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Lázaro cuenta a Ángela cómo don Manuel le había revelado su secreto en sus paseos:
lo había convencido para que fingiese creer y actuase procurando el bien de los demás. Y
cómo ante su requerimiento de la verdad, don Manuel le confiesa su falta de fe y el porqué
fingía él mismo. Su misión era procurar la felicidad de los demás, si les quitaba la fe les
impondría la carga de la angustia de aceptar la muerte. Si la felicidad pasa por la ilusión
de la vida eterna, toda religión es buena y necesaria. Lo había elegido a él porque
necesitaba desahogarse con alguien antes que traicionarse a sí mismo y gritarla a los
cuatro vientos. Su forma de consolarse era buscar el consuelo en los demás. Así fue como
convirtió a Lázaro a sus prácticas. Ángela queda escandalizada por las declaraciones.
ESTRUCTURA:
Estamos ante un fragmento de San Manuel Bueno, Mártir donde Ángela actúa como
narrador-testigo. En él se nos reproduce una conversación clave en el argumento de la
obra. En ella Lázaro, su hermano, la informa de la revelación del gran secreto del
protagonista. Don Manuel es un sacerdote sin fe que vive para mantener en su pueblo la
ilusión de la vida eterna que les permita ser felices en esta vida sin la angustia de pensar
en la muerte como el final de todo. Se marcan así una serie de hechos que constituyen el
núcleo de la obra. Don Manuel es un sacerdote y ejerce su ministerio a pesar de no creer
lo que predica, ¿es esto una actitud ética? Considera que las mentes sencillas no podrían
ser felices en el conocimiento de su verdad, que las condenaría al sufrimiento, ¿justifica
esto la ignorancia? La acción como medio de redención de la angustia existencia
enfocada a procurar la felicidad de los demás, ¿no es un planteamiento vital evangélico?
¿Pueden caber otras actitudes ante idénticos planteamientos?
Esto nos lleva al concepto de “verdad”. Ya Machado ponía en los cantares esta palabra
entre interrogaciones (“¿Tu verdad no; la verdad/ y ven conmigo a buscarla/ la tuya,
guárdatela”). El que nosotros creamos algo no significa que necesariamente esa sea “la
verdad” en mayúsculas, de hecho sabemos que la diferencia entre dos verdades
irreconciliables como un círculo y un rectángulo puede resolverse dando un paso lateral
para contemplar que constituyen una realidad única: un cilindro. Esta es la prudencia
que otorga la reflexión y el conocimiento. Y es el planteamiento que Ángela nos aporta al
final de la obra:” acaso murieran creyendo no creer” lo cual no sería sino otra forma de
fe.
Lázaro exige la verdad a don Manuel, don Manuel sufre con su verdad y necesita
comunicarla para desahogar su alma. Pero, ¿es esa la verdad? Si no lo fuera, y cabe la
posibilidad de que así sea, estaría condenando a un sufrimiento innecesario a aquellos
que él cree (nuevo acto de fe) que no podrían ser felices compartiendo esta certeza.
¿Merece la pena afirma esta verdad, la suya, como única y verdadera? Si yo tuviera la
certeza de que el receptor no iba a poder con la carga que soporto sobre mis hombros,
también optaría por no descargarla sobre él si no fuera por propia supervivencia –no
dejaría caer una bombona de butano sobre los hombros de mi hijo de cinco años, sé que
no soportaría el peso.