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En los registros de las actividades gremiales de diversas ciudades europeas, ha quedado constancia que la cantidad de
sastres en activo era mucho mayor que la de las costureras. Ellos seguían manteniendo el prestigio adquirido desde la
Edad Media, sin ser ‘destronados’ por la cada vez mayor influencia de las ‘comerciantes de moda’. No olvidemos que, por
estos años, aún la vestimenta del hombre requería una cuidadosa elaboración, casi a la par que la de las mujeres y que en
el mundo de la moda, el hombre aún competía en términos de fantasía y decoración.
1709. Matthijs Naiveu. The Cloth Shop-
Generalmente los maestros sastres acudían a la casa de los clientes, sobre todo cuando eran damas de la alta sociedad ya
que estas requerían de intimidad para tomar decisiones en cuanto a los vestidos que encargaba. En estas sesiones, el sastre
asesoraba a su cliente y se determinaban, entre ambos, la tela, el modelo y el precio de la prenda. No obstante, siguieron
existiendo los talleres o pequeñas tiendas (tailorshops), a las que podía acercarse la clientela para encargar, probar o
recoger sus pedidos.
La competencia y los litigios entre estos gremios afines y la no siempre clara delimitación de sus funciones contribuyeron
a que, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, desaparecieran estas asociaciones.
1789. Sátira social sobre el sastre
Pero las causa principal es que el mundo estaba a punto de entrar en otra era: las nuevas formas de capitalismo y la
industrialización progresiva, la lucha contra el monopolio y el clasismo, el descrédito del paternalismo, el principio de
libertad individual, un mayor respeto y consideración a la persona y a su obra… dieron fin a los gremios, algo que sería
generalizado en Europa Occidental en los inicios del nuevo siglo.