refiere a una masa plástica, como una
pasta de materia sólida o líquida. El término magma se usó desde el
principio en la farmacia como en magma de magnesia, o leche de
magnesia, y la palabra pasó de la farmacia a la química para
representar una mezcla pastosa o semifluida. De la química pasó a la
petrología para reemplazar la "lava subterránea". ¿Cuál era la
naturaleza de este fluido dentro de la Tierra? Bunsen, en Uber die
Bildung der Granites, subrayó que los magmas no son más que una
solución a alta temperatura de diferentes silicatos: "Ningún químico
pensaría en suponer que una solución deja de ser una solución
cuando se calienta a 200, 300 o 400 grados, o cuando alcanza una
temperatura a la que comienza a brillar o ser un líquido fundido ". Esto
fue un avance fundamental en el pensamiento sobre la cristalización
de los magmas. Bunsen reconoció además que los minerales
cristalizaban a partir de magmas a una temperatura mucho más baja
que el punto de fusión de los minerales puros. Si los magmas son
soluciones verdaderas, entonces deberían ser capaces de mezclarse,
como Bunsen había propuesto sobre la base de su trabajo en Islandia.
Durante la última parte del siglo XIX, el análisis químico de las rocas
volcánicas se hizo común. Los petrólogos líderes consideraron que la
mayoría de las rocas ígneas fueron derivadas del magma basáltico
por un proceso de diferenciación, pero ningún investigador contribuyó
más a la comprensión de los procesos que explican la diversidad
química de las rocas ígneas que el petrolista norteamericano Norman
L. Bowen. A partir de experimentos a alta temperatura, Bowen
descubrió que el magma podría cambiar enormemente de
composición a medida que se enfriaba, si los cristales formados
inicialmente se separaban efectivamente del líquido, proporcionando
así la prueba del proceso de cristalización fraccional propuesto por
Darwin. Bowen era un fuerte defensor de la cristalización fraccionaria
como el proceso primario responsable de la diferenciación, y
consideró que el magma basáltico era el magma primario o parental
de todas las rocas volcánicas. La nueva comprensión de la
diferenciación magmática fue posible gracias al reconocimiento de
Bunsen de que los magmas eran soluciones verdaderas, el concepto
de Darwin de que el establecimiento de cristales dio lugar a un cambio
en la composición del líquido y los experimentos sistemáticos de
Bowen sobre la cristalización de un líquido basáltico primario. Pero,
¿cómo se formó este líquido basáltico primario?
La fuente
A lo largo de la primera mitad del siglo XX existían dos hipótesis
fundamentales sobre la naturaleza de la fuente de los magmas.
Debido a que el tipo principal de magma estalló fue basalto, parecía
lógico para algunos que la región de la fuente también era basáltica
en la composición, y posiblemente la forma de alta presión de basalto
conocida como eclogita. El magma basáltico se derivaría entonces del
derretimiento al por mayor de la fuente. La otra opinión era que el
magma se derivó por fusión parcial de peridotita. Se había observado
durante mucho tiempo que los xenolitos tanto de peridotita como de
eclogita fueron expulsados de algunos volcanes. Debido a que fueron
criados en el magma, parecía lógico que estos tipos de roca podría
ser una indicación de la región de origen. Ya en 1879 se sugirió que
la peridotita era la fuente de los magmas basálticos, y en 1916 Arthur
Holmes propuso que el magma se generó por fusión de peridotita a
una profundidad de varios cientos de kilómetros.
A principios del siglo XX, las mediciones geofísicas daban resultados
a favor de una fuente de peridotita. Esto se realizó midiendo en el
laboratorio las propiedades físicas de una serie de tipos de roca bajo
alta presión y temperatura. Comparando estos resultados con la
velocidad de las ondas sísmicas que viajan a través de la Tierra
profunda, se demostró que las propiedades del interior de la Tierra
son comparables a las de peridotita y otras rocas ultrabasicas bajo
gran presión en el laboratorio. Por consiguiente, los geofísicos
adoptaron generalmente una composición de peridotita para el manto.
