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ASUNTO
ANTECEDENTES
FUNDAMENTOS
Supuesta vulneración del derecho de defensa
3. Respecto al contenido del derecho de defensa, este Tribunal tiene dicho que “(...) el
derecho de defensa garantiza que una persona sometida a un proceso judicial no quede
en estado de indefensión por actos u omisiones que sean imputables directa e
inmediatamente al órgano jurisdiccional” (STC 6149-2006-AA, fundamento 29).
Igualmente, ha señalado que “El derecho a no quedar en estado de indefensión se
conculca cuando los titulares de derechos e intereses legítimos se ven impedidos de
ejercer los medios legales suficientes para su defensa (...)” (STC 0582-2006-AA,
fundamento 3). Así pues, el derecho de defensa garantiza, en el ámbito de un proceso
judicial, que un justiciable pueda ejercer los medios de defensa que correspondan a
fin de contradecir los argumentos de la otra parte o, en su caso, las resoluciones del
juez. Precisamente por ello, este Tribunal ha señalado la relevancia constitucional del
acto procesal de notificación, pues éste constituye un presupuesto para el ejercicio del
derecho de defensa. No obstante, también ha advertido que no cualquier irregularidad
en el acto de notificación constituye, per se, una violación del derecho de defensa, de
modo que la determinación de su lesión es un asunto que habrá de evaluarse en cada
caso concreto.
4. En el caso de autos el Tribunal observa que si bien el recurrente no fue notificado, sin
embargo, tomó conocimiento de la resolución 51 a través de otros medios, solicitando
luego su intervención litisconsorcial ante el juez diligenciado para la ejecución, en
lugar de hacerlo ante el juez de la causa, como era pertinente. Por tanto, en la medida
que el recurrente sí tuvo la posibilidad de hacer ejercicio de su derecho de defensa, el
Tribunal considera que el acto reclamado no afecta el contenido constitucionalmente
protegido del derecho de defensa, por lo que en este extremo corresponde aplicar el
artículo 38 del Código Procesal Constitucional.
Supuesta violación del derecho a no ser desviado del procedimiento preestablecido por
la ley
Dicho derecho –ha sostenido el Tribunal– no garantiza que se respeten todas y cada
una de las disposiciones de la ley procesal, de modo que una trasgresión de éstas,
genere automáticamente la violación del derecho. En la STC 2928-2002-HC/TC, en
efecto, se precisó que éste "no protege al sometido a un procedimiento por cualquier
transgresión de ese procedimiento, sino sólo vela porque las normas de procedimiento
con las que se inició su investigación, no sean alteradas o modificadas con
posterioridad" (fundamento 3).
Ciertamente el ámbito constitucionalmente garantizado de este derecho no se orienta
a impedir que, en abstracto, el legislador pueda modificar o alterar las reglas que
regulan la realización del proceso judicial. La discrecionalidad legislativa con la que
cuenta el Congreso de la República para diseñar, en lo que aquí interesa, los procesos
judiciales ordinarios, no tiene más límites que el modelo constitucional del proceso y
el respeto de los derechos fundamentales procesales que se hayan reconocido en la
Constitución. De modo que, no existiendo un derecho a la petrificación de las reglas a
las que está sometido un procedimiento judicial, la garantía que éste ofrece es que de
producirse una modificación del procedimiento judicial, su aplicación no devenga en
arbitraria.
10. Sobre el particular el Tribunal recuerda que conforme a su jurisprudencia, si bien los
jueces tienen el deber constitucionalmente establecido de motivar debidamente sus
resoluciones, pues la falta o la deficiencia de ésta puede generar una violación del
derecho de defensa, sin embargo, ni la Constitución ni el derecho a la motivación de
las resoluciones judiciales garantiza que los juzgadores resuelvan los casos de acuerdo
a las interpretaciones que se efectúen acerca de la ley.
11. En el caso de autos, el recurrente cuestiona que los jueces hayan comprendido como
“gravamen” a un usufructo que constituye una “carga”, institución distinta al
gravamen. Respecto a esto este Colegiado debe precisar que: 1) de las resoluciones
cuestionadas, no se advierte que, efectivamente, el juez demandado haya realizado
semejante equiparación y menos aún, que de esta consideración se haya seguido la
cancelación de la inscripción; y, 2) se advierte que lo que el recurrente en realidad
pretende cuestionar es la interpretación de las normas legales que ha llevado al
juzgador a la consideración de que el asiento debía ser cancelado. Como ya quedó
dicho, el amparo no es la vía idónea, si acaso existiese alguna, para interponer
semejante pretensión; por lo que también a este extremo de la pretensión es de
aplicación el artículo 38 del Código Procesal Constitucional.
13. Por su parte la juez demandada sostiene, sin negar el derecho a contratar que el
ordenamiento reconoce al recurrente, que “Todo derecho real debe ser inscrito para
gozar del derecho de protección frente a terceros se inscribe; existiendo ya el bien
hipotecado, con anterioridad, con conocimiento pleno de la existencia de una
hipoteca, que se encontraba en ejecución, realizó el contrato de usufructo” (punto 7
del escrito de contestación). De ello se advierte que la juez emplazada considera que
el derecho a la libertad contractual no ha sido violado, pues dicho derecho no garantiza
el que un derecho real no inscrito pueda ser oponible a un tercero, que sí cuenta con
un derecho previamente inscrito.
Respecto al papel del Estado en la economía este Tribunal tiene dicho que “Dentro de
ese marco, nuestro régimen económico, según el artículo 58° de la Constitución, se
ejerce dentro de una economía social de mercado. Esta es representativa de los valores
constitucionales de la libertad y la justicia, y, por ende, es compatible con los
fundamentos axiológicos y teleológicos que inspiran a un Estado Social y
Democrático de Derecho. En ésta imperan los principios de libertad y promoción de
la igualdad material dentro de un orden democrático garantizado por el Estado. De
manera que, dado el carácter “social” del modelo económico establecido en la
Constitución vigente, el Estado no puede permanecer indiferente a las actividades
económicas, lo que en modo alguno supone la posibilidad de interferir arbitaria e
injustificadamente en el ámbito de libertad reservado a los agentes económicos.
Más aún, lo hasta aquí expuesto (...) resulta a su vez concordante con el principio de
subsidiariedad del Estado. En efecto, conforme se señaló en el fundamento 19 de la
STC N.° 0008-2003-AI/TC, la subsidiariedad en el plano horizontal supone que la
relación existente entre el Estado y la ciudadanía se desarrolle en el marco del respeto
a la autonomía y la libre determinación de los individuos, reduciéndose la
intervención pública a lo esencial” (STC 0034-2004-AI, fundamentos 19 a 21).
16. Es en este contexto que este Tribunal ha tenido la oportunidad de señalar que el
derecho a la libre contratación “(...) garantiza, prima facie: a) Autodeterminación para
decidir la celebración de un contrato, así como la potestad de elegir al co-celebrante;
y b) Autodeterminación para decidir, de común acuerdo, la materia objeto de
regulación contractual”. (STC 0008-2003-AI, fundamento 26).
Estas garantías, como se puede advertir, están referidas a la consideración del contrato
como un momento estático que agota sus efectos e implicancias con su sola
celebración. No obstante, los contratos constituyen una relación de cooperación, que
deviene en el tiempo generando derechos y obligaciones para las partes, con
subsecuentes posibilidades de injerencias externas que hagan imposible o irrealizable
su contenido, de modo que su ámbito protegido también se extiende para garantizar
respecto de aquellas injerencias externas que no cuenten con justificación
constitucional. En consecuencia, además de garantizar el “con quién, cómo y cuándo”;
también resulta imperativo garantizar que la posibilidad del propio cumplimiento de
lo pactado no se vea frustrada por una injerencia externa que pueda considerarse de
arbitraria. En los términos del artículo 62 de la Constitución, “La libertad de contratar
garantiza que las partes pueden pactar válidamente según las normas vigentes al
tiempo del contrato. Los términos contractuales no pueden ser modificados por leyes
u otras disposiciones de cualquier clase. Los conflictos derivados de la relación
contractual sólo se pueden relacionar en la vía arbitral o en la judicial, según los
mecanismos de protección previstos en el contrato o contemplados en la ley”.
17. Por otro lado, como sucede con otros derechos fundamentales, la libertad contractual
también se encuentra sujeta a límites. Este Tribunal ya ha tenido oportunidad de
pronunciarse respecto a los límites de la libertad de contratación en anteriores
oportunidades. En efecto, ha precisado que “Así las cosas, el orden público al que
hace alusión el artículo 2º, inciso 14, de la Constitución hace explícita la carga
institucional de todo derecho fundamental que da lugar a que la libertad de
contratación no pueda ser apreciada como una isla oponible a costa de la
desprotección de otros derechos fundamentales. Por ello, en criterio de este Tribunal,
en un Estado social y democrático de derecho (artículo 43º de la Constitución), el
orden público y el bien común se encuentran instituidos en el propio contenido
protegido del derecho fundamental a la libre contratación, actuando sobre él, cuando
menos, en una doble perspectiva: prohibitiva y promotora. Prohibitiva en el sentido
de que, como quedó dicho, ningún pacto contractual puede oponerse al contenido
protegido de otros derechos fundamentales. Y promotora en cuanto cabe que el
Estado exija a la persona la celebración de determinados contratos, siempre que, de
un lado, no se afecte el contenido esencial del derecho a la libertad de contratación
y, de otro, se tenga por objeto conceder debida protección a otros derechos
fundamentales” (STC 2736-2004-AA, fundamento 11).
Dentro de esos límites no está ausente una serie de circunstancias bajo las cuales se
efectúa la contratación. A este conocimiento de ciertos hechos fácticos se suma que
los contratos también se suscriben asumiendo una serie de “hechos jurídicos”; es
decir, la creación, validez y eficacia de los contratos se sujeta a lo establecido en el
ordenamiento. Aunque parezca demasiado obvio, la libertad de contratar, así como
cualquier otra libertad, se encuentra circunscrita a las potencialidades o posibilidades
de cada persona, en un tiempo y lugar dado.
18. En este contexto, más allá de si por su naturaleza es posible diferenciar entre los
derechos reales y personales, o si, en el fondo, ambas comportan la misma facultad
de exigir un determinado comportamiento por parte de terceras personas, lo cierto del
caso es que el diferente grado de oponibilidad de uno u otro derecho, se basa más en
la publicidad de los mismos que en su distinta naturaleza[5].
HA RESUELTO
Publíquese y notifíquese.
SS.
LANDA ARROYO
MESÍA RAMÍREZ
VERGARA GOTELLI
BEAUMONT CALLIRGOS
ETO CRUZ
ÁLVAREZ MIRANDA
[1]
DÍEZ-PICAZO Y PONCE DE LEÓN, Luis. “Contrato y libertad contractual”. En: THEMIS -Revista de
Derecho, 49. 2004. p. 13.
[2]
Ídem. p. 12.
[3]
POSNER, Eric A.,“ Economic Analysis of Contract Law After Three Decadas: Success or Failure?”,
en Yale Law Journal 112. Número 4. 2003. p. 865.
[4]
SUNSTEIN, Cass. “On Property and Constitutionalism”, en University of Chicago Law School. Law and
Economics Working Paper 3 (serie2). 1991.
[5]
Ver: DÍEZ-PICAZO, Luis. Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial I: Introducción a la Teoría del
Contrato. Madrid: Civitas. Quinta edición. 1996. Y, en sede nacional: BULLARD, Alfredo. El derecho
civil peruano: perspectiva y problemas actuales. Lima: PUCP. 1993.
LIMA
PONTIFICIA UNIVERSIDAD
(PUCP)
ASUNTO
ANTECEDENTES
a) Demanda
Con fecha 6 de marzo de 2007, la Pontificia Universidad Católica del Perú (en adelante, la
PUCP), interpone demanda de amparo contra don Walter Arturo Muñoz Cho, en su calidad de
miembro de la Junta Administradora de la herencia de don José de la Riva Agüero y Osma,
solicitando que:
Refiere que los testamentos de don José de la Riva Agüero y Osma instituyeron como heredera de sus bienes a la PUCP.
Así, en la cláusula décima séptima del testamento del 3 de diciembre de 1933, se dispuso que la Universidad adquiere el
usufructo de los bienes por 20 años, tiempo durante el cual la Junta Administradora administraba y le entregaba los
rendimientos a la heredera, por lo que al vencer el plazo y estando a que la Universidad siguió existiendo, adquirió la propiedad
absoluta debiendo la Junta entregarle los bienes que administraba. Siendo que dicha situación fue reconocida expresamente
por la propia Junta en su acuerdo del 13 de julio de 1994, la misma que ahora el demandado intenta desconocer mediante las
cartas de fechas 15 de febrero y 1 de marzo de 2007, pues se atribuye el derecho a participar en la administración de los bienes,
lo cual afecta su derecho de propiedad.
Asimismo, señala que la pretensión del emplazado de revisar el acuerdo del 13 de julio de
1994, retomando una discusión agotada sobre la administración de los bienes de la PUCP,
constituye una amenaza, contra su derecho constitucional a la inmutabilidad de los acuerdos.
Finalmente, agrega que el comportamiento del emplazado vulnera su autonomía universitaria,
pues plantea una agenda en la que incluye la revisión de los actos de administración y
disposición de sus bienes.
b) Contestación de la demanda
De otra parte, refiere que en el acuerdo del 13 de julio de 1994, ambos miembros de la
Junta Administradora se excedieron en sus facultades, por cuanto la cláusula quinta del
testamento de 1938 le otorgó a la Junta Administradora la calidad de perpetua e insustituible y
porque lo acordado directamente contraviene lo dispuesto por el testador, al sustituir a dicha
Junta por la Universidad en la administración exclusiva del legado, que es competencia
solamente de la primera y obvio, no de la segunda.
