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¿Cómo funciona una cúpula?

Cargas, tensiones y deformaciones estructurales en una cúpula continua.

Las cúpulas se cuentan entre las construcciones más fascinantes que hayan existido. Suelen ser
cubriciones de espacios representativos y tanto se han construido en pequeños tamaños como en
algunos imponentes. La cúpula del Panteón de Roma, la de San Pedro del Vaticano, la de Santa
Maria del Fiore de Florencia, las más actuales de Nervi del Palazzetto dello Sport de Roma, las de
Dischinger o Torroja forman todo un paradigma que se basa en un mismo funcionamiento
mecánico.

En realidad, todas las citadas no trabajan igual, pero si se ciñen en general a un funcionamiento en
que es la forma la que dicta por dónde van los esfuerzos. No en vano, se conoce a las estructuras
de este tipo como estructuras de forma, para así diferenciarlas de las estructuras de elementos
planos o rectos

Hoy vamos a ceñirnos a las cúpulas de revolución de trazado curvo. Además, que sean continuas,
de piedra, fábrica de ladrillo u hormigón. Pues bien, si en una cúpula cortamos por una sección
horizontal cualquiera, sucede que el peso de todo lo que está encima se reparte uniformemente
en todo el perímetro de dicho corte. Como además la superficie de la cúpula tiene una inclinación
en ese corte, las fuerzas según los meridianos tienden a alinearse con esa pendiente, de modo que
resultan contenidas en la superficie, y son siempre de compresión. O sea, se comporta como una
membrana.

Teniendo en cuenta lo anterior, al cambiar el ángulo y la carga a medida que subimos o bajamos
en los meridianos, aparecerá entonces una fuerza horizontal radial desequilibrada entre dos
secciones horizontales sucesivas. Como esta fuerza es radial, si es centrípeta, obligará a que en la
dirección anular la cúpula haya fuerzas de compresión. Si, por el contrario, la fuerza radial es
centrífuga, sucederá que en la dirección anular las fuerzas sean de tracción. Así, sucede que en las
partes altas de las cúpulas las fuerzas anulares son compresiones y en las partes bajas son
tracciones, zunchando, por así decir, la cúpula para que no se desparrame horizontalmente.
La altura a la que se produce el cambio entre
compresiones superiores y tracciones inferiores es
casi siempre visible. Como las fábricas de ladrillo o de
piedra, como el hormigón sin armar, no resisten
tracciones, en la parte inferior de las cúpulas
aparecen sistemáticamente fisuras perpendiculares a
las tracciones, es decir, según los meridianos, que se
acaban cerrando justo donde aparecen compresiones
en la dirección anular. Por tanto, donde acaban las
fisuras es el límite en el que las fuerzas anulares de
tracción pasan a ser de compresión, o viceversa.
Aproximadamente, esa línea corresponde a un corte
horizontal identificado por que el ángulo de apertura
medido desde la vertical es de 30-35º.

En resumen, a lo largo de los meridianos las fuerzas


son siempre de compresión y según los anillos son de
compresión en la parte alta de la cúpula y de tracción
en la inferior, lo que hace que esta zona se llene de
fisuras verticales según la dirección radial.

Pero hay dos elementos vitales en una cúpula: los anillos extremos, superior e inferior. En el anillo
superior, la componente horizontal que le llega es radial centrípeta, por lo que el anillo estará
siempre comprimido. O no, porque si sobre el anillo superior no actúa ninguna carga, no hay
necesidad de tal anillo y de su trabajo interno. Esto es lo que permite que una cúpula se pueda
construir por anillos sucesivos, porque el borde superior está equilibrado siempre, ya que el anillo
no trabaja hasta que entre en juego el peso de la linterna. Respecto al anillo inferior, las fuerzas
que acometen en horizontal a él son centrífugas, provocando que siempre la fuerza del anillo sea
de tracción. La componente vertical, que será el peso total de la cúpula, se equilibrará con la
compresión vertical del muro o arcos que sujeten la cúpula.