Bowen (1928) también propuso que el único tipo de roca que podría
dar lugar a magma basáltico por fusión parcial es la peridotita, y sugirió
que esto ocurre a profundidades de 75-100 km. Bowen entonces se
dirigió a la cuestión de si la fusión parcial se produjo como resultado
de la calefacción o debido a la liberación de presión. Las ideas de
Arthur Holmes sobre el flujo convectivo en el manto fueron publicadas
en el mismo año que el trabajo clásico de Bowen, pero Bowen parecía
no darse cuenta de ellas. Al no tener un mecanismo plausible para
provocar una liberación de presión, declaró: "Parece necesario dejar
abierta la cuestión de si la fusión selectiva tiene lugar como resultado
de la liberación de presión o como resultado del recalentamiento. Por
lo que había dificultad considerable en el desarrollo de un escenario
de fusión de presión-liberación en el manto de peridotita. Sólo con el
desarrollo de la geodinámica y la aceptación de la teoría de Holmes
de convección del manto se podría demostrar que un manto de
peridotita puede elevarse a regiones de menor presión, produciendo
así la fusión sin la adición de calor.
La teoría de la fusión parcial de la peridotita fue todavía debatida y
considerada en un fundamento débil por muchos en la primera mitad
del siglo XX. Otro grupo de geólogos adoptó una visión totalmente
diferente y mantuvo que el magma basáltico se derivaba de una capa
fundida profunda o de la fusión completa de una capa basáltica en
profundidad en la Tierra. Esta visión persistió con algunos hasta la
década de 1960. En un influyente libro sobre volcanes, Alfred
Rittmann propuso en 1936 que todas las rocas volcánicas fueron
derivadas en última instancia de una capa global de magma basáltico.
Los puntos de vista de Rittmann fueron adoptados por el petrologista
Tom FW Barth en 1951: "El hecho de que dondequiera que la corteza
esté profundamente retorcida, sea en continentes, océanos o
geosinclines, el magma basáltico está disponible y es capaz de
invasión es una prueba de la existencia de Un estrato de magma
basáltico subcrustal ". Él era plenamente consciente de las objeciones
de los geofísicos, de que tal capa no podía transmitir algunas ondas
sísmicas, contrariamente a las observaciones, y propuso que el
magma basáltico se comportaba como vidrio a altas presiones Debajo
de la corteza terrestre y era así capaz de transmitir estas ondas. En
su trabajo de 1962 sobre Petrología Teórica Barth declaró: "Es
necesario, por lo tanto, que el sustrato basáltico se encuentre en
estado fundido (no cristalino) en su localidad subterránea. De otra
manera no llegaría a la superficie con una composición homogénea
como lo observamos de hecho ".
Los geólogos estadounidenses Francis J. Turner y John Verhoogen
aceptaron la evidencia sísmica de un sólido carácter del manto de la
Tierra en 1951, y lo consideraron compuesto de peridotita o de
eclogita. De esto se deduce que el magma basáltico primario tenía
que derivarse de un manto en gran parte sólido, cuya composición era
distinta del basalto. El aumento de temperatura observado con la
profundidad y la generación de calor por decaimiento radiactivo dentro
de la Tierra podría producir la fuente de calor requerida. Turner y
Verhoogen declararon en su libro clásico de Petrología ígnea y
metamórfica: "El problema del origen del magma basáltico no es tanto
el de encontrar fuentes de calor adecuadas como explicar las
cantidades de calor relativamente pequeñas que pueden llegar a ser
Concentrado localmente para producir bolsas relativamente pequeñas
de líquido en un manto cristalino. "En lo que parecía un momento
fugaz, Turner y Verhoogen consideraron la hipótesis de que el magma
basáltico podría ser producido por la fusión de un manto de peridotita
debido a la liberación de presión, pero luego Lo rechazó rápidamente:
"Esta hipótesis de la generación del magma es posiblemente la más
popular, aunque es inaceptable para los escritores actuales. Es difícil
ver cómo la presión puede ser reducida efectivamente a tales
profundidades. "Se dieron cuenta, por supuesto, que la fusión podría
ocurrir si el transporte convectivo del material del manto se produjera
a niveles más bajos, como Originalmente propuesto por Arthur
Holmes. Esto era claramente un mecanismo viable, siempre y cuando
la temperatura del manto profundo fuera mayor que el punto de fusión
del manto a una profundidad menor. Sin embargo, no estaban
dispuestos a aceptar la existencia de la convección en la Tierra sólida,
lo que les llevó a concluir: "Si la convección se produce en el manto
no se conoce definitivamente, ni se sabe si podría ser eficaz en la
parte superior de El manto donde se generan magmas. Por lo tanto,
aunque la convección podría llevar a la fusión, no se puede demostrar
que lo hace, y el problema de la generación de magma sigue siendo
tan desconcertante como siempre ".
