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A lo largo del desarrollo del curso se abordaron diferentes elementos conceptuales como:

el poder, el derecho, la ley, la moral; buscando reconocer las reconocer las relaciones
entre ellos desde una perspectiva socio-histórica con la intención de arrojar luz sobre el
fenómeno de la violencia. Así encontramos cómo sujetos y colectivos con necesidades
muy propias, al entrar en contacto con otros sujetos y colectivos con su necesidad
particular, pueden encontrar impedimentos al ejercicio de su voluntad a condición del
comportamiento de ese otro, teniendo como únicos caminos: la renuncia, la negociación o
la imposición del uno sobre el otro. Es en esta dinámica social que nos encontramos con
la violencia como un instrumento del dominio, como un multiplicador de la potencia
personal, como la vía que permitiría ejercer la propia voluntad en contra de la resistencia;
y con el derecho y la ética como las legalidades en las que se inscriben las voluntades
individuales y que permiten que las comunidades sean posibles sobre la base del
convenio. Con esta óptica podemos aproximarnos a numerosos y diferentes niveles de la
realidad, pero, si bien las relaciones entre poderes nacionales y fuerzas de estado es uno
de dichos niveles en los que la violencia es susceptible de ser observada y estudiada,
también lo son los ámbitos familiar, escolar, laboral, sexual y criminológico.
Particularmente, estos niveles se distinguen del primero mencionado en que las variables
individuales cobran aquí relevancia fundamental, y estas han sido objeto de amplio
estudio a lo largo de la psicología como disciplina.-han sido planteadas teorías que se
clasifican como activas o reactivas, se han desarrollarlo índices de predicción de la
peligrosidad así como de riego de violencia mientras que se señalan factores de riesgo y
factores protectores frente a ella-. No debemos olvidar tampoco que es el individuo la
célula constitutiva de ese macro-organismo que es la sociedad y por tanto es preciso
reconocer las leyes que le gobiernan; propiedades que le confieren toda su potencialidad
pero que a su vez le imponen límites claros en cuanto a emocionalidad y racionalidad.
Comprender las posibilidades e incapacidades del homo sapiens nos mantiene en
contacto con la realidad y sólo eso nos puede salvar, en la academia, de caer en
discursos delirantes que se apoyan en nada más que falsas presunciones sobre la
naturaleza humana. Con esto en mente, procedo con los siguientes cuestionamientos:
¿es este animal capaz de la racionalidad de la que se precia? ¿Existe realmente el agente
racional de los modelos económicos? ¿Tiene sentido hablarle de leyes a este primate?
¿Cuáles son sus necesidades, esas que persigue satisfacer? ¿Le es innata alguna clase
de moralidad? ¿El egoísmo, la sangre fría del depredador o el altruismo quizás? Desde
esas inquietudes y desde la esfera de la violencia no de colectivos sino interpersonal es
que animo las cuestiones que discuto en el texto que presenté previamente.

Conforme evolucionan las culturas aumentan las regulaciones a las libertades individuales
a la postre de unos objetivos comunes, resultando el consenso popular como al fuente del
poder de las instituciones que representan la ley convenida. Esta estabilidad, el aparente
equilibrio entre las partes, llega a ser un costo alto para el individuo quien se obliga a la
renuncia de mucho de su voluntad, de gran parte de su potencia. Así lo alega Nietzsche
cuando habla de la revolución francesa como el más grande logro de la moral del esclavo.
La absoluta inversión del valor noble en su total desprecio. Se eleva como máxima virtud
la falta de acción propia del que nada puede hacer en una justificación retorcida del miedo
y la impotencia. Se renuncia con el contrato social a la violencia y se le hace exclusiva al
estado. La venganza de los dominados. Con esto reconocemos también lo que Hannah
Arendt sostiene al decir que violencia y poder no solo son diferentes sino opuestos. En el
monopolio de la violencia por parte del estado que nace del contrato social como lo
propone Rousseau, se distinguen separados violencia y poder, el uno del estado y el
segundo desde el pueblo. Posteriormente y también en Francia, la revolución estudiantil
que coronó a de Gaulle presidente, enseñaría que es precisa la consonancia entre la
política interior y la exterior con el devenir de la descolonización de Argelia, pero más que
esto, quiero señalar como el individualismo de nuestra era de la mano con creciente
educación en una cultura de la no violencia, sumado a una creciente interdependencia
económica y de un cosmopolitanismo que nos permite reconocer más fácilmente al otro,
han tenido como consecuencia el declive de la violencia en el ahora. Cierro recordando
que esto solo es posible a través de los medios que la biología y que toda capacidad de
juicio y sesgo, toda capacidad de empatía o de deshumanización y todo recurso de
control comportamental, lenguaje y simbolización reposan en ella.

Presentado por:

Didier Camilo Olarte González

U00057482

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