FUNDAMENTOS
1. Teniendo presente los alegatos expuestos por las partes, este Tribunal considera que para
dilucidar las pretensiones planteadas, previamente, resulta imperioso realizar algunas
precisiones en torno a la procedencia de la demanda.
2. En el año 2007, la PUCP inició un proceso constitucional de amparo, contra don Walter
Arturo Muñoz Cho, acumulando los dos siguientes petitorios:
Como fundamento jurídico de sus dos petitorios, la PUCP sostuvo que el demandado estaba
violando sus derechos constitucionales de propiedad, a la autonomía universitaria y a la
inmutabilidad de los acuerdos (reconocidos en los artículos 2º, incisos 14 y 16; 18º, 62º y
70º de la Constitución.
a. La carta de fecha 15 de febrero de 2007, obrante a fojas 17, remitida por el emplazado
al Rector de la PUCP, solicitándole que convoque a sesión a la Junta Administradora de
la herencia de don José de la Riva Agüero y Osma, para tratar, entre otros, los siguientes
temas:
Revisión del acuerdo adoptado por la Junta Administradora con fecha 13 de julio de
1994.
Revisión del cumplimiento de mandas y encargos de don José de la Riva Agüero y
Osma.
b. La carta de fecha 1 de marzo de 2007, obrante de fojas 20 a 21, remitida también por el
emplazado al Rector de la PUCP, en la que le reitera que convoque a sesión a la Junta
Administradora, para tratar, entre otros, los siguientes temas:
Asimismo, refiere que la Junta Administradora fue creada por don José de la Riva Agüero y
Osma para el sostenimiento de la PUCP durante la vigencia del usufructo, antes de que
adquiriese la propiedad absoluta de sus bienes, y para el cumplimiento de sus encargos,
legados y mandas perpetuas, y que el 25 de octubre de 1964 al haberse cumplido veinte
años del fallecimiento de don José de la Riva Agüero y Osma y seguir existiendo la PUCP, se
cumplió la condición prevista en la cláusula décimo séptima de la parte cerrada del
testamento del 3 de diciembre de 1933, razón por la cual la PUCPadquirió la propiedad
absoluta de los bienes de la herencia.
9. De otra parte, el emplazado manifiesta que el contenido de las cartas transcritas no vulnera
los derechos constitucionales alegados por la PUCP, toda vez que en la cláusula quinta del
testamento ológrafo del 1 de setiembre de 1938, don José de la Riva Agüero y Osma creó
a la Junta Administradora de sus bienes con carácter perpetuo e insustituible, razón por la
cual lo solicitado en las cartas mencionadas constituye una manifestación del ejercicio
regular de sus prerrogativas como miembro de la Junta Administradora.
10. De allí que corresponda realizar una interpretación de la voluntad testamentaria de don José
de la Riva Agüero y Osma con relación a la Junta Administradora, a la luz de los derechos
fundamentales que puedan encontrarse comprometidos.
11. Según el artículo 2º, inciso 16), de la Constitución “se reconoce el derecho a la propiedad y
a la herencia”. Comencemos por afirmar, que por herencia se debe entender en el precepto
constitucional la entera consideración del Derecho Sucesorio a causa de muerte. Añadamos
que, prima facie, la garantía de la herencia se formula conjunta y unitariamente con la de la
propiedad: conjunción y unidad que determina la función social que delimita el ejercicio de
estos derechos.
13. Partamos por establecer si algo demuestra el estudio de las instituciones fundamentales del
Derecho Civil es su intrínseca politicidad, en cuanto conformadoras de la sociedad de
manera estrecha y con largo alcance en el tiempo. Para conformación a partir y desde la
Constitución, el Derecho Sucesorio debe encontrarse acorde con las instituciones y valores
en materia de organización económica y social; enfocarlo de modo contrario implicaría
soslayar su esencia, pues el Estado puede obrar por vía de limitación o de imposición de
deberes o cargas para que sus disposiciones puedan desenvolverse en el sentido que al
interés público convenga.
Ello es así atendiendo a que confluyen una serie de intereses merecedores de una tutela
especial. Así, en el orden individual patrimonial se tiene el correspondiente al titular
fallecido, y a su posibilidad de determinar más allá de la muerte el destino de sus bienes; de
orden familiar, respecto a la distribución del patrimonio del fallecido; y los de orden
colectivo en el mantenimiento del orden público constitucional (confiabilidad del régimen
testamentario, satisfacción de las deudas del causante y exacción del impuesto sucesorio).
14. Como tal, el legislador puede regular el Derecho Sucesorio contenido en las normas civiles
de acuerdo con los principios esenciales del ordenamiento y las estructuras constitucionales
fundamentales. Significa ello que tiene que extraer de la regulación de la herencia qué
determinaciones son esenciales, y cuáles, en cambio, son más bien detalles técnico jurídicos,
y por consiguiente, no esenciales. La decisión acerca de qué reglas fundamentales del
Derecho Sucesorio moderno gozan de un aseguramiento constitucional tiene que ser
tomada con utilización, por un lado, de un estricto contexto valorativo de la institución
sucesoria, y por otro, en referencia a la garantía constitucional de otras instituciones del
Derecho Privado: son éstas, en esencia, la propiedad privada.
15. Así, corresponde establecer que la naturaleza de las cláusulas testamentarias mantiene una
relación unívoca con el contenido mismo del derecho de propiedad. Cuando nuestra
Constitución garantiza la inviolabilidad de la propiedad privada y señala que debe ser
ejercida en armonía con el bien común y dentro de los límites legales, no hace más que
referirse a esa función social que el propio derecho de propiedad comprende, integra e
incorpora, en su contenido esencial.
16. Esta función social explica la doble dimensión del derecho de propiedad y determina que,
además del compromiso del Estado de proteger la propiedad privada y las actuaciones
legítimas que de ella se deriven, tales como las facultades testamentarias, pueda exigir
también un conjunto de deberes y obligaciones concernientes a su ejercicio, en atención a
los intereses colectivos de la Nación. De allí, que el bien común y el interés general sean
principios componentes de la función social de la propiedad y de la herencia.
17. En este punto, cabe preguntarnos por la naturaleza jurídica que se le otorga a la herencia.
Es posible establecer, en principio, que ella queda delimitada en el plano de lo abstracto y
general como una garantía institucional, cuya formación jurídica, viene determinada en
buena parte por las normas que en cada momento la regulan y la aplicación que de las
mismas se hace; y, en el concreto, como derecho subjetivo, un derecho que tiene sustento
constitucional directo, cuando la Constitución ha reconocido, explícita o implícitamente, un
marco de referencia que delimita nominalmente el bien jurídico susceptible de protección.
Es decir, se trata de una garantía institucional que funda un derecho subjetivo, en tanto,
existe un baremo de delimitación de ese marco garantista que transita desde la delimitación
más abierta a la más precisa.
20. Este Tribunal considera que quien recibe un bien sujeto a un cargo no puede sentirse
despojado o amenazado en su derecho constitucional a la propiedad porque se quiera hacer
cumplir el cargo, por cuanto su propiedad soporta esta modalidad del negocio jurídico
testamentario que le ha sido impuesta, precisamente, por quien sin estar obligado
legalmente a ello, decidió dejarle en herencia los bienes. No obstante, corresponderá
determinar infra, cuál es la naturaleza y los alcances exactos de dicho cargo. Veamos:
III. Los contrastes entre el Testamento de 1933 y el Testamento de 1938. Una de las partes,
constituida por la PUCP –a través de ingeniosos argumentos–, a partir de 1994, viene
sosteniendo que, aquello que se estipuló en el testamento de 1933, debe primar sobre
lo que constituyó la última voluntad del testador, es decir, sobre lo que Riva Agüero
determinó en 1938, mientras que la posición de la otra parte sostiene que el testamento
posterior modificó al primero.
Y en esta materia debe señalarse algo de sumo interés: La PUCP registró a su nombre
la propiedad de los bienes heredados antes del plazo estipulado en el Testamento de
1933, toda vez que se consideró que el testamento de 1938 lo había modificado. En
efecto, si la PUCP hubiese respetado el testamento de 1933 recién hubiere pedido el
registro de la propiedad de la Herencia RivaAgüero en octubre de 1964 o fecha
posterior, pues el causante falleció el 25 de octubre de 1944 y los 20 años recién se
hubiesen cumplido por aquel entonces. No fue así. Lo hizo en Diciembre de 1957,
consciente de que el Testamento de 1938 modificó la voluntad contenida en el
Testamento de 1933. Y en todo caso, además, sea desde 1957 o 1964, lo cierto y
definitivo es que la Junta Administradora, conforme veremos más adelante, continuó
ejerciendo las funciones encomendadas por el testador por 30 años o más, pues las
mantuvo firme e ininterrumpidamente hasta 1994.
Y agrega que:
ella ni siquiera el poder que tenía el dominus romano. El Estado interviene tanto
función social, o sea que ella no solo concede derechos sino que impone también
racionalmente”.
Pero al margen de esta apreciación, debe tenerse en cuenta que los miembros de la
Junta (que “será al propio tiempo la de mi albaceazgo mancomunado, por
indeterminado plazo”, dice el testamento) faculta a sus integrantes en su condición
de albaceas a exigir ante quien hubiere incumplido e impedido que se cumpla la
voluntad del causante. Y este derecho de exigir no está sujeto a plazo de
“prescripción” o condición de naturaleza alguna, materia que está regida por
precisos artículos del Código Civil, tanto del vigente al tiempo de la dación del
testamento (1936, art. 742º) como del actual (art. 797º).
Sostiene también la Universidad Católica que: “El Código Civil de 1936 no contenía
normas sobre interpretación de actos jurídicos en general, ni sobre testamentos en
particular, pero es evidente que los testamentos expresan la voluntad del testador. Por
tanto, cualquier esfuerzo interpretativo debe estar dirigido a desentrañar la voluntad
del causante…”. Y más adelante continúa:
Para la PUCP, las dos cláusulas coexisten. Y en tanto que inicialmente la Universidad no
adquiría los bienes inmediatamente, entonces “las decisiones sobre la propiedad
correspondían a la Junta Administradora”, pero una vez que se cumpliera el plazo del
usufructo, y se convertía en dueña, la propiedad absoluta “no puede convivir con la
administración de personas distintas al dueño”. Y al preguntarse “por qué Riva Agüero
dispuso que la Junta Administradora era perpetua?”, la Universidad encuentra que tal
perpetuidad, como albacea que era la Junta, debía sólo alcanzar:
fiestas de San Ignacio Mártir y San Francisco Javier (cláusulas tercera y cuarta
De otro lado, y de la misma manera en que una ley posterior puede modificar
parcialmente una anterior, modificación que puede ser de adición o de supresión, sobre
todo o parte de alguna cláusula o contenido, tal raciocinio también impera de manera
límpida en los testamentos sucesivos.
En atención a lo anterior se tiene que, si bien Riva Agüero instituyó por heredera
principal de sus bienes, en su testamento de 1933, a la Universidad Católica, bajo ciertas
condiciones de temporalidad relativas al usufructo inicial de los bienes y posterior
entrega en propiedad de los mismos, no es menos cierto que en su testamento de 1938,
el testador modifica el de 1933. Pero esta modificación no altera la entrega en propiedad
de sus bienes a la referida universidad, la modificación se origina o se crea a través de
un nuevo elemento que aparece en calidad de adición: el testador impone la obligación
consistente en disponer, con legítimo e incuestionable derecho, de que sea una Junta
Administradora insustituible la que, con carácter de perpetuidad, administre los bienes
que son de propiedad y para beneficio y sostenimiento de la heredera: la Universidad
Católica del Perú.
La PUCP ha abandonado y obviado lo estipulado por Riva Agüero con su puño y letra y
con sus propias palabras, al afirmar que:
Del texto trascrito fluye, de otro lado, que el testador, a través de su legado, desea
proteger a futuro y evitar su colapso o desaparición en el tiempo, respecto a dos
cuestiones que para el testador resultan de capital importancia. Por un lado, que la
Universidad como su heredera, a través de sus bienes legados, pueda tener la suficiente
capacidad para sostenerse. Y ello así se entiende cuando el testador refiere que: “Para
el sostenimiento de la Universidad Católica de Lima…”. La segunda cuestión que el
testador desea mantener ininterrumpidamente en el tiempo, y evitar su desaparición,
son una serie de encargos y mandas de contenido o vinculación religiosa, dada su
eminente y arraigada fe católica: encargo de unas misas, donaciones para celebraciones
religiosas, etc. Pero es de advertirse que, entre una y las otras (las actividades para el
sostenimiento de la universidad, como también los encargos de corte religioso), el
testador las une de manera indisoluble, al disponer que una y otras sean materia de
administración de la Junta. Dice el testador:
Se ha indicado que, para conocer la auténtica voluntad del testador, la doctrina universal
establece que la intención del causante, en primer lugar, debe extraerse del documento
mismo, de su literalidad, bajo una interpretación razonable y no forzada de sus términos
y advirtiendo la armonía y correlación entre todas sus cláusulas. Y si en el camino de
este procedimiento de interpretación no se hallare contradicciones o dudas, la
interpretación de la voluntad del causante queda confirmada y el ejercicio concluye allí.
a) Del texto llano y literal de los testamentos de Riva Agüero, no fluye cualquier
elemento contradictorio y menos oscuro;
b) Todo indica, sin la menor duda, que el testador conformó una Junta de
Administración;
c) Que ella tiene carácter de perpetua e insustituible;
d) Que esta entidad debe administrar todos los bienes que heredó la PUCP,
incluyendo las mandas y otros encargos impuestos legítimamente por el causante.
