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Después de la división del imperio (Imperio del oriente e Imperio del occidente) empieza la
irrupción de los pueblos germánicos. Los primeros que penetraron las tierras imperiales fueron los
visigodos, quienes se apoderaron de Roma en el 410. Sin embargo no permanecieron en Italia sino
que continuaron hacia occidente dirigiéndose al sur de Galia y el norte de Hispania (415). Mientras
los visigodos entraban en 406 cruzando el Rin y los Alpes; los vándalos seguirían su camino hasta
llegar al norte de África. Esta gran invasión facilito el establecimiento de otros pueblos germánicos
en Occidente: Anglos y sajones se asientan en Britania (la actual Inglaterra), y los Burgundios lo
hacen en las riberas de Saona (el Borgoña francesa), los francos ocupan gran parte de la Galia.
A finales del siglo V, el Imperio del occidente, transformado en una especie de confederación de
pueblo barbaros bajo la autoridad nominal del emperador, se desploma cuando Odoacro, jefe de los
hérulos, depone al último emperador, Rómulo Augústulo, este a su vez asesinado y suplantado por
Teodorico I, que funda un nuevo reino en la península itálica. Así pues, queda reemplazado el
Imperio Romano por los diversos reinos barbaros, el de los ostrogodos en Italia, el de los francos en
Galia, el de los Vándalos en África, el de los visigodos en Hispania.
En el 409, diversos pueblos barbaros comienzan a establecerse en la Península Ibérica: Los Suevos
en Galecia, los alanos en Lusitania y la cartaginense, los vándalos en el sur y mucho más tarde al
norte de áfrica. Ante su Amenaza el emperador Honorio llamó en su ayuda al caudillo visigodo
Valia, que expulso de Hispania a vándalos y alanos. Los suevos fueron sometidos en Galecia un
siglo más tarde.
Después de ser reconocidos por el imperio en el 418, se produce en el 507 la gran penetración
visigoda. Obligados a abandonar los territorios del sur de Galia por la presión que ejercías los
francos desde el norte, cruzan los Pirineos iniciando así la conquista y la dominación de casi toda la
Península Ibérica. Después de someter a los suevos y recuperar las tierras que Justiano I, emperador
bizantino, había reconquistado de los barbaros pocos años antes, los visigodos alcanzan la
dominación política del territorio, se funda el reino visigótico de Hispania con capital en Toledo. A
finales del siglo VI los visigodos, hasta entonces arrianos, se convirtieron en masa al catolicismo
profesado por la población hispanorromana, y algo más tarde los derechos de ambos pueblos
fueron unificados.
El reino visigodos sobre toda Hispania duraría hasta el siglo VIII, cuando el rey Don Rodrigo fuera
derrotados en 711.
Desde el punto de vista cultural, es importante destacar que los germanos, si bien dominaron
políticamente los territorios occidentales del Imperio, fueron a la vez dominados culturalmente por
los pueblos vencidos al adoptar muchas de sus costumbres y, sobre todo, su lengua; en el caso de
Hispania, los godos que llegaron allí abandonaron pronto la propia, la cual en el siglo VII se hallaba
ya en total descomposición. El nuevo tipo de civilización que surgió de este complejo proceso
estará caracterizado por un alto grado de romanidad matizada con rasgos heredados de los antiguos
pueblos germanos.
España musulmana o Al-Ándalus
A lo largo del siglo VII el pueblo árabe protagonizo una fulgurante expansión. Los ejércitos
musulmanes se habían apoderado del norte de África cuando fue solicitado su paso a la península
por una facción visigoda. Tras la derrota del último rey godo, don Rodrigo, en la batalla del
Guadalete (año 711), a manos de Tarik la penetración de los ejércitos árabes apenas encontró
resistencia, hasta que fueron encontrados por los francos en Poitiers, muy al norte de los Pirineos en
el 732.
