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La imposibilidad del deseo: L'aura

Por Beatriz Cardozo

La autora presenta una hipótesis que en relación a un caso clínico logra abrir el juego a las
preguntas: ¿cómo en el síntoma se presentifica un goce pulsional que “no cesa de insistir”? ¿Cómo
la compulsión de repetición situada más allá principio de placer, y que habla de la pulsión de
muerte, aparece solidificada en el síntoma?

Este caso clínico intenta demostrar, mediante algunas apreciaciones teóricas, la hipótesis de
la que parte el mismo, que titulé: “LA IMPOSIBILIDAD DEL DESEO: L’aura”. La
hipótesis es la siguiente: demostrar como la compulsión de repetición situada más allá
principio de placer, y que habla de la pulsión de muerte, aparece solidificada en el síntoma
mismo, es decir, cómo en el síntoma se presentifica un goce pulsional que “no cesa de
insistir”.

El desarrollo teórico que sucede a dicha hipótesis es articulado con el siguiente material
clínico: “Se trata de un joven de unos 30 años, que ha hecho una carrera universitaria y
que en la consulta se presenta diciendo que lo que le pasa es que no puede resistir un
hueco. Hueco que a su parecer podría ser llenado con una pareja, con la comunicación
que no tuvo en su familia, con amor, con una ilusión, etc.”

En “Introducción del narcisismo” (1914), el padre del psicoanálisis, nos dice: “que se ama a
lo que posee el mérito que falta al yo para alcanzar el ideal”. (1)

El paciente no dice no soporto lo que me “falta”, dice: “no resisto un hueco”, y cree
religiosamente que este puede ser llenado, que puede ser tapado.

Por este tiempo, el de las entrevistas, habla de algo que lo preocupa y es la relación que
tiene con una chica, que está de novia con otro muchacho que se llama como él y con
quién, no sólo comparte su nombre como otro, doble; sino que además se ha visto en la
situación, obligado por las circunstancias, de mantener una conversación sobre ella.
Además cuenta que desde hacía tiempo que pensaba alejarse de ella, debido a otro motivo
que lo distanciaba de la joven: no le gustaban sus besos, al besarla sentía asco.

Este es el primer síntoma del que habla, sabemos que en “Tres ensayos para una teoría
sexual” (1905), el psicoanálisis nos dice que, la inhibición en el camino de la pulsión
sexual, da lugar a fuerzas anímicas contrarias (mociones reactivas), construidas para la
sofocación del displacer. Es decir, el asco es una formación reactiva, es lo que se llama
DIQUES ANÍMICOS, desarrollados en el período de latencia, posterior al sepultamiento
del Complejo de Edipo. (2) Pues bien, se puede situar el primer hueco-boca-pulsión oral.

También refiere al pasar unos síntomas intestinales que el médico le señala como de
etiología nerviosa. (Había realizado consulta médica por lo que él llamaba parásitos, etc.)

Mientras tanto en sus dichos insiste el: “No puedo resistir el hueco”. Este de todas formas
se presentifica en los síntomas mismos: la boca, el ano evidencian un hueco, orificios en lo
corporal. Entonces, ¿De qué hueco habla?

Podemos decir que la pulsión se manifiesta allí, bordeando un vacío en tanto el objeto
queda perdido. El pecho, en lo oral, las heces en lo anal.

Más adelante comienza a hablar de cambios en su trabajo, de su necesidad de


independizarse, de su relación con los otros, dónde él frente a sus colegas aparece
sintiéndose inferior, los clientes siempre consultan a los otros, a él no. Allí dice, no sentirse
conforme con su labor profesional, como veterinario. Dice que no le gusta hacer “Clínica
de pequeños…” (Animales).

Algo en relación a lo pequeño señala la analista. Al principio el paciente dice: “No, no se


trata de eso”, habría que recordar el artículo de “La negación”. (3)

De alguna manera el paciente confirma esta idea, cuando dice que él frente a sus hermanos
varones, se achica. Puede leerse allí, “sea chica”.

