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Tal libertad en su uso es ilimitada. Al uso público Kant contrapone el uso privado que es el que
cabe hacer de la propia razón en el desempeño de una determinada función o puesto civil que se
haya confiado; es decir, es un uso restringido a cierto ámbito, un uso particular y no general.
Entonces tiene límite(s).
No se niega la labor de predicar la palabra de un Dios a la luz una serie de escritos sagrados ni su
función de consejero de una grey. Y se comprende la solidaridad para con él expresada en el
escrito que firma Mons. Barrantes. Pero lo que tampoco se pone en duda, y que es lo más
importante es que el obispo Francisco Ulloa es un ciudadano costarricense, sujeto como todos a
las leyes de la república. Y en esto último en lo que se apoya y da fuerza a nuestra reflexión. Por
causa de su ciudadanía, es por lo que se ha logrado una condena del TSE mediante un recurso de
amparo electoral solicitado por otros ciudadanos, esto es, su acción no ha quedado impune.
Estoy seguro de que nadie puede impedirle al obispo Ulloa o a cualquier otro clérigo que haga uso
público de su razón, mediante escritos, por ejemplo, pero deben eso sí, los “pastores del rebaño”
respetar la existencia de una directriz muy sabia emanada de la constitución, así como de una más
reciente proveniente del nuevo código electoral(artículo 136) que los obliga a hacer un uso
privado de la razón en el sentido kantiano.
Berreos clericales aparte, la jerarquía católica costarricense ostenta un poder fáctico muy fuerte,
asimetría imposible de invisibilizar(excepto, claro está, para los obispos infractores). Y si no que lo
digan los diputados de liberación nacional que recularon de sus propuestas de eliminar la palabra
Dios de la juramentación tal como está en la constitución(art. 194) o de eliminar el anti-moderno
y polémico artículo 75 de la misma solo días después del llamado del obispo Francisco Ulloa:
¡Excelente ejemplo de antiilustrados, según la terminología kantiana!. La injerencia de la iglesia
católica tiene bloqueada en este país la educación sexual en escuelas y colegios y la fecundación in
vitro desde hace ya varios años, el anticonceptivo de emergencia, las uniones entre personas de
un mismo sexo (aunque ellos afirman que respetan a las personas y claman a gritos por derechos
humanos) y nada raro que se opongan más adelante a los tratamientos con células madre
embrionarias. No cabe duda de que si le dejara al clero competir con los legisladores y
mandatarios, es decir, de juzgar por encima de cualquier otro poder o tribunal (imagino, por
supuesto, civil) pronto volveríamos a la Edad Media.
Es mucha la responsabilidad que carga la jerarquía eclesial como para que malinterprete los
llamados de atención de las instituciones civiles y delos ciudadanos que las animan. En palabras
del sabio de Königsberg: “Una época no puede aliarse y conjurarse para dejar a la siguiente en un
estado en que no le haya de ser posible ampliar sus conocimientos, rectificar sus errores y en
general seguir avanzando hacia la ilustración”. (Kant, ¿Qué es la ilustración?).
La pereza y la cobardía son las causas de que una gran parte de los hombres permanezca,
gustosamente, en minoría de edad a lo largo de la vida, a pesar de que hace ya tiempo la
naturaleza los liberó de dirección ajena; y por eso es tan fácil para otros el erigirse en sus tutores.
¡Es tan cómodo ser menor de edad! Si tengo un libro que piensa por mí, un director espiritual que
reemplaza mi conciencia moral, un médico que me prescribe la dieta, etc., entonces no necesito
esforzarme. Si puedo pagar, no tengo necesidad de pensar; otros asumirán por mí tan fastidiosa
tarea. Aquellos tutores que tan bondadosamente han tomado sobre sí la tarea de supervisión se
encargan ya de que el paso hacia la mayoría de edad, además de ser difícil, sea considerado
peligroso por la gran mayoría de los hombres [. . .]
Por tanto, es difícil para todo individuo lograr salir de esa minoría de edad, casi convertida ya en
naturaleza suya. Incluso le ha tomado afición y se siente realmente incapaz de valerse de su propio
entendimiento, porque nunca se le ha dejado hacer dicho ensayo.[. . .] Por eso, pocos son los que,
por esfuerzo del propio espíritu, han conseguido salir de esa minoría de edad y proseguir, sin
embargo, con paso seguro.
Pero, en cambio, es posible que el público se ilustre a sí mismo, algo que es casi inevitable si se le
deja en libertad.