La capital del califato, Córdoba, se convirtió en la ciudad más poblada, rica, y culta de Europa, y
todo al-Ándalus brillo con gran potencia económica y cultural que controlaba casi toda la totalidad
de la península ibérica y el norte de África. Al-Ándalus llego a ser una potencia monetaria, agrícola,
comercial, militar, urbanística, cultural y artística. Vale la pena recordar que gracias a los árabes
Europa conocerá, a través de España, las matemáticas de la India e incluso la filosofía griega, saber
que recogieron y difundieron al mundo occidental. Había cierta tolerancia religiosa lo que permitió
la prosperidad de comunidades judías y mozárabe (cristianos bajo el dominio musulmán).
La España judía
La penetración de los judíos en las tierras ibéricas se realizó calladamente, sin el estruendo ni el
fragor de las armas. Su “silenciosa invasión” obedecía al vital instinto de sobrevivir y al universal
anhelo de vivir en paz, ambos en peligro dado la persecución de que eran objeto por parte de
quienes regían el destino de los pueblos del Mediterráneo oriental.
Los hebreos que sobrevivieron a la destrucción en su tierra comandada por Tito comenzaron a
dispersarse por el mundo: fue el inicio de la diáspora, uno de cuyos destinos fue la lejana Hispania,
llamada por ellos Sefarad, adonde arribarían en busca de solaz sosiego, y donde ya existían núcleos
de población hebrea.
La historia de los judíos en España estuvo siempre caracterizada por momentos muy álgidos y
florecientes y por épocas muy difíciles de persecuciones y discriminaciones. Así, durante la España
visigótico las relaciones judíos-godas fueron buenas hasta la conversión de Recaredo al catolicismo
en 589, momento a partir del cual comienzan a promulgarse leyes antijudías que cercenan los
derechos sefarditas, lo cual desató un primer éxodo hacia marruecos. El antijudaísmo de los reyes
visigodos alcanzó su máxima expresión con Égica (687-702) quien ordeno que todos los judíos
conversos o no, fueran reducidos a esclavos.
Con la llegada de los musulmanes, la situación cambia radicalmente debido a que por obvias
razones, los judíos se pusieron de su parte. Se inicio entonces, la época dorada de los
hispanohebreos, época que habría de durar más de tres siglos. Es así como en las tierras dominadas
por los árabes, los judíos ocuparon un lugar de orden al destacarse en todos los ámbitos del saber y
del hacer. Esta bonanza terminaría con la llegada de los almorávides y sus sucesores los almohades,
quienes exigieron a todos sus súbditos la conversión al islam. La mayoría de los judíos huyó
entonces de Al-Ándalus: unos emigraron al norte de África, otros a Provenza, y un número mayor
buscó refugio en Castilla y Aragón.
En cuanto a su situación en los reinos cristianos del norte peninsular podemos afirmar que del siglo
IX al XV fue de altibajos. Las primeras monarquías cristianas trataron a los judíos con igual rigor
que los árabes, pero dado el aporte que los sefarditas hacían a la economía de esos reinos,
comenzaron aquellas a cambiar su actitud hostil hacia estos, a tal punto que, Alfonso VI de Castilla
promulgará en el siglo XI un conjunto de leyes que colocarían a los sefardíes en igualdad de
condiciones a los hispanos cristianos. Durante esta época floreciente, el judío sirvió en las cortes
cristianas de transmisor de los conocimientos árabes, fue l medico por antonomasia y el encargado
de la administración estatal.
Aquella situación de bonanza y estabilidad fue cambiando hasta desembocar en las grandes
hostilidades del siglo XIV, producto de fricciones de tipo religioso pero sobre todo de tipo
económico. En efecto, dado que el judío era el encargado del tesoro estatal y recaudador de
impuestos, el pueblo llano comenzó a verlo como un explotador, lo cual dio a origen a sentimientos
de odio donde se mezcló, a lo específicamente financiero, el prejuicio religioso y étnico. La iglesia
consideraba que era necesario separar la vida de judíos y cristianos, y al mismo tiempo emprender
una campaña misionera para convertirlos. En ese ambiente hostil llega el fatídico año de 1391, en el
cual se produjeron estallidos violentos antisemitas en distintos puntos de la Península Ibérica que
constituirían al preámbulo de lo expulsión de España en 1492.