Por ahora hemos hablado sólo de fuerzas, pero no de deformaciones en estas estructuras. Hemos
de tener en cuenta que las compresiones suponen decrementos de longitud de los elementos que
las soportan, mientras que las tracciones suponen incrementos de longitud.

De este modo, como el anillo superior está comprimido, su diámetro se reducirá al entrar en
carga. De igual modo, la zona de la cúpula cercana a ese anillo, al estar comprimida, también
perderá diámetro. Pero como la fuerza del anillo y la de la zona cercana no tienen por qué
producir un acortamiento igual, salvo que se tenga en cuenta a la hora de dimensionar el anillo y
el espesor de la cúpula, aparecerá en la unión entre el anillo y la cúpula una incompatibilidad de
deformaciones. Pero es un problema leve, que se reduce a que tanto el anillo como la cúpula
trabajen con igual tensión del material, lo que casi siempre sucede.
A la inversa, en el anillo inferior, que está traccionado, y la zona inferior de la cúpula que también
lo está radialmente, deberán compatibilizar sus deformaciones, que, en este caso aumentan de
diámetro. Como la cúpula se fisura radialmente, esa propia fisuración resolvería la posible
incompatibilidad entre el anillo y la cúpula. Pero hay un caso en que esa compatibilidad es
imposible. Cuando la cúpula es muy tendida, sucede que el anillo inferior está traccionado,
tendiendo a abrirse. Por el contrario, la zona de la cúpula aneja está comprimida anularmente,
tendiendo a cerrarse. Por tanto, el anillo tiende a aumentar su diámetro mientras que la cúpula
tiende a disminuirlo, por lo que es inevitable, para que la cúpula no se separe del anillo que
aparezcan unas flexiones en la cúpula en la dirección de los meridianos.

Este sistema de funcionamiento explica de modo general cómo resiste las cargas una cúpula, pero
hay muchos matices que pueden alterar lo dicho, dependiendo de geometrías concretas, de las
propiedades de los materiales y de otras circunstancias que aquí, por el momento, no hemos
observado.
Bóvedas
El comportamiento de las bóvedas, aunque más complicado debido a su aspecto tridimensional, se
basa en los mismos principios que el de los arcos. Así, el comportamiento de la bóveda de cañón
es idéntico al de los arcos ya que puede considerarse como una serie continua de arcos unidos, y
en consecuencia la reacción vertical y horizontal viene distribuida a lo largo de todo el muro de
apoyo (Figura 6). Dependiendo del tipo de sección de la bóveda de cañón, esto es, si es de sección
circular o de un centro (i.e., de cañón s.s.), de sección apuntada o de dos centros (i.e., de cañón
apuntado), condicionará el tipo de distribución de cargas que puede soportar.

La bóveda de crucería, resultante de la intersección de dos bóvedas de cañón, está formada por
cuatro bovedillas, cada una de las cuales puede conceptualizarse como una serie de arcos
continuos que descargan en la línea de compluvio (Figura 7). Si la bóveda es de planta cuadrada,
las componentes horizontales generadas por cada bovedilla son idénticas, mientras que si la
planta es rectangular existirán componentes horizontales mayores resultantes del peso de las
bovedillas mayores.

Figura 6.- Reacciones horizontales y verticales en una bóveda de cañón, conceptualizada como una
serie de arcos de medio punto.
Figura 7.- Distribución de esfuerzos en una bóveda de crucería apuntada, con indicación de las
componentes verticales y horizontales debidas al peso de dos de las bovedillas, y de las reacciones
correspondientes que garantizan la estabilidad de la bóveda.

