HABLA, TU SIERVO OYE
“Pues tus palabras son mis delicias”
Marzo 2018
El reconocimiento personal de este
llamado resulta de la convicción de
que Dios ha apartado al receptor del
mismo para una tarea particular de
servicio. El resultado de esta
convicción es un deseo intenso por
obedecer y hacer lo que Dios pide.
Debemos tomar en cuenta los errores
que se pueden cometer al no
entender bien el llamado de Dios,
algunos piensan que al presentarse
una necesidad, ya constituye un
llamamiento a atender dicha
necesidad y que no hace falta nada
más. Otros pueden pensar que el
llamado general de la Gran Comisión
de ir por todo el mundo y predicar el
evangelio (Mateo 28:), es todo lo
necesario para emprender una obra
misionera de por vida en el gran
campo de la mies. El no estar en
armonía con Dios puede llevar a la
más grande tragedia en el ministerio
de la obra. Por lo tanto tenemos que
tener bien abiertos nuestros oídos a la
voz de Dios para entender de forma
clara su llamado al servicio.
En la Palabra de Dios encontramos
tres llamados:
- A la salvación, Mateo 11:28,29.
“Venid a mí todos los que estáis
trabajados y cargados, y yo os haré
descansar. Llevad mi yugo sobre
vosotros, y aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón; y
hallaréis descanso para vuestras
almas;”
- Al sacrificio, Romanos 12:1,2. “Así
que, hermanos, os ruego por las
misericordias de Dios, que presentéis
vuestros cuerpos en sacrificio vivo,
santo, agradable a Dios, que es
vuestro culto racional. No os
conforméis a este siglo, sino
transformaos por medio de la
renovación de vuestro entendimiento,
para que comprobéis cuál sea la
buena voluntad de Dios, agradable y
perfecta.” Es a la consagración y al
discipulado.
- Al servicio, Marcos 1.17: “Venid en
pos de mí, y haré que seáis
pescadores de hombres”.
En cuanto al servicio, nos
corresponde a cada uno averiguar
cuál es la obra para la cual él nos ha
capacitado. Esto implica tiempo con
Dios en oración. El Señor Soberano
es quien llama, capacita y envía a la
Si quieres saber más: www.hablatusiervooye.blogspot.com
LLAMADO DE DIOS
tarea que debe realizarse.
En la Escritura encontramos
algunos hombres que fueron
llamados por Dios. Se describe cada
experiencia en detalle. Cada uno
diferente del otro, pero con ciertas
características comunes a todos.
Cada uno tuvo un trato íntimo con
Dios, cuando Él habló a su corazón,
le llamó y luego le usó en el servicio.
Pero nos llama la atención en
particular el llamado a Jeremías, ya
que los tiempos en los cuales vivía
estaban llenos de idolatría y
completa indiferencia. Dios escogió
de manera especial ese corazón
sensible y entregado para anunciar
su mensaje.
Jeremías era un sacerdote que vivía
en Anatot, a unos tres kilómetros al
noreste de Jerusalén. Era
descendiente de Abiatar, el
sacerdote e hijo de Hilcías, el sumo
sacerdote, que encontró el libro de la
ley cuando Josías reinaba.
Comenzó su llamado en el año 13 de
éste rey. Por cuarenta años profetizó
en el tiempo de los últimos cinco
reyes de Judá. Tuvo la triste
experiencia de ver a su pueblo
cautivo y esclavizados por los
babilónicos. Vivió un tiempo en
Egipto, hasta su muerte.
Su llamando se encuentra en el
capítulo 1: “Vino, pues, palabra de
Jehová a mí, diciendo: Antes que te
formase en el vientre te conocí, y
antes que nacieses te santifiqué, te
di por profeta a las naciones”.
Conocido, santificado y ordenado
antes de nacer. He aquí el gran
principio de la elección divina.
Su comisión y confirmación.