La España cristiana
Solamente la cordillera Cantábrica y los vales mas escondidos de los Pirineos se vieron libres de la
ocupación musulmana del siglo VIII. Eran los mismos terrarios que habían resistido a los romanos
y visigodos. Los habitantes de estas montañas, fundidos con los restos de la nobleza
hispanovisigoda, se organizaron en diverso núcleos de resistencia, de los que el de mayor vitalidad
fue el reino de Asturias. A partir de la legendaria victoria de las fuerzas de don Pelayo en
Covadonga (año 722) contra los árabes, fue consolidándose un pequeño estado cristiano que, el año
914, ya era lo bastante fuerte para abandonar el refugio de las montañas y establecer su capital en
León, en el norte de la meseta.
Los confines orientales del reino leonés fueron repoblados por cántabros y vascones. Sometidos a
frecuentes ataques árabes, sus habitantes, erizaron el país de fortificaciones y castillo, de donde le
vino el nombre de Castilla, que, desde sus modestos orígenes como condado fronterizo sometido al
poder asturiano, llegaría a convertirse en el reino más importante de la península.
Los siglos XI y XII fueron rápidos avances territoriales para los reinos cristianos. Castilla trasladó
sus fronteras desde el Duero hasta la Extremadura de la Mancha, y en 1230 se unió a León. Al oeste
surgió el reino de Portugal, que se engrandeció también a costa de los territorios musulmanes.
Navarra no progresó al sur del Ebro, mientras que Jaime I, rey de Cataluña y Aragón, conquistaba
los reinos de Valencia y Mallorca.
La batalla de las Navas de Tolosa (año 1212) abrió a Alfonso VIII de Castilla y a su sucesor
Fernando III las puertas del valle del Guadalquivir, que fue conquistado rápidamente. Solo el reino
musulmán de Granada, en el montañoso extremo sur de la península, resistió todavía más de dos
siglos el empuje castellano.
Aragón emprendió en los siglos XIII y XIV una amplia expansión por el Mediterráneo. La
economía catalana conoció un extraordinario desarrollo, basado en el comercio marítimo. Sin
embargo, en la segunda mitad del siglo XIV, los distintos reinos de la corona Aragón entraron en un
ciclo regresivo, debido sobre todo a la peste negra, que diezmo su población. Castilla, por el
contrario, llegó al siglo XV con un gran potencial expansivo. La demanda castellana por los
industriosos países del norte de Europa creó un eje comercial importantísimo entre el principal
mercado de origen, Medina del Campo, y las ciudades flamencas y hanseáticas, lo que constituyó
una abundante fuente de ingresos para la corona y la nobleza castellanas. Sin embargo, los
privilegios concedidos a la Mesta, asociación de ganaderos, perjudicaron el desarrollo de la
agricultura.
En la segunda mitad del siglo XV, el matrimonio de Fernando de Aragón con Isabel de Castilla –
Los reyes católicos– vino a consolidar la tendencia hacia la unidad peninsular. Una vez conseguida
la unión castellano-aragonesa, los Reyes católicos pusieron en marcha un amplio plan de reformas
internas que supuso la creación del primer gran estado moderno de Europa. Se reemprende entonces
la guerra contra los musulmanes, a los que consiguieron reducir a la exclusiva posesión de la ciudad
de Granada, la cual, tras un largo asedio, se rindió el 2 de enero de 1492. Boabdil, último rey moro,
entrega las llaves de la ciudad a los Reyes Católicos y parte al exilio. La Reconquista había
terminado, y con ella, la presencia política musulmana, larga de 781 años.
El siguiente paso sería lograr la unidad española. El matrimonio de Isabel y Fernando solo unió a
Castilla y Aragón en la persona de sus reyes pero no en sus instituciones. Cada estado mantuvo sus
fueros y sus cortes. Pero la unión de los dos monarcas fue de gran eficacia para la consolidación de
la autoridad monárquica y la transformación social de sus estados; ello exigía el sometimiento de la
nobleza al poder real, la centralización política, la unidad étnico-cultural y la unicidad de fe. Todo
esto lo llevó a cabo el gobierno de mano fuerte de los Reyes Católicos mediante los siguientes
procedimientos: 1) anulación de los privilegios y pensiones de las que disfrutaban los nobles; 2)
establecimiento en las ciudades de funcionarios reales, los corregidores; 3) expulsión de judíos y
mudéjares (Musulmanes en territorio cristiano) 4)petición al papa de reestructurar y fortalecer la
Inquisición, la cual fue satisfecha por Sixto IV, quien la puso en la dependencia directa de la
monarquía.