Esta afirmación es un buen reflejo del estado de las teorías de la
generación de magma a mediados del siglo XX. Si bien se habían
hecho grandes avances en la comprensión de la química y la
mineralogía de las rocas volcánicas, los científicos de la Tierra no
sabían explicar la fusión. Esto se debía casi completamente a la visión
estática que se tenía del interior de la Tierra en ese momento; parecía
inconcebible para la mayoría que el rígido y sólido manto pudiera
convecerse. Sin embargo, los descubrimientos hechos en el suelo
oceánico en los años 60 y el desarrollo de la geodinámica cambiarían
todo eso. Aunque la fusión era poco entendida en ese momento, el
conocimiento de la región fuente del manto avanzaba a través de
estudios de xenólitos. Un gran número de xenolitos son de
composición de peridotita, dando más crédito a la idea de que la
región fuente del magma de basalto, el manto de la Tierra, está
compuesta predominantemente de peridotita.
El Papel del Agua
Durante mucho tiempo se consideró que las grandes nubes de gases
y vapor emitidos por los volcanes provenían de aguas subterráneas,
aguas superficiales, como lagos o arroyos cercanos, o agua de mar.
Esto era evidente, según muchos estudiosos, desde la ubicación de
los volcanes cerca del océano o en islas. Se pensó que el papel del
agua era crucial para generar erupciones explosivas y para tener un
efecto importante en la viscosidad de los magmas. En 1794
Spallanzani reconoció que varios gases son importantes en lavas y
regiones volcánicas, incluyendo "gas hidrogenado, gas sulfuroso, gas
carbónico, gas ácido sulfuroso, gas azoico". Pero otro agente más
poderoso, señaló, Fue "agua, principalmente la del mar", que
comunica por pasajes con las raíces de los volcanes. Al llegar a los
fuegos subterráneos de repente se convierte en vapor, y el gas
elástico se expande rápidamente, causando explosiones volcánicas.
Apoyando su hipótesis, en un nivel más práctico, Spallanzani citó
accidentes en fábricas de vidrio, en las que el vidrio fundido se vertió
en moldes no completamente secos o libres de agua, causando
explosiones de vapor terrible.
Scrope (1825) atribuyó la fluidez de los magmas al agua: "No hay duda
de que el agente principal. . . Consiste en la fuerza expansiva de los
fluidos elásticos que luchan por hacer que escapen del interior de una
masa subterránea de lava, o de las tierras en estado de licuación a un
calor intenso ». Estos« fluidos elásticos » Principalmente vapor y otros
gases volcánicos. Fue la expansión del gas en el magma lo que llevó
a su ascenso en la corteza terrestre, y condujo a una erupción violenta
y explosiva al llegar a la superficie.
Scrope discutió con cierto detalle la evolución del vapor en los
magmas en profundidad y fue quizás el primero en señalar que bajo
una gran presión, el agua se disolvería en la fusión, pero al disminuir
la presión o el aumento de la temperatura el agua sería vaporizada,
Conduciendo a una erupción explosiva. Del aumento de la
temperatura con la profundidad en las minas, Scrope concluyó que a
gran profundidad, la Tierra estaba en un intenso calor, y que esta gran
acumulación de calorías en la Tierra profunda llevó a un flujo continuo
de calorías hacia la superficie, Calor para intentar alcanzar el
equilibrio. Así, Scrope consideró la formación del magma como
consecuencia del paso del calórico por conducción desde la
profundidad hasta los niveles superiores de la Tierra, donde el calorico
llevó al derretimiento de las rocas. Scrope propuso que el calórico de
las rocas fundidas se debía en gran medida al agua: «Hay muchas
razones para creer que este fluido no es otro que el vapor de agua,
íntimamente combinado con los constituyentes minerales de la lava y
volatilizado Por la intensa temperatura a la que se expone cuando
ocurren las circunstancias que permiten su expansión ". El agua de
los océanos, teorizó, se derivó del interior de la Tierra debido a la
desgasificación a través de los volcanes. Grandes cantidades de agua
permanecen entrelazadas intersticialmente en la materia condensada
en las rocas profundamente arraigadas, y el escape de vapor durante
las erupciones volcánicas lleva una cantidad inmensa de calórico,
llevando al enfriamiento y consolidación rápidos de los magmas en la
superficie.
