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El nuevo nombre
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cambio, alude a su vocación única y a su misterio
intransferible.
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de Aquino en la Summa. Lo propio de la Ley
Antigua, dada por Moisés, es brindar el
conocimiento sobre qué es lo bueno, qué es lo
malo, y qué consecuencias se siguen de obrar lo
uno o lo otro. En este sentido la Ley es ya una
victoria de Dios, porque trae luz; pero a la vez, es
una victoria que hace más radical la conciencia de
nuestra propia y existencial derrota.
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no es extraño que uno se reconozca en la postura
que San Pablo describe dramáticamente al final
del capítulo séptimo de su carta a los Romanos.
“Hago el bien que no quiero,” se lamenta con
amargura el apóstol. Es el lamento que proviene
de la Ley, en la medida en que mostrar lo bueno
sin conceder la fuerza para practicarlo, termina
siendo una condena anticipada de la cual uno
necesita ser liberado, no porque la Ley sea mala
sino porque la condición de aquel que sólo tiene
ante sí la Ley llega a ser asfixiante y prácticamente
desesperada.
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esperar que la Ley Nueva ofrezca mucho más que
disposiciones o normas, por saludables y
razonables que sean. Lo que uno necesita es la
fuerza interior, la convicción indeclinable y la
alegría estable que le permitan a uno perseverar en
el bien conocido y pregustado.
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“corazón nuevo”, como lo habían anunciado
también los profetas. No es simple juego
intelectual tomar nota de la tensión que hay entre
esas dos imágenes: un corazón en el que se escribe
una ley nueva, y un corazón que se vuelve nuevo.
Algo semejante habrá que decir de la obra de la
gracia: es a la vez el advenimiento de un don que
enriquece lo que ya existe, y la renovación radical
que tiene como término algo que no existía, esto
es, la “nueva creatura.”
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expresión que habla de una ruptura, una especie
de superación trascendental.
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sobre otra es tiranía e implica sumisión forzada.
¿Por qué el Espíritu no es fuente de esclavitud
sino, todo lo contrario, fuente de liberación? ¿En
qué sentido el Espíritu nos ha “liberado” de la
Ley?
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único; literalmente el encuentro con el totalmente
Otro.
Redimida y Corredentora
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saludable complemento a la afirmación devocional
que quiere exaltarla como corredentora. O mejor:
María es el lugar revelatorio en donde
descubrimos que todo beneficio de redención lleva
incoada una vocación corredentora. Es así que
Pablo siente la urgencia de evangelizar: “¡Ay de
mí si no evangelizara!” (1 Corintios), y siente
también que ha de “completar” en sí mismo lo que
“falta” a la Pasión de Cristo (Colosenses 1).
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participación, co-emptor. La más pura Mariología
se convierte en Cristología: en el corazón de la
Madre sólo habita el Hijo, y el pensamiento y el
corazón de María están radical y ontológicamente
sujetos al pensamiento y el querer de Dios. El
nombre de ella sólo puede ser “Esclava” de Señor,
porque su intelecto es esclavo de la verdad divina,
y su voluntad, esclava del amor que no muere.
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de “ser libre” ha quedado transformada con el
hecho de la redención. A su vez, este dato nos
invita a mirar a la Virgen María como el prototipo
de la persona libre, en el sentido más genuino del
término. No habrá entonces “liberación femenina,”
ni masculina tampoco, al margen de aquello que
vemos sucederse en la A-Graciada.
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estos dos casos se identifican: aquello que no me
libera, reafirma mi esclavitud.
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La sintaxis griega impide que pensemos que
Santiago se está refiriendo a un modo de estudiar
la Ley de Moisés. El adejtivo “perfecto” (téleion)
sencillamente califica ley (nómon). Así que no es
la manera de estudiar lo que resulta perfecto, sino
la Ley misma. Los ingredientes entonces son: una
ley que es “nueva” (porque no es la Moisés), la
cual hay que “estudiar” para alcanzar libertad.