En el caso de un perfecto diseño de la bóveda, las componentes horizontales de dos bovedillas


adyacentes son ortogonales, y se resuelven en una única componente cuya dirección es paralela a
la línea de compluvio y su sentido hacia el exterior de la bóveda. Por tanto, a lo largo de las líneas
de compluvio se disponen nervios que funcionan como arcos, descargando en definitiva toda la
carga (vertical y horizontal) sobre cuatro puntos que constituyen el vínculo de unión de todo el
sistema. Al igual que para los arcos, la existencia de estas componentes horizontales en las
bóvedas hace que, ante la ausencia de elementos que las contrarreste (e.g., otras bóvedas, muros
de carga, contrafuertes...), deban instalarse oportunos sistemas para estabilizar las bóvedas, como
tirantes metálicos.

Las cúpulas presentan un funcionamiento basado en el de los arcos y bóvedas, aunque en este
caso los esfuerzos horizontales no se concentran, sino que se disponen a todo lo largo del tambor
de la cúpula.
Figura 8.- Distribución radial de esfuerzos en la base de una cúpula.

2.3. CONTRAFUERTES

Para poder equilibrar la componente horizontal de la fuerza transmitida por arcos y bóvedas, y
ante la ausencia elementos como tirantes la eliminen, no es suficiente que el apoyo esté
constituido por un simple pilar, columna o muro verticales. Por contra, es necesario que el apoyo
sea más amplio en su base, para garantizar que la resultante de la fuerza transmitida, oblicua a la
vertical, se proyecte sobre la misma. En estos casos, el muro o pilar funciona como contrafuerte.
Hay que tener en cuenta que, además de la reacción transmitida por el arco o bóveda, las partes
inferiores de los apoyos también soportan el peso de las partes subyacentes del apoyo
(contrafuerte) mismo. El resultado de esta situación es que la base del contrafuerte soporta más
carga, pero esta resultante del peso del contrafuerte y de la carga transmitida por el arco o bóveda
presentará una dirección más próxima a la vertical que si estuviese formada exclusivamente por la
componente transmitida por el arco o bóveda. Dado que la excentricidad de la carga genera
solicitaciones de flexión, su disminución es beneficiosa para la estabilidad estructura, ya que los
muros son capaces de resistir fuertes solicitaciones de compresión, pero no tanto de flexión. Por
tanto, el contrafuerte será más efectivo cuanto más pesado sea. Por este mismo motivo, las
existencias de pináculos son beneficiosos para la estabilidad de la estructura, al producir una
reducción aún mayor de la excentricidad de la carga transmitida por los arcos o bóvedas. Sobre
estos principios se concebía la arquitectura de las catedrales góticas, basada sobre el sistema de
arcos rampantes y pináculos con los que se transmitía a tierra el peso de las cubiertas.

2.4. APERTURAS EN MUROS


La apertura de ventanas y puertas en los muros introduce un problema que presenta dos
aspectos. En primer lugar, deben usarse elementos localizados por encima de la apertura que
desvíen la carga del muro subyacente hacia los lados de la propia apertura. Estos elementos son
arcos, eventualmente cegado en la misma pared, y arquitrabes de materiales que puedan soportar
por flexión la carga del muro sobre la luz de la apertura (vigas de piedra, madera). El segundo
aspecto del problema es que, en ambos casos, se genera una situación de esfuerzos concentrados
en los lados de la apertura, que pueden llegar a ser mayores del doble de la carga soportada por el
muro sin apertura. En estos flancos o jambas se disponen elementos de refuerzo, como largueros
de piedra resistente de una sola pieza y tan altos como la luz del vano.

2.5. CIMIENTOS DE MUROS

Mientras el comportamiento de una estructura puede abordarse mediante consideraciones


derivadas sobre todo de la teoría de la elasticidad, el comportamiento del terreno de cimentación
se aleja de un comportamiento elástico. Más bien, de hecho, su comportamiento es plástico,
siendo importante parámetros como deformación plástica, flujo viscoso, etc.