Hacia 1865 el geólogo francés M. Fourque había medido la cantidad
de agua en los productos volcánicos del Etna y estimaba la cantidad
de vapor descargado de la ventilación. En la última parte del siglo XIX,
los geólogos comenzaron a desarrollar modelos más sofisticados,
proponiendo que el vapor emitido por las erupciones volcánicas era
primordial o de origen profundo, en lugar de las aguas superficiales
recién recicladas. Entre ellos estaba Osmond Fisher (1881), que
consideraba los gases volcánicos como constituyentes originales del
magma. El papel potencial de la fuga de El agua de los volcanes en la
formación de los océanos comenzó a aparecer como una hipótesis
importante. El geólogo alemán Eduard Suess propuso que todo el
agua en los océanos y la atmósfera provino del desprendimiento del
interior de la Tierra. El concepto de reciclaje volcánico del agua desde
el océano a la atmósfera y de vuelta a la Tierra profunda fue propuesto
por John Judd (1881), quien señaló que los volcanes están
generalmente ubicados cerca del océano y especuló que las fisuras
pueden transportar agua de mar Desde el océano hasta el magma en
profundidad. Los estallidos volcánicos podrían deberse a que el agua
llegue hasta una masa de roca altamente caliente, reduciendo la
temperatura de fusión y causando la fusión. Judd consideró la
temperatura alta y la presencia de agua y gas como los factores clave
de la acción volcánica y argumentó que los magmas pueden absorber
o disolver grandes cantidades de agua, que escapa violentamente
durante la erupción volcánica explosiva, como Spallanzani había
señalado por primera vez. Los magmas pueden absorber agua o
gases inicialmente, como gases primarios durante la formación del
globo, o en cualquier etapa de la historia geológica, debido a la
infiltración de agua en la corteza terrestre.
Con el reconocimiento generalizado del agua en los magmas, era
lógico considerar su papel en erupciones explosivas. En la era del
vapor durante la Revolución Industrial del siglo XIX, John Judd señaló
que "un volcán es una especie de gran máquina de vapor natural".
Bonney (1899) también comparó los volcanes a una caldera, haciendo
hincapié en que el vapor En magma es la principal fuerza explosiva
en una erupción. Señaló que el volumen de vapor es casi 1700 veces
el que ocupa en forma de agua, una enorme fuerza expansiva,
adecuada para explicar las explosiones volcánicas. El origen del agua
volcánica, según Bonney, está relacionado con la proximidad de los
volcanes al océano y la percolación del agua de lluvia en el magma.
Hizo hincapié en la importancia de la adición de agua para bajar el
punto de fusión de las rocas, y siguió a Osmond Fisher y otros en
atribuir la erupción a la presencia de agua. Cuando el agua se agota
o se retira del sistema, cesa la erupción.
En la última parte del siglo XVIII, Dolomieu había determinado que
muchos depósitos en Italia y en Sicilia, que a primera vista parecían
sedimentos estratificados normales, eran en realidad depósitos de
cenizas volcánicas consolidadas, producto de las precipitaciones de
erupciones explosivas. La disrupción del magma a medida que se
sopla en el aire conduce a la fragmentación y la formación de ceniza
volcánica, tephra, escoria y otras formas de material piroclástico.
