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11/4/2018 Aborto, Ciencia y religión: sobre Barañao y sus definiciones - LA NACION

LA NACION | SOCIEDAD | DEBATE POR EL ABORTO

Aborto, Ciencia y religión: sobre


Barañao y sus definiciones
Ignacio Silva SEGUIR

PARA LA NACION

5 de marzo de 2018 • 17:29

P or primera vez en muchos meses me encontré con un argumento a favor del


aborto proveniente desde el ámbito de la ciencia en el artículo publicado en LA NACION
por el Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación, Lino
Barañao. Hasta ahora solo había encontrado argumentos de tinte científico en contra
del aborto, por lo que bienvenido sea el aporte del ministro al debate.

El artículo, que intenta mostrar que el discurso científico está a favor del aborto, se
encuentra lleno de incongruencias, tanto filosóficas como científicas, lo que es de
lamentar dado que proviene de un académico y profesional de la ciencia como el Dr.
Barañao. Aunque cada párrafo merece un análisis propio, voy a intentar una reflexión
menos exhaustiva.

Comienzo por los problemas filosóficos. Barañao se olvida de las definiciones, tan
importantes en cualquier debate académico y científico. Estoy pensando,
evidentemente, en sus nociones de "ser humano", "vida humana" y "persona". Barañao
dice que "no es cierto que el concepto de vida humana y persona sean equiparables", sin
decirnos por qué y sin definir una y otra noción. Lo interesante es que, aunque dice que
"la ciencia ha determinado que la vida humana comienza con la concepción, lo cual es
cierto", más adelante afirma que "un embrión no es equiparable a un ser humano".
Nuevamente, falta de definiciones.

Prefiero asumir que el ministro no define, en vez de aceptar que cae en contradicciones
fatales para su argumento. Y agrega, una vez más sin definir, "si bien la vida humana
comienza con la concepción, las características propias de una persona se adquieren a lo

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largo de la gestación". ¿Cuáles son tales características? ¿La "actividad cerebral


detectable" a la cual se refiere más adelante? Pero entonces, ¿qué hacer con los
pacientes en coma, sin actividad cerebral detectable, que terminan despertando (para
quien le interese, siempre está el ejemplo de Eben Alexander, neurocirujano de
Harvard, quien seguramente compartía opiniones con el ministro antes de su propia
experiencia en coma). O mejor preguntar, si uno estuviese en la certeza de que un
individuo en coma y sin actividad cerebral detectable fuese a tener tal actividad en un
futuro cercano (digamos, en 14 semanas), ¿acaso dudaría en hacer lo posible para que
viviese?

Paso a los problemas de tinte científico (los que seguramente el ministro, o cualquiera
con más conocimiento que yo, podrá solucionar). El primero es el paralelismo entre la
historia evolutiva de la especie humana (en un movimiento claramente retórico,
Barañao reconoce que "la propia Iglesia Católica ha reconocido que la especie humana
es producto de la evolución") y el desarrollo embrionario individual. El ministro afirma
que "esta historia evolutiva de nuestra especie se reproduce durante el desarrollo
embrionario, desde una célula primordial hasta una criatura que nace".

La pregunta que surge es ¿en qué momento del desarrollo embrionario el embrión pasa
por ser miembro de la especie Australopithecus afarensis (que vivió hace alrededor de
3.2 millones de años a la que perteneció Lucy), o de la Homo habilis (2.5 millones de
años), o de la Homo heidelbergensis (0.6 millones de años)? Asumo que lo que Barañao
quiere decir es que el embrión humano pasa por distintos pasos en su desarrollo así
como la especie humana llegó a ser Homo sapiens sapiens (el hombre moderno).

Esta analogía es llanamente mala: sin duda alguna la especie humana ha evolucionado
de otras especies que no eran humanas (tal como el hombre moderno lo es; si hubiesen
sido de la misma especie, no habría evolución de las especies y Barañao estaría dejando
a Darwin sin su mayor contribución a la ciencia), pero la vida humana (que según el
mismo Barañao comienza en la concepción) continua siendo humana, no deja de serlo,
durante el desarrollo embrionario.

Un punto aparate merece la afirmación acerca de la información contenida en el ADN


(dejo de lado la curiosa analogía con los huevos de gallina). Este quizás sea el único
argumento verdaderamente "científico" de Barañao en todo el artículo. Según la ciencia
genética, lo que un individuo podrá ser en cuanto a su corporeidad está incluido en su
código genético, presente en la secuencia de ADN formada en la concepción (que es
cuando comienza la vida humana, tal como Barañao lo afirma). Recurrir a la distinción,

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cierta por supuesto, entre información y complejidad, y afirmar que la primera aumenta
proporcionalmente según el aumento de la segunda, no es suficiente para negar que el
ADN presente en la concepción determinará las potencialidades del individuo en el
futuro. Sin duda, el Dr Barañao podrá aclarar este punto mucho mejor que yo.

Finalmente quisiera reflexionar sobre el recurso a la muy interesante investigación de


Dan Kahan (de Yale), sobre cognición cultural, que explica que un individuo no
cambiará su opinión aun cuando se le presente evidencia en contra, por el hecho de
preferir (inconscientemente) permanecer dentro de su grupo de pertenencia. Barañao
utiliza esta investigación para sugerir que cualquier individuo religioso, aunque se le
explique lo que él explicó en su artículo (sin demasiada definición), no cambiará su
punto de vista simplemente porque quiere continuar perteneciendo a su grupo
ideológico. Lo que Barañao no dice es que el mismo argumento puede ser utilizado para
explicar por qué quienes aceptan el aborto no cambian su opinión aun cuando se les
presente evidencia en contra exactamente por la misma razón de pertenencia (quizás el
ministro caiga dentro de este grupo).

El debate sobre el aborto, tiene una importante base en la ciencia empírica que no debe
dejarse de lado, tal como lo reconocen el mismo ministro y muchos hoy en día que se
oponen a tal práctica. Pero es necesario, parafraseando al ministro no usar argumentos
sin las correctas definiciones científicas y filosóficas para imponer a los demás
convicciones propias de nuestra visión del mundo.

El autor es Doctor en Teología - Ciencia y Religión, University of Oxford e investigador


del Instituto de Filosofía, Universidad Austral

Por: Ignacio Silva

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