2.-Elabore un cuadro resumen de los cambios fonetológicos ocurridos entre el latín hispánico
de la época germánica, mozárabe, dialecto al-Ándalus, castellano antiguo (romance arcaico,
lengua alfonsí, castellano del siglo XIV-XV).
3.-Elabore un cuadro resumen de los cambios morfológicos ocurridos entre el latín hispánico
de la época germánica, mozárabe, dialecto al-Ándalus, castellano antiguo (romance arcaico,
lengua alfonsí, castellano del siglo XIV-XV).
4.-Elabore un cuadro resumen de los cambios sintácticos ocurridos entre el latín hispánico de
la época germánica, mozárabe, dialecto al-Ándalus, castellano antiguo (romance arcaico,
lengua alfonsí, castellano del siglo XIV-XV).
5.-Elabore un glosario con las palabras aportadas al español por el latín hispánico de la época
germánica, mozárabe, dialecto al-Ándalus y castellano antiguo (romance arcaico, lengua
alfonsí, castellano del siglo XIV-XV)
Germánica
Preferencias latinas:
De los sinónimos de pulcher “bello”, Hispania prefirió formósus ‘hermoso’.
Parvus “pequeño” fue suplantado por pitínnus, el cual a su vez fue modificado en *peccuínus.
Passer -is , cambiado en el habla vulgar en pássaru, dejó su significado original (“gorrión”) y
se aplicó a todas las aves pequeñas, de donde viene pájaro.
Plicare ‘plegar’ pasó a significar ‘hacer camino’, ‘dirigirse a’, dando así origen a llegar.
Serra ‘sierra’ designará, por semejanza con la herramienta, una cadena montañosa.
Para designar el destino y la buena suerte, los hispanos mantuvieron el vocablo dicta “cosas
dichas”, que en la lengua vulgar tuvo el sentido de fatum “hado”.
Para expresar el concepto de “matar”, los hispanos dejaron de lado los verbos occídere,
interfícere y necáre, cada uno de ellos con un matiz particular en latín y se valieron de *mattáre
“abatir”, “herir”.
El verbo en LV *maturicáre, derivado de maturáre ‘hacer madurar’, ‘acelerar’, ‘darse prisa’,
se conserva en Hispania, donde tomaría el sentido de ‘levantarse temprano’, de allí el antiguo
madurgar, moderno madrugar.
El verbo de la época latina tardía quietáre (lat. cl. Quiéscere) ‘descansar’, ‘permanecer
tranquilo’, ‘hacer callar’, va a agregar a ese conjunto de significaciones las propias de remanére
‘detenerse’, ‘permanecer’, ‘durar’. De allí quedar ‘estarse quieto’ y luego ‘permanecer’.
De la expresión veránum tempus ‘tiempo primaveral’, derivada de ver –is ‘primavera’, surgirá
verano, pero con el sentido que en latín tenia aestas –átis.
La expresión mala Mattiána, literalmente ‘manzanas Macianas’, nombre de una famosa
especie de manzanas llamadas así en honor de Caius Matius –quien, entre otras cosas, escribió
sobre agricultura– perdió el determinado y pasó a designar cualquier especie de esa fruta, de allí
mazana (mas tarde manzana por propagación de nasalidad).