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sino como aquella ponderación del corazón tan
típica, por ejemplo, del salmo 119 (118). Tal
estudio es una meditación sabrosa, un aprender a
gozarse encontrando las riquezas de lo que uno
escucha, memoriza y proclama como expresión
del querer divino.
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Lo maravilloso de una ley está en la adaequatio .
Tal es la palabra que usa Santo Tomás para
referirse a la verdad, como sabemos: adaequatio
rei et intellectus; adecuación entre las cosas y el
entendimiento. Decimos que se piensa o se habla
con verdad cuando lo que decimos o creemos de
las cosas corresponde con lo que ellas son. Y si
notamos discrepancia decimos que hay error o
mentira. De manera semejante, la Ley es más
perfecta cuanto más adecuada, aunque en la
dirección contraria, o sea, si el conocimiento va de
las cosas al entendimiento, la ley, en cambio,
proviene del entendimiento—en últimas del
entendimiento divino—para in-formar las cosas, o
sea, para darles su modo y estructura y función
propias.
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Así se expresa Tomás sobre la Ley Eterna, en la I-
II, q. 93:
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Ahora bien, Dios es creador de todas
las cosas por su sabiduría, y respecto
de esas cosas guarda una relación
semejante a la del artífice respecto de
sus artefactos, según expusimos en la
Parte I (q.14 a.8). El es además quien
gobierna todos los actos y
movimientos de cada una de las
criaturas, como también dijimos en la
misma Parte I (q.103 a.5). Por
consiguiente, la razón de la sabiduría
divina, al igual que tiene la condición
de arte o de idea ejemplar en cuanto
por medio de ella son creadas todas las
cosas, así tiene naturaleza de ley en
cuanto mueve todas esas cosas a sus
propios fines. Y según esto, la ley
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eterna no es otra cosa que la razón de
la sabiduría divina en cuanto principio
directivo de todo acto y todo
movimiento.
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los expertos de aquella ley: “anulando así la
Palabra de Dios por vuestra tradición que os
habéis transmitido” (Marcos 7,13). Esas
tradiciones interpretativas “humanas” son las que
engendra el entendimiento humano cuando se
adueña o apodera de lo escrito en piedra, o sea,
afuera.
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(Jeremías 20,9). La experiencia no es
necesariamente dulce: “¡Mis entrañas, mis
entrañas! Me duelen las telas de mi corazón: mi
corazón ruge dentro de mí; no callaré; porque voz
de trompeta has oído, oh alma mía, pregón de
guerra” (Jeremías 4,19). Amós lo expresa de otro
modo: “Porque el Señor no hace nada sin revelar
su secreto a sus servidores los profetas. El león ha
rugido: ¿quién no temerá? El Señor ha hablado:
¿quién no profetizará?” (Amós 3,7-8).
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de nosotros. Sólo en la Lex Nova Dios permanece
siendo Dios dentro de nosotros y no sólo delante
de nosotros, como delante estuvieron aquellas
tablas con preceptos que resultaban luego
imposibles de vivir.
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Sin embargo, la libertad como pura ausencia de
restricciones es, por supuesto, algo ilusorio,
bastante cercano a la alienación. Lo que esto
demuestra es que no se puede construir un
concepto de libertad sin tener en cuenta la razón y
lo razonable. Una libertad que quiera definirse
sólo desde la voluntad y el querer termina en
enajenación y locura.
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con otras palabras: ser libre es obrar según razón
en la dirección de un bien proporcionado, es decir,
un bien posible y adecuado.
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y eficacia incomparables, es el principio de la
libertad cristiana.
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Llena de Gracia, que ahora aparece ante nosotros,
de modo nítido, como Llena de Libertad.
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sabiduría de la que escribió Pablo en
Primera Corintios 2,14-16:
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interior que hace que uno no dependa de lo
que ofrece el mundo. Todo está en tener un
solo Señor, y un solo amor, y una sola
esperanza. Así habría que comprender la
vida de la Virgen Llena de Gracia y Llena de
Libertad.
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