¿Se podría pensar “se feminiza”? y esta idea se confirma a-posteriori, en torno a una
identificación que todavía aparecía muy oscura para el análisis, pero que estaba presente.
Entre sus hermanos varones, ambos profesionales, y él, había una hermana que era
epiléptica. De quién el paciente expresa un franco rechazo.

En el tiempo siguiente, el que podría llamarse el inicio del tratamiento, comienza a hablar
de una nueva relación amorosa. Conoce a una chica que le gusta, no demasiado, no parece
entusiasmarlo mucho. Pero le parece una buena persona, una excelente chica, no obstante a
veces recuerda a aquella otra, la que tenía novio, con quién no había tenido relaciones
sexuales. Sólo era un amor platónico. En su decir, se acentúa una dicotomía, comienza a
hablar de lo espiritual y de lo físico, como dos aspectos que resulta difícil conciliar.

Este tiempo del tratamiento transcurre hablando de un modo más o menos continuo, de esta
mujer y de esa dicotomía que persiste: el cuerpo y el aura-alma.

En esta relación se van a plasmar toda una serie de síntomas que hablan de sus fantasías
inconscientes. Uno de ellos es antiguo, es sentir asco al besarla, racionaliza diciendo que es
porque fuma y le pide que deje de hacerlo, pero luego este síntoma desaparece-apareciendo
otros, como en un sentido dialéctico, es decir, cubriendo al anterior pero conteniéndolo y
superándolo, por ejemplo: dice sentir rechazo por su piel, pues cuando mantienen
relaciones sexuales ésta, la piel de la joven, se pone “como piel de gallina”.
Asocia este significante “gallina” con el “se achica”- “sea chica”, el paciente dice: “soy
cobarde, como no puedo amar a esta excelente mujer, ella que en lo espiritual me da tanto,
todo por este detalle físico”. Vemos allí, la dicotomía; cuerpo-aura-alma, nuevamente
insistiendo.

Luego los síntomas aparecen bajo la forma de “queja”, dice: “es linda de cara, pero “no me
gusta su cuerpo”, “su cola y su espalda es muy masculina; yo le digo que sea más femenina,
ella no hace nada por calentarme…” En las asociaciones aparece que estos rasgos físicos,
se relacionan con rasgos físicos de su madre por un lado y de su hermana por otro. (La cola,
la forma de las caderas le recuerdan a su madre, y los hombros y la espalda a su hermana.)
Algo de lo incestuoso aparece.

Comenta también, que durante las relaciones sexuales “no siente la sensación de
penetración…”, es que siente que su pene se pierde en un vacío, habla de la Fantasía de
castración.

Tal vez, podría decirse que todo él se pierde en un vacío, en un hueco; pero la fantasía de
castración a la que alude diciendo que su pene se pierde…, recuerda lo que Melanie Klein
denominó “Fantasía de vagina dentada”.

Pues bien, ¿qué se pone en juego en este nuevo orificio, en este hueco que pertenece a una
mujer? Parecería que al no reconocer los bordes de este hueco, más que hablar de la
castración, de la falta en una mujer, por ejemplo la de su madre, remite a su propia
castración, en tanto queda resonando su “equivoco”, “no siento la sensación de
penetración”. Puede leerse “no es penetrado”.

Comenta que en su iniciación sexual su padre, sólo le dijo: “Cuídate, usa forro”.

A partir del trabajo en análisis, nos enteramos que este decir del padre, tiene dos lecturas
posibles:

-En una la mujer aparece como una enfermedad contagiosa.


-En la otra, él aparece como un forro.

Es necesario pensar cómo operó la función paterna en la constelación edípica del paciente.

Por otra parte, cuenta que habló sobre la iniciación sexual también con su madre; y dice al
respecto: “la primera vez que tuve relaciones sexuales con mi mamá…” enunciado éste que
la analista repite: “la primera vez que tuve relaciones sexuales con mi mamá”, pareciera
que a partir de esta intervención, algo en el paciente comienza a escuchar.

