You are on page 1of 6

Postestructuralismos: escritura y Actividad 10.

El arpa y la sombra
poéticas de fin de siglo María Elisa Bernal Vega A01316439
Titular: Dr. Raúl C. Verduzco Garza 22 de marzo de 2015

La Nueva Novela Histórica Latinoamericana es “un discurso desacralizador de la


historia y de sus posibilidades de interpretación del pasado como posibilidad de explicación
de la identidad” (Galindo, 1999, p. 40). Utilizando los recursos de la ficción, modifica el
discurso histórico a partir de un cuestionamiento de hechos consagrados como verdaderos.
Toma personajes encumbrados por la historia para desmitificarlos, desacreditando la
historia oficial y cuestionando la racionalidad mimética. Enclavada en el postestructuralismo,
adopta una postura crítica y se caracteriza por la intertextualidad y el dialogismo, así
como por su oposición al realismo y el pensamiento tradicional. Desde esta perspectiva,
realizaremos un análisis de la novela El arpa y la sombra (Carpentier, A., 2008).

La novela se divide en tres partes. La primera, El arpa, se centra en los problemas


que enfrenta el Papa Pío IX, quien promueve los procesos de beatificación de Colón y de la
reina Isabel la Católica. El narrador inicia su relato en un momento previo al proceso y
lleva al pontífice a recordar episodios del pasado tales como su juventud en la casa paterna
y su viaje a América en misión apostólica siendo un joven sacerdote. Encontramos rasgos
distintivos de la NNH, como son la ficcionalización del Papa y la intertextualidad que en la
obra se da principalmente mediante citas, alusiones y uso de la parodia y la ironía (que en
las otras dos partes del libro funcionan además como elementos de carnaval). Asoma la
metadiégesis a cargo de Pío IX en dos ocasiones: en el viaje a Chile, el narrador se refiere
a una carta de Mastaï, quien interviene desde otro momento en el tiempo para decir: “Sin
desearlo fui el Pálido Ángel de los Funestos Vaticinios” (p. 207) y cuando, sin intervenir en
la narración (como en ventrilocución: “¿por qué esperar más?”), recuerda que “Aquella
noche memorable se cubrió el rostro con las manos, pero esas manos eran las mismas
que ahora vacilaban entre el tintero y la pluma (…)” (p. 216). No alcanza aquí a despertar
la polifonía del discurso de Carpentier, que será todo un concierto en la segunda parte. Si
bien en esta parte se presentan ideas filosóficas como la confianza en la calidad potencial
de las razas americanas (p. 205) o el desprecio por las ideas de Voltaire y Rousseau (pp.
203 y 209) y por los protestantes “de mierda” (pp. 213-214), sus manifestaciones son
parte de la caracterización del personaje conforme a la concepción que el autor tiene de
Colón, no de la ideología de aquel.

La segunda parte de la novela, La mano, está narrada por el mismo Cristóbal Colón,
de manera que se da una metadiégesis. Su lenguaje es contemporáneo pero lo adorna
con términos propios de la época: “perdóneseme el vocablo pero lo usé sin ambages en
epístola dirigida a muy cimeras Altezas” y toma un carácter poético, “a compás de un
himno color de azafrán y aromas malabares” (p. 248) , utiliza con frecuencia metáforas
“llamé Cólquida lo que jamás fue Cólquida” (p. 222). Admite que los vikingos ya habían
visitado América: “Yendo siempre al oeste, más al oeste, y aún más al oeste, un hijo del
marinero pelirrojo, llamado Leif-el-de-la-buena-suerte, alcanza una inmensa tierra a la que
pone el nombre de Tierra de Selvas.” (pp. 238 y 262) Aquí hacen su aparición la parodia
y lo carnavalesco, con su presentación del Tinglado de Maravillas.