“Extendió Jehová su mano y tocó mi
boca, y me dijo Jehová: Te he puesto
en este día sobre naciones y sobre
reinos, para arrancar y para destruir,
para arruinar y para derribar, para
edificar y para plantar” (1:10)
Seis verbos describen la obra de su
vida. Tres se refieren a edificios:
arruinar, derribar, edificar. Tres se
refieren a agricultura: arrancar,
destruir (sacar por las raíces),
plantar.
Además podemos observar también
que los dos símbolos que Dios le
comunicó resumen el ministerio de
Jeremías: el lado claro y oscuro.
Nº 39
El almendro es el primer árbol que se
florece después del invierno, con
hojas verdes, botones rosados y fruto
cuando los demás duermen aún. Es
una ilustración de la vida con sus
etapas de botón, flor y fruto. Jeremías,
el joven sacerdote, tenía que cuidarse
a guardar su ministerio sacerdotal;
más adelante sería puesto en el cepo,
la cárcel y el pozo.
La olla era un caldero grande que se
usaba para cocer la carne y lavar. La
ve sobre el fuego, el agua en furia. La
leña consumida en parte, la paila
ladeada y el agua está por
desbordarse a tierra. Va a caer hacia
el norte, y del norte vendrá el ejército
caldeo para azotar el país.
Jeremías contempla el futuro y
percibe que ha recibido un
comunicado espantoso, pero cuenta
con la promesa que Dios va a estar
con él y le hará columna de hierro y
muro de bronce. Todos aquellos que
Dios ha escogido para su servicio
saben qué es derramar lágrimas. Son
hombres y mujeres de espíritu
quebrantado que han aprendido en la
escuela de la adversidad a poner a un
lado la confianza en si mismos.
Habiendo considerado la experiencia
del profeta Jeremías podemos notar
cinco puntos claves para estar
seguros del llamado de Dios:
1-Tener la seguridad de que
escuchamos a Dios y no a nosotros
mismos (1:4,5a.)
2-Tener la certeza del alcance del
llamamiento (1:5b.)
3-Tener la seguridad y conciencia de
nuestras limitaciones al responder al
llamamiento (1:6)
4-Tener la seguridad de la provisión
divina (1:7)
5-Tener la experiencia personal de la
presencia divina (1:8,9)
Quien asume el compromiso delante
de Dios en el ministerio de su obra,
debe, sin duda alguna, ir con la plena
seguridad de que Dios es el que nos
está llamando.
“Ahora bien, sabemos que Dios
dispone todas las cosas para el bien
de quienes lo aman, los que han sido
llamados de acuerdo con su
propósito.” Romanos 8:28 (NVI)
JOAB CERVINI
 HABLA, TU SIERVO OYE
“Pues tus palabras son mis delicias”
Marzo 2018
MERECE LA PENA
"A éstos les parece cosa extraña que
vosotros no corráis con ellos en el
mismo desenfreno de disolución, y os
ultrajan." (1Pedro 4:4)
Ya sabemos el resultado cuando no
corremos con el incrédulo el mismo
desenfreno de disolución. El rechazo,
la burla y la persecución están a la
orden del día contra el creyente, por
parte de aquellos que rechazan la
verdad. Pero ¿os habéis preguntado
qué sucede en el cielo cuando se libra
esa batalla? El Señor mismo, con
todo su ejército, emprende la dura
contienda cuyo constante enemigo
es Satanás. Los cielos se mueven en
defensa de uno de sus ciudadanos.
El gran Capitán despliega sus
fuerzas. Actúa en su tiempo. Derriba
al hombre burlador con misericordia,
dando oportunidad para que también
se salve.
Los ángeles observan perplejos la
actuación de su Señor, no tanto por
su poder, sino por su amor hacia el
pobre pecador. Ellos no saben lo que
es ser amados de tal manera, pero
obedecen la orden superior de ser
enviados para acampar alrededor de
los que temen a Dios.