No obstante lo anterior, bien pueden examinarse ciertos elementos extrínsecos que sólo
van a confirmar las conclusiones arribadas en el examen interpretativo literal de los
testamentos de Riva Agüero:
La propia Universidad releva y resalta el profundo espíritu religioso que animó la vida
del causante, su devoción a lo sagrado, al culto religioso y a la Iglesia. Y en concordancia
a sus creencias, Riva Agüero destina sus bienes a una universidad. Pero no a cualquier
universidad, sino a una universidad que lleve el sello del catolicismo: la Universidad
Católica del Perú, una universidad que represente al creyente católico en el seno del
mundo académico superior y cuyas enseñanzas deben ser autorizadas por el ordinario
eclesiástico, según exigencias del testador.
No debe sorprender, por tanto, que Riva Agüero haya dispuesto un nexo indisoluble
entre la heredera de sus bienes con la jerarquía eclesiástica, lo que explica que sea el
Arzobispo, por voluntad expresa del testador, quien designe a uno de los miembros que
conformará la Junta de Administración que tendrá a su cargo, con carácter “perpetuo e
insustituible”, la administración de los bienes del heredero.
En los testamentos de Riva Agüero existen indicios suficientes de sus dudas y temores
sobre el futuro, su conducción y hasta sobre la propia existencia de quien había sido
escogida por su heredera: la Universidad Católica del Perú.
Pero además, existe otro pasaje en el que el testador desliza sus temores y dudas de
manera más objetiva:
No cabe la menor duda que por el pensamiento del testador pasó la idea de que la
universidad podía “no existir”. Estas situaciones, sin necesidad de magnificarlas,
demuestran cierta carencia de seguridad en el pensamiento del testador respecto al
propio desarrollo y hasta sobre la existencia de la heredera. Riva Agüero contempla la
posibilidad, inclusive, de que la propia universidad, aún luego de ciertos años, pudiera
desaparecer… Y si el temor o duda del testador llega hasta la propia existencia de la
universidad, es lógico que también pueda haber albergado similares temores respecto
a la eficiencia de su propia conducción. El que teme por lo más, teme con fundada
razón por lo menos.
Cinco años después, es evidente que las dudas y temores del testador no se habían
disipado. De lo contrario el testador hubiera mantenido intocada la cláusula del
testamento de 1933. Y es para poner fin a estas inquietudes y eliminar los temores sobre
la conducción y el fin de la universidad, que el causante coloca un candado para liberarse
de tales dudas y temores: la administración de sus bienes no será de potestad absoluta
de la heredera; será una Junta la encargada de la Administración y en ella tendrá cabida
un miembro elegido por el Arzobispo, y así mantener un nexo objetivo con la jerarquía
eclesiástica. Y con el fin de prorrogar en el tiempo tal determinación, se le concede a la
Junta el carácter de perpetua e insustituible, como así lo confirma el testamento de
1938.
El hecho de que el Arzobispo deba enfrentar ahora acciones legales, que pretenden
eliminar la participación de la Junta en la administración de los bienes heredados por la
PUCP, en contra de la voluntad del causante, sólo nos lleva a pensar en cuán fundados
y justificados fueron los temores de Riva Agüero.
Conforme se desprende de los propios argumentos expuestos por la PUCP, hasta 1994 la
Junta ha administrado –y con notable éxito, los bienes heredados de Riva Agüero por la
Universidad, y tal administración sobresaliente no sólo ha dado lugar a un adecuado
sostenimiento de este centro de estudios, cual era la voluntad y preocupación del
testador, sino que además, ha permitido a la universidad un crecimiento y desarrollo
reconocidos por propios y extraños.
La PUCP preconiza que propietaria de los bienes, debió asumir el absoluto control de los
bienes heredados desde 1964, es decir, desde que pasó a las manos de la Universidad la
propiedad absoluta de los bienes heredados, pero que la Junta continuó administrando
los bienes durante tres decenas de años debido a que “Nadie objetó esta práctica
porque en la práctica la Universidad ejercía plenamente su condición de propietaria
absoluta”.
Más adelante la PUCP agrega y justifica la práctica seguida por la Junta arguyendo:
Treinta años ininterrumpidos, durante los cuales, mes tras mes, en el seno de la propia
universidad, actuó la Junta administrando los bienes de la heredera, denotan
fehacientemente que durante ese lapso:
a. No obstante que el testamento de Riva Agüero hace alusión a una “propiedad absoluta” que
hereda la Universidad Católica, esta última, por imperio de la ley, heredó una propiedad con
las propias limitaciones impuestas por la legislación vigente a todo el derecho de propiedad,
limitación a la que se suma aquella dispuesta por el testador, en su Testamento de 1938, al
ordenar que sea una Junta –y no la propia Universidad, quien administrara los bienes
heredados.
b. Durante cincuenta años la Junta dispuesta por el causante administró sin objeciones y con
éxito los bienes heredados por la Universidad, lo que significa una conformidad de medio
siglo, de la propia heredera, sobre la voluntad del testador.
c. La Junta Administradora por acuerdo interno de tal entidad, en 1994, decidió interpretar los
testamentos del causante de 1933 y de 1938, siendo que en el último de ellos el testador
instituye la creación de la propia Junta, con el fin de administrar la propiedad heredada, al
igual que ocuparse de ciertas mandas y encargos religiosos. Tal interpretación deviene en la
afirmación de otorgarle a la Juntaúnicamente el encargo de ocuparse de las mandas
religiosas, pasando la administración de los bienes heredados al dominio y dirección de la
propia Universidad.
f. Toda la doctrina revisada, además de las normas internas aplicables, apuntan de manera
meridiana al hecho de que, la última voluntad del testador, fue designar una Junta
Administradora, insustituible y perpetua, para administrar los bienes heredados por la
Universidad.
g. Las gestiones, comunicaciones y reclamos del representante del Arzobispado ante la Junta,
pretendiendo la revisión del acuerdo de 1994 y de otros, no constituyen amenazas o
agravios, en tanto que pertenecen al ejercicio de un derecho exigible y que tiene como fin
resguardar y restituir la última voluntad del testador.
HA RESUELTO
Publíquese y notifíquese.
SS.
VERGARA GOTELLI
MESIA RAMÍREZ
CALLE HAYEN
ÁLVAREZ MIRANDA
EXP. N.º 03347-2009-PA/TC
LIMA
PONTIFICIA UNIVERSIDAD
(PUCP)
FUNDAMENTO DE VOTO DEL MAGISTRADO VERGARA GOTELLI
Señala que la voluntad de don José de la Riva Agüero y Osma fué hacer heredar sus
bienes como herencia a la PUCP, estableciendo en la cláusula décima séptima del
testamento del 3 de diciembre de 1933, que la Universidad adquiere el usufructo de los
bienes por 20 años, tiempo durante el cual la Junta Administradora administraría,
controlaría y haría entrega de los rendimientos a la heredera, por lo que al vencer el
plazo y estando a que la Universidad siguió existiendo, adquirió la propiedad absoluta
debiendo la Junta entregarle los bienes que administraba. Refiere que la mencionada
situación fue reconocida de forma expresa por la propia Junta en su acuerdo del 13 de
julio de 1994, que el demandado pretende desconocer mediante cartas remitidas con la
finalidad de participar en la administración de los bienes. Finalmente reclama la
amenaza contra su derecho constitucional a la inmutabilidad de los acuerdos y la
vulneración de su derecho a la autonomía universitaria.
La sala revisora confirmó la apelada considerando que la remisión de las cartas por el
emplazado a la PUCP constituye una manifestación del derecho de toda persona a
ejercitar una pretensión material en forma extrajudicial, por lo que la perpetuidad de la
Junta Administradora al constituir un conflicto que conlleva la correcta interpretación
de los testamentos de don José de la Riva Agüero y Osma debe ser dilucidado en otro
proceso ordinario y no en el constitucional. Agrega que no se ha probado la existencia
de actos que lesionen el derecho alegado por el demandante.
5. Sin embargo y atendiendo además a que por la formalidad expuesta y la que se anuncia
en los considerandos siguientes aquí se presenta una temática singular que empuja a
una decisión de fondo pues el servicio público que brinda la demandante gira en torno
a la intervención de la Junta Administradora de la Pontificia Universidad Católica del
Perú, lo que repercutiría indefectiblemente en el costo a cargo de los estudiantes por
dicho servicio público–educación universitaria-, por lo que la pretensión misma no
puede pasar inadvertida puesto que podría significar indiferencia a las consecuencias
que se podrían presentar, a traducirse necesariamente en una mejora o caos en la
prestación del servicio educativo universitario.
Pretensión de la demandante
Derecho de acción
7. La normatividad procesal tiene y tuvo como finalidad desde sus inicios arreglar
conductas humanas, estableciendo así qué conductas quedaban proscritas por generar
pedidos irrazonables de los demandantes con alteración de la paz social. Alfredo J. Di
Iorio expresa que “En tanto el orden jurídico es un orden coactivo, en el cual la
observación de determinadas conductas se logra mediante la amenaza de sanciones, su
sustento reside en la posibilidad de efectivizar esa coacción, que se obtiene mediante el
uso de la fuerza, tarea que se ha reservado en forma monopólica al Estado.” Surge así el
instituto procesal denominado “acción” que señala que para que el Estado ponga en
funcionamiento el aparato judicial se necesita que alguien reclame el cumplimiento por
otro de lo que considera ser acreedor, quedando para el juez la potestad de decidir el
conflicto en la forma y oportunidad establecidas. De esta manera comienzan a
esbozarse los primeros conceptos de la institución procesal referida, expresando
Couture, según cita de Di Iorio, que “(…) el poder jurídico de acudir ante la autoridad no
puede ser quitado a nadie; prohibida la justicia por mano propia, es evidente que debe
darse a todo sujeto de derecho la facultad de obtenerla por mano de la autoridad;
privarle de una y de otra, sería negarle la justicia misma.” Montero Aroca expresa que
el derecho de acción es el “derecho de acudir a los órganos jurisdiccionales del Estado
para interponer pretensiones o para oponerse a ellas”. Para Carnelutti la acción no es
más que el ejercicio privado de una función pública.En conclusión el avance de esta
institución procesal no solo permite el reclamo respecto a una situación concreta ante
los órganos judiciales, exigiendo el actor la resolución de un conflicto que ha alterado la
paz social, sino que dicha institución se amplía concibiéndose como el derecho que
permite reclamar en proceso –judicialmente- la protección de nuestros derechos, por
lo que podemos solicitar, con cualquier fundamento, lo pretendido en nuestra
demanda, recurriéndose para ello al órgano jurisdiccional en requerimiento de tutela
jurídica. Es así que encontramos a Omar Cairo Roldán diciendo que “...El derecho de
acción es la atribución de todo sujeto de derecho para pedir al Estado que resuelva un
conflicto de intereses o una incertidumbre, ambas con relevancia jurídica. El Estado,
en consecuencia, tiene el deber de brindar tutela jurisdiccional a todo sujeto que ejerza
el derecho de acción mediante el acto procesal llamado demanda. Sin embargo, esta
tutela solo podrá consistir en un fallo válido sobre el fondo cuando en la demanda esté
presente, además de otros elementos, la legitimidad para obrar...”.
Caso de autos
10. Por lo expuesto precedentemente me parece inaceptable que por medio de la demanda
del presente proceso de amparo se pretenda cuestionar el futuro accionar de la Junta
Administradora, en su posible uso de los derechos que pudiera abrigar en su favor, no
pudiéndose obviamente, como ya se ha dicho, que con su simple decisión pudiera la
demandante bloquear o neutralizar el derecho a accionar del emplazado. Además de lo
esbozado anteriormente es evidente que existe la intención de control absoluto por
parte de la Universidad por lo que la decisión debe ser de fondo conforme al pedido de
ambas partes.
SR.
VERGARA GOTELLI
EXP. N.º 03347-2009-PA/TC
LIMA
PONTIFICIA UNIVERSIDAD
(PUCP)
ANTECEDENTES
a) Demanda
Con fecha 6 de marzo de 2007, la Pontificia Universidad Católica del Perú (en adelante, la PUCP),
interpone demanda de amparo contra don Walter Arturo Muñoz Cho, en su calidad de miembro
de la Junta Administradora de la herencia de don José de la Riva Agüero y Osma, solicitando que:
Refiere que los testamentos de don José de la Riva Agüero y Osma instituyeron como heredera
de sus bienes a la PUCP. Así, en la cláusula décima séptima del testamento del 3 de diciembre
de 1933, se dispuso que la Universidad adquiere el usufructo de los bienes por 20 años, tiempo
durante el cual la Junta Administradora administraba y le entregaba los rendimientos a la
heredera, por lo que al vencer el plazo y dado que la Universidad siguió existiendo, adquirió la
propiedad absoluta debiendo la Junta entregarle los bienes que administraba. Dicha situación
fue reconocida expresamente por la propia Junta en su acuerdo del 13 de julio de 1994, la misma
que ahora el demandado intenta desconocer mediante las cartas de fechas 15 de febrero y 1 de
marzo de 2007, pues se atribuye el derecho a participar en la administración de los bienes.
Asimismo, señala que la pretensión del emplazado de revisar el acuerdo del 13 de julio de 1994,
retomando una discusión agotada sobre la administración de los bienes de la PUCP, constituye
una amenaza, contra su derecho constitucional a la inmutabilidad de los acuerdos. Finalmente,
agrega que el comportamiento del emplazado vulnera su autonomía universitaria, pues plantea
una agenda en la que incluye la revisión de los actos de administración y disposición de sus
bienes.
b) Contestación de demanda
De otra parte, refiere que en el acuerdo del 13 de julio de 1994, ambos miembros de la Junta
Administradora se excedieron en sus facultades, por cuanto la cláusula quinta del testamento
de 1938 le otorgó a la Junta Administradora la calidad de perpetua e insustituible y porque lo
acordado directamente contraviene lo dispuesto por el testador, al sustituir a dicha Junta por la
Universidad en la administración exclusiva del legado, que es competencia solamente de la
primera.
