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PASAJE BÍBLICO

Juan 9:1-41 (Español)


RECURSOS PARA PREDICAR
Por Richard Niell Donovan
Traducción por Ángeles Aller

EXÉGESIS:

JUAN 2-12. EL LIBRO DE SEÑALES


Capítulos 2-12 frecuentemente son llamados El Libro de Señales, porque los
milagros en esta sección se llaman señales (2:11, 23; 3:2; 4:48; 6:2, 26; 7:31;
9:16; 11:47; 12:37). La palabra, señales, es significante, porque llevan a algo.
En este Evangelio, las señales llevan a Jesús, el Mesías (Madsen, 24).

JUAN 9:1-41. EL BANQUETE DE TABERNÁCULOS


Jesús fue a Jerusalén para el Banquete de Tabernáculos (7:1-10) y,
aparentemente, todavía está allí. Hay dos conexiones entre ese banquete y
nuestro texto:

• Durante el festival, grandes candelabros se encienden en los patios de los


templos, en lo alto de los montes, simbolizando “la revelación y verdad de la fe
judía” (Gower, 358-359). En el Festival de Tabernáculos, Jesús se declara ser
la luz del mundo (8:12), una declaración que se repite en nuestra lección del
Evangelio (9:5).

• En el festival, sacerdotes echaban agua de la Piscina de Siloam sobre los


escalones del templo “para que el agua fluyera hacia abajo y fuera del Templo
hasta el mundo afuera, y así se indicaba la manera en la que la fe judía
satisfaría al mundo” (Gower, 358). La Piscina de Siloam es el lugar donde
Jesús le dirá al hombre ciego que se lave el barro de sus ojos.

JUAN 9:1-5. VIO UN HOMBRE CIEGO DESDE SU


NACIMIENTO
1Y pasando Jesús, vio un hombre ciego desde su nacimiento. 2Y
preguntáronle sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste ó sus padres,
para que naciese ciego? 3Respondió Jesús: Ni éste pecó, ni sus padres: mas
para que las obras de Dios se manifiesten en él. 4Conviéneme obrar las obrar
del que me envió, entre tanto que el día dura: la noche viene, cuando nadie
puede obrar. 5Entre tanto que estuviere en el mundo, luz soy (griego: eimi) del
mundo.
“Rabí, ¿quién pecó, éste ó sus padres, para que naciese ciego?” (v. 2). Nos
hace sentir menos vulnerables si podemos comprender la causa de (y así
evitar) desgracia. Nos aterroriza pensar que una desgracia pueda atacar a
quien sea sin avisar, pues es natural que los discípulos pregunten sobre la
causa de su ceguera.

La pregunta de los discípulos presume que el sufrimiento es causado por el


pecado. Podría ser el pecado de los padres. Éxodo 20:5 dice, “Yo soy Jehová
tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos, sobre
los terceros y sobre los cuartos, á los que me aborrecen” – un pensamiento que
se repite en Éxodo 34:7; Num. 14:18; y Deut. 5:9.

O podría ser el pecado del hombre ciego. Si así es, sus pecados tendrían que
haber tomado lugar en el seno de su madre, porque fue ciego de nacimiento.
En el pensamiento judío de la época, ésa era una posibilidad, en parte por las
reflexiones de la lucha entre Jacobo y Esau en el seno.

El hombre ciego y sus padres están acostumbrados a oír que la ceguera es


resultado de pecado. Lo más probable es que piensen que la ceguera de su
hijo es de alguna manera su culpa. Hasta que pueden tener sus propias teorías
sobre que pecado o pecados en particular la causaron. Cada vez que oyen a
alguien conectar el pecado con el sufrimiento, sufren un poco más.

“Ni éste pecó, ni sus padres: mas para que las obras de Dios se manifiesten en
él” (v. 3). Jesús niega que la ceguera del hombre sea causada por pecado. En
vez, su situación le provee a Jesús la oportunidad de curarle, así revelando las
obras de Dios. Es bueno recordar que las obras de Dios se pueden revelar a
través de adversidad. También es bueno recordar que nuestra fe en momentos
de adversidad puede ser un testigo convincente.

Sin embargo, no debemos olvidar que hay una conexión entre pecado y
sufrimiento. Eso no era verdad en el caso de este hombre ciego, pero a
menudo sí lo es. No todo sufrimiento es causado por pecado, pero todo pecado
causa sufrimiento. Jesús nos demuestra que el pecado y el sufrimiento no
siempre están relacionados, pero no que nunca estén relacionados. No
servimos bien a la verdad si usamos este texto para enseñarle a la gente que el
pecado y el sufrimiento nunca están relacionados. Cuando yo peco, les hago
daño a aquéllos que están más cerca de mí y a mi mismo también. Los hijos
pagan un precio por los pecados de sus padres. Bebés que nacen adictos al
crack son un ejemplo obvio, pero el mensaje es el mismo en circunstancias
menos extremas también.

Jesús dice que el pecado no es la causa de la enfermedad del hombre ciego.


Los discípulos pensaban que sí, pero estaban equivocados. Debemos tener
cuidado de no juzgar – “los pecados de otras personas.” Es fácil juzgar
negativamente cuando no conocemos todos los hechos.

