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SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los 12 días del mes de noviembre de 2007, el Tribunal Constitucional,


en sesión de Pleno Jurisprudencial, con la asistencia de los magistrados Landa Arroyo,
Mesía Ramírez, Vergara Gotelli, Beaumont Callirgos Eto Cruz, Álvarez Miranda,
pronuncia la siguiente sentencia

ASUNTO

Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Faustino Jacobo Meza


Gutiérrez contra la sentencia de la Sala de Derecho Constitucional y Social de la Corte
Suprema de Justicia de la República, de fojas 94, su fecha 29 de septiembre de 2005 que,
confirmando la apelada, declara infundada la demanda de autos.

ANTECEDENTES

Con fecha 11 de marzo de 2002 el recurrente interpone demanda de amparo contra


el Juzgado Especializado en lo Civil de Lima a fin de que se anule la resolución 51, de 22
de agosto de 2001, y como consecuencia de ello, se anule la cancelación del rubro D,
asiento 008, de la ficha 00000886 del Registro de Propiedad Inmueble de Arequipa, donde
se encontraba inscrito un contrato de constitución de usufructo a su favor. Alega que dicha
resolución viola sus derechos a la libre contratación y al debido proceso, específicamente
la prohibición de desvío de la jurisdicción, sometimiento a proceso distinto de los
previamente establecidos, de defensa y a la motivación de las resoluciones.

Refiere que la resolución cuestionada se dictó en el proceso de ejecución de


garantías seguido por la empresa Mobil Oil del Perú contra Octavio Napoleón Gómez
Díaz y Rosa Elvira Portugal Flores de Gómez, signado con el número 45181-98; que los
demandados en dicho proceso constituyeron una hipoteca a favor de Mobil; que, ante el
incumplimiento del pago, Mobil demandó la ejecución de la garantía; que,
posteriormente, los demandados inscribieron en el Registro un contrato de usufructo a
favor del recurrente, que constaba en escritura pública de 19 de enero de 2001; que, luego
de decretada la adjudicación del inmueble a favor de Mobil, el juez de la causa ordenó la
cancelación de todos los gravámenes que pesen sobre el inmueble, dentro de los cuales
se incluyó, mediante la resolución impugnada, la cancelación del asiento del usufructo
que no fue notificada al recurrente; y que, una vez que tomó conocimiento, fuera del
proceso, de la citada resolución, solicitó su intervención litisconsorcial, la misma que fue
rechazada mediante decreto de 12 de diciembre de 2001.

La Cuarta Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, con fecha 21 de


junio de 2004, declara infundada la demanda por considerar que el tema cuestionado no
se puede plantear en un proceso de amparo por no constituir éste una supra instancia.
Adicionalmente señala que el apersonamiento del recurrente no fue admitido por cuanto
“(...) contenía pretensiones que sólo podían conocerse por el Juez de la causa y no por
el Juez comisionado (...)”.

Por su parte, la recurrida confirma la apelada, básicamente por los mismo


fundamentos.

FUNDAMENTOS
Supuesta vulneración del derecho de defensa

1. Sostiene el recurrente que “(...) dentro de proceso de Ejecución de la referencia, en


ningún momento se nos ha notificado de la decisión judicial de cancelación de nuestro
derecho constitucional vulnerado, constituyendo este hecho una grave irregularidad
al desarrollo del proceso aludido.(...) Como consecuencia de la grave omisión aludida
en el punto precedente, se nos ha privado de nuestro Derecho Constitucional de
Defensa reconocido en el inc. 14 del art. 139 de la Carta Magna, que conforme a las
causas 99-95-AAITC y 267-96-AA-TC, forma parte esencial del Derecho al Debido
Proceso: AL DICTARSE LA RS. QUE AFECTABA NUESTRO DERECHO EN LA
EJECUCIÓN FORZADA DEL PROCESO DE EJECUCIÓN DE GARANTÍAS, SE
OMITIÓ PONER A NUESTRO CONOCIMIENTO, PRIMERO LA
OBSERVACIÓN REALIZADA POR EL REGISTRADOR PÚBLICO SOBRE LA
PROCEDENCIA O NO DE LA CANCELACIÓN DE NUESTRO DERECHO DE
USUFRUCTO, Y LUEGO LA RS. JUDICIAL No. 51, A EFECTOS DE HACER
VALER NUESTRO DERECHO EN LA VÍA QUE HUBIERE RESULTADO
PERTINENTE, NO OBSTANTE RESULTAR EVIDENTE QUE DICHA RS. NOS
AFECTABA DIRECTAMENTE Y QUE DETENTÁBAMOS INTERÉS Y
LEGITIMIDAD PARA OBRAR” (puntos III.2.2.a y b del escrito de demanda).

2. Por su parte la juez demandada ha sostenido “Que el accionante se apersona ante el


Primer Juzgado Civil de Arequipa, juzgado comisionado para la ejecución del
lanzamiento del inmueble sub litis, habiéndosele negado dicho Juzgado, su
apersonamiento (sic). Sin embargo, cabe precisar que en ningún momento se han
apersonado ante este Despacho a fin de hacer valer sus derechos, solicitar nulidad o
impugnar las resoluciones que le afectan, como es el caso de la resolución número 51,
por lo tanto no se ha conculcado derecho de defensa alguno” (punto 5 del escrito de
contestación de la Juez RoxanaCarrión Ramírez).

3. Respecto al contenido del derecho de defensa, este Tribunal tiene dicho que “(...) el
derecho de defensa garantiza que una persona sometida a un proceso judicial no quede
en estado de indefensión por actos u omisiones que sean imputables directa e
inmediatamente al órgano jurisdiccional” (STC 6149-2006-AA, fundamento 29).
Igualmente, ha señalado que “El derecho a no quedar en estado de indefensión se
conculca cuando los titulares de derechos e intereses legítimos se ven impedidos de
ejercer los medios legales suficientes para su defensa (...)” (STC 0582-2006-AA,
fundamento 3). Así pues, el derecho de defensa garantiza, en el ámbito de un proceso
judicial, que un justiciable pueda ejercer los medios de defensa que correspondan a
fin de contradecir los argumentos de la otra parte o, en su caso, las resoluciones del
juez. Precisamente por ello, este Tribunal ha señalado la relevancia constitucional del
acto procesal de notificación, pues éste constituye un presupuesto para el ejercicio del
derecho de defensa. No obstante, también ha advertido que no cualquier irregularidad
en el acto de notificación constituye, per se, una violación del derecho de defensa, de
modo que la determinación de su lesión es un asunto que habrá de evaluarse en cada
caso concreto.

4. En el caso de autos el Tribunal observa que si bien el recurrente no fue notificado, sin
embargo, tomó conocimiento de la resolución 51 a través de otros medios, solicitando
luego su intervención litisconsorcial ante el juez diligenciado para la ejecución, en
lugar de hacerlo ante el juez de la causa, como era pertinente. Por tanto, en la medida
que el recurrente sí tuvo la posibilidad de hacer ejercicio de su derecho de defensa, el
Tribunal considera que el acto reclamado no afecta el contenido constitucionalmente
protegido del derecho de defensa, por lo que en este extremo corresponde aplicar el
artículo 38 del Código Procesal Constitucional.

Supuesta violación del derecho a no ser desviado del procedimiento preestablecido por
la ley

5. El recurrente alega que se resolvió la cancelación de la inscripción del derecho de


usufructo en el proceso de ejecución de garantías, en lugar de efectuarse en el ámbito
del proceso de conocimiento. Ello, a su juicio, generó “Como puede apreciarse, [que]
la materia controvertida se sujetó a un proceso no cognoscitivo, es decir, a uno de
Ejecución con las características propias de éste, o sea, con una ausencia virtual del
Principio de Contradicción y máxima limitación de medios probatorios permitidos,
así como de excepciones, defensas y plazos para ofrecimientos y actuaciones de todos
los actos procesales que permiten los Procesos de Cognición. No es discutible per se
la pertinencia y naturaleza del proceso de ejecución de Garantías, ni la ejecución
forzada del mismo, empero resulta absolutamente insólito y manifiestamente
improcedente que en el contexto de éstos procedimientos se disponga la
cancelación de un Asiento Registral. (...) el 48 Juzgado por ser un Juzgado de
Ejecución, sólo y solamente, ERA COMPETENTE PARA DISPONER EL
LEVANTAMIENTO DE GRAVÁMENES, RESULTANDO EN TAL
SENTIDO INCOMPETENTE PARA LEVANTAR NUESTRO DERECHO DE
USUFRUCTO, QUE COMO YA HEMOS EXPLICADO (...) CONSTITUYE
UNA CARGA Y NO UN GRAVAMEN” (puntos III.1.4. y 1.5. del escrito de
demanda. El énfasis es original).

6. La juez demandada por su parte considera que no se extralimitó en sus funciones al


cancelar la inscripción de usufructo, por cuanto “(...) en ningún momento está
ordenando actos que violen las normas del debido proceso sino que está dando
cumplimiento a un mandato que tiene la autoridad de cosa juzgada” (punto 3 del
escrito de contestación de la demanda).

7. El Tribunal recuerda que de acuerdo con el artículo 139 de la Constitución “Son


principios y derechos de la función jurisdiccional: (...) 3. (El que) Ninguna persona
puede ser desviada de la jurisdicción predeterminada por ley, ni sometida a
procedimiento distinto de los previamente establecidos, ni juzgada por órganos
jurisdiccionales de excepción ni por comisiones especiales creadas al efecto,
cualquiera sea su denominación”.

Dicho derecho –ha sostenido el Tribunal– no garantiza que se respeten todas y cada
una de las disposiciones de la ley procesal, de modo que una trasgresión de éstas,
genere automáticamente la violación del derecho. En la STC 2928-2002-HC/TC, en
efecto, se precisó que éste "no protege al sometido a un procedimiento por cualquier
transgresión de ese procedimiento, sino sólo vela porque las normas de procedimiento
con las que se inició su investigación, no sean alteradas o modificadas con
posterioridad" (fundamento 3).
Ciertamente el ámbito constitucionalmente garantizado de este derecho no se orienta
a impedir que, en abstracto, el legislador pueda modificar o alterar las reglas que
regulan la realización del proceso judicial. La discrecionalidad legislativa con la que
cuenta el Congreso de la República para diseñar, en lo que aquí interesa, los procesos
judiciales ordinarios, no tiene más límites que el modelo constitucional del proceso y
el respeto de los derechos fundamentales procesales que se hayan reconocido en la
Constitución. De modo que, no existiendo un derecho a la petrificación de las reglas a
las que está sometido un procedimiento judicial, la garantía que éste ofrece es que de
producirse una modificación del procedimiento judicial, su aplicación no devenga en
arbitraria.

La respuesta a la pregunta ¿cuándo la aplicación de una modificación legislativa a las


reglas del proceso judicial puede devenir en arbitraria, por irrazonable o
desproporcionada?, es una cuestión que tampoco este Tribunal puede absolver en
abstracto y con carácter general, sino en función de cada caso concreto.

8. En el presente caso el juez, en el proceso de ejecución de garantías resolvió la


cancelación del asiento registral que contenía el derecho de usufructo del recurrente.
Éste alega que ese era un tema que sólo era pasible de ser analizado en un proceso de
conocimiento, en el que se debió determinar alguna de las causales de extinción de la
hipoteca del artículo 1021 del Código Civil. Dicha pretensión, conforme a lo expuesto
en el fundamento anterior, no forma parte del contenido constitucionalmente
garantizado del derecho a no ser desviado del procedimiento predeterminado por la
ley, por lo que en este extremo corresponde aplicar el artículo 38 del Código Procesal
Constitucional.

Supuesta violación del derecho a la motivación de las resoluciones judiciales

9. El recurrente señala que “Del expediente No. 1998-45181-0-0100-JCI-48, aparece


que tanto en la esquela de observación del Registrador Público Carlos Nieto, como en
el Tercer considerando de la Rs. No. 51 emitida por el 48 Juzgado Especializado Civil
de Lima, se han confundido dos instituciones de diferente naturaleza jurídica; nos
referimos a las disímiles instituciones de “carga” y “gravamen” (punto II.1. del escrito
de demanda). Según el recurrente, esta errónea interpretación habría supuesto que se
aplique indebidamente el inciso 2 del artículo 739 del Código Procesal Civil,
levantando todos los “gravámenes” y “cargas” del inmueble y no sólo las primeras.

10. Sobre el particular el Tribunal recuerda que conforme a su jurisprudencia, si bien los
jueces tienen el deber constitucionalmente establecido de motivar debidamente sus
resoluciones, pues la falta o la deficiencia de ésta puede generar una violación del
derecho de defensa, sin embargo, ni la Constitución ni el derecho a la motivación de
las resoluciones judiciales garantiza que los juzgadores resuelvan los casos de acuerdo
a las interpretaciones que se efectúen acerca de la ley.

11. En el caso de autos, el recurrente cuestiona que los jueces hayan comprendido como
“gravamen” a un usufructo que constituye una “carga”, institución distinta al
gravamen. Respecto a esto este Colegiado debe precisar que: 1) de las resoluciones
cuestionadas, no se advierte que, efectivamente, el juez demandado haya realizado
semejante equiparación y menos aún, que de esta consideración se haya seguido la
cancelación de la inscripción; y, 2) se advierte que lo que el recurrente en realidad
pretende cuestionar es la interpretación de las normas legales que ha llevado al
juzgador a la consideración de que el asiento debía ser cancelado. Como ya quedó
dicho, el amparo no es la vía idónea, si acaso existiese alguna, para interponer
semejante pretensión; por lo que también a este extremo de la pretensión es de
aplicación el artículo 38 del Código Procesal Constitucional.

Supuesta vulneración del derecho a la libre contratación

12. Respecto a la violación de su derecho a la libertad contractual, el recurrente alega que


“La cancelación dispuesta por el 48 Juzgado, vulnera flagrantemente los efectos de
nuestro Contrato, al disponerse la cancelación de la Inscripción Registral del
mismo. Al respecto, resulta pertinente citar al Dr. Max Arias-Schereiber Pezet,
quien en su obra Exégesis, al referirse a la Libertad Contractual, expresa con
acertada opinión que éste (sic) derecho tiene como piedra angular a la teoría
de la Autonomía de la Voluntad, la misma que establece absoluta libertad de las
partes para crear, regular, limitar o extinguir obligaciones, SIN QUE A NADIE
SE LE PUEDA PERMITIR (sic) INTERFERIR EN SU FORMACIÓN Y EN
SUS EFECTOS. De lo expuesto diáfanamente se colige, que la cancelación de la
inscripción registral de nuestro contrato de Constitución de Usufructo, ha violado
nuestro Derecho Constitucional de Libertad Contractual, derecho que bajo ningún
supuesto debe soslayar esa conquista que significa para la civilización EL
RESPETO A LOS EFECTOS DERIVADOS DE UN ACUERDO
CONTRACTUAL LÍCITO” (puntos IV.6 y 7 del escrito de demanda. El énfasis es
original).

13. Por su parte la juez demandada sostiene, sin negar el derecho a contratar que el
ordenamiento reconoce al recurrente, que “Todo derecho real debe ser inscrito para
gozar del derecho de protección frente a terceros se inscribe; existiendo ya el bien
hipotecado, con anterioridad, con conocimiento pleno de la existencia de una
hipoteca, que se encontraba en ejecución, realizó el contrato de usufructo” (punto 7
del escrito de contestación). De ello se advierte que la juez emplazada considera que
el derecho a la libertad contractual no ha sido violado, pues dicho derecho no garantiza
el que un derecho real no inscrito pueda ser oponible a un tercero, que sí cuenta con
un derecho previamente inscrito.

La contratación habitualmente ha sido entendida como la “manifestación de voluntad”


de los contratantes. Desde una perspectiva pragmática, Luis Díez-Picazo ha sostenido
que se trata de “(...) una operación económica de distribución y de circulación de
bienes y servicios surgida de la iniciativa privada en la que los interesados arreglan
autónomamente sus propios intereses”[1]. Ello no implica, en absoluto, negar su
importancia como expresión del derecho a la autodeterminación y, en definitiva, de
tratarse de una concretización del principio/derecho de dignidad, pues “(...) el
reconocimiento de la dignidad de la persona y del libre desarrollo de la personalidad
imponen la referida libertad, porque sólo se reconoce la dignidad de la persona si se
permite autorregular su marco de intereses”[2]. De ahí que reconociendo la
importancia del derecho a la libre contratación para el desarrollo de la persona, la
Constitución la haya reconocido en el inciso 14, del artículo 2° [“Toda persona tiene
derecho a contratar con fines lícitos, siempre que no se contravengan leyes de orden
público”].
La importancia de la contratación guarda relación, además, con las funciones
económicas de la referida institución, en particular respecto al desarrollo de la
economía, en la medida en que permite y garantiza la posibilidad de realizar
intercambios, destinando los bienes y servicios a sus usos más valiosos. Como
sostiene Posner, “La economía del bienestar debe estar en capacidad para otorgar
razones persuasivas para considerar la superioridad de los mercados libres sobre,
digamos, una economía centralmente planificada. Un mercado libre sólo puede
funcionar si la gente puede intercambiar, y el intercambio casi siempre requiere la
formulación de promesas obligatorias. Pero hay muchas maneras en las que las
promesas se pueden tornar en obligaciones: a través de la creación de sistemas
basados en la reputación, a través de la creación de empresas o asociaciones de
comerciantes que establezcan sistemas de compromisos entre sus miembros, y a
través de los contratos”[3].

14. Por lo general se considera que instituciones como el mercado, el contrato y la


propiedad, sólo tienen efectos económicos. Sin embargo no sólo tienen tales efectos.
En el fundamento 13 de esta sentencia ya se ha destacado cómo el derecho a la
contratación se encuentra ligado a la propia dignidad de la persona. Importa ahora
señalar que esta institución también se relaciona con el ejercicio y desarrollo de las
instituciones elementales de un Estado Constitucional, como la democracia.

Respecto al papel del Estado en la economía este Tribunal tiene dicho que “Dentro de
ese marco, nuestro régimen económico, según el artículo 58° de la Constitución, se
ejerce dentro de una economía social de mercado. Esta es representativa de los valores
constitucionales de la libertad y la justicia, y, por ende, es compatible con los
fundamentos axiológicos y teleológicos que inspiran a un Estado Social y
Democrático de Derecho. En ésta imperan los principios de libertad y promoción de
la igualdad material dentro de un orden democrático garantizado por el Estado. De
manera que, dado el carácter “social” del modelo económico establecido en la
Constitución vigente, el Estado no puede permanecer indiferente a las actividades
económicas, lo que en modo alguno supone la posibilidad de interferir arbitaria e
injustificadamente en el ámbito de libertad reservado a los agentes económicos.

Más aún, lo hasta aquí expuesto (...) resulta a su vez concordante con el principio de
subsidiariedad del Estado. En efecto, conforme se señaló en el fundamento 19 de la
STC N.° 0008-2003-AI/TC, la subsidiariedad en el plano horizontal supone que la
relación existente entre el Estado y la ciudadanía se desarrolle en el marco del respeto
a la autonomía y la libre determinación de los individuos, reduciéndose la
intervención pública a lo esencial” (STC 0034-2004-AI, fundamentos 19 a 21).

15. En la medida que la contratación es un medio para la transmisión de la titularidad


sobre derechos de contenido patrimonial, ésta, a su vez, puede ser entendida como un
medio para la independización del ciudadano respecto al aparato estatal. Si bien en
muchas oportunidades la propiedad se ha visto en una dimensión contrapuesta a los
derechos sociales, este Tribunal ha rescatado sobre la necesidad de armonizar su
ejercicio con la intervención de propio Estado (Cfr. STC 00048-2004-AI/TC,
referente al derecho de propiedad y las regalías mineras). Sunstein ha dicho,
refiriéndose a la relación entre los derechos con contenido patrimonial y el ejercicio
de los derechos políticos, que “(...) existe cierta tensión entre un sistema de derechos
de propiedad y un sistema democrático (...). Sin embargo, es del todo factible
considerar que el derecho a un sistema estable de derechos de propiedad -donde el
Estado solamente intervenga de manera ocasional o limitada, incluyendo además
provisiones para la indemnización- no se opone a la democracia, siendo más bien
indispensable para la consecución de este fin. El aspecto más fundamental de la
relación entre propiedad y democracia es que el derecho a ser titular de propiedad
privada conlleva efectos importantes y beneficiosos sobre la relación del ciudadano
con el Estado e, igualmente importante, sobre como el ciudadano entiende esta
relación. En vista de estos efectos, la propiedad puede considerarse como una
condición previa a la ciudadanía. La seguridad e independencia personales frente al
gobierno son garantizadas dentro de un sistema donde los derechos de propiedad son
protegidos por las instituciones públicas”[4].

En ese sentido, si bien no nos encontramos en un Estado basado exclusivamente en la


autonomía de la voluntad e iniciativa privada, sino que se reconoce la importancia de
la actividad del Estado en determinados supuestos, la Constitución ha instaurado un
régimen económico que tiene sobre su base el respecto de los derechos y libertades
fundamentales, sin las cuales, como ya quedó dicho, el ejercicio de las libertades
políticas, también reconocidas, se tornaría ilusorio.

16. Es en este contexto que este Tribunal ha tenido la oportunidad de señalar que el
derecho a la libre contratación “(...) garantiza, prima facie: a) Autodeterminación para
decidir la celebración de un contrato, así como la potestad de elegir al co-celebrante;
y b) Autodeterminación para decidir, de común acuerdo, la materia objeto de
regulación contractual”. (STC 0008-2003-AI, fundamento 26).

Estas garantías, como se puede advertir, están referidas a la consideración del contrato
como un momento estático que agota sus efectos e implicancias con su sola
celebración. No obstante, los contratos constituyen una relación de cooperación, que
deviene en el tiempo generando derechos y obligaciones para las partes, con
subsecuentes posibilidades de injerencias externas que hagan imposible o irrealizable
su contenido, de modo que su ámbito protegido también se extiende para garantizar
respecto de aquellas injerencias externas que no cuenten con justificación
constitucional. En consecuencia, además de garantizar el “con quién, cómo y cuándo”;
también resulta imperativo garantizar que la posibilidad del propio cumplimiento de
lo pactado no se vea frustrada por una injerencia externa que pueda considerarse de
arbitraria. En los términos del artículo 62 de la Constitución, “La libertad de contratar
garantiza que las partes pueden pactar válidamente según las normas vigentes al
tiempo del contrato. Los términos contractuales no pueden ser modificados por leyes
u otras disposiciones de cualquier clase. Los conflictos derivados de la relación
contractual sólo se pueden relacionar en la vía arbitral o en la judicial, según los
mecanismos de protección previstos en el contrato o contemplados en la ley”.

17. Por otro lado, como sucede con otros derechos fundamentales, la libertad contractual
también se encuentra sujeta a límites. Este Tribunal ya ha tenido oportunidad de
pronunciarse respecto a los límites de la libertad de contratación en anteriores
oportunidades. En efecto, ha precisado que “Así las cosas, el orden público al que
hace alusión el artículo 2º, inciso 14, de la Constitución hace explícita la carga
institucional de todo derecho fundamental que da lugar a que la libertad de
contratación no pueda ser apreciada como una isla oponible a costa de la
desprotección de otros derechos fundamentales. Por ello, en criterio de este Tribunal,
en un Estado social y democrático de derecho (artículo 43º de la Constitución), el
orden público y el bien común se encuentran instituidos en el propio contenido
protegido del derecho fundamental a la libre contratación, actuando sobre él, cuando
menos, en una doble perspectiva: prohibitiva y promotora. Prohibitiva en el sentido
de que, como quedó dicho, ningún pacto contractual puede oponerse al contenido
protegido de otros derechos fundamentales. Y promotora en cuanto cabe que el
Estado exija a la persona la celebración de determinados contratos, siempre que, de
un lado, no se afecte el contenido esencial del derecho a la libertad de contratación
y, de otro, se tenga por objeto conceder debida protección a otros derechos
fundamentales” (STC 2736-2004-AA, fundamento 11).

Igualmente, se ha expresado que“Dicho vínculo –fruto de la concertación de


voluntades– debe versar sobre bienes o intereses que poseen apreciación económica,
tener fines lícitos y no contravenir las leyes de orden público”. (STC 0008-2003-AI,
ya citada).

Dentro de esos límites no está ausente una serie de circunstancias bajo las cuales se
efectúa la contratación. A este conocimiento de ciertos hechos fácticos se suma que
los contratos también se suscriben asumiendo una serie de “hechos jurídicos”; es
decir, la creación, validez y eficacia de los contratos se sujeta a lo establecido en el
ordenamiento. Aunque parezca demasiado obvio, la libertad de contratar, así como
cualquier otra libertad, se encuentra circunscrita a las potencialidades o posibilidades
de cada persona, en un tiempo y lugar dado.

18. En este contexto, más allá de si por su naturaleza es posible diferenciar entre los
derechos reales y personales, o si, en el fondo, ambas comportan la misma facultad
de exigir un determinado comportamiento por parte de terceras personas, lo cierto del
caso es que el diferente grado de oponibilidad de uno u otro derecho, se basa más en
la publicidad de los mismos que en su distinta naturaleza[5].

Así pues, si bien la propiedad se transmite “por la sola obligación” de enajenar un


bien, en la práctica, esto sólo da derecho a lo que se ha venido a denominar la
propiedad “relativa” de un inmueble, puesto que si bien el objeto de la obligación ha
sido cumplido en virtud a la transmisión de la propiedad, esto no garantiza que ésta
pueda ser opuesta a un adquirente, aunque sea posterior, que haya inscrito la
propiedad del referido bien en los Registros Públicos. De esta manera, aunque una
persona tenga el crédito para adquirir un inmueble y de hecho lo adquiera, podría no
oponer dicho derecho, si se encuentra en una posición de desventaja respecto a otro
adquirente con un derecho con mayor, o anterior, “publicidad” [Cf. artículos 1135,
1136 y 2016 del Código Civil, en materia de prelación y sistemas de oponibilidad
entre derechos].

19. En el caso, el Tribunal observa que el recurrente adquirió mediante contrato un


derecho de usufructo. Sin embargo no lo inscribió inmediatamente, sino con
posterioridad a la hipoteca. Por tanto, el Tribunal no considera que la resolución
judicial que canceló la inscripción del usufructo, después de haberse decretado la
adjudicación a favor de Banco, pueda considerarse como una injerencia ilegítima,
dado que se dispuso conforme a las reglas del ordenamiento que establecen la
inoponibilidad de derechos no inscritos, sobre otros que sí se encuentren inscritos.
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la
Constitución Política del Perú

HA RESUELTO

Declarar INFUNDADA la demanda de amparo.

Publíquese y notifíquese.

SS.

LANDA ARROYO
MESÍA RAMÍREZ
VERGARA GOTELLI
BEAUMONT CALLIRGOS
ETO CRUZ
ÁLVAREZ MIRANDA

[1]
DÍEZ-PICAZO Y PONCE DE LEÓN, Luis. “Contrato y libertad contractual”. En: THEMIS -Revista de
Derecho, 49. 2004. p. 13.
[2]
Ídem. p. 12.
[3]
POSNER, Eric A.,“ Economic Analysis of Contract Law After Three Decadas: Success or Failure?”,
en Yale Law Journal 112. Número 4. 2003. p. 865.
[4]
SUNSTEIN, Cass. “On Property and Constitutionalism”, en University of Chicago Law School. Law and
Economics Working Paper 3 (serie2). 1991.
[5]
Ver: DÍEZ-PICAZO, Luis. Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial I: Introducción a la Teoría del
Contrato. Madrid: Civitas. Quinta edición. 1996. Y, en sede nacional: BULLARD, Alfredo. El derecho
civil peruano: perspectiva y problemas actuales. Lima: PUCP. 1993.

EXP. N.º 03347-2009-PA/TC

LIMA

PONTIFICIA UNIVERSIDAD

CATÓLICA DEL PERÚ

(PUCP)

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los 17 días del mes de marzo de 2010, el Tribunal Constitucional en


sesión de Pleno Jurisdiccional, con la asistencia de los magistrados Vergara Gotelli,
Mesía Ramírez, Beaumont Callirgos, Calle Hayen, Eto Cruz y Álvarez Miranda,
pronuncia la siguiente sentencia, con el fundamento de voto del magistrado Vergara
Gotelli, y los votos singulares de los magistrados Beaumont Callirgos y Eto Cruz, que se
agregan.

ASUNTO

Recurso de agravio constitucional interpuesto por la Pontificia Universidad Católica del


Perú contra la sentencia de la Octava Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, de fojas
939, su fecha 24 de marzo de 2009, que declaró improcedente la demanda de autos.

ANTECEDENTES

a) Demanda

Con fecha 6 de marzo de 2007, la Pontificia Universidad Católica del Perú (en adelante, la
PUCP), interpone demanda de amparo contra don Walter Arturo Muñoz Cho, en su calidad de
miembro de la Junta Administradora de la herencia de don José de la Riva Agüero y Osma,
solicitando que:

a. Se abstenga de intervenir directa o indirectamente, a través de la Junta


Administradora antes mencionada o por cualquier otro medio, en el ejercicio pleno del
derecho de propiedad que le corresponde sobre los bienes que ha heredado de don José
de la Riva Agüero y Osma, respetando así la voluntad del testador y los acuerdos adoptados
por la propia Junta Administradora en su sesión del 13 de julio de 1994, e inhibiéndose de
cualquier pretensión para gestionar o administrar los bienes de la PUCP.

b. Se abstenga de pedir directa o indirectamente, a través de la Junta Administradora antes


mencionada o por cualquier otro medio, la revisión del acuerdo de la Junta
Administradora del 13 de julio de 1994que interpretando la voluntad testamentaria de don
José de la Riva Agüero y Osma, declaró que los bienes heredados por la PUCP debían ser
administrados por ella, correspondiéndole a la Juntaúnicamente cumplir los encargos y las
mandas del testador.

Refiere que los testamentos de don José de la Riva Agüero y Osma instituyeron como heredera de sus bienes a la PUCP.
Así, en la cláusula décima séptima del testamento del 3 de diciembre de 1933, se dispuso que la Universidad adquiere el
usufructo de los bienes por 20 años, tiempo durante el cual la Junta Administradora administraba y le entregaba los
rendimientos a la heredera, por lo que al vencer el plazo y estando a que la Universidad siguió existiendo, adquirió la propiedad
absoluta debiendo la Junta entregarle los bienes que administraba. Siendo que dicha situación fue reconocida expresamente
por la propia Junta en su acuerdo del 13 de julio de 1994, la misma que ahora el demandado intenta desconocer mediante las
cartas de fechas 15 de febrero y 1 de marzo de 2007, pues se atribuye el derecho a participar en la administración de los bienes,
lo cual afecta su derecho de propiedad.
Asimismo, señala que la pretensión del emplazado de revisar el acuerdo del 13 de julio de
1994, retomando una discusión agotada sobre la administración de los bienes de la PUCP,
constituye una amenaza, contra su derecho constitucional a la inmutabilidad de los acuerdos.
Finalmente, agrega que el comportamiento del emplazado vulnera su autonomía universitaria,
pues plantea una agenda en la que incluye la revisión de los actos de administración y
disposición de sus bienes.

b) Contestación de la demanda

El emplazado solicita la nulidad del auto de admisión, propone la excepción de falta de


agotamiento de la vía previa y contesta la demanda señalando que el contenido de las
comunicaciones epistolares enviadas a la PUCP se sustenta en la voluntad testamentaria de don
José de la Riva Agüero y Osma expresada en sus testamentos, quien en un acto de última
voluntad estatuyó a la Junta Administradora de sus bienes con carácter perpetuo e insustituible,
por lo que si bien es cierto que la PUCP es propietaria de los bienes, no lo es menos cierto que
en virtud del cargo impuesto por don José de la Riva Agüero y Osma en sus testamentos, la Junta
Administradora tiene el derecho de exigir la administración de los bienes, destinando sus rentas
al sostenimiento de la PUCP.