Este análisis transcurre entonces, hablando de Laura, la chica, la mujer, a quién no podía
desear, a quién situaba en el lugar de su queja: “es Laura, es Laura…que no hace nada para
que (yo) la desee, para que (yo) me caliente…etc., es L’aura, que me produce rechazo…”,
marcando así, la imposibilidad del deseo, lugar de la imposibilidad que deja condensado en
el síntoma mismo, un goce pulsional, que no puede terminar de hacerse metáfora.

Pues bien, sabemos que el síntoma es metáfora en tanto es testimonio de la represión.


¿Cómo pensar entonces ese goce pulsional condensado en el síntoma mismo?

Y finalmente, ¿qué relación existe entre la imposibilidad del deseo y la Compulsión de


repetición, situada más allá del principio de placer?

Concluyendo:

El síntoma tiene una doble vertiente, por un lado: habla, dice en tanto sabemos que
proviene de lo reprimido porque se subroga ante el yo.

Lo reprimido es para el (yo), tierra extranjera interior y el síntoma nos lleva a lo


inconsciente, a la vida pulsional.

También, la modalidad de satisfacción del síntoma, tiene mucho de extraño.

Es “irreconocible” para el paciente que siente la presente satisfacción, más bien, como un
sufrimiento y como tal se queja de “ello”.

Pero hay algo más que hace que los síntomas, aunque nos parezcan asombrosos e
incomprensibles como medio de la satisfacción libidinal, no nos recuerdan nada de lo que
solemos esperar de una satisfacción. Casi siempre prescinden del objeto y resignan, por lo
tanto, el vínculo con la realidad exterior.

Y esto aparece como consecuencia del extrañamiento respecto del principio de Realidad y
del retroceso al principio de placer. (4) El síntoma es un retroceso a una suerte de
autoerotismo ampliado, como el que ofrecían las primeras satisfacciones de la pulsión
sexual. Entonces, se puede decir que en éste retroceso se aloja la Compulsión que Freud
vislumbra como “Misión paradójica del síntoma”, adecuada para poner de manifiesto la
insistencia de la pulsión. (4)

La pulsión no está regida sólo por el principio de placer. Hay en la pulsión un más allá
arcaico (retroceso) que empuja (drang) a buscar sin fin, la satisfacción.

Entonces, el síntoma satisface ahí mismo donde aparece como doloroso. Podríamos decir
“el síntoma satisface a la repetición” y en un nivel distinto a aquel que el síntoma habla.

En el paciente, “el aura” abre un campo de asociación, él se identifica con su hermana


epiléptica, para ser el falo de la madre, creía que era epiléptico pues lo medicaban igual que
a su hermana, por unas convulsiones febriles que tuvo en la infancia.
Por otro lado, su padre, rechaza a su hermana, la des-precia, con lo que se puede decir que
la función paterna opera en este rechazo por la hermana, es decir, como efecto de
identificación con el padre.

Entonces, opera la metáfora paterna, en éste rechazo-agresividad, pero a su vez aparece


algo del goce, pulsional, porque en el decir del padre las mujeres son la misma enfermedad.

Desde el decir, del padre, LAURA es, la enfermedad, L’AURA que es pura pulsión de
muerte. Así, pareciera que la paradoja del síntoma aparece entre satisfacción sustitutiva e
insistencia pulsional: goce y repetición.

Bibliografía:

1. Freud, S. “Introducción del Narcisismo”, Obras Completas, Amorrortu edicones


(1914).
2. Freud, S. “Tres ensayos de teoría sexual”, Obras Completas, Amorrortu ediciones
(1905).
3. Freud, S. “La negación”, Obras Completas, Amorrortu ediciones (1925).
4. Cosentino, J.C. “Lo real en Freud: sueño, síntoma, transferencia” Ediciones
Manantial (1992).

Nota: Este Caso Clínico: “La imposibilidad del deseo: L’aura”, es un escrito del
libro inédito “Naturaleza Viva” de Beatriz Cardozo, forma parte de la sección:
“ARTICULACIONES – (CUATRO)”.

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