Germanismos
Sustantivos: Bandwo ‘signo’, ‘estandarte distintivo de un grupo’ (>bando, der. Bandera.); bank
(>banco), *darod (>dardo), *falda ‘pliegue’ (>falda), *fehu ‘posecion’ (>feudo)
Adjetivos: blank ‘brillante’, ‘blanco’ (>blanco), frisk ‘nuevo’, ‘joven’ (>fresco), gris (>gris)
Verbos: *attaujian ‘preparar’ (>ataviar), ganan ‘codiciar’ (>ganar), *hrapon(>rapar), raubon
‘saquear’(>robar), sakan ‘pleitear(>sacar), skuihan(>esquivar), wardon ‘buscar con la
vista’(>guardar)
Mozárabe y Dialecto al-Ándalus
Términos relativos a la vida militar: acicate ‘punzones’, adarga ‘escudo’, alférez ‘jinete’,
almirante ‘jefe’, ‘emir’, atalaya ‘centinelas’, jinete ‘individuo de Zeneta’ (tribu bereber, famosa
por su caballería ligera, que acudió en defensa del reino de Granada en el s. XIII), rehén ‘prenda’,
zaga ‘retaguardia’.
Términos relativos a la agricultura y a la alimentación: Aceite, aceituna, acelga, acemite ‘flor
de la harina’, acequia, ajonjolí, albóndiga ‘bola’, alcachofa, algodón, arrayán ‘cualquier planta
olorosa’, azafrán, azahar ‘flor’, azucena, badea, jarabe ‘bebida’, maquila ‘medida’, noria,
retama, sandía ‘badea de Sind’.
Términos del campo de las labores y oficios: Albañil ‘constructor’, alcalde ‘juez’, alfarero,
alfiler, alguacil ‘ministro’, ‘visir’, alicate ‘tenazas’, marfil ‘hueso del elefante’, tarea ‘cuota de
trabajo impuesto’.
Términos relativos al comercio: alcabala ‘contribución’, almacén ‘depósito’, ‘granero’,
alquiler, arancel ‘productos, frutos’, arroba ‘cuarta parte’ (la arroba es ¼ de quintal), fanega
‘costal’, ‘cantidad contenida en él’, resma ‘paquete’, tarifa.
Términos urbanísticos: albañal ‘cloaca’, alcantarilla ‘puentecito’, aldea ‘campo’, ‘aldea’,
arrabal, barrio ‘las afueras’ (de una ciudad), zoco ‘mercado’.
Términos relativos a la casa y enseres domésticos: ajuar, alacena ‘armario’, ‘librería’, alcoba
‘bóveda’, ‘cuarto pequeño adyacente a una sala’, alfombra, almohada, derivada de una voz que
significa ‘mejilla’, azotea ‘pequeña planicie’, jarra, tabique ‘pared de ladrillo’, taza ‘escudilla’,
‘caldero’.
Términos relativo a las ciencias: acimut ‘paralelos’, ‘acimut’, álcali ‘sosa’, alcohol
‘antimonio’, álgebra ‘reducción’, ‘álgebra’, almanaque ‘calendario’, auge ‘apogeo de un astro’,
azogue, cenit ‘el paraje de la cabeza’, cifra ‘vacío’, ‘cero’, elixir ‘piedra filosofal’.
Términos relativos a las emociones: alborozo ‘salir con pompa a recibir a alguien’, algazara
‘locuacidad’, ‘murmullo, ruido’, alharaca ‘movimiento’, ‘emoción’, zalema ‘paz’, ‘salvación’.
Otros sustantivos: Acémila, achaque ‘queja’, ‘enfermedad’, alcahuete, alcaraván, alhaja
‘objeto necesario’, ‘mueble’, ‘joya’, ataúd ‘caja’, ‘ataúd’, ‘tumba’, azar ‘flor’; vulgarmente
‘dado’, fulano ‘tal’, gacela, hazaña ‘buena obra’, ‘acción meritoria’, jaqueca ‘la mitad’ (de la
cabeza), jeque ‘caudillo local’, propiamente ‘anciano’, laúd íd., propiamente ‘madera’, mengano
‘quien sea’, nuca ‘médula espinal’, recua ‘cabalgata’, ‘caravana’, zoquete ‘desecho, objeto sin
valor’.
Adjetivos: alazán ‘rojizo’, ‘alazán’, asesino ‘bebedor de hachís’, baladí ‘del país’, ‘autóctono’,
mezquino ‘pobre, indigente’.