De otra parte, refiere que en el acuerdo del 13 de julio de 1994, ambos miembros de la
Junta Administradora se excedieron en sus facultades, por cuanto la cláusula quinta del
testamento de 1938 le otorgó a la Junta Administradora la calidad de perpetua e insustituible y
porque lo acordado directamente contraviene lo dispuesto por el testador, al sustituir a dicha
Junta por la Universidad en la administración exclusiva del legado, que es competencia
solamente de la primera y obvio, no de la segunda.

c) Decisión judicial de primera instancia

El Vigésimo Juzgado Especializado en lo Civil de Lima, con fecha 9 de julio de 2007,


declaró infundada la excepción propuesta y saneado el proceso, y con fecha 22 de octubre de
2007, declaró improcedente la demanda, por considerar que las cartas de fechas 15 de febrero
y 1 de mazo de 2007 remitidas por el emplazado, no constituyen una amenaza cierta e inminente
de violación al derecho de propiedad de la PUCP; que no es ilegal ni inconstitucional o
vulneratorio del derecho a la inmutabilidad de los acuerdos que la misma Junta Administradora
pueda reevaluar, rectificar o ratificar los acuerdos que haya adoptado; y que el contenido de las
cartas remitidas por el emplazado a la PUCP al referirse a solicitudes y posiciones con respecto
a la administración de los bienes de don José de la Riva Agüero y Osma, no constituyen actos de
intervención en su gobierno por lo que tampoco pueden considerarse que amenacen de manera
cierta e inminente su autonomía universitaria.

d) Decisión judicial de segunda instancia


La Sala revisora confirmó la apelada, por estimar que lo solicitado en las cartas remitidas
por el emplazado a la PUCP constituye una manifestación del derecho de toda persona a
ejercitar una pretensión material en forma extrajudicial, por lo que la perpetuidad de la Junta
Administradora al constituir un conflicto que conlleva la correcta interpretación de los
testamentos de don José de la Riva Agüero y Osma debe ser dilucidada no mediante el proceso
de amparo sino mediante un proceso judicial ordinario; que al momento de la interposición de
la demanda y de la emisión de la sentencia no se ha probado la existencia de actos actuales y
directos que lesionen la autonomía universitaria de la PUCP; y que el derecho a la inmutabilidad
de los acuerdos tampoco se encuentra amenazado de manera cierta e inminente, pues no existe
algún acto ilegal o arbitrario que pretenda desconocer el acuerdo del 13 de julio de 1994.

FUNDAMENTOS

§1. Cuestiones procesales previas

1. Teniendo presente los alegatos expuestos por las partes, este Tribunal considera que para
dilucidar las pretensiones planteadas, previamente, resulta imperioso realizar algunas
precisiones en torno a la procedencia de la demanda.

2. En el año 2007, la PUCP inició un proceso constitucional de amparo, contra don Walter
Arturo Muñoz Cho, acumulando los dos siguientes petitorios:

Petitorio 1: Se ordene al demandado se abstenga de intervenir directamente o


indirectamente en el ejercicio del pleno derecho de propiedad de la PUCP sobre los bienes
cuya propiedad le ha transmitido en vía sucesoria don José de la Riva Agüero y Osma.

Petitorio 2: Se ordene al demandado se abstenga de pedir, directa o indirectamente, la


revisión del Acuerdo de la Junta Administradora de fecha 13 de julio de 1994.

Como fundamento jurídico de sus dos petitorios, la PUCP sostuvo que el demandado estaba
violando sus derechos constitucionales de propiedad, a la autonomía universitaria y a la
inmutabilidad de los acuerdos (reconocidos en los artículos 2º, incisos 14 y 16; 18º, 62º y
70º de la Constitución.

3. La sentencia de primer grado declaró IMPROCEDENTE los dos petitorios formulados en la


demanda de amparo. Contra esta sentencia la PUCP interpuso recurso de apelación.
4. Del trámite otorgado por la Octava Sala de la Corte Superior de Lima, al momento de
remitirse el presente recurso de agravio se desprende que se ha emitido un
pronunciamiento consolidando las dirimencias tramitadas por su instancia. Se trata de una
aplicación realizada por el órgano competente del artículo 141º de la Ley Orgánica del Poder
Judicial que prescribe que las resoluciones emitidas por las Salas Superiores que ponen fin
al proceso requieren tres votos conformes.

5. Cuando se emitió la precitada resolución notificada el 24 de marzo de 2009, materia del


presente recurso de agravio, se evaluó tanto la regularidad del proceso así como el
contenido de la sentencia conforme a la normativa legal y reglamentaria aplicable. Por
cierto, ello no importa que este Colegiado estime, por si sola, si la normatividad
infraconstitucional procesal ha sido correctamente aplicada al caso de autos como el factor
determinante de sus interpretaciones, dado que no es su función hacerlo, salvo cuando ello
suponga una incidencia grave en los principios, valores o derechos constitucionales,
supuesto habilitante de excepción que no se presenta en el caso de autos, pues habiendo
llegado la materia sub júdice a conocimiento de este Colegiado, será objeto de
pronunciamiento de conformidad con los argumentos de las partes, a fin de pacificar una
situación entre particulares, pero que por su especial relevancia compromete el orden
público constitucional.

6. En suma, con relación al pedido de nulidad de sentencia que la demandante formula en la


parte introductoria de su recurso de agravio constitucional se debe señalar que no existe
vicio que acarree la nulidad, pues ésta aparece suscrita por los señores magistrados que
emitieron sus respectivas ponencias, no afectándose en modo alguno el sentido del fallo. Es
más, se ha seguido cuidadosamente el procedimiento que con motivo de la desactivación
de la Octava Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima dispuso la Resolución
Administrativa N.º 292-2008-CE-PJSD.

§2. Delimitación del petitorio

7. Luego de determinarse la competencia de este Colegiado para conocer in toto, el petitorio


de la presente demanda de amparo, resulta necesario precisar cuáles son los actos
reclamados como lesivos:

a. La carta de fecha 15 de febrero de 2007, obrante a fojas 17, remitida por el emplazado
al Rector de la PUCP, solicitándole que convoque a sesión a la Junta Administradora de
la herencia de don José de la Riva Agüero y Osma, para tratar, entre otros, los siguientes
temas:

 Revisión del acuerdo adoptado por la Junta Administradora con fecha 13 de julio de
1994.
 Revisión del cumplimiento de mandas y encargos de don José de la Riva Agüero y
Osma.

b. La carta de fecha 1 de marzo de 2007, obrante de fojas 20 a 21, remitida también por el
emplazado al Rector de la PUCP, en la que le reitera que convoque a sesión a la Junta
Administradora, para tratar, entre otros, los siguientes temas:

 Revisión del Reglamento de la Junta Administradora para aclarar que cualquiera de


los dos miembros de la Junta puede convocarla; y para que esta sesione de modo
ordinario, al menos, semestralmente.

 Informe sobre la transferencia de un inmueble a los “Franciscanos para la


comunidad china del Perú”, con intervención del Centro Educativo Particular
Peruano Chino “Juan XXIII”.

 La Rendición de Cuentas de la gestión que viene realizando la PUCP en el ámbito


administrativo de los bienes de la herencia de don José de la Riva Agüero y Osma.

 Auditoría Externa de la gestión que viene realizando la PUCP en el ámbito


administrativo de los bienes de la herencia de don José de la Riva Agüero y Osma,
desde el año 1994 al año 2006.

 Pronunciamiento formal para que la PUCP se abstenga de realizar a partir de la


fecha cualquier acto que continúe perturbando el legítimo derecho que le asiste
para participar en los actos de administración y disposición de la totalidad de bienes
que constituyen el acervo hereditario.

8. La PUCP alega que el contenido de las cartas mencionadas estaría cuestionando


abiertamente el derecho de propiedad que tiene sobre los inmuebles heredados de don
José de la Riva Agüero y Osma, así como exigiendo que la administración y disposición de
los bienes heredados lo ejerza la Junta Administradora. De esta forma se estaría
desconociendo la cláusula décima séptima del testamento abierto y cerrado del 3 de
diciembre de 1933, del codicilo cerrado del 23 de mayo de 1935, de la cláusula quinta del
testamento ológrafo del 1 de setiembre de 1938 y del testamento abierto complementario
del 9 de diciembre de 1939; en virtud de los cuales hace más de cuarenta años que es
propietaria de una serie de inmuebles heredados de don José de la Riva Agüero y Osma,
razón por la cual la Junta Administradora no puede tener injerencia alguna en la
administración de sus bienes heredados, pues en los testamentos mencionados se
estableció que solo se encargaría del cumplimiento de las mandas y los legados de don José
de la Riva Agüero y Osma.

Asimismo, refiere que la Junta Administradora fue creada por don José de la Riva Agüero y
Osma para el sostenimiento de la PUCP durante la vigencia del usufructo, antes de que
adquiriese la propiedad absoluta de sus bienes, y para el cumplimiento de sus encargos,
legados y mandas perpetuas, y que el 25 de octubre de 1964 al haberse cumplido veinte
años del fallecimiento de don José de la Riva Agüero y Osma y seguir existiendo la PUCP, se
cumplió la condición prevista en la cláusula décimo séptima de la parte cerrada del
testamento del 3 de diciembre de 1933, razón por la cual la PUCPadquirió la propiedad
absoluta de los bienes de la herencia.

9. De otra parte, el emplazado manifiesta que el contenido de las cartas transcritas no vulnera
los derechos constitucionales alegados por la PUCP, toda vez que en la cláusula quinta del
testamento ológrafo del 1 de setiembre de 1938, don José de la Riva Agüero y Osma creó
a la Junta Administradora de sus bienes con carácter perpetuo e insustituible, razón por la
cual lo solicitado en las cartas mencionadas constituye una manifestación del ejercicio
regular de sus prerrogativas como miembro de la Junta Administradora.

Agrega, que en el testamento de 1933, en el codicilo de 1935, en el testamento ológrafo de


1938 y en el testamento abierto complementario de 1939, no se establece que la Junta
Administradora no sea de carácter perpetuo e insustituible, como lo pretende aducir la
PUCP, ni que se encargue únicamente de las mandas y los legados testamentarios de don
José de la Riva Agüero y Osma.

10. De allí que corresponda realizar una interpretación de la voluntad testamentaria de don José
de la Riva Agüero y Osma con relación a la Junta Administradora, a la luz de los derechos
fundamentales que puedan encontrarse comprometidos.

§3. La garantía constitucional de la herencia y el derecho de propiedad

11. Según el artículo 2º, inciso 16), de la Constitución “se reconoce el derecho a la propiedad y
a la herencia”. Comencemos por afirmar, que por herencia se debe entender en el precepto
constitucional la entera consideración del Derecho Sucesorio a causa de muerte. Añadamos
que, prima facie, la garantía de la herencia se formula conjunta y unitariamente con la de la
propiedad: conjunción y unidad que determina la función social que delimita el ejercicio de
estos derechos.

12. De este mandato constitucional se desprende una disciplina constitucional de la herencia, y


la necesidad que este Colegiado pueda plantear algunos parámetros del Derecho Sucesorio.
Así, conforme a lo dispuesto por los artículos 686º y 690º del Código Civil vigente, por el
testamento una persona puede disponer de sus bienes, total o parcialmente, para después
de su muerte, y ordenar su propia sucesión dentro de los límites de la ley y con las
formalidades que ésta señala.

13. Partamos por establecer si algo demuestra el estudio de las instituciones fundamentales del
Derecho Civil es su intrínseca politicidad, en cuanto conformadoras de la sociedad de
manera estrecha y con largo alcance en el tiempo. Para conformación a partir y desde la
Constitución, el Derecho Sucesorio debe encontrarse acorde con las instituciones y valores
en materia de organización económica y social; enfocarlo de modo contrario implicaría
soslayar su esencia, pues el Estado puede obrar por vía de limitación o de imposición de
deberes o cargas para que sus disposiciones puedan desenvolverse en el sentido que al
interés público convenga.

Ello es así atendiendo a que confluyen una serie de intereses merecedores de una tutela
especial. Así, en el orden individual patrimonial se tiene el correspondiente al titular
fallecido, y a su posibilidad de determinar más allá de la muerte el destino de sus bienes; de
orden familiar, respecto a la distribución del patrimonio del fallecido; y los de orden
colectivo en el mantenimiento del orden público constitucional (confiabilidad del régimen
testamentario, satisfacción de las deudas del causante y exacción del impuesto sucesorio).

14. Como tal, el legislador puede regular el Derecho Sucesorio contenido en las normas civiles
de acuerdo con los principios esenciales del ordenamiento y las estructuras constitucionales
fundamentales. Significa ello que tiene que extraer de la regulación de la herencia qué
determinaciones son esenciales, y cuáles, en cambio, son más bien detalles técnico jurídicos,
y por consiguiente, no esenciales. La decisión acerca de qué reglas fundamentales del
Derecho Sucesorio moderno gozan de un aseguramiento constitucional tiene que ser
tomada con utilización, por un lado, de un estricto contexto valorativo de la institución
sucesoria, y por otro, en referencia a la garantía constitucional de otras instituciones del
Derecho Privado: son éstas, en esencia, la propiedad privada.

15. Así, corresponde establecer que la naturaleza de las cláusulas testamentarias mantiene una
relación unívoca con el contenido mismo del derecho de propiedad. Cuando nuestra
Constitución garantiza la inviolabilidad de la propiedad privada y señala que debe ser
ejercida en armonía con el bien común y dentro de los límites legales, no hace más que
referirse a esa función social que el propio derecho de propiedad comprende, integra e
incorpora, en su contenido esencial.

16. Esta función social explica la doble dimensión del derecho de propiedad y determina que,
además del compromiso del Estado de proteger la propiedad privada y las actuaciones
legítimas que de ella se deriven, tales como las facultades testamentarias, pueda exigir
también un conjunto de deberes y obligaciones concernientes a su ejercicio, en atención a
los intereses colectivos de la Nación. De allí, que el bien común y el interés general sean
principios componentes de la función social de la propiedad y de la herencia.

17. En este punto, cabe preguntarnos por la naturaleza jurídica que se le otorga a la herencia.
Es posible establecer, en principio, que ella queda delimitada en el plano de lo abstracto y
general como una garantía institucional, cuya formación jurídica, viene determinada en
buena parte por las normas que en cada momento la regulan y la aplicación que de las
mismas se hace; y, en el concreto, como derecho subjetivo, un derecho que tiene sustento
constitucional directo, cuando la Constitución ha reconocido, explícita o implícitamente, un
marco de referencia que delimita nominalmente el bien jurídico susceptible de protección.
Es decir, se trata de una garantía institucional que funda un derecho subjetivo, en tanto,
existe un baremo de delimitación de ese marco garantista que transita desde la delimitación
más abierta a la más precisa.

18. La relación entre garantía institucional y derecho subjetivo no es un compartimiento


estanco, viniendo a estar claramente configuradas las vertientes de la protección de la
herencia como el aspecto genérico y el aspecto específico de esa misma protección, con la
existencia por tanto de una interrelación permanente y recíproca entre los mecanismos de
determinación de una y otra, entre el contenido “institucional” de la garantía acuñado por
el rostro histórico, y la reserva de ley y el contenido esencial como límites que el legislador
puede poner al ejercicio de los derechos subjetivos en la sucesión a causa de muerte [LÓPEZ
Y LÓPEZ, ÁNGEL M.. “La garantía institucional de la herencia”. En: Derecho Privado y
Constitución, Año 2, Nº 3, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1994, p. 49].

19. La relevancia constitucional de las garantías comprendidas en la herencia, determina que si


bien la interpretación de los testamentos, así como el control de su contenido, por regla
general, son materias reservadas a los procesos civiles y, por ende, una labor propia de la
jurisdicción ordinaria, en algunas situaciones, cuando se encuentre comprometida las
garantías de configuración constitucional directa que la integran, así como la vigencia
efectiva de los derechos fundamentales o la supremacía de la Constitución, la jurisdicción
constitucional puede asumir, excepcionalmente, dicha función, lo cual en el caso de autos,
nos permite establecer como punto de partida que respecto al derecho de propiedad que
invoca la demandante, se debe resaltar que la propiedad de la Universidad sobre los bienes
heredados es fruto no de una herencia forzosa sino de la voluntad del testador. En ese
sentido, quien ejerciendo su derecho a la herencia deja voluntariamente y no por imperio
de la ley, un bien a un heredero no forzoso, tiene derecho a confiar la fortaleza, firmeza o
constancia en la defensa de los valores que quiere promover, utilizando como instrumento
de ello a quienes velen para que ese derecho suyo transcienda como prolongación de su
voluntad y de lo que su voluntad ha definido sobre lo que fueron sus bienes.

20. Este Tribunal considera que quien recibe un bien sujeto a un cargo no puede sentirse
despojado o amenazado en su derecho constitucional a la propiedad porque se quiera hacer
cumplir el cargo, por cuanto su propiedad soporta esta modalidad del negocio jurídico
testamentario que le ha sido impuesta, precisamente, por quien sin estar obligado
legalmente a ello, decidió dejarle en herencia los bienes. No obstante, corresponderá
determinar infra, cuál es la naturaleza y los alcances exactos de dicho cargo. Veamos:

I. La cuestión central.- El tema primordial de todo el contencioso que viene a este


supremo intérprete, es determinar cuál de los testamentos de Riva Agüero y Osma debe
prevalecer.
II. Los elementos sustantivos.- Don José de la Riva Agüero y Osma, antes de fallecer, dejó
4 testamentos labrados de modo sucesivo y secuencial: en 1933, 1935, 1938 y 1939. En
todos ellos la Universidad Católica fue anotada como la heredera principal de sus
bienes, y en esta determinación, los sujetos de derecho involucrados en la disputa no
manifiestan desavenencia alguna, excepto en la parte que, entre dos de estos
testamentos (el de 1933 y el de 1938), el testador imprime su voluntad de manera
distinta, sobre determinados elementos y condicionantes que, el heredero, deberá
cumplir de manera invariable y perpetua, sobre la administración general de los bienes
heredados, así como respecto a ciertas mandas y encargos puntuales.

III. Los contrastes entre el Testamento de 1933 y el Testamento de 1938. Una de las partes,
constituida por la PUCP –a través de ingeniosos argumentos–, a partir de 1994, viene
sosteniendo que, aquello que se estipuló en el testamento de 1933, debe primar sobre
lo que constituyó la última voluntad del testador, es decir, sobre lo que Riva Agüero
determinó en 1938, mientras que la posición de la otra parte sostiene que el testamento
posterior modificó al primero.

Examinemos los textos pertinentes en juego de ambos testamentos:

En el Testamento de 1933, se estipula:

“Instituyo por mi heredera a la Universidad Católica del Perú, la que tendrá el


usufructo de mis bienes, recibiendo sus productos de la Junta Administradora; y
los adquirirá en propiedad absoluta dicha Universidad Católica del Perú,
entregándoselos la Junta Administradora sólo si la Universidad
Católica existiera al vigésimo año contado desde el día de mi fallecimiento”.

Cinco años después, en el Testamento de 1938 (cláusula quinta) se estipula:

“Para el sostenimiento de la Universidad Católica de Lima, a la que instituyo


por principal heredera y para los demás encargos, legados y mandas, que en mis
testamentos cerrados establezco, pongo como condición insustituible y
nombro como administradora perpetua de mis bienes, una Junta que será al
propio tiempo la de mi albaceazgo mancomunado, por indeterminado plazo que
se lo concedo y prorrogo de modo expreso…”.(negritas agregadas).
IV. La Junta Administradora.- La composición de la Junta Administradora, siguiendo la
voluntad del testador, devino en la intervención y participación del Rector de la PUCP y
de quien fue designado por el Arzobispo de Lima. Y bajo tal composición, que
conformó la Junta Administradora para el sostenimiento de la Universidad, participó y
actuó en las decisiones propias de dirección y gestión, es decir, en las tareas inherentes
a la administración, durante cincuenta años después de fallecido el testador y durante
treinta años, desde que se le entregó la propiedad de los bienes a la PUCP(desde
octubre de 1964, en que se cumplieron los veinte años desde el fallecimiento del
testador, hasta julio de 1994), interviniendo en transacciones comerciales de
importancia sobre los bienes legados por Riva Agüero a la PUCP.

V. El legado de Riva Agüero y los Registros Públicos.- La PUCP, a través de la Junta


Administradora de la Herencia Riva Agüero (diciembre de 1957), requirió judicialmente
que se le reconozca la propiedad del legado del causante y, en mérito de un auto
judicial, expedido por el Juez Velasco Gallo, en el asiento correspondiente de los
Registros Públicos de la Propiedad Inmueble (Partida 49038155), de conformidad a lo
solicitado por el interesado. Así, en el auto del Juez indicado, se consigna en la parte
correspondiente lo siguiente:

“….. La Pontificia Universidad Católica del Perú es propietaria del inmueble


inscrito en esta partida en su condición de heredera de don José de la Riva
Agüero y Osma, conforme al testamento ológrafo de primero de setiembre de
mil novecientos treinta y ocho que modificó las disposiciones del anterior de
tres de diciembre de mil novecientos treinta y tres…”. (negritas agregadas).

Y en esta materia debe señalarse algo de sumo interés: La PUCP registró a su nombre
la propiedad de los bienes heredados antes del plazo estipulado en el Testamento de
1933, toda vez que se consideró que el testamento de 1938 lo había modificado. En
efecto, si la PUCP hubiese respetado el testamento de 1933 recién hubiere pedido el
registro de la propiedad de la Herencia RivaAgüero en octubre de 1964 o fecha
posterior, pues el causante falleció el 25 de octubre de 1944 y los 20 años recién se
hubiesen cumplido por aquel entonces. No fue así. Lo hizo en Diciembre de 1957,
consciente de que el Testamento de 1938 modificó la voluntad contenida en el
Testamento de 1933. Y en todo caso, además, sea desde 1957 o 1964, lo cierto y
definitivo es que la Junta Administradora, conforme veremos más adelante, continuó
ejerciendo las funciones encomendadas por el testador por 30 años o más, pues las
mantuvo firme e ininterrumpidamente hasta 1994.

VI. El origen de la controversia.- La Junta Administradora, en un acuerdo adoptado el 13 de


julio de 1994, decidió postular que a esta entidad sólo le competía “cumplir las mandas
y encargos perpetuos del testador pero que no tenía injerencia en las decisiones sobre
los bienes de propiedad absoluta de la Universidad”.
Once años después, un nuevo representante del Arzobispo ante la Junta, inicia
internamente una serie de reclamos y pedidos, entre otros, requiriendo la revisión del
acuerdo de 1994 y la revisión de las mandas y encargos. Se produce, luego, un nutrido
cruce de comunicaciones entre las partes, que sería ocioso describir acá. Lo cierto es
que, para el representante de la Universidad ante la Junta, esta entidad ya no debía
tener injerencia alguna en la administración de los bienes heredados por la Universidad,
mientras que el representante del Arzobispado sostuvo una posición diametralmente
opuesta y, con base a ella, planteó nuevos y numerosos reclamos, los cuales dieron
origen a la iniciación de procesos legales que fueron incoados principalmente por la
Universidad, en contra del representante del Arzobispado.

VII. Los Testamentos y las tesis centrales de las Partes.-

a) La propiedad absoluta.- Vistos y analizados el corazón de los textos transcritos de


los Testamentos de 1933 y de 1938, la brecha conceptual que provoca la discordia
entre las partes radica, fundamentalmente, en que la Universidad se aferra al
contenido del Testamento de 1933, desestimando los nuevos elementos
condicionalmente que, el testador, estipula en el Testamento de 1938. Así,
manifiesta la PUCP, luego de relevar que lo que Riva Agüero había transferido a la
Universidad fue una “propiedad absoluta”, afirma que tal calidad no se condice con
el hecho de que una Junta, en esencia ajena a la Universidad, fuera quien
administrara los bienes de esta última. Y dice textualmente:

“… es indudable que a la Junta Administradora no le corresponde ocuparse de la


administración de los bienes de la PUCP. Tal administración es incompatible con
la propiedad absoluta que el insigne Riva Agüero, heredó a la Universidad…”.

Apreciación jurídica.- Es evidente que, la naturaleza jurídica de la “propiedad”, así


como de otras diversas instituciones del orden jurídico, desde la época del Derecho
Romano y a lo largo de la historia, han sufrido una evolución, por la dinámica que le
es propia a la ciencia del Derecho. Y dentro de este desarrollo, como es natural y en
ocasiones, se han conservado ciertas denominaciones o alocuciones, no obstante
los cambios o variaciones habidos en su contenido jurídico. Este es el caso de la
denominada “propiedad absoluta”, que desde hace más de un siglo su acepción
gramatical ya no resulta coincidente con su sentido eminentemente jurídico, algo
elemental que no podía ignorar un jurista de la talla de Riva Agüero.

A lo largo de la historia, en el lenguaje jurídico, se ha mantenido con uso pacífico el


término de “propiedad absoluta”, el cual era y es empleado indistintamente, a
sabiendas que no se refería ni se refiere a una propiedad omnipotente, de total y
plena soberanía y sin limitación alguna. La propiedad absoluta ya se entendía, desde
hace más de un siglo, tal cual, con los límites impuestos y reconocidos por la ley, de
modo que, por más que se aludiera a dicho vocablo en el testamento de 1933, claro
está que ella nunca fue considerada bajo el gramatical concepto que sugiere la
expresión “absoluta”. Y es obvio presumir que ello era de perfecto conocimiento de
un jurista como el causante.

El profesor Jorge Eugenio Castañeda, que también es citado “parcialmente” por la


PUCP en uno de sus escritos, de modo claro y sin la menor duda, reconoce lo arriba
indicado:

“El derecho de propiedad no tiene el carácter de absoluto que antes tuviera. El


interés general lo ha limitado y recortado…”[1].

Y agrega que:

“La propiedad es hoy un derecho esencialmente relativo; sus limitaciones son

numerosas y profundas. El propietario no es ya el señor de la cosa; no tiene sobre

ella ni siquiera el poder que tenía el dominus romano. El Estado interviene tanto

en la propiedad que casi se puede afirmar que es un condómino. La propiedad es

función social, o sea que ella no solo concede derechos sino que impone también

obligaciones. No se permite el abuso de la propiedad; la cosa deberá ser usada

racionalmente”.

Con argumentos que cuestionan el entendimiento que, sobre la propiedad absoluta


esgrime la parte querellante, el representante del Arzobispado afirma que, la
introducción de la Junta en calidad de “perpetua” a través del testamento de 1938,
constituye una modificación sobre el testamento de 1933, y siendo el de 1938 la
última voluntad del causante, debe primar sobre el anterior, de modo tal que es a la
Junta y no a la Universidad, a quien le compete la administración de los bienes
dejados por Riva Agüero.

b) La prescripción del objeto de reclamo del representante del Arzobispado.- Cuando


un nuevo representante del Arzobispado cuestiona el acuerdo de la Junta de
1994, la PUCP funda en los siguientes términos su oposición:
“Es un acuerdo inmodificable e incuestionable en ninguna instancia, por cuanto
han transcurrido más de 10 años desde su celebración sin que nadie lo objete.
Los acuerdos de la Junta Administradora no tienen previstos un plazo especial
para su impugnación, pero es claro que en nuestro sistema jurídico el plazo más
largo para objetar un acto es de 10 años (artículo 2001° inciso 1 del Código Civil)
el mismo que está vencido en el presente caso.---

En conclusión, la competencia de la Junta Administradora es la declarada en la


sesión de 13 de julio de 1994 y no otra”.

Bajo este argumento, la Universidad pretendió también inscribir el acuerdo que se


comenta en los Registros de la Propiedad Inmueble, sin que hasta la fecha haya
podido lograr tal objetivo.

Apreciación jurídica.- En opinión del Tribunal Constitucional, un acuerdo


administrativo de una Junta no es un contrato y nada obsta para que uno de sus
componentes pueda solicitar la revisión del mismo sujeto o condicionado por
determinado plazo. Así sucede, por ejemplo, en los directorios de cualquier
empresa, en los que los acuerdos se pueden revisar y modificar, indistintamente,
sin atenerse a plazos de cualquier índole. Por lo demás, la herencia, en términos
jurídicos y doctrinarios, no sólo está constituida por un conjunto de bienes
materiales y cuantificables que se transmiten al morir una persona; también lo está,
por derechos y obligaciones no materiales, que se transmiten por igual vía: derecho
a usar un nombre, derecho a disfrutar temporalmente de un bien, o derecho de
administrar el mismo, cual es el caso, etc. Y así tenemos que, si bien la norma de la
prescripción invocada (y a pesar de que el acuerdo no es un contrato) tiene carácter
o naturaleza de orden genérico, nuestras disposiciones legales también contemplan
la imprescriptibilidad de ciertos actos jurídicos, como aquellos vinculados a las
acciones de petición de herencia(art. 664° del Código Civil), que aunque no hubiere
sido utilizado, esgrimido o accionado, directamente, la analogía resulta harto
pertinente. Al respecto, no cabe duda que la obligación y el derecho de la Junta, de
actuar en la administración de manera perpetua, constituye parte de la herencia. Y
ello se condice con la expresión del testador en el testamento de 1933:
“instituyo por principal heredera” (refiriéndose a la Universidad), de lo cual se
deduce que también están inmersos en el testamento otros entes herederos. Si hay
un heredero principal, pueden haber otros, no principales sino más bien,
complementarios. De lo contrario el testador hubiera utilizado las expresiones
“instituyo como única heredera”, lo que no reza así en el testamento de 1933.