El corazón del creyente triunfante se
goza en su Señor. Sabe que toda la
honra ha sido para Aquel que le
rescata día a día de la persecución.
En su humillación, está satisfecho por
no haber negado a Dios; más bien le
ha declarado como su Señor. Un
gesto, una conducta, una reacción
dice a gritos que prefiere obedecer a
Dios que agradar al hombre.
Cuando damos pasos en santidad y
temor, la burla que vendrá como
consecuencia natural, deja de ser
amarga, el rechazo de los demás es
para nosotros gratitud, pues no nos
Si quieres saber más: www.hablatusiervooye.blogspot.com
toman en cuenta para su pecado, la
persecución se vuelve impersonal.
Comenzamos a sentir misericordia
por el perdido. Oramos por ellos. Le
amamos.
Nuestra fe, mucho más preciosa que
el oro, es fortalecida. Sin ella es
imposible agradar a Dios. Con ella
llenamos de alegría Su corazón. No
hay nada que el hombre y la mujer
podamos hacer para retribuir todo lo
que él nos da, pero tengamos por
seguro que el apartarnos del mal, del
mundo, de la práctica del pecado,
trae gozo a Su presencia.
El Señor recompensará a todos
aquellos que le tengan como
prioridad. “He aquí yo vengo pronto, y
mi galardón conmigo, para
recompensar a cada uno según sea
su obra.” (Apocalipsis 22:12).
Él dice que somos pecadores, que
nuestra mancha es repugnante; pero
también reconoce un corazón
entregado y premiará de palabra y
con galardones a todos aquellos que
le elijan, "Bien, buen siervo y fiel;
sobre poco has sido fiel, sobre mucho
te pondré; entra en el gozo de tu
señor." (Mateo 25:21). Era lo que
esperaba Pablo, quien deseaba estar
con el Señor: "Por lo demás, me está
guardada la corona de justicia, la cual
me dará el Señor, juez justo, en aquel
día; y no sólo a mí, sino también a
todos los que aman su venida."
(2Timoteo 4:8).
Pongamos nuestro nombre en lugar
del de Abram: "No temas, Abram; yo
soy tu escudo, y tu galardón será
sobremanera grande." (Génesis
15:1). A este hombre de fe le fueron
prometidas bendiciones, y las recibió.
La misma fe que le condujo en su
vida, es la que puede llevar nuestro
pasos por el camino que conduce al
cielo. Por tanto, somos también
objeto de las promesas y bendiciones
de nuestro buen Dios. ¡Claro que
merece la pena dejar el mundo atrás
e identificarnos con él! Dejar el
mundo, seguirle a él, esto trae
recompensas eternas.
“Así que, hermanos míos amados,
estad firmes y constantes, creciendo
en la obra del Señor siempre,
sabiendo que vuestro trabajo en el
Señor no es en vano.” (1Co. 15:58)
ANA RUIZ
Página 2
CONSAGRE LO MEJOR PARA DIOS
“Por este niño oraba, y Jehová me
dio lo que le pedí. Yo, pues, lo
dedico también a Jehová...”
(1 Samuel 1:27-28)
Ana fue una mujer extraordinaria.
Luchó por el sueño de ser madre,
a pesar de que todos a su
alrededor conspiraban contra este
propósito. Derramó lágrimas y el
corazón en el altar delante de
Dios. Tuvo la audacia de ofrecer lo
mejor para Dios. En respuesta
divina a todo su clamor y el
cumplimiento de la palabra
profética de Elí, Ana concibió y dio
a luz a Samuel. Lo consagró al
Señor por todos los días de su
vida. Sabía que su hijo había
venido de Dios y a Dios se fue para
ser consagrado. Si no fuera ese
entendimiento, Samuel habría
sido un ídolo en la vida de Ana. Si
no entendiera esa verdad, su vida
habría gravitado en torno a
Samuel. También tenemos que
entender que todo lo que somos y
tenemos viene de Dios, es de Dios
y debe ser consagrado a Dios.