El Vigésimo Juzgado Especializado en lo Civil de Lima, con fecha 9 de julio de 2007, declaró
infundada la excepción propuesta y saneado el proceso, y con fecha 22 de octubre de
2007, declaró improcedente la demanda, por considerar que las cartas de fechas 15 de febrero
y 1 de marzo de 2007 remitidas por el emplazado, no constituyen una amenaza cierta e
inminente de violación al derecho de propiedad de la PUCP; que no es ilegal ni inconstitucional
o vulneratorio del derecho a la inmutabilidad de los acuerdos que la misma Junta
Administradora pueda reevaluar, rectificar o ratificar los acuerdos que haya adoptado; y que el
contenido de las cartas remitidas por el emplazado a la PUCP al referirse a solicitudes y
posiciones con respecto a la administración de los bienes de don José de la Riva Agüero y Osma,
no constituyen actos de intervención en su gobierno por lo que tampoco pueden considerarse
que amenacen de manera cierta e inminente su autonomía universitaria.
La Sala revisora confirmó la apelada, por estimar que lo solicitado en las cartas remitidas por el
emplazado a la PUCP constituye una manifestación del derecho de toda persona a ejercitar una
pretensión material en forma extrajudicial, por lo que la perpetuidad de la Junta
Administradora al constituir un conflicto que conlleva la correcta interpretación de los
testamentos de don José de la Riva Agüero y Osma debe ser dilucidada no mediante el proceso
de amparo sino mediante un proceso judicial ordinario; que al momento de la interposición de
la demanda y de la emisión de la sentencia no se ha probado la existencia de actos actuales y
directos que lesionen la autonomía universitaria de la PUCP; y, que el derecho a la inmutabilidad
de los acuerdos tampoco se encuentra amenazado de manera cierta e inminente, pues no existe
algún acto ilegal o arbitrario que pretenda desconocer el acuerdo del 13 de julio de 1994.
Con fecha 11 de mayo de 2009 la PUCP interpone recurso de agravio constitucional en el que,
previamente, solicita la nulidad de la sentencia de vista. Sustenta su pedido de nulidad
argumentando que el llamamiento para dirimir al vocal Aguirre Salinas resultaría inválido
respecto al petitorio número 1, dado que respecto de éste, a decir de la demandante, ya existía
resolución constituida con tres votos, a favor, de los vocales Salazar Ventura, Ruiz Torres y
Ordóñez Alcántara, quienes, aunque con distintos fundamentos, habrían optado por declarar
fundada la demanda en este extremo, conforme al artículo 141° de la Ley Orgánica del Poder
Judicial, que prescribe que las resoluciones judiciales emitidas por las Salas Superiores que
ponen fin al proceso requieren de tres votos conformes.
De este modo, a juicio de la recurrente, la Octava Sala Civil, al convocar a un nuevo magistrado
dirimente que se pronunció por los dos petitorios, pese a que el primero ya habría sido decidido,
habría incurrido en un error insalvable que incide en la nulidad de la resolución de segunda
instancia. Dicho error consistiría, a decir de la PUCP, en considerar que los tres votos se
requerían respecto de los dos petitorios autónomos, pues es la demanda y no los petitorios la
que debe ser declarada fundada, infundada o improcedente.
FUNDAMENTOS
En tal sentido, para la PUCP, el nuevo vocal dirimente (Aguirre Salinas), no debió pronunciarse
válidamente por ambos petitorios, como en efecto lo hizo, afectando de este modo la
garantía de la cosa juzgada y desconociendo lo previsto en el artículo 141º de la Ley
Orgánica del Poder Judicial, conforme al cual, en lo que aquí interesa: “En las Cortes
Superiores tres votos conformes hacen resolución, tratándose de las que ponen fin a la
instancia”.
4. Siendo esto así, resulta razonable que la segunda instancia del Poder Judicial, al no
encontrar una respuesta integral y definitiva a los dos petitorios interdependientes
planteados, haya convocado a un último vocal dirimente para resolver de forma clara y
definitiva las cuestiones planteadas, en el marco de lo que establecen las reglas procesales
y la propia Ley Orgánica del Poder Judicial, con lo cual, a nuestro juicio, no se ha incurrido
en ningún vicio que revista la trascendencia que requiere la nulidad para ser declarada en
esta vía, tal como desarrollo enseguida.
Como es sabido, en el régimen procesal del proceso de amparo, el acto lesivo puede ser
pasado, actual o futuro. En cada circunstancia, sin embargo, su identificación exige
objetividad, evidencia y capacidad real para interferir o dañar el ámbito constitucionalmente
protegido de un derecho fundamental.
Por su parte el Código Procesal Constitucional establece en su artículo 2º, que cuando en el
proceso de amparo se invoque un acto lesivo futuro, la amenaza debe ser “cierta y de
inminente realización”.
Con relación al término “inminente” al que alude también el Código Procesal Constitucional,
se ha establecido que ello está referido fundamentalmente a la “cercanía en el tiempo; es
decir actualidad del posible perjuicio cuya falta de atención oportuna haría ilusoria su
reparación […]” (STC 8152-2006-PA, Fundamento 30).
Finalmente se ha tenido ocasión de establecer, también, que no basta con que el acto lesivo
futuro o amenaza sea objetivamente cierta e inminente en el tiempo que amerite la actuación
inmediata del juez constitucional, sino que, además, “el perjuicio o la afectación invocados
deben ser imputables a acciones u omisiones que sean manifiestamente ilegales o arbitrarias,
y no a las que resulten del ejercicio regular de sus derechos por parte de los particulares, o
del ejercicio de potestades o competencias atribuidas a las autoridades, funcionarios y
entidades del Estado, dentro del marco establecido por la Ley y la Constitución.” (STC 5468-
2006-PA, Fundamento 2)
13. Conviene precisar que las cartas a las que hace referencia la Universidad Católica son las
siguientes:
- Revisión del acuerdo adoptado por la Junta Administradora con fecha 13 de julio de
1994.
- Revisión del Reglamento de la Junta Administradora para aclarar que cualquiera de los
dos miembros de la Junta puede convocarla; y para que esta sesione de modo ordinario,
al menos, semestralmente.
- Informe sobre la transferencia de un inmueble a los “Franciscanos para la comunidad
china del Perú”, con intervención del Centro Educativo Particular Peruano Chino “Juan
XXIII”.
14. La PUCP alega que el contenido de las cartas mencionadas supone una amenaza real e
inminente de su derecho de propiedad que tiene sobre los inmuebles heredados de don
José de la Riva Agüero y Osma. Al mismo tiempo, dichos requerimientos, siempre a decir de
la recurrente, supondrían un intento de interferir en la autonomía universitaria y por tanto
también se configuraría un supuesto de amenaza real con relación a tal instituto
constitucional, puesto que los requerimientos formulados tendrían el único propósito de
penetrar en la administración y disposición de los bienes que corresponde en forma absoluta
a la referida universidad. De esta manera, además, se estaría desconociendo la cláusula
décima séptima del testamento abierto y cerrado del 3 de diciembre de 1933, del codicilo
cerrado del 23 de mayo de 1935, de la cláusula quinta del testamento ológrafo del 1 de
septiembre de 1938 y del testamento abierto complementario del 9 de diciembre de 1939;
en virtud de los cuales hace más de cuarenta años que es propietaria de una serie de
inmuebles heredados de don José de la Riva Agüero y Osma, razón por la cual la Junta
Administradora no puede tener injerencia alguna en la administración de los mismos, pues
en los testamentos mencionados se estableció que la referida Junta Administradora solo se
encargaría del cumplimiento de las mandas y los legados de don José de la Riva Agüero y
Osma.
Asimismo, refiere que la Junta Administradora fue creada por don José de la Riva Agüero y
Osma para el sostenimiento de la PUCP durante la vigencia del usufructo, antes de que
adquiriese la propiedad absoluta de sus bienes, y para el cumplimiento de sus encargos,
legados y mandas perpetuas, y que el 25 de octubre de 1964 al haberse cumplido veinte
años del fallecimiento de don José de la Riva Agüero y Osma y seguir existiendo la PUCP, se
cumplió la condición prevista en la cláusula décimo séptima de la parte cerrada del
testamento del 3 de diciembre de 1933, razón por la cual la PUCPadquirió la propiedad
absoluta de los bienes de la herencia, por lo que no habría cargo alguno con relación a estos
bienes.
15. Por su parte, el emplazado manifiesta que el contenido de las cartas transcritas no
vulnera los derechos constitucionales alegados por la PUCP, toda vez que, en la cláusula
quinta del testamento ológrafo del 1 de septiembre de 1938, don José de la Riva Agüero y
Osma creó a la Junta Administradora de sus bienes con carácter perpetuo e insustituible,
razón por la cual lo solicitado en las cartas mencionadas constituye una manifestación
del ejercicio regular de sus prerrogativas como miembro de la Junta Administradora.
16. Frente a la complejidad de las cuestiones que en su momento deben ser resueltas por
las instancias judiciales competentes, en el trámite de los procesos que a la fecha se
encuentran pendientes, tal como ha quedado establecido en autos; la cuestión que ahora
nos convoca es, por el contrario, bastante sencilla de responder a la luz de la legislación y
de nuestra propia jurisprudencia que ya ha quedado reseñada supra.
17. En efecto, si bien las cuestiones planteadas en la demanda hacen referencia a una serie
de cuestiones que claramente escapan al objeto del proceso de amparo, a saber:
iv) Establecer si en el marco jurídico vigente, puede una Junta Administradora de una
herencia, supeditar con sus actos, la actuación del Consejo Universitario, máxima
instancia de gobierno de una universidad.
No obstante, ninguna de estas espinosas cuestiones deben ser respondidas por esta
instancia y en este momento. Estimo que, en esta ocasión, la única cuestión relevante de
cara al presente proceso, es establecer si los hechos futuros alegados por la Pontificia
Universidad Católica del Perú constituyen una amenaza cierta o de inminente realización
que nos corresponda actuar de forma inmediata por estar en serio riesgo algún derecho
constitucional.
18. Concientes de que esta es la cuestión central previa a cualquier análisis de fondo, los
abogados de la PUCP han reiterado argumentos a efectos de establecer que se trata de
actos que configuran un supuesto de amenaza cierta e inminente. En tal sentido han
sostenido que la certeza de la amenaza se recoge en la existencia de las cartas y se configura
como efectiva en la medida que la contraparte involucrada en el conflicto no es cualquier
institución sino precisamente una de significativa influencia en la vida nacional. Además, la
amenaza sería inminente por el hecho de que el representante del Arzobispo de Lima ha
iniciado ya un proceso judicial con el objeto de poder participar en la administración de los
bienes de la PUCP.
La demandada considera por su parte que en el caso de autos no existe amenaza alguna,
pues no se entiende cómo la sola remisión de las cartas puede afectar sus derechos
constitucionales.
19. Estimo que ninguno de los argumentos expuestos por la actora dan cuenta de modo
razonado y razonable sobre la configuración de una amenaza cierta y capaz de producir los
efectos en los derechos alegados y en los términos en que lo exige la legislación y nuestra
propia jurisprudencia. En primer lugar, no puede sostenerse válidamente que la “certeza”
de la amenaza se desprenda, sin más, del hecho que la Iglesia en general o su máxima
autoridad en particular, sean instituciones o personalidades relevantes en la vida social y
nacional.
A esto habría que agregar que, a tenor de lo que consta en autos, la propia PUCP habría
recurrido también a nuevos procesos judiciales con petitorios similares al de autos (Exp. Nº
29106-2008, 16º Juzgado Especializado en lo Civil de Lima). De modo que no resulta válido
sostener que el proceso judicial iniciado por el representante del Arzobispo de Lima,
constituya la manifestación de una amenaza “inminente” de sus derechos
fundamentales. Considero que el proceso de amparo por amenaza a los derechos no es pues
un medio para disuadir futuros procesos judiciales o, peor aún, para restringir el ejercicio
regular del derecho de acción.
20. A todo ello debe añadirse el argumento expuesto por la propia Universidad en forma
reiterada, en sentido que bajo el régimen jurídico vigente de la Universidad peruana, una
Junta Administradora como la que resulta emplazada en el presente caso, no puede
sobreponerse válidamente a las instancias de gobierno establecidas en el marco de la
Autonomía Universitaria y la propia Ley Universitaria. Esto supone en términos prácticos,
que las cartas que motivan la presente demanda, solo tendrían la posibilidad de constituir
una amenaza real y cierta si tuvieran la capacidad jurídica de sobreponerse a la
Constitución y la ley y si la Universidad no tendría otro recurso jurídico frente a las mismas
que no sea allanarse y ceder a los propósitos hostiles y lesivos que, conforme manifiesta la
Universidad, contienen dichas comunicaciones.
21. Pero si ello no deja esclarecida la respuesta que me corresponde dar a la presente
demanda, resulta que para que dichas amenazas se conviertan en auténticos actos lesivos,
debiera, al menos con relación a determinados actos, concurrir el propio Rector a convocar
a la Junta y ésta proceda, como primer acto, a modificar su Reglamento, para luego y sobre
la base de tales modificaciones, recién dar paso a los actos propiamente violatorios de los
derechos que se alega en la demanda. Tal posibilidad no solo es remota en términos fácticos,
sino que como ha quedado expresado, requiere la participación activa del propio Rector, el
que sin duda, con su sola ausencia a los llamados daría por desvirtuada cualquier amenaza
y obligaría a que, en el peor de los escenarios, se activen los causes judiciales, lo que al
parecer en efecto ya habría sucedido.
