You are on page 1of 2

Día 1/ primero de octubre

El encuentro con el leproso


Personajes:
Francisco de Asís (Samael)
Leproso (Alejandro)
Narrador (Paulo)
Voz de Dios (Cesar)
NARRADOR: El viento trae un cántico de amor a la creación, de amor a los hombres y mujeres,
de amor a los pobres. Es un antiguo canto... proviene desde un fraile que vivió hace más de
ochocientos años; y ¿sabes lo que me sorprende Paula? Que sigue tan vivo y tan actual como
si se hubiera entonado ayer mismo. Es una voz que vive en Latinoamérica y nos habla de
esperanza.
En el Valle del Espoleto, en la ciudad de Asís, ubicada sobre la falda del monte Subacio. Vivió
un hombre llamado Francisco de Bernardone, hijo de uno de los comerciantes más destacados
de la ciudad, era líder de los jóvenes de Asís, amigo de las fiestas.
Vestido siempre de fino lino, de trajes lujosos. Después de un período de enfermedad, tomó
parte en la última fiesta con sus amigos. Sin embargo, permaneció pensativo y mudo: “¿En qué
estaba pensando?
¿Por qué no se divertía como siempre?”. Motivado por la realidad de su época, y con infinitas
ansias por darle un sentido a su existencia, buscaba una respuesta, una manera de vivir que
llenara su insatisfacción... (En este momento aparece Francisco caminando en medio de la
gente, lleva en sus manos un libro).

FRANCISCO: Oh Dios de amor (alzando las manos) yo estoy hecho a tu imagen. Tú proteges
mis años, mis días, mi vida. Sé que he nacido para amar… Pero ahora estoy herido como un
ciervo. Siento el dolor como el corte de una flecha veloz, y me encuentro confuso. ¿Me
perdonarás si te pido una explicación: ¡¿por qué no me ayudas, no te muestras vivo, no señalas
una dirección para mis pasos?... dime, ¿Qué quieres que haga?
LEPROSO: ¡Hey amigo, ayúdame, ayúdame! (arrastrándose, y hablando adolorido) Mírame...
soy como una llaga. Mira mi rostro, ¿parezco un ser humano?... nadie aguanta mi presencia.
Soy peor que un perro vagabundo, que da vueltas por todos lados, pero en ninguna parte es
aceptado.
FRANCISCO: Que Dios te ayude (Se tapa la nariz y da media vuelta para irse).
LEPROSO: No me extraña que te vayas. (Francisco se detiene al escuchar esto) Soy repugnante
para todo el mundo, ¿verdad? Es por eso que ustedes los de la ciudad…(gritando) ¡los que se
visten elegantemente como tú, nos han declarado malditos de Dios!, (con amargura)
condenados en vida. (con fuerza) ¡Nos envían alguna limosna y creen que con eso Dios los
aprueba y han hecho una gran obra de caridad, pero, nuestra vida sigue siendo la misma...
marginados, desplazados de nuestras tierras, enviados a vivir al bosque, donde todo es
peligroso...! (con tristeza) no somos útiles para las ambiciones de los que viven en Asís... somos
odiados por todo el mundo. Creen que estamos pagando nuestro pecado, cuando el pecado
es de todos sin excepción. Nosotros también somos humanos, somos de su misma naturaleza.
FRANCISCO: (con desconcierto) Pues que Dios te dé su paz.
LEPROSO: Paz? .... ¡¿Qué paz puede darme Dios, que me ha quitado la salud y los bienes,
reduciéndome a estar putrefacto y pestilente?!... ¿Qué esperanza existe para personas como
yo? Dios se ha olvidado de todos nosotros. Cuando le hablamos no nos oye, y no responde.
FRANCISCO: Te equivocas las enfermedades del cuerpo Dios las para la salvación del alma.
LEPROSO: ¿El alma, el alma...?; (con sonrisa irónica) ¿y es que sólo yo tengo alma?...
¿Y los demás?... ¿Por qué entonces tu carne no está marchita? ¿Es que Dios no quiere salvar tu
alma?
FRANCISCO: Bueno, y ¿Quién soy yo? ¿Yo no puedo cambiar tu realidad?... ¿Qué puedo hacer?
Sucede un profundo silencio acompañado por música de fondo. De repente, Francisco se acerca,
y lentamente, como haciendo un fuerte esfuerzo, le toca una de sus heridas mientras contempla
por unos segundos su rostro... de pronto, convencido y rápidamente lo abraza con fuerza, y le
da un beso, con ternura, en el rostro. Mientras le dice
FRANCISCO: ¡HERMANO!
FRANCISCO: Toma, esto es lo que me queda de mis riquezas, te serán más útiles a ti... yo no
las necesito. (Le entrega una bolsa con monedas)
En silencio, el leproso se pierde. Francisco se queda pensativo. Y mirando al cielo dice:
FRANCISCO: Oh Alto y Glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón, y dame fe recta,
esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla tu
santo y veraz mandamiento. (y mirando al pueblo). ¿Por qué me siento así? Me siento
contento, libre…. ¿Acaso eras tú Señor...? ¿Acaso el rostro que tanto he buscado era aquél
rostro cubierto de harapos, carne andrajosa, putrefacta y mirada triste del aquel leproso?
VOZ DE DIOS: Al fin lo has entendido Francisco... (Francisco se arrodilla ante la imagen del
Cristo de san Damián) Me has reconocido. Quiero que hagas una cosa. Reconstruye mi rostro
en los demás. En los desfigurados. Reconstruye la dignidad de los oprimidos, de los
marginados, de los pobres que no le importan a nadie, demuéstrales que de verdad valen, que
son importantes. Reconstruye mi Pueblo. Donde haya odio, pon amor, donde haya ofensa,
perdón, donde haya sufrimiento lleva la alegría. (Francisco se levanta y sale)
NARRADOR: este fue el inicio de su conversión, así nació esta nueva forma de ser y de estar en
el mundo en el encuentro de Francisco y el Leproso…encuentro que le cambio la vida por
completo…

You might also like