“Conviéneme obrar las obrar del que me envió, entre tanto que el día dura: la
noche viene, cuando nadie puede obrar” (v. 4). El plural “nosotros” incluye los
discípulos, y se extiende a toda la iglesia hoy. Debemos sentir ese sentido de
urgencia, porque la hora se acerca en la que no podremos trabajar. Esto es
verdad en un sentido escatológico – i.e., la Segunda Venida – pero también es
verdad en otro sentido también. Un vecino murió repentina e inesperadamente.
Yo había hablado con él frecuentemente, pero nunca le había testificado de mi
fe. Ahora la oportunidad se ha ido y no volverá. Algún día, yo también moriré.
Cualquier bien que yo pueda hacer, lo debo hacer mientras dure el día –
mientras esté vivo y pueda.

“Entre tanto que estuviere en el mundo, luz soy del mundo” (v. 5). La luz y la
oscuridad son símbolos del bien y del mal en este Evangelio. El Prólogo a este
Evangelio anunció la Palabra, que trae luz a toda la gente. “Y la luz en las
tinieblas resplandece; mas las tinieblas no la comprendieron” (1:4-5).

“Entre tanto que estuviere en el mundo” (v. 5) es una pista de lo que viene – la
Pasión de Jesús. Morirá pronto y la oscuridad descenderá sobre los discípulos.
Gracias a la resurrección y el regalo del Espíritu Santo, esa oscuridad será
temporal – pero terrible de todos modos.

“Luz soy (griego: eimi) del mundo” (v. 5). Hay varias declaraciones de “Yo soy”
(ego eimi) en este Evangelio – recordándonos de la respuesta de Dios en
Éxodo 3:14, “Yo soy el que soy.” En este versículo, encontramos eimi en vez
de ego eimi, pero el sentido es el mismo. Antes, Jesús usó ego eimi para
anunciar que él era la luz del mundo (8:12).

Como la luz del mundo, Jesús ha venido a enseñar a la gente sobre Dios. Este
hombre ciego presenta una oportunidad para que Jesús demuestre su misión
de dar la luz. Traerá luz física a un hombre ciego, igual que traerá luz espiritual
al mundo. Curar a un inválido o a un leproso no serviría el mismo propósito
para ilustrar esto aquí.

JUAN 9:6-7. Y FUE, LAVÓSE, Y VOLVIÓ VIENDO


6Esto dicho, escupió en tierra, é hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo
sobre los ojos del ciego, 7Y díjole: Ve, lávate en el estanque de Siloé (que
significa, si lo interpretares, Enviado). Y fue entonces, y lavóse, y volvió viendo.

Anote que el hombre todavía no ha expresado fe o pedido ser curado. Su papel


es pasivo hasta que se lava en la Piscina de Siloam.

La gente de aquel entonces creía en el uso medicinal del escupitajo. Aquí, en


las manos de Jesús, este remedio familiar se convierte en un vehículo para
sanar físicamente y para revelación espiritual.

Más temprano, el Rey Hezekiah había cortado un largo túnel por la roca del
Valle Kidron hasta Jerusalén para proteger la fuente de agua de la ciudad en
caso de una invasión (2 Crónicas 32:2-8, 30; Isa. 22:9-11; 2 Reyes 20:20). La
Piscina de Siloam es una reserva dentro de la ciudad al final del túnel.
El autor anota que Siloam significa “Enviado” (apestalmenos – de la misma raíz
que la palabra apóstol). En este Evangelio, Jesús es el mandado. El dice:

• “Y á mí me conocéis, y sabéis de dónde soy: y no he venido de mí mismo;


mas el que me envió es verdadero, al cual vosotros no conocéis. Yo le
conozco, porque de él soy, y él me envió” (7:28-29).

• “¿A quien el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas,


porque dije: Hijo de Dios soy?” (10:36).

• “Y el que me ve, ve al que me envió” (12:45).

Jesús “escupió en tierra, é hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo sobre los
ojos del ciego” (v. 6). El uso del barro recuerda a la historia de la creación,
donde Dios trajo vida del polvo de la tierra (Gen 2:7). El que Jesús cure al
hombre ciego es creativo, y no solo restaurativo. El hombre, ciego de
nacimiento, nunca disfrutó de una vista que podía ser restaurada. En vez,
Jesús crea vista ex nihilo– de la nada – igual que Dios creó el mundo ex nihilo.

“Ve, lávate en el estanque de Siloé” (v. 7). Las instrucciones de Jesús para que
se lave en la piscina recuerdan a la historia de Naaman y Elisha (2 Reyes 5:9-
14). En ambos instantes, el lavarse es requerido, el que cura no acompaña al
enfermo al agua, y el curar toma lugar solo después de que la persona
obedezca.

“Y fue entonces, y lavóse, y volvió viendo” (v. 7). El hombre está curado. No
solo están curados sus ojos, pero un segundo milagro toma lugar también. Al
cerebro de una persona ciega de nacimiento le falta la habilidad de procesar
información visual correctamente. La respuesta inicial al ser restaurada la vista
suele ser confusión. Puede llevar mucho tiempo para que una persona así
funcione normalmente. Un neurólogo dice, “Uno debe morir como una persona
ciega para nacer de nuevo como una persona que puede ver” (Sacks, 70).
Cuando Jesús cura los ojos de este hombre, también le da la habilidad mental
para comprender lo que está viendo (Hoezee, 521).

La temprana iglesia asociaba este curar con el bautizo. Aparece en el arte de


las catacumbas como un ejemplo de bautizo. Untar y escupir fueron adoptados
como parte de la ceremonia del bautizo. “Podemos sospechar que el
evangelista está jugando con la idea que el hombre nació en pecado (2:34) –
pecado que se puede quitar solo al lavarse en las aguas del arroyo que fluye
de Jesús mismo (Brown, 381).