Pero al margen de esta apreciación, debe tenerse en cuenta que los miembros de la
Junta (que “será al propio tiempo la de mi albaceazgo mancomunado, por
indeterminado plazo”, dice el testamento) faculta a sus integrantes en su condición
de albaceas a exigir ante quien hubiere incumplido e impedido que se cumpla la
voluntad del causante. Y este derecho de exigir no está sujeto a plazo de
“prescripción” o condición de naturaleza alguna, materia que está regida por
precisos artículos del Código Civil, tanto del vigente al tiempo de la dación del
testamento (1936, art. 742º) como del actual (art. 797º).

c) La presencia del representante del Arzobispado valida el acuerdo de la


Junta.- La PUCP, entre otros argumentos, para esgrimir la validez e
inimpugnabilidad del acuerdo de la Junta de 1994, sostiene que:

“… la misma es válida porque se adoptó de consuno, es decir por unanimidad. El


acuerdo de la Junta Administradora constituye un acto jurídico válido celebrado
conforme a ley y a las normas que regían las decisiones de la Junta
Administradora. La persona designada por el señor Arzobispo de Lima participó
de la Junta libremente y suscribió el acuerdo en su integridad”.

Apreciación jurídica.- Respecto a tal afirmación, resulta pertinente de un lado,


analizar la actuación personal del representante de entonces del Arzobispado y, de
otro, verificar si tal argumento, es capaz de sustentar como jurídicamente válido el
acuerdo de la Junta de 1994.

En el primer caso, un representante legal o un mandatario, según se trate


de Representación en el Acto Jurídico (Libro II, arts. 145° a 167° del Código Civil) o
de Fuentes de las Obligaciones, Contrato de Mandato (Libro VII arts. 1790° a 1813°
del Código Civil), es la persona que recibe y acepta un encargo para actuar, pero
dentro de un campo jurídicamente delineado y de un modo específico. Puede
concentrar un poder de actuación amplio y total, hasta los límites que el propio
titular o mandante ostenta; o simplemente, el poder de actuación del representante
o mandatario está constreñido a ciertos y específicos actos, actuaciones,
procedimientos y objetivos, y punto. En el caso que nos ocupa, el encargo no fue
otro que el de la actividad de administrar, conjuntamente, los bienes heredados
por la Universidad. Cualquier actuación que tuviere efectos ajenos a tal encargo,
jurídicamente, no puede ser considerado válido, por incurrir en un exceso en la
representación o el mandato que le fuere otorgada o concedido, respectivamente,
cual es el caso que se comenta, en el que la actuación del representante del
Arzobispado contradice en todos sus extremos el encargo recibido. Incluso y a
mayor abundamiento, si el representante, en un acto de reflexión, admite no poder
obrar en dirección al encargo recibido, la ley lo faculta a renunciar; o de lo contrario
y en este caso, actuar de conformidad al particular ordenamiento de la Junta, su
Estatuto, el cual establecía la dirimencia, trasladando la materia envuelta, a decisión
del Arzobispo. Obsérvese que la corriente o el pensamiento de la Universidad y de la
Junta, es absolutamente claro e indiscutible, durante las décadas de los años 60, 70,
80 y casi durante el primer lustro de los 90 acorde con la voluntad del testador, fue
que, en caso de eventual discrepancia, fuera nada menos que el mismísimo
Arzobispo de Lima, en representación de la Iglesia Católica, el que tuviese la decisión
final.
En cuanto al fondo del acuerdo de la Junta de 1994, el mismo constituye un acto
interpretativo entre lo que instituyó el testador en 1933 y aquellos condicionantes
que él mismo, cinco años después, con carácter evidentemente modificatorio,
introdujo en el testamento de 1938.

Y en esta materia no pueden soslayarse los siguientes antecedentes y notas:

1) La doctrina, la jurisprudencia y la legislación positiva, tanto la vigente como la


del Código Napoleónico de 1852, bajo cuyo imperio se dictó el testamento de
1933, cuanto el Código Civil de 1936, en cuya vigencia se instituyó el testamento
de 1938, contienen artículos expresos respecto a la primacía de la última
voluntad del testador sobre una anterior.[2]

2) Lo señalado ut-supra fue materia de un pronunciamiento judicial inobjetable


cuando, la Universidad Católica, motu proprio, requirió judicialmente se le
reconozca la propiedad que heredó del causante. En la referida ocasión
(diciembre de 1957), los testamentos de 1933 y 1938, fueron confrontados
judicialmente, siendo que el Juez pertinente, Dr. Francisco Velasco Gallo, se
pronunció interpretando la ley, en el sentido de inscribir la propiedad heredada
de conformidad “al testamento ológrafo de primero de setiembre de mil
novecientos treinta y ocho que modificó las disposiciones del anterior de tres
de diciembre de mil novecientos treinta y tres…”. Y justamente es sobre la base
que el testamento de 1938 modificó al de 1933, que la Universidad
Católica registra su propiedad antes del plazo consignado en el testamento de
1933. ¿Por qué? Resulta obvio, porque como así lo señala el Juez, el Testamento
de 1933 fue modificado.

3) Siendo los testamentos instrumentos públicos[3] que, en su momento, fueron


materia interpretativa por el fuero judicial, resulta ineficaz y sin efectos jurídicos
el hecho que una Junta Administradora, por un acuerdo tomado en su seno
privado pueda, vía interpretación interna, contradecir una interpretación de
instrumentos públicos que ya habían sido materia de interpretación
proveniente de un Juez y dentro de un proceso judicial, interpretación gracias a
la cual la Universidad Católica inscribió los derechos de su propiedad en los
Registros Públicos de la Propiedad Inmueble.

4) La administración ininterrumpida de la Junta, durante 50 años (1944 a 1994),


evidentemente tiene efectos jurídicos, a la luz de la teoría de los actos propios.

5) Que sea el Rector de la Universidad, en su calidad de miembro de la Junta, quien


por acto propio y participativo dentro de ella, pretenda eliminar esta entidad de
las funciones de administración, con el objeto de que tal tarea se traslade, en
última instancia, a la propia Rectoría, a todas luces genera un conflicto de
intereses.
De todo lo anterior se desprende que la Junta, al celebrar el Acta de 1994, actuó
careciendo de capacidad o facultades para hacerlo; es decir, la Junta de
Administración actuó a “ultra vires”, por lo cual el Acta en cuestión deviene ineficaz
y no puede producir efectos jurídicamente válidos; el Acta no es un documento
eficaz y, por tanto, no puede ser oponible a las pretensiones del representante del
Arzobispo dentro de la Junta, a fin de cumplir con la última voluntad del testador,
cual es, administrar los bienes adquiridos en propiedad, para el sostenimiento y en
beneficio de la PUCP.

d) La autonomía universitaria.- Otro argumento levantado por la PUCP, para


oponerse a la intervención de la Junta como administradora de los bienes
heredados, consiste en afirmar que, tal supuesto, fricciona su derecho de disponer
libremente de su patrimonio, es decir, que la presencia de una Junta
Administradora, no se condice con su autonomía decretada por la Ley Universitaria.

Apreciación jurídica.- El artículo 4° de la Ley Universitaria (Ley Nº 23733) consagra


que la autonomía universitaria se ejerce de conformidad con la Constitución y las
leyes e involucra el derecho de aprobar su propio Estatuto y gobernarse de acuerdo
a él; y que la violación de la autonomía de la Universidad es sancionable conforme
a ley. Este Tribunal en la sentencia recaída en el Exp. N.° 04232-2004-AA/TC, ha
establecido en el caso de la autonomía universitaria, que “… Efectuar injerencias
irrazonables y desproporcionadas en los mencionados ámbitos de autonomía sólo
produciría la desnaturalización de una institución a la que la Constitución le ha
otorgado un tratamiento especial …” (fundamento 29). Pero sólo eso: efectuar
injerencias irrazonables y desproporcionadas, que evidentemente no es el caso, ni
lejanamente. Muy por el contrario, en lo que debemos hacer énfasis es que, la
autonomía se ejerce de conformidad con la Constitución y las leyes.

A guisa de comentario, apenas se recomienda la atenta lectura del artículo 83º de


la misma Ley Universitaria (Ley N.º 23733), que en la parte en que define aquello
que constituye el patrimonio de las universidades, determina:

“Los bienes provenientes de donaciones, herencias y legados, quedan sujetos al


régimen establecido por el donante o causante, según sea el caso”. Ergo, si la
Universidad heredó un patrimonio que está afectado por el testador con la
obligación de que, sobre el mismo, sea una Junta insustituible que lo administre a
perpetuidad, tal voluntad y el cumplimiento de ella, no se oponen a la autonomía
universitaria.

VIII. La Universidad Católica y la interpretación de los testamentos.- La PUCP para afirmar su


posición, es decir, tal como ella indica, “que a la Junta Administradora no le corresponde
ocuparse de la administración de los bienes de la PUCP”, expresa que “Tal
administración es incompatible con la propiedad absoluta que el insigne Riva Agüero
heredó a la Universidad. Esta es la interpretación correcta de los testamentos”.

Sostiene también la Universidad Católica que: “El Código Civil de 1936 no contenía
normas sobre interpretación de actos jurídicos en general, ni sobre testamentos en
particular, pero es evidente que los testamentos expresan la voluntad del testador. Por
tanto, cualquier esfuerzo interpretativo debe estar dirigido a desentrañar la voluntad
del causante…”. Y más adelante continúa:

“Siguiendo las herramientas básicas de interpretación del acto jurídico, y


atendiendo a lo dispuesto por los artículos 168º al 170º del Código Civil,
corresponde interpretar estas cláusulas testamentarias (se refiere a los textos
transcritos de los Testamentos de 1933 y 1938) sobre la base de lo expresado en
ellas, de modo conjunto (las dos a la vez) y, si para alguien hay duda sobre su
alcance, dándoles el sentido lógico acorde con el propósito buscado por el
testador y las circunstancias”.

Para la PUCP, las dos cláusulas coexisten. Y en tanto que inicialmente la Universidad no
adquiría los bienes inmediatamente, entonces “las decisiones sobre la propiedad
correspondían a la Junta Administradora”, pero una vez que se cumpliera el plazo del
usufructo, y se convertía en dueña, la propiedad absoluta “no puede convivir con la
administración de personas distintas al dueño”. Y al preguntarse “por qué Riva Agüero
dispuso que la Junta Administradora era perpetua?”, la Universidad encuentra que tal
perpetuidad, como albacea que era la Junta, debía sólo alcanzar:

“… a la realización de la misa rezada en cada aniversario de la muerte del

testador, o las donaciones anuales para la Fiesta de la Virgen de Valvenera y las

fiestas de San Ignacio Mártir y San Francisco Javier (cláusulas tercera y cuarta

del testamento ológrafo del 1 de septiembre de 1938)”.

IX. Las técnicas jurídicas en la interpretación de testamentos sucesivos.- Conforme se


adelantó en la parte inicial de la presente sentencia, el fondo sustancial del contencioso
que sostienen la PUCP y el Arzobispado se contrae fundamentalmente a que se
determine, de manera meridiana, cuál de las cláusulas pertinentes que figuran en los
testamentos de 1933, versus el de 1938, debe primar. Este es un punto esencial que no
es soslayado por este Tribunal al momento de fallar sobre el recurso de agravio
constitucional planteado, en tanto que tal dirimencia, en razón de la lógica jurídica de
los fallos, constituye la base primordial que lo sustenta.
Y es en atención a tal necesidad que, más adelante, se consignan determinados
conceptos sobre la interpretación de los testamentos sucesivos, habida cuenta que su
propósito es coadyuvar a una mejor comprensión de la litis planteada.

1. Los testamentos secuenciales y sucesivos.- Infinidad de tratadistas y de


jurisprudencia consideran que, la voluntad del testador, tiene los mismos alcances que
la ley para las partes concernidas. Y a estos efectos, se ciernen hacia postestamentos
determinados principios aplicables a la ley. “Ninguna ley se deroga sino por otra ley”,
principio del que se colige que una ley posterior prima sobre la anterior. El mismo
principio es aplicable al hecho de que, si hubiere varios testamentos secuenciales,
sucesivos y opuestos, el posterior elimina al anterior, pues lo que cuenta es la última
voluntad del causante. Si una persona que es nombrada como heredera en un
testamento, y tal nombramiento es retirado en uno posterior, simplemente tal persona
no puede ser considerada como heredera.

De otro lado, y de la misma manera en que una ley posterior puede modificar
parcialmente una anterior, modificación que puede ser de adición o de supresión, sobre
todo o parte de alguna cláusula o contenido, tal raciocinio también impera de manera
límpida en los testamentos sucesivos.

En atención a lo anterior se tiene que, si bien Riva Agüero instituyó por heredera
principal de sus bienes, en su testamento de 1933, a la Universidad Católica, bajo ciertas
condiciones de temporalidad relativas al usufructo inicial de los bienes y posterior
entrega en propiedad de los mismos, no es menos cierto que en su testamento de 1938,
el testador modifica el de 1933. Pero esta modificación no altera la entrega en propiedad
de sus bienes a la referida universidad, la modificación se origina o se crea a través de
un nuevo elemento que aparece en calidad de adición: el testador impone la obligación
consistente en disponer, con legítimo e incuestionable derecho, de que sea una Junta
Administradora insustituible la que, con carácter de perpetuidad, administre los bienes
que son de propiedad y para beneficio y sostenimiento de la heredera: la Universidad
Católica del Perú.

Bajo el pretexto de incompatibilidad entre ambos testamentos, la Universidad pretende


eliminar el funcionamiento de la Junta para administrar directamente los bienes
heredados y, de este modo, pasar a una etapa de disponibilidad de los mismos sin
control alguno, vulnerando y violando así la clarísima voluntad del testador. Ello
implicaría que una ley posterior no modifica una anterior, sino que la primera prevalece
sobre la última, lo que deviene en un absurdo jurídico. El testamento de 1933 no puede
prevalecer, bajo ningún pretexto, sobre uno posterior, como es el testamento de 1938.
Pretender tal cometido sería abandonar el primer axioma de la técnica jurídica para una
correcta interpretación de testamentos sucesivos: la prevalencia del testamento
posterior por representar la última voluntad del testador.
2. El principio de la literalidad en la interpretación de los testamentos.- La doctrina y
jurisprudencia admiten que, si bien pueden no haber reglas específicas o expresas en la
ley, para desentrañar el genuino deseo del causante, que llevó al mismo a realizar actos
de liberalidad, en primer lugar existe la imperiosa necesidad de aceptar que, toda
disposición testamentaria, deberá entenderse bajo el sentido literal de sus palabras.
Para interpretar adecuadamente un testamento debe estarse a las palabras empleadas
por el testador. Este es el principal ejercicio en la interpretación genuina de un
testamento. Y únicamente pueden apreciarse otros criterios, o valorar otras
circunstancias externas, en casos de excepción: cuando la literalidad de los textos nos
conduzca a situaciones contradictorias o confusas en la correlación de todas las
cláusulas.

La PUCP ha abandonado y obviado lo estipulado por Riva Agüero con su puño y letra y
con sus propias palabras, al afirmar que:

“… la competencia de la Junta Administradora de la herencia quedó reducida al


cumplimiento a las ‘mandas’ y ‘encargos’ perpetuos del testador, y no
comprende la administración de los bienes de la Universidad”.

Una simple y lata constatación de la literalidad de la cláusula correspondiente del


testamento de 1938, nos lleva a una conclusión definitivamente distinta. Examinemos:

“Para los sostenimiento de la Universidad Católica de Lima, y para los demás


encargos, legados y mandas que en mis testamentos… pongo como condición
insustituible y nombro como administradora perpetua de mis bienes, una junta
que será al propio tiempo la de mi albaceazgo mancomunado, por
indeterminado plazo…”. (negritas agregadas).

En primer lugar se aprecia la clara e inequívoca voluntad del testador de nombrar


una “administradora perpetua” de los bienes que deja en herencia a la Universidad.
La perpetuidad, tanto jurídica como gramaticalmente, alude a una “duración sin fin”[4],
y tal es la calidad que tiene la administradora en el tiempo desde que fue nombrada así
por el testador, es decir, desde 1938. Afirmar, como pretende la Universidad, que la
administradora tuvo que actuar en el tiempo, solo hasta la entrega de los bienes en
propiedad a la Universidad, evidentemente, es desconocer la voluntad del testador, cual
es la de conferir a la administradora una actuación a perpetuidad: sin límite en el tiempo.

Del texto trascrito fluye, de otro lado, que el testador, a través de su legado, desea
proteger a futuro y evitar su colapso o desaparición en el tiempo, respecto a dos
cuestiones que para el testador resultan de capital importancia. Por un lado, que la
Universidad como su heredera, a través de sus bienes legados, pueda tener la suficiente
capacidad para sostenerse. Y ello así se entiende cuando el testador refiere que: “Para
el sostenimiento de la Universidad Católica de Lima…”. La segunda cuestión que el
testador desea mantener ininterrumpidamente en el tiempo, y evitar su desaparición,
son una serie de encargos y mandas de contenido o vinculación religiosa, dada su
eminente y arraigada fe católica: encargo de unas misas, donaciones para celebraciones
religiosas, etc. Pero es de advertirse que, entre una y las otras (las actividades para el
sostenimiento de la universidad, como también los encargos de corte religioso), el
testador las une de manera indisoluble, al disponer que una y otras sean materia de
administración de la Junta. Dice el testador:

“Para el sostenimiento de la universidad… y para los demás encargos…”. El uso de la


conjunción copulativa “Y” gramaticalmente tiene por oficio unir palabras o cláusulas.
Esto no admite duda. Así, siendo la administración de los bienes (“administradora
perpetua de mis bienes”), de la que resulta la posibilidad de generarse el sostenimiento
de la Universidad, unida a los encargos religiosos, pasan ambas de modo no separable a
ser objeto de la administración de la Junta.

Por tanto, no puede admitirse la interpretación de la PUCP que señala que, la


administración de los bienes de la universidad corresponde de modo exclusivo y
excluyente a su propietaria, y que sólo la administración de las mandas y encargos
religiosos corresponden a la Junta. Esta división o separación de intenciones no se
advierte, por más esfuerzos que se realicen, del texto fluido y claro de la cláusula
correspondiente del testamento de 1938.

3. Los elementos extrínsecos en la interpretación de los testamentos.-

Se ha indicado que, para conocer la auténtica voluntad del testador, la doctrina universal
establece que la intención del causante, en primer lugar, debe extraerse del documento
mismo, de su literalidad, bajo una interpretación razonable y no forzada de sus términos
y advirtiendo la armonía y correlación entre todas sus cláusulas. Y si en el camino de
este procedimiento de interpretación no se hallare contradicciones o dudas, la
interpretación de la voluntad del causante queda confirmada y el ejercicio concluye allí.

Conforme ha quedado demostrado, de la literalidad de los textos examinados podemos


concluir que:

a) Del texto llano y literal de los testamentos de Riva Agüero, no fluye cualquier
elemento contradictorio y menos oscuro;

b) Todo indica, sin la menor duda, que el testador conformó una Junta de
Administración;
c) Que ella tiene carácter de perpetua e insustituible;

d) Que esta entidad debe administrar todos los bienes que heredó la PUCP,
incluyendo las mandas y otros encargos impuestos legítimamente por el causante.

La doctrina también preconiza que, el examen de elementos extrínsecos en la


interpretación de testamentos, sólo resultan necesarios en situaciones excepcionales,
principalmente, cuando la literalidad del testamento no resulta clara.

No obstante lo anterior, bien pueden examinarse ciertos elementos extrínsecos que sólo
van a confirmar las conclusiones arribadas en el examen interpretativo literal de los
testamentos de Riva Agüero:

A) La fe religiosa eclesiástica del causante y su vinculación con la universidad.-

La propia Universidad releva y resalta el profundo espíritu religioso que animó la vida
del causante, su devoción a lo sagrado, al culto religioso y a la Iglesia. Y en concordancia
a sus creencias, Riva Agüero destina sus bienes a una universidad. Pero no a cualquier
universidad, sino a una universidad que lleve el sello del catolicismo: la Universidad
Católica del Perú, una universidad que represente al creyente católico en el seno del
mundo académico superior y cuyas enseñanzas deben ser autorizadas por el ordinario
eclesiástico, según exigencias del testador.

La intencionalidad sobre el acercamiento entre su heredera y la Iglesia Católica, no es


algo que el testador escondió o minimizó; todo lo contrario, fue un puente el que Riva
Agüero arquitectó en su testamento de manera objetiva para alcanzar tal intención.

No debe sorprender, por tanto, que Riva Agüero haya dispuesto un nexo indisoluble
entre la heredera de sus bienes con la jerarquía eclesiástica, lo que explica que sea el
Arzobispo, por voluntad expresa del testador, quien designe a uno de los miembros que
conformará la Junta de Administración que tendrá a su cargo, con carácter “perpetuo e
insustituible”, la administración de los bienes del heredero.

A la luz de estas circunstancias, resultaría un despropósito pensar que, justamente, el


elemento más fuerte que conecta a la PUCP con la jerarquía eclesiástica (a través del
representante que designa el Arzobispo) pueda quedar fracturado o prácticamente
eliminado. A todas luces resultaría incongruente. Y si acaso a Riva Agüero le hubiere
interesado, únicamente atender la administración de “las mandas y encargos” a través
de la Junta, excluyendo la administración de sus bienes, evidentemente un escritor
como el causante, que manejó con brillo la redacción y el lenguaje, a todas luces hubiera
producido en su testamento una redacción diferente y en la cual tal propósito hubiera
quedado claramente expuesto. Y ello no ocurrió, sino todo lo contrario. La redacción
que refleja el propósito del testador, atando a un designado del Arzobispado en la Junta,
para administrar sus bienes, es reflejo de sus deseos, los que son acordes con la vida y
práctica espiritual religiosa del testador.

B) Las dudas y temores del causante sobre la Universidad Católica.-

En los testamentos de Riva Agüero existen indicios suficientes de sus dudas y temores
sobre el futuro, su conducción y hasta sobre la propia existencia de quien había sido
escogida por su heredera: la Universidad Católica del Perú.

Riva Agüero, en su testamento de 1933, luego de instituir su heredera principal a la


Universidad Católica del Perú, por un determinado lapso, inicialmente le priva de la libre
disponibilidad de sus bienes al entrar en vigencia la acción testamentaria (fecha del
fallecimiento del testador), oportunidad en la que la heredera sólo “tendrá el usufructo
de mis bienes, recibiendo sus productos de la Junta Administradora…”.

Lo usual en la materialización testamentaria es que el heredero no sólo tome posesión


de los bienes que adquiere, sino también pase a su titularidad el dominio y libre
disposición de los mismos. La excepción legal es la de los herederos menores de edad y
de otras que carecen de facultades señaladas por ley; en la práctica de personas
incapaces que requieren un tutor o curador…[5]. Colocar a la universidad bajo esa
situación, en todo caso, denota un deseo definido de concederle a la heredera una
situación excepcional, distinta, diferente a la regular. Y ello sólo puede ser producto de
algún temor o duda.

Pero además, existe otro pasaje en el que el testador desliza sus temores y dudas de
manera más objetiva:

Después de mantener a la universidad, ya heredera de sus bienes, pero recortada en sus


derechos hacia ellos, a través de situar a la heredera como mera usufructuaria de los
mismos, durante los años que señaló el testador, al cabo de ellos se determina su
entrega en propiedad “solo si la Universidad Católica existiera al vigésimo año contado
desde el día de mi fallecimiento”.

No cabe la menor duda que por el pensamiento del testador pasó la idea de que la
universidad podía “no existir”. Estas situaciones, sin necesidad de magnificarlas,
demuestran cierta carencia de seguridad en el pensamiento del testador respecto al
propio desarrollo y hasta sobre la existencia de la heredera. Riva Agüero contempla la
posibilidad, inclusive, de que la propia universidad, aún luego de ciertos años, pudiera
desaparecer… Y si el temor o duda del testador llega hasta la propia existencia de la
universidad, es lógico que también pueda haber albergado similares temores respecto
a la eficiencia de su propia conducción. El que teme por lo más, teme con fundada
razón por lo menos.

Cinco años después, es evidente que las dudas y temores del testador no se habían
disipado. De lo contrario el testador hubiera mantenido intocada la cláusula del
testamento de 1933. Y es para poner fin a estas inquietudes y eliminar los temores sobre
la conducción y el fin de la universidad, que el causante coloca un candado para liberarse
de tales dudas y temores: la administración de sus bienes no será de potestad absoluta
de la heredera; será una Junta la encargada de la Administración y en ella tendrá cabida
un miembro elegido por el Arzobispo, y así mantener un nexo objetivo con la jerarquía
eclesiástica. Y con el fin de prorrogar en el tiempo tal determinación, se le concede a la
Junta el carácter de perpetua e insustituible, como así lo confirma el testamento de
1938.

El hecho de que el Arzobispo deba enfrentar ahora acciones legales, que pretenden
eliminar la participación de la Junta en la administración de los bienes heredados por la
PUCP, en contra de la voluntad del causante, sólo nos lleva a pensar en cuán fundados
y justificados fueron los temores de Riva Agüero.

Ante la opinión pública la autoridad de la universidad ha presentado y publicitado su


posición como una Defensa a la PUCP, de modo tal que, quien no comparta la misma,
carecería de ese supuesto objetivo. Ello no parece justo, pues de lo que se trata es de
defender la auténtica voluntad testamentaria de Riva Agüero. Y al hacerlo, a través de
ella, se hará la real y auténtica defensa de la PUCP. Deaquí a cincuenta o sesenta años,
todos los que hemos trabajado este documento y los que ahora lo estamos leyendo, qué
duda cabe, habremos fallecido. Un buen número de profesionales de los que están
naciendo en este año de 2010 serán para entonces los profesores y las autoridades de la
Pontificia Universidad Católica del Perú. Qué les impedirá en aquel momento o tal vez
mucho antes –si ahora partimos o deshacemos la unión Jerarquía Eclesiástica-Rector,
es decir, si arbitrariamente disolvemos la Junta Administradora, tal cual no fue la
determinación del causante, decidir, en tanto propietaria de los bienes heredados,
cambiar el nombre de esta Casa Superior de Estudios por el de Universidad de los Santos
de los Últimos Tiempos, Universidad Alianza Cristiana y Misionera, Universidad del Siglo
XXII o Universidad de las Ciencias Sociales del Futuro, nombres que pueden ser
absolutamente legítimos y tal vez hasta apropiados para aquellos tiempos –jamás lo
sabremos, pero que definitivamente no fue la voluntad del insigne Riva Agüero, y por
supuesto, con el nombre, lo más importante, el sentido, el sustento y el enfoque de los
estudios bajo el marco y el esquema católico. A este prominente peruano no le asaltó la
idea de si la Universidad estaría en manos de Jesuitas, Dominicos o Franciscanos; si
encausaban su fe en la línea Opus Dei, del Padre de Andrea, Sodalicio u otros. Él solo
pensaba en la Jerarquía Católica, Apostólica y Romana, y punto. Hay que respetar,
constitucionalmente, la voluntad del testador.
C) Treinta años de funcionamiento de la Junta.-

Conforme se desprende de los propios argumentos expuestos por la PUCP, hasta 1994 la
Junta ha administrado –y con notable éxito, los bienes heredados de Riva Agüero por la
Universidad, y tal administración sobresaliente no sólo ha dado lugar a un adecuado
sostenimiento de este centro de estudios, cual era la voluntad y preocupación del
testador, sino que además, ha permitido a la universidad un crecimiento y desarrollo
reconocidos por propios y extraños.

La PUCP preconiza que propietaria de los bienes, debió asumir el absoluto control de los
bienes heredados desde 1964, es decir, desde que pasó a las manos de la Universidad la
propiedad absoluta de los bienes heredados, pero que la Junta continuó administrando
los bienes durante tres decenas de años debido a que “Nadie objetó esta práctica
porque en la práctica la Universidad ejercía plenamente su condición de propietaria
absoluta”.

Más adelante la PUCP agrega y justifica la práctica seguida por la Junta arguyendo:

“… mientras la Universidad no tenía la propiedad, la Junta administró los bienes


de la herencia y entregó los rendimientos a la PUCP, de esta manera le dio
‘sostenimiento’ a la heredera. Al cumplirse el plazo de 20 años la propiedad
absoluta pasó a la Universidad. Durante los años que siguieron al vencimiento
del usufructo (25 de octubre de 1964), la Junta Administradoracontinuó de hecho
tomando decisiones sobre los bienes de la Universidad, pese a que la PUCP ya
era propietaria, por la virtual identidad entre los albaceas y las máximas
autoridades universitarias (el Rector y el Tesorero General de PUCP). La
continuidad de la Junta fue consentida tácitamente, pero a todas
luces constituyó un incumplimiento de los albaceas quienes conforme a los
testamentos debieron entregar los bienes a la Universidad al cumplirse el plazo
del usufructo”. (subrayado agregado).

Treinta años ininterrumpidos, durante los cuales, mes tras mes, en el seno de la propia
universidad, actuó la Junta administrando los bienes de la heredera, denotan
fehacientemente que durante ese lapso:

a) Nadie, ni propios ni extraños, objetó la actuación de la Junta;

b) Ante la ausencia de cualquier objeción el entendimiento universal era que la Junta


Administradora actuaba en cabal cumplimiento de la voluntad del testador;
c) Parece poco creíble que una universidad que alberga en su seno una planta de alta
calidad de abogados y que es formadora de alumnos para prepararlos en esta
importante profesión, durante tan largo período, no hubiere sido capaz de advertir
cualquier incongruencia en los trabajos de la Junta Administradora; y

d) El acto propio (durante semejante período) imputable a sucesivas autoridades de la


universidad, a la propia universidad y a la parte demandante, tiene evidentemente
consecuencias jurídicas, las que no pueden desaparecer y ser reemplazadas por
excusas, más que argumentos, como las que contiene la demanda en el párrafo
trascrito, para intentar deslucir una adecuada actuación de la Junta
Administradora durante esos 30 años, y pretender que ella laboró bajo un
permanente incumplimiento en sus deberes por actuar bajo error. La Junta
Administradora no cometió error alguno hasta 1994, por actuar en consonancia y
en cumplimiento de la voluntad del testador; el error se produce con el Acta de la
Junta de 1994 que induce a la inicial Demanda que el Arzobispo contesta y
reconviene.

