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LA ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA 43

27 diciembre 2014 at 8:55 Tomás Abraham 11 comentarios

Plateemos un problema de imposible solución: ¿cuál es la diferencia específica entre un escritor de novelas y
otro de filosofía?
Ninguna. Y no porque sean iguales, sino porque son inconmensurables. Nada los distingue si se toma en
cuenta la documentación. Grandes novelistas estudian años un tema, viajan a lugares para informarse sobre
acontecimientos, consultan bibliotecas, leen libros de historia, entrevistan personajes. Nadie dice que un
novelista es un inspirado que tiene arranques de creación mientras un filósofo debe instruirse antes de
escribir. Los dos necesitan de la erudición. No todos, claro, Thomas Mann más que Amélie Nothomb, para dar
un ejemplo cualquiera.
Volvamos a la erudición que tiene menor caudal de pastosidad que estos temas sobre las identidades
genéricas. Dice Cioran en su breve texto sobre Borges “El último delicado”: `Profundidad y erudición no se
dan juntas; el había logrado, sin embargo, reconciliarlas (…) Puesto que le interesa saber qué es lo que más
aprecio en Borges, le responderé sin vacilar que su facilidad para abordar las materias más diversas, la
facultad que posee de hablar con igual sutileza del Eterno Retorno y del Tango. Para él cualquier tema es
bueno desde el momento en que él mismo es el centro de todo. La curiosidad universal es signo de vitalidad
únicamente si lleva la huella absoluta de un yo, de un yo del que todo emana y en el que todo acaba.
Comienzo y fin que puede – soberanía de lo arbitrario – interpretarse según los criterios que se quiera.`
Rescato del texto de Cioran, la palabra “sutileza”. La erudición no es un asunto aritmético, no se trata de
cantidad. Hay un caso en el que la suma de conocimientos es decisiva, y es en el campo de las
especializaciones. Desconocer un documento, ser el feliz descubridor de un texto olvidado, de una reliquia
sepultada, remover la significación de un término por un trabajo filológico o una nueva traducción de un
vocablo muerto, no tienen un efecto neutro. Pero si no es en el campo de disputa del conocimiento de una
disciplina específica, la erudición también es materia de olfato, es decir de sutileza, de percepción de matices.
Sigue Cioran: “Cuál no sería mi sorpresa cuando, muchos años más tarde, leí un texto de Borges, destinado,
forzado a la universalidad, obligado a ejercitar su espíritu en todas las direcciones, aunque no fuese más que
para escapar a la asfixia argentina. Es la nada sudamericana lo que le hace a los escritores de aquel
continente más abiertos, más vivos y más diversos que los europeos del Oeste, paralizados por sus
tradiciones e incapaces de salir de su prestigiosa esclerosis”.
Este rumano sabe de la nada periférica que mira el centro deseado, envidiado, soñado, lo que define como
“centro cultural de segundo orden”. Para los rumanos era París, allí fue Cioran, a la calle Odéon, el reducto
pegado al teatro de Jean Louis Barrault.
Lo que plantea el filósofo es la relación entre erudición y periferia. ¿Cuánto conocimiento podemos almacenar
los nativos en nuestras academias sin bibliotecas digitalizadas, revistas actualizadas, colegas internacionales,
congresos allá y acullá, departamentos provistos de recursos que generosas fundaciones aportan para
desgravar impuestos, en una palabra, todas las facilidades que promueven lo que Cioran define como una
prestigiosa esclerosis.
Sin duda que “atar con alambre” es una de las especialidades criollas, es la tecnología del pobre, el obligado a
la habilidad y al atrevimiento. La travesura y el capricho son los brazos de la pinza nacional que con un leve
movimiento de palanca sujeta lo que sea. Se necesita dinero y rebusque. Cuando una cronista le preguntó a
Jane Fonda como hacía para que con más de setenta años tuviera esa piel tersa y esa presencia atractiva,
respondió: dinero, querida, mucho dinero. En este caso es bastante menos que mucho, los libros no son
tecnología de punta, y los nuevos formatos permiten el acceso a materiales raros y apenas buscados.
Navegar es preciso, estudiar…también.

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