JUAN 9:8-12. YO SOY


8Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían:
¿no es éste el que se sentaba y mendigaba? 9Unos decían: Este es; y otros: A
él se parece. El decía: Yo soy. 10Y dijéronle: ¿Cómo te fueron abiertos los
ojos? 11Respondió él y dijo: El hombre que se llama Jesús, hizo lodo, y me
untó los ojos, y me dijo: ‘Ve al Siloé, y lávate’: y fui, y me lavé, y recibí la
vista. 12Entonces le dijeron: ¿Dónde está aquél? El dijo: No sé.

“¿No es éste el que se sentaba y mendigaba?” (v. 8). Los vecinos del hombre
reconocen pero no reconocen al hombre. Algunos creen que es el hombre
ciego, y otros piensan que solo se parece al hombre ciego. Es fácil comprender
su confusión. No hay cura para ceguera de nacimiento, por lo tanto, éste no
puede ser el hombre ciego. Además, el hombre ciego ha estado ahí por
muchos años. Estaban acostumbrados a verle mendigando al lado de la
carretera – mitad -viéndole – como nosotros a menudo vemos a la mitad a las
personas en el margen que están a nuestro alrededor.

“A él se parece” (v. 9). El hombre parece diferente ahora que puede ver.
Nuestros ojos son ventanas al alma. No solo vemos a otros con nuestros ojos,
pero ellos también nos ven a través de nuestros ojos. Los ojos de este hombre
estaban pálidos y sin vida. Su postura y comportamiento eran ésos de un
mendigo pidiendo piedad. Ahora sus ojos están abiertos y llenos de luz. Está
emocionado y asombrado. Ya no está agachado al lado de la carretera o
moviéndose con cuidado entre la muchedumbre, ya no es el hombre que
habían conocido. No es una sorpresa que no le reconocen.

“El hombre que se llama Jesús hizo lodo” (v. 11). La confusión de la
muchedumbre le da al hombre la oportunidad de servir como testigo de Jesús.
Sus vecinos preguntan quién es él y qué ha pasado – y él se lo dice. Ésta es la
primera de cuatro interrogaciones, las otras tres son iniciadas por los fariseos
(vv. 15-17; 18-23; 24-34).

JUAN 9:13-17. ERA SÁBADO


13Llevaron á los Fariseos al que antes había sido ciego. 14Y era sábado
cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos. 15Y volviéronle á
preguntar también los Fariseos de qué manera había recibido la vista. Y él les
dijo: Púsome lodo sobre los ojos, y me lavé, y veo. 16Entonces unos de los
Fariseos decían: Este hombre no es de Dios, que no guarda el sábado. Otros
decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales? Y había
disensión entre ellos. 17Vuelven á decir al ciego: ¿Tú, qué dices del que te
abrió los ojos? Y él dijo: Que es profeta.

“Y volviéronle á preguntar también los Fariseos de qué manera había recibido


la vista” (v. 15). Ésta es la segunda interrogación – la primera por los fariseos.
Primero, le preguntan al hombre lo que pasó. Cuando él se lo dice a ellos,
vuelven su atención al sabatino. Desde su perspectiva, la condición del hombre
era crónica en vez de aguda. No hubiera habido una consecuencia de vida o
muerte al demorar curarle hasta el final del día sabatino. Porque es día
sabatino, ni Jesús ni el hombre ciego pueden viajar, entonces todavía estarán
juntos cuando el sabatino termine. Por lo tanto, los fariseos creen que Jesús ha
violado la ley al hacer trabajo innecesario durante un día sabatino. Amasar
(hacer barro con saliva) era una de las actividades prohibidas en la Pascua
(O’Day, 653). También lo era curar. También lo era poner barro sobre los ojos
(Barclay, 52).
“¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales?” (v. 16). Éste es un
ejemplo de ironía de Johannine. El curar al hombre ciego es una señal que
lleva a Cristo. El hombre ciego comprende esto, pero los fariseos se niegan a
verlo – el ciego ve, pero los fariseos permanecen ciegos a la verdad.

Sin embargo, debemos comprender que los fariseos tienen un punto. El hecho
de que Jesús ha curado a un hombre no es prueba absoluta de que el curar
viene de Dios. Magos egipcios se demostraron capaces de reproducir muchas
de las señales de Moisés (Éxodo 7-8). Jesús mismo avisa, “Porque se
levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y darán señales grandes y
prodigios; de tal manera que engañarán, si es posible, aun á los
escogidos” (Mateo 24:24).

¿Cómo podemos saber si una señal lleva a un verdadero o a un falso profeta?


En el caso del hombre ciego, los fariseos hacen una simple prueba. Si el curar
va contra la ley de Dios, no debe ser de Dios. Esta regla de sentido común, sin
embargo, les lleva a una conclusión falsa, porque se basan en interpretación
rabínica de la ley en vez de la ley misma para determinar lo que es y no es
permisible. En otras palabras, Jesús desobedeció, no la ley de Dios, sino la
interpretación humana de esa ley. Otro problema es el orgullo farisaico.
Pensando que ellos ya tienen la luz, resisten la luz de Jesús.