22. Por lo demás, ésta parece haber sido la respuesta que ha venido dando la PUCP incluso
con antelación a las cartas que son materia de la presente demanda.
Así, mediante Carta N.° 299/2006-R, de fecha 24 de octubre de 2006, el entonces Rector
de la PUCP, Ing. Luis Guzmán Barrón Sobrevilla, dio respuesta a la convocatoria del
Arzobispo de Lima a Junta Administradora para tratar el tema de la administración de los
bienes de la herencia, expresando que:
“En diciembre de 1957 la propia Junta acordó que ella sea presidida por el
Rector de la Universidad, al cual por tanto le corresponde convocarla.
24. Así, llegados a este punto he de concluir estableciendo que, una carta para convertirse
en amenaza real a ciertos derechos fundamentales, no basta con que exista o sea remitida
por la más alta autoridad civil, militar o eclesial: debe, por lo menos, tener la capacidad real
de crear un potencial riesgo para determinados bienes de naturaleza constitucional, lo que
no ocurre en el presente caso.
2. Declarar IMPROCEDENTES los recursos de queja presentados por la recurrente (Exp. N.º
134-09-Q/TC y Exp. N.º 133-2009-Q/TC).
3. Declarar IMPROCEDENTE la demanda de autos, dejando que sea la justicia ordinaria la que,
de conformidad con los Fundamentos 16, 19 y demás pertinentes, supra, defina finalmente
esta controversia.
Sr.
BEAUMONT CALLIRGOS
EXP. N.º 03347-2009-PA/TC
LIMA
PONTIFICIA UNIVERSIDAD
(PUCP)
Por los fundamentos que paso a exponer, expreso mi disconformidad con el fallo
contenido en la decisión en mayoría.
5. De nuestra parte consideramos, sin embargo, que el argumento del demandante según el
cual no era necesario declarar fundado los dos petitorios para formar resolución válida,
dado que los mismos ostentan una naturaleza autónoma, no es del todo válido y
representa, en todo caso, una visión formal de la presente controversia constitucional,
que no tenía por qué haber compartido la Sala Civil y que no se condice tampoco con la
función pacificadora del proceso constitucional que el recurrente alega como sustento de
procedencia de su demanda. En efecto, la Pontificia Universidad Católica del Perú ha
recurrido a la vía del amparo alegando que, aún cuando no se ha concretado ningún acto
vulneratorio de sus derechos fundamentales a la propiedad, la autonomía universitaria y
la inmutabilidad de los acuerdos, es necesario un pronunciamiento en sede
constitucional, toda vez que la relevancia de las instituciones presentes en la controversia
y la importancia de una adecuada protección de los derechos fundamentales de la PUCP y
de su adecuada marcha institucional, hacen necesario un pronunciamiento que pacifique
a las partes en conflicto y que ordene la relación jurídico-material de la manera más justa
posible.
En este contexto, no puede entenderse cómo dicha finalidad se vería lograda si, por
ejemplo, se admitiera y declarara estimativo el petitorio 1 referido a la interdicción de
intervención de la Junta Administradora en la administración de los bienes de la
PUCP dejados en calidad de herencia por don José de la Riva Agüero y Osma y, al mismo
tiempo, se declarara infundado el petitorio número 2 referido a la interdicción de revisión
del acuerdo de fecha 13 de julio de 1994 adoptado por la Junta Administradora que deja
en manos de la PUCP la administración de los bienes heredados de don José de la Riva
Agüero y Osma. ¿Cómo podría pacificarse el conflicto constitucional si al mismo tiempo
se dice que la Junta Administradora debe abstenerse de intervenir en la administración
de los bienes, pero que tiene pleno y legítimo derecho para revisar la decisión de no
intervenir en ellos? ¿No constituye acaso, según la propia PUCP, una amenaza a sus
derechos constitucionales que la Junta Administradora pueda revisar dicho acuerdo,
dejando abierta la posibilidad de una decisión distinta que signifique la intervención de la
Junta Administradora en la administración de sus bienes?
Con esto no se quiere decir que una decisión como ésta (declarar fundado el petitorio 1 e
infundado el petitorio 2), si la hubiera adoptado la Sala Civil, hubiera sido incorrecta,
desde el punto de vista formal, pero en la búsqueda de la pacificación del conflicto que la
misma PUCP pretende, sin duda, no se avenía como la solución más adecuada. Es por esta
razón que consideramos que, ante dicha circunstancia, resultaba legítimo que la
Sala considerase que en la litis aún no se había producido resolución válida, al encontrarse
pendiente de dilucidación el petitorio número 2. En este marco, en aplicación del principio
de corrección funcional, según el cual en la resolución de una controversia constitucional
debe respetarse el marco de competencias establecido en la Constitución, estimamos que
se encontraba dentro de la competencia del Poder Judicial determinar si la discordia había
terminado o si persistía luego del voto del vocal Ordoñez Alcántara, máxime si, como ya
dijimos, existían razones valederas para considerar que aún no se había llegado a una
solución satisfactoria. Por estas consideraciones debe desestimarse el pedido de nulidad
de sentencia contenido en el recurso de agravio constitucional interpuesto por la PUCP.
6. Por otro lado, se encuentran pendientes de pronunciamiento los recursos de queja Exp.
N.º 134-09-Q/TC y Exp. N.º 133-2009-Q/TC interpuestos por la recurrente contra las
resoluciones Número 20 y 23 de la Sala Civil que declararon no ha lugar los recursos de
apelación que presentó contra la resolución N.º 17, Nº 18 y Nº 19 que resolvieron la
continuidad del proceso en sede del Poder Judicial.
10. Siendo entonces que en el presente caso, tanto la PUCP como el representante del
Arzobispo de Lima pueden verse seriamente afectados en el núcleo esencial de sus
derechos constitucionales, consideramos pertinente pasar a definir algunas cuestiones
esenciales del ejercicio de dichos derechos ante la situación constitucional planteada; esto
es, respecto a la administración de los bienes de la herencia. No se debe pasar, sin
embargo, a ordenar ninguna conducta en concreto, pues no es lo que se le ha pedido al
Tribunal, sino que se deben delimitar algunos márgenes de actuación
constitucionalmente admitidos en la administración de los bienes de la herencia; todo ello
con el objeto final de fijar el marco constitucional bajo el cual pueda pacificarse y
componerse el conflicto que ha enfrentado a estas dos importantes instituciones de la
sociedad civil.
11. En el presente caso, lo que la Pontificia Universidad Católica del Perú ha demandado a
través del amparo es que cese la amenaza de vulneración de sus derechos fundamentales
a la propiedad, la autonomía universitaria y la inmutabilidad de los acuerdos, producida
por la solicitud del representante del Arzobispo de Lima, don Walter Muños Cho, de
participación de la Junta Administradora en la administración de los bienes heredados de
don José de la Riva Agüero y Osma. En este contexto, considera la demandante que las
pretensiones expresadas en las cartas de fecha 15 de febrero y 1 de marzo, de solicitar
una serie de informes y auditorías a la administración de los bienes de la PUCP, así como
su pretensión de administrar los referidos bienes, según lo dispuesto en los testamentos
de Riva Agüero y su intención de revisar el acuerdo de fecha 13 de julio de 1994, donde
se dejó en manos de la PUCP el pleno dominio de los bienes de la herencia, constituyen
pretensiones inadmisibles tanto por lo establecido en los propios testamentos, como por
constituir ellas, amenazas a sus derechos constitucionales a la propiedad, la autonomía
universitaria y la inmutabilidad de los acuerdos.
c) Si la pretensión de revisar los acuerdos del 13 de julio de 1994, donde se dejó el pleno
dominio de los bienes de la herencia a la PUCP vulnera la inmutabilidad de los
acuerdos.
13. Para arribar a una definición constitucionalmente adecuada de estos extremos se iniciará
delimitando los contornos jurídico-constitucionales de los derechos involucrados en la
presente controversia. Así, se desarrollará la garantía constitucional de la herencia, el
derecho de propiedad y la autonomía universitaria. En segundo lugar, se deberá
determinar el alcance material de las disposiciones dejadas por el causante a través de
sus testamentos. Para dicho efecto, se deberá leer las disposiciones testamentarias de
acuerdo a las posibilidades que ofrece y los límites que plantea el contenido constitucional
de los derechos constitucionales anteriormente delimitados, siempre de cara a brindar la
solución más satisfactoria al caso, que respete más los límites de cada instituto jurídico
implicado y que prevea de mejor forma las posibles consecuencias, para ambas partes, de
la solución adoptada.
19. Por otro lado, la relación entre garantía institucional y derecho subjetivo no es un
compartimento estanco, viniendo a estar claramente configuradas las vertientes de la
protección de la herencia como el aspecto genérico y el aspecto específico de esa misma
protección, con la existencia por tanto de una interrelación permanente y recíproca entre
los mecanismos de determinación de una y otra, entre el contenido “institucional” de la
garantía acuñado por el rostro histórico, y la reserva de ley y el contenido esencial como
límites de los límites que el legislador puede poner al ejercicio de los derechos subjetivos
en la sucesión a causa de muerte [López y López, Ángel M. “La garantía institucional de la
herencia”. En: Derecho Privado y Constitución, Año 2, Nº 3, Madrid, Centro de Estudios
Constitucionales, 1994, p. 49].
23. Sin embargo, como también ha sostenido el Tribunal, el funcionamiento del sistema
económico debe realizarse en armonía con los principios constitucionales de un Estado
Social, componente con el cual se completa el modelo de economía social de
mercado establecido en nuestra Constitución Económica. En este contexto, la propiedad
no sólo supone el derecho del propietario de generar con la explotación del bien, su
propio beneficio individual. Tampoco se restringe a aceptar la existencia de límites
externos que impidan al titular de los bienes utilizarlos en perjuicio de terceros. Acorde
con la Constitución, es fundamental que el propietario reconozca en su propiedad la
funcionalidad social que le es consustancial. Así, en la propiedad no sólo reside un
derecho, sino también un deber: la obligación de explotar el bien conforme a la naturaleza
que le es intrínseca, pues sólo de esa manera estará garantizado el bien común. Ello
requerirá la utilización de los bienes conforme a su destino natural en la economía. A ello
se refiere la Constitución cuando en su artículo 70 afirma que ésta debe ejercerse en
armonía con el bien común, todo lo cual permite reconocer la función social que la
propiedad cumple en nuestro ordenamiento constitucional.
El derecho de propiedad individual con el ejercicio del mismo por parte de los
demás individuos.
26. La autonomía universitaria aparece como “(…) conjunto de potestades que dentro de
nuestro ordenamiento jurídico se ha otorgado a la universidad, con el fin de evitar
cualquier tipo de intervención de entes extraños en su seno” (STC Nº 4232-2004-AA/TC),
requiriéndose una determinación legislativa sobre su extensión con el propósito de
desarrollar adecuadamente los contenidos previstos en la Norma Fundamental. Así
observada, se consagraría normativamente con la finalidad de salvaguardar las
condiciones a partir de las cuales las entidades universitarias tienen que cumplir, de
manera autodeterminada, con la función encomendada por la Constitución (STC Nº 0025-
2006-PI/TC). Como bien lo señala la propia Norma Fundamental, esta autonomía se refleja
en ámbitos como el académico o el administrativo. Sin embargo, para el tema que nos
ocupa, es esencial determinar qué puede entenderse por autonomía en el ámbito
económico. Así, sobre este aspecto de la autonomía universitaria, el TC ha referido que:
27. En lo relativo a la materia de autos, la Ley Universitaria Ley Nº 23733, vigente desde el 18
de diciembre de 1983, contiene un artículo expreso respecto al patrimonio de las
Universidades, el 83, según el cual:
29. El conflicto que ha surgido entre la Pontificia Universidad Católica del Perú y el
representante designado por el Arzobispo de Lima en la Junta Administradora, don Walter
Arturo Muñoz Cho, respecto a la administración de los bienes de la PUCP materia de la
herencia, es un conflicto que se ha originado al hilo de una interpretación disímil de la
voluntad del testador o causante. En efecto, la PUCP sostiene que en virtud de la
cláusula décimo séptima del testamento abierto y cerrado del 3 de diciembre de 1933, y
merced al cumplimiento de la condición establecida en ella, la universidad se constituyó
como propietaria absoluta de los bienes de don José de la Riva Agüero. La referida
cláusula fue redacta en los siguientes términos por el testador:
33. Sin embargo, de lo establecido en la cláusula quinta del testamento del 38, se observa
que, respecto de su voluntad constituida en el testamento del 33, se produjo un cambio
que resulta trascendental respecto al régimen de administración de los bienes de la
herencia. Si antes la participación de la Junta, en la administración de los bienes, concluía
al cumplirse la condición temporal establecida en el testamento, ahora dicha Junta se
constituía, por disposición de Riva Agüero, en perpetua e insustituible, con la potestad –
dispuesta literalmente-, no sólo de cumplir mandas o encargos, sino de administrar los
bienes de la herencia, aunque siempre, claro está, en beneficio de la Universidad, como
también claramente se dejó establecido en la propia cláusula quinta del testamento del
38: “para su sostenimiento” (como tampoco podía ser de otra manera, desde que la
PUCP fue siempre su principal heredera).
34. Por otro lado, en la referida cláusula quinta del testamento del 38, el testador se encargó
de dejar expresamente previsto que toda cláusula anterior que se opusiera a la nueva
regulación sucesoria se encontraba revocada. Por tanto, de la literalidad de lo expresado
en los testamentos de Riva Agüero puede desprenderse que la Junta Administradora, tal
y como lo ha pretendido el representante del Arzobispo de Lima, demandado en el
presente proceso constitucional, tiene la facultad para administrar los bienes heredados;
por lo que, como ha sostenido en el curso del amparo, las peticiones hechas al Rector
de la PUCP a través de las cartas reseñadas, constituirían sólo un ejercicio regular de su
derecho a cumplir la voluntad del testador, protegido por la garantía constitucional de la
herencia.