Verbos: acicalar ‘pulir’, halagar ‘tratar con bondad’.
Términos invariables: de/en balde ‘vano, inútil’, hasta, ojalá ‘y quiera Dios’.
Lengua alfonsí
Palabras árabes referidas esencialmente a las ciencias y técnicas en las que descollaron los sabios
musulmanes: acimut, alcohol, auge, cenit, jarabe.
Términos latinos o griegos: septentrión, astrolabio, edificio, húmedo, astronomía, astrología,
teatro, tribu, etc.
Términos nuevos derivados de palabras castellanas ya existentes: longueza (< luengo ‘largo’),
eñadimiento (< eñader ‘añadir’), paladinar (< paladino ‘público’), etc.
Siglo XIV
Cultismos: policía ‘política’, ‘buena crianza’, deputar ‘diputar’, súpitamente ‘súbitamente’,
ypocresía ‘hipocresía’, solepme ‘solemne’, teología, etc.
Siglo XV
Del latín: cliente, colegir, describir, diminutivo, disminuir, disolver, dulcísono, ebúrneo, estatua,
estilo, exhortar, exquisito, fatídico, flagelo, ígneo, ignorar, imperfecto, impotente, ínclito, influir,
magnánimo, mortífero, nauta, nocturno, obtuso, oligarquía, posible, presunción, rubicundo,
subsidio, sulfúreo, turbulento, etc.
Del italiano: flamante (< fiammante, der. de fiamma ‘llama’), novela (< novella ‘relato corto’,
propiamente ‘noticia’, der. de lat. novus ‘nuevo’), piloto, soneto (< sonetto, dim. de suono ‘sonido’),
etc.
Del francés: cofre (< coffre), damisela (< fr. ant. dameisele, del lat. vg. domnicílla, dim. de
dómina ‘señora’), gala (< fr. ant. gale ‘placer, diversión’), galán (< galant ‘que se divierte’,
‘atrevido’), paje (< page ‘criado, aprendiz’), jardín, reproche, visaje, etc.
6.- ¿Qué se entiende por dialecto mozárabe?
Los cristianos que permanecieron en la península ibérica bajo dominio musulmán, los mozárabes,
llevaron a cabo una fecunda conciliación de las dos culturas, la árabe y la cristiana. Esta población
conservó la lengua que venía usando antes de la invasión. Pasada ya al estado romance, a esta
lengua se le denomina, al igual que el pueblo que la empleaba, mozárabe, que significa ‘el que se ha
hecho semejante a los árabes’. Es de gran relevancia destacar, que esta lengua era utilizada no solo
por los cristianos sino también por muchos musulmanes cultos.
Era limitado al uso familiar pues la lengua oficial era el árabe, se hizo arcaizante en relación con las
hablas de los reinos cristianos del norte, de las cuales había quedado separado. Lleno de arabismos,
iría desapareciendo poco a poco junto con la misma población mozárabe, y desaparece finalmente
debido al proceso de la Reconquista, pues la población sobreviviente fue reemplazando su lengua
por el romance del reino cristiano conquistador del cual pasó a formar parte.
7.- ¿Cuál es la importancia de las moaxajas, el zéjel, las glosas emilianenses, silenses y las
primeras manifestaciones literarias para la evolución del romance hispano?
Las primeras manifestaciones escritas del romance español procedentes de la España no cristiana
aparecen en glosarios y en textos aljamiados, particularmente en las jarchas. Los musulmanes
hispanos incorporaron elementos romances tomados de los mozárabes; incluso crearon géneros
poéticos en los que se mezclaba el árabe y el romance: la moaxaja (omuwashshaha) y el zéjel. Por
la misma época (finales del IX, inicios del X) comienza a escribirse el romance en la España
cristiana. Los primeros textos escritos conscientemente en romance hispano en los territorios
norteños son las Glosas Emilianenses y las Silenses. Estas glosas, indicadoras de un uso consciente
de la lengua vulgar, estarían destinadas a facilitar la comprensión de una lengua que en muchos
aspectos resultaba extraña; así, el anotador “interviene” el texto para hacerlo comprensible; es la
opinión más generalizada entre los especialistas.
