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EFECTOS DE LA PENITENCIA
No cabe duda que la confesión realizada en las condiciones que pide la
Iglesia, es un medio de alta eficacia santificadora.
Porque con ella:
a) La sangre de Cristo ha caído sobre nuestra alma, purificándola y
santificándola. Por eso los santos, que habían recibido luces vivas sobre el
valor infinito de la sangre redentora de Jesús, tenían verdadera hambre y
sed de recibir la absolución sacramental.
b) Se nos aumenta la gracia ex opere operato, aunque en grados diferentes
según las disposiciones del penitente. De cien personas que hayan recibido
la absolución de las mismas faltas, no habrá dos que hayan recibido la
gracia en el mismo grado. Depende de la intensidad de su arrepentimiento
y del grado de humildad con que se haya acercado al sacramento.
c) Después de una buena confesión el alma se siente llena de paz y de
consuelo. Y esta disposición psicológica es indispensable para correr por
los caminos de la perfección.
d) Se reciben mayores luces en los caminos de Dios. Y así, por ejemplo,
después de confesarnos comprendemos mejor la necesidad de perdonar
las injurias, viendo cuán misericordiosamente nos ha perdonado el Señor;
o se advierte con más claridad la malicia del pecado venial, que es una
mencha que- además de ofender a Dios- afea y ensucia el alma, privándola
de gran parte de su brillo y hermosura.
e) Aumenta considerablemente las fuerzas del alma, proporcionándole la
energía para venceer las tentaciones y fortalezas para el perfecto
cumplimiento del deber. Claro que estas fuerzas se van debilitando, pococ
a poco, y por eso es menester aumentarlas otra vez acercándose al
sacramento con la mayor frecuencia que nos sea posible, teniendo en
cuenta todas las circunstancias que nos rodean.