35. No obstante ello, la solución más adecuada al caso de autos no puede ser ella. A la luz
de otros factores preponderantes, representados básicamente por la presencia de otros
bienes jurídico-constitucionales, dicha solución no se vislumbra como la más correcta y
justa. En un tema donde está tan gravemente comprometida la vigencia efectiva de otros
derechos constitucionales, la decisión emitida por el Tribunal no sólo puede atender al
escrupuloso respeto de la interpretación literal de una disposición testamentaria, sin
mirar otras dimensiones del problema. Hoy por hoy, por lo demás, la irrupción del
fenómeno constitucional que ha terminado por imponer un nuevo paradigma en el
Derecho, orienta la solución de los casos de un modo distinto.
No bastan, según el nuevo paradigma constitucional, para asignar a una decisión el título
de “justa” o “correcta”, que la misma sea la expresión de normas-regla reconocidas por
el propio ordenamiento jurídico, sino que dichas normas-regla deben encontrarse
siempre ajustadas a otras normas que, por su jerarquía y su cualidad de fundamentadoras
de aquellas, son las que sustentan su validez. Estas normas, conocidas como normas-
principio, no son otras que los derechos fundamentales contenidos en el texto
constitucional. Así, si una norma-regla no respeta el contenido del precepto constitucional
(norma-principio) en la cual se funda o contradice el contenido de alguna otra disposición
constitucional (norma-principio), el debate respecto a su validez deberá reabrirse, para
fundar una nueva validez en una consideración en conjunto de todas las normas-principio
o derechos constitucionales en juego, que brinde una solución correcta al caso planteado.
Sin embargo, en el presente caso la propiedad que ostenta la PUCP sobre los bienes
dejados por herencia, y que adquirió plenamente, al cumplirse la condición temporal
establecida en la cláusula décimo séptima del testamento del 33, se encuentra seriamente
limitada por la cláusula quinta del testamento del 38 que deja la administración de los
bienes a una Junta Administradora. Es evidente que dicha limitación incide gravemente
en uno de los atributos básicos de la propiedad, cual es disponer el destino de dichos
bienes. No puede entenderse cómo puede ser realmente titular de la propiedad la
Universidad demandante si, por disposición del testamento, se encuentra sujeta a una
carga que le impide disponer libremente de ella.
La primera tiene que ver con el hecho de que la Junta debía facilitar el desarrollo de una
institución universitaria, en ese momento, incipiente, por lo que se dejó claramente
establecido en la cláusula quinta del testamento del 38 que dicha Junta se establecía para
el “sostenimiento” de la Universidad. Por otro lado, la mencionada Junta Administradora
tenía una composición inicial que, justamente, permitía una administración eficiente de
los bienes. Su conformación era la siguiente: el señor doctor don Constantino J. Carvallo y
Alzadora, la señorita doña Belén de Osma y Pardo, y el señor don Francisco Moreyra y Paz
Soldán. En caso de impedimento de alguno de ellos debían entrar a reemplazarlos: el
señor don Julio Carrillo de Albornoz y del Valle, el señor don Guillermo Swayne y Mendoza
y el señor don Francisco Mendoza y Canaval. En estos dos supuestos, eran tres las
personas a cuyo cargo estaba la Junta Administradora. Sin embargo, tras la muerte de los
últimos o el impedimento para ejercer el cargo, la Junta sólo estaría conformada por dos
miembros (el Rector de la PUCP y el representante del Arzobispo de Lima), lo cual
complica definitivamente su eficaz funcionamiento, pues ante un órgano colegiado
compuesto por dos miembros los desencuentros pueden no llegar a resolverse, trabando
seriamente la buena marcha de la institución universitaria.
39. No puede, por tanto, atenderse a una simple interpretación literal de los testamentos
de Riva Agüero, pues ello supondría desconocer la realidad histórica en que se dictaron
las referidas disposiciones sucesorias y las circunstancias actuales ante las cuales debe
enfrentarse la aplicación de las mismas cláusulas testamentarias, con la consiguiente
afectación grave de los derechos fundamentales de la PUCP a la propiedad y la autonomía
universitaria. Es por esta razón fundamental que este Colegiado considera que no puede
entenderse la facultad de administración asignada a la Junta Administradoracomo una
facultad plena de disposición de los bienes de la Universidad, pues ello podría llevar a
entorpecer su normal desenvolvimiento y porque ello afectaría obviamente de manera
muy determinante la posibilidad de que la Universidad se maneje de un modo autónomo,
tal y como lo prescribe la Constitución en su artículo 18.
Publíquese y notifíquese.
SS.
ETO CRUZ
[1]
CASTAÑEDA, Jorge Eugenio. Instituciones del Derecho Civil. Los Derechos Reales. Tomo I, págs. 155
y 157. Segunda Edición. 1958.
[2]
Código Napoleónico, entre otros: Arts. 847º, 848º; C.C. del 36, entre otros Arts. 847º, 848º, 853º a 1855º,
etc.
[3]
El artículo 235º del vigente Código Procesal Civil (CPC) dispone que son documentos públicos: (i) Los
otorgados por funcionario público en ejercicio de sus atribuciones; y (ii) La escritura pública y demás
documentos otorgados ante o por notario público. En el caso de los Testamentos Cerrado y Ológrafo
estipulados en los artículos 699º y 707º del CPC respectivamente constituirán instrumentos públicos
desde el momento de su apertura y su respectiva comprobación de que el testamento es válido por el
juez competente o notario público.
[4]
Enciclopedia Universal Sopena, Tomo 12, Pág. 8849. Ed. 1984.
[5]
Según una antigua ley de la época del Mariscal Cáceres, el patrimonio de las Cofradías (Congregación o
hermandad que forman algunos devotos, con autorización competente, para ejercitarse en obras de piedad)
es administrado por las Beneficencias Públicas, caso del de la “Virgen de la O”.
1. Introducción
2. Marco metodológico
3. Marco teórico referencial
4. Conclusiones
5. Referencias bibliográficas
Introducción
El presente trabajado de investigación constituye un análisis de información de la dogmática, la doctrina y
la jurisprudencia en el ámbito jurídico. Por ello, constituye una fuente de consulta muy valiosa para
nuestra formación profesional. En tal sentido, mostramos a continuación la estructura del
presente trabajo y su desarrollo capitular.
En el primer Capítulo, se da a conocer la realidad problemática, el planteamiento del problema; además
de la formulación de la hipótesis, seguido por los objetivos y la justificación.
En el segundo Capítulo, se muestra el Marco Teórico Referencial sobre el concepto de usufructo,
características, constitución, el usufructo y su coexistencia con la propiedad, la ratificación del acto
jurídico por uno solo de los cónyuges y las causales de extinción del usufructo.
Finalmente tenemos las conclusiones, las referencias bibliográficas y los anexos.
CAPÍTULO I
Marco metodológico
REALIDAD PROBLEMÁTICA
En el mundo en que vivimos el sistema jurídico ha ido evolucionando de acuerdo a la transformación de
las sociedades. La regulación en materia civil, se ha modificado paulatinamente, puesto que los sucesos
de la globalización y los modelos económicos han permitido modificar las normas y reglamentos en
nuestro ordenamiento jurídico actual.
El usufructo es un derecho real que permite al usufructuario utilizar el bien sin causar daños y perjuicios,
en caso que eso suceda tendrá que resarcir los daños ocasionados con sus propios medios. Sin
embargo, no puede disponer del bien, porque está sujeto a un contrato que solo le autoriza "usufructuar".
El usufructuario se constituye un poseedor inmediato, pero dependiente del poseedor mediato que es el
titular del derecho.
En la multiplicidad de problemas latentes en la actualidad, sucede que cuando el usufructuario no quiere
salir del bien que ocupa, después de haber cesado el contrato, entonces éste se constituye en poseedor
precario, y el titular tiene que recurrir al órgano jurisdiccional para solucionar su conflicto de intereses,
para que el juez autorice el desalojo. Por otro lado, cuando uno de los cónyuges realiza un acto jurídico
de usufructo sin el consentimiento del otro, es nulo el usufructo convencional ya sea a título oneroso o
gratuito constituido por un solo cónyuge sin la participación del otro existiendo una sociedad de
gananciales. Para tal efecto, nosotros queremos demostrar a través de nuestra investigación si cabe la
posibilidad de ser ratificado el derecho real por la otra parte.
El usufructo convencional puede ser a título oneroso o gratuito según la naturaleza de la contraprestación,
pues mientras el propietario se despoja del uso y goce de su propiedad, convirtiéndose en nudo
propietario, el usufructuario se obliga a una contraprestación por el usufructo, que puede ser pagando una
cantidad de dinero determinado o por algún otro bien.
PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
¿El acto jurídico de constitución de un derecho real por uno solo de los cónyuges respecto a un
bien social, puede ser ratificado?
HIPÓTESIS
Si puede ratificarse el acto jurídico de constitución de un derecho real por uno solo de los cónyuges,
respecto a un bien social.
OBJETIVOS
Dar a conocer la importancia del usufructo en nuestro ordenamiento jurídico.
Dar a conocer la nulidad del usufructo efectuado por uno solo de los cónyuges según nuestro
ordenamiento jurídico.
Demostrar la ratificación del acto jurídico de constitución de un derecho real usufructo por uno solo de los
cónyuges respecto a un bien social.
JUSTIFICACIÓN
La razón por la que hemos realizando este trabajo de investigación, es para dar a conocer la importancia
de la ratificación con fundamentos jurídicos de la jurisprudencia y la doctrina. Por lo tanto, estos
postulados facilitarán a los receptores una estrategia más para aplicar la ratificación en el acto jurídico de
constitución de un derecho real por uno solo de los cónyuges respecto a un bien social.
CAPÍTULO II
Marco teórico referencial
EL USUFRUCTO
Concepto de usufructo
Según nuestro ordenamiento jurídico: Art. 999 CC. El usufructo confiere las facultades de usar y
disfrutar temporalmente de un bien ajeno. El usufructo puede recaer sobre toda clase de bienes no
consumibles, salvo lo dispuesto en los artículos 1118 y 1020.
Dentro de las fuentes formales del derecho tenemos, la Doctrina también conceptúa al usufructo.
Según Palacio Pimintel (1979, p.266) "Se llama derecho de usufructo el derecho de usar y gozar
temporalmente de la cosa ajena. El derecho concedido por el propietario o la ley, a persona determinada
(usufructuario) de usar o gozar de un bien o varios, temporalmente, con la obligación de restituirlos a su
propietario, si no son fungibles y, si lo son de devolver otros bienes de la misma clase de los recibidos , en
igual cantidad y de igualcalidad o, de pagar el valor estimado al tiempo de constituirse el usufructo o el
corriente al tiempo del pago"
Cas. Nº 1356-99 Lima
Lima, 12 de octubre de 1999.
LA SALA CIVIL TRANSITORIA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA DE LA REPÚBLICA: Que,
conforme a la doctrina el usufructo convencional puede ser a título oneroso o gratuito según la naturaleza
de la contraprestación, pues mientras el propietario se despoja del uso y goce de su
propiedad, convirtiéndose en nudo propietario, el usufructuario se obliga a una contraprestación por el
usufructo, que puede ser pagando una cantidad de dinero determinada o ya por alguna otra cosa que dé,
haga o renuncie.
Características del usufructo
El usufructo tiene las siguientes características.
a) Es un derecho real principal, porque establece una potestad directa, inmediata entre el usufructuario
y el bien, además este derecho tiene autonomía propia.
b) Constituye un derecho de uso y goce del bien de carácter temporal, se limita el ejercicio de las
facultades temporalmente y no concede la facultad de enajenar el bien, que solo le es reconocida al
propietario del bien que ha dado en usufructo.
c) Recae sobre bienes ajenos y no sobre bien de propiedad del usufructuario. Palacio Pimintel
(1979, p.267) "está en la naturaleza del usufructuario precisamente el ser un derecho real en bien ajeno.
Cuando se dice que el propietario "X" está usufructuando sus bienes, no se está expresando el ejercicio
de este derecho , sino más bien se alude al pleno ejercicio del derecho de dominio que necesariamente
ha de recaer en bien propio y, el término usufructo, en Derecho Civil, se refiere a la figura que estamos
examinando. El usufructuario es un poseedor inmediato del bien y es por ello que se posesión está
garantizada por la ley, pudiendo utilizar los interdictos de retener y recobrar, incluso contra el
propietario".
d) No modifica su sustancia. El art. 1009 del CC. Establece: el usufructuario no debe hacer ninguna
modificación sustancial del bien o de su uso. En relación a las plantaciones Palacio Pimintel (1979, p.267)
"Pero puede cambiar las plantaciones del fundo. Este carácter no es absoluto, solo se admite en principio,
en razón de que el usufructuario no es propietario y debe, en lo posible mantener el destino económico
del bien, pero las conveniencias de una mejor explotación pueden justificar, la facultad concedida por la
última parte del citado dispositivo: cambiar las plantaciones; será el juez el que en caso de duda deba
determinar en qué medida es posible hacer efectiva esta facultad. Por lo demás, existen disposiciones
legales sobre predios rústicos que imponen, como vimos, las obligación de sembrar determinadas clases
de cultivos, particularmente de pan-llevar, supuesto en que un usufructuario, al cambiar la sustancia del
bien estaría cumpliendo disposiciones legales que le permiten, y aún obligan a cambiar la sustancia y el
destino económico".