Anteriormente, la única lengua escrita en la península era el latín por lo que la aparición de escritos
en la lengua romance, incluso si eran para dar explicaciones sobre la lengua culta, dio paso a que
estas lenguas evolucionaran y se extendieran por la península, el hecho que los reyes cristianos
Fernando III y su hijo Alfonso X decidieran utilizar el castellano en sus documentos oficiales y
científicos, fue un gran impulsó del castellano sobre las demás lenguas romances.
8.- ¿Cuáles son los aportes hebreos al romance hispanos de los sefardíes?
Los hispanohebreos, quienes se destacaban en todas las ramas del saber humano, fueron
llamados a las cortes cristianas para que, conjuntamente con sabios y eruditos musulmanes,
recopilaran, tradujeran y divulgaran todo el conocimiento de los orientales. El hecho de que este
saber fuera traducido, no al latín sino a una lengua vulgar romance (al castellano) se debe no solo a
la decisión de Alfonso X de Castilla de elevar el habla del pueblo a la categoría de lengua culta,
sino también al poco interés de los sefarditas por el latín, pues estos, después del Hebreo y árabe,
preferían el castellano. Por lo tanto, el judío fue un factor importante en la implantación del dialecto
que habría de imponerse en España.
La introducción al romance hispano de hebraísmos léxicos y morfosintácticos. En este punto el
aporte es más bien magro e indirecto, pues lo poco que pasa al español es a través del latín y de las
traducciones de la Biblia. Entre los hebraísmos léxicos, más o menos universalizados, tenemos los
siguientes: aleluya ‘alabad a Yahvéh’, amén ‘ciertamente’, cábala ‘tradición’, edén ‘deleite’,
fariseo* ‘separado’ (los miembros del partido religioso judío que abogaban por un estricto
cumplimiento de la Ley mosaica fueron llamados ‘separados’ por sus adversarios), gehena* ‘valle
de Hinnom’, hosanna* ‘sálvanos’, jubileo ‘cuerno de morueco’ (instrumento con que se daba la
señal del inicio de la solemnidad judía celebrada cada cincuenta años), maná, mesías* ‘ungido’,
pascua ‘saltar’; luego ‘pasar de largo’, querubín, rabino ‘maestro mío’, sábado ‘día de descanso’.
A esas voces habría que agregar la multitud de nombres propios de étimo hebreo, tales
como Adán ‘hombre’ (lit. ‘el terroso’), Ana ‘compasión’, Benjamín ‘hijo de mi diestra’, Betania
‘casa del pobre’, Carmelo (del que deriva el femenino Carmen) ‘jardín de árboles’, Daniel ‘Dios es
mi juez’, David ‘amado’, Elías ‘Yahvéh es Dios’, Eliseo ‘Dios ha ayudado’, Eva ‘viviente’,
Ezequiel ‘Dios fortalece’, Isabel (variante de Elisabet) ‘Dios es mi juramento’, Isaías ‘Yahvéh es
salvación’, Jacobo (y sus variantes Jaime y Santiago) ‘Dios protege’, Jesús (y su variante Josué)
‘Yahvéh salva’, José ‘Dios añada [nuevos hijos]’, Juan ‘Yahvéh ha sido propicio’, Judit ‘judía’,
Manuel, de Emmanuel ‘con nosotros está Dios’, Miguel ‘¿quién cómo Dios?’, Noé ‘descanso’,
Rafael ‘Dios ha curado’, Raquel ‘oveja’, Rebeca ‘vaca’, Sara ‘princesa’, Saúl ‘el deseado’, Susana
‘lirio’, Tomás ‘mellizo’, etc.
En cuanto a la morfosintaxis, el español adoptó la construcción llamada precisamente
superlativo hebreo, la cual consiste en añadir a un sustantivo un complemento con de que introduce
el mismo nombre en plural con la finalidad de encarecer el primero, como, por ejemplo, rey de
reyes, Cantar de los cantares, por los siglos de los siglos, amor de mis amores, campeón de
campeones, etc., construcción de superlativo aún productiva en la lengua actual.
