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Contra la rebelión (del Estado)

David Fernàndez 17/03/2018

Sorprende que no aplicamos la máxima imprescindible que silba que en tiempos oscuros es cuando
hay que redoblar esfuerzos: que a máxima represión es necesario, sobre todo, máxima generosidad.
Al final, intempestivamente y tiempo al tiempo, la rebelión de verdad será la de la razón de estado
contra la mayoría democrática catalana. Resultará, después de todo, que los que están socavando el
estado de derecho, prevaricando a conciencia y malversando fondos públicos son los agentes de la
excepción del aparato judicial y policial. Y quienes los mandan, pervierten y teledirigen, claro. Dicen,
dicen, dicen que en las conversaciones privadas de los pasillos del búnker del 78, en los ángulos
ciegos del putrílago represivo del alcantarillado estatal, Manuel Marchena y Pablo Llarena se
ratifican a sí mismos como "el último muro de contención de la democracia". La tentación narcisista y
salvapatrias, ya se sabe: o nosotros o el caos, un clásico hispánico. Todos al suelo, cuando el último
pronunciamiento en el siglo XXI contra la razón democrática de la libertad política catalana va
vestido con maza gris y toga negra.

Último muro, ciertamente, lo son. Pero no de la democracia, sino de la sagrada y reaccionaria unidad
de España. Que no tiene nada que ver con ningún principio democrático sino con un nacionalismo
de estado cada vez más desbocado, verbalmente más virulento y antijurídicament más inquisitorial.
Condensado en la negación del otro, la homogeneización excluyente y la aplastante apisonadora del
poder. No deja de ser tragicómico que, en nombre de la ley, opten por saltársela. Que en nombre de
la democracia, la impidan. Que en nombre del estado de derecho, perpetren el abuso continuado de
su contrario: el derecho de estado. Barcelona, la copla de la posmodernidad, se puede bombardear
de muchas maneras. Dicho sin banalización, hoy se fractura con órdenes judiciales, registros
impunes y detenciones injustas que revientan la soberanía política, no acatan los resultados
electorales y secuestran como rehenes, en la macabra lotería represiva, a quien les plazca. Jarabe
de caña y en bastones con la zanahoria con el espíritu antiguo del duque de Ahumada.

De infausta memoria en la antología del terror –de estado-, se hace imposible olvidar la frase que
profirió el ex general Enrique Rodríguez Galindo, cabeza oscura de la trama negra del museo de los
horrores de Intxaurrondo, durante uno de los juicios del caso GAL: "Con seis hombres de los míos
reconquistábamos América Latina otra vez". Estirpe imperial, lógica de conquista y diatribas
criminales, a pesar de que el sol ya se ponga allí donde antes nunca se ponía y consuele saber que
todo imperio tiene siempre su fin. Pero ahora que vierten tanta gasolina al fuego de la prisión
permanente revisable, eufemismo de una cadena perpetua que ni su propia Constitución prevé,
habrá que recordar que aquel general criminal benemérito fue condenado a 80 años de cárcel por el
asesinato en cal viva de Lasa y Zabala. Apenas cumplió cuatro. Como José Barrionuevo y Rafael
Vera, en la condena por el secuestro de Segundo Marey: cuando entraron en prisión lo hacían
teóricamente para cumplir 10 años de prisión. Cumplieron 10, sí. Exactamente 10 horas, no crean, ni
una sola noche: 600 minutos de calvario penitenciario. Bromas de la democracia cuando la
democracia es de feria. Para que el derecho penal de enemigo tiene una brutal contrapartida
arbitraria: el derecho penal de amigo. Que se lo pregunten a Diego Pérez de los Cobos, ascendido a
general, o a todos los policías condecorados por Zoido con medalla y trienio por haber zurrar este
pueblo el 1 de octubre. La impunidad, al altar.

De la vida de los demás y el hedor de la guerra sucia, en cambio, sorpresa cero. No hay Ornis que
valgan. Ya lo avisó José Antonio Zarzalejos, codorniz del régimen, en el lejano 2014, con previsora
??anticipación y mafiosa claridad. Y con el oxidado pero rutinario axioma dictatorial de que quien no
cuestiona el Estado no tiene por qué preocuparse: "Para enfrentarse al Estado, desafiándolo, hay
que atarse los machos y estar limpio como una patena, con los bolsillos transparentes y en
disposición de que los servicios de inteligencia pasen el escáner y no encuentren nada que no esté
en su lugar". En Contra la tiranía, Snyder lo dice de una manera similar pero desde una posición bien
diferente y resistente: "Los gobernantes más viles harán saber todo lo que saben de ti para intimidar.
[...] Los tiranos buscan el gancho del que colgarte. Trata de no tener ganchos".

De acuerdo, estamos bajo excepción permanente cotidiana. Es bien sabido. Pero, entonces y sin
embargo, lo que debe saberse todavía no es lo que harán ellos -que está claro- sino como
pensamos responder nosotros, unitaria y conjuntamente. Que quiere decir juntos y a la vez. Por eso
sorprende tanto -desconcierta, desubica, despista- que no apliquemos la máxima imprescindible que
silba que en tiempos oscuros es cuando hay que redoblar esfuerzos: que a máxima represión es
necesario, sobre todo, máxima generosidad. Las derivas represivas y las autoritarias se sabe como
empiezan y nunca como acaban. Si sabemos algo es que la lucha en contra es larga, persistente y
constante, y que a más miedo más servilismo.

Manos a la obra, quizás para empezar y en mínimos: una estrategia colectiva y común en clave de
defensa política contra el juicio político más grande que vendrá; la solidaridad por la libertad de los
presos y el retorno de los exiliados; el fin inmediato del 155 y sus estragos; la restitución, mejora y
profundización de la mejorable legislación social y ambiental tumbada por el TC; y el referéndum y el
proceso constituyente como marco democrático resolutivo permanente. Estos son todavía, pese a lo
que griten los altavoces del Estado, consensos sociales básicos y sólidos.

En un país donde, a pesar de todo, y contra todo, la calle no calla, entre la huelga feminista, la
marea pensionista y la escuela contra el miedo. Hoy, aquí y ahora, es la realidad la que acredita que
no tenemos mucha más opción: si queremos salir delante de este atolladero, habrá desobedecer y
superar toda excepción. Hace cinco meses, queriendo ser una república decente, aprendimos a ser
un pueblo resistente. Y hay cosas que nunca deberían desaprenderse. Precisamente para conjurar
el riesgo de desaprenderlas. Antes de que condenados al miedo, condenados siempre a la
esperanza.

David Fernàndez
Periodista y activista social

Traducción Roger Tallaferro Fuente: https://www.ara.cat/opinio/david-fernandez-


contra-rebellio-de-estat_0_1979802077.html
URL de origen (Obtenido en 10/04/2018 - 20:30):
http://www.sinpermiso.info/textos/contra-la-rebelion-del-estado

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