Andrés, el mentiroso

La mamá de Carmen estaba muy enfadada con ella porque cada día contaba más y más
mentiras. Le mentía a sus hermanos, a sus amigos, a sus abuelos... a todo el mundo.
Por más que le explicaba que no se podían decir mentiras, Carmen no le hacía ningún caso.
Ese día decidió contarle la historia de Andrés el mentiroso.
Andrés era un niño muy, muy mentiroso. Cada vez que se le preguntaba algo, respondía
con una mentira.
Todo el mundo se enfadaba mucho con él por las trolas que contaba.
Andrés decía que era muy divertido engañar a la gente. Hasta que un día...
Andrés estaba de excursión con sus compañeros de clase. Iban a pasar el día a un monte
cercano.
Se dedicaron a correr por el bosque y a jugar al escondite toda la tarde.
Cuando cayó la noche, uno de los profesores preguntó por Robertito. Nadie lo había visto
en toda la tarde.
Andrés recordó que, cuando jugaban al escondite, lo había visto subido a un árbol en un
sitio alejado.

Cuando el profesor les preguntó si alguien lo había visto, todos dijeron que no y Andrés
también lo negó. Otra mentira más.
 Las horas pasaban y no lo encontraban. A Andrés le parecía divertido ver cómo todo el
mundo daba vueltas y vueltas sin encontrarlo. Hasta que, de repente, uno de los compañeros
llamó a los demás porque había dado con él.
Todos corrieron a ver dónde estaba. Robertito se había caído del árbol al que se había
subido y se había roto una pierna, por lo que no pudo moverse de allí hasta que lo hallaron.
Llevaba muchas horas en el suelo con la pierna rota, cansado de llorar y de gritar.
Cuando llegó Andrés y lo vio, se sintió mal. Él sabía dónde estaba y no se lo había dicho a
nadie. Si no hubiera mentido, habrían encontrado a Robertito y no habría estado tantas horas
solo con la pierna así.
Esa noche Andrés no pudo dormir. Entendió que las mentiras pueden hacer daño a la
gente. Esa no era su intención pero comprendió que las mentiras son malas y desde ese día
siempre dijo la verdad.

Lupe Loriga
Andrés, el mentiroso
Vigo: Nova Galicia, 2008