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Los modelos mentales con “imágenes internas acerca del funcionamiento del mundo,
imágenes que nos limitan a modos familiares de pensar y actuar”. Trataremos más
adelante la naturaleza de estas imágenes al tratar el tema de los filtros y paradigmas.
Cuando creemos que el mundo es tal como lo percibimos cancelamos la idea de que
haya otras visiones posibles de la misma cosa. La apertura a otras formas de ver y
pensar implica llegar al dominio sobre los modelos mentales propios: enriquece nuestras
opciones y nos permite acceder a una vida más inteligente.
A través del dominio de la disciplina de los modelos mentales podemos acceder a lo que
Senge llama “visión compartida”. Pero no podrá haber una visión compartida sin un
previo conocimiento de las visiones personales. “Si la gente no tiene una visión propia a
lo sumo suscribirá la visión del otro” nos dice Senge, y continúa definiendo “el arte del
liderazgo visionario: cómo se construyen visiones compartidas a partir de visiones
personales”.
Crear una visión compartida es elaborar un nexo emocional y racional entre los
miembros de un grupo sobre un objetivo que merece ser alcanzado. Es una fuerza que
mueve al compromiso, no solo al acatamiento, “es una fuerza de impresionante poder”
que “crea una sensación de vínculo común que impregna la organización y brinda
coherencia a actividades dispares”.
Si bien no hay fórmulas exactas para alinear las visiones mentales individuales y la
visión compartida del grupo es evidente que esto no se produce casualmente. Las
organizaciones deben construir un “estado de cosas” para que así suceda: una
arquitectura de relaciones, una cultura de diálogo y participación, un estilo de liderazgo,
una estrategia racional y efectiva, un ambiente profesional y orientado a la excelencia,
un clima de respeto y tolerancia, una tradición de resultados positivos, etc. La tarea de
los gestores, además de las acciones operativas naturales de cada puesto, es la de ser
arquitectos y custodios de ese clima de alineamiento entre los individuos, los grupos y
la organización.
Pero debemos admitir que esta es una tarea para la que los gestores no estamos muy
bien preparados. El centro de nuestra formación profesional ha sido dirigido a dominar
un cuerpo de técnicas vinculadas a una especialidad –las operaciones, las finanzas, la
ingeniería, la venta, etc.-, sin embargo es llamativamente escasa la formación que
recibimos en los institutos de enseñanza sobre las habilidades que son específicamente
de conducción de personas y grupos. Generalmente aprendemos estas habilidades “en la
calle” por prueba y error y sin una mínima formación teórica. Reposicionar el valor de
las habilidades de “arquitectos de sistemas” de los gestores y particularmente la de
líderes a cargo de la dirección de personas es una tarea que con urgencia se espera de
los institutos educacionales.
Es posible que este estado de “gracia”, de alineamiento positivo no sea perfecto ni dure
eternamente. También es posible que no toda la organización sienta con la misma
intensidad ese clima y que haya claros y oscuros en la forma en que diversos grupos
viven la visión compartida y sienten la pertenencia organizacional. En cualquier caso,
aun con imperfecciones, es claro que la existencia de ese estado de alineamiento es una
llave que libera la inteligencia organizacional e impulsa el desempeño a niveles
imposibles de lograr por vías formales y contractuales.