21. En este orden de ideas, este Tribunal concluye que:

a. No obstante que el testamento de Riva Agüero hace alusión a una “propiedad absoluta” que
hereda la Universidad Católica, esta última, por imperio de la ley, heredó una propiedad con
las propias limitaciones impuestas por la legislación vigente a todo el derecho de propiedad,
limitación a la que se suma aquella dispuesta por el testador, en su Testamento de 1938, al
ordenar que sea una Junta –y no la propia Universidad, quien administrara los bienes
heredados.

b. Durante cincuenta años la Junta dispuesta por el causante administró sin objeciones y con
éxito los bienes heredados por la Universidad, lo que significa una conformidad de medio
siglo, de la propia heredera, sobre la voluntad del testador.

c. La Junta Administradora por acuerdo interno de tal entidad, en 1994, decidió interpretar los
testamentos del causante de 1933 y de 1938, siendo que en el último de ellos el testador
instituye la creación de la propia Junta, con el fin de administrar la propiedad heredada, al
igual que ocuparse de ciertas mandas y encargos religiosos. Tal interpretación deviene en la
afirmación de otorgarle a la Juntaúnicamente el encargo de ocuparse de las mandas
religiosas, pasando la administración de los bienes heredados al dominio y dirección de la
propia Universidad.

d. La interpretación aludida contradice aquella que fue materia de pronunciamiento judicial,


en ocasión en la que la Universidad, en 1957, requirió por esa vía el reconocimiento de la
propiedad heredada y, en tal virtud, el Juez que la concede determina que la misma procede
de conformidad al testamento de 1938 que modificó el de 1933.
e. En atención a lo anterior, el acuerdo de la Junta de 1994 deviene ineficaz y no puede surtir
efectos jurídicos.

f. Toda la doctrina revisada, además de las normas internas aplicables, apuntan de manera
meridiana al hecho de que, la última voluntad del testador, fue designar una Junta
Administradora, insustituible y perpetua, para administrar los bienes heredados por la
Universidad.

g. Las gestiones, comunicaciones y reclamos del representante del Arzobispado ante la Junta,
pretendiendo la revisión del acuerdo de 1994 y de otros, no constituyen amenazas o
agravios, en tanto que pertenecen al ejercicio de un derecho exigible y que tiene como fin
resguardar y restituir la última voluntad del testador.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la


Constitución Política del Perú

HA RESUELTO

Declarar INFUNDADO el recurso de agravio constitucional interpuesto por la PUCP.

Publíquese y notifíquese.

SS.

VERGARA GOTELLI
MESIA RAMÍREZ
CALLE HAYEN
ÁLVAREZ MIRANDA
EXP. N.º 03347-2009-PA/TC

LIMA

PONTIFICIA UNIVERSIDAD

CATÓLICA DEL PERÚ

(PUCP)
FUNDAMENTO DE VOTO DEL MAGISTRADO VERGARA GOTELLI

Emito el presente fundamento de voto por las consideraciones siguientes:

1. Con fecha 6 de marzo de 2007 la universidad demandante interpone demanda de


amparo contra don Walter Arturo Muñoz Cho, en su calidad de miembro de la Junta
Administradora de la herencia de don José de la Riva Agüero y Osma, con la finalidad de
que:

a) Se abstenga de intervenir indirectamente, a través de la Junta


Administradora antes mencionada o por cualquier otro medio, en el ejercicio
pleno de derecho de propiedad que le corresponde sobre los bienes que ha
heredado de don José de la Riva Agüero y Osma, respetando así la voluntad del
testador y los acuerdos adoptados por la propia Junta Administradora en su sesión
del 13 de julio de 1994, e inhibiéndose de cualquier pretensión para gestionar o
administrar los bienes de la PUCP.

b) Se abstenga de pedir directa o indirectamente, a través de la Junta


Administradora antes mencionada o por cualquier otro medio, la revisión del
acuerdo de la Junta Administradora del 13 de julio de 1994 que interpretando la
voluntad testamentaria de don José de la Riva Agüero y Osma, declaró que los
bienes heredados por la PUCP debían ser administrados por ella,
correspondiéndole a la Junta únicamente cumplir los encargos y las mandas del
testador.

Señala que la voluntad de don José de la Riva Agüero y Osma fué hacer heredar sus
bienes como herencia a la PUCP, estableciendo en la cláusula décima séptima del
testamento del 3 de diciembre de 1933, que la Universidad adquiere el usufructo de los
bienes por 20 años, tiempo durante el cual la Junta Administradora administraría,
controlaría y haría entrega de los rendimientos a la heredera, por lo que al vencer el
plazo y estando a que la Universidad siguió existiendo, adquirió la propiedad absoluta
debiendo la Junta entregarle los bienes que administraba. Refiere que la mencionada
situación fue reconocida de forma expresa por la propia Junta en su acuerdo del 13 de
julio de 1994, que el demandado pretende desconocer mediante cartas remitidas con la
finalidad de participar en la administración de los bienes. Finalmente reclama la
amenaza contra su derecho constitucional a la inmutabilidad de los acuerdos y la
vulneración de su derecho a la autonomía universitaria.

Decisiones de las instancias precedentes


2. El Vigésimo Juzgado Especializado en lo Civil de Lima declaró infundada la excepción
propuesta por el demandado e improcedente la demanda de amparo por considerar
que las cartas remitidas por el emplazado no constituyen una amenaza cierta e
inminente de violación del derecho de propiedad de la PUCP. Agrega que no es legal o
inconstitucional o vulneratorio del derecho a la inmutabilidad de los acuerdos que la
propia Junta Administradora pueda reevaluar, rectificar o ratificar los acuerdos que haya
adoptado y que los actos realizados por el emplazado no constituyen actos de
intervención en su gobierno, por lo que esta de mas referirse a una amenaza cierta e
inminente.

La sala revisora confirmó la apelada considerando que la remisión de las cartas por el
emplazado a la PUCP constituye una manifestación del derecho de toda persona a
ejercitar una pretensión material en forma extrajudicial, por lo que la perpetuidad de la
Junta Administradora al constituir un conflicto que conlleva la correcta interpretación
de los testamentos de don José de la Riva Agüero y Osma debe ser dilucidado en otro
proceso ordinario y no en el constitucional. Agrega que no se ha probado la existencia
de actos que lesionen el derecho alegado por el demandante.

Recurso de Agravio Constitucional (RAC)

3. El recurso de agravio planteado por la universidad demandante tiene como finalidad


que se declare la nulidad de la sentencia de vista y la declaración de estimación total de
la demanda planteada, ordenando al Poder Judicial emitir nueva resolución respecto del
segundo extremo del petitorio, quedando subsistente la estimación de la demanda
respecto al primer extremo de dicho pedido. Principalmente se cuestiona la sentencia
de vista argumentándose que el llamamiento para dirimir al Vocal Aguirre Salinas sería
inválido respecto al primer extremo del petitorio, puesto que respecto a este extremo
ya había decisión constituida por tres votos a favor de los vocales Salazar Ventura, Ruiz
Torres y Ordóñez Alcántara, quienes por distintos fundamentos estimaron el primer
extremo de la demanda. Es en tal sentido que el recurrente considera conforme lo
expresa en su recurso de agravio constitucional que este Colegiado sólo debía
pronunciarse por el segundo extremo.

No obstante lo expresado en el RAC, que es lo que está conociendo este Colegiado,


considero que no puede pasar inadvertido lo que se está resolviendo, es decir las
pretensiones que han sido planteadas y sobre las cuales se discute si en grado inferior
ha habido o no decisión. Es así que considero que en este caso, singularmente antes de
un pronunciamiento sobre lo que es materia del RAC, debemos analizar las pretensiones
traídas al amparo, puesto que no puede analizarse la recurrida si se considera que existe
error por parte de la Sala en la forma, en la que se aborda las pretensiones planteadas,
por lo que considero necesario evaluar el planteamiento expuesto en la demanda
considerando los hechos que configuran las pretensiones.

Titularidad de los derechos fundamentales


4. En el presente caso debo expresar que en el presente amparo demanda una persona
jurídica, habiendo en reiteradas oportunidades expresado mi posición respecto a la falta
de legitimidad de éstas para interponer demanda de amparo en atención a que si bien
su finalidad no está dirigida a incrementar sus ganancias por tratarse de un organismo
educativo sin fines de lucro, también es menester considerar que no siendo el objetivo
sancionado en la ley mercantil la realidad nos indica que se trata de empresas privadas
que necesariamente apuntan a dicho objetivo, desnaturalizando así la finalidad
constitucional enmarcada en la Carta Fundamental de la Nación. Es por ello que
uniformemente hemos señalado que cuando la Constitución habla de los derechos
fundamentales, lo hace pensando en la persona humana, esto es en el ser humano física
y moralmente individualizado. Hacia él se encuentran canalizados los diversos atributos,
facultades y libertades, siendo solo él quien puede invocar su respeto y protección a
título subjetivo y en sede constitucional. Por ello es que nuestra legislación
expresamente señala que la defensa de los derechos fundamentales es para la “persona
humana”, por lo que le brinda todas las facilidades para que pueda reclamar la
vulneración de sus derechos fundamentales vía proceso constitucional de amparo,
exonerándosele incluso de cualquier pago que pudiera requerirse.

5. Sin embargo y atendiendo además a que por la formalidad expuesta y la que se anuncia
en los considerandos siguientes aquí se presenta una temática singular que empuja a
una decisión de fondo pues el servicio público que brinda la demandante gira en torno
a la intervención de la Junta Administradora de la Pontificia Universidad Católica del
Perú, lo que repercutiría indefectiblemente en el costo a cargo de los estudiantes por
dicho servicio público–educación universitaria-, por lo que la pretensión misma no
puede pasar inadvertida puesto que podría significar indiferencia a las consecuencias
que se podrían presentar, a traducirse necesariamente en una mejora o caos en la
prestación del servicio educativo universitario.

Pretensión de la demandante

6. En el presente caso la pretensión de la universidad demandante está dirigida a impedir


u obstaculizar la intervención de la Junta Administradora de la herencia de José de la
Riva Agüero y Osma en la Pontificia Universidad Católica del Perú, por lo que considero
necesario delimitar parámetros tendientes a precisar puntos importantes relacionados
con la pretensión de la demandante y sus consecuencias.

Derecho de acción

7. La normatividad procesal tiene y tuvo como finalidad desde sus inicios arreglar
conductas humanas, estableciendo así qué conductas quedaban proscritas por generar
pedidos irrazonables de los demandantes con alteración de la paz social. Alfredo J. Di
Iorio expresa que “En tanto el orden jurídico es un orden coactivo, en el cual la
observación de determinadas conductas se logra mediante la amenaza de sanciones, su
sustento reside en la posibilidad de efectivizar esa coacción, que se obtiene mediante el
uso de la fuerza, tarea que se ha reservado en forma monopólica al Estado.” Surge así el
instituto procesal denominado “acción” que señala que para que el Estado ponga en
funcionamiento el aparato judicial se necesita que alguien reclame el cumplimiento por
otro de lo que considera ser acreedor, quedando para el juez la potestad de decidir el
conflicto en la forma y oportunidad establecidas. De esta manera comienzan a
esbozarse los primeros conceptos de la institución procesal referida, expresando
Couture, según cita de Di Iorio, que “(…) el poder jurídico de acudir ante la autoridad no
puede ser quitado a nadie; prohibida la justicia por mano propia, es evidente que debe
darse a todo sujeto de derecho la facultad de obtenerla por mano de la autoridad;
privarle de una y de otra, sería negarle la justicia misma.” Montero Aroca expresa que
el derecho de acción es el “derecho de acudir a los órganos jurisdiccionales del Estado
para interponer pretensiones o para oponerse a ellas”. Para Carnelutti la acción no es
más que el ejercicio privado de una función pública.En conclusión el avance de esta
institución procesal no solo permite el reclamo respecto a una situación concreta ante
los órganos judiciales, exigiendo el actor la resolución de un conflicto que ha alterado la
paz social, sino que dicha institución se amplía concibiéndose como el derecho que
permite reclamar en proceso –judicialmente- la protección de nuestros derechos, por
lo que podemos solicitar, con cualquier fundamento, lo pretendido en nuestra
demanda, recurriéndose para ello al órgano jurisdiccional en requerimiento de tutela
jurídica. Es así que encontramos a Omar Cairo Roldán diciendo que “...El derecho de
acción es la atribución de todo sujeto de derecho para pedir al Estado que resuelva un
conflicto de intereses o una incertidumbre, ambas con relevancia jurídica. El Estado,
en consecuencia, tiene el deber de brindar tutela jurisdiccional a todo sujeto que ejerza
el derecho de acción mediante el acto procesal llamado demanda. Sin embargo, esta
tutela solo podrá consistir en un fallo válido sobre el fondo cuando en la demanda esté
presente, además de otros elementos, la legitimidad para obrar...”.

Finalmente el Procesalista Jorge Peyrano finaliza la discusión expresando que por el


derecho de acción cualquiera puede demandar a cualquiera, por cualquier cosa y con
cualquier grado de razón, , lo que significa que no existe un tipo determinado de
pretensión o de fundamentación para el ejercicio de este derecho, teniendo el actor
libertad para proponer la pretensión que quiera.

8. En conclusión consideramos por lo expuesto que el derecho de acción es irrestricto por


lo que no puede ser limitado por ningún tipo de fundamento, pudiendo cualquiera
persona solicitar hasta la pretensión más descabellada que nos podamos imaginar,
debiendo recibir respuesta por parte del órgano jurisdiccional en la sentencia. En tal
sentido podemos afirmar que el derecho de acción es un poder irrestricto de la persona
humana por el cual se garantiza la vigencia de los derechos.

Caso de autos

9. En el presente caso pretende la universidad recurrente impedir y bloquear cualquier


posibilidad de reclamo por parte de la Junta Administradora de la Universidad
Católica (PUCP) considerando que debe de cumplir con la voluntad del testador. Es así
que esbozando una serie de argumentos la universidad demandante pretende en
puridad neutralizar el derecho de acción de los demandados quienes, conforme hemos
expresado, pueden legítimamente hacer uso irrestricto de este derecho, solicitando,
como señala Peyrano, lo que quieren con cualquier grado de razón, debiendo ser esto
evaluado por el órgano judicial respectivo al momento de la decisión. Es por esto factible
apreciar que la universidad demandante pretende tener el control absoluto de la
administración de la Universidad Católica del Perú, considerando que la voluntad del
testador –José de la Riva Agüero y Osma- no fue que la Junta Administradora administre
los bienes de la Universidad a perpetuidad, puesto que aquélla cumplía su función sólo
en determinado tiempo (20 años), y que posteriormente la propiedad quedaba en forma
absoluta en beneficio de la universidad, debiendo la Junta hacerle entrega de los bienes
que administraba, versión que consideramos nos resulta no real, puesto que de ser así
no se explica el hecho de que la Junta Administradora, pasado los veinte años, haya
continuado en funciones dentro de la universidad sin objeción alguna durante 30 años
después, conforme lo expresa la ponencia en mayoría, lo que, a no dudarlo, causa
extrañeza, ya que es evidente que de existir cuestionamientos a la legitimidad de la
Junta Administradora la demandante pudo accionar anteriormente y no permitir la
continuidad de sus labores, como lo hizo, lo que demuestra que la Universidad es
totalmente consciente de esta realidad.

10. Por lo expuesto precedentemente me parece inaceptable que por medio de la demanda
del presente proceso de amparo se pretenda cuestionar el futuro accionar de la Junta
Administradora, en su posible uso de los derechos que pudiera abrigar en su favor, no
pudiéndose obviamente, como ya se ha dicho, que con su simple decisión pudiera la
demandante bloquear o neutralizar el derecho a accionar del emplazado. Además de lo
esbozado anteriormente es evidente que existe la intención de control absoluto por
parte de la Universidad por lo que la decisión debe ser de fondo conforme al pedido de
ambas partes.

11. Por lo expuesto la demanda debe ser desestimada por infundada.

SR.

VERGARA GOTELLI
EXP. N.º 03347-2009-PA/TC

LIMA

PONTIFICIA UNIVERSIDAD

CATÓLICA DEL PERÚ

(PUCP)

VOTO SINGULAR DEL MAGISTRADO BEAUMONT CALLIRGOS


Con el debido respeto por la opinión vertida por mis colegas magistrados emito el siguiente voto
singular, por cuanto no concuerdo con los argumentos ni con el fallo de la sentencia en mayoría.

ANTECEDENTES

a) Demanda

Con fecha 6 de marzo de 2007, la Pontificia Universidad Católica del Perú (en adelante, la PUCP),
interpone demanda de amparo contra don Walter Arturo Muñoz Cho, en su calidad de miembro
de la Junta Administradora de la herencia de don José de la Riva Agüero y Osma, solicitando que:

a. Se abstenga de intervenir directa o indirectamente, a través de la Junta


Administradora antes mencionada o por cualquier otro medio, en el ejercicio pleno del
derecho de propiedad que le corresponde sobre los bienes que ha heredado de don José
de la Riva Agüero y Osma, respetando así la voluntad del testador y los acuerdos
adoptados por la propia Junta Administradora en su sesión del 13 de julio de 1994, e
inhibiéndose de cualquier pretensión para gestionar o administrar los bienes de la
PUCP.
b. Se abstenga de pedir directa o indirectamente, a través de la Junta
Administradora antes mencionada o por cualquier otro medio, la revisión del acuerdo
de la Junta Administradora del 13 de julio de 1994 que interpretando la voluntad
testamentaria de don José de la Riva Agüero y Osma, declaró que los bienes heredados
por la PUCP debían ser administrados por ella, correspondiéndole a la Juntaúnicamente
cumplir los encargos y las mandas del testador.

Refiere que los testamentos de don José de la Riva Agüero y Osma instituyeron como heredera
de sus bienes a la PUCP. Así, en la cláusula décima séptima del testamento del 3 de diciembre
de 1933, se dispuso que la Universidad adquiere el usufructo de los bienes por 20 años, tiempo
durante el cual la Junta Administradora administraba y le entregaba los rendimientos a la
heredera, por lo que al vencer el plazo y dado que la Universidad siguió existiendo, adquirió la
propiedad absoluta debiendo la Junta entregarle los bienes que administraba. Dicha situación
fue reconocida expresamente por la propia Junta en su acuerdo del 13 de julio de 1994, la misma
que ahora el demandado intenta desconocer mediante las cartas de fechas 15 de febrero y 1 de
marzo de 2007, pues se atribuye el derecho a participar en la administración de los bienes.

Asimismo, señala que la pretensión del emplazado de revisar el acuerdo del 13 de julio de 1994,
retomando una discusión agotada sobre la administración de los bienes de la PUCP, constituye
una amenaza, contra su derecho constitucional a la inmutabilidad de los acuerdos. Finalmente,
agrega que el comportamiento del emplazado vulnera su autonomía universitaria, pues plantea
una agenda en la que incluye la revisión de los actos de administración y disposición de sus
bienes.
b) Contestación de demanda

El emplazado solicita la nulidad del auto de admisión, propone la excepción de falta de


agotamiento de la vía previa y contesta la demanda señalando que el contenido de las
comunicaciones epistolares enviadas a la PUCP se sustenta en la voluntad testamentaria de don
José de la Riva Agüero y Osma expresada en sus testamentos, quien en un acto de última
voluntad estatuyó a la Junta Administradora de sus bienes con carácter perpetuo e insustituible,
por lo que si bien es cierto que la PUCP es propietaria de los bienes, no es menos que en virtud
del cargo impuesto por don José de la Riva Agüero y Osma en sus testamentos, la Junta
Administradora tiene la facultad de exigir la administración de los bienes.

De otra parte, refiere que en el acuerdo del 13 de julio de 1994, ambos miembros de la Junta
Administradora se excedieron en sus facultades, por cuanto la cláusula quinta del testamento
de 1938 le otorgó a la Junta Administradora la calidad de perpetua e insustituible y porque lo
acordado directamente contraviene lo dispuesto por el testador, al sustituir a dicha Junta por la
Universidad en la administración exclusiva del legado, que es competencia solamente de la
primera.

c) Decisión judicial de primera instancia

El Vigésimo Juzgado Especializado en lo Civil de Lima, con fecha 9 de julio de 2007, declaró
infundada la excepción propuesta y saneado el proceso, y con fecha 22 de octubre de
2007, declaró improcedente la demanda, por considerar que las cartas de fechas 15 de febrero
y 1 de marzo de 2007 remitidas por el emplazado, no constituyen una amenaza cierta e
inminente de violación al derecho de propiedad de la PUCP; que no es ilegal ni inconstitucional
o vulneratorio del derecho a la inmutabilidad de los acuerdos que la misma Junta
Administradora pueda reevaluar, rectificar o ratificar los acuerdos que haya adoptado; y que el
contenido de las cartas remitidas por el emplazado a la PUCP al referirse a solicitudes y
posiciones con respecto a la administración de los bienes de don José de la Riva Agüero y Osma,
no constituyen actos de intervención en su gobierno por lo que tampoco pueden considerarse
que amenacen de manera cierta e inminente su autonomía universitaria.

d) Decisión judicial de segunda instancia

La Sala revisora confirmó la apelada, por estimar que lo solicitado en las cartas remitidas por el
emplazado a la PUCP constituye una manifestación del derecho de toda persona a ejercitar una
pretensión material en forma extrajudicial, por lo que la perpetuidad de la Junta
Administradora al constituir un conflicto que conlleva la correcta interpretación de los
testamentos de don José de la Riva Agüero y Osma debe ser dilucidada no mediante el proceso
de amparo sino mediante un proceso judicial ordinario; que al momento de la interposición de
la demanda y de la emisión de la sentencia no se ha probado la existencia de actos actuales y
directos que lesionen la autonomía universitaria de la PUCP; y, que el derecho a la inmutabilidad
de los acuerdos tampoco se encuentra amenazado de manera cierta e inminente, pues no existe
algún acto ilegal o arbitrario que pretenda desconocer el acuerdo del 13 de julio de 1994.

e) Recurso de agravio y solicitud de nulidad de la sentencia de vista

Con fecha 11 de mayo de 2009 la PUCP interpone recurso de agravio constitucional en el que,
previamente, solicita la nulidad de la sentencia de vista. Sustenta su pedido de nulidad
argumentando que el llamamiento para dirimir al vocal Aguirre Salinas resultaría inválido
respecto al petitorio número 1, dado que respecto de éste, a decir de la demandante, ya existía
resolución constituida con tres votos, a favor, de los vocales Salazar Ventura, Ruiz Torres y
Ordóñez Alcántara, quienes, aunque con distintos fundamentos, habrían optado por declarar
fundada la demanda en este extremo, conforme al artículo 141° de la Ley Orgánica del Poder
Judicial, que prescribe que las resoluciones judiciales emitidas por las Salas Superiores que
ponen fin al proceso requieren de tres votos conformes.

De este modo, a juicio de la recurrente, la Octava Sala Civil, al convocar a un nuevo magistrado
dirimente que se pronunció por los dos petitorios, pese a que el primero ya habría sido decidido,
habría incurrido en un error insalvable que incide en la nulidad de la resolución de segunda
instancia. Dicho error consistiría, a decir de la PUCP, en considerar que los tres votos se
requerían respecto de los dos petitorios autónomos, pues es la demanda y no los petitorios la
que debe ser declarada fundada, infundada o improcedente.

FUNDAMENTOS

§1. Aspectos formales

1. Tal como ha quedado expuesto en los antecedentes, en el presente caso, antes de


analizar la pretensión contenida en la demanda, estimo conveniente pronunciarme sobre la
nulidad deducida por la PUCP en su Recurso de Agravio. Debo observar al respecto, que si
bien a primera vista los pedidos contenidos en el Recurso de Agravio resultarían
contradictorios (nulidad de la sentencia y su revocatoria con pronunciamiento sobre el fondo
por parte del Tribunal Constitucional), debe entenderse que estamos ante un incidente de
nulidad incorporado en el recurso de agravio, el mismo que, por una cuestión de orden
procesal debe ser absuelto en primer término por este Tribunal.

2. Al sustentar el pedido de nulidad de la sentencia de vista, la PUCP argumenta que la


demanda contenía dos petitorios “autónomos” y, sobre esta premisa, considera que al
momento de llamarse al último vocal dirimente, Aguirre Salinas, ya existía sentencia
estimatoria a su favor, con relación al primer petitorio contenido en la demanda, la misma
que estaría constituida por los votos de los magistrados Salazar Ventura, Ruiz Torres y
Ordóñez Alcántara.

En tal sentido, para la PUCP, el nuevo vocal dirimente (Aguirre Salinas), no debió pronunciarse
válidamente por ambos petitorios, como en efecto lo hizo, afectando de este modo la
garantía de la cosa juzgada y desconociendo lo previsto en el artículo 141º de la Ley
Orgánica del Poder Judicial, conforme al cual, en lo que aquí interesa: “En las Cortes
Superiores tres votos conformes hacen resolución, tratándose de las que ponen fin a la
instancia”.

3. Al respecto, no comparto la argumentación que sustenta el pedido de nulidad de la


PUCP. Tal como se ha tenido ocasión de precisar al responder el pedido de desistimiento
presentado ante esta instancia por la referida universidad, los petitorios que conforman la
demanda no pueden considerarse “petitorios autónomos”, como pretende la recurrente, en
la medida que persiguen lo mismo e incluso resultan interdependientes: “[…]La primera, que
se disponga que don Walter Arturo Muñoz Cho, se abstenga de intervenir directa o
indirectamente o por cualquier otro medio, en el ejercicio del derecho de propiedad que le
correspondería a la demandante sobre los bienes que heredó de don José Luís de la Riva
Agüero y Osma. La segunda, que dicha persona no solicite la revisión del acuerdo de la Junta
Administradora del 13 de julio de 1994, por el que se declaró que los bienes a los que se ha
hecho referencia, debían ser administrados por la PUCP” (Res. de 10 de febrero de 2010,
Fundamento 5).

4. Siendo esto así, resulta razonable que la segunda instancia del Poder Judicial, al no
encontrar una respuesta integral y definitiva a los dos petitorios interdependientes
planteados, haya convocado a un último vocal dirimente para resolver de forma clara y
definitiva las cuestiones planteadas, en el marco de lo que establecen las reglas procesales
y la propia Ley Orgánica del Poder Judicial, con lo cual, a nuestro juicio, no se ha incurrido
en ningún vicio que revista la trascendencia que requiere la nulidad para ser declarada en
esta vía, tal como desarrollo enseguida.

5. En efecto, y si lo anotado supra no resultara suficiente con relación a este punto, el


Tribunal Constitucional tiene establecido en su jurisprudencia, de conformidad con los fines
y principios que orientan los procesos constitucionales, que las nulidades solo deben
pronunciarse cuando mediante dicha declaración se logre reparar alguna violación flagrante
a un derecho de relevancia constitucional y, al mismo tiempo, que con dicho
pronunciamiento se logre corregir una decisión que se vería indefectiblemente alterada sin
que la nulidad pueda ser convalidada (STC 4587-2004-AA/TC). De otro modo, las nulidades
procesales terminarían por desnaturalizar el carácter de tutela de urgencia que representan
los procesos constitucionales, caso del amparo.
6. En los presentes autos, tal como paso a exponer, y a la luz de los elementos que lo
configuran, las nulidades que se han deducido no pasan el test de relevancia constitucional
a la que se ha hecho referencia supra. Esto es así, además, porque las instancias judiciales
han actuado en el marco de sus competencias, interpretando la Ley Orgánica del Poder
Judicial y las normas procesales aplicables al caso, dando por concluida la instancia
y notificando a la recurrente una resolución que declaraba improcedente su demanda, lo
que ha permitido por lo demás, habilitar la competencia de este Colegiado conforme al
artículo 202.2 de la Constitución.

7. Para concluir con las cuestiones procesales previas, se encuentran pendientes de


pronunciamiento los recursos de queja (Exp. N.º 134-09-Q/TC y Exp. N.º 133-2009-Q/TC)
interpuestos por la recurrente contra las resoluciones N.os 20 y 23 de la Sala Civil que
declararon no ha lugar los recursos de apelación que presentó contra la resolución N.º 17,
N.º 18 y N.º 19 que resolvieron la continuidad del proceso en sede del Poder Judicial.

Conforme a lo previsto en el artículo 19° del Código Procesal Constitucional, el recurso de


queja sólo procede contra resoluciones denegatorias del recurso de agravio constitucional.
En el presente caso, las resoluciones impugnadas no deniegan el recurso de agravio, sino sólo
declaran no ha lugar la apelación contra tres resoluciones de la Sala Civil correspondiente, en
tal sentido los recursos de queja presentados resultan improcedentes. Por lo demás,
considero que la pretensión material contenida en dichos recursos de queja han quedado ya
subsumidos en la respuesta que se dio al pedido de nulidad.

§2. El proceso de amparo contra actos lesivos futuros

8. Antes de ingresar a evaluar las complejas cuestiones que se plantean en el presente


caso, conviene analizar, en detalle, las cuestiones procesales que han de hacer viable el
examen de fondo. Nos detenemos aquí en el estudio del acto lesivo. El acto lesivo constituye
un elemento configurador del proceso de amparo. Está integrado por los hechos o datos
fácticos que ocasionan la vulneración o amenaza con relación a un derecho fundamental. La
doctrina suele identificar el elemento acto lesivo o “acto reclamado”, como un factor o
ingrediente sine quanon para la procedencia del amparo.

9. Así también lo ha reconocido el Tribunal Constitucional en jurisprudencia reiterada,


incluso desde antes de la vigencia del Código Procesal Constitucional, que lo recoge de modo
expreso en su artículo 2º (véase entre otras, STC 3283-2003-AA/TC; STC 2802-2005-PA/TC;
más recientemente, STC 5636-2009-PHC/TC y STC 6715-2008-PHC/TC).

Como es sabido, en el régimen procesal del proceso de amparo, el acto lesivo puede ser
pasado, actual o futuro. En cada circunstancia, sin embargo, su identificación exige
objetividad, evidencia y capacidad real para interferir o dañar el ámbito constitucionalmente
protegido de un derecho fundamental.

10. La Constitución establece en su artículo 200.2 la procedencia del proceso de amparo


tanto respecto de actos pasados como de actos presentes y futuros. En tal sentido precisa
que el amparo procede cuando se “vulnera o amenaza” cualquier derecho fundamental que
no se encuentre protegido por el hábeas corpus o el proceso de hábeas data.

Por su parte el Código Procesal Constitucional establece en su artículo 2º, que cuando en el
proceso de amparo se invoque un acto lesivo futuro, la amenaza debe ser “cierta y de
inminente realización”.

11. El Tribunal Constitucional se ha encargado de esclarecer con más detalle los


elementos que han de tenerse en cuenta cuando el acto lesivo es futuro. En este sentido
tiene establecido que por “amenaza cierta” y, por tanto, capaz de abrir las puertas del
proceso de amparo, hay que entender un acto “[…] posible de ejecutarse, tanto desde
un punto de vista jurídico, como desde un punto de vista material o fáctico. […]”
(STC 8152-2006-PA, Fundamento 30).

También se ha precisado que “[…] respecto a la naturaleza real de la amenaza, no ha de


tratarse de una mera suposición sino que, por el contrario, la afectación del derecho o bien
jurídico tutelado debe ser objetiva y concreta.” (STC 7936-2006-PHC. Fundamento 3; en el
mismo sentido la STC 2665-2006-PHC, Fundamento 3).

Con relación al término “inminente” al que alude también el Código Procesal Constitucional,
se ha establecido que ello está referido fundamentalmente a la “cercanía en el tiempo; es
decir actualidad del posible perjuicio cuya falta de atención oportuna haría ilusoria su
reparación […]” (STC 8152-2006-PA, Fundamento 30).

De este modo, se ha establecido que mientras la “amenaza cierta” hace referencia a la


posibilidad fáctica de que el acto violatorio se pueda concretar en la práctica; la “amenaza
inminente” implica en cambio, la proximidad o cercanía en la producción del acontecimiento
lesivo. Ambas características resultan consustanciales a la existencia de una amenaza, por lo
que la única forma de justificar la procedencia de un proceso de amparo dentro de tales
supuestos, pasa inevitablemente por constatar, a la luz de los argumentos y las circunstancias
de cada caso, la presencia concurrente o alternativa de alguno de estos elementos cuyo
análisis y valoración corresponde al juez constitucional, el que, además, debe analizarlos
tomando en cuenta su incidencia en el ámbito constitucionalmente protegido de los derechos
invocados (STC 00763-2005-PA, Fundamento 3).