Finalmente, el aporte más significativo de los sefardíes en el terreno de la lengua lo constituye,
sin lugar a dudas, el hecho de haberse llevado el romance hispano que hablaban a los distintos
lugares donde fueron estableciéndose a raíz de la expulsión de 1492. Esa lengua, que no habría de
morir, es la conocida con el nombre de judeoespañol, modalidad de español conservada y cultivada
por los hispanohebreos y que constituye, en cierto modo y hasta cierto punto, un testimonio
inapreciable del español del siglo XV.
9.- ¿Qué se entiende por romance hispano y cuáles fueron los principales dialectos existentes
durante la Edad media?
Los romances hispánicos son una serie de dialectos romances que nacieron a partir de la formación
de grupos independientes hispanogodos y la invasión árabe. Cada uno presentando sus propias
tendencias, surgiendo así los distintos dialectos que configurarían el mapa lingüístico ibérico al
prevalecer rasgos diferenciadores sobre los rasgos unificadores, diferencias que se vieron
favorecidas por las condiciones geográficas sociales.
Los principales dialectos de la edad media son: mozárabe, gallego-portugués, astu ~leonés, navarro
~aragonés, catalán y castellano.
El romance arcaico es la variante castellana hablada en la península ibérica desde el siglo X al siglo
XII, caracterizada por el afianzamiento de los rasgos esenciales de la lengua castellana. Comienza a
escribirse el romance en la España cristiana. En el siglo XI aparecieron los primeros documentos en
romance, y en XII se escribieron las primeras piezas literarias de importancia. Dado que Castilla
había alcanzado la prominencia política de España, fue su lengua la que experimentó un especial
desarrollo literario y la que impuso su norma frente a las demás variantes.
La prosa castellana anterior a la obra alfonsí. Fernando III el Santo (padre de Alfonso X) pidió que
sus documentos fueran redactados en castellano, por lo que empezó un uso del castellano a
documentos reales, además de antiguas producciones en prosa en su mayoría restringidas a crónicas
y a obras de carácter didáctico-moral ajenas a toda intención estética; tienen como características
una sintaxis poco compleja donde la coordinación prevalece sobre la subordinación, y un
vocabulario rico en cultismos escolares, científicos y abstractos. Muchas de esas obras de hecho
eran traducciones de las que podemos señalar catecismos político-morales como Poridat de las
poridades, el relato de viaje a Tierra Santa con pasajes bíblicos llamado La Fazienda de Ultramar
(primera obra extensa en prosa castellana) y, particularmente, las versiones de la Biblia.
Si bien, tales versiones carezcan de finalidad literaria, sirven de ejemplo de prosa castellana, quizás
no madura, pero con una fuerte esencia castellana, y da pie a la creación de una prosa castellana
más trabajada.
12.- ¿Por qué se considera Alfonso X el Sabio como el primer estandarizador de la lengua
española?
Elio Antonio de Nebrija, fue autor de importantes obras para la lengua latina, sin embargo su obra
más emblemática fue la primera gramática de una lengua romance, La Gramática de la lengua
castellana (1492), que por su magnitud muchos especialistas consideran la primera en lengua vulgar
que puede recibir con propiedad tal nombre. Tal obra llegó en un momento en que sólo las lenguas
clásicas eran las enseñadas y las dignas de estudio por parte de eruditos y universitarios. Nebrija,
por tanto, indica un nuevo rumbo al elevar una lengua vulgar a la categoría ostentada por aquéllas.
Nebrija adaptó los principios gramaticales latinos, refleja la lengua para finales del siglo XV, y
sobre todo propone reformas que le dieran al castellano mayor elegancia y lógica, proyectando lo
que el autor consideraba la norma ideal. La gramática sirvió entonces para establecer un orden
dentro de la mezcla cultural que había llevado al castellano, a ser lo que era, por lo que intento crear
una unidad idiomática. Lo más importante, es que como el mismo autor lo afirmó este idioma más
afianzado con el pueblo, podía ser transmitido a nuevos pueblos, y así fue cuando viajo por el
océano atlántico y fue impuesto a nuevos hablantes.
Bibliografía.