Nuestra familia, nuestro hogar,
nuestro trabajo y nuestras
posesiones son dones de Dios.
Tomamos lo mejor de lo que Dios
nos ha dado y lo colocamos sobre
el altar. Dios merece los primeros
frutos, no las sobras. Tenemos
que poner en el altar de Dios
nuestro Samuel. Tenemos que
entender que el Dios de la
bendiciones es mejor que las
bendiciones de Dios. Tenemos
que saber que los sueños de Dios
son más grandes y mejores que
nuestros sueños. Debemos
darnos cuenta de que no tenemos
nada que no hayamos recibido,
para dar de buena gana y con
mucho gusto devolverle a Dios lo
mejor de lo que Él nos ha dado.
“Toda buena dádiva y todo don
perfecto desciende de lo alto, del
Padre de las luces, en el cual no
hay mudanza, ni sombra de
variación.” (Santiago 1:17)
GOTAS DE ALEGRÍA PARA EL ALMA
Hernandes Dias Lopes
 HABLA, TU SIERVO OYE
“Pues tus palabras son mis delicias”
Marzo 2018
COSA EXTRAÑA
"A éstos les parece cosa extraña que
vosotros no corráis con ellos en el
mismo desenfreno de disolución, y os
ultrajan." (1 Pedro 4:4)
Por muchos es conocida la
experiencia de aquel creyente que
regresó a su casa emocionado,
después del primer semestre de
estudios en la universidad, porque no
había tenido ningún problema con
sus compañeros y profesores por ser
de Cristo; y es que nunca se identificó
como tal, así como tampoco nadie
notó que lo era.
De ninguna manera estamos
buscando pleito allí donde vamos,
más bien somos llamados a estar en
paz con todos los hombres, en tanto
nos sea posible. La oposición surge
de forma natural. Así es, conforme a
la naturaleza carnal, la que
corresponde a este mundo. Todo lo
que vaya en contra de la corriente
termina siendo notorio; y cuando
tiene que ver con una conducta
piadosa y en temor, como enseña
Pedro (1 Pedro 1:17), no es difícil
darse cuenta que hay algo diferente.
Los más tranquilos observan ciertas
rarezas en nosotros, aunque no
sabrían definirlo. Cuando escuchan
de nuestros labios la palabra Dios,
Jesús o evangelio, entonces
concluyen: "sabía que no eras como
los demás". Estos te van alejando del
grupo, no preguntan tu opinión ni
toman en cuenta tu presencia. Hasta
que llegas a ser invisible. Otros nos
consideran un incordio, nos señalan
solo para ultrajarnos. Somos estorbo
para su desenfreno y disoluciones.
Nuestra vida en Cristo acusa sus
conciencias.
...¿Qué a ti? Sígueme tú.
Juan 21:22
Si quieres saber más: www.hablatusiervooye.blogspot.com
Es uno de los efectos de la
predicación no verbal de los
creyentes. Palabras mudas
mostradas cada día, en cada
decisión y reacción. Un testimonio
que produce en el incrédulo
extrañeza por no correr con ellos el
mismo ritmo y practica de pecado.
No hablamos igual, ni nos
expresamos de la misma manera.
No estamos en los mismos lugares,
ni compartimos el mismo gusto.
Tampoco pensamos como los
demás. Si a nuestro andar en el
Señor se le suma la Palabra de Dios,
audible y sana, el resultado podría
ser de corazones arrepentidos y
convertidos. Pero no todos creen.
Hay quienes escuchando el
evangelio y tocados por el Espíritu,
deciden rechazarlo.
Es la experiencia que Pedro quiere
destacar en su epístola, porque él da
por hecho que esto debería suceder:
extrañeza por parte de los
incrédulos y burla para con los
creyentes. Pero, ¿cuántas veces no
sucede así? ¿cuántos hijos de Dios
se camuflan entre la hierba mala del
mundo? ¿cuántos son de confusión
en lugar de ser luz? El mensaje de
reproche a la iglesia en Pérgamo era
porque convivían, sin aparente
malestar, con quienes retenían la
doctrina de Balaam y los nicolaítas.