En la parte final, La sombra, vuelve el narrador único para hacer un relato polifónico
en el que intervienen todos los implicados en el juicio de beatificación, que se vuelve una
parodia presenciada por Colón en su fantasmal calidad de El Invisible. El proceso se realiza
ante el tribunal colegial, con la intervención del Postulante, el Abogado del Diablo y los
testigos. Las situaciones que se presentan y el lenguaje que se utiliza, están plagados de
elementos irónicos y paródicos. Lo carnavalesco predomina y se manifiesta tanto en las
exageraciones humorísticas como en el énfasis de las funciones corporales.

A continuación, se expone de qué manera esta novela cubre el catálogo de rasgos


distintivos que Menton (1993, pp. 42-45) asigna a la NNH:

1. La subordinación, de la reproducción mimética de cierto periodo histórico a la


presentación de algunas ideas filosóficas. La idea predominante es que Cristóbal Colón
era un hombre carente de integridad, un marrano en el sentido histórico de la palabra
(judío renegado/ disfrazado), que realizó su hazaña marítima con el único objetivo de
adquirir gloria y riquezas para sí y sus patrocinadores, ostentándose como descubridor de
una tierra a la que él sabía que habían llegado antes los habitantes de las tierras del
norte, con nefastas consecuencias para los nativos del continente.
“Fui el Descubridor-descubierto, puesto en descubierto; y soy el Conquistador-conquistado pues empecé
a existir para mí y para los demás el día en que llegué allá y, desde entonces, son aquellas tierras las
que me definen, esculpen mi figura, me paran en el aire que me circunda, me confieren, ante mí mismo,
una talla épica que ya me niegan todos...” (p. 327).

2. La distorsión consciente de la historia mediante omisiones, exageraciones y


anacronismos. La distorsión se da mezclando hechos verídicos con elementos de ficción:
“Y, aquel día, (…)pronuncié palabras como dichas por otro –palabras que no repetiré en
mi confesión– que me hicieron salir de las estancias reales cuando empezaban a sonar las
dianas de los campamentos.” (p. 260); la exageración: “¡Ni César entrando en Roma
montado en carro triunfal pudo sentirse más ufano que yo!” (p. 297); “A pesar del hábito
franciscano que ahora me envuelve, mi carne es semejante a la del Pseudo-Cipriano, el
hereje cartaginés que pignoró su alma para recuperar una perdida juventud y abusa
deshonestamente del candor de una doncella (…)” (p. 317).

3. La ficcionalización de personajes históricos, como es el caso del mismo Colón:


“Y lo peor de todo es que no tengo la menor idea de dónde estamos” (p. 286); Isabel de
Castilla: “¡Marrano! –me gritó ella–; ¡No eres sino un marrano!”; Martín Alonso Pinzón:
“bajo la mirada socarrona de Martín Alonso –cada día me gustaba menos– que me decía
«cuélguelos… cuélguelos» a sabiendas de que si me resolvía a ordenar que ahorcaran a
alguno, nadie me hubiese obedecido” (p. 270); José Baldi: “Colón fue un santo; un santo
ofrecido por voluntad del Señor allí donde Satanás era rey” (p. 357); León Bloy: “¿Dónde
me deja este miserable a la Divina Providencia?” (p. 347); así como Pío IX, Juan de la
Cosa, Julio Verne, Víctor Hugo y Bartolomé de las Casas.

4. La metaficción o los comentarios del narrador sobre el proceso de creación, que


abundan en La mano y La sombra, con numerosos comentarios de Colón, muchos de
estos entre paréntesis: “y esto no sé si podrá entenderlo bien un fraile” (p. 221). También
hay notas de pie de página, importante elemento de metaficción que el autor acostumbra
incorporar en sus obras (González, R., 1993, p. 26). La referencia a los huesos dispersos
de Colón “(…) nunca hubo huesos más trajinados, trasegados, revueltos, controvertidos,
viajados, discutidos, que éstos” (Carpentier, p. 337) no solamente alude a los restos de
Colón, sino también a sus documentos de Colón, así como a la fuente de origen de la
ficción del autor (González, p. 370). De igual manera, el autor se identifica con Colón al
confesar que se reconoce como embustero y creador de mentiras (p. 371).

