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Por eso que nuestras obran valen mucho a los ojos de Dios si los hacemos libremente.
Tengamos en cuenta “que la ley no ha sido instituida para el justo (…) sino para los que se
oponen a la santa doctrina”1. Por eso que esas pequeñas obras hechas con voluntad
valen mucho.
Dios, en esta cuaresma no quiere que te pases horas rezando, que te mueras de hambre
por los ayunos, o te debilites por las penitencias que hagas: no, de ninguna manera.
La oración que Dios quiere que hagas son estos:
Come con alegría lo que tu esposa (o tu esposo) haya cocinado, dando gracias a
Dios.
Cocina con alegría, trabaja con entusiasmo, ven a misa alegre, disfruta a tus
familiares, dale gracias a Dios por lo que tienes y no vivas lamentándote por lo
que te falta.
Esfuérzate para que con tu vida ayudes a otros a dar razones para seguir
viviendo.
¿Para qué ayunamos, si tú no nos ves? ¿Para qué nos sacrificamos, si no te das por
enterado?’
Es que el día en que ustedes ayunan encuentran la forma de hacer negocio y oprimen a sus
trabajadores. Es que ayunan, sí, para luego reñir y disputar, para dar puñetazos sin
piedad.
Ese no es un ayuno que haga oír en el cielo la voz de ustedes.
¿Acaso es éste el ayuno que me agrada? (…) El ayuno que yo quiero de ti es éste, dice el
Señor: Que rompas las cadenas injustas y levantes los yugos opresores; que liberes a los
oprimidos y rompas todos los yugos; que compartas tu pan con el hambriento y abras tu
casa al pobre sin techo; que vistas al desnudo y no des la espalda a tu propio hermano.
Entonces surgirá tu luz como la aurora y cicatrizarán de prisa tus heridas; te abrirá
camino la justicia y la gloria del Señor cerrará tu marcha. Entonces clamarás al Señor y te
responderá; lo llamarás y te dirá: ‘Aquí estoy’”.2
Así sea.
1 1Tim. 1, 9.10
2 Isaías: 58, 5-9