Los fariseos, sin embargo, están divididos en este asunto. Algunos dicen,
“¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales?” (v. 16). Ellos siguen
interrogando al hombre que fue ciego, pidiéndole su opinión, algo que nunca
hubieran hecho bajo circunstancias más normales. En versículo 11, el hombre
identificó a quien le curó como Jesús. Ahora que su conocimiento de Jesús se
está abriendo, responde, “es un profeta.” En versículo 38 tomará el paso final y
se dirigirá a Jesús como Señor.

JUAN 9:18-23. LOS JUDÍOS NO CREÍAN DE ÉL


18Mas los judíos no creían de él, que había sido ciego, y hubiese recibido la
vista, hasta que llamaron á los padres del que había recibido la vista; 19Y
preguntáronles, diciendo: ¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que
nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora? 20Respondiéronles sus padres y dijeron:
Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego: 21Mas cómo vea ahora,
no sabemos; ó quién le haya abierto los ojos, nosotros no lo sabemos; él tiene
edad, preguntadle á él; él hablará de sí. 22Esto dijeron sus padres, porque
tenían miedo de los judíos: porque ya los judíos habían resuelto que si alguno
confesase ser él el Mesías, fuese fuera de la sinagoga. 23Por eso dijeron sus
padres: Edad tiene, preguntadle á él.

“¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve
ahora?” (v. 19). Ésta es la segunda de tres interrogaciones por los fariseos.
Habiendo interrogado al hombre, los fariseos ahora interrogan a sus padres. El
Cuarto Evangelista identifica a los interrogadores como “judíos,” queriendo
decir “autoridades judías.” Los padres también son judíos – por eso están
preocupados de ser expulsados de la sinagoga. La expulsión de la sinagoga
significaría ser también expulsado de la comunidad y separado de Dios. Ezra
10:8 sugiere que también puede resultar en la pérdida de sus posesiones.

“Él tiene edad, preguntadle á él; él hablará de sí” (v. 21). En su temor, sus
padres responden con cuidado – cobardemente. Confirman que es su hijo y
que había nacido ciego, pero no saben quien le ha abierto los ojos. Ellos les
dicen a las autoridades que, si quieren respuestas, deben preguntarle a su hijo
sobre lo que pasó.

¡Esto es asombroso! Los padres seguramente sentirían una gran tristeza por su
hijo mientras crecía ciego. Es probable que se sintieran culpables, dando por
hecho que, de alguna manera, ellos eran responsables por su enfermedad.
Tuvieron que cuidarle más – para protegerle. Verle al lado de la carretera les
habría causado gran agonía. Ahora, de repente, su hijo puede ver, pero los
padres no pueden disfrutar del milagro. Se encuentran en una controversia
entre las autoridades judías y el hombre que restauró la vista de su hijo.
Confrontados con la posibilidad de ser expulsados de la sinagoga, abandonan
a su hijo, diciendo, “Él tiene edad, preguntadle á él” (v. 21). Cuando se
encuentran entre la espada y la pared, ¡quiebran!

JUAN 9:24-25. UNA COSA SÉ


24Así que, volvieron á llamar al hombre que había sido ciego, y dijéronle: Da
gloria á Dios: nosotros sabemos que este hombre es pecador. 25Entonces él
respondió, y dijo: Si es pecador, no lo sé: una cosa sé, que habiendo yo sido
ciego, ahora veo.

Ésta es la cuarta y última interrogación – la tercera por los fariseos. “La frase,
¡Dale gloria a Dios! es un término técnico que pide honestidad, especialmente
en lo que concierna la confesión del pecado” (Howard, 617). Las autoridades le
piden al hombre que confirme su averiguación que Jesús es un pecador.

Los fariseos dicen, “Sabemos” – la misma frase usada por Nicodemo (3:2). La
palabra “saber” ocurre once veces en este periscopio. Es significante, porque
ésta es una historia de ver y saber. Los fariseos presumen saber que Jesús es
un pecador, pero verdaderamente no saben lo que es o de dónde viene (v. 29).

JUAN 9:26-34. YA OS LO HE DICHO


26Y volviéronle á decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los
ojos? 27Respondióles: Ya os lo he dicho, y no habéis atendido: ¿por qué lo
queréis otra vez oír? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos? 28Y
le ultrajaron, y dijeron: Tú eres su discípulo; pero nosotros discípulos de Moisés
somos. 29Nosotros sabemos que á Moisés habló Dios: mas éste no sabemos
de dónde es. 30Respondió aquel hombre, y díjoles: Por cierto, maravillosa cosa
es ésta, que vosotros no sabéis de dónde sea, y á mí me abrió los ojos. 31Y
sabemos que Dios no oye á los pecadores: mas si alguno es temeroso de Dios,
y hace su voluntad, á éste oye. 32Desde el siglo no fue oído, que abriese
alguno los ojos de uno que nació ciego. 33Si éste no fuera de Dios, no pudiera
hacer nada. 34Respondieron, y dijéronle: En pecados eres nacido todo, ¿y tú
nos enseñas? Y echáronle fuera.

