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El problema del conocimiento científico.

Cristian Camilo Diaz Becerra


Cod: 2016132007
CCDIAZB@upn.edu.co

El problema filosófico del que me voy a ocupar es el de los fundamentos para poder así
“establecer algo firme y constante en las ciencias” (Descartes, 2010, p. 165). En las
Meditaciones Metafísicas de Descartes, él parte de que su vida había recibido por
verdaderas opiniones falsas, y que tenía que destruir, no el edificio, sino el fundamento de
sus viejas opiniones falsas. Ya que sus opiniones falsas provinieron de sus sentidos, éstos
son engañadores e inciertos. Por lo tanto, hay algo que hace que los sentidos lo engañen,
y de ahí que invente un genio maligno, que es el que lo engaña; en efecto, todo lo que se
le presenta es dudoso e incierto, hasta la misma existencia de Dios (Descartes, 2010).
De lo único que no duda es de su propia existencia, ya que dudar de algo no pone en duda
su existencia. El hecho de pensar en algo, aunque su existencia sea dudosa, afirma la
existencia del que piensa (Descartes, 2010). El “pienso, luego existo” cartesiano es el
primer fundamento para poder establecer algo firme en las ciencias.
Ahora, esa “cosa que piensa” (res cogitans) busca otro fundamento para las ciencias. Ya
que las ciencias simples (geometría, aritmética, lógica) son ciertas e indudables, hay otras
que requieren de una existencia, diferente a la “cosa que piensa”, que las sostenga, que las
fundamente; en efecto, Dios (Descartes, 2010). Porque en la segunda meditación
Descartes pone en duda la existencia de todo, excepto la de él, ya que él es una cosa que
piensa. Y, al afirmar su existencia, necesita de las cosas exteriores (res extensa) para tener
un conocimiento claro y distinto de las cosas verdaderas, como tiene conocimiento claro y
distinto de él.
Además, porque el poder de juzgar si algo es verdadero o falso se lo ha dado Dios como
todas las cosas que posee, por ejemplo, “el poder de conocimiento y el poder de elección”
(Descartes, 2010, p. 195). Así pues, el ser humano como “cosa que piensa”, no es la base
de la ciencia, sino que estriba en Dios su fundamento de existencia. En otras palabras, la
causa es Dios y su conexión con su efecto, hace que el ser humano conozca y elija desde
su imperfección los mas cercano a la perfección.
En la tercera meditación es donde se encuentra en ebullición el problema del conocimiento.
Porque Descartes justifica la existencia de Dios en un ámbito metafísico mientras que “la
cosa que piensa”, lo hizo lógicamente, es decir, que mientras la justificación de su propia
existencia la dio con razones, partiendo de premisas y conclusión verdaderas, la existencia
de Dios no lo hizo así: la reducción al absurdo, la petición de principio, el tomar la parte por
el todo, la comunicación causal, entre otros, son problemas que al tratar de establecer un
conocimiento científico con argumentos lógicos y metafísicos, hacen que sean en cierta
medida incompatibles.
Un argumento para justificar a Dios, por ejemplo, es que Él existe porque hay una idea de
una sustancia infinita, y como el ser humano es una sustancia finita, la única forma de tener
idea de una infinita es porque Dios la puso sobre él. Otro, es el de la imperfección del
conocimiento donde en ocasiones está en potencia, mientras que Dios es actualidad
constante y perfección, y, en cambio, el conocimiento humano va en aumento y nunca llega
a la perfección.

También, el tomar la parte como el todo resulta problemático, porque seria una especie de
antropomorfismo, es decir, el ser humano, al ser una cosa que piensa, si trata de justificar
a Dios a partir de él puede atribuirle clara y distintamente a Dios su existencia o
antropomorfizar lo que no alcanza los límites del conocimiento humano. En estos ejemplos
hay la reducción al absurdo y la petición de principio, que se derivan de lo que en clase se
denominó el problema de la comunicación causal.

En síntesis, el problema radica en la comunicación causal, en esa causa eficiente que tiene
más realidad formal, y que es más perfecta, infinita, inmutable y eterna, como Dios. “¿De
dónde puede sacar el efecto su realidad, si no es de su causa? ¿Y cómo se la podría
comunicar esa causa si no la tuviera en sí misma?” (Descartes, 2010 p. 183). El efecto
seria la realidad existente, entre ella el ser humano, que es imagen y semejanza, y efecto,
de Dios. Por lo tanto, ¿es compatible pasar de un ámbito lógico a uno metafísico para tener
unos fundamentos estables y duraderos en las ciencias?

La importancia de este tema en la filosofía moderna es que ella hace hincapié en el


conocimiento científico a partir de cómo conoce el ser humano la realidad. De ahí se
despliega las bases fundamentales de la ciencia que en la actualidad imperan. El problema
de razón y fe que se encuentra en Descartes es parte del dialogo de los filósofos de la
modernidad, lo cual hace de esto un tema tratado en el curso y permite la comprensión de
los asuntos que impulsaba a la modernidad.

Ya expuesto el problema, lo que me propongo demostrar es que la comunicación causal


que Descartes defiende no es válida para la fundamentación de la edificación científica. De
esta manera, voy a hacerle una critica a uno de sus fundamentos, que es el que justifica
con argumentos metafísicos la existencia de Dios, ya que es de ahí de donde se expone la
causalidad eficiente y su conexión formal con la realidad, comunicando, a partir de sí misma,
su efecto, o sea, la producción de la realidad.

Por otro parte, el único fundamento que Descartes justifico su existencia es “la cosa que
piensa”. Entonces, se va a demostrar que ese es la base del conocimiento científico y es el
único que lo produce, teniendo en cuanta que el ser humano es una relación entre dos
cosas distintas, cuerpo y espíritu, que están ligadas, que no son sino una sola cosa única
e inseparable (Descartes, 2010).

Bibliografía:
Descartes, R. (2010). Meditaciones metafísicas seguidas de las objeciones y
respuestas. Descartes (pp. 153-220). Madrid: Gredos

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