El usufructo y su coexistencia con la propiedad
La propiedad se presenta como la titularidad jurídica que permite la total adscripción de las utilidades de
un bien a favor de un sujeto. Los demás derechos reales son formas de distribuir la posibilidad de
utilización de los bienes, partiendo del concepto de la propiedad. Por lo tanto, todos los derechos reales
son modos de limitar el poder sobre los bienes.
Según Gonzales Barrón (2010, pag. 617) "Si bien los derechos reales tienen la característica de ser
exclusivos, esto se refiere a los derechos idénticos: la propiedad excluye toda otra propiedad, el usufructo
excluye todo usufructo; sin embargo, la propiedad no excluye que sobre el mismo bien haya
simultáneamente un usufructo, y que sobre el usufructo se constituya una servidumbre. En este
sentido, se admite LA CONCURRENCIA de distintos derechos reales sobre un mismo bien, pero deben
tratarse de derechos inferiores el uno al otro y cada vez más limitados, ya que así en orden decreciente el
menor derecho deja un margen de pertenencia del mismo bien para el mayor derecho".
Obligaciones y deberes de colaboración del usufructuario
Gonzales Barrón (2010, pag.618) "Esta concurrencia de derechos reales (propiedad y usufructo) sobre un
mismo bien, impone la existencia de obligaciones específicas y deberes concretos de colaboración entre
ambas partes (propietario y usufructuario):
a) Deber de conservación: el usufructuario tiene la facultad de usar el bien sin hacer modificación alguna
y manteniendo la conservación del mismo. Sin embargo, nuestro Código Civil en el artículo 1683
establece un criterio para el cumplimiento de esta obligación. Según Gonzales Barrón (2010, pag. 618)
"Es aplicable analógicamente la norma prevista para el arrendamiento, por la que el arrendatario (léase:
usufructuario) es responsable por la pérdida o deterioro del bien que ocurran en el curso de la relación
jurídica, sino se prueba que ah ocurrido por causa no imputable a él. Repárese que la norma establece un
severo régimen de responsabilidad, por el cual el usufructuario solamente solo se libera de responder por
la pérdida o deterioro, si prueba la causa no imputable que ocasiono el daño; por ende si las causas son
desconocidas, entonces el usufructuario no se libera de la responsabilidad, y queda obligado al
resarcimiento de los daños. En buena cuenta el usufructuario se exonera cuando media el origen de la
pérdida o deterioro se encuentra en un hecho ajeno a su esfera de interés (causa no imputable), lo que
acerca la causa liberatoria al caso fortuito o fuerza mayor".
El artículo 1013 del CC. El usufructuario está obligado a efectuar reparaciones ordinarias, y si por su
culpa se necesitan obras extraordinarias, debe hacerlas a su costo.
b) Deberes de aseguramiento: Gonzales Barrón (2010, pag. 619) " La obligación del usufructuario de
conservar el bien para en su momento restituírselo al propietario hacen hacer algunos deberes especiales
de aseguramiento, consistentes en el inventario y tasación de los bienes muebles (artículo 1006 CC) y en
la prestación de una garantía (artículo 1007 CC). El inventario es la relación detallada de bienes, que
incluyen sudescripción y valorización que puede realizarse en vía extrajudicial, a través de un convenio
con firmas legalizadas entre los interesados (propietario y usufructuario). Por otro lado el artículo 1007 del
CC impone al usufructuario la obligación de prestar la garantía señalada en el titulo constitutivo de su
derecho o la que ordene el juez cuando este encuentre que puede peligrar el derecho del propietario."
c) Otros deberes: la Ley establece que el usufructuario debe pagar los tributos, las rentas vitalicias, y las
pensiones de alimentos que graven los bienes.
Obligación de restitución del usufructuario:
Conservar la forma y sustancia.
El usufructuario está obligado a restituir el bien en las mismas condiciones con las que se le cedió el bien
por el propietario. Existen por ejemplo bienes que al usarlos alteran su sustancia tal es el caso de los
bienes muebles, animales, bosques, minas, etc. En ese caso se restituye el valor económico del bien
alterado sustancialmente.
Gonzalo Barrón (2010, pag. 623) "Está muy extendida la frase referida a que el usufructuario está
obligado a conserva la forma y sustancia de la cosa. Según García Valdecasas, la forma equivale al
destino de la cosa, mientras la sustancia alude a su valor; por tanto, el usufructuario deberá disfrutar el
bien de acuerdo a su destino económico, esto es, según la forma normal y acostumbrada de que se
explote ese bien teniendo en cuenta los criterios del tráfico (art.1008 CC); además, la obligación de
conservación exige mantener el valor del bien a fin de proceder a su restitución. Ahora bien, esta
obligación no implica que deba exigirse una inalterabilidad tal que haga inútiles las facultades conferidas
al usufructuario por tal razón la doctrina considera que si disfrute ordinario implica consumir
progresivamente el bien o destruirlo, entonces ese disfrute esta autorizado.
En tal sentido, el usufructuario tiene la potestad de actuar de hecho sobre el aspecto físico del bien, si
bien dentro de los límites de respetar los cánones de explotación normal y acostumbrada, es decir,
mantener el destino económico del bien, según el Art. 1008 CC. "El usufructuario debe explotar el bien en
forma normal y acostumbrada". En efecto, podemos afirmar que el usufructuario no está autorizado para
alterar o transformar el bien, tanto en su esencia como en su sustancia, por ejemplo: si el bien tiene un
parque, éste no puede ser edificado como casa o estacionamiento para vehículos. Art. Art. 1009 "el
usufructuario no debe hacer ninguna modificación sustancial del bien o de su uso"; sin embargo, puede
realizar mejoras con cargo a reembolso. Art. 1015 CC. "Las reglas sobre mejoras necesarias, útiles y de
recreo establecidas para la posesión se aplican a la posesión", de acuerdo con este artículo, se le permite
al usufructuario realizar modificaciones físicas y de uso. Pero, si hace una modificación sustancial del bien
lo cual disminuye su valor de disfrute, entonces el propietario puede oponerse a tal acto y pedir al juez
que regule el uso o la explotación, amparado en el Art. 1017 CC. "el propietario puede oponerse a todo
acto del usufructuario que importe una infracción de los artículos 1008 y 1009 y pedir al juez que regule el
uso y explotación". Siendo esta situación una causal de extinción del usufructo. Art. 1021-6 CC. "Abuso
que el usufructuario haga de su derecho, enajenando o deteriorando los bienes o dejándolos perecer por
falta de reparaciones ordinarias. En este caso el juez declara la extinción"
Régimen de los frutos
Antes de referirnos al régimen propiamente dicho, hacemos hincapié para explicar el concepto de frutos,
según el código sustantivo: "Son frutos los provechos renovables que produce un bien, sin que altere ni
disminuya su sustancia" Art. 890 CC.
El usufructuario tiene el derecho de hacer suyos todos los frutos derivados de un bien-madre, note usted
lo que menciona al respecto nuestro código sustantivo: Art. 999 CC. "El usufructo confiere las facultades
de usar y disfrutar temporalmente de un bien ajeno".
Gonzales Barrón (2010, pag. 625) Un primer punto por aclarar es que no todas las utilidades que produce
un bien califican jurídicamente como "frutos".
Según Barbero, Dominico "los frutos constituyen una categoría particular de bienes, caracterizada por
la relación de derivados de otro bien".
Gonzales Barrón (2010, pag. 625) la definición que da nuestro Código (Art. 890) sobre "fruto" debe ser
entendida en esta perspectiva, y aun cuando no mencione expresamente que el fruto es un BIEN
DERIVADO del bien-madre, sin embargo, ello se deduce del hecho que el fruto no puede alterar o
disminuir la sustancia del bien, lo cual necesariamente significa que el fruto DERIVA O NACE
DIRECTAMENTE del bien-madre, pero con la especificidad de no alterar en su esencia. En cambio, si el
"fruto" no se originase directamente del mismo bien primigenio: ¿Cómo existiría el riesgo que se modifique
la esencia de éste? En buena cuenta, pues, los elementos que concurren a constituir el concepto de
"fruto", entendido como producto orgánico del bien del bien separable de éste por la fuerza natural de las
cosas, son la periodicidad, la conservación de la sustancia del bien-madre y que éste sea respetado en su
destino económico".
Constitución del usufructo
Según nuestro ordenamiento jurídico, Art. 1000 CC. "El usufructo se puede constituir por Ley, cuando
expresamente lo determina, por contrato o acto jurídico unilateral y testamento". Es decir, acto jurídico
unilateral inter vivos y mortis causa (oneroso o gratuito).
Gonzales Barrón (2010, pág. 633) "El contrato es el típico instrumento de cooperación que utilizan los
particulares para satisfacer sus necesidades de orden patrimonial, ya sea para atribuirse bienes o
pertenencia de bienes, o para prestarse servicios o abstenciones. Siendo ello así, no resulta extraño que
la constitución del usufructo pueda realizarse a través de contrato".
Jurisprudencia: El derecho de usufructo de ninguna manera constituye o avala el derecho posesorio, el
mismo que no es transmisible.
Transmisibilidad del usufructo
Gonzales Barrón (2010, pág. 639) el tema de la transmisibilidad del usufructo alude a las hipótesis en que
un derecho de usufructo ya constituido en el patrimonio de un titular, es objeto de traslado hacia el
patrimonio de otra persona, de tal manera que el transmitente se despoja de la condición de usufructuario
que pasa a favor del adquiriente. (Poseedor mediato –poseedor inmediato).
Nuestro código sustantivo autoriza al usufructuario gravar el bien, artículo 1002, esto implica que se
transmite el derecho de usufructo, porque el nuevo usufructuario debe responder frente al nudo
propietario por los daños, las nuevas garantías que deba otorgar y de reparar, además de conservar el
bien.
Usufructo conjunto, divisible y sucesivo
Según el Art. 1022 CC. "El usufructo constituido a favor de varias personas en forma sucesiva se
extingue a la muerte de la última. Si el usufructo fuera constituido a favor de varias personas en forma
conjunta, la muerte de alguna de éstas determinará que las demás acrezcan su derecho". Nos queda
claro que varios sujetos pueden ser usufructuarios de manera conjunta, así como también, de manera
sucesiva.
Gonzales Barrón (2010, pag. 643) "el usufructo conjunto se produce cuando se llama a varias personas
al usufructo de un mismo bien o conjunto de bienes, pero en tal caso la muerte de alguna de éstas
determinará que los demás acrezcan su derecho, por lo que el usufructo se extingue solamente con la
muerte de la última persona, salvo que se trate de un usufructo ad tempus, es decir, la extinción del
derecho de cada co-usufructuario beneficia a los demás y no al nudo propietario. Si bien el usufructo
conjunto es una modalidad típica prevista en el Art. 1022 CC., para el caso de dos o mas usufructuarios,
sin embargo, nada impide que se estipule una modalidad atípica en donde existan varios usufructuarios,
pero éstos lo sean "por parte", es decir, un usufructo divisible. En tal caso, el co-usufructo se establece
pos distintas partes de la cosa, de tal suerte que la extinción de cada porción no conlleva el derecho de
acrecer de los otros co-usufructuarios (divisibles), lo que beneficia al nudo propietario, quien consolida su
dominio parcialmente, esto es, por la parte extinguida del usufructo. Esta figura atípica no desnaturaliza el
institución del usufructo, y se encuentra comprendida dentro de las modalizaciones permitidas por el Art.
999 CC., por lo demás, se trata de una estipulación prevista ya en el Derecho romano y sancionada por la
mejor doctrina. Otra modalidad típica es el usufructo sucesivo, por el cual este derecho se constituye a
favor de varias persona, pero su ejercicio se hace en el orden estipulado. Ejemplo: se constituye usufructo
a favor de A, B y C, en ese orden; por tanto primero ejercerá A, luego B y finalmente C con éste último
se extingue el usufructo".
Ratificación del acto jurídico celebrado por uno solo de los cónyuges
CAS. Nº 2242-99 LIMA
Lima, 5 de abril del 2000.
La Sala Civil Transitoria de la Corte Suprema de Justicia de la República: Que, si bien el artículo 219
inciso 1° del Código Civil sanciona con nulidad el acto jurídico celebrado cuando falta la manifestación de
voluntad del agente, el acto jurídico constitutivo de la fundación requiere sólo la manifestación de la
persona o personas que la constituyen, lo que debe ser diferenciado de sí la afectación de los bienes es
nula o no. Que, el artículo 315 del Código Civil establece que para disponer de los bienes sociales o
gravarlos se requiere de la intervención de ambos cónyuges, y habiéndose constituido el
usufructo sólo, sin la intervención de la accionante dicho acto deviene en nulo.
Según el Código Civil "el acto jurídico puede ser ratificado por el representado observando la forma
prescrita para su celebración"
Según la Sala Civil Transitoria de la corte Suprema, CAS. N° 1626-2001, "la ratificación es una figura
jurídica de exclusiva aplicación en el ámbito de los negocios celebrados sin representación o con
representación insuficiente, debiendo ser efectuada la ratificación siguiendo la forma prescrita para
cada acto jurídico, por lo que si la forma es ad solemnitatem la ratificación debe ser de la misma forma,
pero si la forma del acto jurídico es consensual la ratificación puede ser efectuada con libertad de forma,
siendo por ende factible la ratificación tácita que se manifiesta en la actitud o en otras circunstancias que
revelen la voluntad indubitable del representado de ratificar el acto".
Cuando uno de los cónyuges realiza un acto jurídico de usufructo sin el consentimiento del otro, es nulo el
usufructo convencional ya sea a título oneroso o gratuito. Sin embargo, según la regla general sobre
ratificación, cabe la posibilidad de ser ratificado por el otro cónyuge lo cual surtirá efectos legales
positivos.