“Ya os lo he dicho, y no habéis atendido: ¿por qué lo queréis otra vez oír?
¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos?” (v. 27). Este hombre se
burla de los que le interrogan, exhibiendo gran valor. ¡Es el único en la familia
que demuestra valor! Otra vez, esto es asombroso. Ha vivido toda su vida en la
oscuridad, y de repente se encuentra bajo la luz del interrogador. La mayoría
de la gente no sabría que hacer, pero este hombre se iguala al trabajo. Dice,
“No sé si es pecador. Una cosa sí sé, que antes era ciego, y ahora puedo ver.”
Se niega a dejarse llevar por opiniones sobre lo que él no sabe, y declara con
convicción lo que sí sabe. El poder de su testimonio se refleja en la enojada
respuesta de las autoridades. Conocidos por su sabiduría, ahora se encuentran
perdiendo un debate con un mendigo sin educación. Capaces de discutir
detalladamente los puntos de la ley, se encuentran retados por este testimonio
personal. Una lección para nosotros – el testimonio de Cristo más poderoso es
nuestro testimonio de lo que él ha hecho por nosotros.

“Tú eres su discípulo; pero nosotros discípulos de Moisés somos. Nosotros


sabemos que á Moisés habló Dios: mas éste no sabemos de dónde es” (v. 28-
29). Este versículo describe el conflicto que existía entre los fariseos y la iglesia
en el tiempo que se escribió este Evangelio. Mientras los fariseos se
consideran discípulos de Moisés, los lectores de este Evangelio “saben qué
respuesta el Evangelista provee en tal caso. Es así: Si los judíos
comprendieran bien lo que Moisés escribió, entenderían que escribió de Jesús
(5:39-40). El último día, Moisés mismo será quien les acusa (5:45-46)” (Carson,
374).

“¡Maravillosa cosa es ésta!” (v. 30). Este pasaje está lleno de deliciosa ironía:

• El hombre ciego ve, pero aquéllos que tienen ojos prefirieron cerrarlos a la
verdad.

• Las autoridades le piden al hombre que dé gloria a Dios, denunciando a Jesús


como pecador, pero el hombre da gloria a Dios testificando a Cristo.

• Las autoridades continúan preguntando, tratando de encontrar un agujero en


el testimonio del hombre. El responde preguntando si quieren hacerse
discípulos de Jesús.

• Las autoridades dicen que la autoridad de Moisés viene de Dios, pero no


saben de dónde viene Jesús – implicando que no debe venir de Dios. El
hombre responde señalando la verdad obvia, “¡Si éste no fuera de Dios, no
pudiera hacer nada!” (v. 33).

• Las autoridades implican que uno no puede seguir a ambos Moisés y Jesús,
sino que debe escoger uno u otro. El mensaje del Cuarto Evangelio es que uno
puede ser fiel a Moisés solo a través de ser fiel a Jesús.
• Las autoridades repetidamente usan la frase, “sabemos,” pero repetidamente
demuestran su ignorancia (y su ceguera).

• Las autoridades acusan al hombre de intentar enseñarles. El lector se da


cuenta de que él es capaz de hacerlo, pero se niegan a aprender (o a ver).

“Se hace aparente que el saber entre los que tienen vista es una cosa rara y
peligrosa… Aquéllos que ven más que otros son un riesgo para ellos que
piensan que ven todo lo que hay que ver… Lo más establecida, segura, y
cómoda que se hace la comunidad religiosa, lo más que se niega a aceptar el
riesgo de los visionarios…” (Gomes).

“Y sabemos que Dios no oye á los pecadores” (v. 31). Debemos recordar el
contexto aquí. Esto es un reto del hombre que había sido ciego a sus
interrogadores – no una verdad universal. En otras partes, la escritura nos
asegura que Dios oye y perdona a pecadores que confiesan sus pecados (1
Juan 1:9).

“Y echáronle fuera” (v. 34). ¿Le ex-comunicaron de la sinagoga o simplemente


le dijeron que se fuera? Si es que le ex-comunicaron, ¿fue una excomunicación
temporal o permanente? V. 22 sugiere que le ex-comunicaron, pero sabios
están divididos en este punto. La mayoría lo trata como excomunicación, pero
Brown, un sabio eminente en este Evangelio, dice que fue “simplemente una
expulsión de su presencia” (Brown, 375). Cualquier excomunicación sería una
dolorosa reprensión, y una excomunicación permanente sería catastrófica
religiosa, social, y económicamente.

JUAN 9:35-38. PARA QUE PUEDA CREER EN ÉL


35Oyó Jesús que le habían echado fuera; y hallándole, díjole: ¿Crees tú en el
Hijo de Dios? 36Respondió él, y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en
él? 37Y díjole Jesús: Y le has visto, y el que habla contigo, él es. 38Y él dice:
Creo, Señor; y adoróle.

“Oyó Jesús que le habían echado fuera; y hallándole…” (v. 35). En la hora de
necesidad del hombre, Jesús viene a él. Chrysostom dice, “Los judíos le
expulsaron del Templo; el Señor del Templo le encontró” (Barclay, 57).

“No hay duda que muchos de los primeros lectores del Evangelio de Juan
encontraron gran esperanza en la reaparición de Jesús. Muchos de ellos
también habían sido expulsados de la sinagoga” (Brueggemann, 217).

“¿Crees tú en el Hijo de Dios?” (v. 35). Jesús no hace esta pregunta antes de
curar al hombre, como los evangelistas modernos de la televisión. Primero le
curó, y ahora le pregunta si el hombre cree – significando, “¿Confías en mi?”
En este contexto, el uso de la frase, Hijo del Hombre, se refiere a “la encarnada
revelación de Dios que dio su vida por el mundo (cf. Juan 3:13-14; 6:53; 6:27;
12:23; 13:31…)” (Borchet, 323).
“¿Quién es, Señor, para que crea en él?” (v. 36). Mientras que los fariseos
están predispuestos a no creer en Jesús, este hombre está predispuesto a
creer. El ha experimentado personalmente el poder y la compasión de Jesús.
Ahora, Jesús solo tiene que llenar los espacios para que el hombre sepa qué
(quién) creer. Cuando Jesús se identifica como el Hijo del Hombre, el hombre
confiesa sus creencias y le venera – el último paso para abrir sus ojos
espirituales.