Vidas de creyentes que deshonran a
Dios, que aborrece el pecado.
Examinémonos, pongamos una
lupa sobre nuestro caminar,
evaluemos nuestro testimonio. No
vaya a ser que siendo aceptados por
el mundo, seamos reprobados por
Dios. ANA RUIZ
Página 3
¿TE ECHAS ATRÁS?
“¿Queréis acaso iros también
vosotros?” (Juan 6:67)
Qué pregunta más inquisitiva. Las
palabras de nuestro Señor nos
llegan más al fondo cuando nos
habla de la manera más sencilla. A
pesar del hecho de saber quién es
Jesús, Él nos pregunta: “¿Queréis
acaso iros también vosotros?”
Hemos de mantener de continuo una
actitud de aventura para con él a
pesar de cualquier riesgo potencial.
“Desde entonces muchos de sus
discípulos, volvieron atrás y ya no
andaban con él”. (Juan 6:66). Se
apartaron y dejaron de andar con
Jesús; no dirigiéndose al pecado,
pero apartándose de él. Muchos hay
que están hoy derramando sus vidas
y trabajando por Jesucristo, pero no
están realmente andando con él.
Una cosa que Dios demanda
constantemente de nosotros es la
unidad con Jesucristo. Después de
haber sido apartados mediante la
santificación, deberíamos disciplinar
espiritualmente nuestras vidas para
mantener constantemente esta
unidad íntima. Si Dios te da una clara
visión de Su voluntad para ti, todos
tus esfuerzos por mantener esta
relación por medio de algún método
determinado son innecesarios. Todo
lo que precisas es vivir con
naturalidad en absoluta
dependencia con Jesucristo. No
intentes nunca vivir tu vida con Dios
de ninguna otra manera que en
conformidad con él. Y vivir en
conformidad con él significa una total
devoción hacia él. El secreto de
andar con Jesús es no inquietarse
por las incógnitas que tenemos
delante de nosotros. Pedro vio en
Jesús solo alguien que podía
aportarle salvación a él y al mundo.
Pero nuestro Señor quiere que
seamos sus colaboradores. En el
versículo 70 Jesús le recordó a
Pedro con amor que había sido
escogido para que fuese con él. Y
cada uno de nosotros ha de
responderse esta pregunta de una
manera personal: ¿queréis acaso
iros también vosotros?
DEVOCIONAL “EN POS DE LO SUPREMO”
 HABLA, TU SIERVO OYE
“Pues tus palabras son mis delicias”
Marzo 2018
"Cualquiera, pues, que me oye estas
palabras, y las hace, le compararé a
un hombre prudente, que edificó su
casa sobre la roca. Descendió lluvia,
y vinieron ríos, y soplaron vientos, y
golpearon contra aquella casa; y no
cayó, porque estaba fundada sobre la
roca. Pero cualquiera que me oye
estas palabras y no las hace, le
compararé a un hombre insensato,
que edificó su casa sobre la arena; y
descendió lluvia, y vinieron ríos, y
soplaron vientos, y dieron con ímpetu
contra aquella casa; y cayó, y fue
grande su ruina. Y cuando terminó
Jesús estas palabras, la gente se
admiraba de su doctrina; porque les
enseñaba como quien tiene
autoridad, y no como los escribas."
(Mateo 7:24-29).
El Señor conoce muy bien el corazón
de toda la humanidad. A unos les lleva
a actuar prudentemente, pero otros
son arrastrados por la necedad. Por
ello son tan necesarias e
indispensables todas sus
enseñanzas. Jesús, en este
momento de su ministerio, está en un
monte de Galilea hablando a sus
discípulos y a mucha gente que le
seguía. Lo que conocemos como el
sermón del monte. Si leemos unos
versículos atrás, Jesús habla del
amor a los demás, el divorcio, el
adulterio, la ira, la oración, el afán y la
ansiedad, y otros temas que no están
por demás, y que son de nuestra vida
diaria, enseñanzas necesarias para
nuestro día a día, teniendo en cuenta
que el ser humano, por naturaleza,
tiende a hacer lo que mejor le parece
o conviene, bajo su propio criterio.