Finalmente se ha tenido ocasión de establecer, también, que no basta con que el acto lesivo
futuro o amenaza sea objetivamente cierta e inminente en el tiempo que amerite la actuación
inmediata del juez constitucional, sino que, además, “el perjuicio o la afectación invocados
deben ser imputables a acciones u omisiones que sean manifiestamente ilegales o arbitrarias,
y no a las que resulten del ejercicio regular de sus derechos por parte de los particulares, o
del ejercicio de potestades o competencias atribuidas a las autoridades, funcionarios y
entidades del Estado, dentro del marco establecido por la Ley y la Constitución.” (STC 5468-
2006-PA, Fundamento 2)

§3. El acto lesivo contenido en la demanda

12. A la luz de estas consideraciones debo ahora analizar la pretensión planteada en la


demanda a efectos de evaluar su procedencia. Tal como ha quedado establecido supra, en
el presente caso se trata de un proceso de amparo por amenaza de violación de los derechos
que alega la recurrente. En concreto, la demandante ha sostenido que las cartas remitidas
por el representante del Arzobispo de Lima en la Junta Administradora de los bienes de la
Herencia de don José de la Riva Agüero entregados a favor de la Universidad
Católica, constituyen una amenaza a sus derechos de propiedad así como a la autonomía
universitaria, además de suponer un desconocimiento de los acuerdos firmados por ambas
partes con fecha 13 de julio de 1994, lo cual supondría una amenaza a su derecho
constitucional a la “inmutabilidad de los acuerdos”.

13. Conviene precisar que las cartas a las que hace referencia la Universidad Católica son las
siguientes:

a. La carta de fecha 15 de febrero de 2007, obrante en fojas 17, remitida por el


emplazado al Rector de la PUCP, solicitándole que convoque a sesión a la Junta
Administradora de la herencia de don José de la Riva Agüero y Osma, para tratar, entre
otros, los siguientes temas:

- Revisión del acuerdo adoptado por la Junta Administradora con fecha 13 de julio de
1994.

- Revisión del cumplimiento de mandas y encargos de don José de la Riva Agüero y


Osma.

b. La carta de fecha 1 de marzo de 2007, obrante de fojas 20 a 21, remitida


también por el emplazado al Rector de la PUCP, en la que le reitera que convoque a
sesión a la Junta Administradora, para tratar, entre otros, los siguientes temas:

- Revisión del Reglamento de la Junta Administradora para aclarar que cualquiera de los
dos miembros de la Junta puede convocarla; y para que esta sesione de modo ordinario,
al menos, semestralmente.
- Informe sobre la transferencia de un inmueble a los “Franciscanos para la comunidad
china del Perú”, con intervención del Centro Educativo Particular Peruano Chino “Juan
XXIII”.

- La Rendición de Cuentas de la gestión que viene realizando la PUCP en el ámbito


administrativo de los bienes de la herencia de don José de la Riva Agüero y Osma.

- Auditoria Externa de la gestión que viene realizando la PUCP en el ámbito


administrativo de los bienes de la herencia de don José de la Riva Agüero y Osma, desde
el año 1994 al año 2006.

- Pronunciamiento formal para que la PUCP se abstenga de realizar a partir de la fecha


cualquier acto que continúe perturbando el legítimo derecho que le asiste para
participar en los actos de administración y disposición de la totalidad de bienes que
constituyen el acervo hereditario.

14. La PUCP alega que el contenido de las cartas mencionadas supone una amenaza real e
inminente de su derecho de propiedad que tiene sobre los inmuebles heredados de don
José de la Riva Agüero y Osma. Al mismo tiempo, dichos requerimientos, siempre a decir de
la recurrente, supondrían un intento de interferir en la autonomía universitaria y por tanto
también se configuraría un supuesto de amenaza real con relación a tal instituto
constitucional, puesto que los requerimientos formulados tendrían el único propósito de
penetrar en la administración y disposición de los bienes que corresponde en forma absoluta
a la referida universidad. De esta manera, además, se estaría desconociendo la cláusula
décima séptima del testamento abierto y cerrado del 3 de diciembre de 1933, del codicilo
cerrado del 23 de mayo de 1935, de la cláusula quinta del testamento ológrafo del 1 de
septiembre de 1938 y del testamento abierto complementario del 9 de diciembre de 1939;
en virtud de los cuales hace más de cuarenta años que es propietaria de una serie de
inmuebles heredados de don José de la Riva Agüero y Osma, razón por la cual la Junta
Administradora no puede tener injerencia alguna en la administración de los mismos, pues
en los testamentos mencionados se estableció que la referida Junta Administradora solo se
encargaría del cumplimiento de las mandas y los legados de don José de la Riva Agüero y
Osma.

Asimismo, refiere que la Junta Administradora fue creada por don José de la Riva Agüero y
Osma para el sostenimiento de la PUCP durante la vigencia del usufructo, antes de que
adquiriese la propiedad absoluta de sus bienes, y para el cumplimiento de sus encargos,
legados y mandas perpetuas, y que el 25 de octubre de 1964 al haberse cumplido veinte
años del fallecimiento de don José de la Riva Agüero y Osma y seguir existiendo la PUCP, se
cumplió la condición prevista en la cláusula décimo séptima de la parte cerrada del
testamento del 3 de diciembre de 1933, razón por la cual la PUCPadquirió la propiedad
absoluta de los bienes de la herencia, por lo que no habría cargo alguno con relación a estos
bienes.

15. Por su parte, el emplazado manifiesta que el contenido de las cartas transcritas no
vulnera los derechos constitucionales alegados por la PUCP, toda vez que, en la cláusula
quinta del testamento ológrafo del 1 de septiembre de 1938, don José de la Riva Agüero y
Osma creó a la Junta Administradora de sus bienes con carácter perpetuo e insustituible,
razón por la cual lo solicitado en las cartas mencionadas constituye una manifestación
del ejercicio regular de sus prerrogativas como miembro de la Junta Administradora.

Agrega que en el testamento de 1933, en el codicilo de 1935, en el testamento ológrafo de


1938 y en el testamento abierto complementario de 1939, no se establece que la Junta
Administradora no sea de carácter perpetuo e insustituible, como pretende aducir la PUCP,
ni que se encargue únicamente de las mandas y los legados testamentarios de don José de la
Riva Agüero y Osma.

§4. Consideraciones sobre la procedencia de la demanda

16. Frente a la complejidad de las cuestiones que en su momento deben ser resueltas por
las instancias judiciales competentes, en el trámite de los procesos que a la fecha se
encuentran pendientes, tal como ha quedado establecido en autos; la cuestión que ahora
nos convoca es, por el contrario, bastante sencilla de responder a la luz de la legislación y
de nuestra propia jurisprudencia que ya ha quedado reseñada supra.

17. En efecto, si bien las cuestiones planteadas en la demanda hacen referencia a una serie
de cuestiones que claramente escapan al objeto del proceso de amparo, a saber:

i) Establecer la validez o no del acuerdo de la Junta Administradora del 13 de julio de


1994, que habría reconocido la propiedad absoluta a favor de la PUCP respecto de
los bienes de la herencia de don José de la Riva Agüero y Osma.

ii) Establecer cuál es la interpretación correcta de la voluntad testamentaria de don


José de la Riva Agüero y Osma, con relación a la administración de sus bienes,
dejados como herencia a favor de la PUCP.

iii) Determinar cuáles son las potestades, si le corresponde alguna, de la Junta


Administradora, en relación a los bienes heredados por la PUCP en base al
testamento aludido.

iv) Establecer si en el marco jurídico vigente, puede una Junta Administradora de una
herencia, supeditar con sus actos, la actuación del Consejo Universitario, máxima
instancia de gobierno de una universidad.

No obstante, ninguna de estas espinosas cuestiones deben ser respondidas por esta
instancia y en este momento. Estimo que, en esta ocasión, la única cuestión relevante de
cara al presente proceso, es establecer si los hechos futuros alegados por la Pontificia
Universidad Católica del Perú constituyen una amenaza cierta o de inminente realización
que nos corresponda actuar de forma inmediata por estar en serio riesgo algún derecho
constitucional.

18. Concientes de que esta es la cuestión central previa a cualquier análisis de fondo, los
abogados de la PUCP han reiterado argumentos a efectos de establecer que se trata de
actos que configuran un supuesto de amenaza cierta e inminente. En tal sentido han
sostenido que la certeza de la amenaza se recoge en la existencia de las cartas y se configura
como efectiva en la medida que la contraparte involucrada en el conflicto no es cualquier
institución sino precisamente una de significativa influencia en la vida nacional. Además, la
amenaza sería inminente por el hecho de que el representante del Arzobispo de Lima ha
iniciado ya un proceso judicial con el objeto de poder participar en la administración de los
bienes de la PUCP.

Finalmente, alega la demandante, que el sólo hecho de la incertidumbre en que se ha


sumido la universidad, producto de su conflicto con el representante del Arzobispo, afecta
sus derechos constitucionales, pues incide en la “buena marcha de la institución”.

La demandada considera por su parte que en el caso de autos no existe amenaza alguna,
pues no se entiende cómo la sola remisión de las cartas puede afectar sus derechos
constitucionales.

19. Estimo que ninguno de los argumentos expuestos por la actora dan cuenta de modo
razonado y razonable sobre la configuración de una amenaza cierta y capaz de producir los
efectos en los derechos alegados y en los términos en que lo exige la legislación y nuestra
propia jurisprudencia. En primer lugar, no puede sostenerse válidamente que la “certeza”
de la amenaza se desprenda, sin más, del hecho que la Iglesia en general o su máxima
autoridad en particular, sean instituciones o personalidades relevantes en la vida social y
nacional.

Con relación al argumento relativo a la existencia de demandas judiciales orientadas


a concretar la amenaza, este argumento antes que configurar un supuesto de
“inminencia” lo que hace más bien es configurar un nuevo supuesto de improcedencia de la
presente demanda, en la medida que estaríamos ante un supuesto de litispendencia
sobrevenida en los términos del artículo 5.3 del Código Procesal Constitucional.

A esto habría que agregar que, a tenor de lo que consta en autos, la propia PUCP habría
recurrido también a nuevos procesos judiciales con petitorios similares al de autos (Exp. Nº
29106-2008, 16º Juzgado Especializado en lo Civil de Lima). De modo que no resulta válido
sostener que el proceso judicial iniciado por el representante del Arzobispo de Lima,
constituya la manifestación de una amenaza “inminente” de sus derechos
fundamentales. Considero que el proceso de amparo por amenaza a los derechos no es pues
un medio para disuadir futuros procesos judiciales o, peor aún, para restringir el ejercicio
regular del derecho de acción.

20. A todo ello debe añadirse el argumento expuesto por la propia Universidad en forma
reiterada, en sentido que bajo el régimen jurídico vigente de la Universidad peruana, una
Junta Administradora como la que resulta emplazada en el presente caso, no puede
sobreponerse válidamente a las instancias de gobierno establecidas en el marco de la
Autonomía Universitaria y la propia Ley Universitaria. Esto supone en términos prácticos,
que las cartas que motivan la presente demanda, solo tendrían la posibilidad de constituir
una amenaza real y cierta si tuvieran la capacidad jurídica de sobreponerse a la
Constitución y la ley y si la Universidad no tendría otro recurso jurídico frente a las mismas
que no sea allanarse y ceder a los propósitos hostiles y lesivos que, conforme manifiesta la
Universidad, contienen dichas comunicaciones.

21. Pero si ello no deja esclarecida la respuesta que me corresponde dar a la presente
demanda, resulta que para que dichas amenazas se conviertan en auténticos actos lesivos,
debiera, al menos con relación a determinados actos, concurrir el propio Rector a convocar
a la Junta y ésta proceda, como primer acto, a modificar su Reglamento, para luego y sobre
la base de tales modificaciones, recién dar paso a los actos propiamente violatorios de los
derechos que se alega en la demanda. Tal posibilidad no solo es remota en términos fácticos,
sino que como ha quedado expresado, requiere la participación activa del propio Rector, el
que sin duda, con su sola ausencia a los llamados daría por desvirtuada cualquier amenaza
y obligaría a que, en el peor de los escenarios, se activen los causes judiciales, lo que al
parecer en efecto ya habría sucedido.

22. Por lo demás, ésta parece haber sido la respuesta que ha venido dando la PUCP incluso
con antelación a las cartas que son materia de la presente demanda.

Así, mediante Carta N.° 299/2006-R, de fecha 24 de octubre de 2006, el entonces Rector
de la PUCP, Ing. Luis Guzmán Barrón Sobrevilla, dio respuesta a la convocatoria del
Arzobispo de Lima a Junta Administradora para tratar el tema de la administración de los
bienes de la herencia, expresando que:

“En diciembre de 1957 la propia Junta acordó que ella sea presidida por el
Rector de la Universidad, al cual por tanto le corresponde convocarla.

En razón de lo anterior, debo comunicarle que no es posible que asista a la


convocatoria realizada por usted para el día miércoles 25 del presente, a la
cual usted, además, asistiría. Por la responsabilidad institucional que tengo,
me es imposible asistir a una reunión de Junta que no ha sido convocada de
acuerdo a las reglas aplicables”.
23. De esto se deduce que, en principio y según la propia PUCP, la Junta no puede reunirse
a no ser que sea convocada por el Rector de la Universidad, supuesto que haría rechazar
toda configuración de amenaza cierta e inminente, dado que el poder de decisión en la
Junta corresponde por igual al representante del Arzobispo de Lima como al Rector de la
PUCP y dado que, además, dicha Junta sólo puede reunirse con la anuencia e iniciativa del
Rector. Por otro lado, en la propia carta, el Rector le hace saber a monseñor Juan Luis
Cipriani que no procederá a realizar ninguna convocatoria que tenga como tema de agenda
la administración de los bienes, siendo posible sólo una convocatoria para tratar el tema del
cumplimiento de mandas y encargos que, de acuerdo a él, es el único asunto que compete
a la Junta. Esta respuesta es expresada por el Rector de la PUCP en los siguientes términos:

“Confirmo a usted, tal como se lo he manifestado en las comunicaciones que


le he enviado con fechas 21 de abril y 5 de junio del presente año, que para la
Universidad, la Junta de Administración sólo es competente para conocer de
las mandas y encargos del testador. La Universidad es propietaria absoluta de
los bienes heredados de don José de la Riva Agüero y por consiguiente los
administra, dispone de ellos y los grava por su sola decisión institucional. En
mi condición de Presidente de la Junta la convocaré cuando se trate de adoptar
acuerdos sobre los temas de su competencia, según lo indicado en el presente
párrafo”.

24. Así, llegados a este punto he de concluir estableciendo que, una carta para convertirse
en amenaza real a ciertos derechos fundamentales, no basta con que exista o sea remitida
por la más alta autoridad civil, militar o eclesial: debe, por lo menos, tener la capacidad real
de crear un potencial riesgo para determinados bienes de naturaleza constitucional, lo que
no ocurre en el presente caso.

Por estas razones mi voto es por:

1. Declarar IMPROCEDENTE la nulidad deducida en el recurso de agravio constitucional.

2. Declarar IMPROCEDENTES los recursos de queja presentados por la recurrente (Exp. N.º
134-09-Q/TC y Exp. N.º 133-2009-Q/TC).

3. Declarar IMPROCEDENTE la demanda de autos, dejando que sea la justicia ordinaria la que,
de conformidad con los Fundamentos 16, 19 y demás pertinentes, supra, defina finalmente
esta controversia.

Sr.
BEAUMONT CALLIRGOS
EXP. N.º 03347-2009-PA/TC

LIMA

PONTIFICIA UNIVERSIDAD

CATÓLICA DEL PERÚ

(PUCP)

VOTO SINGULAR DEL MAGISTRADO ETO CRUZ

Por los fundamentos que paso a exponer, expreso mi disconformidad con el fallo
contenido en la decisión en mayoría.

§1. Cuestiones procesales previas

1.1. Sobre el recurso de agravio constitucional

1. En primer lugar, antes de ingresar a examinar la procedencia de la demanda interpuesta


por la PUCP o, en su caso, de estudiar los argumentos de fondo de la misma, considero
necesario pronunciarme sobre algunas cuestiones de orden procesal planteadas por la
parte demandante, así como algunas cuestiones significativas que han llamado mi
atención en el planteamiento del recurso de agravio constitucional.

2. Con la interposición del recurso de agravio constitucional, el demandante ha solicitado dos


cosas: la nulidad de la sentencia de vista y la declaración de estimación total de la
demanda incoada. Estos dos pedidos son, sin embargo, incompatibles entre sí. No los
puede otorgar el Tribunal Constitucional al mismo tiempo. No puede declarar fundada la
demanda de amparo y al mismo tiempo anular la sentencia de vista y ordenar al Poder
Judicial emitir una nueva resolución respecto al petitorio 2, manteniendo incólume la
supuesta declaración de estimación de la demanda respecto al petitorio 1. Pide pues la
PUCP más de lo que el Tribunal puede brindar como tutela judicial efectiva de sus
derechos constitucionales.
Como ya se ha tenido ocasión de precisar en reiterada jurisprudencia, en la tramitación de
cualquier proceso judicial y, en especial, en la prosecución de los procesos
constitucionales, no sólo los jueces tienen obligaciones respecto al correcto seguimiento
del proceso, sino de modo especial las partes, terceros intervinientes y abogados guardan
obligaciones para con su adecuado y normal desenvolvimiento. No puede ser sólo
responsabilidad del juez, por ejemplo, la demora en la tramitación de un expediente, si
ha sido el demandante o demandado quien con numerosos recursos y solicitudes
manifiestamente infundadas dilatan innecesariamente el curso de un proceso.

En el presente caso, el modo como ha sido presentado el recurso de agravio constitucional


no se condice con los deberes de colaboración que tienen las partes y abogados dentro
de un proceso. No ayuda pues al Colegiado Constitucional presentar dos petitorios
incompatibles entre sí. Por otro lado, es igualmente significativo que la universidad
recurrente haya presentado un desistimiento de la pretensión número 2 al Tribunal,
cuando una de sus pretensiones expresadas en el recurso de agravio, y de la cual no se ha
desistido, es anular la sentencia de vista, y ordenar a la Sala Civil que vuelva a emitir un
pronunciamiento respecto a la pretensión número 2. ¿Puede entenderse con este
conjunto de pretensiones contradictorias entre sí, cuál es la que debe atender el
Colegiado Constitucional? Definitivamente que no, y aunque a este Colegiado le quepa
analizar una a una, de modo ordenado, las distintas materias de la presente controversia
constitucional, en atención a su calidad de director del proceso, no es correcto que una
de las partes procesales someta a la jurisdicción dos pretensiones absolutamente
contradictorias entre sí. No queda pues, luego de lo expuesto, menos que dejar sentada
nuestra posición crítica respecto a la demandante, Pontificia Universidad Católica del
Perú, y los abogados que la patrocinan, en la presentación del presente recurso de agravio
constitucional.

3. Dado que el pedido de desistimiento de la pretensión número 2 ha sido declarado


improcedente, merced a lo cual nos pronunciarnos también por este extremo; en lo que
corresponde a los dos pedidos formulados por la universidad demandante en el recurso
de agravio constitucional, pasaré a examinar cada uno de ellos, aunque de modo
preclusivo, a efectos de verificar in toto la regularidad del proceso y los argumentos de
procedencia, o en su caso, de estimación de la demanda de amparo.

1.2. Respecto a la nulidad de la sentencia de vista

4. Respecto a la nulidad planteada de la sentencia de vista, ésta se sustenta básicamente en


el argumento de que el llamamiento para dirimir al vocal Aguirre Salinas sería inválido
respecto al petitorio número 1, dado que respecto de éste ya existía resolución
constituida con tres votos a favor de los vocales Salazar Ventura, Ruiz Torres y Ordoñez
Alcántara, quienes, aunque con distintos fundamentos, habían optado por declarar
fundada la demanda en este extremo, cumpliendo así el requisito establecido en el
artículo 141 de la Ley Orgánica del Poder Judicial que prescribe que las resoluciones
judiciales emitidas por las Salas Superiores que ponen fin al proceso requieren de tres
votos conformes. El error en que incurrió la Octava Sala Civil, al interpretar que no existía
aún sentencia respecto al petitorio 1, consiste -según el demandante- en considerar que
los tres votos se requerían respecto de los dos petitorios, pues es la demanda y no los
petitorios la que debe ser declarada fundada, infundada o improcedente. Alega el
recurrente que ello no es así, pues bien puede declararse fundado un extremo de la
demanda e infundado otro, siempre que los petitorios sean autónomos e independientes
entre sí, condición que se da en el presente caso respecto a los dos petitorios planteados
por la PUCP.

5. De nuestra parte consideramos, sin embargo, que el argumento del demandante según el
cual no era necesario declarar fundado los dos petitorios para formar resolución válida,
dado que los mismos ostentan una naturaleza autónoma, no es del todo válido y
representa, en todo caso, una visión formal de la presente controversia constitucional,
que no tenía por qué haber compartido la Sala Civil y que no se condice tampoco con la
función pacificadora del proceso constitucional que el recurrente alega como sustento de
procedencia de su demanda. En efecto, la Pontificia Universidad Católica del Perú ha
recurrido a la vía del amparo alegando que, aún cuando no se ha concretado ningún acto
vulneratorio de sus derechos fundamentales a la propiedad, la autonomía universitaria y
la inmutabilidad de los acuerdos, es necesario un pronunciamiento en sede
constitucional, toda vez que la relevancia de las instituciones presentes en la controversia
y la importancia de una adecuada protección de los derechos fundamentales de la PUCP y
de su adecuada marcha institucional, hacen necesario un pronunciamiento que pacifique
a las partes en conflicto y que ordene la relación jurídico-material de la manera más justa
posible.

En este contexto, no puede entenderse cómo dicha finalidad se vería lograda si, por
ejemplo, se admitiera y declarara estimativo el petitorio 1 referido a la interdicción de
intervención de la Junta Administradora en la administración de los bienes de la
PUCP dejados en calidad de herencia por don José de la Riva Agüero y Osma y, al mismo
tiempo, se declarara infundado el petitorio número 2 referido a la interdicción de revisión
del acuerdo de fecha 13 de julio de 1994 adoptado por la Junta Administradora que deja
en manos de la PUCP la administración de los bienes heredados de don José de la Riva
Agüero y Osma. ¿Cómo podría pacificarse el conflicto constitucional si al mismo tiempo
se dice que la Junta Administradora debe abstenerse de intervenir en la administración
de los bienes, pero que tiene pleno y legítimo derecho para revisar la decisión de no
intervenir en ellos? ¿No constituye acaso, según la propia PUCP, una amenaza a sus
derechos constitucionales que la Junta Administradora pueda revisar dicho acuerdo,
dejando abierta la posibilidad de una decisión distinta que signifique la intervención de la
Junta Administradora en la administración de sus bienes?

Con esto no se quiere decir que una decisión como ésta (declarar fundado el petitorio 1 e
infundado el petitorio 2), si la hubiera adoptado la Sala Civil, hubiera sido incorrecta,
desde el punto de vista formal, pero en la búsqueda de la pacificación del conflicto que la
misma PUCP pretende, sin duda, no se avenía como la solución más adecuada. Es por esta
razón que consideramos que, ante dicha circunstancia, resultaba legítimo que la
Sala considerase que en la litis aún no se había producido resolución válida, al encontrarse
pendiente de dilucidación el petitorio número 2. En este marco, en aplicación del principio
de corrección funcional, según el cual en la resolución de una controversia constitucional
debe respetarse el marco de competencias establecido en la Constitución, estimamos que
se encontraba dentro de la competencia del Poder Judicial determinar si la discordia había
terminado o si persistía luego del voto del vocal Ordoñez Alcántara, máxime si, como ya
dijimos, existían razones valederas para considerar que aún no se había llegado a una
solución satisfactoria. Por estas consideraciones debe desestimarse el pedido de nulidad
de sentencia contenido en el recurso de agravio constitucional interpuesto por la PUCP.

1.3. Sobre los recursos de queja

6. Por otro lado, se encuentran pendientes de pronunciamiento los recursos de queja Exp.
N.º 134-09-Q/TC y Exp. N.º 133-2009-Q/TC interpuestos por la recurrente contra las
resoluciones Número 20 y 23 de la Sala Civil que declararon no ha lugar los recursos de
apelación que presentó contra la resolución N.º 17, Nº 18 y Nº 19 que resolvieron la
continuidad del proceso en sede del Poder Judicial.

De acuerdo a lo establecido por el artículo 19 del C.P.Const., el recurso de queja sólo


procede contra resoluciones denegatorias del recurso de agravio constitucional. En el
presente caso, las resoluciones impugnadas no deniegan el recurso de agravio, sino sólo
declaran no ha lugar la apelación contra tres resoluciones de la Sala Civil; por lo que los
recursos de queja presentados deben ser declarados improcedentes.

7. Dilucidadas estas cuestiones procesales previas, corresponde ingresar al análisis de


procedencia de la presente demanda de amparo, más aún cuando tanto la resolución de
primera como la de segunda instancia se han pronunciado por la improcedencia de la
demanda, al considerar que no se presentaban, en el caso de autos, los supuestos que
configuran una amenaza de violación de un derecho fundamental, así como que la materia
controvertida es una que corresponde examinarse en la vía judicial ordinaria, en
aplicación del artículo 5, inciso 2 del C.P.Const.

1.4. Sobre la improcedencia de la demanda: la amenaza de violación y la existencia de una


vía igualmente satisfactoria

8. En cuanto a la primera causal alegada para declarar la improcedencia de la demanda, esto


es, la ausencia de un supuesto de amenaza en el caso sub-exámine; es cierto, como han
postulado el Juez y la Sala Civil, que la certeza e inminencia que configuran dicho
supuesto, en los términos estrictos en que se han entendido ambas características por la
jurisprudencia del Tribunal, no se presentan en el presente caso. Y ello es así, porque nada
hace indicar que el representante del Arzobispo de Lima en la Junta
Administradora pueda, de motu propio, llevar a la Junta a ejercer las atribuciones y
competencias que, como parte de su propia interpretación del testamento, considera que
le corresponden. En efecto, para que dicha Junta asuma las funciones de administración
de los bienes materia de herencia, que el representante del Arzobispo de Lima pretende,
debe contar con la anuencia del otro integrante de dicha Junta, que es nada menos que
el propio Rector de la PUCP, quien es justamente el que, a nombre de la Universidad, se
ha opuesto en todo momento a la pretensión expuesta por el representante del
Arzobispo, dejando claramente establecido que, dado que a él corresponde la
convocatoria de la Junta Administradora, él sólo la convocará para discutir mandas y
encargos, mas no para tratar la administración de los bienes, tal y como se desprende del
tenor de la Carta N.°299/2006-R, de fecha 24 de octubre de 2006, cursada por el entonces
Rector de la PUCP, Ing. Luis Guzmán Barrón Sobrerilla al Arzobispo de Lima, Juan Luis
Cipriani, donde a la letra se expresa:

“Confirmo a usted, tal como se lo he manifestado en las comunicaciones que


le he enviado con fechas 21 de abril y 5 de junio del presente año, que para la
Universidad, la Junta de Administración sólo es competente para conocer de
las mandas y encargos del testador. La Universidad es propietaria absoluta de
los bienes heredados de don José de la Riva Agüero y por consiguiente los
administra, dispone de ellos y los grava por su sola decisión institucional. En
mi condición de Presidente de la Junta la convocaré cuando se trate de adoptar
acuerdos sobre los temas de su competencia, según lo indicado en el presente
párrafo”.

9. No obstante lo anteriormente expuesto, consideramos que la especial situación de


gravedad institucional que conlleva la resolución de la presente controversia, tanto en lo
que respecta a la buena marcha de la Universidad, como en lo que corresponde a la
armonía que debe primar en las relaciones entre la Iglesia Católica y la sociedad, justifica
un pronunciamiento sobre el fondo del asunto; más aún cuando la solución de la
controversia depende de la correcta interpretación del contenido material de los bienes
constitucionales en juego: la herencia, la propiedad y la autonomía universitaria.

Y es que, como veremos en los considerandos pertinentes, estimamos que la solución


correcta al caso no concluye con la interpretación sistemática de los testamentos, y el
descubrimiento de la voluntad del causante, sino que, dicha solución sólo podrá ser
ofrecida satisfactoriamente cuando la lectura civil o privatista de los testamentos se
concuerde con una interpretación desde la Constitución de los mismos; esto es, cuando,
el producto de la interpretación testamentaria se cohoneste con el contenido material de
los principios y derechos que la Constitución reconoce. Y ello es así, porque si bien el
Derecho Civil, y dentro de él el Derecho Sucesorio, depende básicamente de la autonomía
regulativa de las partes, dicha autonomía no puede ejercerse desvinculada o
desconociendo el orden material de valores que la Constitución incorpora.
Es por esta razón, además, que consideramos que la segunda causal de procedencia
invocada por la Sala Civil para decretar la improcedencia de la demanda, esto es, la
existencia de vías específicas igualmente satisfactorias al amparo para dilucidar la
controversia de autos, debe también desestimarse, en la medida que la especial
protección que brinda la jurisdicción constitucional en materia de derechos
fundamentales frente a la jurisdicción ordinaria, hace, ante la especial gravedad de las
circunstancias descritas, más necesaria la actuación del Colegiado Constitucional.

10. Siendo entonces que en el presente caso, tanto la PUCP como el representante del
Arzobispo de Lima pueden verse seriamente afectados en el núcleo esencial de sus
derechos constitucionales, consideramos pertinente pasar a definir algunas cuestiones
esenciales del ejercicio de dichos derechos ante la situación constitucional planteada; esto
es, respecto a la administración de los bienes de la herencia. No se debe pasar, sin
embargo, a ordenar ninguna conducta en concreto, pues no es lo que se le ha pedido al
Tribunal, sino que se deben delimitar algunos márgenes de actuación
constitucionalmente admitidos en la administración de los bienes de la herencia; todo ello
con el objeto final de fijar el marco constitucional bajo el cual pueda pacificarse y
componerse el conflicto que ha enfrentado a estas dos importantes instituciones de la
sociedad civil.