De forma general, puede decirse que la capacidad sustentativa del terreno depende de su:

· grado de compactación, ya sea original del terreno o debido a la presión ejercida en el pasado
por otros pesos suprayacentes (i.e., otros edificios). En la generalidad de los casos, el peso de los
edificios compacta el terreno y mejora sus propiedades mecánicas.

· contenido en agua, que aumenta la plasticidad y la posibilidad de flujo viscoso. Si el terreno


está muy húmedo, es necesario profundizar más para acceder a formaciones geológicas
apropiadas.

· acción lateral de contenimiento, derivada de la presión vertical del terreno circundante


(cuando los cimientos se encuentran a una cierta profundidad). La eficacia de esta acción lateral se
mejora profundizando los cimientos, contrarrestándose así posibles flujos viscosos.

3. PRINCIPALES CAUSAS DE FALLOS EN LA ESTRUCTURA


Las causas de fallos estructurales en los edificios son muy variadas y complejas. Abordaremos sólo
consideraciones de tipo general, teniendo en cuenta que los aspectos singulares de cada caso
tienen una importancia decisiva para una correcta interpretación de los fallos.

3.1. CESIÓN DE LA CIMENTACIÓN

Esta es probablemente la causa más frecuente de fallos en las fábricas de todo tipo. Por lo dicho
hasta ahora, puede comprenderse que si una fábrica antigua presenta problemas de cimentación
en la actualidad, es raro que se deban a circunstancias igualmente antiguas, sino más bien a
modificaciones de las circunstancias que rodean al edificios. Se deberá así constatar estas
circunstancias nuevas que puedan modificar el régimen estático del terreno de cimentación
consolidado en el tiempo, y que, entre otras, pueden ser:

· Obras de excavación cercanas (otras cimentaciones, galerías, cuevas,...).

· Variaciones en la cantidad de agua del terreno (daños y pérdidas de conducciones de agua,


acueductos, alcantarillado,...).
· Explosiones cercanas u otras causas de fuertes vibraciones (terremotos, vehículos,...)

· Labores realizadas en el edificio que hayan aumentado, o en todo caso modificado, el estado
de solicitaciones precedente. Esta última circunstancia es importante en el caso de edificios viejos,
ya que en pocos casos las obras nuevas profundizan sus cimientos.

Los fallos debidos a la cesión del terreno se manifiestan por:

· hundimiento diferencial de una o varias partes del edificio

· rotación al nivel de la base de la estructura, producida por condiciones de carga excéntrica.

3.2. DEGRADACIÓN DE LOS MATERIALES

Los materiales que más fácilmente se degradan con el tiempo y que pueden causar problemas
estructurales son las maderas, generalmente utilizadas en vigas de sustentación de cubiertas. A
veces, la degradación de los morteros de unión puede ser causa de fallos estructurales, mientras
que la degradación de la piedra de sillería es poco relevante como causa de este tipo de fallos,
excepto en situaciones en que la piedra sea extremadamente porosa y mecánicamente débil. El
deterioro de la piedra puede, no obstante, ser causa de caída de algunas partes de los edificios,
particularmente las superficiales (e.g., frisos) y aquellas que no sufren carga (e.g., pináculos,
merlones, decoración escultórica, etc).

3.3. OBRAS DE REMODELACIÓN

No es difícil comprender que ésta sea una frecuente causa de fallos estructurales. Pueden
presentarse situaciones numerosísimas, pudiéndose señalar las siguientes:

· Ampliación de la construcción con elevación de pisos adicionales, con el consiguiente


aumento de peso que puede no estar repartido uniformemente.

· Adición/eliminación de tabiques de nuevos/viejos, que pueden crear situaciones de carga


concentrada y hundimiento de suelos, respectivamente.

· Eliminación arcos o bóvedas, cuando éstos ejercen una función de contrarresto mutuo con
otros arcos o bóvedas

· Aperturas de ventanas, pasajes, etc.

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