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El refugio íntimo
Se acaba de editar Casa transparente, la novela gráfica de María Luque que acaba de ganar el premio Ciudades
Iberoamericanas. Y, al mismo tiempo, se puede ver la obra de la joven artista en la muestra Lejos de Internet que
presenta la galería Mar Dulce. Libro y muestra dialogan: dos objetos distintos, dos formas que puede tomar el trabajo de
esta dibujante que se reveló con una biografía ilustrada muy personal de Cándido López, siempre atenta a la belleza de
los objetos cotidianos, los colores de la realidad, sumados a los que pueden aparecer en los sueños o los que los sueños
permiten ver y dibujar.
Por Mercedes Halfon
La biere
María Luque sueña que vive en una casa transparente. A medida que va necesitando cosas, las tiene que pintar: una taza
de café, comida para el gato; medita sobre si dibujar un novio o no. Una amiga la ayuda a entender la lógica de ese
espacio rodeado de agua, que va tomando existencia por obra de su propio pincel. Así comienza el libro llamado
justamente Casa transparente, que acaba de sacar Sexto Piso luego de que ganara el Primer Premio de Novela Gráfica
Ciudades Iberoamericanas: sus trazos juguetones y plenos de color van contando estadías en México, Cusco, Buenos
Aires, Rosario y Bariloche.
Al mismo tiempo se inauguró en la Galería Mar Dulce una muestra individual de esta joven artista rosarina, llamada
Lejos de internet. Un grupo de pequeñas obras realizadas durante una temporada
en la residencia para artistas São João, ubicada en una histórica hacienda
cafetera en el norte del estado de Río de Janeiro. Podría pensarse que al grupo de
ciudades que Luque narra en Casa transparente, se le suma una más: aquí ya no
la vemos a María como personaje, teniendo sus aventuras en las distintas
locaciones, sino que lo que aparece son distintos espacios de una misma casa y
las cosas que María vio. Libro y muestra dialogan: dos objetos distintos, dos
formas que puede tomar el trabajo de esta dibujante, siempre atenta a la belleza
de los objetos cotidianos, los colores de la realidad, sumados a los que pueden
aparecer en los sueños, o los que los sueños nos permiten ver y dibujar.
Una chica pasó con una valija del tamaño de un sillón de dos cuerpos
La casa rodante
María Luque cuenta sobre sus primeros pasos en las artes plásticas: “Cuando
era chica iba todos los domingos a la casa de mis abuelos. Allí tenía
esperándome un bloc de hojas blancas con unas biromes para que dibujara. Y yo
iba haciéndolo por temáticas, algo distinto cada domingo. Llegaba y decía: ‘hoy voy a dibujar vestidos’. Otro domingo:
‘Hoy, damas antiguas’. Y me pasaba toda la tarde con eso. Ellos me traían cosas ricas para comer y yo llenaba las
páginas de esos blocs. A veces también colgaba dibujos con un hilito del balcón para que la gente se los llevara.” Y ese
interés en formar una serie con un estricto recorte temático, algo así como seguir el devenir de una idea y agotar sus
formas visibles, se vio en todos los trabajos realizados por esta dibujante e ilustradora hasta el momento. Su última
publicación, La mano del pintor (Sigilo, 2016) da cuenta de esa fijeza: un encuentro imaginario entre la autora y el pintor
Cándido López, a lo largo de una extensa historia dibujada que cruzaba ambas biografías.
Casa transparente cuenta la historia de María en un tiempo en el que no tuvo vivienda fija “Desde hace unos años mi
segundo trabajo es cuidar casas de amigos cuando se van de viaje. Pago sus impuestos, riego las plantas y paseo sus
perros”, escribe en la contratapa. Totalmente decidida a dibujar y no pagar más alquiler, vivió en una itinerancia que a su
vez le terminó resultando el tema de un libro. De casa en casa, pero también, de ciudad en ciudad. La novela comienza
en Buenos Aires, en la casa de su amiga Paola con la que se comunica en Skype y en sus sueños. Continúa en Bariloche,
donde el problema habitacional es de otra índole, ya que está en carpa junto a un hermoso lago, pero una lluvia torrencial
la obliga a abandonar el camping y dirigirse a la ciudad, donde al no conseguir alojamiento termina durmiendo en un
micro de larga distancia. El capítulo siguiente ocurre una tarde en Buenos Aires que le sirve para conversar con un amigo
la decisión de ir a cuidar una casa en Tucumán. Uno de los capítulos más largos es el de Cusco, adonde la heroína va de
viaje y vive varias aventuras en un hostel, donde primero se hospeda, luego se convierte en retratista de sus huéspedes y
finalmente termina trabajando en la cocina. El último episodio la lleva de visita a México, donde conoce la casa de Frida
Kahlo.
Como en esos dibujos que hacía en la casa de sus abuelos, aquí la gran protagonista es la figura de la casa. Lejos de ser
el espacio fijo y sede de la vida sedentaria, la casa es para María Luque un atuendo cambiante, un espacio donde
proyectar sueños, al mismo tiempo que el escenario ideal para su delicado despliegue del detalle y el color. Íntimas a la
vez que extrañas, algunas casas son sólo posibilidades que se juegan en su mente, otras son valiosísimos museos, otras se
le aparecen mientras duerme, otras están a cielo abierto. En algunas comparte con mucha gente, en otras está sola y
piensa cosas como “Si esta casa fuera mía, ¿dónde guardaría el abrelatas?”
Abrí la ventana porque el viento había rotado al sur