§2. Dilucidación del fondo del asunto

2.1. Delimitación de la controversia

11. En el presente caso, lo que la Pontificia Universidad Católica del Perú ha demandado a
través del amparo es que cese la amenaza de vulneración de sus derechos fundamentales
a la propiedad, la autonomía universitaria y la inmutabilidad de los acuerdos, producida
por la solicitud del representante del Arzobispo de Lima, don Walter Muños Cho, de
participación de la Junta Administradora en la administración de los bienes heredados de
don José de la Riva Agüero y Osma. En este contexto, considera la demandante que las
pretensiones expresadas en las cartas de fecha 15 de febrero y 1 de marzo, de solicitar
una serie de informes y auditorías a la administración de los bienes de la PUCP, así como
su pretensión de administrar los referidos bienes, según lo dispuesto en los testamentos
de Riva Agüero y su intención de revisar el acuerdo de fecha 13 de julio de 1994, donde
se dejó en manos de la PUCP el pleno dominio de los bienes de la herencia, constituyen
pretensiones inadmisibles tanto por lo establecido en los propios testamentos, como por
constituir ellas, amenazas a sus derechos constitucionales a la propiedad, la autonomía
universitaria y la inmutabilidad de los acuerdos.

12. En dicho marco, se debe definir básicamente tres cosas:


a) Si la pretensión de solicitar informes económicos de gestión de los bienes materia de
herencia constituye una amenaza a los derechos constitucionales alegados.

b) Si la pretensión de administrar los bienes materia de herencia, por parte de la Junta


Administradora amenaza los derechos constitucionales de la PUCP.

c) Si la pretensión de revisar los acuerdos del 13 de julio de 1994, donde se dejó el pleno
dominio de los bienes de la herencia a la PUCP vulnera la inmutabilidad de los
acuerdos.

13. Para arribar a una definición constitucionalmente adecuada de estos extremos se iniciará
delimitando los contornos jurídico-constitucionales de los derechos involucrados en la
presente controversia. Así, se desarrollará la garantía constitucional de la herencia, el
derecho de propiedad y la autonomía universitaria. En segundo lugar, se deberá
determinar el alcance material de las disposiciones dejadas por el causante a través de
sus testamentos. Para dicho efecto, se deberá leer las disposiciones testamentarias de
acuerdo a las posibilidades que ofrece y los límites que plantea el contenido constitucional
de los derechos constitucionales anteriormente delimitados, siempre de cara a brindar la
solución más satisfactoria al caso, que respete más los límites de cada instituto jurídico
implicado y que prevea de mejor forma las posibles consecuencias, para ambas partes, de
la solución adoptada.

2.2. La garantía constitucional de la herencia

14. Según el artículo 2, inciso 16 de la Constitución “se reconoce el derecho a la propiedad y a


la herencia”. Comencemos por afirmar, que por herencia se debe entender la entera
consideración del Derecho Sucesorio a causa de muerte. Añadamos que, prima facie, la
garantía de la herencia se formula conjunta y unitariamente con la de la propiedad:
conjunción y unidad que determina la función social que delimita el ejercicio de estos
derechos.

15. De este mandato constitucional se desprende una disciplina constitucional de la herencia,


y la necesidad de que se pueda plantear algunos parámetros del Derecho Sucesorio. Así,
además de la sucesión por disposición legal, conforme a lo establecido por los artículos
686 y 690 del Código Civil vigente, por el testamento una persona puede disponer de sus
bienes, total o parcialmente, para después de su muerte, y ordenar su propia sucesión
dentro de los límites de la ley y con las formalidades que ésta señala.
16. Sin embargo, para conformación a partir y desde la Constitución, el Derecho Sucesorio
debe encontrarse acorde con las instituciones y valores en materia de organización
económica y social, que se hallan contenidas en la Norma Fundamental. Así, en el orden
individual patrimonial se tiene el interés del titular fallecido, y su posibilidad de
determinar más allá de la muerte el destino de sus bienes; en el orden familiar, la
necesidad de proyectar el vínculo familiar y la unidad, así como el sostenimiento de la
familia más allá del fallecimiento del causante; y los de orden colectivo en el
mantenimiento del orden público constitucional (confiabilidad del régimen
testamentario, satisfacción de las deudas del causante, exacción del impuesto sucesorio).

17. Entonces, al legislador le corresponde dentro de la finalidad constitucional de la herencia


antes señalada, configurar normativamente el marco bajo el cual debe desarrollarse tanto
la sucesión legal como la sucesión testamentaria, resguardando en todo caso que se
respete el contenido esencial de la herencia, tanto en su dimensión de garantía
institucional como de derecho subjetivo.

18. Así, en su condición de garantía institucional, el instituto de la herencia se halla


conformado tanto por las normas que permiten al causante prever la configuración de sus
bienes como por las normas que permiten a quienes son recipendiarios de las
disposiciones sucesorias disfrutar o, en su caso, cumplir, con las disposiciones sucesorias
de la herencia, sean éstas legales o testamentarias. Y en su cualidad de derecho subjetivo,
justamente consiste en el atributo jurídico de prever, legal o testamentariamente, los
propios bienes, por parte del causante, y de disfrutar los beneficios de los mismos, por
parte de los herederos o legatarios.

19. Por otro lado, la relación entre garantía institucional y derecho subjetivo no es un
compartimento estanco, viniendo a estar claramente configuradas las vertientes de la
protección de la herencia como el aspecto genérico y el aspecto específico de esa misma
protección, con la existencia por tanto de una interrelación permanente y recíproca entre
los mecanismos de determinación de una y otra, entre el contenido “institucional” de la
garantía acuñado por el rostro histórico, y la reserva de ley y el contenido esencial como
límites de los límites que el legislador puede poner al ejercicio de los derechos subjetivos
en la sucesión a causa de muerte [López y López, Ángel M. “La garantía institucional de la
herencia”. En: Derecho Privado y Constitución, Año 2, Nº 3, Madrid, Centro de Estudios
Constitucionales, 1994, p. 49].

20. La relevancia constitucional de las garantías comprendidas en la herencia, determina que


si bien la interpretación de los testamentos, así como el control de su contenido, por regla
general, son materias reservadas a los procesos civiles y, por ente, una labor propia de la
jurisdicción ordinaria, en algunas situaciones, cuando se encuentre comprometida las
garantías de configuración constitucional directa que la integran, así como la vigencia
efectiva de los derechos fundamentales o la supremacía de la Constitución, la jurisdicción
constitucional puede asumir, excepcionalmente, dicha función.
21. En el presente caso, será necesario determinar a la luz de la interpretación que se haga de
los testamentos de don José de la Riva Agüero, si el resultado material de dicha
interpretación afecta algún derecho fundamental, o si, por el contrario, el intento de
proteger otro bien jurídico-constitucional (como la propiedad y la autonomía
universitaria) termina por recortar gravemente las disposiciones de dicha interpretación
testamentaria, afectando con ello la garantía institucional de la herencia.

2.2.El derecho a la propiedad

22. Establecido en los incisos 8 y 16 del artículo 2 de la Constitución, el derecho de propiedad


es concebido como el poder jurídico que permite a una persona usar, disfrutar, disponer
y reivindicar un bien. Así, la persona propietaria podrá servirse directamente de su bien,
percibir sus frutos y productos, y darle destino o condición conveniente a sus intereses,
siempre que ejerza tales actividades en armonía con el bien común y dentro de los limites
establecidos por la ley; e incluso podrá recuperarlo si alguien se ha apoderado de él sin
derecho alguno.

En este contexto, la Constitución ha establecido en su artículo 70 la garantía de la


“inviolabilidad” como una garantía fundamental del derecho de propiedad, la cual debe
interpretarse como prohibición de intervenciones en el libre ejercicio o goce de los
mencionados atributos clásicos del derecho de propiedad.

23. Sin embargo, como también ha sostenido el Tribunal, el funcionamiento del sistema
económico debe realizarse en armonía con los principios constitucionales de un Estado
Social, componente con el cual se completa el modelo de economía social de
mercado establecido en nuestra Constitución Económica. En este contexto, la propiedad
no sólo supone el derecho del propietario de generar con la explotación del bien, su
propio beneficio individual. Tampoco se restringe a aceptar la existencia de límites
externos que impidan al titular de los bienes utilizarlos en perjuicio de terceros. Acorde
con la Constitución, es fundamental que el propietario reconozca en su propiedad la
funcionalidad social que le es consustancial. Así, en la propiedad no sólo reside un
derecho, sino también un deber: la obligación de explotar el bien conforme a la naturaleza
que le es intrínseca, pues sólo de esa manera estará garantizado el bien común. Ello
requerirá la utilización de los bienes conforme a su destino natural en la economía. A ello
se refiere la Constitución cuando en su artículo 70 afirma que ésta debe ejercerse en
armonía con el bien común, todo lo cual permite reconocer la función social que la
propiedad cumple en nuestro ordenamiento constitucional.

De este modo, nuestra Constitución reconoce a la propiedad no sólo como


un derecho subjetivo (derecho individual), sino también como una garantía
institucional (reconocimiento de su función social). Se trata, en efecto, de un
“instituto” constitucionalmente garantizado. De modo que no puede aceptarse la
tesis que concibe a los derechos fundamentales como derechos exclusivamente
subjetivos, pues ello parte de la errónea idea de que aquellos son sólo una nueva
categorización de las libertades públicas, tal como en su momento fueron
concebidas en la Francia revolucionaria. Por el contrario, la exigencia de
funcionalidad social que exige el principio de justicia que nuestro modelo
económico incorpora; despliega su contenido hasta lograr una misión social, por
cuanto ésta debe ser usada también para la constitución y ensanchamiento del bien
común.

En efecto, en nuestro sistema constitucional la propiedad privada no es ni puede ser en


modo alguno absoluta, debido a que, al igual que los restantes derechos y libertades que
dignifican al ser humano, la propiedad se encuentra sujeta a las limitaciones impuestas
por el interés general, las que, sin embargo, nunca podrían sustituir a la persona humana
como titular de la libertad, así como tampoco imponer trabas intensas a su ejercicio que
desconozcan la inviolabilidad de dicho derecho. En este contexto, la concepción de la
propiedad privada como una garantía institucional, no implica el desconocimiento de las
garantías que, a su vez, deben ser instauradas a efectos de reconocer al propietario las
facultades de oponibilidad del derecho.

En síntesis, el ejercicio del derecho a la propiedad importa limitaciones legales que


tienen por finalidad armonizar:

 El derecho de propiedad individual con el ejercicio del mismo por parte de los
demás individuos.

 El derecho de propiedad individual con el ejercicio de las restantes libertades


individuales.

 El derecho de propiedad individual con el orden público y el bien común.

24. En dicho contexto, en el presente caso justamente corresponde determinar si la garantía


de inviolabilidad que contiene el derecho de propiedad, esto es, la garantía de plena y
libre disposición sobre los bienes de la PUCP, se ve afectada o amenazada por la
pretensión de supervisión y control o, aún más, de administración de los bienes, por parte
del emplazado representante del Arzobispo de Lima, don Walter Muñoz Cho. En su caso,
será necesario determinar si la garantía institucional de la herencia, representada por el
respeto a las disposiciones testamentarias del causante, pueden limitar dicha garantía de
inviolabilidad de la propiedad y, en su caso, hasta dónde lo puede hacer.

2.3. Autonomía Universitaria


25. El artículo 18 de la Constitución del Perú establece: “Cada Universidad es autónoma en
su régimen normativo, de gobierno, administrativo y económico. Las Universidades se
rigen por sus propios estatutos en el marco de la Constitución y las leyes”.

26. La autonomía universitaria aparece como “(…) conjunto de potestades que dentro de
nuestro ordenamiento jurídico se ha otorgado a la universidad, con el fin de evitar
cualquier tipo de intervención de entes extraños en su seno” (STC Nº 4232-2004-AA/TC),
requiriéndose una determinación legislativa sobre su extensión con el propósito de
desarrollar adecuadamente los contenidos previstos en la Norma Fundamental. Así
observada, se consagraría normativamente con la finalidad de salvaguardar las
condiciones a partir de las cuales las entidades universitarias tienen que cumplir, de
manera autodeterminada, con la función encomendada por la Constitución (STC Nº 0025-
2006-PI/TC). Como bien lo señala la propia Norma Fundamental, esta autonomía se refleja
en ámbitos como el académico o el administrativo. Sin embargo, para el tema que nos
ocupa, es esencial determinar qué puede entenderse por autonomía en el ámbito
económico. Así, sobre este aspecto de la autonomía universitaria, el TC ha referido que:

“Implica la potestad autodeterminativa para administrar y disponer del


patrimonio institucional; así como para fijar los criterios de generación y
aplicación de los recursos financieros”(STC 4232-2004-AA/TC).

27. En lo relativo a la materia de autos, la Ley Universitaria Ley Nº 23733, vigente desde el 18
de diciembre de 1983, contiene un artículo expreso respecto al patrimonio de las
Universidades, el 83, según el cual:

“Constituyen patrimonio de las Universidades los bienes y rentas que


actualmente les pertenecen y los que adquieran en el futuro por cualquier
título legítimo. Las Universidades pueden enajenar sus bienes de acuerdo a ley;
los recursos provenientes de la enajenación sólo son aplicables a inversiones
permanentes, muebles o inmuebles.

Los bienes provenientes de donaciones, herencias y legados, quedan sujetos al


régimen establecido por el donante o causante, según sea el caso”.

28. En este sentido, el margen de actuación garantizado por la autonomía universitaria


puede ser compatibilizado con la garantía institucional de la herencia también reconocida
por la Constitución. Enprincipio, según establece la Ley Universitaria, los bienes que
pertenecen a una herencia determinada, deben ser regidos por lo expresamente
establecido en el propio régimen sucesorio. Sin embargo, estimamos que ésta tampoco
puede ser una disposición que contenga una regulación absoluta a favor de la herencia,
pues como ya se ha dejado establecido, esta institución debe cohonestarse también con
los demás valores, principios y derechos que la Constitución incorpora. En dicho marco,
el margen de la autonomía universitaria en general, y específicamente de la autonomía
económica, no puede verse completamente desconocida por un régimen sucesorio que
convierta a dicha potestad de autodeterminación en una simple facultad decorativa. Por
dicha razón, será preciso preguntarse si, dentro del respeto a la garantía institucional de
la herencia que la Constitución establece, puede coexistir en el caso de autos, el régimen
de autonomía universitaria tan importante para el cumplimiento del fin constitucional que
la propia Norma Fundamental ha reservado a las universidades.

2.4. Interpretación testamentaria

29. El conflicto que ha surgido entre la Pontificia Universidad Católica del Perú y el
representante designado por el Arzobispo de Lima en la Junta Administradora, don Walter
Arturo Muñoz Cho, respecto a la administración de los bienes de la PUCP materia de la
herencia, es un conflicto que se ha originado al hilo de una interpretación disímil de la
voluntad del testador o causante. En efecto, la PUCP sostiene que en virtud de la
cláusula décimo séptima del testamento abierto y cerrado del 3 de diciembre de 1933, y
merced al cumplimiento de la condición establecida en ella, la universidad se constituyó
como propietaria absoluta de los bienes de don José de la Riva Agüero. La referida
cláusula fue redacta en los siguientes términos por el testador:

“Instituyo por mi heredera a la Universidad Católica del Perú, la que tendrá el


usufructo de mis bienes recibiendo sus productos de la junta administradora;
y los adquirirá en propiedad absoluta dicha Universidad Católica del Perú,
entregándoselos la junta administradora, sólo si la Universidad
Católica existiera al vigésimo año contado desde el día siguiente de mi
fallecimiento”.

Por su parte, el representante designado por el Arzobispo de Lima en la Junta


Administradora, don Walter Arturo Muñoz Cho, considera que si bien en un inicio la
voluntad testamentaria de don José de la Riva Agüero y Osma era dejar, al cabo de 20
años, la propiedad absoluta de sus bienes a la universidad, dicha voluntad se modificó por
el mismo Riva Agüero al instituir, mediante la cláusula quinta del Testamento ológrafo de
1938, a la junta Administradora con carácter de perpetua e insustituible, a efectos de
administrar los bienes dejados a la Universidad Católica del Perú. La mencionada cláusula
quedó redactada en estos términos:

“Para el sostenimiento de la Universidad Católica de Lima, a la que instituyo


por principal heredera, y para los demás encargos, legados y mandas, que en
mis testamentos cerrados establezco, pongo como en
condición insubstituible y nombro como administradora perpetua de mis
bienes, una junta que será al propio tiempo la de mi albaceazgo
mancomunado, por indeterminado plazo, que se lo concedo y prorrogo de
modo expreso.- Formarán esta junta el señor doctor don Constantino J.
Carvallo y Alzadora, la señorita doña Belén de Osma y Pardo, y el señor don
Francisco Moreyra y Paz Soldán.- Si por cualquier caso o disposición legal, no
pudiera heredar la Universidad Católica, la misma junta antedicha será la
fundación que me heredará, conforme a lo dispuesto en los artículos sesenta y
cuatro y siguientes del Código Civil y atenderá a los fines que en este
testamento y en el vigente anterior he señalado.- Por muerte o impedimento
permanente o transitorio, de los miembros mencionados de la junta
administradora que establezco, entrarán a reemplazarlos por su orden el señor
don Julio Carrillo de Albornoz y del Valle, el señor don Guillermo Swayne y
Mendoza y el señor don Francisco Mendoza y Canaval.- Revoco cuanto en
contrario dispongo en mi anterior testamento.- Cuando hubieren muerto o
estuvieren impedidos todos los mencionados, entrarán el Rector de la
Universidad Católica y el designado por el Arzobispo de Lima”.

30. En buena cuenta, la demanda plantea, prima facie, un problema de interpretación de la


voluntad de don José de la Riva Agüero y Osma, expresada básicamente a través de las
disposiciones reseñadas, contenidas en el testamento abierto y cerrado del 3 de
diciembre de 1933 y en el testamento ológrafo del 1 de setiembre de 1938.

31. La primera forma de arribar al descubrimiento de dicha voluntad testamentaria es


atender al propio texto y literalidad de lo expresado en las referidas cláusulas. Así, es
evidente que, de acuerdo a la cláusula décimo séptima del testamento del 33, la
Universidad era la destinataria final de los bienes de Riva Agüero y debía adquirir la
propiedad de los mismos con el sólo cumplimiento de la condición de su existencia
transcurridos 20 años luego del fallecimiento del testador. En este esquema de
transmisión sucesoria de los bienes, la Junta Administradora tenía un papel principal,
aunque temporal: debía administrar los bienes de la herencia, entregando los frutos de
dicha administración a la Universidad para su sostén y desarrollo, mas sólo debía hacerlo
hasta que se cumpla la condición temporal establecida en el propio testamento. Ello se
desprende claramente de la alocución contenida en dicha cláusula, según la cual: “y los
adquirirá en propiedad absoluta dicha Universidad Católica del Perú, entregándoselos la
junta administradora” (resaltado nuestro).

32. La razón fundamental de la instauración de una Junta Administradora para administrar


los bienes en beneficio de la Universidad ha sido apuntada, históricamente, simplemente
como la previsión de una gestión segura que pudiera facilitar el mantenimiento y
desarrollo de una institución universitaria que tenía pocos años de fundación y, en
consecuencia, poca experiencia en la gestión institucional.

33. Sin embargo, de lo establecido en la cláusula quinta del testamento del 38, se observa
que, respecto de su voluntad constituida en el testamento del 33, se produjo un cambio
que resulta trascendental respecto al régimen de administración de los bienes de la
herencia. Si antes la participación de la Junta, en la administración de los bienes, concluía
al cumplirse la condición temporal establecida en el testamento, ahora dicha Junta se
constituía, por disposición de Riva Agüero, en perpetua e insustituible, con la potestad –
dispuesta literalmente-, no sólo de cumplir mandas o encargos, sino de administrar los
bienes de la herencia, aunque siempre, claro está, en beneficio de la Universidad, como
también claramente se dejó establecido en la propia cláusula quinta del testamento del
38: “para su sostenimiento” (como tampoco podía ser de otra manera, desde que la
PUCP fue siempre su principal heredera).

34. Por otro lado, en la referida cláusula quinta del testamento del 38, el testador se encargó
de dejar expresamente previsto que toda cláusula anterior que se opusiera a la nueva
regulación sucesoria se encontraba revocada. Por tanto, de la literalidad de lo expresado
en los testamentos de Riva Agüero puede desprenderse que la Junta Administradora, tal
y como lo ha pretendido el representante del Arzobispo de Lima, demandado en el
presente proceso constitucional, tiene la facultad para administrar los bienes heredados;
por lo que, como ha sostenido en el curso del amparo, las peticiones hechas al Rector
de la PUCP a través de las cartas reseñadas, constituirían sólo un ejercicio regular de su
derecho a cumplir la voluntad del testador, protegido por la garantía constitucional de la
herencia.

35. No obstante ello, la solución más adecuada al caso de autos no puede ser ella. A la luz
de otros factores preponderantes, representados básicamente por la presencia de otros
bienes jurídico-constitucionales, dicha solución no se vislumbra como la más correcta y
justa. En un tema donde está tan gravemente comprometida la vigencia efectiva de otros
derechos constitucionales, la decisión emitida por el Tribunal no sólo puede atender al
escrupuloso respeto de la interpretación literal de una disposición testamentaria, sin
mirar otras dimensiones del problema. Hoy por hoy, por lo demás, la irrupción del
fenómeno constitucional que ha terminado por imponer un nuevo paradigma en el
Derecho, orienta la solución de los casos de un modo distinto.

No bastan, según el nuevo paradigma constitucional, para asignar a una decisión el título
de “justa” o “correcta”, que la misma sea la expresión de normas-regla reconocidas por
el propio ordenamiento jurídico, sino que dichas normas-regla deben encontrarse
siempre ajustadas a otras normas que, por su jerarquía y su cualidad de fundamentadoras
de aquellas, son las que sustentan su validez. Estas normas, conocidas como normas-
principio, no son otras que los derechos fundamentales contenidos en el texto
constitucional. Así, si una norma-regla no respeta el contenido del precepto constitucional
(norma-principio) en la cual se funda o contradice el contenido de alguna otra disposición
constitucional (norma-principio), el debate respecto a su validez deberá reabrirse, para
fundar una nueva validez en una consideración en conjunto de todas las normas-principio
o derechos constitucionales en juego, que brinde una solución correcta al caso planteado.

36. En el presente proceso de amparo, la discusión no sólo ha estado orientada a “saber” o


“descubrir” la voluntad del causante y a fijar, por ende, la norma-regla que regule la
administración de los bienes de la herencia. Si así fuera, este proceso nada tendría de
constitucional y sólo se estaría suplantando una función que le corresponde realizar a la
jurisdicción ordinaria. Sin embargo, como ya hemos adelantado en el examen de
procedencia de este proceso, en el caso de autos se hallan gravemente involucrados otros
bienes jurídico-constitucionales como la propiedad y la autonomía universitaria; por lo
que, la solución correcta al caso pasará por examinar la validez de la norma-regla que se
desprende de la interpretación testamentaria, esto es, aquella según la cual compete a la
Junta Administradorala administración de los bienes dejados por Riva Agüero, a la luz de
los referidos derechos constitucionales.

37. En lo que respecta al derecho a la propiedad, como se ha precisado en el fundamento


22 de la presente resolución, ésta contiene el poder jurídico de usar, disfrutar, disponer y
reivindicar un bien. De este modo, el derecho a la propiedad protege el ámbito de libre
decisión de la persona respecto al destino del bien del que se es titular. Dicho “poder
amplio” se garantiza constitucionalmente a través de la característica de la
“inviolabilidad” contenida en el artículo 70 de la Constitución.

Sin embargo, en el presente caso la propiedad que ostenta la PUCP sobre los bienes
dejados por herencia, y que adquirió plenamente, al cumplirse la condición temporal
establecida en la cláusula décimo séptima del testamento del 33, se encuentra seriamente
limitada por la cláusula quinta del testamento del 38 que deja la administración de los
bienes a una Junta Administradora. Es evidente que dicha limitación incide gravemente
en uno de los atributos básicos de la propiedad, cual es disponer el destino de dichos
bienes. No puede entenderse cómo puede ser realmente titular de la propiedad la
Universidad demandante si, por disposición del testamento, se encuentra sujeta a una
carga que le impide disponer libremente de ella.

Es cierto que en el Derecho Sucesorio se admite la imposición de condiciones para adquirir


la propiedad por transmisión testamentaria, así como el establecimiento de cargas,
mandas o encargos que siempre deben ser cumplidas como retribución básica al beneficio
obtenido; pero, difícil es sostener que dichos cargos, como el hecho de sostener
sempiternamente la administración de los bienes a una Junta Administradora, puedan
limitar tan seriamente el ejercicio del derecho de propiedad. Más aún, si como veremos
en seguida, la administración de dichos bienes es tan crucial para el cumplimiento del fin
constitucional reservado a la Universidad y se encuentra garantizado por la autonomía
universitaria.

38. En lo atinente a la autonomía universitaria el problema es mucho más delicado y


complejo. La potestad de administrar los bienes dejada en manos de una Junta
Administradora, que no pertenece a los órganos de gobierno de la Universidad,
compromete seriamente también el normal desenvolvimiento de la institución y su
ámbito de autonomía económica garantizada por la Constitución. En este punto, hay dos
temas que non ha sido suficientemente tenidos en cuenta. Cuando Riva Agüero dejó en
manos de una Junta la administración de sus bienes, dos eran las realidades que
trasuntaban dicha decisión y que hoy han desaparecido.

La primera tiene que ver con el hecho de que la Junta debía facilitar el desarrollo de una
institución universitaria, en ese momento, incipiente, por lo que se dejó claramente
establecido en la cláusula quinta del testamento del 38 que dicha Junta se establecía para
el “sostenimiento” de la Universidad. Por otro lado, la mencionada Junta Administradora
tenía una composición inicial que, justamente, permitía una administración eficiente de
los bienes. Su conformación era la siguiente: el señor doctor don Constantino J. Carvallo y
Alzadora, la señorita doña Belén de Osma y Pardo, y el señor don Francisco Moreyra y Paz
Soldán. En caso de impedimento de alguno de ellos debían entrar a reemplazarlos: el
señor don Julio Carrillo de Albornoz y del Valle, el señor don Guillermo Swayne y Mendoza
y el señor don Francisco Mendoza y Canaval. En estos dos supuestos, eran tres las
personas a cuyo cargo estaba la Junta Administradora. Sin embargo, tras la muerte de los
últimos o el impedimento para ejercer el cargo, la Junta sólo estaría conformada por dos
miembros (el Rector de la PUCP y el representante del Arzobispo de Lima), lo cual
complica definitivamente su eficaz funcionamiento, pues ante un órgano colegiado
compuesto por dos miembros los desencuentros pueden no llegar a resolverse, trabando
seriamente la buena marcha de la institución universitaria.

Es decir, ante la variación en la circunstancia histórica, lo que en su momento se instituyó


con el objeto de coadyuvar y asegurar el funcionamiento de la universidad, hoy la puede
comprometer seriamente.

39. No puede, por tanto, atenderse a una simple interpretación literal de los testamentos
de Riva Agüero, pues ello supondría desconocer la realidad histórica en que se dictaron
las referidas disposiciones sucesorias y las circunstancias actuales ante las cuales debe
enfrentarse la aplicación de las mismas cláusulas testamentarias, con la consiguiente
afectación grave de los derechos fundamentales de la PUCP a la propiedad y la autonomía
universitaria. Es por esta razón fundamental que este Colegiado considera que no puede
entenderse la facultad de administración asignada a la Junta Administradoracomo una
facultad plena de disposición de los bienes de la Universidad, pues ello podría llevar a
entorpecer su normal desenvolvimiento y porque ello afectaría obviamente de manera
muy determinante la posibilidad de que la Universidad se maneje de un modo autónomo,
tal y como lo prescribe la Constitución en su artículo 18.

40. En este contexto, consideramos que la facultad de administración asignada a la Junta


Administradora por la cláusula quinta del testamento del 38, no debe leerse como una
facultad de disposición, gestión o decisión sobre los bienes heredados de Riva Agüero,
como lo ha pretendido a través de sus cartas, el representante del Arzobispo de Lima en la
Junta Administradora, don Walter Muñoz Cho.
41. La Universidad ha demandado que el representante del Arzobispo de Lima no amenace
sus derechos constitucionales a la propiedad y autonomía universitaria, a través de sus
solicitudes de información sobre la gestión de los bienes heredados y su solicitud de
administrar los bienes. Este Tribunal considera, pues, que dichos derechos sí han sido
amenazados, pues dicha facultad de control o administración no le corresponde a la Junta
Administradora, a la luz de la lectura constitucional efectuada de las disposiciones
testamentarias de don José de la Riva Agüero y Osma. Ello no quita, sin embargo, que la
Junta desarrolle otras actividades y tareas encomendadas por los testamentos del
causante.

42. Finalmente, respecto a la amenaza al derecho a la inmutabilidad de los acuerdos, si bien


este derecho no tiene sustento constitucional directo, estimamos que dicha pretensión
también debe ser fundada, pues el referido acuerdo de fecha 13 de julio de 1994 es acorde
con la interpretación constitucional de los testamentos, lo cual tampoco quita que la
Junta adopte nuevos acordes definiendo más concretamente las funciones y tareas que
le podrían corresponder.

Por estas consideraciones, mi voto es por:

1. Declarar IMPROCEDENTE los recursos de queja interpuestos en los Expedientes


N.os 133-2009-Q/TC y 134-2009-Q/TC.

2. Declarar FUNDADA la demanda, por haberse acreditado la amenaza de violación a los


derechos constitucionales de la Pontificia Universidad Católica del Perú a la propiedad, la
autonomía universitaria y la inmutabilidad de los acuerdos.

3. DISPONER que el representante del Arzobispo de Lima en la Junta Administradora, se


abstenga de requerir ejercer las facultades de administración y control sobre los bienes
de la Pontificia Universidad Católica del Perú, materia de la herencia.

Publíquese y notifíquese.

SS.

ETO CRUZ
[1]
CASTAÑEDA, Jorge Eugenio. Instituciones del Derecho Civil. Los Derechos Reales. Tomo I, págs. 155
y 157. Segunda Edición. 1958.
[2]
Código Napoleónico, entre otros: Arts. 847º, 848º; C.C. del 36, entre otros Arts. 847º, 848º, 853º a 1855º,
etc.
[3]
El artículo 235º del vigente Código Procesal Civil (CPC) dispone que son documentos públicos: (i) Los
otorgados por funcionario público en ejercicio de sus atribuciones; y (ii) La escritura pública y demás
documentos otorgados ante o por notario público. En el caso de los Testamentos Cerrado y Ológrafo
estipulados en los artículos 699º y 707º del CPC respectivamente constituirán instrumentos públicos
desde el momento de su apertura y su respectiva comprobación de que el testamento es válido por el
juez competente o notario público.

[4]
Enciclopedia Universal Sopena, Tomo 12, Pág. 8849. Ed. 1984.
[5]
Según una antigua ley de la época del Mariscal Cáceres, el patrimonio de las Cofradías (Congregación o
hermandad que forman algunos devotos, con autorización competente, para ejercitarse en obras de piedad)
es administrado por las Beneficencias Públicas, caso del de la “Virgen de la O”.