“Y él dice: Creo, Señor; y adoróle (griego: prosekunesen)” (v.


38). Prosekunesen puede significar “demostró gran reverencia/respeto” o
“veneró.” Sabios se dividen sobre su significado aquí, pero el contexto parece
estar a favor de “veneró.”

JUAN 9:39-41. NO SOMOS CIEGOS, ¿VERDAD?


39Y dijo Jesús: Yo, para juicio he venido á este mundo: para que los que no
ven, vean; y los que ven, sean cegados. 40Y ciertos de los Fariseos que
estaban con él oyeron esto, y dijéronle: ¿Somos nosotros también
ciegos? 41Díjoles Jesús: Si fuerais ciegos, no tuvierais pecado: mas ahora
porque decís, Vemos, por tanto vuestro pecado permanece.

Jesús no fuerza a creer o no creer ni con el ciego ni con las autoridades. Actúa
de una manera que revela la gloria de Dios, y les permite escoger. El ciego
responde creyendo, y las autoridades responden sin creer. Nos recuerda a las
palabras de Jesús a Nicodemo:

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado á su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Porque no envió Dios á su Hijo al mundo, para que condene al mundo, mas
para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; mas el
que no cree, ya es condenado, porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo
de Dios” (3:16-18).
Jesús no les roba a los fariseos de su vista, pero se ciegan, negándose a ver.
En su orgullo, asumen que pueden ver claramente, y rechazan cualquier cosa
que no concuerde con sus creencias. Jesús no les condena, pero ya están
condenados, porque no han creído en el Hijo de Dios.

Este “comienzo de juzgamiento…corre a lo largo del Evangelio. Esta señal ha


demostrado una prueba que muestra la presencia de fe y la incredulidad de
ellos que vieron el resultado de la cura” (Howard, 619).

Las autoridades judías, identificadas otra vez como fariseos, protestan, “No
somos ciegos, ¿verdad?” Ellos eran ciegos, claro, porque se negaron a ver.
Jesús les dice que estarían mejor siendo ciegos, porque entonces no serían
responsables por su pecado. “Pero ahora que dicen, ‘Vemos,’ su pecado
permanece.” Ellos presentaron al hombre ciego como un pecador, usando
como prueba su aflicción. Ahora Jesús les presenta a ellos como pecadores, la
prueba siendo que se niegan a ver a Jesús, la luz del mundo.
TEXTO CITADO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS procede de Spanish
Reina Valera, situada en http://www.ccel.org/ccel/bible/esrv.html. Utilizamos
esta versión de la Biblia porque consta de dominio público (no bajo protección
de derechos de propiedad).

Reflexión:

Cristo es la luz del mundo. No es el nombre de ninguna secta. Se trata de la


luz verdadera que iluminará el camino de nuestra vida para alcanzar la
salvación eterna. Pero cuando los hombres nos empeñamos en ver la “luz”
con gafas de madera o simplemente no la aceptamos por soberbia, a Cristo
no le queda otra más que respetar nuestra libertad.

Los fariseos vieron al ciego de nacimiento muchas veces antes de que fuese
curado, pues si era mendigo lo más seguro es que estuviese a la puerta del
templo. Pero, ¿por qué ahora le echan en cara de que es un farsante? ¿Por
qué ahora no ven el milagro venido de Dios por ser realizado en sábado?
Por soberbia y orgullo, por no considerarse como lo que realmente son,
simples cables cuya función es la de transmitir la palabra de Dios.

A nosotros también nos puede entrar el pecado de la soberbia si no estamos


atentos. Podemos ver signos evidentes de la presencia de Dios, de su amor
en nuestra vida y no aceptarlos porque somos más ciegos que el ciego de
nacimiento.

Por eso, hay que estar abiertos a la luz de la verdad que es Cristo y no
cegarnos en nuestra soberbia. Aceptar a Cristo, aceptar su amistad y su
amor, aceptar la verdad de sus palabras y creer en sus promesas;
reconocer que su enseñanza nos conducirá a la felicidad y, finalmente, a la
vida eterna.
“1 Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. 2 Y le preguntaron
sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que
haya nacido ciego?”.
Era muy común para los discípulos de los Rabinos Judíos hacer preguntas a sus
maestros de confianza, preguntas que intentarían dar sentido a las cosas y
reconciliar las enseñanzas bíblicas que conocían con la realidad que veían a su
alrededor. Los discípulos de Jesús se enfrentaron con una pregunta que tenía que
ver con la naturaleza del sufrimiento humano en general, ilustrado como el
sufrimiento del hombre ciego en particular. Ellos dieron a Jesús dos opciones – Era
el mismo hombre ciego, o fueron sus padres los culpables.

“3 Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las
obras de Dios se manifiesten en él”.
Jesús respondió a sus desacertadas preguntas con una simple contestación. La
razón para la ceguera del hombre no fue originada en el pecado del todo. Esto
habría sido la explicación normal. El punto de Jesús fue que de algún modo, a
través del sufrimiento del hombre ciego, un mayor bien, en este caso, la gloria de
Dios seria al final manifestado.

