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Arendt sostiene que el objetivo del totalitarismo era la dominación total; esto es,

eliminar la espontaneidad y, por lo tanto, destruir al ser humano como agente moral y
como individuo.

Para lograrlo se vale de “adoctrinamiento ideológico de las formaciones de élite”, como


de “el terror absoluto en los campos”. Estos últimos, en palabras de Arendt, servían “a
los fantásticos experimentos de eliminar, bajo condiciones científicamente controladas,
a la misma espontaneidad como expresión del comportamiento humano y de
transformar a la personalidad humana en una simple cosa, algo que ni siquiera son los
animales.” (p.352). Esto solo es posible en los campos y depende del aislamiento del
“mundo de los vivos en general” Es decir, no solo se trata de un aislamiento geográfico,
sino también de un aislamiento moral o de su humanidad (completar idea )

Hom,bres convertidos en “animales que no se quejan”. La irrealidad de los campos de


concentración hace que no sea creible ni para los testigos. Una institución organizada
bajo el principio de que “todo es posible”

“Tratamos de comprender el comportamiento psicológico de los internados en los


campos de concentración y de los hombres de las SS, cuando lo que debe comprenderse
es que el verdadero espíritu puede ser destruido sin llegar siquiera a la destrucción física
del hombre; y que, desde luego, el espíritu, el carácter y la individualidad, bajo
determinadas circunstancias, sólo parecen expresarse por la rapidez o la lentitud con la
que se desintegran130 En cualquier caso, el resultado final es el hombre inanimado, es
decir, el hombre que ya no puede ser psicológicamente comprendido y cuyo retorno al
mundo psicológicamente humano o inteligiblemente humano de otra forma, se parece
estrechamente a la resurrección de Lázaro”

355: “El radicalismo de las medidas encaminadas a tratar a la gente como si nunca
hubiera existido, y para hacerla desaparecer en el sentido literal de la palabra, con
frecuencia no resulta evidente a primera vista, porque tanto el sistema alemán como el
ruso no son uniformes, sino que consisten en una serie de categorías en las que las
personas son muy diferentemente tratadas.”

El horror auténtico de los campos de concentración y exterminio radica en el hecho de


que los internados, aunque consigan mantenerse vivos, se hallan más efectivamente
aislados del mundo de los vivos que si hubieran muerto, porque el terror impone el
olvido. Aquí el homicidio es tan impersonal como el aplastamiento de un mosquito.
Cualquiera puede morir como resultado de la tortura sistemática o de la inanición o
porque el campo esté repleto y sea preciso liquidar el superfluo material humano. De la
misma manera, puede resultar que, por escasez de nuevos envíos humanos, surja el
peligro de la despoblación de los campos y se dé la orden de reducir a cualquier precio
el índice de mortalidad

356: tanto la muerte como la vida son obstridas x igual


Es la aparición de algún mal radical, anteriormente desconocido por nosotros, la que
pone fin a la noción de desarrollo y transformación de cualidades. Aquí, no existen
normas políticas ni históricas ni simplemente morales, sino, todo lo más, la
comprensión de que en la política moderna hay implicado algo que realmente nunca
debiera haberlo estado, tal como nosotros comprendemos a la política, es decir, o todo o
nada —todo ello significa una indeterminada infinidad de formas de vida en común o
nada, porque una victoria de los campos de concentración significaría para los seres
humanos el mismo destino inexorable que el empleo de la bomba de hidrógeno sería
para el destino de la raza humana. No existen paralelos para la vida en los campos de
concentración. Su horror nunca puede ser abarcado completamente por la imaginación
por la simple razón de que permanecen al margen de la vida y de la muerte. Nunca
puede ser totalmente descrito por la razón de que el superviviente retorna al mundo de
los vivos, lo que le hace imposible creer por completo en sus propias experiencias
pasadas. Es como si hubiera tenido que relatar lo sucedido en otro planeta, porque el
status de los internados para el mundo de los vivos, donde se supone que nadie sabe si
tales internados viven o han muerto, es tal como si jamás hubieran nacido.

las masas humanas apartadas en esos campos son tratadas como si ya no existieran,
como si lo que les sucediera careciera de interés para cualquiera, como si ya estuviesen
muertas y algún enloquecido espíritu maligno se divirtiera en retenerlas durante cierto
tiempo entre la vida y la muerte antes de admitirlas en la paz eterna

¿Qué crimen habrán cometido estas perso nas para sufrir tan inhumanamente? De ahí la
absoluta inocencia de las víctimas: ningún hombre se merecía esto. De ahí, finalmente,
el grotesco azar por el que son elegidas las víctimas de los campos de concentración
para el perfecto estado de terror: semejante «castigo» puede ser infligido a cualquiera,
con igual justicia e injusticia. En comparación con el insano resultado final —la
sociedad del campo de concentración—, el proceso por el que los hombres son
preparados para este fin y los métodos por los que los individuos son adaptados a estas
condiciones resultan transparentes y lógicos. La insana fabricación en masa de
cadáveres es precedida por la preparación histórica y políticamente inteligible de los
cuerpos vivos. El impulso y, lo que es más importante, el tácito asentimiento a
semejantes condiciones sin precedentes, son producto de aquellos acontecimientos que
en el período de desintegración política, repentina e inesperadamente, dejaron a
centenares de miles de seres

1er paso: matar en el hombre a la persona jurídica.

Ello se logra, por un lado, colo cando a ciertas categorías de personas fuera de la
protección de la ley y obligando al mismo tiempo al mundo no totalitario, a través del
instrumento de desnacionalización, al reconocimiento de la ilegalidad; ello se logra, por
otro lado, situando al campo de concentración fuera del sistema penal normal y
seleccionando a sus internados fuera del procedimiento judicial normal en el que a un
delito definido corresponde una pena previsible
Bajo circunstancia alguna debe convertirse el campo de concentración en un castigo
calculable para delitos definidos

361: El propósito de un sistema arbitrario es destruir los derechos civiles de toda la


población, que en definitiva se torna tan fuera de la ley en su propio país como los
apátridas y los que carecen de un hogar. La destrucción de los derechos del hombre, la
muerte en el hombre de la persona jurídica, es un prerrequisito para dominarle
enteramente. Y ello se aplica no sólo a categorías especiales, tales como las de
delincuentes, adversarios políticos, judíos, homosexuales., sobre quienes se realizaron
los primeros experimentos, sino a cada habitante de un Estado totalitario. El
asentimiento libre resulta tan obstaculizador para la dominación total como la libre
oposición

diferencia de la muerte— destruye la posibilidad de la oposición. Cualquier restricción,


incluso la más tiránica, a esta arbitraria persecución de ciertas opiniones de una
naturaleza religiosa o política, de ciertos modos de comportamiento intelectual, erótico
o social, de ciertos «delitos» recientemente inventados, haría superfluos los campos,
porque, a la larga, ninguna actitud ni ninguna opinión pueden soportar la amenaza de
semejante horror; y, sobre todo, daría paso a un nuevo sistema de justicia que, dado
cualquier tipo de estabilidad, no podría dejar de producir en el hombre una nueva
persona jurídica, que eludiría la dominación totalitaria. La llamada Volksnutzen de los
nazis, constantemente fluctuante (porque es útil hoy lo que puede ser perjudicial
mañana), y la eternamente cambiante línea del partido en la Unión Soviética, que,
siendo retroactiva, casi diariamente convierte a nuevos grupos de población en
candidatos a los campos de concentración, son la única garantía de la existencia
continuada de los campos y, por eso, del expolio total y continuado del hombre.

In Arendt’s view, it seems, total domination was most fully realized in the concentration
camps

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