1. Introducción
2. Marco metodológico
3. Marco teórico referencial
4. Conclusiones
5. Referencias bibliográficas

Introducción
El presente trabajado de investigación constituye un análisis de información de la dogmática, la doctrina y
la jurisprudencia en el ámbito jurídico. Por ello, constituye una fuente de consulta muy valiosa para
nuestra formación profesional. En tal sentido, mostramos a continuación la estructura del
presente trabajo y su desarrollo capitular.
En el primer Capítulo, se da a conocer la realidad problemática, el planteamiento del problema; además
de la formulación de la hipótesis, seguido por los objetivos y la justificación.
En el segundo Capítulo, se muestra el Marco Teórico Referencial sobre el concepto de usufructo,
características, constitución, el usufructo y su coexistencia con la propiedad, la ratificación del acto
jurídico por uno solo de los cónyuges y las causales de extinción del usufructo.
Finalmente tenemos las conclusiones, las referencias bibliográficas y los anexos.
CAPÍTULO I
Marco metodológico
 REALIDAD PROBLEMÁTICA
En el mundo en que vivimos el sistema jurídico ha ido evolucionando de acuerdo a la transformación de
las sociedades. La regulación en materia civil, se ha modificado paulatinamente, puesto que los sucesos
de la globalización y los modelos económicos han permitido modificar las normas y reglamentos en
nuestro ordenamiento jurídico actual.
El usufructo es un derecho real que permite al usufructuario utilizar el bien sin causar daños y perjuicios,
en caso que eso suceda tendrá que resarcir los daños ocasionados con sus propios medios. Sin
embargo, no puede disponer del bien, porque está sujeto a un contrato que solo le autoriza "usufructuar".
El usufructuario se constituye un poseedor inmediato, pero dependiente del poseedor mediato que es el
titular del derecho.
En la multiplicidad de problemas latentes en la actualidad, sucede que cuando el usufructuario no quiere
salir del bien que ocupa, después de haber cesado el contrato, entonces éste se constituye en poseedor
precario, y el titular tiene que recurrir al órgano jurisdiccional para solucionar su conflicto de intereses,
para que el juez autorice el desalojo. Por otro lado, cuando uno de los cónyuges realiza un acto jurídico
de usufructo sin el consentimiento del otro, es nulo el usufructo convencional ya sea a título oneroso o
gratuito constituido por un solo cónyuge sin la participación del otro existiendo una sociedad de
gananciales. Para tal efecto, nosotros queremos demostrar a través de nuestra investigación si cabe la
posibilidad de ser ratificado el derecho real por la otra parte.
El usufructo convencional puede ser a título oneroso o gratuito según la naturaleza de la contraprestación,
pues mientras el propietario se despoja del uso y goce de su propiedad, convirtiéndose en nudo
propietario, el usufructuario se obliga a una contraprestación por el usufructo, que puede ser pagando una
cantidad de dinero determinado o por algún otro bien.
 PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
¿El acto jurídico de constitución de un derecho real por uno solo de los cónyuges respecto a un
bien social, puede ser ratificado?
 HIPÓTESIS
Si puede ratificarse el acto jurídico de constitución de un derecho real por uno solo de los cónyuges,
respecto a un bien social.
 OBJETIVOS
 Dar a conocer la importancia del usufructo en nuestro ordenamiento jurídico.
 Dar a conocer la nulidad del usufructo efectuado por uno solo de los cónyuges según nuestro
ordenamiento jurídico.
 Demostrar la ratificación del acto jurídico de constitución de un derecho real usufructo por uno solo de los
cónyuges respecto a un bien social.
 JUSTIFICACIÓN
La razón por la que hemos realizando este trabajo de investigación, es para dar a conocer la importancia
de la ratificación con fundamentos jurídicos de la jurisprudencia y la doctrina. Por lo tanto, estos
postulados facilitarán a los receptores una estrategia más para aplicar la ratificación en el acto jurídico de
constitución de un derecho real por uno solo de los cónyuges respecto a un bien social.
CAPÍTULO II
Marco teórico referencial
EL USUFRUCTO
 Concepto de usufructo
Según nuestro ordenamiento jurídico: Art. 999 CC. El usufructo confiere las facultades de usar y
disfrutar temporalmente de un bien ajeno. El usufructo puede recaer sobre toda clase de bienes no
consumibles, salvo lo dispuesto en los artículos 1118 y 1020.
Dentro de las fuentes formales del derecho tenemos, la Doctrina también conceptúa al usufructo.
Según Palacio Pimintel (1979, p.266) "Se llama derecho de usufructo el derecho de usar y gozar
temporalmente de la cosa ajena. El derecho concedido por el propietario o la ley, a persona determinada
(usufructuario) de usar o gozar de un bien o varios, temporalmente, con la obligación de restituirlos a su
propietario, si no son fungibles y, si lo son de devolver otros bienes de la misma clase de los recibidos , en
igual cantidad y de igualcalidad o, de pagar el valor estimado al tiempo de constituirse el usufructo o el
corriente al tiempo del pago"
Cas. Nº 1356-99 Lima
Lima, 12 de octubre de 1999.
LA SALA CIVIL TRANSITORIA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA DE LA REPÚBLICA: Que,
conforme a la doctrina el usufructo convencional puede ser a título oneroso o gratuito según la naturaleza
de la contraprestación, pues mientras el propietario se despoja del uso y goce de su
propiedad, convirtiéndose en nudo propietario, el usufructuario se obliga a una contraprestación por el
usufructo, que puede ser pagando una cantidad de dinero determinada o ya por alguna otra cosa que dé,
haga o renuncie.
 Características del usufructo
El usufructo tiene las siguientes características.
 a) Es un derecho real principal, porque establece una potestad directa, inmediata entre el usufructuario
y el bien, además este derecho tiene autonomía propia.
 b) Constituye un derecho de uso y goce del bien de carácter temporal, se limita el ejercicio de las
facultades temporalmente y no concede la facultad de enajenar el bien, que solo le es reconocida al
propietario del bien que ha dado en usufructo.
 c) Recae sobre bienes ajenos y no sobre bien de propiedad del usufructuario. Palacio Pimintel
(1979, p.267) "está en la naturaleza del usufructuario precisamente el ser un derecho real en bien ajeno.
Cuando se dice que el propietario "X" está usufructuando sus bienes, no se está expresando el ejercicio
de este derecho , sino más bien se alude al pleno ejercicio del derecho de dominio que necesariamente
ha de recaer en bien propio y, el término usufructo, en Derecho Civil, se refiere a la figura que estamos
examinando. El usufructuario es un poseedor inmediato del bien y es por ello que se posesión está
garantizada por la ley, pudiendo utilizar los interdictos de retener y recobrar, incluso contra el
propietario".
 d) No modifica su sustancia. El art. 1009 del CC. Establece: el usufructuario no debe hacer ninguna
modificación sustancial del bien o de su uso. En relación a las plantaciones Palacio Pimintel (1979, p.267)
"Pero puede cambiar las plantaciones del fundo. Este carácter no es absoluto, solo se admite en principio,
en razón de que el usufructuario no es propietario y debe, en lo posible mantener el destino económico
del bien, pero las conveniencias de una mejor explotación pueden justificar, la facultad concedida por la
última parte del citado dispositivo: cambiar las plantaciones; será el juez el que en caso de duda deba
determinar en qué medida es posible hacer efectiva esta facultad. Por lo demás, existen disposiciones
legales sobre predios rústicos que imponen, como vimos, las obligación de sembrar determinadas clases
de cultivos, particularmente de pan-llevar, supuesto en que un usufructuario, al cambiar la sustancia del
bien estaría cumpliendo disposiciones legales que le permiten, y aún obligan a cambiar la sustancia y el
destino económico".
 El usufructo y su coexistencia con la propiedad
La propiedad se presenta como la titularidad jurídica que permite la total adscripción de las utilidades de
un bien a favor de un sujeto. Los demás derechos reales son formas de distribuir la posibilidad de
utilización de los bienes, partiendo del concepto de la propiedad. Por lo tanto, todos los derechos reales
son modos de limitar el poder sobre los bienes.
Según Gonzales Barrón (2010, pag. 617) "Si bien los derechos reales tienen la característica de ser
exclusivos, esto se refiere a los derechos idénticos: la propiedad excluye toda otra propiedad, el usufructo
excluye todo usufructo; sin embargo, la propiedad no excluye que sobre el mismo bien haya
simultáneamente un usufructo, y que sobre el usufructo se constituya una servidumbre. En este
sentido, se admite LA CONCURRENCIA de distintos derechos reales sobre un mismo bien, pero deben
tratarse de derechos inferiores el uno al otro y cada vez más limitados, ya que así en orden decreciente el
menor derecho deja un margen de pertenencia del mismo bien para el mayor derecho".
 Obligaciones y deberes de colaboración del usufructuario
Gonzales Barrón (2010, pag.618) "Esta concurrencia de derechos reales (propiedad y usufructo) sobre un
mismo bien, impone la existencia de obligaciones específicas y deberes concretos de colaboración entre
ambas partes (propietario y usufructuario):
 a) Deber de conservación: el usufructuario tiene la facultad de usar el bien sin hacer modificación alguna
y manteniendo la conservación del mismo. Sin embargo, nuestro Código Civil en el artículo 1683
establece un criterio para el cumplimiento de esta obligación. Según Gonzales Barrón (2010, pag. 618)
"Es aplicable analógicamente la norma prevista para el arrendamiento, por la que el arrendatario (léase:
usufructuario) es responsable por la pérdida o deterioro del bien que ocurran en el curso de la relación
jurídica, sino se prueba que ah ocurrido por causa no imputable a él. Repárese que la norma establece un
severo régimen de responsabilidad, por el cual el usufructuario solamente solo se libera de responder por
la pérdida o deterioro, si prueba la causa no imputable que ocasiono el daño; por ende si las causas son
desconocidas, entonces el usufructuario no se libera de la responsabilidad, y queda obligado al
resarcimiento de los daños. En buena cuenta el usufructuario se exonera cuando media el origen de la
pérdida o deterioro se encuentra en un hecho ajeno a su esfera de interés (causa no imputable), lo que
acerca la causa liberatoria al caso fortuito o fuerza mayor".
El artículo 1013 del CC. El usufructuario está obligado a efectuar reparaciones ordinarias, y si por su
culpa se necesitan obras extraordinarias, debe hacerlas a su costo.
 b) Deberes de aseguramiento: Gonzales Barrón (2010, pag. 619) " La obligación del usufructuario de
conservar el bien para en su momento restituírselo al propietario hacen hacer algunos deberes especiales
de aseguramiento, consistentes en el inventario y tasación de los bienes muebles (artículo 1006 CC) y en
la prestación de una garantía (artículo 1007 CC). El inventario es la relación detallada de bienes, que
incluyen sudescripción y valorización que puede realizarse en vía extrajudicial, a través de un convenio
con firmas legalizadas entre los interesados (propietario y usufructuario). Por otro lado el artículo 1007 del
CC impone al usufructuario la obligación de prestar la garantía señalada en el titulo constitutivo de su
derecho o la que ordene el juez cuando este encuentre que puede peligrar el derecho del propietario."
 c) Otros deberes: la Ley establece que el usufructuario debe pagar los tributos, las rentas vitalicias, y las
pensiones de alimentos que graven los bienes.
 Obligación de restitución del usufructuario:
Conservar la forma y sustancia.
El usufructuario está obligado a restituir el bien en las mismas condiciones con las que se le cedió el bien
por el propietario. Existen por ejemplo bienes que al usarlos alteran su sustancia tal es el caso de los
bienes muebles, animales, bosques, minas, etc. En ese caso se restituye el valor económico del bien
alterado sustancialmente.
Gonzalo Barrón (2010, pag. 623) "Está muy extendida la frase referida a que el usufructuario está
obligado a conserva la forma y sustancia de la cosa. Según García Valdecasas, la forma equivale al
destino de la cosa, mientras la sustancia alude a su valor; por tanto, el usufructuario deberá disfrutar el
bien de acuerdo a su destino económico, esto es, según la forma normal y acostumbrada de que se
explote ese bien teniendo en cuenta los criterios del tráfico (art.1008 CC); además, la obligación de
conservación exige mantener el valor del bien a fin de proceder a su restitución. Ahora bien, esta
obligación no implica que deba exigirse una inalterabilidad tal que haga inútiles las facultades conferidas
al usufructuario por tal razón la doctrina considera que si disfrute ordinario implica consumir
progresivamente el bien o destruirlo, entonces ese disfrute esta autorizado.
En tal sentido, el usufructuario tiene la potestad de actuar de hecho sobre el aspecto físico del bien, si
bien dentro de los límites de respetar los cánones de explotación normal y acostumbrada, es decir,
mantener el destino económico del bien, según el Art. 1008 CC. "El usufructuario debe explotar el bien en
forma normal y acostumbrada". En efecto, podemos afirmar que el usufructuario no está autorizado para
alterar o transformar el bien, tanto en su esencia como en su sustancia, por ejemplo: si el bien tiene un
parque, éste no puede ser edificado como casa o estacionamiento para vehículos. Art. Art. 1009 "el
usufructuario no debe hacer ninguna modificación sustancial del bien o de su uso"; sin embargo, puede
realizar mejoras con cargo a reembolso. Art. 1015 CC. "Las reglas sobre mejoras necesarias, útiles y de
recreo establecidas para la posesión se aplican a la posesión", de acuerdo con este artículo, se le permite
al usufructuario realizar modificaciones físicas y de uso. Pero, si hace una modificación sustancial del bien
lo cual disminuye su valor de disfrute, entonces el propietario puede oponerse a tal acto y pedir al juez
que regule el uso o la explotación, amparado en el Art. 1017 CC. "el propietario puede oponerse a todo
acto del usufructuario que importe una infracción de los artículos 1008 y 1009 y pedir al juez que regule el
uso y explotación". Siendo esta situación una causal de extinción del usufructo. Art. 1021-6 CC. "Abuso
que el usufructuario haga de su derecho, enajenando o deteriorando los bienes o dejándolos perecer por
falta de reparaciones ordinarias. En este caso el juez declara la extinción"
 Régimen de los frutos
Antes de referirnos al régimen propiamente dicho, hacemos hincapié para explicar el concepto de frutos,
según el código sustantivo: "Son frutos los provechos renovables que produce un bien, sin que altere ni
disminuya su sustancia" Art. 890 CC.
El usufructuario tiene el derecho de hacer suyos todos los frutos derivados de un bien-madre, note usted
lo que menciona al respecto nuestro código sustantivo: Art. 999 CC. "El usufructo confiere las facultades
de usar y disfrutar temporalmente de un bien ajeno".
Gonzales Barrón (2010, pag. 625) Un primer punto por aclarar es que no todas las utilidades que produce
un bien califican jurídicamente como "frutos".
Según Barbero, Dominico "los frutos constituyen una categoría particular de bienes, caracterizada por
la relación de derivados de otro bien".
Gonzales Barrón (2010, pag. 625) la definición que da nuestro Código (Art. 890) sobre "fruto" debe ser
entendida en esta perspectiva, y aun cuando no mencione expresamente que el fruto es un BIEN
DERIVADO del bien-madre, sin embargo, ello se deduce del hecho que el fruto no puede alterar o
disminuir la sustancia del bien, lo cual necesariamente significa que el fruto DERIVA O NACE
DIRECTAMENTE del bien-madre, pero con la especificidad de no alterar en su esencia. En cambio, si el
"fruto" no se originase directamente del mismo bien primigenio: ¿Cómo existiría el riesgo que se modifique
la esencia de éste? En buena cuenta, pues, los elementos que concurren a constituir el concepto de
"fruto", entendido como producto orgánico del bien del bien separable de éste por la fuerza natural de las
cosas, son la periodicidad, la conservación de la sustancia del bien-madre y que éste sea respetado en su
destino económico".
 Constitución del usufructo
Según nuestro ordenamiento jurídico, Art. 1000 CC. "El usufructo se puede constituir por Ley, cuando
expresamente lo determina, por contrato o acto jurídico unilateral y testamento". Es decir, acto jurídico
unilateral inter vivos y mortis causa (oneroso o gratuito).
Gonzales Barrón (2010, pág. 633) "El contrato es el típico instrumento de cooperación que utilizan los
particulares para satisfacer sus necesidades de orden patrimonial, ya sea para atribuirse bienes o
pertenencia de bienes, o para prestarse servicios o abstenciones. Siendo ello así, no resulta extraño que
la constitución del usufructo pueda realizarse a través de contrato".
Jurisprudencia: El derecho de usufructo de ninguna manera constituye o avala el derecho posesorio, el
mismo que no es transmisible.
 Transmisibilidad del usufructo
Gonzales Barrón (2010, pág. 639) el tema de la transmisibilidad del usufructo alude a las hipótesis en que
un derecho de usufructo ya constituido en el patrimonio de un titular, es objeto de traslado hacia el
patrimonio de otra persona, de tal manera que el transmitente se despoja de la condición de usufructuario
que pasa a favor del adquiriente. (Poseedor mediato –poseedor inmediato).
Nuestro código sustantivo autoriza al usufructuario gravar el bien, artículo 1002, esto implica que se
transmite el derecho de usufructo, porque el nuevo usufructuario debe responder frente al nudo
propietario por los daños, las nuevas garantías que deba otorgar y de reparar, además de conservar el
bien.
 Usufructo conjunto, divisible y sucesivo
Según el Art. 1022 CC. "El usufructo constituido a favor de varias personas en forma sucesiva se
extingue a la muerte de la última. Si el usufructo fuera constituido a favor de varias personas en forma
conjunta, la muerte de alguna de éstas determinará que las demás acrezcan su derecho". Nos queda
claro que varios sujetos pueden ser usufructuarios de manera conjunta, así como también, de manera
sucesiva.
Gonzales Barrón (2010, pag. 643) "el usufructo conjunto se produce cuando se llama a varias personas
al usufructo de un mismo bien o conjunto de bienes, pero en tal caso la muerte de alguna de éstas
determinará que los demás acrezcan su derecho, por lo que el usufructo se extingue solamente con la
muerte de la última persona, salvo que se trate de un usufructo ad tempus, es decir, la extinción del
derecho de cada co-usufructuario beneficia a los demás y no al nudo propietario. Si bien el usufructo
conjunto es una modalidad típica prevista en el Art. 1022 CC., para el caso de dos o mas usufructuarios,
sin embargo, nada impide que se estipule una modalidad atípica en donde existan varios usufructuarios,
pero éstos lo sean "por parte", es decir, un usufructo divisible. En tal caso, el co-usufructo se establece
pos distintas partes de la cosa, de tal suerte que la extinción de cada porción no conlleva el derecho de
acrecer de los otros co-usufructuarios (divisibles), lo que beneficia al nudo propietario, quien consolida su
dominio parcialmente, esto es, por la parte extinguida del usufructo. Esta figura atípica no desnaturaliza el
institución del usufructo, y se encuentra comprendida dentro de las modalizaciones permitidas por el Art.
999 CC., por lo demás, se trata de una estipulación prevista ya en el Derecho romano y sancionada por la
mejor doctrina. Otra modalidad típica es el usufructo sucesivo, por el cual este derecho se constituye a
favor de varias persona, pero su ejercicio se hace en el orden estipulado. Ejemplo: se constituye usufructo
a favor de A, B y C, en ese orden; por tanto primero ejercerá A, luego B y finalmente C con éste último
se extingue el usufructo".
 Ratificación del acto jurídico celebrado por uno solo de los cónyuges
CAS. Nº 2242-99 LIMA
Lima, 5 de abril del 2000.
La Sala Civil Transitoria de la Corte Suprema de Justicia de la República: Que, si bien el artículo 219
inciso 1° del Código Civil sanciona con nulidad el acto jurídico celebrado cuando falta la manifestación de
voluntad del agente, el acto jurídico constitutivo de la fundación requiere sólo la manifestación de la
persona o personas que la constituyen, lo que debe ser diferenciado de sí la afectación de los bienes es
nula o no. Que, el artículo 315 del Código Civil establece que para disponer de los bienes sociales o
gravarlos se requiere de la intervención de ambos cónyuges, y habiéndose constituido el
usufructo sólo, sin la intervención de la accionante dicho acto deviene en nulo.
Según el Código Civil "el acto jurídico puede ser ratificado por el representado observando la forma
prescrita para su celebración"
Según la Sala Civil Transitoria de la corte Suprema, CAS. N° 1626-2001, "la ratificación es una figura
jurídica de exclusiva aplicación en el ámbito de los negocios celebrados sin representación o con
representación insuficiente, debiendo ser efectuada la ratificación siguiendo la forma prescrita para
cada acto jurídico, por lo que si la forma es ad solemnitatem la ratificación debe ser de la misma forma,
pero si la forma del acto jurídico es consensual la ratificación puede ser efectuada con libertad de forma,
siendo por ende factible la ratificación tácita que se manifiesta en la actitud o en otras circunstancias que
revelen la voluntad indubitable del representado de ratificar el acto".
Cuando uno de los cónyuges realiza un acto jurídico de usufructo sin el consentimiento del otro, es nulo el
usufructo convencional ya sea a título oneroso o gratuito. Sin embargo, según la regla general sobre
ratificación, cabe la posibilidad de ser ratificado por el otro cónyuge lo cual surtirá efectos legales
positivos.
 Extinción del usufructo
Gonzales Barrón (2010, pag. 645) a diferencia de lo que ocurre con los modos extintivos de las
obligaciones, las causales de extinción de la propiedad (y en general de los derechos reales) no tienen un
desarrollo doctrinal detallado y sistemático. Esto se explica por naturaleza mucho mas dinámica y
transitoria de la relación obligacional, que conlleva una tensión entre el acreedor y el deudor destinada a
su extinción; mientras los derechos reales -y en especial la propiedad por su carácter perpetuo- están
dotados de cierta estabilidad y permanencia. En principio, las obligaciones existen para cumplirse
(extinguirse); en cambio, los derechos reales han sido creados para mantenerse. Por tal razón, es
conveniente que el Código Civil haya provisto una norma expresa para regular las distintas causas de
extinción del usufructo.
Las causales de extinción del usufructo lo tenemos regulado en el Art. 1021 del CC: el usufructo se
extingue por.
 Cumplimiento de los plazos máximos que prevé el artículo 1001, o del establecido en el acto
constitutivo: el usufructo es temporal, si el usufructuario es una Persona Jurídica el plazo no debe
exceder a 30 años, en el caso de vienen inmuebles de valor monumental de propiedad del estado que
sean materia de restauración con fondos de personas naturales o jurídicas el plazo máximo será de 99
años.
 Prescripción resultante del no uso del derecho durante 5 años: la ausencia de ejercicio de las
facultades de uso y disfrute o la absoluta falta de aprovechamiento del bien, tiene como consecuencia la
pérdida del derecho de usufructo, ejecutándose así una prescripción extintiva por el no-uso.
 Consolidación: Es la reunión en una misma persona de las cualidades de nudo propietario y
usufructuario.
 Muerte o renuncia del usufructuario: La muerte extingue por completo el derecho de usufructo, al igual
que la renuncia, que viene a ser una declaración formal de voluntad por la que se abdica (depone) la
titularidad de un derecho.
 Destrucción o pérdida total del bien: si dicho bien ya no existe más en la realidad de forma física,
resulta obvio que el usufructo (al igual que la propiedad) se extingue de forma automática, sin perjuicio de
eventuales acciones resarcitoria. (contractuales o extracontractuales) a favor del perjudicado.
 Abuso que el usufructuario haga de su derecho, enajenando o deteriorando los bienes o
dejándolos perecer por falta de reparaciones ordinarias. En este caso el juez declara la
extinción: El usufructuario está obligado a conservar la forma y sustancia del bien. Según García
Valdecasas: la forma equivale al destino del bien mientras la sustancia alude a su valor, por tanto el
usufructuario deberá disfrutar el bien de acuerdo a su destino económico.
 Extinción del usufructo por remate judicial
Gonzales Barrón (2010, pág. 652) la ejecución de una hipoteca inscrita con anterioridad al usufructo es
también CAUSA DE EXTINCIÓN DEL USUFRUCTO, por cuanto el acreedor hipotecario tiene el derecho
de vender judicialmente el bien en las mismas condiciones jurídicas en las que se encontraba al
constituirse la hipoteca.
La primera Resolución N° 103-2004-SUNARP-TR-T del Tribunal Registral de fecha 07 de junio del 2004,
se resuelve que la adjudicación judicial implica dejar sin efecto los arrendamientos o usufructos inscritos
con posterioridad a la hipoteca

Leer más: http://www.monografias.com/docs111/derechos-reales-usufructo/derechos-reales-


usufructo.shtml#ixzz4v8Ekdbl3
EXP. N.° 1434-2006-PA/TC
LIMA
FEDERICO ALBÍN VEGH

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los 27 días del mes de febrero de 2008, reunido el Tribunal


Constitucional en sesión de Pleno Jurisdiccional, con la asistencia de los señores
magistrados Landa Arroyo, Mesía Ramírez,
Vergara Gotelli, Beaumont Callirgos y Eto Cruz, pronuncia la siguiente sentencia, con el
voto singular, adjunto, del magistrado Vergara Gotelli

ASUNTO

Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Federico


Albín Vegh contra la resolución de la Sala de Derecho Constitucional y Social de la Corte
Suprema de Justicia de la República, de fojas 56 del Cuaderno 2, su fecha 17 de
noviembre de 2005, que declara improcedente la demanda de autos

ANTECEDENTES

El recurrente con fecha 11 de noviembre de 2004 interpone demanda de amparo


contra el Cuadragésimo Tercer Juzgado Especializado en lo Civil de Lima, con el objeto
de que se declare nula la Resolución N.º 35, de fecha 21 de octubre de 2004, que adjudicó
en pago un inmueble hipotecado al Banco Internacional del Perú en el proceso de
ejecución de garantías incoado contra don Jorge Ramón Abasolo Adrianzén y otros,
sobre pago de hipoteca, ordenándose su entrega bajo apercibimiento de lanzamiento.
Manifiesta que al efectuarse la adjudicación, se ha dejado sin efecto el usufructo que se
constituyó a su favor sobre el mismo inmueble, lo que, a su juicio, vulnera su derecho al
debido proceso. También aduce que no se le ha notificado el mandato de ejecución y que
la resolución cuestionada se sustenta en una norma derogada, por lo que, a su juicio, se
habrían lesionado sus derechos de defensa y motivación de las resoluciones
jurisdiccionales, respectivamente. Consecuentemente, solicita que “se emita nuevo
pronunciamiento ordenando levantar únicamente los gravámenes que pesan sobre el
inmueble antedicho, excluyendo (...) su derecho de usufructo” y que, por tanto, no se
efectúe el lanzamiento.

El juzgado emplazado considera principalmente que la demanda tiene por


finalidad objetar los argumentos que sustentan la decisión contenida en la resolución
cuestionada, por lo que debe ser declarada improcedente, ya que el amparo no es la vía
para que se varíe tal decisión.

La Cuarta Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, con fecha 24 de


febrero de 2005, declara improcedente la demanda al estimar que solo tenía por finalidad
que se varíe la decisión emitida en un asunto que es propio de la jurisdicción ordinaria.

La recurrida confirma la apelada argumentando que la interposición de una


demanda de amparo contra un proceso que aún no ha concluido contraviene el inciso 2
(segundo párrafo) del artículo 139 de la Constitución, el cual establece que ninguna
autoridad puede avocarse a causas pendientes ante el órgano jurisdiccional ni interferir
en el ejercicio de sus funciones.

FUNDAMENTOS

1. El recurrente solicita la protección de sus derechos al debido proceso, de defensa, a


la tutela procesal efectiva y a la motivación de las resoluciones jurisdiccionales, los
que habrían resultado lesionados por el Cuadragésimo Tercer Juzgado Civil de Lima
en el proceso de ejecución de garantías incoado por el Banco Internacional del Perú,
sobre pago de hipoteca, contra don Jorge Ramón AbasoloAdrianzén y otros,
mediante la Resolución N.º 35, de fecha 21 de octubre de 2004, que, adjudicando en
pago al banco antedicho un inmueble (ubicado en la avenida La Molina Vieja Nº. 101,
urbanización La Molina Vieja, Distrito de La Molina, Provincia y Departamento de
Lima), dejó sin efecto las afectaciones y gravámenes constituidos sobre el inmueble
referido y ordenó a los ejecutados y otros su entrega, bajo apercibimiento de
lanzamiento.

2. Con el objeto de establecer cuáles derechos constitucionales se encuentran


directamente relacionados con los agravios alegados en la demanda, este Tribunal
debe remitir a su doctrina expuesta en la STC N.º 4587-2004-AA/TC, según la cual

(...) en nuestro ordenamiento constitucional, la tutela jurisdiccional es un


derecho "continente" que engloba, a su vez, 2 derechos fundamentales: el
acceso a la justicia y el derecho al debido proceso (Cf. STC 0015-2001-
AI/TC). Tal condición del derecho a la tutela jurisdiccional se ha expresado
también en el artículo 4º del Código Procesal Constitucional que, al referirse
al derecho a la tutela procesal efectiva, ha establecido en su primer párrafo que
éste
(...) comprende el acceso a la justicia y el debido proceso (...)

También tiene dicho este Tribunal que, al igual que lo que sucede con el
derecho a la tutela jurisdiccional, el derecho al debido proceso es un derecho
que tiene la propiedad de albergar en su seno una serie de derechos
fundamentales de orden procesal (...) [fundamentos jurídicos 25 y 26,
respectivamente].

3. El derecho al debido proceso no tiene un ámbito constitucionalmente


garantizado en forma autónoma, sino que su lesión se produce a
consecuencia de la afectación de cualesquiera de los derechos que lo
comprenden (v.g. el derecho a la motivación de las resoluciones
jurisdiccionales y el derecho de defensa, reconocidos en los incisos 5 y
14 del artículo 139 de la Constitución, respectivamente.

4. En el presente caso, el recurrente sostiene que el juzgado emplazado, al dejar sin efecto
todas las afectaciones y gravámenes que se han constituido sobre el inmueble adjudicado
(en aplicación del numeral 2 del artículo 739 del Código Procesal Civil), también ha dejado
sin efecto su derecho de usufructo, que los ejecutados constituyeron a su favor, el mismo
que se encuentra inscrito en los Registros Públicos. Aduce que el derecho de usufructo es
una carga y que el numeral 2 del artículo 739 del Código Procesal Civil
[e]n ningún momento hace referencia a dejar sin efecto a las cargas que
pesen sobre el inmueble (...) [Cuaderno 1, f. 21];

que tal disposición sólo

(...) se refiere exclusiva y restrictiva[mente] a dejar sin efecto gravámenes, no


afectaciones, ni tampoco cargas, sólo gravámenes [Cuaderno 2, f. 63];

por lo que considera que la interpretación que ha efectuado el juzgado


emplazado vulnera el debido proceso.

5. En reiterada y uniforme jurisprudencia, este Tribunal ha expresado que el amparo contra


resoluciones judiciales no es un instrumento procesal mediante el cual el juez del amparo
pueda evaluar si el juez ordinario ha interpretado y aplicado correctamente (o no) una
norma legal, con el objeto de resolver un asunto que es propio de la jurisdicción ordinaria
o, como en el presente caso, si el derecho de usufructo, en virtud de la disposición procesal
aplicada por el juez emplazado, constituye una carga o un gravamen.