Extinción del usufructo
Gonzales Barrón (2010, pag. 645) a diferencia de lo que ocurre con los modos extintivos de las
obligaciones, las causales de extinción de la propiedad (y en general de los derechos reales) no tienen un
desarrollo doctrinal detallado y sistemático. Esto se explica por naturaleza mucho mas dinámica y
transitoria de la relación obligacional, que conlleva una tensión entre el acreedor y el deudor destinada a
su extinción; mientras los derechos reales -y en especial la propiedad por su carácter perpetuo- están
dotados de cierta estabilidad y permanencia. En principio, las obligaciones existen para cumplirse
(extinguirse); en cambio, los derechos reales han sido creados para mantenerse. Por tal razón, es
conveniente que el Código Civil haya provisto una norma expresa para regular las distintas causas de
extinción del usufructo.
Las causales de extinción del usufructo lo tenemos regulado en el Art. 1021 del CC: el usufructo se
extingue por.
Cumplimiento de los plazos máximos que prevé el artículo 1001, o del establecido en el acto
constitutivo: el usufructo es temporal, si el usufructuario es una Persona Jurídica el plazo no debe
exceder a 30 años, en el caso de vienen inmuebles de valor monumental de propiedad del estado que
sean materia de restauración con fondos de personas naturales o jurídicas el plazo máximo será de 99
años.
Prescripción resultante del no uso del derecho durante 5 años: la ausencia de ejercicio de las
facultades de uso y disfrute o la absoluta falta de aprovechamiento del bien, tiene como consecuencia la
pérdida del derecho de usufructo, ejecutándose así una prescripción extintiva por el no-uso.
Consolidación: Es la reunión en una misma persona de las cualidades de nudo propietario y
usufructuario.
Muerte o renuncia del usufructuario: La muerte extingue por completo el derecho de usufructo, al igual
que la renuncia, que viene a ser una declaración formal de voluntad por la que se abdica (depone) la
titularidad de un derecho.
Destrucción o pérdida total del bien: si dicho bien ya no existe más en la realidad de forma física,
resulta obvio que el usufructo (al igual que la propiedad) se extingue de forma automática, sin perjuicio de
eventuales acciones resarcitoria. (contractuales o extracontractuales) a favor del perjudicado.
Abuso que el usufructuario haga de su derecho, enajenando o deteriorando los bienes o
dejándolos perecer por falta de reparaciones ordinarias. En este caso el juez declara la
extinción: El usufructuario está obligado a conservar la forma y sustancia del bien. Según García
Valdecasas: la forma equivale al destino del bien mientras la sustancia alude a su valor, por tanto el
usufructuario deberá disfrutar el bien de acuerdo a su destino económico.
Extinción del usufructo por remate judicial
Gonzales Barrón (2010, pág. 652) la ejecución de una hipoteca inscrita con anterioridad al usufructo es
también CAUSA DE EXTINCIÓN DEL USUFRUCTO, por cuanto el acreedor hipotecario tiene el derecho
de vender judicialmente el bien en las mismas condiciones jurídicas en las que se encontraba al
constituirse la hipoteca.
La primera Resolución N° 103-2004-SUNARP-TR-T del Tribunal Registral de fecha 07 de junio del 2004,
se resuelve que la adjudicación judicial implica dejar sin efecto los arrendamientos o usufructos inscritos
con posterioridad a la hipoteca
ASUNTO
ANTECEDENTES
FUNDAMENTOS
También tiene dicho este Tribunal que, al igual que lo que sucede con el
derecho a la tutela jurisdiccional, el derecho al debido proceso es un derecho
que tiene la propiedad de albergar en su seno una serie de derechos
fundamentales de orden procesal (...) [fundamentos jurídicos 25 y 26,
respectivamente].
4. En el presente caso, el recurrente sostiene que el juzgado emplazado, al dejar sin efecto
todas las afectaciones y gravámenes que se han constituido sobre el inmueble adjudicado
(en aplicación del numeral 2 del artículo 739 del Código Procesal Civil), también ha dejado
sin efecto su derecho de usufructo, que los ejecutados constituyeron a su favor, el mismo
que se encuentra inscrito en los Registros Públicos. Aduce que el derecho de usufructo es
una carga y que el numeral 2 del artículo 739 del Código Procesal Civil
[e]n ningún momento hace referencia a dejar sin efecto a las cargas que
pesen sobre el inmueble (...) [Cuaderno 1, f. 21];
A su juicio,
y mediante la Resolución N.º 44, de fecha 28 de junio de 2004, expedida por el juzgado
emplazado, se admitió su intervención litisconsorcial en el proceso de ejecución referido
[Cuaderno 1, f. 12].
9. Por otro lado, el Tribunal Constitucional observa que, si bien el 4 de noviembre de 2003 se
inscribió el usufructo aludido en el registro de predios [Cuaderno 1, f. 11], la hipoteca objeto
de ejecución ya se encontraba inscrita desde el 27 de mayo de 1998 (conforme se indica en
el considerando quinto de la Resolución N.º 4 antedicha).
10. Conforme a lo expuesto, el alegato de violación del derecho de defensa debe ser
desestimado, puesto que el recurrente tuvo conocimiento previo y oportuno del estado en
que se encontraba el proceso de ejecución mencionado e incoado con fecha anterior a la
inscripción de su derecho de usufructo, a fin de ejercer los derechos procesales que le
hubieran correspondido.
11. Finalmente, el recurrente refiere que la adjudicación cuestionada se ha sustentado en el
texto del artículo 744 del Código Procesal Civil, que fue derogado por el artículo único de la
Ley N.º 27740, el cual establecía que
13. Al respecto, este Tribunal aprecia que tal alegación sólo tiene por finalidad
objetar la interpretación y aplicación de las normas legales que regulan la
adjudicación cuestionada, efectuada por el juzgado emplazado. En efecto,
el tercer párrafo del artículo 742 del Código Procesal Civil, que también fue
modificado por el artículo único de la Ley N.º 27740, contiene una
disposición similar a la que, a juicio del recurrente, ha sido aplicada por el
juzgado emplazado:
HA RESUELTO
Publíquese y notifíquese.
SS.
LANDA ARROYO
MESÍA RAMÍREZ
BEAUMONT CALLIRGOS
ETO CRUZ
EXP. N.º 01434-2006-PA/TC
LIMA
Emito el presente voto que discrepa de algunos argumentos de la ponencia y concluye con la posición de
improcedencia de la demanda.
Por estas razones considero que no resulta viable que el Tribunal Constitucional se pronuncie
sobre el fondo de la pretensión, debiendo declararse improcedente la demandan en aplicación
del numeral 1 del artículo 5 del Código Procesal Constitucional.
S.
VERGARA GOTELLI
INTRODUCCIÓN
Vivimos en una cultura de la droga, desde la mañana cuando tomamos cafeína o tefilina, al desayuno,
hasta la noche, en que podemos relajarnos al volver a la casa, con un aperitivo alcohólico, o un inductor
del sueño con un somnífero, recetado por el medico, estamos utilizando diferentes sustancias, que
afectan sobre el Sistema Nervioso Central, para enfrentar estas peripecias de la cotidianeidad. Muchos
además nos activamos a medida que trascurre el día, aspirando nicotina.
Aun cuando las drogas han estado presentes en todas las culturas y en todas las épocas, hoy son más
las personas que consumen drogas, hay más cantidad y hay mas facilidades para conseguirlas.
Cuando se realiza una encuesta y se pregunta por los mayores problemas de la sociedad actual siempre
sale nombrado dentro de los 5 primeros lugares el "problema de drogas". Y cuando se consulta a la gente
el porque de este problema siempre se nombra como un problemas de pobres y marginales. Y hace
mucho tiempo que dejo de ser un problema callejero y de marginales, y esto ocurrió cuando las drogas
fueron el mejor negocio para algunos y la peor desgracia para otros.
El consumo de sustancias es cada vez más permisivo, esto hace creer a las personas "que no sucede
nada si se consume".
La drogadicción y todo lo asociado a hechas es una gran perdida de plata para quienes están en contra,
sobre todo para los estados quienes deben combatirlas desde muchos puntos a la vez.
Para la realización del presente trabajo nos basamos en una metodología de investigación bibliográfica, y
algunas entrevistas que nos sirvieron para darnos cuenta cuan grande es este problema.
El trabajo nos resulto mucho mas extenso de lo que pensábamos en un principio, pero al darnos cuanta
que nos fuimos guiando por el Marco Teórico que nos planteamos o, era ya casi irrisorio reducirlo más, ya
que si lo hubiéramos hecho, este trabajo hubiera terminado como un trabajo de estudiante de colegio y no
de 5 estudiantes universitarias.
La investigación previa al trabajo final, nos resulto muy importante ya que salimos de muchas dudas, y
aprendimos muchas cosas nuevas, además tratamos de que cada parte de trabajo estuviera apoyado y
respaldada por material bibliográfico ya escrito.
Capítulo I
DROGAS
1. ¿Qué son drogas?
Son aquellas sustancias cuyo consumo puede producir dependencia, estimulación
o depresión del sistema nervioso central, o que dan como resultado un trastorno en la función del juicio,
del comportamiento o del ánimo de la persona.
Es toda sustancia capaz de alterar el organismo y su acción psíquica la ejerce sobre la conducta,
la percepción y la conciencia. La dependencia de la droga es el consumo excesivo, persistente
y periódico de toda sustancia tóxica.
El término drogas visto desde un punto de vista estrictamente científico es principio activo, materia prima.
En ese sentido droga puede compararse formalmente dentro de la farmacología y dentro de
la medicina con un fármaco, es decir que droga y fármaco pueden utilizarse como sinónimos. Los
fármacos son un producto químico empleado en el tratamiento o prevención de enfermedades. Los
fármacos pueden elaborarse a partir de plantas, minerales, animales, o mediante síntesis.
Existe una segunda concepción que es de carácter social, según ésta las drogas son sustancias
prohibidas, nocivas para la salud, de las cuales se abusan y que en alguna forma traen un perjuicio
individual y social.
Luego nos queda el problema dónde actúan estas sustancias, ya que todas estas drogas tienen un
elemento básico en el organismo que es el sistema nervioso central el cual es la estructura más delicada
y el más importante que tiene el ser humano, y si estas sustancias actúan sobre
esas estructuras dañándolas, perjudicándolas, indudablemente que van constituir un elemento grave y
peligroso para la colectividad; para la salud individual y lógicamente para la salud pública.
Si el niño se siente valorado y amado por sus padres y recibe de ellos mensajes de valoración, se
sentirá seguro de sí mismo. Para eso es importante:
1. Reconocer que cada hijo es único; aprender a conocerlo y aceptarlo tal como es.
2.
3. Asegurarse que se siente querido y demostrarle cariño permanente a través del contacto físico y
verbal.
4. Confiar en él y demostrárselo.
5. Estar disponible para escucharlo y compartir pequeños momentos.
6. Respetar su privacidad.
7. Ayudarle a que tenga éxito en las cosas que emprende y a enfrentar fracasos y errores.
AYUDARLES A MADURAR:
1.
2. Promover la toma de decisiones responsable.
3. Darles tareas y responsabilidades, no hacer las cosas en lugar de ellos.
4. Promover la autonomía, manteniendo el cariño y los límites.
5. Tener una actitud abierta, flexible y de apoyo frente a los cambios de la edad.
ENSEÑARLES AUTOCONTROL:
Los padres pueden ayudar a sus hijos a manejar y expresar adecuadamente sus emociones (pena,
ansiedad, rabia, frustración, etc.) siendo modelo y ejemplo de conducta: frente a situaciones
problemáticas o conflictos, no perdiendo el control, mostrando serenidad, reflexionando, buscando
alternativas de expresión.
ESTABLECER LIMITES Y NORMAS CLARAS Y RESPETABLES:
Las normas y límites son importantes porque estructuran a los hijos, les ayudan a tener las cosas más
claras, a saber lo que hay que hacer y lo que no. Esto le da seguridad. Por esto los límites se van
adecuando a la etapa de desarrollo de los hijos, de menor a mayor autonomía.
FOMENTAR LA COMUNICACIÓN AL INTERIOR DE LA FAMILIA:
1.
2. Respetar sus opiniones.
3. Corregir sin descalificar, ridiculizar, sermonear o comparar.
4. Ser leal.
5. Reconocer nuestros errores.
6. Expresarle nuestros sentimientos.
7. Buscar conciliar sus necesidades con las nuestras.
8. Promover un clima de creatividad y humor.
9. Aceptar rebeldía y críticas como parte del proceso de desarrollo.
10. Promover el uso del tiempo libre en familia.
CONCLUSIONES
Aunque pensemos que las drogas están muy lejos de ser nuestra realidad, o parte de nuestras vidas, la
verdad es que están muy cerca, pero todo depende de lo que nosotros decidamos hacer con nuestra vida
y salud.
Hay que valorarnos y querernos y pensar que no necesitamos de drogas para poder solucionar nuestros
problemas.
Las drogas son demasiado dañinas ,nos puede conducir hasta al muerte ya que la persona se vuelve
adicta y quiere consumir mas cada día.
Como parte de la sociedad, debemos colaborar y ayudar a la prevención, ya que no es necesario estar
directamente involucrado en este problema para poder ayudar.
BIBLIOGRAFÍA
1.-
2.- www.alatvista.com
3.- Tratamiento y Rehabilitación de la Juventud con Problemas de Consumo de Drogas (Janet C.
Currie, Nancy Poole, Susana Jani, Joanne Myers)
4.- Drogas de Síntesis
Coronado Valentin
Carolina Cadine
ASIGNATURA : MTU
PROFESORA : ZARATE CARDENAS
Partes: 1, 2