“4 Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día
dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. 5 Entre tanto que estoy
en el mundo, luz soy del mundo”.
Parece que la ceguera de nacimiento del hombre simbolizaba la desesperada y
profunda condición defectuosa del ser humano. Por tanto, dando luz a los ojos del
hombre ciego, fue una señal profética de dar luz al mundo como un todo. Ambos,
la sanidad y las últimas tareas redentoras de Jesús necesitaban hacerse
rápidamente para reunir los requisitos, y ser un modelo, de la relación
siervo/esclavo de la que Jesús recientemente había hablado. Toda sanidad y toda
luz provienen de Él.
“6 Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo
los ojos del ciego”.
Muchas personas encuentran este verso extraño y tienen problema conectando el
saneado occidental de Jesús de nuestras imaginaciones con la que parece ser un
acto merecido de un chamán medio oriental. Estamos simplemente pasmados al
escuchar que Jesús “escupió sobre la tierra, hizo barro con la saliva, y esparció el
barro sobre los ojos del ciego”. En realidad, no debería haber nada sin sentido en
cuanto a esto. No solo Jesús es presentado como sacerdote y rey, pero también
como profeta. Los profetas eran conocidos no solo por hablar con palabras, sino
también con acciones simbólicas. Esto es exactamente lo que Jesús está haciendo
aquí. Él está a punto de sanar al hombre ciego, pero quiere a la gente presente
conectar con la creación. Dios había creado al hombre del polvo de la tierra y el
acto de sanación por medio de Jesús era un acto redentor de restauración- hecho
por el Logos/Memra/Palabra de Dios mismo. Todo lo que Jesús hace en Juan le
muestra como Dios. Esto demuestra lo que en lenguaje teológico llamamos “alta
cristología” (que significa que esto presenta a Cristo como plenamente divino vs.
casi divino o de algún modo divino).

“7 y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado).


Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo”.
Es interesante que cuando Jesús sanó al hombre en el estanque de Betesda, él no
le dijo que se lavara allí. Esto es más probable porque el estanque de Betesda era
una instalación pagana, mientras que el estanque de Siloé era una instalación
Judía.
Ciegos de nacimiento, ¿somos aún?
Publicado en 4 de noviembre de 2013

“Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos
diciendo: Rabí, ¿quién pecó, este o sus padres, para que haya nacido ciego?
Respondió Jesús: No es que pecó este, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se
manifiesten en él. Me es necesario hacer las obras del que me envió, entretanto que el día
dura; la noche viene cuando nadie puede trabajar. Entre tanto que estoy en el mundo, luz
soy del mundo.
Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva y untó con el lodo los ojos del ciego,
y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y
se lavó, y regresó viendo.”
Juan 9:1-7
________________________

En este pasaje Jesús cura un ciego de nacimiento. Su milagro incomoda a los fariseos-
sacerdotes retenedores de la ley-pues aconteció en un día sábado, día que debería ser
“guardado”, o sea no se podía hacer obra alguna en él según la ley de Moisés.

En un día sábado el Señor escupe en la tierra, hizo un lodo con su saliva y lo aplicó en los
ojos del ciego y luego lo manda a lavarse en un estanque llamado Siloé que quiere decir
“Enviado”.

Entonces el ciego que nunca vio pudo ver.

Así, en ese maravilloso milagro de Jesús, se cumplirían también las profecías sobre aquel
que vería y daría vista a los ciegos, oído a los sordos y haría hablar a los mudos. Aquel que
haría andar a los paralíticos y resucitaría a los muertos. El tan esperado enviado de Dios que
rescataría a su pueblo.
Sin embargo, más aún que en el verdadero sentido de la carne o el cuerpo, en Jesucristo,
estas profecías se cumplieron en el sentido espiritual, algo mucho más allá de los milagros
físicos realizados.

Las obras de Dios, los milagros físicos que Jesús realizaba fueron, principalmente, para dar
testimonio de cosas mucho más importantes que sus logros en este mundo. Las obras fueron
para que vinieran a creer en Él, como Enviado de Dios, como el Mesías que viene. Para
ello, para así los que creyeren, recibieran el verdadero milagro: la inscripción de su nombre,
para siempre, en el Libro de la Vida.

¿”Al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije:
Hijo de Dios soy? 37 Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. 38 Mas si las
hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y entendáis que el
Padre está en mí, y yo en el Padre.”
Juan 10:36-38.
Por eso, muchos de los milagros realizados por el Hijo de Dios, simbolizaban el MILAGRO
ETERNO, aquel que realmente importa y que nunca pasará para los que de él participan:
El milagro de Salvación

No es en vano que el Señor mescle la tierra con su saliva, la mezcla la pase a los ojos del
ciego y le pida que se lave en Siloé (nombre que significa “Enviado”).

Pues no tendría ningún sentido para aquel que sanaba con sólo un “ve, tu fe te ha sanado”, o
con un simple toque de su ropa. Al usar tierra y escupir para poder dar vista a un ciego;
Jesús nos deja una enseñanza espiritual muy profunda, junto con el milagro visible que tuvo
lugar allí. Y son en el verdadero sentido espiritual los pasos de Jesús aquí en la tierra, que
son la mayor riqueza que Dios tiene para los que le aman. Porque es directo al corazón, a
quien habla o se dirige y no con la incredulidad de la carne que necesita ver señales para
creer en El y rendirse a El.