Por tanto, al no encontrarse comprendida la pretensión aludida en el


contenido constitucionalmente protegido del derecho al debido proceso,
es de aplicación el artículo 38 del Código Procesal Constitucional, por lo que
debe ser desestimada.

6. El recurrente también manifiesta que, si bien se admitió su incorporación en el proceso de


ejecución cuestionado,

(...) nunca fue notificado con el mandato ejecutivo o de ejecución (...)


situación totalmente atentatoria del derecho de defensa y debido proceso (...)
[Cuaderno 2, f. 33];

A su juicio,

(...) por apersonarse no se puede presumir que h[a] tomado conocimiento de


todo lo actuado (...) [Cuaderno 2, f. 63].

7. En la STC N.º 5871-2005-PA/TC este Tribunal expresó que la posibilidad de ejercer el


derecho de defensa presupone

(...), que quienes participan en un proceso judicial para la determinación de


sus derechos y obligaciones jurídicas tengan conocimiento, previo y
oportuno, de los diferentes actos procesales que los pudieran afectar, a fin
de que tengan la oportunidad de ejercer, según la etapa procesal de que se
trate, los derechos procesales que correspondan (v.g. interponer
medios impugnatorios).

Como quiera que su ejercicio, en muchos casos, es dependiente, a su vez, de


una oportuna notificación de los actos procesales, los problemas que se
puedan derivar de la carencia de notificación no son ajenos al contenido
constitucionalmente protegido del derecho de defensa. Esa relevancia
constitucional de la notificación de los actos procesales, sin embargo, no se
extiende a cualquier vicio o defecto que en su realización se pudiera incurrir,
sino sólo en los casos en que los efectos de tales vicios pudieran haber dejado
en estado de indefensión a los sujetos procesales.

Por ello, en el ámbito de la justicia constitucional de la libertad, el juzgamiento


de un defecto o vicio en el acto procesal de notificación no puede
circunscribirse a un análisis de su legalidad, sino en relación con los efectos
que estos pudieran generar en el ejercicio efectivo del derecho de defensa
[fundamentos jurídicos 13 y 14].

8. En el proceso de ejecución aludido, la Segunda Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de


Lima, mediante la Resolución N.º 4, su fecha 5 de mayo de 2005, desestimó el recurso de
apelación que interpuso el ahora recurrente contra la resolución cuestionada en el presente
proceso [Cuaderno 2, f. 26], señalándose que

(...) si bien el apelante no ha sido notificado con el auto de ejecución, (...) al


apersonarse al proceso (...) [mediante escritos presentados el 5 y 27 de abril
de 2004] indicó expresamente que ha “tomado conocimiento del proceso
judicial sobre ejecución de garantías” (...) [considerando 8];

y mediante la Resolución N.º 44, de fecha 28 de junio de 2004, expedida por el juzgado
emplazado, se admitió su intervención litisconsorcial en el proceso de ejecución referido
[Cuaderno 1, f. 12].

9. Por otro lado, el Tribunal Constitucional observa que, si bien el 4 de noviembre de 2003 se
inscribió el usufructo aludido en el registro de predios [Cuaderno 1, f. 11], la hipoteca objeto
de ejecución ya se encontraba inscrita desde el 27 de mayo de 1998 (conforme se indica en
el considerando quinto de la Resolución N.º 4 antedicha).

El Tribunal Constitucional constata, igualmente, que el mandato de ejecución respectivo fue


expedido el 27 de octubre de1999, según se indica en la resolución cuestionada
[Cuaderno 1, f. 16].

10. Conforme a lo expuesto, el alegato de violación del derecho de defensa debe ser
desestimado, puesto que el recurrente tuvo conocimiento previo y oportuno del estado en
que se encontraba el proceso de ejecución mencionado e incoado con fecha anterior a la
inscripción de su derecho de usufructo, a fin de ejercer los derechos procesales que le
hubieran correspondido.
11. Finalmente, el recurrente refiere que la adjudicación cuestionada se ha sustentado en el
texto del artículo 744 del Código Procesal Civil, que fue derogado por el artículo único de la
Ley N.º 27740, el cual establecía que

Frustrado el remate por falta de postor, el ejecutante o el tercero legitimado


pueden solicitar la adjudicación en pago del bien por la base de la postura que
sirvió para la última convocatoria, (...);

puesto que el texto vigente al momento de expedirse la resolución


cuestionada señala que

Si el adjudicatario no deposita el exceso dentro del tercer día de notificado


con la liquidación prevista en el Artículo 746, la adjudicación queda sin efecto.

Depositado el exceso, se entregará el bien mueble al adjudicatario y si se trata


de inmueble, expedirá el auto de adjudicación conforme a lo dispuesto en el
Artículo 739.

Por ello, considera que la aplicación de una disposición derogada vulnera su


derecho a la motivación de las resoluciones jurisdiccionales.

13. Al respecto, este Tribunal aprecia que tal alegación sólo tiene por finalidad
objetar la interpretación y aplicación de las normas legales que regulan la
adjudicación cuestionada, efectuada por el juzgado emplazado. En efecto,
el tercer párrafo del artículo 742 del Código Procesal Civil, que también fue
modificado por el artículo único de la Ley N.º 27740, contiene una
disposición similar a la que, a juicio del recurrente, ha sido aplicada por el
juzgado emplazado:

Si en la tercera convocatoria no hay postores, a solicitud del ejecutante podrá


adjudicársele directamente el bien, por el precio base de la postura que sirvió
para la última convocatoria, (...).

Asimismo, el recurrente sostiene que si el Banco Internacional del Perú se


presenta como postor no puede adjudicársele en pago el inmueble aludido,

(...) debido a que la adjudicación opera exclusivamente en el caso de que el


remate se frustre, y en el proceso judicial irregular denunciado, existió postor
y el remate se llevó a cabo (no se frustró), motivo por el cual es imposible que
se llevara a cabo una adjudicación en pago.
La adjudicación en pago opera únicamente en el caso que en tercera
convocatoria no haya postores, y a solicitud del ejecutante se le pague la
obligación con el bien objeto de remate. Así lo establece el tercer párrafo del
artículo 742º del Código Procesal Civil vigente a la fecha de la expedición de
la [resolución cuestionada] (...) [Cuaderno 2, f. 34].
12. Por tanto, son plenamente aplicables los argumentos expuestos en el fundamento
5 supra, por lo que, en virtud del artículo 38 del Código Procesal Constitucional, la alegada
alegación de violación del derecho a la motivación de las resoluciones judiciales debe ser
desestimada.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la


Constitución Política del Perú

HA RESUELTO

Declarar INFUNDADO el extremo de la demanda alegando la violación del derecho de


defensa, e IMPROCEDENTE en lo demás.

Publíquese y notifíquese.

SS.

LANDA ARROYO
MESÍA RAMÍREZ
BEAUMONT CALLIRGOS
ETO CRUZ
EXP. N.º 01434-2006-PA/TC
LIMA

FEDERICO ALBIN VEGH

VOTO SINGULAR DEL MAGISTRADO VERGARA GOTELLI

Emito el presente voto que discrepa de algunos argumentos de la ponencia y concluye con la posición de
improcedencia de la demanda.

1. Viene a conocimiento de este Supremo Tribunal el recurso de agravio constitucional


interpuesto por don Federico Albín Vegh, contra la sentencia emitida por la Sala de Derecho
Constitucional y Social de la Corte Suprema de Justicia de la República, que declara
improcedente la demanda de amparo.

2. En el proceso subyacente se cuestiona la Resolución judicial N.° 35 emitida por el


Cuadragésimo Tercer Juzgado Especializado en lo Civil de Lima, la que adjudicó en pago un
inmueble hipotecado al Banco Internacional del Perú en el proceso de Ejecución de garantías
incoado contra Don José Ramón Absolo Andrianzen y otros sobre pago de hipoteca.
Manifiesta el demandante que al efectuarse dicha adjudicación se dejó sin efecto el derecho
de usufructo que se había constituido sobre el referido inmueble, lo que considera vulnera
su derecho al debido proceso; agrega que no se le ha notificado el mandato de ejecución y
que la resolución materia de discusión se fundamenta en una norma derogada, lo que viola
sus derechos de defensa y de exigencia de motivación de las resoluciones jurisdiccionales.

3. Al respecto este Colegiado en jurisprudencia uniforme ha señalado que la sede


constitucional (proceso de amparo) no es una instancia en la que el juez constitucional
pueda evaluar si el juez ordinario ha interpretado y aplicado correctamente una
norma infraconstitucional (legal) con el fin de resolver una controversia que por su
naturaleza debe ser resuelta en sede ordinaria. Se evidencia aquí que en el presente caso el
recurrente lo que pretende es que se varíe la decisión emitida por la judicatura civil de
ejecución de garantías dentro de un proceso de su exclusiva competencia.
4. En lo relacionado a la falta de notificación alegada por el demandante constituye este
argumento un requerimiento de invalidación de actuados por vicios de procedimiento, lo
que debe ser dilucidado dentro del proceso civil que es su cauce natural ya que los vicios
procesales deben ser superados a través de los propios mecanismos que aseguran el debido
proceso en sede ordinaria.

Por estas razones considero que no resulta viable que el Tribunal Constitucional se pronuncie
sobre el fondo de la pretensión, debiendo declararse improcedente la demandan en aplicación
del numeral 1 del artículo 5 del Código Procesal Constitucional.

S.

VERGARA GOTELLI
INTRODUCCIÓN
Vivimos en una cultura de la droga, desde la mañana cuando tomamos cafeína o tefilina, al desayuno,
hasta la noche, en que podemos relajarnos al volver a la casa, con un aperitivo alcohólico, o un inductor
del sueño con un somnífero, recetado por el medico, estamos utilizando diferentes sustancias, que
afectan sobre el Sistema Nervioso Central, para enfrentar estas peripecias de la cotidianeidad. Muchos
además nos activamos a medida que trascurre el día, aspirando nicotina.
Aun cuando las drogas han estado presentes en todas las culturas y en todas las épocas, hoy son más
las personas que consumen drogas, hay más cantidad y hay mas facilidades para conseguirlas.
Cuando se realiza una encuesta y se pregunta por los mayores problemas de la sociedad actual siempre
sale nombrado dentro de los 5 primeros lugares el "problema de drogas". Y cuando se consulta a la gente
el porque de este problema siempre se nombra como un problemas de pobres y marginales. Y hace
mucho tiempo que dejo de ser un problema callejero y de marginales, y esto ocurrió cuando las drogas
fueron el mejor negocio para algunos y la peor desgracia para otros.
El consumo de sustancias es cada vez más permisivo, esto hace creer a las personas "que no sucede
nada si se consume".
La drogadicción y todo lo asociado a hechas es una gran perdida de plata para quienes están en contra,
sobre todo para los estados quienes deben combatirlas desde muchos puntos a la vez.
Para la realización del presente trabajo nos basamos en una metodología de investigación bibliográfica, y
algunas entrevistas que nos sirvieron para darnos cuenta cuan grande es este problema.
El trabajo nos resulto mucho mas extenso de lo que pensábamos en un principio, pero al darnos cuanta
que nos fuimos guiando por el Marco Teórico que nos planteamos o, era ya casi irrisorio reducirlo más, ya
que si lo hubiéramos hecho, este trabajo hubiera terminado como un trabajo de estudiante de colegio y no
de 5 estudiantes universitarias.
La investigación previa al trabajo final, nos resulto muy importante ya que salimos de muchas dudas, y
aprendimos muchas cosas nuevas, además tratamos de que cada parte de trabajo estuviera apoyado y
respaldada por material bibliográfico ya escrito.
Capítulo I
DROGAS
1. ¿Qué son drogas?
Son aquellas sustancias cuyo consumo puede producir dependencia, estimulación
o depresión del sistema nervioso central, o que dan como resultado un trastorno en la función del juicio,
del comportamiento o del ánimo de la persona.
Es toda sustancia capaz de alterar el organismo y su acción psíquica la ejerce sobre la conducta,
la percepción y la conciencia. La dependencia de la droga es el consumo excesivo, persistente
y periódico de toda sustancia tóxica.
El término drogas visto desde un punto de vista estrictamente científico es principio activo, materia prima.
En ese sentido droga puede compararse formalmente dentro de la farmacología y dentro de
la medicina con un fármaco, es decir que droga y fármaco pueden utilizarse como sinónimos. Los
fármacos son un producto químico empleado en el tratamiento o prevención de enfermedades. Los
fármacos pueden elaborarse a partir de plantas, minerales, animales, o mediante síntesis.
Existe una segunda concepción que es de carácter social, según ésta las drogas son sustancias
prohibidas, nocivas para la salud, de las cuales se abusan y que en alguna forma traen un perjuicio
individual y social.
Luego nos queda el problema dónde actúan estas sustancias, ya que todas estas drogas tienen un
elemento básico en el organismo que es el sistema nervioso central el cual es la estructura más delicada
y el más importante que tiene el ser humano, y si estas sustancias actúan sobre
esas estructuras dañándolas, perjudicándolas, indudablemente que van constituir un elemento grave y
peligroso para la colectividad; para la salud individual y lógicamente para la salud pública.

Leer más: http://www.monografias.com/trabajos55/las-drogas-en-peru/las-drogas-en-


peru.shtml#ixzz4v8F8ESd5

1.1 Tipos de drogas según sus efectos


1.1.1 Narcóticos
La palabra narcótico es un vocablo griego que significa "cosa capaz de adormecer y sedar". Esta palabra
se usa con frecuencia para referirse a todo tipo de drogas psico activas, es decir, aquellas que actúan
sobre el psiquismo del individuo, se pueden dividir en:
Opio, opiáceos y sucedáneos sintéticos.
Neurolépticos o tranquilizantes mayores.
Ansiolíticos o tranquilizantes menores.
Somníferos o barbitúricos.
Grandes narcóticos o anestésicos generales.
Es una droga con composiciones y orígenes distintos, que tienen en común su efecto en el organismo,
aunque este se manifieste en manera y de grado diferentes.
1.1.2 Neurolépticos o Tranquilizantes Mayores:
Se trata de sustancias utilizadas para tratar la depresión, las manías y las psicosis, y muchas de ellas se
venden sin prescripción médica en la mayoría de farmacias, entre estas están fenotiazinas, el haloperidol
y la reserpina.
Producen un estado de indiferencia emocional, sin alterar la percepción ni las funciones intelectuales,
sumamente tóxicos, poseen efectos secundarios tales como parkinsonismo, destrucción de células de
la sangre, arritmia cardiaca, anemia, vértigos, entre otros.
1.1.3 Ansiolíticos O Tranquilizantes Menores:
Habitualmente usados para tratar las neurosis, estas drogas constituyen la mitad de todos los
psicofármacos consumidos en el mundo, a pesar de que producen un síndrome de abstinencia muy
grave. En dosis mayores funcionan como hipnóticos o inductores del sueño: algunos se usan como
relajantes musculares.
Producen letárgica, estupor y coma, con relativa facilidad. Al abandonar su consumo pueden aparecer
episodios depresivos, desasosiego o insomnio.
1.1.4 Somníferos O Barbitúricos:
Su uso puede provocar lesiones en el hígado o en los riñones, producir erupciones cutáneas, dolores
articulares, neuralgias, hipotensión, estreñimiento y tendencia al colapso circulatorio.
La intoxicación aguda puede llegar a provocar la muerte. La dependencia física se genera entre las 4 o
las 6 semanas.
1.1.5 Opio Y Sus Derivados:
Con el nombre popular de adormidera o amapola se conoce el fruto del cual se obtiene el opio y sus
derivados. Es un polvo de color tostado. Se extrae de los granos que contiene el fruto y entre sus usos
medicinales se encuentran la supresión del dolor, el control de los espasmos y el uso como antitusígeno.
Entre sus derivados se encuentra la morfina, la heroína, la metadona y la codeína, todos ellos pueden
brindar extraordinarios beneficios terapéuticos si son recetados y controlados por un médico.
Los opiáceos se presentan como polvo para fumar o solución inyectable. Este narcótico produce un
estado de euforia y ensoñación; una sensación de éxtasis que se acorta rápidamente a causa de
la tolerancia, cuyos efectos físicos son:
Epidermis enrojecida
Pupilas contraídas
Náuseas
Decaimiento de la función respiratoria
Pérdida de reflejos
Falta de respuesta a los estímulos
Hipotensión
Desaceleración cardíaca
Convulsiones
Riesgo de muerte
1.1.6 Alucinógenas
Las drogas conocidas como alucinógenos son fármacos que provocan alteraciones psíquicas que afectan
a la percepción. La palabra "alucinógeno" hace referencia a una distorsión en la percepción de visiones,
audiciones y una generación de sensaciones irreales. La alucinación es un síntoma grave de la psicosis
de la mente y su aparición distorsiona el conocimiento y la voluntad.
Los alucinógenos se consideran productos psicodélicos que inhiben los mecanismos de defensa del yo, y
facilitan la distribución de la sensibilidad así como la aparición de imágenes desconcertantes.
1.1.7 Éxtasis O Mdma
La metilendioximetanfetamina (MDMA), normalmente conocida como "éxtasis", "ectasi" o "X-TC", es un
droga sintética sicoactiva con propiedades alucinógenas de gran potencial de emotivo y perturbador
psicológico, con propiedades similares a las anfetaminas. Se asemeja a la estructura de la
metilendioxianfetamina (mda) y de la metanfetamina, otros tipos de drogas sintéticas causante de daños
cerebrales. Durante los años 60 se utilizó con fines terapéuticos dado que según determinados sectores
de la psiquiatría ayudaba a la comunicación y al tratamiento de neurosis fóbicas. El éxtasis produce
efectos psíquicos de gran potencial perturbador. Inicialmente el sujeto experimenta sensaciones de
confianza y excitación, a las que siguen un estado de hiperactividad e incremento en los pensamientos
morbosos. Los efectos del estimulante se diluyen provocando trastornos sicólogos, como
confusión, problemas con el sueño(pesadilla, insomnio), deseo incontenible de consumir nuevamente
droga, depresión, ansiedad grave y paranoia. Estos efectos han sido reportados incluso luego de varias
semanas de consumo. También se han informado casos graves de psicosis. Entre los síntomas físicos
pueden citarse: anorexia, tensión y trastornos musculares similares a los presentes en la enfermedad
de parkinson, bruxismo, náuseas, visión borrosa, desmayo, escalofrío y sudoración excesiva.
1.1.8 Metanfetamina
La persona que usa "Ice" piensa que la droga le proporciona energía instantánea. La realidad es que la
droga acelera el sistema nervioso, haciendo que el cuerpo utilice la energía acumulada.
Los efectos que causa al cuerpo varían de acuerdo a la cantidad de droga utilizada. Entre los síntomas
observados se encuentran los siguientes: lesión nasal cuando la droga es inhalada; sequedad y picor en
la piel; acné; irritación o inflamación; aceleración de la respiración y la presión arterial; lesiones del
hígado, pulmones y riñones; extenuación cuando se acaban los efectos de la droga(necesidad de dormir
por varios días); movimientos bruscos e incontrolados de la cara, cuello, brazos y manos pérdida del
apetito; depresión aguda cuando desaparecen los efectos de la droga.
1.1.9 Cannabis sativa-hachis-marihuana:
El Cannabis Sativa es un arbusto silvestre que crece en zonas templadas y tropicales, con una altura de
seis metros, extrayéndose de su resina el hachís. Su componente más relevante es el delta-9-THC,
conteniendo la planta mas de sesenta componentes relacionados. Se consume preferentemente fumada,
aunque pueden realizarse infusiones con efectos distintos. Un cigarrillo de marihuana puede llegar a
contener 150 mg. de THC, y llegar hasta el doble si contiene aceite de hachís, lo cual puede llevar al
síndrome de abstinencia si se consume de 10 a 20 días. La dependencia se considera primordialmente
psíquica. Los síntomas característicos de la intoxicación son: ansiedad, irritabilidad, temblores, insomnios.
Puede presentarse en distintas modalidades de consumo, sea en hojas que se fuman directamente, en
resina del arbusto o en aceite desprendido de este último. De la modalidad en que se presente la droga
dependerá su denominación: "marihuana" es el nombre de las hojas del cáñamo desmenuzadas, que
después de secarse y ser tratadas pueden fumarse(también es conocida como hierba, marijuana,
mariguana, mota, mafú, pasto, María, monte, moy, café, chocolate, etc.), su efecto es aproximadamente
cinco veces menor que el del hachís.
El nombre hachís (también conocido como hashis) deriva de los terribles asesinos (hashiscins) árabes,
que combatieran en las cruzadas en los años 1090 y 1256. El hachís se obtiene de la inflorescencia del
cáñamo hembra, sustancia resinosa que se presenta en forma de láminas compactas con un
característico olor.
Durante los años sesenta comienza el consumo casi masivo de la marihuana así como de otras
alucinógenas como el peyote, el LSD, etc.
A pesar de ser una sustancia ilegal, su consumo sigue en aumento.
La marihuana común contiene un promedio de 3% de THC, pudiendo alcanzar el 5,5 %. La resina tiene
desde 7,5 % llegando hasta 24%. El hachís(resina gomosa de las flores de las plantas hembras) tiene un
promedio de 3.6%, pero puede a tener 28%. El aceite de hachís, un líquido resinoso y espeso que se
destila del hachís, tiene un promedio de 16% de THC, pero puede llegar a tener 43%.
El THC afecta a las células del cerebro encargadas de la memoria. Eso hace que la persona tenga
dificultad en recordar eventos recientes (como lo que sucedió hace algunos minutos), y hace difícil que
pueda aprender mientras se encuentra bajo la influencia de la droga.
Estimulantes
Tradicionalmente usados para combatir la fatiga, el hambre y el desánimo, los estimulantes provocan una
mayor resistencia física transitoria gracias a la activación directa del sistema nervioso central.
Capítulo II
CAUSAS
Las razones por las que la mayoría se inicia en el consumo son más sencillas de entender. A continuación
se revisan algunas de ellas.
1.-LA CURIOSIDAD:
Quizás se trata de la razón más frecuente, la curiosidad, esto es, el querer saber qué es lo que se siente
al consumirlas ya que hay tanta información errónea o distorsionada sobre el alcohol y sobre las drogas y
también existe tanta desinformación que algunas personas, especialmente adolescentes (hombres y
mujeres) desean saber qué les puede pasar si las pruebas y aceptan hacerlo desconociendo tanto los
efectos inmediatos como las consecuencias a corto o mediano plazos (las consecuencias a largo plazo
son pocas y fáciles de entender: Daños irreversibles en la salud, locura y/o la muerte).
2. LA PRESIÓN DE LOS "PARES"(conocidos o amigos del barrio):
En ocasiones es muy importante sentirse aceptado en un grupo de amigos de la escuela o del barrio y por
desgracia en algunas de esas camarillas o pandillas se ha puesto de moda el consumir bebidas
alcohólicas sin control alguno o también el ingerir alguna droga ilegal o algún medicamento de los que
requieren receta médica especial pero que se consiguen de otras maneras.
Para pertenecer a estos grupos o para permanecer en ellos hay que hacer lo que los demás hacen y
algunas personas tienen gran necesidad de pertenencia por lo que aceptan lo que les pidan aún y cuando
saben que se están arriesgando a sufrir algunas consecuencias negativas. A esta presión de los pares es
difícil contrarrestarla con regaños o "sermones" o señalando las terribles consecuencias del consumo de
drogas. Existen otras maneras más efectivas.
3 LA NECESIDAD DE IMITAR A OTROS:
Cuando una persona quiere conseguir su propio y personal estilo de ser y de actuar, primero trata de
imitar a sus semejantes que admira o que le agrada cómo se comportan y después adquiere para sí
mismo algo de esos estilos de ser, convirtiéndolos en parte de su personalidad. Muchas personas se
inician en el abuso del alcohol o de drogas por imitación, porque han visto que otros lo hacen y,
aparentemente, no les ha pasado nada malo, al contrario, parece ser que son exitosos y esto último invita
a seguir su ejemplo. Este fenómeno, el de la necesidad de imitar a alguien especial, es algo natural que
se presenta en algunas etapas de la vida, sobre todo durante la pubertad y la adolescencia. El problema
reside en el hecho de querer imitar a alguien que consume alcohol o droga.
4 ALIVIO DE DOLENCIAS:
Por el efecto obtenido (alivio o disminución del dolor físico o emocional, evitar el cansancio, el hambre o
las tensiones) prescrito por algún médico durante un tiempo limitado y que la persona usuaria en cuestión
decide continuar con el uso bajo su propio riesgo. En muchas ocasiones estos medicamentos se obtienen
en el "mercado negro" o también utilizando falsos recetarios.
Capítulo III
CONSECUENCIAS
En principio, las drogas se perciben con una imagen positiva y favorable que atrae a jóvenes y mayores.
Sin embargo, esa cara desaparece rápidamente, y las drogas empiezan a mostrarse tal y como son:
dolor, problemas, infelicidad y múltiples trastornos.
Las drogas generalmente crean dependencia tanto física como psicológica y hacen vivir a quién las
consume, en un mundo totalmente falso, en donde se sufre degradación física, mental, emocional y
finalmente puede llegar a ocasionarle la muerte.
Las reacciones negativas asociadas a las adicciones, afectan en diferentes aspectos la vida de la
persona, tales como:
1. Relaciones personales
Las relaciones con la familia, amigos o pareja se alteran, aparecen discusiones frecuentes, la
comunicación se interrumpe, hay pérdida de confianza y alejamiento.
2. Trabajo
Frecuentemente se manifiesta baja productividad y deterioro de la calidad del trabajo o la pérdida del
mismo.
3. Economía
El destinar la mayor parte del dinero a comprar drogas, genera endeudamiento.
4. Salud psíquica
Es posible la aparición de una amplia gama de trastornos psicológicos, estados de ánimo negativos e
irritabilidad, actividades defensivas, pérdida de autoestima e intenso sentimiento de culpa, así como
alucinaciones visuales y auditivas, disminución de la capacidad intelectual, lenguaje confuso, y la
destrucción de neuronas.
5.- Conducta: La droga se vuelve casi lo más importante, los adictos se tornan egoístas y egocéntricos
(no les importa nada más que ellos mismo).
6.- Salud física: Se presentan trastornos del apetito, úlceras, insomnio, fatiga y
otras enfermedades provocadas por el consumo de drogas como son: taquicardia, conjuntivitis, atrofia
cerebral, temblores y convulsiones.
7.- Tolerancia : La droga produce tolerancia física, por lo que es necesario ir aumentando la cantidad de
dosis consumida para experimentar los mismos efectos.
8.- Obsesión : El adicto a menudo no puede pensar en otra cosa que no sea en la droga, el modo de
conseguirla, el tiempo en obtenerla, etc.
9.- Negación : A medida que los adictos empiezan a acumular problemas (en el trabajo, en el hogar o
socialmente) inevitablemente comienzan a negar dos cosas: Que la droga constituya un problema que no
pueden controlar, y que los efectos negativos en sus vidas tengan alguna conexión con el uso de la
droga.
Muchas veces el adicto piensa que el día que él quiera podrá dejar las drogas, que es cuestión de
proponérselo y ya; pero lamentablemente no es así.
Capítulo IV
PREVENCIÓN
4. LA FAMILIA Y EL ROL PREVENTIVO
Los padres ejercen un rol preventivo con los hijos, o sea actúan antes de que aparezca el problema, al:
 FOMENTAR LA IMAGEN PERSONAL POSITIVA:

Si el niño se siente valorado y amado por sus padres y recibe de ellos mensajes de valoración, se
sentirá seguro de sí mismo. Para eso es importante:
1. Reconocer que cada hijo es único; aprender a conocerlo y aceptarlo tal como es.
2.
3. Asegurarse que se siente querido y demostrarle cariño permanente a través del contacto físico y
verbal.
4. Confiar en él y demostrárselo.
5. Estar disponible para escucharlo y compartir pequeños momentos.
6. Respetar su privacidad.
7. Ayudarle a que tenga éxito en las cosas que emprende y a enfrentar fracasos y errores.

 AYUDARLES A MADURAR:
1.
2. Promover la toma de decisiones responsable.
3. Darles tareas y responsabilidades, no hacer las cosas en lugar de ellos.
4. Promover la autonomía, manteniendo el cariño y los límites.
5. Tener una actitud abierta, flexible y de apoyo frente a los cambios de la edad.

 ENSEÑARLES AUTOCONTROL:

Los padres pueden ayudar a sus hijos a manejar y expresar adecuadamente sus emociones (pena,
ansiedad, rabia, frustración, etc.) siendo modelo y ejemplo de conducta: frente a situaciones
problemáticas o conflictos, no perdiendo el control, mostrando serenidad, reflexionando, buscando
alternativas de expresión.
 ESTABLECER LIMITES Y NORMAS CLARAS Y RESPETABLES:

Las normas y límites son importantes porque estructuran a los hijos, les ayudan a tener las cosas más
claras, a saber lo que hay que hacer y lo que no. Esto le da seguridad. Por esto los límites se van
adecuando a la etapa de desarrollo de los hijos, de menor a mayor autonomía.
 FOMENTAR LA COMUNICACIÓN AL INTERIOR DE LA FAMILIA:

1.
2. Respetar sus opiniones.
3. Corregir sin descalificar, ridiculizar, sermonear o comparar.
4. Ser leal.
5. Reconocer nuestros errores.
6. Expresarle nuestros sentimientos.
7. Buscar conciliar sus necesidades con las nuestras.
8. Promover un clima de creatividad y humor.
9. Aceptar rebeldía y críticas como parte del proceso de desarrollo.
10. Promover el uso del tiempo libre en familia.

CONCLUSIONES
 Aunque pensemos que las drogas están muy lejos de ser nuestra realidad, o parte de nuestras vidas, la
verdad es que están muy cerca, pero todo depende de lo que nosotros decidamos hacer con nuestra vida
y salud.
 Hay que valorarnos y querernos y pensar que no necesitamos de drogas para poder solucionar nuestros
problemas.
 Las drogas son demasiado dañinas ,nos puede conducir hasta al muerte ya que la persona se vuelve
adicta y quiere consumir mas cada día.
 Como parte de la sociedad, debemos colaborar y ayudar a la prevención, ya que no es necesario estar
directamente involucrado en este problema para poder ayudar.

BIBLIOGRAFÍA
1.-
2.- www.alatvista.com
3.- Tratamiento y Rehabilitación de la Juventud con Problemas de Consumo de Drogas (Janet C.
Currie, Nancy Poole, Susana Jani, Joanne Myers)
4.- Drogas de Síntesis

Coronado Valentin
Carolina Cadine
ASIGNATURA : MTU
PROFESORA : ZARATE CARDENAS

Partes: 1, 2

Leer más: http://www.monografias.com/trabajos55/las-drogas-en-peru/las-drogas-en-


peru2.shtml#ixzz4v8FN4HcJ

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