La materialización del significante es un fenómeno trimembre. El significado
en su trascendencia se materializa en el significante conservando el mismo sentido. En consecuencia, la materialización es efecto de la trascendencia del significado. Está conformada por medio del significado y existe en el significado esta intencionalidad. En la materialización, se percibe al significado como el fundamento que remite al significante trascendental como el origen, y al sentido como fin, de forma que, tanto el significante trascendental como el sentido, tienen su comienzo en la propiedad trascendental significado. Los significantes tienen su origen gracias a la actividad formal del significante trascendental y alcanzaran la plenificación en la reintelección del signo por medio del sentido.
A lo largo del tiempo se acentúo la reflexión en la búsqueda del significado
originario, posteriormente en la búsqueda de significante trascendental irreductible a toda determinación espacio-temporal, otros se han inclinado en la búsqueda del sentido del ser. Todos estos elementos fueron entendidos como la causa o el origen de la verdad en el lenguaje. Al parecer, toda actividad lingüística es intencional en su efecto. El sentido se encarga siempre de llevar al culmen la intención del significado y del significante. Por consiguiente, el significado direcciona la materia sin interrupción. Todo lenguaje es, existe y se determina por el permanente flujo intencional del sentido lingüístico-armónico. Se tiene, pues, que entender todo lenguaje artificial en clave intencional. Y se debe considerar como una posibilidad efectuada por el sentido. El significado en cuanto origen originante se desenvuelve en la materialización del significante mediante la fuerza y posibilidad del sentido. No se limita a ocupar una posición trascendente de cara a la materia, sino que desde fuera reside en ella y, al mismo tiempo, desde dentro, es inmanente a ella. Se puede afirmar que la materia es re-formada con el flujo constante del sentido inteligible, porque son interpretadas en el sentido y son reinterpretadas mediante el sentido. Esto deja ver que el significado trasciende siempre a través de la fuerza del sentido y que; por consiguiente, la presencia del sentido es la condición de posibilidad y la realidad de la materialización del significante. Se presupone que también el sentido es impregnado sobre todo significante y el sentido lo conserva, lo reanima y le reforma. El sentido del significante tiene su origen en el significado. Desde la inteligibilidad fue originado antes de ser materializado. Sin embargo, aún no se ha desarrollado filosóficamente este elemento en el significante ni el concepto de la materialización en el sentido. El sentido es, en efecto, desde donde se difunde el fundamento del lenguaje. Es el sentido el que armoniza el texto, es la fuente de la reinteligibilización. Si el sentido inteligible deja su huella sobre la materialidad, entonces es la fuente de la inteligibilidad presente en toda la existencia significante. Todo significante es presencia de esta fuente de inteligibilidad. Si el sentido deja su impronta en lo sensible, ese sentido da origen la armonía entre sí con todo significante y con el significado mismo. La convierte en una ‘afinidad material’ en la que todo significante respecta al significado y entre sí cada uno a su modo. La presencia, el horizonte de sentido y la fusión de horizontes tienen su subsistencia en el sentido: sólo por él se da el movimiento respectivo del lenguaje. Así que no es la ‘materialidad’ en sí misma ni los ‘elementos binarios’ la fuente de la respectividad. Se ha entendido que primero es la materia y luego a lo que respecta. En realidad ‘lo que respecta’ es tan fundamental como la cosa misma. Cosa y relación se complementan. Nada en el mundo es inmanente de modo absoluto. El sentido no deja de ser inteligible, puede estar presente en el significante y, en virtud de tal presencia, existe la respectividad entre él y el significante. Además, gracias a tal respectividad con él mismo se da una intención a la materia del significante. Efectivamente, el significante necesita el significado para ser comprendido. Necesita de su respectividad con él para ser interpretado. Pero la pura materia del significante no puede en sí realizar tal respectividad. Sería letra muerta. Por ello, el significado trasciende su presencia en el significante como una relación consigo. El significado en su afán de trascender en el significante, sale fuera de sí. Por consiguiente, tal respectividad y esencia del significante es el sentido. Lo que propicia el movimiento, dirección y armonía en el significante, con el significante y para el significante es la respectividad del sentido inteligible. Por consiguiente, sólo se puede llamar ‘fundamento lingüístico’ a la afinidad de los significante en el sentido mismo. Porque el sólo el sentido parece tener una presencia desde fuera-hacia dentro. Por ello deber ser considerado como el fundamento que sostiene todo lo que no tiene una presencia desde fuera-hacia dentro, sino una presencia sobre en sí y para sí. De la respectividad del sentido y en ella se origina las semejanza e identidad, el movimiento, el antes y después, los horizontes y los diferentes tipos de significantes de la direccionalidad del sentido. La materialidad del significante en el sentido es, pues, la reciprocidad, y esta revela la presencia del sentido en la medida que permite comprender el sentido general del texto. El significado es desde el origen respectividad. En la inmanencia de la conciencia el significado y en el sentido desde la materia, se percibe la presencia de un orden inteligible. El sentido del significado actúa materializándose en el significante, produciendo una conexión con el significante sin confundirse con él. El sentido continúa siendo sentido del significado y se convierte en sentido del significante en la medida que actúa en tal materia como una fuerza que le da una nueva forma e intención.
Esta diferencia permite, mediante la comprensión de la inmanencia inteligible
en el significante, conocer al mismo tiempo la autotrascendencia del significante vinculado a su futura inteligibilidad. ¿Cómo se debe entender esta autotrascendencia del significante? La presencia del sentido inteligible en el significante convierte a la materia en una doble realidad de espíritu y materia que se trasciende a sí misma. Esta realidad está abierta al futuro de la realidad inteligible que interpretará, conectará y plenificará lo inteligible con lo material. La presencia del sentido inteligible en el significante tendrá que diferenciarse más desde un punto de vista filosófico en hospitalidad significada, mediática y reinterpretada. Se habrá de hacer la distinción del sentido como presencia fundante, como dirección y posibilidad. Se podrá distinguir el efecto del sentido presente en la actividad del significante, permanente, reinterpretado y reinteligido. Una nueva visión del lenguaje contempla el texto como un horizonte dinámico de significantes interdependientes. Ninguna cualidad de cualquier parte de este horizonte es fundamental. Todas ellas derivan de las cualidades de otras y el orden general de las respectivas reciprocidades determina la estructura de todo el horizonte.