5. La intertextualidad. Si bien este es un rasgo presente a lo largo de toda la obra,


su manifestación más significativa se da en las veladas referencias a la obra de Cervantes.
Por ejemplo, las menciones del Tinglado de las Maravillas (p. 248) o la Nación de los
Monicongos (p. 253), puestas en boca de Colón (aquí tenemos también el elemento
distorsión en razón del anacronismo, pues como dice González, en tiempos del navegante
ni siquiera había nacido Cervantes) no son simples alusiones, sino que constituyen
además una identificación CCC Colón-Cervantes-Carpentier (González, pp. 373-375).
Otros ejemplos son las siguientes citas: “Post hominum salutem, ab incarnato Dei Verbo
(…)” (p. 188), que es la primera de muchas en latín, algunas serán parafraseadas y otras
simplemente dejadas a cargo de la capacidad de traducción del lector; «Plaisir d’amour
Ne dure qu’un moment (…)» (p. 198), a lo largo de la novela, Carpentier aprovecha
numerosas oportunidades para referirse a poesías, canciones y piezas musicales de
cientos de años atrás; “No puede ya mi cuerpo con el peso de mi alma ensangrentada”,
San Agustín (p. 223); “Ea, judíos, a enfardelar” (p. 235) , canción de la época, según pie
de página. Hay numerosas referencias bíblicas a lo largo de toda la obra.

También encontramos numerosas alusiones a otros autores,: “(…) Branca Doria,


aquel muy magnífico asesino, de estirpe genovesa, a quien Dante halló en el noveno círculo
infernal, padeciendo su castigo en alma mientras su cuerpo, movido por un demonio, se
mostraba aún viviente sobre la tierra.” (p. 200). Casi al final vuelve a citar la Divina comedia,
“(…) el hielo que se había endurecido en torno a mi corazón (…) (p. 354); “Había negros,
muchos negros, entregados a ancilares oficios (…) que traían achuras del matadero” (p.
201). Según nota de pie de página, se refiere a El matadero de Esteban Echeverría; “nigra
sum (…) cuyos pechos eran como racimos de uva”. Cantar de los Cantares (p. 227); “Me
dicen de una tragedia de Séneca” (pp. 232- 233); “…Vendrán los tardos años (…)”. Jasón
en Medea (pp. 244, 247 y 302); “(…) engañan al mozo enamorado vendiéndole filtros de
amor, aconsejan manejos de menuda hechicería para propiciar tratos deshonestos,
recetan untos de oso, de culebra (…)”, en referencia a La Celestina de Fernando de
Rojas; y “cuando yo me la llevé al río por primera vez, creyendo que era mozuela”, en
referencia al Retablo gitano de García Lorca. Finalmente, está la reveladora referencia a
la incursión de los vikingos a América (Carpentier, pp. 240-241 y 245).

6. Los conceptos bajtinianos de lo dialógico, lo carnavalesco, la parodia y la


heteroglosia, todos elementos intertextuales. El dialogismo se manifiesta en la polifonía
que se da a lo largo de la narración, en la que narran Pío IX, Mastaï, y Colón, que a veces
habla como El Navegante y otras como el moribundo confesante; también están presentes
los discursos de los participantes en el juicio. La parodia y lo carnavalesco se manifiestan
abundantemente en La mano y La Sombra. El siguiente fragmento, ejemplifica tanto la
parodia como lo carnavalesco:
“Armaba mi teatro ante duques y altezas (…) Doña Canela, Doña Moscada, Doña Pimienta y Doña
Cardamoma entraban del brazo de Don Zafiro, Don Topacio, Doña Esmeralda y Doña Toda Plata,
seguidos de Doña Jengibre y Don Clavo del Clavero, a compás de un himno color de azafrán y
aromas malabares (…).” (p. 248)