Somos expertos en acomodar todo a
“Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman,
los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.” Romanos 8:28 (NVI)
Si quieres saber más: www.hablatusiervooye.blogspot.com
OÍR Y HACER
nuestros propios deseos. Jesús es
claro y da la interpretación correcta
acerca de cosas que con el paso del
tiempo el hombre ha ido
tergiversando.
Teniendo en cuenta todo esto, quiero
destacar en estos versículos citados
al principio, lo importante que es oír y
hacer. En matemática sería algo así
como: Oír + Hacer = Sensatez.
Cuando oímos y hacemos lo que el
Señor nos pide, el resultado es
bendición, como dice la misma
parábola. Si edificamos sobre la roca
que es Jesucristo, la roca inamovible
de los siglos, nada ni nadie podrá
derribarnos. Vendrán tribulaciones,
dudas, miedos, enfermedades; aun
así, por difícil e imposible que
parezca, nada de esto podrá
destruirnos si nuestra fe, confianza, y
esperanza están bien firmes en Él.
Nada que edifiquemos sobre nuestro
Señor podrá ser destruido, porque él
ha prometido estar con nosotros
hasta el fin. Está con nosotros cada
día, nos da todo lo necesario para
salir adelante, no importa cuán difícil
y doloroso pueda ser nuestra
circunstancia, Él jamás nos dará
nada que no podamos soportar.
Sabemos todo esto, conocemos la
teoría, pero cuando viene realmente
la tempestad, tambaleamos, y se nos
"cae el mundo encima". Pero al estar
en plena sintonía con el Señor, siendo
perseverantes, firmes, constantes en
la lectura y en la oración, en una
comunión íntima con él, obtenemos
paz. Debemos estar seguros sobre
qué o sobre quién edificamos, si
realmente estamos en el Señor o
confiamos y dependemos de nuestro
¿QUIÉN LLAMA?
Página 4
propio animo, de nuestras fuerzas o
de nuestro propio criterio,
sentimientos y emociones. Muchas
veces vivimos como en una montaña
rusa, en menos de nada estamos
arriba y lo damos todo, y en un
parpadeo ya estamos abajo, dejando
que la tempestad nos golpee.
Luchamos para salir pero poco nos
dura la fuerza, porque no depende de
nosotros. Sabemos lo que debemos
hacer y no lo hacemos, luego vienen
las consecuencias y nos quejamos
más de lo que deberíamos. Seguro
que la mayoría queremos ser como
ese hombre sensato que edificó
sobre la roca, para ello debemos
aprender a tener muy claras nuestras
prioridades. A partir de allí iremos
construyendo nuestra vida tal cual
como el Señor nos vaya guiando, él
nos dará todo lo necesario para que
firmes en nuestras convicciones y
nuestro andar sobre esta tierra.
Todo lo que edifiquemos aquí, que
sea en el Señor y para el Señor,
porque para esto somos llamados.
Cuando tomamos la decisión por el
Señor, aceptándole como Salvador,
comenzamos a crecer sobre el mejor
fundamento. Ahora nos corresponde
oír y hacer, esa debe ser siempre
nuestra actitud. Con oídos atentos y
el corazón dispuesto para hacer y
obedecer en todo, sin cuestionar
absolutamente nada, porque es el
Señor quien habla. Él es perfecto en
todo lo que hace y como lo hace. Que
el Señor nos ayude para responder sí
a todo lo que demande de nosotros.
Para construir nuestra vida sobre la
roca inamovible que es Cristo.
ALEXA CASTRO
ANA RUIZ