Ahora sabemos que el principal agente de esta interrupción es la
expansión explosiva del vapor. Sartorius von Waltershausen (1853),
verdadero pionero en el estudio de las rocas piroclásticas, fue el
primero en atribuir su formación A los efectos del agua sobre el
magma. Propuso que el magma se eleve e irrumpe debido a la presión
del vapor de agua que escapa del magma y que el aumento de
volumen del vapor de agua también fue responsable del proceso de
fragmentación -la formación y expulsión de los piroclastos como la
piedra pómez y la ceniza. También reconoció que los depósitos de
roca volcánica peculiares pueden resultar cuando el magma entra en
el océano o se eclosiona bajo el agua. Fue durante los viajes en Sicilia
en 1835 que encontró por primera vez una toba marrón, una roca
homogénea, compuesta en gran parte por un solo mineral. Nombró a
la roca palagonita después de la cercana ciudad de Palagonia, y por
análisis químico la determinó como una inusualmente rica en agua y
hierro, con aproximadamente 12-23% en peso de agua. Se puso
curioso en cuanto al origen de la roca, y notando que a menudo estaba
asociado con depósitos marinos, propuso que se trataba de un
producto volcánico que forma capas gruesas en muchas formaciones
volcánicas submarinas. En 1846 él y Robert Bunsen estudiaron las
montañas palagonitas en Islandia, y observaron que una zona de
tobas de palagonita se estira a través de Islandia. A menudo, en
asociación con palagonita, señaló, era un material negro, libre de agua
y de vidrio, similar a la obsidiana, que le dio el nombre de
sideromelano. Fue capaz de demostrar que la palagonita es
básicamente sideromelano o vidrio basáltico que ha absorbido agua,
y de su configuración geológica, que la palagonita es producto de
erupciones basálticas subacuáticas o submarinas poco profundas.
Von Waltershausen tenía razón en esta deducción; Ahora sabemos
que las rocas palagonitas islandesas están formadas por erupciones
volcánicas por debajo de la gruesa capa de hielo que cubrió a Islandia
durante la última era glacial y que los palagonitas italianos fueron
erupcionados en el océano.
Bunsen, por otra parte, no estaba de acuerdo con von Waltershausen,
considerando las tobas palagonitas como los productos de las rocas
basálticas metamorfoseadas en presencia de mucha agua y
carbonato. Mostró por análisis químico que las tobas eran
virtualmente idénticas a la lava de basalto después de que el alto
contenido de agua se había restado. Su estudio no se limitó a las
rocas islandesas, porque Charles Darwin le había dado muestras de
palagonita de las islas de Cabo Verde.
Otra roca volcánica de composición basáltica es parecida a la lava
pero compuesta de formas redondeadas o parecidas a una almohada.
El origen de esta roca no tiene relación con el agua de los magmas,
sino con el magma en el agua. La identificación de lava de almohada
se remonta al menos a la década de 1870. Posteriormente se propuso
sobre la base de observaciones en Italia que se forma debido a la
erupción submarina. El geólogo británico Tempest Anderson observó
una erupción en Samoa, observando que cuando la lava basáltica
fluía hacia el mar, el componente submarino de la lava formaba masas
bulbosas y lóbulos con forma de almohadas. Hacia 1914 un origen
subacuático para lavas de almohada
Había sido establecido. Ya se sabía que estaban presentes en el
registro geológico en asociación con sedimentos marinos en Escocia,
y también como productos de erupciones subglaciales, como en
Islandia. Los oceanógrafos descubrieron sólo en los años sesenta que
la lava de almohada basáltica forma el suelo de la mayoría de los
océanos del mundo y es, por tanto, la roca volcánica más abundante
de la Tierra, pero también la más remota para estudiar.
Cuando los experimentos de fusión de alta presión se realizaron por
primera vez a principios del siglo XX, se hizo evidente que los magmas
que residen en las profundidades de la Tierra pueden contener mucho
más agua en solución y que esta agua debe ser liberada cuando se
estallan en la superficie. En 1903 C. Doelter fue uno de los primeros
en proponer que los magmas a gran presión en la corteza terrestre
pueden disolver el agua y que los magmas pueden volverse
explosivos cuando llegan a la superficie de la Tierra. En apoyo de esta
teoría, el geólogo francés Armand Gautier llevó a cabo experimentos
de laboratorio sobre la actividad volcánica en 1906, lo que sugiere que
el magma se eleva en la corteza como resultado de la expansión del
gas y atribuye la violencia de las erupciones volcánicas a la explosiva
liberación del agua de la Magmas A comienzos del siglo XX, las ideas
fundamentales acerca de las causas del volcanismo explosivo y la
importancia del agua habían quedado firmemente establecidas.