La tierra seca

La tierra seca simboliza lo que somos en cuanto a hombres.

Somos hechos de la tierra en cuanto a hombres naturales, como todos nacemos de nuestros
padres naturales.

“Como un padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen;
porque El conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo.” Salmo 103:13
“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento
de vida, y fue el hombre un ser viviente”.
Génesis 2:7
Somos “secos” en nosotros mismos para Dios, porque no tenemos los manantiales de aguas
vivas en nuestra propia condición de pecadores, o sea de como nacemos de nuestros padres
naturales.

Estas aguas son el Espíritu de Dios, que no recibimos como herencia por nuestra
descendencia de carne.
De la misma manera no podemos ver a Jesucristo como Dios por nuestra naturaleza
terrenal: en sequedad de vacío y angustia, sin humedad. El rocío del cielo que sale de su
boca y hace un lodo que cura, es agua que restaura la verdadera visión para que vean quien
es El realmente: el propio Dios Todopoderoso.

Somos todos “ciegos de nacimiento” para las verdades eternas de Dios, por la forma como
nacemos aquí, en cuanto a hombres de la tierra. Porque vemos lo que está aquí en este
mundo, no lo que es en el cielo. Porque para ver lo que está en el cielo, se tiene que ser
parte del cielo, mediante la redención que es en la fe.

“Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo no
puede ver el Reino de Dios.”
Juan 3:3.
“Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del
Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo
que es nacido del Espíritu, espíritu es.”
Juan 3:5-6
Delante de esa condición, por amor, Aquel que es del cielo vino a la tierra, para hacer a los
que son de esta tierra, vean lo que es del cielo y, principalmente sean del cielo. Y este es
Jesucristo, el Hijo de Dios viniendo como hombre.

“Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre que está en el
cielo.”
Juan 3:13
Él es el único que puede dar la verdadera visión a los hombres: una visión y la vida del
Reino de los cielos.

Por eso Él escupe en la tierra y hace un lodo.

El escupo

El escupo simboliza la humedad, el verdadero rocío del cielo que baña la tierra seca
(nosotros).

Representa el agua viva que sale de la boca de Jesús: que es la propia Palabra de Dios, o
el Verbo, Él mismo. Palabra que nos conduce al “Tanque de Siloé”, por el arrepentimiento,
para ser lavados de nuestros pecados y ver la verdad.

“El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he
hablado son Espíritu y son vida.”
Juan 6:63
“Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.”
Juan 15:3
Su mescla con la tierra, es naturaleza divina y santa en nosotros. Aquello que era antes
solo polvo, sequedad.

L-I-T-E-R-A-L-M-E-N-T-E es el Espíritu Santo de Dios en nosotros, cuando recibimos la


Palabra de Dios con el corazón.
“….por medio de las cuales nos ha dado sus preciosas y grandísimas promesas, para que
por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la
corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia”
2 Pedro 1:4
El tanque de Siloé

Sin embargo la visión del hombre que nació ciego, solo es restaurada cuando él se lava en el
estanque de Siloé. Eso porque es la Palabra de Dios revelada por Jesucristo a nosotros (su
“escupir” en la “tierra seca”), Nos conduce a los manantiales de aguas vivas del Espíritu
Santo, al verdadero Enviado de Dios a nosotros (Siloé).
Las aguas del estanque de Siloé, son aguas del Espíritu Santo de Dios, a quienes somos
conducidos por el arrepentimiento que El vio en nuestro corazón, cuando oímos la Palabra;
en esas aguas somos lavados de nuestros pecados que nos ciegan, para que entonces,
podamos ver a Dios y conocerle en Jesucristo; anunciado también como Emanuel (“Dios
con nosotros”).

“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro consolador para que esté con vosotros para
siempre; es decir: el Espíritu de Verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le
ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis porque mora en vosotros, y estará en vosotros”.
Juan 14:16-18
Son aguas vivas que nos lavan de nuestros pecados, sean los que sean.

Lavarnos en estas aguas significa que somos tocados por Dios por su Palabra (“…Si oís hoy
su voz, no endurezcáis vuestros corazones” Hebreos 4:7, Salmo 95:7).

Si le damos atención y nos arrepentimos de todo lo que es polvo, es decir, se deja todo lo
que pecamos en este mundo cruel y corrupto, alejado de Dios, si es que realmente
escuchamos y obedecemos.

Entonces…

El Señor Jesucristo, vendrá a nosotros y nos purificará y habitará en nosotros, hará en


nosotros manantiales de aguas vivas que nos traerá Su paz, y nos restaurará la visión para
las cosas eternas, para el Camino de la Vida eterna.

“….Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.
38 El que cree en mí, como ha dicho la Escritura, de su interior correrán ríos de agua
viva. 39 Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en El; pues aún no
había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido glorificado”.
Juan 7:37-39
”Más el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo
le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.”
Juan 4:14
Que la Paz de nuestro Señor Jesucristo, nuestro Río de aguas vivas, pueda estar para
siempre sobre todos los hijos de Dios. En cuanto a quienes oyen Su Voz hoy, ruego a Dios
para que puedan tener la misma fuente en sus corazones, para creer y confesar a Jesucristo
como su único Señor y Salvador, para que puedan compartir juntos este maravilloso regalo
de Dios para nosotros: El en nuestras vidas en lo personal siempre. Consuelo y paz en
nuestros corazones.

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