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Jueves negro

24 de octubre de 1929, Nueva York. La crisis financiera que devastaría


los cimientos de la economía americana y haría tambalear la estabilidad
de muchos mercados a nivel mundial comenzaba a proyectar su temible
sombra sobre los felices años 20. Y sobre los rostros de los trabajadores
de la bolsa de Nueva York que veían estallar aquella etapa de
prosperidad frente a sus ojos como un inmenso globo.
Además de la caída del valor de los títulos y la constante liquidación
de los avales, el volumen de préstamos bursátiles descendió de manera
drástica -se estima que su descenso cifrarse en casi un millón-. Wall
Street, Chicago y Buffalo habían echado el cierre: la situación se
tornaba cada vez más ingobernable.
"El jueves 24 de octubre, según los historiadores, fue el primer día de
pánico. Ese día se transfirieron 12 894 650 participaciones, muchas de
ellas a precios que destrozaron los sueños y esperanzas de quienes las
habían poseído", afirmó John Kenneth Galbraith en su célebre El Crac
del 29, uno de los libros paradigmáticos para el estudio de este período.
El crac del 29
Edificio de la bolsa de Nueva York en Wall Street.
Pánico que no terminó tras aquellas veinticuatro horas de angustia,
incredulidad y miedo profundos. La imparable fiebre especulativa y la
ilusión del dinero rápido y fácil habían tocado a su fin. Pero una etapa de
pobreza, carestía y recesión se encontraba a las puertas de esta nueva
América. La América que recogía los despojos de la euforia.
Las luces de alarma se habían encendido y la orgía especulativa que
describe Galbraith había dejado un rastro de decadencia y descontrol
fácilmente distinguible. Sus consecuencias no sólo afectaron al
terreno económico sino que dejaron también su impronta en las formas
de vida de aquella sociedad moderna que había conocido una etapa de
desarrollo y pronto conocería otra de enorme precariedad.
El martes 29 de octubre, el llamado martes negro, confirmaría estas
sospechas cada vez menos infundadas. El derrumbe total era una
realidad inminente. Millones de inversores se vieron de un día para otro
en la ruina económica: la Bolsa de Nueva York, el mercado de valores
más importante del mundo, había caído.
De la bonanza y la euforia a la carestía y la decepción
En palabras de Galbraith "el rasgo más singular de la catástrofe de 1929
fue que lo peor empeoraba continuamente. Lo que un día parecía el
final de la crisis, se demostraba al siguiente que solo había sido el
comienzo". Efectivamente la situación no mostraba síntoma alguno de
mejora: lo peor estaba por llegar. Y llegó.
La Gran Depresión dominaría el escenario económico durante casi diez
años. El presidente americano, Herbert Clark Hoover, adoptó unas
medidas económicas muy cuestionadas que no lograron revertir la
situación y en las siguientes elecciones perdió la presidencia. Franklin
D. Roosevelt ocupó la presidencia americana en 1933.
En materia económica optó por impulsar New Deal (1933-1937),
caracterizado principalmente por la intervención estatal en la economía,
que pasaría a ser una economía mixta. Entre las medidas que
contemplaba el plan estaban el proteccionismo arancelario, grandes
ayudas económicas a los bancos, el impulso de la producción industrial,
la construcción de obras públicas... La política tardó en dar sus
frutos y no fue hasta 1938 cuando comenzó a ser palpable una mejoría
en la economía americana

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