Otros ejemplos: “¿No podría Vuestra Merced, señor Almirante, adelantarme alguna
monedilla a cuenta?” “¿Para qué?” “Para irme de putas y con perdón… Hace más de
cincuenta días que no obro.” (p. 272); “¡Cortes de monarcas en pelotas!” (p. 289); “Y
empiezan los jodedores de siempre a decir que si esos no son los restos de Colón I sino
de Colón II, y que si los de Colón I siguen en Cuba (…)” (p. 338); “El Invisible sintió que
sus invisibles orejas se le acrecían y paraban, como las de un lobo (…)” (p. 341); “Mira: si
una beatificación de Juana de Arco me parece muy posible, la de Luis XVI es tan probable
como la de la puta de tu abuela.” (p. 335)

En cuanto a la heteroglosia, se inserta el verso de una canción en francés (p. 198),


así como numerosas citas en latín a lo largo de la novela.

La deconstrucción como elemento postestructuralista de la NNH se manifiesta a lo


largo de la novela en el desmoronamiento de la imagen histórica idealizada de Colón y de
su intervención en la construcción de un nuevo mundo, poniendo en tensión la concepción
tradicional y el juicio inamovible de los siglos para entregarnos la versión decantada del
autor: un descubridor desorientado, valiente, ambicioso, lujurioso, intrigante, determinado,
tramposo, emprendedor, codicioso, esclavista, mentiroso. “Decir cosas que serán de
escándalo, desconciertos, trastueque de evidencias y revelación de engaños para el fraile
oidor” (p. 222). También la imagen de Isabel la Católica sufre similar aunque menor
metamorfosis: se destruye la imagen de la reina proba y generosa para dar lugar a una
mujer de carne y hueso, dueña de si misma, ambiciosa, dominante, manipuladora y
promiscua: “Columba –así la llamaba yo cuando estábamos a solas– me prometía tres
carabelas, diez carabelas, cincuenta carabelas, todas las carabelas que quisiera; pero, en
cuanto amanecía se esfumaban las carabelas, y quedaba yo solo (…).” (p. 261)

Por todo lo anterior, El arpa y la sombra es una obra representativa de la NNH


hispanoamericana, pues además de cumplir con las exigencias de la más estricta definición
(“hay que reservar la categoría de novela histórica para aquellas novelas cuya acción se
ubica total o por lo menos predominantemente en el pasado, es decir, un pasado no
experimentado directamente por el autor” Menton, S., 1993, p. 32), coexisten en ella
personajes históricos y ficticios, se cuestiona y distorsiona la historia oficial, se juega con el
tiempo, se insertan con frecuencia elementos de metaficción e intertextualidad y abundan los
rasgos bajtianos. Además, podemos afirmar que esta novela se caracteriza por su
intención de devolver su humana dimensión (“Cristobalillo”) a la imagen histórica de
Cristóbal Colón, mostrándole como un hombre plagado de defectos morales: “Cuando me
asomo al laberinto de mi pasado en esta hora última, me asombro ante mi natural
vocación de farsante, de animador de antruejos, de armador de ilusiones.” (p. 323).
Referencias:

Carpentier, A. (2008). El arpa y la sombra. Madrid: Akal, S. A.

Galindo, O. (1999). Nueva Novela Histórica Hispanoamericana: una introducción. En


Documentos Lingüísticos y literarios (22), pp. 39-44. Recuperado en: http://www.
humanidades.uach.cl/documentos_linguisticos/docannexe.php?id=625

González, R. (1993). Alejo Carpentier: El peregrino en su patria. México, D. F.: Porrúa.

Menton, S. (1993). La nueva novela histórica en América Latina 1979-1992. México, D. F.:
Fondo de Cultura Económica

You might also like